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A mi abuela,
que estaría tan escandalizada,
y tan orgullosa;
a mi madre,
que dice que nunca leerá esto;
ya Alisson, de diecisiete años,
que más necesitaba este libro.
Una palabra después de una palabra
después de una palabra es poder
—margaret
atwood
La primera vez que me besó , no fue en la boca. Aú n no había leído el
libro. Me dijo que era una hermosa historia de amor.
Nos encontraríamos en el pueblo de al lado, un restaurante fuera
de la carretera, abierto toda la noche. Yo sabría a qué hora
encontrarme con él en nuestra cabina en la esquina trasera porque,
en medio de su clase, frente a todos, me miraría, me miraría a los
ojos y escribiría un nú mero en la pizarra: 8 o 9 o 10, y luego límpielo
con la otra mano. Era profesor de inglés en mi escuela secundaria.
Las mangas de su camisa siempre estaban besadas con tiza de
blanco. Tenía veintiséis añ os. La primera vez que me vio, yo tenía
diecisiete añ os.
Les decía a mis padres que iba a la casa de un amigo o a estudiar
en algú n lugar. Pero, en realidad, me sentaba frente a él durante
horas, la pintura al pastel que representa las ruinas griegas en la
pared sobre él, mientras calificaba los ensayos de sus alumnos y, a
veces, yo hacía mis conjugaciones en latín. La mayoría de las veces le
escribía, frente a él, y él lo traía a casa o, a veces, lo leía allí bajo los
fluorescentes de veinticuatro horas y luego me respondía, en todas
las servilletas, los manteles individuales de papel, los recortes de la
escuela. Probablemente cubrimos cientos de piezas con letra
cursiva, pero solo tengo un puñ ado que le escondí, mantuve cerca y
le robé. Antes de irnos, tomaba los papeles y las servilletas y los
rasgaba, los ponía en nuestros vasos de agua y yo veía có mo perdían
su forma y la tinta sangraba. No se me permitía guardar cosas. Se
suponía que no debía llamarlo "Sr." cuando está bamos solos, só lo su
nombre de pila. Pero nunca podría llamarlo así en la escuela. Sin
llamadas telefó nicas, sin correos electró nicos, sin tocar. É l hizo las
reglas.
Las reglas se rompieron en ese restaurante, en nuestro stand.
Era mayo, el verano estaba casi allí, y la graduació n colgaba en cada
saló n de clases, papel crepé y pancartas con brillo de pegamento
llenaban los pasillos. Una cuenta regresiva en todas partes. No
podías escapar.
Estaba tratando de enseñ arme sobre la gran literatura, de
prepararme para lo que enfrentaría como estudiante de primer añ o
en la universidad solo unos meses en el futuro.
“Definitivamente deberías especializarte en inglés”, me dijo,
recostá ndose en la cabina, con los brazos extendidos sobre la banca,
ocupando tanto espacio frente a mí. Era la pose que si estuviéramos
en una cita, invisibles en un teatro oscuro, sería el movimiento de
transició n antes de que me rodeara con el brazo. No se molestaría
con una tos falsa, simplemente lo haría. Yo Estaba Seguro.
Me leía los grandes en nuestra mesa de fó rmica beige y plata
mate: Poe, Dickens, Hawthorne, Carroll. él obtendría en eso,
haciendo voces cuando leía Las aventuras de Alicia en el país de las
maravillas , riéndose de chistes literarios que seguramente yo debía
entender, así que también me reí. Lo lamí, sabiendo lo afortunado
que era de tener este tipo de instrucció n privada.
Esa noche me estaba leyendo Lolita, desde el principio de las
cosas. Me habló en las primeras líneas de Nabokov, lá nguidamente:
luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pensé que era la cosa má s
romá ntica del mundo. Pero lo estaba arruinando: me picó un insecto
y seguí juntando los tobillos, tratando de sofocar el tinte de picazó n.
Un niñ o que no podía quedarse quieto.
Empezó a frotar los bordes de las pá ginas con el pulgar, má s y
má s fuerte a medida que su voz se hacía má s fuerte, creando
pequeñ as rasgaduras en el papel mientras las acariciaba.
Finalmente, preguntó : "¿Una picadura de mosquito?"
"Sí", dije, una regla invisible contra mi columna.
"¿No tienes ninguna loció n de calamina?"
“No en mí,” dije.
“Sabes”, dijo, “la saliva puede detener la picazó n”.
El me miró . Tenía ojos verdes. Mis pies en chancletas estaban
sobre el cuero rojo agrietado junto a él en la mesa, mis piernas
debajo de la mesa llenando el espacio entre nuestros bancos. Sin
tocar, solo a su lado. Seguí las reglas.
Se inclinó hacia mi pie a su lado y puso sus labios en mi tobillo
rosado e hinchado. Sentí su aliento en mi piel.
Y fue como si todos los casilleros en los pasillos de mi escuela
secundaria se abrieran a la vez, el metal besando las paredes de
bloques de cemento. Se sintió así.
Parte I
ninfa
Lo que pasa con las princesas es que no suelen ser muy activas en
sus propias vidas. A una princesa le pasan cosas y todo lo que tiene
que hacer es decir que sí. A veces ni siquiera tiene que hablar, su
príncipe simplemente aparecerá , listo para la acció n. É l sabe lo que
ella necesita, tal vez incluso má s que ella.
Las princesas pasivas abundan en los cuentos de hadas: siempre
está n cayendo en peligro y en el camino de algú n hombre que tiene
que tomarse la molestia de salvarlas. “La bella durmiente” es el
ejemplo má s obvio: una hermosa niñ a que está atrapada en el sueñ o
y necesita el beso de su verdadero amor para despertar. Y no
podemos olvidarnos del clá sico de Disney Blancanieves y los siete
enanitos , donde otra princesa se salva del sueñ o de la muerte por
boca de su príncipe.
Tuve mis propios problemas con el sueñ o.
Mi insomnio era astuto. A veces sucedía así: estaba leyendo y
seguía leyendo. Comenzaría una nueva pintura, usando acuarela y
esmalte de uñ as sobre lienzo. Compré en la tienda de artesanías
donde trabajaba los fines de semana. O habría empezado a recortar
algo de una revista, Seventeen o Sassy , con alguna idea específica
para otro collage, y seguiría cortando y reorganizando y untando
pegamento morado en barra y observando có mo se aclaraba en la
cartulina y luego oía el canto de los pá jaros. Esas noches sucedieron
por accidente. Las peores noches, sin embargo, estaría en la cama
todo el tiempo, en la oscuridad, y simplemente despierto.
Mi habitació n era pequeñ a: mi cama gemela, el escritorio de
madera de mi abuelo, mi propio teléfono y contestador automá tico,
una librería inundada de libros. Cubrí las paredes con palabras e
imá genes que recorté. Había un radiador tosiendo, pintado de
lavanda, en la esquina. Tenía un despertador que hacía poco. A veces
mi madre me llamaba después de llegar al trabajo, sobre las nueve o
las diez de la mañ ana, para ver si ya me había levantado, repetía mi
nombre en el contestador hasta que descolgaba el teléfono: ¿Ali?…
¿Ali? Es tu mami.… Una extrañ a canció n que se infiltraría en el ú ltimo
de mis sueñ os. La mayoría de los días me despertaba con una casa
vacía.
Así fue que al comienzo del ú ltimo añ o, casi siempre llegaba
tarde a la escuela. Las puertas se cerraron automá ticamente después
de que sonara la ú ltima campana del aula; a partir de ese momento,
las damas del frente tenían que llamarte y obtener un pase de pasillo
para ir a cualquier clase a la que llegaras tarde. La mayoría de los
días no estaba en el saló n principal a las 7:20 am para que mi
maestro del saló n principal me marcara como presente . Solo tomó
unas pocas semanas para que las mujeres en la oficina comenzaran a
poner los ojos en blanco cuando pedía un bolígrafo para firmar el
portapapeles, incluso si solo llegaba unos minutos tarde.
Especialmente si entro má s cerca del almuerzo.
En este punto, parecía como si todos se hubieran dado por
vencidos conmigo. Había agotado la desaprobació n de mis padres y
la inversió n emocional que no tenía retorno alentador, y lo ú nico
que quedaba era una especie de resignació n a mi situació n. Iría solo
a la escuela o no. Ahora tenía diecisiete añ os. era mi problema Ya no
es como si necesitara un aventó n. Yo tenía un coche que era tan
viejo como yo. Había ahorrado $600 para comprarlo cortando tela
en la tienda de artesanías y cuidando niñ os el verano anterior. La
gasolina costaba solo $ 1 por galó n la mayoría de las semanas, y se
suponía que debía llevar a mi hermana pequeñ a, Lauren, a casa en
las tardes después de su prá ctica de natació n. Mi éxito o fracaso
dependía de mí.
Tuve relaciones inusuales con la mayoría de mis maestros ese
añ o. Aparte de la Sra. Croix y el Sr. North, la mayoría de los maestros
de la Escuela Secundaria Hunt no pensaban mucho en mí. Notas
tomadas sobre mi inestabilidad y ausencias excesivas en papeles
formales en la escuela; una serie de F que formaban parte de mi
registro permanente; mi plan de educació n legalmente definido,
explicando en detalle có mo necesitaba atenció n especial y
extensiones y excepciones; todo esto se puso a disposició n de mis
maestros incluso antes de que pusiera un pie en sus aulas. No fue
exactamente una introducció n brillante. Mirando hacia atrá s, veo
có mo estas cosas estaban destinadas a ayudar. No tenían la
intenció n de hacerme sentir mal conmigo mismo. Pero todo lo que
hicieron fue hacerme agachar la cabeza mientras entraba y salía de
las aulas, la vergü enza se filtraba por cada poro.
Otros estudiantes continuaron diciendo cosas frente a mí en
susurros mal ejecutados o en notas que fueron "accidentalmente"
me pasó en clase, mi nombre en el papel doblado en mis manos. Un
coro griego se volvió cruel.
¿Crees que aparecerá mañana? Marca sí o no.
Se escapó por completo el año pasado.
Ella es una psicópata.
Ella se acostó con ese chico también???
Los rumores eran una verdad retorcida: me había acostado con
mis tres novios serios en la escuela secundaria. Yo había sido un
cortador. Estuve en muchas oficinas de terapeutas y con muchos
medicamentos psiquiá tricos durante los añ os desde la escuela
secundaria. Y tuve terapia electroconvulsiva, TEC, un verano,
después de una serie de meses en los que apenas salía de mi
habitació n. No era magia, pero había funcionado. Me puse la ropa,
caminé hacia la luz del sol. Dejé de estar atrapado por el sueñ o. fue
suficiente
Me había escapado una vez, só lo por la noche. No puedo
recordar qué pelea tuve con mis padres que provocó mi huida
espontá nea de casa, pasando la noche conduciendo en el auto de un
tipo. Ni siquiera recuerdo su nombre. Yo tenía dieciséis añ os, era
invierno; Hacía demasiado frío para dormir en su coche, así que
condujimos y condujimos, el á lbum Mellon Collie and the Infinite
Sadness de Smashing Pumpkins como nuestra banda sonora en la
oscuridad, con solo las luces de otros autos para ver.
Y es cierto que desaparecí físicamente de la escuela en mi tercer
añ o. Después de mis primeros dos añ os difíciles, mi escuela
secundaria me sugirió que no me molestara en volver, sino que tal
vez considerara obtener mi GED en la escuela nocturna. Mi madre
no tan cortésmente sugirió que miraran mejor las leyes con respecto
a los estudiantes con discapacidades, ya que para el octavo grado yo
ya era un bien documentado adolescente deprimido, automutilado e
insomne. Finalmente se decidió que asistiría a Pinecrest, una
pequeñ a escuela diurna terapéutica que mi madre encontró y obligó
al distrito escolar a pagar.
Al final de mi tercer añ o en Pinecrest, mi consejero, mi maestro
de saló n y el subdirector se unieron a mi madre en una mesa grande
que parecía ser específicamente para reuniones como estas. Había
estado en muchas de estas reuniones. El subdirector abrió mi
archivo de Pinecrest (delgado, prá cticamente espacioso) y tuve una
opció n: podía quedarme en Pinecrest durante mi ú ltimo añ o y
graduarme a través de este programa. Tuve una A en todas mis
clases. Tengo que tomar francés. Había terapia de grupo todas las
tardes. Yo era un estudiante modelo. Una vez vi a un niñ o siendo
inmovilizado por tres miembros del personal porque tenía algú n
tipo de brote psicó tico y comenzó a gritar cosas horribles en el
pasillo. Yo, simplemente no podía entender por qué no estaba feliz y
no podía llegar a la escuela a tiempo. Casi había dejado de cortarme
para entonces. Segú n los está ndares de Pinecrest, yo era una
historia de éxito. Mi diploma de escuela secundaria aú n decía Hunt
High School, donde se suponía que debía estar, y estaba protegido
legalmente de revelar cualquiera de mis adaptaciones por
discapacidad en mis solicitudes para la universidad. Nadie tendría
que saberlo nunca.
O podría volver a Hunt. Una oportunidad de ser una adolescente
normal, todo lo ordinario y aburrido. Có mo anhelaba ser aburrido.
Cualquier cosa era mejor que el drama de mi depresió n y cambios
de humor.
“Quiero volver a Hunt”, dije, una elecció n que, sin saberlo, me
llevó a toda velocidad hacia el maestro.
Desearía poder retroceder a través del espacio y el tiempo y
tomar una decisió n diferente. Y luego me pregunto cosas como el
destino, có mo a veces las cosas se eligen para ti, có mo se eligen las
mujeres para soportar el sufrimiento.
A veces somos nosotros quienes lo elegimos—Pandora abre ella
misma la caja del sufrimiento; aunque es una trampa, aunque no
entiende lo que va a pasar, es su propia mano la que abre la
cerradura. Có mo en “La Sirenita”, la real, no la fantasía de Disney,
elige beber el brebaje de la Bruja del Mar que le permitirá bailar con
las piernas y el príncipe en lugar de solo con las olas, pero cada paso
que da es como en un cuchillo afilado. En la historia original, todo el
tiempo que la ninfa del mar se enamora, sus pies está n sangrando
por cuchillas sobrenaturales e invisibles. Incluso beber la poció n es
una espada a través de su cuerpo. Y sin embargo, es su elecció n. Ella
quiere esto. Cada paso es suyo.
Parece como si no importa cuá n activa o pasiva sea una niñ a,
todavía está condenada.
Antes de regresar a Hunt High School y conocer al Sr. North,
nunca había leído a Nabokov. Solo conocía tangencialmente el mito
de Lolita : la chica sexy que atrapa a los hombres y sufre por ello. No
sabía que Nabokov era un clasicista, que había publicado artículos y
dado conferencias sobre las complejidades de la antigü edad y las
lecciones que debemos guardar. No sabía có mo los mitos de hace
má s de mil añ os quedaron grabados indeleblemente en sus libros,
có mo todo esto mancharía indeleblemente mi vida. Yo no sabía nada
de esto a los diecisiete añ os. Solo sabía que quería despertar de
estos añ os de tristeza y soledad y ser normal. Quería volver a mi
escuela secundaria.
4
Sabía que el profesor pensaba que era bonita. yo sabía _ Lo supe por
la forma en que me miró después de la escuela, cuando estaba
sentada junto a él, sin tocarme nunca, a la vuelta de la esquina de su
gran escritorio. Ese tipo de mobiliario escolar institucional que
parece pesado y duro, inmó vil. Empecé a sentir desde el otro lado el
escritorio có mo su cuerpo se movería en respuesta al mío, como
imanes haciendo algo incorrecto. Una especie de presió n.
Decía algo agradable sobre lo que vestía, especialmente si era
algo de Abercrombie en lugar de una gran franela, como solía usar.
Las camisetas ajustadas mostraban mi “forma”, como diría él. Un
escalofrío me recorrió cuando dijo esas cosas, e intenté levantarme
un poco má s, alargar mi cuello y empujar hacia abajo mis hombros,
hacer que mi cuerpo se viera tan femenino y sensual como fuera
posible.
“Está s muy bien formada hoy”, dijo, su voz en voz baja cuando
entré por la puerta de su saló n de clases. Continuaría en papel sobre
có mo quería saber todo acerca de esas formas, debería volver a la
clase de geometría para aprender. ¿Y qué nota crees que sacarías?
respondí. Respuesta escrita: Fui estudiante del cuadro de honor. Ve a
revisar mi registro permanente. Y me guiñ ó un ojo mientras
deslizaba el papel hacia mí.
La maestra comentaba sobre mi perfume, un aceite de
movimiento lento llamado Diosa egipcia que me ponía detrá s de las
orejas todas las mañ anas. "Bien, Alí". Si había alguien má s allí, era la
señorita Wood esto, la señorita Wood aquello. Pero solo, era Ali. A
veces Alicia, como en Las aventuras de Alicia en el país de las
maravillas . Me regañ ó por no haber leído el libro, por solo ver la
caricatura de Disney, por no conocer mejor a mi supuesta tocaya.
“No creo que mis padres me hayan puesto el nombre de Alicia en
el país de las maravillas”, le dije. No estuvo de acuerdo y explicó
có mo funcionaban los nombres y có mo estaban todos conectados
con los nombres originales en inglés antiguo. Entonces, lo sepa o no,
mis padres me estaban nombrando como Alice. Al igual que sus
padres le pusieron el nombre el santo cató lico. Mella. Có mo siempre
debería llamarlo Nick, cuando está bamos solos.
"Vaya." Retorcí mi cabello y presioné mis labios, humedeciendo
mi brillo labial. No tenía idea de esas cosas. Pensé que habías elegido
un nombre que te gustaba. No me di cuenta de su poder.
9
Los fines de semana en Rhapsody in Brew, el café local. Cada vez que
el maestro tenía un concierto en la ciudad, tocando la guitarra y
cantando sus propias canciones y versiones también, yo estaba allí.
A veces yo era el primero. Traté de ser cool, tomarme mi tiempo en
la barra de café, sonriendo al tipo detrá s de la caja registradora
mientras me alisaba el cabello. Sin embargo, el maestro no se dio
cuenta. Yo no era la ú nica chica allí.
Si bien nuestras tardes después de la escuela y nuestras noches
en el restaurante eran solo para nosotros, sus espectá culos estarían
llenos de otros estudiantes. En su mayoría chicas, pero los chicos
también vendrían. Las chicas pensaban que era tan lindo , los chicos
pensaban que era tan genial . Su cabello oscuro y su sonrisa fá cil, ex
mariscal de campo del equipo de fú tbol Hunt. Algo para todos.
Casi todos mis novios anteriores en la escuela secundaria habían
tocado la guitarra. Yo sabría que está bamos realmente enamorados
porque escribirían una canció n para mí, no solo cantarían "Crash
Into Me" de Dave Matthews Band, "I'll Be" de Edwin McCain o
"Glycerine" de Bush mientras investigaban mis ojos cuando
está bamos solos en su dormitorio Componían algo ellos mismos,
ponían detalles sobre nuestra primera cita o algo secreto en las
palabras que cantaban. Así sabría que era real.
El profesor no había escrito una canció n para mí todavía. Pero a
veces, cuando cantaba en esos espectá culos, sus manos se movían
alrededor del má stil de su guitarra y rasgaban el cuerpo, me miraba
directamente a mí, a los ojos, y era como si estuviéramos solos otra
vez. Todo mi cuerpo se ponía piel de gallina y suave cuando hacía
eso.
Después de sus presentaciones, que generalmente eran algunas
canciones, guardaba su guitarra y se sentaba, dejaba que un
estudiante le comprara un café y continuaba con sus elecciones
artísticas sobre esa canció n que cantó para el grupo de estudiantes
que lo rodeaba, có mo todo era una metá fora del deseo. Embelesado
ni siquiera comienza a describir có mo me sentiría cuando él hiciera
eso.
Cada vez que lo volvía a ver, hablaba de lo bueno que era, tenía
que tragar mucho porque solo recordarlo hacía que mi cuerpo se
sintiera líquido de nuevo. É l sería recatado al respecto, "No, solo era
yo jugando". Pero se alegró de que viniera. Aunque nunca pude
hablar realmente con él en sus conciertos, y era como si todos allí
fueran má s importantes que yo. Una vez le pregunté por qué
bá sicamente me ignoró allí, y me dijo que era porque no podía ser
obvio cuá nto se preocupaba por mí: "Tenemos que mantener todo
esto entre nosotros, ¿recuerdas?"
Lo entendí, así que siempre decía que estaba bien, "sí,
totalmente". Pero cada vez que lo veía hablando con otra chica, no
podía evitar sentirme acalorada y apretada, de repente me lo
imaginaba encontrá ndose con ella en un restaurante diferente las
noches que no me veía, preguntá ndome qué le estaba escribiendo.
Cuando eso sucediera, cerraría mis ojos e inhalo, exhalo y digo una y
otra vez por dentro, solo soy yo, solo yo, solo yo. Que esto estaba
pasando solo porque yo era tan especial, que él nunca arriesgaría su
trabajo así por ninguna otra chica. Que yo era el ú nico para él. Le
creí. Pasarían añ os antes de que descubriera que eso no era cierto.
Que no se trataba de ser especial en absoluto.
15
Hasta ahora, esta es una historia sobre mirar. Todo eso, la seducció n
extendida, las líneas aú n no cruzadas, la tentació n, lo imaginado,
imitando a la Lolita de Nabokov . Esta parte de la historia es sobre la
mirada y lo que sentí en mi cuerpo al mirar a alguien que me
devolvió la mirada, ver y ser visto. Todo lo que quería era ser visto.
Ser reconocido, ser comprendido. Sentir esa conexió n cuando los
ojos se encuentran y la comunicació n es instantá nea sin una palabra.
Esta es también una historia sobre límites. Una imagen en un
espejo, un espejo: extiendes la mano y hay algo entre tú y el otro
lado. Está s atrapado de tu lado. Só lo puedes ver el reflejo de ti. Y lo
que está s mirando no siempre es real.
dieciséis
Eso fue la semana anterior. Seguía yendo a sus salas de estudio, pero
él no escribía. Me paré junto a su escritorio, con los ojos muy
abiertos, pero él solo dijo: "¿Sí, señ orita Wood?"
La primera vez que sucedió , salí corriendo y corrí al bañ o, cerré
las puertas detrá s de mí y lloré en un cubículo rosa pá lido. La
pró xima vez me senté en el saló n de clases y dibujé estrellas en el
aserrín de mi escritorio. Miró por la ventana. Lee mi guió n. Luego, en
el ensayo, me llamó para hacer una lectura de línea y me preguntó si
tenía algú n antojo, ¿tal vez papas fritas? Y aquí está bamos.
Luego explicó có mo necesitá bamos crear una negación plausible
, que de lo contrario ya no podría verme, era demasiado arriesgado.
¿Quería que perdiera su trabajo?
“No, no, sabes que nunca haría nada—” Levantó su mano hacia
mí.
"Lo sé. Así que necesito que empieces a salir con alguien —dijo,
removiendo su café. “No de verdad, por supuesto, sino solo para
distraernos. Me gusta Método de actuació n. La prá ctica hace al
maestro, ¿sabes?
"Derecha."
"Sabes que estoy saliendo con alguien".
Yo sabía. A veces hablaba de ella, de lo bonita que era, de lo
maravilloso que era el sexo. Ella era rubia. No sabía su nombre.
“Tienes que entender, Ali, esto no es real todavía. Tengo
necesidades”, explicó . "Quiero decir, hay otros siete meses hasta..."
En siete meses me graduaría de la escuela secundaria. Todavía
no lo habíamos dicho . Pero yo sabía que íbamos a estar juntos. Só lo
teníamos que esperar hasta entonces. Obviamente. Y yo estaba
totalmente de acuerdo con eso.
"¿Quieres que sea miserable todo el tiempo?" preguntó . Le
aseguré que no, que lo entendía. Pero era un dolor que alimentaba,
algo sobre lo que ni siquiera podía escribir, sabiendo que lo había
leído. Tenía que ser genial. Definitivamente no necesitado. Todo
menos necesitados.
Terminó su té y me dijo que trajera una lista de posibles chicos
con los que podría empezar a salir mañ ana a su sala de estudio, que
él me ayudaría todo el tiempo que saliera con el chico, incluso me
guiaría.
“Realmente quiero ver tu compromiso con este papel, Ali”.
Palmeó la mesa mientras se levantaba. "Enséñ ame lo que puedes
hacer."
Miré el mantel individual de papel debajo de mi taza de café y mi
platillo, comencé a escribir mis líneas del guió n. Ya sabía con quién
podía empezar a salir. David, el chico de mi clase de escritura
creativa con el que fui a la Escuela de Artes Visuales, era el mejor
amigo de este chico, John. John era un poco mayor y debería haber
estado en la universidad, pero no lo estaba. Nunca supe exactamente
por qué. Lo conocí cuando salía con David un fin de semana,
mientras manejaba y tomaba interminables cafés helados de
Dunkin' Donuts, incluso en invierno. John comenzó a unirse a
nosotros. A veces, antes de que me dejaran, John me preguntaba si
quería un café helado al día siguiente, incluso si tenía un ensayo. Y él
me encontraría en las escaleras delanteras de Hunt para entregarlo
a la tarde siguiente, una taza de café de plá stico llena de hielo,
congelada. su mano en el viento frío. El café helado de ará ndanos era
mi favorito. Siempre recordaba. Juan me quería.
Pensé que John era lindo. Tenía el pelo oscuro, era alto y muy
parecido a David: amable, fumador, divertido. Siempre la pasé bien
con ellos, nunca me sentí raro o juzgado. John había tratado de
besarme unas semanas antes cuando me dejó en mi casa una noche,
con Incubus sonando en la radio del auto. Eran su banda favorita. Me
gustó la canció n "Wish You Were Here". Aparté la cabeza de él y
sonreí buenas noches , sabiendo que estaba haciendo lo correcto ya
que mi corazó n le pertenecía a otra persona.
Esa noche en el restaurante, me di cuenta de que el maestro
tenía tanta razó n, que era demasiado obvio. Duh , me dije a mí
mismo ya mi taza de café vacía. ¿Por qué no vi venir esto?
19
Casi inmediatamente supe que salir con John era un error. John
realmente me quería. Como, realmente me gustaba. Podría decir. Fue
suave conmigo de una manera que me hizo sentir segura, como el
comienzo del amor tal vez, ese período en el que no está s seguro de
si algo es real, así que no piensas en nada demasiado difícil. Nunca
empujó su cuerpo contra el mío, solo quería tomar mi mano. Le
gustaba mirarme, a pesar de que no me quitaba la ropa. Se rió con
facilidad y pensó que era genial que yo quisiera ser actriz o tal vez
artista, y cuando le conté sobre mis añ os anteriores de fallar en la
escuela secundaria y querer morir, simplemente me abrazó muy
fuerte y me di cuenta de que tal vez iba a llorar.
Y él no era a quien yo quería en absoluto.
No creo que pueda hacer esto , le escribí al maestro en su sala de
estudio.
El Sr. North no levantó la cabeza, solo empujó el papel hacia
atrá s. ¿No quieres que estemos juntos?
¡SÍ! Subrayé la palabra. Pero me siento mal. Dibujé una cara
infeliz.
Me sentiría mal si te perdiera, escribió . Otra cara infeliz. Este con
una lá grima.
Rodé los ojos hacia él. "En serio", articulé de vuelta.
Nadie puede saber de nosotros. Es demasiado arriesgado en este
momento. Si es un secreto, estamos a salvo. Todo esto depende de ti,
Ali. Lo que quieras me hace feliz. Si quieres salir con otro chico,
deberías hacerlo. O no, lo que sea. Yo sólo quiero que seas feliz.
TÚ me haces feliz, le respondí.
Entonces muéstrame qué gran actriz eres.
Voy a.
Pruébalo. Necesito saber que te tomas esto, Estados Unidos, en
serio. Tienes que prometer.
¡¡¡OK!!! PROMESA.
"Bien", dijo, sonriéndome. Será mejor que vayas a clase.
Garabateó un pase de pasillo, su mano tocó la mía por un segundo.
Le di un pequeñ o saludo al Sr. North y reajusté mi mochila. Pero
la forma en que John me miraba me perseguía. Me hizo sentir mal de
una manera que no me gustaba. Quería hablar de todo a alguien,
pero sabía que no podía. ¿Quién sería? Me llevaba bastante bien con
los otros estudiantes en la obra, incluso con algunos de mis
compañ eros de clase, y siempre estaba la Sra. Miller. Negué con la
cabeza mientras caminaba por el pasillo vacío. Tenía que cumplir mi
promesa. Los secretos están a salvo.
20
Unos días después del slam, después de mi mal humor, Nick escribió
la letra de una canció n de John Mayer, "Love Soon". É l dijo, esa
noche en el restaurante, “Esto es lo que siento por ti . Só lo tu."
Articulé las palabras mientras leía la letra, todo anhelo, secretos y
amor. Mi pecho se movió lento y pesado y todo quedó en el olvido.
Aú n así, me dijo de nuevo, esto había ido demasiado lejos.
Sucedían cosas, pero en realidad no había pasado nada. A pesar de
que las líneas determinadas aú n no se habían cruzado (un beso, una
llamada telefó nica, decirlo), él sostuvo que había ido demasiado
lejos. Yo ya sabía de otras transgresiones similares, Nick me había
jurado guardar el secreto mientras tomá bamos un café: que un
profesor de matemá ticas estaba saliendo con una chica del equipo
de softball, pero Nick me explicó que el profesor había obtenido
permiso, que sus padres habían firmado algo y que era multa. Un
secreto, pero bien.
Nick me dijo que no podíamos continuar así a menos que
firmara algo también. Ahora tenía dieciocho añ os, me recordó , No
necesitaba el permiso de mis padres. No estaba segura de por qué la
repentina necesidad de formalidad, no sabía qué se movía dentro de
él para enfadarlo tanto. Esa noche me tenía listo el contrato; Lo
recuerdo leyendo:
Yo, Alisson Wood, juro solemnemente no guardar nada de
nuestro tiempo fuera del salón de clases ni nada que no esté
directamente relacionado con la escuela. Le daré todo lo
escrito a Nick North para que lo guarde y/o lo destruya. Por la
presente juro que todo lo que escribo es mentira y está
completamente fabricado. Invento cosas todo el tiempo y no
soy sincero. No puedes creer nada de lo que digo.
Firmado: __________________________
Fecha: 7 de febrero de 2002
Me dijo que a menos que lo firmara ya ni siquiera podíamos
hablar. Que necesitaba protegerlo si realmente lo amaba.
Sin embargo, nunca dijo que me amaba. Y ahora no sé cuá nto de
su historia sobre la profesora de matemá ticas y otro estudiante era
cierto, no la conocía, nunca había oído esos rumores. Pero tampoco
puedo decir lo que se dijo o no sobre mi propia relació n con el Sr.
North; chismes adolescentes no es una fuente confiable. Incluso si
fuera cierto que la profesora de matemá ticas se acostaba con una
alumna, ¿el "bien" de sus padres haría desaparecer los cargos por
violació n de menores? Esa chica era má s joven que yo, una junior.
Era demasiado irreal, incluso en esta madriguera de conejo de
nuestra relació n. Me sentí como Alicia en el país de las maravillas,
como si todo estuviera mezclado y nada fuera familiar, las cosas
eran iguales pero nada tenía sentido. Y ambos está bamos atrapados.
Al maestro le encantó cuando mencioné a Lewis Carroll. Ese fue
mi segundo regalo de cumpleañ os, una copia de bolsillo de A través
del espejo que me escribió . Nabokov diría que “Lewis Carroll Carroll”
(como él lo llamó ) fue “el primer Humbert Humbert”. En Lolita ,
Humbert describe a la nínfula perfecta con el pelo de Alicia en el país
de las maravillas . Este fue un juego que el maestro jugó conmigo, en
có mo usó a Nabokov, Carroll y Edgar Allan Poe, todo para mostrar
cuá n comú n y también especial era nuestra relació n, cuá n
romá ntica, cuá n en la tradició n de otros grandes escritores. Por
ejemplo, có mo Humbert enumeraba nombre tras nombre de
hombres importantes, intelectuales y artísticos que también amaban
a las chicas jó venes como una forma de romantizar y normalizar la
predilecció n perversa, ambas cosas a la vez.
Pero ese día, el Sr. North me entregó un bolígrafo. ¿No me amas?
Firmé el contrato y nunca lo volví a ver.
Má s tarde, me recordaría el diario de Humbert, las palabras que
provocaron la muerte de la madre de Lolita. Có mo se tropieza con
ellos y se rebela contra él, sale corriendo por la puerta gritando que
nunca volverá a ver a Lolita, con cartas estampadas en la mano para
advertir a los demá s de Humbert como un depredador. Pero
entonces... un accidente. Ella es atropellada por un coche. Las letras
se esparcen por el asfalto. Humbert nos dice que todo fue tan buena
suerte. Un lector crítico podría considerar al narrador: dados los
motivos de Humbert, es justo cuestionar su confiabilidad en esta
narració n si realmente fue un accidente, ya que Humbert tenía todo
en juego, todo para perder, su Lolita, si hubiera sido revelado.
No hubo tal suerte en mi vida. Nadie tropezó con mis diarios, ni
con los suyos. Nadie entró al restaurante a altas horas de la noche y
preguntó qué estaba haciendo un estudiante en una cabina con su
maestro. Nuestro contrato nunca fue descubierto. Pero me
pregunto: ¿Qué hubiera pasado si lo hubieran encontrado?
29
Para el quinto período, estaba en la sala de estudio del Sr. North, con
los ojos muy abiertos y disculpas. Sostuve nuestro cuaderno contra
mi pecho y susurré, juré que todavía no me había acostado con John
y lo sentía mucho . Có mo no me importaba ese tipo en absoluto y era
simplemente estú pido. Lo escribí todo en un papel rayado amarillo,
lo doblé y se lo pasé. Me quedé allí mientras lo leía. Sacó su bolígrafo
verde y le respondió : Ok, pero ¿vas a romper con él? Como Humbert
juró en Lolita , hizo todo lo posible para abordar el problema de los
niños .
Torcí mi cara. No, te respondí, no has roto con esa rubia. Saber de
ella era una cosa, pero había venido a la escuela una tarde la semana
anterior y él la besó frente a mí en su saló n de clases. Corrí hacia el
bosque al lado del estacionamiento para personas mayores y
empujé mi boca con fuerza entre mis manos. La noche siguiente en
el restaurante que me había dicho, Alisson, ella no significa nada.
Pero los adultos necesitan estar en relaciones adultas. No serás adulto
hasta dentro de seis meses...
En la sala de estudio, comenzó a escribir con enojo,
absolutamente prohibido , y yo le respondí con enojo otra vez, lo que
sea , y luego escribió , ramera , y dejé de leer por completo. Y luego
salí corriendo.
Ahora, en el pasillo, me estaba gritando en voz baja, me recordó
el contrato que firmé y có mo esto tenía que quedar entre nosotros, y
finalmente solo asentí y prometí escucharlo má s tarde. Solo podía
jugar con poder en la escuela, mientras que podría enviarme a la
oficina del director. En la escuela, yo era quien el Sr. North decía que
era.
Me llevó de vuelta a su sala de estudio y no leí ni escribí ni le
devolví la mirada. Miré el estacionamiento fuera de las ventanas, la
tenue luz de la tarde de invierno, mi auto en la esquina del
estacionamiento para personas mayores, có mo había conseguido mi
lugar ese día, có mo llegué temprano. Esperé a la seguridad de la
campana y salí. No digas nada. Pero má s tarde esa noche entré en
nuestro restaurante, me senté en la mesa de la esquina, pedí té con
limó n y esperé hasta tarde, cuando apareció , tarde. Y lo escuché
explicarme las cosas de nuevo.
30
captura
Si esto fuera un cuento de hadas, mi historia habría terminado. No
solo había encontrado a mi príncipe, el maestro, sino que él me
rescató , me salvó de mí mismo y de mi soledad. Durante mi ú ltimo
añ o, había demostrado ser especial, digno de su cuidado. Yo, ahora
con dieciocho añ os, valía la pena el riesgo que él tomó (perder su
trabajo) para amarme. Bajo la mano de un autor diferente, tal vez
Lewis Carroll, los hermanos Grimm o incluso Nabokov, esta sería la
parte en la que hay una hermosa descripció n de la naturaleza o la
luz para envolver las cosas, un lento desvanecimiento en la
oscuridad, la oscuridad siendo entendida. ser una metá fora. (¿Para
qué? ¿Un mundo abrumado por el amor por un hombre? ¿Un amor
tan fuerte que bloquea toda otra luz?) Este debería ser mi felices
para siempre.
Mirando hacia atrá s, me doy cuenta de que es fá cil ver que aquí
es donde se rompe la narrativa. Esta es la parte de mi historia en la
que, como adulto, puedo ver có mo el enamoramiento no
correspondido cotidiano de una colegiala se transforma en algo
mucho má s oscuro, mucho má s peligroso. Esta es la parte donde las
cosas empiezan a salir mal de formas que yo, como niñ a, no podía
anticipar. Esta es la parte de la historia que, incluso casi veinte añ os
después, odio contar. No hay cuento de hadas aquí.
1
Ese verano fingí que había terminado el libro, pero en realidad solo
lo hojeé. Una vez que Dolores se fue a la mitad de la segunda parte,
perdí el interés. Se saltaron pá ginas enteras. Ya estaba aburrido del
interminable viaje por carretera, el paisaje. Toda la tensió n
desapareció de la historia una vez que se juntaron. ¿Para qué estaba
leyendo?
Nick siguió mencionando a Lolita , y yo solo asentí con la cabeza,
no muy diferente de cuando me había mantenido al día con el libro.
Subrayó todas las partes importantes: lo romá ntico que era, la tarea
de Sísifo que emprendió Humbert para ignorar los encantos de
Lolita antes de que finalmente pudieran consumar su relació n, có mo
Lolita tenía el control todo el tiempo. Durante los cafés nocturnos en
el restaurante de casa, el ú nico lugar pú blico donde podíamos
hablar, me quitaba el libro de las manos y lo sostenía, con la tapa
levitando sobre nuestro plato de papas fritas, mientras leía las líneas
en voz alta.
Cuando está bamos en el comedor de nuestra casa, sentí que
todavía estaba en secundaria, como si todavía fuera el Sr. North.
Tomaba notas en las servilletas, a veces dibujaba estrellas si me
desconectaba de su voz, pero sabía que no eran para siempre.
Añ oraba un cuaderno encuadernado en cuero, tinta, otro tatuaje. Me
había puesto una estrella en la cadera derecha el día después de
cumplir los dieciocho, bajando el costado de mis pantalones para
mostrá rselo después de la escuela. É l se quedó boquiabierto. Quería
algo permanente, para marcar lo que estaba sucediendo de una
manera que no pudiera borrarse. Todo lo que escribí todavía lo
destruiría.
Ese verano estuvo lleno de regalos. Parecía que cada vez que lo veía
era una celebració n de mí, de nosotros. Siempre había tragos.
Siempre había cajas atadas con hilo de panadería, a veces con dulces
o un par de bragas que pensaba que me gustarían, o brillo de labios
o perfume de adulto. Dijo que ya no debería oler como una colegiala.
Una noche, me sentó en su sofá y me dio un paquete delgado.
Envuelto en papel perió dico, hilo de panadería rojo y blanco.
"¿Qué es esto?" El regalo era ligero como el papel.
"Abrelo."
Desaté la cuerda, quité la cinta. Era casi un libro. Una carpeta
marró n, la mitad del tamañ o de una hoja de cuaderno.
"Á brelo de la manera correcta ". Lo había tenido al revés.
"¡Vaya!" Tenía un título. Evidencia revisada: Colección de
inscripciones, anotaciones, correcciones y descripciones de mariposas
de Vladimir Nabokov. Era un libro de sellos. Debe haber recordado
de alguna conversació n nocturna có mo tuve coleccionaba sellos
cuando era niñ o. Esta fue una edició n especial, seguramente cara.
Los sellos capturaban mariposas, fotografías en blanco y negro del
propio autor, una pá gina entera de diferentes portadas de Lolita .
Lo abracé contra mi pecho, agradeciéndole con un beso, su gato
durmiendo al otro lado del sofá .
"Sabía que te encantaría", dijo, sonriéndome, a centímetros de
mi boca.
"Por supuesto." Lo besé de nuevo. "Sabes que amo el libro tanto
como a ti".
“Eres mi Lolita”, dijo.
6
Pensé que se iba a casar conmigo. Me dijo una noche en un hotel que
ya sabía có mo me iba a declarar, có mo sería aquí en Ítaca, en un
desfiladero, rodeado de verde y agua. Me llevó a Tiffany's en la
ciudad de Nueva York el día má s caluroso de ese verano, julio, no sé
la fecha exacta porque había dejado de llevar la cuenta. Había dejado
de escribir, como él quería.
Nunca había estado en Tiffany's. Solo había visto la película de
Audrey Hepburn y me imaginaba como el alma de una fiesta con un
vestido de có ctel negro y diamantes. Meses después, en otoñ o, me
enviaba la colecció n de cuentos de Truman Capote y yo insistía en
que la novela era mucho mejor que la película. Pero siempre tuve
debilidad por el gato naranja de Hollywood. Ahora, gracias a Nick,
finalmente pude ver el brillante escaparate en lugar de solo
imaginarlo o verlo en la pantalla.
Nos llevó a la ciudad a pesar de que podríamos haberlo hecho.
tomó el tren. “Alguien podría vernos”, dijo. Como si no lo supiera. No
necesitaba una razó n. Estaba feliz de no esconderme.
Fuimos a la tienda de la Quinta Avenida, la grande. Mis mejillas y
hombros sonrosados por caminar al sol en las aceras. Tiffany's era y
no era lo que esperaba. Estaba lleno de tanta gente y tantas cosas
hermosas, y nunca antes había estado dentro de una joyería
elegante, del tipo con guardias armados reales con trajes oscuros y
no solo policías de centro comercial. Pero parecía menos sofisticado
con tantos turistas caminando, y cualquier novedad que quería
experimentar era mayormente superada por el olor a sudor de
extrañ os.
Pero aú n. De repente me di cuenta de lo hú meda que estaba mi
boca. Nick tomó mi mano mientras me conducía directamente a un
mostrador, señ aló algo debajo del vidrio, una banda plateada gruesa
y redondeada, algo que brillaba incrustado en el medio. Me pidió
verlo, si podía probá rmelo, y lo supe: estaba sucediendo, me estaba
proponiendo justo en medio de la tarde frente a todos estos
extrañ os, quienes aplaudirían para felicitarlo y no lo despedirían. y
alargué mi mano izquierda hacia la vendedora a través del cristal
transparente, y luego—Nick apartó mi mano de un golpe, riéndose.
“No, no, ese no”, dijo, y agarró mi mano derecha hacia el
empleado, tirando de mí. La mujer me sonrió con la boca, pero no
con los ojos. Me sorprendió la tímida violencia y no entendí qué
había hecho mal.
Tomó mi mano derecha caliente y le habló suavemente a Nick
mientras deslizaba la banda de plata en mi dedo anular,
describiendo el quilate del diminuto diamante, y luego giró
suavemente mi mano como el pomo de una puerta, permitiendo que
la luz captara el fragmento de piedra preciosa en la pieza. El
diamante descansaba suavemente contra la plata; cuando pasé la
yema del pulgar por el frío metal, apenas registró el cambio de
textura. Después de todo, no era un anillo de compromiso.
Inmediatamente sentí que me ponía aú n má s caliente, má s rojo.
De todo, de toda la situació n, de mi mala lectura de todo. Empecé a
sentir que no podía respirar, como en una clase de gimnasia en
invierno. Nick siguió hablando con el dependiente de la joyería,
siguió sosteniendo mi mano con el diminuto diamante. Estaba
empezando a ver destellos de luz y tal vez me iba a desmayar.
Entonces Nick de repente en mi oído, preguntando: "¿Te gusta?"
mientras tomaba mi barbilla.
"Sí, por supuesto, me encanta", le dije, incliná ndome hacia él y
dejando salir mis pulmones. Puso su brazo izquierdo alrededor de
mí, era lo suficientemente alto como para que cuando lo hiciera, la
parte superior de mi cabeza ni siquiera pasara por encima de su
hombro, y sostuvo mi mano derecha en la suya mientras nos
conducía a la caja. Aunque, en un lugar tan elegante como Tiffany's,
no los llamas cajas, estoy seguro.
"Estamos comprometidos para comprometernos", dijo, y me
apretó de nuevo. Está bamos rodeados por ese distintivo azul
Tiffany. Y no puedo evitar pensar en ese tono exacto como si fuera
un color muy joven , como los huevos de Pascua y los ojos de los
niñ os rubios y los novios de la escuela secundaria que dicen cosas
como "comprometida para comprometerse".
Incluso después de que todo, todos nosotros, terminara y se
quemara, me quedé con la caja azul de Tiffany. y el anillo Como no
era un anillo de compromiso, no tuve que devolverlo al final.
8
Solo unos días antes de irme de casa, la ú ltima noche que me quedé
con Nick, me había dicho de nuevo: “No quiero que te pierdas nada”.
Estaba oscuro, estaba tratando de quedarme despierto toda la
noche, pero solo quería dormir. El embalaje era imposible. ¿Có mo
podría meter toda mi vida en un dormitorio? ¿En cajas suficientes
para que quepan en la camioneta de mi mamá ?
"Lo sé", susurré de vuelta, apretando su brazo. Empujé mi cara
contra la almohada. "Lo sé."
É l me sacudió . “Ali, esto es importante. La universidad es tan
importante que te la mereces má s que nadie. Te lo has ganado."
Estaba sentado ahora. “No quiero alejarte de nada de eso”.
Pasé mi mano por su cara, la barba sin brillo. "Te amo", le dije.
"Yo también te amo. ¿Está s seguro de que esto es lo que quieres?
“Oh, Dios mío, sí, sí , ¿cuá ntas veces tenemos que hablar de
esto?” Tomé la almohada y la empujé sobre mi cara ahora y grité:
"Necesito dormir ".
“Vale, vale, vale. Ve a dormir entonces."
"Gracias." Rodé lejos de él, los rastros del amanecer en la pared.
“Simplemente no quiero que te pierdas nada,” dijo su voz de
nuevo, lo ú ltimo que escuché.
Ted me preguntó qué tipo de cerveza quería. "¡Lo que sea!" Le grité
al oído por encima de la mú sica. No estaba seguro de lo que quería
que hacer, pero estaba seguro de que quería una cerveza. Como
todos los demá s. Quería ser como los demá s y esta era mi
oportunidad. No quería que fuera como la escuela secundaria. No
quería perderme nada má s.
Tres vasos rojos de plá stico con cerveza má s tarde, besé a Ted, y
cuando tomó mi mano, lo seguí fuera de la fiesta, a través del patio,
hasta su habitació n vacía. Ted arrastró las palabras, no hubo te amo,
solo un "Wow" mientras tomaba mi seno derecho, un suave "Eres
tan bonita" mientras besaba mi cuello.
El sexo fue rá pido pero suave. No tuve que prepararme. En lugar
de abrazarme demasiado fuerte, sus manos eran suaves. Era como
todos mis novios de la secundaria. Me lo perdí. Observé las estrellas
que se movían lentamente a través de la ventana. Definitivamente
estaba borracho. Cerré los ojos con fuerza cuando se corrió e
inmediatamente lo siguió diciendo que lo sentía.
Pensé en Nick en ese ú ltimo momento, los brazos de Ted a mi
alrededor, su pierna entre las mías, todo en un esfuerzo por hacer
que encajemos juntos en una cama doble. Me di cuenta de que no
tenía dolor. La conciencia de la ausencia hizo que mis ojos se
enfocaran por un segundo, las estrellas al otro lado de la ventana se
agudizaron.
Me desperté con el amanecer, empujado contra la rejilla de
calefacció n fría en la pared de hormigó n. Ted se desmayó boca abajo
a mi lado. Tuve que vomitar. Cogí su camiseta del suelo para ir al
bañ o de chicos, descalzo. Después, volví a ponerme mi propia ropa y
encontré mi cordó n con la llave de mi habitació n al lado, gracias a
Dios, de un envoltorio de condó n. Pensé en despedirme de Ted con
un beso por un segundo, pero luego sentí otra oleada de ná useas.
No entendía lo que había hecho, solo que sabía que nunca
podría decirle a Nick.
Má s tarde esa mañ ana, las otras chicas en mi saló n, que rá pidamente
se estaban convirtiendo en mejores amigas, estaban muy
emocionadas porque me iba a casa con Ted. "¡Oh, Dios mío, era tan
lindo!" exclamaron sobre los panqueques del comedor, algunos
todavía con la ropa de la noche anterior, uniéndose a nosotros
directamente desde el dormitorio de otro extrañ o. Ellos no sabían
acerca de Nick.
Dibujé estrellas en mi plato con jarabe de arce. "Sí", estuve de
acuerdo. "É l también es muy dulce". Las chicas arrullaron.
“Pero no creo que vaya a funcionar”, dije mientras elegía el
mejor tenedor de panqueques. "Como, simplemente no es mi tipo".
Una ola de asentimientos recorrió la mesa. “Ademá s”, agregó una
niñ a, “¡es solo el primer fin de semana! Hay tantos chicos lindos aquí
que no querrá s quedarte con el primero que conozcas. Tal vez
conozcas a alguien en una clase”.
Asentí de vuelta. "Totalmente."
A partir de ese momento, Ted y yo saludá bamos y hablá bamos
brevemente cada vez que nos encontrá bamos: ¿Cómo está el equipo?
Oh, genial. ¡Qué loca tormenta de nieve anoche! ¿Derecha? Pero eso
fue todo. No entendía qué se suponía que era tan bueno acerca de
conectar.
Me encontré escuchando la voz de Nick una y otra vez esos
primeros días, semanas. ¿El que no quisiera que me perdiera nada
significaba que quería que lo engañ ara? Sí claro. Ya había estado
llamando todos los días, haciéndome muchas preguntas sobre con
quién pasaba el tiempo, dó nde estaba, oh, dime. me hablaría más de
él si mencionara un nombre que sonara a niñ o.
Sin embargo, si realmente lo decía en serio, eso significaría
romper. No quería salir con nadie aquí o incluso conectarme con
nadie má s. El hecho de que esto había sucedido, que había engañado
a mi novio , se enroscó dentro de mí como una cadena de metal
caliente. Sabía que si le decía, Nick se enfadaría. Sabía que gritaría.
Tal vez incluso rompería conmigo. Si se lo decía en persona, no sabía
lo que haría. Así que nunca le dije. Nunca comencé esa conversació n,
sobre lo que le había hecho o para preguntarle qué quería decir
realmente. No quiero que te pierdas nada. Pero lo que má s extrañ aba
era él.
14
Nick sabía que no estaba feliz. É l no era estú pido. Cuando nos
veíamos, teníamos sexo, pero dejé de fingir que me gustaba. Se
volvió terriblemente silencioso.
"¿Está s dormido?"
Arrugué la cara contra la almohada. "No."
Redujo la velocidad. "¿Qué ocurre?"
Lo que estaba mal era que me dolía físicamente y yo estaba
cansada de que me doliera. Me gustaba la cercanía, có mo me decía
que me amaba y me besaba. ¿Pero el acto real del sexo? Estaba
demasiado maduro con el dolor.
“Nada, te amo. No te detengas.
no lo hizo
Pasé la víspera de Añ o Nuevo con él. Nos preparó una cena elegante
de pollo asado, puré de patatas y judías verdes. Conseguimos
champá n y pusimos a Dick Clark en la televisió n. Hablamos de có mo
me había ido el semestre.
“Estoy muy orgullosa de ti, Ali”. Me frotó la mano. "Pateas
traseros".
"Sí, lo hice, ¿no?" Le sonreí. “Realmente amo a mis profesores”.
"¿Ah, de verdad?" Capté una punzada en su voz, pero no registré
el significado.
"Sí, mi profesora de cuentos, es brillante". La tensió n escapó de
su rostro ante el pronombre ella . “Quiero tomar otra clase con ella.
Ella dijo que podía, que estaría feliz de tenerme de nuevo. Ella es la
que me dio la A plus”.
"Cierto, profesor..."
Caldwell.
Terminó su copa de champá n. "¿Qué tiene de brillante ella?"
“Como, ¿las cosas que nos hizo leer? Eran tan interesantes. ¡ Los
dublineses son tan buenos! Quiero decir, 'Araby' es simplemente
desgarradora, ¿có mo podrías no querer llorar al final cuando él la
está esperando? Estoy entendiendo cosas sobre la literatura que ni
siquiera sabía que no sabía”.
É l resopló . Está s actuando como si no te hubiera enseñ ado nada.
"¿De qué está s hablando?"
Agarró un tazó n del armario, planeamos un helado para
terminar la comida y la puerta del armario golpeó la madera. “Desde
que te fuiste es como si hubieras olvidado todo, todo. ¿Cuá ntas
noches me quedé hasta tarde contigo en ese estú pido restaurante?
Cosas que nunca habías leído, ni siquiera podías apreciarlas ante mí.
Ni siquiera lo intentaste.
No estaba tan borracho que ahora no podía ver a dó nde iba esto.
Me di cuenta de cuá nto má s que yo ya había tenido que beber.
“¿Por qué no me enseñ as algo de una vez, Ali? ¿Por qué no haces
tú el trabajo?
Sabía que era una trampa, pero no sabía qué má s hacer. Observé
mi bebida medio vacía. "¿Podrías servirme otro?" Traté de hacer mi
sonrisa sexy, la conversació n positiva a la que sabía que respondía
positivamente.
"Multa." Agarró mi vaso. “¿Pero por qué no juegas al maestro?
Muéstranos lo que has aprendido en Ítaca.
"Está bien, entonces", comencé, sabiendo que al menos estaría
interesado en uno de los autores que leímos. “Leemos todos estos
Poe cortos historias, las series gó ticas? El profesor Caldwell habló
sobre có mo ese fue el nacimiento del cuento, cuando los publicó en
serie, por lo que Poe es el padre del cuento. Siempre pensé en él
escribiendo esos poemas espeluznantes, como ese 'Annabel Lee'…
“Está s equivocado”, interrumpió . “Poe no es el padre del cuento.
No sé a qué escuela fue tu profesor, pero no fue buena. Ciertamente
no Cornell. Tal vez fue a la Universidad de Ithaca. Se rió de lo
divertido que era.
“Pero leemos las piezas originales, las que se publicaron por
primera vez en partes en los perió dicos, la gente no escribía así
antes”.
“Ali, ni siquiera sabes lo idiota que pareces en este momento.
Washington Irving escribía cuentos añ os antes que Poe. Irving es el
padre del cuento”. Se apoyó en el cojín mientras se sentaba en el
sofá a mi lado. Eres tan crédulo. Escuchas a cualquiera y les crees. Es
dulce, de verdad. Sé que eres muy inteligente. Está s confundido en
este momento”.
Trató de tocar mi cara mientras se reía un poco. Empujé su
mano lejos. "No soy estú pido."
“No te llamé estú pido. Dije que eras inteligente. Está s siendo
engañ ado—”
"Yo no soy." Me levanté del sofá y me paré frente al televisor.
“Poe fue el padre del cuento. ¿Alguna vez se te ocurrió que tal vez
estás equivocado?
“Oye , te equivocas. Fui a Cornell. Obtuve un título de Columbia”.
Estaba sentado con la espalda recta en el sofá . “¿Quién crees que
sabe má s sobre literatura inglesa? ¿Un estudiante de primer añ o de
la universidad o un profesor de inglés?
“Mi profesor universitario”. Me dirigí hacia el dormitorio para
juntar mi mochila y mis cosas. "Quiero ir a casa. No me llames
estú pido.
Intentó adelantarse a mí, tirando de mí hacia atrá s. "¡No te dije
estú pido!" Voz completa gritando ahora.
"¡Lo que sea!" grité de vuelta. "Quiero ir."
Algo se abrió paso en él. Empezó a gritar, casi incoherentemente,
amontonando mis cosas en sus brazos, la voz resonando todo el
tiempo, y yo me paré contra la pared y esperé. Por ahora sabía que
solo tenía que esperar. Llevó mis cosas a la sala de estar y abrió la
puerta principal, estaba en el segundo piso del edificio de
apartamentos y había un balcó n. Arrojó todo al aire exterior. Vi un
par de ropa interior flotar hacia abajo, el golpe de un zapato
golpeando el pavimento, la otra ropa y un libro y mi bolsa de
maquillaje caían y rompían el silencio. "¡Ahí! ¡Vete a la mierda!
Le grité de vuelta, nos gritamos el uno al otro. Escuché mi voz
rugir a través de mi garganta. En algú n momento se echó a llorar,
sobre la alfombra, con enormes sollozos recorriendo su cuerpo.
Entonces comencé a llorar. Me incliné sobre él, disculpá ndome,
prometiéndole que esto nunca volvería a suceder. Nos reconciliamos
en el piso de la sala. Después, me puse su abrigo y sus botas y salí a
la nieve, recogí mi ropa y mis zapatos uno por uno, haciendo
mú ltiples viajes porque no podía cargar tanto, moviéndome
despacio para no tropezarme en el demasiado- zapatos grandes.
Volví a entrar por ú ltima vez cuando cayó la pelota. Nick estaba
dormido en el sofá . Dick Clark felicitó a la oscuridad, "¡Feliz añ o
nuevo!" Cerré la puerta al aire de la noche y lentamente volví a
doblar mi ropa sobre la alfombra.
22
disección
No hay una parte tres en Lolita. Nabokov termina con todos
muertos: Charlotte, Quilty, Humbert y, por supuesto, Lolita. Una
tragedia de Shakespeare con sangre menos visible en el escenario.
Mientras que cierto autor ruso podría revolcarse en su tumba al
romper con su estructura literaria prestada, esta historia continú a.
yo no morí Mientras el espejo entre Lolita y mi vida termina aquí, las
imá genes continuaron deformá ndose y multiplicá ndose. Y así, sin un
libro que me guiara má s, seguí adelante.
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