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Lucy Monroe
Cada vez me siento más valiente. Ayer, cuando Langley vino a verme,
le dije que no quería verlo de más. Quiero ver a mi hijo, pero cada vez
que él aparece no puedo soportarlo, me recuerda su crueldad. Estaba
furioso, creí que iba a golpearme. Pero me atreví a enfrentarme a él.
Me miró con expresión asombrada, como si estuviera viendo a un
animal salvaje. Salió del cuarto sin decir una palabra. Todavía estoy
temblando por mi osadía.
Thea crece tan rápido, apenas la reconozco. Corre por todas partes, y
su dicción es maravillosa para un niño que apenas ha empezado a
andar. ¿Están todas las madres tan orgullosas de sus hijos? Quizás
Langley me ha hecho un pequeño favor. Al robarme a mi hijo, me ha
hecho apreciar más a mi hija. Ella es mi preciosa alegría y seré digna
de ella.
—Realmente, Drake. No tenías que ser tan brusco con el pobre señ or
Merewether. Creo que le ofendiste.
É l agitó las riendas, haciendo que los caballos echaran a andar. Thea
se agarró al lateral de la calesa, cuando se sacudió bruscamente
hacia adelante. Los libros apilados entre ella y Drake, se movieron y
los sujetó con una mano.
—Al diablo con su dignidad. É l es tu empleado, no debería discutir
con tu prometido.
—Bueno, sobre eso. ¿Crees que fue una buena idea decirle que
estamos comprometidos? Las noticias vuelan.
—Se van a enterar de todas formas. Una vez que la sociedad se
entere de nuestra cercana relació n a bordo del Golden Dragón, no
tendrá s má s remedio que comprometerte conmigo. Te guste o no
está s comprometida.
No le gustaba el tono implacable de su voz.
—Es una tontería. Unas visitas a mi camarote no obligan a casarse
— ¿Has olvidado que no fueron solo unas visitas?
Sus mejillas enrojecieron de vergü enza, pero no podía negar la
verdad.
—Lo recuerdo. Los momentos que pasé contigo fueron los má s
maravillosos de mi vida. No los olvidaré.
Pierson lanzó un juramento salvaje.
—Entonces ¿por qué te niegas a casarte conmigo? No. No me
contestes. Sé por qué. ¿Crees que podría convertirme en un
monstruo cruel como tu padre?
¿Alguna vez se te ha ocurrido pensar que tal vez no fue un
monstruo? ¿Que la visió n de tu madre de hecho estuvo condicionada
por sus propios sentimientos y percepciones?
—No entiendes.
Con un tiró n de las riendas, obligó a los caballos a ir má s rá pido.
—No, no lo hago. Si tu santa madre, como tanto le gusta a Melly
llamarla, estuviera viva, tendría un par de cosas que decirle.
Su có lera repentina la confundió .
—No digas eso. Por alguna razó n estas enojado, pero no la tomes
con mi madre. Perdió má s de lo que puedas creer, y mi padre fue el
causante. Merece mi desprecio, no tu halago.
Drake pasó a centímetros de un carruaje. Estuvo a punto de decirle
que no quería romperse el cuello, pero lanzá ndole una mirada
cambió de opinió n.
— ¿Có mo puedes estar segura? ¿No crees que al menos tiene
derecho a contar su versió n de la historia? Tal vez lo que no quieres
oír es que tu perfecta madre, después de todo no lo fue tanto.
Los ojos de Thea se llenaron de lá grimas.
—No sabes de lo que está s hablando.
Drake aflojó el paso de los caballos cuando entraron en el trá fico
má s denso de Londres.
—Thea, tienes una familia aquí en Inglaterra. Personas que te
querrían si les das la oportunidad. ¿Piensas renegar de ellos por el
bien de la memoria de tu madre?
Sabía que sus argumentos tenían tanto que ver con convencerla de
quedarse en Inglaterra con él, como de que creyera que debía
reconciliarse con su familia.
Utilizaría todos los medios para convencer a Thea que pertenecía en
Inglaterra, y a él.
—No pretendo renegar de todos, só lo de mi padre.
Pierson suspiró por su insistencia en ese punto en particular. Si iba a
residir permanentemente en Inglaterra, tendría que llegar a algú n
tipo de entendimiento con su padre.
— ¿No crees que eso hará la vida un poco incó moda para ellos y
para ti?
¿Qué vas a hacer? ¿Qué pasará si Lady Upworth te presenta como su
sobrina, pero se niega a decir a nadie quién es tu padre? Sabes que
pueden averiguarlo.
Dudo que tenga muchos sobrinos a los que les ha abandonado su
esposa.
—Mi madre no abandonó a mi padre. Fue él quien lo hizo. — La
indignació n de Thea aumentó su frustració n.
No había ninguna duda de que su padre había abusado de su madre,
pero eso no quería decir que el hombre fuera un monstruo. Por lo
que sabía, él podría haber madurado con la edad. Cosas má s
extrañ as habían ocurrido. No le gustaba ver el generoso corazó n de
Thea roto en pedazos por la amargura hacia un padre que nunca
conoció .
Intentó razonar una vez má s.
—Ella te llevó a las Indias Occidentales, y te escondió de él. ¿Có mo
llamas a eso?
—Supervivencia.
La palabra surtió efecto. El temor serpenteó en su interior. ¿Era un
hombre violento? Si era así, entendía la seguridad de Thea al decir
que su padre era un monstruo. Drake no permitiría que su padre la
amenazara. La protegería de todo y de todos, excepto de sí mismo,
por supuesto.
— ¿Thea, tu madre temió por su vida?
—No—. Thea giró el rostro para esconder las lá grimas, Pierson se
sentía impotente ante su angustia. —Tenía miedo de que
descubriese mi existencia y me llevase lejos. Entonces ella se
quedaría sin nada.
— ¿Qué quieres decir con que descubriese? Has dicho que te ocultó
después de que la amenazó con no volver a dejarla verte.
—No, dije que me llevó lejos cuando la amenazó con no dejarla ver
otra vez a su hijo.
Por un momento se olvidó que conducía un carruaje. Cielos, Thea
tenía má s secretos que el Departamento de Guerra.
—Explícate, por favor.
Esperaba que accediera a su petició n, ¿pero cuando había hecho ella
algo de lo que él esperaba?
—Muy bien—. Se mordió el labio inferior, con aire pensativo y
distante, como escogiendo las palabras.
Finalmente, estas salieron con rapidez, como cuando el vapor escapa
a través de la vá lvula de seguridad en la caldera del Golden Dragón.
—Mi hermano gemelo nació primero. Mi padre irrumpió en la
habitació n y se lo llevó justo después de que mi madre dio a luz. Ella
le suplicó , pero él la ignoró . No le importó su sufrimiento. Yo nací
unos minutos después de que él y la nodriza abandonaran la
habitació n. La partera y Melly acordaron ayudar a mi madre a
esconderme. Estaba desesperada por conservar al menos a uno de
sus hijos.
—Si ella amaba a tanto tu hermano, ¿có mo pudo abandonar
Inglaterra y nunca volver a verlo? — Odiaba la pregunta después de
lo que había dicho, pero tenía que saberlo todo.
—Al principio. Intentó hablar con él, pero fue imposible. Lady
Upworth había llevado a mi hermano a su casa, mi madre iba a verlo
siempre que podía, pero mi padre descubrió lo que estaban
haciendo y prohibió las visitas. Mamá escribió en su diario, que un
día, él llego sin avisar para increparla y por poco no la descubre
conmigo en los brazos. Fue entonces cuando ella decidió que para
poder estar conmigo, tendría que dejar Inglaterra. Fue una decisió n
difícil y lo lamentó muchas veces. Pero segú n lady Upworth, mi
padre nunca la perdonó y no habría permitido que ella viese a Jared
nuevamente.
A Pierson le costó asimilar lo que le contaba Thea. Tenía un
hermano gemelo al que no conocía. Tomó tiempo digerir lo que ella
le había dicho. Eso debe ser muy difícil para alguien tan sensible
como Thea.
—Entiendo que no quieras ver a tu padre, ¿pero, y a tu hermano?
Ahora que eres mayor de edad, no hay ningú n riesgo en darte a
conocer y conocerlo.
Había aprendido a vivir con el hecho de que él tenía medio
hermanos y hermanas que no sabían nada de él. Pero era un
hombre, no una mujer dulce como Thea.
—No estoy preparada.
De repente, él recordó sus promesas.
—Dijiste que tu madre te hizo prometer dos cosas. ¿Cuá l fue la otra
promesa?
Thea suspiró y limpió sus mejillas con sus dedos enguantados.
—Entregar sus diarios a mi hermano. Para que sepa que ella nunca
dejó de amarlo y de pensar en él.
Estaba empezando a entender los sentimientos de Thea por su
padre. No só lo había destrozado a su familia, si no que había
retenido a su hermano y la había hecho dañ o en el proceso.
—Tu madre querría que conocieras a tu hermano.
De otra manera, no hubiera dejado los diarios para que viajara a
Inglaterra.
Ella debía querer que regresara a su patria.
—Pienso cumplir la promesa, de verdad. Pero no inmediatamente.
Todo ha pasado tan rá pido, y lo má s importante ahora es encontrar
al ladró n y proteger tío Ashby. Pero es cierto, finalmente no me
quedará má s alternativa que conocer a mi hermano.
—Como tampoco tienes elecció n que casarte.
¿Acaso no lo entendía?
El mismo honor que la obligaba a cumplir su promesa con su madre,
le obligaba a él a casarse con ella.
Ella frunció el ceñ o, su expresió n ya no era de dolor, si no de ira.
—Claro que tengo una elecció n.
—No, si quieres entrar en la alta sociedad.
— ¿Cuá ntas veces tengo que decirte que no me interesa? — La
exasperació n con su razonamiento fue clara como su voz.
— ¿Y lady Upworth? La reputació n de tu tía se verá perjudicada si
no nos casamos.
Ella respiró profundamente antes de preguntar:
— ¿Qué quieres decir?
É l la miró .
—Si ella insiste en reconocerte, como sabes que hará , el dañ o a tu
reputació n también afectará a la suya.
—Eso es ridículo. Nuestra amistad a bordo de tu nave no puede
afectar permanente de mi tía ante la sociedad.
—Me doy cuenta de que sabes poco de las formas de la alta
sociedad, pero debes aceptar mi mayor experiencia en esta materia.
Estoy íntimamente familiarizado con el escá ndalo. La vida de tu tía
será muy difícil por nuestra relació n si no estamos comprometidos.
—Eso es tan injusto. No quiero ser presentada en sociedad, y si no lo
hago, mi tía saldrá perjudicada. Si lo hago y me niego a
comprometerme contigo, sufrirá . No es justo.
Ella se mordió el labio inferior y su aguante se rompió .
—Deja de hacer eso. Cada vez que te muerdes el labio, recuerdo lo
bien que sabe y cuá nto quiero besarte. — Y era muy incó modo
conducir en tal estado de excitació n.
Ella lo liberó inmediatamente.
—Yo... es una vieja costumbre. Lo siento si te perturba.
El suspiró .
—Todo sobre ti me perturba, Thea.
Ella le miró de reojo.
—Creo que, durante mi estancia en Inglaterra, podríamos fingir que
estamos comprometidos. Solo para no perjudicar a lady Upworth.
—De acuerdo.
Drake sintió una quemadura lenta de satisfacció n. No quería un
compromiso ficticio, pero no discutiría ese punto ahora.
—Aun así, deberías habérmelo preguntado antes de decir nada al
señ or Merewether. Podría haber arruinado nuestra historia por
negarlo al pillarme por sorpresa.
—Eres demasiado inteligente para estropear nada. Ademá s, tenía
que pensar con rapidez. Si yo no hubiera dicho eso, habría escrito
una carta muy molesta a tu tío.
Ella empezó a morderse el labio, pero se detuvo, mirá ndolo de reojo.
—Supongo que sí. Me sorprende que aceptara tu historia sin
cuestionar nada.
— ¿Y eso por qué? Pensaba que había sido muy convincente.
La verdad es que sí.
—No puedo creer que él creyera el disparate de que controlarías mi
parte de la compañ ía cuando estuviéramos casados. El señ or
Merewether y yo no somos totalmente desconocidos, aunque nunca
nos habíamos visto en persona. Nos hemos carteado desde que él
asumió el control la oficina de Londres. Debió darse cuenta de que
nunca abandonaría mi puesto en transportes Merewether, aunque
fuera tan tonta como para casarme.
A Drake no le gustó el comentario, pero comprendió su
preocupació n.
Alguien que conocía lo suficiente a Thea se daría cuenta que no
pondría su empresa en manos de su marido.
—Lo creyó porque es lo que la mayoría de las mujeres harían.
— ¿Es eso lo que esperas de tu esposa?
Drake comprendió el profundo significado de sus palabras y vaciló
antes de responder.
—No espero que renuncies a tus intereses en la compañ ía naviera,
pero debes darte cuenta de que, como mi esposa y la madre de
nuestros hijos, no puedes pasar tus días en Transportes
Merewether.
—Puedo hacer una gran cantidad de negocios desde nuestro hogar.
— Con un carraspeo aclaró . — Quiero decir, tu esposa podría.
—Sí, podría. A mi familia le agrada que yo lleve mis negocios de esa
manera.
—No sería el tipo habitual de matrimonio.
Por segunda vez en el día el carruaje entró en el patio de la mansió n
de su tía.
Cuando el caballerizo sujetó las riendas, Pierson tomó la barbilla de
Thea volviéndola hacía él.
—Nosotros no somos los típicos dama y caballero. Somos diferentes,
hechos así por las circunstancias de nuestro nacimiento y crianza.
No quiero casarme con una mujer a la que no le interese su negocio.
Quiero casarme contigo. Solo te pido, que por el bien de nuestra
familia e hijos, seas cauta en tus negocios. La simple insinuació n de
que te dedicas a los negocios arruinaría tu posició n en la alta
sociedad.
Thea frunció el ceñ o.
— ¿No crees que la gente se pasa una cantidad exagerada de tiempo
preocupá ndose por lo que es o no aceptable para la sociedad cuando
uno vive en Inglaterra? Te aseguro que en mi isla no me preocupa
demasiado lo que digan de mis acciones.
É l sonrió abiertamente.
—No tengo ninguna duda.
El lacayo salió para hacerse cargo de la calesa. Drake descendió y fue
a ayudar a Thea. Una vez que la tuvo en suelo, la cogió del brazo y
dio instrucciones para que llevaran los libros a la biblioteca de su
tía.
— ¿Le contamos la feliz noticia a mi tía?
—Supongo—. Ella no parecía muy contenta ante la perspectiva. —
¿Se enfadará mucho contigo cuando le digas que todo será una
farsa?
—No se lo diré.
—Oh— Ella se detuvo a pensar. — Podríamos inventar una
discusió n con llanto incluido para romper el compromiso.
É l la agarró del brazo má s fuertemente, como queriendo anclarla a sí
mismo.
Con una sonrisa enigmá tica dijo:
—Nos ocuparemos de eso má s adelante.
Si él tenía algo que decir al respecto, su compromiso era real y su
pró ximo matrimonio aú n má s real. Poco convencional, tal vez, pero
no por eso menos verdadero.
Ambos entraron en el saló n de la casa de su tía, ella dá ndole vueltas
aú n al falso compromiso y sus consecuencias.
No era tan tonta como para no saber a qué se refería cuando dijo
que pretendía que fuera de verdad, no sabía có mo convencerlo de
que su honor no se empañ aría si no se casaba con ella. Entendía la
preocupació n por su tía, pero seguramente sus acciones no tendrían
mucha repercusió n en la alta sociedad.
Cuando regresara a la isla, nadie sería excluido solo por relacionarse
con una mujer considerada indeseable.
— ¡Mamá , que sorpresa!
Las palabras de Pierson sacaron a Thea de sus pensamientos. ¿Su
madre había venido a Londres? Estaba segura de que lady Boyle le
había dicho que lady Noreen no tenía previsto asistir a la
Temporada. Thea se había sentido decepcionada, pues le habría
gustado conocer a la dama que tuvo el coraje de tener y criar a un
hijo ilegitimo.
Pero ahora la idea de conocer a la familia de Drake la produjo
estremecimientos. ¿Có mo reaccionaría Lady Noreen cuando se
enterase del falso compromiso?
Era hija de un duque. Evidentemente soñ aría con un matrimonio
mejor para su hijo.
Thea observó con inquietud y admiració n a la preciosa y menuda
mujer de la que Drake le había hablado. Lady Noreen tenía el cabello
oscuro y los ojos marrones, era una versió n femenina de Drake, pero
má s pequeñ a que su hijo.
—Pierson — Sonriendo, Lady Noreen extendió sus manos hacia él.
Este atravesó la sala con largos pasos, la besó en las mejillas y la
abrazó calurosamente.
—Me alegro de verte, mama.
—Te he extrañ ado, cariñ o.
Thea sabía que una demostració n de afecto tan abierta no era lo
normal entre los miembros de la alta sociedad, y, le gustó pensar
que esa mujer que había alumbrado a Drake, le hubiera enseñ ado
también que había cosas má s importantes en la vida que seguir las
restricciones sociales.
É l sonrió .
—Ah, eso explica tu presencia en la ciudad cuando te recuerdo
diciendo que no tenías intenció n de asistir a la temporada.
—No seas cínico, Pierson. — La voz suave y melodiosa de Lady
Noreen estaba teñ ida de censura. —Sabes muy bien que vine a
conocer a la mujer con la que planeas casarte.
La imprecació n mascullada, apenas se escuchó cuando la pequeñ a
mujer agitó sus manos hacia Thea.
—Ven aquí, querida. Llevo esperando cinco añ os a que mi hijo elija
esposa.
No puedo esperar ni un segundo para conocerte.
Profundamente atraída por la calidez del recibimiento, Thea se
aproximó , y recordando las lecciones que su madre le enseñ ó , hizo
una reverencia ante lady Noreen.
—Es un honor conocerla, milady.
La señ ora Boyle asintió con aprobació n.
—Bien hecho, señ orita Selwyn.
Conteniendo una sonrisa, Thea hizo un gesto de agradecimiento a la
dama
—Gracias, lady Boyle.
—Ah, tiene un sentido del humor y modales impecables. — Observó
lady Noreen — Me gusta eso.
La diversió n de Thea desapareció y lanzó una mirada preocupada a
Drake, pero no la estaba mirando. Su atenció n estaba centrada en su
madre como si estuviera tratando de interpretar su reacció n ante
Thea.
Esta respondió a la elegante dama:
—Lamento decir que mis modales no son muy refinados. Mamá y tía
Ruth lo intentaron al má ximo, pero las reglas sociales en mi isla no
son tan estrictas como en Londres. Me temo que tengo unos pésimos
há bitos.
—Tonterías, niñ a. Eres una jovencita adorable, y así se lo he dicho
mi sobrina. —La defensa de lady Boyle fue tan agradable como
inesperada.
Seguramente la anciana era consciente de los fallos de Thea.
Aú n má s sorprendentes fueron las palabras de Drake.
—Ella es perfecta, mamá . No la dejes convencerte de lo contrario.
Thea lo encaró con las manos en las caderas.
—Eso no fue lo que le dijiste a mi tía. Enumeraste mis defectos como
si fuera la ú ltima confesió n de un hombre antes de reunirse con el
Creador. ¿Tu propia madre no merece la misma honestidad?
—Pero le he dicho la verdad, dulzura. Eres perfecta para mí.
Sus palabras la emocionaron, tuvo que contenerse para no
acariciarlo.
—Oh, Drake...
Sus ojos la enviaron un mensaje silencioso, que ella tuvo miedo de
descifrar.
Finalmente, apartó la mirada de ella y sonrió a su madre.
—La vas a adorar, mamá .
Ruborizada, Thea desvió la mirada hacia la dama, para notar el brillo
de las lá grimas en sus ojos marrones.
— ¿Milady?
—Soy muy feliz, Thea. ¿Puedo llamarte así?
—Sí, claro.
—Tú debes llamarme Noreen, al menos hasta que estés casada con
mi hijo.
Después me llamará s mamá .
Las lá grimas asomaron a los ojos de Thea.
—Será un honor, milady.
Pero su corazó n estaba triste. No quería que esta mujer sufriera con
la ruptura del compromiso. Aunque era algo que no podría evitar.
Lady Noreen amaba a su hijo y quería verlo felizmente establecido.
El engañ o estaba cobrando vida propia.
FIN