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La adaptación psicológica es la acción e influencia entre el individuo y el medio en el que este se desarrolla y vive.

Es una reacción de la persona como forma de responder a una situación o circunstancia.

La adaptación viene dada por la modificación de la conducta del individuo respecto a las condiciones del medio en el
que vive y, a su vez, mediante esta acción del individuo el medio va evolucionando.

Según teorías psicológicas, muchos desequilibrios emocionales responden a un fracaso en la adaptación del
individuo.

Fuente: https://www.definiciones-de.com/Definicion/de/adaptacion_psicologica.php © Definiciones-de.com

Los procesos de adaptación: la


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asimilación y la acomodación
La asimilación es el proceso por el que los esquemas previos se
imponen sobre los nuevos elementos, modificándolos para así
integrarlos. De la misma manera que el organismo físico asimila la nueva
materia, al alimentarnos y hacer la digestión; también es necesario
asimilar la nueva información a las estructuras intelectuales ya existentes.

Este es un proceso por el cual se modifican las creencias sobre el


ambiente para adaptarse al medio según las necesidades y
demandas. De este modo, las nuevas experiencias tratan de amoldarse
a las formas previas de conocimiento y de acción. Y por esto, decimos por
tanto que la interacción adaptativa entre el organismo y el medio tiene de
entrada un carácter “asimilatorio”.
Ahora bien, a pesar de la fuerza de resistencia que oponga el
esquema, si un elemento es muy disonante será imposible asimilarlo.
Un ejemplo de ello, es cuando un niño pequeño ve por primera vez un
caballo y lo llama “perro grande”. Esto nos muestra como la nueva
información (caballo) ha sido asimilada a un concepto existente “perro”,
aunque tarde o temprano esa asimilación dejará de tener validez.

La acomodación es el proceso por el cual se modifican


los esquemas previos en función de la variaciones externas. Es
decir, alteramos nuestras construcciones acerca del medio que nos rodea
acorde a la nueva información entrante. Esto supone, al contrario que la
asimilación, un cambio interno para lograr así el estado de equilibrio
adaptativo. Este proceso suele ocurrir cuando la asimilación no
puede mantener la disonancia existente o es incapaz de incorporan
la información nueva a esquemas previos. Por lo tanto, si el individuo
quiere interactuar con la nuevas experiencias, no tendrá más remedio que
acomodarse a esta situación, reestructurando sus estructuras
intelectuales disponibles.

Siguiendo el ejemplo anterior, la acomodación es cuando el individuo ve


que el “perro grande” (caballo) empieza a distar demasiado de la
categoría “perro”; por lo que se ve forzado a cambiar sus concepciones
previas y crear una nueva categoría que sea “caballo” y otorgarle un
esquema propio.
Relación entre los procesos de adaptación
Es importante entender que, a pesar de que estos dos procesos de
adaptación (asimilación y acomodación) son contrapuestos, también son
complementarios. Para lograr la adaptación correcta, hace falta que
ambos procesos se equilibren adecuadamente y que cumplan su
función. Además, no existen las “asimilaciones” o “acomodaciones”
puras, sino que siempre se trata de una combinación de ambas en
distinta proporción. Así, la asimilación y la acomodación son dos caras de
la misma moneda.

Diestres

¿Qué es el diestrés? Se entiende como la percepción de incapacidad


para afrontar los retos que se nos piden y puede poner en peligro la
estabilidad emocional. En este malestar subjetivo, predominan
emociones y sentimientos tales como irratibilidad, ira, desánimo, tristeza,
miedo, insatisfacción, entre otras muchas. Este tipo de malestar subjetivo
se crea con una combinación de tres elementos indispensables, como los
cócteles.
1. Los estímulos ambientales (sucesos externos). Ej. Llegamos
corriendo a la parada de autobús por que estamos viento que se
marcha.
2. La activación fisiológica (respuesta física). Ej. La tensión y
esfuerzo necesario para llegar corriendo al trabajo.
3. Los pensamientos negativos (interpretaciones negativas). Ej.
«Estas situaciones me ponen furios@.»
Estos tres elementos interactúan de tal manera que hacen que una
persona se sienta ansiosa, con cólera o deprimida. Éstas son las tres
emociones principales que se manifiestan con el diestrés.
Tras muchos años estudiando sobre las respuestas de los estímulos he
llegado a una conclusión:
Las reacciones emocionales son la respuesta a una interpretación
de los sucesos percibidos. Si una persona está ansiosa es porque está
interpretando los sucesos como «peligrosos». Si se enfada mucho es
porque interpreta que está padeciendo abusos o injusticias. Si está
deprimida es porque interpreta que es una víctima o sufre una pérdida
importante.
Hemos visto que lo que una persona piensa le lleva a lo que siente. El
pensamiento precede a la emoción y ésta depende del pensamiento. Si
podemos cambiar las interpretaciones del pensamiento podremos
cambiar las emociones negativas.
Esto es un círculo de retroalimentación negativa y para repararlo, lo
mejor es intervenir en el pensamiento negativo o distorsionado.
Un ejemplo sería cuando decimos o pensamos «Nadie me quiere». Esto
es un pensamiento sobregeneralizado de una situación que nos llevaría a
sentirnos ansiosos, coléricos o depresivos. Se debería corregir éste
pensamiento con otro más acertado como «Ésta mujer no me quiere,
pero mi madre daría la vida por mi».

EUSTRÉS Y DISTRÉS
Estos dos términos son bien conocidos por los profesionales que se ocupan de la salud
mental. En Zaragoza puede disponer de los servicios de psicólogos especializados en
el estrés, sus causas y su tratamiento.

Antes de nada, hay que marcar muy claramente las diferencias entre los dos términos. Por
decirlo llanamente, podemos considerar al eustrés como un estrés positivo, y al distrés como
un estrés negativo, cuyas consecuencias pueden ser demoledoras para la persona. El estado
de estrés hay que enfocarlo debidamente para saber de lo que estamos hablando.

Así pues, deberemos evaluar la sintomatología y realizar preguntar específicas a los


pacientes. La labor de un buen psicólogo también implica extraer todo lo posible los
pensamientos y angustias de la persona, que ésta se abra y cuente exactamente todo lo que
pasa por su cabeza. De esta manera, podremos identificar el tipo de estrés.

El eustrés es la ansiedad o nerviosismo que podemos sentir a la hora de realizar un


examen, cuando se nos acumula el trabajo, cuando tenemos prisa por llegar a determinado
lugar y vemos que perdemos el autobús, cuando no encontramos aparcamiento... Hay
muchas situaciones cotidianas que pueden propiciar el eustrés.

Este estado no debe comprometer al paciente ni interferir en su vida cotidiana. Por supuesto,
tampoco interferirá durante las actividades placenteras a las que habitualmente es aficionada
la persona.

De lo contrario, estaríamos hablando de distrés. El distrés puede estar propiciado por


situaciones externas a la persona, hechos negativos como puede ser la dolencia de un
familiar, acoso en el trabajo... aunque hay situaciones en las cuales el distrés no tiene
motivos aparentes. Los enfermos de TAG (Trastorno de Ansiedad Generalizada) suelen
padecer distrés.

Se trata de un estrés que a veces se produce sin motivo, una ansiedad que
habitualmente ataca a sus víctimas por la mañana, estropeándolas el resto del día. Nosotros
tenemos soluciones psicoterapéuticas para eliminar o mitigar el distrés, incluyendo
asesoramiento sobre la conveniencia de complementar el tratamiento psicológico con el
farmacológico.

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