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Por otro lado, los algoritmos capaces de reconocer rostros, también la (ia) o inteligencia
artificial capaz de realizar tareas básicas o el flujo de datos cada vez más rápido, en las
buenas manos pueden traer enormes beneficios a la sociedad, pero en las manos
equivocadas, diseñados e implementados incorrectamente, pueden conducir a una
tragedia masiva.
Globalización:
Desde la perspectiva general la globalización se refiere a la creciente integración de las
economías de todo el mundo, especialmente a través del comercio y los flujos
financieros. En algunos casos este término hace alusión al desplazamiento de personas
(mano de obra) y la transferencia de conocimientos (tecnología) a través de las fronteras
internacionales.
Ahora bien, desde la perspectiva ética de la globalización, surgen una serie de
interrogantes el cual apelan a la necesidad de otros parámetros que reclaman un orden
para nuestras acciones. Los avances tecnológicos nos cuestionan, o sólo respecto a lo
que hacemos, sino para qué lo hacemos. La gestión del conocimiento nos recuerda que
debemos detenernos a pensar antes de tomar decisiones, que hay que tomar no solo las
decisiones que mejor representen los intereses económicos, sino también las decisiones
más humanas y satisfactorias; Curioso durante mucho tiempo, el deseo de consumir
olvida que la existencia prima sobre la posesión, y la lógica de los resultados nos obliga a
no renunciar a los principios por los que actuamos.
Existen cuatro los principios éticos para la globalización los cuales son:
El principio personalista: la persona siempre es un valor en sí misma. De ello se
deduce que nunca puede ser utilizada como simple instrumento con fines utilitaristas.
(La empresa debe tener como orientación esencial el desarrollo de la persona, lo que
implica una serie de derechos: salario justo, puesto de trabajo digno, posibilidades de
mejora profesional, etc.)
El principio de orientación al Bien común: esta orientación impulsa a la persona
y a la empresa a salir más allá de los intereses particulares y buscar lo que es bueno para
el conjunto de la sociedad. Considerar que la responsabilidad social de la empresa se
limita simplemente a generar beneficio, es ignorar la complejidad de la empresa y los
efectos de sus decisiones.
(El Bien Común da un nuevo sentido a la globalización, al entenderla más allá de los
términos puramente económicos. Por esta razón, modera la irrespetuosa competitividad
y busca que la competencia sea un juego de suma positiva, donde todos ganan.)
El principio de orden de responsabilidades: nos ayuda a no perder nuestro
sentido de responsabilidad y poner prioridades en nuestras acciones, en función de
aquello que está más a nuestro alcance hacer.
(En el cumplimiento de las responsabilidades se puede caer en posturas minimalistas, al
conformarnos con responder de aquello que sólo nos afecta directamente, o caer en
posturas maximalistas, al sentirnos responsables de todo lo que sucede.)
El principio de prudencia directiva: las decisiones empresariales tienen una gran
complejidad, porque el directivo debe considerar muchas variables antes de tomar una
decisión, por ello necesita "pararse a pensar", una actitud poco frecuente en el mundo en
el que vivimos.
(El directivo que piensa es el que prevé, el que sabe adelantarse a las situaciones, de otra
forma se limitará a dejarse llevar por las circunstancias. Pero en la toma de decisiones
no hay reglas aritméticas o pautas prefijadas, cada decisión es un proceso por el que
ponemos en relación nuestros principios y valores con las circunstancias concretas de la
situación y emitimos un juicio que nos lleva a decir "esto está bien o aquello está mal".)