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ANÁLÍSIS DE CASOS DE MUJERES INDÍGENA ORIGINARIA CAMPESINAS (IOC)

CANDIDATAS O ELECTAS QUE SUSCRIBEN ACUERDOS DE GESTIÓN


COMPARTIDA EN EL MARCO DE LA DEMOCRACIA COMUNITARIA*

María Elena Attard Bellido**


Gabriela Sauma Zankys***
RESUMEN

A través del presente trabajo, se pretende demostrar la compatibilidad


constitucional de los acuerdos de gestión compartida suscritos en el marco del ejercicio
de la democracia comunitaria, los cuales deben ser respetados al interior de las naciones
y pueblos indígena originario campesinas, por el Órgano Electoral Plurinacional, por la
jurisdicción ordinaria y por la jurisdicción constitucional; en este contexto, se proponen
lineamientos generales para su aplicación por el Órgano Electoral Plurinacional, con la
finalidad de armonizar el ejercicio de derechos colectivos de las naciones y pueblos
indígena originario campesinas con una protección reforzada para el ejercicio de los
derechos de las mujeres exento de cualquier forma de acoso o violencia política.

PALABRAS CLAVE

Democracia comunitaria – acuerdos de gestión compartida – protección reforzada a


mujeres – equidad, paridad y alternancia - acoso y violencia política contra las mujeres.

1. Entre la democracia representativa y la democracia comunitaria: Una


remembranza necesaria

La Constitución boliviana de 1826, estableció en el art. 14 los requisitos para ser


considerado como ciudadano: 1° Ser boliviano; 2° Ser casado, o mayor de veintiun años;
3° Saber leer y escribir; 4° Tener algún empleo o industria, o profesar alguna ciencia o
arte, sin sujeción a otro en clase de sirviente doméstico. Consiguientemente, se
reconocía como ciudadanos a una reducida élite económica y social, que excluía a 80%
de los habitantes del territorio; que recién fue cambiada en 1952, ampliándose la
participación política a través del voto universal; sin embargo no se tomó en cuenta la
existencia de diferentes sistemas políticos, lo que obligó a que la elección de las
autoridades fuera realizada a través de un procedimiento ajeno a las normas y
procedimientos propios de las naciones y pueblos indígena originario campesinas; por lo
que, tuvieron que acudir a prácticas de interlegalidad, que, en el ámbito político se
manifiestan en la continuidad de sus procedimientos y la traslación de sus decisiones a la
lógica de la democracia liberal.

Estas prácticas evidentemente continuaron con la reforma constitucional de 1994, que


si bien reconoció el carácter multiétnico y pluricultural de Bolivia (art. 1.I), los derechos
sociales, económicos y culturales de las comunidades indígenas y campesinas, en
especial los relativos a sus tierras comunitarias de origen, su identidad, valores, lengua,
costumbres e instituciones, y la facultad de las autoridades naturales de las comunidades
indígenas y campesinas de “ejercer funciones de administración y aplicación de normas
propias como solución alternativa de conflictos, en conformidad a sus costumbres y
procedimientos …”; sin embargo, dicho reconocimiento estaba limitado a que las mismas
no fueran contrarias a la Constitución y las leyes, lo que indudablemente delineó el
reconocimiento de un pluralismo jurídico y político subordinado, debido a que la
aplicación de sus sistemas –jurídicos, políticos- encontraba un límite en las leyes, lo que
en definitiva determinó que continuaran las prácticas de interlegalidad.

Un avance normativo se encuentra en la reforma constitucional de 2004 que modificó


el art. 222 de la Constitución permitiendo1 que la representación popular se ejerciera no
1
* Este documento fue elaborado para IDEA Internacional en octubre de 2019.
**
Es abogada, Magister en Derecho Constitucional y Procesal Constitucional. Docente e investigadora en la Universidad
Mayor de San Andrés, Universidad Mayor de San Simón, Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de
Chuquisaca, Universidad Tomás Frías, Universidad Juan Misael Saracho, Universidad Siglo XX, entre otras. Fue letrada del
Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia. Su línea de investigación versa en temas de derechos humanos, pluralismo
jurídico, género y pueblos indígenas.
***
Es abogada, Magister en Derecho Penal, Diplomada en Educación Superior, con cursos en Pueblos Indígenas,
Gobernabilidad Democrática y Derechos Humanos, Pluralismo Jurídico e Interculturalidad. Ha sido Letrada del Tribunal
Constitucional Plurinacional, y actualmente es consultora en temas vinculados a Derecho Constitucional, Derechos

1
sólo a través de los partidos políticos, sino también a través de las agrupaciones
ciudadanas y pueblos indígenas. Fue la Ley de Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos
Indígenas, Ley 2771 de 7 de Julio de 2004, la que desarrolló este mandato
constitucional, estableciendo en el art. 5 que los pueblos indígenas son organizaciones
con personalidad jurídica propia reconocida por el Estado, cuya organización y
funcionamiento obedece a los usos y costumbres ancestrales, que podían participar en la
formación de la voluntad popular y postular candidatos en los procesos electorales en el
marco de lo establecido en la Ley2.

Conforme a dicha norma, el reconocimiento de los pueblos indígenas a participar en


los procesos electorales, estaba circunscrito por lo menos a dos requisitos limitativos del
ejercicio de la democracia comunitaria: a. El reconocimiento de la personalidad jurídica
reconocida por el Estado, que, actualmente, de acuerdo a la jurisprudencia de la Corte
Interamericana y constitucional 3 no es necesaria para el ejercicio de los derechos
colectivos de las ahora naciones y pueblos indígena originario campesinos; b. El
reconocimiento estaba destinado a participar en los procesos electorales bajo el modelo
de la democracia representativa; en ese sentido, si bien se admitía la posibilidad de una
organización del pueblo indígena a partir de sus normas y procedimientos propios; sin
embargo, tenía que someterse a las reglas previstas en la ley para la democracia liberal.

Este escenario cambia con el reconocimiento constitucional a la posibilidad de


elección directa de sus representantes por parte de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos, prevista en nuestra CPE y en la Ley del Régimen Electoral,
conforme se analizará a continuación.

2. El reconocimiento pleno de la democracia comunitaria en la Constitución de


2009 y su desarrollo legislativo interpretado conforme a la CPE.

La Constitución de 2009, luego de un proceso constituyente plural en el cual los


pueblos indígenas tuvieron participación política importante4, y que se enmarca en las
dinámicas constituyentes de los nuevos constitucionalismos latinoamericanos 5, asume un
modelo de Estado estructurado a partir de la plurinacionalidad, el pluralismo, la
interculturalidad, la descolonización y la despatriarcalización, con un carácter comunitario
que se manifiesta en la cláusula de libre determinación de las naciones y pueblos

Humanos, Género y Pluralismo Jurídico y docente de postgrado en diferentes universidades y en la Escuela de Jueces del
Estado, en los temas antes señalados.

El art. 222 de la CPE reforma en 2004, tenía el siguiente texto: “La Representación Popular se ejerce a través de los
partidos políticos, agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas, con arreglo a la presente Constitución y las leyes”.
2
El texto íntegro del art. 5 s el siguiente: “Los Pueblos Indígenas son organizaciones con personalidad jurídica propia
reconocida por el Estado, cuya organización y funcionamiento obedece a los usos y costumbres ancestrales. Estos pueblos
pueden participar en la formación de la voluntad popular y postular candidatos en los procesos electorales, en el marco de
lo establecido en la presente Ley, debiendo obtener su registro del Órgano Electoral”.
3
El Tribunal Constitucional Plurinacional se ha pronunciado sobre este tema en la SCP 645/2012 de 23 de julio, que en el
FJ.III.2.1. señala: “Siguiendo el mismo entendimiento, con relación a la exigencia de acreditación de la personalidad
jurídica, éste no constituye un requisito habilitante para el ejercicio de los derechos de los pueblos indígena originario
campesinos, puesto que más bien se trata de un derecho que les asiste, ya que sus facultades organizativas se ejercen y
se han ejercido independientemente del reconocimiento que haga el Estado de su condición de sujeto de derechos,
prexistentes a la misma estructura estatal, aspecto que indudablemente constituye un deber para el Estado y no así para la
nación o pueblo indígena en sí mismo. No contemplar este entendimiento conlleva una interpretación restrictiva que pone
en riesgo la eficacia material de sus derechos colectivos”.
4
Ver SCHAVELSON Salvador. El nacimiento del Estado Plurinacional de Bolivia. Etnografía de una Asamblea
Constituyente. Editorial Plural. La Paz - Bolivia 2012. P 127.
5
Los aspectos más importantes en cuanto a los nuevos constitucionalismos latinoamericanos y la legitimidad de la
Constitución democrática de 2009 pueden encontrarse en: Martínez Dalmau, R. & Viciano Pastor, R. (2010). Los procesos
constituyentes latinoamericanos y el nuevo paradigma constitucional. Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla,
25, 7-29. Recuperado de https://www.redalyc.org/html/2932/293222977001/; Martínez Dalmau, R. & Viciano Pastor, R.
(2011). El nuevo constitucionalismo latinoamericano: fundamentos para una construcción doctrinal. Revista General de
Derecho Público Comparado, 9, 1-24. Recuperado de
https://www.academia.edu/6339900/El_nuevo_constitucionalismo_latinoamericano_fundamentos_para_una_construcci
%C3%B3n_doctrinal; Martínez Dalmau, R. & Viciano Pastor, R. (2013). La Constitución democrática, entre el
neoconstitucionalismo y el nuevo constitucionalismo. El Otro Derecho: Debates Constitucionales en Nuestra América, 48,
63-84. Recuperado de http://www.ilsa.org.co/biblioteca/ElOtroDerecho/Elotroderecho_48/El_otro_derecho_48.pdf; y,
Martínez Dalmau, R. (2014). El debate sobre la naturaleza del poder constituyente: elementos para una teoría de la
constitución democrática. En R. Martínez Dalmau (ed.), Teoría y práctica del poder constituyente (pp. 67-119). Valencia:
Tirant lo Blanc.

2
indígena originario campesinas6, a partir de la cual ejercen sus sistemas políticos en el
marco de la democracia comunitaria7.

En el contexto expuesto, la plurinacionalidad, marca un punto de quiebre esencial con


el Estado monista y monocultural, en este sentido, postula un modelo de Estado
diseñado a partir de la diversidad cultural y la libre determinación de las naciones y
pueblos indígena originario campesinas, en un contexto dialógico igualitario destinado a
la construcción plural de derechos tanto individuales como colectivos, los cuales deben
ser ejercicios plenamente en los diferentes niveles de organización territorial del Estado,
diseñados a partir de estructuras de composición plural con participación política plena de
las diferentes naciones y pueblos indígena originaria campesinas, a través de sus
normas, procedimientos, cosmovisiones, principios y mediante el libre ejercicio de sus
sistemas jurídicos y políticos en el marco del ejercicio de la democracia comunitaria y la
vigencia de la cláusula de libre determinación8.

El pluralismo, postula la vigencia de la diversidad cultural en las estructuras sociales,


políticas, económicas, culturales y jurídicas, en ese marco, es imperante establecer que
el modelo constitucional vigente a partir de la Constitución de 2009, consagra un
pluralismo jurídico de tipo igualitario, a partir del cual, se genera un sistema plural de
fuentes jurídicas y una pluralidad de sistemas jurídicos 9. Asimismo, en el marco de un
pluralismo de tipo igualitario, las naciones y pueblos indígena originario campesinas
ejercen sus diferentes sistemas políticos en el marco de sus propias normas y
procedimientos y sobre la base de la democracia comunitaria.

Por su parte, la interculturalidad, plantea una plurinacionalidad y un pluralismo en


constante construcción dialógica, a partir de la complementariedad y el respeto entre las
diversas culturas, por lo que desde esta visión, no existe cultura superior a otra, ni saber
superior, verdadero o jerarquizado en relación a otros, sino más bien, desde esta

6
Art. 2 de la CPE “Dada la existencia precolonial de las naciones y pueblos indígena originario campesinos y su dominio
ancestral sobre sus territorios, se garantiza su libre determinación en el marco de la unidad del Estado, que consiste en su
derecho a la autonomía, al autogobierno, a su cultura, al reconocimiento de sus instituciones y a la consolidación de sus
entidades territoriales, conforme a esta Constitución y la ley”.
7
De acuerdo al art. 11.II de la CPE, una de las formas del ejercicio de la democracia es la comunitaria, “por medio de la
elección, designación o nominación de autoridades y representantes por normas y procedimientos propios de las naciones
y pueblos indígena originario campesinos, entre otros, conforme a Ley”. El art. 30.II.14 de la CPE establece que las
naciones y pueblos indígena originario campesinos tiene derecho “al ejercicio de sus sistemas políticos, jurídicos y
económicos acorde a su cosmovisión”.
8
Ver Ariza Santamaría, R. (2012). Derecho aplicable. En J. C. Martínez, C. Steiner y P. Uribe (coords.), Elementos y
técnicas de pluralismo jurídico: manual para operadores de justicia (pp. 43-62). Ciudad de Guatemala: Konrad-Adenauer-
Stiftung. El Tribunal Constitucional Plurinacional, abordó también la plurinacionalidad en las DCP 0006/2013 de 5 de junio.
FJ III.1; y, en la SCP 0037/2013 de 4 de enero. Fj III.1..
9
En efecto, la ley, ya no es la única fuente directa de derecho, sino también son fuente directa de derecho las normas,
procedimientos y valores de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, así como los estándares internos e
internacionales de protección a derechos. De la misma forma, en el marco de la cláusula de libre determinación de las
naciones y pueblos indígena originario campesinos, las naciones y pueblos indígena originario campesinas ejercen sus
sistemas jurídicos en igualdad jerárquica en relación a las otras jurisdicciones y también ejercen sus sistemas políticos en
el contexto del ejercicio de la democracia comunitaria.
André Hoekema (2002) destaca dos tipos de pluralismo jurídico: el social y el formal, que a su vez puede ser de tipo
unitario o igualitario. En este escenario, siguiendo a este autor, el pluralismo social sustenta sus ideales a partir de una
concepción social del derecho, entendiendo este como “las normas para la vida social de una comunidad determinada,
aplicadas, cambiadas y mantenidas vigentes y sancionadas por los oficiales a quienes conforme a la normatividad
pertinente se les otorgó el poder de ejecutar este cargo”. De acuerdo con este criterio, el autor señala que “estas normas sí
deben ser eficaces en el sentido de que se trata de una autoridad estable y no solo presunta o usurpada. Al ser así,
funciona una institución que identifica, aplica y hace respetar normas de conducta” (pp. 70-71).
También existen otros autores que abordan el tema del pluralismo jurídico, entre ellos Boaventura de Sousa Santos (2003,
2009), quien realizó sus estudios sobre pluralidad jurídica o “pluralismo legal”. También De la Torre Rangel (2012), desde la
filosofía de la liberación, sustenta un pluralismo jurídico de corte igualitario; al respecto, señala que “el Derecho también
nace del pueblo, de las relaciones interhumanas, de las luchas y reivindicaciones de diversos colectivos”. Este autor
sostiene que el pluralismo jurídico emerge de un “rompimiento epistemológico” que da lugar al surgimiento de una filosofía
del conocimiento con otros fundamentos; en este marco, el autor formula otra mirada a la justicia cuando señala que estos
procesos deben darse “con una racionalidad analógica, que acepta lo diverso y lo distinto, pero sin perder lo esencial de la
juridicidad, lo que le da sentido en última instancia, lo que le permite ser Derecho: la justicia” (p. 14).
Debe señarse también que Raquel Yrigoyen Fajardo, es un referente latinoamericano en pluralismo jurífico de tipo
igualitario. Ver Yrigoyen Fajardo, R. (2006a). Hacia una jurisprudencia pluralista. Derecho Penal y Pluralidad Cultural.
Anuario de Derecho Penal, 377-415. Recuperado de http://perso.unifr.ch/derechopenal/assets/files/anuario/an_2006_20.pdf
Yrigoyen Fajardo, R. (2006b). Hitos del reconocimiento del pluralismo jurídico y el derecho indígena en las políticas
indigenistas y el constitucionalismo andino. En M. Berraondo López (coord.), Pueblos indígenas y derechos humanos (pp.
537-567). Bilbao: Universidad de Deusto.
También ver Wolkmer, A. C. (2003). Introducción al pensamiento jurídico crítico. Bogotá: ILSA; y, Wolkmer, A. C. (2006).
Pluralismo jurídico. Fundamentos de una nueva cultura del derecho. Sevilla: MAD.

3
perspectiva, todas las culturas, saberes, cosmovisiones, vivencias, etc., dialogan y se
complementan entre sí para consolidar el fin esencial del Estado: el vivir bien10.

En el marco de lo expuesto, la descolonización, cuestiona las profundas asimetrías


que se generaron en latinoamérica desde el proceso colonial y posteriormente con la
implantación de las repúblicas monoculturales, por lo que postula una profunda
deconstrucción de las estructuras sociales, políticas, culturales, económicas y jurídicas,
para así, desde los alcances de la plurinacionalidad, el pluralismo y la interculturalidad,
superar las brechas de asimetrías, jerarquías y relaciones de dominación, en aras de un
equilibrio armónico en un Estado Unitario pero cimentado en la diversidad cultural, el
respeto y la solidaridad11.

El principio constitucional de descolonización, está íntimamente vinculado al principio


de despatriarcalización, el cual, plantea una deconstrucción social basada en jerarquías
producto de las históricas relaciones asimétricas entre hombres y mujeres, asimetrías que
con mayor rigor, en el contexto del entronque de civilizaciones, afectan en particular a las
mujeres indígenas, por lo que desde la despatriarcalización se postula la superación de
dichas asimetrías para el ejercicio pleno de derechos interpretados interculturalmente y
en el marco de la diversidad cultural y de la plurinacionalidad12.

En base a todo lo señalado, debe afirmarse que los conceptos antes referidos,
fundamentan el ejercicio de una democracia comunitaria en un Estado Plurinacional,
como es el caso de Bolivia, razón por la cual, el artículo 11 de la Constitución, consagra
este tipo de democracia en un marco de equivalencia entre hombres y mujeres y de
acuerdo a sus normas y procedimientos propios13. En este contexto, específicamente en
los artículos 26, 210.III y 211.III, las naciones y pueblos indígena originario campesinos,
tienen derecho a elegir, designar y nominar de forma directa a sus representantes,
mediante sus formas propias de elección y en el marco del libre ejercicio de sus sistemas
políticos acordes con su cosmovisión, tal como reza el artículo 30.II.14 de la Constitución.
10
Ver Walsh (2012). Interculturalidad y plurinacionalidad: elementos para el debate constituyente. Ecuador: Universidad
Andina Simón Bolívar. Recuperado de http://www.reduii.org/cii/sites/default/files/field/doc/Interculturalidad%20y
%20Plurinacionalidad.pdf
En este texto, la autora afirma también que la labor de la interculturalidad como principio e instrumento crítico no es
simplemente promover la relación entre grupos o sistemas culturales, sino partir de y hacer ver la diferencia colonial que ha
negado la “existencia precolonial de las naciones y pueblos indígenas, originarios y campesinos y su dominio ancestral”.
Continúa señalando que resaltar esta subjetividad colectiva jamás considerada y trabajar desde ella, fortaleciendo lo propio
y las cosmovisiones con sus aspectos identitarios, espirituales, científicos, productivos, organizativos, territoriales y
existenciales (no como una diferencia inconmovible o estática, sino como un posicionamiento estratégico de carácter
decolonial y en pro de suma quamaña —el vivir bien—), es lo que da la interculturalidad en sentido crítico, un sentido
descolonizador.
11
El Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia, en la SCP 0847/2014 de 25 de febrero, señaló que con la
descolonización se “rompe con la herencia del constitucionalismo monocultural, que nació a espaldas de los pueblos
indígenas y del constitucionalismo pluricultural que introdujo de manera subordinada un reconocimiento parcial a los
derechos de los pueblos indígenas”. Esta misma sentencia señaló que “nuestra Constitución marca una ruptura respecto al
constitucionalismo clásico y occidental concebido por las élites políticas; es un constitucionalismo que expresa la voluntad
de las clases populares y los pueblos indígenas, creando una nueva institucionalidad, transversalizada por lo plurinacional,
una nueva territorialidad, signada por las autonomías, un nuevo régimen político y una nueva legalidad bajo el paradigma
del pluralismo jurídico igualitario en el marco de la Constitución”. Tribunal Constitucional Plurinacional. Sentencia
Constitucional Plurinacional 0487/2014 del 25 de febrero de 2014.
Ver también Tribunal Constitucional Plurinacional. SCP 0260/2014 del 12 de febrero. Además, esta sentencia estableció
que “la descolonización, empero, no debe ser entendida únicamente como la eliminación de las relaciones de
subordinación respecto a las naciones y pueblos indígena originario campesinos, sino desde una concepción más amplia,
como la eliminación misma de la jerarquización de las relaciones en todos los ámbitos, pues lo que es motivo de crítica es
precisamente la lógica del poder que subordina no solo a los indígenas, sino también a otros grupos o colectivos que no
son aceptados por no enmarcarse bajo los parámetros del sistema”.
12
El Ministerio de Justicia a través del SIPPASE, ha formulado el Modelo Boliviano Integrado de actuación frente a la
violencia en razón de género, que parte de los conceptos de descolonización y despatriarcalizacion, que “están orientados
al desmontaje de la estructura ideológica, política, económica y cultural que sostienen y reproducen la desigualdad social,
la discriminación, opresión y subordinación de género y generacional. Esto implica que debe existir una transformación
estructural en las relaciones de poder para Vivir Bien con la eliminación de patrones culturales y estereotipos sociales
discriminatorios” MINISTERIO DE JUSTICIA, SIPPASE, Modelo Boliviano Integrado de Actuación frente a la Violencia en
razón de Género (VRG).
13
En este escenario, de acuerdo a los elementos que moldean el modelo de Estado vigente, rige una democracia plural,
conformada por una democracia directa y participativa que se ejerce, entre otras, a través del referendo, la iniciativa
legislativa ciudadana, la revocatoria de mandato, la asamblea, el cabildo, la consulta previa; asimismo, se tiene una
democracia representativa que se manifiesta a través de la elección de representantes por voto universal, directo y secreto;
y también esta vigente una democracia comunitaria que deberá ser ejercida por medio de la elección, designación o
nominación de autoridades y representantes por normas y procedimientos propios de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos, tal cual prescribe el artículo 11.II de la Constitución democrática de 2009.
Por su parte, la Ley 026 de 30 de junio de 2010 denominada Ley del Régimen Electoral, en sus artículos 4 10 y 91 en
armonía con el bloque de constitucionalidad antes descrito, consagra la democracia comunitaria. la cual debe ejercerse en
equivalencia de condiciones entre hombres y mujeres tal como reza su artículo décimo primero.

4
El ejercicio de la democracia comunitaria tiene sustento también en instrumentos
internacionales de protección a derechos de pueblos indígenas que forman parte del
bloque de constitucionalidad boliviano14, entre ellos, el Convenio 169 de la OIT15; la
Declaración de Naciones Unidas sobre derechos de los pueblos indígenas 16; y, la
Declaración Americana sobre Derechos de Pueblos Indígenas17.

Por otra parte, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional Plurinacional, en la SCP


2114/2013 de 21 de noviembre, ha reconocido el derecho de las naciones y pueblos
indígenas al ejercicio de sus sistemas políticos y, en ese sentido, el ejercicio de la
democracia comunitaria, aún en los supuestos en los que, de acuerdo a la ley las
autoridades tengan que ser elegidas bajo la democracia representativa. Efectivamente,
dicha Sentencia sostiene que la democracia comunitaria ha logrado persistir y sobrevivir,
combinando normas y procedimientos propios de los pueblos indígenas con las
correspondientes de la democracia representativa, y que:
“los acuerdos y consensos alcanzados como ejercicio de la democracia comunitaria deben
ser respetados; pues es esta democracia la que da fundamento, sustento y legitimidad a la
representación política “formal”, que finalmente ejercen los elegidos. En ese ámbito, no
resulta coherente que aquellas autoridades que fueron elegidas a través de la lógica
comunitaria, luego pretendan ampararse en la lógica y el sistema occidental,
desconociendo los propios valores y principios de la comunidad, así como sus normas,
procedimientos e instituciones, los acuerdos y compromisos asumidos con anterioridad…”

La SCP 2114/2013, resolviendo la acción de amparo constitucional formulada por un


concejal municipal que alegaba que fue obligado, bajo presión y amenazas, a firmar una
carta de renuncia a su cargo, revocó la resolución del tribunal de garantías y denegó la
tutela al considerar que la renuncia del accionante respondió a los acuerdos asumidos en
el ejercicio de la democracia comunitaria, que fue la que finalmente hizo posible su
elección como autoridad, no pudiendo ampararse luego en las normas provenientes del
sistema ordinario. En síntesis, esta Sentencia fundó el precedente según el cual, cuando
las autoridades hubieren sido electas, designadas o nominadas por normas y
procedimientos propios de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, la
revocatoria de mandato o alejamiento de sus funciones debe efectivizarse mediante sus
propias instancias de decisión y procedimientos.

En similar sentido, en la DCP 0030/2014 de 28 de mayo, a partir del principio pro-


pueblos indígenas y en el marco de la libre determinación de las naciones y pueblos
indígena originario campesinas, consagra el ejercicio de la democracia comunitaria en el
Estado Plurinacional de Bolivia18 que se manifiesta en las formas colectivas de poder

14
La SC 0110/2010-R de 10 de mayo, estableció que forman parte del bloque de constitucionalidad boliviano no solamente
los tratados internacionales referentes a derechos humanos, sino también los estándares internacionales de protección a
derechos, especialmente aquellos que emergen de las interpretaciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Estos estándares además tienen aplicación directa de acuerdo al artículo 109.I de la Constitución y su aplicación en el caso
boliviano emerge además de los artículos 13.1, 13.IV y 256 de la Constitución boliviana. TRIBUNAL CONSTITUCIONAL.
Sentencia Constitucional 0110/2010-R de 10 de mayo. FJ III.3.
15
Este instrumento, en el artículo 8.2 consagra el derecho de los pueblos indígenas a conservar sus instituciones.
16
Este instrumento internacional, entre otros derechos, consagra en el artículo 3 el derecho a la libre determinación; el
derecho a la autonomía y el autogobierno consagrado en el artículo 5, en el derecho a mantener sus propias instituciones
tal como lo establece el artículo 18, en el derecho a mantener y desarrollar sus sistemas o instituciones políticas
establecido en el artículo 20.1, el derecho a definir sus propias estructuras institucionales como lo señala el artículo 33.2, el
derecho a mantener sus propias instituciones tal cual lo establece el artículo 34.
17
Este instrumento reconoce entre otros el derecho a la autoidentificación en el artículo I.2, el respecto al carácter
pluricultural de los Estados contenido en el artículo II, el derecho a la libre determinación consagrado en el art. III, el
derecho al ejercicio de sus sistemas e instituciones propias tal cual lo señala el artículo VI, la garantía de prohibición de
asimilación contenida en el artículo X, el derecho a su identidad cultural prevista en el artículo XIII.1, el derecho al respeto a
sus formas de organización, el derecho al ejerecicio de sus normas, procedimientos, valores y costumbres tal cual manda
el artículo XX.1, el derecho al autogobierno como manifestación de la libre determinación según el artículo XXI, el derecho
a mantener y desarrollar sus propias instituciones de decisión de acuerdo al artículo XXI.2, el derecho a ejercer sus propias
normas y procedimientos tal como reza el artículo XXII.1.
18
Esta sentencia estableció que la democracia comunitaria “…es simplemente la decisión comunitaria colectiva para
cualquier toma de decisiones, donde la participación no es individualizada en el voto sino en el consenso colectivo”. En este
marco, ha señalado también que “…el ejercicio de la democracia comunitaria como una manifestación del derecho al
ejercicio de los sistemas jurídicos de los pueblos indígenas, debe ser reconocido plenamente, aún adopte, para su
“legalidad” las formas de la institucionalidad occidental; pues, de lo contrario, se estaría subordinando el ejercicio de la
autodeterminación de los pueblos indígenas y el derecho al ejercicio de sus sistemas políticos, a una legalidad occidental,
al margen de la plurinacionalidad, del pluralismo político y jurídico que son la base de nuestro Estado”. TRIBUNAL
CONSTITUIONAL PLURINACIONAL. DCP 0030/2014.FJ III.4.

5
comunal respecto a la elección, cambio, sustitución o destitución de autoridades y
representantes de las naciones y pueblos indígena originario campesinos19.

Conforme a ello, la jurisprudencia constitucional ha reconocido los acuerdos de


gestión compartida en el contexto de democracia comunitaria, los cuales, en el marco de
la plurinacionalidad, pluralismo, interculturalidad y descolonización, son plenamente
válidos y no pueden ser objetados por el Órgano Electoral Plurinacional, ni desconocidos
por el control de constitucionalidad.

Así, la SCP 2114/2013, entiende que si bien desde la lógica de la democracia


representativa, basada en el sufragio, la renuncia, por su naturaleza, es un acto unilateral,
porque supone la decisión libre, sin presiones, de no continuar en el ejercicio de una
actividad o de una función pública que se ejerce, por lo que debe ser presentada de
manera personal, a fin de garantizar la seguridad jurídica en el ámbito político y evitar
posibles actos fraudulentos; sin embargo, dicho entendimiento no puede ser aplicado en
el marco de la democracia comunitaria, a la luz de los principios de plurinacionalidad,
pluralismo político y jurídico, por cuanto:

- La democracia comunitaria proviene de la acción de las comunidades en el campo


social y político y se encuentra definida desde la cultura, que se construye a partir
de la lógica de los pueblos, y que presenta sustanciales diferencias con la
democracia representativa.
- Las autoridades originarias y autoridades políticas representativas son
previamente elegidas de acuerdo a las costumbres y sabidurías milenarias (muyu)
en base a acuerdos y consensos, los mismos que tienen prestigio y sólida
legitimidad, pero a la vez son controladas por la base social que son sus
comunidades.
- No existe un grupo selecto, encargado de las elecciones, pues la responsabilidad
recae en las autoridades originarias y la instancia máxima, que puede ser el
Cabildo, el Tantachawi, etc., en la cual todos tienen el derecho de ejercer su
expresión de manera libre en el marco del respeto.
- Las elecciones son sencillas, rápidas y no tienen costo alguno para los elegidos ni
para el Ayllu, los procedimientos y la transparencia de los mismos son controlados
por el poder de la comunidad.
- Las resoluciones fortalecen la unidad, ya que se procede mediante la concertación
y negociación para llegar a consensos y acuerdos, que se plasman en las actas,
que se refuerzan por la memoria colectiva, en mérito a que dichos procedimientos
son ejercidos milenariamente en las comunidades
- Existe una sólida unidad y cohesión interna en torno a la búsqueda del vivir bien
en la comunidad y en el ayllu20.

Estas características también son anotadas por María Teresa Zegada Claure, a partir
del trabajo de Ticona, Rojas y Albó, al sostener que:
“cuenta con un sistema colectivo de toma de decisiones y administración del poder; los
cabildos o asambleas se constituyen en instancias de deliberación y decisión; se instituye
la rotación de cargos con base territorial y la obligatoriedad en el cumplimiento de
funciones de autoridad; la noción de autoridad como servicio y no como privilegio;
sistemas de rendición de cuentas y control social; la revocatoria de mandato, entre las
principales (…) así como la necesaria trayectoria que siguen los comunarios para llegar a
ser proclamados autoridades, mediante el denominado thaki o camino…”21.

19
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL PLURINACIONAL. DCP 0030/2014. FJ III.4. La DCP 0030/2014 señaló que “las formas
colectivas del poder comunal para la elección, cambio, sustitución o destitución de cualquiera de las autoridades y
representaciones que emerjan de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, en el marco de un
constitucionalismo plurinacional y descolonizador, al ser parte del derecho a la libre determinación, que implica la
autodeterminación colectiva, al igual de las formas de democracia occidental, estas son parte esencial de un Estado
Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario. Un entendimiento contrario estaría subordinando el ejercicio de la
autodeterminación de los pueblos indígenas y el derecho al ejercicio de sus sistemas a una legalidad occidental, que está
regida bajo formas de ejercicio democrático ajenos a su realidad concreta”.
20
SCP 2114/2013, FJ.III.3.
21
Zegada Claure, M. T. (2012), Indígenas y mujeres en la democracia electoral. Análisis comparado, Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación, 2012. México, p.15

6
A partir de dichas características, la SCP 2114/2013 antes anotada, concluyó que la
elección de autoridades mediante la democracia comunitaria es conocida, aceptada y
ejercida plenamente por las comunidades, por lo que la persona que ingresa a la
representación política mediante la democracia comunitaria, debe respetar las reglas de
dicha democracia.

Ahora bien, la democracia comunitaria, que genera, en muchos casos, los acuerdos
de gestión compartida, ha logrado persistir y sobrevivir, a través de la combinación de
normas y procedimientos propios con los correspondientes de la democracia
representativa, en verdaderos procesos de interlegalidad, en la medida en que, para
“legalizar” las decisiones asumidas en la comunidad se acude a la forma de elección de la
democracia representativa; lo que evidentemente se explica por la exclusión histórica de
sus sistemas políticos, conforme se ha explicado en el anterior acápite. Así, María
Teresa Zegada Claure, señala que existe una tensa relación del Estado con los pueblos
indígenas, vinculada con su sistemática exclusión de las políticas estatales o “con su
incorporación subordinada a la tutela republicana justificada por el pensamiento liberal y
el positivismo social, así como por la aplicación de sistemas de elección individual,
construyendo una ciudadanía política que, en cierto modo, se sobreponía o suplantaba
las lógicas de una ciudadanía colectiva o comunitaria”22.

En el marco antes señalado, es evidente que la norma constitucional reconoce


plenamente la posibilidad que las naciones y pueblos indígenas elijan a sus propias
autoridades. Así, en el ámbito municipal, el art. 284 de la CPE determina que el concejo
municipal estará compuesto por concejalas y concejales elegidas y elegidos mediante
sufragio universal, añadiendo que en los municipios donde existan naciones o pueblos
indígena originario campesinos, que no constituyan una autonomía indígena originaria
campesina, éstos podrán elegir sus representantes ante el Concejo Municipal de
forma directa mediante normas y procedimientos propios y de acuerdo a la Carta
Orgánica Municipal. Dicha norma constitucional se reitera en el art. 70 de la Ley del
Régimen Electoral, al señalar la composición de los gobiernos autónomos municipales23.

Conforme a ello, la regla es que las y los concejales sean elegidos a través del
sufragio universal; sin embargo, las naciones y pueblos indígena originario campesinos,
pueden elegir sus representantes al Concejo Municipal mediante sus normas y
procedimientos propios; consiguientemente, si estas normas, a partir del derecho a la
libre determinación de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, conllevan
la existencia de convenios en algunos municipios, bajo el nombre de “gestión
compartida”, dichos convenios tienen reconocimiento constitucional.

En similar sentido, cabe mencionar que el art. 285.II de la CPE determina que “El
periodo de mandato de las máximas autoridades ejecutivas de los gobiernos autónomos
es de cinco años”; igual periodo se encuentra previsto en el art. 288 de la CPE;
consiguientemente, dicho periodo, en el marco de lo mencionado anteriormente, es la
regla; sin embargo, en mérito al reconocimiento constitucional de la posibilidad que las
naciones y pueblos indígena originario campesinos elijan a sus representantes mediante
sus normas y procedimientos propios, es evidente que los cinco años de duración del
periodo de mandato de las autoridades de los gobiernos autónomos, no se aplica a los
supuestos de elección de autoridades elegidas por normas y procedimientos propios, de
ahí que, por ende, es posible que en gestiones compartidas se establezcan otros
periodos, menores, de duración en el cargo.

Por otra parte, cabe mencionar que el art. 194 de la Ley del Régimen Electoral, hace
referencia a la sustitución de autoridades legislativas, señalando que, en caso,
22
Íbidem, pp-. 17-18.
23
Artículo 70. (COMPOSICIÓN).
I. Los gobiernos autónomos municipales están compuestos por dos órganos:
a) El Órgano Ejecutivo presidido por la Alcaldesa o el Alcalde elegida o elegido mediante sufragio universal, por
mayoría simple, en lista separada de las candidatas y candidatos a Concejalas y Concejales.
b) El Concejo Municipal, integrado por Concejalas y Concejales elegidas y elegidos mediante sufragio universal. La
conformación del Concejo Municipal se establecerá en la Carta Orgánica Municipal.
II. Los Municipios donde existan naciones y pueblos Indígena Originario Campesinos que no constituyan una
autonomía indígena originaria campesina, éstos podrán elegir sus representantes ante el Concejo Municipal, de acuerdo al
parágrafo II del artículo 284 de la Constitución Política del Estado.

7
debidamente acreditado por las organizaciones políticas interesadas, de renuncia,
inhabilitación, fallecimiento, impedimento permanente de autoridades legislativas
nacionales, departamentales y municipales, el Tribunal Electoral competente habilitará al
suplente correspondiente para asumir la titularidad. Dicha norma debe ser entendida
como la regla, para quienes fueron electos bajo las reglas de la democracia
representativa, más no así respecto a las naciones y pueblos indígena originario
campesinos, quienes, se reitera, en el marco de sus normas y procedimientos propios y
los acuerdos de gestión compartida, pueden acordar un tiempo menor de duración del
mandato y, por ende, es constitucionalmente válido que una de las causales de
sustitución sea precisamente el cumplimiento de los acuerdos de gestión compartida.

Conforme se advierte, pese a que las normas constitucionales reconocen la


posibilidad de la elección directa de autoridades por normas y procedimientos propios, la
práctica en la elección de dichas autoridades, la duración de su mandato, y la sustitución
en sus funciones, ha tenido una concepción monista, pues únicamente se ha dado como
válida la forma de elección bajo la democracia representativa, lo que ha obligado a las
pueblos indígenas a aplicar sus sistemas políticos, casi en la clandestinidad, acudiendo a
figuras “occidentales” para validar sus decisiones, siendo una muestra de ello, la
renuncia que presentan a sus cargos las y los concejales electos mediante la
democracia comunitaria, pues es la única vía “legal” que han encontrado para
legitimar la gestión compartida.

3. Las mujeres indígenas en el ejercicio de la democracia comunitaria bajo el


paradigma de la despatriarcalización y descolonización

Como se ha señalado en párrafos anteriores, si bien los acuerdos de gestión


compartida en el marco del ejercicio de la democracia comunitaria tienen plena validez;
sin embargo, a la luz del principio de despatriarcalización ya descrito, y considerando que
en el Estado Plurinacional de Bolivia todavía persiste una matriz patriarcal y colonial, que
genera profundas e históricas situaciones de asimetrías entre hombres y mujeres, más
aún si estas son indígenas, será esencial analizar los casos con un enfoque
interseccional, bajo el entendido que en el caso de mujeres, existe una múltiple
discriminación, no sólo por su condición de mujeres, sino también de indígenas. En ese
sentido, Lugones sostiene que a través de la colonización, se introdujeron diferencias de
género donde anteriormente no existían, y que el sistema opresivo de género impuesto a
través del colonialismo abarca la subordinación de las mujeres en todos los aspectos de
la vida, existiendo un proceso dual de inferiorización racial y subordinación de género,
transformando el poder en masculino y excluyendo a las mujeres de las estructuras
estatales24.

Lugones señala que el feminismo blanco y heterosexual enfocó su lucha contra una
caracterización de las mujeres como frágiles, débiles, recluidas al espacio privado y
sexualmente pasivas; modelo que excluía a las “hembras no blancas que eran
consideradas animales en el sentido profundo de ser seres ‘sin género’, marcadas
sexualmente como hembras, pero sin las características de la femineidad” 25, concluyendo
que el sistema de género tiene un lado visible/claro y uno oculto/oscuro. El primero
construye, hegemónicamente, al género y a las relaciones de género; organiza “las vidas
de hombres y mujeres blancos y burgueses, pero constituye el significado mismo de
‘hombre’ y ‘mujer’ en el sentido moderno/colonial” 26. Por su parte, el lado oculto/oscuro
del sistema de género fue y es violento pues redujo a las hembras no blancas a la
animalidad, al sexo forzado con los colonizadores blancos y a una explotación laboral27.

Entonces, existió una construcción diferenciada del género en términos raciales, así
como una afectación a la organización misma de los pueblos indígenas hacia un orden
patriarcal. Silvia Rivera Cusicanqui, analizando el caso boliviano antes de la colonia,
sostiene que las mujeres conservaron un espacio de poder a través del desempeño como
agricultoras, organizadoras del ciclo doméstico, tejedoras y ritualistas y que nunca fueron
24
LUGONES, M. (2008). Colonialidad y género. Tabula Rasa, núm. 9, julio-diciembre, 2008. Universidad Colegio Mayor de
Cundinamarca, Bogotá, Colombia. pp. 73-101.
25
Ibid
26
Ibid
27
Ibid

8
segregadas del todo de la producción normativa y de la formación de "opinión pública" en
el ayllu o la "comunidad indígena", pero que la modernidad boliviana –incluida aquella
que se plasma en leyes- ha puesto este sistema en situación de acoso y está logrando
quebrar sus más íntimos engranajes internos28; concluyendo que se está profundizando la
patriarcalización de la sociedad y que esta situación se traduce en la  precarización de
las condiciones de acceso de indígenas y mujeres a los derechos humanos.

Independientemente que se asuma la preexistencia de un patriarcado en los pueblos


indígenas, o que se alegue que el mismo ha sido una herencia colonial, es evidente que
actualmente, la descolonización no es suficiente para la modificación de las relaciones
de poder que constituye el patriarcado- preexistente o heredado- pues este ha penetrado
en las organizaciones de las naciones y pueblos indígena originario campesinos; de ahí
que actualmente se haga referencia, junto a la descolonización, a la despatriarcalización,
entendida como la modificación de las relaciones de poder, de dominación, basadas en la
idea de superioridad de lo masculino sobre lo femenino29.

Entonces, a partir de la colonialidad y el patriarcado, es evidente que existe una doble


opresión que se manifiesta en el ejercicio de los sistemas políticos de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos. Así, por un lado, el desconocimiento y la
subordinación de los sistemas políticos de los pueblos indígenas, y por otro lado, la
modificación de las normas y procedimientos propios de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos a partir del género masculino. En similar sentido, las mujeres
indígenas, hacia el exterior de su comunidad, sufren la discriminación por su origen
indígena, sumada a la discriminación en razón de género, y al interior, sufren las
consecuencias de la colonialidad del género que ha generado niveles de subordinación
de las mujeres en su comunidad.

Esto supone que, tratándose de mujeres indígenas, se deben considerar, en el marco


de un enfoque interseccional, tanto los derechos de las naciones y pueblos
indígenas, como de las mujeres, contenidos en nuestra Constitución y el bloque de
constitucionalidad, para el ejercicio de sus derechos políticos; consiguientemente, no es
posible efectuar el análisis a partir sólo de los derechos de los pueblos indígenas, pues,
de hacerlo, se invisibilizan los derechos de las mujeres, y si se efectúa el análisis a partir
de estos últimos derechos, se desconocen los derechos de los pueblos indígenas. En
ese marco, en el anterior acápite se han analizado, fundamentalmente, los derechos de
los pueblos indígenas, por lo que ahora corresponderá efectuar el análisis de los
estándares sobre los derechos de las mujeres y el ejercicio de los derechos políticos.

Así, de acuerdo al art. 14.II de la CPE, el Estado prohíbe y sanciona toda forma de
discriminación fundada, entre otras causas, en razón de sexo, que tenga por objetivo o
resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de
igualdad de los derechos de toda persona. De manera específica, con relación a los
derechos políticos, el art. 26 de la CPE determina que todas las ciudadanas y los
ciudadanos tienen derecho a participar libremente en la formación, ejercicio y control del
poder político, directamente o por medio de sus representantes, y de manera individual o
colectiva; añadiendo dicha norma que “la participación será equitativa y en igualdad
de condiciones entre hombres y mujeres”.

Las normas constitucionales anotadas, guardan coherencia con los instrumentos


internacionales sobre derechos humanos, como la Convención para la Eliminación de la
Discriminación hacia la mujer (CEDAW), por la que el Estado boliviano ha asumido el
compromiso de condenar la discriminación contra la mujer en todas sus formas,
establecer leyes y políticas públicas con tal objetivo, adoptar medidas legislativas y de
otro carácter para modificar o derogar leyes, reglamentos, usos y prácticas que
28
RIVERA CUSICANQUI. S. (1997)La noción de “derecho” o las parradijas de la modernidad postcolonial: Indígenas y
mujeres en Bolivia. Temos Sociales No.19. Disponible en: http://www.revistasbolivianas.org.bo/scielo.php?pid=S0040-
29151997000100002&script=sci_arttext
29
En ese ámbito, el Ministerio de Justicia sostiene que el concepto de género debe ser situado en una determinada
sociedad y cultura, debido a que existen múltiples formas de construcción de las relaciones entre mujeres y hombres y, en
ese sentido, se debe denunciar que la situación que viven las mujeres en este hemisferio se deriva de las relaciones
desiguales entre norte y sur, pero también reconocer que las relaciones injustas entre hombres y mujeres que verificamos
aquí y ahora, no son sólo herencia colonial, también se dieron antes, en las culturas originarias. MINISTERIO DE
JUSTICIA, VICEMINISTERIO DE GÉNERO Y ASUNTOS GENERACIONALES (2008), Plan Nacional para la Igualdad de
Oportunidades, La Paz, Bolivia, pp. 20-21.

9
constituyan discriminación contra la mujer30; así como la adopción de medidas especiales
de carácter temporal encaminadas a acelerar la igualdad entre hombres y mujeres;
medidas que están destinadas a lograr la igualdad sustantiva de la mujer31.

El Estado también está obligado a adoptar medidas para modificar los patrones
socioculturales de conductas de hombres y mujeres con miras a alcanzar la eliminación
de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias, basadas en la idea de inferioridad o
superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y
mujeres32 y, en ese sentido, los Estados deben cerciorarse que no se utilicen las
actitudes tradicionales, históricas, religiosas o culturales como pretexto para
justificar la vulneración del derecho de la mujer a la igualdad ante la ley 33. De
manera específica el art. 7 de la CEDAW señala que el Estado debe adoptar las medidas
apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en la vida política y pública del
país, asegurando la participación de las mujeres en todas las elecciones, así como a
ocupar cargos públicos y ejercer todas las funciones públicas y participar activamente en
todos los partidos políticos y organizaciones de todo tipo.

Por otro lado, el art. 14 de la CEDAW determina que se deben adoptar las medidas
apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en las zonas rurales para
asegurar su participación en el desarrollo rural y en sus beneficios, participando en todas
las actividades comunitarias. Sobre esta norma, el Comité para la Eliminación de la
Discriminación, en la Recomendación 33 sobre acceso a la Justicia recomienda que los
Estados partes tomen medidas inmediatas a fin de asegurar que los sistemas de justicia
religiosos, consuetudinarios, indígenas y comunitarios armonicen sus normas,
procedimientos y prácticas con los derechos humanos consagrados en la CEDAW y otros
instrumentos internacionales de derechos humanos y aseguren que las mujeres puedan
elegir, con un consentimiento informado, la ley y los tribunales judiciales aplicables en los
que preferirían que se tramitaran sus reclamaciones34.

También respecto a las mujeres del área rural, la Recomendación General 34 de la


CEDAW establece que los Estados partes debería realizar un análisis de las
consecuencias de las leyes vigentes en función del género para evaluar su efecto en las
mujeres rurales, eliminar los obstáculos que impiden a las mujeres rurales acceder a la
justicia; asimismo, con relación a la violencia hacia la mujer, la Recomendación señala
que los Estados deberían sensibilizar a mujeres, hombres, niñas y niños del medio rural,
así como a líderes locales, religiosos y comunitarios sobre los derechos de las mujeres y
las niñas rurales, con el objetivo de eliminar las actitudes y prácticas sociales
discriminatorias, adoptar medidas eficaces encaminadas a prevenir, investigar, juzgar y
castigar los actos de violencia contra las mujeres y las niñas del medio rural.

El Comité, en la misma Recomendación, establece que los Estados deberían


establecer cuotas y objetivos de representación de las mujeres rurales en los puestos
30
Así lo establece el art. 2 de la CEDAW, Recomendación 28 del Comité para la Eliminación de la Discriminación hacia la
Mujer.
31
Art. 4 de la CEDAW, Recomendación 25 del Comité para la Eliminación de la Discriminación hacia la Mujer.
32
Art. 5 de la CEDAW
33
Recomendación 28 del Comité para la Eliminación de la Discriminación hacia la Mujer.
34
64.El Comité recomienda que, en cooperación con entidades no estatales, los Estados partes:
a)Tomen medidas inmediatas, incluidos los programas de capacitación y de fomento de la capacidad sobre la Convención y
los derechos de la mujer para el personal de los sistemas de justicia, a fin de asegurar que los sistemas de justicia
religiosos, consuetudinarios, indígenas y comunitarios armonicen sus normas, procedimientos y prácticas con los derechos
humanos estándar consagrados en la Convención y otros instrumentos internacionales de derechos humanos;
b)Promulguen legislación para regular las relaciones entre los diferentes mecanismos de los sistemas de la justicia plural a
fin de reducir posibles conflictos;
c)Proporcionen salvaguardias contra las violaciones de los derechos humanos de la mujer permitiendo un examen por
tribunales estatales y órganos administrativos de las actividades de todos los componentes de los sistemas de justicia
extraoficiales, prestando especial atención a los tribunales de aldea y los tribunales tradicionales;
d)Aseguren que las mujeres puedan elegir, con un consentimiento informado, la ley y los tribunales judiciales aplicables en
los que preferirían que se tramitaran sus reclamaciones;
e)Garanticen la disponibilidad de servicios de asistencia jurídica para las mujeres a fin de que puedan reclamar sus
derechos dentro de los diversos sistemas de justicia extraoficiales dirigiéndose al personal local cualificado de apoyo para
que les presten asistencia;
f)Aseguren la participación en pie de igualdad de la mujer en los órganos establecidos para vigilar, evaluar y comunicar las
actuaciones de los sistemas extraoficiales de justicia a todos los niveles; y
g)Fomenten un diálogo constructivo y formalicen los vínculos entre los sistemas extraoficiales de justicia, incluso mediante
la adopción de procedimientos para compartir información entre ellos.

10
decisorios, en concreto en los parlamentos y órganos de gobernanza a todos los niveles,
procurar que las mujeres rurales y sus organizaciones puedan influir en la formulación, la
aplicación y el seguimiento de políticas a todos los niveles y en todos los ámbitos que les
afectan mediante su participación en partidos políticos y en órganos locales y de
autogobierno, como los consejos comunitarios y municipales. Además, la Recomendación
establece que los Estados deberían establecer y aplicar medidas especiales de carácter
temporal para acelerar el logro de la igualdad sustantiva de las mujeres rurales en todas
las esferas en las que están insuficientemente representadas o en desventaja, entre ellas
la vida política y pública.

Respecto a la violencia hacia la mujer, el art. 15.II de la CPE, señala que todas las
personas, en particular las mujeres, tienen derecho a no sufrir violencia física, sexual o
psicológica, tanto en la familia como en la sociedad, señalando el parágrafo III de la
misma norma, que el Estado adoptará las medidas necesarias para prevenir, eliminar y
sancionar la violencia de género y generacional, así como toda acción u omisión que
tenga por objeto degradar la condición humana, causar muerte, dolor y sufrimiento físico,
sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como privado; normas constitucionales
que se enmarcan en la obligación del Estado Plurinacional de respeto y garantía de los
derechos de las mujeres.

Normas que también son coherentes con los instrumentos internacionales sobre
derechos humanos. Así, el art. 3 de la Convención Belem do Pará señala que toda mujer
tiene derecho a una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como privado;
derecho que de acuerdo al art. 6 de la Convención incluye los derechos de la mujer a ser
libre de toda forma de discriminación, a ser valorada y educada libre de patrones
estereotipados de comportamiento y prácticas sociales y culturales. De acuerdo al art. 7
los estados deben abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer
y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se
comporten de conformidad con esta obligación, y deben adoptar políticas para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra la mujer. Específicamente, se establece que
Estado debe actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la
violencia contra la mujer; así como establecer sanciones penales, civiles, laborales y
administrativas para castigar y reparar los agravios infligidos a las mujeres que sean
objeto de violencia; además de adoptar las medidas para modificar o abolir leyes y
reglamentos, o modificar prácticas jurídicas o consuetudinarias que respalden la
persistencia o la tolerancia de violencia contra la mujer; así como establecer
procedimientos legales, justos y eficaces para la mujer que ha sido sometida a violencia,
que incluyan medidas de protección, juicio oportuno y acceso efectivo a esos
procedimientos.

También cabe mencionar el art. 22 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre


los Derechos de los Pueblos Indígenas que establece que se debe prestar atención a los
derechos y necesidades especiales de los ancianos, las mujeres, los jóvenes, los niños y
las personas con discapacidad indígenas en la aplicación de la Declaración, y que los
Estados deben adoptar medidas, junto con los pueblos indígenas para asegurar que las
mujeres y los niños indígenas gocen de protección y garantías plenas contra todas
las formas de violencia y discriminación.

Conforme se observa, la participación política de la mujer indígena está


expresamente prevista tanto en la Constitución como en las normas internacionales,
siendo obligación del Estado adoptar las medidas, junto con los pueblos indígenas, para
eliminar la discriminación y la violencia contra la mujer en la vida política y pública del
país; estableciendo cuotas y objetivos de representación de las mujeres indígenas en
puestos decisorios y órganos de gobierno en todos los niveles, órganos locales y de
autogobierno, debiendo los Estados, establecer y aplicar medidas especiales de carácter
temporal para lograr la igualdad sustantiva de las mujeres indígenas en todas las esferas
en que se encuentren insuficiente representadas o en desventaja, en la vida política y
pública.

En ese marco, las normas internas establecen, conforme se tiene señalado, que la
participación política debe ser equitativa y en igualdad de condiciones entre hombres y
mujeres (art. 26 de la CPE), por lo que varias leyes, como la Ley 018 de 16 de junio de

11
2010, Ley del Órgano Electoral y la Ley 026 de 30 de junio de 2010, Ley del Régimen
Electoral, contemplan entre sus principios, al de equivalencia, según el cual la
democracia boliviana se sustenta en la equidad de género y la igualdad de oportunidades
entre mujeres y hombres, aplicando la paridad y alternancia en las listas de candidatas y
candidatos para todos los cargos de gobierno y de representación en la elección interna
de las dirigencia y candidaturas no sólo de las organizaciones políticas, sino también en
las normas propias y procedimientos propios de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos.

En similar sentido, dentro de los postulados electorales, la Ley del Órgano Electoral
se hace referencia a la paridad y alternancia (art. 8) obligatoria en la elección y
designación de todas las autoridades y representantes del Estado; en la elección interna
de las dirigencias y candidaturas de las organizaciones políticas; y en la elección,
designación y nominación de autoridades, candidaturas y representantes de las
naciones y pueblos indígena originario campesinos mediante normas y
procedimientos propios. También el art. 11 de la Ley del Régimen Electoral, desarrolla
el principio de equivalencia de condiciones estableciendo criterios básicos para
garantizar la equidad de género y la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres,
estando las autoridades electorales competentes obligadas a su cumplimiento; para el
efecto, establece el respeto de la paridad y alternancia de género entre mujeres y
hombres en las candidaturas a Senadoras y Senadores, Diputadas y Diputados,
Asambleístas Departamentales y Regionales, Concejalas y Concejales Municipales y
otras autoridades electivas35. Por otra parte, tratándose de una sola candidatura, la
igualdad y alternancia se manifiesta en titulares y suplentes 36. Los dos criterios, de
acuerdo a la misma norma, deben ser observados por la lista de candidatas y
candidatos de las NPIOC.

Por otra parte, el Tribunal Supremo Electoral y los Tribunales Electorales


Departamentales, tienen la obligación de verificar en todas las fases de los procesos
electorales, el estricto cumplimiento del principio de equivalencia y los criterios de paridad
y de alternancia entre mujeres y varones (art. 23.6, 24.16, 37.9 de la ley del Órgano
Electoral).

Ahora bien, en el marco de las obligaciones internacionales y con la finalidad de


garantizar el respeto y eficacia de los derechos políticos de las mujeres, el Estado
boliviano promulgó la Ley 243 de 28 de mayo de 2012 denominada Ley contra el acoso y
violencia política hacia las mujeres37, la cual, en el marco de estándares internacionales,
establece criterios importantes para asegurar a las mujeres el ejercicio de sus derechos
políticos sin ningún tipo de violencia ni discriminación, prescripciones que en el marco de
una interpretación acorde al bloque de constitucionalidad, son también aplicables para el
ejercicio de la democracia comunitaria en el marco del principio de despatriarcalización 38,
como además se desprende de la misma Ley que en el art. 4 hace referencia a su
alcance y aplicación, señalando que sus disposiciones son de cumplimiento obligatorio en

35
El art. 11.a) señala: “Las listas de candidatas y candidatos a Senadoras y Senadores, Diputadas y Diputados,
Asambleístas Departamentales y Regionales, Concejalas y Concejales Municipales, y otras autoridades electivas, titulares
y suplentes, respetarán la paridad y alternancia de género entre mujeres y hombres, de tal manera que exista una
candidata titular mujer y, a continuación, un candidato titular hombre; un candidato suplente hombre y, a continuación, una
candidata suplente mujer, de manera sucesiva”.
36
El art. 11.b) sostiene: “En los casos de elección de una sola candidatura en una circunscripción, la igualdad, paridad y
alternancia de género se expresará en titulares y suplentes. En el total de dichas circunscripciones por lo menos el
cincuenta por ciento (50%) de las candidaturas titulares pertenecerán a mujeres”.
37
Esta ley, en el artículo séptimo diferencia el acoso de la violencia política. Desde este marco, el inciso a) establece: “Se
entiende por acoso político al acto o conjunto de actos de presión, persecución, hostigamiento o amenazas, cometidos por
una persona o grupo de personas, directamente o a través de terceros en contra de mujeres candidatas, electas,
designadas o en ejercicio de la función político-pública o en contra de sus familias con el propósito de acordar, suspender,
impedir o restringir las funciones inherentes a su cargo, para inducirla u obligarla a que realice, en contra de su voluntad,
una acción o incurra en una omisión, en el cumplimiento de sus funciones o en el ejercicio de sus derechos.
El inciso b) señala que se entiende por violencia política a las acciones, conductas y/o agresiones físicas, psicológicas,
sexuales cometidas por una persona o grupo de personas, directamente o a través de terceros, en contra de las mujeres
candidatas, electas, designadas o en ejercicio de la función político-pública, o en contra de su familia, para acortar,
suspender, impedir o restringir el ejercicio de su cargo o para inducirla u obligarla a que realice, en contra de su voluntad,
una acción o incurra en una omisión, en el cumplimiento de sus funciones o en el ejercicio de sus derechos.
38
El artículo 6.g de esta ley señala: “Despatriarcalización.- El Estado implementará un conjunto de acciones, políticas y
estrategias necesarias para desestructurar el sistema patriarcal basado en la subordinación, desvalorización y exclusión
sustentadas en las relaciones de poder, que excluyen y oprimen a las mujeres en lo social, económico, político y cultural”.

12
todos los niveles de la Organización Territorial del Estado, de todos los estantes y
habitantes del territorio boliviano, y los lugares sometidos a su jurisdicción.

De acuerdo a Ticona, Rojas y Albó, en el ejercicio de la democracia comunitaria, en


especial en las naciones y pueblos indígena originario campesinos del área andina, el rol
protagónico lo tiene la familia más que cada individuo, siendo central el rol simbólico que
representa la pareja, aunque, como anotan los autores, quien la representa en la esfera
pública es el varón, en tanto que las mujeres y los jóvenes participan en la formación de
decisiones en el ámbito privado39.

En ese marco, el concepto de chacha-warmi o qhari-warmi, de acuerdo a los mismos


autores, es una aproximación simbólica a las relaciones sociales ideales en la sociedad
andina, es un modelo de cómo deberían ser las relaciones entre los cónyuges , aunque
no siempre es así40, efectuando, a continuación una división por esferas de la
participación pública. Así en cuanto a la esfera ceremonial, participa siempre la pareja,
los hombres en su lugar y las mujeres en el suyo, aunque existen actividades que son
realizadas de manera conjunta; en la esfera pública económica, los varones realizan los
trabajos comunales y las mujeres, juntas, preparan la comida o realizan algunas tareas;
finalmente, en la esfera política comunal, que se expresa en la asamblea o en puestos de
la organización comunal, la participación del varón es prominente. Así, si bien se sostiene
que antes las autoridades eran en pareja, ahora, generalmente, la asamblea elige al
dirigente varón (mallku, jilaqata), pero por extensión su esposa llega ser autoridad (mama
t’alla), que acompaña al esposo y lo sustituye en caso de ausencia, pero no puede
reemplazarlo o decidir por él: “No hay una participación total de la mujer en las instancias
más formales de democracia comunal”41, lo que se explica por el rol que culturalmente se
le asigna a la mujer en la esfera doméstica, y su falta de poder público de decisión,
aunque también reconocen las maneras indirectas de influir en las decisiones, como las
vinculadas a la economía doméstica42.

Desde la mirada actual de Toribia Lero Quispe, el chacha-warmi fue reconstituido en


el marco del ayllu “con el único fin de posicionar el rol de la mujer autoridad y la defensa
de los derechos de las mujeres”43; práctica que de acuerdo a la misma autora es principio
de autoridad y gobierno del ayllu y es un enfoque para abordar las relaciones de género
en los pueblos indígenas considerando que muchos encuentros, cabildos o tantachawis
no tenían éxito por la poca participación de las mujeres y porque los hombres prestaban
poca atención a sus resoluciones.

Las mujeres indígenas están conscientes de la importancia del chacha-warmi, no sólo


en el marco de la reconstitución del ayllu, sino también en la defensa de sus derechos y,
en ese sentido, en el Informe Sombra de las mujeres de naciones y pueblos indígenas de
Bolivia, presentado por la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas de Bolivia, el
Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu y la Federación Nacional de Pueblos
Indígenas de Bolivia, ante el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la
Mujer (CEDAW), en su 61 periodo de sesiones (2015), se puede advertir una crítica a las
normas electorales, que si bien alientan los derechos políticos de las mujeres, empero, en
los hechos, generan un impacto contraproducente. Así, sostienen que la “pregonada
paridad y alternancia formulada en la Constitución Política del Estado y la Ley del
Régimen Electoral, tiene grandes debilidades en los ámbitos de las mujeres indígenas,
porque esa representación está relegada a la figura del suplente varón”.

En el mismo informe, solicitan al Comité que recomiende al Estado Bolivia impulsar


de manera más clara y decidida una verdadera intervención de las mujeres en la
representación política; añadiendo que la intervención de las mujeres indígenas en la
política les ha mostrado las deficiencias en cuanto a la calidad de su participación, así, el
80,4% de las mujeres no participa en partidos políticos, lo que mostraría que la paridad y

39
TICONA, E., ROJAS, G., ALBÓ, X., (1995) Votos y Wiphalas. Campesino y pueblos originarios en democracia, CIPCA,
Cuadernos de investigación 43, La Paz, Bolivia, p. 30.
40
Ibid., p. 85
41
Ibid. pp. 86-87
42
Ibid. 88-89.
43
LERO QUISPE, T. (2019), Mujeres indígenas y la “Reconstitución del Ayllu”, en Revista Andamio, Revista del Órgano
Electoral Plurinacional de Bolivia para la deliberación Pública, Nueva época, año 4, numero 8 p. 54.

13
alternancia, antes que coadyuvar hacia una participación cualitativa de ellas, muestra una
instrumentalización de las mujeres para cumplir con la Ley Electoral. Asimismo, las
mujeres solicitan que se recomiende al Estado el uso de los idiomas originarios, y que se
fortalezca la participación política de las mujeres en los ámbitos deliberativos del Estado,
en iguales condiciones que los hombres, sin mediación partidaria44.

Lo anotado nos demuestra que la centralidad en el manejo de lo público continua en


manos de los varones, en tanto que lo privado, lo doméstico, sigue siendo un rol asignado
a la mujer45 y si bien existe un incremento en la participación de mujeres en los diferentes
niveles46; sin embargo, los datos también evidencian el incremento de denuncias por
acoso y violencia política hacia las mujeres, donde los casos de gestión compartida
ocupan el primer lugar. Efectivamente, de acuerdo a los datos de la Asociación de
Concejalas de Bolivia (ACOBOL), durante la gestión 2018, a nivel nacional, se
presentaron 117 denuncias por acoso o violencia política, que evidencia un incremento
respecto a las gestiones 2016 y 2017, en las que se presentaron 65 y 64 denuncias,
respectivamente; la causa del incremento, de acuerdo a ACOBOL, se debe a que el año
2018 se cumplía la mitad de gestión del mandato de las autoridades electas
democráticamente (2015-2020) por lo que muchas fueron presionadas a presentar su
renuncia a favor de sus suplentes para que pudieran ejercer la otra mitad de su
mandato47.

De acuerdo a ACOBOL, la causa más común de acoso y violencia política que


sufrieron las concejalas se encuentra en los acuerdos de gestión compartida, por los
cuales las Concejalas, luego de cumplida la mitad de su gestión, fueron hostigadas y
presionadas a través de amenazas, agresiones, amedrentamiento, persecución, entre
otros, para que dejen su cargo a favor de los concejales suplentes; causal que representa
casi la mitad de las denuncias registradas (44%)48.

Conforme al mismo documento de ACOBOL, de las 51 denuncias por causa de


gestión compartida a nivel nacional, se identificó que en 33 casos los agresores
presionaron a renunciar a las concejalas; en 16, las concejalas fueron obligadas a
presentar y firmar su renuncia forzada al cargo de titulares, para que el concejal suplente
asuma la titularidad y, finalmente, en 2 denuncias, las autoridades originarias de los

44
Confederación Nacional de Mujeres Indígenas de Bolivia, el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu y la
Federación Nacional de Pueblos Indígenas de Bolivia, Informe Sombra de las mujeres de naciones y pueblos indígenas de
Bolivia, 2015. Disponible en: https://tbinternet.ohchr.org/Treaties/CEDAW/Shared%20Documents/BOL/
INT_CEDAW_NGO_BOL_20845_S.pdf
45
Las investigaciones sobre este tema en diferentes comunidades así lo establecen. Así, Ina R[osing, con relación a
Amarete, sostiene que “La realidad social en Amarete subordina a la muejr respecto del varón. Un cargo ogicial en manos
de una mujer es algo impensable en Amarete, el poder oficial está firmemente en las manos del varón. ROSING, Ina
(2014), Los diez géneros de Amarete, Bolivia, en Más allá del silencio. Las fronteras de género en Bolivia, ARNOLD Denise
Y, Editora, ILCA, La Paz, p. 89.
Por su parte, Andrew Canessa, en la investigación, Género, Lenguaje y Variación en Pocobaya, Bolivia, sostiene que “la
posición de la mujer como jefa de la casa es una posición interna: su autoridad se circunscribe a los límites del hogar; en
tanto que la autoridad del marido se ejerce frente a la comunidad…”, en la misma investigación, se reproduce la entrevista
a un pocabayeno (vecino de Pocabaya) que contó que cómo después de un día de trabajo en las chacras, él podía
descansar pero su mujer tenía que seguir trabajando y hacer la cena, lo que sería una prueba de que los hombres estarían
en una posición ventajosa comparados a las mujeres y que tenían más valor, reconociendo que las cosas no deberían ser
así, CANESSA, Andrew, (1997) Género, Lenguaje y Variación en Pocobaya, Bolivia, en Más allá del silencio. Las fronteras
de género en Bolivia. Denis Y. Arnol Comp, La Paz, p. 236 y ss..
46
María Cecilia Chacón Rendón anota los siguientes datos: En la Asamblea Legislativa Plurinacional, de los 36 escañaos
del Senado, 16 son ocupados por mujeres y 20 por hombres, proporción que se mantuvo tanto en las elecciones de 2010
como en las de 2014; en la Cámara de diputados, en 2010, de 130 escaños, 29 correspondía a mujeres y 101 por
hombres; en 2014, de los 130 escaños, 64 están ocupados por mujeres y 66 por varones. En cuanto a las gobernaciones,
el 100% de ellas están dirigidas por hombres, y en cuanto a los asambleístas titulares, 2/3 eran hombres y 1/3 mujeres; en
tanto que el 2015, 110 titulares son mujeres, en tanto que 131 son hombres. Respecto a los Gobiernos Municipales, el año
2015, con 339 municipios, 311 estaban ocupadas por varones y sólo 28 por mujeres, y en cuanto a las concejalías, de un
total de 1972, 1007, es decir el 51,1% fueron ocupadas por mujeres y las restantes, 965 (48,9%) por varones,
incrementándose la presencia de mujeres en un 8,5% con relación al año 2010. En síntesis, señala que las mujeres
ocuparon el 51% de las concejalías, el 45% de las asambleas departamentales, el 50,7% de la Cámara de Diputados y
44% de la Cámara de Senadores. CHACÓN RENDÓN, M. C.(2019), Perpetuando roles: un balance del estado de la
participación política de las mujeres en la última década, en ANDAMIOS, Revista del Órgano Electoral Plurinacional de
Bolivia para la deliberación pública. Participación Política de las mujeres en las democracias. Nueva época, año 4, número
8, abril, p. 15.
47
ACOBOL, Reporte anual de seguimiento a casos de acoso y violencia política, gestión 2018, La Paz, 2018, p. 14 y ss.
ACOBOL entiende por gestión compartida “a los acuerdos verbales o escritos que se realizan entre Concejalas titulares con
sus suplentes y viceversa, para compartir los cinco años de gestión, de tal manera que asuma dos años y medio la o el
titular y los restantes dos años y medio, el o la suplente. Cabe señalar que estos acuerdos no están estipulados en la
normativa, por lo tanto, dichos acuerdos generan acoso y violencia política y son ilegales.”
48
Ibid. pp.17-18

14
municipios activaron procesos de revocatoria de mandato para las concejales que, sin
embargo, no lograron su objetivo49

Ahora bien, conforme se señaló en el anterior punto, cuando se hizo referencia a la


democracia comunitaria y, en ese sentido, a la posibilidad constitucional de elegir a sus
autoridades a partir de sus normas y procedimientos propios, los acuerdos de gestión
compartida sí tienen reconocimiento constitucional, y que dicha práctica es fruto de la
interlegalidad; pues para validarla, han tenido que acudir a figuras “occidentales”, siendo
una muestra de ello, la renuncia que presentan a sus cargos las y los concejales
electos mediante la democracia comunitaria, pues es la única vía “legal” que han
encontrado para legitimar la gestión compartida.

En ese sentido, es evidente que, de inicio, las renuncia de las autoridades elegidas
por normas y procedimientos propios de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos, que se enmarcan en los acuerdos de gestión compartida no podrían ser
considerados como prácticas de acoso y violencia política; pues, se reitera, emerge de
sus normas y procedimientos propios, siendo más bien lo correcto, que quienes fueron
elegidas y elegidos bajo dicho procedimiento, entre tanto no se implementen mecanismos
para el reconocimiento por el órgano electoral de la elección de las autoridades indígena
originario campesinas –conforme se propondrá en este documento- respeten dichos
compromisos y efectúen la renuncia al cargo, conforme lo entendió el Tribunal
Constitucional Plurinacional en la SCP 2114/2013.

Sin embargo, también es evidente que, en el marco de los compromisos asumidos por
el Estado, los órganos del poder público y las diferentes instituciones, tienen la obligación
de velar por la eliminación de la discriminación y la violencia hacia la mujer y, por ende, el
Órgano Electoral tiene el deber de garantizar que las renuncias efectuadas por las
autoridades mujeres, realmente sean consecuencia de dichos acuerdos y de sus normas
y procedimientos propios, y no un mecanismo para ejercer violencia y acoso político
contra ellas, de ahí que, conforme se propondrá, el órgano Electoral, a través del SIFDE,
tiene la obligación de informar sobre la existencia de dichos acuerdos y el respeto a los
derechos de las mujeres, elevando el informe correspondiente a efecto de aceptar la
renuncia presentada por la autoridad.

4. Estudio de casos

Con los insumos antes anotados, a continuación se analizarán dos casos


proporcionados por el Tribunal Supremo Electoral: Uno de Jesús de Machaca y otro de
Huarina, Omasuyos, ambos de La Paz. El objetivo del estudio de casos es determinar si
ha existido violencia política en la gestión compartida o si, más bien se trata del ejercicio
de la democracia comunitaria y, por ende, corresponde respetar el derecho de los
pueblos indígenas, a ejercer sus sistemas políticos. Para el efecto, se realizará un
resumen de la denuncia, los antecedentes del caso –si existieren- y el procedimiento
aplicado por el Órgano Electoral.

4.1. Caso Jesús de Machaca: La denuncia señala que el 31 de enero de 2018, la


concejala denunciante fue convocada por el Jacha Mallku y su directorio de MACOJMA
(Marka de Ayllus y Comunidades Originarias de Jesús de Machaca), en Casa de Cabildo,
a solicitud de Paquito Katari, Concejal suplente, quien pidió a las autoridades originarias
que la concejala debería renunciar a su cargo y que él debería asumir la titularidad,
alegando que existe un acuerdo escrito, afirmación que es negada por la denunciante.

Desde entonces, la concejala denuncia que sufrió una serie de atropellos y acoso
político, hasta que el 03 de marzo de 2018, en reunión de cabildo de MACOJMA, dirigida
por el Jacha Mallku, se acordó obligar a renunciar a las autoridades electas, ejerciendo
presión sobre los Concejales titulares del Municipio Jesús de Machaca, aludiendo que
existen acuerdos personales firmados y notariados, pese a que los mismos son
inexistentes.

La denuncia antes relatada, fue presentada ante el Tribunal Electoral Departamental


de La Paz, el 6 de marzo de 2018, luego de realizarse el procedimiento contemplado en

49
Ibid., p. 21

15
el Reglamento Interno para la Recepción de Trámites de Denuncia y Renuncias 50 y el 19
del mismo mes y año, la denuncia fue remitida al Ministerio Público, por la comisión de
los actos de acoso político previstos en el art. 8.c, d, g, h, i, l, q de la Ley 24351.

Efectuada la denuncia, la concejala sufrió más presión por parte de su suplente, quien
le señaló que al ser joven y mujer no podría hacer proyectos ni obras y que tampoco
tendría el respeto de las autoridades de la comunidad. Ante la negativa de la renuncia,
las autoridades originarias de la comunidad presionaron a la autoridad electa para lograr
dicha finalidad, amenazando con conformar un Tribunal indígena originario campesino
para procesar a la autoridad electa por la denuncia de acoso y violencia política
formulada ante el Tribunal Departamental.

En la vía penal, el fiscal admitió la denuncia y otorgó a la víctima medidas de


protección; empero, las autoridades originarias y el concejal suplente las desconocieron y
continuaron con la presión.

De acuerdo a lo afirmado por la denunciante, en el presente caso no ha existido


ningún acuerdo de gestión compartida, que emane de las normas y procedimientos
propios de las autoridades originarias. En ese sentido, si bien en párrafos anteriores se
ha concluido que la democracia comunitaria y los acuerdos de gestión compartida
encuentran reconocimiento constitucional; sin embargo, estos deben ser respetuosos del
principio de equivalencia de condiciones, garantizando la equidad de género y la igualdad
de oportunidades entre mujeres y hombres, respetando la paridad y alternancia de
género, lo que supondría en primer término, que los acuerdos de gestión compartida
respeten dichos parámetros y que sean puestos a conocimiento del Órgano Electoral, a
efecto que, una vez cumplida la mitad de la gestión, se dé cumplimiento a los mismos, sin
necesidad de presentar renuncia alguna, momento en el cual, sin embargo,
corresponderá que el SIFDE presente los informes correspondientes para determinar si
se respetaron los derechos, en especial de las mujeres, conforme se propondrá en este
trabajo.

En el caso analizado, de acuerdo a la denuncia, fue el concejal suplente el que sugirió


a las autoridades originarias que la concejala debía renunciar a su cargo y que él debería
asumir la titularidad por la existencia de un acuerdo escrito, lo que motivo que se
reuniera el cabildo en el que se acordó obligar a renunciar a las autoridades electas.
Presentada la denuncia por la concejala, el órgano electoral efectuó el trámite respectivo
de la denuncia, conforme al trámite previsto en el Reglamento para el Trámite de
Recepción de Renuncias y Denuncias por Acoso y Violencia Política de Mujeres
Candidatas, Electas o en Función Político Pública y remitió la denuncia al Ministerio
Público.

De acuerdo al indicado Reglamento, una vez recibida la denuncia, la Secretaria o el


Secretario de Cámara del Tribunal Supremo o Departamental realizará una entrevista
50
El Reglamento para el Trámite de recepción de renuncias y denuncias por acoso y violencia política de mujeres
candidatas, electas o en función político pública, tiene por objeto, de acuerdo al primer artículo, “establecer los
procedimientos para la recepción de renuncias de mujeres candidatas, electas o en ejercicio de funciones político públicas,
y las denuncias de acoso y violencia política hacia mujeres, en el marco de la Ley Nº 243 Contra el Acoso y Violencia
Política hacia las mujeres.
51
Los siguientes son los actos de acoso/violencia política previstos en el art. 8 de la Ley 243: “Proporcionen a las mujeres
candidatas o autoridades electas o designadas información falsa, errada o imprecisa que induzca al inadecuado ejercicio
de sus funciones político-públicas” (art. 8.c); “eviten por cualquier medio que las mujeres electas, titulares o suplentes, o
designadas asistan a las sesiones ordinarias o extraordinarias o a cualquier otra actividad que implique la toma de
decisiones, impidiendo o suprimiendo el derecho a voz y voto en igualdad de condiciones que los hombres” (art. 8.d);
“restrinjan el uso de la palabra, en las sesiones u otras reuniones y su participación en comisiones, comités y otras
instancias inherentes a su cargo, conforme a reglamentación establecida (art. 8.g); “Restrinjan o impidan el cumplimiento
de los derechos políticos de las mujeres que ejercen función político – pública o que prevengan de una elección con
procedimientos propios de las Naciones y Pueblos Indígena Originario Campesinos y Afrobolivianos (art. 8.h); Restrinjan o
impidan el uso de las acciones constitucionales y legales para proteger a sus derechos frente a los actos o eviten el
cumplimiento de las Resoluciones correspondientes (art. 8.i); Discriminen por razones de sexo, color, edad, orientación
sexual, cultura, origen, idioma, credo religioso, ideología, afiliación política o filosófica, estado civil, condición económica,
social o de salud, profesión, ocupación u oficio, grado de instrucción, condición de discapacidad, procedencia, apariencia
física, vestimenta, apellido u otras que tengan por objetivo o resultado anular o menoscabar el conocimiento, goce u
ejercicio en condiciones de igualdad de derechos humanos y verdades fundamentales reconocidas por Ley (art. 8.l);
“Divulguen información falsa relativa a las funciones político – públicas, con el objetivo de desprestigiar su gestión y obtener
contra su voluntad la renuncia y/o licencia al cargo que ejercen o postulan (art. 8.o); Obliguen mediante la fuerza o
intimidación a las autoridades electas o designadas en el ejercicio de sus funciones político – públicas, suscribir todo tipo
de documentos y/o avalar decisiones contrarias a su voluntad, al interés público o general (art. 8.q).

16
reservada a la o el denunciante, o en su defecto al familiar o persona natural o jurídica,
que debe constar en un formulario que luego es remitido a la Dirección Nacional Jurídica
o asesoría legal en los Tribunales Departamentales, que elaborarán un informe legal a fin
de considerar los hechos denunciados y si son remitidos o no a la instancia competente;
informe que debe ser puesto a conocimiento de Sala Plena que podrá disponer la
remisión de antecedentes al Ministerio Público conforme al art. 25 de la Ley 243;
debiendo la Dirección Nacional Jurídica y Asesoría Legal de los Tribunales
Departamentales Electorales, en coordinación con el Observatorio de Paridad
Democrática del Órgano Electoral Plurinacional, efectuar el seguimiento a las denuncias
remitidas al Ministerio Público y brindar el apoyo y asesoramiento legal a las denuncias.

Ahora bien, el trámite antes descrito, no prevé la posibilidad de verificar la existencia


de acuerdos de gestión compartida en el marco de normas y procedimientos propios,
pese al reconocimiento constitucional de las normas y procedimientos propios en el
ejercicio de la democracia comunitaria. En ese sentido, la instancia electoral, a través del
SIFDE, debería comprobar la existencia de gestión compartida y ejercicio de la
democracia comunitaria y elaborar informes para demostrar la existencia o no de los
acuerdos correspondientes, plasmando dichos datos en el Informe que se remite al
Pleno del Tribunal Supremo o Tribunal Departamental, a efecto de determinar si
corresponde o no remitir antecedentes al Ministerio Público; encontrando así un equilibrio
entre los derechos colectivos de los pueblos indígenas y los derechos políticos de las
mujeres.

En el caso analizado, de acuerdo a los datos proporcionados, no se ha efectuado el


análisis previo sobre la existencia o no de acuerdos de gestión compartida, lo que ha
generado que se remitan antecedentes al Ministerio Público y se criminalice el ejercicio
de los sistemas políticos de Jesús de Machaca, sin previa verificación electoral; por
cuanto la instancia penal no es la vía para analizar si efectivamente existió o no un
acuerdo de gestión compartida, por cuanto dicho aspecto, se reitera, debe ser
previamente definido por la instancia electoral, al encontrarse la democracia comunitaria
plenamente reconocida constitucionalmente.

Ahora bien, independientemente de la existencia o no de acuerdos de gestión


compartida, la aseveraciones del concejal suplente en sentido que la concejala debería
renunciar porque al ser joven y mujer no podría hacer proyectos ni obras y que tampoco
tendría el respeto de las autoridades de la comunidad, evidentemente, se constituye en
un acto de acoso/violencia política previsto el art. 8.l) de la Ley 243, que establece que
son actos de dicha naturaleza, aquellos que “l) Discriminen por razones de sexo, color,
edad (…) que tengan por objetivo o resultado anular o menoscabar el reconocimiento,
goce u ejercicio en condiciones de igualdad de derechos humanos y libertades
fundamentales reconocidas por Ley”.

Efectivamente, las afirmaciones del concejal suplente implican discriminación hacia la


concejala por cuanto parte de la creencia que el sexo y edad de la concejala le impedirán
desempeñar una adecuada función pública, lo que evidentemente implica una vulneración
al principio de igualdad y no discriminación contenido en el art. 14 de la CPE y,
específicamente, con relación al art. 26 de la CPE que señala que la participación política
será equitativa y en igualdad de condiciones; así como con relación a las normas que
forman parte del bloque de constitucionalidad que han sido referidas en este documento.
De ahí que, evidentemente, el órgano electoral, con la finalidad de dar cumplimiento a las
obligaciones del Estado boliviano, tiene el deber de efectuar la denuncia correspondiente,
al haber asumido el compromiso de adoptar medidas adecuadas para modificar o derogar
leyes, reglamentos, usos y prácticas que constituyan violencia y discriminación contra la
mujer.

4.2. Caso Huarina, Omasuyus, La Paz: La concejala denuncia que desde el mes de
noviembre de 2017 se iniciaron actos de acoso y violencia política, por cuanto las
autoridades originarias, el Concejal suplente y el sub alcalde, la retuvieron en la plaza
principal en Copancara, la discriminaron por ser mujer; posteriormente, fue agredida
verbalmente e intentaron chicotearla, presionándola para que renunciara al cargo, bajo la
amenaza que le quitarían sus tierras y tomarían posesión de ellas.

17
La concejala sostuvo que era cierto que había “firmado un acuerdo delante de mi
comunidad para entregarle el cargo a mi suplente, también he compartido mi sueldo con
él durante cuatro meses, pero después me he dado cuenta que no podía seguir
trabajando para él y le he dicho que ya no más. Ahí han comenzado los problemas”.

La denuncia fue presentada al TED de La Paz el 2 de febrero de 2018 y remitida al


Ministerio Público el 21 de febrero del mismo año; sin embargo fue desestimada en el
mes de julio de 2018, por lo que la Concejala volvió a presentar la denuncia, esta vez
ante el Fiscal de Achocalla.

Como la Concejala se resistía a abandonar el cargo para el que fue electa, tanto las
autoridades de la comunidad como el propio concejal suplente la presionaron para
renunciar, bajo amenaza de seguirle un procedimiento por quebrantar las normas y
procedimientos propios e incumpliendo acuerdos y compromisos; evidenciándose que,
efectivamente, el Consejo Amawtico de Cantón Copancara, el 29 de agosto de 2018, le
hizo llegar una notificación para que se presente a responder una denuncia de las
“autoridades cantonales” en audiencia pública a realizarse el 1 de febrero de 2018.

La Concejala, luego de la notificación, acudió a la Unidad de Género del Tribunal


Supremo Electoral para que se le otorgue una orientación, por lo que se la contactó con
la Defensoría del Pueblo a efecto que se efectúe el acompañamiento a la Concejala a la
audiencia, para que explicara que el tratamiento de casos de acoso y violencia política
corresponden a la jurisdicción ordinaria, a menos que el caso exija el establecimiento de
mecanismos de coordinación y cooperación con la jurisdicción Indígena Originaria
Campesina como lo establece el Art. 21 de la Ley 243, y “que la firma de acuerdos
compartidos es ilegal”.

A consecuencia de ello, el Consejo Amawtico del Cantón Copancara interpuso un


conflicto de competencias jurisdiccionales ante el Tribunal Constitucional Plurinacional;
suspendiéndose el proceso de investigación en la vía penal hasta que el Tribunal se
pronuncie; por su parte, el Tribunal Departamental de La Paz se pronunció señalando que
de acuerdo a los arts. 194 y 195 de la Ley 26 y el art. 5.IV.4 del Reglamento para el
Trámite de Recepción de Renuncias Denuncias por Acoso y Violencia Política de Mujeres
Candidatas, Electas o en Función Político Pública del OEP, no procede la habilitación del
suplente hasta que exista sentencia ejecutoriada.

Conforme a los datos proporcionados, en el presente caso ha existido un acuerdo de


gestión compartida a partir de normas y procedimientos propios, como lo reconoce
expresamente la accionante y consta en la certificación otorgada por las autoridades de
la comunidad Wuiscantia, en la que consta que la concejala “tiene un compromiso de
compartir la gestión municipal a dos años y dos meses con su Concejal Suplente (…)
rompiendo toda su palabra empeñada…”. Por otra parte, también consta el “Acta de
buen Acuerdo” suscrita por la concejal titular, el concejal suplente y autoridades de la
comunidad, en el que se establece que la concejala titular se compromete a ejercer el
cargo por media gestión, y que presentará su renuncia para que asuma el concejal
suplente; asimismo, se sostiene que en caso de incumplimiento del acuerdo, las
autoridades aplicarán las sanciones correspondientes. En igual sentido, se tiene el
documento privado, en el que expresamente se señala que tanto la concejala titular como
el suplente, fueron elegidos por el Cabildo, y que si incumplieran el acuerdo, serían
sancionados de acuerdo a los usos y costumbres de la comunidad.

Entonces, de dichos antecedentes, se evidencia que ha existido un acuerdo de


gestión compartida en el marco de la democracia comunitaria, que como se ha señalado
tiene reconocimiento constitucional; sin embargo, también llama la atención que en los
antecedentes del Acta del Buen Acuerdo, se establezca que se llega a un buen acuerdo
con la finalidad de “poder cumplir la equidad de género como dice la ley”;
afirmación que pondría en evidencia que la democracia comunitaria ejercida en la
comunidad de Wuiscantia, no ha sido respetuosa del principio de equivalencia de
condiciones, la paridad y alternancia ni de los derechos de las mujeres, no obstante que
dichos principios deben ser respetados para la plena validez de los acuerdos, los cuales,
conforme se señaló en el primer análisis de caso, deberían ser puestos a conocimiento
del Órgano Electoral, instancia que además, debería participar, a través del SIFDE en la

18
supervisión de dicha designación a efecto, además, de garantizar los derechos políticos
de las mujeres.

Sin embargo, este aspecto debió haber sido verificado por la instancia electoral, a
efecto de determinar si correspondía o no que se remitieran antecedentes al Ministerio
Público; pues, de lo contrario, al igual que en el primer caso, se criminaliza el ejercicio de
los sistemas políticos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos;
afirmación que en el presente caso es más contundente, en mérito a los acuerdos
efectivamente existentes, en sentido que la accionante fue elegida en el marco de normas
y procedimientos propios, existiendo el compromiso de sólo ejercer funciones por media
gestión.

No obstante lo anotado, se reitera que correspondía analizar si el acuerdo de gestión


compartida efectivamente fue utilizado como un medio para burlar el principio de
equivalencia de condiciones, la paridad y alternancia, a partir del análisis de las normas,
procedimientos y sistema político de la comunidad, y no llegar, a priori, a dicha
conclusión; análisis que está ausente en el caso analizado; pues se evidencia que fue
remitido al Ministerio Público, y si bien fue inicialmente rechazado, sin embargo, la
concejala presentó una nueva denuncia.

Por otra parte, de acuerdo a las acciones seguidas por la Unidad de


Género del Tribunal Supremo Electoral, consta que esta Unidad puso a la concejala en
contacto con la Defensoría del Pueblo para que explicara a las autoridades de la
comunidad, en la audiencia a la que fue citada la concejala, que de acuerdo al art. 21 de
la Ley 243, los casos de acoso y violencia política correspondían a la jurisdicción
ordinaria; sin embargo, dicha norma debe ser interpretada en el marco de la Constitución
y de los instrumentos internacionales sobre derechos humanos y los pronunciamientos de
los órganos de protección. Así, de acuerdo a la Recomendación 33, el Comité para la
Eliminación de la Discriminación hacia la Mujer, referida a Acceso a la Justicia, que ha
sido referida en párrafos anteriores, recomienda a los Estados tomar las medidas
inmediatas para asegurar que las mujeres, cuando existan tribunales indígenas, elijan, a
través del consentimiento informado, la ley y los tribunales judiciales aplicables en los que
preferirían que se tramiten sus reclamaciones.

Así, para llegar a un equilibrio entre los derechos colectivos de las naciones y pueblos
indígena originario campesinos y los derechos de las mujeres, los acuerdos de gestión
compartida no sólo deberían exigir el respeto a la equidad, a la paridad y alternancia, sino
también deberían contener el consentimiento informado de la mujer respecto al tribunal
ante quien acudirá con sus reclamaciones.

Cabe aclarar que si la mujer elige la vía de la jurisdicción indígena originaria


campesina y en la misma no se protegen sus derechos y más bien, se los vulneran, la
mujer aún puede formular una acción de defensa, como la acción de amparo
constitucional, denunciando la presunta vulneración de sus derechos y garantías;
instancia constitucional en la cual se definirá si realmente los mismos han sido
lesionados, y se dispondrá que las autoridades indígena originaria campesinas adopten
las medidas pertinentes para reparar la vulneración a derechos.

En el caso concreto, el Consejo Amawtico del Cantón Copancara ha interpuesto un


conflicto de competencias jurisdiccionales ante el Tribunal Constitucional Plurinacional,
instancia constitucional en la que se definirá la competencia para conocer las denuncias
sobre acoso y violencia política.

6. Lineamientos y recomendaciones para el trabajo del OEP en el procesamiento de


renuncias y denuncias en casos de acoso y violencia política por gestión
compartida

En base a lo afirmado y de acuerdo al objetivo de este trabajo, en una interpretación


armónica de las leyes 243 (Ley contra el acoso y violencia política hacia las mujeres), 026
(Ley del Régimen Electoral) y 18 (Ley del Órgano Electoral Plurinacional), es esencial
centrar la mirada en el Órgano Electoral Plurinacional como garante de una protección
reforzada a las mujeres indígenas en el ejercicio de sus derechos políticos, en el marco
de un enfoque interseccional, con la finalidad que en contextos de democracia

19
comunitaria, las mujeres ejerzan sus derechos sin violencia ni discriminación,
equilibrando dichos derechos con los de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos. Para el efecto, se proponen los siguientes lineamientos y recomendaciones
para el trabajo del Órgano Electoral Plurinacional

5.1. Hacia el futuro: La incorporación de mecanismos para el reconocimiento


pleno de la democracia comunitaria y la elección de autoridades electas a partir
de normas y procedimientos propios

En este trabajo se ha concluido que la democracia comunitaria y los acuerdos de


gestión compartida, se encuentran constitucionalmente reconocidos; sin embargo,
también se ha señalado que a nivel de desarrollo legal, no existen mecanismos que
guarden coherencia con dicho reconocimiento. Así, en cuanto a la posibilidad de su
elección a partir de sus normas y procedimientos propios, la elección de autoridades
subnacionales –salvo aquellas vinculadas a autonomías indígena originario o las
correspondientes a distritos indígenas- está sujeta a procedimientos de la democracia
representativa, a través del voto universal, que se traduce en un ciudadano o ciudadana y
un voto; sin considerar que bajo la lógica de la democracia comunitaria, las decisiones
son asumidas mediante normas y procedimientos propios, que incluyen la elección de sus
autoridades a partir de sus bases a través de cabildos, considerando el recorrido previo
de la autoridad; por ello, las naciones y pueblos indígenas, mediante prácticas de
interlegalidad, luego de la elección de sus autoridades a partir de la democracia
comunitaria “legalizan” esta elección a través de la democracia liberal.

Por otra parte, respecto al periodo de funciones y la sustitución de funciones, las


normas de desarrollo que han sido mencionadas en este trabajo hacen referencia, desde
una visión monista, a cinco años de duración en el cargo y causales de sustitución que no
contemplan los acuerdos de gestión compartida; es decir, se desconocen las prácticas de
la democracia comunitaria; sin embargo, en el marco de una interpretación conforme a la
Constitución de las disposiciones legales contenidas, entre otras, en la Ley del Régimen
Electoral (art. 194), debe entenderse que las personas que han sido elegidas bajo la
normas de las naciones y pueblos indígena originario campesinas, deben respetar los
acuerdos de gestión y, en ese sentido, pueden acordar un tiempo menor de duración del
mandato y, por ende, es constitucionalmente válido que una de las causales de
sustitución sea precisamente el cumplimiento de los acuerdos de gestión compartida.

Lo anotado exige que el Órgano Electoral Plurinacional, hacia el futuro, establezca


normativa de desarrollo que, a partir de la Constitución Política del Estado, de
operatividad a la democracia comunitaria y los acuerdos de gestión compartida, lo que
evidentemente, permitirá transparentar dichos acuerdos y que la instancia electoral tenga
certeza sobre los casos en los que se aplica la gestión compartida; pero además, y esto
es lo más importante, evitará que el ejercicio de los sistemas políticos de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos siga operando de manera clandestina y continúe
siendo criminalizado.

Por ello, en el marco de la Constitución Política del Estado, una vez producida la
elección de las autoridades a través de normas y procedimientos de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos, con el acompañamiento del SIFDE, no existe la
necesidad de llevar adelante la elección a partir de la democracia representativa; empero,
en la aplicación de sus normas propias deben respetarse los principios de equidad,
paridad y alternancia y, en ese sentido, garantizar que el 50% de titulares y el 50% de
suplentes de las diferentes autoridades sean varones y mujeres.

En ese sentido, las autoridades así elegidas, y los correspondientes acuerdos de


gestión compartida, deberán ser remitidos al Órgano Electoral Plurinacional, a efecto que
se tenga el registro correspondiente de dichos datos y se tenga certeza sobre las
autoridades, su periodo de funciones y su sustitución. En este marco, una vez conocidos
dichos acuerdos de gestión por este órgano, será importante garantizar en relación a la
sustitución de mujeres, que se cumplan con criterios de equidad, paridad y alternacia, es
decir que en el marco de la democracia comunitaria la sustitución sea realizada con otra
mujer para respetar así los criterios antes señalados en armonía con el ejercicio del
derecho colectivo a la democracia comunitaria, por tanto, si el acuerdo de gestión no

20
contuviera esta previsión, considerando que de acuerdo a los principios de
plurinacionalidad, pluralismo, interculturalidad y descolonización se asumió un modelo
dialógico para la construcción de derechos, en estos casos, el Órgano Electoral
Plurinacional, podrá generar diálogos inter culturales destinados a la promoción de
espacios para el empoderamiento de la mujer en el ejercicio de sus derechos, de manera
tal que la protección reforzada se exigida por las propias mujeres al interior de las
naciones y pueblos indígena originario campesinas.

En ese sentido, es evidente que la normativa de desarrollo, en el marco de nuestra


Constitución y el reconocimiento del pluralismo jurídico igualitario, deberá reconocer,
como una causal de sustitución de las autoridades, la existencia de acuerdos de gestión
y, por ello, mismo, como ya lo hizo el Tribunal Constitucional Plurinacional, dar validez a
los mismos.

Esto hará posible que ya no se produzcan las prácticas de renuncia de autoridades


que, en realidad, encubren los acuerdos de gestión compartida que, en tanto sean
producto de la democracia comunitaria y respeten los principios de equidad, alternancia y
paridad, son compatibles con la Constitución Política del Estado pero, paradójicamente,
tienen que ser “camuflados” a través de mecanismos –como la renuncia- que sí tienen
reconocimiento legal como causa de sustitución de autoridades.

En definitiva, ha sido la exigencia de la renuncia de las autoridades la que ha


permitido, en los hechos, que las autoridades burlen los acuerdos a partir de normas y
procedimientos propios, y que, por tanto, se distorsione el ejercicio de los sistemas
políticos de las naciones y pueblos indígena originario campesinas.

5.2. Para el presente: El deber de recolección de información contextualizada en


caso de denuncias y renuncias de mujeres designadas por mecanismos de
democracia comunitaria y para efectos de ejecución de acuerdos compartidos
de gestión que impliquen el reemplazo de mujeres electas bajo mecanismos de
democracia comunitaria

Actualmente no se cuentan con directrices, reglamentos o normas, como las


mencionadas en el punto anterior, que permitan el reconocimiento pleno de las prácticas
de democracia comunitaria; no obstante ello, es posible, a partir de la Constitución,
generar mecanismos para tramitar y resolver los casos actuales en los que existen
denuncias y/o renuncias de mujeres por acoso/violencia político en mérito a la existencia
de acuerdos de gestión compartida.

Así las cosas, debe precisarse que en casos en los cuales se pretenda ejecutar un
acuerdo de gestión compartida que implique la sustitución de una mujer electa por voto
popular; o, cuando una mujer electa bajo mecanismos de democracia comunitaria
presente su renuncia cuando esta no emerja de un acuerdo de gestión compartida, el
Órgano Electoral Plurinacional, antes de ejecutar dicho acuerdo de gestión compartida; o
antes de aceptar la renuncia en los términos establecidos por el art. 24 de la Ley 243, de
oficio y a través del SIFDE, deberá realizar una recolección de información
contextualizada al caso, para verificar si existió o no una situación de acoso o violencia
política en contra de una mujer.

Esta obligación de recolección de información contextualizada del caso, en principio,


tendrá la finalidad de lograr que el Estado Plurinacional de Bolivia cumpla de buena fe su
obligación reforzada de respeto y garantía a derechos de las mujeres en el marco de lo
establecido por la Convención Belém do Pará52. Desde este instrumento, los Estados, de
manera transversal y vertical, es decir en todos los ámbitos de la esfera pública y
privada53, deben garantizar el derecho de toda mujer a una vida libre de violencia en un
entorno exento de cualquier forma de discriminación 54. En este marco, para el
cumplimiento de sus obligaciones especiales de respeto y garantía a los derechos de las
52
Cfr. Corte IDH. Caso Gonzáles y otras (“Campo Algodonero”) Vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 16 de noviembre de 2009. Serie C No. 205, párr. 258. En este estándar se establece que los Estados
miembros no sólo tiene obligaciones genéricas de respeto a derechos y garantías en el marco de la Convención Americana
de Derechos Humanos, sino que también tienen en relación a las mujeres, obligaciones reforzadas en el marco de la
Convención Belém do Pará.
53
Cfr. Corte IDH. Caso Mujeres Víctimas de Tortura Sexual en Atenco Vs. México. Excepcion Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 28 de noviembre de 2018. Serie C No. 371, párr. 215.

21
mujeres, la Corte Interamericana de Derechos Humanos estableció el deber de los
Estados de generar información contextual para poder así visibilizar una posible situación
de violencia contra la mujer55, por lo que sin duda, este deber de generar información
contextual del caso, debe ser ejercido por el Órgano Electoral Plurinacional para
renuncias o ejecución de acuerdos de gestión compartida de mujeres en un contexto de
democracia comunitaria.

Es importante recordar también que la Corte Interamericana de Derechos Humanos,


señaló que la violencia contra las mujeres es una vulneración a los derechos humanos,
una ofensa a la dignidad humana y una manifestación del desequilibrio histórico entre la
mujer y el hombre56, que trasciende todos los sectores de la sociedad
independientemente de su clase, raza o grupo étnico, nivel de ingresos, cultura, nivel
educacional, edad o religión57. Por esta razón, estos desequilibrios históricos, no pueden
ser invisibilizados, de manera tal que para renuncias o ejecución de acuerdos de gestión
compartida de mujeres en un contexto de democracia comunitaria, el Órgano Electoral
Plurinacional, sin duda debe con carácter previo, recolectar información contextual del
caso a efectos de identificar una posible situación de violencia o discriminación.

El deber antes citado, será realizado de oficio, de manera seria, imparcial y


oportuna58, porque los Estados deben brindar una respuesta efectiva a la violencia contra
la mujer59. En efecto, una de las tareas de la recolección de información contextual para
valorar la renuncia de una mujer en el marco del ejercicio de la democracia comunitaria,
es identificar la posible existencia de estereotipos de género en el entorno de los
sistemas políticos propios de las naciones y pueblos indígena originario campesinos 60, ya
que “es posible asociar la subordinación de la mujer a prácticas basadas en estereotipos
de género socialmente dominantes y socialmente persistentes, condiciones que se
agravan cuando los estereotipos se reflejan, implícita o explícitamente, en políticas y
prácticas, particularmente en el razonamiento y el lenguaje de las autoridades…” 61, en
este escenario, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, estableció también que
54
Cfr. Corte IDH. Caso Espinoza Gonzáles Vs. Perú. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Cosas. Sentencia
de 20 de noviembre de 2014. Serie C No. 289, párr. 222.
55
Corte IDH. Caso Véliz Franco y otros Vs. Guatemala. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 19 de mayo de 2014. Serie C No. 277, párrs. 65 y 67.
56
Cfr. Corte IDH. Caso Gonzáles y otras (“Campo Algodonero”) Vs. México, op. cit., párr. 394.
Caso Véliz Franco y otros Vs. Guatemala, op. cit., párr. 207.
Ver también Corte IDH. Caso Rosendo Cantú y otra Vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas.
Senencia de 31 de agosto de 2010. Serie C No. 216., párr. 108.
Ver caso Favela Nova Brasilia Vs. Brasil, Párr. 245.
57
Cfr. Corte IDH. Fernández Ortega y otros Vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 30 de agosto de 2010. Serie C No. 215, párr. 118.
58
Este criterio, emerge del estándar establecido en el caso Campo Algodonero vs. México,op. cit, parr. 290, el cual
establece que en casos de violencia contra la mujer las investigaciones deben ser iniciadas de oficio y sin dilación.
El deber de iniciar de oficio y sin dilación una investigación seria, imparcial y efectiva fue establecida en el caso: Corte IDH.
Caso Gudiel Álvarez y otros (Diario Militar) Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre
de 2012. Serie C No. 235, párr.275.
59
Este razonamiento tiene sustento en el estándar generado en el caso campo algodonero vs. México, op. cit, párr. 164. En
este caso, la Corte Interamericana de Derechos Humanos señaló: “Sin embargo, más allá de las cifras, sobre las cuales la
Corte observa no existe firmeza, es preocupante el hecho de que algunos de estos crímenes parecen presentar altos
grados de violencia, incluyendo sexual, y que en general han sido influenciados, tal como lo acepta el Estado, por una
cultura de discriminación contra la mujer, la cual, según diversas fuentes probatorias, ha incidido tanto en los motivos como
en la modalidad de los crímenes, así como en la respuesta de las autoridades frente a éstos. En este sentido, cabe
destacar las respuestas ineficientes y las actitudes indiferentes documentadas en cuanto a la investigación de dichos
crímenes, que parecen haber permitido que se haya perpetuado la violencia contra la mujer en Ciudad Juárez”.
60
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso Mujeres víctimas de tortura sexual en Ateneco vs. México,
op. cit., en el párr. 213 estableció lo siguiente: “Un estereotipo de género se refiere a una pre-concepción de atributos,
conductas o características poseídas o papeles que son o deberían ser ejecutados por hombres y mujeres
respectivamente, y que es posible asociar la subordinación de la mujer a prácticas basadas en estereotipos de género
socialmente dominantes y persistentes. En este sentido, su creación y uso se convierte en una de las causas y
consecuencias de la violencia de género en contra de la mujer, condiciones que se agravan cuando se reflejan, implícita o
explícitamente, en políticas y prácticas, particularmente en el razonamiento y el lenguaje de las autoridades estatales”. La
Corte Interamericana de Derechos Humanos, definió los estereotipos también en: Caso González y otras (“Campo
Algodonero”) Vs. México, op. cit, párr. 401, y Caso López Soto y otros Vs. Venezuela. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 26 de septiembre de 2018. Serie C No. 362, párr. 235.
La Corte Ineramerica de Derechos Humanos en el caso Atala Riffo y niñas Vs. Chile, en el párr. 140, señaló lo siguiente:
“En consecuencia, la Corte considera que exigirle a la madre que condicionara sus opciones de vida implica utilizar una
concepción “tradicional” sobre el rol social de las mujeres como madres, según la cual se espera socialmente que las
mujeres lleven la responsabilidad principal en la crianza de sus hijos e hijas y que en pos de esto hubiera debido privilegiar
la crianza de los niños y niñas renunciando a un aspecto esencial de su identidad…”.
Los roles de género fueron también abordados en el caso Fornerón e Hija Vs. Argentina, párr. 94; en el caso Artavia Murillo
y otros vs. Costa Rica, párr. 302; y, Velásquez Paíz y otros Vs. Guatemala, op. cit. párr. 180, entre otros.
61
Caso Inés Fernández Ortega vs. México, op. cit. párr. 401.

22
los estereotipos son una causa y consecuencia de la violencia de género en contra de la
mujer62. Desde este enfoque, por la interdependencia que existe entre estereotipos de
género y violencia, sin duda es imprescindible que la recolección de información
contextualizada al caso, indague de manera profunda en cuanto a la existencia o
inexistencia de estos estereotipos, pero con la aclaración de que el análisis de estos
estereotipos consideren el enfoque de despatriarcalización brindado en este trabajo.

En coherencia con lo afirmado, la Corte remarcó que en la medida en la cual estas


conductas se basan en prejuicios y patrones socioculturales profundamente arraigados, el
Estado no puede asumir una actitud pasiva y su obligación no concluye en una sanción
posterior, sino es necesario implementar programas, políticas o mecanismos para
activamente luchar contra estos prejuicios y garantizar a las mujeres una igualdad real 63.
De acuerdo a lo señalado, sin duda, el Órgano Electoral Plurinacional, incurriría en una
grave conducta omisiva al aceptar la renuncia de mujeres en el marco de la democracia
comunitaria o ejecutar un acuerdo de gestión compartida en virtud del cual se sustituya a
una mujer electa por mecanismos de democracia comunitaria, sin realizar la recolección
de información contextual de manera previa.

Asimismo, esta recolección de información contextual, deberá incluir un enfoque de


interseccionalidad, es decir, deberá identificar posibles situaciones múltiples de
discriminación, para lo cual, deberá valorar las circunstancias culturales y los obstáculos
de todo tipo que incidan en el acceso a la función pública de mujeres en el marco de la
democracia comunitaria64. De la misma forma, esta información contextual previa, deberá
considerar las circunstancias de particular vulnerabilidad en las cuales podría encontrarse
la mujer que renuncia o que es sustituida por un acuerdo de gestión compartida y las
posibles situaciones de abuso de poder que podrían generar actos de discriminación y
violencia65. Desde este enfoque intereseccional, la información contextual previa, brindará
un especial énfasis en el caso de renuncias de mujeres durante su gestación, parto y
periodo de lactancia, dado su especial estado de vulnerabilidad66.

En la información contextual a ser recolectada, el Órgano Electoral Plurinacional, a


través del SIFDE, deberá considerar que la violencia contra la mujer no solamente es
física, sino que especialmente en casos de acoso y violencia política, al margen de los
actos descritos por la Ley 24367, la violencia puede ser psicológica, por lo cual deberá
tomarse en cuenta los estándares internacionales en esta temática; en este marco, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, afirmó que esta violencia debe ser valorada
por sentimientos de angustia, desesperación y miedo que pueda experimentar la
víctima68, también deberán valorarse sentimientos de inseguridad, frustración e
impotencia69. Asimismo, deberá identificarse posibles situaciones de constante temor, por
62
Ídem
63
Cfr. Caso Mujeres víctimas de tortura sexual en Ateneco, vs. México, op. cit.
64
Este criterio responde al estándar generado en el caso Rosendo Cantú y otra Vs. México, op. cit. párr. 93.
65
Este criterio responde al estándar generado en: Corte IDH. Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160, párr. 311. Este razonamiento también
fue desarrollado en el caso:
Corte IDH. Caso J. Vs. Perú. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de noviembre de
2013. Serie C No. 275, párr. 361.
66
Estas obligaciones reforzadas emergen de los casos Comunidad Indígena Yakye Axa Vs. Paraguay, párr.. 221; Caso
Comunidad indígena Sawhoyamaxa Vs. Paraguay, párr.. 177; y Caso Comunidad Indígena Kàmoc Kàsek vs. Paraguay,
párr. 233.
67
El artículo 8 de la Ley 243 describe los actos de acoso o violencia política, entre ellos se encuentran los siguientes: Los
que impongan por estereotipos actividades o tareas ajenas a las funciones o atribuciones del cargo; las que asignen
responsabilidades que tengan como resultado la limitación del ejercicio de la función político-pública; las que proporcionen
a las mujeres candidatas o autoridades electas o desginadas información falsa, errada o imprecisa que induzca al
inadecuado ejercicio de sus funciones político-públicas; la obstaculización de asistencia a sesiones u otra actividad de toma
de decisiones; el proporcionar al Órgano Electoral Plurinacional datos falos; actos que impidan o restrinjan su
reincorporació al cargo cuando hagan uso de una licencia justificada; la restricción al uso de la palabra en instancias de
deliberación; la restricción de derechos en el marco de procedimeintos propios de las Naciones y Pueblos Indígena
originario campesinos; actos que restrinjan o impidan el uso de las acciones constitucionales o no las cumplan; la
imposición de sanciones injustificadas que impidan o restrinjan el ejercicio de sus derechos políticos; aplicación de
sanciones pecuniarias, descuentos arbitrarios y/o retención de salarios; discriminación por razones de sexo, color, edad u
otra condición; discriminación por embarazo; divulgación de información con el objeto de menoscabar su dignidad;
divulgación de información falsa con objetivo de desprestigiar a la autoridad; presión o inducción a presentar renuncia al
cargo; y, actos que obliguen a una mujer a avalar actos ilegales.
68
Este criterio emerge del estándar contenido en el caso Gelman vs. Uruguay, párr.. 98.
69
Este criterio emerge del estándar contenido en el caso: Corte IDH. Caso Blake vs. Guatemala. Excepciones Preliminares.
Sentencia de 2 de julio de 1996. Serie C. No. 27, párr. 114; y del caso Penal Castro Castro vs Perú, op. cit., párrs. 278 y

23
ser esta una forma de violencia psicológica 70. La violencia psicológica se enmarca en
actos de tortura psicológica que emerjan de contextos de amenazas o cualquier forma de
presión71.

Cualquier acto de presión o amenaza, deberá ser identificado en esta recolección de


información contextualizada en el marco de las circunstancias particulares de la mujer
que renuncia al cargo o que es sustituida en el marco de un acuerdo de gestión
compartida, para analizar así posibles factores de violencia psicológica 72. Asimismo, el
análisis debe considerar circunstancias de temor de la víctima sobre su vida o la
integridad personal o de alguna persona del entorno familiar73.

En esta recolección de información contextual, el SIFDE, además, deberá identificar


circunstancias de violencia verbal y estereotipada que consisten entre otras, en insultos y
amenazas con connotaciones sexuales, machistas, discriminatorias y misóginas que no
pueden ser invisibilizadas por el Estado74.

Asimismo, la mujer que en contextos de democracia comunitaria presenta renuncia


ante el Órgano Electoral Plurinacional o que sea sustituida por un acuerdo de gestión
compartida, debe intervenir en todo el proceso de la recolección de información
contextual75; además, de acuerdo a las circunstancias, deberá brindársele intérprete76, así
como el apoyo necesario desde una perspectiva de despatriarcalización77.

Esta recolección de información contextualizada, debe considerar que la declaración


de la mujer renunciante o sustituida será fundamental desde una perspectiva de
valoración de hechos y de pruebas78, declaración que deberá además ser valorada en el
contexto del caso79 , es decir, en el marco de estereotipos de género y cualquier otra
circunstancia relevante identificada.

De acuerdo al caso y para una eficaz información contextual, el Órgano Electoral


Plurinacional, podrá adoptar medidas específicas de protección, especialmente en
relación a defensores o defensoras de derechos humanos que puedan aportar elementos
importantes en el caso y que puedan estar en un marco de riesgo 80; también deberá
asumir todas las medidas adecuadas para evitar omisiones en la recolección probatoria.
El Órgano Electoral Plurinacional, deberá generar un ambiente de confianza en el cual a
través de diálogos y entrevistas pueda recolectarse información relevante para el caso81.

La información contextual recolectada por el SIFDE concluirá con un informe, el


cual será el sustento para aceptar la renuncia o para ejecutar un acuerdo de gestión
compartida que sustituya a una mujer electa bajo mecanismos de democracia
comunitaria. El informe podrá sugerir medidas destinadas a evitar que los actos de
discriminación vuelvan a repetirse.
279.
70
Este criterio emerge del estándar contenido en el caso Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú, op. cit., párr.. 308.
71
Este criterio emerge del caso: Corte IDH. Caso Maritza Urrutia Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 27 de noviembre de 2003, En el caso Cantoral Benavidez vs. Perú, también se desarrolló la tortura psicológica. La Corte
en el caso Mujeres víctimas de tortura sexual en Ateneco vs. México, op. cit., párr.. 192, estableció: “La Corte recuerda que
se ha conformado un régimen jurídico internacional de prohibición absoluta de todas las formas de tortura, tanto física
como psicológica, y respecto de esta última, se ha reconocido que las amenazas y el peligro real de someter a una persona
a graves lesiones físicas produce, en determinadas circunstancias, una angustia moral de tal grado que puede ser
considerada “tortura psicológica”. Este estándar fue también asumido en los casos Cantoral Benavides Vs. Perú.
Reparaciones y Costas. Sentencia de 3 de diciembre de 2001. Serie C No. 88, párr. 102, y Caso López Soto y otros Vs.
Venezuela. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de septiembre de 2018. Serie C No. 362, párr. 183.
72
Este criterio emerge del caso Favela Nova Brasilia Vs. Brasil, párr. 250.
73
Este criterio emerge del caso Masacres de Ituango vs. Colombia, pár. 256.
74
Este criterio emerge del estándar establecido en el caso Mujeres víctimas de tortura sexual en Ateneco vs. México, op.
cit., párr. 112.
75
Este criterio emerge del estándar establecido en el caso Rosendo Cantú y otra vs. México, op. cit., parr. 213.
76
Este criterio emerge del estándar establecido en el caso Rosendo Cantú y otra vs. México, op. cit, párr. 213.
77
Este criterio emerge del caso Rosendo Cantú y otra Vs. México, op. cit. párr..213.
78
Este criterio emerge del estándar generado en el caso Fernández Ortega Vs. México, op. cit., párr. 100. Estos criterios
también fueron asumidos en el caso Rosendo Cantú y otra Vs. México, op. cit, párr. 108
79
Este criterio emerge del estándar generado en el caso Espinoza Gonzáles vs. Perú, op. cit., párr.. 68.
80
Este criterio emerge del estándar generado en el caso Defensor de Derechos Humanos y otros Vs. Guatemala, párr..
157. También este criterio se encuentra en el Asunto B. respecto de El Salvador. Resolución de la Corte Interamericna de
Derechos Humanos del 29 de mayo de 2013. Primer punto de la parte resolutiva.
81
Este criterio emerge del estándar brindado en el caso Velásquez Paíz y otros Vs. Guatemala, párr.169.

24
Al margen de lo señalado, debe resaltarse que la Corte establece que en casos de
violencia contra la mujer, los Estados deben contar con un adecuado marco jurídico de
protección, que además tenga una aplicación efectiva y que incluya políticas de
prevención y prácticas que permitan actuar de una manera eficaz en casos de violencia
contra las mujeres82, en este escenario, la ineficacia o indiferencia estatal constituye en sí
misma una discriminación contra la mujer83.

Sin duda, el Estado Plurinacional de Bolivia, en el contexto del bloque de


constitucionalidad y de las leyes 243 y 348, que están en armonía con las leyes 026 y
018, tiene un marco adecuado para la lucha y protección de las mujeres frente a la
violencia y no discriminación; sin embargo, en buena medida, la efectividad de esta
normativa, dependerá de la protección reforzada que brinde a las mujeres el Órgano
Electoral Plurinacional, especialmente en caso de renuncia de mujeres o de ejecución de
acuerdos de gestión compartida en contextos de democracia comunitaria.

Finalmente, es importante señalar que el Órgano Electoral Plurinacional, en caso


de identificar en la recolección de información contextualizada del caso, elementos que
indiquen actos de acoso o violencia política contra una mujer en el marco del ejercicio de
la democracia comunitaria, deberá brindarle al artículo 21.I de la Ley 243 una
interpretación conforme al bloque de constitucionalidad.

En efecto, si bien el referido artículo establece en su primer parágrafo que los


delitos de acoso y violencia política, serán denunciados ante el Ministerio Público y
sometidos a la jurisdicción ordinaria de acuerdo a normativa procesal penal vigente;
empero, es imprescindible reiterar la Recomendación 33 del Comité de la CEDAW, que
establece que, la mujer como víctima debe decidir si se somete a la jurisdicción ordinaria
o a la jurisdicción indígena originaria campesina; por tanto, deberá ser el Órgano Electoral
Plurinacional que efectúe la consulta informada a la víctima con la finalidad de remitir los
antecedentes al Ministerio Público o, en su caso a la jurisdicción indígena originaria
campesina.

Finalmente, es importante recordar que una respuesta ineficaz del Estado a casos
de violencia contra la mujer, en términos de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, propicia un ambiente de impunidad que facilita y promueve la repetición de los
hechos de violencia en general y envía un mensaje según el cual la violencia contra las
mujeres puede ser tolerada y aceptada, lo que favorece su perpetuación y la aceptación
social del fenómeno, además de generar el sentimiento y la sensación de inseguridad de
las mujeres, así como una persistente desconfianza de éstas en los órganos estatales 84.
En este escenario, sin duda el Órgano Electoral Plurinacional tiene un rol esencial para
garantizar el ejercicio de los derechos políticos de las mujeres libres de violencia y toda
forma de discriminación para que en el marco del principio de despatriarcalización, el
Estado Plurinacional de Bolivia cumpla de buena fe sus obligaciones internacionales; sin
embargo, la protección reforzada a las mujeres, de ninguna manera significa anular o
desconocer el derecho colectivo de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos a ejercer la democracia comunitaria.

6. Reflexiones finales

En base a todo lo señalado, se puede colegir que los acuerdos de gestión compartida
son plenamente compatibles con la Constitución y el bloque de contitucionalidad
boliviano, toda vez que emergen del ejercicio de la democracia comunitaria, por lo tanto,
deben ser respetados por todos los órganos de poder, no siendo necesario aplicar la
figura de la renuncia, toda vez que dicho acuerdo debe ser ejecutado directamente por el
Órgano Electoral Plurincional; sin embargo, en una armonización de derechos colectivos
de las naciones y pueblos indígena originario campesinos con una protección reforzada a
las mujeres, esta instancia, si bien debe respetar estos acuerdos de gestión, empero,
también debe velar porque los mismos respeten criterios de equidad, paridad y

82
Cfr. Caso Campo Algodonero vs. México, op. cit., párr. 258. Este estándar también fue asumido en el caso Masacre de
El Mozote y lugares aledaños Vs. El Salvador, párr. 243.
83
Este razonamiento es consecuencia del estándar establecido en el caso Veliz Franco y otros vs. Guatemala, párr.. 208.
84
Caso Espinoza Gonzáles vs. Perú, op. cit.,párr. 280.

25
alternancia y que no sean ejecutados en un contexto de acoso y violencia politica contra
las mujeres.

Para este fin, será esencial que en el momento de la suscripción de un acuerdo


compartio de gestión, este sea puesto a conocimiento del Órgano Electoral Plurincional,
para que posteriormente sea ejecutado en un marco de respeto a requisitos de equidad,
paridad y alternancia y merced al respeto pleno de la democracia comunitaria.

En coherencia con lo señalado, será importante que el SIFDE, en el marco de los


estándares internacionales de protección de derechos, antes de ejecutar un acuerdo de
gestión compartida que implique el reemplazo de una mujer, de oficio realice una
recolección de información contextual, que descarte o en su caso identifique actos de
acoso o violencia política contra las mujeres en el ejerciciio de la democracia comunitaria.

De la misma forma, el Órgano Electoral Pluriacional, en caso de identificar elementos


que puedan constituir actos de acoso o violencia política contra las mujeres, deberá
interpretar la Ley 243 de conformidad con el bloque de constitucionalidad, por lo tanto,
después de una consulta informada a la mujer víctima de acoso o violencia política,
remitira el caso a la jurisdicción ordinaria o a la jurisdicción indígena originaria campesina,
tal como lo establece la Observación General No. 33 del Comité de la CEDAW, por lo que
en el marco de los principios de plurinacionalidad, pluralismo, interculturalidad,
descolonización y despatriarcalizacion, la jurisdicción compentente para casos de acoso y
vioencia política contra las mujeres, no la define el Estado, sino la víctima.

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