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HERRERO, CÉSAR
Para tener una visión satisfactoria sobre la noción de delincuente, al menos desde una
óptica criminológico-clínica, parece menester, en primer término, definirlo a partir del
concepto asumido de delito. Entonces, tenemos:
Una persona, que comete reiterada o habitualmente delitos, ha llegado a ser delincuente
por poseer, en grado superior a la “media”, los siguientes rasgos afectantes a su
personalidad y operantes en constelación: Egocentrismo (tanto intelectual como
afectivo). Labilidad de sentimientos, de propósitos, de dolorosas experiencias. De
dificultad para reflexionar, medir las consecuencias de sus actos, para morar en su
propio interior. Le resbala todo lo que considera negativo para él a la hora de idear,
decidir y de llevar a cabo sus acciones criminosas). Agresividad negativa (o estar dotado
de la capacidad física y psíquica suficiente para llevar a ejecución sus proyectos
delictivos haciendo frente a los obstáculos que le salgan en el camino de su resolución).
Indiferencia afectiva, escasez o ausencia de “empatía”y “simpatía” para con el prójimo.
1º LAS PSICOSIS
TIPOS:
— Esquizofrenia simple. Se caracteriza por la presentación de un desarrollo imprevisto,
insidioso, en forma progresiva, de trastornos psicóticos que hacen desembocar en
comportamientos que podríamos calificar de extravagantes, convirtiendo al paciente en
incapaz para desempeñar su papel ordinario en la vida social, siendo bajísimo su
rendimiento en el resto de funciones. De aquí que, individuos diligentes en la pre-
enfermedad, se conviertan en personas ociosas, sin iniciativa alguna, salvo el
vagabundeo.
— Esquizofrenia hebefrénica. Se manifiesta con trastornos afectivos de gran relevancia,
con ideas delirantes y alucinatorias sin estructuración completa, siendo temporales,
transitorias. El pensamiento es desorganizado y, en consecuencia, arrastra al lenguaje a
la oscuridad y la incoherencia. La abulia y el embotamiento afectivo se instalan en el
paciente desde la adolescencia o primera juventud. De aquí, su nombre. Su
comportamiento es carente de intencionalidad y se exhibe como errático e insustancial.
De aquí, también, sus “manierismos”, sus risas o sonrisas fofas y sin sentido, su modo
de actuar fuera de tono y de contexto.Pueden aparecer ideas delirantes y alucinaciones,
pero sin dominar el cuadro. Son llamativas, a veces, las alucinaciones acústicas de
mandato (con frecuencia como venidas desde “el más allá”).
— Esquizofrenia paranoide. En ésta florecen las ideas delirantes y alucinaciones. Las
alucinaciones se presentan en forma de voces que dan órdenes, que insultan o increpan
al alucinado, pudiendo presentarse también en forma de alucinaciones acústicas pero sin
con-
tenido verbal. O, en fin, en forma de alucinaciones afectantes al resto de sentidos:
olfato, gusto... o, en forma de alucinaciones sexuales. Se dan, asimismo, si bien no muy
a menudo, las alucinaciones ópticas.
Las ideas delirantes pueden poseer contenidos de persecución, de hacer sentir al
paciente que está controlado; no son llamativos los brotes de trastornos afectivos. ni
síntomas de abulia, ni trastorno de lenguaje ni de movilidad.
— Esquizofrenia catatónica. Se identifica por la presencia de considerables
perturbaciones psicomotóricas, tomando la forma de excitación, resistencia negativa o,
en su caso, el modo de la llamada obediencia automática, reiteración continua en el
lenguaje.También cursa con estupor, mutismo, rigidez o flexibidad excesiva, con
catalepsia.
— Esquizofrenia indiferenciada. Estamos ante trastornos psicóticos que no se adaptan a
ninguno de los modelos descritos con anterioridad, pues no presentan rasgos bien
delimitados, sino más bien tomando elementos de rasgos diversos. no existe un rasgo en
torno al cual se puedan vertebrar, o en torno al cual puedan girar los demás.
— Esquizofrenia residual. Se distingue por presentar la estabilización “in peius” de la
situación inicial, caminando ésta hacia el deterioro característico del paciente. Es decir,
hasta llegar a presentar algunos de los llamados síntomas negativos. Si bien, no hay que
considerarlos, por sistema, irreversibles.
Esquizofrenia y criminalidad. ¿Cuál es la virtualidad criminógena de la
esquizofrenia? Las esquizofrenias aparecen, estadísticamente, como las psicosis con
más riesgo de empujar al delito y al delito violento. Dependiendo de cúales sean los
rasgos predominantes en las mismas. Las más peligrosas son las que cursan,
preferentemente, con ideas delirantes de persecución, de alucinaciones “transmisoras de
órdenes delictivas”
HODGINS manifiesta, de que las personas afectadas por esquizofrenia, o que están a
punto de desarrollarla, corren el riesgo de actuar violentamente contra otros en una
proporción comparativamente mayor que la población general.
Añadiendo algo muy interesante: Que, durante el episodio agudo, éste, en virtud de su
intensidad, se presenta como factor único o decisivo en la realización de la conducta
agresiva. Aunque, una vez pasado el efecto álgido de aquél, entran a tomar parte otros
factores. Así, los factores sociodemográficos (sexo masculino, edad joven), los síntomas
persistentes (síntomas depresivos, delirios de control), una conducta antisocial
preexistente y, desde luego, el consumo regular de sustancias adictivas...345 Este último
extremo es, asimismo, ratificado por otros trabajos de Criminología Comparada.
Estando en concordancia, también, gran parte de especialistas en que los
esquizofrénicos más delincuencialmente peligrosos son los paranoides y los
hebefrénicos. Y que, por supuesto, los esquizofrénicos pueden llevar a cabo actos
criminales al margen de la influencia directa de su enfermedad y, por tanto, bajo el
influjo de posibles factores no derogadores de la capacidad libre de decidir.
También, a veces, entre sus delitos violentos, cometen agresiones sexuales
(violaciones).
Entre los esquizofrénicos que actúan violentamente frente a terceros, existen tipos
distintos, tomando como referencia la edad del comienzo del comportamiento violento y
antisocial. Y así afirma:
“Los “debutantes precoces” (“early starters”) tienen un conjunto de conductas
antisociales que aparecen ya en la infancia o al principio de la adolescencia, bien antes
del inicio de la enfermedad, y que permanecen estables durante la vida. Un segundo
grupo no tiene conductas antisociales antes del comienzo de la patología, pero tiene, a
continuación, conductas agresivas reiteradas contra el otro. Un último pequeño grupo,
afectado por una esquizofrenia crónica no manifiesta comportamientos violentos
durante diez o veinte años a
partir del inicio de la enfermedad; después, no obstante, desarrolla conductas violentas
graves, aflorando, con frecuencia, en forma de actos criminales frente al entorno que le
cuida.” El autor avanza, a continuación, la hipótesis de que: “Los factores genéticos,
prenatales, el rol de los padres, el maltrato, las funciones cognitivas y motrices, el
funcionamiento del eje hipotálamo hipofiso-subrenal y los factores inmediatos, como
los síntomas de psicosis y el uso de sustancias adictivas, difieren en estos tres grupos de
pacientes esquizofrénicos violentos.
DIMENSIÓN CRIMINÓGENA
Trastornos neuróticos son los trastornos mentales sin ninguna base orgánica
demostrable y frente a los cuales el enfermo puede guardar una perfecta lucidez, sin
acompañarse de alteración alguna del sentido de la realidad y con relación a los mismos,
habitualmente, el individuo no confunde sus experiencias subjetivas y sus fantasmas
mórbidos con la realidad exterior. El comportamiento puede ser muy perturbado, si bien
quedándose generalmente dentro de límites socialmente aceptables, pues la personalidad
no está desorganizada. Las principales manifestaciones son una ansiedad excesiva,
síntomas histéricos, fobias, síntomas obsesivos y compulsivos, depresión.
Su dimensión criminógena. Sobre este particular es de subrayar que existe una
categoría de neuróticos (los denominados “neuróticos compulsivos”) que, en busca de
catarsis, “deciden” resolver sus conflictos intrapsíquicos, a los que se enfrentan,
poniendo en acción comportamientos antisociales.
A veces, graves. Incoscientemente, buscan, con éstos, liberarse de su altísima tensión
descargándola sobre los demás, culpándoles de ella, manifestándose con gran
agresividad, seguida, no frecuentemente, de no escasa violencia.
Violencia que se materializa en insultos, injurias, lesiones.
Otros enfermos de neurosis tratando de liberarse de su densa e intensa angustia
“cambian” necesidad de catarsis por delitos, con cuyo próximo castigo esperan
compensar su conflicto interior, nacido, a veces, de un complejo de culpabilidad. En
este empeño, pueden cometer, por ejemplo, actos de piromanía, de cleptomanía, abusos
sexuales.
Sin descartar casos en que se autoacusan falsamente con el mismo fin e todas formas, lo
neuróticos en general no manifiestan ni amplia ni grave orientación delictiva.
Desde una perspectiva psicológica, en este campo hay que hacer referencia a la “teoría
de las causas predisponentes y de las causas motivantes”. “De manera general, la teoría
de Murlock explica que las causas predisponentes crean un terreno propicio a la
delincuencia o a la criminalidad, y cuando a ellas son asociadas a una o unas causas
motivantes, casi seguro que hará la aparición el fenómeno del que ahora se habla. Por el
contrario, si no existen causas motivantes, las oportunidades de ver aparecer la
delincuencia o la criminalidad son prácticamente nulas.
Según los “hallazgos” de la precitada autora, han de considerarse causas predisponentes
al menos las diez siguientes, enmarcables dentro de los tres sectores que nosotros
venimos constantemente enunciando (biológico o psicobiológico, psicológico o
psicomoral, social o psicosocial) y que, repetimos, pueden hacerse presentes, de forma
conjunta y convergente, fundamentando la “plataforma predisposicional” a la
delincuencia del delincuente concreto. Se enumeran: el cociente intelectual, una
condición física anormal, los trastornos cerebrales, la actitud hostil escolar, la
ambigüedad o relativismo de los valores morales, las condiciones medioambientales
desfavorables, desorganización y mal uso del tiempo libre (lo que crea aburrimiento y
puede impulsar a llevar a cabo acciones con el fin de huir del hastío), la pobreza o la
tensión en las relaciones afectivas dentro del ámbito familiar, el deficiente o
inadecuado grado de socialización.
En cuanto a las causas motivantes, dicha investigadora hace referencia a seis, insertas
dentro de áreas diversas, según nazcan por planificación (causas planificadas) o por
impulsividad (causas impulsivas). Las primeras son aquéllas que se relacionan con la
consecución de un objetivo bien delimitado, con la realización de un delito preparado
anticipadamente. Las segundas se identifican por proceder de una frustración, de una
contrariedad, próximamente experimentadas por el sujeto activo. Se considerarían,
pues, causas moti- vantes las seis siguientes: La insatisfación material, la vivencia o
apetencia de emociones fuertes, el estado de nostalgia o de tedio, el sentimiento de
inferioridad, el deseo de gratificación sexual inmediata (presente en las agresiones
sexuales), la reivindicación de autonomía o independencia.
ACTORES CRIMINÓGENOS DE BASE, DE ORIENTACIÓN PSICOBIOLÓGICA
Acabamos de señalar a los factores psicobiológicos como el grupo de factores que
pueden actuar dentro del delincuente para predisponerle a la acción delictiva.
Entonces, ¿cúales son esos factores de origen genético, congénito o de proceso
sobrevenido, causante de disfunciones psicosomáticas o afines? Partiendo de los
trabajos “ad hoc”, elaborados tanto desde fuentes actuariales como desde la clínica
criminológica, se hace mención, como relevantes, o muy relevantes, a los siguientes:
Factores genéticos, factores bioquímicos, factores orgánicos, factores psicofisiológicos,
factores de déficits físicos o anatómicos, factores bíocerebrales, variables
endocrinológicas y neurofisiológicas.
En efecto, una considerable cantidad de autores, que abordan esta cuestión, hacen
referencia al esquema siguiente sobre factores criminógenos, más o menos intensos y
directos, de carácter psicobiológico:
— Disfunciones citogenéticas (XYY, XXY...)
— Trastornos bioquímicos (serotonina...)
— Condiciones congénitas (Síndrome fetal alcohólico...)
— Daños cerebrales (en lóbulo frontal, hidrocefalia, perlesía cerebral, demencia
alcohólica). Sean de origen innato, congénito o sobrevenido (por golpes traumáticos en
el cerebro).
— Trastornos de nutrición (v. gr., dieta diaria elaborada con alimentos impregnados de
colorantes)
— Trastornos hormonales (nivel, más alto de lo normal, de testosterona. Hiperactividad
en la adolescencia, sobre todo en varones
— Intoxicación por contaminación ambiental (por ejemplo, a través de partículas de
plomo flotantes en el medio-ambiente...)
— Ingesta de algunas sustancias-medicamento con carácter de drogas (anticonvulsivos)
Gran parte de este grupo de anomalías produce dosis de violencia bastante más allá de
lo normal, irreflexión, desadaptación familiar, escolar, social.
Otros autores, que parten de un esquema factorial dual en relación con la
criminogénesis, hablando de factores sociales y de factores individuales, introducen,
entre éstos últimos, además de los que acabamos de ver, algún otro, al que atribuyen
carácter psicobiológico de naturaleza anatómico-física. Así, las condiciones físicas
anormales o defectuosas.
FACTORES CRIMINÓGENOS DE BASE, DE ORIENTACIÓN PSICOMORAL
Cuando hablamos de factores psicomorales queremos significar que estamos
refiriéndonos a modos de reaccionar del ser humano, adquiridos por socialización y que,
por ello, no están en relación directa con la vertiente biológica o psicobiológica del
hombre.
Los factores criminógenos psicomorales han de estar, entonces representados, entre
otros por:
— La profesión y práctica de valores (más bien cabe hablar de antivalores o
contravalores) antagónicos a los valores sociales necesarios o muy convenientes para la
integración, conformidad, solidaridad, en y con la comunidad. Fundamentalmente
contrarios a los valores
encarnados en los derechos humanos fundamentales.
— El egocentrismo, tanto intelectual como afectivo, en grado superior a la media de los
seres humanos estadísticamente normales. Generador, en todo caso, de aislamiento y
falta de solidaridad con el prójimo.
— La vivencia constante de disfunciones familiares representadas, por ejemplo, en
relaciones de humillación, rechazo..., sobre todo sobre miembros familiares que sean
niños o adolescentes. Situaciones que no otorgan la posibilidad de internalizar o
asimilar inhibidores frente al delito.
Déficits profundos en los medios normales de comunicación con los otros (ideación,
leguaje, escasos o deficientes.), conformados así por la falta continuada de
intercomunicación, potenciándose el ensimismamiento y aislamiento en confrontación
con la solidaridad.
— Sentimientos de odio o de revancha frente a determinados grupos sociales o étnicos.
— La automarginación y autoexclusión del compromiso social como estilo de vida
elegido.
— La vivencia continuada en contextos de iguales, de bandas... claramente antisociales,
antijurídicos o inmorales. Y, por tanto, donde la vida del delito queda autojustificada.
Donde, además, el consumo de drogas (alcohol, estupefacientes y sustancias
psicotrópicas) facilitan el paso al acto, al debilitar aun más sus frenos inhibitorios. Este
facilitamiento provoca, asimismo, la posesión y manejo de las armas de fuego.
— La huida de la escolarización. Alejándose así de la actitud consolidada de asumir los
valores y habilidades imprescindibles para poder adaptarse de forma adecuada al
contexto de la ciudadanía normal.
— La ausencia, en la formación del ser humano, de educación en el control de sí, en la
combinación ponderada del “principio de placer” y el “principio de realidad”.
— El cultivo, por sistema, del incumplimiento de las normas sociojurídicas, de la
intromisión en la vida ajena, de la complacencia en la propia indulgencia y en la
alabanza de la propia irresponsabilidad Se sabe mucho acerca de los factores de riesgo
claves para la delincuencia. Que incluyen la impulsividad, una inteligencia escasa y un
rendimiento escolar bajo, la es-
casa supervisión parental, el abuso físico de los niños, la disciplina parental punitiva y
errática, una actitud parental fría, los conflictos parentales, las familias rotas, los padres
antisociales, el carácter excesivamente numeroso de la familia, unos ingresos familiares
bajos, un grupo de amigos antisociales, los colegios con un elevado índice de
delincuencia, y los vecindarios en que se comete un gran número de delitos.
FACTORES CRIMINÓGENOS DE ORIENTACIÓN PSICOSOCIAL.
O DE CARÁCTER EXÓGENO CONTINUADO
Dentro del que viene denominándose “micro-medioambiente”, algunos autores hacen
referencia, como a posibles factores psicosociales, a las graves disfunciones
relacionadas, sobre todo, con: El estatuto-económico inferior, la influencia de la banda o
del grupo, la pertenencia a una minoría étnica, la familia, la escuela, el vecindario.
“Entre los diversos factores que pueden contribuir a la delincuencia, la ausencia de
sobrevigilancia por parte de los padres así como el infeliz estado familiar sobresalen
como los factores contributivos más relevantes de la delincuencia”479. Ello supone
presencia amplia y profunda de carencia afectiva y de orientación educativa, en los
miembros más vulnerables de la familia, y, de aquí, aquéllas consecuencias.