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RESUMEN DEL TRATADO DE CRIMINOLOGÍA DEL AUTOR HERRERO

HERRERO, CÉSAR

LOS ELEMENTOS COMPONENTES DEL OBJETO MATERIAL DE LA


CRIMINOLOGÍA SU PERSPECTIVA CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA

EL DELITO DESDE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA

Ha de entenderse por delito: Aquella conducta o conductas que, siendo gravemente


lesivas de valores, intereses o bienes importantes o muy importantes para la comunidad,
están penalmente castigadas por una ley en sentido estricto.

EL DELINCUENTE DESDE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA

Para tener una visión satisfactoria sobre la noción de delincuente, al menos desde una
óptica criminológico-clínica, parece menester, en primer término, definirlo a partir del
concepto asumido de delito. Entonces, tenemos:

1º Definición del delincuente a partir del concepto de delito.

Por delincuente ha de entenderse: La persona jurídicamente capacitada que, con


reiteración o habitualidad, realiza, con conocimiento de causa, comportamientos
gravemente lesivos de valores, intereses legítimos o bienes importantes, o trascendentes,
para la comunidad, o de algunos de sus miembros, estando tales conductas legalmente
castigadas con penas proporcionadas al mal causado.

2º Los elementos específicos actuantes en el criminal, que le impulsan hasta serlo.

Una persona, que comete reiterada o habitualmente delitos, ha llegado a ser delincuente
por poseer, en grado superior a la “media”, los siguientes rasgos afectantes a su
personalidad y operantes en constelación: Egocentrismo (tanto intelectual como
afectivo). Labilidad de sentimientos, de propósitos, de dolorosas experiencias. De
dificultad para reflexionar, medir las consecuencias de sus actos, para morar en su
propio interior. Le resbala todo lo que considera negativo para él a la hora de idear,
decidir y de llevar a cabo sus acciones criminosas). Agresividad negativa (o estar dotado
de la capacidad física y psíquica suficiente para llevar a ejecución sus proyectos
delictivos haciendo frente a los obstáculos que le salgan en el camino de su resolución).
Indiferencia afectiva, escasez o ausencia de “empatía”y “simpatía” para con el prójimo.

La criminalidad se explica no por la presencia de un carácter inherente de trazos


psicológicos específicos del criminal, sino más bien por la diferencia de grado de los
rasgos psicológicos (egocentrismo, labilidad, agresividad, indiferencia afectiva) entre
delincuentes y no delincuentes. 

EL PASO AL ACTO CRIMINAL SUS ELEMENTOS FUNDAMENTALES.

J. Pinatel, sobre este particular explica:


“Desde un punto de vista objetivo, se da el paso al acto cuando la pulsión que apremia
hacia el crimen es superior a la resistencia que encuentra.
Esta pulsión, por la cual es determinado el paso al acto es la agresividad, que puede ser
fisiológica  o patológica (agredir en el sentido de atacar). Ella viene neutralizada en la
mayor parte de los hombres por alguna resistencia (temor de la desaprobación social,
gravedad de la amenaza penal, la piedad hacia la víctima).
Ahora bien, los criminales de profesión y los grandes criminales carecen de estas
inhibiciones: no corren el riesgo de juzgar un problema moral desde el punto de vista
distinto al juicio personal, son egocéntricos, lábiles, incapaces de evitar aquello que
puede producir su propio daño, indiferentes afectivamente, privados de emociones e
inclinaciones de carácter altruista. Junto a estos factores de la personalidad que
determinan el paso al acto existen también los que regulan la ejecución. Por tanto la
dirección de la conducta criminal está en función del temperamento, su resultado
depende de las aptitudes físicas, intelectuales y profesionales, su motivación depende de
las necesidades alimentarias y sexuales.
En la situación no específica prevalece el proceso de maduración criminal, descrito por
Sutherland, en el cual se combinan la posesión de técnicas criminales y una tendencia
general hacia la criminalidad que hace así que el sujeto se considere, en cierto sentido,
embarcado en una carrera criminal.
EL DELINCUENTE PSIQUIÁTRICAMENTE DEFINIDO, DESDE LA
CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
Esta tipología de delincuentes psiquiátricamente definidos, en sentido estricto, ofrecida
por J. Pinatel, corresponde, sustancialmente, a ese amplio círculo de personas que han
venido siendo denominadas tradicionalmente como “personalidades anormales” y que,
según aclaran G. STEFANI, G. LEVASSEUR , desde un punto de vista criminológico.
 Se trata de individuos que obran bajo el efecto de una psicosis, de una neurosis, de
estados psicopáticos, de anomalías de la inteligencia (oligofrenias, pseudo- débiles o
desequilibrados) o, todavía, desde una inmadurez muy acentuada, cuando el individuo,
en sus modos de comunicación con el otro, se manifiesta en una fase infantil”.
• Personalidad anormal
Hay que atribuir personalidad patológica, cuando se constata la existencia de:
— “Difusión de la Identidad (ausencia de coherencia interna y de capacidad para
distinguir el mundo interno del externo, el Yo del no-Yo).
— Yo débil (dependencia estrecha de emociones e impulsos poco o nada controlables,
inconstancia e incoherencia en los afectos y en las relaciones interpersonales,
desconfianza en Sí y en los otros).
— Super-Yo arcaico o dependiente (sádico, persecutorio, escindido o excesivamente
conectado con las prohibiciones infantiles).
— Inapropiada e insuficiente gestión de la agresividad y de la sexualidad (incapacidad
para conjugar ternura y empatía con las propias necesidades sexuales y relacionales,
reacciones excesivas frente a los ataques reales o presuntos en torno al propio
sentimiento de autoestima,
desordenada o no conseguida relación objetal.
— Escisión de la relación con el objeto (los objetos son o idealizados o perseguidores;
intensa actividad emotiva)”. Naturalmente, en estas funciones y disfunciones del Yo se
dan grados.
Cuando determinadas disfunciones específicas (a nivel intelectual-racional, volitivo,
afectivo) alcanzan ciertos niveles de gravedad, pueden desembocar en situaciones de
anormalidad.

PELIGROSIDAD Y ORIENTACIÓN DELINCUENCIAL, ATRIBUIDAS A LOS


TIPOS DE INFRACTORES PSIQUIÁTRICAMENTE DEFINIDOS EN SENTIDO
PROPIO
“Se sugiere la existencia de una relación positiva entre perturbación mental mayor,
“comorbidez” psiquiátrica y criminalidad, asociación que aparece tanto más fuerte si se
trata de un hombre esquizofrénico con un diagnóstico de abuso o de dependencia a una
substancia, en particular el alcohol, manifestándose, así, la ventaja de los crímenes
violentos sobre los no violentos; Sin embargo  es necesario destacar que la violencia no
afecta a todos los pacientes y que la criminalidad de los enfermos mentales no
representa nada más que una débil proporción de la criminalidad general.
¿Los infractores psiquiátricamente definidos, en sentido propio, actúan siempre bajo la
influencia directa, inmediata y exclusiva de la psicopatología de la que adolecen?
Podemos decir, de entrada, que no. Cualquier comportamiento humano (también el
antisocial) es efecto y expresión, como ya sabemos, tanto de factores endógenos como
exógenos, siempre que estén presentes en el individuo en el momento de actuar o de
reaccionar en el proceso del paso al acto.
La postura consistente en concebir un crimen únicamente a partir de la psicopatología
de su autor y del diagnóstico es ciertamente reduccionista. Si los crímenes cometidos
por los enfermos mentales se inscriben en una dinámica criminógena propia en el
paciente proceso más o menos largo jalonado de dramas existenciales y de situaciones
frustrantes el estudio de un paso al acto criminal debe tomar en consideración los
factores situacionales así como los ligados a la víctima.

E. FACTORES NOSOLÓGICOS MÁS RELEVANTES, POTENCIALMENTE


INFLUYENTES EN ESTA CLASE DE ENFERMOS CON RELACIÓN AL PASO AL
ACTO CRIMINAL
Se suele hacer referencia a:
— Factores demográficos (la edad, el sexo, el estado civil, la situación
socioeconómica).
— Factores relacionados con la biografía personal (contexto familiar desde la infancia,
antecedentes delictivos, sobre todo en relación con la violencia).
— Las fases, respecto del desarrollo de la persona, durante las que se han dado los
procesos de elaboración y modos de manifestación de la violencia o conducta
gravemente irregular.
La accesibilidad a las armas y a las víctimas.
— Los factores relacionados con el abuso de alcohol y estupefacientes.
— Los factores relacionados con el estado mental y los elementos psicodinámicos
(elaboración de mecanismos de defensa y de elaboración psíquica en general (fantasías).
— Los factores neuropsíquicos (impulsividad, capacidad o rigidez cognitiva).
— Factores relacionados con la incapacidad de autocrítica.
— Factores relacionados con la constancia en la observancia del tratamiento
farmacológico o terapéutico.
— Factores relacionados con la tabla y gama de valores del paciente, de su contexto o
medio ambiente.
Otros autores hablan de factores de riesgo criminal considerándolos como predictores
del paso al acto, sin que exista gran diferencia en contenido con respecto al apuntado en
el esquema precedente. Así se señalan:
— Predictores ligados a la infancia del sujeto.
_ Predictores vinculados a los antecedentes penales.
— Predictores conexos con el estado mental.
— Predictores relacionados al estilo de vida y a las disposiciones sociales.
— Predictores ligados a la situación precriminal.
— Predictores vinculados a la víctima virtual.
— Predictores ligados a la toma en consideración de las propias cargas, sobre todo las
terapéuticas o rehabilitadoras
Autores como C.D. WEBSTER, K. S. DOUGLAS, Entre los factores históricos, citan:
violencia anterior, entre la que destacan el acto inicial violento de adolescencia o
juventud, relaciones íntimas nada o escasamente duraderas o estables, dificultades en el
empleo, problemas de adicción a toxicomanías, enfermedad o enfermedades mentales
de tipo mayor o graves, psicopatías, inadaptación al entorno durante la minoría de edad
y juventud, trastornos de la personalidad, fracaso anterior de la sobrevigilancia o
control. Entre los factores Clínicos, mencionan: la dificultad para llevar a cabo
actividades de introspección, las actitudes o disposiciones negativas, síntomas activos
de enfermedad mental grave, notables dosis de impulsividad, oposición o resistencia a
ser tratado. Y, en fin, en cuanto a los factores relacionados con el cálculo del riesgo,
enumeran: los planes irreales, exponerse a factores desestabilizantes, ausencia de
solidez personal, inobservancia de los medios terapéuticos, vida estresada.

DESARROLLO DE ALGUNAS PSICOPATOLOGÍAS CONCRETAS EN


PERSPECTIVA CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA.

1º LAS PSICOSIS

LA ESQUIZOFRENIA Y SUS TIPOLOGíAS PRINCIPALES. SU VERTIENTE


CRIMINÓGENA

Por esquizofrenia puede entenderse a la psicosis caracterizada por presentar un trastorno


cró-
nico, acompañado por todos o por algunos de los siguientes síntomas:
1.Comparecencia de delirios, ilusiones y alucinaciones. (El delirio o delusión consiste
en falsas percepciones sobre la realidad, carentes de toda clase de fundamento objetivo.
2. Emociones superficiales y pobres en desacuerdo con la intesidad del estímulo o de la
situación (se sufre de distorsión emocional). 3. Discurrir del pensamiento en forma
desorganizada; 4. Actividad motora ocasionalmente extravagante y lenguaje
deslavazado y enmarañado y, en consecuencia, oscuro. 5. Huida de la realidad,
aislándose en su “campana de cristal”, al no soportar el mundo circundante.
6. “Desintegración” de la personalidad, por cuya consecuencia las facultades superiores
de la persona (inteligencia, voluntad, sentimientos) actúan de forma descoordinada.

TIPOS:
— Esquizofrenia simple. Se caracteriza por la presentación de un desarrollo imprevisto,
insidioso, en forma progresiva, de trastornos psicóticos que hacen desembocar en
comportamientos que podríamos calificar de extravagantes, convirtiendo al paciente en
incapaz para desempeñar su papel ordinario en la vida social, siendo bajísimo su
rendimiento en el resto de funciones. De aquí que, individuos diligentes en la pre-
enfermedad, se conviertan en personas ociosas, sin iniciativa alguna, salvo el
vagabundeo.
— Esquizofrenia hebefrénica. Se manifiesta con trastornos afectivos de gran relevancia,
con ideas delirantes y alucinatorias sin estructuración completa, siendo temporales,
transitorias. El pensamiento es desorganizado y, en consecuencia, arrastra al lenguaje a
la oscuridad y la incoherencia. La abulia y el embotamiento afectivo se instalan en el
paciente desde la adolescencia o primera juventud. De aquí, su nombre. Su
comportamiento es carente de intencionalidad y se exhibe como errático e insustancial.
De aquí, también, sus “manierismos”, sus risas o sonrisas fofas y sin sentido, su modo
de actuar fuera de tono y de contexto.Pueden aparecer ideas delirantes y alucinaciones,
pero sin dominar el cuadro. Son llamativas, a veces, las alucinaciones acústicas de
mandato (con frecuencia como venidas desde “el más allá”).
— Esquizofrenia paranoide. En ésta florecen las ideas delirantes y alucinaciones. Las
alucinaciones se presentan en forma de voces que dan órdenes, que insultan o increpan
al alucinado, pudiendo presentarse también en forma de alucinaciones acústicas pero sin
con-
tenido verbal. O, en fin, en forma de alucinaciones afectantes al resto de sentidos:
olfato, gusto... o, en forma de alucinaciones sexuales. Se dan, asimismo, si bien no muy
a menudo, las alucinaciones ópticas.
Las ideas delirantes pueden poseer contenidos de persecución, de hacer sentir al
paciente que está controlado; no son llamativos los brotes de trastornos afectivos. ni
síntomas de abulia, ni trastorno de lenguaje ni de movilidad.
— Esquizofrenia catatónica. Se identifica por la presencia de considerables
perturbaciones psicomotóricas, tomando la forma de excitación, resistencia negativa o,
en su caso, el modo de la llamada obediencia automática, reiteración continua en el
lenguaje.También cursa con estupor, mutismo, rigidez o flexibidad excesiva, con
catalepsia.
— Esquizofrenia indiferenciada. Estamos ante trastornos psicóticos que no se adaptan a
ninguno de los modelos descritos con anterioridad, pues no presentan rasgos bien
delimitados, sino más bien tomando elementos de rasgos diversos. no existe un rasgo en
torno al cual se puedan vertebrar, o en torno al cual puedan girar los demás.
— Esquizofrenia residual. Se distingue por presentar la estabilización “in peius” de la
situación inicial, caminando ésta hacia el deterioro característico del paciente. Es decir,
hasta llegar a presentar algunos de los llamados síntomas negativos. Si bien, no hay que
considerarlos, por sistema, irreversibles.
Esquizofrenia y criminalidad. ¿Cuál es la virtualidad criminógena de la
esquizofrenia? Las esquizofrenias aparecen, estadísticamente, como las psicosis con
más riesgo de empujar al delito y al delito violento. Dependiendo de cúales sean los
rasgos predominantes en las mismas. Las más peligrosas son las que cursan,
preferentemente, con ideas delirantes de persecución, de alucinaciones “transmisoras de
órdenes delictivas”
HODGINS manifiesta, de que las personas afectadas por esquizofrenia, o que están a
punto de desarrollarla, corren el riesgo de actuar violentamente contra otros en una
proporción comparativamente mayor que la población general.
Añadiendo algo muy interesante: Que, durante el episodio agudo, éste, en virtud de su
intensidad, se presenta como factor único o decisivo en la realización de la conducta
agresiva. Aunque, una vez pasado el efecto álgido de aquél, entran a tomar parte otros
factores. Así, los factores sociodemográficos (sexo masculino, edad joven), los síntomas
persistentes (síntomas depresivos, delirios de control), una conducta antisocial
preexistente y, desde luego, el consumo regular de sustancias adictivas...345 Este último
extremo es, asimismo, ratificado por otros trabajos de Criminología Comparada.
Estando en concordancia, también, gran parte de especialistas en que los
esquizofrénicos más delincuencialmente peligrosos son los paranoides y los
hebefrénicos. Y que, por supuesto, los esquizofrénicos pueden llevar a cabo actos
criminales al margen de la influencia directa de su enfermedad y, por tanto, bajo el
influjo de posibles factores no derogadores de la capacidad libre de decidir.
También, a veces, entre sus delitos violentos, cometen agresiones sexuales
(violaciones).
Entre los esquizofrénicos que actúan violentamente frente a terceros, existen tipos
distintos, tomando como referencia la edad del comienzo del comportamiento violento y
antisocial. Y así afirma:
“Los “debutantes precoces” (“early starters”) tienen un conjunto de conductas
antisociales que aparecen ya en la infancia o al principio de la adolescencia, bien antes
del inicio de la enfermedad, y que permanecen estables durante la vida. Un segundo
grupo no tiene conductas antisociales antes del comienzo de la patología, pero tiene, a
continuación, conductas agresivas reiteradas contra el otro. Un último pequeño grupo,
afectado por una esquizofrenia crónica no manifiesta comportamientos violentos
durante diez o veinte años a
partir del inicio de la enfermedad; después, no obstante, desarrolla conductas violentas
graves, aflorando, con frecuencia, en forma de actos criminales frente al entorno que le
cuida.” El autor avanza, a continuación, la hipótesis de que: “Los factores genéticos,
prenatales, el rol de los padres, el maltrato, las funciones cognitivas y motrices, el
funcionamiento del eje hipotálamo hipofiso-subrenal y los factores inmediatos, como
los síntomas de psicosis y el uso de sustancias adictivas, difieren en estos tres grupos de
pacientes esquizofrénicos violentos.

LA PSICOSIS MANÍACO-DEPRESIVA. CONCEPTO Y RELEVANCIA


CRIMINOLÓGICA
a) concepto; Esta psicosis ha de encuadrarse en el ámbito de los “trastornos afectivos”,
que obedecen a la perturbación grave del estado emocional, a perturbaciones graves del
afecto que suelen presentarse en forma bipolar. Aquí, en forma de manía y en forma de
depresión (“trastorno bipolar”). Por ello, el nombre con que se conoce a tal psicosis.
1º Fase de manía. En ella, el trastorno afectivo o emocional se hace presente en la
persona manifestándose ésta hiperactiva, muy excitada, con falta de atención,
euforizada, desmotivadamente “alegre” (alegría de “fogueo”), parlanchina. A veces,
exhibiendo extravagancia.
2º Fase de depresión. En ella, el trastorno afectivo sitúa al paciente, que antes gozaba de
la vida y de actividades múltiples placenteras, en un estado en que la tristeza le invade,
acampando en su territorio psíquico el sentimiento de culpabilidad, el vivir pesaroso, el
sufrimiento concentrado.
Transformándose, así, durante el tiempo de esa perturbación emocional, en un ser
apático, en una persona cansina, sin la más elemental iniciativa ni toma de decisiones.
Todo esto, conjugado, a veces con el frecuente llanto, quejas sobre malestares físicos (el
hombre es una unidad psicofísica), pensamientos, no excepcionales, sobre la muerte y el
suicidio.
b) La psicosis maníaco-depresiva y su virtualidad criminógena. Aunque
tradicionalmente, no se ha atribuido a esta psicosis una importancia relevante en el
campo de la criminalidad, sin embargo no cabe infraestimarla.
En cualquier caso, a este respecto, ha de distinguirse entre las dos fases apuntdas. En la
fase de “manía” (euforia), es muy raro que el enfermo cometa delitos de sangre. Pero sí
puede pasar a la agresión personal (puñetazos, insultos) cuando se le contraría. Sus
delitos, como tendencia, son: estafas, en las que inciden con frecuencia, el resto de
delitos contra el patrimonio (a excepción del robo violento), la malversación de bienes,
destrucción de objetos, exhibicionismo, gestos impúdicos, conducción temeraria de
vehículos a motor. En plena fase aguda, cuando algunos se sienten todopoderosos,
pueden comenter atentados (no en sentido terrorista) contra funcionarios públicos,
especialmente ante intervenciones policiales).
Otros delitos, propios de su impulso patológico, son algunos relacionados con la
libertad sexual (abusos sexuales), sin que llegue a provocar, casi nunca, ataques de este
tipo mediando violencia, pues su falta de constancia e insistencia le hacen incapaz de
estas agresiones. En todo caso, al hacérsele frente, suele desistir. Los delitos de abusos
sexuales se abren paso, sobre todo, en enenfermos que combinan la manía con el
alcohol o sustancias estupefacientes.
En la fase de depresión (fase de melancolía de S. Freud), el paciente no suele presentar
peligrosidad muy significativa .
El suicidio, su ideación, está conectado con la idea de fracaso personal, de frustración
existencial, de ruina personal demoledoramente sentida.
El “suicidio ampliado” parece nacer, en su raíz, de un complejo de culpabilidad y, a la
vez, del asco y hastío que el así afectado siente por su entorno.Se siente culpable por la
situación de infortunio que él vive y que proyecta sobre sus allegados más íntimos.
Situación que contempla, además, sin salida. Se trata, en fin, de una vida “que no
merece la pena vivirse”. Por si fuera poco, está convencido de que su ausencia
aumentará el malestar familiar. La con-
vengencia de tales sentimientos, e ideas “sentidas”, hacen posible la decisión de
autoaniquilarse y la héteroaniquilación de sus seres queridos.
En esta fase de depresión, el peligro notable de cometer delitos graves (incluidos
homicidios) deviene cuando la depresión se asocia a ideas delirantes de índole
paranoide.
Es importante, para el clínico, mirar más allá del simple diagnóstico y juzgar más desde
los factores históricos del paciente y desde su situación de vida actual en la evaluación
del riesgo de violencia física”
PSICOSIS EPILÉPTICA (EPILEPSIA). CONCEPTO Y SU DIMENSIÓN
CRIMINÓGENA
a) La definición de esta psicosis puede ser formulada como sigue:
Patología que cursa con crisis convulsivas, acompañadas de pérdida de conocimiento o
de conciencia, de alucinaciones sensoriales y desórdenes psíquicos, debido a las
disfunciones operativas de algún grupo de neuronas o células nerviosas cerebrales.
Epilepsia y criminalidad. La virtualidad criminógena de la epilepsia ha de ser
relacionada tanto con las alteraciones gnoseológicas que produce, como por el posible
deterioro de la personalidad en su conjunto. Sin pasar por alto los enturbiamientos de
conciencia, derivados de la alta impulsividad e instintividad, más o menos elementales,
desarrollados por esta enfermedad cuando no ha sido debidamente tratada y controlada.
Sin olvidar, tampoco, que, como ocurre con todas o con la mayoría de las psicosis,
potencia esa capacidad delictógena con el alcohol y sustancias estupefacientes o
adictivas.
Apuntando, pues, a esa virtualidad, podemos destacar lo siguiente:
— En pleno ataque epiléptico (estado comicial), podrán producirse resultados dañosos
por omisión, naturalmente involuntaria: dejar fuego encendido, interrumpir el cuidado
que venía administrándose al niño de pocos meses.
— En las fases previas o posteriores al ataque convulsivo, cuando se entra en el
denominado “estado crepuscular”, el paciente puede producir incendios, cometer hurtos,
muy raramente robos, de los que, como es obvio, difícilmente también será penalmente
responsable.
Se trata, en principio, de situaciones de inimputabilidad.
En el denominado “delirio epiléptico”, es razonable poder afirmar que este paciente
encarna la mayor peligrosidad de todos los enfermos afectados por psicosis. El “delito”
(delito, claro está, materialmente hablando), en este estado, es casi siempre de sangre.
Especialmente llamativo es el homicidio perpetrado con series de golpes de arma
blanca, centrados en un mismo círculo anatómico (“reproducción fotográfica del
golpe”). Se trata, a veces, de delirios para- noicos tan intensos que impulsan al apaciente
a actuar, se ha dicho, como si se tratara de defenderse de los “cataclismos evocados del
fin del mundo”.
En sí misma, pues, la epilepsia, sobre todo si la separamos de los citados trastornos
mentales acompañantes, no parece que sea una psicosis generosa en generar
delincuencia, al menos delincuencia grave o muy grave, salvo excepciones.
las víctimas en los delitos cometidos por epilépticos tengan una vinculación de tipo
familiar con el autor, casos de lesiones a hermanos, esposa, delitos de homicidio, donde
es notoria la impulsividad y el desequilibrio, pero donde también se advierten fantasías
e ideas paranoides, mucho antes de la proyección de la agresividad.
LA PARANOIA, COMO PSICOSIS AUTÓNOMA. CONCEPTO Y SU RELACIÓN
CON LA DELINCUENCIA
Se viene definiendo la paranoia como: La forma de psicosis consistente en el desarrollo
de un sistema de delirios, coherentes e internamente lógicos en la medida en que se
difumina o deja de existir la actividad alucinatoria, y que son la base de la falsa
intelección e interpretación de la realidad.
Precisamente, de acuerdo a tales y otros contenidos de delirio, cabe hablar, en la
paranoia, de delirios “de grandeza”, delirios de “autorreferencia”, delirios de
“persecución”, delirios erotomaníacos, delirios “de celos”, delirios de “reivindicación”,
de animadversión contra zonas del “propio cuerpo”
Paranoia y virtualidad criminógena. Con todo lo expuesto, es difícil imaginar que un
paciente así pueda estar adaptado socialmente en forma constructiva. Su falta de
flexibilidad existencial, de empatía para con los que le rodean, ni siquiera le permiten
disfrutar de los “éxitos” a que pudieran llevarle sus “peripecias”. Por lo demás, está muy
lejos de ser capaz de someterse a la disciplina social, al espíritu de cuerpo o de grupo, a
las pautas de la normas. él vive para él y desde él y contra los otros.
En consecuencia puede decirse, desde este punto de vista, que el que adolece de esta
psicosis delirante, al sentirse intensamente perseguido, reacciona con violencia, que se
proyecta en agresiones, hasta devenir, a veces, en homicida. Es decir, que, de
“subjetivamente” perseguido, se convierte, objetivamente, en perseguidor. no raras
veces, con notable peligro.
Un gran número de injurias, de desacatos a la autoridad, de resistencia a sus agentes, o
de agresión a una y a otros, tienen su fundamento en el desarrollo insidioso del sistema
delirante generado en esos psicóticos. Sin olvidar, además, que la “querulancia” (manía
justiciera) es propia, también, de estas personas.
Los paranoicos celosos (delirios por celos, celos por delirios) se ven envueltos, más
veces de la cuenta, en agresiones, lesiones y hasta homicidios.
Los llamados paranoicos idealistas, o “místicos”, producen grandes perturbaciones de
orden público y social (atentados, atracos, secuestros). Todo ello hay que tenerlo en
cuenta a la hora, por ejemplo, de intervenir en manifestaciones ilegales, o en legales de
inicio, que “se desvían” después.
Tampoco son raros comportamientos gravemente antisociales (delictivos), relacionados
con violaciones de domicilio, querellas y denuncias falsas, cleptomanías, piromanías,
exhibicionismo... Y, desde luego, el ataque a profesionales de la medicina, cuando se
trata de hipocondríacos delirantes.

2º LA NEUROSIS, LA OLIGOFRENIA Y LAS PSICOPATÍAS

LA NEUROSIS. CONCEPTO Y UBICACIÓN PSIQUIÁTRICA. SU

DIMENSIÓN CRIMINÓGENA

Trastornos neuróticos son los trastornos mentales sin ninguna base orgánica
demostrable y frente a los cuales el enfermo puede guardar una perfecta lucidez, sin
acompañarse de alteración alguna del sentido de la realidad y con relación a los mismos,
habitualmente, el individuo no confunde sus experiencias subjetivas y sus fantasmas
mórbidos con la realidad exterior. El comportamiento puede ser muy perturbado, si bien
quedándose generalmente dentro de límites socialmente aceptables, pues la personalidad
no está desorganizada. Las principales manifestaciones son una ansiedad excesiva,
síntomas histéricos, fobias, síntomas obsesivos y compulsivos, depresión.
Su dimensión criminógena. Sobre este particular es de subrayar que existe una
categoría de neuróticos (los denominados “neuróticos compulsivos”) que, en busca de
catarsis, “deciden” resolver sus conflictos intrapsíquicos, a los que se enfrentan,
poniendo en acción comportamientos antisociales.
A veces, graves. Incoscientemente, buscan, con éstos, liberarse de su altísima tensión
descargándola sobre los demás, culpándoles de ella, manifestándose con gran
agresividad, seguida, no frecuentemente, de no escasa violencia.
Violencia que se materializa en insultos, injurias, lesiones.
Otros enfermos de neurosis  tratando de liberarse de su densa e intensa angustia
“cambian” necesidad de catarsis por delitos, con cuyo próximo castigo esperan
compensar su conflicto interior, nacido, a veces, de un complejo de culpabilidad. En
este empeño, pueden cometer, por ejemplo, actos de piromanía, de cleptomanía, abusos
sexuales.
Sin descartar casos en que se autoacusan falsamente con el mismo fin e todas formas, lo
neuróticos en general no manifiestan ni amplia ni grave orientación delictiva.

LA OLIGOFRENIA. SU CONCEPTO. GRADOS Y CAPACIDAD


CRIMINÓGENA
Suele definirse como el estado derivado de un detenimiento, interrupción o
estancamiento congénitos o precoces de la persona, en lo que se refiere al desarrollo,
principalmente, de la inteligencia; pero afectante también, de alguna manera, al resto del
psiquismo.
Relevante es, aquí, hacer referencia a las clases o grados distintos de presentarse la
oligofrenia. Por su relación con la diferente criminalidad que cada una o cada uno
conlleva. Desde esta perspectiva y teniendo en cuenta el grado de incapacidad, cabe
seguir clasificándola a manera tradicional en:
Oligofrenia profunda, oligofrenia media y oligofrenia débil. La primera es la poseída
por los pacientes con C. I. menor del 30% con relación al de las personas
estadísticamente normales. En la segunda (la media o imbeciliodad), el C. I.. es de 30 a
50%. En la tercera (la débil) están incluisos los que alcanzan de C. I. de 70 a 85%.
¿Qué relación tiene la oligofrenia con la actividad criminal?
La experiencia contrastada nos dice que no hay duda que existe relación. La práctica
jurídica, sanitaria especializada y los trabajos de los investigadores especialistas así lo
certifican.
Entre los delitos más recurrentes de los oligofrénicos que delinquen (ya veremos luego
cuáles son) se contabilizan:
1º Delitos contra la vida y la integridad física (asesinatos de ancianos, de niños, de
mujeres, a veces precedidos de violación o agresiones sexuales de otra índole).
2º Delitos contra la libertad sexual (violaciones consumadas y en grado de tentativa (a
impulsos concomitantes de compensación de su complejo de inferioridad...), abusos
deshonestos (estupro), pedofilia, gerontofilia. Los hay que practican actos de zoofilia
(que, aunque no sean delito), necrofilia (delito de profanación de cadáveres, pero de raíz
de desviación sexual).
3º Delitos contra el patrimonio: el más frecuente, el hurto, por la facilidad de comisión...
Hay delitos de daños y conexos a través de prácticas de piromanía, llevados a cabo por
rencor, resentimiento, venganza o por ansias de experimentar sensaciones fuertes o
placer.
no rara vez, aparecen comprometidos en acciones delictivas en grado de complicidad, o
en autorías puramente materiales al dejarse llevar por inducciones de otros delincuentes,
dadas su situación de escaso raciocinio y menos reflexión... Circunstancias éstas que,
asimismo, les lleva, a veces, a perpetrar delitos muy graves sin aparente motivación.
cuanto mayor sea el grado de retraso mental, menor será la capacidad delictiva y, por
tanto, menor la peligrosidad. Por su parte, la modalidad clínica significa que origina más
problemas penales la forma intranquila, irritable o activa que la forma apática, tranquila
o pasiva.

LAS PSICOPATÍAS. SU CONCEPTO Y SU PROYECCIÓN CRIMINÓGENA


R. HARE, uno de los autores que más se ha prodigado, en esta materia, ha definido al
psicópata como el individuo inhabilitado para manifestar simpatía o auténtico interés
por el prójimo, a quien trata de manipular y utilizar en beneficio de sus conveniencias,
recurriendo a una abundante sofisticación y al enmascaramiento de una pretendida
sinceridad, sin renunciar, con frecuencia, a esforzarse por aparecer arrenpetido, ante
aquéllos que ha causado
daño, para seguir aprovechándose de ellos.
Este trastorno es a menudo extraordinariamente incapacitante porque los primeros
síntomas que aperecen en la niñez interfieren con el rendimiento educativo y dificultan
la profesionalización ulterior. Después de los treinta años, la conducta antisocial más
flagrante puede disminuir, sobre todo la promiscuidad sexual, las peleas y la
delincuencia; si bien pueden madurar con el paso de los años, son objeto de tantas
complicaciones biográficas (manicomios, encarcelamientos, aislamiento familiar y
social, etc.) que es difícil hablar de la normalización de su personalidad en la vida
adulta. (Valdés, 1991). Los rasgos nucleares del trastorno antisocial de la personalidad
son los comportamientos impulsivos, sin reparar en las consecuencias negativas de las
conductas, la ausencia de responsabilidades personales y sociales con déficits en la
solución de problemas, y la pobreza sentimental, sin sentimientos
de amor y culpabilidad. Como consecuencia de todo ello, estas personas carecen de
mínimo equipamiento cognitivo y afectivo necesario para asumir los valores y normas
morales aceptados socialmente”.
Psicopatías y criminalidad. Desde este punto de vista, hay que considerar, desde el
principio, que no todos los psicópatas son delincuentes y que no todos los que delinquen
son igualmente peligrosos. Desde este último extremo, es forzoso distinguir entre
diversas categorías o clases de psicópatas. Entre ellos, pues, cabe destacar los
denominados Fanáticos esquizoides y psicópatas explosivos.
Los psicópatas esquizoides, entre los que se incluyen los también conocidos como:
“Fríos de ánimo”, “insensibles”, “extravagantes retorcidos”, “desalmados”, “amorales o
perversos”, “enemigos de la sociedad”, “locos morales”, son proclives a la comisión de
delitos graves y muy graves, añadiendo a su brutalidad la sangre fría y hasta el
“refinamiento” en la operación criminosa. Aquí entra sus delitos contra la integridad
física, agresiones sexuales, violaciones, homicidios, asesinatos, atracos, secuestros.

TORMENTA PSICOPÁTICA”, en la que la conducta del psicópata alcanza su


máxima perturbación. Sus acciones no se mueven dentro de su área de actuar normal,
donde su ser psicopático no se le nota. Tampoco obra dentro de su quehacer psicopático
ordinario, llevado
a cabo sobre determinadas personas (víctimas ocasionales o sobre los considerados
“complemetarios”. Se trata de una situación donde la psicopatía alcanza la crisis más
alta. En ella, según describe el Dr. Hugo MARIETÁN: “...La inestabilidad emocional y
tensión interna son tan grandes, que el psicópata trata de equilibrarla a través del rito
psicopático, de un grupo de conductas repetitivas (esto es, del patrón conductual
psicopático). En este punto, hay impulso y automatismos, una intensa descarga de la
tensión interna sobre lo externo.
no puede parar sus acciones hasta lograr reestabilizarse. La forma que toma esta
desestabilización dependerá del tipo y grado de psicopatía. Aquí es donde se producen
los homicidios seriales o extremadamente crueles, las violaciones, destrucciones y
también los suicidios. Es donde el psicópata de tipo asocial deja su sello, su marca
personal”.

AFINIDADES Y DIFERENCIAS ENTRE PSICOPATÍA Y


TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PERSONALIDAD
¿Se puede confundir el concepto de psicopatía con el concepto de trastorno antisocial de
la personalidad?
Se puede confundir y muchos lo confunden. Y hay razones para ello.
La descripción que de ése último hace, por ejemplo, la APA (Asociación de Psiquiatría
Americana (versión 2002) lo pone de manifiesto. Habla, en efecto, al referirse al
paciente del trastono antisocial de la personalidad, de fracaso para adaptarse a las
normas sociales, de deshonestidad, de impulsividad o inhabilidad para defenderse
adecuadmente en el contexto social y para planificar su futuro. Le atribuye, asimismo,
irritabilidad y agresividad, despreocupación constante por la seguridad de los demás,
irresponsabilidad y falta de constancia en el trabajo y desbarajuste económico, falta de
escrúpulos y de remordimiento ante la producción de daños a los otros, a quienes puede
robar, damnificar con toda la frialdad. También, carencia de afectividad ante el prójimo
y distanciamiento ante el mismo. Egocentrismo y autoestima distorsionada.
Deshumanización de la víctima... (El trastorno disocial comenzaría antes de los quince
años) En el origen de la deriva antisocial de la personalidad estarían la experiencias
infantiles negativas, tanto familiares como del resto del entorno. En el origen del
trastorno psicopático, estaría la influencia de factores biológico-genéticos y
psicológicos.
El trastorno antisocial de la personalidad, sin embargo, apuntaría directamente, como
fuente para el comportamiento anormal, al trasfondo, internalizado y consolidado en el
sujeto activo, del contexto sociofamiliar de la primera infancia.

LOS FACTORES DETERMINANTES EN LA CONFIGURACIÓN DEL


DELINCUENTE.
PROYECCIÓN CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA

 Desde una perspectiva psicológica, en este campo hay que hacer referencia a la “teoría
de las causas predisponentes y de las causas motivantes”. “De manera general, la teoría
de Murlock  explica que las causas predisponentes crean un terreno propicio a la
delincuencia o a la criminalidad, y cuando a ellas son asociadas a una o unas causas
motivantes, casi seguro que hará la aparición el fenómeno del que ahora se habla. Por el
contrario, si no existen causas motivantes, las oportunidades de ver aparecer la
delincuencia o la criminalidad son prácticamente nulas.
Según los “hallazgos” de la precitada autora, han de considerarse causas predisponentes
al menos las diez siguientes, enmarcables dentro de los tres sectores que nosotros
venimos constantemente enunciando (biológico o psicobiológico, psicológico o
psicomoral, social o psicosocial) y que, repetimos, pueden hacerse presentes, de forma
conjunta y convergente, fundamentando la “plataforma predisposicional” a la
delincuencia del delincuente concreto. Se enumeran: el cociente intelectual, una
condición física anormal, los trastornos cerebrales, la actitud hostil escolar, la
ambigüedad o relativismo de los valores morales, las condiciones medioambientales
desfavorables, desorganización y mal uso del tiempo libre (lo que crea aburrimiento y
puede impulsar a llevar a cabo acciones con el fin de huir del hastío), la pobreza o la
tensión en las relaciones afectivas dentro del ámbito familiar, el deficiente o
inadecuado grado de socialización.
En cuanto a las causas motivantes, dicha investigadora hace referencia a seis, insertas
dentro de áreas diversas, según nazcan por planificación (causas planificadas) o por
impulsividad (causas impulsivas). Las primeras son aquéllas que se relacionan con la
consecución de un objetivo bien delimitado, con la realización de un delito preparado
anticipadamente. Las segundas se identifican por proceder de una frustración, de una
contrariedad, próximamente  experimentadas por el sujeto activo. Se considerarían,
pues, causas moti- vantes las seis siguientes: La insatisfación material, la vivencia o
apetencia de emociones fuertes, el estado de nostalgia o de tedio, el sentimiento de
inferioridad, el deseo de gratificación sexual inmediata (presente en las agresiones
sexuales), la reivindicación de autonomía o independencia.
ACTORES CRIMINÓGENOS DE BASE, DE ORIENTACIÓN PSICOBIOLÓGICA
Acabamos de señalar a los factores psicobiológicos como el grupo de factores que
pueden actuar dentro del delincuente para predisponerle a la acción delictiva.
Entonces, ¿cúales son esos factores de origen genético, congénito o de proceso
sobrevenido, causante de disfunciones psicosomáticas o afines? Partiendo de los
trabajos “ad hoc”, elaborados tanto desde fuentes actuariales como desde la clínica
criminológica, se hace mención, como relevantes, o muy relevantes, a los siguientes:
Factores genéticos, factores bioquímicos, factores orgánicos, factores psicofisiológicos,
factores de déficits físicos o anatómicos, factores bíocerebrales, variables
endocrinológicas y neurofisiológicas.
En efecto, una considerable cantidad de autores, que abordan esta cuestión, hacen
referencia al esquema siguiente sobre factores criminógenos, más o menos intensos y
directos, de carácter psicobiológico:
— Disfunciones citogenéticas (XYY, XXY...)
— Trastornos bioquímicos (serotonina...)
— Condiciones congénitas (Síndrome fetal alcohólico...)
— Daños cerebrales (en lóbulo frontal, hidrocefalia, perlesía cerebral, demencia
alcohólica). Sean de origen innato, congénito o sobrevenido (por golpes traumáticos en
el cerebro).
— Trastornos de nutrición (v. gr., dieta diaria elaborada con alimentos impregnados de
colorantes)
— Trastornos hormonales (nivel, más alto de lo normal, de testosterona. Hiperactividad
en la adolescencia, sobre todo en varones
— Intoxicación por contaminación ambiental (por ejemplo, a través de partículas de
plomo flotantes en el medio-ambiente...)
— Ingesta de algunas sustancias-medicamento con carácter de drogas (anticonvulsivos)
Gran parte de este grupo de anomalías produce dosis de violencia bastante más allá de
lo normal, irreflexión, desadaptación familiar, escolar, social.
Otros autores, que parten de un esquema factorial dual en relación con la
criminogénesis, hablando de factores sociales y de factores individuales, introducen,
entre éstos últimos, además de los que acabamos de ver, algún otro, al que atribuyen
carácter psicobiológico de naturaleza anatómico-física. Así, las condiciones físicas
anormales o defectuosas.
FACTORES CRIMINÓGENOS DE BASE, DE ORIENTACIÓN PSICOMORAL
Cuando hablamos de factores psicomorales queremos significar que estamos
refiriéndonos a modos de reaccionar del ser humano, adquiridos por socialización y que,
por ello, no están en relación directa con la vertiente biológica o psicobiológica del
hombre.
Los factores criminógenos psicomorales han de estar, entonces representados, entre
otros por:
— La profesión y práctica de valores (más bien cabe hablar de antivalores o
contravalores) antagónicos a los valores sociales necesarios o muy convenientes para la
integración, conformidad, solidaridad, en y con la comunidad. Fundamentalmente
contrarios a los valores
encarnados en los derechos humanos fundamentales.
— El egocentrismo, tanto intelectual como afectivo, en grado superior a la media de los
seres humanos estadísticamente normales. Generador, en todo caso, de aislamiento y
falta de solidaridad con el prójimo.
— La vivencia constante de disfunciones familiares representadas, por ejemplo, en
relaciones de humillación, rechazo..., sobre todo sobre miembros familiares que sean
niños o adolescentes. Situaciones que no otorgan la posibilidad de internalizar o
asimilar inhibidores frente al delito.
Déficits profundos en los medios normales de comunicación con los otros (ideación,
leguaje, escasos o deficientes.), conformados así por la falta continuada de
intercomunicación, potenciándose el ensimismamiento y aislamiento en confrontación
con la solidaridad.
— Sentimientos de odio o de revancha frente a determinados grupos sociales o étnicos.
— La automarginación y autoexclusión del compromiso social como estilo de vida
elegido.
— La vivencia continuada en contextos de iguales, de bandas... claramente antisociales,
antijurídicos o inmorales. Y, por tanto, donde la vida del delito queda autojustificada.
Donde, además, el consumo de drogas (alcohol, estupefacientes y sustancias
psicotrópicas) facilitan el paso al acto, al debilitar aun más sus frenos inhibitorios. Este
facilitamiento provoca, asimismo, la posesión y manejo de las armas de fuego.
— La huida de la escolarización. Alejándose así de la actitud consolidada de asumir los
valores y habilidades imprescindibles para poder adaptarse de forma adecuada al
contexto de la ciudadanía normal.
— La ausencia, en la formación del ser humano, de educación en el control de sí, en la
combinación ponderada del “principio de placer” y el “principio de realidad”.
— El cultivo, por sistema, del incumplimiento de las normas sociojurídicas, de la
intromisión en la vida ajena, de la complacencia en la propia indulgencia y en la
alabanza de la propia irresponsabilidad Se sabe mucho acerca de los factores de riesgo
claves para la delincuencia. Que incluyen la impulsividad, una inteligencia escasa y un
rendimiento escolar bajo, la es-
casa supervisión parental, el abuso físico de los niños, la disciplina parental punitiva y
errática, una actitud parental fría, los conflictos parentales, las familias rotas, los padres
antisociales, el carácter excesivamente numeroso de la familia, unos ingresos familiares
bajos, un grupo de amigos antisociales, los colegios con un elevado índice de
delincuencia, y los vecindarios en que se comete un gran número de delitos.
FACTORES CRIMINÓGENOS DE ORIENTACIÓN PSICOSOCIAL.
O DE CARÁCTER EXÓGENO CONTINUADO
Dentro del que viene denominándose “micro-medioambiente”, algunos autores hacen
referencia, como a posibles factores psicosociales, a las graves disfunciones
relacionadas, sobre todo, con: El estatuto-económico inferior, la influencia de la banda o
del grupo, la pertenencia a una minoría étnica, la familia, la escuela, el vecindario.
“Entre los diversos factores que pueden contribuir a la delincuencia, la ausencia de
sobrevigilancia por parte de los padres así como el infeliz estado familiar sobresalen
como los factores contributivos más relevantes de la delincuencia”479. Ello supone
presencia amplia y profunda de carencia afectiva y de orientación educativa, en los
miembros más vulnerables de la familia, y, de aquí, aquéllas consecuencias.

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