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El Papel Que Desempeña La Observación en La Labor Investigativa
El Papel Que Desempeña La Observación en La Labor Investigativa
Investigativa
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gran cantidad de información y conocimiento, aportando datos valiosísimos que han potenciado
enormemente ulteriores investigaciones.
LA EXPERIMENTACIÓN.
Ahora bien, recordando unas frases de Bernard (1976), “el hombre no se limita a ver;
piensa y quiere conocer la significación de los fenómenos cuya existencia le ha revelado la
observación. Para ello razona, compara los hechos, los interroga, y por las respuestas que
obtiene comprueba los unos con las otras. Este género de comprobación por medio del
razonamiento y de los hechos es lo que constituye, hablando con propiedad, la experiencia, y
ésta es el único procedimiento que tenemos para instruirnos sobre la naturaleza de las cosas
que están fuera de nosotros”. Resulta, pues, clara, la diferencia entre observación y
experimentación (“experiencia”); en la primera el investigador considera a los fenómenos tal
como se presentan, sin modificarlos ni actuar sobre ellos, mientras que la experimentación
implica una variación o perturbación provocada intencionalmente por el experimentador sobre
las condiciones en las que se desarrolla el fenómeno.
Sin embargo, ello no implica que el observador deba ser inactivo, sino que, si bien en
algunos casos se lleva a cabo la observación fortuitamente y sin idea preconcebida
(observación pasiva), en otros se pretende comprobar una conjetura o hipótesis (observación
activa), y esta observación, de acuerdo con lo indicado anteriormente, podrá poseer el atributo
de la cientificidad Bernard (1976) cita el ejemplo de una enfermedad endémica cualquiera que
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aparece en una comarca; el médico hará una observación pasiva, espontánea, sin una
hipótesis previa, de las características de dicha enfermedad; ahora bien, si después de haber
observado algunos casos piensa que el origen se halla en determinadas causas (climáticas
dietéticas, higiénicas, etc.), y pretende comprobarlas trasladándose a otros lugares en que se
desarrolle la misma enfermedad para ver si actúan condiciones idénticas que podrían haberla
producido, evidentemente ha llevado a cabo una observación activa.
En el método experimental es condición esencial que el investigador introduzca un
estímulo o modifique algunos de los componentes de la situación, lo cual no ocurre en la
observación activa, donde nos limitamos a formular unas hipótesis y comprobar si se cumple.
Si, siguiendo el ejemplo anterior, el médico cree que la enfermedad tiene su causa en la
ingestión de determinado alimento A, y él actúa de forma que a un grupo de personas se le dé
una dosis considerable, de A, a otro grupo una dosis considerablemente menor y un tercer
grupo no se le suministra el alimento A, aquí habrá intervenido en la situación, provocando una
reacción posibilidad de aparición de la enfermedad que luego él observará.
En ambos casos observación y experimentación el grado de control es el factor
diferenciador determinante, y puesto que en el primero es nulo (observación pasiva) o mínimo
(observación activa), en el segundo tomas su más alto valor, ya que permite que el
experimentador pueda manejar y dominar la situación, tomando decisiones sobre las variables
independientes que actúan, valores que adoptarán, formación de grupos, etc., es decir,
asegurándose de que las únicas fuentes y condiciones de variación son las que él ha
establecido, sin que intervengan variables extrañas que alterarían la pureza del experimento, y,
por consiguiente, la buena verificación de la hipótesis (Anguera, 1975).
No obstante, debemos admitir que en todo estadio de desarrollo de una ciencia, ya sea
en sus etapas iniciales o más avanzadas, se dan, en esencia, las mismas fases o actividades
que forman la estructura básica del proceso de investigación, con la única diferencia que en las
etapas iniciales, estas actividades se presentan mucho menos sistematizadas y diferenciadas.
A pesar de esto, como hemos señalado, en cualquier estudio de desarrollo de una ciencia, las
fases del proceso de investigación son fundamentalmente las siguientes:
a. Planteamiento del problema;
b. Recabación y ordenación de datos;
c. Elaboración y análisis de los mismos;
d. Interpretación de los resultados y
e. Comunicación de los resultados.
Estas son las dos condiciones fundamentales que constituyen la garantía básica, el
acuerdo universal entre observadores, que requiere el conocimiento científico.
Siguiendo, pues, esta la lógica, diremos que es condición imprescindible en la
presentación de cualquier fenómeno científico, que se indiquen, a modo de prescripción, las
condiciones en que se podrá observar, de nuevo, el mismo fenómeno. Con ello se consigue
una garantía de su comprobabilidad universal. Así, si un científico nos informa que: sometiendo
un determinado fenómeno X bajo las condiciones Y, se observará Z, tenemos la seguridad de
que podemos de nuevo observar Z, al someter X bajo las condiciones Y. Por tanto, podemos
concluir que el criterio de objetividad (y por consiguiente, de comprobabilidad) de un hecho
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depende del grado en que las condiciones bajo las cuales se produce haya quedado
específicamente establecida. Esto ofrece la posibilidad de repetir las mismas observaciones
siguiendo las prescripciones establecidas en el comunicado científico. En efecto, el desarrollo
científico depende, en última instancia, de la objetivación de tales condiciones mediante el
descubrimiento progresivo de los factores que puedan llegar a influir en los hechos de nuestras
observaciones.
Uno de los ideales de todo investigador es alcanzar una “observación máximamente
objetiva, para lo cual tiene que emplear una serie de procedimientos y técnicas que eliminen al
máximo las posibles fuentes de distorsión y error. Por dicha razón, el progresivo desarrollo
científico va unido a un control cada vez mayor de los factores distorsionantes. En verdad, la
historia de la psicología como ciencia ha sido el desarrollo de procedimientos e instrumentos de
ayuda que, gradualmente, ha eliminado y corregido las desviaciones y distorsiones en la
realización de las observaciones (Hayman 1964).
En efecto, la elaboración y objetivación de técnicas e instrumentos de medición
constituye uno de los principales objetivos del proceder científico. Estas permitirán al
investigador observar, anotar e interpretar, con las garantías necesarias, sus observaciones, de
modo que puedan comprobarse en situaciones nuevas (H. Peak, 1953).
Desde un punto de vista científico, cuando se pretende llevar a cabo observaciones con
la mayor objetividad posible, debe plantearse previamente una serie de cuestiones de cuya
solución dependerá la exactitud de las mismas. Entre ellas se encuentran las relativas al tipo de
procedimiento a utilizar, a la mayor o menor fiabilidad de las mimas, a la posibilidad de emplear
nuevas técnicas, a la limitación de los fenómenos, etc. En síntesis, la problemática relativa a la
observación puede sintetizarse en los siguientes puntos:
a. ¿Qué deberá ser observado?
b. ¿Cómo debemos observar?
c. ¿Qué técnicas de registro emplearemos?
Sólo después de que se haya analizado y resuelto cada uno de estos tres aspectos, el
científico podrá contar con una serie de datos a partir de los cuales podrá inferir conceptos con
significado científico.
Toda observación tiene como finalidad obtener información sobre algún asunto concreto.
Esto implica que antes de comenzar a observar debe tenerse idea, aunque sea algo vaga, de lo
que se pretende observar. Sin duda alguna, esto nos obligará a una labor de selección, en la
cual nos será de gran ayuda el poseer una previa estructura teórica o esquema conceptual.
Nuestra labor investigativa y la selección de material adecuado se orientará, pues, en función
de ese marco conceptual.
Así pues, si tenemos el propósito de inferir, a partir de una clase de comportamiento,
cuál es el tipo de proceso básico y la forma en que se modifica la conducta, la selección del
material a observar debe realizarse de acuerdo con presupuestos teóricos. Por lo tanto todo lo
que se deberá ser observado necesariamente tendrá que cumplir con :
a. ser identificado
b. ser definido conceptualmente y operacionalmente
c. ser seleccionado
Evidentemente, no es lo mismo estudiar el fenómeno de la agresión como mecanismo de
defensa, tal como lo concibe la teoría psicoanalítica, que como un impulso adquirido en una
situación frustrante, como sugieren algunas teorías neoconductistas, ni como conducta
reforzada por sus consecuencias, como la define el análisis experimental del comportamiento.
En esos casos, aunque se trata de un mismo hecho, las observaciones se orientarán de
acuerdo con el marco teórico, siendo esto lo que, en definitiva, nos va a indicar qué conductas
y qué situaciones deberemos observar a fin de confirmar las implicaciones establecidas por la
teoría.
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¿Cómo deberemos observar?
La observación, como hemos afirmado, no sólo obedece a un propósito teórico, sino que,
por otra parte, se ajusta a determinadas condiciones. Toda observación debe ser realizada en
condiciones específicamente establecidas, las cuales actúan a modo de reglas o prescripciones
que establecen, de forma precisa, la naturaleza de la situación en la que se realizarán las
observaciones y los procedimientos o instrumentos que deberán ser utilizados.
El análisis de estas condiciones a las que ha de someterse la observación nos lleva a
una de las temáticas más íntimamente conectadas con el problema que estamos discutiendo:
el control. El control constituye una de las cuestiones clave en todo proceso de investigación y,
particularmente, en la fase de obtención científica, es sinónimo de limitación o restricción. El
control impone una serie de restricciones a nuestra observación, las cuales afectan tanto al
científico y al observador (evitando que sus propias expectativas o deseos se proyecten en los
resultados) que a los propios sujetos cuya conducta es objeto de observación, así como a la
propia situación que se presenta a los sujetos para que reaccione.
En suma, en referencia a la pregunta, ¿cómo deberemos observar?, cabe destacar tres
aspectos fundamentales:
Todo esto supone, por tanto, una detallada descripción de la situación tal como ha de ser
presentada a los sujetos, así como una específica descripción de los principales determinantes
que pueden afectar la conducta. Esto nos va a exigir la identificación concreta de las variables
del subsiguiente control aplicando a las mismas. Sólo así obtendremos nos llevará, la mayoría
de las veces, a interpretaciones erróneas de los fenómenos observados.
Como ejemplo ilustrativo podemos citar el caso histórico del estudio de la inteligencia.
Sólo pudo comprobarse la escasa significación que tenían las medidas tomadas de dicho
factor, cuando se demostró la poderosa influencia que sobre el rendimiento ejercían la
motivación y los condicionamientos socioeconómicos.
Hemos de señalar que cuando se habla de control, frecuentemente se entienden por tal,
las limitaciones impuestas directamente sobre las situaciones experimentales (tipo de
instrucciones, clase de estimulo, tarea, ejercicios, etc.). Esto tiene su justificación en el
supuesto erróneo de que las variables que vamos a manipular son independientes y que, por
tanto, el efecto que ejerce en la conducta es constante y estable. Contrariamente a dicha
actitud tan difundida entre los investigadores, el control debe extenderse a los propios sujetos
experimentales, así como a los investigadores, puesto que, como hemos indicado
anteriormente, sus expectativas y deseos pueden llegar a modificar los datos.
Así pues, es de suma importancia para la investigación aclarar el aspecto de ¿como va a
observarse la conducta?, a fin de conseguir una inferencia sobre lo que se está estudiando.
Un último problema con respecto a la observación nos los plantea el sistema de medida
y registro. Sin duda, la asignación de unidades métricas a las observaciones posee un valor
indiscutible, ya que nos permitirá manejar, de alguna forma, los datos brutos obtenidos de las
mismas; sin embargo, la medición, especialmente en el área de las ciencias del
comportamiento, plantea una serie de problemas graves. En primer lugar, ¿Clasificaremos
nuestras observaciones por categorías, lo cual sólo implica el recuento de las mismas? O, ¿es
mejor medir las diferencias e incluso la intensidad con que una características conductual es
poseída por los sujetos.
Supongamos que se ha decidido adoptar un sistema de medida adecuado a los datos,
consiguiendo un determinado nivel por la cuantificación; en este caso podemos preguntarnos,
también por la significación de estas cantidades numéricas. Es decir, ¿las puedo sumar,
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multiplicar o correlacionar como establece el modelo matemático? En otras palabras, si
transformamos observaciones en un sistema numérico determinado, con una serie de
propiedades aritméticas, nos podemos preguntar si el resultado de las operaciones con dichos
números reflejará la naturaleza de los procesos psicológicos, o más bien será una
consecuencia de las propiedades numéricas.
Cada uno de estos problemas deberá solucionarse mediante la adopción de un sistema
adecuado de medida que confiera a la cuantificación de las observaciones el rigor del sistema
numérico y no modifiquen la significación de los fenómenos observados.