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La República, 18 May 2022

Algunos mitos constituyentes, por Omar Cairo

Luego de las elecciones presidenciales de 2021, surgieron distintos mitos sobre


el poder constituyente y la asamblea constituyente. Unos decían que la
asamblea serviría para refundar el país y reescribir su historia. Otros anunciaban
que era el caballo de Troya que implantaría súbitamente el comunismo en el
Perú. Veamos algunas de estas afirmaciones y sus inconsistencias:

1. Como Hugo Chávez, en 1999, Pedro Castillo convocará una asamblea


constituyente para ser un dictador “chavista”.

Elegido en 1º vuelta (56.20% de votos), Chávez asumió el gobierno y convocó un


referéndum –no permitido por la Constitución de 1961– que preguntó a los
venezolanos si querían o no una asamblea constituyente, y esta aprobó la nueva
Constitución de 1999. En el Perú, no podía pasar nada parecido. Castillo obtuvo
en primera vuelta apenas 19% de votos y, después, logró un esforzadísimo triunfo
en el ballotage. Cuando asumió la presidencia, no convocó ni a un referéndum ni
a una asamblea constituyente: solo anunció que presentaría al Congreso,
“respetando el procedimiento de reforma constitucional previsto en el artículo
206º de la Constitución vigente, un proyecto de ley para reformarla”. Su proyecto
fue archivado la semana pasada por la Comisión de Constitución del parlamento.

2. Aun dentro de la Constitución, la asamblea constituyente no tiene límites.

Para el primer ministro, una vez incluida en la Constitución mediante una reforma
constitucional, la asamblea constituyente tendría un poder absoluto por ser
expresión del “pueblo soberano”. Esto es inexacto. Las constituciones de Costa
Rica, Colombia, Uruguay, Colombia y Chile contemplan asambleas
constituyentes como mecanismos de modificación constitucional, pero estas
carecen de poderes absolutos. Están sujetas a los límites formales y materiales
establecidos en sus respectivas constituciones y en las leyes de reforma
constitucional que las incorporaron.

3. La asamblea constituyente tiene un poder absoluto por definición.

Un vocero de la oposición sostuvo que la asamblea puede disolver al Congreso


o destituir al presidente. Por su parte, un activista que pretende incluir en la
Constitución la prohibición de esta Asamblea afirma que, como el poder
constituyente es plenipotenciario del pueblo, la asamblea ejercería un poder
absoluto y podría redactar una Constitución incompatible con la democracia, con
el Estado de derecho y con los derechos fundamentales. Ambos olvidan que el
poder constituyente y la asamblea constituyente son ingredientes de la
democracia constitucional y, por lo tanto, ajenos a todo sistema político
autocrático. Por eso, Sieyes, quien formuló en 1789 la teoría del poder
constituyente, sostuvo que el verdadero sentido de la palabra Constitución es el
relativo a la “separación de los poderes públicos” y que “esta resulta de la más
absoluta necesidad”. También por eso el artículo 16 de la Declaración de
Derechos del Hombre y del Ciudadano, del mismo año, estableció que toda
“sociedad en que la garantía de los derechos no esté asegurada ni la separación
de poderes establecida, no tiene Constitución”.

Una “asamblea” que redacta una “Constitución” incompatible con la democracia


constitucional, es una asamblea constituyente falsificada y el resultado de una
parodia del ejercicio del poder constituyente. Por lo tanto, a pesar de sus
denominaciones, las “Constituciones” de la URSS (1924, 1936 y 1977), de Cuba
y de China Popular, no son realmente Constituciones ni expresiones del poder
constituyente. Se trata, simplemente, de estatutos que formalizan las
autocracias reinantes en esos países.

En una democracia constitucional, nadie debe obediencia a esos estatutos


políticos autocráticos. Su imposición a los pueblos solamente se consigue
empleando la fuerza bruta del golpe de Estado.

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