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También se usaban polvos y pastas de compuestos de calcio para ayudar a eliminar la grasa
y evitar que la tinta se corriera. Para hacer que el pergamino fuese liso y blanco, se frotaban
las pieles con pastas finas (de grano de almidón o de fécula) mezcladas con cal, harina,
claras de huevo y leche en las pieles.
Durante los siglos VII a IX, muchos manuscritos de pergamino anteriores fueron limpiados
y raspados para que pudieran ser reescritos de nuevo, y a menudo, la escritura anterior
todavía puede ser leída. Estos pergaminos reciclados se llaman palimpsestos. Más tarde,
nuevas técnicas más exhaustivas de limpieza de la superficie harían desaparecer
irremediablemente el texto anterior.
Sin embargo, podía ser decorada de varias maneras. El golpe en seco (relieves realizados
mediante la presión de un molde) o la impresión de un diseño en vitela húmeda (o cuero)
con un punzón caliente o un rodillo, era una forma común de decorar
libros encuadernados en este material.
A veces se decoraban con color dorado. Una técnica decorativa inventada a finales del siglo
XVIII, implicaba el uso de vitela muy fina y transparente. Un cuadro escénico, un escudo
de armas, un retrato u otro diseño, se pintaba en la parte interior de una lámina de vitela
translúcida.
Esto protegía la pintura de manchas o daños por manipulación. La encuadernación también
se decoraba con golpe en seco y decoraciones doradas. Este tipo de encuadernación,
llamada así por la familia de libreros/encuadernadores que la crearon y la vendieron, se
conoce como encuadernación “Halifax”.
Debido a que la vitela era cara, no era raro que las viejas páginas de los manuscritos se
reutilizaran para hacer encuadernaciones. Se han recuperado varios manuscritos valiosos e
importantes de antiguas encuadernaciones.