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Diplomado en Teología Espiritual

Módulo 2: Espiritualidad Cristiana


Sesión 1: Espiritualidad de los Padres de la Iglesia

ACTIVIDAD: La edad patrística y la configuración de una


espiritualidad laical

Karla Barrios Ortiz


Profesor: Pbro. Lic. José Luis Piña Vargas

Fecha: 06 de marzo del 2022


El texto de Miguel Pena González hace un recorrido histórico por la Iglesia cristiana y se
centra en los diferentes roles que ha tenido el laicado en ella.

En los primeros siglos de la era cristiana, el catecumenado promovió una participación


muy activa de los laicos, que ante la persecución de los romanos, terminaban por
convertirse en los grandes protagonistas de escenas heroicas que despertaban la
admiración de muchos de sus testigos. Los primeros cristianos fueron capaces de
sacrificios que vulneraban sus cuerpos de una manera muy violenta frente a la mirada de
un público que a veces se divertía pero muchas otras se dejaba conmover.

En este sentido se puede decir que los martirios de los cristianos fungieron como una
“propaganda” que iba volviendo cada vez más atractivo al cristianismo ante un panorama
muy incierto donde la sociedad se encontraba ávida de un nuevo fundamento espiritual,
desahuciada por el progresivo debilitamiento de la religión oficial romana, y perdida entre
ritos y sectas que brindaba respuestas parciales a sus necesidades, pero no lograban
apuntalar a algo sólido que por otra parte, pudiera darle coerción al pueblo.

La propuesta de la nueva religión fue resultando cada vez más atractiva en la medida en
la que los cristianos entregaban su vida a su pasión en el gran coliseo romano. No
obstante, con el paso del tiempo, las persecuciones fueron cesando y se volvieron
innecesarias aquellas muestras desmedidas de fe. A esto se le añade que los teólogos
cristianos fueron encontrando en esas muestras una expresión de vanidad más que de
amor, que podía poner en peligro la verdadera esencia de las enseñanzas de Cristo: no
se trataba de sufrir para demostrar una gran virtud, sino de asumir lo inevitable cuando se
ha abrazado la fe desde el corazón.

Poco a poco el catecumenado se fue transformando en caquetesis, y las


responsabilidades de los laicos fueron disminuyendo dentro de la Iglesia, aumentando con
esto, los privilegios del sacerdocio que cada vez se cultivaba más mientras que los laicos
se iban quedando relegados de los conocimientos que se iban gestando en los
monasterios y que fortalecían la fe cristiana.

Durante la época medieval, el laicado, explica el autor, fue meramente pasivo. Los
creyentes se limitaban a escuchar la liturgia y a cumplir con los sacramentos que fueron
destinados a ellos como el bautismo o el matrimonio. Su conocimiento sobre Cristo, pese
a la liturgia, se quedaba en la superficie, lo cual se veían reflejado también en su
comportamiento, regido más por una imposición externa que por una auténtica convicción.
De manera lamentable, los laicos se fueron asemejando a unos niños que son
escarmentados y guiados por unos padres exigentes y regañones, como lo eran en este
caso los sacerdotes.

Ante este panorama, no es de extrañar que en la modernidad, con el despertar de las


consciencias no sólo del laicado sino sobre todo lo que había sido la clase antes
marginada, surgiera en las personas un afán de emancipación, similar al de un
adolescente que quiere construir su propio camino al margen de sus padres.

La sociedad se fue alejando poco a poco del cristianismo, y este fue perdiendo adeptos,
debilitándose así la Iglesia que ante el panorama inquietante se dispuso a replantear
algunas nociones que incumbían principalmente al laicado. Gran parte de las
trasformaciones que se fueron dando durante los últimos siglos se materializaron en el
Concilio Vaticano II. El autor del texto nos dice “La atención a los laicos en el Concilio
cobró un papel relevante, por tratarse del primer texto conciliar sobre los mismos en toda
la historia de la Iglesia, donde se recuperaba un sentido positivo de los mismos, junto a la
visión tradicional negativa que los distinguía de los miembros del orden sagrado y del
estado religioso.” (p. 122) A partir del concilio, la comunidad cristiana cobró una
importancia aún mayor pues recobró el papel activo en la propagación de la fe que había
tenido el cristianismo durante sus primeros años. Más allá de su formación académica, es
responsabilidad del cristiano hablar de sus experiencias de fe a los demás y unirlos a este
nuevo gran proyecto que consiste esencialmente en rescatar la palabra de Cristo en toda
su extensión, palabra que se ha ido desvaneciendo gradualmente con la llegada de la
modernidad.

El nuevo reto que se le plantea al laicado tiene alcances interesantes, pues conlleva una
vuelta a los orígenes del cristianismo al mismo tiempo que echa una mirada hacia un
futuro que parece ir en dirección de una espiritualidad fundada en la unidad y en una
mayor asimilación de los individuos entre sí. Esto significa que las sociedades tendrán
que ser capaces de lidiar con una estructura más horizontal en la cual cada individuo,
despojado de la ambición de diferenciarse del resto, deba comprender y asumir su
pequeña función dentro del gran todo, ese gran absoluto donde encontramos a Dios.

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