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Las concepciones economicistas de la democracia de Schumpeter y Hayek *

Jorge Vergara Estévez **

La concepción de Schumpeter
En 1927, el economista austriaco Ludwig von Mises, publicó un breve libro,

Liberalismus, el cual puede ser considerado el texto fundacional de la teoría social

neoliberal, el cual incluye una concepción economicista de la democracia. En 1942, otro

economicista austriaco, Joseph Schumpeter, que fuera condiscípulo de Mises en la

Universidad de Viena y también exiliado del nazismo, publicó en Estados Unidos

Capitalism, Socialism and Democracy. Esta obra contiene una concepción de la

democracia como un mercado político, en lo fundamental, similar a la de Mises.

Friedrich Hayek recibió la influencia de ambos en la elaboración de su teoría de la

democracia. Se expondrán brevemente las concepciones de Schumpeter y la de Hayek,

y se mencionarán algunas críticas más relevantes.

Schumpeter basó su concepción de la democracia en la sociología conservadora

de Le Bon y otros autores, incluido Mises, los cuales rechazan el principio de la

igualdad básica de los seres humanos, y afirman que las sociedades están constituidas

por una pequeña elite y el resto es masa: “hoy día decir “pueblo” es lo mismo que

decir “masas”1. Schumpeter pensaba que los ciudadanos comunes carecen de

independencia y racionalidad. “Subsiste todavía la necesidad práctica de atribuir a la

___________________________
* Contribución al “Seminario Internacional de Filosofía Política: República, Liberalismo y
Democracia”, organizado por la Universidad de Chile y la Embajada francesa, 5 y 6 de julio del
2007, y realizado en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile.
** Doctor en filosofía de la Universidad de París VIII, profesor de epistemología de la Facultad
de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, (vergaraestevez@gmail.com). Editor de la
Revista Polis de la Universidad Bolivariana de Santiago de Chile (www.revistapolis.cl). Sus
áreas de investigación son la filosofía política, la epistemología de las ciencias sociales y los
estudios culturales.

1
Joseph Schumpeter, Capitalismo, socialismo y democracia (1942), Eds. Orbis, Buenos Aires, 1983,
p. 313. y Jorge Vergara Estévez, “Modelos elitistas de democracia”, Diánoia 1988, Instituto de
Investigaciones Filosóficas de la UNAM y F.C. E, México D.F. 1990.
voluntad del individuo una independencia y calidad racional que son completamente

irreales. Esta voluntad tendría que ser algo más que un haz indeterminado de vagos

impulsos que se mueven en torno a tópicos dados y a impresiones erróneas. Todo el

mundo tendría que saber lo que quiere defender. Sea cual sea el sentido que se

atribuye a la igualdad no puede aplicarse a los hombres tal como son” 2. Menciona

varios ejemplos históricos que mostrarían la irracionalidad, crueldad y fanatismo de

las masas: la condenación de Jesucristo habría sido producto de una “democracia” 3;

Nerón habría perseguido a los cristianos para “agradar al pueblo”; la quema de herejes

en la Ginebra de Calvino y en Massachuset colonial se habría realizado en

“comunidades democráticas”; la persecución de los judíos habría sido una “actitud

popular”, y su supervivencia se debería a la Iglesia y los príncipes. Finalmente, asevera

que las masas votaron por Hitler en el referéndum que lo convirtió en dictador.

El autor cree que su tesis sobre la irracionalidad de las masas invalida lo que

denomina “la teoría clásica de la democracia”. Según dice, ésta se basa en la búsqueda

del “bien común” y la posibilidad de construir consensos mediante una

argumentación racional. Dice Zylberger explicando la postura de Schumpeter: “siendo

indeterminada, la democracia no corresponde a su significación lógica, a saber el

gobierno del pueblo por el pueblo, pues hay una imposibilidad práctica que lo sea. El

pueblo es incapaz de actuar como comisión legislativa y como poder ejecutivo” 4. Su

caracterización de “la teoría clásica de la democracia” es imprecisa y se refiere casi

exclusivamente a Rousseau, el cual es asociado con los utilitaristas ingleses del sigo

XIX. Al parecer, su propósito era el de cuestionar toda teoría democrática

participativa, especialmente la del liberalismo comunitario de John Stuart Mill.

Creyendo haber refutado el modelo participativo, Schumpeter presenta su

modelo de competencia política, denominado técnicamente “modelo elitista pluralista

de equilibrio”5. Es elitista porque asigna el papel protagónico a los dirigentes

2
Ibíd, p. 325.
3
Joseph Schumpeter, op. cit. p. 312.
4
Jacques Zylberger, “Schumpeter. Capitalisme, socialisme et démocratie” en Dictionnaire des oeuvres
politiques, F. Chatelet, O. Duhamel y E. Pisier (eds.), PUF, Paris, 1986.
5
Crawford Macpherson, La democracia liberal y su época (1977), Alianza, Madrid, 1981, p. 95.
políticos. Es pluralista porque considera la sociedad moderna como un conjunto de

individuos con intereses y preferencias variables, las cuales pueden coincidir

provisoriamente con los de distintos grupos políticos. Se la considera de equilibrio

porque concibe el proceso democrático como un sistema que equilibra la demanda y

oferta de las mercancías políticas 6. Este modelo contiene una definición instrumental

de la democracia. Esta sería “sólo un método político, es decir, cierto tipo de concierto

institucional para llegar a decisiones políticas, legislativas y administrativas; y por

ello, no puede constituir un fin en sí. Y ése debe ser el punto de partida para todo

intento de definirla”7.

La democracia sería un método para elegir gobernantes que tomarán las

decisiones con completa autonomía de sus electores. Ella no puede ser más que el

gobierno de las elites elegidas. Estas son las únicas que pueden elaborar “las auténticas

voliciones del grupo” convirtiéndolas en factores políticos. “Democracia – dice

Schumpeter-, es aquel sistema institucional para llegar a decisiones políticas en que


los individuos adquieren el poder de decidir por medio de una lucha de competencia

por el voto del pueblo”8. Esta concepción de democracia parece provenir de Mosca,

para el cual la democracia es una de las formas de gobierno elitista, en la cual una

minoría, “la clase política”, obtiene el poder mediante procedimientos electorales para

usarlo en su propio beneficio9.

Schumpeter propone un modelo descriptivo y normativo de la democracia como

un mercado político en el cual los electores, o “consumidores políticos”, mediante su

dinero político, los votos, “compran” programas políticos de acuerdo a sus

preferencias. Las elites competitivas son los empresarios políticos que elaboran

propuestas políticas que ofrecen en el mercado eleccionario. Ellas se mueven por el

6
Jorge Vergara E., “Modelos elitarios de democracia” en Diánoia 1988, Nº 34, F.C.E. y el
Instituto de Investigaciones filosóficas de la UNAM, 1990.
7
Joseph Schumpeter, op. cit. p. 311 y 312.
8
Ibíd, p. 343.
9
Gaetano Mosca define a La clase política (1896) como: “La clase de los gobernantes que es
siempre la menos numerosa, desempeña todas las funciones políticas, monopoliza el poder y
disfruta de las ventajas que van unidas a él”, Ed. F. C. E., México D. F., 1975, p. 106.
principio de la maximización del poder. “El fin primero y principal de cada partido

político es prevalecer sobre los demás y conseguir el poder o permanecer en él” 10. La

teoría clásica de la democracia creyó que dichas organizaciones estaban formadas por

personas que querían fomentar el bien público, desde una determinada concepción de

la sociedad. Pero, ésta es sólo una apariencia, los partidos y los agentes electorales son

simplemente la respuesta al hecho de que la masa electoral es incapaz de otra acción

que no sea la estampida. “Y representan un intento de regular la competencia política

de una manera exactamente similar a las prácticas correspondientes de las

asociaciones de comerciantes”11. Los dirigentes favorecidos por la votación gobiernan

por períodos preestablecidos y podrán ser reelegidos si mantienen las preferencias de

sus electores.

Según Schumpeter, este modelo es realista porque reconoce el hecho indudable

del liderazgo, pero advierte que “presenta dificultades similares a las que son

inherentes al concepto de competencia perfecta en la esfera económica. En la vida

económica la competencia no falta nunca por completo, pero difícilmente alguna vez

es perfecta”12. Hay que aceptar, por tanto, las formas “desleales” y “fraudulentas” de

competencia política, “tenemos que reconocer que las democracia son como deben

ser”13. Esta argumentación que identifica la democracia real con las posibles y

deseables, que hace de la democracia un mero sistema institucional y que excluye su

dimensión utópica, normativa y proyectiva, es característica de las teorías

conservadoras. Busca persuadirnos que el mundo real, pese a su negatividad es el

único y el mejor mundo posible14.

10
Joseph Schumpeter, op. cit. p. 355.
11
Ibíd, p. 359-360.
12
Ibíd, p. 346.
13
Ibíd.
14
Jorge Vergara, op. cit. 74. Existe una versión latinoamericana de la actividad política como un
mercado. Es una forma de clientelismo, según la cual los políticos operan como political brokers,
como los llama Arturo Valenzuela. Carlos Peña describe, que en la actual vida política chilena
“Diputados y senadores (se han) convertidos en brokers, en gestores, mediadores entre las
comunidades locales y el poder central para obtener recursos del poder central”, en “El mal del
infinito”, de, El Mercurio, 10 de junio de 2007, p. D 12.
Las limitaciones de este modelo son profundas. Siendo un reduccionismo teórico

es incapaz de aprehender la complejidad de la vida política y de la democracia, y su

representación de los ciudadanos es abstracta y esquemática. Hay diversos estudios

que muestran que en la vida política están presentes factores psicológicos, sociales,

culturales, simbólicos, y no sólo económicos en amplio sentido. Por ejemplo, las

motivaciones de los votantes son de distinto tipo, y suponen con frecuencia

identificaciones políticas que van más allá de la compra de programas políticos.

Incluso, en muchos casos, no conocen los programas de los candidatos. Por ello, la

capacidad explicativa de este modelo es muy baja. Macpherson ha explicitado una

contradicción que se produce al aplicar el modelo neoclásico del mercado para

comprender la vida política. “En el modelo económico –escribe-, se suponía que los

empresarios y consumidores eran maximizadores racionales de su propio bien y

actuaban en circunstancias de libre competencia. Asimismo en el modelo político se

suponía que políticos y votantes eran maximizadotes racionales”15. Pero, este supuesto

es incompatible con la descripción que ofrece Schumpeter de la voluntad de los

ciudadanos comunes, como fluctuante e irracional. ¿Cómo estos sujetos de

racionalidad deficiente podrían elegir racionalmente entre elites competitivas?

El modelo schumpeteriano supone la posibilidad de alcanzar el equilibrio

mediante la competencia política. Este modelo se funda en la teoría económica de la

competencia perfecta y hereda las dificultades de dicha teoría. Como lo ha mostrado

Morgetsen y Hinkelammert, es ilusorio afirmar que existe una tendencia al equilibrio

de los factores en el mercado. La competencia real sólo puede producir desequilibrio 16.

Asimismo, este modelo supone que siempre existe competencia de programas

políticos, pero hay contextos políticos donde no existen diferencias significativas entre

los programas políticos de los diversos partidos y candidatos. De acuerdo a la

descripción de Schumpeter no habría criterios para elegir, sin embargo, los electores

continúa votando. Esta es una anomalía que refuta el modelo.

La teoría política de Hayek


15
Crawford B. Macpherson, op. cit., p. 98.
16
Franz Hinkelammert, Crítica de la razón utópica (1984), Ed. DEI, San José de Costa Rica, cap. II.
Las teorías económicas de Hayek han sido tan relevante e influyente en las

últimas décadas que su teoría de la democracia ha pasado a un segundo plano. Sólo

comenzó a ser estudiada, sistemáticamente, las últimas dos décadas, por autores

latinoamericanos, como Cristi y Lechner, y europeos y estadounidenses 17. Esto es

extraño porque Mises y Hayek describieron tempranamente su liberalismo como “un

programa político”18, y una “filosofía política”19. David Held en su investigación sobre

Modelos de democracia, incluyó la teoría política neoliberal de Hayek y Nozick como un

componente importante, junto a autores de otras corrientes, de lo que denomina “El

modelo de la democracia legal” elaborado por “la Nueva Derecha”, pero no reconoce

la especificidad de los teóricos neoliberales20.

Si embargo, puede mostrarse que Hayek y el neoliberalismo posee un modelo

propio de democracia que se funda en dos principios. El primero es el la primacía del

“ideal liberal” sobre el “ideal democrático” 21. Los verdaderos liberales serían los que

adhieren a la libertad individual, entendida básicamente como libertad negativa y

económica, y no se definen por su compromiso con la democracia. Los neoliberales

hacen suya la tesis de la asimetría y disparidad entre el liberalismo y la democracia 22.

Piensan que el liberalismo responde a la pregunta sobre los límites del poder público,

17
Norberto Bobbio, Crawford Macpherson, Giovanni Sartori y Robert Dhal, no incluyeron los
autores neoliberales en sus obras sobre teoría democrática, de los setenta y ochenta. Los
estudios sobre el tema de Eamon Butler, Gottfried Dietze, Andrew Gamble, John Gray, Alain
Renaut, Jorge Vergara y otros, comenzaron a publicarse desde los ochenta.
18
Ludwig von Mises, “Liberalismo” en Sobre liberalismo y capitalismo (1927), tomo I. Ed. Folio,
Barcelona, 1996.
19
Friedrich von Hayek (1946), “Individualismo: el verdadero y el falso” en Estudios Públicos Nº
22, Centro de Estudios Públicos, Santiago.
20
David Held, Models of Democracy, Stanford University Press, Stanford, California, op. cit., pp.
251 a 254. En esta parte me baso en estudios anteriores: (a) “El modelo neoliberal de
democracia” en Anuario 1999 de la sociedad Chilena de Filosofía Jurídica y Social, Valparaíso,
2000; (b) “La democracia neoliberal en Chile”, Pasos Nº 119, DEI, San José, 2005; (c) L’utopie
néolibéral et ses critiques, Tesis de Doctorado en Filosofía, Université de Paris 8, Paris, 2005.
21
Friedrich Hayek, Los fundamentos de la libertad (1959), Unión Editorial, Madrid, 1978, pp. 142 a
146.
22
Hayek cita a José Ortega y Gasset, España invertebrada (1927), Espasa –Calpe, Madrid, 1980,
pero tal vez el mejor exponente sea el historiador alemán Gerhard Ritter. “Esencia y
transformaciones de la idea de libertad en el pensamiento político moderno (1948),” en El
problema ético del poder, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1972, pp. 111 a 144.
cómo gobernar en cualquier régimen; la democracia, en cambio, responde a la

interrogante sobre quien debe ejercer dicho poder, quien gobierna. Rechazan la tesis de

que un sistema liberal sólo puede existir en democracia y nunca con un régimen

autoritario.

El segundo principio, Hayek lo extrae de Schumpeter, y es el del carácter

instrumental de la democracia. Afirma que la verdadera democracia carece de todo

contenido, y se reduce estrictamente a lo electoral. Los conceptos de democracia

social, económica y cultural carecen de sentido. Tampoco la democracia puede

ampliarse a las principales organizaciones económicas, administrativas y

educacionales, pues por su naturaleza éstas son jerárquicas, y su democratización es

imposible23. Todo sistema democrático que no se adecué a estas exigencias se opone a

un orden liberal, y se convierte en un “camino de servidumbre” hacia un sistema

totalitario24; y es legítimo luchar contra éste y derrocarlo 25. Hayek hace suya la crítica

de Carl Schmitt al parlamentarismo. Este no sería un verdadero orden político, sino

una especie de estado de naturaleza, de lucha de todos contra todos, donde coaliciones

de grupos políticos y de poder corporativos imponen legislaciones que sólo favorece

sus intereses inmediatos, y perjudican a las minorías empresariales 26. Para los

neoliberales es preferible un autoritarismo, inspirado en los verdaderos principios

liberales, que una democracia ilimitada, basada en atavismos primitivos como la

búsqueda de la justicia social, la disminución de las desigualdades socioeconómicas, y

la distribución democrática del producto 27. Por esto Hayek, Friedman y otros

neoliberales apoyaron activamente la dictadura de mercado de Pinochet. Asimismo, se

dice que la democracia liberal implica la plena libertad económica y un mercado libre

de restricciones estatales28.

Para Hayek, la democracia debe ser limitada, restringida y protegida. Sostiene

23
Friedrich von Hayek (1959), op. cit.
24
Friedrich von Hayek, Camino de servidumbre (1944), Ed. Alianza, Madrid, 1976.
25
Friedrich von Hayek (1944) op. cit, y “El ideal democrático y la contención del poder (1980)”
en Estudios Públicos No. 1. Centro de Estudios Públicos, Santiago.
26
Friedrich von Hayek (1980), op. cit. y Renato Cristi “Hayek, Schmitt et L’Etat de droit” en Le
libéralisme conservateur. Trois essais sur Schmitt, Hayek et Hegel, Editions Kimé, Paris, 1993.
27
Friedrich von Hayek, Nuevos estudios (1978), Eudeba, Buenos Aires, 1981.
28
Milton Friedman, Capitalism and Freedom, The University Chicago Press, Chicago, 1962.
que existen principios e instituciones, como el derecho de propiedad, que no pueden

ser modificados por la voluntad política mayoritaria de los ciudadanos, si se opusieran

a las elites neoliberales. Es decir, niega el principio de mayoría y otorga a la minoría un

poder de veto. El pluralismo político debe ser restringido, excluyendo o limitando a

los sectores políticos antisistémicos; por lo tanto, es legítimo intervenir en “el mercado

político” mediante el control social y la represión29.

El modelo de democracia de Hayek contiene, explícitamente, una “utopía

política”30. Es decir, este modelo se basa en una teoría radicalmente economicista y

conservadora de la democracia, -desde la cual realiza una crítica radical de las

democracias parlamentarias-, y contiene la propuesta normativa de un diseño político

institucional que considera realizable. Esta utopía de democracia de Hayek es sencilla.

Propone un sistema bicameral, en el cual una de las cámaras se asemejaría a los

actuales congresos de los sistemas parlamentarios, formado por representantes

políticos elegidos por los ciudadanos. Esta cámara nombraría un Primer Ministro que

con su gabinete, ejercería el poder ejecutivo gobernando y haciendo cumplir las leyes.

Sin embargo, estos parlamentarios no tendrían ninguna función legislativa.

Esta sería la función exclusiva de la otra cámara. Sus miembros no podrían

pertenecer a un partido político, sino que serían “una muestra representativa del

pueblo, si fuera posible, hombres y mujeres particularmente respetados por su

propiedad y sabiduría, pero no delegados que buscan cuidar los intereses de sus

electores”31. Para asegurar su independencia no serían reelegibles, y ejercerían su cargo

por un largo período, por ejemplo, quince años. Los ciudadanos podrían elegir

mediante su voto a estos legisladores, pero sólo serían elegibles, mediante un registro,

los triunfadores del mercado, los que pertenecen a la categoría de “el hombre más

exitoso de su clase”32. Este sistema podría ser considerado una modalidad de

democracia censataria. Hayek está conciente que este diseño institucional difiere de lo

que se llama democracia: “sugiero que deberíamos llamar a dicho sistema demarquía,

29
Friedman dice que hay que aumentar los costos de “la defensa de causas radicales”, para
evitar que crezca ilimitadamente la “oferta” de socialistas. Ibíd, p. 18.
30
Friedrich von Hayek (1978), op. cit.
31
Ibíd, p. 92
32
Ibíd.
un sistema en que el demos no tendría poder bruto”33.

Hayek cree que sólo los que han sido exitosos “en los asuntos ordinarios de la

vida” poseen el saber necesario para legislar. Esta creencia se funda en su teoría de las

masas y las elites. Se identifica con la postura de Schumpeter que rechaza el principio

de la igualdad básica de los seres humanos. Sostiene que la mayoría está movida por

atavismos primitivos y, por ello, es incapaz de comprender “las leyes abstractas que

rigen la vida social”, especialmente el respeto a los contratos y al derecho de

propiedad. Debido a esto, “son insuficientemente civilizados”, y su capacidad de

adaptación y de competir en el mercado es limitada 34. A consecuencia de esto, en una

sociedad de mercado libre, las desigualdades socioeconómicas son de origen natural.

Las elites, en contraste, son la minoría que posee en plenitud las capacidades

intelectuales y de carácter de que carecen las masas, y por ello manifiestan una

excelente capacidad de adaptación al mercado que se manifiesta en su éxito

económico35. Como puede verse, el saber político par excellance es el económico36.

Hayek cree que esta propuesta institucional aseguraría la plena realización del estado

de derecho, pues la legislación que se dicte estaría exenta de toda excepcionalidad

basada en el mito de la justicia social, y estimularía la competencia económica, la que

generará, necesariamente, el bienestar de todos. Asimismo, se producirá la

concordancia o subordinación de la política al mercado, evitando el riesgo de la

democracia ilimitada.

Este modelo democrático se funda en una teoría o supuesto de la tendencia

espontánea al equilibrio de los factores del mercado, el cual no ha sido probado, y que

acaso no sea posible demostrar, como lo ha planteado Hinkelammert 37. Para permitir

su funcionamiento habría que liberar al mercado de todo obstáculo e

intervencionismo. Esto implica “el derrocamiento de la política” y el fin del Estado de

Bienestar. La utopía política de Hayek es una condición necesaria para intentar

realizar la utopía neoliberal del mercado total, de refundar la sociedad de acuerdo a la


33
Friedrich von Hayek (1978), op. cit. p. 92.
34
Ibíd.
35
Ibíd.
36
Jorge Vergara (2000), op. cit.
37
Franz Hinkelammert, Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia, Ed. Nueva Universidad,
Bs. As. 1970, cap. A.1.3, y Crítica de la razón utópica, op. cit., cap. 2.
lógica mercantil. Esto implica un Estado mínimo, sin capacidad para intervenir el

mercado, redistribuir ingresos, y evitar así que los “perdedores del mercado” caigan

en la pobreza y marginación. Por esto “se impugna la existencia misma de la política

en tanto poder de disposición sobre las condiciones sociales”, como señala Lechner 38.

Explicita que Hayek y los neoliberales “proponen una utopía. Su noción de libertad

supone que todas las relaciones sociales se rigen únicamente por una racionalidad

formal. Pretenden neutralizar toda confrontación político-ideológica a fin de

“funcionalizar” todas las relaciones sociales en un “sistema”, el mercado. La

racionalidad formal como ley absoluta eliminando todo conflicto entre postulados

materiales contrapuestos, o sea, aboliendo la política”39.

Todas las formas de acción social estarían funcionarizadas y subordinadas a la

dinámica de las relaciones mercantiles. La integración social y cultural ya no se

realizaría en el ámbito de la acción política, la cultura y la sociedad civil, sino que se

realizaría en el mercado. Pero, éste no puede producir integración social, como lo ha

mostrado García de la Huerta, quien explicita que “el mercado que sirve para detectar

quién puede consumir; al convertirse en criterio comodín para cualquier decisión,

opera como dispositivo de jerarquización y discriminación: divide la sociedad entre

los que tienen poder económico y los que no lo tienen. Define, pues, una estrategia de

privatización del poder y una política de exclusión”40.

En el caso chileno, la radical aplicación de este modelo de democracia, de

economía y sociedad muestra algunos logros, pero también consecuencias negativas e

indeseables. La consolidación de este “cambio de poder” ha estado acompañada por el

inmovilismo político de un sistema político basado en una constitución política elitista

y reaccionaria. Se constata la pérdida de sentido de la democracia, la apatía y

desconfianza profunda, especialmente en los jóvenes, frente a los políticos, al

parlamento y los empresarios. La adhesión a la democracia en Chile a fines del período

38
Norbert Lechner (1986), “El proyecto neoconservador y la democracia” en Los nuevos procesos
sociales y la teoría política contemporánea, Julio Labastida (ed.), Ed. Siglo XXI, México, p. 241.
39
Ibíd.
40
Marcos García de la Huerta, Reflexiones americanas. Ensayos de intra-historia, Ed. Lom, Santiago,
1999, p. 222.
autoritario superaba el 90%, hoy sólo alcanza al 50%, y un tercio de los entrevistados

dice que le daría igual vivir en un régimen autoritario que en democracia. Los estudios

de opinión pública y los análisis sobre el desarrollo humano en Chile muestran,

nítidamente, un generalizado conformismo, “la desesperanza aprendida” de la

población; un profundo sentimiento de impotencia frente a un sistema económico que

es rechazado por el 70 % de los ciudadanos. En suma, el profundo malestar frente a

esta forma de hacer política y de organización de la sociedad 41.

Los modelos de democracia de Schumpeter y Hayek son muy precarios

teóricamente, y muy difíciles de defender frente a las críticas que han recibido. Su

debilidad se debe, en importante medida, a su carácter reduccionista, a su incapacidad

de reconocer la existencia de la complejidad social y la diferencia entre la lógica

económica y la política. Al instrumentalizar completamente la democracia, al ponerla

en función del mercado, le hacen perder todo su sentido y terminan por disolverla. Por

eso, estos modelos de democracia son autocontradictorios.

Su aplicación en las últimas décadas en América Latina -como lo han mostrado

los análisis críticos de Bourdieu y Hinkelammert-, desencadena procesos de

destructividad social y ambiental. Al aumentar las desigualdades sociales, cronificar la

pobreza, acrecentar las inseguridades y los miedos, y al potenciar la competencia

darwiniana por la supervivencia, destruyen el tejido social, deterioran la sociabilidad y

profundizan la fragmentación social. Al convertir el crecimiento económico en la meta

superior de la sociedad, generan crisis ambientales sin precedentes, la cual disminuye

la calidad de vida de los ciudadanos y las posibilidades futuras. Como dice

Hinkelammert, lo económico no es la determinación de última instancia, sino los

derechos humanos, que incluyen los económico-sociales 42. El economista Karl Polanyi,

aseveraba que “la acción del mercado autorregulado” aniquila las sociedades, y si

éstas no ponen límites al mercado terminan por destruirse43.

41
PNUD (1998), op. cit.
42
Franz Hinkelammert, “La transformación del estado de derecho bajo el impacto de las
estrategias de globalización”, Polis Nª 10, vol.4, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile,
2005.
43
Polanyi, Karl (1944), La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo,
Ed. F. C. E, México D. F., 1992, pp. 247-257.

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