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Aluden a dos realidades que tienen existencia más allá de los actos individuales de los
actores en el escenario educativo.
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Garay, Lucía (2000): Algunos conceptos para analizar instituciones educativas. Cuaderno de Posgrado.
Publicación del Programa de Análisis Institucional de la Educación, Centro de Investigaciones de la Facultad de
Filosofía y Humanidades. UNC.
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grado de formalización, se expresan en leyes, normas, pautas, códigos. Pueden estar
escritas pero no necesariamente.
Pueden conservarse y transmitirse oralmente sin figurar en ningún documento. Este sistema
de leyes, normas, pautas serian objetivaciones de aquellas ideas, ideales, valores y
significaciones.
Como lógicas regulatorias de las actividades humanas a veces son explicitas, pero no
siempre. Pueden estar funcionando como lógicas subyacentes u ocultas, subsidiarias o
periféricas a otra institución (la escuela respecto al Estado, por ejemplo).
Hay otro aspecto del proceso de institucionalización, de valor más sociológico y político, que
auxiliaría en la comprensión de los funcionamientos actuales de la institución.
Una institución para ser generada supone otras instituciones que le sirven de plataforma, de
despegue. Necesita de otras instituciones. Desplaza otras; reabsorbe algunas. Nace y se
institucionaliza en oposición a otras instituciones o complementariamente (la escuela en
relación con el Estado-Nación).
En Argentina, la institucionalización y desarrollo de la escuela se realizó anudada a otro
proceso: la constitución de la Nación y el Estado. Fueron medidas impulsadas y sostenidas
desde el Estado las que le dieron a la Escuela Argentina ese espaldarazo y ese perfil
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singular hasta convertir el modelo de la escuela pública estatal en el de mayor legitimidad.
La ley de obligatoriedad, la centralización del gobierno escolar, la homogeneidad curricular
y en la formación de maestros fueron algunas de estas acciones.
Sin duda fue el anudamiento de dos grandes instituciones, la Escuela y el Estado, el más
importante para la institucionalización de la modernidad; el más fructífero para cada una y
para el desarrollo nacional y educativo.
Ambas crearon un universo simbólico alrededor de valores como “la ciencia”, “el progreso”,
“el orden y las leyes”, la “universalidad” y el “crisol de razas”; cuyo máximo esplendor en
Europa, su antecedente, precedió a la segunda guerra mundial y posibilitó que uno y otra -
Estado y Escuela- se instalaran en la representación colectiva de la “gran Nación” que
aspirábamos, de la identidad del “ser argentino” y la cultura nacional.
El proceso de institucionalización tiene, al menos, tres planos. Uno con la sociedad y con la
etapa histórica que ha creado las condiciones (objetivas y subjetivas) que posibilitan el
surgimiento e institucionalización.
Otro, en la sociedad con la creación de condiciones y mecanismos que aseguren su
reproducción. En el caso de la escuela como institución a este proceso lo denominamos
“escolarización”.
Podría decirse que la institucionalización, en tanto proceso concreto, deja sus marcas en las
estructuras, en la dinámica, en las prácticas, en los logros y fracasos, en los conflictos al
interior de la organización; en cada establecimiento. No sólo en los establecimientos, en su
espacio interior, sino, y de modo más profundo, en la mentalidad de la gente.
Quizás sea por ello que a pesar de la profunda difusión de los signos críticos de las
instituciones educativas -de su pérdida de funciones, del atraso científico del conocimiento
escolar, del fracaso- las demandas individuales y de las comunidades por más lugares y
más y mejores servicios educativos no disminuye; por el contrario crece, y se diversifica en
sus contenidos, en todos los sectores sociales por igual.
Son, nuevamente, fuerzas y luchas de fuerzas las que tienden a transformarla, quebrarla o
extinguirla. A estas fuerzas se las llama INSTITUYENTES, productoras de nuevas ideas y
valores -o podrían ser ideas y valores del pasado que se restituyen. Son fuerzas
productoras de códigos, de símbolos. Generan una nueva institucionalización. Otras
características institucionales, otro instituido.
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No se trata sólo de nuevas ideas y valores. Se trata, también y fundamentalmente, de
nuevos procesos estructurales; económicos -la
economía de mercado, las nuevas formas de organizar la producción y el trabajo, la
globalización... -; sociales -la marginalización, exclusión y diferenciación de las
poblaciones...-; políticos -las guerras de dominación y exterminio, el vaciamiento del poder
de intervención de los Estados Nacionales, el autoritarismo y las mafias...-; psicosociales -
desde la sobre-adaptación a la anomia-; comunicacionales y científicos.
Y, por sobre todo, como producto y productores de estas transformaciones profundas de las
tramas sociales, nuevos actores sociales, nuevos posicionamientos, nuevas necesidades y
demandas que determinan el tablero de fuerzas y los modos de lucha por instituir lógicas y
significaciones institucionales.
Los actores institucionales habitualmente creen que el secreto para instituir Proyectos
Educativos radica en la voluntad de conjunto del interior institucional. Sin embargo, la clave
está en la demanda social y en los sectores sociales cuya fuerza logre plasmarse en “poder
instituyente” sostenido; y no poder individual sino colectivo.
Tampoco será necesario puntualizar qué le pasa a la institución y qué le pasa al sujeto de la
demanda cuando el espiral de relaciones entre ambos se corta. ¡Cuánta negatividad puede
generar la frustración de necesidades insatisfechas acumuladas!. Y no me refiero aquí a
necesidades de comida, vestimenta o útiles -como habitualmente gusta suponer el docente
como necesidad prioritaria de sus alumnos carenciados -; sino a necesidades de conocer y
saber, de promoverse y tener identidad, es decir ¡necesidades de existencia!.
Necesidades de “ser” sujeto de saber y sujeto social que es, a no dudarlo, el principio del
fundamento de toda institución educativa que no haya enajenado “su razón de ser.
La INSTITUCIÓN es entonces, y a la vez, estos tres componentes: Instituido, instituyente,
institucionalización.
La institucionalización es una fase activa. El modo en cómo realmente suceden las cosas.
La historia en acción.
Por ello, es a mi entender, la fase cuyo conocimiento aporta más claves para comprender e
interpretar el escenario institucional. Me aventuro a decir que el análisis y la intervención
queda, en su articulación política, inscripta en esta fase.
La institucionalización es un proceso difícil de ser observado; aunque como lo caractericé
antes es la instancia más concreta, más real de la institución. A veces se logra en el
proceso de análisis poder reconstruirla, hacerla salir de su nivel no manifiesto y no
consciente. Con frecuencia, y para nuestra desesperación como investigadores o analistas,
sólo captamos acciones fragmentadas y exteriores a la institución misma (el decreto de
creación de una escuela; el reglamento de sanciones o faltas; la instalación de un reloj para
marcar los horarios de entrada y salida). En general, lo visible es aquello que tiene que ver
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con lo instituido, con la memoria cotidiana.
El supuesto básico es que ese establecimiento es un escenario donde los actores, sus
papeles, los guiones y sus productos no se explican por si mismos. Las fracturas, los
conflictos, las funciones, los estilos conllevan las marcas de la institucionalización. Es decir,
de los resultados de la lucha entre lo instituido y lo instituyente; de las fuerzas (poderes) que
fueron puestos en juego; como de los grupos sociales, actores del campo educativo y
escolar, que sostuvieron lo instituyente y/o defendieron lo instituido.
En varios estudios sobre escuelas, al preguntarme sobre las relaciones entre éstas y las
comunidades donde se ubican, se nos aparecían grandes diferencias (en la participación de
los padres, en la capacidad de convocatoria para sus acciones, en la cooperación) según
que la creación fuera el producto de la iniciativa, a veces la lucha, de padres, docentes y
vecinos; que fuera una creación producto del accionar de políticos o que, simplemente,
fuera una creación establecida desde el gobierno educativo como parte de un plan de
expansión.
Este hecho, que no es meramente anecdótico, hizo que buena parte del proceso de
institucionalización escolar de la educación fuera, en realidad, implantación. Quizás, y
arriesgando hipótesis, esa sensación de ajenidad, de transitoriedad que tienen en nuestro
país los proyectos de reformas educativas reconozcan su origen en esta institucionalización
fallada.
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Tanto desde la teoría que estoy exponiendo, donde la institucionalización en términos de
“historia viva” es central para la prospectiva de las escuelas, como desde mis recorridos de
investigación, es demostrable que cuando en la fundación de una escuela intervienen
activamente las demandas y las luchas de las comunidades locales, éstas desarrollan una
fortaleza y un compromiso con sus principios fundantes que la hace resistir a los factores
económicos y políticos disruptivos. Por el contrario, hay escuelas que sin tener carencias
materiales evidentes son frágiles a los embates de políticas de ajuste porque nacieron
desarraigadas; parecen no tener historia ni identidad.
En este ejemplo, es posible ver la diferencia que existe entre reconstruir la historia de
creación y reconstruir el proceso de institucionalización. En el primero quizás, baste con
historiografiar los hechos que culminaron con la inauguración de una escuela. En el
segundo, interesa, además, dar cuenta de los grupos, sectores o personas que participaron
en la creación; de las ideas y proyectos que los animaban; de las luchas internas; de la
relación que grupos e ideas (instituyentes) guardan con lo que finalmente resultó instituido.
La construcción del edificio, su localización, el nombre, su primer directivo, el primer grupo
de alumnos, suelen ser los indicadores-resultados de estos movimientos y disputas.
En estas luchas entre instituido e instituyente (a veces representados por «las autoridades»
y “la gente” o “la comunidad»); o entre fuerzas instituyentes de distinto signo, ideologías o
proyectos, se generan micro historias que a modo de corriente subterránea alimenta
disputas actuales.