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Material:

G. Irrazábal, El camino de la comunión, Ágape,


Buenos Aires, 2010.
4. A cción moral

Lo que hemos dicho en el capítulo precedente del


sujeto moral, puede ahora ayudarnos a comprender su
actuación. Todos creemos tener una idea clara de lo que
os una acción moral. Sin embargo, no es fácil captar este
concepto adecuadamente. En efecto, nos acechan con dos
peligros:
1) Confundir la acción moral con un hecho de la naturaleza: El
Evangelio nos cuenta que Caifás pretendió fundar la necesi­
dad de condenar a Jesús en el siguiente argumento:
"¿No les parece preferible que un solo hombre mue­
ra por el pueblo y no que perezca la nación entera?” (Jn
11, 50)
A esa pregunta, tal cual está formulada, sólo cabe res­
ponder que sí: es preferible que muera uno en vez de que
mueran muchos. Pero la cuestión real aquí no es que al­
guien muera (hecho de la naturaleza), sino la acción de ma­
tar a alguien (decidir y ejecutar libremente un homicidio).
Y es m o r a lm e n te in a d m is ib le dar muerte a un inocente, aun
con el fin de salvar a muchos. Este género de "confusión",
como se puede apreciar en el ejemplo citado, suele s e r de­
liberada, a los efectos de ocultar la ilicitud de los medios
que se emplean.
2) Confundir un hecho de la naturaleza con una acción
moral. El error también puede producirse en sentido in­
verso. Supongamos que una persona que ha perdido la
cordura mata a otra. ¿Ha cometido un homicidio? En ri­
gor, ha causado esa muerte (en sentido físico) pero no ha
matado (en sentido moral). No basta, en efecto, que un
acto sea realizado por un ser humano para poder consi­
derar dicho acto como acto humano, y por consiguiente,
con significación moral. ¿A qué llamamos, entonces, un
acto propiamente humano?
4.1. Definición de acción humana
o voluntaria
S. Tomás define la acción humana de la siguiente manera:

La acción humana o voluntaria es aquella que


procede de un principio intrínseco y está acompa­
ñada por el conocimiento formal del fin.72

Analicemos por partes esta definición:


1. El acto humano brota de un principio intrínseco, es
decir, de la voluntad, que como ya vimos, es una facultad
operativa interior al hombre. Excluye, por lo tanto, aque­
llos actos producidos por causas externas, ajenas a la vo­
luntad o al deseo.
2. Como la voluntad, a diferencia del deseo sensible, es
un apetito racional, la misma es movida por el conocimien­
to racional de su objeto o fin, conocimiento que le es propor­
cionado por la inteligencia. Lo que mueve a la voluntad a
obrar es un juicio de valor sobre la acción a realizar, o sobre
el bien que se persigue con ella.
Aclaremos que se trata de conocer el fin formalmen­
te, es decir, en cuanto fin. SI alguien empuja mi mano para
golpear a otro, puedo ser consciente de lo que va a suceder,
pero no lo conozco romo fin, es decir, como algo elegido
por mí; la acción no brota de mi juicio de valor acerca de un
bien a obtener, capaz de ponerme en movimiento.

3. Por implicar el ejercicio de la voluntad, facultad es­


piritual, la acción humana es auto-referencial, es decir, que
cualifica en primer lugar al sujeto que la realiza. Cuando la
voluntad de la persona se determina hacia un objeto, es la
persona la que se auto-determina. Por ejemplo: si yo robo,
me convierto en ladrón.

72 cí. S .T h . I l í, q .6, a . l . E n e ste tenia s e g u im o s d e c erca a E.


Colom - A. Rodríguez L uño , Elegidos en C risto, 1 4 7 -1 8 2 ; cf. C L A ,
705-760.
Po r eso d ife re n c ia m o s en tre a c c io n e s transeúntes e
inmanentes. Las p rim e ra s producen su e fe cto p rin cip a l en el
m undo e x te rio r (po r ejem p lo , co n stru yo una c a sa ). Las seg u n ­
d as, en ca m b io , g en eran p rin c ip a lm e n te un e fe cto in terio r.
Las ac cio n e s m o rales son de este ú ltim o tip o : mi a c ció n buena
o m ala puede p ru d u cir ca m b io s en el m undo e xte rio r, pero su
p rim er e fe c to es h ace rm e bueno o m alo com o persona.

En conclusión, todo acto humano encierra una intención,


un objeto, un "para qué", comprendido y valorado por la
razón, y elegido por la voluntad. Los actos que no cuentan
con estas notas, por no ser racionales y voluntarios, se los
denomina actos del hombre, y carecen de relevancia moral.

4.2. La estructura del acto moral


El acto moral no es una realidad tan simple como parece
cuando lo observamos desde fuera. Tiene una estructura, es
decir, está compuesto por diferentes elementos íntimamen­
te vinculados entre si. Analizar estos aspectos constitutivos
del acto humano y su ordenación recíproca nos hará posible
entenderlo mejor y encontrar los criterios adecuados para
su valoración moral.71

4.2.7. Actos elícitos e imperados


Actos elícitos son aquellos que realiza directamente la vo­
luntad en cuanto potencia espiritual (amar, odiar, aceptar, re­
chazar). Estos actos se califican moralmente con independen­
cia del hecho de que causen o no conductas exteriores. Pero la
actividad espiritual tiende a concretarse en estas últimas. Ac­
tos imperados son, precisamente, aquellos realizados por una
potencia distinta de la voluntad (inteligencia, sentidos, cuer­
po) bajo la moción de ésta. Algunos autores denominan estos
dos actos, respectivamente, acto interior y acto exterior, y en tér­
minos generales podemos aceptar esta identificación. Cuando
hablamos de acciones, nos referimos a los actos exteriores.73

73 Cf. C L A , 705-760.
¿Cuál es la importancia de esta distinción? Los actos
elícitos son el principio y fundamento de los actos impera­
dos, son como su "alma". Por ello, se los considera buenos
o malos por esencia, mientras que los imperados lo son por
participación. Pero ello no implica restar importancia al acto
imperado, que le da a la acción moral su "cuerpo":
1. No todo acto exterior es apto para encamar una deter­
minada intención.
Por ejem plo, cierto s m odos de "ayud ar" pueden ser hu­
m illa n te s, aun q u e se realicen con buena In ten ción . Del m ism o
m odo, c ie rta s co n d u c ta s se xu ale s no son ap ta s para e xp resar el
amor en una pareja, por a u té n tico que sea el sen tim ien to que
las Insp ira. En am bos casos, los correspondientes acto s Im pera­
dos no son ap to s para e n c a rn a r el acto e lícito de am or.

2 . Los actos imperados refuerzan el querer personal.


Un a c to Im p e rad o por el a m o r (p o r eje m p lo , un gesto
de a fe c to ) c o n trib u y e a re fo rz a r este s e n tim ie n to ; un a c to
im p era d o de odio (p o r e je m p lo , una ag re sió n ) n o rm a lm e n te
p ro fu n d iza e ste s e n tim ie n to n e g a tiv o en q u ien lo re a liza .

Para que el acto moral esté adecuadamente descripto, es


preciso que queden de manifiesto estas dos dimensiones, la
elícita y la imperada, que en su unidad constituyen al acto
moral en su identidad propia.

4.2.2. Intención y elección


Hemos dicho que el acto elícito y el acto imperado, el acto
interior y el acto exterior, se vinculan entre sí como el alma y
el cuerpo. Pero ¿cómo entendemos esa comparación? ¿Cómo
puede explicitarse la relación entre ambos? Hay una distin­
ción, en el seno del acto interior, que puede ayudamos:
1. Intención', es el acto elícito de la voluntad que consiste
en el querer eficaz de un fin que no poseemos, y que deno­
minamos finís operantis (fin del que obra, del agente).
2. Elección', es el acto elícito de la voluntad que tiene por
objeto la acción inmediatamente realizable ("medio") en
vistas al fin intentado.
P o r e je m p lo : to m o una m e d ic in a a m a rg a p a ra c u r a r ­
m e. M i in t e n c ió n , el fin que m e m u e ve , es el de re c u p e ra r la
sa lu d . P ara ello d e cid o re c u rrir (e le c c ió n ) a un m edio d e te r­
m inad o que es "to m a r e sta m e d ic in a " (n o te m o s que siem p re
se elig e u n a a c c ió n , no sim p le m e n te una co sa so b re la que
re c a e la a c c ió n ).

Ahora bien, el medio o acción elegido, conlleva una fi­


nalidad p ro p ia , más allá de lo que el agente se proponga a
través de ella. A ese fin, que surge de la estructura misma
de la acción, lo llamamos Jims o p e r is (fin de la obra). Ese fin
tiene significado moral, por lo cual la acción elegida nunca
puede entenderse como un medio neutral.
T o m a r u n a m e d ic in a es o b v ia m e n te un m e d io l í ­
c it o . Pero s u p o n g a m o s q u e e lijo c o m o m o d o de c u ra rm e
d e l in s o m n io a g re d ir f ís ic a m e n t e a mi v e c in o q u e e s c u c h a
m ú s ic a a m u c h o v o lu m e n p o r la n o c h e . A q u í se v e c l a r a ­
m e n te q u e el m e d io e le g id o , le jo s de s e r n e u tro , c o n lle v a
un fin p ro p io : a g re d ir = p ro d u c ir d a ñ o a o tro , un f i n í s
o p e r is ilíc it o , co m o m e d io p a ra a lc a n z a r un f i n í s o p e r a n -
tis b u e n o .

Podemos ver entonces con claridad la relación entre


intención y elección. La intención es la orientación inicial,
la incoación interior de la acción. Pero la elección añade al
significado ético que ya tiene la intención un valor posi­
tivo o negativo. La intención se hace realidad a través de
las elecciones apropiadas. B o n u m e t t n a lu m s u n t in r e b u s ,
es decir, el bien y el mal no se quedan sólo en la intención
sino que se revelan en la realidad exterior de la acción que
ella impulsa.

4.2.3. El objeto de la voluntad


Ya tenemos, pues, una pista importante para entender
"de qué se trata" un determinado acto, es decir, para cono­
cer su o b jeto : para ello necesitamos averiguar q u é es lo q u e ha
e le g id o el a g e n t e . Ahora podemos apreciar mejor la perspec­
tiva que hemos calificado en la introducción de esta obra
c o m o p r io r ita r ia :
" p a r a p o d e r a p r e h e n d e r el o b je to d e u n a c to ,
q u e lo e s p e c ific a m o r a lm e n t e , h a y q u e s it u a r s e e n
la perspectiva d e la persona q u e actúa". (VS 78)

Ubicándonos en esta perspectiva, ¿en qué consiste el ob­


jeto del acto moral? VS 78 responde con dos definiciones
coincidentes:

1) "El objeto del acto del q uerer es un com por­


tamiento elegido libremente".

2) "El u b jelu es el fin próxima de una elección


d e lib e r a d a q u e d e t e r m in a e l a c to d e l q u e r e r d e la
persona que actúa".

Existe una confusión muy extendida que consiste en


identificar el objeto del acto con la cosa sobre la cual éste re­
cae. Por ejemplo, en la acción de robar una billetera el objeto
sería, según se piensa frecuentemente, la billetera misma en
su materialidad. Pero si tenemos presentes las afirmacio­
nes precedentes, nos daremos cuenta de que se trata de una
equivocación. En el ejemplo citado, ¿cuál es el "comporta­
miento elegido libremente"? ¿Cuál es el "fin próximo" de la
acción realizada? No la cosa robada, sino la acción de sustraer
la propiedad ajena. Es éste el plan, la propuesta que la razón
elabora, comparándola con las exigencias de la virtud, y
que una vez constituida, presenta a la voluntad p a ra que
ésta elija libremente. Es, por tanto, una "forma concebida por
la razón"7*
Por consiguiente, el objeto es el para qué de la acción, su
contenido básico de sentido, que no se identifica con el simple
acontecer físico.
S u p o n g a m o s q ue, e n tra n d o al livin g de m i c a sa , en­
c u e n tro a mi padre se n ta d o en s ile n c io en un s illó n , y le p re­
g u n to : "¿Q u é e s tá s h a c ie n d o ? " (es d e cir, ¿ c u á l es el o bjeto

4 S.Th. I-II, q.18, a .10; cf. M . R hon u eim er , Ley natural y razón prác­
tica 1 1 6 - 1 1 7
de tu a c c ió n ? ). Si m e re sp o n d e: "E sto y s e n ta d o en s ile n c io
en un s illó n " , su d e sc rip c ió n s e ría c o rre c ta , pero in s u fic ie n te
para e n te n d e r el se n tid o de su a c to . Si en ca m b io d ic e : " E s ­
to y m e d ita n d o ", "E sto y d e s c a n s a n d o ” , u o tra re sp u e sta s im i­
lar, me revelaría la verdadera razón de su acto, su objeto.
A su vez, este objeto en sentido estricto, que denomina­
mos d ir e c to , puede ser querido como f i n o como m e d io :
• como f i n se quiere aquello que se considera bueno
en sí mismo, sea como bien honesto (digno de ser
amado por sí) o como bien deleitable (por el pla­
cer que nos produce).
• como medio se elije aquello que no es queridu en sí
mismo sino por relación a un bien honesto o deleita­
ble. Se trata de un objeto finalizado. Ejemplo: tomo
un remedio amargo buscando recuperar la salud.
Pero también hay un objeto que denominamos i n d i r e c ­
to,porque no es querido directamente ni como fin ni como
medio, pero va inevitablemente unido a lo que se quiere
directamente.
P o r e je m p lo : un m é d ic o p ro ced e a e x t ir p a r a u n a
m u je r su ú te ro c a n c e ro s o . E ste a c to no p o d ría s e r d e sc rip to
co m o " e s t e r iliz a c ió n " p o rq u e é sta no es el e fe c to b u sca d o ,
que c o n s is te ú n ic a m e n te en c u r a r a la p a c ie n te . El e fe c to
m a lo es p re v is to , c ie r t a m e n t e , pero no es q u e r i d o (o s e a ,
e le g id o ) en n in g ú n m odo. La p ru e b a de e llo es q u e la e s ­
te rilid a d no c a u s a la c u r a c ió n , sin o q u e es só lo la c o n s e ­
c u e n c ia de la m ism a . Si p or el c o n tr a r io , la c o n s e c u e n c ia
e s te r iliz a d o ra fu e ra al m e n o s uno de los m o tiv o s de la in ­
te rv e n c ió n , fo rm a ría p a rte del o b je to d ire c to . La a d m is ib i­
lid ad de la s c o n s e c u e n c ia s n e g a tiv a s se d e te rm in a por la
a p lic a c ió n del p r i n c i p i o d e d o b le e fecto , q u e v e re m o s m á s
a d e la n te (in fr a 4 .5 ).

4.2.4. Conclusión: unidad intencional de la conducta


Lo que hemos dicho acerca de la estructura de la acción
moral nos permitirá llegar a una importante conclusión. Si
nosotros nos limitamos a observar externamente la conduc-
ta humana, tendremos la impresión de que no es más que
una sucesión de actos individuales desconectados entre sí.
Pero, en la perspectiva de la persona que actúa (supra 1.2.3),
los actos humanos son considerados desde su intencionali­
dad, y ello cambia sustancialmente nuestro modo de consi­
derar la vida moral.75
En efecto, hemos dicho que para que el agente produz­
ca una acción que se pueda considerar humana, es preciso
que exista una razón, un fin básico para realizarla. Es lo
que hemos llamado fin próximo u objeto.76 Ahora bien, esta
intención básica, a su vez, es explicable por su conexión
con otras intenciones más amplias y profundas. Por ejem­
plo, quiero estudiar para aprender; pero quiero aprender
para formarme profesionalmente; y quiero formarme para
realizar mis capacidades y dar mi contribución a la socie­
dad, etc. Elecciones (de medios) e intenciones (de fines) se
van engarzando hasta llegar a un fin que es querido de un
modo necesario: alcanzar la vida plenamente realizada,
la felicidad.
La vida moral, entonces, lejos de ser una yuxtaposición
de actos aislados, es un todo unificado por su intenciona­
lidad profunda. En efecto, el fin último informa los fines
intermedios hasta concretarse en el fin próximo de los ac­
tos particulares.
P o r su p u e sto que. de h ech o , p u e d e suceder, y la ­
m e n ta b le m e n te a c o n te c e con fre c u e n c ia , que esa u n id a d
in te r io r de la c o n d u c ta no e x is te en la s p e rso n a s c o n c re ta s ,
que lle v a n una v id a fra g m e n ta d a , d isp e rsa e in c o h e re n te .
Pero en esa m ism a m edid a se a le ja n d e l o b ra r plenamente
racional, que es el significado focal del obrar humano, y

r>Seguimos a ]. N okiega, "El Cíimino al Padre", 170-172; cf. S. P inc-


kaers,"Papel del fin en la acción moral", 209-210.
0 Como vemos, fin y objeto son conceptos formales que no se ex­
cluyen entre sí, sino que designan las mismas realidades desde
perspectivas distintas, cf. S. P tnckaers, "Papel del fin en la arción
moral", 200-206.
su c o m p o rta m ie n to sólo puede c o n s id e ra rs e ra c io n a l en un
sentido disminuido y derivado.77

4 .3 . Las fuentes de la m oralidad


La descripción de la estructura del acto moral que hemos
realizado podría parecer, a primera vista, demasiado abs­
tracta, e incluso, ociosa. Sin embargo, es ella la que nos per­
mitirá calificar los actos humanos, una vez conocidos en sus
componentes esenciales, como moralmente buenos o malos.

4.3.1. Concepto
Las fuentes de la moralidad son los elementos integran­
tes de la acción que nos permiten valorarla moralmente.78*
Son tres:
1) El objeto = finís operis
2) El fin = finís operan tis
3) Las circunstancias

i) E l o b je t o m o r a l

El objeto moral en sentido estricto es el objeto directo de


la acción, el propósito deliberado de la misma, más preci­
samente, su contenido inteligible mínimo. Como explicaremos
más adelante (infra 5.3), este objeto será bueno o malo según
su conformidad o disconformidad con la razón. Coincide
con el finís operis.

Es preciso no confundir el objeto moral con el objeto


físico de la misma o con sus efectos. Por ejemplo, "dar un
dinero a alguien" es una descripción de orden físico,™ que

77 Cf. J. PoRTFR. The Rermvry of Virhie, 72-73.


78 Cf. CEC1749-1761.
™En ética filosófica se habla de la descripción de la acción en su
"género natural" (gemís naturae), cf. S.Th. I-II, q.l, a.3 ad 3; 1-D,
q.18. a.5. ad 3
no nos permite saber si estamos ante un acto de dar una
limosna, pagar una deuda, premiar el mérito, sobornar,
etc. En esto último consiste la descripción del objeto moral
que, como vemos, incluye una referencia ineludible al or­
den moral.80
Decimos que es el contenido inteligible o el contenido de
sentido mínimo de la acción, porque nos permite entender el
primer "para qué", el más básico, que revela el valor moral
de la acción, sin perjuicio de la existencia de fines ulteriores
(los otros "para qué" del agente).
Po r eje m p lo , si so b o rn o a un fu n c io n a r io p ú b lico , el
c o n te n id o b á sic o de m i a c c ió n es in flu ir so b re él de m odo
in d eb id o , a tra v é s de a lg u n a v e n ta ja en d in ero o alg ú n fa v o r,
lo c u a l, a su v e z , puede te n e r por fin g a n a r una lic ita c ió n
p ú b lic a , lo g ra r que d ich o fu n c io n a r io cu m p la con su deber,
e v ita r u n a in ju s tic ia a un a m ig o . A e sto s fin e s, que no e li­
m in a n el fin b á sic o pero que se su m a n a él, se re fie re la
se g u n d a fu e n te .

2 ) El fin
Es aquello a lo cual se dirige la intención del agente. Es
el motor principal de la acción, aquello por lo cual la acción
se realiza, lo que el sujeto quiere conseguir con ella. Lo lla­
mamos fin del agente (finís operan tis) para distinguirlo del
fin de la acción misma (finís operis, fin de la obra, que se
identifica con el objeto).81
La moral evangélica, que concede primacía a la interio­
ridad, atribuye una especial importancia a este fin. Es la ad-

Se trata de la descripción de la acción en su "genero moral" (íe-


nus morís).
81 Pero cuando se trata de finalidades añadidas que no cambian
sustancialmente la motivación principal, las mismas deben consi­
derarse como circunstancias. Por ejemplo, doy una limosna con el
fin de ayudar a alguien (por generosidad), pero también quiero ser
visto por otros (con vanagloria). La primera intención es el fin; la
segunda, una circunstancia.
hesión interior a la voluntad de Dios y no la mera observan­
cia exterior lo que nos hace buenos. Sin embargo, debemos
tener presente que el medio elegido (objeto - finís operis) y el
fin intendido (fin - finís operantis) forman parte de un mismo
acto. No es posible realizar una buena intención a través de
acciones malas.

3 ) Las c irc u n sta n c ia s


Son los demás componentes del acto, que normalmen­
te tienen valor secundario, aunque influyen en la aprecia­
ción de la moralidad de aquél.
Algunas están referidas al objeto: tiempo, lugar,
cantidad, efectos; otras, al agente: cuál es su condición,
Cómo actuó, con qué medios, con qué otros motivos.
Pero sólo son "fuente de la moralidad" aquellas circuns­
tancias que son m o ra lm e n te relevantes. Por ejemplo, si
el robo es cometido en un templo, esta última circuns­
tancia (de lugar), es moralmente relevante. En cambio,
si fue a mediodía o a media tarde, carece por lo general
de importancia.

4.3.2. Aplicación
Debemos preguntarnos ahora de qué manera estas tres
"fuentes" nos dan a conocer el valor moral de un acto de­
terminado. El principio fundamental es que el acto moral­
mente bueno supone la bondad del objeto, del fin y de las
circunstancias. Bonum ex integra causa, malum er quocumquc
UefeCtU (el acto es bueno si todo él es bueno, y es malo si
tiene algún defecto).82 Esto implica que un acto que es bue­
no por su objeto, puede ser malo en concreto por el fin o
por las circunstancias.
Pasando a cada fuente en particular:

•» c-f S T h . 1-11, tj.lM, a.4 ad 3; C E C 1735; i/ftU.


i) C a rá c te r fu n d a m e n ta l de la bondad del objeto

"La bondad del acto humano depende, sobre


todo y fundamentalmente, del objeto elegido ra­
cionalmente por la voluntad deliberada". (VS 78)

Todo acto humano tiene un fin propio (finís operis) que


no puede ser cambiado por la intención del agente (finís
operantis). Por ello, las acciones finalizadas no son simples
instrumentos.
Si robo para dar a los pobres, pese a mi buena inten­
ción no dejo de ser un ladrón, porque la acción finalizada
no es neutra, sino que tiene un fin propio (sustraer lo que es
legitima propiedad de otro).

La bondad del objeto no es suficiente para garantizar la


corrección del acto, pero es condición sitie qun non de ella.
Claro que esto no responde a una pregunta, que en
realidad es anterior: ¿qué es lo que hace bueno o malo
al objeto? Procuraremos responder a esa pregunta más
adelante (infra, 5). Baste decir, por ahora, que la morali­
dad del objeto se determina por su conformidad o dis­
conformidad con la razón (CEC 1751). El estudio especí­
fico de este tema corresponde a una disciplina llamada
ética normativa.

2 ) La fu n ció n del fin


Las acciones indiferentes por su objeto reciben su califica­
ción moral del fin.
Por ejemplo: alguien se recuesta en un sillón. En
abstracto, es decir, sin más especificación, esta acción es
indiferente. Pero no lo es ya cuando conozco su fin: para
descansar y retornar al trabajo; o para evadirse de él.

Las acciones buenas por su objeto, en razón del fin pueden


ser más o menos buenas, o malas.
Por ejemplo: ayudo a alguien (acción buena), v lo
hago por amor a Dios (más buena); o por el contrario, con
deseo de sentirme popular (menos buena), o para engañar a
un tercero (mala).

Las acciones malas por su objeto, en razón del fin pueden


ser más o menos malas, pero nunca dejan de ser malas (CFC
1755-1756).
Por ejemplo: robo (acción mala), pero con el fin de
humillar y arruinar a la victima (más mala) o con el fin
de pagar los estudios de mi hijo (menos mala, pero aun
así, mala).

3 ) Fu n ció n de las c irc u n sta n c ia s


Normalmente las circunstancias no pueden cambiar la
valoración moral del acto, sino sólo hacerlo más o menos
bueno, o más o menos malo (cf. CEC 1754).
Por ejemplo, la cantidad de dinero robado puede ha­
cer el robo más o menos grave; el estado de indefensión de
la víctima hace más grave el homicidio; el vínculo de filia­
ción hace más grave el insulto, etc.
Cuando una determinada "circunstancia" altera la espe­
cie m oral del acto, no estamos en realidad ante una circuns­
tancia en sentido moral, sino ante un componente esencial
del objeto.83
Por ejemplo, alguien canta una canción popular,
pero lo hace en una Iglesia en medio de la misa. El lugar
y el momento son aquí los factores determinantes para
que el acto sea malo. El acto en cuestión no puede ser
descripto como "cantar" (objeto) en un templo (circuns­
tancia) sino como "interrumpir un acto de culto" (objeto)
cantando (circunstancia, "cómo"). Se trata, entonces, de
otra especie moral.
El siguiente esquema sinóptico puede ayudamos a sin­
tetizar lo dicho hasta aquí:

83 Cf. S.Th. I-TI, 18,10 y ad 3; J. De F inance , Etica genérale, 330-331


RAZÓN VOLUNTAD ESTRUCTURA FUENTES DE LA
DEL ACTO MORALIDAD
MORAL

¡ntencón = acto intemo

G ustavo Irrazábal
finís operantis
directo

elección = acto externo OBJETO


Objeto finís ooerís (sentido
(sentido estricto)
amplio)

CIRCUNSTANCIAS
irdirecto

en
LO
4.4. Los actos ¡ntrínseram pnte m alos
La doctrina de las fuentes de la moralidad fundamenta
la existencia de una moralidad objetiva. Si un acto malo por
su objeto pudiera justificarse por la intención o las circuns­
tancias, se caería en el relativismo.
En razón de ello debemos afirmar la existencia de actos
intrínsecamente malos: son tales los actos que son siempre malos
por su mismo objeto y que, por lo tanto, no pueden ser justificados
p o r ninguna intención ulterior ni por ninguna circunstancia.

"Hay comportamientos cuya elección es siem­


pre errada porque ésta comporta un desorden de la
voluntad, es decir, un mal moral". (CEC 1761; VS 78)

Los actos que son malos intrínsecamente se distinguen de


otras acciones cuyo objeto es malo en la generalidad de los
casos (ut in pluribus), pero no siempre. Por ejemplo, existe
la obligación de devolvpr los depósitos. Pero no hacerlo no
puede considerarse malo "en sí mismo", con prescindencia
de la intención y las circunstancias: un cambio en la sitúa
ción (mutatio materiae) podría justificar la retención de un
depósito: por ejemplo, el dueño del arma depositada perdió
la razón o pretende utilizarla contra la patria.84 Sustraer la
propiedad de otro es malo en la generalidad de los casos,
pero no en el caso en que se sustrae un alimento por hambre
(el llamado "hurto famélico"),85 o se incumple una promesa
que deviene imposible de s o s te n e rA q u í también, por una
mutatio materiae, la norma que rige para la generalidad de
los casos (no sustraer o retener la propiedad ajena; cumplir
juramentos y votos) resulta inaplicable.
A diferencia de los casos anteriores, matar a otro o men­
tir, son actos malos en sí mismos, y por tanto, nunca pueden

MCf. S.Th. I-n, q.94. a.4; I M I, q.57, a . ¿ ad I.


85 Cf. S.Th. II-ll. 0 . 66. a 7
s e r ju s tific a d o s , p o rq u e necesariam ente im p lic a n un a in te n ­
cionalidad orientada al mal.87

4.5. El p rincipio de doble efecto


Con frecuencia los actos voluntarios producen, junto a
los efectos buenos, también efectos malos e indeseados. El
problema consiste en saber hasta qué punto esto es moral­
mente admisible, y cuándo el acto se convierte en ilícito a
pesar de los efectos buenos que también pueda producir.
Las condiciones para la aplicación del principio de doble
efecto son las siguientes:88
1 ) El acto realizado ha de ser en sí mismo bueno o, al
menos, indiferente.
2) El efecto bueno no se debe conseguir a través del
malo. De otro modo, el acto se estaría proponien­
do directamente el efecto malo como medio queri­
do para producir el efecto bueno (ejemplo, inte­
rrumpir el embarazo para no poner en peligro la
salud de la madre).

8/ Tengamos presente, sin embargo, que estas acciones no pueden


ser definidas de un modo puramente físico. Es preciso ubicarlas
en su contexto ético:
• La norma no matar se refiero a la relación entre personas pri­
vadas, de las cuales una decide desconocer a la otra el derecho a la
vida. Esto no incluye, por lo tanto, ciertas situaciones como, por
ejemplo, quitar la vida a o tr o e n legítima defensa, en batalla, o
aplicando la pena capital en nombre del Estado.
• La norma "no mentir" regula las relaciones entre p e r s o n a s e n
un contexto comunicativo. Quedan excluidas de este modo situa­
ciones como declarar una falsedad durante un interrogatorio
de guerra, o ante el asesino que pregunta por el paradero de su
próxima víctima.
Cf. M. R honheimer , "Intencional Actions", 299.305; id . La perspecti­
va de la moral, 365-366; id. Ley natural, 455-464.
88 Para u n a p r o fu n d iz a c ió n d e e s te p rin c ip io , cf. A. R odríguez
L uño , Ética general, 196-197.
3) La persona ha de buscar directamente el efecto
bueno, y tolerar de mala gana el malo. Ello im­
plica que debe hacer todo lo posible para evitar o
limitar este último.
4) Debe haber proporcionalidad entre el bien que se
intenta y el mal que se tolera. Cuanto más grave,
próximo o cierto es el mal tolerado, mayor deberá
ser el bien que pueda justificarlo.
Si se cumplen estas condiciones, los efectos malos pue­
den considerarse como efectos secundarios no queridos.
Tomemos el ejemplo del ataque atómico a Hiroshi­
ma. Todavía hoy se lo describe como un acto enderezado a
poner fin a la guerra y ahorrar vidas humanas. Sin embargo,
arrojar una bomba atómica sobre población civil no pudo
tener otra intención que la de matar ¡nocentes (como me­
dio) para quebrar la voluntad del enemigo (fin). Como el
medio es ¡licito, la acción en su conjunto también lo es.
En el caso de ataques a objetivos militares que pro­
ducen victimas civiles, no se puede decir de antemano que
se trate de actos ¡lícitos, homicidio de ¡nocentes Sin embar
go, el elevado costo en vidas civiles puede ser desproporcio­
nado (4> condición) en relación con el fin bueno perseguido,
quitando legitimidad moral a esas operaciones.

4.6. Cooperación en el mal


Nuestras acciones exteriores están insertan en un contexto
Interpersonal y social, vinculándose en modos diversos a las
acciones y decisiones de otras personas.80Ello genera funda­
mentalmente dos cuestiones para nuestra vida moral:
1) En qué medida somos moralmente responsables
por el influjo que puedan tener nuestras acciones
en la voluntad de otros, impulsándolos a obrar
mal. Tal es el problema del escándalo.

m Para una profundización de este tema, cf- A. Rodríguez Luño,


Ética general, 285-288.
2) En qué medida somos moralmente responsables
por el hecho de que nuestro obrar facilite la reali­
zación del mal por parte de otros. Es el problema
de la cooperación en el mal.
Nos limitamos en este punto al análisis del último pro­
blema: ¿Puede ser lícita en algún caso la cooperación en el
mal obrado por otros?
1. Cooperación formal. Es aquella en la cual se coope­
ra por libre iniciativa, como algo positivamen­
te querido, lo cual implica una aprobación de la
conducta del otro. Dicha cooperación es siempre
ilícita. Por ejemplo, el que hace de "campana" en
un robo, o el que provee la información necesaria
para planearlo y ejecutarlo.
2. Cooperación material. Cuando la cooperación no es
querida sino que se tolera por ser consecuencia de
una acción buena que se quiere realizar, en principio
también es ilícita. La razón es que tenemos no sólo
el deber de evitar el mal en nuestros propios actos,
sino también el de contribuir a evitarlo en los actos
de los demás. Pero este modo de cooperación en el
mal podría ser lícito bajo ciertas condiciones:
• que se trate de una verdadera necesidad, es decir, que
no exista otra posibilidad de realizar el bien busca­
do que a través de la cooperación en cuestión.
• que cumpla las condiciones del principio de doble efec­
to: que no se trate de un acto en sí mismo malo, y que
exista proporcionalidad (teniendo en cuenta la magni­
tud del bien a procurar y la gravedad del mal al que
se coopera, la proximidad de la cooperación, etc.).
Como regla podemos decir que cuanto más próxima
y necesaria sea la cooperación material, tanto más grave
deberá ser la razón, para considerarla proporcionada.
La proximidad de la cooperación es importante para
apreciar la proporcionalidad, rio es lo mismo trabajar como
personal de limpieza o mantenimiento en un prostíbulo que
hacerlo como gerente del mismo. La proporcionalidad queda
excluioa por pnrC:piQ cr as acciones especialmente graves
(homicidio, aborto, etc.), en las cuales nunca es licito coope­
rar ni siquiera materialmente.

4.7. Compromiso en el campo moral


El problema expuesto precedentemente adquiere una
connotación especial en las sociedades pluralistas con­
temporáneas, en las cuales no existen en muchos ámbi­
tos criterios morales compartidos, y doncic el cristiano se
halla frecuentemente ante el reclamo de dar su consenti­
miento o brindar colaboración a leyes y situaciones que
son contrarias a sus convicciones morales. Por un lado
parecería clara la obligación de oponerse pero, por otro,
tal oposición podría dar lugar a consecuencias peores, y
a la imposibilidad de llevar adelante proyectos sociales y
políticos comunes. Tal es el problema del compromiso en
el campo moral.90
Piénsese, por ejemplo, en el tema de la regulación
de la prostitución y la pornografía. Para un cristiano se
trata de actividades reprobables, pero su prohibición ab­
soluta sería impracticable y daría lugar a una actividad
clandestina e incontrolada.
El principio que debe aplicarse en la convivencia social
es el de la tolerancia, salvo cuando se afectarían con ella los
derechos ciertos de terceros.
Por ello, el compromiso en el campo moral no podría
fundar el apoyo a una legislación abortista: el respeto del
derecho a la vida está fuera de todo posible compromiso.
El Estado debe admitir la no cooperación, fundada en
la objeción de conciencia a favor de aquellos que entiendan

90 Mejor que "compromiso moral", que parecería expresar una re­


nuncia a los propios principios o una complicidad con el mal, cf.
K. Demmer, Christi i’estigia sequen te>, 305-311, a quien seguimos en
este tema; cf. id., "Compromiso". 69-71
que todo compromiso en una materia determinada es in­
aceptable.91
En el caso de los países en los que el Estado ha
legalizado las uniones homosexuales, debe admitirse que
los oficiales públicos se exceptúen de realizar la ceremo­
nia civil por motivos de conciencia. Piénsese también en el
ámbito hospitalario, cuando se trata de esterilizaciones o
prácticas abortivas.
La doctrina del compromiso en el campo moral toma en
serio el carácter conflictivo de la historia humana, marcada
por la finitud y el pecado, y en la cual el bien no puede
abrirse paso sino de un modo gradual, por el lento pero in­
sustituible camino del diálogo y la progresiva construcción
de consensos. Una actitud extrema de purismo intransigen­
te, significaría una condena a la irrelevancia y, peor aún,
una facilitación del mal.
Encontramos un ejemplo de este realismo evangé­
lico en las directivas de la encíclica Evangdium vitae que
permite a los legisladores católicos, en caso de que no sea
posible evitar la sanción de una legislación a favor del abor­
to, votar la ley menos permisiva.92

01 Para un breve tratam iento de la objeción de conciencia, con bi­


bliografía ampliatoria: cf. G. I rrazábal, Doctrina Social de lu Iglesia
145-148. * '
92 Cf. EV 73.

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