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Cómo ordenar el a)ma en la era de la distracci

l.
AUTOCONSCIENTES

Te doy gracias por tantas maravillas;


prodigio soy, prodigios son tus obras.
[Salmo 139, 14]

LA PAZ ES PRESENCIA. Sabemos por las Escrituras que la


paz es una perfección, un don de Dios, un estado posi­
tivo, dinámico y saludable, sea entre las personas o en el
alma. San Agu stín decía que la paz es la tranquilidad del
orden 1. No es un vado ni una ausencia o un estado pa­
sivo; más bien se trata de un reposo dentro de un estado
activo. El orden es orden de algo, la disposición correcta
de algo presente y real. Incluso en términos políticos se­
ría un error considerar que la paz es la mera ausen ia de
actos violentos o destructivos: la verdadera paz política
es una armonía dinámica entre estados o naciones. La
paz es la existencia de una acción armónica.
Aquí trataremos de la paz personal, sobre todo de la
mente, el corazón y el alma, que atañe de forma distinti­
va al ser humano. Por eso comenzaremos reflexionando

1
SanAgustín, CíudaddeDios 19.13.

23
sobre lo que distingue al hombre. Poseemos cualidades varios capítulos a explorar los distintos niveles de las
propias, y la plenitud exige que estén ordenadas. En este emociones y sentimientos, y a la forma de ordenarlos y
sentido, comprender qué es la verdadera paz equivale a dirigirlos adecuadamente. No obstante, somos mucho
entender qué son la felicidad o la libertad, y para ello es más que nuestros sentimientos y, si no somos máqui­
preciso fijarse en las acciones esenciales del ser humano nas, tampoco somos animales. Una vida ordenada no
y en cómo pueden alcanzar su plenitud o perfección. depende del instinto o de los condicionamientos con­
Comenzaremos por lo que no somos. No somos ductuales. Debemos asumir la responsabilidad de alcan­
máquinas. Los robots ejecutan acciones que han sido zar el orden del alma, que es la paz verdadera. Tenemos
determinadas por los estímulos mecánicos y eléctricos agencia -la capacidad de actuar-, y somos Ios respon­
que se les aplican. Aunque empleemos metáforas pro­ sables de ordenar nuestras acciones hacia un fin cono­
pias de las máquinas para describir la actividad humana, cido. A diferencia de las máquinas y de otros animales,
y viceversa, sabemos que existe una diferencia insalva­ por tanto, nosotros sí podemos hablar de autodominio

l ble entre nosotros y ellos. En el mejor de los casos, la


inteligencia artificial replica las consecuencias de la in­
teligencia humana en su conducta, pero no la inteligen­
o de autocontrol. Elegimos, gobernamos nuestra activi­
dad y sentimos la responsabilidad de hacerlo bien, por
mucho que nos tiente ignorarlo. Este poder, e1 de elegir
cia en sí. Cuando programamos un ordenador para que y actuar, es la clave para alcanzar la paz.
aprenda o para que hable no estamos creando una inte­ Los filósofos sostienen que somos animales raciona­
ligencia viviente. La computadora que sabe y recuerda, les, y los teólogos que fuimos creados a imagen de Dios.
en realidad, ni sabe ni recuerda; da igual lo convincente Ambas afirmaciones pueden desarrollarse en extenso
que resulte cuando dice «Te amo» o «No quiero morir», p�r� en el fondo recogen una idea común sobre lo qu�
porque el hecho de que sea un robot hace que no crea­ d1stmgue al ser humano. Somos únicos en el mundo
mos en su sinceridad. Nadie piensa que las máquinas natural porque podemos controlar a sabiendas nuestros
sean capaces de mostrar un vínculo personal, angustia actos, y porque compartimos la inteligencia providente.
por la mortalidad ni ninguna otra inquietud humana. En resumen: nos diferenciamos de animales y máqui­
A diferencia de los ordenadores, tenemos senti­ nas en qu� actuamos con responsabilidad porque so­
mientos, emociones y conciencia de nuestro entorno. mos conscientes de los fines.
Cuando una persona busca la paz, en gran medida se ��ta chispa hu�ana, la racionalidad, más que una
debe a que esos sentimientos, emociones y percepcio­ hab1hdad para teonzar o calcular es una agencia racio­
nes requieren de disciplina, coordinación y orden. Sin nal, el conocimiento fundamentalmente humano de la
orden, la atención se vuelve difusa, distraída, confusa, acción intencional. Desde una perspectiva bíblica, ese
sospechosa e ineficaz. Con orden, la atención está con­ destello del hombre es divino, imagen de la inteligencia
centrada y dirigida, es fiable y da fruto. Dedicaremos Y la voluntad perfectas. Al ejercer la agencia humana

24 25
para gobernar nuestros actos,_ participa13:os activamente ade_cuado a las emociones, al medio y a los que nos
en la agencia divina que gobierna el universo entero. rodean. Una persona que funciona bien no es aquella
Somos conscientes de lo que hacemos y nos respon­ que resulta simpática o que deja una huella significativa
sabilizamos por ello. Evaluamos a nu�str�s semejantes en el mundo, smo la que se hace cargo de su situación
humanos según sus actos, esto es, segun s1 emp lean de dis�ierne las acciones que puede emprender y elige la�
un modo adecuado su razón y su voluntad. Culp amos a meJores de forma sistemática.
quien elige lo que está mal, y po�emo� �omp adecer� os El primer paso, por lo tanto, consiste en recordar
de quien actúa así por ignorancia. Cnt1camos a �u� en que podemos elegir cómo actuar, que las acciones indi­
carece de fuerza de voluntad y alabamos al que d1sc1er­ viduales y la vida activa y fructífera son indispensables
ne y persigue voluntariamente ur:i buen fin._ De hecho, para nuestra paz. Por eso hemos comenzado recordan­
los ordenamientos legales solo tienen sentido cuan�o do nuestra condición de agentes y la imposibilidad de
toman en consideración la capacidad de actuar con in­ alcanzar la paz sin saber que todos nosotros, como seres
teligencia y libertad. Un juez no determina únicamente humanos, podemos descubrir y perseguir unos objeti­
los hechos de la conducta externa, sino el estado mental vos específicos.
y las intenciones de quien actúa. Hemos de asumir que somos agentes; por muy obvio
Podemos y de bemos juzgar las acciones, los_ actos que resulte repetirlo, no hay que olvidar que una de las
ajenos. Esa persona, ¿es generosa o trata de m�mpular­ causas de d�sasosieg� actuales, un obstáculo para la paz,
me? ¿El choque ha sido accidental o voluntario? Tam­ es esa especie de olvido de nuestra capacidad de actuar.
bién juzgamos nuestras acciones, y deliberamos sobre � l Hay ideas e influjos que pretenden acorralamos en la in­
qué y el cómo deberíamos actuar. Sopesamos las moti­ a��vidad. Existen fuerzas que tratan de acallar la responsa­
vaciones y las intenciones, buscamos que nos perdonen b1hdad ante nuestros actos, desviándonos de la obligación
nuestras faltas y confesamos nuestros pecados. de actuar o tentándonos para que ignoremos que somos
La paz es una perfección de la capacidad hu�ana capaces de hacerlo con un propósito definido.
de obrar que solo se alcanza mediante lo que elegimos Uno de los responsables es la mala filosofia. El rela­
hacer. Hasta el joven rico, que lo tenía todo, sabía que tivism�, I a postura de quienes asumen que no hay ver­
_
le faltaban 1� paz y la felicidad verdadera� _qu_e ac� m­ dad, m bien o mal, ni posibilidad de juzgar una acción
pañan a la vida eterna, y por eso pregunto. «{Qpe he como correcta o incorrecta, implica una visión insoste­
• de hacer?» (v. Mt 19, 16). En este libro se verá cómo nible pa�a los sabios. Ig�al que hoy, en la Antigüedad el
encontrar la paz personal que nace cuando se escoge Y desmentido era categónco: ise precipitaría un relativista
actúa bien, y para eso estudiaremos de cerca cómo orde­ en el abismo que se abre ante él? Por supuesto que no,
.
nar las acciones. La felicidad no es cuestión de buenas pero incluso los que no se adhieren totalmente al relati­
intenciones, sino de entender y responder de un modo vismo pueden asumir una versión más sutil, que afirma

26 27
san habilidades y virtudes, pero las tecnologías no solo
. . sob re 1_os etas humanos no es más que una
que el .
1m
opinión, lo co
c10
ntr an do
e,
e un
S.
h e ho En su ensayo clásico,
L e�s .denuncia el peligr dor
o e
fortalecen nuestra agencia, sino que sustituyen esas ha­
bilidades y virtudes al permitirnos obtener resultados
La ab . •olic ión del bo mllr C. val sin esfuerzo y sin sentido de la responsabilidad. Esta
que re duce los 1·uicios de y de
este re1�nv1smo blando bjeti vo s cualidad, que ya se había detectado, ha adquirido una
a una s1m p l e expres1o . , n' de. sen.timientos su , dimensión específica en la época digital. En la investi­
. e mflmr en 1 os d
emas.
am ie nta s co n l � s gación de Sherry Turkle sobre el uso de los teléfonos
herr
do cn
' os
t1c qu cu 1tur a 1 es que han ide ntificado inteligentes y las redes sociales llama la atención que,
Ha habi s derna
s for m as en 1 e la cultura de masa mo cuando se pide a sus usuarios -sobre todo a los más jó­
rea-
diversa
se comporta como s1 q� ª� h mano no fuese en
e se[ �entalidad burócrata, la venes- que identifiquen los malos hábitos, las dinámi­
lidad ,ªg�nte de su s su cas insanas y el egoísmo y narcisismo que manifiestan
t1c a y la co nsa� :is t/ describen, cada una a al usar las tecnologías digitales, sean capaces de hacerlo,
terapeu , cultura1 en el que se trata a las per-
ra, u n p atr on pero al mismo tiempo mantengan unas conductas a las
ma ne . m 1 p l bles irre
. sponsables d e
o e o
senas com obJ t � ad �: versiones exageradas de que ya se han acostumbrado. Este es un síntoma clásico
sus acciones •. Nos re1�:: identes vagos, superficiales de adicción, que es una disminución de la agencia, una
o r:s
esta tendencia, c mo Ax.diom de la película
desviación patológica de la libertad por el surco de la
y e mbobados de la nave �:p :c:. :1obots son unos agentes compulsión. Sabemos que hay diseñadores de lo digi­
_ q 1
an1mada Wall-E, en la l nitud que los seres h
u­ tal -aplicaciones, juegos, redes sociales- que inducen
dido s a bu sc ar su deliberadamente a la adicción aplicando los estudios
más deci . ·1smo ' incluso con
e rvios
no s. P ero 1 o h a ce rno s conp ne ., más punteros sobre neurología y psicología para que
ma ..
on oc e m os en la de scripc1on,
rec
verguen_za, P� rque nos que nos vo1va- los usuarios se enganchen a sus productos.
at un za la p os T
1'b 11 dad real, de Para resistirse a la adicción y superarla el primer paso
que ca nc
c1e • g an te nu est ra capac1.'dad d e actuar • es ser conscientes, con honestidad, de que somos agen­
m os ��
la tec n o l og1 , a sofi sticada puede oscurecer
Tamb1en en algunos casos tes con responsabilidad hacia los demás. El adicto debe
cia d e ser g ent , asumir que su conducta es patológica y que necesita
la co nci en � � ª�f;;:nder o concentrar
sí que nos otorgue mas
o
n ayuda. Ese mismo reconocimiento ya es un avance ha­
de nu estr os p �' Sin embargo, es comú cia la recuperación de la agencia. Cuando un adicto se
el alcan ce as en los
1��:� �adas las máquin
observar que, una vez
patrone s de co nd uct a,1 p o em os sentir
que nos dan
preci­
da cuenta de su problema y cede (por ejemplo, con el
típico programa de rehabilitación en doce pasos) ya está
ma 2. Pa ra em p lea r b ien una herramienta se manifestando que es responsable ante un bien o un fin
for
mayor, Dios mismo, que puede ayudarle a reorientar
, , uinas se apoderan de nues-
dos. Como las maq sus actos.
2 Cfr. Nicho
las Carr, Atrapa
trasvidas, Taurus, 2014 .
29
28
Es bien sabido que Occidente, pese a su alto grado de Bendición para quienes escogen
salud y bienestar, o precisamente por él, presenta unos el camino de Dios
índices inusualmente elevados de depresión y de otras Salmo 1
psicopatologías, que se manifiestan como una sensación
de flaqueza de la voluntad o de parálisis para la acción. jDic_hoso_el hombre que no sigue el consejo de los
Desde un punto de vista teológico, es posible afirmar rmp1os, m en la senda de los pecadores se detiene
ni en el banco de los burlones se sienta, mas s�
que el «mal innombrado de nuestra época» es la acedia
o pereza, que no es simple indolencia, sino desánimo, complace en lo ley de Yahveh, su ley susurra día y
noche!
sopor o desesperación, un sentimiento de falta de sen­
Es como un árbol plantado junto a corrientes
tido y de impotencia3 • En el Purgatorio de Dante, cada de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamós se
uno de los siete pecados capitales se purga con oración amustia su follaje; todo lo que hace sale bien.
y con un castigo que purifica. El pecado de quienes no i No así los impíos, no así! Que ellos son como
se mueven por amor, y cuyo sentido de la agencia ha paja que se lleva el viento.
sido degradado por la acedia, se remedia con la acción Por eso, no resistirán en el juicio los impíos, ni
más simple y primitiva: correr. El alma, al insistir en ha­ los pecadores en la comunidad de los justos.
cer algo ejerciendo su voluntad, recuerda y fortalece su Porque Yohveh conoce el camino de los justos,
poder y recupera el ímpetu. Virgilio le explica a Dante pero el camino de los impíos se pierde.
en ese lugar del purgatorio el poder distintivo del alma
humana, su verdadera libertad: Preguntas para la reflexión

Para acordar con este otros impulsos, todos tenéis una • ¿En qué actividades soy más consciente de
virtud innata que controla la entrada y la admisión. mi responsabilidad como agente y me sien­
Y es en esa virtud donde radica el mérito, acogiendo t� _más concentrado y capacitado, y más le­
gitimado para actuar con mi verdadero ser?
o rechazando ya los buenos amores, ya los malos 4 •
¿Debo retomarlas?
• ¿En qué áreas de mi vida tiendo a actuar de
forma compulsiva, me siento tentado a ignorar
mi agencia o me inclino a rehuir la responsabi­
3 Sobre este asunto, véase por ejemplo Jean-Charles Nault, OSB, El de­
monio del mediodfa. La acedia, el oscttro mal de nuestro tiempo, Ciudad Nueva,
lidad? ¿Presento algún patrón de conducta del
2014; y R. J. SneU: Acedia and lts Discontents: Metaphysical Boredom in an
que me convendría prescindir?
Empire o/Desire (Kettering, OH: Angelice Press, 2015).
4
Dante, Purgatorio, canto XVIII, 61-66. Traducción de José María
Micó.

30 31
13.
ESTUDIOSOS

Sale en busca de la sabiduría


como el que igu el rastro.
[Eclesiástico 14, 22]

PARA QUE NUESTRA VIDA tenga sentido debemos dárselo


también a pensamientos y obras. En capítulos anterio­
res hemos estudiado la determinación que subyace a los
actos, relaciones y sensaciones externas, y nos vamos
acercando al objetivo último de este libro, que es la dis­
ciplina mental. Antes de alcanzarlo, vamos a abordar
un asunto más general, que presupone un pensamiento
orientado: la atención deliberada. En el capítulo nove­
no consideramos la atención como una forma de vigi­
lancia, sobre todo de la vista, y aquí la estudiaremos de
manera amplia, como una guía que permite pensar con
determinación.
Damos la atención por sentada con tanta facilidad
que apenas se habla o se reflexiona sobre ella. La usa­
mos de continuo, atendiendo a diversos asuntos, pero
casi nunca nos paramos a pensar en su poder. Sin em­
bargo, cuando lo hagamos, nos daremos cuenta de la

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importancia que tiene para una vida interior sana, y del Holmes es un cazador de pistas y, como sugiere esta
peligro que conlleva habituarse a que pierda el rumbo. comparación, su éxito requiere una enorme capacidad
Nuestro recorrido nos ha ido descubriendo los de atención, una facultad que está por encima de los
recursos de los que disponemos para pensar con de­ sentidos y los dirige. La atención exige de ellos que es­
terminación, con un objetivo en mente. Ya te has tén concentrados y afinados, y que las potencias inter­
comprometido a leer y reflexionar, y lo has ido ha­ nas descarten unos objetos y otorguen precedencia a
ciendo a lo largo de más de una decena de capítulos, otros. Sin embargo, la verdadera atención también ve
con las consiguientes interrupciones y momentos de más allá de la superficie y de lo que le aportan los sen­
cansancio o aburrimiento. Puede que te hayas enfren­ tidos externos, y relaciona lo que está presente con lo
tado a una especie de resistencia espiritual, fricción que no. Percibir las características de un objeto requie­
intelectual o sopor de la mente y, por tanto, estarás de re un esfuerzo sostenido, si no contemplativo, al me­
acuerdo en que no es fácil mantener la atención, que nos reflexivo, que pone en juego los distintos niveles
es el punto de partida antes de valorar con claridad lo de cognición. Estudiar una obra de arte, por ejemplo,
que significa. Todos lidiamos con asaltos constantes implica a los ojos, a la memoria y al intelecto, pero tam­
a la atención obstáculos externos e internos que nos bién a la voluntad. Cuando atendemos, nos apoyamos
recuerdan que lograr atender con determinación es en nuestras capacidades de comprender, de analizar, de
un gran logro. comparar y de evaluar.
Uno de los personajes ficticios más reputados por Por este motivo, la frase hecha «prestar atención» es
su atención es, sin duda, Sherlock Holmes. Al leer su ambigua, ya que en realidad no la «prestamos», sino que
nombre, lo primero que recordamos es su famosa ca­ la «entregamos», sin intercambiarla o cederla. Corno
pacidad de deducción, acompañada de la exclamación: con la mayoría de los dones, con ella damos algo de no­
«iElemental, querido Watson!» No obstante, la lógica sotros mismos, y recibimos a cambio otra cosa. Implica
tal y como la practicaba es una destreza menor si se la al pensamiento, a las emociones y, por encima de todo,
compara con su cimiento, que es la extraordinaria habi­ a la voluntad, y por eso podemos decir que la atención
lidad para observar. «Señor Holmes, es usted un brujo», es una inversión de todo el yo. «Dime qué admiras»,
dice uno de sus clientes más asombrados. «Lo ve usted afirmó el teólogo dominico Servais Pinckaers, «y te diré
todo». La réplica de Holmes nos enseña algo sobre la quién eres» 2 • Por más que una historia esté bien articu­
atención: «No veo más que usted, pero estoy entrenado lada, no le prestaremos atención si no nos conmueve la
para fijarme en lo que veo» 1 . pena por un fracaso trágico o la alegría por una victoria

• Sir Arthur Ganan Doyle, "La aventura del oldado de la piel descolori­
1 2
Servais Pínckaers, O.P., A l'école de l'admiration (Paris: Éditions St.
da", trad. Julio Gómez de la Serna, en Todo Sherlock Holmes, Cátedra, 2003. Paul, 2001), S.

138 139
heroica. Lo mismo ocurre con las personas, a quienes de reconducir la conciencia por el camino debido hacia
no atenderemos sin empatía, respeto y caridad. Nuestra las cosas correctas. Quien la posee ordena y despliega
atención es nuestra identidad, en todos los sentidos. sus intereses y su deseo de saber de un modo bueno y
La atención consciente es la virtud fundamental con la intensidad apropiada, ni muy fuerte ni muy dé­
por la que los sentidos interiores y el intelecto siguen bil. Presupone una especie de constancia o valentía para
el dictado de la voluntad y de la capacidad de elegir. vencer los obstáculos -como el cansancio físico- que
Las palabras más habituales para describir el poder de pueden frustrarla y, por encima de todo, se restringe,
observación o conciencia de una persona habituada se regula o se modera de forma tal que espolea el co­
a atender bien son metáforas relativas a la extensión y a nocimiento o la atención precisos de un modo recto.
la textura. La atención, o los descubrimientos que nos La virtud de la estudiosidad es la templanza aplicada al
procura, pueden ser profundos, amplios, penetrantes, deseo de saber.
sutiles, afilados o profundos. En ocasiones nos referi­ Para valorar su importancia basta con averiguar lo
mos a ella como a una especie de foco, como si solo que ocurre cuando falta. Santo Tomás analizó el de­
importase que la lente de los sentidos externos estuvie­ seo desordenado de saber o la atención desmedida ca­
se en orden. Sin embargo, se trata de algo mucho más lificándolo como un vicio, la curiositas, que se podría
personal, porque exige que el yo salga hacia el mundo traducir como curiosidad sin el matiz benévolo o in­
para acogerlo mejor, como un medio indispensable y cluso positivo que tiene hoy. Pensemos en cómo el co­
esencial para aumentar el conocimiento y progresar en nocimiento, sobre todo el que se adquiere por la vista,
el camino de la sabiduría. La atención da forma a lo que puede desatender a lo que nos convendría a causa de la
sabemos y valoramos, y determina, por tanto, quiénes pereza o la falta de disciplina. Consideremos, por otra
somos y en quiénes nos convertiremos. parte, la atención que prestamos a veces a lo trivial o
Por este motivo, la tradición cristiana, al menos des­ absurdo, incluso a lo perjudicial, como en el caso de la
de san Agustín, ha señalado a la atención virtuosa con morbosidad que lleva a la lujuria, o al interés vano que
el nombre de studiositas, que nos recuerda a la diligencia desemboca en la murmuración. La atención también
académica. Para santo Tomás, esta virtud se resumía en puede satisfacer un placer desordenado, a través de e a
«una aplicación intensa de la mente» a cualquier objeto especie de sufrimiento que produce recrearse en lo im­
que regula y ordena el deseo de saber3 • pactante, lo horrible o lo vulgar.
Mientras una virtud puramente intelectual como la La mente curiosa deambula en un movimiento en
prudencia consiste en juzgar y deliberar adecuadamen­ apariencia inofensivo, como un pasatiempo que podría

.
te, la estudiosidad o virtud de la atención es el hábito enriquecernos, igual que al recorrer una librería bien
abastecida. En realidad, cuando nos aleja de nuestros
3
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, Q 166. deberes o del camino recto, ese vagar trae problemas.

140 141
Por eso Dante condenó al infierno a Ulises, el viajero, tal velocidad que ni siquiera nos damos cuenta de que
en la Comedia. La experiencia demuestra que la aten­ hemos pasado de una página a la siguiente.
ción distraída no es inocua, tal y como se comprueba al La mente disfruta de la atención como la lengua del
interesarse por las acciones ajenas, no por nuestro bien, sabor, pero, en general, lo hace como quien paladea
para tomar ejemplo o para ofrecer un consejo amable, una patata frita de elaboración química. La dosis de pla"
sino por vanidad, envidia, malevolencia u orgullo. cer vacío nos hace ir a por más, hasta que nos llenamos
La identificación de la curiositas como un vicio es de calorías inútiles, sin poder parar. La distracción digi"
añeja en la tradición espiritual. San Agustín se acusó de tal es adictiva, y no es una metáfora, sino una constata"
este pecado en el décimo libro de sus Confesiones, y san ción basada en datos conductuales y neurológicos. Son
Bernardo de Claraval la situó en el primer peldaño de numerosas las personas que, como el bloguero Andrew
los doce que ascienden hasta el monte de la soberbia. Sullivan, han padecido esa autodestrucción y se han te"
El origen de esta línea de pensamiento puede estar nido que internar para rehabilitarse.
en el monje del siglo IV Evagrio Póntico, quien, sin La solución más sencilla consiste en limitar la exp o "
recurrir a ese término, sí se interesó por el proble­ sición a las distracciones digitales, cambiando las imá"
ma de la distracción o la agitación; para un monje, la genes y la información por el entorno físico. Atender a
tentación de distraerse es la misma o incluso mayor la naturaleza y, sobre todo, a las personas. Las investí"
que para un laico. Evagrio reparó en que la mente, en gaciones en profundidad de Sherry. !urkle confi�man
lugar de meditar un versículo de la Escritura, saltaba lo que ya deberíamos saber: que los Jovenes y ancianos
de uno a otro, y en algo aún peor: los monjes, que buscan la atención ajena, y que la mayor catástrofe de
deberían concentrarse en la oración, podían sentir la la época de la conectividad es la pérdida de relaciones
inquietud de aplazarla para acometer una obra de mi­ con los demás, de la empatía, de la escucha y de la ca"
sericordia corporal. pacidad de compartir y concentrarse en la actividad hu­
Los retos para quienes viven en el mundo son distin" mana más básica, que es la conversación4.
tos, y las ocasiones de distracción apenas tienen límites Nos jugamos mucho; la atención estudiosa se rela"
a la hora de alejarnos de los deberes cristianos. Los dis­ ciona, a un nivei profundo, con el sentido que le da­
positivos digitales se han diseñado para que la atención mos a nuestras vidas. Evagrio atribuyó el pecado de la
salte sin esfuerzo de una cosa a otra, y aún no hemos distracción con uno capital, la acedia, esa incap acidad
terminado de recibir un pensamiento intrusivo cuando subjetiva de actuar que vimos al comienzo de este reco"
ya estamos buscando algo en Google o comprobando rrido. La acidia o acedía suele traducirse como «pereza»,
una actualización de estado, mientras nos decimos que
eso no es perder el tiempo, porque estamos aprendien­ 4
Cfr. Sherry Turkle, En defensa de la conversací6n, Atice de los Libros,
do. Consumimos las noticia , vídeos y publicaciones a 2017.

143
142
lo que implica únicamente falta de diligencia, cuando no sea un diagnóstico médico, nos damos cuenta de
este defecto espiritual abarca mucho más. El rasgo prin­ que, en términos clínicos, uno de los efectos demostra­
cipal de la acedia es una tristeza que roza la desespera­ bles de la adición digital es la depresión.
ción o, como la definió santo Tomás, sigu iendo a san Por lo tanto, el primer paso para evitar la curiosi­
Juan Damasceno, una «tristeza que apesadumbra», que tas será aquello que aleje la acedia: salir fuera y hacer
pesa en la mente y sofoca el deseo de actuar5 . Este letar­ algo, pero con un objetivo, de forma que cumplamos
go espiritual supone más una inclinación que un recha­ las responsabilidades que nos tocan. No queremos estar
zo, en el corazón más que en la mente. En el peor de los ocupados para no afrontar nuestros deberes, sino que
casos, la acedia se manifiesta como una incomodidad y acometeremos aquello que habíamos pospuesto o asu­
rechazo del bien que nos llevaría a actuar. miremos un nuevo proyecto. Tal vez consista en dedi­
Lo contrario de la acedia no es la mera actividad, carle más tiempo a conversar con familiares y amigos
sino la actividad con un fin. No basta con estar ocu­ o a un curso serio y profundo sobre el Evangelio o las
pado, que puede considerarse otra forma de acedia, cartas de san Pablo. Por encima de todo, fomentaremos
como afirma santo Tomas al incluir la falta de des­ el hábito de estar atentos en la oración, con mayor pro­
canso en el sabbat entre sus íntomas. La inquietud, fundidad y constancia. No será fácil, y tendremos que
la búsqueda de distracciones, el activismo compulsivo encauzar a nuestra voluntad caprichosa. La atención
sin un objetivo determinado son manifestaciones de centrada y eficaz hoy es heroica y, como en el resto de
acedia. Padeces este mal tanto si retrasas tus deberes virtudes, solo se alcanzará con un esfuerzo decidido y
mientras te tumbas en el sofá como si te dedicas a una práctica continua.
otros proyectos distintos, y aceptarnos sus mentiras
porque, de un modo implícito, nos dice que no so­
mos capaces de actuar con un propósito. Nos ciega
mediante las actividades incesantes o con un sopor
solitario y desesperado, impidiéndonos encontrar un
motivo en el alma para ponernos en marcha.
Como Evagrio, santo Tomás imputó la curiositas a
este pecado; sin imaginar el punto al que llegaría en la
era digital, sí que advirtió que puede ocurrir lo contrario,
cuando es la curiositas la que provoca acedia. Aunque

5
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, Ila-IIae, Q 35, art. 1, cita
de Damasceno, De Pide Orthodoxa ii.14.

144 145
Canto a la atención

Salmos 123, 1-3


A ti levanto mis ojos, tú que habitas en el cielo;
míralos, como los ojos de los siervos en la mano
de sus amos.
Como los ojos de la sierva en la mano de su
señora, así nuestros ojos en Yahveh nuestro Dios,
hasta que se apiade de nosotros.
¡Ten piedad de nosotros, Yahveh, ten piedad de
nosotros, que estamos saturados de desprecio!

Preguntas para la reflexión


• ¿Durante cuánto tiempo seguido puedo leer o
escuchar sin distraerme? ¿Estoy satisfecho con
ese resultado?
• ¿Qué habilidades, prácticas, materias de estu­
dio o personas he desatendido en los últimos
años? ¿Qué pasos concretos puedo dar para
corregir esos patrones de conducta?
• ¿Tengo un pion concreto y realista paro buscar
la sabiduría y «renovar la mente» (v. Rom 12, 2)
según «la mente del Señor» (l Cor 2, 16)?

146

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