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Ciento Veinte (120) años – 1899 – La Revolución de

Bolivia (La Guerra Federal)


El semanario argentino CARAS Y CARETAS, publicado el 28 de enero de 1899,
muestra con el título "La Revolución de Bolivia", la forma como se percibía en parte del
continente, el conflicto interno que asoló a nuestro país con el nombre de la Guerra 
Federal, resumiendo quizás en pocas líneas los antecedentes, protagonistas y posible
desenlace. Este hallazgo, hace pertinente aproximarnos a este enfrentamiento que aún
genera polémica a nivel interno por sus consecuencias y personajes.

El Dr. Severo Fernández Alonso y el entonces Coronel José Manuel Pando Solares
( Semanario CARAS Y CARETAS, Buenos Aires, 1899) Biblioteca Nacional Madrid -
España

Uno de los ejemplares del semanario argentino de actualidades de finales del Siglo XIX,
denominado CARAS Y CARETAS, de fecha 28 de enero de 1899, en su Número 17 del
Año 2, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, hace referencia en uno de
sus artículos a nuestro país, con el título de "LA REVOLUCIÓN DE BOLIVIA" que se
transcribe a continuación:

Las incorregibles y más tenaces cuanto más viejas pretensiones de los habitantes de La
Paz. La segunda ciudad de Bolivia en el orden político y la primera en concepto de
importancia, que quieren a todo trance trasplantar a ese centro el gobierno central del
país, cuy asiento legal, aunque no efectivo ha sido siempre la histórica ciudad de
Sucre, han recrudecido a tal punto, en estos últimos tiempos, que ahí tenemos a la
vecina república envuelta en los horrores de una guerra civil que amenaza ser tan
larga como sangrienta.

Como capitán general de las fuerzas que rodean a los revolucionarios, encerrados en
La Paz está el Presidente de la República, Dr. Severo Fernández Alonso, hombre más
bien de letras que de armas y a quien, según se afirma, su espíritu conciliador,
haciéndolo aparecer tal vez débil, lo ha llevado a ese conflicto. Si no el alma de la
revolución, el brazo fuerte por lo menos está encerrado en la personalidad del coronel
José Manuel Pando a cuya dirección está confiada la suerte del movimiento.

La Revolución o Guerra Federal enfrentó a dos regiones de Bolivia, el Norte contra el


Sur, que se disputaban a finales del siglo XIX, la preminencia y la hegemonía del país,
tanto en el aspecto político como en el económico. El Partido Constitucional o
Conservador había detentado ininterrumpidamente el destino del país desde 1884 (Los
Demócratas de Gregorio Pacheco en sí eran conservadores de otra facción, frente a los
Constitucionales de Aniceto Arce y Mariano Baptista). Esta fue la época de los
denominados “Patriarcas de la Plata”, quienes tuvieron su fortaleza en los centros
mineros de Huanchaca, Pulacayo, Portugalete, Guadalupe primordialmente, siendo
epicentros económicos que cobraban la forma de una colmena gigantesca, que movía
también el comercio, la industria y la agricultura alrededor de ellos.

Sin embargo, el declive económico originado por la baja del precio de la plata había
generado la paulatina decadencia de los denominados “Patriarcas” que se habían
afincado en Sucre. Tanto Gregorio Pacheco como Aniceto Arce salieron de sus
presidencias con sus heredades notablemente disminuidas. El cambio internacional al
patrón oro, desplomó el precio de la plata hasta niveles paupérrimos. En lo político, el
periplo conservador siguió con Mariano Baptista, sin el mismo empuje de sus
predecesores, acicateado por el constante fantasma de la insurrección atizada por el
Partido Liberal.
El péndulo empezó a virar hacia el Norte, hacia La Paz, región vinculada al activo
comercio externo a través del sur del Perú, emergiendo simultáneamente una nueva
fuerza económica impulsada por la explotación del estaño, cuyo precio se incrementaba
en los mercados internacionales. Su baluarte y referente político era el Partido Liberal,
liderizado inicialmente por el Gral. Eliodoro Camacho quien había luchado
infructuosamente por llegar a la presidencia. El mencionado militar cansado de bregar
inútilmente y habiendo perdido de nuevo las elecciones en 1892 frente a los
conservadores, finalmente se apartó, por lo que los liberales en su convención partidaria
eligieron a un nuevo líder, quien sería una de las figuras trascendentales de la Historia
de Bolivia: el Cnl. José Manuel Pando quien fue elegido candidato a la presidencia para
hacer frente al Dr. Severo Fernández Alonso por los constitucionales.

Fernández Alonso era un abogado chuquisaqueño, de apergaminada cuna, el único


varón entre varias hermanas, cuya vocación en un primer momento fue ser clérigo, sin
embargo, pasados los años declinó vestir hábito y estudió abogacía en la Universidad
San Francisco Xavier de Chuquisaca. Su carácter educado, conciliador, cauto, apacible,
era tomado por muchos de sus contemporáneos como signo de debilidad. No obstante,
tuvo éxito como abogado y fue propietario de minas, específicamente la de San José en
Oruro, que le rindió buenos dividendos y le proporcionó una holgada posición
económica.

Frente a él se encontraba José Manuel Pando, nacido en Luribay, quien había cursado en
su temprana juventud la carrera de medicina, sin embargo, su verdadera vocación se
encontraba en el ejército, siendo particularmente hábil en el ámbito de la artillería,
donde sus conocimientos descollaban por su estudio y precisión. Pando llegó incluso a
escribir manuales respecto al uso correcto de los cañones. Por las innumerables
revoluciones, rebeliones y reyertas que azotaron Bolivia, el joven militar ganó méritos,
así como sufrió persecución y destierro, ascendiendo lentamente en el escalafón militar,
participando distinguidamente en la Guerra del Pacífico, donde fue uno de los más
destacados artilleros terrestres y navales. Peleó en la Batalla del Alto de la Alianza,
donde fue gravemente herido, un proyectil impactó en uno de sus brazos fracturándolo y
provocando la rotura de uno de los nervios principales, teniendo como consecuencia que
este quedara parcialmente inmovilizado.

Mientras en 1880, Pando luchaba en el desierto donde fue hecho prisionero, Fernández
Alonso participaba como convencional en la Asamblea que sancionó una Constitución
que regiría el país por más de cincuenta años, texto orientado al librecambio y al respeto
irrestricto de la propiedad privada, enfrentando sórdidamente a guerristas y pacifistas
respecto a las consecuencias posteriores al conflicto. El abogado chuquisaqueño se
afilió militantemente a las filas conservadoras llegando a ser vicepresidente del país,
esto explica que fuese elegido como el candidato del Partido Constitucional para la justa
electoral. En 1896 se convocó a elecciones, Pando y Fernández Alonso se enfrentaron
en las urnas, en una reñidísima contienda donde los Conservadores nuevamente
obtuvieron la victoria frente a los Liberales. Sin embargo, las circunstancias hacían
prever que este resultado no era una prenda de garantía para un periodo estable y
pacífico.

El inevitable conflicto entre La Paz y Sucre, se avizoraba y el estallido vino con la


promulgación el 31 de octubre de 1898 de la Ley Radicatoria que determinaba que el
Poder Ejecutivo debía quedarse permanente en la ciudad de Sucre. En acaloradas
sesiones donde el uso de la palabra se veía acicateado por la presencia efervescente de
los más connotados ciudadanos de Sucre y por una prensa que por ambos bandos,
encendía aún más la animadversión entre las partes con los epítetos más sañudos e
insultantes, simplemente prepararon el camino al enfrentamiento. En vista a la
promulgación de la norma objetada, los representantes paceños se retiraron alegando
haber sido ultrajados, proclamándose por consiguiente la Junta Federal el 12 de
diciembre de 1898 en La Paz. Tanto Pando como Fernández Alonso intercambian en
una serie de cartas y organizaban reuniones, donde el militar hábilmente parece jugar al
entendimiento y al diálogo mientras en forma simultánea en La Paz las fuerzas liberales
se organizan, acantonan y se preparan para la batalla. Téngase presente que
paradójicamente Pando fue elegido representante por Chuquisaca y votó a favor de la
Ley Radicatoria.

Después de sentidas y premonitorias despedidas y desfiles en Sucre, Fernández Alonso


dirigió a las huestes del Sur hacia el altiplano, auxiliado por militares veteranos del
Pacífico como Melitón Sanjinés que tendría un final trágico, sin embargo, al frente
tenían a Pando quien era no sólo hábil en la política o la artillería, era talentoso para la
organización logística, con un aditamento especial, el convencimiento de tener a los
aimaras del altiplano andino de su lado, mismos que se encontraban liderados por Pablo
Zarate Willca, quien estaba en continuo contacto con él. También un factor
determinante fue la intermediación de su esposa Carmen Guarachi , quien tenía un alto
ascendiente sobre las comunidades indígenas al ser descendiente de caciques con
propiedades en Luribay, teniendo influencias que conectaban desde el Rio Desaguadero,
enlazándose con las provincias Pacajes, Loayza e Inquisivi.

El desarrollo de los acontecimientos tuvo su inicio en Oruro donde llegaron las tropas
constitucionales para concentrarse, para una posterior marcha hacia La Paz, sin
embargo, la falta de cohesión de los conservadores hizo que las fuerzas del sur se
encontrasen desorganizadas y carentes de avituallamiento adecuado, por lo que debieron
buscar enseres básicos, comida, agua y forraje para sus cabalgaduras donde pudiesen.
Eso llevó, a que se realizaran requisas y saqueos que generaron resistencia y hostilidad a
los conservadores. Un nombre se encuentra en particular vinculado a la tragedia y es el
símbolo del mal augurio que vendría a continuación, el denominado Escuadrón Sucre,
conformado por civiles inexpertos que se enlistaron por la emoción del momento y
empujados por el entusiasmo regional, mismos que comprendieron muy tarde, que un
conflicto bélico no era un paseo dominical. Al quedarse sin vituallas, ingresaron
violentamente a la población de Coro Coro en busca de pertrechos, encontrando una
lógica resistencia local, misma que fue respondida con fuego cruzado, abatiendo a
indígenas y lugareños, generando odio entre los pobladores quienes empezaron a cercar
el pueblo para ajusticiar a los invasores, mismos que contaban, dicho sea de paso, con
municiones contadas, abriéndose paso en desbandada.

Posteriormente vino la denominada Batalla del Primer Crucero en el cruce denominado


Cosmini, que más que una batalla, fue un tiroteo que devino en la explosión de una
carreta de municiones, más precisamente un furgón, que produjo una retirada
desordenada de los conservadores, que pretendían tomar y bombardear La Paz, quienes
se encontraban hostigados por el fuego liberal y las avanzadas indígenas desde los
cerros colindantes, las que agotaban a la maltrecha tropa, haciendo que el repliegue
fuese tan anárquico como desprolijo hacia Oruro, no se reparó en dejar en la zaga
material bélico y a los heridos a su suerte.

Es en este momento en el que el 24 de enero de 1899, se produjo uno de los hechos más
abominables de los que se tenga recuerdo, los heridos y rezagados de las tropas
constitucionales, entre los que se encontraba Melitón Sanjinés y restos de Escuadrón
Sucre, fueron brutalmente masacrados en el templo de Ayo Ayo. Las huestes indígenas
entraron a tropel en la población, cercando la iglesia y sacrificando a las víctimas de las
formas más atroces y abominables que puedan imaginarse, influidos por el alcohol y la
barbarie. Pero este no fue el único escenario en el que se vivió un hecho de terror de
estas características tan crueles y salvajes, más tarde las propias tropas liberales fueron
masacradas en la población de Mohoza donde los indígenas lograron desarmar a los
combatientes, sacrificando a las desgraciadas víctimas en una orgia de sangre y muerte.

Queda en la incógnita hasta el día de hoy: ¿Quién ordenó o instigó estos ataques?: ¿Fue
Pablo Zarate Willca? ¿Fue el resultado de los acontecimientos y de centurias de
opresión y explotación que buscó una válvula de escape brutal? ¿O era el preludio para
un gran levantamiento indígena que tenía como objetivo la emancipación definitiva y el
exterminio de blancos y mestizos?

La habilidad de Pando y la pusilanimidad de Fernández Alonso, hicieron que después de


infructuosas tentativas de apaciguamiento y la fallida toma de Cochabamba por parte de
los conservadores, el encuentro definitivo se produjese el 10 de abril de 1899, en el
cruce de Paria o Segundo Crucero cerca de Oruro, donde las tropas liberales
debidamente organizadas y mandadas, se impusieron a las tropas constitucionales cuyo
desplome partió del desánimo de sus fuerzas, la deficiente conducción militar de Julián
María López que conllevó al desorden de sus elementos y por ende a la derrota. El
número de combatientes de ambos bandos sumo cuatro mil hombres de los cuales casi
mil cayeron en combate o fueron heridos.

El ingreso triunfante de las tropas liberales pero más que nada de la muchedumbre
indígena a Oruro, hizo que los ocasionales enemigos tendiesen puentes de paz para
socavar cualquier intentona de sublevación que parecía estar destinada a un
levantamiento nacional, con consecuencias inciertas. Pando tenía como objetivo
apaciguar al país y más que nada desactivar la posibilidad de conflicto encabezado por
Zarate Willca. El triunfo parece frágil si no se deshacen del líder indígena.

Posteriormente la Convención reunida en Oruro, ahora dominada por los Liberales,


decide finalmente refrendar la Constitución de 1880 y designar formalmente al ya Gral.
Pando como Presidente Constitucional de Bolivia, con el matiz que ahora las decisiones
políticas y legislativas se adoptarían desde La Paz, la nueva Sede de Gobierno hasta
nuestros días. El federalismo será archivado.

Severo Fernández Alonso, conociendo la derrota, pausadamente abordó un ferrocarril en


un elegante coche para dirigirse hacia Antofagasta, desde allí siguió manejando sus
negocios mineros. Volvió a la arena pública en 1920, paradójicamente, como miembro
del Partido Republicano, fundado por su antagonista, José Manuel Pando, llegando a ser
Canciller de Bautista Saavedra. Murió en 1925. Aún, sin embargo, se recuerda lo que el
prohombre del conservadurismo boliviano, Aniceto Arce, exclamaba airado en
detrimento del derrocado gobernante, al enterarse de la derrota de las tropas
constitucionales: “Faltó el hombre!!”

José Manuel Pando es una figura excluyente de Bolivia en todos los aspectos, ungido
presidente no dudó en dejar de lado el ideario federal para continuar con el estado
unitario. El denominado “silencioso manco del Pacífico”, por su parca y secante
conversación, tuvo que soportar en su periodo de gobierno, una revolución separatista
en el Acre y un conflicto internacional con Brasil por el mismo territorio, siendo
simultáneamente baluarte defensor y explorador del territorio nacional. Fundador del
Partido Republicano, su propia muerte en 1917 es un hecho de extraordinaria
repercusión histórica que no ha sido totalmente esclarecido.

Pablo Zarate Willca es un personaje controversial y enigmático, que debe ser estudiado
con una visión imparcial ajena a los estímulos o preconceptos que puedan generarse en
su favor o en su contra. Evidentemente fue un hábil líder que pudo cohesionar a los
indígenas en busca de reivindicar sus Derechos, pero que no logró doblegar los acuerdos
soterrados de liberales y conservadores para preservar sus intereses ante una
sublevación que más que política se hubiese convertido en un intento emancipador para
devenir en un estado indígena, algo que resultaba en ese entonces, extraño, subversivo y
peligroso. Los hechos de Ayo Ayo y Mohoza nunca fueron aclarados en cuanto a su
autoría e instigación. El temible Willca fue ajusticiado y muerto por la espalda en 1903,
para apagar momentáneamente, por un tiempo, los clamores terrígenos que aún no
habían dicho su última palabra.

Paradójicamente, debía encontrarse en este grupo de personajes claves Carmen


Guarachi de Pando, en su papel de articuladora y pieza fundamental para lograr la
victoria liberal obteniendo la alianza de los indígenas. Su figura se desvaneció detrás del
mandatario liberal.

Han transcurrido ciento veinte años y este conflicto aún promueve el debate y el estudio
dentro de nuestro país y su repercusión incluso ahora, se hace evidente en el hallazgo de
esta sencilla reseña en una vieja revista publicada en Buenos Aires y que se encuentra
resguardada en el silencio de una biblioteca lejana.

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