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Hilda Sábato: capítulo 5.

Resistencias federales.
En 1863 se encendió un conflicto en Cuyo y parte del NOA, donde pocos meses antes la
Paz de la Banderita había frenado los enfrentamientos entre las fuerzas del ejército y las de
Chacho Peñaloza, a quien se había encomendado “la pacificación” de La Rioja, una
provincia donde los liberales eran minoría. Caudillos de diferente nivel de constelación
chachista movilizaron sus hombres desde La Rioja a incursiones hacia otras provincias, San
Luis, Catamarca, San Juan, y Mendoza. El presidente se negaba a darle el carácter de
guerra civil y en una carta Sarmiento calificaba a los rebeldes “banda de ladrones armados”.
Al mismo tiempo le escribía a Peñaloza para protestar por las amenazas que partían de La
Rioja hacia las provincias vecinas y para solicitarle ayuda a fin de “mantener el orden” y
perseguirlos. Chacho le señaló las arbitrariedades del gobierno nacional y su dominación
despótica, así como los atropellos sufridos por sus partidarios, lo cual lo obligaba a retomar
la lucha.
Carta de Chacho Peñaloza al presidente Mitre.
El pueblo ha esperado ver cumplidas las promesas hechas tantas veces a los hijos de esta
patria, pero le ha tenido que tocar el más amargo desengaño al ver la conducta arbitraria de
sus gobernantes, al ver despedazadas sus leyes, y atropelladas sus propiedades y sin
garantía para sus mismas vidas. Los gobernantes de estos pueblos convertidos en otros
tantos verdugos en las provincias cuya suerte les ha sido confiada, mandan a matar a
ciudadanos respetables sin mas crimen que haber pertenecido al partido federal.
Mil veces se ha levantado mi voz y elevado súplicas al gobierno nacional, pidiendo justicia y
el castigo de esos hombres. Cansados de una dominación despótica y arbitraria se han
propuesto hacerse justicia, los hombres quieren defender sus libertades y sus leyes. Exijo el
cumplimiento de esas promesas hechas. No creo por esto mismo merecer el título de traidor
porque no he faltado a mis promesas.
Peñaloza lanzó una proclama a las provincias donde llamaba a sus compatriotas a defender
sus derechos, libertades e instituciones propuestas. Los invitaba a combatir en nombre de
esa causa, a los tiranos opresores de la patria. Para reconquistarlos.
Sarmiento calificó a Peñaloza de “bandolero”, “corrompido e ignorante” y proclamó la
necesidad de aniquilarlo, para lo cual decretó el estado de sitio en San Juan y La Rioja y
dictó ordenes incompatibles con las garantías constitucionales.
La Rebelión federal se expandió y abarcó varias provincias, aunque no logró conseguir el
apoyo del máximo jefe del partido, el general Urquiza. Las tropas nacionales fueron
movilizadas para reprimir y derrotaron a las tropas federales, incluidas las del propio
Peñaloza.
Peñaloza entro en Córdoba donde los federales habían logrado deponer al gobernador
liberal para reemplazarlo por uno de los suyos. Chacho y las montoneras pronto salieron al
encuentro de las tropas nacionales y se enfrentaron en la sangrienta batalla de Las Playas.
La derrota federal fue aplastante.
Derrotado en Cuacete Peñaloza escapó pero sus perseguidores lo alcanzaron y asesinaron,
su cabeza fue separada del cuerpo y expuesta en una pica en la plaza del pueblo. Este acto
feroz puso en evidencia la distancia entre el discurso oficial de civilización y la cruel realidad
de la guerra.
Sarmiento aprobó su asesinato y recibió al asesino como un héroe en la provincia de San
Juan, donde seguía siendo gobernador, y en una carta a Mitre expresó que aplaudía la
medida tomada. Y le parecía un buen ejemplo que serviría de escarmiento a sus
seguidores. Sin embargo, Mitre no pensaba igual, si bien decia entender que “todo el bien
que ella ha de traer para la conservación del orden y la paz” agregaba no poder dar su
aprobación al hecho. Debido a que su partido siempre hizo ostentación de su amor a las
leyes. Sin embargo, dijo que los jefes oficiales y las tropas merecían “la gratitud del país” El
propio Irrazábal pidió su baja del ejército porque entendía que su acción, desautorizada por
el presidente había manchado el honor de las armas nacionales.
A la caída de Peñaloza se afianzó el poder liberal en el interior, en varias provincias los
federales se organizaron para intervenir en las elecciones.
La Guerra de la Triple Alianza
El conflicto se prolongó más de cinco años. Se trato de una guerra moderna en la que se
desplegaron nuevos métodos y tecnologías, tanto en armamento como organización.
La guerra fue un momento clave en la definición de la geografía política de la región: el
Brasil y la Argentina se consolidaron como potencias regionales; se fijaron los límites
interestatales, se dispuso la libre navegación de los ríos, y el Paraguay quedó subordinado
a sus poderosos vecinos. Su territorio fue arrasado por las tropas propias y ajenas, la
población quedó reducida a menos de la mitad.
Historiografía sobre la guerra.
Ensayo de historia del tiempo presente. Luc Capdevila:
Tres modelos explicativos: Uno trata de la versión de la historia escrita por los vencedores
de la guerra. El acontecimiento es percibido como el enfrentamiento entre la civilización y la
barbarie. Visión de sarmiento, desde esta perspectiva todas las responsabilidades se
concentraron sobre la locura mortal del tirano Francisco Solano Lopez.
Otra corriente historiográfica pujaba por la revisión de la historia a escala regional.
Otra corriente revisionista de sensibilidad marxista desarrollo la tesis de los orígenes
imperialistas del conflicto. Denunciaba la mano del capitalismo británico metida en la
economía regional a traves de la guerra de la triple alianza. Con el accionar de las elites
liberales en el rio de la plata, la ciudad de Londres había logrado abrir por la fuerza el
mercado paraguayo.
El tercer modelo explicativo es el más utilizado por los investigadores que la guerra es
comprendida como el final del sistema geopolítico regional impulsado por el movimiento de
las independencias. La aguerra de la triple alianza es por lo tanto parte constitutiva de la
construcción de los estados-nación emergentes.
La dinámica regional.
Se ha puesto el foco en la dinámica regional, tanto en lo referido a la cuestión de la
soberanía, los limites y la competencia por la supremacía entre los estados involucrados.
Hacia la segunda mitad del siglo xix se habían constituido cuatro republicas independientes
Bolivia, el Paraguay, el Uruguay, y la argentina – y quedaban zonas bajo dominios
indígenas-. Los limites entre estos eran aun impresos y largas zonas de frontera eran
motivos de disputa. Había además un motivo relacionado con el sistema fluvial que
conectaba ya la vez dividía a los cuatro estados. La cuestión de la libre navegación de los
ríos Paraná, Uruguay y Paraguay, principales vías de acceso y salida al mar constituyo un
tema recurrente de conflicto y negociación.
Alarmados por el enfrentamiento entre Perú y España por las islas Chinchas varios países
de la región buscaron el apoyo de sus vecinos, en propuestas de solidaridad
hispanoamericana que desembocaron en la convocatoria a un congreso continental en
Lima. En la argentina hubo movilizaciones en apoyo a Perú y a la causa frente a la agresión
de la metrópoli.
En 1856 López firmo un tratado con Brasil y la confederación para asegurar la libre
navegación de los ríos y comenzó un acercamiento a Uruguay que le podía ofrecer una
salida alternativa al mar. En 1862 se produjeron varias novedades; en Brasil los liberales
desplazaron a los conservadores en el gabinete del emperador pedro II, en la argentina se
produjo la definitiva unión de buenos aires y la confederación bajo la hegemonía de la
primera y la presidencia de mitre, en Paraguay fue designado presidente Francisco Solano
López esto repercutió en el Uruguay donde se reactivo la disputa entre los dos partidos
rivales; los lancos –en el poder- y los colorados.
Hacia la guerra.
Los blancos se asociaban con los federales, mientras que los colorados con lo unitarios mas
tarde liberales. Esta vinculación estrecha implicaba el apoyo mutuo en todos los niveles de
la vida política, incluido el de la guerra.
Los brasileños nunca dejaron de ejercer presión sobre el Uruguay. La presencia de un
número creciente de hacendados riograndenses que ocupaban tierras del lado uruguayo de
la frontera para expandir sus empresas ganaderas se convirtió en una fuente de conflicto.
Mientras el gobierno oriental intentaba asegurar su jurisdicción y control sobre esa región
ante el temor de que se convirtiera en una zona dominada por los brasileños.
El Paraguay se había mantenido alejado de los conflictos políticos uruguayos. Hasta que
Francisco Solano López decidiera intervenir para apoyar al gobierno blanco después de la
invasión de Venacio Flores en 1863. Esa invasión desencadeno una serie de
acontecimientos que desembocarían en la guerra entre las cuatro naciones. López le
advirtió a Brasil que no toleraría una invasión a Uruguay, que luego ocurrió. Entonces El
Paraguay rompió relaciones con el Brasil e invadió y ocupo militarmente el Mato Groso.
Poco después las fuerzas imperiales derrotaron a los blancos y ocuparon Montevideo e
impusieron al jefe colorado en la presidencia. Si bien la rivalidad interestatal y la pretensión
de cada gobierno de afirmar su soberanía e influencia regional y asegurar sus fronteras
pueden considerarse motivo suficiente no alcanzan para explicar porque condujeron a una
guerra que la mayor parte de los involucrados no parecía haber previsto ni buscado.
Declarada la guerra entre el Paraguay y el Brasil, el gobierno de mitre rechazo una
propuesta de alianza contra López y reitero que la argentina seria neutral. Una amplia
opinión porteña seguía con entusiasmo la causa colorada y comenzaba a henchirse de
espíritu bélico, mientras que las dirigencias federales se habían inclinado por los blancos y
venían en el Paraguay un posible aliado en su confrontación con los liberales.
El presidente paraguayo solicito autorización al gobierno argentino para pasar con sus
tropas por el territorio de ese pais con el propósito de invadir Rio Grande do Súl. Con el
argumento de sostener la neutralidad y convencido de la debilidad paraguaya, mitre denegó
ese permiso y desató la reacción del congreso paraguayo que le declaro la guerra a la
argentina. Días después vapores del Paraguay atacaron a navíos estacionados en el puerto
de corrientes y un ejército ocupo la ciudad.
En buenos aires clamaron por una alianza con el Brasil contra el “tirano” López, y Urquiza
envió señales de lealtad y apoyo a mitre.
El 1 de mayo de 1865 la argentina firmo el Tratado de la Triple Alianza con el Brasil, y el
Uruguay, quienes decían contraer una alianza “en la guerra provocada por el gobierno del
Paraguay” y con el objetivo de derrocar al gobierno. Convenia que una vez derrocado el
gobierno y elegidas las nuevas autoridades por su pueblo se harían los arreglos necesarios
para asegurar la libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay. Buscaron dar al conflicto
el carácter de una lucha contra el despotismo representado por Solano López, argumento
que siguió el gobierno de mitre para justificar la decisión de unirse al imperio, una nación
monárquica y esclavista.
Los brasileños estaban convencidos de que los paraguayos no se animarían a enfrentarlos,
y estos confiaban que los federales con Urquiza a la cabeza se les unieran en la lucha
contra buenos aires y el imperio.
El comando en jefe de los aliados era el presidente argentino que a la muerte de su
vicepresidente tuvo que retornar a buenos aires. Las relaciones entre los jefes aliados
nunca fueron armónica, había mucha desconfianza respecto a las intenciones de cada una
de las partes, competencia. Estos problemas contribuyen a explicar la prolongación del
enfrentamiento.
En la guerra se han distinguido tres etapas: la primera parte corresponde a la ofensiva
paraguaya en los estados brasileros de Mato Grosso y Rio Grande do Sul y en la provincia
de corrientes. La suerte de los paraguayos se revirtió e la batalla de Yatay y luego en
Uruguayana.
La segunda fase hasta la toma de Humaitá fue la más larga y sangrienta en la que los
aliados se encontraron en territorio desconocido con poca capacidad para poder avanzar
debido al terreno, las enfermedades y la resistencia de las defensas paraguayas lo
prolongaron.
El pueblo paraguayo: presento un ultimo ejército de inválidos, viejos, niños de diez a quince
años combatiendo contra fuerzas superiores y muriendo como si fueran soldados.
La tercera y última fase de la guerra fue la del repliegue de López y su ejército. Por orden
de López las poblaciones eran abandonadas por sus habitantes y migraban hacia las zonas
todavía no ocupadas. Las tropas brasileñas avanzaron sobre el territorio venciendo paso a
paso al resto del ejercito paraguayo, compuesto casi únicamente por niños y ancianos.
López fue alcanzado y asesinado. Ese trágico final daba por cumplidos los objetivos de la
triple alianza. El Paraguay quedo devastado y debió soportar la ocupación brasileña. El país
vencido cedió el 40% de su territorio y durante décadas dependió de sus vecinos.
En el Brasil creció un sentimiento de nacionalidad antes ausente. En Paraguay el pueblo
participo en el esfuerzo bélico que fue en parte producto de la unanimidad política propia de
la tradición paraguaya, que Solano López llevo al extremo. No había lugar para oposición al
gobierno y en caso de haberlo era reprimido. En suma la guerra no solo implico el ejercicio
de la violencia entre los partícipes, sino su proyección en el interior de cada una de las
naciones involucradas.
Impacto económico de la guerra
Demandó recursos inmediatos para movilizar a los ejércitos y luego equiparlos y
mantenerlos, necesitaron conseguir recursos para financiar las demandas impuestas por la
contienda. Para obtener esos recursos se utilizaron fondos internos, obtenidos a través de
préstamos del Banco de la Provincia de Buenos Aires, también se recurrió a préstamos
externos que fueron provistos por el Brasil.
Las rebeliones federales
En las provincias el estallido de la guerra produjo conmoción política. Urquiza logró
mantener a Entre Rio en orden, por otra parte, los federales que aun lo consideraban su
líder buscaron sin éxito a la causa antibélica y anti porteña. En Santa Fé su gobernador
liberal logró mantener el control, en cambio, en Córdoba fue terreno de revoluciones y
enfrentamientos liberales y federales. En Mendoza estalló la “revolución de los colorados”.
Esto mostraba la fuerte oposicion que tenia el gobierno y que el orden politico que habian
intentado mantener estaba perdido. Los porteños eran acusados de monopolizar los
tesoros públicos y absorber las rentas de las provincias, así como de “odio fratricida” a los
provincianos.
La guerra en debate
Si bien al principio la mayor parte de los diarios porteños encendieron sus luces patriotas,
las posiciones críticas fueron ganando espacio. Los argumentos probélicos iniciales giraron
en torno a la agresión paraguaya y la necesidad de defender a la patria, la civilización y “el
derecho de los pueblos oprimidos” frente a la barbarie y la dictadura representada por el
déspota López. Por otra parte, la oposición a la guerra reconocía diferentes ejes, pero los
principales se centraban en la crítica de la alianza con el Brasil imperial, monárquico y
esclavista, que siempre había mostrado tendencias expansionistas; en la solidaridad con los
vecinos paraguayos y en la desconfianza hacia el gobierno nacional encabezado por los
liberales porteños.
Cuando se conocieron los términos del Tratado de la Triple Alianza las cláusulas referidas al
tema de los límites y el futuro reparto de los territorios en disputa fueron condenadas en
forma severa por una opinión pública que reprobaba la guerra y a sus conductores.
Ya nada fue igual
En sus comienzos la guerra estuvo atravesada por el conflicto partidario, tanto local como
regional. Los federales se opusieron a involucrarse en el conflicto hasta con las armas. Pero
ese federalismo se quebró ante la decisión de Urquiza de acompañar al gobierno nacional.
Y Mitre convirtió la guerra en una causa nacional.
La guerra requirió una concentración de recursos militares y financiaron en la administración
central. El aparato del estado se fortaleció, una de sus instituciones clave, el ejercito
aumento su presupuesto.
En tercer lugar, el quiebre y la derrota casi total de los federales dejaron muy debilitada a
esa fuerza política. También los liberales mitristas perdieron su lugar desprestigiado por la
guerra.

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