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Hace muy poco escuché a una artista plástica diciendo que es importante que se estimule a las

personas a tener obras originales en sus casas. Me pareció muy interesante este planteo, ya
que no apuntaba a la venta directamente, sino a un modo de ver el arte y de valorarlo. En
muchos lugares que visitamos (consultorios, hoteles, bares, casas particulares, etc) hay
cuadros colgados, pero la mayoría son láminas, reproducciones de cuadros famosos o
simplemente láminas de diseño. Esto me hizo pensar en varias cuestiones: ¿es más económico
comprar láminas que cuadros originales? ¿El común de la gente sabe dónde comprar cuadros
originales? ¿Los pintores saben promocionarse?

Para hacer un análisis de esta situación me gustaría poder diferenciar entre distintos tipos de
actitudes que toman los artistas frente a este hecho de vivir del arte.

Si centro mi mirada en los artistas plásticos, puedo hacer una calificación a grandes rasgos en 3
categorías. En una primera categoría están los artistas que no quieren formar parte de los
circuitos hegemónicos de reproducción y venta de arte. Consideran que el arte no es una
mercancía y por lo tanto no debe entrar dentro de un mercado del arte. Hay una búsqueda en
estos artistas de mantener su esencia sin presiones de galeristas, medios de comunicación o
de reproducción del arte vanguardista o hegemónico. Estos artistas se mueven dentro de
círculos locales, barriales, a pequeña escala, quizás algunos accedan a hacer muestras
colectivas, alcancen a exponer en centros culturales o pueden ser premiados. Pero por lo
general, su trabajo es de carácter individual, no siempre manejan redes sociales para dar a
conocer su obra o como canal de venta de la misma, si venden es en alguna feria o por el boca
en boca. Y como su arte no tiene la finalidad de la venta, por lo general tiene una o dos
actividades más para poder solventarse en su vida cotidiana. Siendo la actividad artística casi
relegada a un plano secundario o de “hobbie”. Lo cual también dificulta la continuidad o
crecimiento (en cuanto al valor artístico) de la obra.

Una segunda categoría serían los artistas que sí pretenden vivir del arte, aunque no sea su
primera actividad, dada la situación económica en general. Este grupo está en una constante
búsqueda por mostrar su arte, acceder a galerías, centros culturales grandes, exposiciones.
Tienen una participación activa en las redes sociales, allí muestran sus trabajos, los procesos
de producción, a la gente que compran sus obras. Algunos son coptados por algún agente que
suele llevarse más reditos económicos que el propio artista. Otros son autogestivos, y
consiguen auspicios para materiales o subsidios para artistas, como manera de poder
permanecer activos. En estos casos, es muy difícil manejar los niveles de frustración, ya que
los accesos a estos circuitos es muy restrictivo y exigente. Muchas veces se enfrentan con
devoluciones devastadoras de sus obras, por parte de personas de estos circuitos
hegemónicos, que más que valorar la obra, juzgan al artista.

Y por último, un grupo muy exclusivo de artistas que tienen acceso a los circuitos hegemónicos
del arte, son muchas veces sobre valorados en sus producciones pero que además vienen de
los propios sistemas económicos de poder. Es un arte snobista, pero es el que circula. Son los
artistas que por estar ellos mismos en los estratos sociales altos, son los que tienen asegurados
(o muchas veces comprados) los espacios de exposición y muestra. Esto hace que este arte sea
considerado vanguardista (muchas veces sin serlo) y sea utilizado como parámetro para medir
a otros artistas en pugna.

Según este planteo que hago, es una constante pugna por un espacio bastante delimitado
dentro del circuito del arte. Es una pugna también por el valor del arte, no sólo el económico,
sino también lo que se considera artístico y lo que no. Lo que se considera con propiedades
para ser exhibido y lo que es un trabajo de alguien aficionado. No hay reglas muy claras en
cuanto a lo que se considera de calidad y lo que no. Lo que es cierto, que los lugares de acceso
al público, a la venta, a muestras en museos o centros culturales, está vedado para una
restringida minoría.

En esta pequeña descripción estamos dejando fuera el valor estético y emotivo del arte. Para
qué se pinta y para quién se pinta. Creo que en las 3 categorías descriptas, todos consideran al
arte como una manera de expresión. Algunos tienen más para decir que otros. Esa forma de
mostrarnos de manera sintética sentimientos, situaciones, circunstancias. Son formas de ver la
realidad o formas expresivas de transmitirnos un discurso, de situarnos en un contexto que
quizás de otra manera no lo hubiéramos hecho.

Bien en el caso de ser transmisores de un mensaje único (ya que es la visión personal de cada
artista) por qué algunos tienen derecho a pertenecer y otros no. Y de qué se trata pertenecer.
Lo cierto es que si pertenecer es tratar a la obra de arte como un bien de consumo más, creo
que se comienza a perder el valor artístico de dicha obra y es por ello, que el primer grupo de
artistas mencionado prefiere ir por la “periferia” del arte que estar en el circuito hegemónico.

Lo que sucede con esta “periferia” del arte que al ser muchas veces autogestionado, sin
subsidios, ni con vista a tener algún tipo de ingreso económico para producción (ni siquiera
hablo de ingresos para los artistas, sino para las cuestiones básicas como movilidad de las
obras, atriles para exponer, catering, etc) es que estas propuestas quedan menos visibles
frente a las producciones de galerías o centros culturales grandes. Esto de “poner el lomo”
también termina desgastando a los propios participantes de las actividades, ya que requiere
mucho esfuerzo y no siempre la compensación se da al mismo nivel. Ya sea que esta
compensación busque la venta de obras o la generación de públicos participantes. Muchas
veces encuentro que hay una subestimación de los públicos, que por tratarse de barrios o de
circuitos pequeños, no se presta la debida atención a brindar a las personas que asisten

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