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El hidrógeno verde, un nuevo aliado para la

descarbonización
Solo el hidrógeno producido a través de las energías renovables puede realmente contribuir
a acelerar la transición energética, allí donde la electrificación no es posible. Por eso Enel,
como Renewables Super Major, está invirtiendo en proyectos de hidrógeno verde en varios
países.
La electrificación está desempeñando un papel cada vez más importante como parte de la
estrategia para luchar contra el cambio climático y limitar el calentamiento global. Pero
¿qué hacer cuando los procesos industriales requieren otras formas de energía?
El hidrógeno verde es un gran aliado para descarbonizar ciertos sectores como, por
ejemplo, la industria química, o algunos sectores industriales que consumen más
electricidad (como el acero y el cemento), la aviación y el transporte marítimo.

De acuerdo con varios estudios, el hidrógeno puede convertirse en un elemento


fundamental para acelerar la transición energética y generar también importantes ventajas
socioeconómicas y ambientales. Por ejemplo, según el escenario que dibuja el informe
“Hydrogen Roadmap Europe: A sustainable pathway for the European Energy Transition”,
en 2050 podría llegar a cubrir hasta el 24% de la demanda energética total y crear 5,4
millones de puestos de trabajo, además de contribuir a la reducción total de 560 millones de
toneladas métricas de CO2.

Solo el hidrógeno verde es sostenible


Sin embargo, hay hidrógenos e hidrógenos. En la actualidad, el consumo global de este
combustible es de unos 75 millones de toneladas por año, de acuerdo con los últimos datos
de la Asociación Internacional de la Energía. Sin embargo, la mayor parte del hidrógeno se
produce a partir de combustibles fósiles, y en concreto, a partir del gas natural,
generando grandes cantidades de emisiones que alteran el clima. El hidrógeno que se
produce así es el llamado “hidrógeno gris” o gray hydrogen. 

En opinión de algunos, adoptar sistemas de secuestro de gas carbónico al final de este


proceso permite reducir su impacto ambiental, consiguiendo el llamado “hidrógeno azul”
o blue hydrogen. Pero, incluso en este caso existe un problema de sostenibilidad, tanto
económica, ya que los costes de captura y secuestro del CO2 siguen siendo prohibitivos,
como medioambiental, porque el ciclo de producción no puede secuestrar todo el gas
carbónico producido y, en todo caso, a lo largo de la cadena de producción puede
determinar la emisión en la atmósfera de metano, otro gas de efecto invernadero.

De hecho, el único hidrógeno sostenible al 100% y comercialmente viable es el llamado


“hidrógeno verde”, o green hydrogen, que se obtiene a través de la electrólisis del agua en
particulares células electroquímicas alimentadas a electricidad de fuentes renovables.
En coherencia con la estrategia de descarbonización, Enel, en su rol de Renewables Super
Major, está desarrollando una serie de proyectos para la producción de hidrógeno verde
instalando electrolizadores alimentados por energías renovables y colocados cerca de los
puntos de consumo. De esta manera, suministraremos hidrógeno verde a nuestros clientes
minimizando la necesidad de infraestructuras de transporte y contribuyendo a la estabilidad
del sistema eléctrico. Una actividad que inicialmente será puesta en marcha en países
como Chile, Italia, España y Estados Unidos. El Grupo Enel tiene previsto incrementar su
capacidad de hidrógeno verde hasta superar los 2 GW en 2030.

Las instituciones y la conciencia ecológica


El desarrollo de las tecnologías asociadas a la electrólisis y un esfuerzo de industrialización
masivo para esta cadena industrial deberían reducir los costes de construcción de los
electrolizadores y mejorar su eficiencia. Esto, junto con la disminución de los costes de la
electricidad producida por fuentes renovables, podría hacer que la producción de hidrógeno
verde sea económicamente más competitiva que la del hidrógeno azul o gris. En concreto,
la fuerza del hidrógeno verde es servir como complemento en el proceso de
descarbonización y electrificación que estamos llevando a cabo.

No tendría mucho sentido promover el uso del hidrógeno en sectores, como por ejemplo el
uso residencial, que pueden llegar a ser neutros en carbono a costes inferiores a través de la
electrificación. 

Se tendrían que evaluar con atención y evitar soluciones como la de distribuir a las
viviendas el hidrógeno mezclado con metano para la calefacción, tanto porque plantean
problemas técnicos y de seguridad, como porque no favorecen el recorrido virtuoso de la
eficiencia energética, sino que inducen al efecto opuesto, es decir, a prolongar la
dependencia del gas metano por mucho más tiempo.

Por tanto, es sumamente importante, con vistas a la transición, que las instituciones, las
organizaciones supranacionales, como la Unión Europea o los gobiernos nacionales,
adopten políticas para enseñar a los consumidores y usuarios las diferencias entre los
varios tipos de hidrógeno, para así empujarlos a utilizar el hidrógeno verde, y poner en
marcha en los diferentes países la producción local de hidrógeno de fuentes renovables y
asegurar las cadenas de suministro, reduciendo así la dependencia de los países de la
importación de combustibles fósiles.

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