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09/10/2021
El cambio climático es uno de los mayores retos de nuestra era. Sin embargo, la necesidad de
asegurar el acceso a la energía para gozar de calidad de vida y para el desarrollo económico es igual
de importante. Por tanto, es esencial abordar el cambio climático como parte de la agenda de
desarrollo sostenible. El progreso continuo en el desarrollo de nuevas tecnologías ha aportado
confianza y esperanza de lograr estos objetivos en el sistema energético. Las drásticas reducciones
de precios y el avance tecnológico de los molinos de viento y la energía solar fotovoltaica han
demostrado que estos recursos de energía renovable pueden desempeñar un papel importante en
los sistemas mundiales de electricidad y que los avances decisivos, anticipados desde hace mucho
tiempo, en tecnología de almacenamiento eficaz en función de los costos cambiarían de forma
sustancial las matrices energéticas primarias.
Estos avances han conducido invariablemente a presumir que hemos "acabado" con los
combustibles fósiles en todo el sistema energético, que no hay necesidad de seguir desarrollando
nuevos recursos y que tenemos que dejar de usarlos tan pronto como sea posible. Esta hipótesis
también ha llevado a tener una percepción de tecnologías "buenas" basadas en energías renovables
en los sistemas energéticos mundiales de hoy en día, por una parte, y de tecnologías "malas"
basadas en combustibles fósiles, por la otra. La realidad es que este debate tiene muchos más
matices y requiere una investigación mucho más minuciosa. La tecnología de secuestro del carbono
y la gestión de las emisiones de metano en toda la cadena de valor de la energía fósil pueden ayudar
a cumplir los ambiciosos objetivos de reducción de emisiones de CO 2 mientras los combustibles
fósiles sigan formando parte del sistema energético. Gracias a ello los combustibles fósiles podrán
convertirse en "parte de la solución", en vez de seguir siendo "parte del problema". Todas las
tecnologías tienen una función que desempeñar en un sistema energético guiado por la economía
racional.
Los combustibles fósiles comprenden el 80% de la demanda actual de energía primaria a nivel
mundial y el sistema energético es la fuente de aproximadamente dos tercios de las emisiones
globales de CO2. En vista de que se cree que las emisiones de metano y otros contaminantes
climáticos de corta vida están muy subestimadas, es probable que la producción y el uso de energía
sean la fuente de una proporción de emisiones incluso mayor. Asimismo, gran parte de los
combustibles de biomasa se usan actualmente para calefacción y cocina a pequeña escala en todo el
mundo. Estos combustibles son extremadamente ineficientes y contaminantes, sobre todo en lo
que respecta a la calidad del aire interior en muchos países menos adelantados. El uso de biomasa
renovable de esta manera es un problema para el desarrollo sostenible.
El calentamiento global causado por el dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto
invernadero (GEI) emitidos por los seres humanos desde la revolución industrial es una
realidad constatada. El Acuerdo de la Cumbre del Clima de París (COP 21), firmado por 195
países más la Unión Europea (UE), pretende ser el arranque definitivo para concienciar a la
comunidad internacional y a los ciudadanos de que hay que tomar medidas.
Conducir 50 kilómetros menos cada semana reduce en 450 kilogramos las emisiones de CO2.
El uso masivo de combustibles fósiles es el principal responsable de dichas emisiones. Uno de
sus mayores causantes es el transporte por carretera: en España produce el 25% de las
emisiones domésticas totales (en Europa, el 20%). La ecuación es sencilla: a menos uso del
coche, menos emisiones. Si no queda otra que utilizarlo, al menos aprovecharlo al máximo,
compartiendo su espacio con otros ocupantes, y practicar un estilo de conducción “ecológico”.
Si hay una industria que conoce bien impacto ambiental del cambio climático, esa es la
industria de automoción. Por esta razón, los grandes fabricantes presentan cada año
alternativas verdes al coche convencional (híbridos y eléctricos). Pero si esta no es una opción
para ti, piensa en usar el transporte público y exigir que haya más y que sea más ecológico.
Siempre que sea posible, es preferible ir a pie o en bicicleta en todos los desplazamientos,
tanto de ocio como para ir al trabajo. Puedes incluso aprovecharte de la opción del no
desplazamiento que permite el teletrabajo.
Ajustar el termostato 2 grados menos en invierno y 2 grados más en verano permite reducir las
emisiones de CO2 en 900 kilogramos. Poner dos lavadoras a la semana con una temperatura
de 40 grados reduce la emisión en 225 kilogramos de CO2. Siendo eficientes energéticamente,
mantenemos el confort y nuestras necesidades cubiertas. A su vez, reducimos el gasto en
energía y, con ello, las emisiones de CO2.
Los alimentos son responsables de, al menos, el 20% de los gases de efecto invernadero. Este
porcentaje podría ser incluso mayor si se tuvieran en cuenta las fuentes de emisión indirectas,
según diversos estudios. Seguir una dieta baja en carbono no solo beneficia a la salud, sino
también al medio ambiente. Para ello, hay que evitar los productos que necesitan más energía
o recursos naturales, se transportan desde lejos o requieren de un complejo envasado.
2.8.Plantar árboles
Los árboles actúan como “sumideros de carbono”, es decir, retienen el CO2. Por ello, apoyar
medidas que eviten la deforestación de los bosques y los incendios forestales o impulsen la
plantación de nuevos árboles, en especial de especies autóctonas, contribuye a reducir las
emisiones de CO2 en la atmósfera. Los ciudadanos pueden participar en las cada vez más
diversas iniciativas para plantar árboles. Sin duda una buena idea para contribuir a frenar el
impacto ambiental del cambio climático.
Los ciudadanos pueden -y deben- tener una participación activa en las actividades que influyen
en su vida cotidiana. Y el cambio climático es una de ellas. Las líneas de acción para exigir
actuaciones que contribuyan a ello son muy diversas: reclamar a las instituciones más medidas
para reducir las emisiones de CO2, pedir más infraestructuras para aumentar la sostenibilidad,
solicitar más información, etc.