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Cómo trabajar con los

introyectos en el estado Padre


del yo
AUTOR: JOSÉ ÁNGEL ULLATE

01/08/2012

Tabla de contenidos
 RESUMEN
 1. ESTADOS DEL YO EN ANÁLISIS TRANSACCIONAL: LA ESTRUCTURA
DE LA PERSONALIDAD
 2. LA INTROYECCIÓN
 3. TRABAJO CON LOS INTROYECTOS EN EL ESTADO DEL YO PADRE
 4. CONSIDERACIONES FINALES PARA EL PRINCIPIO DE UNA
REFLEXIÓN
 BIBLIOGRAFÍA

RESUMEN
Desde el punto de vista del Análisis Transaccional (AT), la personalidad
está formada por tres órganos psíquicos, denominados exteropsique,
neopsique y arqueopsique que se manifiestan fenomenológica y
operacionalmente como tres estados del yo diferenciados, conocidos
respectivamente como estados del yo Padre, Adulto y Niño. Aunque
existe más literatura sobre el trabajo psicoterapéutico con los estados del
yo Niño y Adulto, este artículo resalta la importancia del trabajo con los
introyectos en el estado del yo Padre en fases avanzadas de la terapia.
Entendemos este estado del yo como una serie de pensamientos,
sentimientos y pautas de conducta semejantes a los de una figura
parental alojada en nuestro psiquismo por medio de la introyección. Esta
es tratada como un mecanismo de defensa utilizado para mantener el
contacto y la relación con figuras parentales reales u otros significativos
en pro de la supervivencia. Este trabajo pretende introducir
conceptualmente al lector en el análisis estructural del AT, ideado por
Berne, como marco para describir las distintas fases del trabajo con los
introyectos en el estado del yo Padre en psicoterapia desde el punto de
vista del AT relacional. Es desde este enfoque desde el que se ha hecho
un mayor esfuerzo por sistematizar este tipo de trabajo. Se lleva a cabo
una reflexión descriptiva sobre técnicas y otros aspectos a tener en
cuenta en la intervención. Para finalizar se introduce una breve reflexión
descriptiva del trabajo con los introyectos desde la terapia Internal Family
Systems (IFS) como experiencia personal del autor.

1. ESTADOS DEL YO EN ANÁLISIS


TRANSACCIONAL: LA ESTRUCTURA DE
LA PERSONALIDAD
Eric Berne, psiquiatra y psicoterapeuta creador del Análisis
Transaccional, describió inicialmente un estado del yo
“fenomenológicamente como un sistema coherente de sentimientos
relacionados con un tema dado, y operacionalmente como un conjunto
de patrones conductuales coherentes” (1961); lo definió posteriormente
como un “sistema formado por un conjunto de emociones, pensamientos
y patrones de conducta afines entre sí” (1964).

En concordancia con la simplicidad conceptual de su teoría de la


personalidad, Berne usó una descripción coloquial de los estados del yo
(Padre, Adulto y Niño) para referirse a las manifestaciones
fenomenológicas de los tres órganos psíquicos que conforman la
estructura de la personalidad: exteropsique, arqueopsique y neopsique.
Éstos órganos hacen referencia respectivamente a la dimensión de la
mente tomada de fuentes externas que han sido interiorizadas, a la
mente temprana de un periodo previo del desarrollo, y a la mente actual.

Berne utilizó los términos de los mencionados órganos psíquicos de


forma intercambiable con el término “estado del yo” para “significar
estados de la mente y sus patrones de conducta relacionados”, e hizo
hincapié en el hecho de que “Padre, Adulto y Niño representan personas
reales que existen ahora o que existieron antes, tienen nombres legales
e identidades cívicas” (1961), para significar el origen externo y arcaico
de los estados del yo Padre y Niño, respectivamente. En la misma línea
advierte de que “en la práctica, uno de los aspectos más difíciles del
análisis estructural es lograr que el paciente (o el estudiante) vea que
Niño, Adulto y Padre no son ideas más o menos útiles, o neologismos
interesantes, sino que se refieren a fenómenos basados en realidades
verdaderas.” Hace hincapié de esta manera en su cualidad de retazos de
figuras reales incorporadas a la propia personalidad e influyentes en ella.

1.1 Estado del yo Adulto.


Berne (1961) explicó que “El estado del yo Adulto se caracteriza por un
conjunto de sentimientos autónomos, actitudes y patrones de conducta
adaptados a la realidad actual”, entendiendo por “autónomo” un
funcionamiento del yo neopsíquico libre del control intrapsíquico del
Padre introyectado o del estado del yo Niño arcaico. En el estado del yo
Adulto nos encontramos en contacto pleno con lo que está ocurriendo a
nuestro alrededor y actuamos de una manera adaptativa y apropiada
según nuestro momento evolutivo. Esta función neopsíquica del yo
integra lo que está ocurriendo interna y externamente en cada momento,
las experiencias pasadas y sus efectos, y las influencias psicológicas e
identificaciones con otros significativos. Comprende conductas motoras
actuales, el desarrollo moral, cognitivo y emocional, la creatividad, y la
capacidad para involucrarse en relaciones significativas.

Podemos tomar como ejemplos de un funcionamiento Adulto integrado el


de un profesional competente que, criticado injustamente por un jefe
radicalmente perfeccionista, expone ante él su punto de vista sobre la
calidad de su trabajo y su máximo esfuerzo a la hora de realizarlo,
sintiéndose bien al respecto, incluso al reconocer la posibilidad de que
pueda ser mejorado; o un estudiante en situación de redactar un artículo
sobre un tema de gran interés para él, que tras una búsqueda
bibliográfica, planifica su calendario de trabajo y lleva a cabo su
elaboración disfrutando de esta experiencia de aprendizaje.

1.2 Estado del yo Niño


En palabras de Berne (1961) “El estado del yo Niño es un conjunto de
sentimientos, actitudes y patrones de conducta que son vestigios de la
propia infancia del individuo”. Los estados del yo Niño o arcaicos son la
personalidad completa de la persona como era en un momento
evolutivamente anterior. Esto incluye las necesidades, deseos, impulsos
y sensaciones; los mecanismos de defensa; y los procesos de
pensamiento, percepciones, sentimientos y conductas de la fase
evolutiva en la que tuvieron lugar las fijaciones. El individuo percibe el
mundo exterior y las necesidades y sensaciones internas como lo hacía
en una fase más temprana del desarrollo. Aunque pueda parecer que se
relaciona con la realidad actual, está realmente experimentando lo que le
sucede con las capacidades intelectuales, sociales y emocionales que
tiene un niño a la edad evolutiva de su fijación psicológica. Lo anterior se
debe a la existencia en el “allí y entonces” de necesidades arcaicas
insatisfechas, experiencias traumáticas u otras situaciones que motivaron
la pérdida de contacto con sus cuidadores o figuras de referencia
parental.

Como ejemplos nos servirá el profesional bien formado, con sólida


experiencia y con una capacidad ejecutiva demostrada, que sin embargo
duda de su propia valía, y siente angustia, tristeza y vergüenza ante la
crítica injustificada de un jefe radicalmente perfeccionista, sintiéndose
inepto, tal como lo hacía ante las duras críticas de su padre en la
infancia; o el estudiante con la obligación de redactar un artículo sobre un
tema de gran interés para él, pero que posterga su elaboración y la lleva
a cabo a regañadientes, con rechazo y sufrimiento, como aquel niño que
fue y que se rebela transferencialmente en el momento actual contra los
frecuentes trabajos impuestos a lo largo de su infancia por un padre
crítico, autoritario y adicto al trabajo.
1.3. Estado del yo Padre
Berne exploró las observaciones de Federn de que en muchos de sus
pacientes se hacía manifiesta una presencia psíquica constante de
figuras parentales que influenciaban sus conductas. Esta influencia
parental es la de personas reales, figuras de referencia con un rol de
autoridad, que años atrás interactuaron con el individuo cuando era un
niño. Los padres introyectados llegan a formar parte de los estados del
yo Padre, que Berne (1961) definió como “un conjunto de sentimientos,
actitudes y patrones de conducta que se asemejan a los de una figura
parental”.

En palabras de Erskine (2003) con base en sus observaciones clínicas,


“es evidente que los estados del yo Padre son una internalización
histórica real de la personalidad de los propios padres o de otras figuras
parentales significativas tal como fueron percibidas por el niño en el
momento de la introyección…. Los contenidos del estado del yo Padre
son incorporados, es decir, introyectados desde figuras parentales en la
infancia temprana –y, en menor medida, a lo largo de la vida- y, si no se
reexaminan en el proceso del desarrollo posterior, permanecen sin
asimilarse o integrarse en el yo neo-funcional del adulto. Puesto que las
percepciones que tiene el niño de las reacciones, emociones y procesos
de pensamiento del cuidador serán diferentes en las distintas fases del
desarrollo, de la misma manera variará el contenido real y la función
intrapsíquica del estado del yo Padre dependiendo de la edad de
desarrollo en que tuvo lugar la introyección”.

Cuando en la actualidad una persona de clase media (Juan) deja una


botella de aceite boca abajo apoyada sobre una sartén con el fin de
aprovechar hasta la última gota de su contenido, es probable que sea su
estado del yo Padre quien haya tomado esa decisión ejecutiva con base
en un introyecto. Quizá alguno de sus padres u otros significativos (p.ej.
una abuela), con sus comentarios, actitudes o conductas reiteradas,
transmitieron al niño Juan el valor del sabroso líquido en tiempos de
posguerra, cuando un litro tenía el precio del sueldo de una semana de
trabajo de un obrero. Aunque Juan nació décadas después y su situación
económica le permite obtener con holgura todo el aceite que necesita sin
menoscabo de su economía familiar, esta introyección mantiene en la
actualidad la conducta ahorrativa del otro significativo en aquel momento.

En psicoterapia la indagación histórica hace posible averiguar qué se dijo


o se hizo, por quién, y en qué momento durante la infancia de la persona.

1.3.1 Funciones
El estado del yo Padre realiza dos funciones. Por un lado, el Padre
Crítico pone límites, crea una estructura, dicta lo apropiado y lo
inapropiado según el marco cultural, actúa con firmeza y autoridad. Tiene
una vertiente positiva necesaria (estructura y límites, p. ej.), y otra
negativa (crítica inapropiada). Por otro lado, el Padre Nutritivo cumple
con funciones parentales de cuidado, protección y ayuda. En su vertiente
negativa puede caer en la sobreprotección y las actuaciones invasivas
que limitan nuestra autonomía.

1.4 Implicaciones terapéuticas


El objetivo del Análisis Transaccional en el marco de su aplicación a la
psicoterapia es potenciar la integración de los estados del yo Padre, Niño
y Adulto, de manera que se consiga un funcionamiento psicológico
autónomo con base en la consciencia plena de los aspectos internos y
externos del aquí y ahora, bajo el control de un estado del yo Adulto
integrado y libre de contaminaciones arcaicas.

2. LA INTROYECCIÓN
En este trabajo la introyección nos interesa como principal mecanismo de
formación de los estados del yo Padre. ¿Pero de qué hablamos cuando
hablamos de introyección?

Desde el punto de vista de la psicoterapia gestalt la introyección es al


mismo tiempo un mecanismo de aprendizaje en la infancia y un
mecanismo de defensa neurótico mediante el que incorporamos patrones
y modos de actuar y de pensar que no son verdaderamente nuestros.
Gimeno-Bayón (2004) afirma: “como mecanismo de defensa, la
introyección consiste en incorporar sin modificación, dentro de los
propios límites, estructuras (actitudes, pensamientos, modos de hacer)
procedentes del exterior. Es tragar sin masticar las informaciones que
nos dan y los comportamientos asociados a esas informaciones.” La
introyección se plantea por un lado como mecanismo de incorporación de
lo conocido, de la cultura y el conocimiento científico, de lo ya
descubierto, eximiéndonos de la necesidad de investigar a título personal
la realidad a la que estamos circunscritos y su funcionamiento.

Por otro lado, “la introyección es un mecanismo de defensa inconsciente


(que implica desentendimiento, negación y represión) utilizado con
frecuencia cuando hay una falta de contacto psicológico pleno entre el
niño y los cuidadores responsables de sus necesidades psicológicas. El
otro significativo se hace parte del sí mismo (yo), y el conflicto que resulta
de la falta de satisfacción de necesidades se internaliza de modo que en
apariencia puede manejarse con más facilidad” (Erskine, 2003). Así
pues, cuando las necesidades de un niño no son adecuadamente
satisfechas la ansiedad resultante estimula una identificación defensiva
inconsciente con el otro. El conflicto externo se soluciona internalizando
al otro y negando las necesidades propias; de esta manera el niño puede
preservar la vinculación con las figuras de las que depende su
supervivencia y mantener su salud psicológica. El conflicto externo que
suponen las necesidades no satisfechas se convierte en interno, evitando
el conflicto relacional externo y manteniendo ilusoriamente el contacto
interpersonal. Metafóricamente, el conflicto derivado de las necesidades
insatisfechas se convierte en un vacío psicológico en la relación. Este
vacío en la relación interpersonal, es decir, la ausencia de contacto
interpersonal, se llena por medio de la identificación inconsciente con el
otro.

Como ejemplo de lo anterior, en Rosana, víctima de abuso sexual por


parte de su padre a los cuatro años, podrá encontrarse un introyecto
parental en los términos “para que te quiera, debes acariciarme los
genitales”. En un intento desesperado de preservar la relación con su
padre en pro de la supervivencia, Rosana podría introyectar este
mensaje parental de forma inconsciente con el fin de preservar su
relación con él, figura clave de vinculación, protección y supervivencia en
esta etapa del desarrollo. En su vida adulta Rosana podrá verse afectada
por esta experiencia temprana y basar la satisfacción de su necesidad de
ser amada en la promiscuidad o la sexualidad compulsiva con base en
este introyecto.

El estado del yo Padre introyectado se manifiesta de dos formas: como


un estado del yo activo que se comunica con el mundo exterior, o como
influencia intrapsíquica. Berne describió el estado del yo Padre activo
como la reproducción de los sentimientos, actitudes y conducta del padre
introyectado u otros significativos en transacciones reales con personas.
En contraste con lo anterior, la influencia intrapsíquica se manifiesta en
los pacientes como una experiencia fenomenológica de duda sobre uno
mismo, la sensación constante de estar siendo controlado, el no saber lo
que uno quiere, así como la ansiedad crónica o la depresión. Otros
pacientes pueden ser conscientes de la presencia de una introyección
que les influye o de la presencia psíquica de otra persona; oyen una voz
que critica, que advierte o que pone normas (Erskine, 2003).

Juan, en psicoterapia, informa de que su esposa se queja de sus


constantes críticas hacia ella, de lo que dice, de lo que hace, e incluso de
lo que no hace. Lleno de rabia añade que lo que más “le enciende” es
que “siempre dice que soy como mi padre, que la trato igual que él trata a
mi madre”. Por otro lado, Rosana acude a su primera sesión de terapia
manifestando que su vida es un caos, está perdida y no sabe qué hacer,
se siente fracasada, insegura e inferior. En el primer caso Juan actúa su
introyecto, manifestando una conducta similar a la de su padre
introyectado y reproduciendo literalmente actitudes que cree suyas, pero
que no le pertenecen. Rosana es un ejemplo de influencia intrapsíquica.
Hija de un exitoso, y crítico, hombre de negocios, transmite su parálisis
vital, su “miedo a hacer” y su “miedo a ser”, bajo la mirada interna del
introyecto parental en su estado del yo Padre que, con seguridad,
criticará cualquiera de sus movimientos.

3. TRABAJO CON LOS INTROYECTOS EN


EL ESTADO DEL YO PADRE
3.1 Aspectos preliminares
Antes de adentrarnos en el tratamiento de los introyectos en el estado del
yo Padre resulta necesario prestar atención a algunas directrices previas.
Tradicionalmente, en AT se ha prestado más atención al trabajo con los
estados del yo Adulto y Niño, y es escaso lo escrito a propósito del
trabajo con el estado del yo Padre en psicoterapia. No obstante, autores
como McNeel, Dashiell, Mellor y Andrewarth, y Erskine han investigado
este tipo de trabajo y han expuesto a la comunidad científica su
experiencia.

Es importante tomar en consideración que el trabajo terapéutico con el


estado del yo Padre no debe llevarse a cabo sin haber realizado mucha
psicoterapia previa con los estados Niño del yo. Puesto que la necesidad
de los niños de vinculación y de contacto pleno con sus cuidadores
(figuras parentales) está biológicamente determinada con el objetivo
último de la supervivencia, el estado del yo Niño del paciente es
frecuentemente leal a su estado Padre del yo por el mismo motivo. Por lo
tanto, es esencial que la relación terapéutica entre psicoterapeuta y
paciente esté fuertemente establecida, ya que si restamos poder a su
estado del yo Padre sin que éste sienta que la relación terapéutica es
sólida, su estado Niño del yo quedará sin una figura de referencia que le
proporcione la sensación de protección y de vínculo. En consecuencia es
esperable un empeoramiento psicológico del paciente, o incluso un
incremento de su adherencia intrapsíquica al estado del Padre del yo
(Erskine, 2003).

Desde el punto de vista de la psicoterapia humanista integrativa, la


relación estrecha y protectora del psicoterapeuta hacia el paciente,
basada en el vínculo afectivo, en el amor terapéutico dentro de una
relación vertical, en la confianza mutua y en la seguridad, son pieza clave
en el proceso terapéutico desde su inicio, y favorecen tanto el trabajo con
el estado del yo Niño como con el estado de yo Padre del paciente. Por
lo referido, este tipo de trabajo se realiza en las fases intermedia o
avanzada de la psicoterapia, de manera que la relación terapéutica esté
firmemente establecida, evitándose así los riesgos expuestos.

Antes de iniciar la psicoterapia con el estado del yo Padre es importante


llevar a cabo un diagnóstico diferencial con lo que Erskine y Moursund
(1988) han denominado “Padre Fantástico” o “Padre Autogenerado”.
Según estos autores, el niño, enfrentado con situaciones de pérdida de
contacto con sus figuras parentales, de insatisfacción de necesidades
biológicas y psicológicas, o de grave negligencia, maltrato físico o abuso
sexual, crea la ilusión de una figura parental que le proporcione control,
estructura, cuidados, o lo que el niño experimente como inadecuado o
ausente. En este sentido puede desplazar experiencias desagradables o
traumáticas experimentadas con el padre o figura parental real hacia el
padre autogenerado, atribuyéndole a éste esas experiencias, con el
objetivo de evitar la ruptura de la relación con el padre real y conservar la
experiencia de que este padre lo ama y lo cuida. Según el esquema de
los cinco niveles de intervención en el marco de la psicoterapia
humanista integrativa, hablaríamos aquí de la emoción profunda a la que
hace referencia el último nivel. Dada la pérdida de contacto, el niño utiliza
todos los mecanismos a su alcance para evitar su miedo existencial al
abandono y restablecer un sentido de relación.

Esta figura fantaseada es con frecuencia más crítica y dura que el padre
real, ya que fue diseñada para distraer tanto de la influencia interna como
de la memoria del otro introyectado. El estado del yo Padre introyectado
tiene una historia de vida coherente que puede aflorar en la psicoterapia.
Sin embargo, los mensajes aterradores o críticos del Padre
Autogenerado, desarrollados por el niño pequeño, son frecuentemente
más severos, ejercen un mayor control, y al mismo tiempo aparecen de
forma fragmentada o desconectada (Erskine, 2003).
3.2 La entrevista al Padre
John McNeel (1976) desarrolló una técnica de trabajo específica, la
entrevista al Padre, que se ha tomado como base para el trabajo
psicoterapéutico que nos ocupa. Se trata del uso de la técnica de la Silla
Vacía, ideada en origen en el ámbito del psicodrama de Jacob Moreno y
desarrollada por Fritz Perls, en la que el terapeuta dialoga con la
proyección de la figura parental, es decir, con el introyecto de la misma,
mientras el paciente ocupa el rol de dicha figura. El terapeuta habla con
la proyección del padre como si el paciente fuese realmente esa persona.

La entrevista comienza proponiendo al paciente que asuma el rol de la


figura parental, para a continuación entrar en un diálogo con dicha figura
comenzando por preguntarle su nombre. La repetición del nombre del
introyecto es clave en las primeras transacciones con el objetivo de
facilitar la identificación completa del paciente con la figura entrevistada.
La actuación del paciente “como si” fuese la figura parental puede
conllevar el beneficio psicoterapéutico que supone la toma de conciencia
a nivel cognitivo de aspectos de la experiencia fenomenológica del
introyecto. Sin embargo, es la completa identificación del paciente con la
persona introyectada la que facilita la psicoterapia en profundidad con el
estado del yo Padre, de manera que pueda conseguirse una apreciación
visceral del marco de referencia de esta, su mundo, sus circunstancias,
motivaciones y situación psicológica. El objetivo de lo anterior es clarificar
y sacar de la confusión al estado del yo Niño respecto de la pérdida de
contacto y la inadecuada cobertura de sus necesidades, aspectos que
supusieron la adopción de creencias desajustadas sobre sí mismo, el
mundo y los otros.

3.3 Fases de la intervención


Dentro de encuadre de la psicoterapia integrativa de Richard Erskine,
Zaletel, Potocnik y Jalen (2011) realizaron un estudio de la transcripción
de varias sesiones de psicoterapia en las que se realizaron trabajos con
el estado Padre del yo. El objetivo del estudio era explorar si estas
intervenciones podían subdividirse en fases discretas, cronológicamente
separadas y con contenidos diferenciados.

Los beneficios de identificar la estructura de este método en fases según


las autoras serían facilitar el aprendizaje del método a los
psicoterapeutas, servir como base de futuras investigaciones, y facilitar la
comprobación de su eficiencia. El resultado del análisis de las
transcripciones estudiadas llevó a las investigadoras a la identificación de
nueve fases diferenciadas que se exponen a continuación.

3.3.1. Identificación del introyecto.


En esta fase el terapeuta utiliza la indagación fenomenológica y la
indagación histórica para obtener información sobre el pasado y sobre
los padres del paciente; trata de identificar su guión de vida, sus
autocríticas, etc. Si el terapeuta identifica el introyecto el trabajo con el
estado del yo Padre se convierte automáticamente en una opción. El
psicoterapeuta lo invita a entrar en detalle sobre su experiencia con el
introyecto, cómo lo vive desde todas sus dimensiones, emocional,
mental, física y conductual. Si existe una experiencia fenomenológica de
autocrítica, es conveniente que el terapeuta determine si ésta procede
del Padre Autogenerado o del introyecto. Una de las maneras de hacerlo
es invitar al paciente a introducirse en la voz crítica, a identificarse con
los comentarios críticos que surgen fenomenológicamente y continuar
haciéndolos. El psicoterapeuta consigue lo anterior dirigiendo la
indagación hacia dicha voz, aludiendo a ella como persona separada con
el objetivo de distinguir a quién pertenece, lo cual consigue
preguntándole directamente que se identifique después de una serie de
transacciones con ella.

3.3.2. Acuerdo con el paciente de hacer psicoterapia con el estado del yo


Padre.
El psicoterapeuta presenta la técnica al paciente, explicándole que
deberá asumir el rol de su padre, madre, o de la figura significativa
introyectada; el terapeuta se comunicará con este padre o figura, no con
el paciente, en beneficio de ambos, y mostrando el debido respeto al
estado Padre del yo.

La segunda parte del acuerdo supone recabar el consentimiento del


paciente para participar en la psicoterapia con el estado del yo Padre,
clarificando que el trabajo puede interrumpirse en cualquier momento en
caso de sentir demasiada incomodidad. Puede establecerse entre ambos
una señal para ello.

3.3.3. Entrada en el estado del yo Padre.


Se invita al paciente a catectizar el estado Padre del yo en cuestión.
Esencialmente se trata de iniciar una conversación con el psicoterapeuta
como lo haría la figura parental relevante (padre, madre u otro
significativo); de esta manera, el padre internalizado se externaliza. Esto
supone que el paciente asuma la postura corporal, expresión facial, el
estilo relacional y los sentimientos de esa figura particular.

El terapeuta invita al paciente a profundizar en el contacto con el estado


del yo Padre repitiendo el nombre de este último varias veces en las
primeras transacciones con él. Por ejemplo, a nuestra paciente Rosana,
que dialoga en el papel de su padre Juan, el psicoterapeuta se dirige
diciendo, “Hola, padre. Soy xxx, ¿cómo te llamas?” (Juan: “Me llamo
Juan, encantado”). “¿Qué te parece estar hoy aquí hablando conmigo,
Juan.” (Juan:……….). “Juan, voy a proponerte…”

El objetivo de lo anterior es la activación de sus dimensiones física,


cognitiva y emocional (de Juan, en el ejemplo). Esta profundización
resulta importante, pues existe el riesgo de que el paciente se salga del
estado Padre del yo cuando conecte con memorias emocionales
dolorosas, sobre todo en este momento inicial del trabajo.

Primeramente, el terapeuta establece un clima seguro y de aceptación


emocional dialogando dentro del marco de referencia del introyecto para
facilitar su apertura. Gradualmente la interacción va tomando un cariz
más terapéutico.
3.3.4. Establecimiento de la alianza terapéutica con el estado del yo Padre.
El psicoterapeuta sienta las bases del trabajo terapéutico estableciendo
la alianza terapéutica con el estado del yo Padre. El terapeuta se
presenta y se interesa por cómo se siente el estado del yo Padre en
psicoterapia, clarificando que su objetivo principal es el beneficio del
paciente. La finalidad de esta fase es invitarle a experimentar en
profundidad al estado del yo Padre, así como establecer y profundizar en
la confianza entre este último y el psicoterapeuta. El conocimiento mutuo
puede conseguirse mediante una charla que, aunque no informal, puede
darse a un ritmo cómodo para ese estado del yo, sin apresurar la terapia,
con la intención de que el paciente se meta en la piel de su nueva
identidad de la forma más completa posible.

Si el estado del yo Padre se niega a cooperar, es grosero, displicente,


distante o no le encuentra sentido al trabajo terapéutico, el
psicoterapeuta puede reiterar la razón por la que este trabajo es
necesario para el estado Niño del yo. Si aún así no se consigue su
colaboración, el psicoterapeuta finaliza la psicoterapia con el estado del
yo Padre.

3.3.5. Psicoterapia en beneficio del estado del yo Padre.


El psicoterapeuta plantea un buen número de preguntas
fenomenológicas para incrementar la identificación del paciente con su
estado Padre del yo. Lo valida y evita la confrontación y la interpretación
con objeto de profundizar en la relación terapéutica. Utiliza la información
obtenida del paciente con anterioridad para indagar sobre su familia, sus
recuerdos de experiencias dolorosas; indaga sobre distintas etapas de su
vida en búsqueda de decisiones de guión en cada una. Una vez
encontrado el guión, se explora en detalle y se normaliza. Se lleva a cabo
una exploración de las necesidades relacionales insatisfechas del Padre.

En esta fase se utilizan los mismos métodos que en la psicoterapia


habitual: indagación, sintonía, implicación, técnicas regresivas, la Silla
Vacía, indagación de sentimientos hacia el terapeuta, recursos positivos
y experiencias agradables de estado del yo Padre, defensas, etc.

3.3.6. Psicoterapia de la relación entre los estados del yo Padre y Niño.


3.3.6.1. Explorar la relación entre los estados del yo Padre y Niño
La característica esencial de esta fase es que utilizando más la
confrontación del estado Padre del yo, el psicoterapeuta trabaja en
beneficio del estado del yo Niño. Es necesario, sin embargo, encontrar
un equilibrio entre la confrontación y la validación. A veces la
confrontación es necesaria para proteger al estado del yo Niño; más aún,
puede servir para corregir distorsiones y posibles creencias de guión en
el estado del yo Padre, lo cual inicia el proceso de desconfusión del
estado del yo Niño.

En un plano principal se encuentra la búsqueda de las creencias de


guión que el padre transfirió al niño. La indagación tiene como objeto
averiguar cómo experimentaba al niño el estado del yo Padre, cómo era
el niño, qué esperaba de él el padre, etc. Además de lo anterior, el
psicoterapeuta explora cómo el guión de vida del padre influenció sus
sentimientos y conductas hacia el niño, su desarrollo y sus relaciones. Es
deseable que el estado del yo Padre exprese arrepentimiento por los
errores cometidos y su intención de corregirlos, y dé permiso al estado
Niño del yo para cambiar sus decisiones de guión.

En mi opinión es importante normalizar las actuaciones erróneas de la


figura parental enmarcándolas dentro de su propia experiencia y de las
causas subjetivas que las motivaron teniendo como base en su propio
guión. Esto es una muestra de respeto hacia la figura parental
introyectada, necesario para facilitar la continuación del trabajo y, por
otro lado, una oportunidad para sacar al estado del yo Niño de la
confusión, para acercarlo a la comprensión de las bases de la conducta
inapropiada, negligente o perjudicial de la figura parental, con el objetivo
de resolver el impasse. Si a pesar del trabajo psicoterapéutico el estado
del yo Padre se mantiene muy crítico o destructivo respecto al estado
Niño del yo, la persistencia del terapeuta puede en algunos casos
contribuir a que el paciente consiga tener al menos una explicación a
nivel cognitivo de la conducta del padre y de las necesidades que
satisfacía a costa del niño. El objetivo en este caso es eliminar o
minimizar la autoridad del estado Padre del yo y su poder para interferir
en los asuntos del paciente. El psicoterapeuta puede animar al estado
del yo Niño a resistirse al estado Padre; incluso puede darle permiso
para cambiar su guión, enfrentándose al Padre. Como ya se ha
mencionado, en esta situación es crucial la sólida relación entre el
psicoterapeuta y el estado Niño del yo, ya que éste último necesitará
mucho apoyo del primero.

3.3.6.2. Diálogo entre el estado del yo Padre y el estado del yo Niño – la


técnica de la Silla Vacía.
En esta subfase el psicoterapeuta insta al estado del yo Padre a imaginar
que el niño está frente a él y a usar lo aprendido en la fase previa para
hablarle al niño de su infancia y su familia, lo que no recibió de esa
familia, sus decisiones de guión y también de sus errores con respecto a
él. El psicoterapeuta anima al estado del yo Padre a descubrir los
mensajes que transmitió al estado del yo Niño y cómo su experiencia y
su guión influenciaron al último. El estado Padre del yo debe decirle al
Niño cuál fue la tarea que éste tuvo que realizar para él. Es animado por
el terapeuta a hablar de sus sentimientos profundos, y para incrementar
la intensidad de los mismos el estado del yo Padre puede repetir varias
veces lo que siente por el estado del yo Niño. Es importante también
explorar si existen sentimientos ambivalentes hacia el estado del yo Niño;
la integración de esta escisión sólo puede darse cuando se ha sentido y
se ha hablado de ella. Por último, el estado del yo Padre puede decirle al
estado del yo Niño lo que valora de él.

3.3.7. Finalización de la psicoterapia con el estado del yo Padre.


El psicoterapeuta pregunta al estado Padre del yo si está de acuerdo en
terminar el trabajo terapéutico en este momento, agradece su
colaboración, y le da la oportunidad de añadir lo que necesite antes de
terminar, así como de hacer otros trabajos en el futuro. Le comunica a
continuación que ahora va a hablar con el estado del yo Niño, y le pide
que no interfiera con este proceso.

3.3.8. Diálogo entre el estado del yo Niño y el estado del yo Padre – la técnica
de la Silla Vacía.
Al comienzo de esta fase el paciente cambia de silla y abandona el rol
del estado del yo Padre. El psicoterapeuta lo anima a dar respuesta a la
historia contada por este.

Durante las cuatro fases anteriores el Niño ha observado la interacción


entre el psicoterapeuta y el estado del Yo Padre. Puesto que ha sido con
frecuencia comprensivo y empático con él, el estado del yo Niño puede
sentir que el terapeuta se ha puesto del lado del Padre y lo ha
abandonado. Por lo tanto, es fundamental restablecer la relación tanto
con el estado del yo Niño como con el estado del yo Adulto.

Después del trabajo con el estado Padre del yo es importante que el Niño
tenga la oportunidad de responderle. Con ello el psicoterapeuta da
cobertura a dos necesidades relacionales básicas del paciente: la
necesidad de autodefinición en la relación –ejercer y expresar su
singularidad en la relación-, y la necesidad de causar impacto –sentir la
capacidad de influenciar al otro- (Erskine, Moursund y Trautmann, 1999).

El paciente expresa lo que ha sentido respecto a lo dicho en la


psicoterapia con el estado del yo Padre, y revela cómo era vivir con ese
padre, así como la nueva información obtenida durante la sesión. El
psicoterapeuta lo dirige más hacia sus emociones y menos hacia la
comprensión de las emociones del Padre.

Esta fase de la terapia incluye el establecimiento de límites al estado del


yo Padre. El Niño responde rechazando la carga que ha soportado y que
ya no está dispuesto a aguantar. El terapeuta lo anima a expresar todo lo
que no le gustaba del estado del yo Padre, y lo que necesitaba. Como
resultado gana consciencia de que no es el responsable de la conducta
del padre real.

El paciente decide después qué aspectos valora del estado Padre del yo
y se los expresa. Esto le permite crear una imagen más realista de este e
integrar sus características positivas. Enfatizar sus aspectos positivos es
importante para minimizar la culpa y validar la lealtad que le profesaba.
El paciente puede así darse cuenta de que no puede ayudar al Padre y
de que lo que intentaba conseguir, cuidar del él, era una misión
imposible. Le devuelve la responsabilidad, y lleva a cabo una redecisión:
describe en detalle cómo la nueva decisión cambiará en el futuro su vida
interna y externa. Si el paciente no está dispuesto a cambiar la decisión
de guión, el terapeuta puede preguntarle cómo la estará viviendo en
cinco, diez o veinte años. Esta visión predictiva proporciona con
frecuencia un fuerte impulso interno a tomar una nueva decisión (Erskine
(1974), en Zaletel, Potocnik y Jalen (2011)).

Al final de esta fase, el psicoterapeuta pregunta al estado del yo Niño si


tiene algo más que transmitir al estado del yo Padre.

3.3.9. Regreso al yo Adulto.


En esta fase final el terapeuta ayuda al paciente a regresar a su estado
del yo Adulto e indaga sobre su experiencia con este método.

Según Erskine (2003) esta vuelta al estado del yo Adulto es de vital


importancia, incluso habiéndose omitido algunas de las fases
precedentes, so pena de una seria ruptura en la relación terapéutica.
Separado del introyecto, puede debilitarse la sensación del sí mismo del
paciente, teniendo a veces como consecuencia dolores de cabeza,
confusión o desorientación. Parecen necesarios el procesamiento y la
integración de esta experiencia.

4. CONSIDERACIONES FINALES PARA EL


PRINCIPIO DE UNA REFLEXIÓN
La identificación del estado del yo Padre es una de las aportaciones más
significativas de Eric Berne al campo de la psicoterapia, y el trabajo
psicoterapéutico profundo con dicho estado es una de las contribuciones
más importantes del Análisis Transaccional a este campo profesional.

El trabajo con el estado del yo Padre supone una identificación completa


con el introyecto por parte del paciente. Aunque una actuación de éste
“como si” fuese la figura parental introyectada podrá reportar beneficios
desde el punto de vista cognitivo, lo que se pretende con este tipo de
intervención es “extraer” al estado del yo Padre de su ámbito interno de
influencia psicológica y, de esta manera, trabajar con él en beneficio de
los estados Niño del yo con el objetivo de la autonomía personal.

Es clave asegurarse antes de pensar en este tipo de trabajo que la


alianza terapéutica establecida sea estrecha, y que se haya intervenido
lo suficiente con los estados Niño del yo previamente. La desactivación o
la disminución de la fuerza del estado del yo Padre podría de otro modo
provocar la “orfandad” psicológica, con consecuencias no deseadas en el
sentido opuesto al que se pretende. En relación con lo anterior, es
importante tener en mente la idea de que los introyectos en el estado
Padre del yo surgieron de una necesidad profunda de mantener el
vínculo y la “sensación ilusoria” de contacto con las figuras parentales de
referencia, que sin embargo ha devenido nociva y limitante. A pesar de
sus efectos en ocasiones negativos, en palabras de Erskine (2003), “la
sangre (el vínculo biológico) es más fuerte que la psicoterapia”.

Es importante mantener una actitud flexible en cuanto a la aplicación de


la técnica en sus distintas fases. Según lo observado en mi práctica
profesional, la presencia y la sintonía con lo que deviene figura en el
sentido gestáltico en cada sesión, con lo que el paciente “saca a la luz”,
tiene más relevancia terapéutica que la intención predeterminada de
seguir un protocolo de actuación, sin menoscabo de la gran utilidad de un
procedimiento. El sentido común, la intuición, la creatividad y la
flexibilidad técnica son claves para la eficacia. En la elección de técnicas
la flexibilidad es también importante. Aunque podría pensarse que un
trabajo con el estado del yo Padre conlleva un conjunto de técnicas
concretas dirigidas a la exteropsique en exclusividad, desde el prisma del
Análisis Transaccional me parece necesaria una apertura a la aplicación
de técnicas dirigidas hacia los tres estados del yo. El trabajo con la figura
parental introyectada puede situarnos ante cualquiera de sus estados en
el sentido estructural, como si de un paciente diferente y con la misma
estructura psíquica que una persona real, se tratase.

Como comienzo de una reflexión personal deseo compartir algunos


aspectos de mi experiencia psicoterapéutica como paciente en relación
con los introyectos en el estado Padre del yo, desde un ángulo o “mapa
psíquico” distinto, aunque con coincidencias de fondo con el
planteamiento hasta ahora aquí expuesto. Me refiero en concreto al
punto de vista del Dr. Richard Schwartz, fundador del Center for Self
Leadership en Illinois (EE.UU) y su “terapia IFS (Internal Family
Systems)” desarrollada desde hace más de dos décadas, y con un
énfasis particular en el área de la psicoterapia del trauma. Este enfoque,
desde mi punto de vista asimilable a la comprensión de la personalidad
desde el Análisis Transaccional y la Psicoterapia Humanista Integrativa,
delinea la mente humana como conjunto de subpersonalidades con un
rol cualitativo y funcional diferenciado dentro de la personalidad global
organizada como sistema. Este estaría conformado por el “Sí mismo”
(self), instancia asimilable al concepto transaccional de estado del yo
Adulto y dotado de las mismas cualidades esenciales; y por distintas
subpersonalidades o partes, de tipos diversos y con características
definitorias diferentes, surgidas como mecanismos defensivos o como
herramientas psíquicas con objetivos de supervivencia. Estas
subpersonalidades son asimilables a los distintos estados del yo desde el
punto de vista del análisis funcional transaccional (subpersonalidades
parentales críticas, autoritarias, nutritivas, estructurantes,…;
subpersonalidades infantiles dañadas, pasivas, rebeldes,…) Las
circunstancias vitales traumáticas fuerzan en ocasiones al sistema
mental interno a una reorganización alejada de lo saludable, en la que
algunas partes son forzadas a adoptar posturas extremas con el objetivo
de la defensa de la parte o partes más vulnerables de la personalidad.

Resaltaré los pasos más relevantes en la secuencia de intervención


desde el punto de vista de IFS en un trabajo equivalente al realizado con
un introyecto en el estado del yo Padre:

 El paso inicial es la identificación por parte del paciente de la


subpersonalidad extrema equivalente a un introyecto (Crítico Interno)
por medio de técnicas introspectivas como la visualización.
 Establecimiento de contacto del psicoterapeuta con el Crítico Interno
vía “Sí mismo” (estado del yo Adulto). Petición de permiso para el
diálogo.
 Indagación dirigida al Crítico Interno sobre sus características:
autodescripción, funciones, emociones extremas asociadas,
identificación del objeto de su defensa (estado del yo Niño dañado),
relaciones con otras partes, etc.
 Reconocimiento y validación de la labor del Crítico Interno a lo largo
del desarrollo dentro del sistema de personalidad.
 Psicoeducación: explicación de su rol extremo actual. Petición de
colaboración para el cambio.
 Aplicación de técnicas para disminuir la intensidad de las emociones
asociadas y sustitución de las mismas por emociones positivas.
Aunque la exposición del trabajo con los introyectos desde IFS no es
objeto del presente trabajo, pretendo que esta pincelada final deje
entrever al lector perspicaz algunas coincidencias esenciales entre estos
enfoques psicoterapéuticos distintos, con la intuición de que la
investigación en profundidad de dichas coincidencias pueda enriquecer la
práctica psicoterapéutica en el ámbito de ambos.

BIBLIOGRAFÍA
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en Web: [http://www.integrativetherapy.com/en/articles.php?id=69]

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