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Traducido por Germán. Monje. Universidad Mayor. Temuco. Chile. 2005. Sólo con fines educativos.

Prohibida su reproducción.

¿POR QUÉ LOS PADRES INADECUADOS HACEN LO QUE HACEN?

Patricia M. Crittenden

Todos han visto a padres tratando a sus niños de formas inaceptables y han deseado saber por qué lo
hicieron. Todos se han horrorizado por la “inhumanidad” de los padres que abusan y son negligentes con sus
niños que han generado la atención de los medios de comunicación y han deseado saber cómo pudieron hacer
tales cosas. Todos los que somos padres, en alguna ocasión, hemos actuado de formas que nos han aterrado, -
y deseamos saber por qué lo hicimos. Este capítulo se trata de cómo la conducta parental se genera en
términos de, qué información se llega a producir sobre la tarea, cómo empleamos la información, y qué
aspectos de la tarea tiene prioridad cuando no todos pueden ser manejados o cuando el éxito esta en riesgo.
Hacer esto acentúa la importancia de la protección y la preparación para la reproducción como componentes
universales y esenciales de la parentalidad. Además, apunta a la paradoja de que estas parecen ser
precisamente las funciones que están distorsionadas en los casos de riesgo, p.e., casos de maltrato infantil y
enfermedad mental parental.

El problema. Si uno sólo considera los efectos sobre los niños de la conducta parental peligrosamente
inapropiada, uno podría pensar que los padres son perversos. Pero si uno considera el proceso de desarrollo a
través del cual los adultos han aprendido a darle significado y organizar su conducta, otras explicaciones se
vuelven posibles. En particular, los esfuerzos sobre-celosos por revertir y corregir la experiencia infantil (p.e.,
sobre-compensación) y la sobre-aplicación de medidas de seguridad aprendidas (p.e., compulsión) que son
frecuentemente observadas entre padres bien intencionados, pero que se encuentran en peligro.

Para seguir los procesos del desarrollo de significación que organizan la conducta requiere que uno
señale (1) las distorsiones que funcionaron auto-protectoramente para los padres en el pasado y (2) los
cambios provocados por la maduración, especialmente las motivaciones sexuales, que fueron aplicadas en
representaciones distorsionadas de la infancia. Aquí se propone que la conducta parental peligrosa puede
verse como teniendo raíces comprensibles y auto-protectoras en el desarrollo temprano adulto y que éste
desarrollo es un proceso en curso, p.e., y no uno que se detuvo en algún estadio temprano. Para esta
conceptualización es central la idea de que sin una integración reflexiva adecuada (a) las estrategias de la
infancia pueden aplicarse inapropiadamente en los contextos adultos, (b) los errores de atribución y respuesta
conductual pueden llevarse a cabo inconscientemente, y (c) nuevas distorsiones y errores pueden sumarse en
respuesta a las nuevas capacidades maduracionales. Esta mezcla puede poner en peligro a los niños.

Las ventajas de tomar esta visión tan compleja de la conducta parental inapropiada son que (1) los
profesionales pueden desarrollar una comprensión y compasión hacia los padres, (2) los profesionales pueden

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hablar sobre los padres en términos de que es significativo para ellos, y por tanto incrementar la probabilidad
de comprometerse en la cooperación con los padres, y (3) el cambio parental puede volverse más probable.

Resolviendo el problema. Entender por qué los padres se comportan de ciertas maneras que ponen en
peligro a sus niños requiere de la consideración del proceso de generación y selección de representaciones
disposicionales (RDs). Las RDs son el resultado del procesamiento mental de la información que nos dispone
a comportarnos de cierta forma particular. Este término se usa en vez de los “modelos internos de trabajo” ya
que clarifica la función de “disposición para la acción” de la de reproducción. Este capitulo está dirigido hacia
varias formas de representar la relación del self con le contexto desde una perspectiva de los sistemas de
memoria (1994). Estas son descritas en un “marco conceptual” del desarrollo en que la maduración
neurológica interactúa con la experiencia para generar vías del desarrollo. El resultado, en cualquier
momento, es una serie de RDs emergentes, siempre cambiantes, que (a) amoldan la percepción de los
individuos del mundo y sus relaciones con él y (b) guían la transformación de las representaciones mentales
para la conducta enactuada. Las vías en que múltiples RDs interactúan para generar la conducta parental son
el foco de este capítulo.

Desde la perspectiva de la salud metal, la comprensión de las mentes de los padres cuya conducta es
desadaptativa es crucial para capacitarlos para cambiar. El cambio requiere que construyamos un puente
desde su realidad a la nuestra y, entonces, ayudarlos a cruzarlo. Para hacer esto, debemos diferenciar
cuidadosamente la conducta de su significado ya que el objetivo es el pasado, p.e., todos nosotros podemos
estar de acuerdo sobre lo que pasó, y lo más reciente es único para cada persona. Eso es, para cualquier
intercambio entre padre e hijo, la intención del padre provee significado desde su perspectiva, mientras que el
efecto sobre el niño provee significado desde nuestra perspectiva. Es fácil ver que estos significados pueden
ser bastante diferentes de forma que si nosotros tratamos de comunicar en el nivel de las atribuciones, con
frecuencia, comunicaremos mal. Esto es especialmente probable ya que los términos profesionales con
frecuencia implican censura moral de la conducta maltratadora de los padres (p.e., “abuso”, “abandono”) y
una falta de sentido para la conducta de los padres mentalmente enfermos (p.e., “trastorno de personalidad”,
“bipolar”, “psicótico”). Si los padres no intercambian estos significados, nuestros términos construirán
paredes de mal entendimiento, más que puentes de cooperación. El énfasis en este capítulo será describir la
conducta parental y discernir su significado para los padres.

Parentalidad y protección.

Se propone que la experiencia con el peligro es central para la atribución de significado de los padres
ya que influye (1) en que las representaciones sean consideradas como más predictivas de las condiciones
futuras y (2) en el proceso por el cual las representaciones conflictivas son resueltas dentro de la conducta.
Esto lleva a conclusiones inesperadas de que (a) los sistemas de memoria preconcientes regulan importantes
aspectos de la conducta parental, ya que promueven seguridad y (b) los procesos reflexivos, integrativos, y

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verbales pueden ser infrecuentes, especialmente entre los padres en riesgo, ya que el procesamiento
integrativo en sí mismo puede exponer a los padres y sus hijos al peligro.

El rol central de los padres es proteger a sus hijos hasta que ellos alcancen la madurez sexual.
Cuando hay problemas (p.e., cuando hay maltrato, psicopatología, o disfunción sexual), la función de la
protección está casi siempre distorsionada. Por lo tanto, la pregunta central a la que se dirige este capitulo es
cómo la conducta protectora de los padres es organizada con respecto a sus hijos. Las preguntas ofrecidas
aquí en la forma de hipótesis basadas teóricamente son hipótesis, específicamente derivadas, de la perspectiva
Maduracional-Dinámica sobre las estrategias auto-protectoras (1995, 1996, 2000, 2002).

Seguridad, confort, y sexo.

Se consideran tres aspectos de la protección: seguridad, confort, y conducta sexual. La seguridad se


promueve a través de vínculos afectivos cercanos con una persona protectora. Los esposos forman apegos
mutuos del uno con el otro y los niños forman apego con sus padres; estas relaciones funcionan para
promover la reproducción. Aunque la importancia de la seguridad física es obvia, un problema importante es
cómo los padres se comportan cuando la auto-protección y la protección de uno de sus niños están, o parecen
estar, en conflicto.

La protección psicológica es también necesaria y esta está relacionada con el confort. El confort es
crucial ya que un niño seguro que se siente inconfortable, p. e., inseguro, se sentirá ansioso y también se
comportará como si estuviera amenazado. Esto puede poner en peligro al niño innecesariamente (por ejemplo,
el niño puede usar la toma de riesgos para elicitar protección) y puede interferir con la conducta sexual y
reproductiva (por ejemplo, el niño puede usar la conducta coy/flirteadora para atraer el confort y, de hecho,
elicitar atención sexual). Además, puede haber conflicto entre el auto-confort y el confort de los niños de uno.
En la mayoría de los casos aprensivos, los padres que se sienten amenazados por sus niños los engañan con
respecto a la seguridad y el confort (por ejemplo, un padre que intenta golpear al niño puede invitar al niño a
aproximarse con afecto aparente– y entonces lo ataca).

La sexualidad se mantiene fuera debido a su superposición en la función y forma con la protección.


Específicamente, tanto la función del apego como de la sexualidad juntan a los individuos y mantienen la
cercanía con vínculos afectivos permanentes. Además, ambas usan las mismas conductas para lograr esto:
sonreír, llamar, extender contacto visual, tocar, acariciar, sostener, abrazar, besar, etc. Principalmente, sólo el
contacto genital se limita a la función reproductiva/sexual. Finalmente, los sentimientos del arousal ansioso y
arousal sexual son bastante similares y pueden confundirse. La vasta superposición sobre la función, la
conducta, y el sentimiento entre el apego y la sexualidad crea circunstancias particulares para las familias en
la que uno o el otro sistema funciona mal. Ya que un sistema puede elicitar o sustituirse por el otro, las
funciones esenciales de protección y reproducción parecen sobre-determinadas hasta el punto de ser procesos

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casi de seguridad. De esta manera, en familias con problemas en el apego, la sexualidad puede proporcionar
una vía para lograr la cercanía y el confort.

Los procesos mentales que dirigen a la conducta, incluyendo el apego, el cuidado, y la conducta
sexual, son referidos como “representación”. Primero se discuten los aspectos neurológicos y psicológicos de
la representación, luego se aplican al cuidado inadecuado o peligroso.

El proceso de la representación mental.

Mucha de nuestra aproximación para la intervención y el tratamiento se basa sobre los síntomas y se
focaliza sobre la conducta cambiante. Si la base de la conducta se liga al procesamiento de la información que
precede a la acción, nuestras intervenciones pueden establecerse mucho mejor en el punto en que el proceso
se tuerce, más que solamente sobre la conducta resultante.

Representaciones mentales. Una representación mental es una red de neuronas que disparan. La
respuesta neural a la información generada externamente representa el estado del contexto en ese momento.
La respuesta neural a la estimulación generada internamente representa el estado del self en ese momento.
Juntas, éstas generan la representación neurológica del “self en este contexto ahora”. Esta representación
motiva y organiza la conducta de los individuos; en términos de Damasio, dispone al self a una respuesta
particular (1994). Aunque el proceso, aún no es completamente comprendido, el considerar cómo las
representaciones pasadas afectan la formación de las representaciones disposicionales (RDs), puede
informarnos sobre nuestra comprensión de cómo la conducta parental se organiza.

¿Qué se retiene de la experiencia pasada?. El cerebro no guarda o almacena recuerdos o modelos


internos. De hecho, son la formación y la potencia de las sinapsis entre las neuronas las que reflejan la
experiencia pasada (1996). Tanto la reactivación frecuente como la estimulación intensa fortalecen las
sinapsis (1996). Redes sinápticas poderosas, numerosas, interconectadas son más fácilmente disparadas que
las con menos y más débiles conexiones. De esta manera, lo que se retiene en el tiempo no es una
“representación interna”, sino más bien una red neural. En cualquier momento dado, estas probabilidades
generan cadenas de neuronas activadas que representan “el self en este contexto ahora”, eso es, el cuando y
donde de la existencia. Ya que el peligro es una experiencia intensa, tiene un impacto desproporcionado,
comparado con su frecuencia, sobre el procesamiento de información.

¿Qué tipos de representaciones disposicionales existen?.

A continuación se consideran seis tipos de representaciones. Ellas varían en (1) si son “cognitivas”
(basadas temporalmente) o “afectivas” (basada en la intensidad), (2) si son preconcientes y no verbales, o

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concientes y potencialmente verbales, y (3) si están disponibles en los años tempranos de la vida o sólo
después (Figura 1).

Representación pre-verbal, implícita. El orden temporal en que la información sensorial es percibida


es crucial. En términos Piagetanos, esta es una representación sensoriomotora. En términos del procesamiento
de información, es la memoria procedural (1979). Conductualmente, es la teoría del aprendizaje (1938). El
orden temporal es también la base para las atribuciones causales implícitas (1997; 1997). Por ejemplo, un
niño pequeño puede aprender que después de hacer ruido, su madre lo golpea. Tal niño puede aprender a
inhibir la vocalización, tanto sin conciencia de la razón como sin limitación con respecto al contexto o las
circunstancias, alternativamente, el niño puede descubrir que es útil para reducir la probabilidad de ser
golpeado – incluso si uno ha sido ruidoso. El niño puede volverse compulsivamente útil, una ve más sin ser
capaz de colocar sus ideas en palabras. La representación procedural es rápida, preverbal, y preconciente – y
puede ser inadecuada. Es información sobre cuando en la secuencia de los eventos, un evento particular puede
ocurrir.

Los cambios en la intensidad de la estimulación activa el sistema límbico (1994). Esto afecta el
arousal somático, p.e., tasa cardiaca, tasa respiratoria, etc. de formas que exaltan la conciencia sensorial y
preparan el cuerpo para pelear, escapar, o congelarse (1976; 1994). Los cambios en el estado automático
producen estimulación sensorial que es en sí misma procesada a través del sistema límbico. Esto puede
producir un loop feedback en una escalada de auto-arousal, por ejemplo, la respiración rápida alimenta nueva
estimulación somática de vuelta hacia el cerebro, por lo tanto, lleva a incluso un mayor arousal. El
aprendizaje asociativo conecta aspectos sensoriales de contextos con resultados experimentados, por
consiguiente, la serie de estimulación sensorial que elicita arousal (1928), por ejemplo, un niño que fue
golpeado en la oficina del director del colegio puede después sentirse inconfortable en la oficina.

El arousal cambia, literalmente, cómo se sienten los individuos, y psicológicamente dando a luz a los
“sentimientos” (1999). En términos de Tulving y Schacter, esta es la “memoria perceptual” (1994); en los
términos ocupados aquí, es la memoria imaginada. Como la representación procedural, la representación
imaginada crea una disposición a actuar que es preverbal y preconciente – y posiblemente errónea. Las
representaciones imaginadas son información sobre donde un evento puede ocurrir.

Representación verbal, explicita. La representación procedural e imaginada funcionan en los


humanos desde el nacimiento. Con la maduración, ambas pueden ser procesadas de formas que se hacen
verbales. Comenzando el tercer año de vida, el procesamiento cortical puede entregar información procedural
verbalmente explicita en la forma de información generalizada, libre de contexto (1987). La forma clásica de
la representación semántica es una instrucción cuando/entonces o si/entonces. Sobre la base de tales
instrucciones de contingencia, los individuos construyen nociones con respecto a cómo uno debería
comportarse. De esta manera, la memoria semántica genera RDs verbales con respecto a cómo son las cosas –

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o habrían que ser. Tales representaciones con frecuencia son usadas por los padres para instruir a los niños y
explicar la conducta parental. Mientras que la información procedural e imaginada siempre es auto-generada y
auto-relevante, la información verbal puede ser generada por otras personas y retenida neurológicamente sin
corresponder a la experiencia sensoriomotora. Además, las RDs semánticas pueden ser “prestadas” desde
otras personas e implementadas sin ser auto-relevantes.

La forma verbalizada de la información imaginada es el lenguaje connotativo (2002) que comienza a


ser experimentado, en forma de historias, rimas, y canciones, en los años pre-escolares y para ser generados
por los niños durante los años escolares. Por ejemplo, las canciones burlonas de los niños de edad escolar
tienen el poder de elicitar fuertes reacciones en otros niños. Al igual que la información semántica, el lenguaje
connotativo puede ser auto-relevante o trivial y prestado; ambas pueden generar estados emocionales en el
self o en los otros. Eso es, la forma en que contamos nuestras historias afecta a la forma en que nosotros y los
demás se sienten y, también, en que nos disponemos a hacer.

Integración cortical. Para los tres años de edad, todas las cuatros fuentes de RDs pueden ser
integradas para producir recuerdos episódicos de eventos específicos. Los episodios contienen el orden
temporal de los eventos y el contexto sensorial en una forma verbal. Los niños jóvenes no pueden construir
episodios sin guiarse en la forma de preguntas y elaboraciones por los padres (1990). Al enseñarle a los niños
a construir y contar episodios, los padres influyen tanto en la representación del episodio (con omisiones,
adiciones, y distorsiones) como también en la enseñanza de los niños de lo que debería ser omitido, agregado,
y distorsionado cuando se construye un episodio. Esto afecta cómo los niños atribuyen significado a la
experiencia.

Estas cuatro fuentes de RD pueden ser comparadas, contrastadas, e integradas corticalmente para
producir una representación mejor ajustada de la relación entre el self y el contexto en este momento. La
integración, no obstante, es un proceso todo-abarcador, lento, que depende de múltiples inputs, concurrentes
de todo el cerebro. La ventaja de la integración es que permite el mejor ajuste del self a las circunstancias
actuales. La desventaja es que consume la amplitud del cerebro (así, dejando la poca capacidad de escanear el
medioambiente) y progresa lentamente (así, deja al individuo insensible a la estimulación externa por un largo
tiempo), en este tiempo, el peligro podría acercarse sin que el individuo sea conciente de él. De esta manera,
se piensa que contra más cerca en tiempo y espacio al peligro, menos el individuo tratara de reflexionar y más
probablemente él o ella actuará sobre RDs procesadas no tan completamente y posiblemente erróneas desde la
memoria imaginaria o procedural. La capacidad integrativa se perfecciona en función de la maduración hacia
la mitad de los treinta años. De esta manera, la integración auto-protectora requerirá de la maduración, la
seguridad suficiente para promover la reflexión, y suficiente exposición a la amenaza para proporcionar
información relevante sobre el peligro.

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Selección de una representación disposicional sobre la cual actuar. Si todas las RDs proporcionan
una imagen similar de la relación del self con el contexto, la conducta procede sin dificultades. Toda la
excitación ocurre cuando varias disposiciones están en conflicto. Por ejemplo, la representación procedural
predice las consecuencias peligrosas (así el individuo está dispuesto a actuar defensivamente) mientras que en
una representación imaginada el individuo se siente confortable (y, además, está dispuesto a atender a otras
cosas). Pero semánticamente, uno tiene reglas que requieren (o prohíben) ciertas acciones, y episódicamente
uno recuerda una situación similar y cómo uno actuó y que hizo mal (o bien). A medida que uno considera
estas posibilidades, uno se cuenta a sí mismo una historia, usando un lenguaje minimizante (o arousing), cada
una de estas representaciones genera una disposición para comportarse. Dado el suficiente tiempo, la mente
puede escoger entre estas, evaluar, combinar, y contrastarlas para generar una solución integrada y
comprensiva del problema.

El tiempo es crucial. Un procesamiento más completo toma mucho tiempo. Bajo condiciones de
peligro percibido, el tiempo no puede ser desperdiciado y puede necesitar que se aborte el procesamiento en
favor de la acción protectora (2003). Esto es deseable ya que reduce la probabilidad de daño o muerte. Es
indeseable ya que ocurre antes de un análisis completo de las ambigüedades e incertezas que han sido
completadas. Como consecuencia, la acción protectora puede estar basada en información errónea y puede no
ser necesaria. Existe, en otras palabras, un trade off entre lo correcto y la velocidad.

El resultado es que la gente más vieja y menos expuesta al peligro se comprometerá en un


pensamiento más reflexivo que los demás. Se esperaría que los padres que fueron expuestos al peligro en su
infancia sobre-estimen la probabilidad de peligro y con mayor frecuencia aborten el procesamiento integrativo
en favor del self o de la acción protectora de sus hijos. Cuando se suma baja inteligencia, el riesgo de
conductas inapropiadas se eleva.

Los puntos cruciales que se toman de esta discusión del procesamiento de información son que:

(1) Muchas clases de DRs son generadas por el cerebro.

(2) Las DRs más rápidamente predictivas son preconcientes y, por lo tanto, vulnerables al error
retenido del pasado.

(3) Contra más uno ha sido expuesto al peligro en el pasado, especialmente en los primeros
años de vida,

a. Tendrán más redes neurales protectoras facilitadas preconcientemente;

b. Menos experiencia uno tendrá con el procesamiento integrativo;

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c. Menos RDs alternativos uno tendrá disponible para aplicar a las circunstancias
actuales.

¿Cómo son “transmitidas” las representaciones desde los padres a los hijos?

De las secciones anteriores uno puede inferir que los padres que fueron maltratados en la infancia
necesariamente repetirían el proceso con sus niños. Aunque existen datos que soportan este proceso, los datos
dejan al azar la mayoría de la varianza (78%) (1995). Es decir, las RDs de estos padres con más frecuencia no
coinciden con la de sus niños. De hecho, son comunes tanto las correcciones como revocaciones del error
parental. Para entender esto, uno debe considerar el proceso de “transmisión” intergeneracional de las RDs.

¿Qué se transmite? Cuando dos adultos comienzan a comunicarse, cada adulto tiene todos los seis
tipos de RDs. Una RD regula la conducta en un momento particular y la primera persona actúa. Es decir, lo
que sale de la mente no es la representación en sí misma, sino que más bien, la conducta. La otra persona
percibe esta conducta como una estimulación sensorial: estimulación basada temporalmente y basada en la
intensidad. El cerebro de la segunda persona procesa esta información como redes de neuronas activas y
genera una serie de RDs. Sobre la base de una o de una combinación de estas, la segunda persona actúa –
produciendo la conducta que la primera persona percibe como estimulación sensorial, etc.

Las RDs (p.e., las redes de neuronas que disparan) nunca salen del cerebro de la persona. Ellas
existen sólo en el momento del disparo sináptico y no pueden ser compartidas directamente con otras
personas. Lo que “sale” es la conducta, pero incluso ni siquiera la conducta es transmitida directamente, sino
que más bien es percibida en la forma de orden temporal e intensidad de estimulación. En este punto, el
cerebro recipiente comienza a transformar la información entrante para generar sus propias RDs de la relación
del self con la otra persona. Estas representaciones pueden – o no – ser similares a las representaciones de la
primera persona, pero nunca son idénticas.

Transmisión padre-hijo. La situación entre padres e hijos es lo mismo – con una excepción. Los
padres, siendo adultos, tienen seis sistemas de memoria funcionando. Los infantes sólo tienen tres y los más
mayores están desarrollando las otras formas de representación. Cualquier cosa que haga el padre, no importa
cuan compleja, será representada en una forma simple por los infantes y los niños. Es decir, las RDs de los
infantes y de los niños no pueden ser iguales a las de sus padres. Los padres no pueden dar o transmitir sus
representaciones a sus niños. De hecho, los padres actúan creando un entorno en el cual los infantes y los
niños perciban cierta estimulación y entonces generar sus propias representaciones de la relación del self con
el contexto. Al igual que las representaciones de los padres, las representaciones de los niños varían en el
énfasis sobre la información temporal o afectiva usada para organizar la conducta y esto puede reflejar – o por
el contrario – el énfasis de los padres.

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Desde la representación a la estrategia.

Los términos “patrones de apego” y “calidad de apego” han sido usados para referirse a los patrones
ABC descritos por Ainsworth. También son considerados como estrategias y modelos representacionales
internos. Esta sección del capítulo se considera lo que constituye una estrategia auto-protectora y la forma en
que pueden verse las estrategias auto-protectoras.

Un modelo expandido. El MMD del apego expande el modelo de Ainsworth para incluir las
estrategias auto-protectoras que requieren de una mayor madurez neurológica y física que los infantes tienen
(1995). Los individuos que usan los sub-patrones Tipo A organizan su conducta sobre las contingencias
procedurales cognitivas y semánticas y descartan como no confiables o engañosas la información connotativa
e imaginada (p.e., el afecto). Como el sub-índice de los patrones se incrementa (desde A1-2 a A7-8), la
extensión de la distorsión en la cognición y el afecto se incrementa, de manera que la compulsividad de la
estrategia se aplica a los problemas diarios. Eso es, un individuo clasificado como A1 (idealizante de las
figuras de apego) o A2 (negando el self) usa una estrategia que está medianamente basada hacia las
contingencias temporales, pero ante la información claramente desconfirmante pueden cambiar la estrategia
mientras que un individuo que usa una estrategia A7 o A8 (idealización ilusoria o self externamente
ensamblado) confía casi exclusivamente en la información temporalmente organizada y distorsionada y aplica
la estrategia sin variación tanto en las condiciones apropiadas como inapropiadas a pesar de que la
información auto-relevante sea clara, fuerte y altamente desconfirmante. Las sub-estrategias intermedias son
las A3 (cuidador compulsivo), A4 (compulsivo complaciente), A5 (compulsivamente promiscuo), y A6
(compulsivamente auto-confiado). Las estrategias son consideradas “compulsivas” a tal grado que requieren
que el individuo actué en una manera rápida, refleja, y no cambiante. Tres puntos son importantes. Primero, la
cognición toma dos formas, acción procedural y guías prescriptivas semánticas. Segundo, a medida que el
sub-índice incrementa, la fuente de prescripciones semánticas se vuelven cada vez más fuera del self (p.e.,
orientaciones parentales hacia estándares morales/religiosos de gente que reivindica representar o ser la fuente
de guía). Tercero, como el sub-índice se incrementa desde A1-2 a A7-8, existe un incremento tanto en la
extensión de la distorsión de la información como también la uniformidad con la cual la estrategia es aplicada
para todas las amenazas percibidas, apropiada e inapropiadamente. Ver figura 2.

Los individuos que usan las sub-estrategias Tipo C están basados hacia actuar sobre la base de sus
sentimientos (p.e., afecto, como representado por la información imaginada y connotativa) y encontrar las
contingencias temporales como siendo impredecibles o engañosas. La organización Tipo C es más compleja
que la Tipo A. En la infancia, es experimentada como un arousal simple que lleva a sentimientos mixtos de
rabia, miedo, y deseo de confort. Estas motivan a la aproximación con agresión, escape, y aproximación con
requerimientos de confort, respectivamente. Cualquiera de una de estas respuestas pueden ser las respuestas
más adaptativas a una situación dada, pero usadas en conjunto son incompatibles e inefectivas. Para el final

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del segundo año de vida, la maduración da a los niños la habilidad de regular estos estados sentimentales tanto
interna (de forma que la conducta se focaliza) como interpersonalmente (de forma que el afecto desplegado es
usado para manipular las respuestas de los otros). De esta manera, un niño pre-escolar puede usualmente
acercarse a los problemas con rabia y agresión, pero, cuando se encara a la rabia de los adultos, la cambia por
ruegos desarmantemente coy (de sumisión) de confort (mientras esconde la evidencia de rabia). Las
estrategias Tipo C incluyen la C1 (amenazadora), C2 (desarmante), C3 (agresiva), C4 (desesperanza fingida),
C5 (punitivamente obsesionado por la venganza), C6 (seductivamente obsesionado por el rescate), C7
(amenazante), y C8 (paranoide). Tres puntos son importantes. Primero, el deseo de confort, rabia, deseo
sexual, miedo, y pena constituyen un gradiente de estados afectivos cada vez más arousing que transforman el
arousal dentro de una acción coherente. Los estados más arousing se vuelven más prominentes a medida que
los sub-índices se incrementan. Segundo, a medida que el sub-índice se incrementa, estos estados son cada
vez más generados y mantenidos por el self. Tercero, a medida que los sub-índices incrementan desde los C1-
2 a los C7-8, existe un incremento tanto en la extensión de la distorsión de la información como también en la
uniformidad con la cual la estrategia es aplicada a todas las amenazas percibidas, apropiada e
inapropiadamente. Ver figura 2.

De esta manera, a medida que los individuos se desvían de los Tipo B, cada vez se bloquean más
dentro de una estrategia sin una suficiente consideración de las circunstancias actuales. Al usar procesos
integrativos, en cambio, se refleja el equilibrio mental con respecto al tipo de información usada para generar
la conducta y esto, a su vez, crea la mayor probabilidad de que (1) las distorsiones en la representación sean
descubiertas y corregidas y (2) que soluciones auto-protectoras efectivas y especificas a la ocasión se
encontrarán en las amenazas de la vida. Es decir, los individuos psicológicamente equilibrados tienen una
mayor probabilidad de estar y sentirse seguros. Para ponerlo de otra forma, las estrategias Tipo A y C usan las
representaciones del pasado para organizar la conducta (con la memoria de trabajo que ajusta la solución
pasada al contexto actual, en vez de considerar si la solución se ajusta al contexto). La estrategia Tipo B, por
el contrario, es una estrategia que usa la información para generar nuevas soluciones a los problemas.

Trauma, depresión, desorientación, desorganización. En un MMD, hay cuatro formas en que una
estrategia puede ser modificada. Cuando los individuos están expuestos al peligro almacenan nueva
información sobre sus antecedentes y el contexto, su conducta y sus sentimientos, y sus consecuencias. Si
discriminan exactamente a lo que es único para el pasado y relevante para el futuro (desechando de la
representación la información irrelevante y trayendo la información relevante), se consideran resueltos. Si
comenten errores en esta discriminación, o desechan lo que es relevante o traen lo que no es relevante, se
consideran no resueltos (N). Desechar la falta de resolución causa señales de peligro que son omitidas de la
representación; esto hace que la predicción sea menos correcta. Preocuparse por la falta de resolución causa
que la gente responda como si estuviera en peligro cuando no lo hay. La depresión (Dp) ocurre cuando el
individuo ha concluido que ninguna acción efectuará algún cambio; el arousal baja a veces en las vías
amenazantes de la vida. La desorientación (DO) ocurre cuando las fuentes de información son confundidas de

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manera que la conducta del individuo a veces está en su propio mejor interés y a veces no – sin ser capaces de
identificar esto. Bajo estas condiciones, la conducta se vuelve incoherente. La intrusión desorganizada del
afecto negativo (DX) [afecto negativo] ocurre cuando el afecto negativo inhibido se entromete
explosivamente y sin coartar la organización interpersonal; esto incrementa el arousal rápida e intensamente.
Tales intrusiones sólo son posibles en una estrategia compulsiva Tipo A, que funcionan para revertir la
depresión, y a veces son asociadas con brotes psicóticos.

¿Cómo la percepción del peligro afecta a la conducta?

La literatura de apego trata a las representaciones parentales como siendo diferentes de las
representaciones del apego (1999). La perspectiva ofrecida aquí es más general. Las representaciones son
simplemente redes de neuronas que disparan que representan la relación del self con el contexto en un
momento particular y que dispone al self para algunas respuestas. Las RDs elicitadas, cuando la seguridad o la
reproducción son amenazadas, son relaciones más intensas y las relaciones temporales son aprendidas en
menos ensayos que las RDs que no están relacionadas con el apego. Eso es, el estímulo que señala peligro
para el self, los hijos, o la oportunidad para la reproducción sexual reciben atención preferencial.

Los individuos amenazados con frecuencia toman riesgos extremos para protegerse a sí mimos y a
sus hijos o para tener acceso a parejas reproductivas. Eso es, muchas de las cosas que uno hace para
protegerse a uno mismo – o a los hijos de uno – son en sí mismas peligrosas. ¿Qué a excepción del peligro
extremo haría a una persona saltar de una ventana de edificio – como lo hicieron algunas personas el 11 de
septiembre en el World Trade Center? ¿Por qué los padres enviarían a sus niños lejos para ser criados por
extraños – como lo hicieron los padres judíos en la Alemania Nazi? ¿Por qué cualquiera permitiría que su
cuerpo sea cortado a tajo abierto – como en una cirugía? ¿Por qué alguien golpearía a su esposa – como
muchos maridos lo hacen? ¿Qué causaría a una persona golpear a sus propios hijos – como tantos padres lo
hacen?. La respuesta a todas estas preguntas es la misma: miedo a un mayor peligro si no se toma esta acción
tan peligrosa.

La aplicación de esta idea es directa en los tres primeros ejemplos. En el segundo ejemplo, no
obstante, es importante mostrar que los padres tratan a los niños como una extensión del self de manera que
su supervivencia puede ser más importante que proteger al self. Eso es, los niños son el futuro genético de los
padres y, por lo tanto, son protegidos como una parte del self (¿?). Los dos ejemplos finales, el abuso infantil
y de pareja, son más dudosos ya que parecen responder intuitiva y moralmente censurables. No obstante, la
razón más común para el abuso marital es el miedo a la infedilidad sexual (1992; 1992). Eso es, el hombre
atacante está protegiendo su oportunidad reproductiva. La razón más frecuente para golpear a los niños es
enseñarles que no hagan algo que los padres creen que es peligroso (1992). Enmarcada de esta forma, estas

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relativamente frecuentes formas de peligro pueden ser incluidos en el mismo modelo motivacional que las
formas más extremas e inusuales de toma de riesgo.

Por lo tanto, se puede considerar un principio para un mayor trato de la conducta humana peligrosa,
incluyendo la mayoría de las formas de la crianza inadecuada.

El mayor peligro de la amenaza es considerarla que existe, el mayor riesgo en el que se incurrirá es
prevenir o superar la amenaza.

Además, a mayor peligro percibido, más rápido e incompleto el procesamiento de la información y,


además, la representación es más vulnerable al error. Finalmente, el error especifico es probable que sea uno
que amenace las condiciones actuales como siendo similares a las condiciones pasadas.

Representación y crianza inadecuada.

En la sección que sigue, estas ideas son aplicadas a diferentes formas de crianza inadecuada para
ilustrar cómo los aspectos universales de las RDs pueden informar a nuestra comprensión. Estas ideas son
organizadas por las funciones psicológicas y no por la conducta de los padres, la consecuencia para el niño, o
diagnósticos psiquiátricos. No obstante, se ofrecen asociaciones con el maltrato y la psicopatología para
ayudar al lector a visualizar seis diferentes grupos (ver figura 3).

La discusión está organizada sobre cómo los padres integran las auto-representaciones con las
representaciones de sus niños para organizar la conducta parental. El interjuego entre los RDs determinan a
qué necesidades se les da prioridad, que significados son atribuidas a ellas, y qué acción es tomada. Los
grupos son divididos dentro de representaciones basadas cognitiva (Tipo A) y afectivamente (Tipo C), con un
gradiente de transformaciones de información cada vez más severos (desde la verdadera a las erróneas y a las
falsas) y cada vez más intrusión de los efectos del trauma (desde limitado a fuerte). No se espera que los
padres Tipo B se comportaran de estas formas (excepto en raros casos cuando las condiciones de amenaza
actual evitan el tiempo necesario para la integración).

Una serie de hipótesis. La hipótesis básica es que, como las amenazas pasadas se vuelven más
prominentes y los niños, por una lado, menos ajustados a las RDs de los padres, la parentalidad se vuelve
menos adecuada. Al extremo, una representación engañosa del niño puede motivar la conducta parental
amenazante para la vida. Aunque la gradiente está estructurada sobre las funciones psicológicas, existe una
concordancia escabrosa con los diagnosticaos basados en los síntomas de forma que los padres que se ajustan
a los grupos 1 y 2 raramente llevan un diagnostico o, si lo hacen, es un Eje 1 intermedio, diagnósticos basados
en el estrés, mientras que los padres del grupo 3 y 4 con frecuencia tienen trastornos de personalidad (Eje 2,

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características de personalidad desadaptativas y permanentes) y muchos padres que se ajustan a los grupos 5 y
6 han tenido episodios psicóticos o engañosos.

Lo notable es que estas hipótesis con frecuencia son consistentes con lo que los padres maltratadores
y mentalmente enfermos dicen sobre sí mismos y son inconsistentes con lo que la literatura profesional dice
sobre ellos. Ellos reflejan un intento por reconciliar las palabras de los padres con la evidencia de sus acciones
nocivas de forma que pueden a) cambiar la comprensión por parte de los profesionales de los padres, b)
permite a los padres reconocerse en sí mismos en las descripciones (por tanto, reducen el rechazo), y c)
cambiar los tipos de intervenciones que son ofrecidas. En todo, el objetivo es explicar la evidencia existente
con una serie de nuevas y potencialmente informativas hipótesis. Ver figura 3.

Existen cuatro bases para los grupos hipotéticos ofrecidos: (1) estudios empíricos, especialmente de
abuso físico y sexual y negligencia, (2) observaciones de interacciones padre-hijo, entrevistas de la Situación
Extraña de niños trastornados, entrevista de Apego en Adultos (EAA), (3) experiencia clínica con familias
aproblemadas, especialmente en protección infantil, y (4) teoría con respecto a las estrategias de apego auto-
protectoras (1997, 2000, 2002). Se intenta que los grupos se conecten con lo que se sabe empíricamente con la
riqueza de la práctica clínica y la función generadora de significado de la teoría.

Distorsiones de la conducta protectora del niño normal.

(1) Tipo A: Padres que exageran la probabilidad de peligro en sus niños confiando en las
contingencias del pasado, por tanto, sobre-protegen (y a veces abusan físicamente) a sus hijos. Los padres con
frecuencia castigan la conducta peligrosa de sus niños para enseñarles la conducta segura (2004). Es verdad
que sin importar de si ellos los retan, dan una zurra, o golpean duramente lo suficiente como para hacerles
daño. Extrañamente, esta explicación es aceptada cuando no hay daño y, sin embargo, raramente creída
cuando el niño está dañado. Sin embargo, los resultados no definen las motivaciones y el mismo proceso
psicológico puede considerarse tanto para el castigo físico común y como para el castigo nocivo (ver las
secciones siguientes para los padres que atacan o matan a sus hijos sin aparente causa).

Comúnmente, nuestra evaluación de si una acción de un padre fue apropiada o no depende tanto del
resultado en el niño como también de nuestra evaluación del peligro. Por ejemplo, si un padre
inadvertidamente le rompe el brazo a un niño sacudiéndolo de los rieles del tren enfrente de una locomotora
en curso, la mayoría de la gente consideraría un acto justificable que salvo la vida del niño. El mismo evento
se consideraría abusivo si el niño ha estado pedaleado en su triciclo hacia una calle vacía. Este ejemplo
destaca que no es simplemente la severidad del daño lo que define el abuso infantil, sino que más bien una
comparación entre la RD del padre de la situación previa a la acción y de una acción posterior de la autoridad
que es tomada (1993).

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Conducta parental y RDs. Los padres que abusan de sus hijos usualmente no están mentalmente
enfermos (1996). De hecho, se propone que ellos cometen errores en estimar el peligro y las implicaciones de
su propia conducta. Estos errores son arrastrados desde su experiencia de haber estado expuestos al peligro en
sus propias infancias (1981). Los padres abusivos probablemente sobre-estiman la probabilidad del peligro y
responder protectoramente muy frecuente y fuertemente (1998). Para tales padres, las situaciones
medianamente amenazantes pueden elicitar recuerdos de consecuencias peligrosas (p.e., RDs procedurales
que inician la conducta compulsiva) o imágenes sensoriales (p.e, RDs imaginados que elicitan un arousal
intenso).

Lo que ocurre después depende de hasta qué punto los padres integran representaciones del pasado
con las del presente. Cuando los pares aceptan sus RDs de la infancia sin preguntarse y ahora los sitúan a sí
mismos en el rol adulto, pueden estar dispuestos a actuar de una manera autoritaria, posiblemente repitiendo
las clases de conductas usadas por sus padres. Alternativamente, los padres pueden haber reflexionado
suficientemente sobre su experiencia para haber decidido criar a sus niños de manera diferente. En estos
casos, los padres pueden tomar la perspectiva de los niños y comportarse muy permisivamente, por tanto,
invierten el patrón. Es difícil encontrar un equilibrio seguro entre las condiciones pasadas y presentes y entre
las perspectivas del adulto y de los niños y requiere de una integración amplia y progresiva (2000).

La mayoría de los padres abusivos tienen representaciones claras y significativas de los niños como
necesitando protección hasta el punto de estar vigilantemente focalizados en identificar la mala conducta
(peligrosa) o la irrespetuosidad. Los problemas para organizar una respuesta son (a) simple distorsión
procedural de sobre-estimación de peligro basada en la experiencia pasada, (b) miedo intenso de
consecuencias negativas que impulsan una rápida respuesta, y (c) una serie limitada de respuestas alternativas.
Esto puede gatillar una respuesta protectora, aunque autoritaria (1971) que puede llevar al daño (2004). Es
importante comprender que el castigo que se intentó por parte del padre era protector y es juzgado por los
demás como abusivo. Es decir, con seguridad y el tiempo necesario, estos padres sacan sus propias
conclusiones, pero bajo la presión de la amenaza percibida, ellos actúan peligrosamente sobre la base de RDs
preconcientes. Esto sugiere la intrusión de un trauma no resuelto.

Los errores de sobre-estimar el peligro son relevantes para las poblaciones inmigrantes,
especialmente cuando los padres se han movido desde países relativamente peligrosos a otros relativamente
seguros. Tales padres usan estrategias de crianza que fueron aceptadas e incluso esénciales para la seguridad
en el país en el cual ellos las habían aprendido, pero que parecen innecesariamente estrictas o peligrosas para
los estándares del nuevo país. Sin la consideración explicita de los dos contextos, es probable que ocurra una
mala aplicación de las estrategias parentales.

Consecuencias en los niños. Los niños de padres autoritarios saben que lo que hacen es importante
para sus padres y también evitan la atención parental. Los sentimientos de los niños de ser competentes

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depende de la satisfacción parental de su conducta o sobre sus figuras de apego suplentes encontradas que
apoyan su desarrollo. Algunos lo (sobre) logran y se vuelven muy exitosos. Otros, sin embargo, permanecen
bloqueados por la rabia, el miedo, y el fracaso, trayendo esto sobre su crianza infantil. La mayoría no se
vuelven padres abusivos en sí mismos (1981; 1996) aunque una minoría importante se vuelven demasiado
permisivos.

(2) Tipo C: Padres que pasan por alto la probabilidad de peligro fallando en predecir las
consecuencias y respondiendo sobre la base de sus sentimientos, por tanto, sub-protegen (y a veces son
negligentes) a sus niños. Algunos padres crían a sus niños en medioambientes multi-problemáticos, y siempre
en crisis. El problema central que genera crisis es el fracaso de los padres en predecir y prevenir los
problemas. De hecho, los padres responden sólo cuando la intensidad de la señal es muy alta, p.e, cuando se
elicita un arousal afectivo. Esto, con frecuencia, fuerza al padre a elegir, bajo presión, a qué atender (por
ejemplo, el bebe que llora, el baño que se sobrepasa, la noticia de despido, el vecino chismoso, o los pre-
escolares peleadores). La conducta del padre parece impredecible a menos que uno note que el input sensorial
intenso y el peligro inminente captura la atención parental preferentemente. Como ejemplo, el bebe y los pre-
escolares rivalizan por la atención de la madre mientras que su interés está en el vecino, y la notificación de
desalojo no es tomada en cuenta – hasta que las pertenencias de la familia están en la calle (curb).

Conducta parental y RDs. El problema es que existen activaciones en competencia de la atención


parental. Los padres van de crisis en crisis, resolviendo problemas y calmando a sus niños en un patrón
siempre-demasiado-tarde que maximiza el arousal de cada uno de ellos. No obstante, estos padres cuidan de
sus niños y tratan de protegerlos y confortarlos. Es decir, cuando los niños son prominentes en las RDs de los
padres, ellos son cuidados casi adecuadamente, pero lograr y sostener ese estado es difícil. De hecho, las
señales sensoriales en competencia interfieren con la atención de los padres y la información temporal no es
usada para predecir las necesidades de los niños. En consecuencia, los padres responden sólo después de que
los niños se han impuestos por sí mismos, de forma intensamente imaginadas, sobre los padres. Cuando los
padres si responden, ellos lo hacen con un sentido de urgencia que impide el acceso a las formas semánticas
de idear la situación o el pensamiento reflexivo que podría integrar las RDs en competencia. Ya que la
conducta fue organizada preconcientemente, las explicaciones semánticas ofrecidas después con frecuencia se
ajustan pobremente y aumentan las dudas sobre los profesionales.

Consecuencias en los niños. Bajo tales circunstancias, los niños aprenden a estar vigilantes con
respecto a la atención de sus padres, para exaltar sus señales, y competir con sus hermanos. Ellos exageran y
alternan sus despliegues de afecto negativo. Si los cuidadores se habitúan a las señales intensas, los niños
pueden tomar incluso acciones que elicitan protección incluso más extremas, p.e., conductas provocativas o
de toma de riesgos. Esto se vuelve parte de un proceso dinámico entre le padre y el niño. Esta “estrategia
coercitiva” (1992) puede llevar a trastornos de la atención, de arousal, y de conducta, y estos, a su vez, pueden
impedir el aprendizaje académico y relaciones de pares satisfactorias.

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Los dos siguientes grupos tienen en común que el padre pone un gran énfasis sobre su necesidad de
confort y protección, usando ignorantemente esa información para organizar su conducta de cuidado.
Además, estos dos grupos forman una transición de los padres principalmente sin trastornos psiquiátricos a
los con trastornos psiquiátricos serios.

Distorsiones que se enfatizan en la conducta auto-protectora.

(3) Tipo A: Padres que transforman (prohíben) el deseo de confort en deseo sexual (aceptable), y
responden a las necesidades de los niños con conducta sexual, por tanto, a veces abusan sexualmente a sus
niños.

Dos décadas de investigación buscando perfiles de abusadores incestuosos en gran parte han fallado
(1996; 2002). Igualmente, el tratamiento parece inefectivo (2003). Posiblemente el problema se relaciona con
dos suposiciones: (1) el abuso sexual es sobre sexo o poder y (2) que los abusadores son depredadores que
intencionalmente engañan a los niños. Si estas suposiciones están en un error, la investigación y el tratamiento
basados en ellas improbablemente serán exitosos.

Aquí se ofrece una perspectiva diferente. Primero, se hipotetiza que el deseo de confort trasformado
en deseo sexual es el afecto motivador en los padres que abusan sexualmente. Semánticamente, se hipotetiza
que estos padres intentan revertir el aislamiento y las experiencias de amenaza que ellos representaron en sus
propias infancias. Es decir, la conducta cariñosa, incluyendo el afecto sexualizado, puede ser para los
abusadores la expresión de deseo de confort de una cercanía, así como también su oferta de confort para sus
niños. Segundo, la vía del desarrollo para el incesto puede ser una serie de experiencias que se acumulan
sobre la infancia y adolescencia y que culminan en una forma de apego relacionado a la disolución del self,
focalizandose en las necesidades de los otros, y la expresión de afecto de formas sexualizadas. Tercero, para
garantizar que sus niños no experimenten el aislamiento y la humillación que ellos experimentaron, los
abusadores pueden tratar de tomar la perspectiva de sus niños. Eso es, los abusadores sexuales pueden
inusualmente estar sintonizados con las señales de ansiedad o deseo de confort de sus niños. La cercanía
resultante probablemente sea satisfactoria tanto para el padre como para el niño. En la literatura, esto se llama
“acicalar” al niño; aquí una diferente serie de motivaciones son imputadas para la misma conducta.

Sin embargo, no existen adecuados estudios del desarrollo sobre abusadores sexuales. EAAs de
abusadores sexuales, sin embargo, sugieren una vía del desarrollo para su funcionamiento actual (2000;
1999). Estas incluyen (1) falta de intimidad familiar y confort, (2) ataques de bullying (intimidación,
matonaje) de los padres o padrastros (p.e., abuso físico), (3) atestiguar violencia hacia sus madres (p.e., abuso
a su figura de apego protectora), (4) burla y vergüenza por la búsqueda de confort (p.e., abuso psicológico),
(5) abandono, falta de supervisión, y separación (p.e., negligencia), (6) sentimiento singled out o marcado por

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el maltrato, (7) problemas internalizantes (8) exclusión de pares simétricos de apego (mejores amigos y
grupos de pares), (9) inclusión como victimas de bullying de sus pares, y (10) actividad sexual precoz (1997;
2003; 1996; 2003;2003; 2003). La gran mayoría de los abusadores no fueron en sí mismos abusados
sexualmente (1996), aunque la mayoría fueron abusados psicológica o físicamente o ambos. Basados en sus
EAAs, muchos hombres abusadores sexuales idealizan a sus madres intimidadas y exoneran a sus padres. Es
decir, ellos se identifican con sus victimas de forma que sugieren un deseo de protección y cuidado para la
gente vulnerable, criticada, e inconfortable. Se propone que los patrones compulsivos de apego (A3-8) que
involucran inhibición de sus propios deseos y sentimientos negativos en favor de encontrar las expectativas de
los demás y mitigar sus sentimientos pueden ser considerados para estos datos; esto es consistente con los
abusadores que tienen problemas internalizantes, un locus de control externo, y baja rabia expresada (1995;
1998; 2004). Esta breve revisión sugiere una serie de riesgo del desarrollo cuyo efecto acumulativo
incrementa la probabilidad de transformarse en un abusador sexual. Paradójicamente, estos riesgos no están
directamente relacionados a la sexualidad, más bien consisten en la falta de confort hasta la adolescencia
cuando el deseo sexual puede iniciar la primera experiencia satisfactoria de cercanía y confort.

Conducta parental y RDs. La mayoría del abuso sexual por parte del padre es de tocar, sin contacto
sexual; además, muy poco abuso involucra violencia (1992; 1986; 2001). Además, las familias en las que
existe abuso sexual raramente hay quejan y usualmente apoyan al abusador, prefiriendo quedarse juntos.
Cuando se les acusa de abuso sexual a sus niños, la mayoría de los abusadores niegan haberlo hecho (1991;
1991)- al igual que con el abuso físico esto puede indicar una diferencia en los significados semánticos.
¿Tocaron al niño?. Sí. ¿”Abusaron” del niño?. No – ya que intentaron confortarlo. El punto es que nuestras
etiquetas relacionadas a los resultados no pueden ajustarse a la intención del abusador. La relación entre la
intención y la acción, no obstante, puede ser bastante más compleja.

La motivación de los padres abusadores sexuales puede reflejar una serie de trasformaciones.
Semánticamente, pueden organizarse sobre el tratar de asegurar que sus niños no experimenten el aislamiento,
la falta de confort, seguridad, o de la dominación que ellos experimentaron. Ya que esto es una estrategia
semántica invertida, no sub-ceñida por procesos e imágenes arrastrados de la propia experiencia de los padres.
Proceduralmente, pueden tratar de invertir las jerarquías de dominancia experimentada creando una relación
padre-hijo simétrica. Esto crea el riesgo de que los niños sean tratados como adultos. La experiencia de los
abusadores con la cercanía e intimidad puede estar relacionada con las relaciones sexuales adolescentes, de
forma que el afecto sexualizado se vuelve la fuente de sus RDs procedurales e imaginadas de afecto. Además,
como otros padres que utilizan estrategias compulsivas, los padres incestuosos adaptan su conducta al niño,
pero ellos pueden construir mal el significado de la conducta del niño de sumisión (“coy”), de búsqueda de
atención como siendo coqueta.

Sin tener en cuenta si la respuesta del adulto se basa en el cuidado empático o el deseo sexual, la
conducta afectuosa se compone de conductas que son comunes tanto para los sistemas de apego como el

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sexual, p.e., acariciarse, abrazarse, besarse, tranquilizarse. Esto sugiere un recurso por el cual afectos
disparejos pueden sustituirse por otros. Ya que hay mandatos semánticos contra los actos sexuales con niños,
los adultos abusadores sexuales probablemente racionalizan la acción sexual/confortante como teniendo
excelentes motivos para justificarla: “Ella quería”; “yo sólo estaba confortándolo”; “nosotros sólo estábamos
siendo afectivos y cercanos”. Los abusadores pueden también desplazar la fuente de sus disposiciones. La
conducta parental debería estar basada primariamente sobre las necesidades de los niños; en el incesto, la
necesidad del padre de confort e intimidad pueden ser negadas y desplazadas hacia los niños. Finalmente, los
adultos abusadores ya experimentan vergüenza de sus sentimientos normales y esconden su conducta de
deseo de confort. Sumado a que realmente los actos vergonzosos además deben esconderse, cambian sus
estados psicológicos muy poco. Es decir, las campanas de alarma de la conciencia y la practica de la conducta
vergonzosa encubierta ya son tan penetrantes que suman nuevas condiciones elicitantes que cambian poco o
nada para el adulto. El sistema de advertencia falla ya que ha sido activado excesivamente y, por tanto, no
discrimina el riesgo del no-riesgo. Esta compleja serie de inversiones, substituciones, distorsiones y
desplazamientos pueden combinarse en el padre abusador sexual para promover la fusión de la conducta
afectuosa y sexual con los niños.

Ya que los padrastros son menos propensos que los padres biológicos a definir al niño como una
extensión del self, ellos pueden probablemente actuar sobre sus propios deseos. Además, ya que los hijastros
pueden amenazar o diluir el éxito reproductivo de los padrastros, se encuentran altas tasas de maltrato entre
los padres no-biológicos (1996). Eso es, el deseo de confort puede motivar muchos abusadores sexuales
biológicos, pero es una motivación menos prominente entre los padrastros.

Las hipótesis cruciales ofrecidas con respecto al cuidado incestuoso son: (1) sus raíces están en la
búsqueda normal de confort que es castigado e inhibido en la infancia, primero satisfecha en las relaciones
románticas, y, de esa forma, aplicadas a los niños, (2) los padres incestuosos han sido en sí mismos seria y
repetidamente victimizados psicológica, física, y a veces sexualmente, y (3) los abusadores actúan sobre la
confluencia de motivaciones personales y señales de los niños que elicitan afecto.

Es improbable que el castigo corrija los procesos mentales que llevan a tales RDs distorsionados e
incluso el tratamiento debe ser manejado cuidadosa y compasivamente. Es tristemente irónico que el
tratamiento de los delincuentes sexuales, con frecuencia, se enfaticen en tomar nuestra perspectiva para
empatizar con su victima, cambiando su conducta, y tomando responsabilidad para sus transgresiones
morales. Esto puede interpretar equivocadamente sus intenciones y también reify sus ya distorsionadas
estrategias auto-negantes, glorificantes-de-la-victima.

Consecuencias en los niños. Los niños que son sexualmente abusados experimentan vínculos
(bonds) afectivos confusos e intensos con sus padres. Expresar el deseo de confort y el miedo como conducta
de sumisión (“coy”) puede constituir una contribución de los niños para el abuso, aunque sea una conducta

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sobre la cual ellos no tienen el control, ni responsabilidad. Sin embargo, cuando el abuso es parte de una
relación permanente, el niño y el padre se adaptan uno al otro. Por tanto, en el tiempo, el niño abusado
sexualmente se vuelve una victima cómplice (1992; 1986), contribuyendo con señales que inician la
intimidad, reforzando la atención parental, y participando de guardar la intimidad en privado. Un riesgo obvio
es la sobre-atribución de auto-responsabilidad por parte del niño. Además, existen efectos fisiológicos,
emocionales, e intelectuales que se extienden hacia la adolescencia tardía y adultez (2001; 2003a, 2003b). Un
interés particular es que los cambios en la conducta del niño es que puede atraer a otros, aún más peligrosos,
abusadores y parejas románticas. La complicidad del niño y la presencia de fuertes vínculos (bonds) afectivos
han de hacer del tratamiento del incesto más difícil que el tratamiento de ataques de extraños aislados y
azarosos.

(4) Tipo C: Los padres que exageran la probabilidad de peligro hacia ellos mismos y se protegen a sí
mismos a expensas de sus niños (por tanto, son psicológicamente negligentes con sus niños).

Algunos padres son incapaces de funcionar como protectores de sus niños. De hecho, actúan sobre
representaciones que los retratan a sí mismos como necesitados de confort o protección, por tanto, se
focalizan exclusivamente en sus propios sentimientos y necesidades mientras concurrentemente entienden
muy poco las de sus niños. Sus errores son (a) fallar en resolver la perdida pasada o trauma, y a veces (b)
estructurar relaciones adultas de formas que crean riesgo actual. A pesar de estar psicológicamente
indisponibles, estos padres raramente plantean una amenaza física a sus niños. Algunos padres en este grupo
tienen diagnosticados trastornos psiquiátricos, incluyendo depresión, abuso de sustancias, trastornos de
ansiedad, TEPT, mientras que otros se auto-medican o gravitan hacia grupos de apoyo para padres con de
niños problemas. Tal necesidad parental tiene como resultado una forma más perjudicial y menos obvia de
cuidado inadecuado que el simple abuso o negligencia.

Cuatro patrones sugieren la naturaleza del funcionamiento psicológico parental y algunos de sus
efectos sobre los niños. Están ordenados desde la claridad de las contingencias interpersonales a las más
complejas y las más extensamente obscurecidas relaciones causales.

(1) Relaciones padre-hijo de no-cuidado;

(2) Triangulación del niño dentro de la relación marital;

(3) Desorientación entre representaciones incompatibles que entonces motivan la


conducta contradictoria;

(4) Cambios impredecibles y extremos en el humor y el cuidado.

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Conducta parental y RDs. Los padres que invierten el rol están motivados más por sus
propias necesidades de sentirse seguros y protegidos que por el deseo de confortar y proteger a sus
niños. En momentos de necesidades conflictivas, generalmente se protegen a sí mismos, incluso a
expensas de sus niños (cf., cuidado compulsivo, 1973; 1992). Padres muy alejados (deprimidos,
traumatizados, o afligidos) son un ejemplo. En casos más extremos, padres a los que les faltan
parejas adultas o tienen parejas muy rechazantes o distantes puede tratar al niño como un esposo.

Los padres triangulantes comprometen a los niños en la protección del matrimonio. Tales
relaciones usan a los niños de una forma que ellos no pueden entender mientras que les evitan ver las
causas actuales de la conducta parental. Puede haber un efecto de género en las relaciones
trianguladas con madres que triangulan a sus hijas dentro de la relación marital y con hijas que
responden con estrategias pasivo-agresivas. Los padres e hijos con mayor frecuencia usan estrategias
directamente agresivas.

Los padres desorientados son ansiosos, pero sin focos evidentes para su agitación. Sus
estados afectivos son inestables y no están relacionados a las condiciones actuales, siendo generados
por una serie cambiante de RDs incompatibles de diferentes períodos de sus vidas, diferentes
personas, y, particularmente, traumas infantiles disueltos. Cada RD por sí misma es razonable, pero
combinadas, alejan a los padres de la sincronización con la vida diaria, confundidos con las
contingencias e incapaces de discernir los efectos de su conducta y de los otros. Incluso más
importante, dejan a los padres sin un “self”, sin una perspectiva con respecto a quienes son y sobre
que están desde cual puedan conectarse con las demás personas. En esta confusión de arousal-sin-
perspectiva, las necesidades físicas de los niños son encontradas con benevolencia mientras que los
niños en sí mismos no son tratados como seres sociales y psicológicos.

El cuarto grupo de padres despliega cambios impredecibles y peligrosos de contingencias y


arousal, por ejemplo, los padres con trastorno bi-polar o los que abusan de sustancias. Los cambios
pueden estar entre el afecto negativo y positivo, una afecto negativo y otro, bajo o alto arousal,
sumisión y vengatividad, o conciencia del niño y falta de conciencia. Tales cambios sitúan excesivas
demandas sobre los niños para adaptarse al estado del padre.

En algunos casos, los padres se sienten tan amenazados que simplemente no hay lugar en las
prioridades familiares para uno o más niños.

En todos los cuatros sub-grupos, se hipotetiza que los desencadenantes de las acciones
parentales están primariamente dentro y sobre el padre. Al contrario de los padres abusadores, sin
embargo, estos padres toman poca consideración de la información desde o sobre su hijo que, por
consiguiente, está en gran parte perdido de las RDs de sus padres. Además, los padres distorsionan

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sus auto-representaciones de manera que el self aparece como vulnerable, pueril, y sin culpa,
mientras que, sobre-estiman la competencia o poder de los niños. Con frecuencia, esto es expresado
semánticamente como manifestación sobre la maduración del niño (en el caso de los niños que
invierten el rol) o resistencia al cuidado y guía (en el caso de niños alejados u oposicionistas). En la
triste ironía del mal entendimiento, como los esfuerzos del niño para ser cuidado se distorsionan cada
vez más, tanto los padres como los profesionales se convencen de que el niño es o altamente
competente y resiliente o está irreparablemente dañado.

Consecuencias en los niños. Los niños en estas situaciones enfrentan el problema de que sus
estados ni gatillan protección parental, ni hace que el padre se adapte a sus características. Además,
sus estrategias auto-protectoras tanto distorsionan su propio desarrollo como mantienen el proceso
familiar distorsionado.

Aunque muchos niños responden al alejamiento parental con cuidado compulsivo, otros se
rebelan o se alejan a sí mismos. Este es un riesgo particular para los hermanos de niños que invierten
el rol exitosamente en que, una vez que la función protectora es sobreajustada por un niño, los otros
niños pueden tener pocas posibilidades de organizar una estrategia exitosa. Por tanto, algunos niños
dentro de una familia se pueden organizar compulsivamente, otros coercitivamente, y otros pueden
establecerse dentro de la depresión no estratégica (1990).

En familias trianguladas, las relaciones trans-generacionales pueden establecerse en que el


niño tanto conspira contra un padre para rebajar o expulsar al otro como también se esfuerza
concurrentemente en seducir al padre del género opuesto, con frecuencia con una conducta
sexualizada. Esto debilita el matrimonio y deja a los niños adolescentes rabiosos, confusos, e
incapaces de desenredarse a sí mismos de su familia de la infancia. Las consecuencias son variadas
formas de la estrategia coercitiva: en la infancia, malestar psicosomático y toma de riesgos pasiva; en
la adolescencia, severos trastornos como los trastornos de alimentación; en la transición a la adultez,
trastornos de personalidad completos, p.e., formas adheridas de resistencias pasiva.

Los niños de padres desorientados no pueden calmar al padre, ni el padre luchara con ellos,
ni son usados por el padre. De hecho, no pueden elicitar respuestas contingentes de los padres del
todo. Incluso los despliegues coercitivos explosivos no comprometen al padre. Tratar de coercionar a
un padre desorientado es como tratar de luchar contra la niebla. Es decir, nada que el niño haga los
conecta (o los relaciona) con el padre. De hecho, los niños son tratados con irrelevancia benigna, más
bien como la vía que uno ausentemente dan de golpes a una mascota. La falta de contingencia y el
afecto compartido lleva a los humanos a la locura. Esto niños se retiran a sus mundos internos de
contingencias auto-generadas y estados afectivos privados – que incrementan su aislamiento. Tales
niños usan una fallida forma de estrategia pre-escolar Tipo C y con frecuencia tienen características

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autistas. Sin respuestas contingentes y afectivamente entonizadas (incluso la rabia es contingente y


entonizada y, por tanto, estratégicamente útil para los niños), a los niños les faltan los inputs básicos
necesitados para el desarrollo.

Los niños de familias de humor disfuncional a veces se vuelven “co-dependientes” o


“habilitadores” a medida que tratan de acomodarse a las necesidades cambiantes de sus padres de
protección y confort. Por ejemplo, cuando un padre está excitado y rabioso, el niño puede
comportarse con complacencia o sumisión, pero cuando el padre está asustado o ansioso, el niño
puede hacerse cargo y manejar la familia, los hermanos (como un niño “padre”) e incluso el padre
(p.e., inversión de roles). Son frecuentes las combinaciones A/C, combinando una serie de sub-
estrategias útiles.

Cuando los niños son incapaces de encontrar cualquier estrategia que elicite la atención de
sus padres, están en riesgo de aislamiento psicopatológico, de escapar dentro de un mundo de
fantasía, y de depresión.

Los niños en estas familias están en riesgo de somatización, problemas con su auto-
identidad, y depresión; en casos extremos, pueden estar en riesgo de pensamientos, amenazas, y
acciones suicidas.

Aunque a los niños en este grupo no se les puede distinguir fácilmente, condiciones reales
aún motivan la conducta parental. Esto es menos real en los grupos que se describen a continuación.

Las secciones a continuación describen la conducta parental que está asociada más
cercamente con el trastorno psiquiátrico de los padres que el maltrato. En términos de procesamiento
de información, esto significa más transformaciones que probablemente incluyen más información
falsa y errónea. La literatura en esta área está menos desarrollada, tanto empírica como
conceptualmente. De hecho, los estudios que existen pueden ser caracterizados como “investigación
variable” en que los diagnósticos de los padres son correlacionados con las variables del niño sin un
claro entendimiento de las relaciones causales entre ellos. En las secciones que siguen, condiciones
funcionalmente similares son agrupadas y descritas en términos de procesos representacionales y el
efecto probable de éstas en los niños. Las secciones posteriores, por tanto, constituyen los comienzos
de una agenda para investigación posterior.

Distorsiones que sustituyen la información engañosa por información correcta.

(5) Tipo A: Los padres que mal interpretan fuerzas poderosas como amenazantes tanto en
ellos mismos como en sus hijos, de esta manera, responden con medidas protectoras irracionales.

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Los padres que temen al peligro de formas irracionales combinan muchas distorsiones
descritas anteriormente y se suman a ellas en una transformación crucial. Ya que ellos confían sobre
información errónea generada en la temprana infancia durante la exposición al peligro, estos padres
están confundidos sobre la presencia actual y fuente del peligro. Ya que la amenaza no fue – y no es
– real, no puede ser aplacada; en consecuencia, los esfuerzos de los padres para protegerse a ellos
mismos y a sus niños no pueden – y no – alivian su percepción de amenaza. Tales padres toman
repetidas medidas protectoras irracionales y extremas, (p.e., acciones repetitivas, limpieza excesiva,
formas bizarras de castigo) en nombre de ellos mismos y sus niños.

Tal conducta parece ser el resultado del desarrollo de una historia infantil de negligencia
severa, con frecuencia, combinada con abuso gratuito e incontrolable. Muchos de estos adultos no
han tenido un cuidador temprano en la vida que les de una estructura u ofrezca confort cuando no
podían, a pesar de, manejarse a ellos mismos. La conducta supersticiosa puede haber creado la
percepción de control. En la adultez, los miedos de los padres son al menos semi-engañosos (ya que
ellos son auto-generados y los limites están violados en tiempo y espacio) y sus intereses en la auto -
y del niño – protección con frecuencia desesperan y ponen en peligro (2003). Muchos de estos padres
tienen diagnósticos psiquiátricos como trastornos severos de personalidad, trastorno bi-polar,
esquizofrenia, y depresión mayor. Es común en estos el arousal desregulado.

Esta es una amplia serie de organizaciones de padres engañosamente amenazados. Unos


pocos son descritos aquí, pero la lista no es exhaustiva. Ellas incluyen padres que:

(1) Culpan a los niños de sus sentimientos y conductas normales a través de sistemas de
creencias semánticas (incluyendo creencias religiosas) que denigran los sentimientos y/o encuentran
que los humanos son inherentemente pecaminosos (por ejemplo, empequeñecer a los niños más
mayoress, colocando señales derogatorias sobre los niños).

(2) Se comprometen en rituales compulsivos (intentados para proteger al self o al niño)


mientras son negligentes con las necesidades básicas de la vida del niño;

(3) Aplican reglas semánticas que prohíben la acción protectora esencial (por ejemplo, usan
la fe basada en rituales en vez de cuidado medico);

(4) Aplican reglas semánticas que requieren del castigo en formas que amenazan la
supervivencia de los niños (como confinamiento, ayuno extremo, etc.).

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Conducta parental y RDs. Muchos adultos que viven estos engaños enfrentaron frecuentes,
severas, e impredecibles amenazas en la infancia, llevando al niño a asociar muchos condiciones
comunes con la amenaza. Por ejemplo, estar solo o salir solo son condiciones normales y seguras,
caerse y ensuciarse son normales, no saber lo que ocurrirá después ocurre frecuentemente sin
consecuencias peligrosas, etc. Los adultos que han sido abandonados, que han tenido numerosas
colocaciones sobre el cuidado, siendo castigados por volcar la atención hacia ellos, o dejando
incierto el hecho de que se lograran ciertas necesidades básicas de la vida, estas condiciones
comunes pueden provocar la conducta auto-protectora extrema. Es decir, alguna vez hubo una
amenaza real, pero el adulto no ha discriminado entre los aspectos amenazantes y no amenazantes de
la situación pasada; todas son respondidas como si fueran amenazantes. Además, ya que la amenaza
es experimentada preconcientemente, lo racional de la conducta no puede descubrirse fácilmente, ni
comunicarse adecuadamente, a los demás, haciéndolo difícil de corregir.

En la adultez, los padres en este grupo han tenido problemas graves con las relaciones
íntimas incluyendo tanto el aislamiento del apoyo social normal como la confianza desenfrenada a
los extraños y organizaciones. Esto los expone a riesgos en la intimidad con gente potencialmente
peligrosa (por ejemplo, sexo promiscuo) y excesiva confianza en gente engañosa (p.e., cultos
religiosos). Son particularmente vulnerables a las autoridades que profetizan consecuencias horribles
y requieren clases dolorosas de sacrificio ya que estas son consonantes con su experiencia infantil.

Estos padres bordean entre el extremadamente bajo arousal (p.e., depresión, cansancio
excesivo, y suicidalidad) y el excesivamente alto y no-estratégico arousal (p.e., sexualidad
inapropiada, auto-daño, y estados maniacos). Su conducta incluye (a) preocupación con esquemas
ilusorios auto-protectores en estados agitados y alejamiento aislado en estado depresivos de manera
que el cuidado básico de sus niños es pasado por alto, (b) formas graves, crueles e incluso
ritualizadas de castigo para la conducta infantil normal, (c) exposición de los niños a gente bizarra y
peligrosa, y (d) confianza meticulosa en la autoridad externa llevando peligrosamente a la aplicación
inapropiada de reglas. Además, estos padres tienen una tendencia a ver a sus hijos como una
extensión de su self y por tanto, estropeado o vulnerable como es su self. Como consecuencia, ellos
pueden humillar, abusar o limpiar ritualisticamente a sus niños (1996).

La muerte de Victoria Climbié (2003) ilustra muchas de estas ideas. A la edad de 8 años,
Victoria fue llevada desde África a Inglaterra por su tía-abuela para ser educada. No obstante, ella
con frecuencia estuvo ausente de la escuela debido a incontinencia y enfermedad. De hecho, fue
admitida en el hospital y llevada varias veces a servicios sociales de atención.

A pesar de eso, todos la encontraron simpática, “un rayo de luz”, (p. 41), y teniendo “la más
bella sonrisa que iluminaba la sala” (p. 11). Sus comportamientos y negaciones verbales de abuso

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eran tales que la evidencia física de su cuerpo dañado y maltratado no fue considerada. Como la
mejor amiga de su tía-abuela dijo en la corte, “tu podrías golpearla y ella no lloraría... ella podría
tomar los golpes y el dolor como nada” (p. 11). La tía-abuela ha pedido ayuda, exigiendo que el
novio de Victoria abuso sexualmente de ella, diciendo que Victoria era una “niña malvada” (p. 28) y
“poseída por un espíritu demoníaco” (p. 42, 45); el pastor ofreció rezos “para la liberación de la
brujería, la mala suerte y todo lo malo o demoníaco” (p. 46). Victoria murió de una falla orgánica a
consecuencia de al menos 128 heridas y severa negligencia, incluyendo dormir cada noche encerrada
en un saco de plástico negro que contenía su orina y sus heces. Su tía-abuela y su novio fueron
condenados a muerte.

¡¿Qué estaban pensando?!. ¿Cómo pudo la tía-abuela buscar a Victoria para educarla, pedir
ayuda, advertir el abuso sexual, y buscar guía espiritual y también participar en el abuso criminal y
negligencia?. ¿Cómo pudo Victoria ser tan solicitante y también ser un espíritu demoníaco indecente
que necesitaba del aislamiento y castigo?. Las fotos de Victoria son inolvidables. Ellas la mostraban
bien vestida, con las cintas de pelo correspondientes, y teniendo una gran sonrisa, muy brillante, pero
con sus ojos desfocalizados, y sus brazos adheridos tiesamente a los lados de su cuerpo. En las
palabras del informe Crown “un indicador muy importante ha sido dejado de lado” (p. 11).

Los indicadores están en el informe, pero su significado fue mal interpretado. La


discrepancia entre los eventos y el afecto de Victoria asombró abiertamente a mucha gente, pero no
fue considerada una señal de cuidado. Incluso el Informe de Investigación en sí mismo no sugiere
que esta niñita que “da vueltas” en los corredores del hospital (p. 11) puede estar sufriendo en ese
momento y ocultando sus verdaderos sentimientos bajo el disfraz del falso afecto positivo. Pero
¿cómo podía una niñita, sacada de su familia, ser feliz, incluso alegre – especialmente cuando está en
el hospital? ¿Por qué los extraños ven felicidad mientras que su tía-abuela observaba un monstruo
obsceno, malévolo, poseído por el demonio?. ¿Es posible que Victoria utilizara la conducta
compulsiva extrema típica de los niños maltratados y de orfanato?. Es decir, ¿fue compulsivamente
complaciente con sus cuidadores (inhibiendo incluso la expresión de dolor) y promiscuamente
amistosa con los extraños?. Ambos despliegues se basan en el miedo como un estado motivacional
interno, miedo del abuso en el primer caso y miedo al abandono en el último. Puede ser que sólo el
cuerpo de Victoria podría decir la verdad.

Cuando nosotros tratamos de comprender a la tía-abuela, nosotros nos enfrentamos con el


contraste entre las buenas intenciones y el horrible abuso infantil. Grietas entre creencias semánticas
y la conducta pueden comprenderse si la tía, también, se sintió angustiosamente asustada y si había
sido traumatizada. Su extrema reliogisidad sugiere una intensa necesidad de hacer lo correcto –
definida en términos de una autoridad externa. El novio se ajusta al rol de padrastro en el incesto.
Pero nada se sabe sobre estos padres sustitutos.

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Un caso similar en Canadá arroja luces sobre la experiencia de los padres. Hacia los 13
años, una madre adoptiva encerró y ató a dos niños, rebajándolos y golpeándolos para prevenir su
conducta disruptivamente “inmanejable” y sucia. En este caso, el miedo irracional de la madre
adoptiva del castigo por parte de su esposo motivó la conducta de puesta en peligro del self y del
niño. El trauma no resulto dentro de la estrategia compulsiva Tipo A es probable ya que ella habia
sido severamente abusada cuando niña, fue diagnosticada con TEPT y con dolor crónico por las
heridas del pasado (2004). El rol del dolor en mantener perceptualmente presente la amenaza pasada
es digno de consideración. Igualmente confirmante de la racionalidad ofrecida aquí es la respuesta de
los niños. Una vez rescatados y entregados a un tratamiento psicológico, los dos niños adolescentes
fueron capaces de perdonar a su madre en la corte (2004).

El desencadenante de tal conducta parental no incluye una representación adecuada del


niño. De hecho, la representación es altamente distorsionada e irreflexiva con el significado personal,
idiosincrásico. Debería señalarse que las características son significados amenazantes dados por los
padres; es decir, el niño no es anormal. En suma, estos padres actúan con intención, creyendo que
están haciendo lo correcto. Su rango de respuestas va desde lo irracionalmente razonado por el padre,
a la confianza en la autoridad externa, a instrucciones solo accesibles privadamente que no pueden
ser desafiadas por los demás (por ejemplo, voces engañosas). Largos periodos entre las instancias de
peligro refuerzan los rituales compulsivos mientras que el peligro intermitente confirma la necesidad
de medidas “protectoras”. De esta manera, los errores son raramente corregidos y el riesgo aumenta.

Consecuencias en los niños. Las consecuencias para los niños de estas formas muy graves
de parentalidad inadecuada constan de más síntomas, síntomas más serios, y con frecuencia,
síntomas engañosos que el abuso más común, la negligencia, o abuso sexual (2003; 1993; 1991).
Cuando los niños no pueden ver o dar sentido a la conducta peligrosa de los padres, ellos se sienten
confundidos y amenazados. Los niños necesitan explicaciones adecuadas (para su edad e
inteligencia) para lo que los padres hacen. Es decir, ellos necesitan RDs en cada sistema de memoria
relevante que pueda capacitarlos para predecir, de formas auto-relevantes, lo que sus padres es
probable que hagan y cómo eso los puede afectar. Además, cuando los padres definen a los niños
como defectuosos, los niños encuentran casi imposible desarrollar una auto-representación integrada,
empática, y responsable. Debería señalarse, sin embargo, que cuando la conducta de los padres se
vuelve descaradamente irracional (especialmente cuando otros adultos clarifican que el padre está
mentalmente enfermo), los niños son capaces de definir al padre como loco o mentalmente enfermo
y protegerse a sí mismos psicológicamente. Esto, no obstante, no es una resolución completa del
problema ya que no se rige (a) la falta de seguridad y confort de los niños, (b) la calidad de inversión
de roles de los niños solicitantes para empatizar con ellos y perdonar la conducta parental
inapropiada cuando nadie primero ha entendido su perspectiva, y (c) el vacío en la construcción del

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self dejado por los padres que no pueden organizar la conducta de cuidado sobre las señales de los
niños.

Debería aclararse que los padres en todos los grupos descritos anteriormente aman a sus
niños y lo expresan de formas que los niños lo reconocen. Si esto no fuera el caso, sería mucho más
fácil para los niños protegerse a sí mismos de la conducta de peligro de sus padres. La complejidad
de las RDs del padre es, en otras palabras, un problema para sus niños. En el grupo final es menos
aparente el hecho de que los padres amen a sus niños en una forma significativa.

(6) Tipo C y Dp A + DX (afecto negativo): Padres que mal interpretan al niño como una
fuente de amenaza, de esta manera, atacan, abandonan, o incluso matan a sus hijos.

Esta sección es el más especulativa de las secciones en este capitulo. Existe poca
investigación y los diseños de investigación sólidos son casi imposibles de implementar. No
obstante, se propone que los padres que ponen en peligro las vidas de sus niños de forma sistemática
y aparentemente intencionales difieren enormemente de los padres cuya motivación es proteger al
niño, proteger al self, o incluso corregir/purificar al niño (1991). Estos padres están confundidos
sobre la fuente del peligro y consideran al niño como una amenaza. Por lo tanto, ellos toman medidas
extremas para protegerse a ellos mismos, incluyendo el abuso sádico repetido, el infanticidio, y el
asesinato, a veces, en la forma de suicidio/asesinato. Estos padres a veces tienen diagnósticos
psiquiátricos severos, p.e, trastorno bi-polar, trastorno de personalidad borderline, depresión
psicótica, esquizofrenia, y/o psicopatía (2003). Muchos, sin embargo, no están diagnosticados y no
se ajustan fácilmente dentro de los sistemas diagnósticos actuales. Sin embargo, ellos tienen en
común que activamente ponen en peligro a sus niños porque perciben al niño como una amenaza o
porque no ven soluciones para esos problemas. Varias clases de conducta se incluyen:

(1) Agresión engañosa y aterrorizante, o aislamiento temeroso de los niños, los niños
resultantes de la sobre-estimación de la amenaza hacia ellos mismos y la confusión de su niño con la
fuente de amenaza;

(2) Actos censurables, como el abuso sexual, seguido de intensos sentimientos de culpa
asociada al niño-victima, que, por tanto, debe ser destruido;

(3) Asesinato del niño-victima que es percibido por el padre como amenazante para la
sobrevivencia del padre (p.e., algún infanticidio, asesinato de un niño no deseado, asesinato de un
niño que ponga en peligro la seguridad de los niños);

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(4) Asesinato (usualmente combinado con suicidio) que se intentó para salvar al niño de la
miseria interminable que el padre percibe en la vida.

Conducta parental y RDs. Estos padres humillan, atacan abusivamente, y a veces matan a
sus hijos. A veces esto es precedido de abuso o negligencia; en otros casos, actos mortíferos parecen
aparecer sin advertencia. Ya que el maltrato psicológico engaña a los niños sobre las relaciones
causales, la búsqueda de confort de los niños se asocia con humillación y culpa, y/o se mal interpreta
a los niños como poderosamente maliciosos, le roba a los niños la habilidad de dar sentido a la
experiencia y de su contribución en las consecuencias. Como con los ejemplos del Grupo 5, poca
investigación sistemática existe aunque casos individuales son descubiertos ocasionalmente y
capturan la atención publica.

Los padres Tipo C se perciben a sí mismos como siendo psicológicamente abandonados por
la gente que los apoya, mientras que los con una organización compulsiva Tipo A depresiva se
sienten aislados, a pesar del apoyo aparente. Por ejemplo, en casos de infanticidio, las madres casi
siempre experimentaron completamente solas el dolor y miedo del nacimiento del niño (1990). Las
RDs de ambos grupos de padres reflejan su desesperación (2003).

Dos casos de homicidio infantil ilustran los subtipos en este grupo. En 1994 Susan Smith
amarró a sus dos niños pre-escolares dentro del auto, luego los tiró cuesta abajo hacia un lago donde
los hijos se ahogaron. Ella entonces afirmó que fueron secuestrados y, por una semana, junto con su
marido alejado, dieron llorosas entrevistas a los medios mientras la policía buscaba al supuesto
secuestrador. Cuando el auto hundido fue descubierto, la Sra. Smith fue acusada (y luego condenada)
de asesinato. La Sra. Smith estaba deprimida y recientemente había recibido una carta de su novio
rompiendo la relación en parte porque él no quería criar los hijos de otro hombre (2001). Es digno de
notar que la infidelidad de su madre había desencadenado la venganza suicida sexualizada de su
padre y su hermano murió de igual manera. Susan en sí misma era conocida por su precoz actividad
sexual y fue escogida como la “la mujer más amigable” en el colegio. Los problemas de seducción,
venganza, engaño, y sexualidad destacan rigurosamente contra un fondo de fallida protección. En un
desesperado y engañoso ruego de ser protegida por un hombre, la Sra. Smith puede haber sacrificado
a sus hijos para traer de vuelta a su esposo o retener a su amante.

La oscilación entre depresión e intenso arousal en una estrategia compulsiva Tipo A se


ejemplifica en Andrea Yates. La Sra. Yates metódicamente ahogó a sus 5 jóvenes hijos en la tina de
baño familiar, luego llamó a la policía y confesó, sin hacer ningún esfuerzo para defenderse o
protegerse. Ella luego explicó que ella creía que estaba poseída por el diablo. La Sra. Yates había
sido tratada por depresión post-parto recurrente que incluía un intento previo de suicidio y brotes
psicóticos. Ya que las creencias religiosas de su marido lo requerían, ella continuó teniendo hijos

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contra su voluntad aproximadamente cada 18 meses. Estas creencias también requerían que los niños
debían ser escolarizarlos en casa de tal forma que ella nunca estuviera libre de ellos. A pesar de
depresión crónica y de su familia en aumento, las fotos familiares mostraban a todos los miembros,
incluyendo a Andrea, con grandes sonrisas dentudas, muy abiertas, lo bastante como para reventar
las mejillas de cada uno. Luego de las muertes, Andrea tuvo episodios psicóticos graves y amenazó
con suicidarse. Los elementos del falso afecto positivo, la obligación de obedecer, la grave
depresión, y la religiosidad se unieron para capacitar a un padre a creer que sus hijos deben ser
asesinados. En la superficie, ella lo explicó como protección de los niños de sí misma.
Funcionalmente, sin embargo, las muertes sirvieron para liberarla de sus hijos existentes y de la
posibilidad de tener que criar hijos futuros. La protección del self y la herencia estaban en tal
conflicto que la acción auto-protectora de Andrea a corto plazo frustró la última función de proteger
el propio futuro genético.

Estos casos difieren de los de Grupo 5 en que ellos no son manifestados sobre una estrategia
parental semántica que es sistemáticamente implementada sobre un largo periodo de tiempo. Por el
contrario, la conducta peligrosa de los padres del Grupo 6 es única a una o unas pocas ocasiones
específicas en el algún aspecto de la protección inmediata, a corto plazo, agobia las metas definitivas
a largo plazo. Además, estos padres saben que están haciendo lo incorrecto. Dependiendo de su
organización estratégica subyacente; ellos tratan de engañar a los otros en relación a ellos o se
someten de buena gana al castigo. El riesgo de tal conducta es que se presenta continuamente en el
sentido de que los padres actúan sobre alguna amenaza inmediata, aunque auto-percibida, que
desencadena su conducta peligrosa. Entendiendo que la amenaza podría ayudar a proteger tanto a los
padres como a los hijos. Posiblemente, para Andrea, el peligro se incrementó cuando su hijo más
joven se aproximaba a los seis meses de edad – el tiempo cuando ella debería embarazarse para el
próximo niño.

Consecuencias en los niños. Bajo tales condiciones, los niños encuentran difícil organizar
estrategias auto-protectoras. Ya que la conducta del niño no es el desencadenante que inicia la
amenaza parental, los niños no pueden prevenir o prepararse para la conducta de los padres de puesta
en peligro. Es decir, los padres que engañan a sus niños con respecto al peligro y el confort o que
identifican falsamente a sus niños como una fuente de peligrosa aterrorizan a sus niños de forma que
los niños no pueden predecir, controlar o regularse. Esto puede llevar a depresión y otras formas
serias de psicopatología. Físicamente, las consecuencias posibles son heridas e incluso la muerte.

Conclusiones.

La función de la teoría es tender un puente en el vacío entre lo que sabemos y lo que


deseamos saber. Una teoría clínicamente relevante es más sistemática, comprensiva, e internamente

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coherente que las hipótesis clínicas especificas al caso, mientras que también son más diferenciadas y
complejas que una suma de descubrimientos empíricos. Se consideran tanto las similitudes
estructurales a través de los casos clínicos como también la variación lejos de la tendencia central en
los datos empíricos.

Este capitulo propone explicar la conducta parental inapropiada. En el proceso, describo


cómo la mente genera RDs y ofrezco una estructura conceptual para la conducta parental, incluyendo
(1) el uso de la contingencia causal y el afecto para generar significado y organizar la conducta, (2)
las motivaciones subyacentes a varias formas de parentalidad inadecuada, (3) el uso parental de la
conducta sexual con los niños y el uso de los niños de señales sexuales para atraer a los padres muy
distantes, y (4) las implicaciones para los niños de la inadecuación parental.

Muchos temas relevantes han sido omitidos. Seguramente existen relaciones genéticas entre
padre e hijo, los efectos de los niños en los padres, y los efectos recíprocos entre los padres y los
niños. En un esfuerzo por mantener el foco sobre el proceso de representación y su aplicación a la
conducta parental en casos de cuidado inadecuado, estos temas no han sido seguidos.

¿Por qué los pares se comprometen en formas perjudiciales de cuidado?

Las hipótesis que forman la base de este capítulo es que todos los padres buscan protegerse
a ellos mismos, a sus hijos, y a su oportunidad reproductiva. Esto es crucial porque el peligro es una
experiencia humana universal; la vida no está libre de él y la reproducción exitosa requiere sobrevivir
(2004). La sobrevivencia, sin embargo, no requiere de confort. Además no existe respuesta al peligro
(mental o conductual) que sea adaptativa en todas las circunstancias. Por tanto, la capacidad de
trasformar e incluso distorsionar la información genera la conducta que satisfaga a las condiciones
siempre cambiantes e impredecibles que son esenciales para que nuestra especie y cada individuo –
incluso si causa sufrimiento psicológico en muchos casos y riesgo físicos en uno pocos.

Representando el contexto de crianza infantil.

Lo padres, como todos los demás, generan representaciones desde una integración del self-
en-el-presente con aspectos del self-en-el-pasado. Las representaciones, no obstante, son siempre
procesos neurales activos, en el sentido de ser generados en el presente (como opuesto a ser
recuperados de algún mítico almacén en el cerebro). Es decir, representar es un verbo, un proceso
activo que conecta al self con el contexto (y no un sustantivo, una cosa que puede ser guardada en el
tiempo). Las múltiples representaciones, cada una dispone al individuo a alguna acción, son
producidas concurrentemente por el cerebro humano. La ventaja del procesamiento en paralelo es
que un amplio rango de posibles construcciones de la situación puede ser traídos rápidamente. Las

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limitaciones son que la elaboración de cada secuencia en paralelo es sólo parcial; por tanto, cada RD
podría ser un error. Cuando hay suficiente tiempo, la formación de RDs puede ser comparada,
contrastada, e integrada corticalmente para generar un RD mejor ajustado que guíe la conducta del
individuo en las circunstancias actuales. No obstante, cuando el peligro está muy cerca, el
procesamiento “rápido y ponderado” (1999) es más seguro; la desventaja es que el error se
incrementa. Los padres que han sido expuestos al peligro con frecuencia usan el procesamiento
rápido.

Un modelo conceptual de la crianza infantil inadecuada.

Es desafortunado que la literatura del maltrato infantil esté casi exclusivamente interesada
en los efectos sobre los niños y con frecuencia satisfacen la idea de los padres como “perpretadores”
o “delincuentes”. La aproximación de la justicia criminal está incluso más sesgada, lejos de una
perspectiva psicológica y sistémica. La literatura sobre los adultos mentalmente enfermos, por el
contrario, ve a los mismos individuos no como padres, sino más bien como victimas de condiciones
de enfermedad – así, por mucho tiempo se paso por alto el riesgo experimentado por los niños de los
pacientes.

Extrañamente, la enfermedad mental de los padres raramente es incluida como una forma de
maltrato de los niños. De hecho, con frecuencia se considera una circunstancia atenuante o
explicativa. Más sorprendente, los profesionales que tratan a los adultos raramente expresan más que
un interés pasajero en el bienestar de los niños de sus pacientes. Ni tampoco los psicoterapeutas
infantiles rutinariamente consideran lo bastante o de la probabilidad de trastorno en los padres (2003;
2003). Sin embargo, los niños de los padres con trastornos psiquiátricos o conductuales deben
afrontar un medioambiente en que el estado disposicional del padre es (a) crucial para su seguridad
física y psicológica, (b) altamente variable, y (c) con frecuencia engañoso o inescrutable. Esto puede
hacer estragos en el desarrollo de los niños.

Una razón para estas discrepancias se relaciona a los mal entendimientos con respecto a la
apariencia y la realidad. La mayoría de los casos de abuso infantil y negligencia (Grupo 1) se ven
como lo que son. Es decir, la situación es peligrosa, pero visible, y los padres distorsionan la
información, pero sólo de formas moderadas. Esto es más fácil de identificar, de tratar, y menos
peligroso para los niños que las situaciones de los Grupos 2 y 3. Los padres de los Grupos 2 y 3
fraccionan la apariencia de la realidad. Cuando los niños hacen acting out intensamente, los padres lo
ven normal, pero se apartan disimuladamente o activamente en formas engañosas. Nosotros no
tendemos a focalizarnos en la contribución de los padres. La conducta de los niños es nuestra clave
para ver más estrictamente. Cuando los niños parecen felices y ajustados bajo condiciones
severamente negativas, eso también debería alerta a los profesionales de que algo está gravemente

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errado. Nosotros no tendemos a reconocer la severidad de la situación, con frecuencia hasta muy
tarde como para proteger a los niños. Ver más allá de las apariencias es muy difícil, pero es necesario
si nosotros somos los que van a proteger a los niños y sus padres.

Una de las metas de la teoría ofrecida en este capítulo es conectar los procesos del desarrollo
a través de las generaciones sobre el problema de la protección de manera que nos permita pensar
productivamente sobre la motivación parental – sin tener que deshumanizar a los padres
aproblemados o construir una psicología diferente, una psicología anormal, para ellos. El resultado
deberían ser una mejor coordinación entre la protección del niño, la psiquiatría infantil y adulta, la
justicia criminal en que los problemas de moral y castigo no bloquee el entendimiento de las
necesidades, experiencias, e intentos estratégicos de resolución de los niños y sus padres.

En conclusión, este es un capitulo especulativo que desafía el entendimiento y practica


actual con respecto a los padres cuya conducta pone en peligro a sus niños. Sin embargo, las ideas
que se ofrecen aquí son consistentes con los datos existentes – incluso aunque no hay datos que
afirmen que esta interpretación es correcta.

La pregunta que se viene: ¿Es real?. La verdad en sí misma es evasiva. ¿Lo real sobre el
pasado, sobre el proceso que generó la conducta parental inadecuad? ¿Verdaderamente predictiva del
peligro futuro?. ¿Verdad desde la perspectiva de los padres? ¿De los niños? ¿De los profesionales?.
¿Ética o pragmáticamente verdadero?. Si es pragmáticamente, ¿Con qué propósito?. ¿Para castigar o
proteger y reducir el sufrimiento?. Como se señaló al principio del capitulo, el cerebro no evolucionó
para capturar el pasado adecuadamente; evolucionó para trasformar la información del pasado para
predecir el futuro. La teoría ofrecida aquí intenta ofrecer nuevas perspectivas que puedan ayudar a
los padres y profesionales a proteger a sus niños. Eso es, el test apropiado para estas ideas es si o no
su aplicación incrementa la seguridad y confort de los niños y sus padres.

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