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El séptimo día es, por tanto, proclamado [día] de descanso (cf. Gn 2,2), preparando con la
abstinencia del mal el día principal, el de nuestro verdadero descanso, que es también en verdad el
primer nacimiento de la luz (cf. Gn 1,3-5), en el que se contempla todo y todo se recibe en herencia.
Desde ese día brilla para nosotros la primera sabiduría y la gnosis; porque la luz de la verdad
(es) luz verdadera, sin sombra, espíritu del Señor se distribuye sin división entre los santificados
mediante la fe, asumiendo función (o: el lugar) de lámpara para el conocimiento de los seres.
Ahora bien, siguiéndolo toda la vida nos hacemos impasibles, y (eso) es descanso.
Por eso también Salomón dice que, antes del cielo, de la tierra y de todas las cosas, fue creada
por el Omnipotente la sabiduría (cf. Pr 8,22-25), cuya participación -digo según poder no según
sustancia- enseña a conocer catalépticamente (= de manera comprensiva; facultad de comprender
por la inteligencia) lo divino y de lo humano.
Como parte de un comentario sobre los diez mandamientos, Clemente discute aquí la
proclamación del sábado como descanso. Afirmando que este descanso cultual constituye
la preparación requerida para el día principal, nuestro verdadero descanso. Este día principal
es la primera y definitiva manifestación de luz, nos dice, en la cual toda la multiplicidad de la
creación está comprendida. Omitiendo su empleo de luz para el bautismo y descanso para
la perfección escatológica de los gnósticos y su anticipación en la filiación espiritual,
Clemente aquí nos habla del derramamiento divino que ofrece a los humanos la posibilidad
de participar en la realidad divina. Esta participación es una en poder, no en esencia, se
apresura Clemente a aclarar, y nos ofrece conocer cosas divinas y humanas. Y este
derramamiento lo identifica Clemente con la divina Sabiduría, que según Prov 8, ha surgido
en Dios antes de la creación del cielo, la tierra y todo lo existente.
Mientras el texto habla, de hecho, sobre la primera creación de la luz, la insistencia de
Clemente en el hecho de que la participación humana en la Sabiduría es una por poder, no
por esencia, conlleva que la ousía en cuestión es inaccesible en su total trascendencia, y por
consiguiente poco menos que divina.
Por consiguiente, el Salvador jamás podrá tener odio al hombre, puesto que
por su desbordante amor (filantropía; cf. Tt 3,4) a la humanidad no despreció la
debilidad de la carne humana, sino que revistiéndose de ella vino para la común
salvación de los hombres; porque común es la fe de los elegidos.
Porque la ignorancia no afecta al Hijo, ya que fue consejero del Padre antes de
la creación del mundo (cf. Is 40,13; Jb 15,8; Rm 11,34; Ef 1,4). Puesto que ésa era
la sabiduría “en la que se complacía” (Pr 8,30) el Dios todopoderoso; porque el Hijo
es “fuerza” (1 Co 1,24) de Dios en cuanto Verbo primerísimo del Padre, anterior a
todos los seres creados, y debería ser llamado con toda propiedad “sabiduría” (1
Co 1,24) suya (= de Dios) y Maestro de todo lo que ha sido plasmado por medio de
Él (cf. Jn 1,3).
Uno halla aquí todos los elementos que estaban en la superficie de los dos pasajes
anteriores. El asunto tratado por el discurso de Clemente es el Hijo: es el Hijo el encontrado
en Prv 8 bajo la designación de Sabiduría y en 1Cor como Potencia y Sabiduría. El mismo
Clemente se refiere al Hijo como Palabra del Padre y, bastante abruptamente, como Dios.
Lo que tiene más interés en Strom. 7.2.7.2 es que la Sabiduría es tanto una realidad
hipostática (el consejero del Padre) como el compañero en el que el Padre se complace, y
esa es la cualidad intrínseca que hace a Dios sabio y no-ignorante, la misma Sabiduría de
Dios, como dirá más tarde Atanasio.
Ahora bien, el Verbo de Dios, que procede de David y existía antes que él
Sin duda, también Él es instrumento armonioso de Dios, bien proporcionado y santo,
sabiduría que está por encima de este mundo, Verbo celestial.
Y no pienses que mi nuevo canto salvador es como un utensilio o una casa;
ciertamente existía antes del lucero de la mañana, y "en el principio era el Verbo y el
Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios" (Jn 1,1).
Éste es el canto nuevo, la aparición que ha brillado ahora entre nosotros, del Verbo
que existía en el principio y del que preexistía; apareció hace un instante el Salvador
preexistente, un maestro.
diferencia entre ese ángel escondido, Jesús, presente en las teofanías del Antiguo
Testamento y el hombre Jesús de Nazaret es, simplemente, que el Logos vino a nacer.
Esta teología, que evidentemente representa la tradición común a la que Clemente se
sintió unido, es empleada en la sección contigua del Pedagogo como un argumento contra
los que creen que el justo Dios no es el buen Dios. Cada vez que surge esta infravaloración
dualista de la bondad y sabiduría del Creador, Clemente cita Sab 8,22.
El papel polémico de este versículo, por tanto, no es sólo una cuestión de apreciar que
Dios es intrínsecamente sabio, sino que las Escrituras dan testimonio de la presencia de la
Sabiduría y la interacción con los patriarcas y profetas antes de las mismas Escrituras
también proclaman la venida de la Sabiduría para habitar entre los humanos en la carne,
como hombre. En este punto, Clemente nos recuerda a Justino mártir, que une más
explícitamente la interpretación cristológica de la Sabiduría de Prv. 8 con la interpretación
cristológica de las teofanías del AT, y la encarnación. Bajo ambos testimonios yace el
cimiento mucho más vasto de la tradición cristofánica cristiana.