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EDICIONES

DE LA BANDA ORIENTAL

VOLUMENES PUBLICADOS
1 Eliseo S. Porta. - URU-
. GUAY: REALibAD Y
REFORMA /lGRARIA (2~ ,' \
edición).
2. Ricardo Martínez Ces. -
EL URUGUAY BAT-
LLISTA.
3. Arturo S. Visea. - TRES
NARRADORES UR U-
GUAYOS.
4. J. J. Morosoli - EL VIA-
JE HACIA EL MAR Y
OTROS CUENTOS (ago-
tado).
5. Osiris Rodríguez Casti-
llos. - CANTOS DEL
NORTE Y DEL SUR
(poemas y canciones).
(agotado).
6. Anderssen Banchero. -
MIENTRAS AMANECE
(cuentos).
7. Carlos Visea - EMILIO
REUS Y SU EPOCA.
8. Elíseo S. Porta - IN-
TEMPERIE (novela).
9. J. P. Barrán y B. Nahum.
B A S E S ECONOMICAS
DE LA REVOLUCION
ARTIGUISTA.
10. Juan José Morosoli -
MUCHACHOS (novela
2~ edición) . '
11. José Monegal 12
CUENTOS.

• Colecci6n "Hornero"
1· Juan José Morosoli
P~ICO (relatos para
nmos).
(a la otra solap<J)
EL IMPULSO Y SU FRENO

2
EL IMPULSO Y SU FRENO
TRES DECADAS DE BATLLISMO Y
LAS RAICES DE LA CRISIS URUGUAYA

Carlos Real de Azúa

'J

1 ¡,1

EDICIONES DE LA BANDA ORIENTAL


Coleccl6n Reconqul1ta"
11

e
ADVERTENCIA

A fines de 196J, el grupo de amigos compuesto por Hi·


ber Conteris, Julio de Santa Ana, Julio Barreiro y Emilio
Castro me solicitó la redacción de las páginas que siguen.
Planeaba, para el numero 4 de la revista cultural protestan·
te 11 Cristianismo y Sociedad", un examen conjunto de los
movimientos políticos que a principios del siglo presente
dieron la pauta del progreso cívico y social iberoamericano
as{ como de las causas de su posterior descaecimiento. Es
comprensible que en una nómina no muy taxativa, resal-
tara, junto al Radicalismo argentino y al Partido de la Re·
volución Mexicana, el Batllismo uruguayo.
Dificultades inherentes a tales frr"'Yectos decidieron que
mi trabajo apareciera solitariamente en ese numero 4 y que,
por su desmedida extensión para la magnitud de una re-
vista, lo hiciera en forma fragm~ntaria. Me interesa, pese
a ello, destacar que no es un estudio de o sobre el Batllis-
mo sino, más precisamente, sobre su dinámica poUtica, so-
bre su ascenso y declinación y los factores que me han pa-
recido relevantes para explicarlas. Por eso no tiene otra as-
piración que la de sumarse a los ya variados enfoques -bio-
EDICIONES DE LA BANDA ORIENTAL gráficos, históricos, económicos- que sobre el tema existen
San José 1290 Montevideo y es bien consciente dt: los vacíos que presenta, entre los
que me adelanto a señalar la política internacional, milíiar
Queda hecho el depósito que marca 'Y cultural del Batllismo asl como las correlaciones de éste
la ley • Impreso en el Uruguay • 1964 con el proc_eso de urbanización del pals.
La lnáole general __, generalizadora- del trabajo na
admit{a las muchas cotToboraciones que cada afirmación l. UN SUPUESTO, UNA EVIDENCIA
fundamental exigirla; me. parece obvio manije~t~r que a t<r y DEMASIADAS V A R 1A B L E S
dtu las realmente "discutibles" estoy en condiciones dtJ de-
fenderlas.
Un p.oco por proclividad natural y por posibilidades y
otro poco por haber sido las md.s desatendidas, subrayo más
de lo que ha sido habitual hacerlo los fact<n'es politiC()s y
los de carácter histórico-cultural e ideológico. En todos los
puntos de índole económica y social siento f'UeTtemente -en
cambio- la tentación de remitirme a la ma'jQrla de los traba·
jos que han estudiado esas modalidades de la época bat-
lli.sta, tales los de Francisco Pintos, Vivian Trías, ]osé C. Wi·
lliman (h.), Ricardo Martíriez Ces, Germán Rama y otros.
Tratando fenómenos de naturaleza cuantitativa o de exjn'e- Resulta una tarea intelectual muy complicada. muy
sión cuantificable, el material estadístico que ellos suelen llena de bemoles contestar la pregunta que provoca este
presentar suple ventajosamente la ~usencia de corroboraci<r planteo. Pues si se lanza la pregunta: ,por qué se detuvo
nes que a este ensayo afecta y que, de haberla subsanado, el impul$o jn"ogresivo que un partido -el Batllismo- im-
hubieTa pasado a ser. otra cosa. Vale aqut la pena de obser- primió 41 U1uguay en las primeras décadas de este siglo1
var que en los autores citados se hace sentir algunas veces tanto las dificultades metódicas como las reacciones pasio-
la /alta de una debida comparación entre las cifras del pe- nales se ¡>l'esentarán en bandada. Para comenzar con las
ríodo examinado y las de los que le precedieron y siguiet"on, segundas, muchos fieles que ese partido conserva, y sobre
único medio, al fin, de fijar ritmos de crecimiento y no todo los remanentes de su "guardia vieja", negarán tajan·
imputar a una poUtica determinada lo que fue el resultado temente la realidad de hecho que ya supone la ititerroga-
del desarrollo natural del paJs. ción; otros señalarán -altivos, desentendidos- que si la cues-
Debo agregar, por último, que habiendo sido redacta- tión es pertinente es porque el país no fue fiel, o bastante
das estas pdginas pensdndose en un lector previamente des- rec;eptil'O, a Jos postulados y a la acción de Batlle.
entendido de la realidad presente e hist'órica del Uruguay, No es posible, ahora, juzgar conclusivamente estas dos
quien eventualmente recorra el textp, deberá disculpar mu- excepciones. Y si la réplica a la última se confunde con
chas menciones que podrd encontrar pleonásttcas, si es que todo lo que deberá ser reflexionado, la inicial, que descar-
a un pú~lico local se le supone dirigido. ta toda vivencia d'e ..crisis nacional" no se rearguye: sólo
se descarta con la evidencia dolida de hasta qué punto to-
dos los uruguayos medianamente sensibles sentimos aqué-
lla <1'.

(1) No faltarli quien afirme que la segunda comprobación es uno


de esos clásicos productos del "wishful thinking" que cada consulta
electoral desmiente. No resulta, empero, muy audaz afirmar que asu-
timos con esto a un fenómeno de verdadera esquiwfrenia poHtica: la
mayoría de los uruguayos vota cada cuatro aíios en carriles confor-
mistas y viven, después, a lo largo de ese cuattienJo, en una sardónica.

8 9
De cualquier maneta, relacionar determinada situación Si se presume que el país no fue bastante receptivo a
colectiva con la responsabilidad de una fuerza política es "la obra de Batlle", ello lleva implicito que si esa obra me-
extremadament~ embara?oso. Mientras la experimentación reda más completa recep(:ión es porque, entre otras coaas,
tenga en historia y ciencia social un ejercicio tan ende· respondía a las necesidades naturales del Uruguay y a su
ble y tan restringido a pequefíos grupos serán puramente destino. Por otra parte, y en el caso concreto que aquí se
tentativas nuestras respuestas a muchos interrogantes que Batlle hizo todo? indagará, las tesis del "monopolismo" y el "protagonismo"
la vida de los hombres plantea. del Batllismo (así alguna vez las llamamos) son difíciles
En lo que es atañedero a la interrogación inicial, creo de mantener: un análisis histórico medianamente atento
que son, sobre todo, tres, los que exigirían sor despejados. no sostiene la convicción de que Batlle y Ordóñez lo haya
Uno: la de hasta qué punto la dialéctica interna de un hecho todo y de que su partido -y esto es de especial evi-
movimiento político se mueve sin trabas en cierta direc- dencia en el rubro de la libe1·tad política y "la verdad del
ción o, por el contrario, son factores externos, supervinien- sufragio"- promovió todas las obras que dan timbre a esta
tes, fuera de su alcance, los decisivos. el lugar de etapa. Tales inferencias (para lo que aquí interesa), tienden
O, usando términos distintos: ¿hasta dónde tiene "rea- otros todavía a complicar la cuestión, pues hacen que no pueda
lidad", juzgar en el vado un experimento histórico social? partidos indagarse en la dinámica de ese período sin entrar en el
Pero aun ¿hasta dónde ese movimiento político moldea examen de esas fuerzas y factores concomitantes que fueron
una sociedad al punto de determinar que todos los trazos los otros partidos -el Nacional sobre todo- y el equilibrio
de ella sean una consecuencia de esa operación? precario pero efectivo, a que entre ellos llegaron.
En tanto estas ambigüedades no puedan disiparse, pa- el lugar de -· Tampoco -todavía- y esto sin negar radical, peligro-
recería lo más prudente concluir que no existe en tal si- la sociedad samente la espontaneidad decisiva de lo político y su fuer-
tuación de descaecimiento una clave intrínseca al partido uruguaya za modeladora, puede descartarse enteramente que un mo-
mismo y por el contrario, el agotamiento de un impulso se vimiento partidario no sea expresivo (en buena parte) de
juega en una serie de interacciones entre el partido actuan- condiciones y predeterminaciones de una sociedad dada;
te y ºla circunstancia" en que lo hace. Considerar los in- imputar todos los rasgos de elJa a una trayectoria dvica, por
gredientes de esta última como distorsiones, "factores dis- mucho que ésta aparezca profunda y radical, es un desen-
funcionales" no resulta, sobre todo, equitativo; tácitamen- foque acechante, nada fácilmente evitable.
te, ello importaría suponer el derecho a la ·mediatización En lo que tiene que ver con el Batllismo y con el Uru-
de toda una sociedad para la acción de una fuerza predesti- guay, nacidas de una motivación propagandística pero tam·
nada. Tal suposición, que es común a una mentalidad to- bién impregnadas de romanticismo histórico, las dos posi-
talitaria, ni la visión histórica del Batllismo la tolera ni bles injusticias recién aludidas han sido jaqueadas desde
sus dirigentes o sus masas llegaron nunca al punto de re- hace más de veinte años por cierto determinismo que in-
clamarla. sistió -cono también aquí se hará de pasada- en las es-
peciales características de la colectividad uruguaya y sus
tendencias inmanentes. Muy recientemente, un historiador
inorpnica, mortecina rebeldía: así actúan en el plano privado, y sobre norteamericano, Milton Vanger, en su sólida monografía:
todo en el gremial. Queda. claro, la tenue conformidad de que, con
todo, "en otros lados están peor" (Latinoamérica en vista) y de que "José Batlle y Ord6ñez.: the creator of his times" (Harvard
"por lo menos hay libertad". Otros rasgos de esta actitud se exami- University Press, 1962) ·retorna en cierta manera a la posi·
narán después, aun con la plena conciencia del convencionalismo que ción original. Pero si su actitud, debe decirse, resulta salu-
representa manejar un hipotético y prototfpico "uruguayo medio"', dable en cuanto a reivindicar la libertad creadora y la con·
10 11
tinpncia de la acción política; si posee . eficacia polémi~a por ejemplo, el reemplazo de las estructuras militares por
con~ a!gunos estereotipos de impregnac1~. J?•eudo-marxi1~ las civiles; de las agrario-campesinas, por las urbanas e in-
ta, dificil es, con todo, considerarla def1muvamente .p et- dustriales. O la sustitución de vínculos desde lo comunitario
1uasiva. &to es por lo que soslaya -es probable _que a cau- y estamental a lo individual y contractual. O la de las pautas
sa de un imperfecto conocimiento de nuestro siglo XIX- desde lo espontáneo e intuitivo a lo racional y deliberado.
la muy especiaUsima nación americana que el Uruguay, a O la de los valores, desde lo religioso y tradicional a lo
lo largo de esa centuria, fue siendo. ¿Por qué se freno el impulso batllista? científico y "moderno". Y en el caso de las entidades na-
Pero antes de esbozar sus rasgos hay q~e volver a la cionales globales, resultará también el "progresismo•• la di-
intenogación. La interrogación - precisába• , e~ 13: ~e por sipación (parcial o total) de muchos trazos diferenciales
qué se frustraron ciertos movimientos que. a prmc1p_10s de del ºente-naciónº, su relevo por patrones deliberados y ubi-
siglo dieron la pauta de algunas naciones 1beroatben~n~ 1 cuos de humanitarismo universal, de solidaridad e identi-
Resulta lógico, entonces, fijar cuál era esa pauta, qué s1gn1· ficación (5) De alguna manera, paradójicamente,
sin fronteras.
¿Qué
ficaba el "progresismo.. (o lo "progresiv_o" que, po~ muchas significaba esta corriente de apertura no parecerá contradictoria con
razones, que resultaría aquí ocioso explicar, preferiríam~) · progreso? el esfuerzo por romper los lazos que mediatizan a tutela y
(1) Hacia principios de siglo es indudable C\ue en cual- explotación extranjera numerosas naciones, lo que implica
quier lugar del mundo se calificará de "p~ogresuta" un mo- más allá del puro formalismo poli tico de la independencia,
vimiento que desplace la hegemonía social de ~os sect~res devolverle al pueblo de cada comunidad tanto la libre elec-
agrarios tradicionales a los burgueses o mesocráticos abrién- ción de su destino como el pleno disfrute de sus riquezas.
dose desde ahí, por vía evolucionista, en forma más o me- Pero si se recorta con cierta precisión el antedicho con-
nos franca o tímida, al "derecho social", a la tutela de lOI cepto es porque planteándose el problema del agotamiento
aectores trabajadores, a su protección por medio de una efi- de los movimientos políticos que dieron fisonomía progre-
caz legislación laboral. Tampoc:o será inf~ecuente q1:1e e~ · sista a ciertos países americanos en el primer tercio de
"progresismo" implique(2) determmada políuca de nacrona11- este siglo - cabe que la cuestión se despliegue en dos y
:iación y estatización 4e algunos sectores de la vida econó- hasta en tres interrogaciones:
(3) en lo político representará un movimiento ¿Fue el batllismo realmente
mica mientras 1 . De si eran -y lo era el batllismo- tan progresis-
que afirme la continuidad rigurosa del aparato institucio- progresivo según los canones tas como es habitual creerlo, todo de acuerdo a
nal del Estado, que consolide el principio de "legalidad", marcados? los cánones anteriormente fijados.
que haga efectivas ciertas convenciones de la "representa- 2 . Si aun, positivamente establecido que lo fueron,
ción••, que tolere la multiplicidad de partidos y su efectivo el movimiento de la historia -o su despliegue dia-
funcionamiento, que asegure a todo ciudadano un circulo léctico (como ya es usual decirlo)- no puede ha-
más o menos ancho de derechos y de garautías. En el plano ber dotado de equivocidad ese "progresismoº, no
(4) educacional, para seguir, significará la difusión y universa· puede haberlo hecho ambiguo hasta determinar
Iización de la enseñanza escolar y media.. una tendencia que que sus efectos hayan devenido factor de estanca-
conducirá a afirmar las notas -en cierto modo imepa.ra- miento, de agotamiento y hasta de involución.
bles- de obligatoriedad y gratuidad. Sea. Pero todavía al margen de esta inquisición que-
Calando más hondo, hay probablemente una serie de daría otra. Y es la de si con relativa regularidad, no suel•n
rasgos, difusos pero efectivos, que hacia esos tiempos re- darse entre los móviles y loa resultade>1 una inocultable di-
clamarán el término de "progresista" para un régimen que vergencia. O, para emplear un ejemplo de lo que ha de
se uiente en zona céntrica o periférica del mundo. Son, ser nuestra materia de reflexión: la de si aquel .a uténtico

12 13
populi8ta que Batlle fue, echó las bases de una c~muni­
dad lo suficientemente dinámica como para rumplir con ti. LA LAMPARA EMPAAADA
eficiencia creciente la tarea de llevar a la altura históri-
ca los sectores humildes y desposeídos. O la de si, por el
contrario (para usar el aforismo escéptico), no se dio el
caso de que mucho de nuestro actual desvencijamiento na-
cional, no se ha empedrado (justamente) ron todas aque-
llas buenas intenciones, todos aquellos limpios, insoborna-
bles propósitos.
Ante tal despliegue de posibilidades, el autor de estas
páginas se siente llevado a afirmar que su actitud inicial 1

ha sido la cautela, la voluntad de enfrentar el problema sin 1

esos prejuicios que en este caso representarían su mismo


inescapable compromiso de ciudadano y aun las variadas "Utopía". "Welfare State••. "El laboratorio del mun-
ocasiones en que ha opinado sobre este sector de la histo- 1 do"'. "La Sttiza de América". "El Paraíso de los locos" (tam·
¡
ria del país. Ecléctica podría llamarla alguien: en el re- bién). Hasta nuestros días -prácticamente- la singulari-
gi~tro de causas posibles puede recoger también el sinóni- dad extrema del cuadro político-social uruguayo ha atraí-
mo de "probabilista". No cree tampoco -lo adelanta- que do atenciones (a veces minuciosas), ' ha despertado fervo-
haya ninguna clave oculta, inédita, sensacional, ni que la res, ha suscitado animadversiones en apariencia despropor-
verdad del diagnóstico pueda alcanzarse por otras vías que cionadas a nuestra entidad como nación. Si la opinión pro-
por una acumulación concienzuda de rasgos. Siempre, claro gresiva mundial adhirió a los primeros rótulos (de los que
está, que éstos sean suficientemente importantes, que re- algunos fueron de factura local), los intereses conservado-
sulten lo estratégicamente influyentes que es menester. res anglosajones se apegaron, en algún momento, y con
fruición, al último, sin duda craso y malhumorado. En los
años que corren, estudiosos extranjeros (caso de los norte-
ame~canos Simon Hanson, Philip Taylor y Milton Vanger,
1
del n_iglés George Pendle, del sueco G0ran Lindhal) han
1
p~ec1do de nuevo ganados a una fascinación que se creía
dmpada! por más que en ellos ésta se haya vertido en es-
tudios. n~rosos. (Aunque sea un rigor que no descarte a
veces imphcarlos tan plenamente en la circunstancia nacio-
nal como si fueran uruguayos cabales). C2l
.R~sulta muy probable que cierta candidez partidario-
patnót1ca sea muy capaz de ilusionarse con tales síntomas.
Cabe observar, sin embargo, que el interés de estos univer-

1 < > • Phi~ip Ta!Ior: "Government and Politics 'in Uruguay" (Tu·
2
anc: Un1versity) ; S1mon Hanson: ••utopia in Uruguay.. (Oxford Uni-
vers1ty PreM) · De los tres restantes se hace referencia directa en el
curso de estas páginas.

1' 15
sitarios -todos del área noratlántica- es esencialmente cien-
tífico y que hoy es el mundo entero el que se encuentra esencialmente al conflicto de democracia y tot~itarismo, de
bajo el lente hurgador de temas para una fabulosa pro- fascismo y antifascismo, de dictadura y legahdad en que
ducción de tesis académicas. Y ese propio comprometerse en aquélla se desplegaba sin matizaciones. Mal momento. en·
el asunto manejado que todos ª<luellos atestiguan, puede tonce~ para apreci~ la i1!1pron.ta uruguaya del Batlhsmo
ser sólo una expresión de la creciente universalización de tal ruido y tal furia, tal myeccaón de los cerebr<;>s con l~­
los dilemas políticos fundamentales. (Una "universalidad" mas tan ambiguos y estridentes (lo que no quiere decir
bastante transparente en el Uruguay y, sobre todo, en el pe- que siempre vados de toda sustancia).
ríodo que ellos estudian). Después de 1945, Por eso fue después de 1945 -una ~echa que. suele acep-
Cuatro o cinco exóticas golondrinas, entonces, no ha- pasada la tarse como hito simbólico de emergenóa de una nueva ge-
cen verano y, si hubiéramos de trazar una curva: la de la revuelta, se neración- que empezaron a v~rse el, o fos problem~. c::uan-
descubren los do, disipada la amenaz~ más contundente, los móviles idea-
publicitación de la originalidad uruguaya, sus trazos más
errores del les de la contienda universal revelaron su endeblez y una
altos se encontrarían mucho más atrás. Digamos, alrededor Batllismo
de la tercer década del siglo, en las "entre-deux-guerres", a promoción id~lógicamente. más re.lativista a~vino,. el tema
veinticinco años de nuestra situación. Más adelante poco de Ja estagnación de la vida nacronal -recién entonces-:
s~ hall~ y lo que se ofrece cambia de tono, pasa de lo di- comenzó a organizarse. . . . .
tuámbico a lo neutro y de lo neutro a lo aprensi\'o. In- Porque esa fue la · primera evide!1aa: estancamiento,
cluso, vale la pena marcarlo, un libro tan equitativo como lasitud, involución, raquitismo escondido de . todo ~o que
l~ excelente monografía d~ ~eorge Pendle sobre el pais per- se nos había mostrad<> tenso y uberoso. El mismo diagn~
dió, desde Ja segunda edmón <a> su aprobatorio subtítulo tico de nuestros países, que los economistas del desarrollo
de South America's first Welfare State. comenzaban a esbozar en esos años, se hizo ~resente. para
¿Qué es lo que ocurre (o lo que ya ha ocun~ido)? nosotros en todas las manifestaciones de la . vida naet~nal.
~o me cabe duda de q~e fue en el Uruguay que tal Todavía no se desplegaba la triste elocuencia de las cifras
reflujo del orgullo y la confianza comenzó y, obviamente, y de porcentajes pero, por delante de. ellas, tod~ cobraba
él no podía haberse iniciado en otra parte. Pero retrazar su una apariencia de fraude, de presunaón, de qmero Y ~o
curso es, a la . vez, endiabladamente fácil y difícil para quie- puedo; de complicidad verg:onza~~e y equívo~. Era lo m,is-
ne.s -como el que esto escribe- tal proceso ha sido el centro mo si mirábamos lo político ( la democracia perfecta 1
mismo de su experiencia de lo nacion¡il. que lo social ("el laboratorio del mundo") , que lo cultu-
En realidad, cuando cayó el Batllismo en 193~, barrido ral c•ta Atenas del Plata), que lo econ6mico ("el país
P?r u? golpe de Estado tramado, empujado desde sus pro- pequeñ<;> pero, rico") . . .
pias ftlas, el Uruguay, que había contribuido a modelar, C.Omo en el apólogo del medioevo espafiol, !l~die p_a~
estaba dei;riasiado cerca como para jerarquitar lo sustancial reda atreverse a decir de "los butladores que ficieron el
de lo accidental. La división ideológica mundial se había pafto" que nuestro orgulloso país estaba mucho más d~s­
hecho --por o~a parte- demasiado acuciosa y en el fre- nudo de lo que pensa~a, que mu~os (ya) sentíamos fn~.
cu.ente azoramiento y confusión en que ella hizo caer a las Este estado de ámmo fue creciendo y los hechos mt~­
minorías responsables del mundo marginal, el dualismo vio- mos Jo· empujaron. Como la inteligencia clama por expb·
lento del Batllismo y sus rivales triunfantes se mediatizó cacioncs, muchas se dieron de lo que se veía en to~o. Al-
gunas de ellas, es difícil negarlo, car~on demasiado las
(1) London, 1952; 2a., 1957 . tintas, por aquello de que en el princip~o de estos ~tados
de conciencia es siempre la autoflagelaoép desmedida· Y
16
17
ienso en Arturo Despouey) in·
también es claro que por su importancia histórica, por estar d e 1920. y todavía otros (p f º6 -o una excelen-
d ficiencia de una per ccc1 n aí
de nuevo en el candelero orondo y sin complejos, se idea- sinuar.~f! la ºde"· Montevideo contra el telón de un p s
ron varias imputando en el Batllismo la responsabilidad ~a- o~cu; ~r~guay (entero) sobre _el trasfondo de una
de lo ocurrido en ese decisivo primer tercio de siglo. mtocado. e . d nada y dramática.
Para la crítica marxista, la revolución nacional bur- Hispanoaménca lenca ~arían las dos últimos hipótesis, fue
guesa (pequeño-burguesa) que el Batllisino representó, fue Pues como o pro ella que paradóJ" icamente,
el contraste con ,
demasiado endeble para dejar pasar a la réVolución prole- justamente ~n . .do seguras calidades comenzaron a re-
taria que la hubiera completado; a veces, también, parece las que hab1an pareíc1 n1· dad fundación sin raíces "!
1 guera ego smo, va ,
aflorar subconscientemente la opinión contraria: esto es, de su tar ~e t1ºerr~ nutricia en la que asentarse.
que fue _demasiado perfecta, demasiado condusiva como pa- hasta sm
ra franquear con facilidad a lo que considera su debido epi·
logo. <•> Para todos los que a las estructuras miraron, el rio
tocar el latifundio, él congelar la organización agraria fue
el pecado mayor. Para otros (parece ser la sustancia de un
reciente planteo de Germán Rama) el ser un movimiento
de clase media, de pequeña burguesía, cargó al Batllismo
de las limitaciones, las contradicciones, las inviabilidades de
cualquier proceso por ella asumido. Para muchos menos (es
el diagnóstico de Servando Cuadro y de Roberto Ares Pons)
la debilidad esencial no estuvo tanto en las estructuras co-
mo en la inspiración filosófico-cultural de ese Uruguay alu-
vial y no sólo batllista: el racionalismo, el individualismo,
el hedonismo ramplones que la informaron, el desconoci-
miento de "la naturaleza religiosa y trascendente" del hom-
bre, la ceguera a la dimensión trágica del mundo y de la .
historia. Alguno recordó la frase de un penetrante exilado
boliviano: por ir más adelante nos habíamos quedado más
atrás, lo que quizás pueda explicitarse que esclerosándonos
en una relativa, aceptable forma no contábamos con la ma-
leabilidad de otros países de nuestro continente, másncos,
infinitamente más ricos que nosotros no sólo en riquezas
materiales sino en capacidad de empuje, aventura y espe- ¡

ranza, también más capaces de saltar desde su barbarie a


la edad de la automatización y la organización de masa que
nosotros, que este Uruguay envarado en su raída elegancia

• ~4) No parece dudoso que. tanto una eventualidad como la ot~a


1mphcan una perplejidad. por no decir una amenaza, a ciertos eique-
mas marxistas demasiado seguros .
19
18
111. EL PAIS y LA OBRA
Sumada a las condiciones especiales de un "buffer sta-
tc" y a un ~erritorio sin riquezas extractivas ni agiicultura
de plantación. nuestra relativa lejanía de las zonas más tra-
bajadas hacia esos tiempos por la penetración norteame-
ricana, decidieron también la condición singular de un país
más libre~ más emancipado que casi todos los restantes del
continente de toda forma realmente crasa, realmente opre-
siva. de dominación imperialista. <5 >
Por todo ello, más el agregado batllista, 1a República
Oriental del Uruguay resultaba hacia el fin de la segunda
década de esta centuria una excepción, una experiencia
impar en el cuadro de las casi veinte naciones que al sur
sigup1?órq?e desa disimilitud con el resto del continente era de los Estados U nidos cumplían a tropezones su trayectoria
Y sien o -Como pued . 1 . , histórica.
Desde el u ~ recapttu arse-, un presionan te.
"época b tll" p ,,nto de partida, cuando algo parecido a la
a ista era una pur · .
claras, evidentes ventajas. a conungenaa, ya se daban
Las particularidades urguayas
ame!~ent_a de todas las ~xtremosidades de 1a naturaleza "País de las cercanías", hemos llamado algunas veces
lan paí~=· yfr;c;sgi~nceas1ore1s ms'?portables, cordilleras que aís-
al nuestro. De "la cercanía física~·, pequeña superficie y
. , se vas impenetrables y d · una naturaleza (como decía nuestro poeta mayor) "a la
tensión desalentadora; poblad . es1ertos, ex- mano del hombre". De la "cercanía social", todo lo relativi-
no blanco ('•caucásico" ~ por un contmgente huma- zada que se quiera, pero efectiva, si se comparan niveles de
mezdas perturbadoras de gr~~t~ a i de1ci:se)' homogéneo, si? vida y concentraciones y dispersiones del ir~greso con los de
me que Jo era) de masas i dí n e astre (pareda unám- otras naciones americanas. De la "cercanía cordial" también
una conjunción feliz de m ~ genas o negras; salvada, por habría que hablar, en una comunidad que por debajo de
histórico-sociales que tant0 e eoro~, de todas las maldiciones un aparente y riguroso divaje partid'ario tiene una tradi-
continente. pesa an sobre buena parte del ción histórica común y virtualmente unánime en una fi-
Frente a 1a mayor parte d 1 . gura como Artigas tan claramente superior al tipo de las
canas, ordenadas en estratifi .e as na~1ones _latinoameri- que en otros países de América alimentan la polémica y
minadas por una clase terr c:c1'?nes sociales rigurosas, do- la escisión interminable. Asimismo, por fin, más fácil, más
poderosa casta militar un: emen~e ~emi.feu~al, por una habitualmente asentada en la participación de muchas pro-
las minucias de la vid: secul~gle~1a mm1scu1da en todas clividades, mantas, vicio$, maneras y devociones tan cabal-
sentaba el espectáculo de un ' e. Uruguay de~ 900 pre- mente comunes (las de deportes unicos, no da$ísticos son
socrática, civil. Nada de una c~associeda~ secularizada, me- unas) que ninguna barrera de fortuna o de cultura puede
ni de un pueblo infra-proleta . edmedia entec~ y apocada. resistirlas.
mo, pasivo, sino dignidad en é~~a
0
Y _campesmo misérri-
dasc en el sector medio unid e y _na~1ente conciencia de
acrecentar su peso en 1~ dir~i~ un 1 níc~piente propósito de
1
(5) Lo dicho no in1por~ disminuir la entidad, muy a menudo
n P0 t.Jca de la nación. soslayada por cierto antitnpcrialismo unilateral, de nue$tro atornilla-
11tiento a la economía britinica.
20
21
Todas estas saludables disposiciones estructurales se
table. ~ntra
veían, empero, identificadas -o tal vez fortalecidas, asegura- muchas reticencias internas, contra presiones
~· ~stodia~as- por una obra política cuya coherencia, con- ro evidentes se nacionalizaron to-
internac1onales, caudtas lpeR ública (Í906-191!), el Hipote7
tmu1dad y efectividad no presentaban tampoco parangón talmente el Banco e ª ep · 1 s más
en otros países del hemisferio. . (1912) se estableció el monopolio de os seguro .
~ano , se or anizó su Banco (1911), se estatl-
Este es el hecho que sobre todo importa certificar pero importantes ~ . delgPuerto ( 1916) , se crearon los ferro-
también significa mucho que varias de aquellas condiciones zaron los servicios , bl" los
carr~l~s ~~ ;:~~gí~ eléctri~a
ya vinieran alentadas como ya decía, desde el país criollo d (1912) pasaron a manos pu 1cas
(1912), los telégrafos (1915)'
del siglo anterior. Creo que este es especialmente el caso
de la clásica falta de impositividad de una Iglesia jaquea- servr~:eó la orientalización del cabotaje (1912) y se .pro-
se p a rimeros años del Batllismo- la nac1ona-
da desde el principio por el auge liberal y fuertes minorías
no tradicionales. O el de un ejército escaso y que sólo y~t~ -desde !'~n~olio estatal del alcohol, el tabaco Y. las
hzac1ón y .el Jada el final del primer tercio del siglo
cumplió por sí mismo un golpe de Estado (el del 15 de aguas corrientes. . . . batllista en cuanto a su ca-
enero de 1875). O aun el de esa estructura económica (y se formó (no sm. r~1stenc1t F . orifico Nacional (1928) y
una clase propietaria) sujetas al incesante remezón de la :rácter mixt~ pn~~tis~a) l:s u:~~as y Teléfonos del Estado
r
guerra y la ruina y carente -al mismo tiempo- de una fue la Admimstraci n e . d l iodo que fenecía.
masa humana cuantiosa y subordinable como la que exis- (l9Sl) la última gran expresión e . per _ d
. lít. a de creación fue acampana a
tió en los primeros virreinatos. O, por fin, el de un país Pero también esta. po l~asta de represión; <e> las com-
privado de esos caudales mineros, que han incitado, más por una de contención y . 'f (entre otros) conocie-
que ningún otro señuelo, la piratería imperialista·· en nues-
tro continente o en otros. pañias tranviarias y los f~go;~ i~~damérica: un Estado di-
ron lo que era tan desusa ~lar dis uesto a vigilar sus ga-
su au d,e fis~al , sus prepotentes tra-
Pero por mucho que tal despliegue resultara alentador, fícil de desmesuradas,
corromper y atropefr
es indudable que también haber alcanzado la estabilidad nancias
política y el orden administrativo y financiero logrados tras
l 900 nos inmunizaron a otros males posibles (y con Estatizaciones
esto tos laborales. . istrada . "nacionalización" se acom-
y Con la excepción reg. .ó :, más menos completa
comienza un brevísimo recuento de la obra batllista).nacionalizaciones - 6 · mpre de "estauzaci n 0 . . á
pan s1e verá el desprestigio m s an-
No es arbitrario partir por una de las vías más transi- (abriéndose por ahí, como se todo eso constitucionaliza-
tadas por la penetración imperialista: los empréstitos. O h l"groso) Por entonces, 1 f
mejor aún: los empréstitos y el cumplimiento leonino de sus c o y pe i . í 1 100 de la Carta de 191 7, ue en-
do en el famoso. art cu o de las clásicamente llamadas
obligaciones en la general insolvencia latinoamericana tantas grosando la versión ~ru~~y~tad " Unas funciones que,
veces promovida por los propios prestamistas. De ello se Ji. "funciones secundarias e n i~iÚalmente muy lejos d~l
bró el Uruguay que en el primer cuarto del siglo fue repa- por otra parte, ya nos colocara d casi todos los países h1s-
Estado d~tartalado y ang~t~i :ndarme, casi siempre fiel,
triando sin pausa su deuda externa mientras que todo el cer-
co de garantías se completaba con la política de nacionaliza-
ción de los servicios públicos que es uno de los timbres de
panoamer1canos de .la dépoca.
de los intereses priva os era e
f
de estos, la porción que,
orgullo del BatUismo. Si ya antes de él y durante la década
del noventa habían sido preservados para el país el Banco . . ucsto a la remisión de di-
Hipotecario (l892) y el Banco República (1896), fue el im- ( 8) pro~ectos de im~fas por parte de las com-
Es el caso de los
vidcndos al exterior; de depós1tl~bded gapora: Batlle. contra el Liebig en
pulso batllista el que completó la obra y rescató lo resca- . de la lucha 1 ra a .
torno a ela seguros~
d
paAfas i
supres1un d e los derechos de exportaaón.
22
~3
por el contrario tomó para sí el E$tado uruguayo en todos
los rubros fundamentales (gestión empresaria, distribución cual la sociedad y la economía uruguayas hubieran cambia·
de la renta nacional) resultó desusadamente grande; aun do menos aún y más precariamente de lo que lo hicieron.
el mantenido aporte de la explotación pecuaria privada
y el carácter capitalista del proceso industrial no fueron
capaces de arañar su volumen. El ascenso de la clase media
industrialización Todo el
Se ha hecho referencia ·a la industrializa(:ión. Concurren demasiados factores o circunstancias al as-
curso del Batllismo sería virtualmente inexplicable sin esta censo o de(:Iinación de una clase y esto es especialmente
pieza fundamental. Ya las leyes de 1875 y 1888, reaccio· antecedentes obvió cuando se trata de enmarcar las medidas de promo·
nando contra el librecambismo de 1860 había echado sus ción político-social qu~ impulsan, por eje!11plo, :1. ~os .sec-
bases y le habían impreso las características previsibles: in- tores medios. Dígase, sm embargo que, la mdustr1ahza~1ón,
dustrias livianas_, de consumo, de las llamadas "'ttadiciona- el agrandamiento del Estado, la ~ucha contra los propieta-
1es" en la terminología desarrollist~. Sólo más tarde las
consolidación rios de la tierra parecen estar imputando ~stos proc:sos
dos. _guerras mundiales serían las que lo impulsarían' sus- a un ineludible (e inconfundible) protagonista clasistico.
tancialmente y esto con todas las limitaciones imaginables La clase media -no exactamente "la ~urgu~ía" - se iden-
en un peq~eño mer~ad~ consumidor y de baja capacidad tificó en su marcha con la obra batllista inicial y a ella $e
de exportación .. Es difíol negar, con todo~ los empeños que han referido estudios comparativos penetrantes, como el de
en el. entremedio ~elaron por ese proceso industrializador y John Johnson, para consustanciarla con su esfuerzo entero.
1a cuidadosa atención que el Batllismo le prestó. A ella de- Todo está como se decía, demasiado intrincado, pero no
be imputarse la promoción (que en mucho desborda este habría qu~ olvidar, entre las fuerzas de impulsión, la ta-
designio instrumental) de una clase obrera estable y bási- rea educacional de esos años, que fue, en buena parte, obra
camente int~da en la sociedad global del país. También batllista y que se orientó, como más arriba_ deda, en el sen-
el ensa?cham1ento de la habilitación técnica que represcn- tido de universalizar efectivamente la ensenanza. Las escue-
ta.r~n ~ertas formas de fomento educacional, una nueva or- las nocturnas para adultos (1906), los liceos ?epa~tamen­
gamz~c1ó!1 de la enseñanza industrial (1916) y, en general, tales (1912), el Liceo Nocturno (1919), _la Umvers1dad de
el des1gmo de una auténtica difusión de los estudios~ Todos Mujeres (1921) participan de un prop~s1~0. que se un~ es-
estos avances constituyeron tal vez los rubros menos deli- pontáneamente con la extensión del prmc1p10 de gratmdad
b~rad~s pe_ro de más largos y amplios efectos; no podría .:_implantado en las leyes Varela-Latorre de. 1877 par~ la
discutirse s~n. embargo, que la clave de esa industrialización, etapa escolar, e~~endido en 1.916 para la media y supei:ior:-
que no_ es. IDJUsto llamar batllista, fue la política aduanera y con el de lamdad, consolidado en ~ 909. Aquellas msu-
protecc1om~ta -era la terapéutica tradicional- las relativa~ tuciones, estos principios (sobre todo s1 se les agrega e! de
n:iei;ite tard1as .leyes ?e privilegios industriales (1919 y 1921) la obligatoriedad escolar, también de 1877),. car:ictenzan
Y ciertas medidas fiscales, entre las que resultaron funda- nuestra educación. Pero además señalan la fidelidad con
. .nentales la_s norr~as de 1906, 1911 y 1912 -especialmente las que el Batllismo recogió su inspiración tradicional; su veta
de est.e último ano- sobre franquicia$ a materias primas y iluminista, su profunda. fe en la cultura intelectual como
máqumas. Hoy puede concluirse que si tal cuerpo de decisio- factor de. movilidad social ascendente aunque también (~­
nes careció a ~enudo de solidez, y casi siempre -como en ria un matiz diferencial con los admirados Estados Um-
cas~ de }a .textil- de la debida "generalidad"- .fue ca az dos) el •Jtope., -así hay que llamarlo- "mesocrático" de
de lmprimu en cambio ese impulso de desamarre sinp el esa movilidad. ,
Una aspiración más peculiar, en cambio, traducen Jas
24
25
Escuelas (más tarde Facultades) que se debieron al impulso allá de sus condicionantes de clase accede a valores ideoló-
creador de Eduardo Acevedo: la de Agronomía, la de Ve- gico-morales de tipo universal y es, sin quebrantos, fiel a
terinaria, la de Química especialmente (1916 y 1918). Re- ellos.
presentaron una orientación practicista y técnica, funda- La ley de ocho horas ( 1915) , el descanso semanal
mentalmente realista, muy coherente con las ideas del gru- (1920), la prevención de los accidentes del trabajo (1914),
po penetrado de positivismo desde el que Acevedo accedió, la "'ley de la silla" (1918), la del trabajo nocturno en las
en camino divergente al de otros, al Batllismo. El traba- panaderías (1918), los salarios mínimos a los trabajadores
joso trámite de estas instituciones y su posterior estanca- rurales (1923), a los empleados públicos (1925), y a los que
miento hasta hoy podría valer por el más transparente sín- trabajan en obras públicas (1927), podrían ser medidas irre-
toma de ese "desarrollo frustrado" de una sociedad de raíz
agropecuaria que se pl.anteó al principio (y puede
empezar, con esto, a de1ar de serlo) como mera interro-
'ª levantes, insigni~icativas, sobre todo si se nota al registrar
los textos de la época, la ausencia de una legislación ge-
neral de salarios, de indemnizaciones par despido, de or-
gación. ganización sindical, de huelgas, de vacaciones, de concilia-
ción de conflictos de trabajo, de contratos individuales y
colectivos, de desocupación, de protección .general a los me~
Legislación laboral nores. Pero todavía lo serían. más si se obviara el claro apo-
La política de legislación obrera es otro de los tim- yo que desde su primer período pre11tó Batlle a las actitu-
bres característicos del Batllismo, aun teniendo en cuenta des combativas del proletariado organizado de Montevi-
la ~scasez de e11a en la prim~ra pr:sidencia de Batlle -que deo, su desusada decisión de mantener la neutralidad de
casi ~go~ó este n~bro :n mamf~stac1ones programáticas- y a las fuerzas del orden en el c;aso de huelgas violentas, su
1~ prioridad nac1onabsta en ciertos proyectos (que tienen, convicción en la necesidad de lucha y regateo para llegarse
sm embargo, el trazo de una inventiva individual y un a una conciliación de clases que respetara los intereses de
poc~ aventurera, no el del compromiso masivo de todo un todos y salvara los fuerzas antagónicos -pero .no irreconci-
pa~t1do). Se ha argüido también si el orden de esa legis- liables para él-, del trabajo y del capital.
!actón (se comenzó por el tiempo y condiciones de ttaba- El batllismo en lo económico Si así se perfilaba en lo social, económicamente, e-1 Bat-
JO y se contemplaron grupos especiales antes que normas llismo buscó un des"-rrollo nacional basado en las ya apun-
gen~~ales); se ha di~cutido su efectividad y su contralor pe- tadas corrientes de industrialización y ensanchamiento de la
ro s1 algo suena bien en la personalidad de Batlle, aun gestión productora del Estado, expresión esta última -como
p~ra los <JUe están lejos de él, es su auténtica y casi diriaJ;llos, casi todas las que siguen- de la marcada, deliberada
VISCeral simpatía . con los económicamente débiles su "estar voluntad del poder púbUco de intervenir en la inversión
con los pobres" por un impulso entero de su pe~onalidad del excedente nacional. <8 > Pero también ese desarrollo im-
Y no sólo por razones políticas (que seguramente también plicaba la modernización y diversificación productiva de la
pesaron) · < > ~º. este aspecto (y su pertenencia como Arti-
7
tierra, para las que propició un sistema, en verdad inci-
gas a un patrmado empobrecido no disminuye la entidad el espacio rural piente, de crédito y fomento rural (la sección correspon-
del hecho) Batlle fue un hombre - y un político- que, más
(8) Ya hacia la mitad de la primcra década del siglo, Serrato, un
<7) Carlos Maggi • el conoc1·do d ramaturgo y ensayista uruguayo ingeniero moderniudor (del tipo de los que idealizó _Galdós en algu-
nas de sus novelas). Ministro de Fomento y de Hacienda de Batlle,
Y. ~no de los pocos de su generación de tal filiación polf tica ha jus- hablaba de "emplear el impuesto" con fines de promoción del . "de-
t1f1cado en "Marcha" su batllismo en b.,,., .. cas·1 excl UH·va a este
........
' rasgo.
sarrollo económico".

27
diente del Banco de la República fue establecida en 1912), que ellos se dieran- consideraba digna de invulnerabilidad.
tera~uticas fiscales a las que enseguida se aludirá, proyec- (En la realidad de las cifras buena parte de los gastos pre-
tos y leyes de colonización (desde 1913), la organización de ~upuestales se siguieron basando durante todo el período
la Defensa Rural, la de las Estaciones Agronómicas ( 1911) , hatllista en los muy regresivos y empíricos impuestos al con-
(con la famosa "Estanzuela" (1919) entre ellas), y el tanteo sumo y en los gra\fá'1enes aduaneros, nuestra gran fuente /
metódico de otras posibilidades productol'as del sector pri~ fiscal tradicional) . <~0 >
mario, que tal representaron los Institutos de Pesca (1911) Menos difícil, sin embargo, es entender aquel dualismo
de Geología, de Química ( 1912) . obras públicas si se visualiza en una '50Ciedad "básica" sino ya "esencial-
Pero lo que daria, en puridad, su sello a la gestión pro- mente" agraria, la firme convicción batllista en "la rémora
mociona! económica del Batllismo seria su enérgica política del latifundio", dechado enterizo, perfecto, del capital abu-
de obras públicas, en la que hay que inscribir la ley de sivo y mal trabajado que por muchos {si no siempre felices
Vialidad de 1905, una orgánica ley de expropiaciones (1912), medios) buscó atacar, como es el caso de la polftica de obras
d Ente de los ferrocarriles del Estado y un largo rol de vialest la de industrialización, la consolidatión de una clase
obras de toda especie, de un cabo al otro del pais. Y si se media fQerte, las leyes de salarios rurales, el crédito rural,
ha criticado a esta política el carácter suntuario y pura~ el aliento a la agricultura, los esfuerzos (en verdad débiles)
mente montevideano de ciertas construcciones y la índo- en pro de la colonización agraria. Con todo, son las medidas
le duplicativa de la red de carreteras respecto a la de fiscales las que contribuirían a caracterizar mejor la actitud
ferrocarriles; debe reconocerse, pese a ello, q.ue estando le- antilatifundista, al mismo tiempo que perfilan en lo más
jano el día que este· formidable y deficitario armatoste pa- propio la imposición batllista. El énfasis -'marcado desde
saría a manos nacionales, esa duplicación sirviendo de efi- las ideas "geotgistas" de Batlle- en el "impuesto a la tie-
caz contención al alza de las tarifas ferrocarrileras, no era rra", que él quiso crecientemente pesado, llevaron a hacer
desglósable de una limpia y realista defensa del patrimonio de la Contribución Inmobiliaria un instrumento de discri-
económico nacional. <t> Actitud anti-latifundista minación y un portador de beneficios a la vez que un arma
En cambio, es difícil entender hQy la distinción tajante de lucha en cuya contundencia puso muchas esperanzas.
que Batlle sostuvo contra viento y marea entre impuestos Pero aún más importante a este respecto fue el "im-
al capital (que defendía en todas sus modalidades) e im- puesto al ausentismo" - propuesto en 1912. consagrado en
puestos al trabajo, una fuente de tributación que -fueran 1916- que recargó la Contribución Inmobiliaria y se pro·
cuales fuesen la magnitud de de sus resultados y el nivel en pugnó vinculado a la necesidad de fondos para los liceos
departamentales. En tanto apuntaba a la crónica calami·
(i) Un aspecto de esta labor es en el sector municipal montevi- dad sudamericana de sus clases poderosas domiciliadas en
deano la ambiciosa obra de pavimentación que extendió desmesura- Europa y a las empresas extranjeras con sus centrales en
damente el área urbana y llevó vías de alto costo a zonas semidesicrtas,
~reando -dígase de paso- serios y hasta grave problemas de salubri-
~d y transporte. Unida esta obra a un intenso proceso de fracciona· t lO) En el presupuesto de 1903, que abre Ja era batllista
miento de lol alrededores de la ciudad por medio de la gestión pri- ($ 20. 468 . 111. 00) los gravá.rilencs aduaneros ascendían a $ 10.098.542.00
\'ada (el nombre del martillero Francisco Piria es representativo de -el 49 3- y la Contribución Inmobiliaria, el tributo que se buscó
estos negocios). ambos factores (a los que debe sumarse la .. ley Se- aumentar $ i". 846 . 748. 00 - el 93. En el de 1914, al terminar la se·
rrat~", de 1921. de préstamos para construir y la ley de compraventa gunda presidencia de Batlle de .$ 48. 277. 76S. 00, los de Aduana, antes
de inmuebles a plazo de 19~1). han resultado dcci.<Jiv<» en la· mate· de las re$tricciones de la guerra, ascendían a$ 15.014.~~.00 -el SI 3-
rialización de la "casa propia" pata un extenso !iCCtor de la clase me- pero la Contribución Inmobiliaria, seguía con :ms $ 4. 804. 82S · 00 re·
dia en todos los niveles y en sus efectos sociales conaiguientes. presentando el 10 3 .

21
el exterior, su voluntad nacionalista y popular es tan indis- tal de Domingo Arena- puso un énfasis especial en la tónica
cutible que representa uno de los mejores asientos del ha- de hostilidad y desdén a todo concepto de "deber", "coer-
ber batllista. Esto sea señalado sin per.j uicio de marcar que ción", "exi~encia~', "institución" o ·:forma social" que ci ...
la concreción de sus fines pueda no haber sido más q_ue iiesen y se 1mpus1esen a una concepción del hombre identi-
problemática, representando poco más que arañazos a la ficado rusonianamente, con la bondad esencial de sus im-
epidermis de los núcleos de poder atacados y a sus sustan- pulsos y apete~cias. Todo ello redondea un temperamento
ciales ganancias. que por antítesis con lo rechazado habría que llamar (si tan-
También la postura antipropietarista y anticapitalista to neologismo pudiera pasar por bueno) sincerista, conte-
del Batllismo y su relativa innocuidad encuadran algunos nidista, emocionalista, libertario, disponibilista.
proyectos y varias realizaciones. Son del ·periodo de 1903- De lo que cabe rotular -tal vez con exceso- de "cos-
1907 las primeras proposiciones de Gabriel Terra sobre tri- movisión" batllista se ~nfiere, como es obvio, una moral y, I
butación hereditaria progresiva, pero recién se alcanzó en en parte, aquélla ya lo es directamente. La deducción con-
1910, bajo Williman y en un momento de relativa disten- creta fue un humanitarismo filantrópico, de tinte diecio-
sión, la primera ley que la establece. <11> chesco pero también penetrado de emotivismo romántico y
de altruismo laico. Igualmente, sobre todo, de cierta pie-
dad difusa, casi cósmica, de sello tolstoiano. En esta pie-
La filosofía batllista dad creo que se toca una de las claves más originales· y a la
Pero, cabe ya preguntarse: ¿cuál era el oculto hálito, el vez más esclarecedoras de Batlle y del Batllismo. Se trata de
impulso, las "ideas-fuerzasº de esta obra? una "noción-sensibilizada" que parece querer abarcar a· to-
No contiene elementos desusados ni origi,nales pero es, dos los elementos vivos del universo, que extiende su propfa
si, singular por su fuerza cohesiva y su seguridad apostólica, abominación a toda forma de sufrimiento humano o ani-
la que, de cierta manera hay que llamar la "filosofía" y mal . Como recién se deda, compasión, pero también filo-
aón la "cosmovisión" batllista. sofía del placer, "hedonismo", se mezclan aquí extraiiamen-
Resultante en puridad de la doble vertiente cientffico- te tanto frente al dolor enjugablc e inmerecido como al que
p0sitivista y liberal-romántica con los trazos generales del una concepción de la vida de tipo severo o religioso podrfa
pensamiento laico, burgués, "moderno", secularizado, el señalar como inevitable. Todo vertebrando una concepción
Batllismo profesó la ideología de todos los radicalismos oc- romántico-anárquica-naturalista, un poco a lo lbsen, del in-
cidentales de su tiempo, pero tal vez no seria excesivo decir dividuo, el individualismo y las constricciones sociales.
que con un subrayado más que regular de la nota anti- Si señalo esto con cierto cuidado es porque aquí están el
católica, su real peculiaridad fue la enérgica acentuación móvil y el estrato más profundos de toda la legislación bat-
de los elementos compasivos y solidaristas de su ética social. 11ista del trabajo, de sus reformas civiles y penales, de los
Compasivo es siempre de algún modo un humanitarismo instrumentos estatistas y paternalistas que las sirvieron. Así,
liberal de· inspiración "antropocéntrica" pero el Batllismo - puede· ser útil para explicar conquistas legislativas tari disí-
y en esto es singular la aportación ideológica y temperamen- miles como la ley de divorcio de 1907, la investigación de
la· paternidad y la consolidación de los derechos sucesorios
d~ los hijos naturales (1916), la supresión de la pena de
(11) · El 13.5 3 para ·el último grado de vinculación y los montos
méU" altos. En 1914, la que se promulga bajo Batlle sólo duplica la
muerte (1905-1907), la prohibición del "rat pick" y de las
tasa -el 27 3- para la misma situación y lleva tímidamente de un corridas de toros (1912-1918), las leyes de suspensión condi~
4 % a un 5 % el recargo para los herederos domiciliados en el extetior. cional de las penas y de Ii~rtad condicional (1916-1918),

30 31
la reorganización de la tutela de menores (1915). También (1911), eliminar las referencias a Dios y a los Evangelios
el sistema de seguridad social que había tenido iniciación en los juramentos públicos (1907), erradicar los crucifijos
antes de 1900 con la Caja de .Jubilaciones Escolares (1896}. de Jos establecimientos de beneficencia estatal (1906) 'Y es-
le debe sin duda a la inspiración y a la voluntad batllista tablecer la laicidad absoluta de la enseñanza (1909). Pero
la amplitud que después logró (la Caja Civil en 1904, la aún es más hnportante que esta última disposición, el acen-
Caja de Industria y Comercio y Servicios Públicos en 1919, tuado carácter antirreligioso (decir anticlerical, antiecle·
la ley de pensiones a la vejez del mismo año). Si a ese rol siástico e incluso anticatólico sería quedarse corto) que el
se agregan las leyes de accidentes de trabajo, las reordena- Batlismo adoptó. <12 > En esto, ya se decía, fue muy afín a
ciones de la asistencia médica públi~a, se completaría así el los "radicalismosº europeos de principios de siglo y muy di-
aspecto tal vez más típico del Uruguay Batllista, un "Welfa- ferente a la vez del radicalismo argentino; de sus resultados
re State", en el que, al margen de los merecimientos de cada habría mucho que hablar y algo, más adelante, tendrá que
uno, de su misma vinculación al país y del eventual y tre- hacerse. Y si eso es así es porque en ta~to que del propio
mendo costo social qué puede implicar -:Y en verdad impli- lado católico y, ni que decir que, globalmente, del protes-
có- se considera en todo hombre su derecho a la vida y a tante, se ha observado que esa actitud franqueó el paso a
la felicidad, su condición de atributario de un mínimo ma- una religiosidad social menos identificada con estructuras
terial decoroso. (Un mínimo que innumerables retoques temporales arcaicas de lo que es común en Hispanoamérica,
parciales iría elevando para ciertos grupos y que la inflaci6n, también es evidente que ejerciéndose tal postura en un país
la financiación y la inversión irresponsable de los fondos so- en el que la religión había sido, desde sus inicios, peculiar-
ciales iría deprimiendo para casi todos) . Se han señalado mente débil, tal insistencia no dejó de producir (por más
los móviles políticos de una competencia en la que todos neutralmente que trate esto de mirarse) efectos mucho me-
los partidos (a la corta o a la larga, entrarían), la eficacia nos (real o potencialmente) positivos.
de tal generosidad para crear vacantes más continua y rápi- La particularidad del Más notoria es aún en lo político la originalidad del
damente de lo habitual; es también importante apuntar el Batllismo en una Batllismo. Y ello, sobre todo, si se le contrasta con un con-
peso de los ingredientes más nobles que la dictaron inicial- América oligárquica tinente dominado por oligarquías orquestadoras de un jue-
mente y que son los que se acaban de mencionar. secularización go democrático nominal o por formas pretorianas de auto-
Las inspiraciones ideológicas poco antes esquematizadas el colegiado ritarismo y violencia crudas. Es muy conocido más allá de
son, por otra parte, difíciles de aislar de esa "política de fronteras el "experimento colegiado'', la sustitución del Eje-
secularización". que los movimientos calificables de progre- cutivo unipersonal por un consejo de número regular de
sistas y modernos cumplieron en Occidente entre el último integrantés. Mucho más in_teresartte sin embargo, son los
tercio del siglo XIX y el primero del XX . supuestos que á este singular experimento dos veces inten-
En la Constitución de 1917 se consagró la separación
de la Iglesia y el Estado, una medida que. en cierta manera,
(12) En esto, como en tantos otros pu~tos, el Batllismo y su f';ln-
sólo completó en el texto legal de mayor jerarquía una dador parecen haber sido inflexiblemente fieles a una cosmovisión smo
dilatada corriente de Iaicizáción que fijó sus tramos inicia- "materialista "naturalista", antropocéntrica, setular . Esto es segura·
1
',

les durante las dictaduras militares del siglo pasado .. Desde mente lo que importa, y no. la polémi~ .~.ci.alm«:'1te.. aca.?,étn~~ ! u:?
su asunción a la presidencia, en 1903, la atención de Batlle si es no es ;adjetiva, sobre s1 Batllc era espmtua\lsta o pos~uvista ,
buscó todos los resquicios posibles de secularizar, con una especialmente tratándose de un hombre de ideas ~casamente ~rt1c~ladais
al nivel filosófico y centrándose el asunto en los años anteneres a :iu
minuciosidad que llegó a medidas del tipo de suprimir los acceso al "poder", con todo lo que él representa de ¡,tena reve!ación de
honores militares a personas, símbolos o actos religiosos los elementos hasta entonces virtuales de su personalidad y sus tmpulsot.

32 33
tado sus bases:
y el segundo aún vigente (1919-1933: 1952 en adelan- historia y especialmente de la de Hispanoamérica. Exorcisar-
te) llevaron. Puede decirse que todo parte aquí de una con- lo, alzarle barreras ,de ..garantías'' en torno, trabarlo, dis-
fianza -de clara filiación rusoniana- en los dones de cla- persarlo en todas las form~s posibles fue el norte seguido.
rividencia o (dígase menos enfáticamente: de juicio acerta- Pero. él no sería compre~sible del t~o sin una especie de
do) , de bondad y generosidad, de re5ponsabilidad del ciu- mística fe en la excelencia de la dehberación entre muchos
dadano, del hombre común, del pueblo. Y esto arrastraba, y sus mayores posibilidades de acierto que las que puede
en forma correlativa, el énfasis en su derecho a pesar, en tener cualquier. indi.vi~uo ~islado, por egregio que él sea.
forma decisiva, en prácticamente todos los asuntos públicos, Tampoco sería mtehgible sm un claro escepticismo sobre el
por técnicos y especiales que pueda~ parecer. (En este pla- "valor de ejecutivídad" y sobre la existencia de asuntos que
no, si la actitud del batllismo ante el plebiscito no fue del realmente lo reclaman respecto a aquellos que pueden ser,
todo clara, es revelador, en cambio, que haya propugnado calmosamente, argüidos y contemplados.
la elección popular de los más elevados cargos de la judica-
tura.) Más importante; empero, es señalar que se llena así
con un contenido emocional y muy concreto los moldes un
poco vados -conceptos al fin- de la "soberanía del pueblo" La obra batllista, en lo que le es peculiarmente atribui-
y de la "soberanía nacional". Los partidos políticos ble al .impulso del partido, corre así entrabada con un estilo
Más allá de esta plenificación, no deja de ser otra sin- (del que ha escrito brillantes y muy perspicaces páginas Ri-
gularidad batllista -y sobre todo en su tiempo- la persis- cardo Martínez Ces, USl y con esa ideología compleja a que
tencia en postular que en lo político, estos dones, estas fa- se ha hecho referencia y que (recordábamos) arrastraba ele-
cultades habrían de ejercerse a través de partidos estables, mentos de populismo romántico, democracia radical de ma-
coherentes, organizados desde las bases por una militancia sas, socialismo de Estado, anarquismo, iluminismo educacia-
popular, permanente, activa, accediendo a través de una or· nal, georgismo, anticlericalismo irreligioso, pacifismo, opti-
ganización piramidal hasta los órganos superiores de cada mismo y piedad sociales, eticismo autonomista en muy viva
colectividad partidaria. Por esta vía (en la que late la aspi· temperatura . Tal intrincación de elementos es, señálese,
ración a una democracia directa) , los representantes legisla- obra más que nadie del propio Batlle, pues nadie podría
tivos y los titulares del Ejecutivo recibirían directivas y coor- decir que tuvieran que ayuntarse necesariamente, por mu-
dinarían su labor: si nunca se llegó plenamente a consagrar cho que estuvieran suspensos en el aire espiritual e ideoló-
el mandato imperativo, opera en toda esta actitud su incon- gico de la época. la anti-religión del batllismo
trastable aunque ideal excelencia. Esto era completado con el lugar de El ingrediente antirreligioso, por ejemplo, vertido en
el principio de eleccianes frecuentes -lo más frecuentes po- las las condiciones que se señalaron y expresado en el nivel
sible- y que importaran, en cierto modo, una movilización elecciones verbal en que el Batllismo -por lo menos entre 1905 y
ininterrumpida del electorado. Por ello cabría observar que 1925 lo hiz~ representa un elemento singular que es raro
cuando el Batllismo pare<;:ió haber renunciado a ellas, tal y aun rarísimo encontrar en una política de poder y esto,
renuncia debió obedecer· no a razones teóricas, doctrinales, saltando los tiempos, podría decirse (peculiarmente en el
sino al altísimo costo económico y social que representaban. estilo) hasta de los países soviéticos y de la propia U.R.S.S.
Una clave igualmente importante de la programática sobre el poder Sólo el caso de México, entre 1910 y 19go, parece simi-
batllista es la acentuada desconfianza al poder ·unipersonal- presidencial
mente ejercido, en el que una filosofía histórica posiblemen- t13) Ricardo Martínez Ces: "El Uruguay Batlli1ta". (Ediciones
te discutible le hada ver la raíz de todos los males de la de la Banda Oriental) . Montevideo, 1962 .

34 35
lar pero hay que precisar que en el país de la serpiente el hombre aún, una "seriedad" radical, una consistencia y
emplumada, la Iglesia era una fuerza temporal de tremendo una persistencia, una honradez, un temple último de no-
peso y ~abía estado mezclada y hasta complicada en epiSQ- bleza, de salud moral, de .. alma bien hecha" que no se re·
dfos decisivos de la historia nacional. Sobre Batlle
pite demasiado en nuestras historias nacionales y menos en
Por todo eso (lo anterior es sólo un ejemplo) resulta personaljdades políticas de su volumen.
insoslayable el hombre que estaba al frente de esta obra.
Un hombre con calidades de político diestrísimo pero tam-
bién, a la vez, con eficaz y auténtica aureola de apóstol.
misional y mesiánico. Un hombre capaz de unir sin hipo--
cresía una viva suscitación de la espontaneidad popular
-estaba sin duda dotado de una honda fe en el "hombre
común"- y el peso de una personalidad que por su mi~ma
irradiación caudillesca, importaba tal vez a pesar suyo -una
coherente, autoritaria jefatura politica. Macizo, acometedor,
machacón, Batlle parece no haber poseído dotes muy subi-
das de rigurosa cultura intelectual, ni encanto personal y
humor, ni invendó~ para esos gestos de magnanimidad ele·
gante y a veces peligrosa C14 ' Pero aun sin ellas (y tal vez
por eso mismo) ; aun a la distancia suena algo así como
una fresca melodía creadora en Jo que pudiera calificarse
de su demagogia, en lo que pudiera verse como su dupli-
cidad (al velar frente al surgimiento de "ambiciosos" y ha-
ber modelado él todo un período histórico) , en lo que ca-
bría llamar la ramplonería y candidez de algunas de sus
ideas; en lo que podría rastrearse como su aptitud de in-
quina, su agresividad, su pequefiez frente a vivos y muer-
tos. Todo esto, si se le calibra, resta al hombre y no al po-
lítico, del que eventualmente fueron una fuerza. cu1> Pero en

(14) O, para ceñimos al caso del Uruguay, digamos, por ejemplo:


los gestos de magnanimidad que caracterizaron a Máximo Santos, el
humor de intención antisolemne y él encanto personal que peculiari-
zaron a Herrera (y mucho antes a Rivera) • el respeto intelectual a
que fueron acreedores en tiempos de Batlle, hombr~ como Jos~ Es-
palter, Eduardo Acevedo, Martín C. Martfnez, José Serrato, entre otros.
(13) Un análisis moral de Batlle podría ver seguramente en él
-pese al tan catareado (y real) "humanitarismo"- la incipiente, bo· tiene que pagarse siempre en términos de ciertas calidades ~orales o
rrosa voluntad de asumir esa "conciencia desgraciada". de la que habló de segura atracción sobre los demás. En su caso habrían sido la to-
Merleau·Ponty tan penetrantemente y que es en cierto modo insepa- lerancia, el gesto magnífico de olvido, el entendimiento con el ene·
rable . de todo gran político. O para decirlo de otra manera: Batlle migo. Y también habria. sospechado que quien ~refiera ostentarlas
habría barruntado que la realización de un gran quehater estatal debe dedicarse a cualquier otra tarea que a la política mayor.

36 37
iado, de la tradición. de toda jerarquización social rígida,
IV. LAS GRIETAS EN EL MURO de la guerra y el militarismo; libres también de ensayar las
fórmulas nuevas de una mejor existencia social, tomándolas,
ii venía al caso, de las más audaces experiencias y pensa-
mientos de Europa. <19>
Todo lo precedente, más las ideas ya examinadas y las
filiaciones antes avel\turadas, llegarían a componer un efi-
caz manojo de ~eencias y hasta el ensambl~ de .una "ideo-
logía". Una ideología que a su vez determinó inexorable-
mente afinidades, confianzas y solidaridades muy hondas
-"ideológicas" al fin- y. decisivas. Tácitamente se creía a
rajatabla: son las "ideas" las que unen las historias de hom-
bres y de naciones, de clases y de pueblos.
Los errores
La primera guerra mun~ial y las clam~rosas simpatías
La realización, forzoso es reconocerlo, fue imponente. proestadounidenses del Batlhsm~ que tuvieron su vocero
Pero no es imposible marcar junto a sus logros las fisu- más típico en Brum, los ~~opós1tos de .Qacer d~l Uru~ay
ras que ellos ya portaban. Me refiero así a las deficiencias, "el laboratorio del mundo , son esperables mamfestac1ones
a las manquedades qu_e cabe registrar dentro del co~texto de esta confianza. Pero, ahora, al margen de lo pedantesco
en el que, como deda, esos logros parecen tan considera- o lo erróneo que tales posturas contuviesen, obsérvese qué
bles. Contrastarlos con el repertorio problemático contem- poco tenían que ver ellas y aun sus supuestos ideológicos (es
poráneo es otra cosa, otra operación que sólo podrá reali- sólo una de las posibles discordias) con una enérgica volun
zarse después. tad nacionalizadora, esa voluntad que, por lo menos en el
Como todo movimiento político digno de este nombre, plano económico, fue atributo incontestable de~ partido.
el Batllismo profesó cierta filosofía, escueta pero articula- Aquí radica, más que en otra parte, la más grave f1sur~ (du-
da, del desarrollo histórico y social. Heredero de la línea plicidad sería palabra e<;luívoca) .. de l~ l?°stur~ ba~lhsta y
colorado-conservadora (son muy sólidas las vinculaciones la debilidad de una actitud anumpenal1sta que vio más
familiares y emocionales entre un conglomerado y el otro)
fue la suya la optimista, sarmentina que tuvo ancho curso
que nada "empresas" y no "naciones" o cuan~o más :·es-
tados" y '"gobiernos" que, saliéndose de su órbita legínma
en el Río de la Plata, una filosofía hecha de oposiciones y natural las protegían, aJ:>ogaban y hasta ~enazaban por
tajantes entre pasado y futuro, entre "barbarie" y "civiliza- ellas. Puede decirse que s1 en esto el Batlhsmo se hurtab~
ción", entre autocracia y libertad alineadas según las pau- a la evidencia de una alianza umbilical entre el gran capi-
tas valorativas de la modernidad occidental europea. Con tal inversor y exportador y los gobiernos occidentales (de
esas antítesis, heredó la univocidad, la limitación, la petu-
lancia dogmática, el dualismo y la impositividad con que
el pensamiento liberal-progresista había dotado a los tér- (18) Este tema de una América libre del pasado. y toda la antí-
tesis juventud • vejez referida a nuestro continente y Europa. no . se
minos positivos de aquellas dualidades. Hay otras, también, reitera sólo en el pensamiento revolucionario de 181~ -caso de Mana-
con las que aparece el Batllismo muy consustanciado. Tal no Moren<>-- sino que tiene un anteced~nt~ tan ilustre .. como el de
es por ejemplo, la de "naciones viejas" y "naciones jóvenes" Goethe y- íu incisivo poemita "Dem Vere1gnmten Staaten (Auton~llo
(fue una de las antítesis más enfatizadas) siempre que se Cerbi: "La Disputa del Nuevo Mundo". México, 1960, págs. 288 Y sigs.,
concibiera a las "jóvenes" libres de las maldiciones del pa- y ~28 y sigs.)

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Inglaterra, Estados U nidos, Alemania, Francia) , la misma ridad nacional" a ser robustecida y defendida (sobre todas
fe en las afinidades ideológicas desconoció lo que hoy ya las identidades y simt>adas).
es lugar común en la conciencia política y social de los paí- Parecería entonces que a la efectiva tarea nacionaliza-
ses marginales (para localizarlo en lo que nos interesa.). dora del Batllismo le bastó la antítesis "sociedad" o "pue-
Esto es (acéptese o no la concepción marxista de ellas) el blo" versus "em~tesas", a~nque valiéndose -lo que resulta
carácter decorativo, enmascarador de esas "ideologías'' y su poco más que tircunstanoal-- de que las empresas capita-
visible conversión en universal y desinteresado de Jo más les fueran extranjeras, de que su control se ejerciera desde
particularmente situado e inducido. Lo que importa, coro- el exterior y de que sus ganancias allá se encaminaran.
lariamente, denunciar su relativismo, prever la ambigüedad En su ya mencionado trabajo Ui>, Germán W. Rama
de su irradiación y sus influjos.. al operar en contextos so- observa que el Batllismo practicó medidas revolucionarias
ciales distintos a los que se originaron. Sólo en la polémica y antiimperialistas "rechazando simultáneamente al siste-
del Colegiado, y enfrentando bravamente el dictamen nega- ma ideológico que las originó;'. A estas dos abjuraciones (la
tivo de los universitarios, el Batllismo parece haber oteado primera no es clara por no serlo su "revolucionarismo" pre-
algo (aunque poquísimo) de lo precedente. sunto) habría que sumarles este haber practicado el nacio-
Por ello es explicable que fundado sólidamente sobre nalismo rechazando cualquier sistema ideológico que lo co-
anchos sectores medios de procedencia inmigratoria bastante honeste. Con todo.. es posible observar que tal conjunción
reciente, dotado de una vertebración ideológica de tipo uni- de rasgos y de actitudes era (por lo menos) "fac_tible" en
versalista e intelectual, solidarista y humanista al modo ra- una empresa política modernizadora acometida en el Uru-
dical-socialista europeo, el Batllismo, pese a la significa- guay~ En el Uruguay, lo que equivale a decir en una na-
ción nacionalizadora y antiimperialista de su política eco.- ción 1t1ediatizada por 1,1n capitalismo extranjero pero, a la
nómica haya estado pasional y doctrinalmente muy lejos vez.. muy europeizada, ideológica y demográficamente y na-
de cualquier "nacionalismo" <n>. cida -en cuanlo "Estado" (lo que no quiere decir que no
Vale la pena subrayar esta disociación, que no deja de dotada de un vivaz espíritu autonómico) - de una conven-
ser extremadamente singular en la historia de Occidente. ción diplomática en la que no tuvo arte ni parte.
No es habitual el caso de un partido que cupiple tan efi- De todo esto, también.. se desprende con facilidad el
cazmente una tarea de rescate nacional -que es proteccionis- que, de acuerdo a su filosofía general, la obra educacional
ta, antiempresista, etatizador....:.. y al mismo tiempo prescinde del Batllismo haya estado movida por el prestigio de cierto
(para darle fuerza) de todos los señuelos emocionales del contenido de la educación de sello inocultablemente "ilu-
.. nacionalismo", que se abraza a una filosofía social bási- minista'' e intelectualista que es fiel a la tradición educa-
camente adversa a la existencia de un especifico "interés cional del país que hasta él Jlegaba y cuya única excepción
nacional" (contra las aparentes solidaridades geográficas e la constituyeron las ya mencionadas iniciativas de Aceve-
ideológicas), que niega la excelencia de cualquier "peculia- do. · El cará.cter "instructivo", nocional, inevitablemente li-
bresco y tanto uni\'etsal como "utópko" de esa enseñan-
(U) Y aún de esas formas canónicas, rituales de patriotismo que za se man;:a superlativameilte en la empresa (por tantos
salvo desde las posturas de extrema izquierda era inusual objelar en conceptos muy importante) de los liceos departamentales
su tiempo. y aún más en el nuestro. En un curioso artículo de "El creados en la segunda década del siglo. y . el~o e$ así por-
Día de la 'Tarde" (29 de febrero de 1920) , por ejemJ?lO, se filndó in-
cluso la defensa de quienes no se habían querido descubrir en la eje-
cución del himno nacional, alegando entre otras razones, que podían (18) "Las clases medias en Ja épota de Batlle"~ en "Tribuna Uni-
tener temor tie enfriane la cabeza. versitaria", N9 11 .

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que, dotados de un programa de esa índole, uniforme, des- moral religiosa y aun heredo-religiosa, y menos la solidaris-
entendido de las sugestiones y necesidades diferenciales de ta·social; si (más allá de ciertos espasmos y extremosidades)
cada ambiente local (también del general del interior del sólo en detenninados ritmos revolucionarios, U~> algunos
país) , poco tuvieron que ver con el "habitat" muy diferen- principios éticos parecen cobrar efectiva vigencia, es justa-
te del ajeno y europeizado en el que esos planes de ense- mente desde el Batllismo -y esto gracias a su mismo radi-
ñanza (y aun sólo a medias) hubieran sido congru~nt~. calismo ideológico, a la "novedad" de sus primeros pasos-
Funcionando en el ámbito en que lo hicieron, muy d1scuu- que esa irrupción amenazante de la tormenta de impulsos
ble es que hayan operado de algtín modo como factor de en que hoy nos movemos puede ser retrazada.
ajuste (es obvio que queremos decir de ajuste "con" pro- Por eso es que desde sus primeras décadas -volvamos al
moción cultural, económica, sociál) y más de un resultado tema- el Batllismo comenzó a sufrir en el nivel de compe-
globalmente nocivo es presumible que hayan podido causar. tencia y prestigio de sus cuadros, los que, en términos de su
A propósito del matrimonio, Batlle habló alguna vez efectiva capacidad de conducción, ya amenazaron resentirse.
del "viaje placentero por la vida"; esta imagen, de evid~n­ A ello llevaron su renuncia a movilizar una ética nacional
te inspiración hedonista es la que dicta toda una normativa con exigencias, sacrificios, y esas ciertas constricciones que
vital de derecho y de consumo que la acción política creyó el crecimiento impone. A ello su ideal no malvado pero sí
en el caso de asegurar a todos los uruguayos. Es cierto que algo burdo de "felicidad". A ello su implícito· descansar en
elementos "solidaristas" (fue importante la influencia sobre ese hedonismo de los individuos y los grupos de interés (re-
Batlle, a través de Amézaga, de la doctrina de tal nombre sorte que a la larga, y en verdad, mostraría ser el único
profesada por León Bourgeois) obraron en la. in~p!raci~n capaz de funcionar efectivamente).
legislativa. Pero ellos se aunaban a ese enfoque md1v1dual1s-
ta que parece, con mucho, el dominante. Por eso, y pese a su
halo fraternal el compuesto final no se sittía muy lejos
(aunque en este caso despojado de sus alcances restrictivos En el plano de la organización estatal y política, resulta
de clase) de ese materialismo estático de la burguesía del equitativo reconocer que un planteo democrático radical
que los marxistas gustan hablar para desdeñar y distinguir fue probablemente más sincero en el Batllismo que en mo-
el suyo. vimiento alguno de su tiempo. La tentativa de dinamizar
"Móviles sociales" sin "ética social" coherente fue así, una colectividad política activa en toda su base, de hacer
desde el principio, el peligro acechante no sólo de la obra del gobierno un gobierno por el pueblo, participante, res-
positiva que el Batllismo cumplió sino de casi todos los ponsable, vigilante, no constituyó para el Batllismo retó·
movimientos políticos contemporáneos. Ciñendo el examen rica electoral sino leal y efectivo empeño. Las conquistas
al caso que nos ocupa, se puede decir que mientras gober- de la Constitución de 1917 y las que se fueron logrando en
nó la primera generación ganada por el limpio ímpetu ini- su fértil década: proporcionalidad y estabilidad de la
cial, la carencia no fue notada. Pero, a medida que los representación de las minorías, voto secreto, elección pre-
elementos heredo-cristianos se han ido volatilizando de la sidencial directa, registro cívico estable, plebiscito y auto-
superficie social, la incapacidad moderna en hacer funcio- nomía departamental; no son logros en los que el Batllis-
nar en medianos términos de decoro, desinterés, imperso-
nalidad y eficiencia un régimen polftico sodal, se hizo pa- • (19) O en forma más estable, se piense de otros aspectos lo que
tente también en nuestro pasí. Y si hoy no funciona -más se quiera, en la U.R.S.S., Cuba, China, las "democracias popul:ues".
También en Inglaterra, piensen ahora lo que quieran los que asientan
·allá de ciertos ntícleos fervorosos pero minoritarios- una a los anteriores ejemplos ;

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mo haya tenido siempre la iniciativa (ni aún no resistiera p0Htico demasiado pormenorizado, no sería imppsible ver
en ocasiones) ni que haya habido que llevar adelante contra en el proyecto colegiado una tentativa de afirmar la con~
la oposición del Partido Nacional . No se resigna sin resis- tinuidad de su influencia, viendo en su inquina a la Pre-
tencia a un repertorio de medios políticos que el Partido sidencia de la República el temor a la po~ibilidad de que
Colorado había ido perfeccionando a través de una prác- pudiera ser otro el director nato de un "partido oficial'',
tica consuetudinaria desde su triunfo militar de 1865 . A la en su rechazo de las figuras "insustituibles" y ••provi-
distancia, sin embargo, toda esta discordia parece anecdó- denciales" dentro y fuera de su partido, el preservativo a
tica, aunque ella sirva, tal vez más eficazmente que cual- cualquier otro ascenso que el suyo, ya logrado. También,
quier otro rubro, para destronar la teoría del "monopolU- por fin, sería fácil inferir algo semejante de su creencia en
mo" que la apologética batllista forjó. el principio (apenas diferente al "mandato imperativo"),
Contemplando, sin embargo, las cosas desde lo más de Una disciplina más o menos COl)Ípulsoria ~l partido so-
alto posible, todo el Batllismo sufrió, y aquí sí, cabe la bre todos los afiliados que ocupatan cargos e~lfttales. Pues
palabra, de una esencial duplicidad. En esto acorde con el es obvio, igualmente, que, más a¡llá o más acá de las con-
más ilustre antecedente uruguayo posible --quiero decir Ai- vicciones teóricas que le Uevaran1 a preconizad" resultaba
tigas y el artiguismo- fue la contradicción entre ese im- también un medio de orquestar a rienda cort~ unas vo-
pulso a la espontaneidad popular y su expresión en un luntades individuales siempre d_esconfiables y que jél, él sólo,
partido gobernado desde las bases por el "hombre común" estarla así, mediante tales arbitrios. en condiciones de en-
y el temperamento político de su creador y jefe. Porque frentar.
Batlle, como Artigas y como todo auténtico conductor de No es la primera vez que el autór de estas reflexiones
multitudes Y, naciones era un político incapaz de marginali- ha intentado señalar la originalidad illdisputable del Bat-
zarse cuando su conciencia (que le hablaba siempre) le llismo en cuanto organización política partidaria y otros
mostraba el recto camino, la verdad más defendible y efi- han subrayado la ventajosa maniobra que representó para
caz, el peligro de que los otros se desviasen. En suma, en el grupo ese insertarse en la gran corriente tradicional
Batlle luchó siempre empecinadamente la aspiración a que "colorada", usando su lema, nutriéndose con su hontanar
los otros mandasen, o mejor: "no mandase nadie" y la in-
pasional, aprovechando de sus posiciones y prerrogativas de
coercible proclividad a ser él quien lo hiciera, por lo menos partido desde cuatro décadas antes gobei·nante. Claro que,
en una etapa prologal al funcionamiento de esa ideal es- pese a ello, es muy tenue la semejanza entre el Batllismo
pontaneidad. Como esta etapa tendió inevitablemente a plenamente perfilado, dígase de 1925. y las sucesivas fiso-
identificarse con toda su carrera política activa, ocurrió que nomías del coloradismo del siglo anterior: la tan mentada
fue siempre él quien señalase la ruta y quien impusiese los
criterios. Que para ello, le bastara dentro de su partido su
y singtilar persistencia de un partido en el poder durante
casi cien años ( 1865-1958) es más que otra cosa la per-
autoridad natural y el pre~tigio que le rodeaba, que no
necesitara recurrir regularmente al desplante, la amenaza y
el soborno son circunstancias qu~ no alteran el hecho me- libro citado, ha tccogido tC$timonios de las propias quejas batllistas
dular. <20 > Y aunque ello nos lleV'ara lejos, en un análisis sobre el carácter más nominal que otra cosa 'Y apenas pre-electoral
de tos clubes seccionales; Goran Lindhal, en "Utuguay's new path"
(Soockholm, 1962), ha estudiado las concurrencias irrisorias (el 5 3.
(20) Agréguese todavía a este cuadro, la muy tenue efcctiYidad el 4 %. el 2 % de los que tenían derecho a integrarla) que la fam<M.a
de ese esquema de partido que dt.oscontaba centros seccionales activos Convención Batllista del "Royal'', en sus mejores afios, del 20 al 30,
y nutridos, autoridades nacionales numerosas y reales . Vanger, en el alcanzó a reunir .

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manenc1a de un repertorio de invocaciones históricas y la mento que fue uno de los rubros de su conducta que más
fijación de una versión acentuadamente sectaria y colorea- enconos suscitó (%2). · ,
da (coloreada y colorada) de nuestro pasado <21 >. Por ese Haber, en cierto sentido, redescubierto y perfilado esa
lado se benefició el Batllismo -y esto es tal vez más im- entidad protagónica que fue el "partido político" en las
portante que todo lo que precede- con la ventajosa ambi- primeras décadas del siglo (hoy, universalmente, sería difí-
güedad, con la indefinición ideológica que el coloradismo cil afirmar lo mismo), haber desechado la efusión de los
importaba en casi todas las cuestiones y especialmente en ñoños y desteñidos "gobiernos nacionales" sólo acordes en
aquéllas (caso de la actitud ante la clase obrera, de la po- lo obvio, fue una de las razones de la vitalidad juvenil del
Htica religiosa o del tratamiento social y fiscal del latifun- Batllismo pero también, y a la larga, una de las causas de
dio) que los nuevos tiempos anunciaban (o alguien podía su posterior falencia.
con clarividencia otear) como decisivas. La ventaja era muy Señalemos dos.
grande si se trataba -como el Batllismo lo hizo- de natu- Si su ideología se tiene en cuenta, esta dura capara-
ra.lizar en los cuadros de esa ambigüedad un contenido doc- zón sectaria explica que no haya habido esfuerzo alguno
trmal, marcadamente "ideológico". enterizo y polemizable, para integrar el ingrediente blanco (prácticam~nte medio
muy grande si se le quería afirmar paulatinamente a medida país y probablemente más que medio en el siglo pasado).
que ciertas resistencias eran vencidas (o sólo sobornadas ... ) . Tampoco parece haber habido suficiente comprensión del
En un país habituado a esa misma indefinición doc- . hecho de que si los dirigentes blancos defendieron clá-
trinal, al prestigio difuso de una "coparticipación" que cor- sicamente la "coparticipación", esto obededa a que ella era
taba horizontalmente cada partido en parciales de un línea la única manera de hacerse un sitio, un sitio por lo menos
dura y parciales de una línea blanda, el Batllismo procla- en ese orbe estatal del que se los había relegado y destituido
mó el tipo de "gobierno de partido" (que tenía para su de todo derecho en por lo menos el plazo de un tercio de
jefe antecedentes muy cercanos y familiares), un gobierno siglo que va desde la entrada de Flores a Montevideo hasta
en suma, con definición y orientación unívocas, con un la época de Cuestas (28).
contenido programático total, dispuesto a gobernar en Pero esta filosofía batllista históricamente hostil al cam-
forma exclusiva y aun exclusivista, sin prorrateos, co- po, urbana, "civilizada", "racionalista", implicaba también,
más allá de lo político, seccionarse, al romper así con "lo
participaciones o "uniones sagradas". Y por todo ello, tam-
blanco", con ciertas fuerzas evidentes, auténticas, nutricias
bién, eligiendo (era "the heart of the matter") sus cola-
si bien imponderables de lo que de algún modo cabe Ila-
boradores y altas categorías de empleados en su propio ban- mar "lo criollo" y sus. rasgos (comunitarios, tradicio~ales,
do. Alegando atendibles razones de coherencia, fidelidad y
campesinos, "vitales", ex.trarracionales) tan opuestos a los
confianza en el cumplimiento de planes y ,:onsignas, larga, recién marcados.
variada, repetida, ondulosamente fundó Batlle tal tempera-
(22) Las obras de Vanger y Lindhal traen testimonios abundan·
(21) La nomenclatura urbana de Montevideo en lo que está mar- tisimos de la casi inverosltnil matización y cautela con que Batlle fun-
cada por las elecciones de su época, --es bien expresiva de tal posición. dó este derecho según se dirigiera a hombres de su partido, a los ad-
Sin ella, :4iin este desprejuicio faccioso que convierte en figuras nacio- versarios, a determinados interlocutores, a periodistas, a auditorios in·
nales dignas de reverencia a quienes contribuyeron -por los medios que discriminados, etc.
fuesen- a encumbrar el partido no sería posible la inverosimilitud de (28) Esta visión histórica del trasfondo de la coparticipación es
una Avenida General Flores, sobre todo, o de una calle Bartolom~ la que falta en d análisis, por otra parte tan agudo, del profe&<>r
Mitre. Llndhal.
También por su irreligiosidad -más allá de la verdad pre pareció ser la de 'dividir por cuestiones no fundamen-
o el error de tal actitud- este erizamiento "sectario" bat- tales para el desarrollo nacional < 2 ~>, la de darle a la con·
lli.sta, importó otro descarte, igualmente empobrecedor de vocatoria para crear un país nuevo un tinte sectario e ini-
esas ciertas potencialidades que cualquier religión, por mal- cial, deliberadamente excluyente. Empero, fue el aglutinan·
trecha que esté o por formal e institucion~l q.ue haya ~le­ te "blanco" el que, sobre to~o, se revelaría potente y re·
gado a ser, porta. Me refiero a las de rehgactón cósmica, cardaría a las esperanzas batlhstas -para usar una ingenua
y social, intuición, abnegación, contención de los impulsos y restallante réplica de nuestra historia deportiva- que "los
egóticos, y en realidad, a todos los vafores ajenos a la edad contrarios también juegan" <2•>.
secular, inmanentista, }?urguesa que estaba apurando e:i .. No fue. así con en.tera _felicidad que el "enemigo" lo
Europa su último, espléndido y equívoco otoño. L~ deb1· ÍIJÓ el Batlbsmo en el mtenor. Esto ,hoy, y en una nación
lidad de una política tácitamente carente de ellos se ilustra· mediatizada por las constricciones ciegas de la economía in·
ría muy poco después (y se estaba ilustrando ya) en esa "era ternacional, inerme frente a la gigantomaquia de las su-
de las revoluciones" <}\Ue la de México estaba abriendo. per~tencias, se ve basta?,te claro, aunque puede replicarse
Es cierto, que, pese a todo, a medida que se fuera con- también que tal percepc1on no se daba con la misma luci-
solidando el proceso, el Batllismo encontraría bases de con- dez (y no podía darse en puridad) cinco décadas antes.
vivencia. Mediante ellas refirmaría lo que cabe ilamar un Sin embargo, ya el mismo Artigas, ilustrando la concep-
"estrato de concordia" que nunca había faltado enteramen· ción schmittiana de la política, un siglo atrás de Batlle,
te en nuestra historia, y esto lo hada ahora con un Partido
Nacional renovado, peligrosamente pujante y cada vez me- (25) A esta postura (casi siempre fomentada por el imperialismo
nos entusiasta de una "coparticipación" que ya le pareda en los países mediatizados en cuanto se trató de diluir las r~istencias
poco. Los dos serían partidos con un "contenido", alenta· tradicionales), fue llevado Batlle tanto .por razones ideol6gie3$ como
dos por un básico optimismo en el prospecto nacional y por dolorosos problemas personales y familiares que no interesa exhu-
mar ya.
aquellas mutilaciones no serían percibidas neutralmente, (2e) Es interesante y no ha sido estudiada, la cuestión de hasc·a
como ahora estamos en condiciones de hacerlo, sino mane- qué punto la actitud batllista identificó "Jo católico" y "lo blanco",
jadas como arma política (que bien supo usar Herrera) como umbilicados en una hostiJidad común hacia su obra. Sin per-
de naturaleza sub-racional. Pero aun así, si contó el Bat- juicio de lo que pudiera resultar de rastreos más completo8, hay que
llismo con su propio aglutinante partidario no contó -o seftalar como dato objetivo el carácter no-católico de Jos dos mayores
jefes n_acionalistas del siglo: &ravia, el militar y Herrera, el civil, de
parece haberlo despreciado- con el del otro partido rival educación protestante por linea materna. A su vez, los máximos diri-
(y .con el de la misma religión católica que jaqueaba en gentes del Nacionalismo doctoral y presuntamente "principista" (tal
su respetabilidad y en sus posiciones sociales por una se· lo llama Lindhal) fueron liberales y agn6'iti006, como es el caso de
cularización minuciosa y por una campaña tenaz de des- Ramlrez, Lussich, Martín Martínez e:, incluso. importantes masones
como Alfredo Vásquez Acevedo. Sobre el apoyo financiero y moral del
prestigio acerbo) . <24 l catolicismo a las revoluciones de 1897 y 1904 mucho se ha ~ntrove.r­
Ambos efectos deben eslabonarse en una crítica de la tido: en el sentido afirmativo es valiosa, por su mismo carácter íntimo
postura batllista ante el Uruguay. Una actitud que siem- y desprejuidado Ja .corrcspondencl~ de 1908 del Dr. Andrés Lerena a
I..uia Mongrell (en "Luis Mongrell", por Hugo Mongrell, Vigo, 1958.
pAg. 687). En cartas exhumadas en "Suplemento de El Día", por don
(24) Claro que esta reflexión sólo será válida para aquellos que, Angel Curotto, Jacinta Pezzana, la actriz italiana contratada por nues-
considerando la laicización un bien, no la coloquen antes que cu;¡l- tro gobierno para dirigir la Escuela de Arte Dramático llama al Blanco
quier otro fin. Para los que así lo hag~n -r. Batlle parece habe! ~· "partido de aristócratas católicos" peto esto, a la luz de lo que se sabe
tado roi-.,ndo tal categoría- estas cons1derac1ones carecerán de sagn1- con absoluta seguridad, difkilmente pueda tomarse por un diagnóstico
ficación. sodo·polfti".O solvente.

48 49
quería al adversario exterior que coligara todos los ingre- nue.stra terminol~a), · oteaba todas sus consecuencias. Es
dientes de la patria que nada. <2n ~ec1r: _las económ!cas . (del monocultivoJ de la baja tasa de
También desde nuestra perspecti~a, ~esulta. casi seguro 1~vers1ón y de la u~fenor productividad por unidad) J las so-
que el Batllismo con su prospecto bien mten~1onado pero aales _(de la excesiva con.centración del ingreso, de la des-
parcial -sectario al fin- de los . valo~es ~ac1onales Y de población y la sol~dad, sm fa~ilia del sector peonal) J las
la historia uruguaya, con su segundad mf~hble de en dón- d~l atraso tecnológico, las. políticas (del patriarcalismo cau-
de estaban los justos y los réprobos, los mtachables y ~os d_iI_lesco que _en la estan~ia tenia su asiento). En esta h~­
desconfiables, violento y a menudo procaz con cualqmer ttl.idad también. era .sensible el Batllismo al carácter predo-
clase de contrario, fue incapaz de darle a su _c~nducta la mmantemente cmdadano que la línea política colorada que
amplitud cordial, abarcadora, generosa que h1c1era de su e:r:i él culminaba había tenido y a la filiación partidaria de
"política de partido" una "política nacional". Que no ha- la clase propietaria de la tierra en el bando blanco (una
ya llegado a ella no, naturalmente, por fa vaguedad, e~ co~­ mayoría que estaba, contra lo que algunos creen, y sobre
promiso, la indefinición, el intencion~do lugar co~un, si- todo en el norte, muy lejos de la unanimidad pero que
no a través de una capacidad de "asumir" lo .vahos_<> del debía ser, -como lo es aún hoy- muy apreciable) . (28)
país en sus distintas vetas parece hoy, a la distancia, su La crítica historiográfica de la izquierda en nuestro
manquedad fundamental. . . , . paí~ ha marcado con elogio esta postura pero también con
Como si esto fuera poco, la heterogeneidad ideologica a~tud -es su más severa crítica- una inoperancia prác-
que bajo el "lema colora~o" s~ cobija~a -una hete~oge­ tica que permite afirmar que el latifundio: en concentra-
neidad que, con sus venta1as e mconvemente~ el Batlhsmo ción, ma~itudes y poder pesaba tanto al cerrarse el pe-
tuvo que aceptar- sufrió siempre la ."tentación de la. am- ríodo batlhsta como cuando éste se inició. Incluso Milton
plitud" cada vez que un político de aerto volumen (Viera, Vanger, al clausurar su hlstoria de la primera presidencia
Brum, Sosa, Terra) encumbrado desde el partido a las más de Batlle anota con involuntaria ironía como la consolida-
altas posiciones estuvo en situación d~ abrirs~ ~ sectores co- ción de la autoridad estatal que el fin de las guerras civi-
lorados pero no batllistas como medio de abv1a~ el severo les representó, fortaleció la estancia, la afirmó contra la vo-
dictado que aspiraba a hacerle marcar el paso. S1e!11pre .así, luntad muy explícita de Batlle de lograr su transformación
por ese lado, soportó el Batllismo ~n latente ~~sflbram1en­ en predios agrícolas y granjas multiproductora.s. .
.to ideológico cuyos efectos, en térmmos de deb1hdad global, Un antagonismo fue el batllista, en suma, que no tocó las
serian bien perceptibles en 1933 . estru~tur~ agrarias, que se redujo a proyectos tímidos de
col<:miz~aón, a algunos desplantes amenazadores y sin con-
secuencias (los hubo famosos de Brum y. mucho más tarde·
Tal como se recordaba, al enfrentar con hostilidad el de Batlle Berres), a innocuas medidas fiscales desbordadas·
por la valoración firmísima de la tierra y sus productos (29).
latifundio ganadero, el Batllismo fue. fiel .ª las pautas ~e
un desarrollo modemiza(jor de tipo nac1onahsta que (aun sm
( 28) De este sector colorado y pro-batllista de estancieros del Nor-
(27) Ante la probable expedición de Morillo al Plata afirmó te provenía nada menoo que Baltasar Brum. · ·
(29) Batlle propuso que el propietario de la tierra fuera quien
Artigas que .. hasta era necesaria, en mon;ie~tos en que tr~tándose .de
..
f1 JUC el valor de su predio a los efectos de la Contribución Inmobilia-
cimentar con el mayor vigor el restablec1m1ento ~el espintu. públtco ria con vista~ al derecho correlativo del Estado de comprársela por este
con Ja fraternidad de todos los pueblos, se necesitaba el obJetO que, valor más un 20 3 (en 1905) y un 40 % (posteriormente) . Trató
con exclusión de todo otro, reclamase los cuidados de todos". (Cortt!- también con empeño de ajustar el tributo inmobiliario a los nuevos
pondencia al Cabildo de Montevideo, el 9 de mayo de 1815) .

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De una actitud de tal tipo bien puede decirse que sig- previa legislación · laboral exigente y relativamente costosa
nificó (si bien es dificil que se haya est~do nu~ca e? con- pero esto,_ que no podrá. me!1os que parecer una herejf a
diciones de predeterminarlo) una espeae de filo~ mesta- a eco~omistas de tendencia hberal cao), difícilmente puede
bilisimo pero persistente, entre mantener su.stancialme~~e ser º~Jetado desde un p~nto de vista nacional y humano.
intocadas esas estructuras agrarias, pero también constremr . Sm emb~rgo, esta !1ca y en verdad contradictoria plu-
(o por lo menos no hacer nada por ayudar) el desarrollo r~b~ad de fmes pernute señalar ~o que desde un prin-
desembarazado de ellas. No seria arriesgado pensar que tal c1p10 (y sobre todo en }a obra leg1$lativa de los años más
postura y tal equivocidad implicó ~ la. larga frustrar u~ creadores) puede ser apuntado como una tónica general del
posible desenvolvimiento de .tipo pnvausta, que con debi- estilo y la obra batllistas. Se da en este rubro, en la polí-
dos estímulos pudo llevar a nuestra economía por una e?" tica de la tierra, en la de servicios públicos (como se verá),
herehte vía similar a las de Australia y Nueva Zelandia en la de enseñanza, en fa de fomenlo cultural. "Querer
aunque, al mismo tiempo, representó u_n. no alterar en . cas~ hacerlo todo" es el nombre de esta debilidad prototipica,
nada el contexto social, ya que no lo hicieron proyectos en querer hacerlo todo simultáneamente, renunciando a la in-
carpet~dos, medidas impositivas o amenazas. Agrégu:se toda- exorable selección de fines (y al sacrificio de otros) que
vía que el ideal de la granja y aun del huerto sureno fue el preside una conducta política eficaz; querer hacerlo todo,
prospecto que alentó el Batlli~mo, que nunca encaró las renunciando a ese calendario de "antes'' y de "'después"
magnitudes medias como solución. Hubo a:q~i, so~re todo, que aun la acción revolucionaria más abarcadora y radi-
falta de imaginación, pues no era, en verdad, !mpos1ble c<;>n- cal no se priva; querer hacerlo todo y cumplirlo todo, des-
cebir una medida "'eficaz" desde el punto de y1sta ~conónuco deñando el efecto multiplicador .de ciertos fenómenos con-
(aunque se ••pareciera" o "acercara" al l_aufund10) Y ~os­ centradamente fomentados, y sobreapreciando la índole me-
tqlar otra jerarquía interna en el pred.10, otra organu:a- ramente corolaria de otros. Dejó esta postura, este talante
ciónp otros beneficiarios. una miríada de instituciones entecas y· mediocres, de pro-
Muy positivamente: en cambio, t~ende ~ó~ a ver el yectos empantanados, y de alegres construcciones en el aire
juicio histórico progresivo el proceso mdus.tr1~bzador que -y en el papel- expuestas a la languidez y a la muerte,
el Batllismo impulsó, si bien ya estaban mviscerados e? barridas o por lo menos desarboladas (ocurrió frecuente-
él las deficiencias que más tarde cobrarían tan grave e~u­ mente en el período de Viera, de 1915 a 1919) a cada rea-
dad. Con todo, podría alegarse que es .n?rmal que una m- juste presupuesta! malhumorado Cst).
dustrialización comience en las ramas bv1anas, con un mer-
cado pequeño, con una pesada depe_ndencia del ex~ranj~ro (30) Un economista de tendencia liberal señalaría, casi con a1*>-
en el rubro de los insumos. Más smgular es la s1tuac1ón luta seguridad. que tanto en los países pobres y marginales como en
de un proceso industrial que ya aparece enmarcado por una los ricos y centrales, en los capitalistas como en los socialistP., los pri-
meroa . y decisivos fondos para inversión se han obtenido de una ex-
plotación implacable de la masa trabajadora -en el primer caso- y de
valores del agro y, entré 1905 y 1917 pr~yecló rebaj~ qti~ llegaba11 una constricción 5evera de ella y de toda la población - en el segundo.
hasta el. 50 3 de la Contribución lnmobibaria ~l propietano que de- Casi nunca, o nunca, de una política laboral de inspiración humanis-
dicara determinara extensión de su c2mpo a agricultura o bóiques (en ta y del alto consumo (con débiles barreras aduaneras) .
los. de hasta 50 hectáreas hasta el 60 % de ellos: en 1~ . de mayor (31) Cítese, entre muchos ejemplos posibles, el lnstituio de Pet1·
~tensión sólo la "1itad del tot2l r'r.arfa de tal franqu~c1a) • De~ ca, el de Geología, el famoso puerto de La Paloma, Ja Orquesta Nacie·
ne ue ddde entonces, ex.plfotamente, la Contribución lnmobl nal. la Escuela de Arle Dramático. La misma enfáticamente proclama·
::r.~ ~ c~bró sobre el valor nudo de la tier:ra, descartándose las me· da gratuidad de la enseñanza superior (1914-1916) es también una
muestra de ello y de la inflación de significados; su quedarse a medio
joras.

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fuerza de ser tantas no se cumpliría ninguna plenamente
y que, como por su naturaleza no necesita demostración,
se incomodarían unas, a otras.
Exigiría, en verdad, un cuidadoso análisis financiero y
La política batllista de n~~onali,zac.ión integró al pa-
económico, establecer por qué vías se llegó desde tantas es-
trimonio del Uruguay, los servmos pubhcos fu?damentales
y este es uno de sus claros e indiscu~i?les méritos. No na- peranzas al actual deterioro. Igualmente lo impondría mos-
cionalizó como es obvio el lazo umbilical que unía la eco- trar cómo el cambio de sigrio de ciertos fenómenos, ha-
nomía d~l país, _como u~ todo, ,a través del c.om~rcio exte- bitual en la historia, condujo a resultados tan {:Ontradic-
rior, con las vicisitudes de la economía mundial Y sus (fre- torios con los de su visualización inicial. Cómo, por caso,
cuentemente) inhumanos mecanismos. Esto no es una re- la autonomía que para ellos aseguró la Constitución del
serva a lo que se hizo -claro está- sino sólo el recuento 17, postulada como un medio de poner al margen de la
cíe 'una de las realidades que el optimismo de lo conse- política estatal una independi~nte gestión técnica y social,
guido tendió a olvidar. (Aunque rápida, creciei:itemente, ha- fue parando en un cierto tipo de feudalización que hace
ría sentir su presencia bajo la faz de ese "deterior? de. la re- de cada uno de estos entes económicos un coto cerrado de
lación de intercambioº que se ha hecho conc1enc~a tan sustanciales privilegios corporativos, una suerte de navegan-
obsesiva de nuestra presente insatisfacción de "periféricos")· te solitario en la economía nacional, un "itero" imprevi-
Ya estaban sin embargo vigentes en este nacionalis':°? sible e inmensurable, una pieza imposible legalmente de
económico empresario que -salvo tenues ensayos de partto- alinear en cualquier esquema de planificación y desarro-
pación de usuarios y de capital privado-, seria latamente llo. Tal análisis podría mostrar así, cómo la autonomía téc-
un etatismo económico, ciertos trazos de las fuerzas que nica, financiera, funcional con que se les dotó con el fin de
lo arruinarían en el curso de pocas décadas. Porque es el ponerles al margen de la política gubernamental no consi-
caso que desde el principio se pudo marcar . en él ese ex: guió librarlos de la politización directiva y burocrática que
cesivo rol de finalidades (recuérdese la !eoente o~~~rv~­ actuaría desde lo alto, a través de las disposiciones consti-
ción) -rebajar los servicios a los usuarios, hacer JUStl- tucionales y del imperio de los partidos, ordenando el re-
cia social" al personal, independizar al país de las t1;1telas
parto no sólo en la esfera clásica de la Administración sino
externas ser una fuente de recursos para el Estado, impe-
dir la v'ersión de las utilidades hacia el exterior- que, a en ésta, mucho más nueva y vulnerable. Añádase a lo di-
cho la posterior inflación que, encareciéndolo todo a'. un
ritmo más rápido que las entradas originadas en tarifas
camino se precisa mejor si se atiende a que representó ~lo la gratui-
dad de las matrículas (a menos de $ 50.000.00 se re~u~?ó anualmen- (imposibles de aumentar todos los días, difíciles de hacerlo
te con su supresión), y en modo alguno la plena pos1bil!dad del est.u- sin sustancial perJuicio político) causaría su r_uina finan~
'di.ante pobre de terminar sin apremios una carrer~ soc1alme~te út~l. ciera y provocaría la obsolescencia irremisible de casi todos
n· as de leerse sobre este aspecto, son las recientes cons1deracio-
ea- los equipos. Y tráigase a colación todavía el terminante
::signde Alberto Ramón Real en "Racionalización institucional
el desarrollo" (Suplemento de "Marcha", ~Q 1208, p~g. 1,5) ·
sobre la multiplicidad de proyectos que cara~tenzó al Ba.tlbsmo, .va-
desdén por suscitar algún tipo de movilización de un espí-
le la pena contrastarla de nuevo con la actitud de Arugas, 1 quien,
ritu nacional y constructivo, un espíritu que pudo hacer un
también en 1815 y ante el proyecto de Agricultura para la Villa de timbre ~e orgullo y un señuelo de escrupulosa defensa de lo
Guadalupe, afirmó que "emprenderJ.-0 todo -en estos momentos será no que se convirtió con el tiempo en un botín a compartir y
abarcar nada".
a aprovechar detprejuiáadamente, en una red de arrastre cuen.t<~) que se pod~ían apreciar todos los peligros de esta
de votos y miserias (at). amb1c1~a prolon~c1ón de _lo estatal en la sociedad y su
Tal es, seguramente, la versión más importante del es- corre!ativa promoción de cierto "providencialismo" de lo
tatismo batllista y del país que modeló, un estatismo que políuco qu~ fue la forma concreta que aquélla adoptó en
modernizó los mccanism<>s del Estado a la altura de su tiem- nues~ro régimen . 1:'al vez, el más importante de ellos ha-
po, los amplió en el área administrativa y los hizo servir y~ ~ido el desprecio de toda espontaneidad de la' ini-
a "funciones secundarias" de tutela, gestión industrial y ciativa extraes!atal, el desdén por apelar a esos reflejos
enseñanza. Pero también tiene otros aspectos, en cierto mo- pur~~n~e sociales de decencia, iniciativa y cooperación en-
do larvarios, pero muy definitorios. Con la no infrecuente in- tre md1v1duos .que fue uno de los timbres y rasgos históricos
vocación a los derechos de un Estado llamado a reemplazar de la <:once_pc1ón anglosajona de la democracia· y una de
la autoridad paternal y familiar, y (en general) la de to· sus J?lás act1~as fuerzas . Sería probable, por ello, que esta
dos los grupos intermediarios entre él y el individuo, confi· ommpresenc.1a del poder público hu hiera fomentado males
guróse un .. estatismo" de estilo jacobino que permaneció por una acaón a dos puntas, pues, si por un lado condujo
sin embargo, en "estado de suspensión", programático, se- a . es~lo todo del Estado (o más concretamente del favor
miutópico. poUti~ .º de la intermediación palítica) '. pa_r otro pudo
Dejando este último e interesante aspecto de lado, se contr1bmr a robustecer esos refleJos, · ya v1e1ísimQs, de ori-
ha · señalado en cuanto a la expansión de ese Estado y al gen español, que son los del insu arismo, la desconfianza a
carácter casi desmesurado de "providencia'' que iría asu- la administración, la indiferencia moral a toda infracción
miendo, qué coherente e inexorable resulta tal fenómeno que con ella se cometa. La verdadera tradición nacional que
en todo proceso de crecimiento cumplido en un país donde fue el contrabando no se debilitó ciertamente con este es-
los horizontes de la gestión privada y su poder empleador tado ~e espí.ritu, ni tampoco las más desmedidas prácticas
son estrechos, el monocultivo extensivo domina y al cubrir usur~1as, mientras ten~erían a configurarse algunas menos
estas deficiencias, por erróneas que puedap ser sus técnicas, tradiaonales pero no ciertamente sin antecedentes, basadas
el esfuerzo estatal tiene un carácter multiplicador no desa- c!l la colusión de~ interés privado y el Estado, una colu-
tendible. s1ó!1 qu~ ha conocido (y conoce) formas variadas y de gran
Seria t~mbién más tarde (es el estribillo de este re- refmam1~nto .

(32) Anótese que esta politización, unida al ensanchamiento del


Estado y a los males clásicos y consust~nciales (papeleo, .rig~dez.. l~­
titud, rutina) de la burocracia, ha alimentado la notoria meficaaa
de nuestra administración, no demasiado resaltante a un examen com-
patativo, reconózcasc, si se exceptúan las horrorosas cajas de jubilacio-
nes. dcsbOrdadas siempre por la improvisación y la "generosidad'' le·
gislativa, envilecidas por la rapifta y el engaño de los desgraciados. En
lo que tiene que. ver con la "in;sularid~ de los Entes", su realid:'d
admitiría atenuaoón en estos últim~ anos, por cuanto el Poder E1e-
cutivo parece más inclinado a usar las facultades que le concede, no
tanto el artículo 199, como el 222 de la Constitución . La magnitud de
los reclamoa presupuc:stales al ritmo de la inflación y la gravosidad
social de los aumentos de tarifas así lo están presionando Pero la
posición global de los Entes, con todo, permanece invariable .

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V. DIALECTICA INTERNA
. Pu~~n ~ñalarse boy las carencias de esta lítica de
EN SEGUNDO TRAMO md~stnah~ación coi:i ~nflación y subsidios, fijaciones de
precios y tipos c~mbianos por más que de algún modo salga
e!1 su r~trospe~u~a ~efensa el hecho de que "alguna" polí-
tica de mdustnaluación es necesaria y siempre es mejor algo
que ~ada. Si se la examina, con todo, desde el orden de in-
gredien~s en que descansab3: es inexcusable llegar a ciertas
conclusioi:ies sobre su i·eal eficacia promotora.
Impbcaba (para. comenzar) un Estado político arbitral
~ntre grupos con_ipettdores por_ l~ promoción -y sus venta-
1as o por la elusión de sus per1u1aos-, una función "inter-
vencionista" que desde entonces nuestro Estado desempeñó
En la ~isma obra que el Batllismo emprendió, en todo en forma much~. más masiva de lo que en el pasado lo ha-
lo realizado entre 1903 y 1915 ya se hadan presentes todos bía hecho. U tihzar estos poderes con un criterio menos
los rasgos recién registrados. Sin embargo, cabe una pre- orgáni~o que ~nmediato y s~l~dor del paso fue un estilo que
gunta: ¿cuál fue su despliegue, cuáles los caminos de .su se perfiló rápidamente. Utilizarlos con sentido mucho me-
plena formulación hasta llegar hasta nuestros días? La. m- nos e~onómico que político-electoral y personal no era, en
terrogación es incitante por m.ás q1;1e ~ara contest~rla deba ca~~10, una nov~dad en el país (ya veinte años antes había
de hablarse (subordinando imagmauva, metócbcamente, re?-hido el Batlhsmo el mote de "salvismo") ; cabe empero
factores exógenos) de una dialéctica, de un crecimiento in- afirmar, sí, que el desplazamiento de los móviles de una
terno de lo que ya se hallaba actualizado. zona a otra se hizo mucho más patente y sistemático.
Sin posibilidad de indagar en el jµego de "infras" y Tenía -:para seguir- esos límites precisos e inexorables
"superestructuras", comencemos por el hecho de que en que la magmtud de un mercado pequeño y la misma índole
un tipo de industrialización como la referida, carente de de la industria ligera fijan.
un mercado suficientemente amplio, esencialmente ligera y No contó, parecería, con la clase técnico-administra-
podríase decir, "terminal", descansó en forma sustancial la
vigencia del Batllismo. Ella es la que las p~e~ntes promo-
r
t~v.a eficaz de~interesada q1;1e era requerible para una po-
huca que imphcaba operaciones como las de fijación de
ciones nacionales han heredado, y cuya deb1hdad dicta los costos, y tipos cam~i~rios o si l~ tuvo, toda ella, o por lo
desesperados esfuerzos por la integración económica que hoy menos sectores decmvos, estuvieron demasiado trabados
se arrastran por reuniones de técnicos planificadores y va· por el papelerío, la rutina burocrática y la politización elec-
riados especialistas . , toral.
El período que en estrictez cabe ver dominado por la . No vigilando, además, en su base, la producción prima-
penona de Luis Batlle Berres (1946:1?58) se desarrolló ba- ria del agro, castigada por vía fiscal y cambiaría pese a nutrir
jo su signo, aunque en nuevas condiciones que antes no se cabalmente nuestros rubros de exportación, se asfixió a
habían dado: primero aprovechando la coyuntura interna- la. larga en sus posibilidades de divisas y en todo ensancha-
cional: cierre de la guerra mundial, "guerra fría", guerra miento eventual del ·mercado de consumo.
de Corea; al fin, coincidiendo con la caída radical de nues-
tras exportaciones y con la difundida alarma ante una re- Por último, y por más que hoy tendamos a ver este pe-
lación de intercambio cada vez más adversa. ríodo con mayor equidad de lo que lo hadamos al cerrarse,
no resulta calumnioso decir que un segundo (y posteriores

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tram~) de este proceso industrializador descuidó ciertos va- No es fácil establecer el vínculo entre esta postura que
lores de contención, sobriedad y decoro que éticamente - tod~ han reape~ado \Y--el Batllismo entre esos todos) la
es obvio- son siempre deseables. Este descuido plantea las pol!tica e~onóm1co-social que cumplió mientras fue la f~er­
relaciones nada unívocas entre moral, economía y política za· 1m}?uls1va del Estado en las primeras década d 1 · 1
pero aventúrese sólo que él Je ganó . al proceso industriali-
zador -lo mismo que al de nacionalización y estatización-
Pero s1 ese vlncul? no. es fácil, y sobre todo no e~
c~, par~ce poco d1scut1ble que existió y que su prime:! ma-
i:e :fv~
resistencias y animadversiones que hubieran sido conjura- mfestaaón fue convertir ese Estado 0 ese Poder dº
bles y que han facilitado la propaganda reaccionaria con- · b · '
mIZa a su política en el "árbitro de la sociedad"
que · ma-
·ed d . . , una so-
tra sus mismos fines. Y si es cierto que la industrialización c1 !1 , como todas las cap1tahstas y liberales ino á 1·
ha sido en casi todas las naciones fuente de escándalos, pre- s~c~1onada en clases, atomizada en grupos que preteil~: -~~:
texto de rápidas y desmesuradas fortunas, muy distintos son ngulas y representarlas.
los casos de Estados Unido y Brasil (pongamos estos ejem- Ya s~ ha he~h? mención a este aspecto en el recuento del
plos), enormes cuerpos sociales que parecen capaces de so- proces? mdustr1ahzador.. Cabe ahora darle la mucho mayor
brellevar cualquier rapiña y nuestro pequeño Uruguay . extensión que posee. Y s~ ~obre él se reflexiona, es posible se-
Nuestro país tan corto y resonante, tan hecho de equilibrios ñ~lar que esa es la condmón normal de un Estado y un Go-
y contrapesos, tan sostenido por precarias, evaporables exce- b1e~no i;ioclernos en una sociedad común de Occidente, sean
lencias. pohclas1stas ? no los partido5 que los detentan. Puede ·uz-
g:ine la reahda? desde el punto de_ la salud política yJso-
cial de una sociedad pequeña y relativamente atrasada co-
mo. el Uruguay de este siglo y sus primeras décadas y con-
He subrayado un carácter arbitral y él tiene sus coro- cluuse q~e ella no es grave cuando esa pluralidad de sec-
larios. Con preferencia hacia los sectores sociales (clase me- tores se integran dentro del partido mismo y reciben desde
dia burocrática, artesana y pequeño comercial, empresarios dentro de él un_ fallo a sus aspiraciones. O cuando también
industriales, proletariado urbano) en los que tenía su ma- (cot1?'o ocur~e, incluso en los prospectos de desarrollo eco-
yor clientela electoral, el Batllismo fue sustancialmente fiel 1 n?m1co de upo 1?'º comunista) hay una visión de la comu-
a la naturaleza polidasista de nuestros partidos tradiciona- 1
mdad que se quiere alcanzar y de los sectores sociales que
les. Un rasgo mucho menos excepcional -dígase de paso- en el logro de esta meta pueden colaborar .
de lo que un marxismo vulgarizado suele pensar y muy ex- Tal como entre nosotros se ejerció, tiene su sentido más
plicable en agrupaciones cívicas como las nuestras, nutridas ~ngosto. ese "poder arbitral", maniobrando en una sociedad
desde el priJ1cipio, en una sociedad de ambiguas tensiones morgámca de grupos en pugna por no perder su parte a
socio-económicas, por el factor emocional de "la divisa" y ~rorrata de la renta nacional, actuando por medio de deci-
el poder del vínculo personal organizando séquitos políticos siones de índole esencialmente compensatoria, reglándose
de gran diversificación interior. <33 ) (como ya se. deda) con crudo criterio político y electoral.
Este esttlo reguló la incidencia esta.tal en todos los sec-
(23) Este rasgo polidasista explica, por ejemplo, que siempre que tores, desde el laboral hasta el fiscal, pero encontró después
-:-muy raramente- tenga que atacarse de frente algún interés global
de clase, se designe a ésta adosándole una frase adjcLival de índole pe· perflua"; la cla¡e obrera "los trabajadores engafiados" o "mal (:Ondu i-
yorativa: pero de clara intención limitativa. A~f. los propietarios agro· dos"; el comer~io, el "intermediario abusador" o "antisocial'•. y no ~
pecuarios son "lO!I estancieros retrógrados" o los "latifundistas" d~ igual casual la mención. ya que se Lrata de los grupos que, esporádic.amen-
jaez; los ,cmpleados públicos "la burocracia omisa" o "excesiva" o "su- te. son a tac.ad os en el país .

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61
de 1950 su campo predilecto en la política estatal de pre· "Política de redistribución" es la síntesis. Dejando de
cios, salarios y subsidios . Y si su alcance era inmediato - lado lo mucho aparente de ella, los márgenes muy relativos
..inmediatista" su móvil- se comprende, a sentido contra- de lo efectivamente re-distribuído, vale para trazar una an-
rio, que careció casi siempre de perspectiva de futuro y de títesis con una "política de producción" y aun con otra de
toda preocupación en la repercusión económica lejana -y producción y redistribución simultáneas. No es incorrecto
aun cercana- de cada solución. Tal sello se le imprimió afi~ar que tras su~ primeros bríos promotores, el Batllis-
al régimen impositivo, en el cual el tributo llegó a ser ins- mo !ibró la_ producción del país a lo muy problemático que
trumento de retorsiém y hasta de disciplina electoral, como pudiera brmdar -dadas las estructuras- su espontaneidad
lo serían más tarde la concesión o negatixa de subsidios y natural. Juzgándola como un todo, de ahí resulta su preca-
los reclamos de todos los núcleos sociales. riedad, su debilidad.
No es pensable que tal política: conceder, sin quitar Hay un argumento, muy caro a los vulgarizadores yan-
aparentemente a nadie, aumentos nominales de sueldos y quis de "relaciones públicas" empresarias. El es el de que
salarios, de costos y precios, creación de poder de compra sólo "agrandando la torta es posible a~andar los pedazos".
y de "poder de ganancia", no haya sido una de las fuentes ~uera de los Estados Unidos, cualqmer meditador adver-
del proceso inflacionario (que sin duda tiene otras) o un tido husmea la trampa colocada: en ciertas cocinas no hay
refrendo legal de lo que -por lo menos- no se buscó nun- tortas que crezcan sin que después los peduos más gran-
ca contener. Y, en verdad, si "desarrollo con inflación" des que se cortan en ellas lo sean cada vez más. Y aun si
-cierta inflación regulada- es hQy casi el dogma para toda las proporciones se conservaran, esto no evitaría el escán-
economía inmadura, lo cierto es que el signo de lo que dalo moral y el peligro social de ciertas desigualdades. Sin
cabe llamar la "postdata batllista" y los mismos seis años embargo, la lección que se desprende de toda economía re-
que la han seguido es "inflación sin desarrollo" y renuncia ''olucionaria eficaz es que no hay soluciones redistribuidoras
"ex·limine" a toda contención planif~cada de ella, a toda di- que no vayan engarzadas en la promoción productiva, y que
lucidación entre sus posibles beneficios y sus males de ines- más producción y mejor .redistribución son dos incógnitas
tabilidad social y psicológica, injusticia, lucros desmedidos ·que tienen que despejarse juntas, dos frutos que no pue-
y desaliento de todo ahorro en signo monetario nativo. den crecer muy distantes.
Que la inflación devoraría a la larga la relativa efi- Si el temple instintivamente antiempresista del Batllismo
ciencia de nuestros servicios públicos, arruinaría los insti- y aun su inarticulación económica le evitaron adherir a tal
tutos de tutela social convertidos en vergüenzas y tugurios ¡ sofisma, sus direcciones, ni antes ni ahora, parecen ha-
y que ese habilidoso arbitraje haría a nuestra sociedad des- berle aproximado a la buena vía.
deñosa de todo cambio de estructura, de todo impulso ra- Retrocediendo a los términos estáticos de su programa,
dical y valeroso (ya que cualquier reclamo tiene aparen- es ~vidente que el Batllismo quiso alcanzar una sociedad
temente el destino de ser oído y atendido) no son sin duda sólidamente centrada en las clases medias y un proletariado
la culpa exclusiva del .B atllismo, pero sí del estilo político integrado por técnicas evolutivas y -a través de ellas.:.... tá-
de facilidad y conformismo, de piedad, de contemplación cita pero efectivamente "aburguesado". Tal aspiradón, tal
del "interés creado" <34 ) que en la vida nacional impuso. proyecto es inseparable de su filiación en lo que suele de-
signarse "democracia radical de masas", de tipo francés y
(84) En cierta propaganda ele "El Día'', en oportunidad de la r su correlativo acento 'J'ºacohino' 1, dogmático, intensamen-
candidatura deí Sr. César Mayo Gutiénez, se decía de él. como má· te igualitario, seculariza or .. Que tal congregación ideológi-
ximo elogio, que nunca había vulnerado "ningún interés creado". ca se diera en una nación marginal, extraeuropea, dé eco-

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nomia monocultivadora es la nada pequeña nota diferen- a tales efectos concurrieron sobre todo el sistema de tutela
cial que en este punto, como en tantos otros, tendría peso Y segu~idad social (jubilac;:iones y pensiones), la política
decisivo. Porque, es del caso preguntarse, desde nuestra ~?c~c1onal en. su vers.ión ·m~yoritaria (esto es, "culturalis-
altura histórica, qué ~iabilidad y qué vi~a}idad podía tener t~ , i~telectuahsta, umversahsta) , y un desarrollo burocrá-
en el futuro una sociedad de tal composlClÓQ · uco dictado en buena parte (si bien ésta de magnitud di11-
La expresión "clase media" (como tant~s veces se ha cutible) por conveniencias electorales.
observado) recubre estratificaciones muy vanadas y en un Respecto a los tres, existe cierta seguridad para pensar
país del tipo del Uruguay era inevitable que los secto~es que los efectos del primer factor, en cuanto a la estabilidad
céntricos se nutrieran sobre todo con el aporte burocrático y magnitud del irtgreso, resultaron en general abrumado-
de un Estado en crecimiento, con el pequeño comercio -en ramente mesocráticos. Que los del segundo, lo fueron igual-
un país en que la intermediación ya e.ra tra~icionalme~te mente, en cuanto se promovió una cultura -y a veces sólo
fuerte y nutrida--, con el sector profesmnal-hberal, e~ t~e­ un barniz de ella- distraída de toda realidad inmediata
rras en que el doctoralismo académico, lleno de frustrac10- ajena a toda práctica productiva y tangiblemente creadora:
1:es y pretensiones, había sido ya por esos tiemP_Os señalado Y en lo que tienen que ver con los del tercero, también ca-
como una amenaza por conservadores y progresistas. be orientarlos en la misma dirección, porque a~n en esa
Los tres núcleos configuran, en suma, "viejas clases me- política integracionista del proletariado (diluidos los pri-
dias", con la caracterología que el marxismo (no siempre meros agresivos núcleos extranjeros) la eíicaz terapéutica
con mesura), les ha prestado: contradictorias, indecisas, tuteladora del Batllismo se canaliza hacia ese fin.
complejas, tuteladas y tutelables, tironeadas entre el m~>ra­ Si una conclusión es lo que se busca sobre el futuro de
lismo y el economismo, el puritanismo y la sombría avidez compuestos del tipo precedente no es dificil que ella fuera
personal. Todos estos rasgos, en alguna medida, han pre- la de que las sociedades de "vieja clase media" ya hicieron
sentado entre nosotros pero, sobre todo, han sido la má- su hora universal. La de que -también- es menos viable
xima expresión de ese gran desarrollo "terciario" que hoy q.ue .en cualquier otra área de .la tierra en ese mundo pe-
los análisis económicos serios señalan como la gran desme- riférico que tan de mala gana integramos. Y más evidente
sura nacional. (Por más, anótese de paso, que algunos co- resulta aún esto si no se toma en cuenta (como no sé que
miencen a aceptarlo, ~eñalando -no sin cierto ánimo de se ~aya hecho por alfI'!nos argumentadores) el distingo hoy
paradoja- su acorde premonitorio con la estructura de las posible entre esos v1e1os sectores medios y los nuevos nú-
más modernas sociedades industriales) . cleos mesocráticos de promotores, técnicos, científicos, inte-
Al margen de este eventual debate, parece fuera de Jectuales, organizadores, empleados que la sociedad moder-
duda que el Batllismo no buscó tal cuadro y que fueron na madura, sean cual fuere su régimen social, reclama.
otros, e intuitivamente "actuales" sus designios, tales como (Unos núcleos, agréguese aun con peligro de digresión, con
promover la industria con todos su~ alcances,. pr~gra~ar .la los qu~ es incluso peligroso romper "el continuo" que lleva
modernización de nuestra producoón agraria, tlusmnarse desde ellos, al "proletariado", puesto que todos forman, sin
con el futuro de la pesca y la minería, impulsar la educa- artificiales distingos~ las ºclases trabajadoras" accedidas a la
ción técnica, tratar de alentar la granja, ensanchar e.I Es- dirección de la historia.)
tado hacia la gestión económica. Empero, por un impulso . ~ntre otras posibilidades, queda, es cierto, la presunta
más fuerte que todas estas apetencias (muy epi$ódicas ~lgu­ vitahdad de una "burguesía nacional", cuya incipiencia vio
nas de ellas) es difícil negar que el país que el Batlhsmo el análisis marxista como un mérito y hasta un sinónimo
modeló contenía ya, potencialmente, tal resultado. Creo que del Batllismo, configurando una estratificación mental de

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64
confianza que aún puede verse en plánteos tan oficiales co- c~erosa e institucionaliia: hasta hacerse prácticamente intan-
mo los de Rodney Arismendi. El tema no puede ser de- gible; se alcanza una situación de equilibrio social en la
sarrollado aquí pero hay fundadas r~z~nes para pensar ~ue que ningún sector º. clase .es capaz por sí sola de provocar
hoy, sin la anteojera de citas presugiosas sólo es pos~ble la ruptura y -al mismo tiempo- el descaecimiento de la
esta fantasmal "burguesía-nacional" bajo ciertas y taxativas moral pública alimenta las tendencias del orden burocrá-
condiciones. U nas condiciones que son un r-an mercado, t~o-estata.l ha:ia el rol más nutri~o, y abusivo, de privile-
un desarrollo industrial promisorio, un confhc~o con la co- ~u~~. .Umda, •napelablemente unida a los partidos, la po-
rriente de bienes proveniente del comercio ~xte~ior, una con- huzación de ese sector tendrá que pagarse ·-y se paga abun-
fianza intachable en una estabilidad social mterna Y ex~ dosamente- en términos de ineptitud individual e inefica-
terna. Una suma de ingredientes, es fácil verlo, que hoy en cia global, unos términos que si son difícilmente "demos-
pocos lados se dan (la amenaza revolucionaria univer~al, trables" no escapan a ninguna experiencia. Pero también
por ejemplo, penetra aún en las sociedades .de más sóhda la politización tiene otra expresión que pudiérase calificar
estratificación) con lo que es posibl~ conclmr que ~l Uru- de típicamente uruguaya. Es la de un cierto "continuo"
guay de estos años no es una excepción a tal carencia. entre lo burocrático y lo político (o a la inversa), que la
dirección partidaria de los grandes entes autónomos del Es-
tado y la existencia de todo un sector de ºcargos de con-
fianza" facilitan y aun franquea el absoluto fracaso de los
El agrandamiento del Estado que el Batllismo propició intentos de crear una carrera administrativa fluida y ce-
entre sus fines predilectos (fa noción de "instru~ent~" y la rrada a intromisiones. <H>
de "fin" en sí mismo se confunden a menudo mextncable- Lo anteriór es simplemente una ilustración de una rea-
mente), el ensanche de la base administrativa pública,. si lidad más amplia. Y ella es que todas las garantías logradas
quieren usarse términos más concretos, creó (como cualqmer en los cuadros de un Estado y un Gobierno que difícilmen-
urugÚayo lo sabe) un aparato burocrático s~mame~t~ c~m­ te podían juzgarse un "reflejo de la nación" -unos cuadros
plejo. Ahora bien: ese aparato, por su propia densificació? en los que las minorías debieron, con sangre, sudor y verba,
y por insertarse en una sociedad de grupos que en sm n~­ tallarse un sitio- mostraron, con el correr del tiempo, su
veles medios (por lo menos) actúan con car~c~er neutrali- ambigüedad.
zador, compensatorio, de alguna manera eqmhbrante, ~en­ Esta revelación es, naturalmente, posterior a la Cons-
dió a dar origen a un grupo social más, un grupo relatlv~­ titución de 1917 y a las leyes políticas que se escalonan
mente independiente de cada uno de los otr~s (es pu~a hi-- hasta 1925, con las que puede decirse que el Uruguay (po-
pótesis la conjunción de todos a su frente) e mdependiente, líticamente) se hace para todos; miradas las cosas desde ma-
en especial, de la estructura productiva. Se trata, como es yor distancia, no faltará quien diga que tal indisciplina en
obvio, de un fenómeno general de la sociedad contemporá- las consecuencias ocurre en toda colectividad marginal cuan-
nea, tan positivo a veces como regresivo otras. El Uruguay
no constituye una excepción a esta equivoddad, pero puede (S6) F.ttc pasaje de la política a la administración es una · posi-
también defenderse que hoy está entre las colectividades bilidad con Ja que mentan los políticos que han sufrido contrastes
más marcadas por la vertiente nociva de sus resultados. electorales o que, simplemente, quieren mejorar su situación personal
cerca del retiro, tal e.orno ocurre con Ja eventualidad jubilatoria para
Ayuda, en nuestro caso, a ello, u~a conjunción. de circun~­ log que dirigen los Entes bancarios del Estado, acumulable a la que
tancias entre las que se pueden almear una sociedad polftJ· serán acreedores por los servicios prestados en Cámaras, Consej'os o
ca que (como habrá que plantearlo casi enseguida) se es- Ministerios.

66
•1
do ciertas instituciones de inspiración europea y moderna aunque objeto, casi un siglo antes, de una balcanización de
culminan el proceso de su maduración . soberanías, pieza pr~ilecta de esa acción imperialista do-
Algunos fenómenos uruguayos parecen capaces de ilus- tada de airosa cohonestación ideológica, para los tiempos
trar la realidad de tal cambio de signo. Creo que esto es de Batlle sólo resulta prudente aceptar que tal fragmenta-
lo que ha ocurrido (y ya ocurrió en pleno ciclo batllista) ción, contribuyendó a la alta onerosidad de la superestruc-
con el voto secreto, del que pueden decirse muchas cosas tura política, ha reforzado, más que nada~ el oscurecimiento
pero no ciertamente que haya desalentado ~últiplcs ~orm~s de todas ]as cuestiones nacionales básicas, ha promovido la
rampantes de cinismo dvico·moral y el tráfico del sufragio futilidad -sería calumnioso (para el adjetivo) llamarle "de-
(sobre tcx!o) en base a pequeñas y a veces sólo promisivas portiva"- de esa misma po11tica, ha definido su carácter de-
ventajas. T.al, también, lo que sucedió con la represen~a­ corativo, postergatorio e irrespirablemente menor.
ción de las minorías y el principio general de la proporcio-
nalidad, dos principios que (después de devolverle ~l Par- En esta realidad no es evitable señalar dos trazos, en
tido Nacional el sitio que le correspondía en la lógica de- puridad conexos que el Batllismo iría asumiendo, pues si
mocrática, después de darle voz a los pequ~ños núcleos de bien Pedro Leandro Ipuche habló .-y la expresión ha hecho
ideología coherente) han tendido a fragmentar a los par- fortuna- de "mística batllista", posee sentido, sin embargo,
tidos y a ese algo mucho más importante que ellos que es desdoblar su entidad en un par de elementos .
..el 'luerer" de nuestra colectividad nacional .. Y como sólo Sin perjuicio de una capacidad de maniobra, de un re-
se m:ide el daño si se visualiza la alternativa, aventúrese que gistro táctico tan amplio como los de sus contrincantes y
ese querer de la nuestra como de cualquier otra es,_ última, probablemente digitado con más habilidad, su propia fe en
radicalmente simple y coherente si éste se asesora sm enga-
"lo ideológico", el triunfo de muchos de sus postulados, el
ño y sin los intereses cread~ de los grupos de privilegio y
las castas políticas, si se le .. simplifica", en fin, de todas las exclusivismo partidarista de que hizo gala pararon conjun-
divi!iones artificiales, si se rastrean las apetenciás (y se las tamente . en un dogmatismo de clara evidencia. Déjese de
sirve) de seguridad, paz, bienestar, independencia; decoro, lado que ese dogmatismo expone en buena parte condicio-
que alientan en Ja mayoría de los hombres y mujeres de nes sociales muy diferentes a aquellas que daban franquía
cada pueblo. a la apacible tolerancia, al diálogo ininterrumpido de las
No es prudente afirmar que la fragmentación de la vo- facciones doctorales de fines de siglo. Importa más señalar
luntad social en innumerables canales y compartimiento$ que la tan legítim~ admiración a Batlle convirtió muchos
vigilados y aprovechados, abiertos y cerrados por celosas di- de sus dichos en aforismos repetidos como ensalmos, en so-
recciones partidarias, haya sido, en el Urugµay, el fruto de luciones de validez lkrónica que se manejaron con una li-
un .. plan" ajeno. Porque hubo y aún hay (mírese al Africa teralidad verdaderamente talmúdica. Es una práctica rei~
negra de hóy) un plan de amplitud universal, expreso o terada hasta el presente aunque, con seguridad, con muy de-
implícito, y en cierto modo diabólico, que las fuerzas de la crecida fe en su eficacia . Pero si el dogmatismo es factor de
imitación y la rorrupción imperialista, en esto al amparo
de prestigiosos dogmas universales, han cumplido. Vistien- fortaleza cuando una fuerza política funcionaliza su brega a
do los países extraeuropeos más débiles con todos los vis- metas en verdad conquistables, muy otra es la situación cuan-
tosos figurines de la modernidad poHtica europea se han do él sólo consigue dar una apariencia de vida a lo que
remachado cadenas, se ha dividido, corrompido, distraído, ya es fachada, cuando el agotamiento de una circunstancia
planteado falsas pugnas. Del Uruguay puede decirse que exige reajustes y una maleabilidad desprejuiciada para las

68 69
inflexiones que llegan de realidades cambiantes o inédi- casi inevitable (no se hubiera necesitado en puridad el
tas. <86 > carácter aventurero y equivoco de la carrera política de Te-
La intransigencia, el abierto sectarismo político que rra) que en un contexto social determinado, un presidente
importaba la fórmula batllista del "gobierno de partido pa- no tendiese a presentarse como víctima de los mandatos de
ra el país" resultó un coligante poder9so, un activo factor un circulo casi anónimo, no se viese tentado a arrastrar to-
unificador mientras existió una tarea a realizar -monopo- da la armazón del Estado l~l tras el reclamo más o menos
lísticamente-, mientras fue visible un norte alcanzable a teatral de su libertad, de su iniciativa "ágil" (una palabra
perseguir. que tuvo fortuna). Como se decía, este conflicto se jugó en
Se supone que desde tales situaciones cuando este se- un contexto que fue el económico-social determinado por
ñuelo se borra o no es seguible, los partidos ingresan en los colazos 'de la_ crisis mundial de 1929, la caída de los
aguas de tolerancia, de relativismo, de compromiso. Que al precios, el extremo endeudamiento de la clase· agropecuaria
Batllismo, sobre todo a partir de 1938 le aconteció algo de que había disipado en gastos suntuarios (y nada reinverti-
eso, es difícil de negarlo pero también lo es dejar de seña- do) I~ provechos de los añ0& de "las vacas gordas", la
lar la tensa supervivencia de este estilo, la remanente vita- contagiosa aprensión de los sectores conservadores ante la
lidad de este temperamento en cierto modo faccioso. Con- importancia que pudieran adquirir en el futuro del Bat-
vertido, sin embargo, en armazón de una plataforma poli· llismo ciertos núcleos (caso de "Avanzar') muy radicaliza-
tica, esa intransigencia no acepta otro nombre que el- de dos. A todo esto es inevitable agregar aún el creciente fa-
"exclusivismo" y no tiene otro campo de ejercicio que en \'or que el fin de la. tercera década y el principio de la cuar-
la distribución del empleo. Pero el fenómeno tuvo todavía ta aportaron a las 'ideologías autoritarias y a su critica de la
un sesgo más triste, más mortecino, cuando hubo -desde evidente crisis de las instituciones demoliberales tradicio-
los niveles superiores- que renunciar al monopolio, cuando nales ..
debió entrarse en convenios _de prorrateo y cuotificación de Al señalar las deficiencias del trabajo leg1~lativo, las
las ventajas y ejercicio del poder. iervidumbres del representante respecto a los grupos elec-
El 81 de marzo de 1938, eLgolpe de estado policial del torales y de presión, al reclamar la fortaleza, la ejecutividad
Presidente Terra, cierra el primer período batllista de trein- y la independencia del poder público respecto a esas trabas
ta años, que la elección de 1903 había abierto. El conflic- y a los propios partidos, al postular la tecnificación de la
to. entre. dirección partidaria colegiada (y en buena parte decisión parlamentaria y administrativa, es probable que
ohgarquuada) sobre todo cuando faltó en ella una figura esta corriente desbordara los limites de los grupos qu~ en
del volumen de la de Batlle y fueron sus titulares varios Europa y América cabía llamar estrictamente "filofascistas'"'.
opacos segundones, su choque con el poder personal in- Por eso, aun a riesgo de chocar estereotipos al uso, es
vestido en un primer mandatario, o jefe de Estado o de más certero apuntar que fue en los teóricos franceses -de
partido no había hecho crisis mientras Batlle había asumi- una "rectificación de la democracia", al modo de Joseph
do alguno de estos roles y controlado a la vez el aparato Barthélemy y André Tardieu que la corriente dictatorial
partidario con su incontrastable autoridad. Sobreviviente la del Uruguay se nutrió. Es probable entonces que, pese a
institución presidencial y divorciadas las dos· entidades, era algunas simpatías detonantes (algunas muy anteriores, co-
mo la de Sosa, al golpe de Estado), resultara el fascismo
(36) Por todos estos rasgos el Batllismo es un típico "ingroup", para la mayoría de los propulsores de una política de fuer-
(una característica que también se ha marcado en el Aprismo) y por za, algo así como la ilustración excesiva, indigesta de ciertas
ello sumamente blindado a las e-videncias de cualquier envejecimien-
to de sus postulados y de toda decadencia de sus cuadros dirigentes. verdades de aquélla, el crecimiento patológico de algunos fe-

70 71
nómcnos reactivos básicamente justificables (tales el revisio- netas ni (desde que se diferenció como fuerza especifica del
nismo internacional y las humillaciones de la denota en total del Partido Colorado) cuantía electoral propia como
Alemania o la anarquía politica, regional y social en Ita- para realizar-sus postulados más ambiciosos, más radicales.
lia). El Senado, electo por circunscripción departamental siem-
pre fue una valla y el de Diputados, salvo lo que sigue a
la abstención nacionalista de 1911, un ámbito dificil de
manejar. Si se quiere una comparacióh con ejemplos extra.n·
La muy diferente entidad de la: descendencia directa d.c jeros, dígase que jamás estuvo el Batllismo en condiciones
Batlle, el aire cerrado, ~asi clandestino en que se movía la de realizar legalmente una acción similar a las del Radica-
dirección del partido -fueron los tiempos en que se popu- lismo argentino, el "Estado Novo" de Vargas, el Peronismo
larizó la expresión de "la caverna", el distingo de "éstos son o el Partido de la Revolución mexicana (hoy P.R.I.).
otros Batlle"- se unió a una sensación colectiva -acertada Pero si fue un obstáculo, esta limitación tiene también
o no pero muy efectiva- de dispersión total de la responsa- el valor de un síntoma. Y permite, ya a esta altura, fran-
bilidad en las decisiones poHticatt, de parálisis del Ejecuti- quear el peso a una serie de interrogantes cuya respuesta
vo, de debilidad estatal y social. Terra supo aprovechar tiene igualmente -)'ª"""" una dirección.
muy bien todo esto, al tiempo que no era ajeno a su propio ¿No habrá pasado que agotadas las pre-condiciones que
fomento. recibió: un país laico:, liberal, con fuertes núcleos extran-
Después vinieron los cinco años de ostracismo nominal jeros, con débiles resistencias tradicionales y religiosas, sus-
originados por ese 31 de marzo de 1933, cinco años en los tancialmente centralizado y urbanizado, el Batllismo no fue
que el Uruguay fue gobernado en buena parte por los capaz de crear otras que hubieran dilatado su tan evidente
tránsfugas de un Batllismo bastante desfibrado y poltrón. impwso creador?
Luego, entre 1938 y 1942, un cuatrienio en el que el país Ya se ha hecho referencia al debate del causalismo y
siguió siendo lo que él lo había modelado, lo que lo había la creación política personal y al juicio que una postura
hecho de acuerdo a pautas que todos en cierto grado acep- como la de Vanger puede merecer. También al "protago-
taron, un cuatrienio en el que la guerra mundial había nismo", el "maniqueísmo" y el "monopolisrno'•, como he-
atenuado como peligrosa toda ~ensión ideológica interna y mos rotulado a estas desorbitaciones de la apologética bat-
en el que el Batllismo se hizo un sitio. Cuatro años más de llista en el encomio de &U fundador. Ni Batlle, recapitulá-
transición siguieron para completar los ocho (las presiden- base, lo fue todo y algunas figuras secundarias respecto a
cias de Baldomir y de Amézaga) en que colorados de la él son impresdndibles para entender ciertos aspectos de su
fructuosa profesión neutral prepararon la vuelta del hijo obra, como el caso de Arena y Areca en legislación civil y
involuntariamente separado. De 1946 a 1958 se dio una del trabajo, el de ~edo en enseñanza y "fomentoº, el
postdata batllista en la que el partido tuvo volúmenes elec- de Amézaga y Serrato en aspectos técnicos y en la ge~tión
torales que nunca babia alcanzado, logró (contra la volun- industrial del Estado. También, recordábase que ni el Uru-
tad de algunos caudillos) su aspiración al "colegiado inte- guay de 1900 es la noche y el día respecto al de 1910 ó 1920
gral" y cumplió una tarea que permite rastrear en qué pa- ni· muchos de los logros importantes del Partido fueron ob-
raron, en esta segunda instancia, esos elementos seminales jeto de una resistencia demasiado dilatada por parte de sus
de un Batllismo de primera época. adversarios.
Hasta este momento, es cierta la alegadón batllista de Con esto tocamos la otra curva de estos interrogantes.
que el partjdo no contó nunca con mayorías parlamentarias ¿Es que -probablemente- el desafío no fue (históricamen-

72 73
te) lo bastante fuerte para haber exigido al Batllismo lo
mejor, más rotund~ de sí mi~mo? ¿Bastan~e intensos l<?s an-
VI. CONGELACION DE LAS INSTITUCIONES
tagonismos económicos y sociales, las presiones extran1eraa?
Protestas inglesas por nacionalizaciones -tal en el caso d.e
los seguros- fas hubo, pero no las represalias tan habituales
ni la revolución pretoriana con que el imperialismo suele
replicar a todo alarde de independencia de una nación do-
minada. Clásicamente -como ya se dijo- fue el país para es-
tos intereses más un puesto de vigilancia sobre el costado
atlántico que un coto de explotación i~tensiva. El poder es-
tanciero había sido grande y lo siguió siendo pero, por lo
menos hasta 1958 y a favor de condiciones excepcionalisi-
mas, todo su peso se concentró en la resistencia y la disiden-
cia, toda su estrategia fue incapaz para permitirle llegar a "País de las cercanías" hemos llamado al nuestro y, en-
una efectiva dirección del Estado. Políticamente; el gran tre esas cercanías se puede registrar la que se da en los
antagonista, el Partido Nacional, fue organizándose con bas- principios declarados de los partidos, en la común hetero-
tante lentitud y actuando en evidente inferioridad de con- geneidad de sus bases sociales, en la frecuente coincidencia
diciones, sólo al final de las tres décadas en las que el Bat- de sus puntos de vista. Aunque se hayan realizado esfuerzos
llismo estuvo en condiciones de cumplir su gestión decisiva por dualizar unívocamente el contenido y las tendencias de
pudo constituir lo que cabe llam~r "una alternativa". . los bandos tradicionales, el resultado (aunque no carece de
El conformismo con lo logrado, esta autocomplacenaa valor interpretativo) han sido esquemas delgadfsimos que
que todo partido aparenta pero que en su caso fue real, coad- un montan de ejemplos pueden ~ectificar.
yuvó a la impermeabilidad e inmovilidad con que el Bat- Cuando sobre este tan irreversible desleimiento de con-
llismo parece haber ido respondiendo a nuevas e inqueri- tornos, el Batllismo de 1942 inició su reincorporación a la
das condiciones. Quebrando en cierto modo su impulso, actividad cívica, cabe afirmar que sólo tendió a inscribine
habiendo hecho al país no a su imagen última pero sí a en el 41Statu quo.. político de la hora sin ensayar ningún
cierta faz que de alguna manera le conformaba, el Batlli.s- arranque decisivo de nitidez. Lo que también quiere decir
mo pareció detenerse . que tendió a adaptarse sin visibles protestas a todo el com.,
piejo armazón legal e institucional que desde los años vein-11
te se había ido perfilando y que, en su ausencia, se perfec-
cionó.
De esa armaión no es. excesivo decir que, si por una
parte, buscó encarrilar ordenadamente la expresión electo-
ral del país, también (y esto en un sentido harto más peyo-
rativo), aspiró a embretarla, a congelarla, a regularla hasta
una práctica innocuidad. Constitucionalizada con la tercera
carta suprema (la de 1934), retocada en la cuarta y en la
quinta (las de 1942 y 1951), esos años le agregaron --e?
parte enderezada contra el propio BatHismo- toda una CUl-

7.J. 75
dadosa terapéutica que estaba dirigida a frwtrar coalicio· cJe 101 .. partidos de ideas". En un plano seguramente menos
nes accidentales (era la ~poca de los "frentes populares") ho.norable, esta privación significa también ponerse al mar·
que pudieran amenazar las posiciones del conglomerado do- gen de toda participación en ese juego ventajoso que, a tra·
minan te. vés de las mismas acumulaciones, hacen de cada elección
La recapitulación de los elementos que componen ese una lucha en dos planos -"entre" los lemas y "dentro" de
aparato legal es engorrosa y larga; no pueden, empero, sos· ellos- tan apasionante la segunda para la ciudadanía como
layarse algunos de sus rasgos, generalmente poco conocidos la primera, a la vez que harto más fructife:ra para los equipos
en el exterior. Se trata de un conocimiento bastante ca- dirigentes partidari~. Pues lo último es bastante compren-
paz de alterar esa imagen -generalmente aceptada fuera del sible, si se tiene en cuenta que en un régimen de coparti·
pais- de una ejemplar "democracia" uruguaya. (O, por lo dpación constitucionalmente estatuida; la derrota electoral
menos, capaz de suscitar la perplejidad de si esa ejemplari- de los lemas crea desventajas mucho más leves que en cual-
dad y esa democracia no son extremadamente peculiares, no quier otra parte. <39 > De más está decir que lo más minu·
wn demasiado "originales" respecto a lo que entendemos ciosamente i~posibilitado es el derecho al uso del lema con
regularmente por tales.) tualquie'r agregado, <40 > para el caso de algún partido que
Todo debe comenzar aquí por la vigencia de los "le- no quiera renunciar a su color político tradicional (y no
mas" partidarios (los viejos rótulos históricos), convertidos chocar frontalmente con la adhesión a la "divisa") pero, al
en propiedad del sector mayoritario que vota bajo ellos y mismo tiempo, no desee acumular sus sufragios a otros sec-
que tiene derecho a conceder o negar su uso, por más que tores cuya orientación o dirigentes repudie.
la negativa pueda ser, a la luz de sus consecuencias, elec- Toda la tremenda importancia del "lema" no sería ex-
toralmente suicida. c37 > De modo similar, dicho sea de paso, plicable sin la conexa posibilidad de acumular los sufragios
opera el derecho a controvertir el empleo por parte de agru- bajo él, de acuerdo a "sublemas" y aun bajo éstQs, por "dis-
paciones nuevas de ciertos términos (así sean ellos tan am- tintivos". <•1> Es un sistema de franquías cuyas consecuen·
plios como "nacional", "social" y "cristiand') que se con- das, más que eventuales, son las de .que bajo la mayoría re-
sideren consustanciados con agrupaciones que ya existen. (as) lativa que el lema triunfante tenga que alcanzar (y que en
Todo este registro de patentes, dígase para sintetizar, tiene sistema prácticamente bipartidario ha sido también, casi
su extrema gtavedad, porque si es riesgoso por una parte, siel11pre, absoluta) las fórmulas uniper41onales o colegiales
como se anotab~ para el detentador de su uso la negación que hayan logrado los cargos ejecutivos puedan constituir
del lema, también lo es la imposibilidad de emplearlo; ya una minoría bastante endeble en el conjunto del electorado.
que esto implica tener que vencer la alta adhesividad de Esto hace inevitable igualmente que no posean -a veces ni
los rótulos tradicionales nacidos de divisas históricas y el de lejos- ni la base parlamentaria ni el arrastre de opinión
casi no menor "tradicionalismo" que portan los nombres pública capaces de lubricar una obra de gobie1110 media-
namente efectiva.
{37) Ya está en el artículo 18 de la ley de elecciones del 16 de En el plano legislativo, y favorecido por el sisterna de
enero de 1925 y se precisa en las leyes 9.378 de 5 de mayo de 1954,
9.524 del 11 de diciembre de 1935 y en la "ley de lctnas", 9.831, del (39) ))os pue1to~ contra tre!, por ejemplo, en el atractivo reparto
23 de 1Dayo de 19~9. de los directorios de los Entes autónomos.
(38) Este derecho -resulta melancólico anotarlo- ha sido impla- ( 40) Hubo leyes especiales para el caso particular del "nacionalis-
cablemente ejercido por los partidos menores o "de i<!e:ts" que se juz· mo independiente" (10.192. del IS de jufü,> de 1942) . . .
gan -y es cierto- víctimas del conjunto de la legislación electoral )' (41) Esta posibilidad tiene su ori~n en la ley del 11 de Jubo de
sus cortapis~. 1910.

76 77
representación proporcional, es.a po~ibilidad ~e a~umula­ distinción entre intereses locales y nacionales (no hay lis-
ción a dos instancias arrastra a mgcmosas combmac1ones de tas independientes para cargos municipales; desde 19M el
grupos ínfimos (en la última elección se ha perfeccionado Senado. se elige por circunscripción nacional única) con
un edificante sistema de "cooperativas") , cuya suma deter- una hoja en la que deberá abstraer cualquier consideración
mine que con unos pocos cientos ~e votos cualquier peque- personal: no existe el derecho a tachar nombres, no hay
ño empresario electoral pueda abn~ espe~anzas de. mcru~­ carg?8 fu~ra de los len~as _partidarios (se postuló para la
tarse en la Cámara baja. Una contmgenpa de latitud si- Pres1denc1a de la Repubhca), no hay elecciones comple-
milar, aunque más decorosa en su origen, se configura a mentarias pata el caso de vacantes. Un complicado sistema
través del llamado "tercer escrutinio" que redistribuye las de suplencias permite el reparto de bancas por fracciones
bancas no a~ignadas a los distintos departamentos a los par- de período y aun la pequeña dádiva de llenar los claros
tidos de electorado más disperso, verdadera ruleta que suele creados por las licencias que los legisladores y ejecutivos se
funcionar, especialmente, entre las agrupaciones menores. brindan generosamente a sí mismos. <44 > Agréguese todavía
Pero mucho más grave que este repertorio de e~entu:i­ la elección de consejeros y legisladores que se sabe (o saben)
lidades es el impacto destructor que sobre la cons1stenoa de antemano que no ocuparán sus bancas y han, por el con-
de los partidos mismos todo el sistema ha tenido, mucho trario, de retirarse o ir a otros cargos en los Entes del Es-
más grave el hecho de que la aparente unidad que en el tran- tado o la diplpmacia. Es un fraude político, una inducción
ce electoral ellos adoptan. recubra una heterogeneidad a al "error en persona'', que no tiene en nuestro medio la me-
veces anárquica de in~ontables nú eos. S?n grupos qu~, nor sanción moral o legal ni inhabilita, por supuesto a unos
transcurridas las elecc10nes, recobran su tribal autonomia "suplentes" que eran, desde el momento inicial, auténticos
y pueden no sentir ninguna s?l!daridad (es lo habitual~ "titulares". Pero esto no es todo. Desde la "fórmula Halty'',
con el gobierno o con la oposioón, la menor responsabi- de 192~, es regular la previsión de un sistema de renuncias
lidad por constituir (o sólo. respald~r~ uno u otr~. Alguna -éstas sí compulsivas"'.'"" que se hacen efectivas dentro de las
vez caracterizamos un partido tradicional sosteniendo que distintas listas de cada lema de acuerdo a sus aportes elec-
era una confederación de clanes unidos por un gran "to- torales certificados, según pautas de antemano establecidas
temº y aunque algunas fracciones -el "quincismo" batlli~­ y tan frecuentemente ·ingeniosas como el famoso "handi-
ta, el "ruralismo" blanco <42 > parecen dotados de mayor um- cap" en la elección presidencial de 1930, entre Terra y Ma-
dad que otros, la afirmación es .~xtensible a todos. . nini Ríos.
Del "doble voto simultáneo <• 8 > -por determinados La Constitución de 1934 suprimió la multiplicidad de
nombres, por el partido- de mucho más antigua data, hay consultas electorales que, con todos sus inconvenientes, res-
que decir que en la última co~stitución de 1951 fue lle~ado guardaba cierta distinción cualitativa entre los diferentes
a un extremo tal que ya es posible sostener que no funciona cargos políticos. Ello decide, en sustancia, que sea en una
simultaneidad alguna que tenga sentido, que dé entrada a sola oportunidad, cada cuatro años en una única hoja en-
otras consideraciones que la masiva -y pasiva- adhesión cabezada por un lema y un número que el uruguayo Rueda
partidaria. Sólo con una hoja cabe manc_jarse en el acto de ejercer su derecho dvico--electoral. Aventúrese, en confor-
votar. Con una hoja en la que deberá prescindir de toda midad a todo lo anterior, que -esto representa más que nada
<f2) La segunda parte de la excepción, como es obvio. fue estam-
pada antes de la muerte de Benito Nardone. en el curso del presen·
<••) Todas estu posibilidades no responden a satisfacer módica·
mente ciertas vanidades. ya que tienen consecuencias muy sabrosas.
te 19M. muy sustanciales sobre Ja "posteridad jubilatoria" de los agraciados.
(f3) También consagrado por la ley del 11 de julio de 1910.
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el derecho a inscribirse en una eslabonada casi inacabablt senvolvimiento político social va alumbrando. Se ha.ce ve-
serie de decisiones que pueden triturar, y así lo hacen casi rosímil, entonces, que la fuerza atractiva de un frente más
siempre, ~u querer concreto de ciudadano. O si se quiere amplio y con mayores posibilidades sea un señuelo lo bas-
otro equivalente: su derecho a drsencadenar, por más in~ tante atractivo como para compensar la erosión de las frie·
finitesimalmente que ello sea, un juego de instancias -con clones .que restan, el apego sentimental a las fisonomías y
líneas centrales, desvíos y vías muertas- que pueden llevar tradiciones partidarias que se refunden. Sin embargo, es
su opción hasta donde ella ni previó siquiera ir. común que esos conglomerados puedan portar rasgos de los
Se replicará, con todo, que aun en estos bretes, cabe partidos que ·en ellos se insumen y más lo es que no haya
la alternativa de elegir entre nombres y entre lemas, entre que abandonar éstos ..:...ritual, solemnemente- para ser, por
sulilemas y entre distintivos, pero ¿puede representar este ejemplo, autoridad o candidato de la nueva fuerza. Todo
margen esa coexistencia entre "relación pers9nal" y "rela- esto, empero, es necesario para tal cosa en el Uruguay, en el
ción partidaria" en la que la simultaneidad estuvo original· que si no se prohiben compaginationes nuevas de corrientes
mente fundada? (4~> polfticas se fue capaz de urdir todas estas pequeñas o gran-
Pero todavía falta lo más ingenipso. Como ya se dijo, des humillaciones para hacerlas lb más difíciles posible.
cuando el sistema se perfeccionó, existía el temor a un Pues, como se adelantaba, la misma designación de ellas será
"frente popular"' de inspiración más o menos comunista. Se problemática y tanto los términos que designa~ a otros parti-
hizo frente a la contingencia <46 > y se cerró para ello el P'!-so dos como los propi~ de los que impulsan la nueva criatura
a toda coalición de carácter presun•mente circunstancial, a política podrán serles negados. Pero todavía esa nueva en·
todo agrupamiento que con nuevos fines y consignas eri- tidad no podrá ser dirigida ni prestigi~a pot ciudadanos
giera, sobre las diferencias de los partidos o fracciones ·exis- que militen públicamente (que hayan militado, en esttic·
tentes, otra entidad nueva. Parece un derecho normal de tez) en otros grupos sin previos plazos de desafiliación y
la ciudadanía en todos los pc.líses comprobar que ciertas as- una complicada simulación de renuncias y sustituciones. C•T)
perezas y distancias se van borrando progresivamente o que Y auñ ' (siempre h~y uno en esta materia) el mismo derecho
resulten muého menores que las afinidades reales que el de- a cubrir lo diferencial por lemas y sublemas, sólo podrán
disfrutarlo haciéndose "pe~anentes, <48 > siendo como es
(45) Aún aminorada con un par de sectores, la virtual desa• natural que lo 'p udieran ejercer con mejores títulos conglo-
parición de toda ..democracia interna", ocurrida en los partido• merados recién formados que otros que han tenido medio
mayores. le quita al militante el poder que en otras partes posee de
intervenir en la selección de las candidaturas. Esto, entre nosotros, es
siglo para llegar a la coherencia. e49)
peculiarmente notable en los cargos Rara el Ejecutivo y el Senado, ya Nunca se ha hecho la reflexión sistemática de qué tra-
que en Ja Cámara baja la ink~ativa de los grupos se halla franqueada zos (e5 obvio que son vinculativos), tiende a imprintjr al
en cierto grado pQ.r la multiplicidad de listas y el sistema de "distin· acto del sufragio toda esta trabazón legal tan complej~, tan
tivos''. ('_,on todo, cabe observar que en esta escala diputad'il la fuerza
que cada lista demuestre vale en alguna manera por una elección pri- cuidadosa y previ~ora.
maria para la integración de las listas de candidaturas al Ejecutivo y Tiende, p~ece evidente, a quitarle nitidez a toda elec·
al Senado en lós comicios próximos (lo que nadie será capaí de ase_.
~ura_r que sea el sistema más deseable de selección desde el punto de
vista de la capacidad) . Y esta misma posibilidad no reza para ese simpl~ (47) También la omniprevisora ley 9.S,l.
militante que pudiera querer intervenir en la selección de los hombr~ (48) Artículo 79 de la Constitución de 1951.
mejores pero no en los conciliábulos de g'nlpitos en los que también (49) Aunque también podría decirse qu.e para llegar a la incohe·
se encontrará con las listas ya cocinadas. renda. ya· que las dos tendencias actúan simultáneamente dentro de
Hfl) Ley 9.831 del 2~ de mayo de 1939 . cada partido.

80 8.1
ción y dotarla de ambigüedad: las partidos, como deda rosis política de un régimen, en un proceso que él, en buen
Martínez Lamas, son "patrias subjetivas", y como patrias trecho de su recorrido no protagonizó pero que (de esto
son imposiciones de conviveticia a menudo indeseables. Ello no cabe duda) ha aprovechado y al que ha plenamente
trae aparejado que, una vez inmergidos en su todo, no sea asentido. Creo que esa responsabilidad, analizado el Bat-
improbable que sobre nuestras voluntades asome la cabeza llismo fundacional, es grande. Grande, sobre todo, si se ana-
la de quien más detestemos y aunque pueda decirse -con- lizan algunos trazos de él, tales como la desconfianza al
tra tal eventualidad- el "todo" de enfrente está a nuestra elemento individual en la elección política, la primada del
disposición, múltiples ataduras van a dificultar el paso, a partido afirmada sin cortapisas, el énfasis en el "coloradis-
lo que suele agregarse la reflexión de que en él nos ocu- mo histórico" y el lema que lo representa como campo de
rrirá algo semejante. congregación de sectores muy heterogéneos y sólo aglutina-
Contribuye también a darle un carácter indudablemen- dos en el acto electoral por necesidad de vencer al rival tra-
te gtmérico y a quitarle casi totalmente todo posible valor dicional (antepuesta así a todo). Empero, es probable que
de concreción: más allá del lema que votamos; las acumula- haya pesado más que lo ya referido, su concesión a la co-
ciones suelen llevar a cualquier resultado inesperado para participación política, traducida en ese reparto cuidadoso
nosotros, a fijarlo en una latitud imprevista ~n el acto de de · todas las posicion~s, que se consagró legalmente el año
sufragar más reflexivo. 1931, pero a la que el Batllismo tuvo que ir cediendo, desde
Ayuda a dotarlos, igualmente, de la más extrema capaci- 1919,; cuando se encontró sin fuerzas para imponer la "po-
dad de identificación (por no decir confusión): la hoja úni- lítica de partido" y, con ella, el usufructo entero de la Ad-
ca de votación, la periodicidad cuatrienal~ los circuitos nacio- ministración. ·
nales, la imposibilidad de tachar han privado totalmente a La constitucionalización de los partidos, la gran nove-
nuestro régimen representativo de toda posibilidad de dis- dad del derecho político de la primera postguerra, coronó,
criminación entre lo local y lo naciónal, entre lo partida- completó todas estas medidas. <is0 > Pero esta constitucionali-
rio y lo personal. Si es la armonía deseable en la consti- zación puede tener en sí misma muchas implicaciones. En
tución de los poderes del Estado lo que con ello se ~usca el Uruguay significó, no sólo que los partidos sean llama-
habría que contestar que los juegos de las acumulaciones dos a protagonizar múltiples instancias del trámite estatal,
dejan esta finalidad totalmente incumplida y que la anarquía sino también la parcelación de toda (práctiéamente) la po-
entre esos poderes no es menos posible que en cual- testad de designar funcionarios entre los dos mayores, crea-
quier otra circunstancia. dores y usufructuarios, a la vez, del sistema. Y tan extensa,
Le imponen la separación (hay que decirlo en esta for- tan conclusiva es esta distribución que ella se reprodur& si-
ma) , contra toda posibilidad de combinación, de alianza, en métricamente dentro dé los lemas mismos ("planillado" es
la que se subordine lo secundario a una identificación bá- la elegante perífrasis recién inventada) y se hace valer hasta
sica d~ designios. para los orga~ismos nominalmente honorarios y más aleja-
Todo apunta, al fin, a alcanzar la estabilidad más alta dos al parecer del ajetreo político. Y aunque pudiera ale-
posible de las estructuras partidarias, a las que el mayor o garse que ·dentro de tantos y tan estrechos compartimientos,
menor aporte de sufragios engrosarán o ~nflaquecerán pero ciertas razones de competencia técnica pueden ser contem-
cuya textura y pacífica senectud se busca asegurar por los pladas, es evidente · (pues resulta cuestión de examen casi
mejores medios posibles. obvio) que es al caudillaje político de mediano nivel, a ex
Cabe preguntarse, sin embargo, ahora, qué responsabi-
lidad le puede caber al Batllismo en este proceso de escle- (GO) De las leyes del 9 de enero de 1924 y 16 de enero de 1925.

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legisladores y a algunos figurones banderizos o familiares
a los que, en porcentaje abrumador, se recurre. Esos repre• Terra esta ayuda pudo hacerse efectiva por pequeñas su-
sentantes, a su vez, son los que cuotifican todas las vacan- mas <32 > ~ hoy al acorde de fa inflación y el desprejuicio
tes de los rangos inferiores de la burocracia centrai 0 au- se paga on~enta veces más por cada sufragio que aporten
tónoma en una apacible feudalización -"tantos puestos pa- en las ele~c1~mes las agrup~aones políticas. (No hace mu-
ra. A, tantos para B"- que parece funcionar con la confor- cho el M1mstro del Interior observaba que mientras un
midad de todos. O, ~igamos, de casi ·todds. Porque hay que censo de población había costado tres millones, cada consul-
~ceptuar los uruguayos de ambos sexos militantes de par- ta electoral de poco más de un millón de votantes costaba
tid~ m~nores o simplemente apartidatiós (sino "apolíti· -claro que con otros gastos además de los referidos- trein-
cos ~; cmdadanos de segunda clase a los que (como no / ta veces más ... ) De esa misma época terrista. que insur-
med1~, ~laro está,. la renuncia mansa o abyecta a sus propias giéndose contra cierta oligarquización de los partidos los
conv1cc10nes) casi todos los caminos en el ámbito estatal les dejó más pimpantes y enhiestos, datan también las primeras
están cerrados. sust~nci~es ventajas a la prensa, casi toda ella política y
~~n e?tbargo, aunque parezca extraño, dándole amplia pa.rt1dana. Dólares baratos, y después baratísimos, para pa-
partmpaoón a los partidos y haciendo del propio Estado pel y otros implementos llevaron, en dos décadas y aun me-
un feudo de ellos, nunca se ha realizado una tentativa seria nos, a cuatro o cinco diarios de ser precarios órganos de
por da.r~es un es.tatuto, imponerles una organización, una opinión a podero&os núcleos económicos . Si bien sometidos,
contab1h.dad del origen y e~pleo de sus fondos. Los ensayos como es habi~ual, a todas las invisibles servidumbres del
más tí~mdos de tales pracucas se callficaron abruptament~ género, un tránsito muy rápido -debe registrarse para ellos-
de. anttdem<>C!áticos y liberticidas, siendo descartados por los desde el $iglo XIX y su periodismo romántico a la empresa
mismos que impondrían de buena gana a los sindicatos si- capitalista de la sociedad de masas y en su calidad det tal,
milares exigencias. <51 > masificadora ella misma.
Este aparato institucional destinado a consolidar la vi. Más importante ~odavía es la situación de privilegio so-
gencia de los partidos y el acrecentamiento de sus atractivos cial que, individualmente, cada miembro dirigente de los
se ~u~ completan.d o con medidas que· apuntaban al robut1.. partidos políticos -de la clase dirigente política- ha ido
tec1m1ento de una clase .política verdaderamente profesional. consolidando. A través de medidas legislativai {y aun deci-
Ya se ha hecho referenoa en el curso de estas :reflexiones a siones administrativas) que tienen mucho de esotéricas y
los factores sociales capaces de incrementar la importan~ia bastante de clandestinas, sustanciosas ventajas se fueron ali-
de lo que llamábamos el sector burocrático-estatal en una neando. Para medir su entidad, hay que volver, especial·
c?lectivid~d del tipo de la nuestra. Vale la pena particula- mente, a la c;oncepción fundamental del Estado demolibe-
nzar los instrumentos estrictamente polítíros de esta rele- ral clásico que buscaba que los titulares de cada poder del
vancia. Estado fueran remunerados con la máxima independencia
Desde la tercera década se hicieron tentativas para de los otros. Sustancial garantía de libertad y equilibrio se
subvencionar a través d~l presuJ?uesto público la propagan- consideraba lo anterior aunque, en verdad, lo más alcanza-
da electoral de los partidos; recién durante la dictadura de , ble, concreto y fundamental era dar al legislativo la facul-
tad de fijarse sus propias remuneraciones. Pero tal doctrina
(6.1) !>e paso se~ dicho, ento!'lces, que si a esto se agrega que toda también (es obvio) suponía decoro y contención en ese
la legislación de soc1edad~s anómmas ha sido desbordada por el pUC'
del tiempo, tres de los nucleos de poder más importantes del país se
mueven prácticamente al margen de toda notmación lega] . . (32) $ 0 ,40 se empezó a pagar por cada voto aportado, a titulo
d~ contribución a los gast~ electorales.
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acto de tantos modos sintomático. Contrastar este esquema ra igual función) que la media burocrática. Este es el caso
y la presente realidad (que René Dumont denunciaba tam- de los empleados de casi todos los institutos jubilatorios, de
bién hace poco para las repúblicas nuevas del Africa negra) el de los bancos oficiales y de el de esos ojos y manos del Ré-
hace evidente -sea dicho a modo de digresión- hasta qué gimen que son los funcionarios de las Cámaras y el Consejo.
punto cada uno de los rodajes importantes y secundarios del i:or contraste (agréguese) en ciert~ ~odo natural y expre-
arquetipo demoliberal se ha deteriorado; hasta qué punto sivo, son los empleados de los servicios más delicados y en
.'.-.nótese también de paso-, éste reclama una invención his- estrictez más "humanos" de la Administración: tutela de
tórica que salve, en un cuadro institucional totalmente nue- menores y desvalidos, salud pública y enseñanza los peor
vo, sus verdaderos, perdurables valores. retribuidos.
Volviendo al asunto, obsérvese que la carrera política - No se llega a esto, se puede asegurar, sin un descaeci-
en el Uruguay está dotada de una estabilidad que pocos miento radical de todo ese fervor igualitario que había sido
países pueden presentar (y por supuesto ninguna de las u!1a de las s~~as del viejo_ Batl~is~o,. sin una cínica, impá-
"nuevas clases" que esgrime como espantajo cierta propa- vida aceptacion de cualquier privilegio mañosamente conse-
ganda) . El riesgo de la no-reelección está salvado entre no- gui~o. !las(~ q1;1é grado amena~a la .caducidad de la inspi-
sotros por todo un rico repertorio de cargos a término en ración iguahtana una concepción viva de la democracia
los Entes estatales y un sistema de jubilaciones especialí- será polemizable según las concepciones que se profesen de
simo al que algún escandaloso episodio reciente ha dado ella. Pero mucho menos lo es el efecto que sobre su espíritu
notoriedad como si fuera nuevo perq que, en puridad, ya tengan los medios de lograr esos desniveles (al fin no tan
era bastante increíble antes de él en cuanto a términos de cuantiosos) y los títulos para disfrutarlos. No cabe dudar
servicios y edad de retiro. <:>a> de su i~pacto formidable sobre esos mínimos valores de
Sabedor de la ventaja de un séquito intermedio entre moral social con los que tiene que contar todo régimen -
los más favorecidos y la masa descalificada, la transfusión cualquiera sea su rótulo- para vivir sin demasiados tropie-
de ventajas ha ido creando sustanciales desniveles dentro de zos.
los mismos cuadros del Estado y es con la desaprensión más Es del caso preguntarse si este proceso es evitable cuan-
cómoda que algunos sectores más cercanos a _los distribui- do se da ese cúmulo de condiciones que en el Uruguay pa-
dores de aquéllas o más nutridos por la tarea recaudadora recen darse, y que no es inútil recapitular.
de fondos han sido dotados de remuneraciones y ventajas Condiciones de equilibrio relativo y alta dosis de con-
complementarias dos, tres y hasta cuatro veces mayores (pa- formidad social. Espesa textura de "legalidad", (lo que pre-
cave los golpes militares o civiles que podrían hacer ban-
(fi3) Resulta as.í entre nosotros, casi normal el gesto de los legis- dera del restablecimiento de la equidad respecto a otros
ladores de multiplicarse sus sueldos por cuatro (contando, en parte, grupos no privilegiados). CJese política profesionalizada y
con la vertiginosa inflación que todas sus declaraciones pre-electorales en buena parte de origen mesocrático, sin esa vida financie-
declaraban poder contener); normal que se autoasignen en la más ab· i-a independiente que sólo suele tener regularmente en ré-
soluta impunidad automóviles baratos y negociables y préstamos ge-
nerosísimos; menos normal, pero sin que provoque ninguna explosiva gímenes sociales de tipo oligárquico. Agréguese todavía el
reacción social, pasar en un artículo epilogal de una ley extensísima factor favorable de partidos pluriclasistas y que, por serlo,
-el 383 de la Rendición de Cuentas de 1961, un reajuste jubilatorio pueden no poseer frente a estós privilegios políticos la ac-
sin limitaciones para los miembros del Ejecutivo. Legislatiyo y .Entes titud decidida, unívoca dable en agrupaciones partidarias
Autónomos que 1·epresenta virtualmente la opulencia para cualquiera
(y su familia y descendientes) así sea fugazmente y hace varias déca-
totalmente enfeudadas a un estrato social. Súmese aún el
das que haya pasado por alguno de esos cargos . hecho de un régimen de coparticipación y su política de

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prorrateo con su capacidad de prohijar estos beneficios sin A todo esto se podrá decir, es claro (se ha dicho) que
que ningún partido en concreto y especial parezca imputa- una nación que conserva el de,recho de confirmar o despe-
ble por ello (lo que dispersa y neutraliza las reacciones des- dir periódicamente a su personal político tiene en su mano
favorables que tales o similares medidas podrían provocar). la cura de todos estos males. Se podrá decir (se ha dicho)
Es posible pensar que pesa también la falta de acción so- que, en cambio, porciones sustancialmente iguales y aun
cial espontánea, no político-partidaria. la ausencia de orga- credentes del electorado (9/ 10 de él) parecen en el Uru-
nizaciones parapolíticas, y puramente dvicas 'no defiendo guay conformes con ellos y/ o conscientes de ciertas ventajas
ahora su frecuente hipocresía) que pudieran hacer efectivo que los contrapes~n .
la sanción de esos desafueros. Esta es la causa decisiva, no Se sabe ho-y bastante sociología politi_ca, bastante psico-
ciertamente desvinculable a un grado muy bajo de xnorali- logía política y social para poder señalar el carácter ideal,
dad social que hace mirar, más que con indignación, con abstracto e hipócrita de esta respuesta . La "posibilidad.. del
una envidia veteada de admiración estas celestes y volumi- gesto de rechazo individual y la "probabilidad.. del rechazo
nosas regalías. Una fortuna inesperada y cómoda que se masivo se dan en planos tan distintos que, salvo males in-
sabe que cualquiera con un poco de suerte y forcejeos pued(!_ tolerables y visibles que hasta ahora han podido evitarse,
ser llamado a disfrutar. nuestro sistema de aprovechamiento po1~tico puede reposar
Pero el poder de todo el aparato partidario no estaría seguro. En realidad, alcanzado cierto grado de conformidad
completo si las funciones secundarias del Estado y las lla- y equilibrio sociales, no hay régimen en nuestro tiempo que
madas funciones de intermediación entre éste y los sec· no modele a su propia y funcional imagen al electorado
tores más débiles de la colectividad no estuvieran politiza- que ha de refrendarlo. No sólo los instrumentos del "poder
das en un grado tan creciente que para acceder a cualquier latente" (estructura social y legal, dominio de los qrganos
beneficio de un servicio público no hubiera que recurrir al de opinión y compulsión mental, peso del "statu quo") do-
comisionista partidario. Esto, como en todas partes, comen- minan aquí: toda concepción progresiva y optimista de la
zó con la política de empleo estatal y municipal; hoy se ha democracia descansaba en el desarrollo de ciertas calidades
extendido al acto de conseguir un servicio mecániE:o, de -responsabilidad, devoción a la cosa pública y desinterés,
gestionar un permiso; muchas veces se tratará de concesio- objetividad y lucidez intelectual- en cada elector y en todo
nes menos genéricas, más sustanciales y privadas. el electorado. Si a cierta altura podían parecer escasas, la
Sin embargo es el derecho a la efectividad del retiro educación se encargaría -era la seguridad absoluta- de pro-
jubilatorio la clave de bóveda del sistema de dependencias; mover su incesante crecimiento.
su rápida marcha o su inacabable demora está condiciona- El simple plano de la experiencia más inmediata bas-
da al gestor político que es cada director de cada una de taría -por lo menos en el Uruguay- para decretar la falen-
las Cajas, <H> unos lugares donde se han amasado con sudor, cia de esta certidumbre . Porque, si, probablemente, los re-
desesperanza y lágrimas algunos de los más sustanciales elec- flejos pasionales, la sugestión de las divisas históricas pesan
torados del país. <&G>
la Universidad", fines de 1962) , subraya la importancia del cumplí·
miento por ellos de lás llamadas "funciones secundarias" o "latentes"
(H) "Criminals" les llama en su valiente y perspicu libro &Obre de los partidos. Pues debe observarse que esa "neceiidad" de la inter-
Hispanoamérica, John Gcrassi, un norteamericano que conoce bien las vención de los partidos para que ellas sean cumplidas es lo más cuida-
sórdidas cocinas de "la democracia uruguaya" ("The great fcat", New dosamente vigilado por éstos . Más comprensivo de la correlación de
York, Mac Millan, 196~. pág. 200) . uno y otro movimiento se muestra Solari en su reciente y espléndido
(GIS) Por ello di:;crepo con Alelo Solari que en una tácita absolución estudio "¿A qué destino estamos llamados?" (eri Suplemento de "Mar-
de los partid()8 dominantes ("Requiem para la izquierda", en .. C~eta de cha.., N9 1208, pág. 12, 4• col.) .

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mucho menos que en el pasado y casi nada en las nuevas punto no es evitable advertir que el prospecto del Batllis-
promociones, la perplejidad o el desdén absoluto por l?s mo y de otros partidos se basaba en la permanencia de cier-
problemas del destino común, el tráfico del voto a cambio to tipo humano radicalmente distinto que el que la ••socie-
de algún favor o alguna esperanza, la ignorancia abismal de dad de masas" modela. Para elegir casi al azar un término,
la cosa pública poseen un volumen que nadie se animaría es el que puede llamarse en la terminología de Riesman y
a juzgar decreciente. Además, el simple pronóstico sobre sus colaboradores de "The lonely crowd", el "innerdirected",
quién, o quienes, triunfarán y el placer de estar entre los el hombre capaz, por educación, por maduración interna de
que acierten (ese subconsciente ~údi~o que tor?~ ca~a de- una conducta que porte aquellos trazos más arriba nombra-
cisor en el espectador de un gratmto, 1ugoso, dec1S1vo 1uego) dos (o sus sinónimos de autónoma, responsable, racional, de-
la rutina malamente confundida con una tradición ya disi- sinteresada). Si, por una parte, el deterioro de este tipo hu-
pada, deciden con seguridad mucho más sufragios que ha- mano es en tal manera universal, él plantea a las soluci~
ce algunas décadas. Y agréguese a esto, todavía, los factores nes políticas de nuestra époc;:a problemas de opción radica-
coadyuvantes nuevos del conformismo social que identifica les respecto a las que sólo sociedades tradicionales de estruc-
cµalquier postura nueva, cualquier denuncia de los males tura muy sólida o las movilizaciones más auténticas del di-
de fondo con la rupt"Qra de comodidades tan precarias como namismo revolucionario (como ya se insinuó) parecen estar
queridas, la identificación de los titulares -blancos y col~ en condiciones de afrontar . Pero, también, achicando la
rados- del régimen con el país feliz y en forma que hemos apertura de nuestro lente, e~ del caso preguntarse si el so-
dejado de ser, el horror (no es expresión excesiva) con el lidarismo laico y el fondo emocional del Batllismo, su auto-
mundo de exigencia, decisión y peligro que, tras el derrum- nomismo optimista, su respeto liberal al fuero íntimo no
be de los cuadros, podría rondar, la intemperie literal que lo hacen singularmente inapto para responder a este amplí-
esta nostalgia de prenatales abomina. .. simo, sustancial desafío .
Pienso, con todo y más en general, que lo dec1S1vo y l? Ya en la ola de enriquecim~ento fácil de la segunda
que no previó el optimismo batllista y el de otros. movi- postguerra aquellos factores adquirieron en el Uruguay una
mientos similares (por lo menos en países tan "~ccide~ta­ eficacia peculiarmente nociva . Cierto populismo batllista
lizados" y "urbanizados" como el nuestro) fue la 1rrup~ión que en la primera generación del partido había tenido efec-
de las modalidades de la "sociedad de masas" y sus expre- tiva vigencia, cierto talante entre bohemio y "pobrista" que
siones políticas. De la "sociedad de masas" en su vertiente había encarnado mejor que nadie la estampa de Domingo
capitalista, que es la más típica, provienen las onerosas _pau- Arena, fue barrido por los nuevos vientos. Punta del Este,
tas de simplificación, infantilismo, p~sividad, auto~ausmo, puestra gran ciudad balnearia, fue convertida por una pr~
superfluidad, contagio mental, anomia, vado espmtual y paganda demagógica muy incisiva en una especie de símb~
fin de todas las "fidelidades" ideológicas y tradicionales. En lo del nuevo régimen. <5 n Pero la propaganda incidía en
ese proceso, como colectividad, estamos, y todo el volumen
de la "masa media" prefabricada, . todo el estruendoso fra- del 900 creyeran que los hijo'i del tanguero de sus tiempos escu·
caso de nuestra educación en sus varios ·niveles lo alimenta. charlan a Beethoven y a Schubert: no es probable que hayan sospe-
Tal impacto, como ·resulta claro, no es independiente· del chado que los hijos, los nietos de aquellos oirían los pueriles productos
proceso que se ha tratado de esbozar. <56 > Llegados a este de la "nueva ola" y que los cultores del tango clásico posarían casi
como intelectuales .
(57) Un símbolo, al que esa propagand~, cuando le tocó. la hora
(H) Para usar un ejemplo que resultará claro extraigamos uno del triunfo, reverenciaría como neófito remordido y más entusiasta que
del fenómeno arústico. Probablemente Batlle, Frugoni, los progresistas nadie.

90 91
una verdad (como ocurre generálmente cuando es eficaz): miento,. en una sociedad d~. grupos produjo resultados que
rompe los ojos, a partir de 1946, la incorporación de la clase ptogresrvamente -podría fijarse el punto de partida hacia
dirigente batllista, restituida a los goces del poder, a los 1940- se hicieron tangibles. Los distintos núcleos sociales,
grupos privilegiados del lucro comercia), industrial y agra- descubrirían que su mejor política es la de regatear su apo-
rio. yo a esos partidos sin echarse en brazos de ninguno; com-
Esta afirmación, claro está, hace apenas más que rozar pelerles desde fuera, por medidas de amenaza o de efectiva
el problema de la "moral de masa" y el del destino de una fu~rza, a las medidas que reclaman. Se l:ia producido así un
ética solidarista y laica en el contexto de un capitalismo desplazamiento del poder del Estado hacia un "para-Esta-
que, como el de todos los países marginales, parece destina- do". Un "par~·Esfado" en el que los partidQS, por estruen-
do a la putrefacción antes de haberse acercado -ni de le- dosos que sean sus esp~rádicos arrestos de acción autónoma,
j~ a madúrez y forma. simplemente, cuidadosos de su futuro, se limitan a asentir,
Sobre este expansivo pantano, la marea fascista, la Se- e? el que la decisión gubernativa tiene por lo general fun-
gunda Guerra Mundial y la "guerra fría" acarrearon una ción de refrendo y sólo en los casos de más aliento conten-
dualización ideológica universal cuyo sustancial maniqu~ís­ sora, dilatoria, transaccional.
mo, difícil es negarlo, encontró eco receptivo en el Batllis- Cada grupo pugna por mayor CQ.ota - parte en la renta
mo. A éste, en verdad, su propio nervio "ideologista", su ~~~on~l o, más defensivamente, por conservar la que tiene,
mesianismo democrático radical le hicieron poco propicio a d1sunc1ón en la que los sectores de altos ingresos podrían
una postura medianamente escéptica, a toda dilución rela- situar su mayor masa sobre el primero de los términos y los
tivista de los lemas y estribillos más enroladores. (5S) de medios y bajos su mayor masa, también, sobre el segun-
Tan importante, sin embargo, como es en sí misma esta do, aunque si se estuviera en puridad a la argumentación
pugna masificadora con recetas cuidadosamente cocinadas corporativa de infraconsumo o descapitalizadón (por la in·
resulte que, entre sus efectos, ella haya contribuido a disi- flación incontrolable, por la política impositiva) a todm
par el debate político uruguayo. Ese debate en las primeras una misma angustiosa urgencia los mueve. Esto es lo fun-
décadas del siglo no había estado privado de deducciones de damental y nadie -es como la carrera azorada y brutal en
tipo universal pero ellas eran de muy otro nivel y. al parti.- un local incendiado- parece preocuparse por la caída de la
cularizarse al país, habían dado origen a expresion~s de una producción y los servicios, los aumentos de costos, las re-
riqueza y autenticidad ideológíca nacJa desdeñables. percusiones sociales de Jas ventajas que siguen, el es-
Por todas estas vías, a través de un proceso de casi un tancamiento que a distancia provocan. En esta baraúnda
tercio de siglo, hemos asistido así a un irse vaciando los siguen incólumes las .venta.jas de los grupos privilegiados
partidos del agresivo perfil que tenían. Pero este ahueca- ...:.Jos más privilegiados hablan poco y cuando lo hacen su
tono es tan urgido como todos los demás, salvo el explicable
(58) Nótese, de paso, que en esa postura y nutrido por aportes silencio del contrabando, de la faena irregular de la carne
culturales muy distintos, un partido de acento moderado y hasta con- y de la usura, tres sustanciales rubros de ascendente fortuna.
servador, como el que , res~ondía a Herrera, pudo mo.strarsc mucho Los intérmediarios del consumo popular, ciertos onerosísi·
más resistente a la dualizac1ón propagandística. tanto a la de la gue-
rra mundial como a la de la "guerra fría" y a la "cruzada antisovié- mos grandes profesionales, los comerciantes acumuladores de
tica" y sus peligrosa$ contingencias. (Una resistencia que es prudente ex- stocks de demanda rígida, los estancieros que alegan el bajo
tender sólo hasta la muerte del propio Herrera en 1959) . Por otra parte, interés que obtienen por su capital pero callan sus grandes
es posible registrar que fueron hombres salidos del Partido Colorado capitales (ya personales, ya disimulados a efectos de tras-
en la era batllista, caso de Alberto Guani, los que marcarían una orien- misión en sociedades formalmente anónimas), los capitafü·
tación internacional más obsecuente a los dictados de Washington.

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92
tas de juego, ciertos sectores industriales (y son muchos) nismo esporádicos y promesas, muchas promesas, de una
pasajera o establemente trustificados, representan también. planificación futura. <D~>
privilegios intocad·os y aun crecientes. Y todavía, junto a Desde el punto de vista del Batllismo, para volver a
éstos, los menos habilidosos pero sustanciales del capital él, a este moverse azorado entre grupos sociales de nivel in-
rentístico favorecidos por una fiscalidad a la vez tendenciosa
y benévola, tan incapaz de golpear los grandes beneficios co-
mo de constreñirlos a una reinversión productiva dentro del (59) Aun a riesgo de reiterar alguna afirmación, decimos que
propio país. resulta así perfeccionado el trámite de una política social tan indife·
Dilúyanse o cárguense las tintas de este cuadro, su in- rente a que los beneficios de los grupos y clases o del sistema de se-
guridad social "salgan" de una mayor y mejor producción como inca-
controvertible existencia explica, si a él se unen las tachas paz o reticente a que ellos sean extraídos de una efectiva, deliberada
del elenco político, que sea imposible _.y de no serlo, farisai- redistribución de la renta nacional. Que esto ha ocurrido para ciertos
ca- cualquier postura admonitoria, cualquier invocación a sectores es evidente, pero más que discutible sería que aun el incre·
sacrificios por un mejor destino nacional. me?to de la parte del salari.o en ella haya respondido a una politica
dehberada o a una concepción global del desarrollo de nuestra eco-
Por estas vías y estos modos, el Uruguay resulta hoy, una nomía. No creo, por esto, que pudiera filiarse en ese propósito cons-
nación cuyo equilibrio.. de tono medioburgués, cuyo con- ciente, la política desarrollada entre 1942 y 1958 de redistribuir a fa-
formismo social le hace hostil a toda reforma de estructu- vor de la ciudad y en cont_ra del c~po por medio de la política
cambiaria el ingreso nacional, pues ambos, campo y ciudad, son en·
ras, especialmente en aquello que ésta represente, de ma- tidades demasiado globales y complejas, puros "ámbitos" si se quiere,
nera inevitable, una redistribudón efectiva del ingreso, lo para que las repercusiones de este trato no incidan multiplicadamentc
que es, sin duda, coherente con el acento conservador del en sectores a los que, en forma alternativa, no se deseaba beneficiar ni
aparato político que sostiene (y soporta). Pero es también castigar. De cualquier manera, dos conclusiones son inevitables: la infla-
un país que si se observa a través de la conducta de mu- ción es y ha sido la solución cotidiana de estos regateos; una solución
aplicada al día y para el día, con criterio crudamente político y elec-
chos de sus grupos económicos y sociales, reclama y actúa toral. La otra es la de que si algún sentido promotor, desarrollista
como si quisiera (pero la impresión es engañosa) que esas esa política ha tenido, la industrialización de tipo batllista (en otra
estructuras no debieran estar un minuto más vigentes, como parte examinada) ha estado lastrada por demasiados errores y la pos-
si los precarios equilibrios que se han logrado tuvieran que tergación del sector agropecuário (en esto coinciden casi todos lo"
análisis económicos realizados) resulta demasiado peligrosa para la eco-
ser rotos sin más dilación. nomía del país considerado como un todo. Ahora, como hace cinco
Podrá decirse que contener aquéllos y salvar éstos es décadas, la política uruguaya parece moverse en torno a un equívoco
la misión de todo Estado y los que lo invisten, pero la inasible: el Batllismo ha castigado al campo queriendo, presuntamen-
.te, castigar al latifundio; los sectores blancos han defendido al lati·
conclusión no podría quedar en este aserto tan general. La fundio diciendo, y tal vez queriendo (algunos). defender al campo
situación, realmente paradójica, es la de una política y una y a sus hombres. Mientras sigue atornillada a tal desencuentro, toda la
sociedad que no quieren, es obvio, ni el capitalismo ni la economía nacional contim\a igualmente supeditada a la capacidad de
libre empresa puras ni menos una economía socializada, cen- vender en el exteriQ.r los productos primarios del 'Campo, ya que lanas,
tralizada y planificada pero soslayan al mismo tiempo lo e;ueros y carne proveen más del 90 3 de las divisas que el Uruguay
necesita. Pero la "voluntad" de vender está condicionada a los pre-
dificil, lo delicado que es el funcionamiento medianamente cios que los productores individuales juzguen remuneradores y así media·
eficaz de sistemas intermedios. Una sociedad que parece tizada a una voluntad de resistencia (en ocasiones extorsiva) que debe
confundir la sideral distancia que existe entre cualqujera de ser, si se mide su poder económico y el carácter no perecedero de tales
ellos que sea coherente y nuestra realidad. U na realidad, productos, más grande que cualquiera otra en el país. La política
impositiva y sobre todo la cambiaría ha estado sometida a los dictados
dígase en forma breve, que es una olla podrida de estatis- que de ella resulten e, igualmente, la misma estabilidad nacional tan
mo y capit~lismo especulativo, de dirigismo e intervencio- condicionada a todos esos factores.

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termediario o alto (los llamados "estratégicos.. ' 60 > tie~en la VII. LA INADECUACION FRONTAL
seguridad de una consideración más favorable) ha ido a
parar la postura clásica de una conciliación de da.ses en
un espí.r itu siempre acrecido de justicia d_entro ~e _una so-
ciedad progresi,va, en una nación que se mdustnahza, que
moderniza sus estructuras agrarias, que se fortalece.
Si se ha de ser justo, es discutible la p~rte que el mo-
vimiento creado por Batlle pueda haber terud? e.n este p~o·
ceso; es de pensar, sin embargo, que su opurn1s~o social
básico, su insistencia en estribillos estatistas y fiscales ya
ñoños, vetustos, el criterio electoral que abona muchos de
ms actos (y que es en cierta medida inseparable de toda
"política de partido" en régimen pluralista) no ha~ con-
trariado en nada esta tendencia que es hoy la dommante Si la crisis ya se produjo, si el deterioro ya se hizo
del país. Reproche más sustancial todavía puede ser el de efectivo, poco sentido parecería tener un contraste entre las
que haya resultado tan invisible su reacción frente a la caída e~gencias. que nuestro ti.empo impone a una pequeña na-
de nivel de la gestión de los Entes, dándole argument~s .ª aón marginal y las soluciones que un partido fue capaz de
la postura conservadora, cerrando per ese lado la necesaria dar para lograr su promoción en tiempos históricos· de op-
ampliación del sectot estatal. . ti~ismo apacible y básica seguridad. Sin embargo, un co-
También parece responsable el "acento" que el Bat!hs- te¡o reciproco de esos dos roles: exigencias y soluciones,
mo imprimió a su prédica: vivíamos en un país de neas puede poseer una virtud esclarecedora interesante. Ensayé ..
potencialidades, que a nada nos constreñía y no hace muchos J:?-oslo entonces, ras!J'eando l~ posibilidad de que haga ya
años ya en pleno pantano de di~icu!tade~, la figura ~ás no- Uem.po que un desa1uste creciera entre la doctrina de aquel
toria del partido rechazaba con md1gnac1ón, en, un d1s~r~o partido y una realidad eventualmente distinta de aquélia
de regreso, que alguien tuvieri;i que hacer algun sacr1f100 en que fue apta para inscribirse.
en esta tierra venturosa. (SO De esa "realidad" pasada, del "mensaje" batll~ta, ya
he~os hecho s~~icientes afirmaciones y no hay más que re-
(80) Es decir: aquellos cuya eventual inactividad provoca las re· cap1tularlas cemdamente. U na doctrina, anotamos, mode-
percusiones sociales más fJl'ª"~ll - lada en una nación socialmente equilibrada, en la que los
( 61) Al parecer, no sólo excluía a los pobres -Sobre los que las reclamos de los sectores sociales por una vida mejor más
prédicas capitalistas de. "austeridad" .hacen recaer el peso de los re- tuvieron que ser inicialmente estimulados que contempla-
ajustes- sino que también parecía de1ar al margen a los hartos, sobre
los que ellos tendrían en justicia que pesar con casi todo su peso. d08. Una producción, la de esta colectividad, simple y re-
munerativa, de salida regular en el circuito económi~o del
imt>Crio inglés, sin otros sobresaltos que ascensos poco sen-
sacionales y d~presiones relativamente fáciles de enjugar.
Una economía complementaria,. en suma, del gran organis~
mo económico occidental, con pausados índices de cred-
rniento demográfico, con un sistema monetario estable, con
una da~ dirigente nutrida por la cultura europea en su

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gran momento humanista ~y ~ptimista, do.tad~ de. una fe cui das las aptitudes de lo que cualquier nación en nuestras
sin resquicios en la supenond~d de las mstit~cior_ies rep~e­ condiciones pudiera, sin peligro de estrangulamiento, con-
sentativas, en el seguro porvenir de una organización social cederse. Un mundo sometido a las terribles presiones del
que culminase en un Estado que la sirviera. Que exorcisase, espíritu acreedor de la sociedad de masas y las nuevas for-
por ello, al "poder" -político o militar-,. juzgado co~o r~­ mas de organización politica y social que ella reclama, en
mora de tiempos oscuros, peligroso o simplemente múul donde asumen acuciante emergencia los problemas de la
para cualq~ier calculable porvenir. propiedad y el uso de los medios de coacción psicológica y
No es reiterativo (deda) para llegar a ciertas conclu- de labilidad social que la técnica ha madurado. Un mundo
siones, armar el contrapunto entre este cuadro (en el que s<?bre el qu~ planea la a~enaza de l<?s sectores de enloque-
el Batllismo fue capaz de funcionar y ere.ar) con aquel ~n ada exp!osión demográfica y la .acción de ideologías uni-
el que las presentes e inminentes generaciones del país tie- versales, mstrumentos de las políticas de poder, organizadas,
nen y tendrán cada vez más que moverse. Enumeraremos a ubicuas,. co~ptoras, !nescrupulosas. Un mundo en el que
todo correr. l~s tensiones mt~rnac1onales y la operancia de los imperia-
Un mundo en el que grandes grupos supemacio.n~es hsmos -en ~ecesión, pero aun muy efectivos- suelen impo-
crecientemente erizados y resueltos a lograr su autos~ficien­ ner a las naciones en proceso liberador la política militar más
cia parecen decididos a estrangular nu~stro co~~rcio exte- coStosa o el ejercicio más centralizado, menos "humanitario"'
rior y, con él, nuestro suministro más vital de divisas, en el de su autoridad, por muy pacíficas que ellas sean, por muy
que las ficciones del solidarismo internacional a todo cuer- humano que el móvil que las inspire haya comenzado sien-
po revelan día tras día su naturaleza de tales, en el que el do. Un mundo en el que todo parece marchar en sentido
desnivel entre países maduros (o centrales, o desarrollados) inverso a la confiada suposición hatllista de un ensancha-
y países periféricos (o inmaduros, o insuficientemente d~sa­ miento d~ las cuestiones susceptibles de ser resueltas por el
rrollados) se ahonda sin pausa y se traduce, entre otras cien buen sentido del hombre común y su capacidad de decisión
expresiones, en una "relación de intercambio" siempre des- mayoritaria tras minuciosa y llana discusión, un mundo en
favorable para nuestras naciones. Un mundo.dor_ide una re- el que, por el contrario, ese hombre común recibe la opción,
volución tecnológica de cibernética y automatización marcha ya preparada, ya tremendamente simplificada, de decisiones
a grandes pasos mientras en ese rincón ~e él que agrupa a absolutamente genéricas y mitificadas, puesto que, en ver-
nuestras patrias apenas se recorren los pnmeros trancos (pe- dad, los dictados esotéricos de la técnica son los que hacen
nosa, pausadamente) de las formas más eleme11:tales de in- frente a una realidad cada vez más peligrosa, urgente, deli-
dustrialización, profundizándme por ahí, también, el. foso cada, compleja. Un mundo en el que, así, la efectividad
entre el "adelanto" y el "atraso". Lo mismo la otra abismal democrática se ve cada vez más reducida a un refrendo casi
diferencia -correlativa, causal, efectual- entre el tremendo plebiscitario y masificado de cada régimen y la dualidad o
dinamismo operante y creador que las zonas centrales (Eu- multiplicidad de partidos (cuando se sostiene) representa
ropa, U.R.S.S., Japón, Estados Unidos) despl.iegan y nues~o diferencias insignificantes o esencialmente epidérmicas,
trámite de vida cansino y apacible, nuestro ritmo de traba10 anecdóticas. Un mundo en el que la alternativa en-
generalmente laxo, nuestro sistema de retiros ge~erosfsimo, tre desarrollo y la posibilidad de satisfacer los reclamos im-
nuestra enseñanza más breve y benévola, menos exigente que postergables de la masa o el estancamiento y la pobreza
ninguna otra, menos im~sitiva en calid~d. y _en cantidad, imponen disciplinas sociales y productivas muy estrictas,
menos imantada a la funaón suprema, disciplmada y esen- unidad de miras, rigurosas contenciones del consumo, cau-
cial de estudiar, ponerse al nivel, aprovechar al máximo to- tela nacional defensiva muy despierta ante las consecuen-

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cias políúcas y económicas de los aportes financieros ex-
tranjeros que ese desarrollo -o .lo mismo su alternati_va de VI 11. CONCLUSIONES
la capitalización nacional- requ1et~. U? mundo. en fm, en
el que ha periclitado la filosofía histó~1ca y el europeoce_n-
trismo racionalista, optimista y humamsta en el que el Bat-
llismo se movió mientras el valor de las culturas llamadas
"atrasadas" (y, correlativamente, l~ condicionalidad .Y l~
equivocidad de los patrones ideológicos supue~tamente uni-
versales..) se hace convicción general, extendida, hasta fer·
vorosa. Un mundo (por fin, y el recuento .µo e~ completo)
en el que todas las convicciones, valores, v1g~nc1as que fun-
dan instituciones, pautas de conducta, relaciones, se enfl~­
quecen hasta desapatecer y no tanto la publicitada angust'ia
como el sinsentido, la indiferencia, la ajenidad a todo, ocu- Volvamos ahora a la interrogación que fue nuestro pun-
pan su sitio. . to de partida.
Abusivo contrapunto, se dirá. Y además impostado· Hay, claro está, para ella, contestaciones generales, siem-
¿Qué movimientos políticos tradicionales respanden a este pre probables si se supone el proceso, la dialéctica interna
repertorio, dramáticamente yuxtaIUiesto? Nmguno de los de esa realidad que es un "partido".
que se mueven en nuestra órbita, debe contestarse. Pero Una de esas respuestas insiste en que es regular que to-
agregando que no son muchos. los que quiei1ln })acer de la do movimiento dvko devenga de ser una "mística'' a ser
historia un presente, los que mv~an con ~an pétrea segu- una upolítica" (para usar los términos de Charles Peguy),
ridad sus orgullosas fórmulas qumcuagenarras . pase de ser un ''impulso'' a ser una "organización", desfibre
su redentorismo dinámico en una satisfacción de lo alcan-
zado. Esta explicación tiene algo que ver con aquélla que
identifica todo brío creador institucionalizado .(en partidos,
en organizaciones, en movimientos) con un cierto "neuma"
-cierto aliento, cierto espíritu- que tenderá fatalmente a
amainar y aun agotarse, de acuerdo a un proceso similar a
aquél con que ciertas filosofías dclicas de la historia marcan
el paso del ascenso al crepúsculo de las civilizaciones.
Tal explicación es de tipo analógico. Pero no lo es la
que señala en los partidos el proceso de oligarquización que
estudió Roberto Michelis, ese tránsito de la espontaneidad
de las bases o la -g ran figura creadora (Batlle en este caso~
a los colegiados mediocres, rutinarios, proclives a una acti-
tud puramente defensiva y "administradora". Entre 1929
y l 9SS muchos uruguayos, inclusive batllistas, creyeron sor-
prender este paso, convicción que, certera o no, mucho tuvo
que ver con el clima que caldeó el golpe de Estado de 1938.

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. . Mayor valor de generalidad tiene anotar todavía que ' grietas en el muro", el gusano en la fruta exteriorment~
pulenta . Aventuremos, sin embargo, antes d., su estricta

~
todo partido dotado de contenido programático pugna por
la realización de ciertos "valores": políticos, económicos, so- onsideración, que los modelos del subdesarrollo y los de
cio-culturales. Digamos: cierta concepción de la justicia, de s modos de salir de él, dan relevancia y cohesión a muchas
la igualdad, de la libertad, de la autonomía social o nacio- e las críticas que en estas reflexiones (y algunas de ellas con
nal. de la eficiencia. Pero los valores políticos no son uní- i·~teración) se ha~ rea.li~ado . Tal es, por ejemplo, el evi-
vocos y, en cuanto se encarnan históricamente, resultan ri- ~e te fracaso en diverslficar y. hacer crecer el sector prima-
cos de inesperadas sustancias. Cierta igualdad no es "la" n agrícola-ganadero en términos sustanciales. Tal, el no
igualdad, cierta .libertad no es "la" libertad, cierta justicia ha er previsto el efecto embotellador que sobre todo el de-
no es "la" justicia. Por ello, al mismo tiempo que esos va- sat¡tollo industrial tendrían, tanto aquél como la pequeñet
lores se realizan en la vida social, su misma afirmación va del mercado. (Una seña, si se quiere, uno de los muchos la-
revelando insuficiencias, y vados . Y éstos son los que, sin dos de.~de el. que pu~de ~resentars~ el capital problema
alterarse "la tabla de valores", desencadenan un nuevo de l~ ~agnitud nacioaal , geográfica~ demográ,fica y eco·
proceso, otra secuencia que el realizador de la modalidad nómica, en que una empresa modermzadora se hace fac-
consolidada, en este caso el Partido, ya no está en condición tible y el acuciante para nosotros de qué porvenir po-
de capitanear. seen, como tales, las "pequeñas naciones") . Tales podrían
Se han examinado, también, factores, razones más espe- ser también (reanudo e] recuento) el carácter negativo
cificas. Una de ellas puede partir de la evidencia irrecu- de c~ertos trazos que aqu·í s~ han subrayado. El haber dejado
sable que el Batllismo contribuyó a modelar, en esfuerzo subsis~ente el sesgo p~dommantemente intelectualista y uni-
dominante o más egregio que otros factores concurrentes, versabsta de la educación uruguaya. El haber promovido un
una sociedad y un Estado muy superiores a casi todos los espíritu de "alto consumo .., de reclamo, derecho y facilidad
otros hispanoamericanos según pautas determinadas. Unas antes de haberse llegado a estadios más altos de desarrollo.
pautas que, ni exclusivas ni intemporales; cabe llamar, más El haber anquilosado una superestructura política hacién-
localizadamente, "modernas" y "progresistas". dol!l. sólo n~min~lmen.te representativa tan inepta para
Todas las dimensiones del país dieron un salto hacia recibir auténticas mflexiones del entramado social como pa-
adelante y seguirían creciendo un tiempo, siendo los guaris- ra comunicar a éste impulsos valederos. Haber angostado
mos decisivos de la población y la prdducción los que antes por sectarismo político y religioso la generosidad y la am-
se detuvieron. De cualquier manera, pasó el Uruguay en las plitud de su veraz llámado a construir un país nuevo. Haber
primeras décadas del 900, por esa etapa del regodeo de las empantanado en la rutina política y en la torpeza burocrá-
cifras que fue una hora también de la vida argentina. <62 > tica toda dirección dinamizadora. t•a>
Con acrimonia (como .siempre en él), un antibatllista tan Con todo, si hubiera que ceñir las debilidades más glo-
consecuente como Mario Falcao Espalter, criticó en. 1920, bales, más conspicuas, de más efecto a largo plazo, es espe-
tal estado de espíritu. cialmente a dos a las que hay que hacer referencia.
Por ello, es como siempre a los factores cualitativos' a La del móvil filosófico cultural podrían ser una de ellas,
los que hay que apelar cuando se quieren sorprender "las pues es dable pensar que la filosofía "progresista" de que
(62) El documento ejemplar de este estado de espíritu, con va-
lidez para toda el área platense, lo constituyen los dos libros del gran (83) Todos los modelos del desarrollo a que se aludía atienden
periodista francés Jules Huret: "De Buenos Aires al Gran Chaco.. y con especial énfasis a la necesidad de sanos cuadros culturales e ins-
.. Del Plata a la Cordillera de los Andes", París, Fasquelle, 1911. titucionales que contribuyan a su fluidez .

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el Batlismo se reclamó ha crltrado en proceso definitivo de todo, que es dudoso que una "atención a lo americano", una
disgregación y caducidad y que sus ingredientes racionalis- menor alienación a los figurines de la cultura literaria y
tas, individualistas, hedonistas, ético-inmanentistas, román social de Francia tuviera que haber llevado a una renunci~
tico-populistu o han seguido la suerte del compuesto qu de ciertas superioridades naturales de nuestro país respectq
lot integraba o han entrado -lo que en cierto modo es m a otras zonas de América, a un masoquista ponernos a la
seguro- en nuevas, en muy disímiles y hasta casi siem e altura de las más infortunadas .
irreconocibles reoomposiciones. En realidad entre no haber conseguido hacernos una
Ceguera al contexto podría registrarse por fin; olvi o, ¡nación "central" y no "periférica" (una tarea de la magni-
por ejemplo, de las restricciones que imponía al desen ol- ~u~ de parar .el sol) y este ha~ernos diferenciado de lo espe-
vimiento industrial la pequeña magnitud de la comuni ad dficamente rioplatense y americano; entre haber querido do-
y de su mercado, desprecio a las constricciones a que stije- tarnos de todos los órganos y los tejidos de una nación ma-
taría el crecimiento de la clase media y obrera una estruc- tlura y haberse conformado con el destino y la magnitud de
tura agraria del tipo de la uruguaya, desatención a los fe- una pequeña comunidad económica e ideológicamente me-
nómenos y desequilibrios de una situación de marginalidad diatizada se deslinda con suficiente precisión la falacia bat-
en un medio cultural tan intensamente europeizado como llista. Una falacia que en cierto modo era inevitable: el
ya era el nuestro. La falta de conocimiento de las condi! despejarla hubiera reclamado esas grandes energías históricas
dones americanas y de la naturaleza y significación del im- de eslora, de aliento universal que recién las naciones mar-
perialismo que hizo a Batlle, en 1904'. acariciar la idea de ginadas del Tercer Mundo están, como un todo, en condi-
la intervención de la marinería yanki en nuestra guerra ci- ciones de potenciar y planear. La situación desde la que
vil <0 •> no es, en cierto sentido, más que el corolario vero- tal empresa quiso acometerse en nuestro país es de las que
símil de una situación ambigl.la, de la residencia en un están más allá de la mera culpa o mala fe subjetivas: cual-
limbo en el que no éramos ni americanos ni europeos. quier solución de fondo sólo podría haber vencido la pre-
A este respecto se ha hablado, como se recordaba, del cariedad de lo que se logró (dejando, por obvio, de lado el
"país de espaldas a América", bullente, promisoria, trágica no haber hecho nada) por medio de un giro copernicano
que geográfic::amente integramos. Es un tema predilecto de del destino de Latinoamérica entera.
las recientes promociones intelectuales y algunos libros muy Pudo con todo darse, pudo alborear una comprensión
conocidos de Mario Benedetti, de Carlos Martínez Moreno, más exacta, menos satisfecha, menos hinchada de las cons-
lo han orquestado con riqueza. Vale la pena señalar, con tricciones que acechaban a lo ya realizado. La ,lucidez de
una intelección plena es un bien en sí y pudo dictar a
(Gf) Sobre esta solicitud de intervención, de la que siempre se nuestros orondos gobernantes de las últimas décadas accio-
habló en nuestro país de modo más bien vago, Milton Vanger, en el nes y abstenciones que no hubieran lucido pero que pu-
libro ya citado, ha establecido minuciosamente su proceso, mediante dieron dejar más desbrozado el camino. La convicción, por
una investigación en los repositorios documentales de los Estados Uni~ el contrario, de que con algunos retoques políticos y econ~
dos: "Diplomatic Dispatches" (vol. 17) y "Notes From Foreign Mia-
sions: Uruguay" (vol. 2), National Archives. Fue entablada ante el mico-sociales se había llegado a un estado de perfección no
gobierno de los ütados Unidos el 4 de agosto de 1904 por intermedio sólo es antidialéctica y antihistórica sino que tiene mucho
de nuestro ministro acreditado en Washington, Eduardo Acevedo Díaz que ver con todo el espíritu que inficionó lo mejor de la
y pTetendía la presencia en el Río de la Plata de una División Naval obra Batllista.
norteamericana con el confesado propósito de imponer al gobiernó ar-
gentino del General Julio Roca una neutralidad que B~ulle, a rál¡. de Ricardo Martínez Ces le ha llamado el "espíritu de
algún sonado episodio, consideraba violada. facilidad", señalando de paso lo ajeno que la propia per-

UM 10.S
sonalidad de Batlle era a él. Podría llamársele "espíritu 5610 pasivas y remanentes. P~rque, globalmente (ya se tra-
acreedor" también. Un trazo uni'\Tersal de la sociedad de tó de fundarlo) parecemos meptos para la altura de los
masas, que países industrializados y maduros pueden (inclu- tiempos y sus implícitos desafíos.
so) tener interés en fomentar, pero que aquí se desplegó No pretendo afirmar que entre este cuadro y el Bat-
en un muy distinto contexto. Un .inverosímil optimismo, llismo la relación sea inequívoca. Puede defenderse aun
una sistemática ceguera a la dureza acechante de la historia, ahora que el Batll!.smo n.o es el respon~ble de nues~ra cri-
al rigor de la competencia entre sociedades y naciones fue sis porque no es el ú!1ico, ~esponsable . E~pc:ro si toda-
trasfundido a grandes oleadas a toda una colectividad, a la vía se le considerara hipoteucamente actor umco, podría
que se acostumbró al constante reclamo, a la que · se aflojó alegarse dispensas que tendrían a su mano tres "porqu~s.''.
hasta un ritmo de trabajo propio de tiempos idílicos, a la Primero, porque completó de algu~a manera una ima-
que se dotó de un sistema de seguridad social cuyo costo gen del país y la consideró aceptable, Juzgando, por ende,
respecto a la producción de la que tiene que salir, del aporte que no tenia razón de hacer ºotra" cosa.
de los activos de la que ha de ser extraído, nadie se atreve Segundo, porque, supuesto lo anterior, fueron factores
ya a decir que, absoluta o comparativamente, no sea des- supervinientes que la destruyeron y ya no estaba el Bat-
medido. U na colectividad, en suma, a la que se hizo creer llismo, por lo menos en su I?ejor "forma", en su plenitud
que tras el éxito de los primeros esfuerzos, la plenitud del histórica para calafatearla. o mventar _otra n~eva.
reino, y sus "añadiduras", habían llegado. Tercero, porque (mauza~do la pnmera dispensa)'. cuan-
En su terminología de las eta_pas de desarrollo, Walt do un movimiento político -como es caso del Batlhsmo-
Rostow opinó tras un rápido conocimiento del Uruguay que alcanza esa "imagen satisfactoria" se detiene y el esfuerzo
éramos una sociedad que había pasado sin etapas del "take por hacerla más veraz, cabal y profunda alteraría el cuadro
off", del "demarrage" o del impulso del crecimiento inicial y las estructuras alcanzadas. Ello hace que cuando es ata-
a la del "alto consumo de masas". Traducido a cualquier. cada esa imagen, o ésta se desdibuja, se plante~ la _duda
otra terminología el diagnóstico sigue siendo exacto. Y aun de si el esfuerzo correlativo por devolverle su vigenaa no
otra cosa podría resultar más grave: una sociedad a la que hará correr demasiados riesgos a lo que, de alguna manera,
se estancó en una suerte de radicalismo verbal básicamente se conserva, de algún modo sobrevive. .
conservador y a la que se limó de toda energía revoluciona- Sin embargo, de tener que escoger_se entre una opaón,
ria incómoda, trabajosa, dura al fin, haciéndole creer que podría resistir buena andanada de ?1ticas, soste!'1er que .d~­
con algunas elecciones ganadas, algtín impuesto más, algu- terminadas limitaciones internas, ciertas carenci_as Y fal~bi­
nas medidas legislativas los privilegios de los grupos supe- lidades fueron las que no le permitieron .cuh~1!'1ar su im~
riores caerían al suelo como hojas secas y el feliz imperio portante obra; las que de algún modo le impidieron darl
de la igualdad sería alcanzado. No se necesita ser un revo- perduración, hacerla resistente a todos los embates de des-
lucionario cabal para pensar que si en algún país el "evo- compQsición que por tres décadas más sobrevendrían·
lucionismo" social ha tenido un sentido enervador, ese país
es el Uruguay.
Culminando este proceso, hemos llegado a ser una so•
ciedad económicamente estancada, políticamente enferma,
cticamente átona. Podrá decirse, también, que civilmente
sana y socialmente más equilibrada que muchas otras de su
tipo pero las notas peyorativas son las dinámicas y éstas

106 107
INDICE

Advertencia 7
l. Un supuesto, una evideneia
y demasiadas variables 9
11. La lómpara empañada 15
111. El pafs y la obra 20
VI. Las grietas en el muro 38
v. Dialédica interna en segundo tramo 58
VI. Congelación de las instituciones 75
VII. La inadecuación frontal 97
VIII. Conclusiones 101
EDICIONES DE LA BANDA ORIENTAL
Algunos titulos de nuestro cat61ogo:

Elieeo Salvador Porta: INTEMPERIE (novela histórica). Vi-


gorosa novelización de uno de los periodos culmi-
nantes del ciclo artiguista: el éxodo del pueblo
oriental . Toda una época históricQ, dramática y
colorida, revive en torno a la figura del gran cau-
dillo.
Andensen Banchero: MIENTRAS AMANECE (cuentos).
Los suburbios de Montevideo sirven, posiblemente
por primera vez en nuestra narrativ~ de ambiente
físico y humano a estas historias. En este libro, el
primero que pubUca, Banchero se muestra como
un narrador de condiciones inusuales. Un tono poé-
tico y cruel es la sustancia de un estilo inconfun-
dible, original .
Jwm José Morosoli: MUCHACHOS (novela, 2• edic.). La
única novela del gran escritor minuano. Obra des-
tinada a ser un clásico de nuestras letras .
José P. Barrán y Benjamín Nahum: BASES ECONOMICAS
DE LA REVOLUCION ARTIGUISTA. Un aspecto
fundamental del período artiguista, enfocado en
forma orgánica y penetrante.
Ja'rier de Viana: CAMPO (narraciones). Por fin, la espera-
da reedlción de una obra de importancia capital,
que permaneció totalmente agotada durante años.
Arturo Sergio Visc::a: TRES NARRADORES URUGUAYOS.
Carlos Reyles, Javier de Viana y Juan José Moro-
soli, son objeto de sendos estudios por el destacado
critico ensayista .
Joeé Monegal: 12 CUENTOS. Con su gracejo y su colorido
característicos, el autor logra en estos relatos una
eficacísima combinación de elementos. La elabora-
ción artfstica no oculta, sino que destaca, el incon·
fundible sabor popular de estas historias, ubicadas
en nuestro medio campesino de fines del siglo pa-
sado .

111
(vi1n1 de la otra solapa)

• ColeccicSn "Reconquista"
1 . Javier de Viana - CAM-
PO (cuentos).
2. Carlos Real de Azúa -
EL IMPULSO Y SU FRE-
NO. '

DE PROXIMA APARICION
Daniel Vidart. - TEORIA DEL
TANGO.
Juan José Morosoli - CUEN-
TOS ESCOGIDOS.
Lauro Ayestarán - AN'l'I-
GUOS ROMANCES HISPA-
NICOS EN EL FOLKLORE
MUSICAL DEL URUGUAY.
Domingo L . Bordoli - LOS
CLASICOS Y NOSOTROS
(ensayos).
Horacio A. Ferrer. - DISCE-
POLO. POETA DEL HOM-
BRE DE CORRIENTES Y
ESMERALDA.
Juan José Lacoste. - LOS VE-
RANOS Y LOS INVIERNOS
(novela) .

Y obra& de:
• Guillermo Vázquez Franco
Este libro se Imprimió en forma cooperativa • Eliseo S. Porta
en los talleres gróflcos de la Comunidad del • Roberto Ares Pons
Sur, Canelones 1484 - Montevideo· Uruguay, pa- • Juan Pablo Terra
ra Ediciones de la Banda Oriental, en agosto • Mario Bucheli
de 1964, con un tlraje de 2.000 ejemplares. • José C. Williman (h.)
• J. P. Barrán y B. Nahum
• Juan De Barbieri
• Juan Carlos Onetti
Julio C . Da Rosa.
• Anderssen Banchero
CARLOS REAL DE AZÚA

Nació ,..:n Mcntevideo en 1916 y ha permanecido casi


invariablemente en su ciudad natal, tras la cual, sin
embar90, le 9usta percibir el paÍs entero y el mundo
iberoamericano, materias permanentes de su reDexión.
Después de estudios reCJUlares, se recibió de abo9ado
en 1946. Varios años de eferclcio profesional no total·
mente anodino le llevaron a la ..-onclusión. empero, de
que su destino --.1 es que lo tenía-, no se elldM'flaba
por él. Dictaba ya clases de literatura en la enseñanza
media, desde 1937, y fue en la histori.a y la crítica ll·
terarias que se expidieron Bus primeros trabajos cohe·
rentes, después de un libro recapitulador y más que
nada personal: "ESP ~A DE CERCA Y DE LEJOS"
(1943.) Intelectualmente, y despojando a la palabra de
BU sentido habitual, pcdria denomlnársele un "fronte·
riso", ya que sus preferencias e intereses se mueven
en loa lindes de varias disciplinas: la historia cultural.
ideolóqica y social, la teoría política y la teoría llteraria.
la crítica de "ideas" y de "Blqniflcaciones" y aun otrm
zonas menos delimitables. Porción sustancial de su la·
bor está recoqida. desde 1948. por casi un centenar de
trabajos en la ya copicea colección de "Marcha". Tam·
....
et--
hién ha colaborado en "Escritura", "Número", "Tribuna
Universitaria", "Nuevas Bases", "Anales del Instituto
Arti9as", "Entreqas de la Llcome" y otras publicado·
....
:z:
¡¡
nes. Además del libro mencionado, d.-he citarse entre
su obra "Et PATRICIADO URUGUAYO" ("Asir", 1961)
o y buena parte -próJoqo y noticias - de la reciente
e "ANTOLOGIA DEL ENSAYO URUGUAYO CONTEMPO·
ca RANEO" (Universidad de la RepúbJka, 2 YoL, 1964l.
:z: Ha puesto también lar9as intrcduccionea a "Problemas
em de la juventud uruCJUaya" ("Marcha", 1953) y a la edi·
ción oficial ("Biblioteca Art19as" de Clásicos Uruquayos)
....e de los "Motivos de Proteo", de Rodó. En apartados y
....
ca
folletos ha recoqldo: "AMBIENTE INTELECTUAL DEL
900" (1950, de "Número", nos. 6·7·8}, ''UN SIGLO Y
MEDIO DE CULTURA URUGUAYA" (Universidad de la
....
"'
:z:
RepúblicCr. 1958), "EVASfON Y ARRAIGO EN BORGES
Y NERUDA" (1960, con An9el Rama y Emir RcdríCJUeZ
o Mone9aL de "Revista Nacional", n9 202) y "UN TES·
u TIGO INGLES DE LA CISPLATINA" (1963. de "Revista
....
2i H'lStórica", •ol. XXXIm•

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