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Deleuze: Hegel, estructuralismo y psiconálisis

Deleuze, en una buena parte de su obra, hace un fuerte debate contra, por un lado,
la influencia del Hegel y su introducción por Jean Hyippolite y Ferdinand Alquiè en
Francia; y por el otro, tanto de manera individual como junto con Félix Guatari, contra
el estructuralismo de cuño Lacaniano y Saussureano propio de autores como Claude
Levi – Strauss, Michell Foucalt (en las ciencias humanas en general), Roland Barthes
y Christian Metz (en el análisis de los discursos comunicacionales y los còdigos). Con
relación al filósofo alemán y su influencia en el pensamiento francófono en la primera
mitad del siglo XX, Gilles Deleuze lanza contra dos de sus principales estudiosos y
difusores en Francia - no obstante admirarlos en su etapa de formación y dedicarle su
libro Empirismo y subjetividad a Jean Hippolite – una mordaz crítica: Alquiè se pone al
servicio de los dualismos cartesianos e Hippolite sigue insistiendo en las malditas
triadas de Hegel…Nos van a hacer entrar como cachorros en una escolástica peor que
la de la Edad Media. Aquí se observa la postura del filósofo francés con relación a una
buena parte de la filosofía occidental en especial su postura contra, por un lado, el
principio dualista, cuya manifestación màs clara y contundente es el cartesianismo y
su apuesta por la dicotomía res cogita (pensamiento) – res extensa (espacio); por el
otro, contra la postura idealista y dialéctica de Hegel, tan totalizante como la propuesta
por Descartes, la cual no deja de asumir aparente el principio dicotomíco (en realidad
triadico):la relación entre tesis y antítesis, de cuya dinámica y contradicción emerge
como resultado la síntesis, y que en muy cercana relación con la causalidad, servirá
de base conceptual a todo el sistema idealista y teleológico del filósofo alemán.

Respecto al estructuralismo, son obras representativas, escritas en colaboración con


Fèlix Guatari, las que ponen de manifiesto su oposición a tal perspectiva filosofìca
como El antiedipo: Capitalismo y esquizofrenia -1972-, Kafka. Por una literatura menor
-1975-, Rizoma –introduccion, 1975-, Mil mesetas-1980- y Que es la filosofía -1981-
Sobre tal enfoque filosófico, Deleuze dice: El concepto de estructura me resultaba
demasiado opresivo.

De acuerdo a Stam (2001, p.296) Deleuze y Guattari atacaron a Ferdinand de


Saussure con la finalidad de corroer las bases epistemológicas del estructuralismo que
reposaban en la utilización de la lengua como paradigma y metáfora para explicar o
tratar diversos procesos culturales. Según Robert Stam, Levi Strauss, al pretender
que las relaciones de parentesco operaban como un lenguaje al cual podía
implementarse un análisis antes solo aplicado a aspectos fonológicos y morfológicos
de la lengua, posibilitó el traslado de la lógica estructural- lingüística a estructuras
mentales, sociales y artísticas. Stam continua:

Levi – Strauss tomo la idea del binarismo como principio organizador de los
sistemas fonémicos y la amplio a la cultura humana en general. Los elementos
constituyentes del mito, como los del lenguaje, solo adquieren significado en
relación con otros elementos como los mitos, las prácticas sociales y los
códigos culturales, que únicamente pueden entenderse mediante una serie de
oposiciones estructurantes (Stam, 2002, p.129).

Deleuze y Guatari se desentienden de la metáfora lingüística de Saussure que algunos


pretendían extrapolar a sus respectivos campos de interés (Levi- Strauus en
Antropologia, Althusser y Foucault en epistemología y Metz en la semiótica del cine),
para pasar a una episteme en donde los fenómenos culturales no son meras
estructuras cerradas, que funcionan como códigos hermèticos, a ver tales procesos
desde una perspectiva menos “monolítica”, mas abierta, desde una epistemologìa del
devenir, una línea de pensamiento de flujos, energías y de máquinas deseantes, esta
último desde una órbita completamente diferente a la psicoanalítica, freudiana o
lacaniana, en la que la psicosis y una de sus vertientes, la esquizofrenia, son
asumidas sino en su totalidad negativas, por lo menos si ambiguas. Para Deleuze y
Guattari, no es así. Sobre la ambivalencia de la esquizofrenia en Freud, en una
entrevista que ofrecen Gilles Deleuze y Félix Guattari en 1972, a Catherine Backès-
Clément para L’Arc. n.º 49, Guattari (1972, p.14) reconoce que Freud era plenamente
consciente que su soporte clínico tenía sus orígenes en la psicosis, aunque como dice
el mismo entrevistado, al padre del psicoanálisis no parecía gustarle los
esquizofrénicos, “(…) dice sobre ellos cosas horribles, extremadamente desagradables
(1972, p.14). Y seguido hace un balance por cierto bastante “benigno” del psicoanálisis
freudiano en cuanto al deseo (y de manera implícita a lo que llamarìan Deleuze y
Guatari máquinas deseantes), no sin hacer visibles sus puntos “flacos:

Ahora bien, es cierto, como usted dice, que Freud no ignoraba la maquinaria
del deseo. El deseo, las maquinarias del deseo son incluso el descubrimiento
propio del psicoanálisis. Nunca en el psicoanálisis dejan de zumbar, de chirriar,
de producir. Y los psicoanalistas no dejan nunca de alimentar o de realimentar
las máquinas, sobre un fondo esquizofrénico. Pero quizá hacen o
desencadenan cosas de las que no tienen clara conciencia. Quizás su práctica
implica operaciones incipientes que no aparecen con claridad en la teoría. No
hay duda de que el psicoanálisis ha perturbado toda la medicina mental, como
una especie de máquina infernal. Aunque ya desde el principio estuviese
sometido a compromisos, causaba perturbaciones, imponía nuevas
articulaciones, revelaba el deseo (1972, p.14).

No obstante esta aparente defensa, un poco más adelante Guattari influido claramente
por la terminología y la postura marxista (aparatos psíquicos, maquinaria de
producción de deseo, unidades de producción, entre otros), ataca tres nociones
básicas de todo el andamiaje Freudiano, el ello (pulsiones, instintos y deseos, principio
de placer), el yo (se rige por el principio de la realidad, “reprime” los instintos y
pulsiones) y el super-yo (la norma aceptada socialmente); y el modelo en el cual el
niño entra desde sus primeros años en relaciones de deseo y conflicto con su madre y
su padre, el denominado “complejo de Edipo”. Y en el cual no dejan de tener un papel
importante los tres procesos representados por el ello, el yo y el super yo. ¿Desde
donde parte la crìtica de Guattari? En la misma entrevista ya mencionada (1972, p.15),
argumenta lo siguiente, enfrentando claramente desde una posición que le debe
mucho al marxismo, aunque no sólo a él, una postura, la de Freud, que es legataria de
una concepción burguesa antihistórica donde el individuo y la familia juegan un papel
determinante en la configuración de la psiquis del individuo:

Usted acaba de invocar los aparatos psíquicos tal y como son analizados por
Freud: aparece ahí todo un aspecto de maquinaria, de producción de deseo y
de unidades de producción. Pero hay otro aspecto: la personificación de estos
aparatos (el súper-yo, el yo, el ello), una escenografía teatral que sustituye las
verdaderas fuerzas productivas del inconsciente por simples valores
representativos. Así es como las máquinas del deseo se convierten
progresivamente en maquinarias teatrales: el súper-yo, la pulsión de muerte
como deus ex machina. Tienden progresivamente a funcionar fuera de la
escena, entre bastidores. O bien como máquinas de ilusión, de producción de
efectos. Toda la producción deseante queda anonadada. Nosotros decimos
estas dos cosas al mismo tiempo: Freud descubre el deseo como libido, como
deseo que produce; pero no cesa de enajenar la libido en la representación
familiar (Edipo). Sucede con el psicoanálisis igual que con la economía política
tal y como la veía Marx: Adam Smith y Ricardo descubren la esencia de la
riqueza como trabajo que produce, pero no cesan de enajenarla en la
representación de la propiedad. El deseo se proyecta sobre una escena de
familia que obliga al psicoanálisis a ignorar la psicosis, a no reconocerse sino
en la neurosis, y a dar una interpretación de la propia neurosis que desfigura
las fuerzas del inconsciente.
Los autores de Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia,además arremetieron contra
Lacan al considerar que el complejo de Edipo ha actuado, en la reflexión y en la
práctica clínica de occidente, como mecanismo represivo cuya enajenación familiar
desvía la explicación en el deseo, la lìbido y la psicosis hacia “ (…) la ausencia de la
madre y su imposibilidad de acceso sexual: “(…) útil para el capitalismo patriarcal
porque reprime todos esos deseos indisciplinados y polimorfos (y no sòlo los deseos
sexuales) excesivos a los ojos de la racionalidad capitalista” (Stam, 2001,
p.296).Stam, al respecto, concluye:

A diferencia de la distòpica versión lacaniana del sujeto edipico sojuzgado por


una ilusión, Deleuze y Guattari, propusieron una política decididamente utópica
del deseo polivalente, donde la esquizofrenia no se considera una patología
sino un desorden subversivo de los procesos burgueses de pensamiento
(2001, p.96).

La perspectiva saussureana y lacaniana cierran el lenguaje, en el caso del primero


(lengua/habla); y el aparato psíquico (conciente/inconsciente) en el segundo, a partir
de una lógica dualista que no permitiría observar y abordar los fenómenos a partir de
otros paradigmas, como el propuesto por Deleuze y Guattari.

contiene elementos teóricos que contribuirán a la nociòn deleziana de tiempo, y a su


articulación con el cine. Bergson predice, cuando aun no articula lo que posteriormente
Burch llamaría M.R.I (Modo de representación institucional) y Metz el lenguaje
cinematogràfico en el cine de ficción aun ni siquiera se vislumbraba ni en embrión, “(..)
las temporalidades múltiples y las duraciones superpuestas del propio cine”. Y es el
montaje - luego de que poco a poco, en la medida en que la cámara se independizara
de la estética teatral (fijada en el centro, como un espectador ideal), adquiere
movimiento y comienzan los planos que contiene a establecer correspondencias con
el plano siguiente en una correspondencia biunívoca estableciendo entre uno y otro
correlaciones espacio-temporales que con el tiempo se codificarían y serían
correctamente leídas por el espectador - el que lograría esto. Ahora bien, es
importante mencionar lo siguiente: es cierto que el montaje como técnica es
importante, ya que logra hacer entender la historia, la anécdota que intenta relatar el
director. Sin embargo no es esto lo que interesa a Deleuze, según Stam, no es la
articulación, si se quiere estructural, de las imágenes con la finalidad de construir un
significado global del filme, es decir, de constituir un universo ficcional que los
filmolinguìstas denomirnaron “Diègesis”. Lo que realmente interesa a Deleuze es
“(…) las imágenes captadas en un heraclitiano flujo de tiempo: el cine como
acontecimiento y no como representación. Se interesa por las formas en
que el cine puede transmitir “capas de tempo”, múltiples y contradictorias´”
En Ciudadano Kane, por ejemplo, “somos arrastrados por las ondulaciones
de una gran ola, el tiempo se sale de sus cauces y entramos en la
temporalidad como estado de crisis permanente. Deleuze: Hegel,
estructuralismo y psiconálisis

Deleuze, y por supuesto, una buena parte de su obra, hace un fuerte debate contra,
por un lado, la influencia del Hegel y su introducción por Jean Hyippolite y Ferdinand
Alquiè en Francia; y por el otro, tanto de manera individual como junto con Félix
Guatari, contra el estructuralismo de cuño Lacaniano y Saussureano propio de autores
como Claude Levi – Strauss, Michell Foucalt (en las ciencias humanas en general),
Roland Barthes y Christian Metz (en el análisis de los discursos comunicacionales y
los còdigos). Con relación al filósofo alemán y su influencia en el pensamiento
francófono en la primera mitad del siglo XX, Deleuze lanza contra dos de sus
principales estudiosos y difusores en Francia - no obstante admirarlos en su etapa de
formación y dedicarle su libro Empirismo y subjetividad a Jean Hippolite – una mordaz
crítica: Alquiè se pone al servicio de los dualismos cartesianos e Hippolite sigue
insistiendo en las malditas triadas de Hegel…Nos van a hacer entrar como cachorros
en una escolástica peor que la de la Edad Media. Aquí se observa la postura del
filósofo francés con relación a una buena parte de la filosofía occidental en especial su
postura contra, por un lado, el principio dualista, cuya manifestación màs clara y
contundente es el cartesianismo y su apuesta por la dicotomía res cogita
(pensamiento) – res extensa (espacio); por el otro, contra la postura idealista y
dialéctica de Hegel, tan totalizante como la propuesta por Descartes, la cual no deja de
asumir aparente el principio dicotomíco (en realidad triadico):la relación entre tesis y
antítesis, de cuya dinámica y contradicción emerge como resultado la síntesis, y que
en muy cercana relación con la causalidad, servirá de base conceptual a todo el
sistema idealista y teleológico del filósofo alemán.

Respecto al estructuralismo, son obras representativas, escritas en colaboración con


Fèlix Guatari, las que ponen de manifiesto su oposición a tal perspectiva filosofìca
como El antiedipo: Capitalismo y esquizofrenia -1972-, Kafka. Por una literatura menor
-1975-, Rizoma –introduccion, 1975-, Mil mesetas-1980- y Que es la filosofía -1981-
Sobre tal enfoque filosófico, Deleuze dice: El concepto de estructura me resultaba
demasiado opresivo.

De acuerdo a Stam (2001, p.296) Deleuze y Guattari atacaron a Ferdinand de


Saussure con la finalidad de corroer las bases epistemológicas del estructuralismo que
reposaban en la utilización de la lengua como paradigma y metáfora para explicar o
tratar diversos procesos culturales. Según Robert Stam, Levi Strauss, al pretender
que las relaciones de parentesco operaban como un lenguaje al cual podía
implementarse un análisis antes solo aplicado a aspectos fonológicos y morfológicos
de la lengua, posibilitó el traslado de la lógica estructural- lingüística a estructuras
mentales, sociales y artísticas. Stam continua:

Levi – Strauss tomo la idea del binarismo como principio organizador de los
sistemas fonémicos y la amplio a la cultura humana en general. Los elementos
constituyentes del mito, como los del lenguaje, solo adquieren significado en
relación con otros elementos como los mitos, las prácticas sociales y los
códigos culturales, que únicamente pueden entenderse mediante una serie de
oposiciones estructurantes (Stam, 2002, p.129).

Deleuze y Guatari se desentienden de la metáfora lingüística de Saussure que algunos


pretendían extrapolar a sus respectivos campos de interés (Levi- Strauus en
Antropologia, Althusser y Foucault en epistemología y Metz en la semiótica del cine),
para pasar a una episteme en donde los fenómenos culturales no son meras
estructuras cerradas, que funcionan como códigos hermèticos, a ver tales procesos
desde una perspectiva menos “monolítica”, mas abierta, desde una epistemologìa del
devenir, una línea de pensamiento de flujos, energías y de máquinas deseantes, esta
último desde una órbita completamente diferente a la psicoanalítica, freudiana o
lacaniana, en la que la psicosis y una de sus vertientes, la esquizofrenia, son
asumidas sino en su totalidad negativas, por lo menos si ambiguas. Para Deleuze y
Guattari, no es así. Sobre la ambivalencia de la esquizofrenia en Freud, en una
entrevista que ofrecen Gilles Deleuze y Félix Guattari en 1972, a Catherine Backès-
Clément para L’Arc. n.º 49, Guattari (1972, p.14) reconoce que Freud era plenamente
consciente que su soporte clínico tenía sus orígenes en la psicosis, aunque como dice
el mismo entrevistado, al padre del psicoanálisis no parecía gustarle los
esquizofrénicos, “(…) dice sobre ellos cosas horribles, extremadamente desagradables
(1972, p.14). Y seguido hace un balance por cierto bastante “benigno” del psicoanálisis
freudiano en cuanto al deseo (y de manera implícita a lo que llamarìan Deleuze y
Guatari máquinas deseantes), no sin hacer visibles sus puntos “flacos:
Ahora bien, es cierto, como usted dice, que Freud no ignoraba la maquinaria
del deseo. El deseo, las maquinarias del deseo son incluso el descubrimiento
propio del psicoanálisis. Nunca en el psicoanálisis dejan de zumbar, de chirriar,
de producir. Y los psicoanalistas no dejan nunca de alimentar o de realimentar
las máquinas, sobre un fondo esquizofrénico. Pero quizá hacen o
desencadenan cosas de las que no tienen clara conciencia. Quizás su práctica
implica operaciones incipientes que no aparecen con claridad en la teoría. No
hay duda de que el psicoanálisis ha perturbado toda la medicina mental, como
una especie de máquina infernal. Aunque ya desde el principio estuviese
sometido a compromisos, causaba perturbaciones, imponía nuevas
articulaciones, revelaba el deseo (1972, p.14).

No obstante esta aparente defensa, un poco más adelante Guattari influido claramente
por la terminología y la postura marxista (aparatos psíquicos, maquinaria de
producción de deseo, unidades de producción, entre otros), ataca tres nociones
básicas de todo el andamiaje Freudiano, el ello (pulsiones, instintos y deseos, principio
de placer), el yo (se rige por el principio de la realidad, “reprime” los instintos y
pulsiones) y el super-yo (la norma aceptada socialmente); y el modelo en el cual el
niño entra desde sus primeros años en relaciones de deseo y conflicto con su madre y
su padre, el denominado “complejo de Edipo”. Y en el cual no dejan de tener un papel
importante los tres procesos representados por el ello, el yo y el super yo. ¿Desde
donde parte la crìtica de Guattari? En la misma entrevista ya mencionada (1972, p.15),
argumenta lo siguiente, enfrentando claramente desde una posición que le debe
mucho al marxismo, aunque no sólo a él, una postura, la de Freud, que es legataria de
una concepción burguesa antihistórica donde el individuo y la familia juegan un papel
determinante en la configuración de la psiquis del individuo:

Usted acaba de invocar los aparatos psíquicos tal y como son analizados por
Freud: aparece ahí todo un aspecto de maquinaria, de producción de deseo y
de unidades de producción. Pero hay otro aspecto: la personificación de estos
aparatos (el súper-yo, el yo, el ello), una escenografía teatral que sustituye las
verdaderas fuerzas productivas del inconsciente por simples valores
representativos. Así es como las máquinas del deseo se convierten
progresivamente en maquinarias teatrales: el súper-yo, la pulsión de muerte
como deus ex machina. Tienden progresivamente a funcionar fuera de la
escena, entre bastidores. O bien como máquinas de ilusión, de producción de
efectos. Toda la producción deseante queda anonadada. Nosotros decimos
estas dos cosas al mismo tiempo: Freud descubre el deseo como libido, como
deseo que produce; pero no cesa de enajenar la libido en la representación
familiar (Edipo). Sucede con el psicoanálisis igual que con la economía política
tal y como la veía Marx: Adam Smith y Ricardo descubren la esencia de la
riqueza como trabajo que produce, pero no cesan de enajenarla en la
representación de la propiedad. El deseo se proyecta sobre una escena de
familia que obliga al psicoanálisis a ignorar la psicosis, a no reconocerse sino
en la neurosis, y a dar una interpretación de la propia neurosis que desfigura
las fuerzas del inconsciente.

Los autores de Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia,además arremetieron contra


Lacan al considerar que el complejo de Edipo ha actuado, en la reflexión y en la
práctica clínica de occidente, como mecanismo represivo cuya enajenación familiar
desvía la explicación en el deseo, la lìbido y la psicosis hacia “ (…) la ausencia de la
madre y su imposibilidad de acceso sexual: “(…) útil para el capitalismo patriarcal
porque reprime todos esos deseos indisciplinados y polimorfos (y no sòlo los deseos
sexuales) excesivos a los ojos de la racionalidad capitalista” (Stam, 2001,
p.296).Stam, al respecto, concluye:

A diferencia de la distòpica versión lacaniana del sujeto edipico sojuzgado por


una ilusión, Deleuze y Guattari, propusieron una política decididamente utópica
del deseo polivalente, donde la esquizofrenia no se considera una patología
sino un desorden subversivo de los procesos burgueses de pensamiento
(2001, p.96).

La perspectiva saussureana y lacaniana cierran el lenguaje, en el caso del primero


(lengua/habla); y el aparato psíquico (conciente/inconsciente) en el segundo, a partir
de una lógica dualista que no permitiría observar y abordar los fenómenos a partir de
otros paradigmas, como el propuesto por Deleuze y Guattari.

contiene elementos teóricos que contribuirán a la nociòn deleziana de tiempo, y a su


articulación con el cine. Bergson predice, cuando aun no articula lo que posteriormente
Burch llamaría M.R.I (Modo de representación institucional) y Metz el lenguaje
cinematogràfico en el cine de ficción aun ni siquiera se vislumbraba ni en embrión, “(..)
las temporalidades múltiples y las duraciones superpuestas del propio cine”. Y es el
montaje - luego de que poco a poco, en la medida en que la cámara se independizara
de la estética teatral (fijada en el centro, como un espectador ideal), adquiere
movimiento y comienzan los planos que contiene a establecer correspondencias con
el plano siguiente en una correspondencia biunívoca estableciendo entre uno y otro
correlaciones espacio-temporales que con el tiempo se codificarían y serían
correctamente leídas por el espectador - el que lograría esto. Ahora bien, es
importante mencionar lo siguiente: es cierto que el montaje como técnica es
importante, ya que logra hacer entender la historia, la anécdota que intenta relatar el
director. Sin embargo no es esto lo que interesa a Deleuze, según Stam, no es la
articulación, si se quiere estructural, de las imágenes con la finalidad de construir un
significado global del filme, es decir, de constituir un universo ficcional que los
filmolinguìstas denomirnaron “Diègesis”. Lo que realmente interesa a Deleuze es

“(…) las imágenes captadas en un heraclitiano flujo de tiempo: el cine como


acontecimiento y no como representación. Se interesa por las formas en
que el cine puede transmitir “capas de tempo”, múltiples y contradictorias´”
En Ciudadano Kane, por ejemplo, “somos arrastrados por las ondulaciones
de una gran ola, el tiempo se sale de sus cauces y entramos en la
temporalidad como estado de crisis permanente. Deleuze: Hegel,
estructuralismo y psiconálisis

Deleuze, y por supuesto, una buena parte de su obra, hace un fuerte debate contra,
por un lado, la influencia del Hegel y su introducción por Jean Hyippolite y Ferdinand
Alquiè en Francia; y por el otro, tanto de manera individual como junto con Félix
Guatari, contra el estructuralismo de cuño Lacaniano y Saussureano propio de autores
como Claude Levi – Strauss, Michell Foucalt (en las ciencias humanas en general),
Roland Barthes y Christian Metz (en el análisis de los discursos comunicacionales y
los còdigos). Con relación al filósofo alemán y su influencia en el pensamiento
francófono en la primera mitad del siglo XX, Deleuze lanza contra dos de sus
principales estudiosos y difusores en Francia - no obstante admirarlos en su etapa de
formación y dedicarle su libro Empirismo y subjetividad a Jean Hippolite – una mordaz
crítica: Alquiè se pone al servicio de los dualismos cartesianos e Hippolite sigue
insistiendo en las malditas triadas de Hegel…Nos van a hacer entrar como cachorros
en una escolástica peor que la de la Edad Media. Aquí se observa la postura del
filósofo francés con relación a una buena parte de la filosofía occidental en especial su
postura contra, por un lado, el principio dualista, cuya manifestación màs clara y
contundente es el cartesianismo y su apuesta por la dicotomía res cogita
(pensamiento) – res extensa (espacio); por el otro, contra la postura idealista y
dialéctica de Hegel, tan totalizante como la propuesta por Descartes, la cual no deja de
asumir aparente el principio dicotomíco (en realidad triadico):la relación entre tesis y
antítesis, de cuya dinámica y contradicción emerge como resultado la síntesis, y que
en muy cercana relación con la causalidad, servirá de base conceptual a todo el
sistema idealista y teleológico del filósofo alemán.

Respecto al estructuralismo, son obras representativas, escritas en colaboración con


Fèlix Guatari, las que ponen de manifiesto su oposición a tal perspectiva filosofìca
como El antiedipo: Capitalismo y esquizofrenia -1972-, Kafka. Por una literatura menor
-1975-, Rizoma –introduccion, 1975-, Mil mesetas-1980- y Que es la filosofía -1981-
Sobre tal enfoque filosófico, Deleuze dice: El concepto de estructura me resultaba
demasiado opresivo.

De acuerdo a Stam (2001, p.296) Deleuze y Guattari atacaron a Ferdinand de


Saussure con la finalidad de corroer las bases epistemológicas del estructuralismo que
reposaban en la utilización de la lengua como paradigma y metáfora para explicar o
tratar diversos procesos culturales. Según Robert Stam, Levi Strauss, al pretender
que las relaciones de parentesco operaban como un lenguaje al cual podía
implementarse un análisis antes solo aplicado a aspectos fonológicos y morfológicos
de la lengua, posibilitó el traslado de la lógica estructural- lingüística a estructuras
mentales, sociales y artísticas. Stam continua:

Levi – Strauss tomo la idea del binarismo como principio organizador de los
sistemas fonémicos y la amplio a la cultura humana en general. Los elementos
constituyentes del mito, como los del lenguaje, solo adquieren significado en
relación con otros elementos como los mitos, las prácticas sociales y los
códigos culturales, que únicamente pueden entenderse mediante una serie de
oposiciones estructurantes (Stam, 2002, p.129).

Deleuze y Guatari se desentienden de la metáfora lingüística de Saussure que algunos


pretendían extrapolar a sus respectivos campos de interés (Levi- Strauus en
Antropologia, Althusser y Foucault en epistemología y Metz en la semiótica del cine),
para pasar a una episteme en donde los fenómenos culturales no son meras
estructuras cerradas, que funcionan como códigos hermèticos, a ver tales procesos
desde una perspectiva menos “monolítica”, mas abierta, desde una epistemologìa del
devenir, una línea de pensamiento de flujos, energías y de máquinas deseantes, esta
último desde una órbita completamente diferente a la psicoanalítica, freudiana o
lacaniana, en la que la psicosis y una de sus vertientes, la esquizofrenia, son
asumidas sino en su totalidad negativas, por lo menos si ambiguas. Para Deleuze y
Guattari, no es así. Sobre la ambivalencia de la esquizofrenia en Freud, en una
entrevista que ofrecen Gilles Deleuze y Félix Guattari en 1972, a Catherine Backès-
Clément para L’Arc. n.º 49, Guattari (1972, p.14) reconoce que Freud era plenamente
consciente que su soporte clínico tenía sus orígenes en la psicosis, aunque como dice
el mismo entrevistado, al padre del psicoanálisis no parecía gustarle los
esquizofrénicos, “(…) dice sobre ellos cosas horribles, extremadamente desagradables
(1972, p.14). Y seguido hace un balance por cierto bastante “benigno” del psicoanálisis
freudiano en cuanto al deseo (y de manera implícita a lo que llamarìan Deleuze y
Guatari máquinas deseantes), no sin hacer visibles sus puntos “flacos:

Ahora bien, es cierto, como usted dice, que Freud no ignoraba la maquinaria
del deseo. El deseo, las maquinarias del deseo son incluso el descubrimiento
propio del psicoanálisis. Nunca en el psicoanálisis dejan de zumbar, de chirriar,
de producir. Y los psicoanalistas no dejan nunca de alimentar o de realimentar
las máquinas, sobre un fondo esquizofrénico. Pero quizá hacen o
desencadenan cosas de las que no tienen clara conciencia. Quizás su práctica
implica operaciones incipientes que no aparecen con claridad en la teoría. No
hay duda de que el psicoanálisis ha perturbado toda la medicina mental, como
una especie de máquina infernal. Aunque ya desde el principio estuviese
sometido a compromisos, causaba perturbaciones, imponía nuevas
articulaciones, revelaba el deseo (1972, p.14).

No obstante esta aparente defensa, un poco más adelante Guattari influido claramente
por la terminología y la postura marxista (aparatos psíquicos, maquinaria de
producción de deseo, unidades de producción, entre otros), ataca tres nociones
básicas de todo el andamiaje Freudiano, el ello (pulsiones, instintos y deseos, principio
de placer), el yo (se rige por el principio de la realidad, “reprime” los instintos y
pulsiones) y el super-yo (la norma aceptada socialmente); y el modelo en el cual el
niño entra desde sus primeros años en relaciones de deseo y conflicto con su madre y
su padre, el denominado “complejo de Edipo”. Y en el cual no dejan de tener un papel
importante los tres procesos representados por el ello, el yo y el super yo. ¿Desde
donde parte la crìtica de Guattari? En la misma entrevista ya mencionada (1972, p.15),
argumenta lo siguiente, enfrentando claramente desde una posición que le debe
mucho al marxismo, aunque no sólo a él, una postura, la de Freud, que es legataria de
una concepción burguesa antihistórica donde el individuo y la familia juegan un papel
determinante en la configuración de la psiquis del individuo:

Usted acaba de invocar los aparatos psíquicos tal y como son analizados por
Freud: aparece ahí todo un aspecto de maquinaria, de producción de deseo y
de unidades de producción. Pero hay otro aspecto: la personificación de estos
aparatos (el súper-yo, el yo, el ello), una escenografía teatral que sustituye las
verdaderas fuerzas productivas del inconsciente por simples valores
representativos. Así es como las máquinas del deseo se convierten
progresivamente en maquinarias teatrales: el súper-yo, la pulsión de muerte
como deus ex machina. Tienden progresivamente a funcionar fuera de la
escena, entre bastidores. O bien como máquinas de ilusión, de producción de
efectos. Toda la producción deseante queda anonadada. Nosotros decimos
estas dos cosas al mismo tiempo: Freud descubre el deseo como libido, como
deseo que produce; pero no cesa de enajenar la libido en la representación
familiar (Edipo). Sucede con el psicoanálisis igual que con la economía política
tal y como la veía Marx: Adam Smith y Ricardo descubren la esencia de la
riqueza como trabajo que produce, pero no cesan de enajenarla en la
representación de la propiedad. El deseo se proyecta sobre una escena de
familia que obliga al psicoanálisis a ignorar la psicosis, a no reconocerse sino
en la neurosis, y a dar una interpretación de la propia neurosis que desfigura
las fuerzas del inconsciente.

Los autores de Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia,además arremetieron contra


Lacan al considerar que el complejo de Edipo ha actuado, en la reflexión y en la
práctica clínica de occidente, como mecanismo represivo cuya enajenación familiar
desvía la explicación en el deseo, la lìbido y la psicosis hacia “ (…) la ausencia de la
madre y su imposibilidad de acceso sexual: “(…) útil para el capitalismo patriarcal
porque reprime todos esos deseos indisciplinados y polimorfos (y no sòlo los deseos
sexuales) excesivos a los ojos de la racionalidad capitalista” (Stam, 2001,
p.296).Stam, al respecto, concluye:

A diferencia de la distòpica versión lacaniana del sujeto edipico sojuzgado por


una ilusión, Deleuze y Guattari, propusieron una política decididamente utópica
del deseo polivalente, donde la esquizofrenia no se considera una patología
sino un desorden subversivo de los procesos burgueses de pensamiento
(2001, p.96).
La perspectiva saussureana y lacaniana cierran el lenguaje, en el caso del primero
(lengua/habla); y el aparato psíquico (conciente/inconsciente) en el segundo, a partir
de una lógica dualista que no permitiría observar y abordar los fenómenos a partir de
otros paradigmas, como el propuesto por Deleuze y Guattari.

Aunque Bazín había realizado un acercamiento a la experiencia fílmica desde la


fenomenología, al “ (…) hacer de la reproducción mecánica del cine de las apariencias
fenoménicas” (2001, Stam,p.95) uno de los aspectos claves de aquella; y Metz con el
análisis estructuralista del cine

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