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Ya les dejé una breve explicación sobre los conceptos básicos y los principales
problemas de El antiEdipo, a fin de situar mejor la problemática del deseo a la cual
queremos entender. Comento ahora un poco los textos que he pasado.
En esa entrevista Deleuze nos narra un poco de cómo conoció a Guattari, y qué
fue de ese encuentro entre un “filósofo y un psicoanalista”. Guattari, para aquellos que
nos saben, fue alumno de Lacan, considerado su discípulo brilhante hasta que rompe con
la teoria lacaniana en esas fechas de El antiEdipo. Nos equivocamos si pensamos que fue
Deleuze quien, por venir de afuera del psicoanalisis, hubiera sacado Félix de las teorias
psicoanalíticas. Como Deleuze afirma en diferentes momentos de su obra, fue Félix quien
lo sacó del psicoanálisis, no al revés. Recordemos que en 1969 sale Lógica del sentido,
donde el psicoanalisis y el estructuralismo son ciencias elogiadas por Deleuze. El tono es
completamente otro en El antiEdipo. Antes del encuentro con Deleuze, y ahí tal vez ya
empezaba el problema que Guattari iba a tener con el psicoanálisis, Guattari presenta un
texto que se llama “Máquina y estructura”. Como dice el biógrafo François Dosse, ese
texto podría muy bien se llamar máquina versus estructura. Ya estaba desarrollado ahí las
tesis de un inconsciente maquínico, de una máquina deseante.
Pensemos así: en el mundo todo lo que hay son flujos, que luego son
organizados, desorganizados, reorganizados, según las máquinas que están
trabajando esos flujos, “cortándolos”, actualizándolos, volviéndoles extensos,
concretos. Pero el flujo germinal sería el verdadero productor de todo lo hay,
existe, y vendrá a existir. Cuando las sociedades hacen la captura de esos flujos,
son dados “sentidos”, lugares, permisos, puede o no puede pasar ese flujos, se
organiza todo de acuerdo a una representación que captura ese verdadero
representante que es el deseo. La representación cambia, puede ser la
representación de la Tierra en las sociedades primitivas, la representación del
Déspota en las sociedades imperiales, o el dinero en las sociedades capitalistas.
El psicoanálisis interioriza esa representación despótica, la pone en la dimension
deseante mismo, el déspota está adentro de nosotros (superyó). Lo que intenta de
hacer el psicoanálisis es: explicar el deseo a partir de la representación que
reprime la produccion deseante, es decir, lo que hace es justamente reprimir esas
fuerzas deseantes, multiplicidades heterogéneas que son reducidas a relaciones
familiares, un significante que es la premisa, el fundamento del sistema, que tiene
que se resolver solamente por esa vía: hay que resolver Edipo, interiorizarlo, sino
estamos destinados a la noche de lo indiferenciado, a la experiencia esquizo, a
ese informe que no nos deja vivir. Deleuze y Guattari nos enseñan que no se trata
de indiferenciación sino que es justamente el campo o la dimensión de las
diferencias intensivas lo que está en juego.
Hay un punto que puede generar la confusión, y dar una impresión liberal
de los autores. Cuando dicen que no hay suficiente consumo o artificio lo que
están diciendo es que todavía estamos encerrados en lo que el capitalismo
permite del consumo (tienes que ser sujeto ecónomico con poder de consumo
para consumir, no todos consumen)y de los usos maquínicos (los “datos
naturales” de la sociedad capitalista). Hay que liberar totalmente, y aunque el
capitalismo sea en su naturaleza aquello que fue el terror de las sociedades
anteriores – flujos desterritorializados -, aunque el capitalismo libera los flujos de
los códigos, es solamente una desterritoritorilización relativa. El capitalismo libera
los flujos de los códigos. Pero la liberación no va lo lejos necesario, no se vuelve
revolucionaria porque 1. Sólo interesa la liberación de flujos financieros y de su
conjunción, los demás flujos deben obedecer esa primera operación; por lo tanto
no hay libertad, liberación de todos los flujos; 2. Los demás flujos son
reterritorializados en territorios artificiales (por eso el resurgimiento de
nacionalismos, religiones, fascismos, etc.).
Deleuze nos habla de la unidad del libro, que ya habiamos comentado: por
un lado la crítica a Edipo y el psicoanálisis y por otro la crítica al capitalismo. De
hecho, el psicoanálisis es criticado justamente por su relación con el capitalismo
(veremos la semana que entra un poco de eso).
Deleuze sigue a Guattari y habla del problema del proceso interminable que es la
cura psicoanalítica; también menciona otra vez el problema del delirio como un proceso
social-histórico, y no sólo familiar. Es ahí que entra la crítica de los autores al abandono de
los elementos sociales e históricos por las teorías familiaristas del inconsciente. Lo que
están haciendo es el proceso de insertar la máquina social en el análisis del deseo
(inconsciente). Por otro lado, la crítica social también debe considerar el análisis del
inconsciente de las “clases”, o de los “grupos sujetos”, como llamarán Deleuze y Guattari
la organización militante. Detrás de un interés consciente hay siempre un deseo
inconsciente.
La bolsa de valores tiene un funcionamiento cuya naturaleza no tiene nada que ver con el
código, con la representación. No es de ahí que sale la plusvalía. No hay discurso en ese
funcionamiento, lo que hay son puras relaciones diferenciales entre flujos abstractos de
capital. Pero aún así, se estudia y se entiende su funcionamiento, aquellos que estudian
finanzas. Se racionaliza y se vuelve comprensible, discursivo, algo que no es de este orden.
Así, lo irracional respondería a un “investimento” (investissement) inconsciente, y esa
racionalización de lo irracional respondería a un investimento consciente de interés. Son
los dos polos que constituyen en agenciamento social. Por eso la necesidad de hacer un
análisis de esos investimentos inconscientes cuando queremos hacer un análisis de la
sociedad, ya que estos determinan y distribuyen los investimentos de clases, los
investimentos conscientes de interés. Acá nos deja la introducción del deseo fascista, del
polo reaccionario del deseo. Ese amor deinteresado (en tanto no responde a un
investimento consciente sino a un deseo inconsciente, a una posición del deseo) por la
máquina opresora. Ese deseo de servir, de reprimir al otro y a sí mismo.
Ahora bien, si toda sociedad es delirio e interés, lo que nos advierten es la novedad de esa
relación en el capitalismo. Como veníamos leyendo, parece que el capitalismo es la forma
de sociedad que se funda en lo que las otras formas sociales – primitivas y despóticas –
más tenían miedo que ocurriera: los flujos descodificados. Sólo una maquinaria económica
es capaz de eso, de esa forma de abstracción.
Guattari sigue con esa idea pero pensando el problema de la especificidad de cada
grupo militante, o mejor, como él mismo dice, del estilo de cada organización. Advierte
también del peligro de los grupúsculos, es decir, de los grupos que se vuelven pequeñas
iglesias, dogmáticos, jerarquizados, nuevos dispositivos de poder que no tienen nada de
revolucionario en su actualización del deseo. Los grupúsculos son reterritorializaciones,
capturas. Cuando preguntado sobre el deseo liberado, o más bien, sobre qué pasa
concretamente en el conjunto de la sociedad cuando el deseo es liberado, Guattari da el
ejemplo concreto de Mayo de 68 como un fenómeno de liberación del deseo a nivel de
conjunto, a nivel social. Los efectos de ese “estallido” alcanzaron las afueras de los
grupúsculos, de los grupos militantes atingiendo toda la población. Fue sin duda un
fenómeno de multitud y de contagio. Así, Mayo de 68 sería una cristalización
revolucionaria, un movimiento que hizo pasar el deseo, aunque por poco tiempo.
Bueno, me quedo por acá. Espero que les hay ayudado un poco más a entender esas
lecturas. Vamos empezando, así que todavía las lecturas que siguen pueden ayudar más.