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Resumen semana 1 – El antiEdipo, deseo y capitalismo

Ya les dejé una breve explicación sobre los conceptos básicos y los principales
problemas de El antiEdipo, a fin de situar mejor la problemática del deseo a la cual
queremos entender. Comento ahora un poco los textos que he pasado.

TEXTO 1. ENTREVISTA EL ANTIEDIPO (CONVERSACIONES)

En esa entrevista Deleuze nos narra un poco de cómo conoció a Guattari, y qué
fue de ese encuentro entre un “filósofo y un psicoanalista”. Guattari, para aquellos que
nos saben, fue alumno de Lacan, considerado su discípulo brilhante hasta que rompe con
la teoria lacaniana en esas fechas de El antiEdipo. Nos equivocamos si pensamos que fue
Deleuze quien, por venir de afuera del psicoanalisis, hubiera sacado Félix de las teorias
psicoanalíticas. Como Deleuze afirma en diferentes momentos de su obra, fue Félix quien
lo sacó del psicoanálisis, no al revés. Recordemos que en 1969 sale Lógica del sentido,
donde el psicoanalisis y el estructuralismo son ciencias elogiadas por Deleuze. El tono es
completamente otro en El antiEdipo. Antes del encuentro con Deleuze, y ahí tal vez ya
empezaba el problema que Guattari iba a tener con el psicoanálisis, Guattari presenta un
texto que se llama “Máquina y estructura”. Como dice el biógrafo François Dosse, ese
texto podría muy bien se llamar máquina versus estructura. Ya estaba desarrollado ahí las
tesis de un inconsciente maquínico, de una máquina deseante.

La máquina es un concepto de Guattari. Explico un poco más de las máquinas, que


no es tan obvio. Lo máquinico es sinónimo de molecular. Capitalismo máquinico o
molecular es lo mismo. Lo máquinico/molecular es toda la dimensión de la producción
que es intensiva, apersonal, afectiva, intempestiva, etc. Lo máquinico es el
funcionamiento del deseo. También tenemos la máquina social, que opera esos flujos
deseantes, máquina que codifica, selecciona, bloquea, crea estructuras. Máquinas y
estructuras son dos dimensiones de la producción general. El inconsciente tendría ese
funcionamiento maquínico mientras la consciencia tendría un funcionamiento estructural
(sujeto, consciencia).
Guattari, así como Deleuze, ya reconocían los límites del estructuralismo al
poner en cuestión otra dimensión excluida por el estructuralismo: la dimensión
molecular, caótica, sin estructura…se tratan de flujos. El sujeto, para Guattari en
este momento, era algo como entre la máquina y la estructura, entre algo que
escapa y algo que se aglomera, algo que desconstituye formas (por eso funciona
en desarreglo) y algo que constituye organismos complejos. Lo maquínico parece
servir para estos autores para describir ese funcionamiento diferente del
funcionamiento estructurado y las reglas del organismo como un todo. Maquínico
= molecular = deseo.

El propio libro, la escritura, es una máquina. Como un “huevo” dice


Deleuze, es decir, como una zona de intensidad, cruzando umbrales,
diferenciandose a cada cruce, a cada grado. Por eso no es un problema pensar en
una escritura a dos ya que no se tratan de dos sujetos encerrados en una autoria,
se tratan de ideas que se conectan y son multiplicidades abiertas, impersonales,
que se conectan o no.

Félix Guattari tenía problemas para escribir, como él mismo confiesa en la


entrevista, que escribía menos antes del encuentro con Deleuze. Guattari tenía un
aspecto muy relevante que era su postura militante. Más que psicoanalista, o
filósofo, Guattari era un militante político. Sus propuestas politicas atraviesan
todas sus prácticas.

Luego tenemos en esa entrevista un poco de la crítica al psicoanálisis, que


los compañeros ya destacaron sus principales puntos (critica a Edipo,
familiarismo, interpretación). Pero cuando Guattari dice que el descubrimiento
propio del psicoanalisis fue la máquina deseante, están hablando justamente de la
descubierta de la libido, de esa teorización primera de Freud. Sólo despues
aparece el aparato edípico, para reterritorializar esas fuerzas libidinales en la
familia. Pero es el psicoanálisis que trae el deseo para el centro de la discusión,
quien introduce esa fuerzas incosnciente en la produccion social, aunque luego se
limite a la familia o se someta a un significante. Freud ya sabe que el deseo es
productivo, de la misma manera que Ricardo y Smith saben que la producción de
riquezas es subjetiva (trabajo abstracto); pero ambos no dejan de reterritorializar
esos flujos productivos en la representación familiar o en la propiedad privada. Por
eso el psicoanálisis de Freud se apoya en los neuróticos y excluye a los
esquizofrénicos, ya que esos últimos no pueden traducir su delirio en el papá y
mamá, el psicoanalisis no sirve para analizar ese tipo de delirio. El psicoanalisis
sólo puede analizar las reterritorializaciones, ya que su propio funcionamiento
reterritorializa las fuerzas deseantes en representaciones familiares, por eso dicen
que el psicoanálisis sólo se reconoce en la neurosis.

Edipo es un aparato de represión que no empieza con el psicoanálisis,


Edipo en ese libro es un límite que tiene su primera ocupación con la aparición del
Estado despótico. Edipo es un tipo de representación despótica, centralizadora,
soberana. Pero va tener muchas variaciones y solamente se vuelve
completamente infiltrado en la sociedad cuando se interioriza, cuando pasa a
gobernar desde el mismo deseo.

Pensemos así: en el mundo todo lo que hay son flujos, que luego son
organizados, desorganizados, reorganizados, según las máquinas que están
trabajando esos flujos, “cortándolos”, actualizándolos, volviéndoles extensos,
concretos. Pero el flujo germinal sería el verdadero productor de todo lo hay,
existe, y vendrá a existir. Cuando las sociedades hacen la captura de esos flujos,
son dados “sentidos”, lugares, permisos, puede o no puede pasar ese flujos, se
organiza todo de acuerdo a una representación que captura ese verdadero
representante que es el deseo. La representación cambia, puede ser la
representación de la Tierra en las sociedades primitivas, la representación del
Déspota en las sociedades imperiales, o el dinero en las sociedades capitalistas.
El psicoanálisis interioriza esa representación despótica, la pone en la dimension
deseante mismo, el déspota está adentro de nosotros (superyó). Lo que intenta de
hacer el psicoanálisis es: explicar el deseo a partir de la representación que
reprime la produccion deseante, es decir, lo que hace es justamente reprimir esas
fuerzas deseantes, multiplicidades heterogéneas que son reducidas a relaciones
familiares, un significante que es la premisa, el fundamento del sistema, que tiene
que se resolver solamente por esa vía: hay que resolver Edipo, interiorizarlo, sino
estamos destinados a la noche de lo indiferenciado, a la experiencia esquizo, a
ese informe que no nos deja vivir. Deleuze y Guattari nos enseñan que no se trata
de indiferenciación sino que es justamente el campo o la dimensión de las
diferencias intensivas lo que está en juego.

Psiquiatría materialista es también sinónimo de esquizoanálisis. Y es ahí


también que encontramos la discusión que veníamos desarrollando en el foro, de
la relación entre el deseo y el interés. Es el deseo que determina el interés, y, por
lo tanto es en esa dimensión donde debemos buscar si el investimento es
realmente revolucionario o si las lineas de fuga están caminando para la
destrucción del mismo deseo, del mismo movimiento revolucionario. También hay
que ver si no reterritorializó en otro dispositivo de poder, si ya no fue capturado.

Hay un punto que puede generar la confusión, y dar una impresión liberal
de los autores. Cuando dicen que no hay suficiente consumo o artificio lo que
están diciendo es que todavía estamos encerrados en lo que el capitalismo
permite del consumo (tienes que ser sujeto ecónomico con poder de consumo
para consumir, no todos consumen)y de los usos maquínicos (los “datos
naturales” de la sociedad capitalista). Hay que liberar totalmente, y aunque el
capitalismo sea en su naturaleza aquello que fue el terror de las sociedades
anteriores – flujos desterritorializados -, aunque el capitalismo libera los flujos de
los códigos, es solamente una desterritoritorilización relativa. El capitalismo libera
los flujos de los códigos. Pero la liberación no va lo lejos necesario, no se vuelve
revolucionaria porque 1. Sólo interesa la liberación de flujos financieros y de su
conjunción, los demás flujos deben obedecer esa primera operación; por lo tanto
no hay libertad, liberación de todos los flujos; 2. Los demás flujos son
reterritorializados en territorios artificiales (por eso el resurgimiento de
nacionalismos, religiones, fascismos, etc.).

Deleuze nos habla de la unidad del libro, que ya habiamos comentado: por
un lado la crítica a Edipo y el psicoanálisis y por otro la crítica al capitalismo. De
hecho, el psicoanálisis es criticado justamente por su relación con el capitalismo
(veremos la semana que entra un poco de eso).

En la página 18 hay un error, el delirio no es “histÉrico-mundial”, es


histÓrico-mundial”, se delira los pueblos, razas, tribus, antepasados. El delirio
jamás se limitaria al ambiente familiar, e incluso si pensamos en el ámbiot familiar,
siempre hay “un tío extranjero”, como dicen en El antiEdipo.

Hay una frase muy importante: “el psicoanalisis es como el capitalismo: la


esquizofrenia es su límite, pero no deja de desplazar el límite ni de intentar
conjurarlo”. Es decir: la desterritorialización siempre es el límite de todo
agenciamiento, y esa desterritorialización puede ser relativa, no absoluta. En el
caso del psicoanálisis la esquizofrenia es el límite en tanto partimos de la libido, de
ese mundo desterritorializado del inconsciente. Pero ese mundo luego va ser vista
como lo indiferenciado, informe, amorfo…para no vivir en ese mundo de lo
indiferenciado (como el esquizofrenico) tenemos que “resolver Edipo”,
interiorizarlo. Así, la crítica de Deleuze y Guattari va en el sentido de que por más
que el psicoanálisis freudiano “descubra” el deseo, lo va a poner como límite al
cual no podemos cruzar, ya que no podemos vivir en lo indiferenciado.

En el caso del capitalismo, la esquizofrenia es el limite en tanto el


capitalismo es un sistema cuya la naturaleza es desterritorialzar los flujos,
liberarlos de los códigos. Pero esa liberación va ser compensada por una
reterritorialización en la propiedad privada. Además, la liberación no puede ser
total: se liberan los flujos pero esos van a ser conjugados en el seno de una
máquina exclusivamente económica. Es decir, va ser axiomátizado. La axiomática
interioriza el límite (la desterritorialización), pero no cesa de reproducirlo en el
interior de su sistema. No hay límite externo al capitalismo, no hay un Dios que lo
controle, no hay una instancia externa que organice y distribuya lo social. Por eso
el capitalismo parece imbatible, impersonal, mágico. Pero es porque su limite es
interno: para que acabe el capitalismo es necesario que la máquina de produccion
de capital deje de funcionar. Si eso no pasa, no hay una desterritorialización más
allá de aquella permitida por los limites del capital, una desterritorialización más
allá de los flujos de capital financiero. Así, tanto capitalismo como psicoanalisis
hacen una desterritorialización relativa, y lo que nuestros autores dicen es que hay
que ir más lejos en la desterritorilización, en el “artificio”… es decir, liberar los
flujos realmente, no reterritorializarlos en falsas representaciones (sea Edipo sea
la axiomática capitalista).

El entrevistador afirma que el problema de la lingüística no es muy


reconocida en ese libro. Desde luego, el problema de la lingüística no aparece con
profundidad en ese libro. No obstante, en Mil mesetas va tener un rol central,
mucho mayor que el psicoanálisis. Félix Guattari, en sus obras sólo, también
desarrolló ampliamente el problema de los “enunciados colectivos” y la máquina
de enunciación (“en este libro aún no hemos desarrollado nuestra concepción de
los agentes colectivos de enunciacion, una noción que pretende superar la
escisión entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación”). El
significante aparece en El antiEdipo como algo que nace como límite con el
Estado o las formaciones despóticas; es totalmente una cuestión política. Y se
contropone al sistema de denotación primitivo, donde los signos tenian más
libertad, eran autonómos, no dependian de los signos escritos, y toda la
significación era tridimensional (los rituales, la escritura en el cuerpo, la voz que
era independiente de la grafía)… el signo era independiente. Por eso nos cuesta
trabajo entender esas semióticas primitivas, donde no hay sujeto individual, donde
el mundo y los animales tienen una significación propia, independiente de aquello
que la comunidad habla de ello, en donde los signos se relacionan de manera
mucho más libre. Todo ese problema semiótico es muy complejo, no nos alcanza
desarrollar ese punto en ese poco tiempo de lectura. Pero tenemos que tener
presente que el significante viene a imponerse sobre los demás signos (los signos
no son solamente linguisticos, los signos son afectos, necen de nuestro encuentro
con el mundo, son el efecto incorporeo de ese encuentro).

Ese problema del significante tiene que ver directamente con la


interpretación, con el ¿qué quiere decir? antes de ¿cómo funciona?. No hay nada
que significar pues la significación tiene que ver directamente con un dispositivo
de poder, con una clasificación, una sujeción de los demás signos no significantes
a esa operación de significación. En el caso del psicoanalisis freudiano todo lo que
será interpretado de la producción inconsciente tendrá el significante Edipo como
principio y final de la interpretación: de ahí partirá y hasta ahí regresará el analisis,
todo será significado de acuerdo a ese punto de partida y llegada.

El problema de ¿cómo funciona? También implica un análisis, pero un


análisis de los “afectos” (Spinoza): ¿esa idea te sirve? ¿estumila el pensamiento,
la creación? ¿hace una red que potencializa mi cuerpo de existir? ¿o disminuye la
potencia de actuar de un cuerpo? En ese sentido son muy spinozistas… todo
depende de lo que va potencializar o disminuir la potencia de actuar de un cuerpo.
El conocimiento es un conocimiento práctico, que está completamente volteado
para la existencia. Conocemos para existir, para potencializar nuestra potencia de
existir en el mundo.

Acá también en esa entrevista tenemos esa postura maquínica de la


escritura que le comentaba a Tanya. Se trataría de “esquizofrenizar” también al
literatura, de liberarla de las memorias personales, de los relatos de viaje, de
contar sobre el sujeto. Se trata de captar las intensidades en la escritura, de
devenir-animal, devenir-imperceptible, de hacer pasar otras intensidades que no
son aquellas de la escritura, escribir por aquellos que no pueden (sea un roca o un
conejo)…

Luego pregunta, ya al final: ¿es posible desterritorializarse sin volverse un


esquizo clínico? ¿es posible sentirse dorgado sin drogarse? Es el problema que
venimos discutindo, de que no se trata de un elogio al esquizofrenico del hospital,
no se trata cá del esquizofrenico concebido por la psiquiatria, se trata de una
esquizofrenia como proceso, determinación social, política y economica. La
esquizofrenia es el proceso de desterritorialización, que puede ser político,
económico, artístico, etc.

Sobre el esquizoanálisis. Ese concepto también pierde su fuerza en Mil


mesetas. Tal vez por su relación cercana con la clínica y el psicoanalisis. Como ya
les dije, en Mil mesetas, la preocupación ya no está ahí, ya se diluyó en todo
campo social y en las demás creaciones y disciplinas. Así, se hablará más de
micropolítica, pragmática política, que de esquizoanalisis. Pero se trata de la
misma propuesta revolucionaria: analisar los índices de desterritorialización y
reterritorilización de tods problemas, situaciones, movimientos, subjetividades, etc.
El análisis político debe incorporar el análisis del deseo y considerar la
determinación directa (sin mediación) del deseo en la sociedad, en la política, en
la economia, en las creaciones, etc.

TEXTO 2. CAPITALISMO Y ESQUIZOFRENIA

Tenemos al principio una breve recapitulación de la idea de inconsciente


maquínico, del deseo como producción, fábrica y no teatro. Edipo no es el representante
del deseo, Edipo es una representación que desplaza el verdadero representante del
deseo: el flujo germinal, la producción sin finalidad. Así, no es que el deseo o inconsciente
sea la ley de la prohibición, el la prohibición que se instaura en el deseo. Esa prohibición es
fruto de una maquinaria social que se apropia de esas fuerzas.

Luego, al ser preguntado por el capitalismo y la esquizofrenia, Guattari contesta


que “para entender la verdadera significación de la política de apropiación de la plusvalía
[capitalista] (…) hemos de poner en juego conceptos que son los mismos a los que habría
que haber ocurrido para interpretar la esquizofrenia”. Es decir, entre esos dos polos,
capital y esquizofrenia, los autores harán pasar su análisis. Ahora bien, entre esos dos
polos, todo ocurre. Las sociedades primitivas, las despóticas, el funcionamiento del
inconsciente, tendrán como categorías abstractas analíticas limites la relación con la
descodificación y desterritorialización. Otra vez, es la teoría general de los flujos que hace
de la esquizofrenia y del capitalismo los extremos en que se construye la historia de la
humanidad.

En la siguiente pregunta los autores responden sobre la influencia teórica de su


propuesta práctica. Guattari nos dice que el interés era hacer un análisis del inconsciente
desde el punto de vista de la psicosis, es decir, de la esquizofrenia. Nos dice tambien de la
insuficiencia de las teorías de Freud para lidiar con la esquizofrenia (Freud partía su
análisis de la neurosis). Así también, entrando en lo que yo les mencionaba en
comentarios anteriores, el proceso esquizofrénico no es el esquizofrénico del hospital.
Guattari lo dice muy claro: “Hay que añadir también que, en el marco de los sistemas
represivos de la hospitalización, no hay acceso alguno a la esquizofrenia. Se accede a
aquellos locos que se mueven en el interior de un sistema que les impide expresar la
esencia misma de la locura. No expresan más que reacción a la represión de la que son
objetos, que se les obliga a sufrir. (p. 299)” Lo que dice Guattari es que el esquizofrénico
del hospital es una fabricación del propio sistema de hospitalización y tratamiento que
bloquea el proceso esquizofrénico; lo bloquea tan brutalmente, que el cuerpo
esquizofrénico estalla, entra en catatonia, autismo, etc.

Deleuze sigue a Guattari y habla del problema del proceso interminable que es la
cura psicoanalítica; también menciona otra vez el problema del delirio como un proceso
social-histórico, y no sólo familiar. Es ahí que entra la crítica de los autores al abandono de
los elementos sociales e históricos por las teorías familiaristas del inconsciente. Lo que
están haciendo es el proceso de insertar la máquina social en el análisis del deseo
(inconsciente). Por otro lado, la crítica social también debe considerar el análisis del
inconsciente de las “clases”, o de los “grupos sujetos”, como llamarán Deleuze y Guattari
la organización militante. Detrás de un interés consciente hay siempre un deseo
inconsciente.

La pregunta que sigue, pregunta sobre la lingüística. Guattari parece desviarse de


ese problema y cuestionar el problema de la lingüística en su aspecto de disciplina aislada.
Habla algo del problema del significante, y de “esquizofrenizar” la política y las ciencias
humanas. Dice que después de mayo de 68, deberíamos revisar la cultura tradicional y los
autonomismos de las disciplinas. Lo que Guattari está cuestionando, y que el llamará de
transversalidad de las disciplinas, es la conexión entre los campos del saber en tanto
construcción de un problema consistente. Un problema consistente con el mundo, con la
realidad. Si en la realidad tenemos cosas mezcladas, es decir, nuestro objeto de
conocimiento es algo heterogéneo, continuo, llenos de umbrales de paso, nuestra manera
de conocer ese objeto, nuestros instrumentos debe dar lugar a esa mezcla, a esa posible
relación de ideas en diferentes planos. Esquizofrenizar las ciencias es darle la apertura
suficiente para que entendamos el proceso de heterogénesis del pensamiento.

La pregunta por si la psiquiatría es la ciencia del hombre por excelencia pone


Deleuze a hablar de la necesidad de conexiones entre diferentes máquinas dotadas de una
posibilidad revolucionaria. No hay una ciencia por excelencia, sino máquinas cuya
conexión les da una posibilidad de invención, de nuevas formas de organización. Es sólo
desde esa perspectiva conectiva que los autores piensan la experiencia revolucionaria. Lo
que importa es el uso que se hace en cada disciplina o práctica, uso revolucionario o
reaccionario.

Luego el entrevistador hace una pregunta que Deleuze la llama de demasiado


técnica, pero que tiene que ver con una pregunta por la experiencia esquizofrénica en
tanto cualidades sensibles. Este punto nos hace hablar de lo sensible y lo imperceptible.
En esa habla, Deleuze parece dejar bien claro que lo intensivo (me convierto en mujer, en
Dios) no tiene nada que ver con lo sensible. Es algo de lo intensivo, es decir, de lo
imperceptible, de lo vivido en tanto siento una fuerza inexplicable y confusa, o atraviese
un umbral de intensidad, antes de que perciba algo sensible.

Respondiendo a la pregunta por la naturaleza de la enfermedad mental, en casos


de grandes creadores – Nietzsche, Artaud, Van Gogh, etc. – Deleuze contesta que la locura
sería definida grosso modo por dos aspectos: abertura y hundimiento. Muro blanco y
agujero negro, es como aparecerá en Mil mesetas estos dos movimientos de los procesos
de subjetivación tal cómo es “sentido” en el delirio.

Luego, terminando el texto, tenemos la cuestión sobre la videncia de los


esquizofrénicos, más que una consciencia de sí. La videncia implica una videncia del
proceso del deseo, es decir, del más acá de las categorías de sujeto y de los
encasillamientos de la representación. Podríamos decir que es un contacto directo con las
intensidades que pueblan esta subjetividad esquizofrénica.
TEXTO CAPITALISMO Y DESEO

El primer problema que enfrentamos en ese texto responde a la pregunta por la


racionalidad del capitalismo. Si el capitalismo tiene una relación con la demencia, con lo
irracional, la esquizofrenia, esa relación se encuentra en qué racionaliza a la manera de
una axiomática esa dimensión irracional. El capitalismo sería una forma de organizar los
flujos de una manera inédita en la historia de las sociedades. Toda sociedad tiene una
relación directa con el delirio, ya que el delirio estamos entendiendo como un proceso de
las máquinas deseantes o agenciamientos maquínicos libidinales, y ya que las máquinas
deseantes determinan el campo social. Así, la historia sería una historia del deseo, del
delirio. De cómo abrigamos lo irracional. La historia sería la historia de cómo
racionalizamos o organizamos lo irracional.

La bolsa de valores tiene un funcionamiento cuya naturaleza no tiene nada que ver con el
código, con la representación. No es de ahí que sale la plusvalía. No hay discurso en ese
funcionamiento, lo que hay son puras relaciones diferenciales entre flujos abstractos de
capital. Pero aún así, se estudia y se entiende su funcionamiento, aquellos que estudian
finanzas. Se racionaliza y se vuelve comprensible, discursivo, algo que no es de este orden.
Así, lo irracional respondería a un “investimento” (investissement) inconsciente, y esa
racionalización de lo irracional respondería a un investimento consciente de interés. Son
los dos polos que constituyen en agenciamento social. Por eso la necesidad de hacer un
análisis de esos investimentos inconscientes cuando queremos hacer un análisis de la
sociedad, ya que estos determinan y distribuyen los investimentos de clases, los
investimentos conscientes de interés. Acá nos deja la introducción del deseo fascista, del
polo reaccionario del deseo. Ese amor deinteresado (en tanto no responde a un
investimento consciente sino a un deseo inconsciente, a una posición del deseo) por la
máquina opresora. Ese deseo de servir, de reprimir al otro y a sí mismo.

Ahora bien, si toda sociedad es delirio e interés, lo que nos advierten es la novedad de esa
relación en el capitalismo. Como veníamos leyendo, parece que el capitalismo es la forma
de sociedad que se funda en lo que las otras formas sociales – primitivas y despóticas –
más tenían miedo que ocurriera: los flujos descodificados. Sólo una maquinaria económica
es capaz de eso, de esa forma de abstracción.

Deleuze dice que el capitalismo es un régimen de lo público y de lo inconfesable. No hay


secretos de principio pero todo es inconfesable. No deja muy claro Deleuze lo que
entiende por inconfesable, pero yo entiendo acá que: por más obvio y público que sea
toda la demencia del sistema, que sea evidente el cómo funciona el sistema en términos
de injusticias sociales, producción de antiproducción (militarismo), destrucción del
planeta, etc., es inconfesable en tanto que todo eso funciona y no es impedido de
funcionar aunque sea público. Es como un sentimiento de impotencia general. Por más
que sepamos de todo parece que hacerlo público no tiene el efecto de combatir el
problema. Antes, en las sociedades primitivas o despóticas, de maneras diferentes, el
secreto era una función intrínseca al código, es decir, si algo se hiciera público sin
autorización todo el sistema podría ser desmoronado. Las revelaciones tenían efectos
grandes. En el capitalismo no funciona así.

Luego Deleuze entra en el problema de la ideología. Para nuestros autores no


habría ideología, habría deseo, deseo inmanente a la producción económica, a la
infraestructura. Considerar la ideología separada de la infraestructura es dejar de lado el
investimento directo del deseo en lo social, en lo económico. Y, consecuentemente, al
hacer esa separación tenemos las condiciones para que un sistema represor esté
operando en el ámbito del mismo deseo. Si yo excluyo que el deseo atraviesa las
organizaciones de poderes, si excluyo la unidad que hay entre deseo y economía, infra y
super estructura como un sistema inmanente, tengo las condiciones para que bajo un
discurso revolucionario está operando una maquinaria represora mortífera (como lo que
paso con el movimiento socialista al convertirse en Estado), una nueva organización de
poder que no deja de ser tan represora como lo que dice ser en contra (capitalismo).

Guattari sigue con esa idea pero pensando el problema de la especificidad de cada
grupo militante, o mejor, como él mismo dice, del estilo de cada organización. Advierte
también del peligro de los grupúsculos, es decir, de los grupos que se vuelven pequeñas
iglesias, dogmáticos, jerarquizados, nuevos dispositivos de poder que no tienen nada de
revolucionario en su actualización del deseo. Los grupúsculos son reterritorializaciones,
capturas. Cuando preguntado sobre el deseo liberado, o más bien, sobre qué pasa
concretamente en el conjunto de la sociedad cuando el deseo es liberado, Guattari da el
ejemplo concreto de Mayo de 68 como un fenómeno de liberación del deseo a nivel de
conjunto, a nivel social. Los efectos de ese “estallido” alcanzaron las afueras de los
grupúsculos, de los grupos militantes atingiendo toda la población. Fue sin duda un
fenómeno de multitud y de contagio. Así, Mayo de 68 sería una cristalización
revolucionaria, un movimiento que hizo pasar el deseo, aunque por poco tiempo.

Luego le preguntan sobre el final de la revolución, su gran finale, digamos así.


Sabemos que nuestros autores no dan lugar a una finalidad ni a un progreso ni a una
teleología. Todo puede fallar, todo empieza en todos los lados a todo tiempo. No hay La
Revolución, sino un proceso continuo de las líneas de fugas que piden paso acompañado
de una prudencia con esas líneas, ya que ni todas son revolucionarias. No hay fin porque
el proceso nunca se estanca, nunca se acaba. Como sabemos no es un problema de
interés consciente sino un problema inconsciente, y en esa dimensión no tenemos
finalidad, términos, o algo fijo; lo que tenemos es continuidad, producción indiferenciada
e infinita, movilidad;

Acompañada de ese pregunta el entrevistador parece relacionar el movimiento de


mayo de 68 a un momento efusivo, pero sin importancia. Algo como un exceso, pero que
luego se controla. Él relaciona también la fiesta, masacres y revoluciones…como si todo
eso fuera lo mismo, y representantes de un espontaneísmo basada en la ley del gasto de
excesos. No tiene nada que ver eso con la idea que ellos tratan de explicar cómo la
dimensión inconsciente de la lucha. Guattari cuestiona el binarismo del entrevistador en
poner la solución del deseo en dos alternativas: anarquismo, espontaneísmo, fin de toda
organización, o una autoridad que organice el todo. O tenemos el caos o la ley. Lo que
Deleuze y Guattari proponen no es uno ni otro, es más bien un proceso de Caosmosis, algo
que Guattari desarrollará con más pretensión en un libro futuro, el libro Caosmosis, en
donde elabora con precisión y densidad el proceso de diferenciación, el proceso intensivo
deseante de constitución de la subjetividad. No estamos en la nada, ni en el caos de
partículas perdidas y sin conexión ni razón…no se trata de algo indiferenciado sino el
ambito de las mismas diferencias (intensivas); el proceso de caosmosis es el “entre” del
caos al organismo. Es la génesis y formación, funcionamiento. Ese proceso no necesita un
aparato de Estado que lo organice, no necesita una autoridad fuera del cuerpo social que
lo organice desde arriba. El Estado no sirve, en ninguna de sus formas, a la organización
liberadora del deseo. La cosa tiene que ser inmanente, y el proceso revolucionario singular
(actuamos dentro de tal o cual campo de acción) pero colectivo (en resonancia con otros
campos de acción). No podría haber centralismos ni trascendencia de la representación.

Luego Deleuze afirma el carácter deseante del capitalismo, es decir, el investimento


directo del deseo en la economía. Toda máquina social, todo recorte en el campo social
depende del deseo, tanto el capitalismo como el fascismo. De ahí los microfacismos, la
necesidad de ubicar o identificar esos investimentos reaccionarios del deseo. Así, el
capitalismo también, a pesar de ser determinado por “un deseo”, no es necesariamente
revolucionaria (tal como el fascismo). En su relación más íntima con la máquina deseante,
el capitalismo instaura su aparato represor, diferente de las otras formas de producción,
pero no por eso menos inhibidor de las fuerzas deseantes. El entrevistador, que insiste en
el carácter revolucionario de la burguesía, es contestado por Deleuze de manera negativa.
La burguesía no es revolucionaria en el sentido de que fue contra un Antiguo sistema. La
burguesía estuvo para crear nuevos códigos en un momento de todo se descodificaba en
el antiguo régimen. El capitalismo no es el que provoca esa desterritorialización, más bien
parece que se da cuenta de esa fuga y trata de acomodarla de otro modo, de un modo
que no es aquél del antiguo régimen. Por eso el capitalismo sólo pasa a existir cuando esos
flujos que pasan por un largo proceso de desterritorialización y descodificación (de
trabajadores y moneda) son conjugados en una máquina abstracta económica. Y como
afirman nuestros autores, eso no nace con los bancos y el comercio, el capitalismo sólo se
“concretiza” cuando entra el elemento industrial en escena. Por eso el capitalismo no
nace de un sólo golpe como el Imperio, los artistas de bronce que llegan con el Estado “ya
fundado”. El capitalismo tarda más tiempo, necesita de un proceso de conjugación.

Luego el entrevistador insiste en el deseo traicionado, en cómo liberar el deseo. Parece


pedir fórmulas. Deleuze sabiamente le responde que si supiera no lo diría lo hacía. No hay
fórmulas. No obstante dice que es necesario construir máquinas de guerras, es decir
analizadores del deseo, no aparatos de estado, que serían síntesis externas al deseo. Es
decir, lo que se necesita son máquinas trabajando la organización del deseo, sea para
identificar sus elementos reaccionarios o sus impulsos revolucionarios. Identificar sus
líneas de fuga, las detenciones, los movimientos de flujos que atraviesan el campo social.
El problema con el capitalismo, no es solamente que esa máquina trabaja para contener
los flujos, sino que su existencia depende de esos flujos no contenidos (“sus líneas de fuga
no son solamente dificultades sobrevenidas, son las condiciones de su ejercicio” (p. 242).

Bueno, me quedo por acá. Espero que les hay ayudado un poco más a entender esas
lecturas. Vamos empezando, así que todavía las lecturas que siguen pueden ayudar más.

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