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Postmaterialismo e identidad colectiva en la Comunidad


Valenciana

Article · January 1998


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Postmaterialismo e identidad colectiva
en la Comunidad Valenciana
Manuel García Ferrando
Antonio Ariño Villarroya

Los resultados que a continuación se presentan pertenecen a la investigación


correspondiente a la Comunidad Valenciana y a España para el Estudio Mun -
dial de Valores de 1995, y que han sido publicados recientementre por la Fun-
dación Bancaja (García Ferrando y Ariño, 1998).

En la mayor parte de los estudios que se han llevado a cabo en las dos últimas
décadas sobre los valores y las actitudes sociales de las poblaciones occidentales,
han estado presentes las tesis de Inglehart, quien a principios de la década de
los años 70 comenzó su investigación sobre el cambio en los sistemas de valores
de las sociedades industriales avanzadas. La hipótesis principal de Inglehart,
formulada en diversas publicaciones pero, sobre todo, en su primer libro The
silent revolution, publicado en 1977, es la de que las prioridades valorativas de
las sociedades occidentales están desplazándose desde un énfasis casi exclusivo
en el bienestar material y la seguridad personal hacia la preocupación destacada
por la calidad de vida. La revolución silenciosa a la que se refiere Inglehart,
pues, consiste en síntesis en un proceso de mudanza desde lo que denomina este
autor una cultura materialista a otra cultura postmaterialista , es decir, el
cambio desde una cultura que asigna una prioridad relevante a la satisfacción
de las necesidades económicas y de seguridad personal, a otra cultura que otorga
mayor prioridad a la satisfacción de necesidades sociales y de autorrealización
(de pertenencia y estima, intelectuales y estéticas). Su argumento descansa en
la idea de que en las sociedades industriales avanzadas, que son mayoritaria-
mente occidentales, se ha alcanzado un grado tal de desarrollo económico y tec-
nológico que les permite satisfacer las necesidades básicas de sustento econó-
mico de una proporción cada vez mayor de población, que, de este modo,

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liberaría energías para generar y ocuparse de otras aspiraciones y expectativas.
En realidad, este proceso de mejora de las condiciones materiales de vida afec-
taría a las generaciones nacidas a partir de finales de la década de los 40. Ingle-
hart concluye que una vez que las sociedades han internalizado la situación poco
común en la Historia, podríamos decir casi inédita, de haber liberado de la
escasez y de la precariedad existencial a la mayoría de la población, sus priori-
dades han comenzado a dirigirse hacia la satisfacción de otras necesidades como
pudieran ser una mayor participación en aquellas decisiones que tienen que ver
con su trabajo, con su comunidad o con su gobierno, una mayor preocupación por
los problemas medioambientales, por los derechos y libertades cívicas y perso-
nales y, en general, a interesarse más por los aspectos sociales, políticos, inte-
lectuales y estéticos de la vida (Inglehart, 1977).

De acuerdo con esta hipótesis, aquellos países que hayan logrado satisfacer las
necesidades de seguridad económica y personal para proporciones mayores de
población, serán los que en consecuencia presenten un mayor grado de valores
postmaterialistas, mientras que, cuanto menos garantizadas estén esas necesi-
dades, mayor será el grado de valores materialistas que se podrá encontrar en
su sistema de valores dominantes. Y, coherentemente, aquellos grupos sociales
que hayan logrado un alto grado de seguridad económica y personal antes y de
forma más firme, deberían encontrarse más próximos al polo postmaterialista
que al materialista (Inglehart, 1991). El argumento del avance del postmateria-
lismo se ha ido aplicando en la última década a otros países no occidentales pero
que también están pasando por una profunda transformación urbana e indus-
trial (Díez Nicolás e Inglehart, 1994) o se ven envueltos en el proceso de globa-
lización.

En este marco, queda justificada la preocupación por continuar ampliando el


alcance de los estudios sobre los sistemas de valores que van emergiendo o con-
solidándose en las grandes regiones del mundo. De esta manera, bajo la coordi-
nación de Inglehart se ha conseguido poner en marcha la Encuesta Mundial de
Valores 1995, que ha logrado duplicar prácticamente el número de países parti-
cipantes en relación a lo que aconteció en la Encuesta Mundial de Valores de
1990. En esta ocasión, han sido 72 los países que se han sumado al estudio en
curso y que han aplicado el mismo cuestionario en sus respectivas poblaciones.
En el caso español, además de la encuesta realizada a escala nacional española,
se han efectuado encuestas con muestras independientes en la Comunidad
Valenciana, en Galicia, en Andalucía y en el País Vasco, lo que nos ha permi-
tido, por primera vez en la historia de la investigación social en España y en la
Comunidad Valenciana, comparar los sistemas de valores, actitudes y opiniones
dominantes de sus poblaciones, no sólo en el marco español sino también en el
marco europeo y mundial.

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En el presente trabajo, se presentan los resultados más relevantes correspon-
dientes al grado de penetración de los valores postmaterialistas en la Comu-
nidad Valenciana, así como los referidos a su identidad colectiva y procesos de
diferenciación, finalizando con una reflexión que resume nuestra interpretación
sociológica del conjunto de los datos obtenidos sobre los nuevos valores sociales
de la población valenciana.

1. El postmaterialismo en la Comunidad Valenciana

Los demógrafos han formulado la teoría de la transición demográfica para


explicar los cambios de régimen demográfico que experimentan las sociedades
modernas. Los ritmos y la duración de la transición varían de unos países a
otros, pero el fenómeno adquiere un alcance universal.Por su parte, los econo-
mistas nos han enseñado a analizar los cambios de modelo de sociedad (agraria,
industrial, postindustrial) mediante la comparación de sectores y la determina-
ción del sector predominante. También la sociología ha formulado la teoría de la
modernización para explicar los cambios estructurales que comporta el paso de
las sociedades tradicionales a las sociedades modernas. En el marco de dichas
teorías sociológicas, la dimensión cultural siempre ha jugado un papel impor-
tante (racionalización, secularización, mediazation, etc.).

Ahora bien, la segunda mitad de nuestro siglo está experimentando una meta-
morfosis que, interpretada como despliegue de las consecuencias de la moder-
nidad o bien como un nuevo modelo de sociedad, nos obliga a complementar o
rectificar las teorías precedentes. En este marco surgen conceptos como sociedad
postindustrial o del conocimiento, sociedad postmoderna, etc. Y es en este con-
texto también donde debe situarse la teoría del cambio cultural formulada por
Inglehart y el diseño de los instrumentos adecuados para contrastarla.

Según la hipótesis de la socialización, estamos asistiendo a una verdadera revo-


lución cultural, aunque silenciosa, como consecuencia de un proceso intergene-
racional de cambio de valores. La evidencia empírica reunida durante los
últimos años permite comprobar el paso que se está produciendo de la prioridad
de los valores materialistas a la de los postmaterialistas, lo que ha supuesto,
sobre todo, una traslación del centro de atención hacia nuevos temas políticos,
y ha impulsado nuevos movimientos sociales. De igual manera, las nuevas pre-
ferencias han dividido a los partidos políticos ya existentes y han hecho surgir
otros nuevos, al tiempo que se está produciendo una alteración de los criterios
con los que las poblaciones occidentales evalúan su sensación subjetiva de bie-
nestar y esencialmente sus propios estilos de vida. Además, y tal como sugiere
el propio Inglehart, el surgimiento del postmaterialismo parece ser sólo un
aspecto de un proceso de cambio cultural todavía más amplio que está recreando

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y transformando las orientaciones religiosas, los papeles y costumbres sexuales
y las normas culturales de la sociedad occidental, y posiblemente, del resto de
las sociedades aunque con un ritmo todavía más lento (Inglehart, 1994).

1.1. Objetivos y logros sociales preferentes

Aunque en los últimos años España ha avanzado en el grado de postmateria-


lismo (ver Ester et alii, 1993; CIRES, 1997), los resultados de la última encuesta
nos muestran que los objetivos de orden materialista continúan siendo domi-
nantes. Así sucede también en el seno de la sociedad valenciana y, sobre todo de
la andaluza y de la gallega. La evidencia empírica para sostener esta afirmación
se basa en la distribución de las respuestas dadas por las distintas poblaciones
a diversas preguntas, planteadas en términos de alternativas dicotómicas, que
exploran el grado de postmaterialismo en los ámbitos político, económico y
social.

En la tabla siguiente presentamos los resultados referidos a los dos objetivos


políticos más importantes para los próximos diez años.

TABLA 1: Objetivos que (España, Comunidad Valenciana, etc.) debería cumplir


en los próximos diez años (Primera elección).

Comunidad País
Objetivos propuestos Valenciana Andalucía Galicia Vasco España

Crecimiento económico 53,3 56,0 62,7 50,0 53,2

Más participación en T/C 34,3 27,9 29,1 41,3 31,0

Ciudades más bonitas 9,4 9,9 6,1 4,6 9,3

Fuerzas Armadas 1,6 3,0 0,9 0,5 4,0

Ns/Nc 1,4 3,3 1,2 3,7 2,4

Al analizar los resultados relativos a la primera preferencia, se observa que un


poco más de la mitad de la población considera como prioritario el objetivo de
mantener un alto nivel de crecimiento económico. En segundo lugar, pero a
notable distancia, aparece un objetivo postmaterialista: lograr que la gente
pueda participar en cómo se hacen las cosas en su lugar de trabajo y en su comu-
nidad. También es postmaterialista el objetivo clasificado en tercer lugar
(intentar que nuestras ciudades y nuestro campo sean más bonitos), pero con
porcentajes que no llegan a alcanzar siquiera el 10% de la población. Final-

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mente, con porcentajes estadísticamente exiguos aparece el objetivo de asegurar
que este país tenga unas Fuerzas Armadas importantes.

Ahora bien, esta pauta de prioridades cambia de signo cuando sumamos los
resultados obtenidos en primera y segunda opción. Nos centraremos exclusiva-
mente en los datos de la Comunidad Valenciana.

TABLA 2: Objetivos que la Comunidad Valenciana debería cumplir en los


próximos diez años (primera y segunda elección).

Objetivos propuestos 1ª opción 2ª. opción total (1+2)

Crecimiento económico 53,3 23,6 76,9

Más participación en T/C 34,3 44,9 79,2

Ciudades más bonitas 9,4 24,6 34,0

Fuerzas Armadas 1,6 2,8 4,4

Ns/Nc 1,4 4,0 5,4

Al sumar los resultados de la primera y la segunda opción se invierten los tér-


minos y, aunque por escasa diferencia, aparece en primer lugar un objetivo post-
materialista frente al crecimiento económico que pasa al segundo lugar.
Si centramos nuestra atención en las medidas de carácter político general que
la población considera más importantes, nos encontramos con que también se
produce una coexistencia de los valores de base materialista y postmaterialista,
tal como se puede observar con los resultados que se presentan en la tabla 3.

TABLA 3: Medidas de carácter político general que la población considera más


importantes.
Comunidad País
Objetivos propuestos Valenciana Andalucía Galicia Vasco España

Mantener el orden 41,0 45,4 43,7 25,0 37,2


Dar mayor participación
en decisiones del Gobierno 25,9 17,0 21,7 32,3 20,9
Luchar contra subida
de precios 13,2 19,3 11,4 14,2 22,8
Proteger la libertad
de expresión 19,2 16,3 21,9 24,9 16,4
Ns/Nc 0,7 2,0 1,4 3,6 2,7

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La medida de carácter político que una mayor proporción de población considera
más importante es la de mantener el orden en el país. Los porcentajes de apoyo
se sitúan en torno al 40%. La afirmación es válida para todos los casos menos
para el País Vasco, donde aparece en primer lugar un objetivo político postma-
terialista: dar a la gente mayor participación en las decisiones importantes del
Gobierno. Por tanto, como sucedía con los objetivos económicos, en primera elec-
ción se antepone la seguridad a la participación.

El orden posterior de las opciones muestra cierta divergencia significativa.


Mientras la Comunidad Valenciana y Galicia sitúan en segundo y tercer lugar
objetivos postmaterialistas como son la mayor participación y la protección de la
libertad de expresión, Andalucía y España sitúan en segundo lugar un objetivo
materialista, el control de los precios, y dejan para el tercer y el cuarto lugar los
objetivos postmaterialistas.

En resumen, el País Vasco, desde la perspectiva política, aparece como la comu-


nidad autónoma más postmaterialista, seguida de la Comunidad Valenciana y
Galicia, mientras que Andalucía y España tienen un grado claramente menor de
postmaterialismo.

Una tercera forma de aproximación al análisis de la polaridad materialismo/-


postmaterialismo se obtiene con el análisis de las respuestas dadas a la pre-
gunta referente a los logros sociales que se consideran más importantes.

TABLA 4: Logros sociales que considera más importantes la población.

Comunidad País
Logros sociales Valenciana Andalucía Galicia Vasco España

Economía estable 36,8 45,0 41,9 36,6 45,5

Sociedad más humana 25,0 19,8 26,5 39,0 25,4

Ideas más importantes 14,8 8,3 11,9 13,2 10,9

Lucha contra la
delincuencia 23,3 24,8 19,0 9,0 16,1

Ns/Nc 0,2 2,1 0,7 2,2 2,0

El logro de una economía estable es señalado en primer lugar por un porcentaje


amplio pero no mayoritario de población. Los porcentajes oscilan entre el 37%
de la Comunidad Valenciana y el País Vasco y el 45% de Andalucía y España,
situándose Galicia en una posición intermedia con un 42%.

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Pero una vez más el País Vasco es una excepción, pues en esta comunidad autó-
noma aparece en primera posición un objetivo postmaterialista: avanzar hacia
una sociedad menos impersonal y más humana.

En el orden de los restantes objetivos, la Comunidad Valenciana, Galicia y


España presentan una pauta común, caracterizada por la alternancia de obje-
tivos postmaterialistas y materialistas. Así, la segunda posición la ocupa el logro
de una sociedad más humana (postmaterialista); la tercera, la lucha contra la
delincuencia (materialista); y la cuarta, avanzar hacia una sociedad en donde
las ideas sean más importantes que el dinero (postmaterialista).

Andalucía aparece como la comunidad donde predomina claramente el materia-


lismo. La primera y la segunda posición son ocupadas por objetivos materia-
listas (una economía estable y la lucha contra la delincuencia), y la tercera y la
cuarta por los objetivos postmaterialistas (una sociedad más humana y dar más
importancia a las ideas que al dinero).

De nuevo, pues, al utilizar los indicadores referentes a los logros sociales más
importantes hallamos la coexistencia de valores materialistas y postmateria-
listas en nuestras sociedades, aunque con ordenaciones o jerarquizaciones lige-
ramente diferentes.

1.2. La dicotomía materialista-postmaterialista

Siguiendo la propuesta metodológica de Inglehart de crear una escala dicotómica


de materialismo-postmaterialismo, se ha confeccionado una nueva variable en
base a las respuestas otorgadas por los entrevistados a las preguntas que hemos
analizado anteriormente referentes a los objetivos y logros más importantes para
nuestro país. De este modo, asignando diferentes puntuaciones a las respuestas
dadas de uno y otro signo se ha construido un índice de postmaterialismo que ha
permitido agrupar a la población en dos grandes categorías, la materialista y la
postmaterialista. Su distribución porcentual es la que aparece en el gráfico 1.

Según los resultados obtenidos en las encuestas que venimos analizando, la pro-
porción de población materialista para el conjunto de la sociedad española es
ligeramente superior a la que se registra en la Comunidad Valenciana, aunque
en ambos casos es claramente dominante y mayoritaria en términos numéricos
al compararla con la población instalada en valores postmaterialistas. En efecto,
el 74% del conjunto de los españoles y el 69% de los valencianos puede conside-
rarse que tienen como valores sociales dominantes los que se inspiran en consi-
deraciones materialistas, mientras que un grupo minoritario pero amplio del
31% en el caso valenciano y del 26% en el caso español, pueden considerarse
como postmaterialistas.

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GRÁFICO 1: La implantación de los valores postmaterialistas en la Comunidad
Valenciana y España según el Índice de postmaterialismo.

materialista

postmaterialista

26
31

69
Com. Val.

74
España

Las características sociodemográficas de ambos tipos de población en el caso


valenciano, nos pueden ayudar a perfilar con mayor precisión el tipo de indivi-
duos que son predominantes en una categoría y otra de población, tal como se
puede comprobar con los datos que se presentan en el gráfico 2. Las variables
más discriminantes son el sexo, la edad y el nivel de estudios. Entre la pobla-
ción que podemos considerar postmaterialista, predominan ligeramente los
varones sobre las mujeres y la población más joven en relación a la que tiene
mayor edad. Pero sobre todo, el rasgo que mejor caracteriza a la población post-
materialista es su elevado nivel de estudios, ya que el 44% de la población post-
materialista tiene un nivel de estudios universitario. También predomina en
mayor proporción la clase media alta y media baja entre la población postmate-
rialista, en tanto que la clase trabajadora es más numerosa entre los materia-
listas. Igualmente tiene un carácter más metropolitano la población postmate-
rialista, aunque hay que señalar que las diferencias que se observan en la
variable hábitat no son muy acusadas.

La característica en la que más difieren ambas poblaciones (materialista y post-


materialista), además de su nivel de estudios, es la que se refiere a su ubicación
en la escala ideológica izquierda-derecha. En efecto, entre las poblaciones post-
materialistas abundan los individuos que pueden considerarse de izquierda y
centro-izquierda, mientras que entre los individuos materialistas predominan
los que pueden considerarse de derecha y centro-derecha. Los valores medios en
la escala izquierda/derecha son respectivamente 5,3 para los materialistas y 4,4

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para los postmaterialistas. Estos resultados vienen a aportar nueva evidencia
acerca de que el índice de postmaterialismo se encuentra relacionado de forma
significativa con la posición ideológica de la población en el continuum
izquierda-derecha, pero de ello no se deduce que uno de los índices sea super-
fluo e irrelevante, porque no existe una superposición o similitud completa entre
ellos. El postmaterialismo es de izquierdas, pero el materialismo, que es ideoló-
gicamente más heterogéneo (ver Silvestre, 1996: 273), también se halla presente
en la izquierda.

GRAFICO 2. Características sociodemográficas de la población de la


Comunidad Valenciana clasificada según su orientación
materialista/postmaterialista.

Metropolitano
¥
Urbano
¥
Rural
¥
C. Alta y m. alta
¥
C. Media-baja
¥
Trabajadora
¥
Clase Baja
¥
Educ. Alta
¥
Educ. Media
¥
Educ. Baja
¥
65 y más
¥
50-64 años
¥
30-49 años
¥
18-29 años
¥ ¥ Materialista
Mujer
¥ Postmaterialista
Varón
¥
0 20 40 60 80

2. Identidad colectiva y procesos de diferenciación

Los procesos de diferenciación de las sociedades contemporáneas sometidas a la


globalización abarcan un amplio espectro y pueden oscilar desde el fundamen-
talismo religioso, pasando por el nacionalismo, la revalorización de la tradición
local como patrimonio cultural, etc. hasta la comercialización de las diferencias
etnomusicales, gastronómicas o vestimentarias. No es nuestro propósito aquí
abordar dicha problemática, tan sólo nos detendremos en la exploración super-
ficial de dos aspectos relevantes entre nosotros: la conciencia de identidad colec-
tiva y la recuperación de la tradición.

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2.1. La conciencia étnica

Una de las características más destacadas de las sociedades actuales es el refor-


zamiento de la conciencia local-nacionalista que, como es sabido, se ha conver-
tido en uno de los protagonistas de la transición democrática en España. Varios
son los indicadores que hemos utilizado en el presente estudio para tratar de
delimitar el grado de relevancia que las referidas señas de identidad y perte-
nencia tienen en la configuración de nuestro sistema de valores y, en último tér-
mino, de los comportamientos sociales.

Tal como ya se conoce a través de otros estudios, en España no existe una sola
forma dominante de identificarse en tanto que miembros de una sociedad con-
creta (García Ferrando et alii., 1994) y los especialistas en el tema se han visto
obligados a diseñar instrumentos adecuados de medida y conceptos específicos
como el de identidad dual (Linz,1975 y 1990: 673; Moreno, 1988).

Ante la pregunta referente a qué grupo geográfico siente que pertenece la pobla-
ción, las respuestas obtenidas tal como se presentan en la tabla 10.1, ponen de
manifiesto la heterogeneidad social que manifiesta a este respecto la población
española.

TABLA 5: Lugar al que afirma pertenecer en primer lugar la población estudiada.

Comunidad País
Lugar de pertenencia Valenciana Andalucía Galicia Vasco España

Localidad en que vive 30,8 56,3 41,2 56,8 51,5

Comunidad Autónoma 20,9 19,9 27,4 20,2 14,5

España (en general) 33,9 15,9 19,3 11,4 23,3

Europa 1,4 1,1 1,8 0,7 2,1

El mundo entero 12,3 6,3 9,5 10,0 6,7

Con la excepción de la Comunidad Valenciana, el resto de poblaciones señalan


en primer lugar como lugar de pertenencia la localidad en que viven con por-
centajes que oscilan desde el 41% de Galicia hasta el 56% del País Vasco y de
Andalucía. La Comunidad Valenciana presenta el porcentaje más bajo de loca-
lismo y el más alto de españolismo (que es la opción que aparece en primer lugar
con un 34%).

La opción pertenencia a la Comunidad Autónoma es señalada por porcentajes de


población que se sitúan en torno al 20% en Andalucía, Comunidad Valenciana y

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País Vasco, mientras que en Galicia alcanza el 27% y, en cambio, en España sólo
llega al 14%. La opción pertenencia a España en general no llega al 20% en las
comunidades autónomas, con la excepción ya señalada de la Comunidad Valen-
ciana. Y en España se sitúa en el 24%. Por ello es más significativa esta singu-
laridad valenciana.

La pertenencia europea no suscita especial adhesión. Los porcentajes son esta-


dísticamente insignificantes. En cambio, la pertenencia al mundo entero, el
cosmopolitismo, es elegida por el 12% de los valencianos. Tal vez haya que poner
este hecho en conexión con un dato antecedente, según el cual los valencianos
tenían una elevada confianza en las instituciones internacionales.

La especificidad valenciana que acabamos de detectar queda subrayada y corro-


borada por otros datos. En efecto, uno de los indicadores más utilizados en los
estudios de la conciencia nacional/regional en España, es el que trata de clasi-
ficar a la población según su sentimiento de identificación en la escala de
conciencia nacional cuyos extremos vienen marcados por sentirse sólo español o
bien, en el extremo opuesto, sentirse sólo de la Comunidad Autónoma de resi-
dencia y pertenencia.

Los datos obtenidos en el presente estudio corroboran el predominio numérico


de lo que hemos llamado en otra ocasión conciencia nacional incluyente (García
Ferrando, 1995), es decir, la existencia en amplias capas de población de una
identidad dual no conflictiva consecuencia de sentirse al mismo tiempo vincu-
ladas con la Comunidad Autónoma de residencia y con el conjunto de España,
tal como se puede comprobar con los datos que se presentan en la tabla 6.

TABLA 6: Identificación nacional (España)/regional (Comunidad Autónoma).

Comunidad País
Vd. se siente Valenciana Andalucía Galicia Vasco España

Sólo de la Com. Autón. 2,6 5,2 7,8 23,5 6,2

Más de CA que español 16,3 22,3 22,6 26,1 15,3

Tan de CA que español 41,5 60,6 53,4 33,3 43,3

Más español que de CA 23,4 8,3 10,2 7,4 9,6

Sólo español 14,4 2,2 3,4 4,6 24,0

No sabe 1,8 1,3 2,7 5,1 1,7

Los resultados obtenidos ofrecen cierta similitud para la población valenciana y


para el conjunto de la población española, ya que en ambos casos es un poco más

R E V I S TA VA L E N C I A N A D ’ E S T U D I S A U T O N Ò M I C S 59 NÚMERO 24 - TERCER TRI MESTRE DE 1998


del 40% la población que se siente tanto de la Comunidad Autónoma -de la
Comunidad Valenciana en ese caso específico-, como español. Los nacionalismos
excluyentes son minoritarios, sobre todo aquéllos que hacen referencia al
nacionalismo periférico que en el caso valenciano tan sólo representa el 3% -es
decir, población que sólo se siente valenciana o catalana pero no española- y del
6% para el conjunto de la población española. En el extremo opuesto del
nacionalismo, el español, se identifican con este sentimiento el 15% de los valen-
cianos y aproximadamente la cuarta parte de la población española, el 24%.

Si reducimos la distribución de categorías a tres grandes grupos según su sen-


timiento nacionalista, por ejemplo sumando los resultados de las categorías
“Más español que de la Comunidad Autónoma” y “Sólo español”, nos encon-
tramos con que de nuevo el españolismo valenciano supera al españolismo de la
sociedad española en general, situándose muy por encima del andaluz (que pasa
por prototipo de lo hispánico), del gallego y, por supuesto, del vasco. En cambio,
el porcentaje relativo a la identidad regional (resultado de sumar las categorías
“Sólo de la Comunidad Autónoma” y “Más de la Comunidad Autónoma que
español”, es el más bajo de todos (19%), frente al 21% en España, 27% en Anda-
lucía, 30% en Galicia y 50% en País Vasco. La identidad regional de la Comu-
nidad Valenciana es la más baja de todos los nacionalismos históricos, tan baja
que queda por debajo de la media española. Entre ambos extremos se sitúa un
grupo mayoritario de población, el 42% en el caso valenciano y el 43% en el con-
junto de la población española, que manifiesta un sentimiento incluyente
nacionalista en el que lo regional-nacional y lo estatal conviven sin conflicto.

El hecho de que para una buena parte de la población el sentimiento naciona-


lista, tanto el estatal como el regional, no sea dominante no significa que la
mayor parte de la población no sienta afecto y orgullo por el hecho de pertenecer
al grupo geográfico que lo define. Una mayoría de la población que oscila alre-
dedor del 80% manifiesta sentirse mucho o bastante orgullosa del hecho de ser
valenciana o española, según los casos, mientras que no alcanza el 10% la pobla-
ción que no siente dicho orgullo.

2.2. El retorno de la tradición

Si los años del desarrollismo, junto con el éxodo rural, vieron la implantación de
una sociedad de consumo de matriz urbana y comportaron la emergencia de acti-
tudes y mentalidades menospreciadoras de lo “tradicional”, desde finales de los
setenta estamos asistiendo a un retorno de lo popular y de lo rural idealizado,
a una reinterpretación de la tradición como patrimonio cultural y a una nueva
sensibilidad frente a las huellas del pasado local. Podríamos incluso hablar de
una patrimonialización de la cultura, en tanto que las formas de vida del pasado

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(cualquier forma de vida) se toman ahora como un legado digno de preservación
y como una fuente primordial de identidad colectiva.

TABLA 7: Opinión de la población sobre el grado de importancia que hay que


dar a la tradición y a la alta tecnología.

Comunidad País
Más importancia a Valenciana Andalucía Galicia Vasco España

La tradición que
a la tecnología 45,4 51,1 41,5 37,2 44,9

La tecnología que a
la tradición 35,6 32,1 41,2 40,7 36,4

No sabe 19,1 16,9 17,4 22,1 18,7

En la Encuesta Mundial de Valores contamos con un indicador que indaga, tal


vez desde una perspectiva diferente a la que ahora estamos introduciendo, por
la adhesión de la población hacia la tradición frente a la alta tecnología. Pese a
la precariedad del indicador, nos parece útil incluirlo en este apartado dedicado
a explorar los procesos recientes de diferenciación de los valores. La dificultad
interpretativa estriba en que, a nuestro juicio, hoy conviven dos valoraciones
positivas de la tradición de signo radicalmente diferente. De un lado, el tradi-
cionalismo que encuentra en el pasado los contenidos y pautas para configurar
la vida en el presente. Son tradicionalistas quienes postulan que debemos com-
portarnos hoy como se comportaron nuestros antepasados. De otro lado, hay una
valoración del pasado que brota de lo que hemos denominado patrimonialización
cultural, que combina un espíritu conservacionista o restauracionista con una
búsqueda de raíces e identidad y una mirada nostálgica e idealizada frente a los
límites del desarrollismo. El tradicionalismo es la premodernidad en el seno de
la modernidad, mientras que la patrimonialización de la cultura tiene un talante
postmoderno (Ariño, 1998). Por tanto, en el calor de las brasas de la tradición
se refugian mentalidades y estilos de vida diversos.

El grupo más numeroso de población, el 45% en la Comunidad Valencia y en


España y el 51% en Andalucía, se inclina por dar más importancia a la tradi-
ción que a la tecnología, en tanto que un grupo menos amplio de población, el
36%, considera que hay que darle más importancia a la alta tecnología. En
Galicia y el País Vasco las posiciones se hallan prácticamente equilibradas.
Finalmente, un porcentaje no despreciable de población, en torno al 20% se
ubica en el no sabe/no contesta.

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Esta distribución de resultados muestra que en nuestra sociedad no existe un
apoyo muy decantado en un sentido u otro; que, hoy por hoy, el postmaterialismo
en España se decanta del lado de la tecnología, como puede observarse al com-
parar el contraste entre los resultados del País Vasco y de Andalucía; que en las
poblaciones con un mayor índice de postmaterialismo (como en el País Vasco) el
equilibrio entre el apoyo a la tradición y el apoyo a la tecnología es muy elevado
(tan sólo se dan tres puntos de diferencia); y que la perplejidad de la población
(quienes contestan no sabe) es elevada. Por tanto, si bien, como han señalado
Giddens (1993) y Beck (1998), la segunda modernidad se caracteriza por pro-
cesos de radical destradicionalización de las formas o estilos de vida, no es
menos cierto que en ella “la defensa de la tradición” cobra una importancia cre-
ciente y un nuevo significado.

3. Consideraciones finales: Entre la homogeneización y la diferenciación

Aunque puedan efectuarse diversas lecturas selectivas y parciales de los resul-


tados de nuestro análisis, un dato se impone con evidencia al considerarlos en
su conjunto: los valores de la población valenciana no se diferencian mucho de
los valores medios de la población española. Sin embargo, hemos detectado las
suficientes diferencias en algunas dimensiones de los sistemas de valores estu-
diados, como para poder continuar hablando de la especificidad de la sociedad
valenciana.

Al estudiar el sentido de comunidad cívica, han aparecido resultados que


apuntan a la confirmación empírica de la imagen bastante difundida de la
Comunidad Valenciana como una sociedad feliz que vive satisfecha de sí misma
en esta orilla del Mediterráneo. En efecto, existe una mayor proporción de valen-
cianos que de españoles en general, que se sienten felices tanto mental como físi-
camente, que manifiestan un mayor optimismo con la situación económica del
hogar, con el grado de libertad sobre la manera en que se desarrolla la vida per-
sonal y con la satisfacción vital en general.

También se observa que la población valenciana le da más importancia que


buena parte del resto de la población española a la familia, al trabajo, a los
amigos y al tiempo libre o de ocio, en tanto que valora en menor medida la reli-
gión. Todo ello conduce a la conclusión de que los valencianos se encuentran ins-
talados en mayor medida que los españoles de otras comunidades autónomas en
una cultura de la satisfacción, que se puede considerar heredera y a la vez inte-
grante del epicureísmo y del ludismo mediterráneo.

Ante un sistema económico cada vez más dirigido, en el marco de la globaliza-


ción, hacia la competencia y la innovación empresarial, la población valenciana,

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al igual que el conjunto de la población española, se orienta mayoritariamente
hacia comportamientos y posiciones de apertura, competencia y esfuerzo indivi-
dual, pero reclamando la protección del Estado del Bienestar. Los valores que
subyacen a la competitividad propia del mercado y del individualismo se encuen-
tran en tensión permanente con los valores igualitarios que pretenden asegurar
la protección estatal, creando un dilema en el que la población valenciana se
encuentra inmersa de forma parecida a lo que le ocurre al resto de la población
española y, muy probablemente, al conjunto de las poblaciones de las sociedades
europeas.

Los mismos rasgos de tolerancia condicional que exhiben los valencianos en


ligera mayor proporción que el conjunto de españoles, se registran en el campo
de la actividad laboral, ya que es en la Comunidad Valenciana donde más se vin-
cula la apertura del mercado laboral a los inmigrantes, a la propia disponibi-
lidad de trabajo. Tres de cada cuatro valencianos son partidarios de que se
ejerza alguna forma de control de la inmigración, de manera que los inmigrantes
sólo puedan acceder a la oferta de trabajo no cubierta por la población
autóctona.

Uno de los datos más sorprendentes para el sociólogo que investiga las identi-
dades colectivas en la España de las Autonomías, lo proporciona el comporta-
miento identitario de la población valenciana. En un contexto, la España de la
transición y consolidación de la democracia, en el que han prosperado no sólo
las identidades duales e incluyentes, sino también las identidades regionales,
periféricas e infraestatales, la peculiaridad valenciana consiste en decantarse
del lado del españolismo (más o menos moderado).

Muy probablemente nos hallemos ante un efecto indeseado del singular conflicto
que enfrenta a los valencianos. Porque lo que aquí aparece en la primera plana
de la pugna política, ante todo, no es la reafirmación de la identidad propia
frente a la identidad propugnada por el Estado-nación, sino la propia definición
de la identidad valenciana. Puestos en el dilema de una identificación cultural-
mente catalana o una definición esencialmente anticatalanista, muchos
valencianos vienen optando por la identidad dominante y se refugian en el espa-
ñolismo.

La recurrencia o tozudez con que este dato aparece en las encuestas durante
los años ochenta o noventa indica que nos hallamos ante una tendencia de
hondo calado, reforzada por la existencia de organizaciones y partidos políticos
que desarrollan sus ideologías, programas y estrategias desde la lógica de
los grupos de referencia por contraste. De esta manera, el mecanismo de frag-
mentación identitaria alimenta más que reduce la huida de la identificación
autonómica.

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Finalmente, nuestra investigación trata acerca de la implantación del postma-
terialismo en la sociedad valenciana. En conjunto, la Comunidad Valenciana
aparece como ligeramente más postmaterialista que la sociedad española
(existen cinco puntos de diferencia). Esto no significa que el postmaterialismo
sea dominante. Más bien debe entenderse como un proceso emergente, cuyos
portadores se encuentran ante todo entre las categorías de personas jóvenes y
adultas, entre los solteros, entre la personas con un nivel educativo alto e
ingresos medios y altos y de tendencia política de izquierdas. Es decir, entre
capas sociales culturalmente influyentes, que seguramente ejercen un liderazgo
relevante en los movimientos sociales de talante innovador.

Sin embargo, el materialismo sigue siendo predominante y, pese a que el perfil


de materialistas y postmaterialistas es claramente contrastado en variables
como la edad, el sexo y el nivel de estudios, de ello no se desprende que el post-
materialismo se impondrá automáticamente en un próximo futuro como conse-
cuencia del reemplazamiento de cohortes. La existencia de una clara fractura
generacional en lo que a valores se refiere no comporta heterogeneidad entre
cada lado de la falla. La persistente crisis económica, la dificultad de reducir de
forma significativa las tasas de paro incluso en contextos de crecimiento econó-
mico, las incertidumbres profundas que genera el proceso de globalización,
pesan de forma decisiva para impedir el despegue y progreso del postmateria-
lismo. Ahora bien, partiendo de este hecho, no puede inferirse que la hipótesis
de Inglehart sobre su avance es infundada e irrelevante, pues el postmateria-
lismo avanza y, seguramente, se transforma a medida que lo hacen las estruc-
turas y contextos sociales. Por otra parte, lo más decisivo no es su extensión o
implantación, sino la calidad (es decir, el peso social, la influencia y la posición
funcional) de sus portadores.

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