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TEMA 7. LA GNOSEOLOGÍA
11ª. ¿Cuál es el origen 12ª. ¿Cuál es el objeto 13ª. ¿La ciencia puede
del conocimiento? del conocimiento? alcanzar la certeza?
SESIÓN ESQUEMA
1
La Ontología se planteaba el problema filosófico de qué es la realidad. Esta es la perspectiva principal
que adoptó la Metafísica griega, pero la Moderna cambia su perspectiva, orientando más bien el problema hacia
la cuestión de qué tipo de conocimiento puedo tener sobre ella. Una cosa es la realidad y otra el conocimiento
que pueda tener de ella, ¿o no?; ¿qué diferencia hay entre lo que decimos que es real y lo que sólo es aparente?
¿cómo conozco, y cuándo es fiable mi conocimiento? ¿qué es eso llamado verdad y que todo el mundo cree pose-
er? ¿cómo definirla? ¿es real o sólo una quimera? ¿subjetiva u objetiva?. La reflexión filosófica acerca de la
naturaleza, la posibilidad y los límites del conocimiento se llama Gnoseología, y junto a la Ontología constitu-
ye la piedra angular de todo sistema filosófico: la Metafísica.
Fíjate
bien en la construcción que
aparece en la foto de la derecha. ¿No
ves algo extraño? Es como si tus sentidos te dije-
ran una cosa y tu razón te dijera otra. Tus ojos te
muestran que ese edificio existe y te informan sobre él (su
forma, su tamaño, …); pero tu razón sabe a priori que es
imposible que un edificio así exista (ni un edificio ni nada
tridimensional); aunque eso no es nada nuevo, no es un sa-
ber que aumente mi información sobre el mundo. Sabemos
que nuestro conocimiento es una combinación de nuestros
sentidos que nos aportan información y de nuestra razón
que la organiza adecuadamente, pero cuando aparentemen-
te se contradicen ¿cuál es más fiable? ¿de dónde parte el
conocimiento verdadero?, el límite hasta dónde puede lle-
gar nuestro conocimiento ¿lo pone nuestra capacidad sen-
sorial o nuestras habilidades lógicas? ¿qué nos muestra lo
real y qué ofrece sólo lo aparente?
ESQUEMA
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2 ESQUEMA
Los racionalistas afirman que el único conocimiento seguro procede de los principios lógicos de la
razón, que son innatos. Los sentidos solo nos pueden ofrecer un conocimiento particular y contingente*; pero
la razón usa unos principios lógicos que aseguran un saber universalmente válido (verdadero en todos los casos)
y necesario*. Puesto que la verdad de tales principios no depende de la experiencia sensible, son conocimientos
previos a ella (a priori), ideas innatas. Los racionalistas creen que solo puede llamarse Ciencia a aquel conoci-
miento que sea seguro y definitivo, frente al probable o provisional, que no es verdadero saber sino mera opi-
nión. Como la inducción no garantiza la certeza del resultado, la Ciencia solo debe basarse en la deducción a
partir de axiomas evidentes, como hacen la Lógica y las Matemáticas, ciencias modélicas para los racionalistas.
Aunque en sentido estricto se llame racionalistas al grupo de filósofos de la Europa continental que en
el siglo XVII defendieron esta idea (Descartes, Spinoza y Leibniz), en sentido amplio se considera racionalis-
ta a todo filósofo que defiende la validez de la razón por encima por encima de los sentidos, con lo que podemos
incluir también a Parménides, Platón o al contemporáneo Karl Popper.
El primer filósofo que defendió la razón sobre los sentidos fue Parménides de Elea. Frente a su contemporá-
neo Heráclito, que sostenía que el cambio era la esencia de la realidad, Parménides negó su exis-
tencia por ser contrario a la razón. Decía que había dos posibles caminos de búsqueda de conoci-
miento: a) la vía de la opinión, una “vía muerta” que siguen los que confían en los sentidos, ya que
estos sólo muestran una apariencia engañosa de la realidad, múltiple y cambiante, que “es y no es”;
b) la vía de la verdad, la única que conduce al conocimiento seguro y que toman los que solo conf-
ían en la razón, ya que esta muestra que el cambio es imposible por ser contrario a un principio
lógico: “el ser es y el no-ser no es”. La razón muestra por tanto que la auténtica realidad es Una,
eterna e inmutable, y que el cambio y la pluralidad sólo es una ilusión de nuestros sentidos.
La filosofía de Parménides fue discutida por otros filósofos de su época, pero en Elea creó escuela y tuvo
muchos seguidores, los eléatas. Uno de ellos, Zenón de Elea,
diseñó una serie de aporías (razonamientos paradójicos o
contradictorios) para demostrar a sus rivales filosóficos las
contradicciones lógicas que suponía admitir la existencia del
movimiento y la pluralidad. La más famosa de ellas es la
aporía de Aquiles y la tortuga .
Supongamos que Aquiles y la tortuga inician una carrera. Puesto que Aquiles es más veloz, concederemos que la tortuga tome una venta-
ja de 10 metros. Suponemos que la tortuga puede recorrer 1 metro por segundo y que Aquiles puede correr 10 metros por segundo.
Todo hace prever que Aquiles ciertamente alcanzará y superará a la tortuga. Sin embargo, para que pueda superar a ésta, Aquiles de-
be realizar una secuencia infinita de trabajos, uno tras otro. Pero es fácil ver que esto es imposible.
El primer trabajo que ha de realizar Aquiles es llegar al lugar de donde parte la tortuga. Llamemos a este lugar punto 1. Esto le toma 1
segundo. Pero, cuando Aquiles llega a este punto, la tortuga está ya a 1 metro de distancia, lugar que llamaremos punto 2. El segundo
trabajo de Aquiles ha de ser llegar al punto 2, que es donde está la tortuga una vez Aquiles ha realizado su primer trabajo. Cuando Aquiles
acaba este segundo trabajo, la tortuga está ya a 0,1 metros, en el punto 3. El tercer trabajo que ha de realizar Aquiles es alcanzar el punto
3. Pero, después de que lo haya logrado Aquiles, la tortuga mantiene todavía la ventaja de 0,01 metros y está ya en el punto 4.
Podemos ver que después de cada uno de los trabajos que Aquiles ha de llevar a cabo, la tortuga siempre mantiene una ventaja; la
que constituye el trabajo que le queda por realizar a Aquiles. Esto es, para cualquier n (no importa qué distancia sea), tras llevar a cabo n
trabajos de esta índole, Aquiles no logra alcanzar a la tortuga, que tendrá todavía la ventaja de 1/10 n-1. Pero Aquiles no puede en ningún
caso realizar más trabajos que los que marcan los números, porque nunca podemos agotar los números. De modo que Aquiles nunca
alcanzará a la tortuga.
Puzzles and paradoxes, en Introduction to Philosophy.
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Platón también afirma la primacía de la razón sobre los sentidos por ser el único camino para que
el alma pueda recordar las Ideas, sacar el conocimiento que ya lleva dentro. Influido por
Parménides, en su conocida “Alegoría de la línea” traza una línea imaginaria que separa
dos tipos de conocimiento (dualismo gnoseológico), asignando a cada uno un objeto y
unas características diferentes: la Opinión (doxa), donde el alma se vale del cuerpo y
sus sentidos para conocer los objetos materiales (“el mundo sensible”), y la Ciencia
(episteme), donde el alma usa sólo su razón para conocer las Ideas puras (el "mundo
inteligible”). La Opinión solo es conocimiento relativamente porque es particular (solo
presenta objetos o hechos concretos), provisional (su objeto puede cambiar) y dudoso
(podría no ser verdadero). El único conocimiento absoluto es el de la Ciencia porque es universal
(presenta la Esencia común o Forma pura), definitivo (es válido siempre porque esas Formas o Ide-
as no cambian) y seguro (es lógicamente imposible que sea falso).
Incluso dentro de la Ciencia Platón establece dos niveles diferentes en el uso de la razón, que
debe ser entrenada pues el acceso al mundo inteligible debe ser progresivo, comenzando por el
conocimiento de las Ideas menos abstractas hasta llegar a las más difíciles de concebir. El primero es
el del razonamiento deductivo (dianoia), usado en las ciencias Matemáticas (aritmética, geometría, …)
que, aunque aún necesita apoyarse en imágenes o partir de premisas, permite conocer las Formas
matemáticas que el demiurgo tomó como modelo para moldear el “mundo sensible”. El segundo es la
intelección pura (noesis), solo usada en la ciencia más pura, la Dialéctica, cuando la razón convenien-
temente entrenada es capaz de ascender intuitivamente hacia el conocimiento de las Ideas más
abstractas hasta llegar a la Idea de Bien. ESQUEMA
Descartes, máximo exponente del racionalismo e iniciador de la Filosofía Moderna, achacaba la crisis de la
metafísica escolástica a la falta de un método seguro que permitiera construir el conocimiento
sobre bases firmes. Según él, las únicas ciencias con un método que garantiza la certeza son las
Matemáticas porque su método se basa exclusivamente en la deducción, que solo se basa en la
razón y no depende de la experiencia. Descartes se trazó como objetivo crear un método deduc-
tivo similar al matemático pero que pudiera aplicarse en todas las ramas del saber, incluida la
Metafísica, unificando la Ciencia bajo un mismo método: el Método de Análisis-Síntesis (cuyas
reglas veremos más adelante), que enseñaba cómo conducir la razón de la forma más eficaz para
hallar por sí sola verdades seguras y previas a la experiencia.
Pero la deducción necesita siempre partir de premisas para extraer una conclusión, y para encontrar pre-
misas absolutamente seguras no podemos recurrir a la inducción porque se basa en los sentidos, ¿cómo encontrar-
las? Según Descartes, además de la deducción, la razón posee otro proceso que garantiza certeza: la intuición, una
capacidad para reconocer verdades simples cuando sean tan evidentes que sea lógicamente imposible dudar de
ellas. Precisamente es con esta “duda metódica” con la que debe empezar toda investigación, consiste en poner en
duda aquello que pretendemos afirmar para ver si es posible que sea falso. Solo si resiste esta duda, es decir, si
su contrario es lógicamente imposible, podemos tomar dicha afirmación como verdadera. Una vez hallada esta
verdad simple e indudable, podrá ser usada como premisa y proceder deductivamente.
Descartes aplicó su método a la Metafísi- Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen
ca para demostrar su Teoría de las Tres Sustan- a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la
cias. Partiendo de la duda metódica, encontró que hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en
cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que
de la única verdad que no podemos dudar sin incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro, estaba sujeto a
contradecirnos es del Yo, de mi propia existencia error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admi-
tido como demostraciones. Y, finalmente, considerando que hasta los pensa-
como ser pensante (Res Cogitans). Como ya vimos,
mientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando
a partir de esta verdad se deduce la existencia dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que
de Dios (Res Infinita), ya que debe ser la causa todas las cosas que hasta entonces había alcanzado mi espíritu no eran más
verdaderas que las ilusiones de mis sueños.
de mi idea de Ser Perfecto, y la existencia del
Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de
mundo externo y objetivo (Res Extensa), ya que este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pen-
Dios no puede engañarme. Para Descartes la saba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego
soy, era tan firme y segura que todas las más extravagantes suposiciones de los
existencia de tales sustancias, el alma, Dios y el escépticos no eran capaces de hacerla tambalear juzgué que podía admitirla sin
mundo, es tan segura como cualquier demostra- escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba.
ción matemática. Descartes. Discurso del método
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TESIS: El único conocimiento posible comienza con los sentidos: La razón no
tiene ideas innatas, es “tabula rasa” que solo se rellena con la experiencia
Los empiristas afirman que el único conocimiento posible procede de la experiencia, negando la
existencia de ideas innatas. La palabra empirismo procede del término griego empireia (= experiencia sensible),
que para ellos no solo es el origen del conocimiento sino también su límite, ya que no podemos conocer nada que
no sea perceptible. No existen, como afirman los racionalistas, ideas innatas (contenidos mentales previos a la
experiencia), ya que la mente al nacer es “tabula rasa” (una pizarra en blanco), nace vacía de contenidos o ide-
as y se irá llenando a medida que los sentidos se la Supongamos, pues, que la mente sea, como se dice, un papel en blanco,
vayan proporcionando. Aunque la deducción sea un pro- limpio de toda instrucción, sin ninguna idea. ¿Cómo llega entonces a
tenerla? ¿De dónde se hace la mente con esa prodigiosa cantidad que la
ceso válido y seguro, por sí sola no aporta información
imaginación ilimitada y activa del hombre ha grabado en ella, con una
alguna, necesita unas premisas de las que partir que variedad casi infinita? A estas preguntas contesto con una sola palabra:
solo pueden obtenerse mediante una inducción previa. de la experiencia. LOCKE (“Ensayo sobre el entendimiento humano”),
En sentido estricto, se conoce como empiristas a la escuela de pensadores británicos que durante los
siglos XVII y XVIII defendieron esta idea, iniciada por Bacon, seguida por Hobbes, Locke, Berkeley y culmi-
nada por Hume, aunque en sentido amplio podemos considerar que la corriente empirista incluiye a precursores
como Aristóteles o a continuadores, como la escuela del Positivismo en el siglo XIX (Comte) y el Empirismo
Lógico del Círculo de Viena de principios del siglo XX (Ayer, Russell, Frege, etc.)
Aristóteles opinaba que los sentidos, lejos de ser un obstáculo como afirmaba su maestro Platón, son una
mediación y un camino indispensable hacia el conocimiento. La observación de los fenómenos es el
paso previo a cualquier tipo de saber, e insiste en la continuidad de este camino que permite elevar-
se de la sensación a la ciencia, rompiendo con el dualismo gnoseológico de su maestro. El conoci-
miento se inicia necesariamente en un proceso de inducción, de generalización o abstracción a par-
tir de lo sensible, un proceso en el que los materiales presentes a la sensibilidad son elaborados por
la actividad sintética de la mente en distintos niveles o grados, cada vez más complejos. La secuen-
cia de sensaciones que captan nuestros sentidos es fijado posteriormente por la memoria constitu-
yendo la experiencia. Estos datos se clasifican, ordenan e interpretan gracias a las capacidades
racionales de nuestra alma y a continuación, mediante el proceso de deducción, usando como premisas las ver-
dades obtenidas mediante la experiencia y aplicando las leyes lógicas (o silogismos válidos, que él mismo enume-
ra en su "Lógica"), podemos llegar a conocimientos científicos, es decir, a verdades objetivas y seguras.
Para Hume, máximo representante del empirismo, no poseemos contenidos mentales innatos, solo
percepciones que proceden de la experiencia, directa o indirectamente. Hay dos tipos de per-
cepciones: las impresiones y las ideas. Las impresiones son el resultado directo e inmediato de
una percepción (ahora mismo tienes en tu mente la impresión del papel que estás leyendo) y pue-
den ser simples (como la del color amarillo) o complejas (como la de un plátano). Cuando la mente
recibe una impresión es pasiva, actúa como un espejo que refleja lo que se le presenta delante.
Las ideas, por su parte, son la imagen mental o el recuerdo que tenemos de algo cuando ya no
está presente a nuestros sentidos (si cierras los ojos y tratas de recordar este papel, tendrás
una idea de él). No son, por lo tanto, un conocimiento tan claro y vivo como las impresiones. Además, aquí la
mente deja de jugar un papel pasivo, y tiende a realizar asociaciones de ideas. Las ideas también pueden ser
simples o complejas, pero aunque cada idea simple provenga necesariamente de una impresión simple, nuestra
imaginación es capaz de combinarlas formando ideas complejas que pueden no corresponder con algo realmente
existente (por ejemplo, una manzana cuadrada). Podemos crear ideas complejas que no tengan una impresión
compleja correspondiente, pero es imposible tener una idea simple de una impresión simple que nunca hayamos
tenido (un ciego de nacimiento, por ejemplo, jamás podrá tener la idea simple del color amarillo), de lo cual se
deriva la tesis central del empirismo: todo nuestro conocimiento procede, en último término de la experiencia,
no existen ideas innatas.
Partiendo de este principio Hume analiza cuál es el significado real de las palabras para establecer qué tipo
de enunciados puede hacer la ciencia. Así establece su criterio empirista de significado según el cual, puesto
que cada palabra expresa una idea, su significado consiste en el conjunto de impresiones simples a las que
corresponde. Cuando todas las palabras que componen un enunciado tienen significado, este puede ser verda-
dero o falso, pero cuando incluye palabras sin significado (es decir, que expresan cualidades no perceptibles) se
vuelve absurdo. Por eso es necesario depurar a la Ciencia de conceptos metafísicos vacíos de contenido como
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los de Dios, alma, sustancia e incluso causalidad. A su criterio empirista de significado también se le conoce
como el “tenedor de Hume” porque solo se trae con él dos tipos de enunciados, dejando el resto en el plato: los
que se refieren a hechos empíricos concretos (“cuestiones de hecho”) y los que analizan el significado de ideas
complejas o su relación con otras (“relaciones de ideas”). La Metafísica queda así excluida de las ciencias.
ESQUEMA TESIS: La razón construye el objeto de conocimiento sintetizando los
contenidos procedentes de los sentidos en base a una forma previa (a
priori) que ya posee la razón.
En su famosa obra “Crítica de la Razón Pura”, Kant expone su teoría gnoseológica, que él mismo denomina
Idealismo Trascendental, donde sintetiza el racionalismo y el empirismo, superando ambos. Según Kant todo
conocimiento comienza en la experiencia y está limitado a ella, como afirman los empiristas, pero
no todo procede de ella, como afirman los racionalistas, ya que la razón unifica el material sensi-
ble dándole una forma que no procede de la propia experiencia sino que es previa a ella (“a priori”)
y la hace posible. La razón no posee contenidos innatos pero sí un “marco” innato donde encua-
drarlos y clasificarlos, dándoles así su forma racional.
Frente a lo que creía Hume, en el proceso de “Intuición (sensible) y concepto constituyen los dos ele-
conocimiento la razón es activa desde el primer mentos de todo nuestro conocimiento, de suerte que ni los
conceptos sin una intuición correspondiente, ni la intuición
momento. Los sentidos aportan el material “en sin conceptos pueden darnos conocimiento. (…) Sin
bruto”, un alud inconexo de sensaciones, pero la razón aplica sus sensibilidad ningún objeto nos sería dado y sin el enten-
formas a priori para construir el conocimiento. Primero sintetiza dimiento ningún objeto sería pensado. Los pensamientos
sin contenido son vacíos, las intuiciones sin concepto son
dichas sensaciones en fenómenos aplicando un marco a priori, el ciegas. Tan necesario es, pues, hacer a los conceptos
espacio y el tiempo; posteriormente clasifica dichos fenómenos sensibles (es decir, añadirles el objeto en la intuición)
en base a unas categorías a priori para construir los conceptos como hacer a las intuiciones inteligibles (es decir, some-
terlas a conceptos). Las dos facultades no pueden cam-
mediante los que podemos formular juicios o enunciados. Tanto biar sus funciones. El entendimiento no puede intuir nada,
los sentidos como la razón juegan un papel fundamental y solo ni los sentidos pensar nada. Solo de su unión puede salir
hay conocimiento cuando ambos están presentes. el conocimiento”. Kant. “Crítica a la Razón Pura”
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Aunque esta cuestión parezca ser similar a la primera de
nuestras preguntas filosóficas, “¿Qué es la realidad?”, nos situamos
ahora en un plano gnoseológico y no ontológico. Una cosa es qué sea la
realidad y otra distinta qué parte o faceta podamos conocer de ella.
Según la llamada Teoría Representacional de la Percepción, nuestra
imagen del mundo externo es una representación mental de él. El re-
sultado y contenido de nuestro conocimiento es el conjunto de concep-
tos, recuerdos, percepciones, sensaciones, etc. que tenemos del mundo.
Descartes demuestra deductivamente la existencia del mundo a partir del hecho de que Dios, al ser perfecto
no puede engañarme y lo que muestra a mi razón es que existe un mundo externo a mí y que ocupa
espacio (la Res Extensa). Todas las propiedades asociadas a la extensión pueden ex-
presarse matemáticamente (peso, figura, posición, velocidad,…), son por tanto cualida-
des objetivas, es decir, pertenecientes a los objetos en sí. Aquellas sin embargo aso-
ciadas a los sentidos, como el color, el olor, el sabor, etc, son cualidades subjetivas, ya
que no pertenecen a los objetos en sí sino a la forma en que el sujeto los percibe.
ESQUEMA TESIS: el objeto del conocimiento son las ideas, que son entidades inde-
pendientes del mundo externo material y no meras representaciones de él.
La existencia del mundo externo se convierte en irrelevante o innecesaria
Es la postura gnoseológica más compatible con el espiritualismo (ver tema 3) y sostiene que el objeto del
conocimiento son las ideas, que son entidades independientes del mundo externo y material y no meras re-
presentaciones de él. Esto convierte la existencia de dicho mundo externo en algo irrelevante o innecesario.
Platón, por ejemplo sostuvo que las Ideas o Formas son lo “realmente real”, más re-
ales incluso que el mundo material, pues son los Modelos y los objetos físicos sus copias
materiales e imperfectas. Las Ideas son entidades objetivas e independientes de los
sujetos, aunque al ser inteligibles, pueden ser conocidas por ellos a través de la razón.
Berkeley parte de la premisa empirista ("sólo podemos conocer lo que podemos percibir") para llegar a
una afirmación extrema: “ser” consiste en “percibir o ser percibido”. Las ideas que se producen en
mi mente al percibir es la única realidad que conozco, pero no el mundo externo. Que éste exista y sea
la causa de ellas es algo que los realistas sólo pueden llegar a suponer, pero no a demostrar. Las ideas
son similares a dibujos, por sí mismas no son prueba alguna de la existencia física de lo dibujado.
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Aunque fue iniciado por Hume su forma más desarrollada está en el Idealismo Trascendental de
Kant. Sostiene que el objeto del conocimiento son los fenómenos, la forma en que el mundo se nos
aparece. Aunque existe un mundo externo permanece oculto a nosotros, podemos “pensarlo” pero no
conocerlo, por eso Kant llama a esta realidad “noúmeno” (=“lo pensado”). Sólo podemos conocer su
apariencia subjetiva, la forma en que se nos muestra, el “fenómeno” (=“lo que se aparece”). Así sinte-
tiza ambas posturas enfrentadas: los realistas tienen razón al afirmar que existe el mundo externo,
pero los idealistas también la tienen al decir que sólo conocemos algo producido por la mente.
El desarrollo actual de la mecánica cuántica (microcos- El mundo perceptual que nosotros creamos difiere cualitati-
mos) y de la teoría de la relatividad (macrocosmos) ha permiti- vamente de las descripciones del físico por estar nuestra
do conocer ámbitos de la realidad que están vedados a nues- experiencia mediada por nuestros sentidos y hallarse cons-
truida interiormente como una representación del mundo.
tros sentidos y que acentúan aún más la distinción entre lo Percibimos así colores, sonidos, sabores y olores, percepcio-
real y lo aparente. Lo que experimentamos como algo sólido nes que, o bien carecen de significación en el mundo de la
realmente es un conjunto de campos de fuerzas electromagné- realidad física o tienen un significado diferente. Lo que noso-
tros percibimos como tintes de rojo, azul o verde, el físico lo
ticas (átomos) cuyas partículas no ocupan más del 1% de sus describe como superficies que reflejan ondas electromagnéti-
dimensiones, y lo que experimentamos como caliente o frío no cas de determinadas frecuencias. A lo que nosotros experi-
mentamos como sabores y olores refiérese el físico como a
es más que la velocidad a la que se mueven estas partículas.
compuestos químicos. Lo que para nuestra experiencia son
Una cosa es la realidad científica y otra la sensible. sonidos de diferentes tonos, descríbelo el físico como objetos
que vibran a diferentes frecuencias.
I. Rock en “Saber, opinión y ciencia” .Daniel Quesada.
Para saber más sobre estas corrientes gnoseológicas
lee el artículo A de la activ AMPL4.2. “¿es real lo que
percibimos?
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Pero antes, ¿a qué llamamos verdad? El propio concepto de “verdad” es ya algo pro-
blemático que requiere ser analizado antes.
En primer lugar, podemos tomar el concepto “verdad” en sentido ontológico, como lo contrario de lo irreal,
aparente o ilusorio: la verdad ha sido considerada por filósofos como Martin Heidegger (1889-1976) como una
propiedad de las cosas que el conocimiento humano puede captar mediante un proceso de desvelamiento (alét-
heia) de lo auténtico que está oculto entre las apariencias. Con este sentido se aplica en frases como “estas
perlas son verdaderas”, queriéndonos decir que las perlas no sólo lo parecen, lo son.
En segundo lugar podemos tomarla en sentido moral, como lo contrario de la mentira: es moralmente bueno
decir la verdad y moralmente malo mentir. En este sentido lo verdadero es lo que el sujeto cree que es verda-
dero (al que se equivoca no se le llama mentiroso sino ignorante) o es acorde con sus principios morales.
En tercer lugar, podemos tomarlo en sentido epistemológico, como lo opuesto a lo falso: la verdad sería en-
tonces una propiedad de nuestros enunciados acerca de las cosas. Verdadero. En este sentido, existen dos
tipos de enunciados y cada uno tiene un criterio de verificación diferente:
- Enunciados lógicos: Aquellos que son verdaderos a priori (llamados por Leibniz verdades de razón). Son
enunciados universales y necesarios (no pueden no ser verdad), pero exclusivamente formales, o sea sin
contenido empírico, por lo que su criterio de verdad está en su coherencia (un enunciado es verdadero
si es coherente con las reglas del sistema). Es el criterio de verdad que se aplica a la hora de resolver un
problema matemático, al hacer una deducción lógica o al elaborar un programa informático.
ESQUEMA
Aquí nos centraremos en el sentido epistemológico del término verdad, y la cuestión que nos plantemos es
si nuestro conocimiento puede aspirar a la verdad, e incluso a la certeza. La coherencia de los enunciados
lógicos es fácilmente demostrable, pero el problema lo encontramos en los enunciados empíricos (aquellos cuyo
valor veritativo depende de su correspondencia con la realidad), ya que no conocemos dicha realidad sino nues-
tras ideas acerca de ella. ¿En qué medida podemos estar seguros de lo que conocemos?, ¿Poseemos certeza de
algún conocimiento, o todo lo que podemos formular no son más
que opiniones dudosas? ¿El conocimiento es algo objetivo, sub-
jetivo o intersubjetivo? Y sobre todo, ¿es posible la Ciencia
en tanto que conocimiento absoluto, definitivo y universal o no
pasa de ser un saber probable o provisional?
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La escuela empirista británica tuvo su continuación en el XIX con el Positivismo (Comte, Stuart Mill,…) y en el
siglo XX con el Neopositivismo (también llamado Empirismo Lógico: Carnap, Frege, …). Ambas escuelas también
creyeron posible alcanzar la certeza en la ciencia, siempre que sus leyes y teorías cumplan una condición básica:
la verificabilidad empírica. Para que una teoría sea considerada
científica deben poderse extraer de ella consecuencias observa-
bles y medibles, y ésta se considerará verdadera o definitivamente
demostrada cuando sea confirmada por la suficiente cantidad de
experimentos favorables. Este presupuesto filosófico es actual-
mente la base de trabajo de la ciencia.
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ESQUEMA
6 TESIS: Es imposible para la ciencia alcanzar ningún conoci-
miento universal, seguro y objetivo sobre la realidad externa.
Se trata de la postura pesimista. Para los escépticos, nada puede conocerse con certeza porque cualquier
afirmación puede ser puesta en duda. Al contrario que el “solo sé que no sé nada” de Sócrates o la “duda metó-
dica” de Descartes, la duda escéptica no es el inicio de una búsqueda de la verdad, sino el fin de la investiga-
ción, la conclusión de que ésta no se puede alcanzar jamás. El conocimiento humano no está constituido por ver-
dades objetivas sino por opiniones subjetivas.
La posición escéptica más extrema la representan algunos sofistas griegos como Gorgias (480-391 a.C.), que
afirmaba “nada existe, si existiera no lo podríamos conocer, y si lo pudiéramos conocer, no lo podríamos comu-
nicar”, o Pirrón (370-270 a.C.), que ante la imposibilidad de alcanzar conocimiento alguno recomendaba la “sus-
pensión del juicio” (epojé).
La mejor fundamentación del escepticismo la encontramos en el empirista Hume. Ya vimos cómo, según su
“tenedor” o criterio empirista de significado solo hay dos tipos de enunciados que puede hacer la ciencia: los
lógicos o “relaciones de ideas” y los empíricos o “cuestiones de hecho”. Los primeros son los propios de la Lógica
y las Matemáticas, aportan certeza porque son universales y necesarios (su contrario es una contradicción lógi-
ca), pero al carecer de contenido empírico no aportan información sobre el mundo que aumente nuestro conoci-
miento; los segundos son los propios de las Ciencias Naturales, sí que aportan información nueva que aumenta
nuestro conocimiento, pero son particulares y contingentes (su contrario es lógicamente posible) por lo que
carecen de certeza. Por lo tanto es imposible que la Ciencia consiga un conocimiento seguro sobre el mundo
real: o será seguro o será sobre el mundo, pero no ambas.
Pero, ¿por qué cree que las ciencias empíricas que estudian la Naturaleza, como la Física o la Química, no
pueden tener certeza acerca de las leyes que formulan? Según Hume la certeza de todas estas leyes descansa
en el llamado “principio de causalidad” que afirma que “todo efecto tiene una causa” de modo que supone que
cada vez que la causa esté presente necesariamente se presentará el efecto. Hume somete este principio a su
“tenedor” para ver el significado empírico del concepto de “causa”. Así, cuando se afirma que “el fenómeno A es
causa del B” (por ejemplo el choque con la bola blanca es la causa del movimiento de la bola amarilla) las únicas
impresiones que tenemos son: 1) A y B están cercanos en el espacio y el tiempo; 2) primero se presenta A y
después B; 3) en las ocasiones anteriores A y B se han presentado unidos de igual forma. Pero no existe
sión de una conexión necesaria entre ambos tal que nos permita conocer que “en el futuro cada vez que se pre-
sente A también se presentará B” y es en esta
conexión en la que se basa la creencia de que Estamos determinados sólo por la costumbre a suponer que el futuro es conformable
al pasado. Cuando veo una bola de billar moviéndose hacia otra, mi mente es inme-
podemos conocer con certeza el mundo. Para diatamente llevada por el hábito al usual efecto, y anticipa mi visión al concebir a la
Hume esta conexión entre la causa y el efecto segunda bola en movimiento. No hay nada en estos objetos, abstractamente conside-
no responde a una necesidad lógica sino a un rados, e independiente de la experiencia, que me lleve a formar una tal conclusión; e
incluso después de haber tenido experiencia de muchos efectos repetidos de este
proceso inductivo. El conocimiento humano, género, no hay argumento alguno que me determine a suponer que el efecto será
limitado a sus sentidos, sólo puede avanzar a conformable a la pasada experiencia. Las fuerzas por las que operan los cuerpos son
través de un proceso inductivo, donde extrae- enteramente desconocidas. Nosotros percibimos sólo sus cualidades sensibles; y,
¿qué razón tenemos para pensar que las mismas fuerzas hayan de estar siempre
mos conclusiones generales a partir de la ob- conectadas con las mismas cualidades sensibles? No es, por lo tanto, la razón la que
servación de casos particulares. Pero la induc- es la guía de la vida, sino la costumbre. Ella sola determina a la mente, en toda
ción no es un razonamiento lógico seguro porque instancia, a suponer que el futuro es conformable al pasado. Por fácil que este paso
pueda parecer, la razón nunca sería capaz, ni en toda la eternidad, de llevarlo a cabo.
se basa en una “creencia” (belief) fundamental, D. Hume: Compendio de un tratado de la naturaleza humana
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“que el futuro es conformable al pasado”, es decir, que en el futuro las cosas se-
guirán sucediendo como hasta ahora. Y dicha creencia no procede de una certeza
lógica sino del hábito o costumbre de ver A y B unidos siempre de la misma forma
que crea la expectativa de que en el futuro lo seguirán haciendo. Con su crítica al
“principio de causalidad” Hume no pretende como Pirrón que la ciencia abandone
toda investigación por ser inútil, solo pretende que tome conciencia de su carácter Tras este choque las bolas se
separarán, ¿es esto una certeza o
provisional y olvide su pretensión de alcanzar conocimientos seguros, universales y sólo una creencia?
definitivos.
Aunque no podamos considerarlo realmente un escéptico, Bertrand Russell también advertía de las limitaciones
de la inducción, ilustrándola cómicamente con su historia del “pavo inductivo”. Según esta un pavo pretendía
anticiparse a la hora de comer para no dejar escapar ni un grano y para ello decidió aplicar un método
inductivo riguroso. Anotaba con detalle todas sus observaciones y estableció un sistema para clasifi-
carlas y analizarlas; durante casi un año anotó todos los días la hora a la que el granjero le daba de
comer; registraba también cualquier variación en la temperatura, la humedad o la luminosidad a la que
sucedía este hecho. Tras meticulosas observacio-
nes la mañana del día de Nochebuena nuestro pavo
Yo no estaría tan
cree definitivamente verificada su hipótesis y la Como todos los seguro Bertrand, la
formula como ley científica: “todos los días como días, a las 9,15h inducción no puede
darte certeza
cuando el reloj marca las 9,15 h”, de acuerdo a la cual predi- recibiré mi comi-
da
ce que ese día también lo hará. Cuando el reloj marcó las
9,15 h el pavo sacó su cabeza de la jaula para coger los pri-
meros granos y ¡ZAS! … esa noche el pavo inductivo era de-
gustado por la familia del granjero.
ESQUEMA
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Criticismo: Aunque Kant comparte el fenomenismo de Hume, pretende superar su escepticismo. A diferencia
de él, Kant. Por tanto son posibles un tercer tipo de enunciados que Hume no tuvo en cuenta. A
los enunciados empíricos o “cuestiones de hecho” Kant los llama “juicios sintéticos (añaden nueva
información) a posteriori (su verdad depende de la experiencia)”, y a los enunciados lógicos o
“relaciones de ideas” los llama “juicios analíticos (analizan la información que ya hay) a priori (su
verdad es previa, no depende de la experiencia). Pero Kant considera que son posibles también
los “juicios sintéticos a priori”, los propios de la Ciencia, ya que ésta es un hecho: las leyes de la
Matemática y la Física son leyes universales y necesarias cuya verdad no depende de la expe-
riencia y que además añaden información empírica que aumenta nuestro conocimiento. Pero
¿Cómo es posible que la Ciencia sea un saber válido (universal, seguro y definitivo) si no podemos conocer la
realidad-en-sí sino solo los fenómenos, construidos por nosotros mismos? ¿Cómo puede aspirar a la objetividad
un saber meramente fenoménico?
Mientras Hume creía que los fenómenos eran contenidos meramente subjetivos, para Kant son algo inter-
medio. Son subjetivos porque son un producto fabricado por el sujeto y no reflejan las cualidades del objeto
externo (la cosa-en-sí) ya que lo desconocemos, sino la forma en que el sujeto lo percibe (la cosa-en-mí”). Pero
son objetivos en el sentido de que no son diferentes en cada sujeto, ya que esa forma o marco “a priori” que
todos usamos para fabricarlos es el mismo. Los fenómenos son más bien “intersubjetivos”, compartidos “entre
sujetos” humanos, por eso podemos comunicarnos nuestras ideas y decidir si son verdaderas o no, es decir,
construir ciencia o conocimiento válido. Así Kant vuelve a sintetizar ambos polos: podemos alcanzar un conoci-
miento válido y seguro sobre el mundo, como afirman los dogmáticos, siempre que sea sometido a crítica, que
seamos conscientes que está limitado al mundo de los fenómenos y no puede ir más allá, como afirman los
escépticos. No se trata de un conocimiento absoluto, pero sí es válido porque sí es universal para todos los se-
res humanos.
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Perspectivismo: Nietzsche inicia esta teoría al afirmar que cada persona manifiesta su voluntad de poder
tratando de imponer su perspectiva o sistema de valores sobre las demás. La “verdad” como tal no
existe, es un concepto inventado para dar validez a la perspectiva imperante. Más tarde Ortega y
Gasset hace hincapié en que conocimiento y perspectiva están necesariamente unidos: si espacio y
tiempo son condiciones a priori del conocimiento, según Kant, entonces cada suje-
to está en un momento y lugar determinado, y sólo puede “ver” las cosas desde
“ahí”. Según su Teoría del “punto de vista” Ortega niega que exista un conoci-
miento puro, objetivo y universal, ya todo conocimiento del sujeto es, por defini-
ción, una perspectiva de la realidad, distinta de otras perspectivas pero no por
ello menos verdadera. Una perspectiva es parcial pero no falsa, cada una de ellas enriquece el
conocimiento de la realidad. Cada sujeto “tiene una misión de verdad. Donde está mi pupila no
está otra; lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve otra. Somos insustituibles. Somos necesa-
rios”.
Falsacionismo: Partiendo de la crítica de Hume al método inductivo, Karl Popper propone la falsabilidad frente
a la verificabilidad como requisito para considerar que una teoría es científica. Aunque nunca poda-
mos saber si una hipótesis es verdadera (al basarse en la inducción, es imposible verificarla comple-
tamente), podemos considerarla provisionalmente verdadera mientras supere los intentos de de-
mostrar su falsedad. No podemos encontrar verdades seguras, pero sí estar seguros de que algo
es un error, por tanto la ciencia no debe intentar verificar sus hipótesis sino refutarlas. La ciencia
avanza mediante conjeturas cuya posible falsedad se intenta descartar buscando su refutación
empírica. Las que resistan dicha “selección natural” seguirán considerándose válidas. Las que no
sean falsables, es decir, que carezcan de la posibilidad de ser refutadas mediante la experimenta-
ción, no son ni siquiera teorías científicas. Popper negará así el carácter científico de teorías tan conocidas
como el historicismo o el psicoanálisis.