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Manual del sistema peruano de justicia
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ISBN 9972-9758-2-7
Depósito legal: 1501142003-4975
© 2003
“Esta publicación fue posible a través del apoyo provisto por la Oficina de Iniciativas Democrá-
ticas de la Agencia para el Desarrollo Internacional de la Embajada de los Estados Unidos, de
acuerdo al Convenio suscrito Nº 527-A-00-02-00221-11. Las opiniones expresadas en esta publi-
cación pertenecen a sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Agencia
para el Desarrollo Internacional de la Embajada de los Estados Unidos, USAID.”
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Primera Parte
Jurisdicción ordinaria: el Poder Judicial
y el tejido institucional complementario
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Capítulo I: El Poder Judicial
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Capítulo I:
El Poder Judicial
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Capítulo I: El Poder Judicial
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Introducción
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Capítulo I: El Poder Judicial
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Capítulo I: El Poder Judicial
1. La organización judicial
El Judicial, en tanto poder del Estado, titular único y exclusivo de la potestad
jurisdiccional en todo el territorio de la República, requiere una organización vasta
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Capítulo I: El Poder Judicial
Junto con los antes mencionados, el Poder Judicial cuenta con órganos auxilia-
res (secretarios y relatores de salas de la Corte Suprema y de las cortes superiores
de justicia, secretarios de juzgados especializados o mixtos y de juzgados de paz
letrados, y oficiales auxiliares de justicia, así como peritos, martilleros, Policía
Judicial, etcétera) y órganos de formación e investigación (la Academia de la Ma-
gistratura y el Centro de Investigaciones Judiciales).
Para un adecuado desarrollo de sus actividades de todo orden (jurisdiccionales,
gubernativas y administrativas), el Poder Judicial se organiza en un conjunto de
circunscripciones territoriales denominadas distritos judiciales, cada una de las
cuales está bajo la dirección y responsabilidad de una Corte Superior de Justicia.
En líneas generales, puede decirse que los distritos judiciales suelen coincidir con la
demarcación política de los departamentos del país, aunque se observa también
algunas notorias diferencias. Así, existen 27 distritos judiciales a nivel nacional,
siendo de destacar que en la capital de la República operan dos cortes superiores, a
saber, la Corte Superior de Justicia de Lima (la más grande del país) y la Corte
Superior de Justicia del Cono Norte, a las cuales se suma, por su proximidad terri-
torial, la Corte Superior del Callao.
En cada Corte Superior de Justicia, se reproduce grosso modo el modelo
organizativo judicial de carácter nacional, lo que equivale a decir que las diversas
cortes superiores cuentan con órganos jurisdiccionales de distintas instancias (mo-
delo jerárquico), así como con órganos de gobierno y de administración, con las
particularidades que más adelante son objeto de precisión y comentario.
2. Órganos jurisdiccionales
2.1 Corte Suprema de Justicia
La actual Constitución peruana ha estatuido que “corresponde a la Corte Su-
prema fallar en casación, o en última instancia, cuando la acción se inicia en una
Corte Superior o ante la propia Corte Suprema conforme a ley”, añadiendo que
“asimismo, conoce en casación las resoluciones del Fuero Militar, con las limita-
ciones que establece el artículo 173”, el cual se refiere a los muy excepcionales
supuestos de imposición de pena de muerte (artículo 141, Constitución).
Las funciones casatorias de la Corte Suprema están relacionadas con el control
que debe ejercer el máximo tribunal de justicia ordinaria sobre la correcta aplica-
ción del Derecho por los juzgados y tribunales inferiores, así como con la labor de
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Capítulo I: El Poder Judicial
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2. Del recurso de apelación de las resoluciones dictadas por las salas civiles
supremas y superiores, en las acciones contencioso-administrativas que ellas
conocen en primera instancia.
3. De las contiendas de competencia y de los conflictos de autoridad que les son
propias.
4. De los recursos de casación en materia de Derecho Laboral y Agrario cuan-
do la ley expresamente lo señala.
5. En última instancia, de los procesos promovidos por acción popular confor-
me al artículo 295 de la Constitución (artículo 200.5 de la actual Constitu-
ción de 1993), y por responsabilidad civil en los casos señalados en el inciso
3) del artículo 33 de esta Ley.
6. Del recurso de casación en las acciones de expropiación, conforme a ley.
7. En segunda instancia, de los procesos de responsabilidad civil resueltos por
la Sala Civil Suprema.
8. De los demás asuntos que establece la ley (artículo 35, LOPJ).
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Finalmente, hay que indicar que, según la LOPJ, la Justicia de Paz es gratuita,
salvo que la diligencia o actuación se realice fuera del despacho judicial, en cuyo
caso han de percibir los derechos que fije el respectivo Consejo Ejecutivo Distrital
(artículo 70, LOPJ).
3. Órganos de gobierno
La función de gobierno del Poder Judicial debe ser diferenciada de la función
administrativa de la entidad. En realidad, atendiendo a su naturaleza e importancia,
la primera subordina a la segunda, y estipula las pautas específicas conforme a las
cuales ésta debe ser cumplida. El rol gubernativo está relacionado con la “conduc-
ción” del Poder Judicial y consiste en la potestad de decidir la marcha institucional
en sus diversos planos de actividad.
Las funciones de gobierno judicial comprenden las siguientes tareas especí-
ficas:
1. Fijar las políticas generales.
2. Aprobar los planes de desarrollo de la institución.
3. Aprobar los presupuestos, asignando los recursos necesarios para alcanzar
los objetivos de la institución.
4. Proyectar el comportamiento futuro de la organización.
5. Dictar normas y reglamentos para la administración del propio Poder Judicial.
6. Mantener relaciones institucionales con los otros poderes y organismos pú-
blicos y privados.
7. Establecer mecanismos de comunicación interna y externa.
8. Designar autoridades judiciales.
9. Seleccionar y designar a los integrantes de la organización.
10. Realizar el control institucional.
Como se ha indicado antes, los órganos de gobierno del Poder Judicial son: el
presidente del Poder Judicial, la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia, la Ofici-
na de Control de la Magistratura (OCMA) y el Consejo Nacional de la Magistratura
(CNM). A continuación, presentamos cada uno de estos órganos, a excepción del
Consejo Nacional de la Magistratura, que es objeto de análisis por separado, en el
capítulo IX de este manual.
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Capítulo I: El Poder Judicial
El mandato de los integrantes del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial tiene
una duración de dos años. Mientras ejercen sus cargos, los miembros del Consejo
Ejecutivo que no son vocales supremos tienen las mismas prerrogativas, categorías
y consideraciones que éstos.
La larga lista de funciones y atribuciones del Consejo Ejecutivo del Poder Judi-
cial, conforme a la modificación introducida por el artículo 2 de la Ley 27465 (El
Peruano, 30 de mayo del 2001), es la siguiente:
1. Proponer a la Sala Plena de la Corte Suprema la política general del Poder
Judicial y aprobar el Plan de Desarrollo del mismo.
2. Fijar el número de vocales supremos titulares.
3. Determinar el número de salas especializadas permanentes y, excepcional-
mente, el número de salas transitorias de la Corte Suprema.
4. Aprobar el Proyecto de Presupuesto del Poder Judicial propuesto por la Ge-
rencia General y ejecutarlo una vez sancionado legalmente.
5. Velar por el respeto de las atribuciones y garantías del Poder Judicial.
6. Resolver en última instancia las reclamaciones contra los acuerdos y resolu-
ciones de los consejos ejecutivos distritales.
7. Acordar el horario del despacho judicial de la Corte Suprema.
8. Aprobar el Cuadro de Términos de la Distancia, así como revisar periódica-
mente el valor de los costos, multas y depósitos correspondientes, y otros
que se establezcan en el futuro.
9. Distribuir la labor individual o por comisiones que corresponda a sus inte-
grantes.
10. Absolver las consultas de carácter administrativo que formulen las salas
plenas de los distritos judiciales.
11. Resolver en última instancia las medidas de apercibimiento, multa y suspen-
sión impuestas por la Oficina de Control de la Magistratura, en contra de los
magistrados [inciso derogado por el artículo 3 de la Ley 27536 (El Peruano,
23 de octubre del 2001)].
12. Resolver, conforme a su reglamento, los asuntos relativos a traslados de
magistrados, funcionarios y demás servidores del Poder Judicial.
13. Fijar las cuantías y sus reajustes para determinar las competencias jerárqui-
cas.
14. Designar comisiones de asesoramiento, investigación y estudio.
15. Designar al gerente general del Poder Judicial y a los demás funcionarios
que señalen la ley y los reglamentos.
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16. Emitir los informes que le solicite el Congreso de la República, la Sala Plena
de la Corte Suprema y el fiscal de la Nación sobre los asuntos de su compe-
tencia, y solicitar los que se relacionen con sus funciones.
17. Supervisar la conservación y buen recaudo de los bienes incautados cuya
libre disposición está supeditada a la resolución de los juicios penales, con-
forme a ley.
18. Proponer a la Sala Plena de la Corte Suprema, en forma excepcional, la
distribución de causas entre las salas especializadas, fijando su competencia
a fin de descongestionar la carga judicial, pudiendo conformar salas transi-
torias por un término no mayor de tres meses, en casos estrictamente necesa-
rios.
19. Asegurar la progresiva habilitación y adecuación de locales judiciales a ni-
vel nacional, en los cuales funcionen los órganos jurisdiccionales con su
respectivo personal auxiliar.
20. Disponer y supervisar el desarrollo de los sistemas de informática que faci-
liten una eficiente función de gestión, el eficaz control de la conducta funcio-
nal y del trabajo jurisdiccional de todos los miembros del Poder Judicial y la
organización estadística judicial, conforme con las propuestas que le formu-
le la Gerencia General.
21. Celebrar toda clase de convenios de cooperación e intercambio con entida-
des nacionales o extranjeras, dentro de la Constitución y las leyes, para ase-
gurar el financiamiento de sus programas y el cumplimiento de sus fines; en
tal sentido, fijar la metodología pertinente y ejercer el control de la aplica-
ción de los fondos respectivos, dando cuenta a la Sala Plena de la Corte
Suprema.
22. Coordinar con la Academia de la Magistratura el desarrollo de actividades
de capacitación para los magistrados.
23. Asegurar el pago íntegro de las remuneraciones de los magistrados y demás
servidores del Poder Judicial, según lo establecido en la Ley Orgánica del
Poder Judicial.
24. Crear y suprimir distritos judiciales, salas de cortes superiores y juzgados,
cuando así se requiera para la más rápida y eficaz administración de justicia,
y crear salas superiores descentralizadas en ciudades diferentes de las sedes
de los distritos judiciales, de acuerdo con las necesidades de éstos.
25. Reubicar salas de cortes superiores y juzgados a nivel nacional, así como
aprobar la demarcación de los distritos judiciales y la modificación de sus
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Capítulo I: El Poder Judicial
6. Conocer en última instancia las medidas disciplinarias que aplican los jueces
especializados o mixtos, y en su caso los jueces de paz letrados, a los funcio-
narios y auxiliares de justicia, conforme a la Ley Orgánica del Poder Judi-
cial y al reglamento.
7. Las demás que señalen la ley y los reglamentos (artículo 94, LOPJ).
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5. Conceder o negar las licencias solicitadas por los vocales, jueces especiali-
zados o mixtos, jueces de paz letrados, así como por los auxiliares de justicia
y por el personal administrativo del distrito judicial.
6. Fijar los turnos de las salas y juzgados, así como las horas del despacho
judicial.
7. Cuidar que los magistrados residan en el lugar que les corresponde, pudien-
do autorizar residencias temporales fuera de su jurisdicción en casos justifi-
cados, de lo cual se dará cuenta al Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
8. Expedir los títulos correspondientes a los secretarios administrativos, secre-
tarios y relatores de sala, y secretarios de juzgado.
9. Autorizar la inscripción del título de abogado para su registro correspon-
diente, siempre que reúna los requisitos señalados de acuerdo con el regla-
mento.
10. Adoptar las medidas que requiera el régimen interior del distrito judicial y
nombrar a sus auxiliares de justicia y al personal administrativo del distrito.
11. Señalar el radio urbano dentro del cual debe fijarse el domicilio de los
litigantes.
12. Proponer al Consejo Ejecutivo del Poder Judicial la adopción de las medidas
que juzgue pertinentes para mejorar la administración de justicia.
13. Proponer a la Sala Plena de la Corte Superior las modificaciones reglamen-
tarias que juzgue procedente.
14. Ejecutar los acuerdos de los órganos jerárquicos superiores en cuanto fuere
pertinente.
15. Designar el periódico en que deben hacerse las publicaciones judiciales y
autorizar las tarifas correspondientes.
16. Resolver los asuntos relativos a traslados, reasignaciones, reubicaciones de
funcionarios y demás servidores dentro del distrito judicial.
17. Resolver en primera instancia las medidas de separación y destitución im-
puestas contra los jueces de paz, funcionarios, auxiliares de justicia y, en
última instancia, las que correspondan al personal administrativo de su
distrito.
18. Resolver en última instancia las apelaciones contra las sanciones de aperci-
bimiento, multa o suspensión impuestas contra los jueces especializados o
mixtos, de paz letrados, de paz, auxiliares de justicia, funcionarios y demás
servidores del Poder Judicial, y las que imponga el director de Administra-
ción del Poder Judicial.
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19. Adoptar los acuerdos y demás medidas necesarias para que las correspon-
dientes dependencias del Poder Judicial funcionen con eficiencia y oportuni-
dad, de modo que los magistrados y demás servidores del distrito judicial se
desempeñen con la mejor conducta funcional.
20. Atendiendo a las necesidades judiciales, reglamentar la recepción y posterior
distribución equitativa de las demandas y denuncias entre los juzgados espe-
cializados o mixtos y las secretarías respectivas.
21. Las demás funciones que señalan las leyes y los reglamentos (artículo 96,
LOPJ).
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nes tanto sobre los jueces como sobre los auxiliares de justicia. En tal sentido, la
Ley Orgánica del Poder Judicial estipula que la Oficina de Control de la Magistra-
tura “es el órgano que tiene por función investigar regularmente la conducta fun-
cional, la idoneidad y el desempeño de los magistrados y auxiliares jurisdiccionales
del Poder Judicial”, facultad que, sin embargo, “no excluye la evaluación perma-
nente que deben ejercer los órganos jurisdiccionales al conocer los procesos en
grado” (artículo 102, LOPJ).
La Oficina de Control de la Magistratura es dirigida por un vocal supremo
designado por la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia. La integran vocales
superiores y jueces especializados o mixtos, a dedicación exclusiva, en el número
determinado por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, que los nombra por un
período improrrogable de tres años (artículo 103, LOPJ).
La Oficina de Control de la Magistratura tiene una Oficina Central con sede en
Lima, cuya competencia se extiende a todo el territorio nacional. El Consejo Ejecu-
tivo del Poder Judicial puede crear oficinas descentralizadas de Control de la Ma-
gistratura que comprenden uno o más distritos judiciales, fijando su ámbito de
competencia, así como sus facultades de sanción (artículo 104, LOPJ).
Las funciones de la Oficina de Control de la Magistratura son las siguientes:
1. Verificar que los magistrados y auxiliares jurisdiccionales del Poder Judicial
cumplan las normas legales y administrativas de su competencia, así como
las que dicta la Sala Plena de la Corte Suprema y el Consejo Ejecutivo del
Poder Judicial.
2. Realizar de oficio, por mandato de la Sala Plena de la Corte Suprema, del
Consejo Ejecutivo o del presidente de la Corte Suprema, inspecciones e in-
vestigaciones en la Corte Suprema, las cortes superiores, las salas, los juz-
gados especializados y mixtos, las oficinas de los auxiliares jurisdiccionales,
y del mismo modo en relación con la conducta funcional de magistrados y
auxiliares jurisdiccionales.
3. Procesar las quejas de hecho y las reclamaciones contra los magistrados y
auxiliares jurisdiccionales.
4. Dar trámite a lo actuado en el cumplimiento de las funciones de su compe-
tencia.
5. Informar al Consejo Ejecutivo y al presidente de la Corte Suprema sobre
todas las infracciones que detecte, dentro de los treinta días siguientes.
6. Verificar el cumplimiento de las medidas disciplinarias que se hubieren dic-
tado.
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Consejo Ejecutivo del Poder Judicial para que proceda a destituir al responsable
(artículo 107, LOPJ).
4. Órganos de administración
Las tareas administrativas, subordinadas como están a la función de gobierno,
consisten en la ejecución y aplicación de las políticas generales establecidas por los
órganos gubernativos, para la consecución de los fines institucionales de manera
eficaz y eficiente. La administración proporciona, pues, el soporte técnico y
organizativo de apoyo al mejor desempeño de la función jurisdiccional, conforme a
las directivas señaladas por el gobierno judicial.
En concreto, las funciones administrativas implican el desarrollo de las siguientes
labores:
1. Aplicación de las políticas y normas.
2. Ejecución de los planes institucionales.
3. Ejecución del presupuesto.
4. Adopción de las medidas necesarias para que los órganos administrativos
cumplan su rol.
5. Resolución de asuntos surgidos en el cumplimiento de las actividades y de
las normas de la entidad.
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Capítulo I: El Poder Judicial
las sesiones del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial con voz, pero sin voto, y
actúa como Secretario de este órgano” (artículo 84, párrafo 2, LOPJ).
La estructura de la Gerencia General es compleja. Está integrada por una
Gerencia de Administración y Finanzas, una Gerencia de Informática y una Ge-
rencia de Personal y Escalafón Judicial. Es posible que tomando en cuenta las
necesidades del Poder Judicial (artículo 86, LOPJ), el Consejo Ejecutivo del Po-
der Judicial cree otras gerencias distintas, dependientes de la Gerencia General,
así como subgerencias.
La reglamentación de las atribuciones de la Gerencia General corresponde al
Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, el mismo que ha de delimitar las funciones de
cada una de las gerencias y subgerencias de aquélla (artículo 87, LOPJ).
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5. Órganos auxiliares
Los órganos auxiliares del Poder Judicial son de dos tipos. De un lado, están
los propiamente llamados “auxiliares jurisdiccionales”, que son funcionarios de
carrera y, en tal sentido, forman parte de la organización judicial y se integran a
una estructura jerárquica (secretarios y relatores de salas de la Corte Suprema y
de las cortes superiores de justicia, secretarios de juzgados especializados o mix-
tos y de juzgados de paz letrados, y oficiales auxiliares de justicia). De otro lado,
están los así denominados “órganos de auxilio judicial”, que, sin pertenecer a la
institución, prestan asistencia de diferentes maneras a la labor de juzgados y
tribunales (peritos, Policía Judicial, traductores e intérpretes, martilleros públi-
cos, etcétera).
A continuación damos cuenta de sus características más relevantes.
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5.1.2 Relatores
Las salas de la Corte Suprema y de las cortes superiores tienen su respectivo
relator letrado, cuyas obligaciones son las siguientes:
1. Concurrir a las cortes antes de que comience el despacho.
2. Guardar secreto de lo que ocurre en la sala.
3. No dar razón del despacho antes de que las resoluciones hayan sido autorizadas.
4. Recibir, bajo constancia, los procesos que deben ser tramitados o resueltos
durante las horas de despacho, dando cuenta a la sala el mismo día.
5. Hacer presente a la sala y al vocal ponente en su caso, las nulidades y omi-
siones que advierta en los autos, así como las insuficiencias de los poderes.
6. Hacer presente a la sala, antes de empezar la audiencia, si de autos resulta
que alguno de los vocales está impedido.
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12. Llevar los libros o tarjetas de control que establece el Consejo Ejecutivo
Distrital, debidamente ordenados y actualizados.
13. Expedir copias certificadas, previa orden judicial.
14. Remitir los expedientes fenecidos, después de cinco años, al archivo del juz-
gado.
15. Admitir, en casos excepcionales, consignaciones en dinero efectivo o cheque
certificado a cargo del Banco de la Nación, con autorización especial del
juez que contenga al mismo tiempo la orden para que el secretario formalice
el empozo en la entidad autorizada, el primer día útil.
16. Cuidar que la foliación de los expedientes se haga por orden sucesivo de
presentación de los escritos y documentos, y que las resoluciones se enume-
ren en orden correlativo.
17. Guardar los archivos que por orden judicial reciban de otros secretarios.
18. Atender, con el apoyo de los oficiales auxiliares de justicia del juzgado, el
despacho de los decretos de mero trámite, y redactar las resoluciones dis-
puestas por el juez.
19. Confeccionar trimestralmente la relación de los procesos en estado de pro-
nunciar sentencia, colocando la tabla de causas cerca de la puerta de la sala
de actuaciones del juzgado.
20. En los juzgados penales, confeccionar semanalmente una relación de las
instrucciones en trámite, con indicación de su estado y si hay o no reo en
cárcel. Dicha relación se coloca también cerca de la puerta de la sala de
actuaciones del juzgado.
21. Confeccionar trimestralmente la relación de las causas falladas y pendien-
tes, con las referencias que sirven para distinguirlas, a fin de que sean opor-
tunamente elevadas por el juez al Consejo Ejecutivo Distrital.
22. Compilar los datos necesarios para la formación de la estadística judicial, en
lo que respecta al juzgado, con indicación del número de causas ingresadas,
falladas y pendientes; de las sentencias que hayan sido confirmadas, revoca-
das o declaradas insubsistentes por la Corte Superior; y de aquellas en las
que la Corte Suprema interviene conforme a ley, consignando el sentido de
las resoluciones.
23. Cuidar que los subalternos de su dependencia cumplan puntualmente las
obligaciones de su cargo, dando cuenta al juez de las faltas u omisiones en
que incurran en las actuaciones, y de su comportamiento en general, a fin de
que aquél imponga, en cada caso, la medida disciplinaria que corresponda.
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24. Cumplir las demás obligaciones que impone la ley y el reglamento (artículo
266, LOPJ).
Con buen criterio, la Ley Orgánica del Poder Judicial ha incluido una norma
sobre la racionalización de la labor procesal, que otorga cierta flexibilidad al Con-
sejo Ejecutivo del Poder Judicial en materia de organización de las secretarías de
juzgado. En tal sentido, compete al Consejo Ejecutivo, según el modelo organizativo
de las mencionadas secretarías que adopte, reglamentar “las pautas a seguirse para
la distribución de las obligaciones y atribuciones genéricas señaladas en el artículo
259 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, convirtiéndolas en específicas, así como
para la redistribución que puedan efectuar los jueces por las necesidades del servi-
cio, en casos extraordinarios dando cuenta al Consejo Ejecutivo Distrital o a la
Corte Superior, según corresponda” (artículo 267, LOPJ).
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Ahora bien, según la Ley Orgánica del Poder Judicial, los colegios profesio-
nales y las instituciones representativas de cada actividad u oficio debidamente
reconocidas han de remitir anualmente, a la Corte Superior correspondiente, la
nómina de sus miembros que consideren idóneos para el desempeño del cargo de
perito judicial, a razón de dos por cada juzgado. Estos peritos deben residir den-
tro de la circunscripción de cada juzgado y reunir los requisitos legales para el
desempeño de tal función. Las nóminas son transcritas a los juzgados para que
éstos designen rotativamente, en cada caso y en presencia de las partes o de sus
abogados, a quienes deban actuar. Las cortes superiores pueden solicitar, cuando
lo consideren conveniente, que se aumente el número de peritos que figuran en las
nóminas (artículo 274, LOPJ). Si acaso no se hubiera podido formular las nómi-
nas indicadas, los órganos jurisdiccionales se rigen por las normas procesales per-
tinentes (artículo 277, LOPJ).
También son órganos de auxilio judicial el cuerpo de médicos forenses, la Po-
licía Judicial, el cuerpo de traductores e intérpretes, los martilleros públicos y otros,
todos los cuales se rigen por leyes y reglamentos especiales (artículo 281, LOPJ).
Debe destacarse que “la Policía Judicial tiene por función realizar las citacio-
nes y detenciones dispuestas por el Poder Judicial, para la comparecencia de los
imputados, acusados, testigos y peritos, así como practicar las diligencias propias
de sus funciones” (artículo 282, LOPJ), mientras que “el personal de la Policía
Nacional tiene bajo su responsabilidad la custodia y seguridad de los magistrados
e instalaciones del Poder Judicial, así como el traslado de imputados y sentencia-
dos” (artículo 283, LOPJ).
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Capítulo I: El Poder Judicial
vigencia de la Ley Orgánica del Poder Judicial (1.° de enero de 1992) y el movi-
miento estadístico del servicio judicial en salas y juzgados de toda la República
(artículo 114, párrafo 2, LOPJ).
El Centro de Investigaciones Judiciales “está a cargo de un Director designado
a tiempo completo, previa evaluación, por el Consejo Ejecutivo del Poder Judi-
cial”, quien debe tener “las mismas cualidades que para ser vocal superior, pudien-
do admitirse en defecto del título de abogado el de otra disciplina afín”. El Centro
cuenta con un Consejo Consultivo que preside un vocal consejero de la Corte Su-
prema designado por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, y está conformado
además por un vocal superior, un juez especializado o mixto y un juez de paz
letrado, también designados por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial (artículo
115, párrafo 1, LOPJ).
Por último, el director del Centro de Investigaciones Judiciales debe presentar
anualmente ante el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial una Memoria en la que dé
cuenta de la labor realizada, así como de los planes y proyectos en ejecución y para
el futuro (artículo 115, párrafo 2, LOPJ).
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Bibliografía
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Lima.
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Capítulo II:
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1. Introducción
En el Perú, la mayor parte de conflictos que llegan ante el Poder Judicial no son
resueltos por magistrados formados en Derecho, sino por campesinos o vecinos
elegidos por los ciudadanos tomando en cuenta sus cualidades personales.
Los jueces de paz, que en la actualidad suman alrededor de 4.800, son mucho
más numerosos que los magistrados formales y, empleando su propio criterio de
justicia –dado que no están obligados a fallar de acuerdo con la ley–, logran resol-
ver millares de casos al año.
Están presentes en el Perú desde la Independencia, y su grado de legitimidad y
eficacia ha hecho que, en otros países de la región –como Venezuela, Colombia y
Ecuador–, se genere mucho interés en introducir esta figura para resolver conflic-
tos tanto en zonas rurales como urbanas.
En nuestro país, la Justicia de Paz se mantiene especialmente en las zonas
rurales, y las dos terceras partes de los jueces de paz se encuentran en la región
andina. El resto se divide, en una proporción similar, entre la costa y la región
amazónica. Estas diferencias son muy importantes, por cuanto la Justicia de Paz
reproduce en sí misma la heterogeneidad y las diferencias culturales presentes entre
los peruanos. De esta forma, tenemos que los jueces de paz de la sierra suelen vivir
en un marcado aislamiento. Muchos de ellos tienen un nivel educativo muy bajo y
resuelven los conflictos en el idioma de las partes, quechua o aymara. Es notable el
contraste con muchos jueces de paz de la costa, quienes tienen educación superior
y un contacto más cercano con las leyes y el Poder Judicial.
A pesar de su importancia a escala nacional, la Justicia de Paz sufre una
grave falta de atención por parte del Estado y del propio Poder Judicial. Los
jueces de paz, en su mayoría, no reciben ningún apoyo logístico ni en infraes-
71
Capítulo II: La Justicia de Paz
tructura. Tampoco han recibido capacitación relacionada con el rol que desempe-
ñan, lo que determina que, en esta tarea, sea fundamental la intervención de orga-
nismos no gubernamentales.
En octubre del año 2001 se aprobó la Ley 27539 o Ley de Elecciones de Jueces
de Paz. La norma tuvo varias iniciativas importantes, como la presencia de la
Oficina Nacional de Procesos Electorales en la mayoría de procesos de elección y
la remuneración de todos los jueces de paz que resultaran elegidos.
2. Referencia histórica
La Justicia de Paz se enmarca en el proceso de separación de poderes en el cual
el Poder Ejecutivo y sus representantes van, paulatinamente, perdiendo la facultad
de administrar justicia. Anteriormente, como supervivencia del régimen colonial,
una porción de la administración de justicia estaba a cargo de quienes ejercían
poder político y económico en el ámbito local. Iniciada la República, la función de
administrar justicia respecto de demandas menores y crímenes leves quedó reserva-
da a los alcaldes, quienes eran, entonces, designados por el Poder Ejecutivo. Du-
rante los primeros años, los diferentes cambios de la estructura estatal no modifica-
ron significativamente el esquema: la justicia local no estaba vinculada al sistema
judicial oficial. La principal modificación se produjo en detrimento de la calidad de
la administración de justicia, porque pasó de ser una función del alcalde a ser
encomendada a un funcionario municipal de inferior jerarquía.
Es después de las confusiones institucionales creadas por la Confederación
Perú-Boliviana que la Justicia de Paz se incorporó al sistema judicial (Puentes,
1977, p. 45). Sin embargo, hasta la Constitución de 1867,1 la designación del Juez
de Paz siguió a cargo de la Municipalidad o del prefecto. Al parece, dicho texto
tiene desarrollo legal recién mediante la Ley del 4 de diciembre de 1900, en la que
se dispone que cada corte superior elija a los jueces de paz de su jurisdicción. El
criterio para la designación consistía en basarse en las ternas propuestas por las
autoridades locales, lo cual implicaba que el cargo fuera asumido por el hacendado
o por una persona de su entorno más cercano. Con este sistema de designación, el
juez actuaba de acuerdo con sus propios intereses o condicionado a los de las
personas que lo habían propuesto.
72
Manual del sistema peruano de justicia
3. Aspecto constitucional
En términos institucionales, la Justicia de Paz es un estamento del Poder Judi-
cial.2 Sin embargo, en muchos casos, los jueces de paz y la población no perciben
este vínculo, tanto por la exclusión presupuestal que ellos sufren como por la dis-
tancia que existe entre el Juez de Paz y las autoridades judiciales de instancias
superiores. De igual forma, las herramientas legales de que goza son, muchas ve-
ces, contradictorias y limitantes.
El mandato de que los jueces de paz provengan de elección popular (artículo
152 de la Constitución) debe leerse como el desarrollo del reconocimiento consti-
tucional de que la potestad de administrar justicia emana del pueblo. Por ello, los
ciudadanos deben tomar conciencia de que sus obligaciones no terminan con la
elección, sino que también les corresponde ejercer el control. Se aprecia, así, que la
participación de la ciudadanía es vital para el fortalecimiento de la democracia. Al
mismo tiempo, la capacidad del Juez de Paz para resolver conflictos según su pro-
pio parecer permite que, con frecuencia, el criterio de la población a la cual perte-
nece el Juez de Paz prime por encima del criterio legal.
2 Véase artículo 26, inciso 5, del Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial, decreto
supremo 017-93-Jus.
73
Capítulo II: La Justicia de Paz
74
Manual del sistema peruano de justicia
5. Competencia
Con relación a la competencia de los jueces de paz, existe cierta controversia
dentro del Poder Judicial, especialmente por la discrepancia entre diversas normas,
entre otras el artículo 65 de la LOPJ y el artículo 547 del Código Procesal Civil.
Este último sólo reconoce al Juez de Paz competencias conciliatorias y notariales.
Sin embargo, el artículo 96 del Código del Niño y del Adolescente le otorga la
facultad para conocer procesos de alimentos en los cuales sea indubitable el víncu-
lo familiar. En materia penal, el Juez de Paz tiene competencia sobre faltas, de
acuerdo con lo regulado en los artículos 440 al 452 del Código Penal. No obstante,
en la práctica la población acude al Juez de Paz para resolver un universo más
amplio de conflictos, como otros casos de alimentos, problemas de tierras, de linde-
ros, separaciones, etcétera.
En realidad, la distinción entre falta o delito, o la competencia civil por las
cuantías, representan una escasa preocupación tanto para el poblador que acude al
juzgado como para el Juez de Paz. Pero en medio de ello están las prohibiciones
impuestas por ley –en caso de que una de las partes reclame, quien sale perdiendo
3 El perfil del juez de paz actual es sumamente heterogéneo. Encontramos un primer bloque de jueces
que se dedican a la agricultura y la ganadería, 57,5%, especialmente en la zona andina. Las siguientes
actividades son el comercio, 10,3%; profesores, 9,2%; empleados, 9,1%; obreros, 4,2%; jubilados, 4,6%;
amas de casa, 1,9%, entre otros (Lovatón, David y otros, 1999, p. 91).
75
Capítulo II: La Justicia de Paz
es el Juez de Paz–, lo que coloca a este servidor entre las formalidades legales que
poco conoce y las exigencias de justicia rápida y eficaz de la población.
Por otro lado, el diseño constitucional y legal de la Justicia de Paz está centrado
en la conciliación,4 aunque a los jueces de paz y a la población no siempre les queda
claro en qué momento se está conciliando y cuándo se está sentenciando.
La búsqueda constante de oportunidades para adquirir mayor conocimiento de
la ley y de su manejo constituye una de las preocupaciones del Juez de Paz. A
menudo, él encuentra una realidad en la que es imposible utilizar el instrumento
legal y, más bien, debe poner en práctica habilidades no escritas sino aprendidas de
la vida comunal. De esta forma, en su labor pesa más el Derecho consuetudinario o
la experiencia personal que el conocimiento de la ley.
La presión social por la eficacia es claramente explicable, toda vez que al po-
blador le cuesta mucho acudir a instancias letradas, no sólo por los costos procesa-
les sino por el concepto de justicia que busca: restitutiva antes que represiva. A la
víctima de una agresión le preocupa más que el daño causado sea compensado,
antes que el culpable sea sancionado –salvo que el hecho dañoso importe mayor
gravedad, caso que no está en la esfera de competencias del Juez de Paz–. De igual
forma, busca que se puedan satisfacer sus demandas de manera inmediata, antes
que cubrir garantías y formalismos. Inclusive, los límites de competencia le son
extraños a la población.
Los apremios de la ciudadanía para que los jueces de paz intervengan en casos
que no son de su competencia han llevado a que algunos jueces terminen en proce-
sos de intervención ante las Oficinas de Control de la Magistratura. En estos casos,
los jueces de paz deben afrontar duros e intolerantes procesos disciplinarios por
hechos que, socialmente, no tienen ninguna relevancia, y en los cuales ellos habi-
tualmente no tenían mayores datos sobre la existencia de determinada prohibición,
habiendo actuado por la necesidad de generar un clima de justicia y paz social en su
comunidad.5
4 Las constituciones de 1823, 1828, 1834, 1856, 1860, entre otras, resaltaban el carácter conciliador
y de procedimiento verbal de la función del juez de paz.
5 Se han conocido casos de jueces sometidos a largos procesos disciplinarios porque en su vida comu-
nal ejercían algún liderazgo, muchas veces contrapuesto al régimen de turno. De hecho, esta situación fue
más frecuente durante el régimen fujimorista; como constancia de ello tenemos las acciones urgentes de
protección que, en su oportunidad, promovieron organismos internacionales.
76
Manual del sistema peruano de justicia
Por otro lado, también las instancias letradas del Poder Judicial suelen abusar
de los jueces de paz, en especial cuando éstos son requeridos para cumplir diligen-
cias sin tomar en cuenta las limitaciones y dificultades que deben enfrentar.6
Esto ocurre debido a que la LOPJ impone a los jueces de paz los mismos dere-
chos y limitaciones que a todo magistrado, situación que, conjuntamente con otros
vacíos y contradicciones legales, debería ser rectificada en una sola norma ad hoc
que reúna todos los aspectos relacionados con la Justicia de Paz, desde la forma y
las condiciones de elección hasta sus competencias, derechos, prohibiciones e in-
compatibilidades, entre otros aspectos.
6 Por ejemplo, notificaciones por exhorto, en las que el juez debe desplazarse a pie a lo largo de
grandes distancias y cumplir los formalismos procesales –que muy poco conoce–, a riesgo de ser rechazado
o agredido por la parte involucrada. El juez se ve obligado a cumplir esta tarea a cambio de nada y sin contar
con mayor apoyo de nadie; si se niega a hacerlo, es sometido a queja y/o sanción por la inobservancia del
formalismo o la imposibilidad de su ejecución.
7 Ley 27539, que regula la elección de los jueces de paz no letrados, y su reglamento, resolución
administrativa 190-2002-CE-PJ.
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Capítulo II: La Justicia de Paz
7. Respaldo institucional
Si bien la LOPJ establece la obligación del Poder Judicial de proveer a los
jueces de paz de los útiles indispensables para el cumplimiento de su función
(artículo 63) –esto es, muebles, artículos de oficina, insignias, escudos, entre
otros–, no se conoce que en el presupuesto de las cortes superiores haya rubros
específicos para cubrir esta obligación. En algunas cortes se destina a los jueces
de paz el saldo de útiles, o se les envía mobiliario sin uso o dado de baja en otras
instancias judiciales.
8 Sin embargo, existen juzgados de paz que fueron creados sin respetar aquella mínima lógica. La
instalación o no de un juzgado dependió del mayor o menor grado de incidencia que la población interesada
pudiera generar en la corte respectiva.
9 No existen datos oficiales, sólo resultados de estudios. De acuerdo con nuestros propia información,
es probable que existan alrededor de 3.921 jueces de paz (Lovatón y otros, 1999, pp. 168-174), si bien
algunos estudios de actualización de datos mencionan a 4.040 jueces (Lovatón, 2000, p. 45).
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Manual del sistema peruano de justicia
10 Existen algunas experiencias interesantes, como la de Piura. Por iniciativa del juez de Paccha,
distrito de Chulucanas, la Corte Superior diseñó un modelo tipo de construcción de locales de juzgado, que
consideraba ambientes de espera, despacho, archivo, testigo actuario e inclusive sala de sesiones comuna-
les, advirtiendo que debía adecuarse a las características de la zona y al clima. La idea era que este modelo
ayudara a los jueces a gestionar, ante las municipalidades y comunidades, la instalación de un local.
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Capítulo II: La Justicia de Paz
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Manual del sistema peruano de justicia
mente a esta función, algunos jueces de paz han tomado el cargo básicamente como
una fuente de ingresos. De allí el exagerado interés con el que se presentan los
candidatos, propiciando, incluso, faltas a las normas de elección.
El segundo grupo de jueces eventualmente recibe, a través del cargo, algunos
ingresos. En este caso, la presión por cobrar a los pobladores no es fuerte y el juez
se conforma, la mayor parte de veces, con regalos en especie.
El tercer grupo de jueces ve limitada su actuación por la existencia de alguna
organización social –como la comunidad, la ronda campesina u otra similar– que
no le permite plantear ningún cobro.
En el segundo y tercer grupo, el cobro no es socialmente objetado, mientras que
en el primer grupo sí, ya que los jueces “condicionan su trabajo a recibir una
cantidad de dinero” (IDL, 2003, p. 114).
La respuesta a esta problemática es también variada. Para algunos especialis-
tas, se debería legislar sobre la base de la realidad, permitiendo que los jueces de
paz cobren por sus actos, siendo deber de cada corte superior regular el arancel
específico. Otro sector, en cambio, refiere que la situación debería dejarse como
está, y que la corte superior y la comunidad deberían controlar que no se comentan
abusos. Finalmente, tenemos el mandato de la Ley de Elecciones de Jueces de Paz
que, mediante su segunda disposición transitoria y final, asigna un sueldo al Juez
de Paz, lo que viene generando otra discusión referida no tanto al monto, sino al
criterio de igualdad, en tanto quedan sin respuesta preguntas como ¿debe ganar
igual un Juez de Paz que presta servicios a tiempo completo que otro que muy rara
vez tiene la oportunidad de resolver un caso? y ¿el pago no distorsiona el funda-
mento mismo de la Justicia de Paz?
Consideramos que lo saludable sería que existieran tratamientos diferenciados.
Al menos, cada corte superior debería clasificar sus juzgados de paz por el tiempo
que sus encargados dedican a esta tarea, y conocer cuáles son los juzgados inserta-
dos en comunidades campesinas y nativas con los que deben establecerse condicio-
nes particulares que permitan que, en armonía con los intereses comunales, los
jueces de paz puedan desempeñar su cargo.11
11 Otro aspecto vinculado a la remuneración se refiere a si los años que se ejerce el cargo pueden ser
computados para calcular una pensión de jubilación. Así lo señala la parte final del artículo 69 de la LOPJ.
Se sabe que algunos jueces de paz de la zona norte, que eran también profesores, han solicitado a la Oficina
Nacional de Pensiones que ejecute esta norma, añadiendo a su cómputo pensionable los años que ejercieron
el cargo.
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Capítulo II: La Justicia de Paz
12 Convenio Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes,
Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, ratificado por el gobierno del Perú en 1993
mediante la Resolución Legislativa 26253.
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo II: La Justicia de Paz
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Piura.
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Manual del sistema peruano de justicia
Capítulo III:
El Ministerio Público
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Capítulo III: El Ministerio Público
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Manual del sistema peruano de justicia
Introducción
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Capítulo III: El Ministerio Público
La organización del Ministerio Público fue definida como una suerte de espejo
de la organización judicial. Así, cada instancia jerárquica de éste corresponde a las
instancias existentes en el Poder Judicial.
Durante las dos décadas que han transcurrido desde su creación, el Ministerio
Público no sólo ha enfrentado los problemas de una democracia insuficiente, sino
que también fue afectado por las diversas manifestaciones de la crisis del sistema
de justicia penal.
Desde inicios de la década del noventa se discute el proceso de reforma del
Ministerio Público, para adecuarlo al nuevo modelo procesal penal en el que le
corresponde un rol preponderante, para el cual no sólo deberá adecuar sus normas
internas de funcionamiento sino, sobre todo, deberá modificar la cultura de sus
operadores.
En suma, el presente capítulo desarrollará los principales aspectos del Ministe-
rio Público: su evolución histórica, el rol que desempeña –definición, principios,
labor, funciones y atribuciones–, su papel en la lucha anticorrupción y su estructu-
ra organizativa.
1. Evolución histórica
Este tipo de institución apareció en Francia cuando se promulgó el Código de
Instrucción Criminal de 1808. Desde ese momento, su evolución en Europa conti-
nental atravesó tres fases (Angulo 2001, p. 49 y ss): la etapa ejecutivista, la
judicialista y el período institucional independiente.
En la primera etapa, el Ministerio Público era un órgano adscrito al Poder
Ejecutivo. No se trataba de dos instituciones diferentes sino de una sola: el Ejecu-
tivo, respecto del cual el Ministerio Público era una dependencia. Esta relación se
manifestaba, entre otros muchos ámbitos, en la elección de sus integrantes.
Durante esta etapa, se dotó a la institución de facultades que ahora se reprodu-
cen en latitudes tan distintas de la Europa continental como nuestro país. Por ejem-
plo, se le otorgó al Ministerio Público, en calidad de exclusiva, la titularidad de la
acción penal.
La segunda etapa fue la judicialista. Angulo (2001, p. 51) indica que ésta se
inició con la Constitución de la República Italiana de 1947. En virtud de ella, el
Ministerio Público pasó a formar parte del Poder Judicial, lo que se expresó en que
su normatividad adquirió índole procesal, con lo cual se deshicieron los lazos que
lo unían con el Poder Ejecutivo.
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Manual del sistema peruano de justicia
89
Capítulo III: El Ministerio Público
pública, la persecución del delito y la reparación civil. También velará por la prevención
del delito dentro de las limitaciones que resultan de la presente ley y por la independencia
de los órganos judiciales y la recta administración de justicia y las demás que le señalan la
Constitución Política del Perú y el ordenamiento jurídico de la Nación.
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Manual del sistema peruano de justicia
2.2 Principios
Los principios que fundamentan e inspiran la labor del Ministerio Público se
desprenden de las funciones que éste desempeña. No existe un listado determinado
sobre dichos principios, en virtud de que es una institución enraizada en las necesi-
dades sociales y, por lo tanto, cambiante. Huelga decir que este estado de indefini-
ción de principios se ve también alimentado por la falta de identidad del Ministerio
Público, así como por su deficiente regulación.
A pesar de ello, siguiendo parcialmente a Angulo (2001, p. 131 y ss), puede
afirmarse que los principios que fundamentan e inspiran la labor de esta institución
son los siguientes:
i) Imparcialidad
ii) Legalidad
iii) Independencia
iv) Razonabilidad
v) Jerarquía e indivisibilidad
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Capítulo III: El Ministerio Público
chos humanos–, en segundo las normas con rango legal y, finalmente, las resolucio-
nes administrativas.
Sobre este punto, es conveniente citar la definición que la Ley del Procedimien-
to Administrativo General formula respecto al principio de legalidad. Así, en su
título preliminar ésta indica:
Artículo IV.- Principios del procedimiento administrativo.-
El procedimiento administrativo se sustenta principalmente en los siguientes principios,
sin perjuicio de la vigencia de otros principios generales del Derecho Administrativo:
1.1.- Principio de legalidad.- Las autoridades administrativas deben actuar con respeto a la
Constitución, la ley y al derecho, dentro de las facultades que les sean atribuidas y de
acuerdo con los fines para lo que les fueron conferidas.
92
Manual del sistema peruano de justicia
Cubas (2003, p. 17) considera que la dependencia jerárquica implica “que to-
das las cuestiones técnicas y de táctica y estrategia han de surgir desde el cuerpo de
instrucciones y del principio de obediencia jerárquica”. En ese sentido, un fiscal se
encuentra obligado a obedecer y respetar a su superior jerárquico, de tal manera
que la desobediencia trae consigo una sanción administrativa. Como es claro, esta
obediencia no puede ser absoluta, ya que los magistrados gozan de autonomía
interna, en virtud de la cual pueden expresar sus opiniones en los informes que
elaboran; además, no tienen el deber de acoger órdenes que han sido dictadas con-
traviniendo las normas vigentes. En esta misma línea, el principio de indivisibili-
dad señala que cada uno de los fiscales representa al Ministerio Público y por tal
ejerce función fiscal en el ámbito de su competencia. Así, se justifican ciertas direc-
tivas superiores que se restringen a labores relacionadas con políticas institucionales,
uniformidad de criterio en ciertos casos, etcétera.
El principio de jerarquía se encuentra regulado en el artículo 5 de la LOMP en
los siguientes términos:
[…] Siendo un cuerpo jerárquicamente organizado deben sujetarse a las instrucciones que
pudieran impartirles sus superiores.
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Capítulo III: El Ministerio Público
Estas funciones, que abarcan un amplio espectro del quehacer jurídico, son
cumplidas por el Ministerio Público en las diferentes especialidades en las que se
encuentra organizado. Ahora bien, es indudable que, en su intervención, tiene pre-
ponderancia el rol que le corresponde en materia penal, en la medida en que el
Ministerio Público es un actor principal en el sistema penal de administración de
justicia.
A la cabeza del Ministerio Público está el fiscal de la Nación y, debajo de él,
existe una organización jerárquica establecida de acuerdo con la organización del
Poder Judicial. Así, las fiscalías supremas están en el nivel de la Corte Suprema;
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo III: El Ministerio Público
Sin embargo, es necesario indicar que esta regla tiene excepciones, tales como
las faltas y los delitos privados. Entre estos últimos encontramos las lesiones culposas
leves (artículo 124 del Código Penal, en adelante CP) y los delitos contra el honor
personal (artículo 138 del CP), contra la intimidad (artículo 158 del CP) y ciertos
delitos sexuales (artículo 178 del CP).
Esta atribución del Ministerio Público en la justicia penal –la de ser titular de la
acción penal o, mejor dicho, ser sujeto legitimado para ser parte en el proceso– está
recogida en el artículo 11 de la LOMP de la siguiente manera:
El Ministerio Público es el titular de la acción penal pública, la que ejercita de oficio, a
instancia de la parte agraviada o por acción popular, si se trata de delito de comisión
inmediata o de aquellos contra los cuales la ley la concede expresamente.
Así, para que el fiscal pueda formalizar denuncia, luego de tomar nota de la
probable comisión de un delito debe reunir cierta información que configuran los
requisitos básicos para instaurar un proceso penal. El artículo 77 del Código de
Procedimientos Penales indica que:
Recibida la denuncia, el juez especializado en lo penal sólo abrirá instrucción si considera
que el hecho denunciado constituye delito, que se ha individualizado a su presunto autor y
que la acción penal no ha prescrito […].
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Manual del sistema peruano de justicia
1 El artículo 3 de la ley 27411 indica que para cumplir con la individualización del presunto autor es
necesario señalar sus nombres y apellidos completos; los nombres de sus padres; el lugar y la fecha de su
nacimiento; su edad y sexo; su nacionalidad; el número de su documento de identidad; su domicilio; su
grado de instrucción, profesión u ocupación; sus características físicas, talla y contextura; así como cicatri-
ces, tatuajes y otras señas particulares.
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Capítulo III: El Ministerio Público
2 Por disposición de la Ley 27994, del 6 de junio del 2003, en el dictamen final los fiscales ya no
emitirán opinión sobre la responsabilidad de los procesados, sino solamente enumerarán las diligencias que
se hubieren practicado, las que no se hayan actuado, los incidentes promovidos y los resueltos; así mismo,
expresarán su opinión sobre el cumplimiento del plazo procesal.
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Capítulo III: El Ministerio Público
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Manual del sistema peruano de justicia
Capítulo IV:
La defensa de oficio
107
Capítulo IV: La defensa de oficio
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Manual del sistema peruano de justicia
Introducción
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Capítulo IV: La defensa de oficio
1. Definición
La Defensa de Oficio es el patrocinio legal gratuito que presta el Estado, a
través de la Dirección Nacional de Justicia del Ministerio de Justicia, a aquellas
personas de escasos recursos que participan en procesos penales –desarrollados
ante el fuero común o militar–, así como en los juzgados especializados de familia,
o que se encuentran sometidas a investigación policial y/o internas en los estableci-
mientos penitenciarios.
Constituye, por esencia, una institución pública que, además de procurar la
verdad y la justicia a lo largo del proceso, satisface una necesidad social: asistir
profesionalmente a quienes no tienen los medios para contratar a un defensor. Nace
como una obligación, independientemente de la voluntad de las partes, pudiendo
incluso ser impuesta contra el deseo del imputado.
El fundamento de esta institución se encuentra en la necesidad de garantizar la
igualdad a las partes a lo largo del proceso, a través de la representación profesio-
nal y de todos los beneficios que ésta conlleva.
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Manual del sistema peruano de justicia
3. Ámbito y competencia
El ámbito de actuación de este servicio es amplio. Comprende las salas y los
juzgados especializados en lo penal, los juzgados de familia, los establecimientos
penitenciarios, el fuero militar, las entidades policiales especializadas –Dirección
de Investigación Criminal (Dirincri), Dirección Nacional Antidrogas (Dinandro),
Dirección Nacional Contra el Terrorismo (Dincote)–, así como los módulos bási-
cos de justicia.
Tiene competencia en los siguientes campos:
3.1 Jurisdiccional
Fuero común
En el ámbito especializado en lo penal –salas y juzgados– el defensor de oficio
ejerce patrocinio gratuito, promoviendo la defensa del imputado e interponiendo
los recursos de impugnación correspondientes.
En el ámbito especializado de familia –salas y juzgados– el defensor de oficio
ejerce patrocinio gratuito en las áreas civil, tutelar, penal y fiscal de familia.
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Capítulo IV: La defensa de oficio
3.2 Fiscalías
Sus actividades giran alrededor de los ámbitos penal y de familia.
3.3 Policial
Se designa defensor de oficio a las personas que se encuentren sometidas tanto
a investigación policial común como a investigaciones que se inician en las divisio-
nes especializadas de la Policía Nacional. Se asume la defensa de personas deteni-
das en las siguientes direcciones:
- Dinincri
- Dinandro
- Dincote
- Divisiones especializadas.
3.4 Penitenciario
El defensor de oficio asignado a los establecimientos penitenciarios del país
presta su asesoría a favor de los internos en los siguientes campos:
- Logro de beneficios penitenciarios para los sentenciados que cumplen los
requisitos de ley.
- Coordinación con el defensor de oficio asignado a las salas y los juzgados
penales, sobre la defensa de los internos con proceso abierto.
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Manual del sistema peruano de justicia
4. El defensor de oficio
El defensor de oficio es el abogado que ha sido designado como tal mediante
resolución ministerial y que cumple con los requisitos que exige el Reglamento de
la Ley del Servicio Nacional de Defensa de Oficio.
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Capítulo IV: La defensa de oficio
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Manual del sistema peruano de justicia
Por otro lado, lo usuarios pueden perder el acceso a este servicio si incurren en
cualquiera de las siguientes causales:
- Inducir a error a un defensor de oficio, falseando u ocultando la verdad.
- Sugerir al defensor de oficio que practique actos de corrupción.
- No guardar respeto a los magistrados, a las partes o a los auxiliares de
justicia.
- Ocultar su verdadera situación económica para beneficiarse del Servicio Na-
cional de Defensa de Oficio.
- Interponer recusación o denuncia contra su defensor de oficio que sea decla-
rada infundada.
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Capítulo IV: La defensa de oficio
Bibliografía
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Capítulo V:
La conciliación extrajudicial
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Capítulo V: La conciliación extrajudicial
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Manual del sistema peruano de justicia
Introducción
1 En el Perú se ha promulgado la Ley General de Arbitraje (Ley 26572), el 5 de enero de 1996, y la Ley
de Conciliación (Ley 26872), el 13 de noviembre de 1997. Esta última ha tenido vigencia respecto a la
obligatoriedad de la conciliación en cuatro ciudades del país: Lima y Callao desde el 1.° de marzo del 2001
(Ley 27398), y Arequipa, Trujillo y el Cono Norte de Lima desde el 1.° de noviembre del 2000.
119
Capítulo V: La conciliación extrajudicial
1. Definición
La conciliación es un procedimiento consensuado de solución de conflictos,
que consiste en que una o más personas imparciales ayudan a las partes enfren-
tadas a encontrar una variedad de alternativas que les permitan mejorar su
comunicación y, eventualmente, llegar a acuerdos satisfactorios que pongan fin
al conflicto.
Si bien es cierto que la conciliación extrajudicial es un mecanismo de
descongestión judicial –por lo general se entiende así, y fue promovido de
esta manera incluso cuando se dictó la Ley de Conciliación en 1997–, cabe
señalar que esta figura supera ampliamente esta caracterización. En este sen-
tido es, sobre todo, un mecanismo consensuado de resolución de conflictos,
que tiene como base la cooperación entre las partes facilitada por la interven-
ción de un tercero
2. Principios de la conciliación
2.1 Equidad
A través de este principio, se busca aplicar la noción de justicia al eventual
acuerdo, no solamente desde el punto de vista del conciliador sino, fundamental-
120
Manual del sistema peruano de justicia
2.2 Legalidad
Se refiere a que el acuerdo al que arriben las partes en conflicto tendrá que ser
plenamente respetuoso del ordenamiento jurídico. De allí que, para cautelar el cum-
plimiento de este principio, la legislación prevea que, en la audiencia de concilia-
ción, esté presente un abogado que verifique la legalidad del acuerdo.
2.3 Neutralidad
No deben existir vínculos entre el conciliador y las partes, con el propósito de
salvaguardar algún conflicto de interés que pueda surgir entre el o los usuarios de
los servicios de conciliación y el conciliador a cargo de la audiencia. De producirse
esta vinculación, inmediatamente el conciliador deberá retirarse de la conducción
del procedimiento, en la medida en que su neutralidad puede verse comprometida y
ello afecte la audiencia de conciliación.
2.4 Imparcialidad
El conciliador no puede mostrar conductas, hechos o palabras que hagan supo-
ner a las partes que se está favoreciendo a una de ellas.
Este principio es fundamental para lograr uno de los valores más preciados
durante la audiencia de conciliación: la confianza o cooperación. Es decir, en la
medida en que las partes perciban que el tercero conciliador no está favoreciendo
impropiamente a una de ellas, estarán dispuestas a cooperar brindando la informa-
ción necesaria y a trabajar conjuntamente en el logro de soluciones satisfactorias.
2.5 Buena fe
Está relacionada con la actuación de las partes durante el procedimiento conci-
liatorio, en el sentido de que se mantenga un comportamiento adecuado y acorde
con los fines de la conciliación.
121
Capítulo V: La conciliación extrajudicial
Se señala que este principio no sólo involucra a las partes sino también a toda
persona que participa en la audiencia, como los abogados o asesores y los repre-
sentantes. La buena fe tiene sentido en la medida en que se espera que las perso-
nas que intervienen en el procedimiento conciliatorio actúen adecuadamente, sin
permitir que surja la suposición de que existe un aprovechamiento indebido o
mala fe.
2.7 Confidencialidad
Además de ser uno de los principios más importantes de la conciliación, la
confidencialidad es una de las características que nos permite establecer diferen-
cias respecto al proceso judicial, que por esencia es público. En el caso de la con-
ciliación, los actos llevados a cabo mientras dure el procedimiento deben efectuarse
en estricta privacidad, con la sola participación de las personas directamente
involucradas en el conflicto.
Se justifica esta privacidad en el hecho de que, de esta manera, se puede alentar
a que las partes desarrollen un amplio intercambio de opiniones y de información,
de manera franca y abierta. Se trata de un requisito ineludible para que las partes y
el conciliador puedan comunicarse con total libertad, ya que este último podría
solicitar información y hacer preguntas que no serían contestadas si existiera el
peligro de su utilización posterior fuera de contexto.
Este principio tiene su excepción en aquellas situaciones en las cuales, durante
el desarrollo del procedimiento conciliatorio, el conciliador toma conocimiento de
determinadas situaciones que configuran hechos delictivos de suma gravedad, que
deben ser denunciados porque son incompatibles con los fines que se persigue a
través de la conciliación.
122
Manual del sistema peruano de justicia
3. Características de la conciliación
3.1 Voluntariedad
Una de las características centrales –tal vez la más importante– de la concilia-
ción es su carácter consensual, que debe manifestarse en cada una de las etapas en
las cuales se desarrolla este mecanismo.
Este carácter voluntario de la conciliación debe ser entendido básicamente a
través de tres maneras:
• Voluntariedad en el momento de suscribir la conciliación
Esto significa que las partes, al momento de acordar una fórmula conciliato-
ria, deben tener la libertad suficiente como para decidir qué es lo más conve-
niente a sus intereses, sin presiones de ninguna índole.
123
Capítulo V: La conciliación extrajudicial
3.3 Informalidad
La conciliación es, sobre todo, un procedimiento informal, bastante flexible
para las partes y para el conciliador. Este pragmatismo facilita que tanto las unas
como el otro no necesiten recurrir a ninguna formalidad durante el desarrollo de la
audiencia, lo que permite que las primeras tengan la soltura suficiente como para
decidir lo que es más conveniente a sus intereses.
3.5 Resultados
A través de la conciliación, se desea alcanzar un resultado que sea razonable
para ambas partes y que, incluso, pueda ser satisfactorio para los diversos puntos
de vista.
124
Manual del sistema peruano de justicia
la confianza suficiente como para expresar sus puntos de vista, incluso aquellos
que, usualmente, no se darían a conocer en un proceso de carácter público.
125
Capítulo V: La conciliación extrajudicial
partes y del conciliador, quienes podrán apelar a toda clase de recursos, con tal de
que estén conformes. El único límite es que no quebranten ninguna norma del orde-
namiento legal.
4.3 Atmósfera
La atmósfera o ambiente que prevalece durante un proceso judicial es básica-
mente adversarial, es decir, se trata de que una de las partes obtenga lo que quiere,
en detrimento de la otra. En el caso de la conciliación, en cambio, el ambiente que
debe prevalecer es consensual o cooperativo, esto es, se debe reforzar la idea de
que, en la medida en que las partes cooperen entre sí, podrán arribar a un acuerdo
razonable y satisfactorio para ambas.
126
Manual del sistema peruano de justicia
5.2 Monólogo
En esta fase, el conciliador explica a las partes las características y las ventajas
de la conciliación respecto a otras formas de solucionar los conflictos. También es
necesario que se expliciten las reglas de desarrollo de la audiencia, tales como
evitar las interrupciones, utilizar un lenguaje apropiado, evitar los calificativos,
etcétera.
5.6 Acuerdo
Es la fase de la audiencia en la cual las partes arriban a una solución de consenso,
la cual se plasma en un acta de conciliación que cumple determinadas formalidades.
5.7 Seguimiento
En esta etapa, posterior a la audiencia de conciliación, los conciliadores y los
centros de conciliación verifican si los acuerdos obtenidos se han cumplido o no, y
cuál es la situación en la que se encuentran las partes.
127
Capítulo V: La conciliación extrajudicial
6. Materias conciliables
En principio, es conciliable todo aquello que sea de libre disponibilidad de las
personas involucradas en una controversia y que no afecte a terceros. De acuerdo
con la Ley de Conciliación, toda materia referida a derechos disponibles es suscep-
tible de ser conciliada, entendiéndose por derechos disponibles todo aquello que
puede ser valorizado en términos económicos. Adicionalmente, existen algunas
materias en el ámbito de la relación familiar que también pueden ser resueltas a
través de este mecanismo, como el derecho de alimentos, la tenencia y el régimen de
visitas.
Los temas referidos a derechos laborales pueden ser materia de conciliación
siempre y cuando no se afecte el principio de irrenunciabilidad de derechos, es
decir, de respeto por aquellos derechos mínimos señalados en la ley y que no pue-
den ser objeto de negociación.
128
Manual del sistema peruano de justicia
8. Conciliación especializada
Existe una tendencia acentuada a recurrir a la conciliación para solucionar
materias cada vez más específicas, lo que conlleva a que se hayan desarrollado
enfoques de la conciliación con características propias, que dependen de la especia-
lidad de que se trate. Entre las materias más recurridas tenemos:
129
Capítulo V: La conciliación extrajudicial
9. Centros de conciliación
Según el actual marco normativo, se puede recurrir a una vía conciliatoria
extrajudicial únicamente a través de centros de conciliación, que son organizacio-
nes sin fines de lucro constituidas para este fin y que, para funcionar, deben contar
con la autorización del Ministerio de Justicia.
Existen, sobre todo, centros de conciliación privados que tienen una tarifa suje-
ta al mercado; también hay centros de conciliación estatales, que son gratuitos y
cubren la demanda de solicitudes que se les plantea.
130
Manual del sistema peruano de justicia
alcanzado los objetivos de lograr una cultura de paz y generar una nueva visión
respecto al tratamiento de los conflictos.
Por otra parte, se constata el escaso interés de las autoridades judiciales respec-
to a la conciliación. En la práctica, ellas han mostrado indiferencia tanto para dar a
conocer sus puntos de vista como para proponer las rectificaciones del caso con el
fin de corregir las deficiencias señaladas y, de esta manera, aportar a una institu-
ción que podría tener importantes efectos en el sistema judicial.
En síntesis, el balance del proceso de implementación de la conciliación
extrajudicial realizado en nuestro país ha producido resultados que obligan a re-
plantear la institución, evaluando, entre otros aspectos, la conveniencia o no de
mantener su carácter obligatorio.
131
Capítulo V: La conciliación extrajudicial
Bibliografía
MOORE, Christopher
1995 El proceso de mediación, Ediciones Granica, Buenos Aires.
ORMACHEA CHOQUE, Iván
1999 Manual de conciliación, Instituto Peruano de Resolución de Conflictos, Negocia-
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LA ROSA CALLE, Javier
2001 “Los medios alternativos de resolución de conflictos y su relación con la adminis-
tración de justicia”, Revista Jurídica del Perú N.° 29, Editora Normas Legales,
Lima.
132
Manual del sistema peruano de justicia
Capítulo VI:
Policía y administración de justicia
133
Capítulo VI: Policía y administración de justicia
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Manual del sistema peruano de justicia
Introducción
135
Capítulo VI: Policía y administración de justicia
1 Mediante la Resolución Suprema 0965-2001-IN, del 3 de octubre del 2001, se constituyó la Comi-
sión Especial encargada de llevar a cabo el diagnóstico institucional y definir la agenda y el cronograma del
proceso de reestructuración policial. Entre sus considerandos se señaló que la “reestructuración policial es
un aspecto fundamental de la reforma del Estado y tiene como propósito dignificar la función policial,
mejorar los servicios que la institución brinda y acercar a la Policía Nacional del Perú a la comunidad”.
Mediante la Resolución Suprema 0200-2002-IN, del 15 de marzo del 2002, se aprueba el Informe Final de
la Comisión Especial de Reestructuración Policial.
2 La Constitución Política del Perú de 1979, en su artículo 277, señalaba lo siguiente: “Las Fuerzas
Policiales están constituidas por la Guardia Civil, la Policía de Investigaciones y la Guardia Republicana
tienen por finalidad fundamental mantener el orden interno, preservar, conservar el orden público, garanti-
zar el cumplimiento de las leyes, la seguridad de las personas y los patrimonios público y privado así como
prevenir y combatir la delincuencia”.
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo VI: Policía y administración de justicia
La PNP está regulada por su Ley Orgánica, aprobada mediante la Ley 27238,
publicada el 22 de diciembre de 1999. Esta norma define a la PNP como una
institución del Estado creada para garantizar el orden interno, el libre ejercicio de los dere-
chos fundamentales de las personas y el normal desarrollo de las actividades ciudadanas.
Es profesional y jerarquizada. Sus integrantes representan la ley, el orden y la seguridad en
toda la República y tienen competencia para intervenir en todos los asuntos que se relacio-
nan con el cumplimiento de su finalidad fundamental.
1.1 Funciones
Las funciones son aquellas obligaciones emanadas del ejercicio del servicio
policial. De acuerdo con lo señalado en su Ley Orgánica, Ley 27238, y lo regulado
en su Reglamento, aprobado mediante el Decreto Supremo 008-2000-IN, la PNP
cumple, entre otras, las siguientes funciones:3
3 Artículo 7 de la Ley 27238, Ley Orgánica de la Policía Nacional del Perú. Artículo 9 del Reglamento
de la Ley Orgánica de la Policía Nacional del Perú, aprobado mediante Decreto Supremo 008-2000-IN.
138
Manual del sistema peruano de justicia
1.2 Atribuciones
Las atribuciones son las potestades que tiene la policía, a través de sus miem-
bros, en el ejercicio de su cargo. Según lo establecido en su Ley Orgánica (artículo
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Capítulo VI: Policía y administración de justicia
8) y en su Reglamento (artículo 10), la PNP tiene, entre otras, las siguientes atribu-
ciones:
1.3 Facultades
Las facultades son las acciones que le está permitido realizar al personal poli-
cial en el marco del servicio que brinda. De acuerdo con lo indicado en la Ley
Orgánica de la PNP (artículo 9) y su Reglamento (artículo 11), entre las facultades
que tiene la PNP se pueden mencionar las siguientes:
140
Manual del sistema peruano de justicia
2. Estructura policial
Sobre la base de las recomendaciones de la Comisión de Reestructuración de la
PNP, a través del Decreto Supremo 016-2002-IN, publicado el 29 de noviembre del
2002, se modificó la estructura orgánica de la PNP. Dicha estructura ha quedado
constituida de la siguiente manera:
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Capítulo VI: Policía y administración de justicia
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo VI: Policía y administración de justicia
2.5.4 Comisarías
La comisaría es una dependencia fundamental de la función policial. Es el
primer punto de contacto entre la población y la PN, y constituye el núcleo básico
de la misma. La comisaría desarrolla, entre otras, acciones de prevención e inves-
tigación del delito, así como de promoción de la participación ciudadana en materia
de seguridad. Por la importancia que las comisarías tienen en la reestructuración
policial, se propugna repotenciarlas, rediseñando su estructura en cuatro módulos:
prevención, investigación, atención al ciudadano y administración.
144
Manual del sistema peruano de justicia
4. Reforma policial
El actual gobierno, mediante Resolución Suprema 0965-2001-IN, del 3 de oc-
tubre del 2001, constituyó una Comisión Especial encargada de llevar a cabo el
diagnóstico institucional y definir la agenda y el cronograma del proceso de rees-
tructuración policial. Dicha comisión estuvo presidida por el ministro del Interior e
integrada por altos mandos de la PNP y de la alta dirección del Ministerio del
Interior, así como por personalidades de la sociedad civil.4
4 La comisión estuvo integrada por el ministro del Interior, señor Fernando Rospigliosi Capurro, quien
la presidió; el viceministro del Interior, Dr. Gino Costa Santolalla; el director general de la PNP, general de
policía Armando Santisteban de la Flor, quien después fue reemplazado por el general de policía José Tisoc
Lindley; el general PNP Enrique Yepes Dávalos; el general PNP Gustavo Carrión Zavala; el coronel PNP
Benedicto Jiménez Baca, asesor del Despacho Ministerial; el coronel PNP Juan Bermúdez Lizárraga, ase-
sor del Despacho Ministerial; el suboficial brigadier PNP César Chávez Cáceres; el Dr. Jorge Avendaño
Valdez; el señor Carlos Basombrío Iglesias, asesor del Despacho Ministerial; el señor Juan Briceño Pomar,
asesor del Despacho Ministerial; la señora Zenaida Solís Gutiérrez; la señora Susana Villarán de la Puente
y el ingeniero Arturo Woodman Pollit.
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Capítulo VI: Policía y administración de justicia
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo VI: Policía y administración de justicia
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Manual del sistema peruano de justicia
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Bibliografía
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Manual del sistema peruano de justicia
Capítulo VII:
El sistema penitenciario
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Capítulo VII: El sistema penitenciario
152
Manual del sistema peruano de justicia
1. Marco constitucional
y principios básicos del régimen penitenciario
153
Capítulo VII: El sistema penitenciario
El sistema de Naciones Unidas cuenta con las Reglas Mínimas para el Trata-
miento de Reclusos,1 entre las que destaca la exigencia de un trato igualitario y sin
ningún tipo de discriminación para los internos, así como la diferenciación por
categorías, es decir, que se mantengan separados los hombres de las mujeres, los
procesados de los condenados, y los jóvenes de los adultos.
También se cuenta con los Principios Básicos para el Tratamiento de Reclusos
de 1990,2 en los que se ratifica que toda persona “sometida a cualquier forma de
detención o prisión será tratada humanamente y con el respeto debido a su dignidad
inherente al ser humano” (Principio 1), así como que “toda forma de detención o
prisión y las medidas que afectan a los derechos humanos de las personas someti-
das a cualquier forma de detención o prisión deberán ser ordenadas por un juez…”
(Principio 4).
Si bien en el ámbito interamericano no existe un instrumento normativo especí-
fico que regule el régimen penitenciario de los países de la región, se deben conside-
rar como normas de aplicación general la Convención Americana sobre Derechos
Humanos,3 la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura,4
así como la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre.5
1 Aprobadas en el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamien-
diciembre de 1990.
3Aprobada por la Conferencia Especializada Interamericana en Derechos Humanos en San José de
Costa Rica, el 22 de noviembre de 1969.
4 Aprobada por la Asamblea General de la OEA el 9 de diciembre de 1985.
5 Artículo XXV: “...Tiene derecho también a un tratamiento humano durante la privación de su
libertad.”
154
Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo VII: El sistema penitenciario
b. Beneficios penitenciarios
Los beneficios, que se inscriben en la fase de ejecución de la sentencia, están
inspirados en la necesidad de preparar al interno para la libertad y mitigar el aisla-
miento que le produce la pena de prisión (Pedraza 1999, p. 110). Estos beneficios
se encuentran regulados en el capítulo IV del Código de Ejecución Penal.
El permiso de salida, regulado por el artículo 43, permite al interno mantener el
vínculo con su familia a través de salidas del centro penitenciario por un plazo no
mayor de 72 horas. Para poder acceder a este permiso se requiere haber observado
una buena conducta a lo largo del internamiento.
La redención de la pena por el trabajo y la educación es otro beneficio contem-
plado en los artículos 44 a 47 del Código. Éste permite al interno reducir la dura-
ción de la pena a través del desempeño de una actividad laboral o educativa realiza-
da bajo el control de la administración penitenciaria.
La semilibertad, por su parte, permite que aquellos sentenciados que hayan
cumplido la tercera parte de su condena y no tengan ningún proceso pendiente con
156
Manual del sistema peruano de justicia
157
Capítulo VII: El sistema penitenciario
quieran la prestación de servicios de los internos y que puedan brindar apoyo gra-
tuito en las acciones educativas que se deben desarrollar como parte del plan de
ejecución de penas de limitación de días libres.8 Así mismo, la referida ley fue
modificada por la Ley 27935,9 que amplía la posibilidad de inscripción en el regis-
tro a otras entidades públicas o privadas.
b. Funciones
Dentro de las competencias del INPE se encuentra realizar investigaciones so-
bre la criminalidad y elaborar políticas de prevención del delito y de tratamiento del
delincuente, desarrollar acciones de asistencia pospenitenciaria en coordinación
con los entes gubernamentales, dictar normas técnicas y administrativas sobre cons-
trucción de la infraestructura penitenciaria, aprobar reglamentos internos y reali-
zar toda coordinación necesaria para adecuar la legislación penal y penitenciaria al
cumplimiento de la finalidad resocializadora propia del sistema progresivo en tra-
tamiento penitenciario.
c. Personal penitenciario
De acuerdo con la necesidad de contar con personal debidamente calificado
para cumplir con los objetivos del sistema penitenciario, los trabajadores del INPE
8 Artículo 4 de la Ley 27030, Ley de Ejecución de las Penas de Prestación de Servicios a la Comuni-
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Manual del sistema peruano de justicia
10 Decreto ley 25475, Ley que Tipifica y Sanciona el Delito de Terrorismo, del 6 de mayo de 1992.
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Capítulo VII: El sistema penitenciario
14 Este beneficio redime la pena a razón de un día de pena por siete días de labor efectiva, la misma
que se acreditará mediante la planilla de control laboral. Su finalidad es que el interno acceda con anticipa-
ción a la libertad por cumplimiento de condena.
15 Este beneficio redime la pena a razón de un día de pena por siete días de labor efectiva, la que se
acreditará a través de la evaluación mensual de los estudios con notas aprobatorias. Su finalidad es que el
interno acceda con anticipación a la libertad por cumplimiento de condena.
16 Sólo podrán acogerse a este beneficio penitenciario los internos que hayan cumplido efectivamente
las tres cuartas partes de la pena impuesta, y siempre que no tengan proceso pendiente con mandato de
detención.
160
Manual del sistema peruano de justicia
por la unidad especializada contra el terrorismo, así como los certificados de con-
ducta de cada uno de los establecimientos penitenciarios en los que haya estado
recluido el interno.17
El liberado que se vea beneficiado por la libertad condicional será impedido, de
manera inmediata, de salir del país; esta orden será emitida por el juez penal. Así
mismo, se le impondrán reglas de conducta y condiciones, como la prohibición de
frecuentar viviendas y locales vinculados con actividades que tengan relación tanto
con organizaciones terroristas como con órganos generados por éstas o que colabo-
ran con las mismas; en esta línea, la prohibición abarca también las visitas a inter-
nos por delitos de terrorismo y el establecimiento de contacto con ellos por cual-
quier medio de comunicación.
El liberado por libertad condicional también se encuentra prohibido de portar o
tener a disposición armas, insumos o elementos para elaborar explosivos, informa-
ciones de instituciones, listas de personajes o funcionarios, así como publicaciones
o manifestaciones relacionadas con la actividad terrorista o con personas o grupos
vinculados con ésta.18
El liberado no puede cometer nuevo delito doloso. Se encuentra obligado a no
ausentarse de la localidad donde reside y no variar de domicilio sin autorización
judicial previa; así mismo, debe comparecer de manera personal y obligatoria ante
la autoridad penitenciaria correspondiente, y en defecto de ésta, ante el juez penal o
mixto más cercano a su domicilio. Por último, también se encuentra obligado a
someterse al cumplimiento del programa de Tratamiento en Medio Libre que le
imponga la autoridad penitenciaria respectiva.19
Los órganos de control, inspección y supervisión del liberado son el repre-
sentante del Ministerio Público de su domicilio y la autoridad penitenciaria
correspondiente (Oficina de Tratamiento en Medio Libre), los que podrán efectuar
constataciones o inspecciones relacionadas tanto con el liberado como con su vi-
vienda.
Si el liberado incumple con las reglas de conducta o condiciones impuestas por
el juez penal, el beneficio puede ser revocado. Si es condenado por la comisión de
un nuevo delito doloso, la revocación de la libertad condicional es inmediata. Al ser
18 Reglas de conducta y condiciones de la liberación condicional, artículo 6 del Decreto Legislativo 927.
19 Ídem.
161
Capítulo VII: El sistema penitenciario
capaz de responder a las difíciles características de readaptación de esta clase de internos; sin embargo, lo
que más bien produjo fueron condiciones de hacinamiento al interior del penal y aislamiento respecto a sus
familiares y amigos.../
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Manual del sistema peruano de justicia
/... El derecho de visita constituía la única compensación que recibía el recluso como premio a su buen
comportamiento. Las visitas se podían realizar el día de su onomástico, los días de la Madre o del Padre, y
en Navidad; duraban una hora y el interno podía recibir hasta a tres familiares directos.
El régimen constaba de dos etapas: etapa cerrada de máxima seguridad, en la que se restringían al
máximo los contactos sociales y la libertad del interno, que era sometido a una estricta disciplina y vigilan-
cia; y etapa de promoción al régimen de mediana seguridad.
25 Este régimen respondía a una lógica de individualización y progresividad, de disciplina y medidas
de seguridad, que eran el común denominador de los diferentes tratamientos penitenciarios de esa época y,
como reiteramos, no cumplían con los objetivos de un adecuado régimen penitenciario.
Durante las dos primeras etapas, el derecho de visita se encontraba limitado, pues los encuentros se
realizaban en locutorios penitenciarios en los que se permitía el ingreso de hasta tres familiares directos.
Durante la tercera y cuarta etapa sí se realizaban encuentros cara a cara en los ambientes de visita.
Si el interno mantenía un buen comportamiento en la etapa de mínima seguridad especial, se le
concedía el derecho a recibir la visita de hasta tres familiares directos el día de su onomástico, el Día de la
Madre o del Padre y en Navidad. Las visitas, de dos horas de duración, se realizaban cara a cara.
Este régimen constaba de cuatro etapas: etapa cerrada de máxima seguridad, en la cual se presenta-
ba la figura del aislamiento continuo; la libertad del interno se reducía al mínimo, pues se le concedía
únicamente una hora de patio. Etapa de promoción a la mediana seguridad especial: los internos debían
participar obligatoriamente en las actividades de las áreas de trabajo y educación a las que eran asignados.
Etapa de mediana seguridad especial: los internos gozaban de dos horas de patio, mejora insuficiente si se
considera su condición de personas. Por último, la etapa de mínima seguridad especial, caracterizada por
ampliar las relaciones con el exterior con el fin de fortalecer y mantener las conductas socializadoras (man-
tenimiento del vínculo familiar, ejercicio de la capacitación laboral alcanzada).
26 Publicado el 23 de marzo del 2001.
27 Con respecto a las visitas del abogado defensor, no podrá limitarse el derecho del interno a entrevis-
163
Capítulo VII: El sistema penitenciario
carácter de inapelable y que no podrá adoptarse por un plazo mayor de 120 días,
prorrogables a través de una nueva resolución motivada.
Por último, el mismo decreto también concede a los consejos técnicos peniten-
ciarios la facultad de imponer similares restricciones en casos individuales. Estas
restricciones estarán sujetas a las mismas condiciones que se señalan en el párrafo
anterior, es decir, que se emita una resolución motivada que podrá ser apelada ante
la dirección regional correspondiente. La restricción no podrá exceder los 120 días
y se podrá prorrogar a través de una nueva resolución motivada.
29 La comisión que elaboró el Proyecto del Reglamento del Código de Ejecución Penal se conformó
durante el gobierno del presidente Valentín Paniagua, mediante las resoluciones ministeriales 351-2000-
JUS y 010-2001-JUS
30 Decreto Supremo 030-2001-JUS, publicado el 21 de setiembre del 2001.
164
Manual del sistema peruano de justicia
34 Reglamento del Régimen de vida y progresividad del tratamiento para internos de difícil readapta-
mientos penitenciarios.
38 Artículo 14, capítulo II, sobre derecho a la defensa, del Reglamento del Código de Ejecución Penal.
39 Órgano encargado de evaluar y determinar el régimen que será necesario aplicar a cada interno. Su
informe tendrá carácter vinculante para reasignar las etapas de internamiento en que se encuentran los
internos según el grado de readaptación que se refleje en su conducta. Como se señala en el artículo 97, este
órgano formulará el diagnóstico y el programa de tratamiento de cada interno en un término que no exceda
los 30 días.
165
Capítulo VII: El sistema penitenciario
166
Manual del sistema peruano de justicia
167
Capítulo VII: El sistema penitenciario
Bibliografía
BARATTA, Alessandro
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2001 De la exclusión a la confianza mediante el acceso a la justicia, Lima.
ZAFFARONI, Eugenio Raúl
1991 “La filosofía del sistema penitenciario en el mundo contemporáneo”, en Cuader-
nos de la Cárcel, Buenos Aires.
168
“Manual del sistema penitenciario de justicia”
Capítulo VIII:
La Defensoría del Pueblo
169
Capítulo VIII: La Defensoría del Pueblo
170
“Manual del sistema penitenciario de justicia”
Introducción
171
Capítulo VIII: La Defensoría del Pueblo
1. Misión y atribuciones
Las atribuciones y funciones asignadas a la Defensoría del Pueblo en el Perú
siguen el modelo presente en la mayoría de países latinoamericanos, y están regula-
das en la Constitución Política del Estado (título II, capítulo XI, artículos 161 y
162), en su Ley Orgánica (Ley 26520) y en su Reglamento de Organización y
Funciones (Resolución Defensorial 007-96/DP).
De acuerdo con el artículo 162 de la Constitución Política, corresponde a la
Defensoría del Pueblo ejercer las siguientes funciones:
172
“Manual del sistema penitenciario de justicia”
2. Facultades institucionales
Para llevar a cabo sus diferentes atribuciones, la Defensoría del Pueblo se en-
cuentra facultada para realizar una serie de acciones, las mismas que se encuentran
reguladas en su Ley Orgánica (artículo 9):
1) En primer lugar, el Defensor del Pueblo, como titular de la Defensoría, sea
directamente o a través de sus comisionados, y por iniciativa propia o a
solicitud de un ciudadano interesado, tiene la posibilidad de iniciar y prose-
guir investigaciones con relación a decisiones o actos administrativos que
puedan afectar la vigencia plena de los derechos constitucionales y funda-
mentales de la persona y de la comunidad.
Cabe precisar que estas investigaciones defensoriales pueden extenderse a
todo el ámbito de la administración pública, e incluir decisiones o actos no
necesariamente dolosos o malintencionados, sino también aquellas acciones
irregulares, defectuosas o negligentes. Así mismo, las investigaciones
defensoriales suelen incluir temas de alcance general, con carácter priorita-
rio, que afecten a un significativo número de personas.
2) El Defensor del Pueblo está facultado también para ejercitar diferentes ac-
ciones de garantía constitucional ante el Tribunal Constitucional, incluyen-
do las acciones de hábeas corpus, la acción de amparo, la acción de hábeas
data, la acción popular y la acción de cumplimiento, con el fin de que se
brinde una tutela judicial efectiva a los derechos de la persona.
Inclusive, en el caso de las acciones de hábeas corpus, la Defensoría del
Pueblo puede intervenir en los procesos judiciales para apoyar en la defensa
de la persona injustamente detenida.
3) En tercer lugar, la Defensoría del Pueblo está facultada para iniciar o parti-
cipar, por iniciativa propia o a pedido de parte, en cualquier procedimiento
administrativo cuya finalidad sea defender los derechos constitucionales y
fundamentales de una o más personas. Generalmente, esta atribución se ejer-
ce mediante el uso del derecho de petición, regulado por el artículo 2, inciso
5 de la Constitución Política del Estado.
4) En cuarto lugar, el Defensor del Pueblo tiene la facultad de iniciativa legis-
lativa, esto es, la capacidad de presentar ante el Congreso de la República
anteproyectos de ley con el fin de que sean revisados por las comisiones
parlamentarias, o de emitir informes sobre proyectos que estén siendo deba-
tidos por el Legislativo. Ello con el propósito de verificar que los proyectos
173
Capítulo VIII: La Defensoría del Pueblo
Una característica distintiva del Defensor del Pueblo es que éste no cuenta,
para cumplir sus atribuciones, con facultades coactivas o sancionadoras. A lo más,
el Defensor puede requerir a los funcionarios públicos que brinden la información
solicitada o que permitan la inspección de sus instalaciones u oficinas, apelando
para ello al deber de cooperación establecido en la Ley Orgánica de la Defensoría
del Pueblo (artículos 16 a 18). Por esta razón, la principal arma con que cuenta
para defender a los ciudadanos y solucionar sus conflictos con la administración
pública es ejerciendo la “magistratura de la persuasión”, esto es, mediante el uso de
mecanismos de convencimiento, mediación y conciliación, sea de manera directa o
indirecta –recomendaciones, denuncias públicas, etcétera–.
De otro lado, para el ejercicio de estas facultades, tanto el Defensor del Pueblo
como sus comisionados gozan de total independencia, no estando sujetos a mandato
imperativo. Tampoco reciben instrucciones de ninguna autoridad; están sometidos
únicamente a la Constitución y a sus normas internas. Ello se complementa con el
principio de inviolabilidad, que implica que el Defensor del Pueblo no responde, ni
civil ni penalmente, por las recomendaciones, reparos y, en general, por las opiniones
que emita en el ejercicio de sus funciones (artículo 5, segundo párrafo).
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“Manual del sistema penitenciario de justicia”
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Capítulo VIII: La Defensoría del Pueblo
Los motivos de este interés son conocidos: por un lado, la justicia militar gene-
ralmente ha excedido el ámbito de lo “estrictamente militar”, para juzgar delitos
comunes cometidos por miembros de las Fuerzas Armadas y Policiales; de otro
lado, durante la época de violencia política la justicia militar asumió indebidamente
el juzgamiento de civiles presuntamente involucrados en actos de terrorismo y trai-
ción a la patria, violando con ello principios fundamentales del debido proceso y
derechos esenciales de la persona humana. Por último, ha sido tradicional la falta
de respeto de este fuero especial por la justicia común; la justicia militar ha evitado
sistemáticamente la revisión de sus decisiones por parte del Poder Judicial (sobre el
particular, véase sección correspondiente).
En tal sentido, la labor de la Defensoría del Pueblo ha sido fundamental para
que se proceda a una revisión general del papel y de las funciones de la justicia
militar en una sociedad democrática, a partir de una serie de informes emitidos al
respecto. El primero de ellos, presentado en marzo de 1998, planteó una serie de
lineamientos para la reforma de la justicia militar, incluyendo su forma de organi-
zación, la definición de los delitos de función y la determinación clara de sus com-
petencias (Defensoría del Pueblo, 1998); posteriormente, en marzo del 2002, se
renovaron varios de estos planteamientos para ajustarlos al período de transición
democrática, y además se analizaron las propuestas de reforma en curso (Defensoría
del Pueblo, 2002). Finalmente, a inicios del presente año, se presentó un interesante
informe dirigido a analizar el tratamiento del delito de función en la legislación
nacional y en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (Defensoría del Pueblo, 2003), a fin de aportar
en una mejor definición de las competencias jurisdiccionales de la justicia común y
la militar.
180
“Manual del sistema penitenciario de justicia”
damentales de las personas, los mismos que vienen siendo tomados en cuenta en las
propuestas de reforma judicial.
En resumen, el papel que cumple la Defensoría del Pueblo respecto a la admi-
nistración de justicia es sumamente relevante, pues permite que se realice el control
externo de sus actividades, lo que a su vez ha posibilitado que se ponga en práctica
una serie de mejoras relacionadas con la tutela y el respeto de los derechos de las
personas.
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Capítulo VIII: La Defensoría del Pueblo
Bibliografía
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Capítulo IX:
El Consejo Nacional de la Magistratura
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo IX: El Consejo Nacional de la Magistratura
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Manual del sistema peruano de justicia
Innovación positiva
El nombramiento de jueces y fiscales por un órgano con las características del
actual CNM es una innovación introducida por la Constitución de 1993 y que se
considera un avance fundamental en relación con el pasado, por los siguientes
motivos:
- Se reducen enormemente las posibilidades de injerencia política en el nom-
bramiento de magistrados, pues el proceso ya no depende –como en el pasa-
do– de los poderes Judicial y Legislativo.
- El hecho de que el CNM sea una institución colectiva (compuesta por siete
miembros) y esté constituida por representantes de diversas entidades, pre-
viamente elegidos por ellas, reduce aún más todo tipo de injerencia en el
nombramiento de jueces y fiscales.
- El Poder Judicial y el Ministerio Público participan, es decir, no son ajenos
a este proceso, pero al contar sólo con dos de siete representantes, no lo
controlan.
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Capítulo IX: El Consejo Nacional de la Magistratura
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Manual del sistema peruano de justicia
Durante el régimen pasado se llegó a una situación en la que más de 80% de los
jueces y fiscales eran provisionales o suplentes, debido a las siguientes causas: la
mayoría de los titulares fueron destituidos en el contexto del golpe del 5 de abril de
1992; se crearon numerosos juzgados y salas transitorias; se paralizó el nombra-
miento de titulares por parte del CNM, tal como ya se ha explicado.
En el régimen anterior, este estado de provisionalidad significaba que la per-
manencia en el cargo dependía de la decisión discrecional de una autoridad del
sistema de administración de justicia subordinada al poder político –en el tiempo
de la Reforma Judicial, la Secretaría Ejecutiva de la Comisión Ejecutiva o de los
presidentes de Corte nombrados por dicha Comisión–, lo cual, obviamente, eli-
minaba toda posibilidad de independencia. Magistrado que no estaba dispuesto a
seguir determinadas directivas, podía ser trasladado, marginado o separado.
Peor aún: muchas veces los provisionales o suplentes no reunían los requisitos
establecidos por ley, como la antigüedad correspondiente, el porcentaje máximo de
provisionales, etcétera.
Terminar, entonces, con la provisionalidad como fenómeno permanente y gene-
ralizado es un objetivo nacional, y por tanto, la decisión del CNM de lograrlo a la
brevedad posible merece el respaldo y la colaboración de todos.
Sin embargo, el debate ahora se centra en si las disposiciones contenidas en el
referido reglamento de concursos para la selección y nombramiento de jueces y
fiscales está permitiendo o no que haya una buena selección que asegure que los
nombramientos recaigan en las personas adecuadas.
De acuerdo con este reglamento, la evaluación de candidatos debe hacerse en
función de tres componentes, para cada uno de los cuales se ha establecido determi-
nado peso:
- La valoración del currículum (peso dos)
- La prueba escrita (peso tres)
- La entrevista personal (peso tres)
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Capítulo IX: El Consejo Nacional de la Magistratura
En cada uno de los componentes hay una serie de rubros que son valorados y a
los que se les asignan determinados puntajes.
Sin embargo, en el mismo reglamento se contempla la posibilidad de que los
consejeros se aparten por completo de estos componentes, pesos y puntajes, al
disponerse, en el artículo 39 del reglamento, que la decisión se tomará por votación
y de acuerdo con el criterio de conciencia de cada magistrado:
Con el cuadro de calificaciones, los Consejeros reunidos en Pleno, y en uso de su criterio
de conciencia, proceden a nombrar, con el voto conforme de los dos tercios del número
legal de sus miembros al postulante o postulantes que obtuvieron calificación aprobatoria,
hasta cubrir las plazas vacantes en los grados y/o especialidades concursadas.
Procedimiento
Para la ratificación, el Consejo evaluará la conducta e idoneidad en el desem-
peño del cargo, considerando la producción jurisdiccional, los méritos, los infor-
mes de los colegios y asociaciones de abogados, así como los antecedentes acumu-
lados sobre la conducta del candidato; además, en cada caso se debe conceder una
entrevista personal (artículo 30 de la Ley Orgánica del CNM).
190
Manual del sistema peruano de justicia
Efectos
En la misma Constitución se establece que este proceso de ratificación “es
independiente de las medidas disciplinarias” (artículo 154, inciso 2 de la Constitu-
ción).
Según disposición expresa de la Constitución, los que no hayan sido ratificados
no pueden regresar al Poder Judicial ni al Ministerio Público. Sin embargo, hay
que considerar que, recientemente, una sentencia del Tribunal Constitucional, de
fecha 27 de enero del 2003, recaída en el caso Almenara Bryson, ha resuelto
–contraviniendo el mandato constitucional, según nuestra opinión– que “los magis-
trados no ratificados no están impedidos de postular nuevamente al Poder Judicial
o al Ministerio Publico”, sustentando su postura en que la ratificación no constitu-
ye una sanción sino un voto de confianza.
En la Constitución también se establece que “no son revisables en sede judicial
las resoluciones... del CNM en materia de evaluación y ratificación de jueces”
(artículo 142), dispositivo que ha dado lugar a distintas interpretaciones sobre sus
alcances, tal como posteriormente se verá.
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Capítulo IX: El Consejo Nacional de la Magistratura
Cuestionamientos
Sobre el tema de las ratificaciones, se viene produciendo en el país un debate
que ha dividido las opiniones en dos niveles:
- Quienes están a favor de mantener la figura de la ratificación y quienes
consideran que debe ser eliminada.
- Quienes están de acuerdo con la forma en la que, actualmente, el CNM viene
ratificando o no ratificando a los magistrados, y quienes tienen cuestio-
namientos respecto a esta forma de proceder.
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo IX: El Consejo Nacional de la Magistratura
da, en una parte, a la ratificación (de la que, expresamente, dice que es “indepen-
diente de las medidas disciplinarias”, inciso 2 del artículo 154 de la Constitución)
y, en otra, a la destitución; en este último caso, se establece expresamente la obliga-
ción de motivar la resolución final (inciso 3 del artículo 154 de la Constitución).
Sin embargo, desde diferentes ámbitos se viene cuestionando esta interpreta-
ción, punto de vista que compartimos. Así, podemos mencionar el dictamen de la
Comisión de Justicia del Congreso, que propuso un texto sustitutorio de la parte
pertinente de la Constitución, el mismo que fue aprobado con modificaciones por el
pleno del Congreso el 23 de octubre del 2002, en una primera votación. En dicho
proyecto se contempla el reconocimiento del derecho de defensa de los evaluados y
el deber de motivación de las resoluciones del CNM. En el mismo sentido se pro-
nuncia la Defensoría del Pueblo a través de su resolución defensorial 038-2002/Dl.
Lo cierto es que, respecto a este debate, el Tribunal Constitucional ya se ha
pronunciado, mediante una primera sentencia del 27 de enero del 2003, recaída en
la acción de amparo interpuesta por Almenara Bryson: le ha dado la razón al CNM,
al considerar que, constitucionalmente, no está obligado a motivar.
Sin embargo, contra la interpretación del CNM se puede plantear que sí proce-
den determinados recursos o acciones que no signifiquen una revisión en sede judi-
cial de lo resuelto por el CNM. Concretamente, nos referimos a:
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Manual del sistema peruano de justicia
Se añade que “la resolución final, motivada y con previa audiencia del interesa-
do es inimpugnable” (inciso 1, artículo 154 de la Constitución).
Las causales para la destitución de vocales y fiscales supremos están previstas,
taxativamente, en la Ley Orgánica del Poder Judicial, de acuerdo con las modifica-
ciones establecidas por la ley 27368, del 7 de noviembre del 2000, y son:
1) Ser objeto de condena a pena privativa de la libertad por delito doloso.
2) Haber cometido un hecho grave que, sin ser delito o infracción constitucional,
comprometa la dignidad del cargo y lo desmerezca en el concepto público.
3) Reincidir en un hecho que configure causal de suspensión, conforme con lo
establecido en la ley de la materia.
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Capítulo IX: El Consejo Nacional de la Magistratura
En estos casos, el Consejo puede actuar por denuncia de parte o de oficio, sin
perjuicio de las atribuciones que les correspondan a otros órganos.
Tanto para la destitución de vocales y fiscales supremos por parte del Consejo
como para la de jueces y fiscales en los otros niveles, la propia ley orgánica (artícu-
lo 34) ratifica las garantías previstas en la Constitución: es obligatoria la audiencia
previa y la revisión de informes, antecedentes y pruebas de descargo; además, la
resolución debe de ser motivada. También se contempla la posibilidad de disponer
la suspensión provisional.
Contra la resolución de destitución del Consejo, procede recurso de
reconsideración, siempre que se acompañe nueva prueba instrumental (artículo 34
de Ley Orgánica).
Existe un reglamento de procesos disciplinarios del CNM (publicado el 2 de
febrero del 2003), en el que se contempla una Comisión Permanente de Procesos
Disciplinarios, integrada por tres consejeros.
196
Manual del sistema peruano de justicia
Bibliografía
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197
Manual del sistema peruano de justicia
Capítulo X:
La independencia judicial
199
Capítulo X: La independencia judicial
200
Manual del sistema peruano de justicia
Introducción
¿Por qué tratar en un capítulo aparte de este manual un tema tan particular y
específico como la independencia judicial? ¿Cuál es la importancia de este tema?
En realidad, la independencia judicial es un tema clave para comprender mu-
chos de los problemas que afectan la administración de justicia. Sin una justicia
independiente, el Estado no puede garantizar eficazmente los derechos ciudadanos
que se vean afectados por los posibles desbordes o excesos en el ejercicio del poder
(Vásquez 2000, p. 18); así mismo, su carencia suele estar vinculada a temas como
la corrupción, el retardo de los procesos y la falta de transparencia e imparcialidad
en las decisiones judiciales. Por tal motivo, alcanzar una mayor independencia
judicial ha sido uno de los principales objetivos de los procesos de reforma de la
justicia en América Latina, y está considerado como una condición básica para
lograr una vigencia real del Estado de Derecho y un mayor desarrollo económico y
social (Vargas 2003, p. 34).
Sin embargo, lograr esta meta no es fácil, no sólo porque una característica
tradicional de nuestros poderes judiciales ha sido precisamente lo contrario, sino
por la permanencia de estructuras políticas, legales, sociales y culturales que aten-
tan contra dicha independencia. A ello debe agregarse que no existe una compren-
sión adecuada del tema, ya que muchas veces se exige a los jueces mantener su
independencia como un asunto ético cuando, en realidad, la independencia está más
relacionada con la presencia o ausencia de diversos mecanismos organizativos y
estructurales que garanticen la labor del juez frente a la sociedad, a fin de que sea
más responsable de sus actos (Pérez Perdomo).
Como veremos en el presente capítulo, felizmente los esfuerzos que se vienen
realizando para garantizar una mayor independencia de la justicia se han
201
Capítulo X: La independencia judicial
1. Independencia judicial:
una definición comprehensiva
Una de las dificultades que existen para entender la cuestión de la independen-
cia judicial es que ella comprende, en realidad, una diversidad de principios, dere-
chos y garantías fuertemente vinculados entre sí, de modo tal que la carencia o falla
en alguno suele afectar a los demás, lo que hace necesario que la protección de la
independencia judicial merezca un tratamiento integral.
En términos sencillos, la independencia judicial puede ser definida como la pre-
sencia de una actuación jurisdiccional libre de interferencias e influencias, de ma-
nera tal que los jueces decidan solamente conforme a Derecho y no basándose en
criterios extrajurídicos, sean éstos políticos, económicos, culturales y/o sociales.
Sobre la base de esta definición, podemos empezar a hacer algunas distincio-
nes. En primer lugar, es necesario diferenciar entre la independencia del órgano
judicial, como conjunto de órganos encargados de administrar justicia frente a
los otros poderes del Estado –o independencia institucional–, y la independen-
cia del juez particular, considerado individualmente como juzgador (Vásquez
2000, p. 18). Esta distinción es importante porque una no es sinónimo de la otra:
podemos encontrar poderes judiciales relativamente independientes del Ejecutivo o
Legislativo pero que mantienen un férreo control interno sobre las decisiones de los
jueces; o viceversa, ciertos jueces pueden mantener una conducta personal inde-
pendiente a pesar de que el Poder Judicial se encuentre sometido o cooptado por
otros poderes.
Como señala Vásquez, hay que tener presente que la independencia institucional
es un concepto secundario, ya que, si existe, es para garantizar la genuina indepen-
dencia judicial, como es la independencia personal de cada juez. El reconocimiento
de este aspecto ha sido objeto de una larga lucha, ya que hasta hace unos siglos
atrás la independencia institucional de la justicia fue el reclamo central de los ciu-
202
Manual del sistema peruano de justicia
1 No obstante, éste es y será siempre un tema delicado. La corriente realista del Derecho fue la que más
claramente permitió ver que, al interpretar la ley, los jueces no pueden escapar de los valores, principios y
representaciones existentes en su entorno social y cultural. Sin embargo, debemos considerar que las mis-
mas leyes son producto de su tiempo.
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Capítulo X: La independencia judicial
2 Algunos agregan, como requisito básico de la independencia judicial, que las decisiones judiciales
sean respetadas tanto por las partes como por las autoridades, aunque para otros ello tiene más relación con
la efectividad de la justicia (Banco Mundial, 2002).
204
Manual del sistema peruano de justicia
205
Capítulo X: La independencia judicial
mera, los PBIJ reconocen a los jueces derechos como la libertad de expresión y de
asociación, el contar con una adecuada remuneración y jubilación, el estar sujetos
a un proceso de selección o ascenso objetivo y no discriminatorio, el no ser removi-
dos o separados de sus cargos salvo por razones fundadas, el ser sometidos a medi-
das disciplinarias transparentes y el gozar de inmunidad por el ejercicio de sus
funciones; así mismo, se establecen deberes como el ser imparciales, y guardar la
reserva profesional sobre los procesos.
Sobre la independencia institucional, los PBIJ disponen el deber de toda
autoridad pública, y de los Estados en general, de respetar la independencia judi-
cial, de no entrometerse indebida o injustificadamente en los procesos judiciales,
de brindar a los poderes judiciales recursos adecuados para el desempeño de sus
funciones, de asegurar procedimientos de selección y ascenso objetivos y no
discriminatorios, y de contar con mecanismos disciplinarios transparentes y que
aseguren el debido proceso a los jueces. Así mismo, se establece que la asignación
de casos a los jueces es un asunto interno de la institución judicial, por lo que los
otros poderes públicos no pueden intervenir en este aspecto.3
Cabe indicar que los PBIJ reconocen, igualmente, que la independencia judicial
es, ante todo, una garantía para asegurar los derechos de las personas frente a la
administración de justicia, cuando establecen, en su artículo 6, que “el principio de
la independencia de la judicatura autoriza y obliga a la judicatura a garantizar que
el procedimiento judicial se desarrolle conforme a derecho, así como el respeto de
los derechos de las partes”. Éste será también el sentido con el que se recoja en
otros instrumentos internacionales, como en la Declaración sobre los Principios
Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso del Poder,
adoptada igualmente por la Asamblea General de las Naciones Unidas en noviem-
bre de 1985. De acuerdo con el artículo 4 de la misma, las víctimas de un delito
“tienen derecho a acceder a los mecanismos de la justicia y a una pronta reparación
del daño que hayan sufrido”; a ello agrega que “se establecerá y reforzarán, cuando
sea necesario, mecanismos judiciales y administrativos que permitan a las víctimas
obtener reparación mediante procedimientos oficiales u oficiosos que sean expedi-
tos, justos, poco costosos y accesibles”.
3 Esta norma se encuentra complementada con los Procedimientos para la Implementación Efectiva de
los Principios Básicos Relativos a la Independencia de la Judicatura, aprobados en última instancia por el
Consejo Económico y Social de Naciones Unidas en 1989.
206
Manual del sistema peruano de justicia
3. Mecanismos de protección
de la independencia judicial
Al amparo de estos instrumentos normativos, se ha ido desarrollando una
serie de instancias y mecanismos destinados a supervisar, proteger y/o denunciar
violaciones a la independencia judicial. Podemos distinguir hasta tres tipos de
ellos: i) mecanismos de protección creados a partir de convenciones o tratados
internacionales de carácter general, ii) mecanismos de protección establecidos
por organismos internacionales y iii) mecanismos de protección provenientes de la
sociedad civil.
4 Ambas directrices fueron aprobadas por el Octavo Congreso de las Naciones Unidas sobre Preven-
ción del Delito y Tratamiento del Delincuente, en setiembre de 1990, y por la Asamblea General de Nacio-
nes Unidas, en diciembre del mismo año.
207
Capítulo X: La independencia judicial
Cabe destacar, antes de iniciar este tema, que, a nivel regional, muchos de estos
mecanismos se han desarrollado en contrapunto con el avance de los instrumentos
normativos. Por otra parte, los mecanismos internacionales de protección han veni-
do cumpliendo también un importante papel en la región latinoamericana, y en
especial en el caso del Perú, como veremos seguidamente.
En el ámbito regional, encontramos a la Comisión y a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos como órganos de control y de juzgamiento establecidos en el
marco de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Como parte de su
mandato, ambos organismos se han venido pronunciando, en el marco de algunas
causas, respecto de la independencia judicial en los países de la región, lo cual ha
servido para marcar nuevos rumbos en el tratamiento de este tema en América Latina.
En lo que se refiere a los mecanismos internacionales, un órgano que ha adqui-
rido relevancia durante los últimos años es el Relator Especial de Naciones Unidas
sobre la Independencia de los Magistrados y Abogados de las Naciones Unidas,
como instancia adscrita a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos. Esta relatoría fue establecida por la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU en 1994, con los siguientes mandatos:
a) Investigar toda denuncia que se transmitiera al Relator Especial e informar
sobre sus contribuciones al respecto.
b) Identificar y registrar no solamente los atentados a la independencia del Po-
der Judicial, de los abogados y del personal y auxiliares de la policía, sino
también los progresos realizados en la protección y el fomento de esa inde-
pendencia, y hacer recomendaciones concretas, incluso sobre asistencia téc-
nica o servicios de asesoramiento, a los Estados interesados, cuando éstos lo
solicitaran.
c) Estudiar, por su actualidad y por su importancia, y con miras a formular
propuestas, algunas cuestiones de principio con el fin de proteger y afianzar
la independencia del Poder Judicial y de la abogacía.
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo X: La independencia judicial
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Manual del sistema peruano de justicia
5 De manera indirecta, sin embargo, es claro que, en tanto ciudadanos, los jueces gozan de estos
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Capítulo X: La independencia judicial
Con relación a la independencia personal del juez, los aspectos regulados son
mucho mayores, y cubren diversos capítulos de la LOPJ. En primer lugar, el
artículo 16 establece un reconocimiento general de dicha independencia, al indi-
car que
los magistrados son independientes en su actuación jurisdiccional dentro de su competen-
cia. Ninguna autoridad, ni siquiera los magistrados de instancia superior, pueden interferir
en su actuación. Están obligados a preservar esta garantía, bajo responsabilidad, pudiendo
dirigirse al Ministerio Público, con conocimiento del Consejo Ejecutivo del Poder Judi-
cial, sin perjuicio de ejercer directamente los derechos que les faculta la ley.
212
Manual del sistema peruano de justicia
Así mismo, dentro de este rubro se encuentran prohibiciones expresas para los
jueces, como aceptar de los litigantes o sus abogados, o por cuenta de ellos,
donaciones, obsequios, atenciones, agasajos o sucesión testamentaria a su favor o
a favor de sus parientes cercanos (artículo 196, inciso 2); admitir o formular reco-
mendaciones en procesos judiciales (artículo 196, inciso 4), y conocer un proceso
cuando él, su cónyuge o concubina, tenga o hubiera tenido interés o relación labo-
ral con alguna de las partes (artículo 196, inciso 7).
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Capítulo X: La independencia judicial
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo X: La independencia judicial
6 Entre ellos tenemos la sentencia expedida por el Tribunal Constitucional en el caso Bedoya de Vivanco,
que ordena su liberación; el caso contra los militares que participaron en la Operación Chavín de Huántar,
por presuntas ejecuciones extrajudiciales; y el caso del millón de firmas.
216
Manual del sistema peruano de justicia
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217
Capítulo X: La independencia judicial
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Manual del sistema peruano de justicia
Capítulo XI:
Asociaciones de Magistrados
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Capítulo XI: Asociaciones de Magistrados
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Manual del sistema peruano de justicia
Introducción
¿Cuál es la visión de juez que suelen tener los ciudadanos? Si hiciéramos esta
pregunta, lo más seguro es que la respuesta nos transmitiría la idea de un juez
aislado, sentado detrás de un escritorio atiborrado de papeles, rodeado de asistentes
y auxiliares, y que suele mirar con desconfianza a cualquier litigante que trate de
conversar con él, mostrando un escaso contacto con la realidad social.
Sin embargo, algo que no solemos pensar es que esta imagen del juez no es
“espontánea” ni “natural”. Por el contrario, es el resultado concreto de un modelo
de la magistratura que ha imperado a lo largo de nuestra vida republicana, que se
basa en la idea del juez “boca de la ley”, esto es, de un juez que, para resolver
cualquier caso que se le presente, no requiere conocer nada que vaya más allá de la
norma legal y del manejo de algunos criterios lógicos de interpretación. Esta con-
cepción parte, a su vez, de una idea del Derecho entendido como un sistema “cerra-
do, completo, lógicamente finito, del cual se puede derivar o deducir soluciones
para todo o cualquier caso individual, real o posible” (Souza, 2001, p. 7). Sistema
del cual el juez no puede apartarse, so pena de perder su imparcialidad, objetividad
y neutralidad.
Esta noción del Derecho y la idea de justicia que sustenta han sido objeto de
múltiples críticas, que han mostrado en qué escasa medida reflejan la realidad.
Por un lado, el Derecho no es –ni puede ser– una disciplina cerrada y completa en
sí misma, ya que cualquier sistema normativo muestra lagunas, vacíos, incohe-
rencias o contradicciones que, para regular eficazmente las relaciones sociales,
requieren ser resueltas o cubiertas, tarea que compete no sólo al legislador sino
también al juez, sobre todo cuando deben resolverse casos concretos que precisan
una respuesta legal. De esta manera, el juez no es un aplicador mecánico de la ley;
221
Capítulo XI: Asociaciones de Magistrados
222
Manual del sistema peruano de justicia
2 En sus versiones menos organizadas, estas asociaciones tienden a funcionar como “clubes sociales”
dedicados sobre todo al esparcimiento y a la prestación de diferentes servicios –de salud, comerciales,
bancarios, etcétera– entre sus asociados.
223
Capítulo XI: Asociaciones de Magistrados
3. Marco internacional
A pesar de sus diferencias, una lucha común que han mantenido las asociacio-
nes judiciales ha sido la elaboración y aprobación de un conjunto de normas y
principios internacionales dirigidos a brindar al juez un marco de garantías, dere-
chos y libertades en el que pueda desarrollar su labor jurisdiccional, a fin de conso-
lidar y asegurar su independencia funcional. En este marco normativo o estatutario,
el derecho de asociación tiene un lugar relevante, como veremos seguidamente.
En primer lugar, los Principios Básicos Relativos a la Independencia de la
Judicatura, adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas a fines de
1985 y que constituyen el principal referente sobre el tema en el ámbito internacio-
nal, recogen el derecho al asociacionismo judicial en dos de sus artículos. Por un
lado, el artículo 8 establece que
en consonancia con la Declaración Universal de Derechos Humanos y al igual que los
demás ciudadanos, los miembros de la judicatura gozarán de las libertades de expresión,
creencia, asociación y reunión, con la salvedad de que, en el ejercicio de esos derechos, los
jueces se conducirán en todo momento de manera que preserve la dignidad de sus funcio-
nes y la imparcialidad e independencia de la judicatura (el resaltado es nuestro).
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Capítulo XI: Asociaciones de Magistrados
3Cabe señalar que, inclusive en Venezuela, la actual Constitución Bolivariana dictada en 1999 prohíbe
expresamente a los jueces y juezas asociarse entre sí (artículo 256). Otras constituciones latinoamericanas
sólo mantienen silencio sobre el tema.
4 Artículo 127, inciso 1 de la Constitución Española: “Los Jueces y Magistrados así como los Fisca-
les, mientras se hallen en activo, no podrán desempeñar otros cargos públicos, ni pertenecer a partidos
políticos o sindicatos. La ley establecerá el sistema y modalidades de asociación profesional de los Jueces,
Magistrados y Fiscales”.
5 Similar prohibición se encontraba en el artículo 243 de la Constitución de 1979.
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Capítulo XI: Asociaciones de Magistrados
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Capítulo XI: Asociaciones de Magistrados
Cabe precisar que la Asociación, siguiendo a sus pares de otros países de Amé-
rica Latina, no se reconoce como una agrupación política, aunque manifiesta su
voluntad de “promover dentro de un marco de amplitud democrática, el análisis y
debate sobre los temas de interés, los que culminan con acuerdos que reflejan pos-
turas debatidas por sus integrantes”.
Esto se expresa muy bien en sus fines institucionales, que son los siguientes:
a) Contribuir decididamente a la promoción de las condiciones que hagan efec-
tivos los valores que la Constitución proclama.
b) Propugnar como medios complementarios la legitimación democrática del
Poder Judicial, la valorización de la Justicia de Paz, recabando para ella la
más amplia base efectiva y la más adecuada dotación de recursos, así como
la progresiva ampliación de sus competencias, velar por el estado de inde-
pendencia en el gobierno del Poder Judicial.
c) Ejercer el derecho constitucional de libertad de opinión y expresión en cuan-
to a la gestión, conducción, dirección del Poder Judicial y demás programas
cuya ejecución sea dispuesta a fin de lograr la más adecuada implementación
y a su vez el cumplimiento de los principios y derechos de la función juris-
diccional que contempla el artículo 139° de la Constitución.
d) Contribuir a la optimización del Sistema Judicial mediante propuestas ela-
boradas por los propios magistrados como operadores de dicho sistema.
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Capítulo XI: Asociaciones de Magistrados
232
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Bibliografía
233
Capítulo XI: Asociaciones de Magistrados
SANSÓ, Gerónimo
2003 “Avances del asociacionismo judicial en América Latina”, Jueces para la Demo-
cracia, boletín institucional de la Asociación de Jueces para la Justicia y Demo-
cracia N.° 3, mayo, Lima.
SOUZA, María de Lourdes
2001 El uso alternativo del Derecho. Génesis y evolución en Italia, España y Brasil,
Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de
Colombia e ILSA, Santa Fe de Bogotá.
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Manual del sistema peruano de justicia
Segunda Parte
Jurisdicciones especiales y demás órganos
de solución de conflictos
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Capítulo XII: La jurisdicción constitucional
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Manual del sistema peruano de justicia
Capítulo XII:
La jurisdicción constitucional y los procesos para
la protección de los derechos fundamentales
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Capítulo XII: La jurisdicción constitucional
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Introducción
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Capítulo XII: La jurisdicción constitucional
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Capítulo XII: La jurisdicción constitucional
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Capítulo XII: La jurisdicción constitucional
1 Pueden considerarse como violaciones al debido proceso dentro de un juicio situaciones tales como:
que la demanda no haya sido notificada al demandado, que no se haya permitido al afectado apersonarse e
intervenir en el proceso promovido en su contra, que se haya denegado sin fundamento la presentación o
actuación de pruebas, que la sentencia no esté motivada, etcétera.
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Capítulo XII: La jurisdicción constitucional
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Capítulo XII: La jurisdicción constitucional
Por otro lado, y buscando con ello preservar condiciones de seguridad y estabi-
lidad jurídica, la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional establece que esta ac-
ción puede promoverse dentro de los seis años de dictada la ley o norma legal cuya
constitucionalidad se cuestiona. La sentencia del Tribunal Constitucional que de-
clara inconstitucional una norma debe ser adoptada por el voto conforme de cinco
de los siete magistrados que lo integran;2 si esta votación no se alcanza, la demanda
se declara infundada y la norma conserva validez. La sentencia del Tribunal Cons-
titucional se publica en el diario oficial El Peruano. Si declara la inconstitucionalidad,
al día siguiente de su publicación se produce la derogación de la norma cuestiona-
da. Sin embargo, la sentencia no tiene efectos retroactivos, es decir que lo sucedido
2Originalmente, el Congreso dominado por el fujimorismo, al aprobar la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional, estableció que la sentencia que declaraba la inconstitucionalidad de una norma legal debía
adoptarse con el voto conforme de seis de los siete magistrados del Tribunal Constitucional. Con ello se
buscaba dificultar la obtención de este acuerdo y la posibilidad de declarar la inconstitucionalidad, favore-
ciendo la continuidad de las muchas normas inconstitucionales que dictó dicho régimen. El Congreso del
nuevo gobierno democrático rebajó de seis a cinco el número de votos necesarios para la sentencia de
inconstitucionalidad, medida positiva pero insuficiente, pues consideramos que el número sigue siendo alto
y debería exigirse sólo el logro de una mayoría absoluta compuesta por el voto favorable de más de la mitad
de los magistrados.
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Capítulo XII: La jurisdicción constitucional
Una de las formas en que la Constitución busca asegurar esta limitación del poder
estatal es la asignación y reparto de competencias a los distintos órganos que con-
forman el Estado, competencias que a veces son ejercidas de manera exclusiva por
un órgano y que, en otras situaciones, son poseídas de manera compartida por
diferentes instituciones.
Teóricamente, esta delimitación de responsabilidades puede ser muy clara, pero
la práctica concreta demuestra que no siempre lo es tanto, lo que puede generar
conflictos acerca de la determinación de competencias y atribuciones entre los ór-
ganos e instituciones estatales. Ello salta a la vista cuando, por ejemplo, estamos
ante un tema todavía no asignado con claridad a determinado órgano en particular;
o cuando dos o más instituciones asumen que son competentes para conocer del
asunto. Ello sin descartar los casos de aquellos órganos que, con conocimiento y
voluntad, quieren usurpar atribuciones que no les corresponden.
Sin duda, hay que dar una respuesta jurídica a todo este conjunto de situacio-
nes, sobre todo si la Constitución da la pauta de asignación de competencias. Para
solucionar tanto los denominados “conflictos positivos” –cuando más de un órgano
se asume competente para desempeñar determinada tarea– como los “negativos”
–cuando nadie quiere hacerse cargo de cierta responsabilidad–, la Constitución de
1993 ha establecido el proceso conocido actualmente como solución de conflictos
de competencia y atribuciones, al cual la propuesta de reforma constitucional, con
mayor rigor técnico, le da el nombre de proceso competencial.
En el caso peruano, estos procesos se siguen directamente en el Tribunal Consti-
tucional. Sin embargo, se hace necesario dar a conocer una muy discutida distinción
introducida en la actual Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (Ley 26435), se-
gún la cual los conflictos positivos o negativos generados por una ley o norma de
rango legal se tramitan bajo el mismo procedimiento que la acción de
inconstitucionalidad. En cambio, si el conflicto se deriva de normas de rango inferior
a la ley, el procedimiento que se debe seguir será el regulado específicamente en el
capítulo de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional que trata esta materia.
Están legitimados para interponer el proceso competencial los titulares de los
órganos o instituciones estatales en conflicto. Así mismo, están facultados para
acudir ante el Tribunal Constitucional con este objeto, una vez agotado el proceso
administrativo respectivo, los particulares que se sientan afectados por la negativa
de la institución estatal a asumir una competencia, por considerar que ha sido
asignada a otra entidad del Estado. La sentencia del Tribunal Constitucional que
resuelve el conflicto obliga a los poderes públicos y surte efecto ante todos.
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo XII: La jurisdicción constitucional
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Manual del sistema peruano de justicia
Bibliografía
ABAD, Samuel
1997 “La justicia constitucional en Perú”, Anuario iberoamericano de justicia consti-
tucional 1997, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid.
2003 “El proceso constitucional de amparo: aproximaciones desde la teoría general del
proceso”, Derecho Procesal Constitucional, Jurista Editores, Lima.
EGUIGUREN, Francisco
1997 “El hábeas data y su desarrollo en el Perú”, Derecho PUCP, N.° 51, Lima.
2002 Estudios constitucionales, ARA Editores, Lima.
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2000 De la jurisdicción constitucional al Derecho Procesal Constitucional, Grijley,
Lima.
LANDA, César
2003 Teoría del Derecho Procesal Constitucional, Palestra, Lima.
SAGÜES, Néstor
1988-1989 Derecho Procesal Constitucional, Astrea de A. y R. Desalma, vol. 3: Ac-
ción de Amparo, vol. 4: Hábeas Corpus, segunda edición, Buenos Aires.
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Manual del sistema peruano de justicia
Capítulo XIII:
La jurisdicción de las comunidades campesinas
y nativas
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Capítulo XIII: La jurisdicción de las comunidades campesinas y nativas
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Manual del sistema peruano de justicia
Introducción
1 Artículo 149: “Las autoridades de las Comunidades Campesinas y Nativas, con el apoyo de las
Rondas Campesinas, pueden ejercer las funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial de confor-
midad con el derecho consuetudinario, siempre que no violen los derechos fundamentales de la persona. La
ley establece las formas de coordinación de dicha jurisdicción especial con los Juzgados de Paz y con las
demás instancias del Poder Judicial”.
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Capítulo XIII: La jurisdicción de las comunidades campesinas y nativas
El artículo 149 tiene aplicación y vigencia inmediatas. Esto quiere decir que,
para desplegar efectos jurídicos, no necesita esperar que el Congreso dé una ley que
lo desarrolle y lo reglamente. Lo que sí se requiere es una ley para establecer la
coordinación entre la jurisdicción especial y, por otra parte, los juzgados de paz y
las demás instancias del Poder Judicial.
1. Base normativa
Sobre la jurisdicción especial comunal
- Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre
Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes. Aprobado e incorpo-
rado a la legislación nacional mediante resolución legislativa 26253, publi-
cada el 2 de diciembre de 1993.
- Constitución Política del Perú de 1993. Artículo 149.
Sobre rondas campesinas
- Ley 27908. Ley de Rondas Campesinas, publicada el 6 de enero del 2003.
Sobre comunidades campesinas
- Ley 24656. Ley General de Comunidades Campesinas, publicada el 13 de
abril de 1987.
Sobre comunidades nativas
- Decreto ley 22175. Ley de Comunidades Nativas y de Desarrollo Agrario de
la Selva y de Ceja de Selva, publicada el 9 de mayo de 1978.
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Manual del sistema peruano de justicia
Derecho de consulta2
- Convenio 169 OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales (1989), artículo 6.2.
2 Toda reforma legal o medida administrativa que afecte directamente a los pueblos indígenas deberá
ser consultada previamente con los mismos.
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Capítulo XIII: La jurisdicción de las comunidades campesinas y nativas
3
Derecho a juzgar los delitos y las faltas según sus propias costumbres, en la medida en que sean
compatibles con el sistema jurídico nacional y con los derechos humanos internacionalmente reconocidos.
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Manual del sistema peruano de justicia
situación debe ser corregida por medio de una reforma constitucional. Más aún
cuando hay rondas campesinas que se han creado en algunos lugares en los que no
existen comunidades campesinas ni comunidades nativas, supuesto que no ha sido
contemplado por el constituyente. En aquellas zonas –como por ejemplo Cajamarca,
Huaraz, Nuñoa, etcétera– la ronda campesina juega un papel todavía más impor-
tante en la vida social.
Consideramos que, en dichos casos, la Constitución Política debería estable-
cer, jurídica y formalmente, que las rondas campesinas pueden administrar justicia
a través de sus órganos, elegidos según sus estatutos y su propia normatividad.4 Sin
embargo, no podemos dejar de reconocer que, ante la poca claridad del precepto
constitucional, existen interpretaciones del artículo 149 que sí les reconocen juris-
dicción especial a las rondas (ver, por ejemplo, Yrigoyen, 1994, p. 20).
Finalmente, no hay que perder la perspectiva de que el artículo 149 no dice
“deben” sino “pueden” ejercer funciones jurisdiccionales. Esto quiere decir que la
jurisdicción es una opción y no una obligación de las comunidades campesinas y
nativas.
4 Revisar los artículos 1 y 7 de la Ley 27908, publicada el 6 de enero del 2003, denominada Ley de
Rondas Campesinas
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Capítulo XIII: La jurisdicción de las comunidades campesinas y nativas
tales como la captura y/o detención de los presuntos responsables del hecho denun-
ciado, las investigaciones orientadas a esclarecer los hechos, la acusación ante las
autoridades comunales o nativas, pero de ninguna manera el ejercicio de la función
jurisdiccional.
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo XIII: La jurisdicción de las comunidades campesinas y nativas
5. Comentario final
Hablar de la jurisdicción especial es hacer referencia a los mecanismos de solu-
ción de conflictos en el mundo rural de nuestro país; es hablar de una realidad
antigua en el mundo social, pero ignorada en la legislación positiva durante mucho
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo XIII: La jurisdicción de las comunidades campesinas y nativas
6. Bibliografía
266
Manual del sistema peruano de justicia
PEÑA, Antonio
1994 “La otra justicia: A propósito del artículo 149 de la Constitución peruana. Plura-
lismo jurídico en el Perú”, Desfaciendo Entuertos N.° 3-4. IPRECON, Lima.
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Universidad Católica del Perú, Lima.
YRIGOYEN, Raquel
1994 “Apuntes sobre el artículo 149 de la Constitución peruana: alcances, límites, con-
secuencias y retos”, Desfaciendo Entuertos, N.º 3-4, Lima.
1999 Pautas de coordinación entre el Derecho indígena y el Derecho estatal, Funda-
ción Mirna Mack, Guatemala.
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Manual del sistema peruano de justicia
Capítulo XIV:
Los tribunales militares
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Capítulo XIV: Los tribunales militares
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Manual del sistema peruano de justicia
1. Antecedentes históricos
La Carta de 1993, al igual que todas las constituciones que ha tenido el Perú,
señala, en su artículo 139.1, que “Son principios y derechos de la función jurisdic-
cional: [...] La unidad y exclusividad de la función jurisdiccional. No existe ni
puede establecerse jurisdicción alguna independiente, con excepción de la militar
y la arbitral” (resaltado nuestro). ¿Eso significa, entonces, que los tribunales mili-
tares son independientes? ¿Eso significa, entonces, que son un Poder Judicial dis-
tinto del Poder Judicial común?
La respuesta no es sencilla y, con cargo a desarrollarla, adelantamos que esa
disposición constitucional no significa necesariamente que los tribunales militares
son independientes ni que son un Poder Judicial distinto dentro del Poder Judicial.
Si bien es cierto que, seguramente, la intención de muchos de los constituyentes que
redactaron las sucesivas Cartas que hemos tenido fue consagrar una justicia militar
independiente y distinta de la justicia común –como muestra clara de la abdicación
del poder civil frente al poder militar–, también es cierto que el actual texto consti-
tucional responde, en parte, a la inercia de una fórmula o redacción que data del
siglo XIX y que se ha mantenido casi inalterada.
¿Cuál es el origen de los tribunales militares? El sistema jurídico español con-
templaba la existencia de tribunales militares, como fiel expresión de una sociedad
de castas o del ancien régime (Antiguo Régimen, el de la monarquía absoluta), en
el que no todos eran iguales ante la ley y determinados grupos sociales –como los
nobles, los militares o los sacerdotes– ostentaban una serie de privilegios, entre
otros, ser juzgados por un fuero especial, distinto del que utilizaba el “común” de
las personas. De ahí provienen las expresiones tan difundidas fuero militar y fuero
común.
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Capítulo XIV: Los tribunales militares
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Manual del sistema peruano de justicia
en tiempos de paz, no hay tribunales militares ni siquiera para casos concretos, sino
que toda controversia militar se ventila ante los tribunales ordinarios. El tercer
modelo es el existente en España, Italia y en la mayoría de países de América
Latina, en los que sí existen tribunales militares permanentes en tiempos de paz.
Por supuesto, en tiempos de guerra en los tres modelos se constituyen
automáticamente tribunales militares.
Concentrémonos en el modelo de tribunales militares permanentes en tiempos
de paz, pues el Perú se inscribe dentro del mismo. ¿Cuáles son sus principales
características?
• Como contrapeso a la existencia de tribunales militares permanentes en tiem-
pos de paz –que según han demostrado la realidad y la historia, son una
fuente potencial de arbitrariedades–, se rodea a éstos de un conjunto de ga-
rantías y límites.
• Una de las principales garantías es el sometimiento de las decisiones de los
tribunales militares al control final del Poder Judicial y, en especial, de la
Corte Suprema. En otras palabras, la “última instancia” no es el tribunal
militar sino la Corte Suprema.
• En la composición de los tribunales militares suele exigirse la presencia de
profesionales del Derecho y no sólo de personal de armas, como garantía de
mayor “tecnificación” jurídica de dichos tribunales.
• Se exige también la desvinculación de los tribunales militares del mando
castrense, como garantía de independencia de los jueces.
• Por último, se pide que el juez militar, independientemente de que forme
parte del Poder Judicial o de una organización judicial propia, sea un “juez
ordinario”, esto es, un juez rodeado de todas las garantías judiciales: inde-
pendencia, inamovilidad, debido proceso, derecho de defensa, etcétera. En
otras palabras, se le pide que se rija por el capítulo de la Constitución refe-
rido al Poder Judicial y no por el de Fuerzas Armadas.
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Por ende, legalmente, los tribunales militares forman parte de las Fuerzas Ar-
madas, esto es, del sector Defensa del Poder Ejecutivo, y no del Poder Judicial.
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mo, forma parte del mismo con voz pero sin voto (artículo 71 de la LOJM) y sus
principales atribuciones son las siguientes (artículo 73 de la LOJM):
• Opinar en todas las causas que se elevan al Consejo Supremo de Justicia
Militar.
• Redactar y proponer los proyectos de decisión del Consejo Supremo.
• Vigilar la actuación de los auditores de los consejos de guerra.
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Bibliografía
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Capítulo XV:
El arbitraje
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Capítulo XV: El arbitraje
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Manual del sistema peruano de justicia
Introducción
Por muy diversas razones, entre las que destacan la aguda crisis del Poder
Judicial, el crecimiento de la conflictividad, la complejidad de las relaciones co-
merciales y la necesidad de impulsar una “cultura de paz”, se viene fomentando el
uso de medios alternativos de resolución de conflictos (MARC) como instrumentos
de procesamiento y composición de la conflictividad inherente a la vida en sociedad
–tan compleja, además, actualmente–.
El altísimo índice de desaprobación del Poder Judicial –que supera 80%–, así
como la enorme congestión en el trámite de los procesos –con más de 1.200.000
causas pendientes–, que en parte responden a una cultura altamente litigiosa, mues-
tran con claridad el desbordamiento de los servicios estatales de solución de con-
flictos, lo que llega a generar opiniones en el sentido de que “la dilación excesiva de
los juicios y la degradación de la calidad de los pronunciamientos, está llevando en
la práctica a un estado virtual de negación del acceso a la justicia” (Caivano, p. 4).
Sin pretender que la solución integral de tan señalados problemas pase única o
principalmente por el fomento de los MARC, en nuestro país se han materializado
algunas alternativas dirigidas a generarles a éstos un espacio para que sirvan como
instrumentos destinados a modificar nuestra cultura de solución judicial de las dis-
putas y ayuden a aliviar los agudos problemas de carga procesal antes menciona-
dos. Cabe destacar, entre estas medidas, la promulgación de la Ley General del
Arbitraje en 1992 (Decreto Ley 25935), regulándose por primera vez esta materia
en una norma específica –antes formaba parte del Código Civil–, y de la Ley de
Conciliación Extrajudicial en 1997 (Ley 26872). Al estudio del arbitraje está dedi-
cado este capítulo, en tanto que al de la conciliación extrajudicial se destina el
capítulo V de esta obra.
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Capítulo XV: El arbitraje
De otra parte, se podría señalar que las características que más resaltan de este
mecanismo de solución de conflictos giran alrededor de los valores siguientes: ori-
gen consensual (mayoritariamente), privacidad, flexibilidad, informalidad, espe-
cialización, eficiencia y calidad.
Finalmente, habría que resaltar que los principales MARC son:
- La negociación, entendida como el proceso a través del cual dos (o más)
partes con intereses enfrentados buscan una solución consensuada (acuerdo)
y mutuamente satisfactoria, a partir de tratativas directas.
- La conciliación-mediación, que consiste fundamentalmente en la misma bús-
queda de acuerdo, pero con la presencia de un tercero que cumple las funcio-
nes de facilitador, eventualmente, haciendo propuestas. La solución sigue
estando en manos de las partes involucradas, pero se recurre a un tercero que
las ayude a lograr la solución consensuada.
- El arbitraje, en cambio, implica generalmente que las partes busquen a
un tercero, diferente del Poder Judicial, a quien le entregan la solución de
su conflicto, por su propia voluntad o por mandato legal. Se sale así del
ámbito de la composición del conflicto por los propios involucrados y,
dejando de lado al Poder Judicial, se ingresa en el de la entrega de la
solución a otra persona, cuya decisión (laudo) deberá ser necesariamente
cumplida.
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Manual del sistema peruano de justicia
para las partes –para que este mandato se haga efectivo, sí se puede recurrir a los
tribunales ordinarios–.
Por lo dicho, muchos autores le reconocen al arbitraje el carácter de jurisdic-
ción alternativa a la judicial; sin embargo, ya sea por su naturaleza privada o
porque no tiene poder de coerción, otros autores consideran que carece de naturale-
za jurisdiccional. En todo caso, hay que señalar que mientras el Poder Judicial es
un servicio de resolución de conflictos al que puede recurrir cualquier persona
(carácter general y genérico), el arbitraje está reservado para disputas concretas,
ya sea porque así se ha convenido o porque así viene previsto por una disposición
legal (carácter limitado y especial).
En el plano normativo, se debe apuntar que la Constitución reconoce la existen-
cia de una jurisdicción arbitral (artículo 139) y luego se menciona expresamente al
arbitraje como un mecanismo opcional de solución de conflictos contractuales (ar-
tículo 62), incluso cuando en ellos se encuentran inmersos el Estado y las personas
de derecho público, en la forma que disponga la ley (artículo 63). El desarrollo
legal de estas disposiciones se encuentra consolidado en la Ley General de Arbitra-
je (LGA, en adelante), N.° 26572, debiendo indicarse, desde ya, que siendo un
instituto privado por excelencia, el papel de la voluntad de las partes es muy gran-
de, pues va desde el propio sometimiento a arbitraje de la controversia y la preci-
sión de ésta hasta el establecimiento de garantías o el otorgamiento de facultades
especiales a los árbitros para asegurar el cumplimiento del laudo.
Finalmente, en el ámbito de las materias que pueden someterse a arbitraje, su
alcance está restringido a las controversias sobre las cuales las partes tienen facul-
tad de disposición, excluyéndose expresamente por el artículo 1 de la LGA las
siguientes:
- Las que versan sobre el estado o la capacidad civil de las personas, así como
las relativas a bienes o derechos de incapaces sin contar con previa autoriza-
ción judicial.
- Aquellas sobre las que ha recaído resolución judicial firme, salvo las conse-
cuencias patrimoniales que surjan de su ejecución, en cuanto conciernan
exclusivamente a las partes del proceso.
- Las que interesan al orden público o que versan sobre delitos o faltas. Sin
embargo, sí podrá arbitrarse sobre la cuantía de la responsabilidad civil, en
tanto ella no hubiera sido fijada por resolución judicial firme.
- Las directamente concernientes a las atribuciones y funciones de imperio del
Estado o de las personas o entidades de derecho público.
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Capítulo XV: El arbitraje
2. Clases de arbitraje
Atendiendo a distintos criterios, el arbitraje puede ser voluntario o forzoso,
individual o colegiado, ad hoc o institucional, de derecho o de conciencia, y nacio-
nal o internacional.
que cualquier conflicto que surja como consecuencia del contrato suscrito se resolverá recurriendo al arbi-
traje, por ejemplo–.
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Manual del sistema peruano de justicia
tración de arbitrajes; éstas cuentan con una lista de árbitros, personal administrati-
vo, así como reglas procesales organizadas en un reglamento.2 A partir de ello, se
diferencia entre el arbitraje que recurre a estas instituciones y se sujeta a las reglas
preestablecidas, y aquél que carece de tal sustrato organizacional y normativo, en
el cual son las propias partes las que establecen las reglas que regirán el proceso:
mecanismos de elección de árbitros, lugar, idioma, reglas procesales, plazo para
laudar, recursos, etcétera.
2 Los centros de arbitraje de la Pontificia Universidad Católica del Perú o de la Cámara de Comercio
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Capítulo XV: El arbitraje
3. El convenio arbitral
En los arbitrajes voluntarios, el convenio arbitral viene a ser “el acuerdo por el
que las partes deciden someter a arbitraje las controversias que hayan surgido o
puedan surgir entre ellas, respecto de una determinada relación jurídica contractual
o no contractual” (artículo 9 de la LGA). Por tanto, el convenio obliga a quienes lo
han firmando –y a sus herederos– a la realización de cuantos actos sean necesarios
para que el arbitraje se desarrolle y pueda tener plenitud de efectos.
Si bien debe celebrarse necesariamente por escrito para tener validez, el arbi-
traje puede adoptar la forma de un acuerdo independiente o de una cláusula inclui-
da en un contrato. Y no sólo puede estar en un documento suscrito por ambas partes,
dado que también se considera que el convenio se ha formalizado por escrito cuando
la voluntad de someterse a arbitraje se plasma inequívocamente en un intercambio de
cartas o de cualquier otro medio de comunicación o correspondencia.
También cabe entender que se ha formalizado por escrito el convenio arbitral
cuando, a pesar de no existir acuerdo previo, una de las partes somete la controver-
sia a arbitraje y la otra acepta expresamente tal decisión o no la objeta y se apersona
en el proceso, así como cuando consta en un testamento y gira alrededor de los
derechos hereditarios.
Así mismo, se considera que estamos ante la presencia de un convenio arbitral
válido cuando en los estatutos o normas equivalentes de las personas jurídicas se
establece obligatoriamente el arbitraje para las controversias que pudieran tener
con sus miembros, socios o asociados; para las que surjan entre ellos respecto de
sus derechos; y para las demás que versen sobre la materia relacionada con sus
actividades, fines u objeto social.
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Manual del sistema peruano de justicia
4. Los árbitros
El árbitro juega el papel protagónico en este medio de solución de conflictos, en
la medida en que será la persona a quien las partes encarguen la resolución de una
controversia, por lo que no puede representar, bajo ningún concepto, los intereses
de ninguna de ellas, y debe ejercer el cargo con estricta imparcialidad y absoluta
discreción. Ha de tener, pues, plena autonomía y no puede estar sometido a orden,
disposición o autoridad que menoscabe sus atribuciones (artículo 18 de la LGA).
En tal sentido, para el éxito de su función no sólo debe cumplir con severos requi-
sitos de solvencia profesional y moral, sino que hay que tener presente incluso otros
planos, como los referidos a su experiencia como árbitro o su capacidad de tomar
decisiones justas.
Los árbitros son remunerados, salvo pacto en contrario, y el monto de sus
honorarios será fijado por el propio tribunal, en el caso de ser ad hoc, o se calculará
según la tabla correspondiente, si fuera institucional; en este último caso, hay que
pagar además los costos de organización y gestión del arbitraje.
La designación de los árbitros se hará de común acuerdo por las partes o por un
tercero, siendo lo usual que, en el arbitraje institucional, la persona que cumple la
función sea designada por la organización que tendrá a su cargo el arbitraje, entre
la lista de árbitros con los que cuenta. Si se trata de un árbitro único que debe ser
designado por acuerdo de partes o por un tercero, y ello no se materializa transcu-
rridos 10 días hábiles desde la petición, el nombramiento lo efectuará el juez. En
295
Capítulo XV: El arbitraje
tanto que si estamos ante un tribunal compuesto por tres miembros y no resulta
posible el acuerdo de partes, cada una elegirá a un árbitro y los dos árbitros así
designados nombrarán al tercero, quien presidirá el tribunal (artículo 21 de la LGA).
En este último caso, si una de las partes no elige al árbitro que le toca, se podrá
recurrir al juez para que lo haga.
Para ser árbitro se requiere mayoría de edad, no tener incompatibilidad para
actuar como tal y estar en pleno ejercicio de los derechos civiles que le correspon-
dan, a lo que hay que agregarle que si se trata de un arbitraje de derecho, se necesita
además ser abogado de profesión (artículo 25 de la LGA).
Finalmente, de existir alguna razón que cuestione la legalidad de la designación
del árbitro porque éste no cumple los requisitos para serlo, o existen circunstancias
que dan lugar a dudas justificadas respecto a su imparcialidad o independencia, se
puede solicitarle que se inhiba, o se puede pedir que sea apartado por la institución
que lo designó o por el juez, si se trata de un arbitraje ad hoc.
5. El proceso arbitral
Respondiendo a la lógica privada que informa a este medio de solución de
conflictos, y teniendo a la vista las mayores condiciones de flexibilidad e informa-
lidad que deben enmarcar su desarrollo, se comienza consagrando el principio de
libertad de regulación del proceso, lo que implica que las partes pueden pactar el
lugar y las reglas a las que se sujeta éste. En el último caso, la fijación de reglas
puede ser directa, si las partes mismas se ocupan del tema, o indirecta, si se remiten
a la aplicación del reglamento que tenga establecido la institución arbitral a la que
se encomiende su organización (artículo 33 de la LGA). De no existir acuerdo
sobre el particular, el árbitro único o el tribunal arbitral decidirán ambos temas en
el transcurso de los 10 días hábiles siguientes a la aceptación del encargo.
Esta facultad, sin embargo, no es absoluta, y debe ejercerse respetando los
derechos que conforman el debido proceso –tanto sustantivo como adjetivo–, es
decir, “aquellos elementos que, derivándose de su naturaleza, resulten razonable-
mente imprescindibles para que el proceso o procedimiento pueda ser considera-
do justo” (Bustamante, p. 211). En tal sentido, debe garantizarse a las partes
derechos como los de un debido emplazamiento, una oportunidad razonable de
ser oídas por el tribunal, la posibilidad de pronunciarse sobre las pretensiones y
manifestaciones de la otra parte, la presentación de pruebas y el cuestionamiento
de las ofrecidas por la contraparte, que el arbitraje sea resuelto dentro de un plazo
296
Manual del sistema peruano de justicia
prudente, el uso de los medios de impugnación, que los distintos actos que se reali-
cen como parte del proceso sean razonables y respetuosos de los valores constitu-
cionales, etcétera.
Sobre esta base, la LGA ha previsto algunas normas de imperativo cumpli-
miento y un proceso supletorio, es decir, que sólo será aplicable en caso de que las
propias partes o los árbitros no hayan previsto nada diferente. En el primer caso, se
ha establecido que todos los escritos deberán estar firmados por la parte que los
presente o su abogado –si son escritos de puro trámite–; todas las declaraciones,
escritos, documentos o demás información que se presente deberán estar acompa-
ñados de una copia para ser entregada a la otra parte; deberán ponerse a disposi-
ción de ambas partes los peritajes o los documentos probatorios en los que los
árbitros puedan basarse al adoptar su decisión; los árbitros tienen la facultad de
ordenar pruebas de oficio y determinar la admisión o pertinencia de las pruebas
ofrecidas por las partes; y por último, los árbitros pueden prescindir en forma
motivada de las pruebas no actuadas, si se consideran adecuadamente informados
(artículos 35 a 40 de la LGA).
En lo que se refiere al procedimiento supletorio, sus reglas se ubican en las tres
etapas tradicionales de un proceso –postulatoria o alegatoria, probatoria y decisoria–,
habiéndose determinado que la demanda arbitral debe acompañarse con el ofreci-
miento de las pruebas respectivas; la contraparte tendrá derecho a contestar la
demanda y formular una contrademanda (reconvención), si lo considera necesario;
la inacción de una de las partes no paraliza el proceso; luego de cerrado el período
de presentación de demandas y contestaciones, se debe citar a una audiencia de
conciliación en la que se invocará y buscará el acuerdo de las partes, el señalamien-
to claro de los puntos controvertidos, así como cualquier otra cuestión que sea
necesario precisar para un mejor desarrollo del proceso; las pruebas se actúan en
un plazo no mayor de 15 días hábiles, luego de lo cual los árbitros pueden solicitar
un resumen final escrito de sus alegaciones. Todo ello al amparo de los principios
de celeridad, inmediación, privacidad, concentración y economía procesal (artículo
34 de la LGA).
De otro lado, se debe señalar que, en caso de tratarse de un arbitraje colegia-
do y salvo que las partes hayan tomado una decisión diferente, el tribunal funcio-
na con la concurrencia de la mayoría de los árbitros y emite sus resoluciones
también por mayoría, estando prohibida la abstención en las votaciones –si así
actuaren los árbitros, se considerará que se adhieren a lo decidido por la mayoría
o por el presidente–.
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Capítulo XV: El arbitraje
Finalmente, hay que destacar que como los árbitros no están investidos de po-
der coactivo, para la ejecución o cumplimiento de sus decisiones se ha previsto el
auxilio del Poder Judicial, de modo que las medidas cautelares que dicte el árbitro
o el propio laudo contarán con este apoyo para su implementación o cumplimiento,
según corresponda.
6. El laudo arbitral
Vencida la etapa probatoria, y generalmente tras los informes oral y escrito, los
árbitros deben emitir su decisión definitiva, llamada laudo, poniendo fin a la con-
troversia. Esta resolución final debe hacerse por escrito y contener, en el caso de los
arbitrajes de derecho, la cuestión sometida a arbitraje, la valoración de las pruebas
en que se sustenta la decisión, los fundamentos de hecho y de derecho para admitir
o rechazar los respectivos pedidos, y la propia decisión. Si estamos ante un arbitra-
je de conciencia, se debe hacer referencia a las materias objeto de discusión, una
sumaria referencia a las alegaciones de las partes y sus conclusiones, y la decisión,
que debe acompañarse de una motivación razonada.
En ambos casos, el laudo deberá pronunciarse sobre los costos del arbitraje
–honorarios del árbitro, del secretario, costos institucionales, etcétera–, según lo
previsto en el convenio. A falta de estipulación expresa, deberá establecer quién los
paga, lo que dependerá del resultado o sentido del laudo: si favorece únicamente a
una de las partes, será la otra la que pague; en cambio, si ambas tuvieron razones
justificadas para litigar, los costos serán compartidos en partes iguales.
El laudo será notificado a las partes y éstas podrán plantearles a los árbitros
un recurso de corrección si existe algún error material, numérico, de cálculo,
tipográfico o similar; o un recurso de integración, si es que se hubiese omitido
resolver alguno de los puntos materia de controversia. También se puede plantear
un recurso de aclaración, de existir en el laudo textos poco comprensibles o con-
tradictorios.
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo XV: El arbitraje
8. Ejecución de laudos
El laudo arbitral tiene un valor equivalente al de una sentencia definitiva, por lo
que su cumplimiento es obligatorio desde que es notificado a las partes. Sin embar-
go, si no es cumplido, se puede solicitar su ejecución forzosa ante el juez especia-
lizado en lo civil del lugar de la sede del arbitraje, si es que del convenio arbitral no
se derivan facultades de ejecución para los árbitros.
El laudo será ejecutado con el juez sin admitir otra oposición que la que se
fundamenta en la existencia de un recurso de apelación o de anulación pendiente de
trámite, en cuyo caso se suspenderá la ejecución.
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Manual del sistema peruano de justicia
10. Bibliografía
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Capítulo XVI:
El Sistema Interamericano de Justicia
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Capítulo XVI: El Sistema Interamericano de Justicia
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Manual del sistema peruano de justicia
Introducción
Durante el siglo XX, el mundo ha sido testigo del vertiginoso avance de los
movimientos pro derechos humanos sustentados en el reconocimiento de la digni-
dad de la persona. Esta expansión del Derecho Internacional de los Derechos Hu-
manos se ha materializado en múltiples declaraciones y tratados, que tienen un
correlato interno en los Estados Parte que los han reconocido.
América no ha sido ajena a esta situación. Así, en el marco de la Organización
de Estados Americanos (en adelante, la OEA) se han aprobado instrumentos como
la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, y la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (en adelante, la Convención o Pacto de San
José), por nombrar dos de los más importantes.
Sin embargo, la experiencia ha demostrado que para asegurar la efectiva ob-
servancia y respeto de los derechos es necesario contar con órganos y mecanismos
que se encarguen de dicha función. En ese sentido, el Sistema Interamericano
–ordenamiento jurídico internacional entre los Estados de nuestro continente– cuenta
con dos entidades de protección y promoción de los derechos humanos: la Comi-
sión Interamericana de Derechos Humanos (en adelante, la Comisión) y la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (en adelante, la Corte), de los cuales nos
ocupamos a continuación.
305
Capítulo XVI: El Sistema Interamericano de Justicia
Estados que aún no son parte de la Convención, aplicando la Declaración Americana de Derechos y Debe-
res del Hombre, que es fuente de obligaciones internacionales para los Estados Miembros de la OEA.
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Manual del sistema peruano de justicia
2 La función de la Comisión cuando presenta el caso a la Corte se asemeja a la del fiscal en los
procesos penales peruanos, en la medida en que ella es la titular de la pretensión, es decir, es la única con
capacidad de demandar válidamente.
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Capítulo XVI: El Sistema Interamericano de Justicia
1.3.3 Procedimiento
Con el fin de permitir el contraste de posiciones, la Comisión informa tanto al Estado
denunciado como a la persona o entidad denunciante que se ha admitido la petición;
ambos tienen la oportunidad de expresar sus opiniones sobre el caso. Si el Estado no
responde, la Comisión presumirá la veracidad de los hechos descritos por el peticionario.
El diálogo va acompañado de mecanismos para demostrar la existencia de los
hechos que supuestamente vulneran los derechos humanos, como son visitas al
Estado, audiencias, etcétera. Existe libertad probatoria, a fin de averiguar la ver-
dad. Así, se acepta la presentación de documentos públicos y privados, testimo-
nios, presunciones y otros medios probatorios, los cuales serán valorados libre y
razonadamente por la Comisión.
En casos excepcionales, la Comisión puede ordenar medidas cautelares, a fin
de evitar que, cuando se resuelva el caso, la violación a los derechos humanos ya
sea irreparable.
El denunciante puede manifestar a la Comisión que desea desistir de que se
revise el caso. Sin embargo, para que este desistimiento surta efecto, será necesario
el beneplácito de dicho órgano (función protectora).
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo XVI: El Sistema Interamericano de Justicia
compuesto por siete jueces nacionales de Estados Parte de la OEA, que son elegi-
dos a título personal y renovados parcialmente cada seis años.
La Corte tiene su sede en San José, Costa Rica.
3 El procedimiento ante la Comisión no es un derecho de las partes sino un requisito que se debe agotar
siempre que estemos ante una disputa entre un particular y un Estado sobre temas de violaciones de dere-
chos humanos.
4 Comisión, denunciante original, víctima y familiares, siempre que sea factible.
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Manual del sistema peruano de justicia
5 En caso de que se adolezca de un vicio subsanable, se otorgará un plazo de 20 días para solucionar
el problema.
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Manual del sistema peruano de justicia
Así mismo, la Corte puede ordenar pruebas de oficio. Cabe resaltar que las
actuaciones realizadas por la Comisión al investigar un pedido servirán como me-
dios probatorios en la fase oral ante la Corte.
Una vez actuadas las pruebas, la Corte las evaluará en conjunto y las utilizará
como fundamentos de su decisión final.
2.2.6 La sentencia
La sentencia es el fallo final resultante de la evaluación realizada por la Corte.
Puede aprobarse por mayoría y debe encontrarse debidamente motivada, y respetar
las reglas de la lógica y la razonabilidad. Además, se prohíbe su revisión, otorgán-
dole naturaleza de cosa juzgada.
Una vez emitida, la sentencia será notificada a las partes y a toda persona
interesada que la hubiera solicitado (artículo 57.6 del Reglamento). Frente a ella,
cabe interponer una solicitud de aclaración, con la finalidad de explicar pasajes en
los que pudiera existir duda. El trámite de esta solicitud no paraliza la ejecución de
la sentencia.
En la demanda declarada fundada se establecerá la existencia de violación de
derechos, la justa indemnización o reparación que corresponda, así como las medi-
das que garanticen la vigencia de los derechos humanos en el Estado demandado y,
en caso de que fuera solicitado, los costos y las costas del proceso.
La sentencia de la Corte tiene eficacia vinculante para las cortes nacionales de
los Estados demandados y es de obligatorio cumplimiento para éstos, lo cual se
deriva del principio de cumplimiento de buena fe de los tratados. Esto se comple-
menta con la responsabilidad internacional del Estado, según la cual los Estados no
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Capítulo XVI: El Sistema Interamericano de Justicia
pueden alegar razones ni disposiciones de orden interno para evitar asumir la res-
ponsabilidad internacional ya establecida. Sin embargo, salvo la indemnización
–susceptible de ser ejecutada por el Poder Judicial a través de un proceso de ejecu-
ción de sentencias contra el Estado (artículo 68 de la Convención)–, no existe un
mecanismo coactivo para forzar su cumplimiento.
Pese a ello, a manera de control político, el incumplimiento por parte de un
Estado será incorporado en el informe anual de la Corte ante la Asamblea General
de la OEA.
Finalmente, es necesario señalar que las decisiones de la Corte son vinculantes
para sentencias futuras, así como para la interpretación de los derechos estableci-
dos en la Convención.
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Manual del sistema peruano de justicia
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Capítulo XVI: El Sistema Interamericano de Justicia
Bibliografía
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“Manual del sistema penitenciario de justicia”
Glosario
Acción: En su acepción procesal, evoca el derecho que toda persona tiene frente al Esta-
do para reclamar la solución de sus problemas jurídicos. Es decir, frente a un conflicto de
intereses, el particular se dirige a un órgano jurisdiccional para reclamar la satisfacción
de éstos.
Acción popular: Proceso constitucional destinado a controlar la constitucionalidad o
legalidad de las normas de rango inferior a la ley o de carácter reglamentario expedidas
por cualquier autoridad.
Acción de cumplimiento: Proceso que puede interponerse ante el Poder Judicial contra
cualquier autoridad o funcionario que se resista a cumplir lo dispuesto en una ley o acto
administrativo. Si la acción es denegada en el órgano judicial, se puede recurrir al Tribu-
nal Constitucional.
Acciones de garantía: Aquellos procesos destinados a garantizar derechos constitucio-
nales. Son: proceso (acción) de amparo, acción popular, de cumplimiento, de
inconstitucionalidad, hábeas corpus y hábeas data.
Acta de conciliación: Documento en el cual se deja constancia del acuerdo o falta de
acuerdo al concluir la audiencia de conciliación.
Actuación de oficio: El juzgador realiza una actuación por propia iniciativa, sin necesi-
dad de que las partes lo soliciten.
Alegaciones o alegatos: Informes escritos presentados por las partes ante el juez o árbi-
tro como resumen de sus argumentos sobre un tema específico.
Amicus curiae: Tercero presentado en un proceso ante la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos –generalmente, suele ser una ONG– que, sin ser parte, se apersona al
litigio y contribuye a que se descubra la verdad de los hechos.
317
Glosario
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“Manual del sistema penitenciario de justicia”
Costas del proceso: Pago de los gastos de litigar. Generalmente, el sujeto que resulta
vencido en un proceso debe asumir los gastos de litigar de la otra parte.
Costos del proceso: Pago de los honorarios del abogado (o abogados) que intervienen en
un proceso. Al igual que las costas, generalmente, el sujeto vencido debe asumir los
costos del vencedor.
Costumbre: Se define en oposición a la ley escrita producida por el Estado. Alude a
prácticas sociales repetidas y aceptadas como obligatorias por la comunidad (véase Dere-
cho Consuetudinario).
Debido emplazamiento: Situación en la cual una parte se da por correctamente informa-
da de la solicitud en su contra y de los argumentos que la sostienen.
Defectos de forma: Errores en el modo de articular un acto procesal. Están referidos a
cuestiones formales y no de fondo, por ejemplo no realizar una actividad dentro del plazo
otorgado para ello.
Delito: Infracción sancionada con una pena grave. El delito puede ser culposo o doloso,
es decir sin intención de cometerlo o con dicha intención.
Demanda fundada: Cuando el juzgador llega a la convicción de que los hechos que
sustentan una petición son ciertos y que el derecho la ampara, la declara fundada.
Demandado: Sujeto contra quien se plantea una pretensión a través del órgano jurisdic-
cional.
Demandante: Persona que plantea una pretensión ante el órgano jurisdiccional
Derecho Consuetudinario: Se refiere a actos practicados en determinado lapso, que, a
fuerza de la repetición, son considerados obligatorios por la colectividad. La palabra
derecho alude a la existencia de un sistema de normas, autoridades, procedimientos (véa-
se Costumbre).
Derecho de defensa: Derecho fundamental reconocido como elemento esencial del debi-
do proceso, mediante el cual una parte tiene la oportunidad de plantear efectivamente los
argumentos que sustentan su posición a lo largo de todo el juicio.
Destitución: Sanción impuesta a un juez, vocal o fiscal por parte del Consejo Nacional
de la Magistratura, que implica la separación del cargo en vista de haber incurrido en una
falta muy grave.
Entidades de Derecho Público: Órganos del Estado creados o regulados por normas
públicas.
Etapa postulatoria: Etapa del proceso en la cual se discute la validez del mismo (véase
Excepción).
319
Glosario
Excepción: Defensa de parte que ataca la ausencia de algún requisito procesal. En otras
palabras, sirve para cuestionar la validez del proceso.
Exhorto: Documento que utiliza el juzgador para requerir la colaboración de otro magis-
trado de distinta circunscripción, cuando una actuación judicial debe realizarse fuera de
la competencia territorial de aquél.
Falta: Infracción sancionada con pena leve.
Fiscal: Representante del Ministerio Público encargado de ejercer las atribuciones fun-
cionales que le corresponden a esta institución, por ejemplo, investigar el delito, forma-
lizar denuncia, ser parte procesal, etcétera.
Flagrancia: Este término se utiliza para indicar la relación de temporalidad inmediata
entre la comisión del hecho delictivo y el descubrimiento del mismo. Así, cuando la
policía descubre a un ladrón en el momento del robo, se dice que fue hallado en flagrancia,
lo cual faculta la privación de su libertad para investigar el caso.
Fundamentación (o motivación): Exposición debida de las premisas y conclusiones que
permiten arribar a la solución de un caso.
Hábeas corpus: Proceso constitucional rápido y sencillo destinado a salvaguardar la
libertad personal y derechos conexos a ésta.
Hábeas data: Proceso constitucional rápido y sencillo destinado a salvaguardar el dere-
cho de acceso a los registros públicos, así como la autodeterminación informativa.
Imparcialidad: Característica necesaria de la persona que juzga. En virtud de ella, el
juzgador es un tercero ajeno a los intereses de las partes, pues no se identifica con ningu-
na de ellas.
Independencia: Característica de los organismos que conforman la estructura del Esta-
do, en virtud de la cual cada uno de ellos tiene la atribución de realizar sus funciones de
la mejor manera que crea conveniente, sin escapar del principio de legalidad (véase Prin-
cipio de legalidad).
In dubio pro reo: Principio del proceso penal por el que, en caso de duda, el órgano
judicial debe adoptar la opción más favorable al acusado.
Inhibición: Facultad del juzgador gracias a la cual puede apartarse voluntariamente del
conocimiento de un caso cuando su imparcialidad está en duda (véase Imparcialidad).
Inmutabilidad: En virtud a este principio, una resolución no puede cambiar de conteni-
do. Es decir, es inmutable.
Interés: Relación caracterizada por la tensión entre la necesidad de un sujeto y un bien
que puede satisfacerla.
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“Manual del sistema penitenciario de justicia”
Interés difuso: Aquel interés que no es de uno o varios sujetos, sino de todos los que
conviven en un medio determinado, lo que enmarca un verdadero interés de la socie-
dad. Se caracteriza por la pertenencia a una serie indeterminada de individuos y por la
referencia a un bien indivisible cuya lesión constituiría una lesión a la colectividad
entera.
Iura novit curia: Principio por el cual se determina que quien juzga tiene conocimiento
de qué norma jurídica es aplicable a cada caso. En ese sentido, el juzgador aplicará la
norma jurídica adecuada, a pesar de que las partes no lo hayan indicado.
Ius imperium: Poder del Estado para hacer cumplir sus decisiones, imponer sanciones y
dictar normas adecuadas sobre los individuos, con el auxilio de la fuerza pública.
Irrevisabilidad: En virtud de este principio, una resolución no puede ser analizada y
reconsiderada.
Jurisdicción: Poder-función que sólo le corresponde al Estado, cuyo cometido es dirimir
los conflictos entre los individuos para hacer respetar el Derecho e, incluso, usar la coer-
ción para hacer cumplir su decisión. Este poder lo ejerce el Estado mediante funcionarios
competentes: los jueces.
Jurisprudencia: Conjunto de sentencias. En un sentido más restringido, se habla de
jurisprudencia para referirse a las decisiones judiciales dictadas por el órgano jurisdic-
cional de mayor jerarquía, que generan obligatoriedad en los tribunales inferiores.
Laudos arbitrales: Fallos emitidos en sede arbitral. Estos son de obligatorio cumpli-
miento y tienen el efecto de una sentencia emitida en sede judicial.
Libertad probatoria: En virtud de ella, las partes pueden presentar las pruebas que
consideren importantes para demostrar sus afirmaciones. Aquí hay contraposición con el
sistema de la prueba tasada, en el que las pruebas que demostraban un hecho eran deter-
minadas por el legislador. Así, las partes sólo podían presentar las pruebas predetermina-
das por la norma.
Libre valoración de la prueba: Libertad en virtud de la cual el juzgador puede valorar
la prueba siguiendo argumentos racionales y razonables (véase Libertad probatoria).
Litigio: Proceso, juicio.
Magistrado: Juez, vocal o fiscal.
Magistrado titular: Juez, vocal o fiscal designado por el Consejo Nacional de la Magis-
tratura mediante título vigente.
Magistrado provisional: Juez, vocal o fiscal que ocupa temporalmente una instancia
superior, debido a una situación de vacancia, licencia o impedimento del titular.
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Glosario
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emite un pronunciamiento final que resuelve el caso, aunque excepcionalmente puede ha-
cer referencia a la validez del proceso. Finalmente, mediante los autos se manifiestan el
resto de decisiones. En un sentido más lato del término, resolución es cualquier manifesta-
ción que emite un encargado de ayudar a dirimir o resolver un conflicto; por ejemplo, un
árbitro, un conciliador, etcétera. En lo que respecta exclusivamente a la conciliación
extrajudicial, resolución es la solución equitativa, duradera y satisfactoria para las partes.
Resolución judicial firme: Decisión de un juez o una sala imposible de cuestionar den-
tro del mismo proceso en el que fue emitida.
Responsabilidad civil: Consecuencia generada en virtud de los daños realizados por un
sujeto. La responsabilidad civil puede ser contractual o extracontractual.
Rondas campesinas: Las rondas campesinas o autodefensas comunales son organizacio-
nes constituidas por decisión de los propios campesinos o vecinos de un sector. Están
destinadas al servicio de la comunidad en la lucha y la prevención de la delincuencia, la
violencia y el abigeato.
Selección de magistrados: Procedimiento seguido por el Consejo Nacional de la Magis-
tratura para nombrar magistrados. El proceso tienen dos grandes etapas. En primer lu-
gar, la inscripción y depuración de participantes. Y en segundo lugar, la etapa de selec-
ción, en la cual se revisará el currículum vitae del postulante, se le evaluará por escrito y
se le pedirá que asista a una entrevista personal con los consejeros.
Sistema Penal: Control social punitivo institucionalizado. Está integrado por un conjun-
to de instituciones encargadas de la investigación y sanción del delito.
Solicitud de aclaración: Petición de una parte al juzgador para que explique algún con-
cepto dudoso u oscuro del texto que contiene su decisión.
Solución: En materia de conciliación, se trata del resultado que pone fin a un conflicto,
aunque no necesariamente de manera satisfactoria para una o ambas partes.
Sujeto legitimado: Aquel que se encuentra en la posibilidad jurídica de plantear una
pretensión procedente ante el juzgador.
Titularidad de la acción penal: Es la forma casi vulgar de indicar que un sujeto está
legitimado para ser parte en un proceso penal (véase Sujeto legitimado). Así, cuando se
dice que el Ministerio Público monopoliza la titularidad de la acción penal, quiere indi-
carse que sólo él puede plantear una pretensión (formalizar denuncia) contra un sujeto
cualquiera por la comisión de un delito.
Trámite sumario: Trámite de mínima duración.
Usos y costumbres: La utilización de este término tiene raíz colonial. Durante el proceso
de imposición colonial, se discutió si los indígenas tenían autoridades legítimas, normas
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