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Este documento discute la naturaleza de las ciencias sociales después de la modernidad. Argumenta que la ciencia moderna se caracteriza por buscar una verdad absoluta y objetiva a través de un enfoque positivista y distanciado. Sin embargo, autores como Haraway y Marcuse sugieren que se necesita una perspectiva feminista situada que reconozca las experiencias corporales y los instintos de libertad. Una escritura feminista de las ciencias sociales podría dar voz a las realidades de grupos oprimidos y cuestionar la racionalidad cientí
Descripción original:
Título original
Después de la modernidad que son de las ciencias sociales, quién es el o la intelectual de las ciencias sociales
Este documento discute la naturaleza de las ciencias sociales después de la modernidad. Argumenta que la ciencia moderna se caracteriza por buscar una verdad absoluta y objetiva a través de un enfoque positivista y distanciado. Sin embargo, autores como Haraway y Marcuse sugieren que se necesita una perspectiva feminista situada que reconozca las experiencias corporales y los instintos de libertad. Una escritura feminista de las ciencias sociales podría dar voz a las realidades de grupos oprimidos y cuestionar la racionalidad cientí
Este documento discute la naturaleza de las ciencias sociales después de la modernidad. Argumenta que la ciencia moderna se caracteriza por buscar una verdad absoluta y objetiva a través de un enfoque positivista y distanciado. Sin embargo, autores como Haraway y Marcuse sugieren que se necesita una perspectiva feminista situada que reconozca las experiencias corporales y los instintos de libertad. Una escritura feminista de las ciencias sociales podría dar voz a las realidades de grupos oprimidos y cuestionar la racionalidad cientí
Después de la modernidad ¿qué son de las ciencias sociales?
¿quién es el o la intelectual de las ciencias sociales?
A Amaninaly Elizalde Limón
La CIENCIA en la modernidad se caracteriza principalmente por la
búsqueda constante de la verdad absoluta, una verdad palpable y materializada, por lo que, constantemente busca ser evidente recurriendo a las ciencias duras. Desde un discurso positivista es que el o la intelectual se posicionan, en un esfuerzo constante de distanciamiento, de una contemplación del mundo desde lo lejano, considerando que su función es ahí, en el estado ermitaño, intocable; donde es el pensamiento del “Otro” aquel que se debe de estudiar, porque el “Otro” es el que tiene la cultura, la ideología; y el o la intelectual siempre están en constante asechamiento, libre de aquellos valores dominantes. Es ese estado intelectual aquel que se representa como La CIENCIA. Dice Ricoeur (1974): “no solamente se dice que existe un lugar no ideológico, sino que se afirma que dicho lugar es el de una ciencia, comparable a la de Euclides con respecto a la geometría o a la de Galileo y Newton con respecto a la física y a la cosmología” (pág. 99).
En esta CIENCIA moderna, nacida en el territorio occidental, en donde uno
de sus principales valores para su implementación es el distanciamiento, es decir, la objetividad científica moderna considera no involucrarse de ninguna forma con la problemática, ya que pierde su esencia critica y su calidad de CIENCIA. Los principios de esta CIENCIA moderna emergen desde la Ilustración, la cual buscaba el carácter racional y antropocéntrico no solo de las ciencias sino de todas las relaciones del mundo, colocando al Hombre como su mayor representante. De tal suerte, que es la cosmovisión antropocéntrica la que describe y explica la naturaleza y las relaciones sociales, planteando desde un solo lado, desde el punto de vista masculino.
Haraway (1991) propone frente a estas realidades construidas desde la
perspectiva masculina, otra vista, otra forma de mirar con los ojos, y yo diría que con el cuerpo en sí mismo, escuchar, sentir, estar con el cuerpo, comprendiendo que el cuerpo no es solo carne en movimiento, sino que vive en situaciones específicas y que existen diferentes experiencias a las del punto de vista masculino. Pues, la objetividad moderna, argumenta Marcuse (1986), ha reprimido nuestros instintos para llegar a la civilización y el progreso, para una organización determinada, que busca generar una especie de necesidad a la represión, ser manejables desde el inconsciente. Este autor propone reconocer los instintos frente a lo que se vive que surgen desde la corporalidad y así discutir la necesidad de libertad, por lo que es fundamental una ciencia que coloque como primordial este valor de libertad: “lo que está en juego es la idea de una nueva antropología, y no sólo en cuanto teoría, sino también como modo de existencia: la génesis y el desarrollo de necesidades vitales de libertad” (Marcuse, 1986, pp. 11). Retomando a Haraway (1991), otras formas de construir la objetividad desde el cuerpo, y los instintos, es la proposición de una objetividad desde el punto de vista feminista.
Para Haraway (1991), la objetividad feminista busca voltear a ver otras
realidades desde los propios ojos de las poblaciones subalternas, desde el punto de vista de las mujeres, de las personas racializadas, etc. es decir; dar cuenta de las condiciones y situaciones en las que nos encontramos las y los subyugados, con la conciencia de que nos hemos desenvuelto bajo un contexto de opresiones y, por lo tanto, el pensamiento y las conductas no son ingenuas. En ese sentido, colocar el ojo desde la objetividad feminista, considero es necesario otro tipo de lenguaje y escritura, que logre empatizar con los sentires de otras mujeres, aquellas que no están en la academia, que se sitúan en contextos de violencia institucional como las cárceles y la familia, pues su socialización no son desde palabras refinadas, como lo comenta Levins (2004) al decir: “porqué el maldito chisme tiene que estar tan firmemente envuelto”, envuelto en papeles finos y coloridos, tan seco e insensible. Es necesaria una escritura que por sí misma sea política y contrahegemónica a la racionalidad científica moderna:
Una escritura feminista del cuerpo que, metafóricamente, acentúe de nuevo
la visión, pues necesitamos reclamar ese sentido para encontrar nuestro camino a través de todos los trucos visualizadores y de los poderes de las ciencias y de las tecnologías modernas que han transformado los debates sobre la objetividad. (Haraway, 1991, pp. 327)
La importancia de una escritura, o más bien, de muchas escrituras, en las ciencias
sociales, desarrolladas e inspiradas desde los cuerpos de las intelectuales, en conjunto con quienes colaboramos; y al mismo tiempo pensarnos como intelectuales divididas y contradictorias, inacabadas, que posibiliten cuestionarnos, hacer uso de diversos instrumentos de la propia ciencia y de distintos saberes; permitirá abrirnos a la creatividad de visualizar otras posibilidades de hacer una ciencia situada (Haraway, 1991).
BIBLIOGRAFIA
Haraway, Donna (1991). Ciencia, ciborgs y mujeres. La reinvención de la
naturaleza. Ediciones Catedra, Universidad de Valencia. Marcuse, Hebert (1986). El final de la utopía. Barcelona. Promotora de Ediciones. Levins Morales, Aurora (2004). “Intelectual orgánica certificada” en bell hooks, Avtar Brah, Chela Sandoval, et.al. Otras inapropiadas. Feminismos desde las fronteras. Traficantes de sueño Ricoeur, Paul y A. Rincón González (1974). “Ciencia e ideología”. Ideas y Valores, n.o 42-45, enero de 1973.
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