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SÍNTOMAS DE ÓMICRON

"Pensamos que ómicron es mucho más similar a las variantes leves que hemos visto en
personas vacunadas, como la delta principalmente", le dijo a la BBC el profesor Tim Spector,
epidemiólogo del King's College de Londres, que dirige el llamado Estudio de Síntomas Zoe
Covid.

El estudio Zoe Covid ha estado reuniendo datos de miles de personas que registran sus
síntomas en una app. Sus investigadores han analizado los síntomas vinculados a la variante
delta y la nueva variante ómicron.
Hasta ahora, los cinco síntomas más comunes son:
 Secreción nasal
 Dolor de cabeza
 Fatiga (leve o severa)
 Estornudos
 Dolor de garganta
Fuente: Estudio Zoe Covid King´s College de Londres

¿Con qué sintomas debo ponerme alerta?


El Servicio Nacional de Salud británico (NHS, por sus siglas en inglés) indica que debemos
seguir pendientes de los clásicos síntomas de covid:
 Tos continua y repentina
 Fiebre o temperatura alta
 Pérdida o cambio en el gusto y el olfato

Sin embargo, para algunos tener covid puede sentirse como "un catarro malo", con síntomas
como dolor de cabeza, dolor de garganta y secreción nasal.
¿Es la fiebre síntoma inequívoco de coronavirus?
A partir de los 37,8C se considera temperatura alta. La fiebre puede presentarse cuando el
cuerpo está combatiendo alguna infección, no solo coronavirus.
Lo mejor es usar un termómetro. Pero si no tienes uno, revisa si se siente caliente al tocar el
pecho o la espalda.
Es poco probable que un resfriado común cause fiebre.
Si tienes fiebre, se recomienda que te hagas una prueba diagnóstica para descartar que
tengas coronavirus.

¿Qué hay de la tos?


Si tienes gripe o catarro es probable que tengas tos y otros síntomas.
La gripe suele aparecer repentinamente y los que la padecen suelen experimentar dolores
musculares, escalofríos, dolores de cabeza, cansancio, dolor de garganta, secreción nasal o
congestión nasal, junto con tos. Se siente peor que un fuerte resfriado.
Los resfriados tienden a desarrollarse más gradualmente y son menos severos, aunque
nos hacen sentir mal.
Junto con la tos, puede haber estornudos, dolor de garganta y secreción nasal. La fiebre, los
escalofríos, los dolores musculares y de cabeza son infrecuentes.
Una tos por coronavirus implica toser mucho durante más de una hora, o tres o más ataques
de tos o "episodios" en 24 horas.
Si desarrollas una tos nueva y continua deberías hacerte una prueba de coronavirus.

¿Qué significa perder el gusto o el olfato?


Estos son síntomas clave del coronavirus y significan que debes hacerte una prueba.
Es posible que aún tengas un simple resfriado. Pero debes comprobarlo, incluso si no te
sientes mal, para evitar el riesgo de propagar el virus.
Si estornudo, ¿significa que tengo coronavirus?
Los estornudos no son un síntoma clásico de coronavirus y, a menos que tengas también
fiebre, tos o pérdida de olfato y apetito, no debería haber problema.
De igual forma, un estornudo puede transmitir infecciones, así que trata de utilizar un
pañuelo desechable y lavarte las manos cuando estornudes.
¿Qué pasa si sufro secreción o congestión nasal?
No es uno de los síntomas clave de coronavirus, pero varias investigaciones sugieren que
personas que han dado positivo han experimentado estos síntomas.
La guías sanitarias de Estados Unidos, por ejemplo, incluyen todos estos síntomas como
posibles en caso de infección por coronavirus.
 Fiebre o escalofríos
 Tos
 Falta de aire o dificultad para respirar
 Fatiga
 Dolores musculares o en el cuerpo
 Dolor de cabeza
 Pérdida de gusto u olfato
 Dolor de garganta
 Secreción o congestión nasal
 Náuseas o vómitos
 Diarrea

Los datos en Sudáfrica indican que algunas personas han reportado problemas digestivos
como un posible síntoma de ómicron.
Pero en Reino Unido, Tim Spector indicó que la infección de ómicron parece seguir siendo
similar a la de variantes anteriores, es decir, una infección principalmente respiratoria.

¿Qué hago si me siento muy mal?


Datos y estudios preliminares sobre ómicron sugieren que esta variante es menos severa
que las anteriores. Eso se lo debemos en parte a las mutaciones del virus pero sobre todo a
la protección de las vacunas y la inmunidad natural.
Sin embargo, la velocidad a la que se transmite ómicron, la más rápida hasta la fecha, sigue
siendo un desafío y muchos, especialmente los pacientes con ciertas dolencias previas,
continúan en riesgo.
Las personas con coronavirus pueden tener una amplia gama de síntomas que van de leves
a graves. Algunos no tendrán ninguno, pero aún pueden ser infecciosos.
Los síntomas pueden aparecer hasta dos semanas después de la exposición al coronavirus,
pero generalmente alrededor del día cinco.

Las dificultades respiratorias pueden ser un signo de una infección más grave.


Desventajas de la variante Ómicron
Sabemos muy poco sobre ómicron, la variante del coronavirus detectada en Sudáfrica que,
ahora que se avecina el invierno, ha generado pánico en muchas personas. En realidad es
una buena noticia. Gracias a las acciones rápidas y honestas de Sudáfrica, el mundo ha
podido adoptar medidas para controlar esta variante a pesar de que tenemos pocos datos de
estudios clínicos y epidemiológicos.
Así que ahora hay que ponernos a trabajar. Ómicron, que según los primeros datos parece
ser más transmisible que la variante delta y tener mayor posibilidad de causar más
infecciones posvacunación, podría llegar pronto a Estados Unidos, si no es que ya está en el
país.
Una respuesta dinámica exige que las medidas estrictas de contención puedan ser
modificadas conforme comencemos a tener más evidencia, así como recopilar rápidamente
datos que nos permitan tener una idea clara del alcance de esta amenaza.

Los fabricantes de vacunas también deberían comenzar a desarrollar vacunas específicas


para esta variante.

Estados Unidos, la Unión Europea y muchas naciones ya anunciaron prohibiciones a los


viajes provenientes de varios países africanos. Incluso si la variante ya comenzó a
propagarse, estas restricciones pueden darnos tiempo, pero solo si se implementan de forma
inteligente junto con otras medidas, no como un teatro pandémico.

La prohibición de viajes desde varios países del sur de África anunciada el viernes por el
presidente de Estados Unidos, Joe Biden, no se aplica a ciudadanos del país ni a residentes
permanentes de Estados Unidos, a quienes solo se les pide hacerse una prueba. El
problema es que la contención debe centrarse en el patógeno, no en los pasaportes.
Mientras no tengamos datos más claros, y como medida de precaución, deberían aplicarse
restricciones a los viajes tanto de extranjeros como de ciudadanos estadounidenses desde
países en los que se sepa que la variante se está propagando más.

Necesitamos esquemas de prueba más estrictos que consten en varios tests en distintos


momentos —e incluso requisitos de cuarentena— para todos los pasajeros según el periodo
de incubación determinado a partir de datos epidemiológicos. También necesitamos
esquemas de pruebas y rastreo más generalizados e intensivos para detener la propagación
de la variante. Esto significa implementar, finalmente, el tipo de programa de pruebas
masivas que Estados Unidos ha evitado y que ha sido crucial en las respuestas exitosas
contra la covid en otros países.
Si no estamos dispuestos a aplicar estas medidas integrales, no tiene mucho sentido
imponer una prohibición total a unas cuantas nacionalidades.

La única razón por la que podemos siquiera hablar de tácticas de ataque tan oportunas,
enérgicas y responsables contra la variante ómicron es que los científicos y trabajadores de
salud de Sudáfrica se percataron de que era un peligro tan solo tres semanas después de su
detección, y su gobierno —como un buen ciudadano global— lo informó al mundo. No
deberían ser castigados por estas acciones asombrosas y honestas. Estados Unidos y otros
de los países más ricos deberían proporcionarles recursos para combatir el brote; es lo
mínimo que podemos hacer.

El gobierno estadounidense también debería especificar cuándo cambiarán estas


restricciones y en qué parámetros se sustenta para hacerlo. Las prohibiciones a los viajes
que se mantienen demasiado tiempo se convierten más en una cuestión de señalamiento
político que en un asunto de salud pública.

Quizás el mejor ejemplo de cómo responder de manera inteligente a una alerta temprana
es Taiwán.
Semanas antes del 20 de enero de 2020, cuando el elusivo gobierno chino reconoció
finalmente que el nuevo coronavirus se transmitía entre los habitantes de Wuhan, los
funcionarios taiwaneses ya lo sospechaban. De inmediato comenzaron a monitorear a los
viajeros y poco después establecieron restricciones más estrictas, incluidas cuarentenas de
pasajeros provenientes de China y, después, de otros lugares. Los taiwaneses también
adoptaron el cubrebocas pronto (con un sistema de racionamiento para garantizar que todos
los ciudadanos pudieran adquirir una parte de los limitados suministros) y se movieron
agresivamente para localizar los casos que se habían filtrado para cortar de tajo los brotes
locales.

Aunque muchas personas habían llegado desde Wuhan antes de que se impusieran estas
medidas, Taiwán sofocó la propagación inicial y ha controlado con efectividad la crisis
durante casi dos años.

Lo que no funcionó fue el enfoque adoptado por Estados Unidos el año pasado. En un
principio, ya demasiado tarde, solo se prohibieron los viajes provenientes de China. La
prohibición no se aplicó a los ciudadanos estadounidenses y no se combinó con una
campaña generalizada de pruebas en las fronteras y en todo el país. La prohibición de Biden
tiene problemas similares, y no arrancó sino hasta el lunes 29 de noviembre, como si el virus
hubiera descansado el fin de semana.

Esos son despliegues teatrales pandémicos, no políticas de salud pública.

El año pasado, muchos de los primeros casos llegaron a Estados Unidos desde Europa, no
desde China, pues la enfermedad ya se había propagado y prácticamente no se le hacían
pruebas a nadie que no hubiera ido a Wuhan.

En cuanto a la detección de la variante ómicron, tenemos una ventaja clave, por mera suerte.
En el caso de muchas variantes, los científicos necesitan hacer una muestra a la secuencia
completa para distinguirlas con claridad. Al igual que otras cuantas variantes, ómicron tiene
una señal genética particular que se detecta con las pruebas PCR, por lo que es fácil
rastrearla con la infraestructura de pruebas estándar que ya existe y es más sencillo incluir el
rastreo de esta variante como parte de un esquema de pruebas masivas.
Corea del Sur demostró la importancia de las primeras pruebas masivas. Su primer caso de
covid se anunció el mismo día que el primero en Estados Unidos, el 20 de enero del año
pasado. Semanas después, un evento de superpropagación en una iglesia convirtió a Corea
del Sur en el primer país en tener un brote importante fuera de China. Sus ciudades
densamente pobladas y su concurrido transporte público lo convirtieron en un lugar ideal
para que la epidemia prosperara.

Sin embargo, Corea del Sur estaba preparada con un sistema de pruebas enorme, que
incluía pruebas gratuitas sin bajarse del carro y un seguimiento agresivo. A finales de marzo,
había logrado controlar el brote inicial. Hasta ahora, ese país de más de 50 millones de
habitantes ha tenido alrededor de 3500 muertes durante toda la pandemia, una cifra menor
que la cantidad atroz de fallecimientos en Nueva York durante una semana de abril de 2020,
durante la peor ola de casos.

Incluso antes de la variante ómicron, Estados Unidos debería realizar más pruebas, porque
delta sigue a la alza.

Lo trágico es que una de las razones por las que Sudáfrica implementó el sistema de
vigilancia avanzado que detectó la variante ómicron es porque se usa para identificar casos
de sida, que todavía es una crisis en ese país.
El conjunto de medicamentos antivirales que transformó al sida de una sentencia de muerte
a una enfermedad crónica se desarrolló a mediados de los años noventa, pero las empresas
farmacéuticas, protegidas por las naciones ricas, se negaron a permitir la producción y venta
de versiones genéricas baratas en muchos países pobres, e incluso impusieron acciones
legales para evitar que Sudáfrica las importara. Millones de personas murieron antes de que
se llegara a un acuerdo varios años después de un esfuerzo robusto de activismo global.
El trato despiadado que las grandes farmacéuticas le dieron a Sudáfrica se repitió durante
esta pandemia. Moderna, por ejemplo, hizo algunas de las pruebas de su vacuna en
Sudáfrica, pero no le hizo ningún donativo al país, ni al mecanismo Covax, la alianza global
de vacunas, hasta mucho tiempo después.

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