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Arturo Barrios Mendoza 2 de septiembre, 2018

Teoría del arte y sus aplicaciones prácticas

Recensión - La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica - Walter


Benjamin

Después de esta lectura pude darme cuenta de la forma equivocada en la que había leído a
Walter Benjamin anteriormente. La manera en la que hemos discutido sobre la Escuela de
Francfort y su ideología, así como el detenimiento y el contexto en el que leí esta vez La obra
de arte en la época de su reproductibilidad técnica, me han permitido observar que, al
contrario de lo que había interpretado, Benjamin no emite juicios de valor cuando habla sobre
la pérdida del aura. La pérdida del aura no es algo negativo ni representa el fin del arte, como
entiendo, Hegel afirmaba.

Entonces, la pérdida del aura no es el resultado de las tecnologías malvadas que generan
objetos sin valor, a los que la originalidad y la autenticidad no les importa nada, sino que es
un proceso que ha enfrentado el arte porque es un producto de la sociedad, y los cambios
que enfrenta la sociedad los enfrentará el arte. Los adelantos tecnológicos que permiten la
reproductibilidad técnica de la obra de arte vienen acompañados por una transformación en
la percepción humana, que es una construcción natural e histórica. De este modo, la pérdida
del aura es un proceso que se relaciona con el crecimiento de las masas, en quienes
Benjamin ve un potencial participativo. Incluso menciona que la crisis de la pintura no es una
consecuencia del surgimiento de la fotografía, sino una consecuencia de la exigencia de las
masas, que no encontraban en la pintura la posibilidad de una recepción colectiva como la
que caracteriza a la arquitectura y al cine. La pérdida del aura es consecuencia de la
masificación del arte. En esta masificación el arte pierde su carga religiosa y adquiere una
mayor carga política.

Sin embargo, la obra emancipada se encuentra en un punto de intersección entre dos


ataduras del arte; después de emanciparse de su valor de culto, el arte encuentra un valor en
la exhibición que lo lleva a ser una obra de disfrute cotidiano. Entiendo que es en medio de
estos dos valores que se encuentra el arte emancipado, en donde no sirve más como un
elemento ritual, pero tampoco como herramienta de la industria cultural ni para satisfacer
únicamente la necesidad de disfrute estético. Este punto se caracteriza por la necesidad de
fundamentar la obra de arte en una nueva praxis, distinta a la función ritual. Benjamin
determina que sea ésta la praxis de lo político.

Benjamin también afirma que la obra de arte siempre ha sido susceptible a ser reproducida,
porque algo hecho por un humano siempre podrá ser repetido por otro humano. Pero la
reproductibilidad técnica es algo distinto, debido a que no se considera una falsificación,
como sucede con la reproducción manual. En este caso, el “aquí y el ahora” (que es la
autenticidad) de la obra pierde autoridad.

Esta reproductibilidad técnica es similar a los procesos industriales, en el sentido en que


acelera la producción de muchas obras de arte, en las que la autenticidad no es relevante.
Esta aceleración en la velocidad de la producción le permite a la obra de arte alcanzar la
velocidad de la vida y formar parte de ella. La obra de arte se convierte así en un objeto
cotidiano que ilustra la vida. Es entonces cuando se vuelve también un objeto de consumo y
no de revelación, reflexión o recogimiento.

La reproductibilidad técnica permite acercar a la obra a su receptor, mientras que la despoja


de su carácter de testimonio histórico (o su aura). Su aparición no es única en un espacio y
lugar, sino que es un producto (si se puede llamar así) de consumo o recepción masiva.
Benjamin declara que las masas demandan el acercamiento de las cosas y buscan
apoderarse de ellas. Es en este aspecto en donde entiendo que Benjamin vislumbra una
participación importante de las masas en el arte, porque cuentan con un mayor acceso a él.
Me parece que este acercamiento de la obra de arte al receptor se puede equiparar a la
apertura de la prensa, que brindó el derecho y aumentó la participación en la expresión
literaria. El cine, para Benjamin, llevó a cabo este mismo proceso en mucho menor tiempo.

Se menciona en este punto al cine ruso, que ejemplifica el derecho a ser filmado. A diferencia
del cine corrupto, que no le muestra a la masa su realidad, sino que le impone intereses
falsos, el “cine ruso” (pienso en Dziga Vértov, con El hombre de la cámara) filma en mundo
que lo rodea tal como es.

Esta diferencia que se muestra entre el “cine corrupto” y el cine ruso me parece fundamental
para entender por qué Benjamin se muestra positivo frente a esta nueva tecnología; la
industria cultural ha encontrado en el cine el medio perfecto para entretener a las masas sin
darles la oportunidad de cobrar conciencia de su realidad. Benjamin menciona que el cine
muestra las inevitabilidades de nuestra existencia, pero al mismo tiempo nos muestra un
gran campo de acción. Gracias al uso de la lente, se revelan ante nuestros ojos las
posibilidades del mundo que nos rodea de un modo al que no estamos acostumbrados a
verlo. Es, después de todo, gracias a estas tecnologías que se pueden constatar y observar
detalles del mundo que nos rodea que nunca antes se habrían podido observar (como El
caballo en movimiento, de Muybridge).

Es por estas razones que Benjamin destaca la urgencia de expropiar el capital invertido en el
cine, para que los intereses de los patrocinadores, tanto públicos como privados, no estén de
por medio y se pueda contar con un cine verdaderamente emancipado.

Llaman la atención algunas interacciones entre el aura y los medios como la fotografía o el
cine; por un lado, Benjamin ve con desdén la forma en la que algunos teóricos tratan de
incluir al cine como arte y le atribuyen funciones de ritual que no necesita, como Werfel, para
quien el cine debe representar “lo maravilloso, lo sobrenatural”. Entiendo que Benjamin se
opone a esta perspectiva del cine, y de hecho se manifiesta a favor de un cine más natural y
apegado a la realidad. Ahí se encuentra su potencial revolucionario. En cambio, cuando se
trata de hacer del cine algo único e irrepetible, se le está cargando con valores auráticos que
obstruyen su potencial. En general, Bolívar Echeverría señala la oposición por parte de
Benjamin en usar un medio profano para insistir en una producción de obras auráticas.

Dentro de este potencial del cine, Benjamin menciona la supervisión de la masa y su


autoridad al observar la actuación del intérprete de cine, quien tuvo que probarse ante un
sistema de aparatos. Encuentro en este sentido, una importancia de las masas, que exigen
una participación en el medio.

Por otro lado, Benjamin también observa una última función ritual en la fotografía (que desde
mi perspectiva, también se puede manifestar en el cine). Esta “última trinchera” del ritual en
la fotografía consiste en preservar el recuerdo de los seres amados lejanos o fallecidos.
También se localiza esta función ritual en las fotografías de Atget de las calles de París, en
donde la imagen demanda una recepción “no pasiva”. Entiendo esta función ritual en la
fotografía como su valor documental. No pienso que exista un valor artístico en las
fotografías de los seres queridos, pero de cierta forma, se trata de imágenes que preservan
un limitado valor histórico. También entiendo que estas imágenes pueden tener una función
ritual cuando se recuerda a la persona que no está presente. En estos casos, la fotografía
funciona como una pieza probatoria del proceso histórico, o como lo entiendo yo, una pieza
documental.

Bibliografía:

Benjamin, W., Weikert, A. E., & Echeverr a, B. (2003). La Obra de arte en la poca de su
reproductibilidad t cnica:. Ciudad de México, México: Itaca.



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