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Facultad de Psicología

Licenciatura en Musicoterapia

Trabajo Final
Cátedra: Filosofía del Arte
Docente: Juan Filipelli.
Alumna: Guadalupe Amieva. Email: ​amieva.cg@gmail.com
Fecha de entrega: miércoles 18 de julio, 2018.
Introducción
En este texto, mi idea principal es intentar hacer un recorrido sobre la modernidad del arte y
ver, cómo en la actualidad, los procesos tecnológicos se ligan a los económicos y al arte
para, a través de este último, volvernos clientes de un mercado que le pone un precio a
todo aquello con una forma llamativa o que entre en sus parámetros de belleza, y deja de
lado los contenidos y las aspiraciones más allá de una posesión o un valor.

Una composición musical, un cuadro, llegan a cualquier espacio y a cualquier persona


conectada en la web. El recital, el museo, siguen existiendo, pero la autenticidad de su obra
(el tiempo histórico donde se gestan y del cual son testimonios) se ve ​atrofiada ​cuando se
es capaz de reproducir la obra de arte incesantes veces sin poder distinguir cuál es el
original. Si bien tenemos formas, técnicas, de averiguarlo, el aura ya está atrofiada.

Pero… ¿Por qué digo que el aura, la autenticidad de una obra, se atrofian? Según Walter
Benjamin, la era moderna trae consigo las Revoluciones Industriales, y con ellas, la
reproducción técnica del arte y la crisis del mismo.

Creo que el arte en la modernidad tiene dos partes a pensar para que se conjuguen, que
son:
A) Por un lado, pensar que, como dice Benjamin, el aura se relaciona a la tradición y al
material (el soporte de la obra):
● la tradición, el tiempo en el que surge, se ve distorsionada cuando, desde diferentes
artes, se trae a una obra a la actualidad, al aquí y ahora. Le quitamos la
temporalidad a la que hace referencia, pierde su contexto y se vuelve actual (con las
implicancias que esto tiene, que describiré más adelante); y
● El material, por otro lado, cambia también cuando se cambia de género de artístico.
La reproducción se hace mediante otros medios, otras formas y entonces se pierde
la correspondencia entre la forma y la configuración sensible1 sobre la cosa
representada: porque la cosa representada se manifiesta de forma diferente a la que
se usó en un principio.
Entonces, perdiéndose lo material de la obra de arte, lo que lo hace ser lo que es, y
perdiéndose su contexto al volverse constantemente actual que permite que, por lo menos
al primer contacto, se pierda el contenido de la obra, tenemos como resultado recreaciones
de arte (de forma masiva) muy parecidas a las originales pero que no logran recrear lo
verdadero de ellas, no logran transmitir un aura que nos permita adentrarnos en estas obras
de arte.

B) Por otro lado, tenemos la reproducción técnica del arte (fruto de las Revoluciones
Industriales) y la crisis del arte que se genera en la modernidad. La primera trae consigo la
posibilidad de acceder al arte de ​forma masiva,​ lo que genera que este pierda su status de
élite para convertirse en una experiencia pasible de ser vivida por las clases populares. Con

1
Lo menciona Hegel en las primeras páginas del subtítulo “Subdivisión” de su Introducción a la
Estética.
la tecnología se logran, también, nuevas formas de crear arte, diferentes a las
convencionales y con propuestas que cuestionan lo establecido.
La segunda se debe a los cambios conceptuales y perceptivos del arte (como consecuencia
de la reproducción técnica): la fotografía y el cine, el cubismo en las artes plásticas, el
dodecafonismo en la música (por decir algunos) son ejemplos de cuestionamiento a las
estructuras establecidas dentro de las artes, que simultáneamente modifican la forma de
entender la estética; a su vez estos cambios artísticos acompañan toda la era de
revoluciones sociales que se suceden desde principios del siglo XX.

Entonces, para pensar el arte en la modernidad creo que es preciso entender que estos
cuestionamientos y esta popularización de las experiencias estéticas generan malestar en el
status quo, sobre todo en aquellos que se benefician de él, y que al convertirse en algo
masivo, se asocia a otro engendro de ésta época histórica: el mercado. La tecnología, a
decir de Jiménez, colabora con el deseo de apropiarse, de poseer una obra de arte. La idea
de que todo puede ser mercantilizado, de que todo tiene un valor, se relaciona con las
sociedades e interviene en la percepción de estas sobre el arte y en su cotidianidad.
“Día a día se vuelve más imperiosa la necesidad de apropiarse de los objetos en la máxima
cercanía, a través de la imagen, o más bien a través de su reflejo, la reproducción”, sostiene
Walter Benjamin. Día a día, el mercado de consumo cambia nuestra forma de relacionarnos
con el arte; nos hace creer que somos capaces de hacernos de la obra de arte, que su valor
está en nuestra posesión, y no en el arte en sí mismo.

Pienso, quizás, que esta forma de relación con el arte también va acompañada de un
fenómeno que describe José Jiménez: el ​continuo global de la imagen​, donde todo tiene un
aspecto estético, donde la realidad toda es visual, repleta de imágenes mediáticas que nos
inundan y nos dificultan la posibilidad de saber cuál es la obra de arte.
La tecnología nos presenta por un lado la posibilidad de acceder a todo tipo de
conocimiento y arte desde cualquier lugar donde nos encontremos, pero a su vez, nos la
presenta toda como verdadera, como original. ¿Entonces cómo nos movemos en este
mundo mediatizado, donde se requiere que indaguemos en todo lo que se nos presenta?
Porque algo que también plantea Jiménez es una actitud abierta y crítica, porque ante la
posibilidad de categorizar ​arte a ​todo lo que nos parezca como arte,​ podemos incurrir en
permitir que nada sea arte.

Con la posición crítica de Benjamin y las reflexiones de Jiménez me permito pensar cómo
podemos pensar un arte no de consumo (mercantilista), sino para un fin más allá que el sólo
hecho de poder comprarlo. Y me pregunto, tomando a la filosofía hegeliana, si podemos
entender al arte del siglo XX y XXI como un fruto de la libertad humana.
Gianni Vattimo, en su texto “Muerte o crepúsculo del arte”, sostiene al comienzo del mismo
que Hegel había profetizado sobre “la muerte del arte” y que nuestra era es una caricatura,
una perversión de su idea: vivimos una ​estetización generalizada de la existencia​, vivimos
rodeados por y ​en el “arte” (que dejó de ser un fenómeno específico, reducido a un lugar, a
un marco). Un concepto que puede relacionarse con el continuo global de la imagen, ya que
ambos representan formas de vida donde la experiencia estética que implica una obra de
arte ya no es algo extraordinario, sino que convive con nosotros constantemente y lo hace
ya que las herramientas del arte son utilizadas para vendernos ideales y productos de
consumo.
Así vuelvo a mi pregunta anterior: ¿acaso podemos considerar al arte como fruto de la
libertad humana? Rodeados de experiencias estéticas vacías (propagandas con jingles
pegadizos, dibujos animados llamativos, etc) que responden a la necesidad de los dueños
del mercado de crearnos y vernos consumistas, el arte enmarcado en estos contextos
(desde mi humilde opinión) no responde a una experiencia libre, ni sus frutos serán
producto de la libertad: simplemente responderan a las exigencias de un circuito cultural
hegemónico y contribuiran a la constitución de ideales de mercado.
Estas exigencias incluyen condiciones, que hacen que se reproduzca contenido repetido y
vacío de nuevos significantes, incapaz de cuestionar realidades (porque es fruto de la
hegemonía).
Así se pierde el aura (que Vattimo entiende como fruto del genio, genio que Kant describe
como capaz de crear, natural, innatamente, originales) y se generaliza la masividad y la falta
de contenidos.

Pero es el mismo Vattimo, en su texto, apenas un poco más adelante, quien resalta que “la
práctica de las artes, comenzando desde las vanguardias históricas de principios del siglo
XX, muestra un fenómeno general de “explosión” de la estética fuera de los límites
institucionales que le había fijado la tradición”. Hace referencia a las experiencias artísticas
fuera de la sala de conciertos, fuera de los museos, que tuvieron la capacidad de “poner en
discusión su propia condición”.
Acá, entonces, sí encuentro una relación con la libertad humana: quizás al arte en nuestra
era, lo que le corresponde es salir de los lugares a los que volvió y cuestionarse su
condición, su contenido, su utilización y su lugar para ser arte.

Conclusión
Este trabajo es el cierre de una materia que me presentó a pensadores que me dieron
herramientas nuevas para concebir y complejizar el arte, relacionarlo a la política, a uno
mismo, a las épocas históricas… Y terminar entendiéndolo como un proceso dinámico,
quizás como una bola de hilo enmarañada con varias, muchas puntas de las cuales
comenzar a des-armar.
Este trabajo, a su vez, resultó más complejo que como al principio me lo planteé; sé que
quizás le pueden faltar conceptos, o vueltas de tuerca, pero son procesos que todavía no
pude terminar de comprender. Espero que en algún momento pueda finalizarlo para abrir
nuevos interrogantes.
Gracias por la oportunidad de aprender.
Bibliografía:
● Benjamin, W. (1939). ​La obra de arte en la era de su reproducción técnica.
● Hegel, G.W.F. “Introducción” y apartado IV “Subdivisión” en ​Lecciones sobre la
Estética.
● Jiménez, J. “Arte es todo lo que los hombres llaman arte” en ​Teoría del arte.
● Vattimo, G. “Muerte o crepúsculo del arte”.

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