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La Muerte del Iván Ilich

Gabriela Monserrat Padilla Medina


2F
Desde la perspectiva antropológica, sociológica, la persona subsumida en
los ámbitos social-personal en cuya dimensión se compara y evalúa
cotidianamente, está en constante búsqueda de situaciones de conquista, que
satisfacen transitoriamente sus necesidades de alimento, empleo, afiliación,
reconocimiento y logro, desplazan sentimientos de pena y vacío a cada una de
estas áreas consideradas la directriz a obedecer en la vida, una vida de
servidumbre, de lacayos y de bufones, donde en su transitar integran una cadena
de subordinados los cuales influyen exageradamente al colectivo de personas,
mediante normas y reglamentos autoimpuestos que cumplen a su arbitrio
dificultando las relaciones humanas básicas.

La muerte de Iván Ilich de León Tolstoi el personaje se enfrenta con una


aristocracia político-económica a la cual quiere pertenecer (ansiedad, frenesí,
anhelo en términos psicológicos) por considerarse capacitado en su momento, y
tener implantada la idea como la cumbre en su propósito y sentido de vida. En
este acenso burocrático suceden una serie de eventos contingentes que el
interpreta como afortunados por permitirle en cada uno de ellos, subir un peldaño
en su dimensión de poder, pero a su vez y sin hacerse patente, se gesta en su
interior una enajenación (despersonalización, “el Yo”, realidad distorsionada, etc.
en términos psicológicos) una conciencia infeliz; es decir, una conciencia dividida,
escindida y por ende experimenta una vida familiar( de amistad, de valores y
virtudes) desposeída pero a la cual de alguna manera pertenece, esto le genera
una decadencia, un alejamiento de sí en el aspecto concreto, humano y social;
esto es, una enajenación que logra el trabajo por proporcionarle éste, cierta
hegemonía y sensación de poder, al ir escalando puestos y ejerciendo en otros su
deseo, de tal manera que se apropia de la libertad de algo y en consecuencia se
aleja de la libertad de sí mismo.

Siguiendo con la novela y los acontecimientos, Iván Ilich entra


primeramente en un estado positivo debido a su sistematicidad para resolver
ciertos problemas, y en segundo una negatividad desesperante por tratarse de
algo que desvanece el control de su vida hasta ese momento, al tratar de
solucionarlo como acostumbraba en su trabajo burocrático; es decir, de forma
metódica y dependiente casi totalmente de su criterio, se establecía una relación
entre ciudadano y estado, y ahora se invertía los papeles, él era el paciente al que
se le indicaba lo que procedía en tal situación trasfiriendo así parte de ese poder
enajenante, ante esto y conjuntamente al avance de la enfermedad, Iván Ilich
despierta de su muerte (por estar muerto, al alejarse de su humanidad y
cosificarse), enfrenta a una conciencia que le enuncia que su vida, a la que apela
para que restablezca la normalidad y continuidad no le conoce, este
enfrentamiento continua en toda la narración subsiguiente, sentimientos y
emociones le colocan recuerdos que le describen pero no explican, como
paulatinamente fue cediendo parte de sí mismo mediante los influjos y
seducciones del engaño, mentira, culpa, convencionalismo, conmiseración, etc. y
comienza a llenar la vacuidad, pero sólo estructuralmente y no de contenido; esto
es, sólo intelectual, cognitivo y racional, y no vivencial, experiencial, vocacional,
natural, etc.

La novela, la muerte de Iván Ilich, es la narración de una muerte anunciada,


describe no como vivió sino como murió, es claro que Tolstoi hace fuerte énfasis
en el terror que le causa la muerte transitiva de la enfermedad crónica
degenerativa, así como también la profunda preocupación de los principales
afectados, y no por la exclusividad de las enfermedades en cuanto a la incidencia
hacia algunas áreas de la sociedad en su tiempo , sino por los oprimidos o pobres
económico-político-social, y los escasos recursos para hacer frente a la
enfermedad y otras circunstancias de parte de estos; por otro lado retoma la
aceptación de la muerte utilizando el intelecto en esta historia, al hacer al
personaje, que por medio de esa enajenante situación, esa misma le produce no
temerle más, sino que metódicamente espera el desenlace.

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