2F Desde la perspectiva antropológica, sociológica, la persona subsumida en los ámbitos social-personal en cuya dimensión se compara y evalúa cotidianamente, está en constante búsqueda de situaciones de conquista, que satisfacen transitoriamente sus necesidades de alimento, empleo, afiliación, reconocimiento y logro, desplazan sentimientos de pena y vacío a cada una de estas áreas consideradas la directriz a obedecer en la vida, una vida de servidumbre, de lacayos y de bufones, donde en su transitar integran una cadena de subordinados los cuales influyen exageradamente al colectivo de personas, mediante normas y reglamentos autoimpuestos que cumplen a su arbitrio dificultando las relaciones humanas básicas.
La muerte de Iván Ilich de León Tolstoi el personaje se enfrenta con una
aristocracia político-económica a la cual quiere pertenecer (ansiedad, frenesí, anhelo en términos psicológicos) por considerarse capacitado en su momento, y tener implantada la idea como la cumbre en su propósito y sentido de vida. En este acenso burocrático suceden una serie de eventos contingentes que el interpreta como afortunados por permitirle en cada uno de ellos, subir un peldaño en su dimensión de poder, pero a su vez y sin hacerse patente, se gesta en su interior una enajenación (despersonalización, “el Yo”, realidad distorsionada, etc. en términos psicológicos) una conciencia infeliz; es decir, una conciencia dividida, escindida y por ende experimenta una vida familiar( de amistad, de valores y virtudes) desposeída pero a la cual de alguna manera pertenece, esto le genera una decadencia, un alejamiento de sí en el aspecto concreto, humano y social; esto es, una enajenación que logra el trabajo por proporcionarle éste, cierta hegemonía y sensación de poder, al ir escalando puestos y ejerciendo en otros su deseo, de tal manera que se apropia de la libertad de algo y en consecuencia se aleja de la libertad de sí mismo.
Siguiendo con la novela y los acontecimientos, Iván Ilich entra
primeramente en un estado positivo debido a su sistematicidad para resolver ciertos problemas, y en segundo una negatividad desesperante por tratarse de algo que desvanece el control de su vida hasta ese momento, al tratar de solucionarlo como acostumbraba en su trabajo burocrático; es decir, de forma metódica y dependiente casi totalmente de su criterio, se establecía una relación entre ciudadano y estado, y ahora se invertía los papeles, él era el paciente al que se le indicaba lo que procedía en tal situación trasfiriendo así parte de ese poder enajenante, ante esto y conjuntamente al avance de la enfermedad, Iván Ilich despierta de su muerte (por estar muerto, al alejarse de su humanidad y cosificarse), enfrenta a una conciencia que le enuncia que su vida, a la que apela para que restablezca la normalidad y continuidad no le conoce, este enfrentamiento continua en toda la narración subsiguiente, sentimientos y emociones le colocan recuerdos que le describen pero no explican, como paulatinamente fue cediendo parte de sí mismo mediante los influjos y seducciones del engaño, mentira, culpa, convencionalismo, conmiseración, etc. y comienza a llenar la vacuidad, pero sólo estructuralmente y no de contenido; esto es, sólo intelectual, cognitivo y racional, y no vivencial, experiencial, vocacional, natural, etc.
La novela, la muerte de Iván Ilich, es la narración de una muerte anunciada,
describe no como vivió sino como murió, es claro que Tolstoi hace fuerte énfasis en el terror que le causa la muerte transitiva de la enfermedad crónica degenerativa, así como también la profunda preocupación de los principales afectados, y no por la exclusividad de las enfermedades en cuanto a la incidencia hacia algunas áreas de la sociedad en su tiempo , sino por los oprimidos o pobres económico-político-social, y los escasos recursos para hacer frente a la enfermedad y otras circunstancias de parte de estos; por otro lado retoma la aceptación de la muerte utilizando el intelecto en esta historia, al hacer al personaje, que por medio de esa enajenante situación, esa misma le produce no temerle más, sino que metódicamente espera el desenlace.