Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ADRIANA FERNÁNDEZ
ENSEÑAR LITERATURA
Fundamentos teóricos.
Propuesta didáctica
ISBN 9 8 7 -5 0 0 - 0 8 6 - 8
ISBN: 9 8 7 - 5 0 0 - 0 8 6 - 8
D erechos reservados
Prohibida la rep ro d u cción p arcial o to ta l, el alm acen am ien to , el alquiler, la
transm isión o la tra n sfo rm ació n de este libro, en cualquier form a o por cualquier
m edio, sea electró n ico o m e cá n ico , m ediante fo to co p ias, digitalización u otros
m étodos, sin el perm iso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por
las leyes 1 1 .7 2 3 y 2 5 .4 4 6 .
índice
Agradecimientos................................................................................... 9
Introducción........................................................................................... 11
Conclusiones....................................................................................... 149
Bibliografía......................................................................................... 157
Agradecimientos
sS b S S S S m »»
Introducción1
1. Criterio de autoridad
[■•■]
[...]
[...]
3. Elsa D ru caroff, Mijail Bajtín. La gu erra de las culturas, Buenos Aires, Al-
m agesto, 1 9 9 6 , pág. 7 5 (el subrayado es del original).
ción con los demás que la conforman y, en consecuencia, con
el sistema entero que la obra constituye. Así, todos los elemen
tos de la obra se correlacionan e interactúan: tema, estilo, rit
mo, sintaxis, etc. Por otra parte, tal elemento (ya sea procedi
miento, tópico, motivo o ritmo) permite vincular esa obra con
otras que conforman el sistema literario. Dice Tinianov:
7. Víctor Shklovsky, “El arte como artificio” , en Tzvetan Todorov, ob, cít.
pág. 60.
(p roceso por el cu al no se llam a al o b je to p or su n o m b re sino
que se lo describe co m o si se lo viera p or prim era vez) y el o scu
recim ien to (com o qu edó ex p lica d o en la cita a n te rio r). A m bos
están destinados a ex trañ ar la p a la b ra de su ám b ito p ro sa ico , a
volverla ex tra ñ a a ese c o n te x to para exigir a la p ercep ció n un
plus de tra b a jo . A sí se libera a la p a la b ra del a u to m atism o p e r
cep tivo.
V eam os un ejem p lo a partir del siguiente poem a de Ju a n G el-
m an ( 1 9 3 9 ):
O r a c ió n
Habítame, penétrame.
Sea tu sangre una con mi sangre.
Tu boca entre a mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar.
Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.
Árdeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñeme tu saliva el paladar.
Estés en mí como está la madera en el palito.
Que ya no puedo así, con esta sed
quemándome.
Con esta sed quemándome.
So n e t o X X III
Cátedra, 1 9 7 7 . Levin toma com o base trabajos de Jakobson y HjemsJev para de
finir estos apaream ientos o <f>u/i/jm>s poéticos.
mentado, el tú compite y triunfa sobre elementos de alto valor
poético dentro del sistema estético de la literatura española rena
centista y barroca: “oro”, “lilio bello”, “clavel temprano”, “lu
ciente cristal”. Durante la juventud, sería posible realizar el man
dato de “goza”. Este verbo también ocupa la primera posición
del primer terceto, como sucedía en el poema de Garcilaso. Pero
en el soneto de Góngora la oración no termina en este terceto.
El límite temporal dado por “mientras” se explícita a partir
del “antes que”, que también aparecía en Garcilaso. Allí, el “an
tes que” se combinaba, habíamos señalado, con un presente del
subjuntivo con valor de futuro (“cubra” ), que anunciaba la vejez
pero no la muerte ni la “nada”. Luego, el último terceto concluía
en el saber del retruécano, con verbos en futuro del indicativo,
según vimos. La diferencia consiste en que, en el soneto de Gón
gora, el encabezador se abre al pretérito perfecto: “antes que lo
que fu e”. A través de este tiempo verbal, el punto de vista se
proyecta después de “la edad dorada”, que aparece ahora con
cluida.
Veamos qué otro procedimiento da cuenta del paso del tiem
po en el soneto gongorino. La metonimia por medio de la que se
nombra el tú (“ [...] cuello, cabello, labio y frente”) se combina
con la metáfora. Primero se exhibe en quiasmos (corresponden
cias en cruz) lo que esos fragmentos fueron en la juventud “ [...]
lo que fue en tu edad dorada/oro, lilio, clavel, cristal luciente” .
Después se anuncia lo que serán “[...] se vuelva [...] en tierra, en
humo, en polvo, en sombra Ambas listas de metáforas se
ubican respectivamente en el final de cada terceto. Con estas po
siciones equivalentes se insiste en-sus correspondencias, en este
caso, de antítesis. El pronombre “nada” se ubica al final del poe
ma como un condensador, y con él se cierra el período oracional
único, es decir, se llega al punto que, en este caso, no puede ser
otra cosa sino final. Pero, además, “nada” también cumple con
la función constructiva de entrar en correlación con “tú y ello
juntamente". Esta frase repone, además, la integridad de la se
gunda persona en contraposición con la metonimia. La integra
ción es posible cuando aparece la certeza del final, marcada pri
mero por el pretérito perfecto de “antes que lo que fu e ” y
finalmente por “nada”.
v í n c u l o s e n t r e l a l i t e r a t u r a y LA HISTORIA 49
T Ó P I C O S F U G I T T E M P U S /C A R P E D I E M
SONETO 7
Carpe diem (+): Retoma: El castellano adquiere
núcleo de 1° oración. a) modelo clásico el status de las
Fugit tempus (•) (Oda 11 de Horacio): lenguas de los
anunciado en: "en fugit subordinado al modelos, por:
tanto que" + verbos carpe. ^literatura cortesana,
en presente "antes b) modelo *ideal humanista del
que cubra...", motivos petrarquista + poesía poeta
y tópicos: " edad provenzal: soneto,
ligera ", "tiempo endecasílabos,
helado", "nieve". motivos y tópicos, y
Fugit subordinado al procedimientos
mandato del goce. retóricos como el
2°oración/último retruécano.
terceto: Marco Se adscribe a esa
condicionante de! estética a través del
goce: ley universal del trabajo con la propia
fugit tempus, en lengua.
futuro;
Procedimiento del
retrúecano
SONETO 2
Fugit tempus (+)
Única oración; Retoma el modelo Tópico del
correlato sintáctico renacentista desengaño:
del tiempo que huye garcilaciano desautomatiza
al punto final. Invierte modelos culturales
Carpe diem (-) núcleo jerarquización de los
oracional y posición tópicos
primera en 1o terceto. Estética barroca cruza
Pero el fugit se procedimientos.
impone en las
siguientes marcas:
1."... antes que lo que
fue".
2. El juego de
metáforas
contrapuestas.
3. Condensador final:
"nada".
En síntesis, la oración única es correlato sintáctico del tiempo
único y acotado, que se expresa en el plano semántico. Este co
rrelato se hace posible a través de la subordinación de proposi
ciones temporales a “goza” -es decir, al carpe diem - , establecida
por “mientras” y “antes que”, como en el soneto de Garcilaso.
Pero aquí la oración se abre al juego de contraposición entre “lo
que fue” y en lo que “se vuelva”; el presente desaparece. Esto
funciona para dar cuenta del tiempo que huye en la transforma
ción abrupta de los elementos contrapuestos, que remiten al tú.
Así el tópico del fugit domina, pasa a un primer plano, con lo
que invierte la relación dada por el modelo renacentista de Gar
cilaso, en el que se focalizaba el carpe. La “nada” condensa en eí
cierre la descorporización y se jerarquiza por sobre el “goza”.
Este soneto es de fines del siglo XVI. Su escritura suele ubi
carse poco antes de la derrota de la Armada invencible a manos
inglesas (1588), mientras se derrumbaba el Imperio Español ca
tólico. Su función literaria aparece en el modo en que retoma el
modelo garcilaciano. Una vez consagrada la plenitud de la len
gua castellana y comenzada la caída del Imperio, el tópico barro
co del desengaño comienza a funcionar verbalmente, orientando
la serie literaria hacia la desautomatización de los modelos lite
rarios y los modelos sociales y culturales.
2 .2 . E L G R U P O B A JT ÍN
por ejemplo. Com o insulto, se han escuchado m uchas veces expresiones del tipo
usos un cabeza” , para aludir a un costado poco refinado, desconsiderado y hasta
delictivo de la persona a la que se le habla.
14. Para la filosofía m arxista, la ideología es una ciencia. El m arxism o dis
tingue entre ideología com o falsa conciencia (creencias que construye un sistema
económ ico para asegurar su contm uidad y que contribuyen con ios intereses de
la clase social dom inante) e ideología com o ciencia (ciencia del proletariado,
ideología que muestra la verdad de los hechos).
15. Valentín Voioshinov, El signo ideológico y la filosofía del lenguaje, Bue
nos Aires, Nueva Visión, 1976, pág. 27.
sería el mármol que se esculpe. El contenido que se significa en
la obra podría ser el de la figura humana y la form a , pegada al
contenido, podría representar esa figura como sublime, indigna,
degradada... Ninguno de todos esos elementos por separado ni
aisladamente pueden constituir la escultura: ni la piedra sola ni
el concepto de figura humana ni la abstracción de lo sublime o
de lo indigno o de la degradación. Todo está, a la vez, constitu
yendo la obra.
Bajtín sostiene, entonces, que la forma y el contenido son in-
divorciables en el análisis, que uno no puede prescindir del otro
ya que ambos, en forma solidaria, son portadores de evaluacio
nes sociales. La obra artística los condensa de un modo específi
co a través del trabajo con los sobrentendidos sociales, es decir,
con aquellos enunciados que pertenecen a un horizonte común
entre los participantes de un circuito comunicativo.
Para llegar a estas conclusiones, Voioshinov parte del estudio
de lo que él llama el “discurso en la vida” -la palabra y los dis
cursos cotidianos- y el “discurso en la poesía” -la palabra y los
discursos artísticos-. En ambos casos, los enunciados comportan
evaluaciones que, para que la comunicación sea eficaz, deben ser
compartidas por los participantes del acto comunicativo. En este
sentido, Voioshinov habla de la orientación de los enunciados.
Dice, refiriéndose a los enunciados de la práctica cotidiana:
1) el látigo es de cerdas,
2) retumban cascos y piedras, pero en el verso siguiente aparece
un “precario pegaso”, que matiza el desenfreno con la suavi
dad de “precario” y lo etéreo del “pegaso” .
Vemos a esta altura cóm o todos los conceptos hasta aquí ex
puestos se retoman e implican el uno al otro, dando cuerpo a
una teoría impecable en su coherencia. Podríamos hablar de un
planteo que parte de la certeza de que los signos ideológicos
constituyen enunciados orientados, que, a través de una particu
lar forma de condensar las evaluaciones sociales sobrentendidas
en su articulación lingüística, pueden modelarse en el discurso li
terario. En la novela, el discurso artístico crea un mundo parti
cular que articula su existencia en el cronotopo, entrecruzamien-
to del tiempo y el espacio que constituye la ficción y su héroe.
1) el tiempo externo,
2) el tiempo interno, y
3) el tiem po que huye (que es el saber sobre el tiempo que ad
quiere don Quijote y al que se alude en la cita anterior).
1) el ámbito de arriba,
2) el de abajo, y
3) el lugar am en o , contracara de la oscura cueva dentro de ella
misma: “ [...] me hallé en la mitad del más bello, ameno y de
leitoso prado
1) el de fuera de la cueva,
2) el de dentro de la cueva,
3) el del núcleo de la cueva.
dos, entre los cuales [...] sobresalen los de Stendhal, Balzac, Flaubert y Z ola. [...]
el problem a a resolver [eraj cóm o crear una form a que lograra la ilusión de re
presentar lo real” (M aría Teresa G ram uglio, “El realismo y sus destiempos en la
literatura argentina” , en N oé Jitrik (dir.), Historia crítica d e la literatura argenti
n a , Buenos Aires, Em ecé, 2 0 0 2 , págs. 1 5 -1 6 , t. 6. Por otra parte, conviene acla
rar que, si bien estos escritores m encionados por Gramuglio pueden ser conside
rados com o paradigm as de la estética de la novela realista, Flaubert y Z o la no
son escritores realistas para Lukács. En ellos, Lukács observa la decadencia de la
representación realista, es decir, las prim eras m anifestaciones “decadentes” de lo
que harían después las vanguardias.
23. D. W. Fokkem a y Elrud Ibsch, Teorías de la literatura del siglo X X . Es
tructuralism o. M arxism o. Estética de la R ecep ció n . Sem iótica, Salam anca, C áte
dra, 1 9 9 2 , pág. 1 4 2 .
2 9 . La estética expresionista es de com ienzos del siglo X X y se opuso al rea
lismo. Su interés se centraba en la expresión del sujeto por sobré la captación del
mundo objetivo y el equilibro formal.
3 0 . Véase Juan José Saer, “ Líneas del Q uijote”, en La narración-objeto, Bue
nos Aires, Seix B arral, 19 9 9 . Saer sostiene que E l Q uijote se construye a través
del desmantelamiento de la epopeya, y para ello com para al personaje de Cervan
tes con el héroe épico en lo que hace a su incidencia operativa en el mundo repre
sentado, al grado y tipo de éxito logrado a través de su accionar y su recorrido.
del género. Epopeya y novela corresponden a dos momentos his
tóricos de distinta organización social: entre la épica homérica y
la comunidad no hay fracturas, y el héroe encarna los valores co
munitarios; la novela, en cambio, debe captar el quiebre que h a
bría entre sus rasgos épicos y la sociedad moderna. El personaje
“tipo” de la novela realista exhibe las contradicciones sociales y
la novela constituye así una “épica de la vida privada” .31 Esta
captación de la totalidad social es, para Lukács, la especificidad
del género.
Mientras el marxismo prescribía que la literatura debía refle
jar la verdad subyacente de la realidad social (es decir, lo relativo
a la infraestructura , las fuerzas económicas organizadoras de la
sociedad), Lukács sostuvo que la realidad social se conformaba
como totalidad coherente en la superestructura y que el realismo
reflejaba sus reglas de organización. Pero no todos los teóricos
veían la realidad como un todo coherente: algunos preferían en
focar lo particular en vez de lo total, ya que pensaban que hablar
en términos de totalidad coherente era “un residuo del idealismo
clásico” .32
Para Lukács, la representación de los personajes-tipo es el
modo por el cual el realismo captaría la realidad básica (casi
abstracta) que, además de detentar la verdad de la sociedad bur
guesa/capitalista, daría cuenta también (por su carácter de esen
cial) de cuestiones más abarcadoras. El reflejo de la realidad y de
las leyes del desarrollo histórico permitiría que las obras realistas
resultaran efectivas durante más tiempo que las vanguardistas, es
decir, permanecieran significando. Podría decirse que esto consti
tuye un modo de explicar el carácter clásico (como aquello que
se consagra y se mantiene vigente) del realismo del siglo X IX .
Por otra parte, Lukács valora especialmente que la literatura
realista cuente con un público lector más amplio y popular que
la literatura de vanguardia: ser leída por el hom bre común pon
dría a la literatura realista en contacto con una política de con
33. Véase G eorg L u k ács, Significación actual del realism o crítico, M éxic
Ediciones E ra, 1 9 6 3 .
de la idea que la define como producto de un autor individual,
aislado, único: en la propuesta de Goldmann, el autor se inscribe
en un giupo y en una tradición.34 Y, por otro lado, implica que
la relación entre literatura y sociedad no está dada por los conte
nidos o temas, sino por las organizaciones estructurales.
La teoría y el método de Goldmann reciben el nombre de “es-
tructuralismo genético” . Goldmann sostiene que la estructura
otorga a la obra sentido como unidad y “totalidad” : “ El sentido
válido es el que permite reencontrar la coherencia íntegra de la
obra [...]”.35
En términos de vínculos sociales, la estructura se explica en
relación con la estructura mental de un grupo o cíase social y no
con la totalidad social, como sostiene Lukács.
La “visión de mundo” es el concepto que sirve como puente
entre ambas estructuras y Altamirano y Sarlo lo definen así:
3 4 . Hay que señalar que tradición no se entiende aquí com o influencia, sino
co m o espacio ideológico que aglutina valores propios de una clase y/o de una
historia nacional.
3 5 . Lucien Goldm ann, L e d ieu ca ch é, París, Gallim ard, coJ. “Tell” , 197.9,
pág. 2 2 . C itado y traducido por C. A ltam irano y B. Sarlo, ob. cit., pág. 152.
3 6 . C arlos A ltam irano y Beatriz Sarlo, ob. cit., pág. 1 5 1 .
3 7 . Lucien G oldm ann, Para una sociología d e la novela, M adrid, Ciencia
N ueva, 1 9 6 4 , pág. 2 2 7 .
2.3 .3. Escuela de Frankfurt
5 0 . Carlos Altam irano y Beatriz Sarlo, ob. cit., pág. 1 2 9 . Además, remitimos
al punto 2 .5 .1 para Raymond W illiam s.
5 1 . N oam Chomsky, E l lenguaje y el en ten d im ien to , B arcelona, Planeta-
Agostm i, 1 9 8 6 .
5 2 . John Lyons, Sem ántica, B arcelona, Teide, 1 9 8 0 . Dell Hym es, “ On com -
m unicative com peren ce” , en Ja n e t Pride y John H olm es (eds.), Sociolinguistics,
H arm ondsw orrh, Penguin, 1 9 7 2 .
res sobre convenciones literarias de índole textual, pero que se
transmiten históricamente y que él actualiza en la tarea de leer.
Esos saberes comprometen desde la noción de ficción opuesta a
no ficción , la lectura de indicadores de género como, por ejem
plo, “ Había una vez...”, hasta el reconocimiento de la referencia
o alusión a un texto en otro. En este último sentido, la com pe
tencia literaria daría la posibilidad de reconocer, por ejemplo, la
presencia del soneto “Amor constante más allá de la m uerte" de
Francisco de Quevedo (1 5 8 0 -1 6 4 5 ) en el poema “Las dos ribe
ras” de Leónidas Lamborghini (1927), e involucrar esa presencia
en la comprensión.53
3) Comprender la obra literaria como equivalencia interpre
tativa. La problemática de la interpretación se entiende com o
creación del significado realizada por el individuo lector. Si la
significación se crea en la lectura, la obra no es independiente de
la mirada del lector. Este es el campo del trabajo de Wolfgang
Iser, otro de los representantes de la estética de la recepción.
Jauss, por su parte, habla de la lectura como concretización d e
sentido en el encuentro de lo que está en el texto y lo que pone el
lector. En este sentido, establece la diferencia entre “efecto” y
“recepción” : el primero depende del texto y la segunda del lec
tor. La lectura los reúne.
4) Finalmente, Yvancos señala que el último desafío propues
to por la teoría de Jauss consiste en redefinir la historia de la li
teratura atendiendo a la historicidad de las lecturas.
53. Leónidas Lam borghini, “ Las dos riberas”, en Las reescn tu ra s, Buenos
Aires, Ediciones Del D ock, 1 9 9 6 . Para ampliar la relación entre este poem a y ei
m encionado soneto de Quevedo, véase “ El texto concebido com o respuesta” , en
M artina López C asan ova, Adriana Fernández y M aría Elena Fonsalido, L e e r Li
teratura en la E scuela M edia, m ódulo 5 , Colección Universidad y Educación. Se
rie M aterial D idáctico N° 10. Universidad Nacional de General Sarm iento, 2 0 0 3
Polemizando, Jauss parte de la crítica a la historia de ía litera
tura, asimilada y reducida a una historia de textos y autores:
“ [...] una descripción de la literatura que sigue un cajion ya san
cionado y pone sencillamente en sucesión cronológica la vida y
la obra de los escritores no es, como ya observó Gervinus, ningu
na historia; apenas es sino el arm azón para una h istoria”.54
Esta historia sería sólo un armazón y no una verdadera histo
ria por las siguientes razones:
5 9 . Ibíd., pág. 1 6 2 .
6 0 . Ibíd., pág. 1 6 2 .
6 1 . Ibíd., págs. 1 6 3 -1 6 4 .
El lector puede ser estudiado desde varias ópticas: como indi
viduo real, como representante de un grupo social, como cons
trucción del mismo texto. Jauss concibe un lector activo que rea
liza la interpretación desde el marco de posibilidades que la
cultura de la que es parte le permite y, desde ahí, concretiza cier
tos sentidos que el texto propone. Porque se lee desde un marco
cultural (u h orizon te) la experiencia lectora es siempre social,
aunque sea un acto privado. Para Iser, en cambio, el lector es in
terno o im plícito (es decir, no es externo al texto) y “resume to
das las predisposiciones necesarias para que la obra literaria ejer
za su efecto. [...] como concepto, está firmemente implantado en
la estructura del texto mismo. Es una construcción y no debe ser
identificado con ningún lector real”.62
6 6 . Ibíd., pág. 1 8 1 .
6 7 . R ob erto M ariani, “ Balada de la oficina” , en C arlos G iordano (com p.),
Los escritores d e B o ed o , Buenos Aires, Centro Editor de A m érica Latina, 1 9 6 8 ,
Colección Capítulo.
alumnos no pudieron prever ni reconstruir (aun con ayuda) el
horizonte desde el cual Mariani hablaba. Desde el marco propio,
cuando muchos padres, familiares o conocidos de estos alumnos
habían perdido o temían perder su trab ajo , la oficina había de
jado de ser el opresor para ser el ob jeto deseado desde la expe
riencia del desempleo creciente. El texto de Mariani no podía
comprenderse sin el esfuerzo de reconstruir el horizonte de pro
ducción.
5) La estética de la recepción no sólo trata de comprender el
desarrollo histórico de la lectura de las obras, sino que se ocupa
de situarla en la “sucesión literaria” . Situarla diacrónicamente
permite fusionar el horizonte desde el que se lee con los horizon
tes anteriores para llegar a una comprensión de su historicidad.
Junto con la primera, también retomamos esta tesis en 2.4.4:
“Puesta en análisis. Lecturas de H am let ” .
La obra es estudiada com o acontecimiento, como lectura y
respuesta de otras anteriores, y como punto de partida para nue
vas respuestas. Es producto de la recepción del autor que lee la
tradición literaria y le responde con su obra. En este sentido esta
concepción se asimila a la afirmación de Bajtín respecto de que
todo enunciado es respuesta a otros.
6) La sexta tesis es una prolongación de la quinta: sincronía y
diacronía interactúan dialécticamente. La sincronía permite con
cebir el estudio de un sistema de relaciones en la literatura de un
momento histórico. La misma propuesta está en el formalismo.
La estética de ía recepción no concibe separados estos campos,
sino que propone que la historia de la literatura se expresa en los
cortes que permitan ver los cambios de estructura literaria. Es
importante agregar aquí que, si sincronía y diacronía interac
túan, también podrán ser relevadas una serie de continuidades
en relación con los cambios. Por ejemplo, la figura de Don Juan
proviene de la tradición folclórica y el teatro la retoma a partir
de Tirso de Molina (c. 1 5 7 9 -1 6 4 8 ). Poner en correlación dialéc
tica sincronía y diacronía implicaría ver en cortes sincrónicos los
cambios de lectura del personaje efectuados sobre distintos ele
mentos o sobre aquellos que, aparentemente en lo formal, se
mantendrían constantes: qué cambia estructuralmente en el Don
Juan de Moliere (1 6 2 2 -1 6 7 3 ) y luego en el de Lord George By-
ron (1 7 8 8 -1 8 2 4 ) respecto dei español del siglo X V II, y qué rela
ciones establecen esos cambios con la literatura de su propio
contexto.
7) La historia de la literatura alcanza su objetivo cuando se l
concibe como una historia especial en relación con la historia ge
neral. La función social de la literatura se revela cuando la expe
riencia literaria del lector repercute en su comportamiento social.
La obra no sólo se relaciona con otras obras, sino también con
otras formas no literarias que tienen que ver con la vida del lec
tor, puente entre ellas. Dice jauss:
75. Raym ond W illiam s, M a rxism o y literatura, ob. cit., pág. 12.
7 6 . Ibíd., pág. 6 4 .
Tomemos ahora el término en su desarrollo histórico. Hasta
el siglo X V III, la palabra “literatura”, con sus variantes, se aso
ciaba a los significados modernos de alfabetismo; un hom bre de
literatura o de letras era lo que definiríamos hoy como un hom
bre de vastas lecturas. Con la proliferación de la imprenta, pasó
a nombrar todo aquello que aparecía impreso.
A partir de mediados del siglo XV III, el término comenzó a
referir la práctica y profesión de la escritura. También significa
ba un cierto nivel (minoritario) de realización educacional. Des
de entonces, Williams estudia tres tendencias en lo que hace al
seguimiento histórico del concepto de “literatura”:
1) El desplazamiento del concepto de “saber” al de “gusto”:
el primero correspondió al ámbito de la Iglesia y después, al de
las universidades, y el segundo, a un valor de la burguesía. Esto
último define desde una posición de clase ios criterios más gene
rales respecto del gusto y, por lo tanto, de lo que era o no era li
teratura. El concepto de “crítica” se desarrolla, entonces, conse
cuentemente. Dice Williams: “ [...] estas formas que asumen los
conceptos de literatura y crítica son, desde la perspectiva del de
sarrollo social histórico, formas de control y especialización de
una clase sobre una práctica social” .77
2) El desplazamiento del concepto hacia la idea de especiali
zación que entiende la literatura como una obra creativo-imagi-
nativa. Este desplazamiento aparece como una fuerte respuesta
frente a las formas socialmente represivas e intelectualmente me
cánicas del orden capitalista. Todas estas presiones del nuevo o r
den social económico fueron desafiadas en nombre de una ima
ginación y una creatividad plena y liberadora. En este sentido, el
Romanticismo es el período que lleva esto adelante de un modo
revolucionario.
3) El último desplazamiento que analiza Williams es el que va
hacia el concepto de literatura nacional. Esta idea había crecido
vigorosamente desde el Renacimiento; a partir de entonces co
menzó a asociarse una identidad nacional con determinados va
lores literarios seleccionados por la crítica. La literatura nacional
7 7 . Ibíd., pág. 6 4 .
dejó muy pronto de ser historia para convertirse en tradición,
entendiendo esta como la que contenía los caracteres esenciales
de una nación: Recordemos que los manuales de literatura (véase
capítulo 1) consideran importante que aparezca en el recorte de
literatura nacional aquellas obras que hacen a la esencia del “ser
nacional” . Si lo entendemos en términos de literatura argentina,
esa quintaesencia habría sido dada por la literatura gauchesca.
Este tipo de análisis es llevado a cabo por Williams en M ar
xism o y literatura sobre cuatro conceptos fundamentales: cultu
ra, lenguaje, ideología y literatura. El mismo tipo de trabajo es el
que se pone en juego en su libro Palabras clave, una suerte de
diccionario que analiza históricamente un vocabulario básico
que da cuenta del proceso de transformaciones de la cultura y la
sociedad.
2 .5 .2 . 1. El paradigm a cuestionado
8 5 . Ibíd., pág. 2 1 .
8 6 . Ibíd., pág. 4 4 .
Duby, o la H istoria de la sexualidad, de Michael Foucault, que
abordan el estudio de su objeto desde esta perspectiva.
<**>
92. Corno corriente filosófica, el positivismo fue form ulado por Com t
(1 7 9 8 - 1 8 5 7 ). El positivismo ofrece a la humanidad una absoluta confianza en la
razón para dom inar la naturaleza y para resolver los dilemas filosóficos y religio
sos. La filosofía positivista tiende a confundirse con la ciencia, aunque considera
com o propia la tarea de coordinar los resultados de las ciencias particulares.
93 Pensemos en cuentos com o “H oracio Kalibang o los au tó m atas” o “ El
viaje m aravilloso del señor N ic N a c ”, de Eduardo Holm berg (en C uentos C o m
pletos, Buenos Aires, Edicial, 1 9 9 4 ), o en “ Un fenómeno inexplicable” , de Leo
poldo Lugones (en Las fuerzas extrañas [1 9 0 6 ], M adrid, Ediciones de! D ragón,
1 9 8 7 ), o en el caso de H o racio Q uiroga, en cuentos com o “ El v am p iro ” (en
revista Más allá, de 1 9 3 5 ).
lliams, esta situación que marcamos com o el comienzo local del
género muestra cómo, por un lado, el realismo ya no podía asu
mir por sí solo las “estructuras del sentir” que implicaban esta
fuerte presencia social de la ciencia; y por el otro, de qué mq.do
estos primeros autores ilustran, con sus decisiones, el concepto
de “tradición selectiva” en la medida en que se filian con aque
llos elementos de la tradición fantástica que podían hacer nacer
el nuevo género. Veamos ahora cómo ambos mecanismos se ven
involucrados cada vez que se operan modificaciones que se vuel
ven fundamentales dentro de la ciencia ficción.
Durante la primera mitad del siglo X X , también en nuestro
país, el sujeto sufre el impacto de las posibilidades tecnológicas
propias de la industrialización de la sociedad moderna. De entre
las nuevas formas que surgen, el cine y la televisión acaparan el
interés del público. En este marco aparece, en 1 9 4 0 , La inven
ción de M orel, de Adolfo Bioy Casares (1 9 1 4 -1 9 9 9 ), texto míti
co de lo que ya podemos considerar ciencia ficción argentina.
Como había comenzado a hacerlo Quiroga, ahora Bioy pone la
lógica de la máquina, el invento de Morel, al servicio de la fanta
sía. Jorge Luis Borges (1 8 9 9 -1 9 8 6 ), en su prólogo a la novela, va
incluso más allá de estas definiciones y prefigura un género nue
vo que bien podría ser el origen de lo que más tarde conocería
mos como relato paranoico.94 Dice exactamente Borges: “En es
pañol son infrecuentes y aun rarísimas las obras de imaginación
razonada. Los clásicos ejercieron la alegoría, las exageraciones
de la sátira y, alguna vez, la mera incoherencia verbal [...]. La in
94. Podríam os definir com o “literatura p aran o ica” aquellos relatos de efecto
paradójicos “ donde lo experim ental y lo fragm entario se entrelazan con la preser
vación de la narratividad. A través de la convivencia de las m arcas y señales de la
cultura m oderna ‘refinada’ con imágenes y objetos de territorios marginales de la
‘cultura de m asas’, las oposiciones se sintetizan a través de una m irada paranoica
que se erige en form a privilegiada de aprehensión de una realidad que oculta la am
plia estructura delirante que la sostiene. [...] El relato paranoico interpreta el mun
do con tem p oráneo co m o una encrucijada de elementos heterogéneos que develan
un carácter artificial en función de una red subterránea de intrigas, com plots” .
Los exponentes más destacados de este tipo de literatura son W illiam Burroughs
(1 9 1 4 -1 9 9 7 ), J . G. Ballard (1 9 3 0 ) o Phillip Dick (1 9 2 8 -1 9 8 2 ), entre otros. Tomado
de Pablo Fuentes, “ El relato p aran o ico ”, revista Crisis, N° 36.
vención d e M orel (cuyo título alude filialmente a otro inventor
isleño, a Moreau) traslada a nuestras tierras y a nuestro idioma
un nuevo género” . <•
Bíoy estrecha su relación con una forma extraña deí fantásti
co y utiliza la ciencia com o conductora de la paranoia en otros
cuentos propios o escritos con Borges bajo el pseudónimo de
Bustos D om ecq.9-5 Se trata de relatos en los que el invento queda
opacado por los delirios que se disparan a partir del temor al
desborde de las posibilidades tecnológicas.
Mientras Borges y Bioy establecían una relación con el género
que ya prefiguraba la paranoia, autores como Héctor Germán
Oesterheld (1 9 1 9 -1 9 7 7 ) y Eduardo Goligorsky (1 9 3 1 ) se ubica
ban en otra zona de la ciencia ficción, que sostenía com o posible
el encuentro -fe liz - con seres de otros mundos; en este sentido,
los cuentos se ubican en una línea del género identificable con la
producción de Ray Bradbury (1920). Lo que se perfilaba, enton
ces, eran dos líneas dentro del género, que respondían a dos tra
diciones distintas: la que después devendría en el relato paranoi
co y la más clásica dentro del género, identificada con el contacto
extraterrestre y el espacio exterior.
Podríamos decir que la consolidación de la ciencia ficción ar
gentina se da en los años cincuenta y que la afirmación del géne
ro en el país se da a partir del éxito de un grupo de revistas y co
lecciones de relatos del género que aparecieron y reaparecieron a
lo largo de las tres décadas subsiguientes. Se trata de publicacio
nes com o la revista Más Allá (1 9 5 3 -1 9 5 7 ), M inotauro (1 9 6 4
1968 y luego una segunda etapa, 1 9 8 3 -1 9 8 6 ), Péndulo (aparece
por primera vez en 1 9 7 9 y luego desde 1 9 8 1 -1 9 8 2 ). Estas revis
tas, entre otras, junto con la conocida colección M inotauro, di
fundieron entre el público argentino tanto a nuevos autores loca
les como a los clásicos extranjeros.
Por estos años, Angélica Gorodischer (1928) queda definiti
1. Los eres análisis que se presentan aquí son las respectivas síntesis de los
guientes trabajos: “Transform aciones en prólogos del siglo X V I al X V II: hacia el
anuncio de la novela m o d ern a” , de M artina López C asan ov a; “ La refuncionali-
zación del yo lírico que se identifica con el nom bre del au tor en poem as contem
poráneos de Jorge Luis Borges y Joaquín O. G iannuzzi” , de A driana Fernández,
y “ La representación de la violencia en el dram a de h o n o r” , de Sandra Ferreyra.
Estos trabajos fueron presentados en el I C ongreso de la A sociación Latinoam e
ricana de Estudios del D iscurso, Universidad Federal de Pernam buco, Recife,
Brasil, del 2 3 al 28 de septiembre de 2 0 0 1 .
por ejemplo, como base de consignas de lectura, com o resultado
de trabajos de investigación de los alumnos y la consecuente
confección de fichas antes o después de la lectura del corpus, etc.
En cam bio, nuestra exposición de la puesta en análisis sólo
muestra la lectura crítica que hemos realizado de la historicidad
de los textos, como consecuencia del diseño y del análisis de ca
da corpus.
En el primer caso, historiamos el concepto de ficción en algu
nos prólogos de novelas españolas de los siglos X V I y X V II. Pro
ponemos leer en esta serie particular la relación establecida con
el mundo cultural, relevando algunos pactos de lectura de la
construcción novelesca.
En segundo lugar, brindaremos un corte sincrónico de la lite
ratura argentina a partir del estudio de un procedimiento común
en dos poetas. El registro de las diferentes funciones del procedi
miento en cada autor permitirá estudiar su lugar en el sistema li
terario argentino.
Finalmente, se estudiarán las representaciones de la violencia
en dram as de h on or españoles. La intención es ver, a través del
análisis de algunos procedimientos textuales, cómo estas produc
ciones se relacionan con una organización de prácticas sociales
vinculadas a la violencia.
T h e th in g I am
A u t o b io g r a f ía
En esa época
J.O .G . podía discutir con un muerto.
21. Las citas de las obras de Lope de Vega corresponden a Lope de Veg
Teatro, Buenos Aires, jack so n Editores, 1 9 6 0 . Esta edición se atiene para Fuen-
teovejuna al te x to fijado por A m érico C astro de acuerdo con la primera im pre
sión de Ja com edia. Para P eribañez y el co m en d a d o r de O caña se sigue la trans
cripción de la prim era edición hecha por Adolfo Bonilla y San M artín , conform e
la ha reproducido José M anuel Blecua.
este acto establecen el reconocimiento de su propia condición de
amenaza.
En El alcalde de Z alam ea de Calderón de la Barca, la oposi
ción noble/villano no aparece determinada por una representa
ción de la violencia que exhiba el modo en el que el villano acce
de a las armas, sino que se da por sentado que las usa, y de igual
manera que el noble. La escena X I de la Jornada Segunda, en la
que don Lope y Crespo, después de atacar a unos soldados, se
enfrentan con espadas, termina con respectivos apartes en los
que cada uno elogia la capacidad de pelea del otro: “Don Lope
(Aparte.) -¡V ive Dios, Que riñe bien!/ Crespo (Aparte.) - ¡Bien
pelea, vive D io s!” .22
En Lope, la identidad violenta del villano se construye exhi
biendo los mecanismos que lo definen como el qu e porta herra
mientas -e n contraposición al noble que es quien porta a rm a s-
y, sin embargo, le permiten hacerse de las armas del noble.23 En
Calderón, en cambio, las armas forman parte de la cotidianidad
del villano; la cuestión de su dominio no aparece representada.
La oposición espada/azada no tiene función diferencial en rela
ción con los estamentos sociales; el que sí cumple esta función es
el sistema de fueros judiciales, que racionaliza el uso de la vio
lencia com o medio de ejercer justicia. El establecimiento de fue
ros busca organizar esa violencia a partir de instituciones.
Este cambio que observamos en relación con el uso de las ar
mas podría explicarse si tenemos en cuenta que también puede
leerse com o “violencia” la transposición de la fuerza física a la
palabra. En la enunciación mediata, es decir, en el discurso de los
personajes, también se pone en juego el dominio de la violencia
y su función en relación con el código del honor.
En la escena III del acto segundo de Fuenteovejuna, de Lope
24. Para el concepto de recip ro cid a d violenta ver René G irard, La violenci
y lo sa gra do , Barcelona, A nagram a, 1 9 8 3 , págs. 7 6 - 9 6 .
carga de decir, es “un acompañamiento” de cuyo ejercicio es más
que consciente. En tanto partícipes de un orden discursivo vio
lento, las identidades de estos dos personajes se cohstruyen en
función de una equiparación y no de una diferenciación.
Teniendo en cuenta los modos en que funcionan el uso de las
armas y el debate en estos dramas, podemos decir que en las
obras de Lope de Vega la representación de la violencia se enun
cia a partir del establecimiento de un dominio por parte del no
ble y de la construcción del villano com o amenaza. Contraria
mente, en la obra de Calderón esta representación se enuncia
com o un dominio compartido de la fuerza física y como una
equiparación en la transferencia de la fuerza física a la palabra.
Podemos decir que, en relación con la violencia, lo que en el ini
cio de este género era un rasgo distintivo sobre el cual se organi
zaba jerárquicamente la oposición noble/villano, pasa a ser, con
posterioridad, una equiparación de estas fuerzas sociales que jus
tificaría la aparición de otros espacios, como el de los fueros ju
diciales, para abrir nuevas configuraciones de esta oposición.