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Al pasar el tiempo los temas relacionados al estudio de la salud mental parecen importar
más a la población, debido a que es más común relacionarse con personas que sufran de
algún trastorno mental yendo acordes y de la mano a la época actual. Así es que,
progresivamente, la tolerancia ante estas va incrementando llegando al punto en que
muchos tienen como prioridad la salud mental. Tal vez porque van comprendiendo que el
poder que ejerce la mente en el cuerpo, es por mucho superior; ya que la mente,
refiriéndonos exactamente a los procesos cognitivos, pueden llevarte hasta la cumbre de tus
metas, pero también ser la principal causa de tu defunción.
La historia del término comienza el año 1884. En aquel momento, el psiquiatra británico C.
Hughes hablaba de un campo fronterizo en las enfermedades psicológicas. Este término se
popularizó en un breve plazo como «borderline», que en aquel momento describía a
pacientes con diferentes cuadros sintomáticos, que no podían ser asignados con seguridad
dentro de las tablas de neurosis ni en el espectro psicótico. Así fue que en el año 1938 se
utilizó por primera vez el término «borderline» por Adolf Stern dentro del mundo
profesional para describir un grupo de pacientes externos que no obtenían provecho del
psicoanálisis clásico y que no encajaban en las categorías estándar de neurótico o psicótico.
(Esquivias, 2018)
En lo que respecta la CIE-10 (OMS, 1992), incluye un trastorno similar al límite, pero
denominado «trastorno emocionalmente inestable de la personalidad». En este caso, la
categoría es dividida en dos tipos que comparten un patrón general de impulsividad y
descontrol, la existencia de inestabilidad afectiva, poca capacidad para planificar las cosas y
episodios de ira intensa y comportamientos explosivos. Las dos variedades se denominan:
a) tipo impulsivo, donde se manifiesta inestabilidad emocional y falta de control de los
impulsos, comportamientos amenazadores y explosiones violentas, y b) tipo límite, que
presenta una imagen de sí mismo alterada y poco definida, sentimientos crónicos de vacío,
implicación en relaciones intensas e inestables que desencadenan crisis emocionales
frecuentes, miedo al abandono y comportamientos autolesivos o amenazas suicidas.
En los últimos años se ha venido realizando un gran número de estudios con el fin de
identificar marcadores de riesgo o de vulnerabilidad en el desarrollo del trastorno límite de
la personalidad, es decir, la etiología del trastorno. De los factores etiológicos propuestos,
tres corresponderían a una naturaleza medioambiental: 1) separaciones en la infancia, 2)
compromiso o implicaciones parentales alteradas, y 3) experiencias de abuso infantil; y los
otros tres tendrían que ver más con una naturaleza constitucional: 1) temperamento
vulnerable, 2) tendencia familiar a padecer ciertos trastornos psiquiátricos, y 3) formas
sutiles de disfunción neurológica/bioquímica (Zanarini et al., 1997).
Por otro lado, la GPC del (NICE, 2009), describe distintos factores que pueden estar
implicados en su etiología: 1) vulnerabilidad genética, 2) alteración de los
neurotransmisores, 3) disfunción neurobiológica de la regulación emocional y el estrés, 4)
factores psicosociales y 5) desorganización de aspectos del sistema conductual afiliativo,
concretamente, del proceso de apego.
Este trastorno es un diagnóstico que, si bien es conocido desde hace años, está cobrando un
progresivo interés entre los profesionales en la última década, pues si buscamos hay
muchas páginas en internet que divulgan información tanto especializada como general, la
cual hace años no tenía mayor importancia. Como se dio a conocer en el siguiente ensayo,
al hablar de TLP, nos referimos a un trastorno que, sin tratamiento, puede llegar a casos
extremos y terminar la vida de una persona. Las causas son diversas, pero ante mínimas
características presentadas, guiándonos de los criterios de los manuales de psiquiatría, sería
de vital importancia el diagnóstico por profesionales y al mismo tiempo, que el trato de
ellos hacia estos pacientes, sea especialmente adecuado en el proceso del tratamiento.
BIBLIOGRAFÍA: