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Es claro que la primera etapa no es propiamente parte de la historia de esta rama jurídica,
por cuanto comprende una época anterior a su existencia; pero su estudio nos sirve para
tener una panorámica de cómo fue interpretado y regulado el hecho de la prestación de
servicios en las diferentes culturas que se han ido desarrollando a través de la historia de
la humanidad, para conocer cómo los pueblos regulan el trabajo. Puede decirse que no
existe una correlación o efecto de continuidad entre las manifestaciones laborales de la
antigüedad y el actual Derecho Laboral. Los fenómenos laborales se han dado dentro del
esquema de cada cultura en forma aislada y ha sido poca su incidencia intercultural, salvo
instituciones determinadas como la esclavitud, que coincidentemente se repite en casi
todas las civilizaciones antiguas, con ligeras variantes en su regulación. Aisladas
referencias tenemos de las regulaciones laborales en la antigua Mesopotamia, Egipto,
China, Israel, Grecia y Roma. La esclavitud domina el esquema del trabajo subordinado
de la antigüedad; es claro que dicha institución no encuadraría nunca dentro del esquema
del actual Derecho Laboral, fue un producto de cada época y cada cultura, derivado entre
otras causas de las continuas guerras que en épocas antiguas se sucedían entre
diferentes pueblos. El prisionero de guerra representaba una fuente barata de mano de
obra, que por lo mismo pasó a ocupar la mayoría de los puestos de trabajo, sobre todo,
aquellos trabajos de baja categoría. Pero era por definición un trabajo forzado y el trabajo
como ahora lo interpretamos es en principio un acto de libre voluntad entre las partes.
a Maestros
b Oficiales
c Compañeros
d Aprendices
De esa época inmediata anterior al surgimiento del Derecho Laboral, cabe pues destacar
el funcionamiento de los gremios. Eran entidades que variaban según la localidad y el
momento, pero que tenían en común las características ya vistas de mutualista y
monopolista. Mutualista, en tanto se procuraba el bienestar y la asistencia entre todos sus
miembros. Como monopolio, los gremios dejaron marcaba su impronta en la forma en que
se reguló la actividad económica por varios siglos. Cada gremio era el único titular de su
respectiva actividad con exclusión –legal- de cualquier otro interesado. Cualquier persona
que quisiera desarrollar un arte u oficio, debía pasar necesariamente por el tamiz del
sistema jerárquico gremial; por lo mismo incorporarse en un gremio iniciándose como
aprendiz, para sucesivamente acceder a los puestos superiores: compañero, oficial,
maestro. No se podía irrumpir directamente en el mercado de bienes y servicios, ya que
éstos estaban dominados rígidamente por el sistema gremial. Por otra parte imponían o
incidían directamente en los precios, ya que en algunos rubros eran de hecho los únicos
proveedores.
Es claro que un sistema de ese tipo haya sentado la pauta del trabajo. Si bien pueden
invocarse algunas razones favorables, sobre todo si se toma en cuenta el momento
histórico en su conjunto, no puede negarse que el sistema gremial no podía continuar por
mucho tiempo, esa rígida sujeción del principio de libertad individual en lo que a la
actividad laboral se refiere.
Los primeros embates contra el sistema gremial en el continente, se sintieron en los años
previos a que estallara la Revolución Francesa. Turgot, Ministro de Finanzas de Luis XVI,
hizo ver a éste el grave deterioro de la economía, que atribuyó precisamente al sistema
de producción dominado por los gremios. Por ello promovió en 1766 la emisión del
llamado Edicto de Turgot, que abolía los gremios. Sin embargo, poca atención se brindó a
dicho edicto y los hechos se fueron precipitando hasta desembocar en la célebre
revolución. Una vez triunfante el nuevo orden, o más bien, una vez abolido el viejo
régimen, una de las primeras leyes fue precisamente la de eliminar totalmente cualquier
limitación a la libertad individual de dedicarse a cualquier actividad económica lícita; por lo
mismo, el principal valladar de esa libertad, los gremios, quedaron totalmente abolidos
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(1791). A partir de ese momento se proclamó la plena libertad individual en el ámbito del
trabajo y se proscribió toda interferencia en el orden económico.
Irónicamente fue ese mismo principio el que, pocos años después, se pone en contra de
los incipientes movimientos colectivos de los trabajadores. Los primeros intentos de
sindicatos se toparon en contra de esa línea liberal de pensamiento, plasmada en leyes
como la citada Chapelier, que deslegitimaba toda componenda o presión en el libre juego
económico. Las coaliciones obreras, embrión de los sindicato, en el fondo pretendían
mejorar salarios y condiciones de vida; esto es, ejercer influencia o presión en el libre
juego que fija los montos de los salarios.
En el desarrollo del movimiento colectivo laboral, se reconocen tres etapas que varían
según el país. Esas etapas son:
En esta primera fase, como arriba se indica, se proscribió todo intento de los trabajadores
de presionar en el mercado; se calificó de sedición, conspiración y otras figuras delictivas,
los intentos de huelga y de organización. Se persiguió a los líderes obreros y se trató de
sofocar esos movimientos. En plena vigencia de las ideas de plena libertad de comercio y
de trabajo, cualquier presión o interferencia eran mal vistas.
A principios del siglo XX, emergió el concepto de derechos sociales y comienzan los
gobiernos a reconocer el empuje del movimiento colectivo laboral. Quizá la realidad de no
poderse oponer al mismo, o el interés político de aprovechar ese movimiento, o las
propias presiones sociales tan convulsionadas a finales de siglo, el hecho fue que
aquellos movimientos anteriormente perseguidos, marginados, ignorados, ahora serían
reconocidos por la ley. Este movimiento legislativo tuvo a su vez dos fases: el re
reconocimiento a nivel ordinario: leyes ordinarias, aisladas, reconocían derechos de los
trabajadores y una culminación que fue la llamada constitucionalización de los derechos
laborales, esto es, que los derechos se reconocían a su más alta expresión, es decir, a
nivel constitucional; se consagraban dentro de los textos constitucionales los derechos de
los trabajadores, tanto los individuales como los colectivos. El mérito de ser la primera
legislación conteniendo derechos laborales corresponde a la Constitución Mexicana de
Querétaro, en 1917, después de su revolución. Posteriormente aparece la de Weimar,
Alemania en 1919. Seguidamente fueron haciendo lo propio las diferentes constituciones
de países latinoamericanos. En Guatemala fue técnicamente hasta 1945 en que se
plasmaron en la Constitución esos derechos.
El mismo proceso evolutivo que se diseñó en otras latitudes el desarrollo del Derecho
Laboral, tuvo aquí, aunque con algún retraso su propia dinámica.
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De la época precolombina son pocos los apuntes que se pueden consignar, ya que no
contamos con fuentes certeras y específicas que nos pudieran informar con mayor
abundamiento. Los textos escritos son escasos, escuetos en información general y con
mayor razón respecto de esta materia; las inscripciones jeroglíficas, de las que poco se
podido desentrañar, son asimismo informaciones escuetas.
De los albores de la época colonial nos han llegado abundantes reportes de abusos y
desmanes cometidos por los conquistadores, sobre una raza doblegada y sometida, de
cuyos miembros se llegó a cuestionar si tenían o no alma. La Bula Papal del papa Paulo
III, puso fin a esa indigna controversia que nos da un relejo del proco aprecio que para
algunos mereció el indígena a algunos europeos en un primer estadio post conquista.
Instituciones como la Encomienda o el Repartimiento, son así mismo tristes ejemplos de
esos tiempos. El influjo de ideas humanitarias y la actividad de personajes de la talla del
obispo Francisco Marroquín o fray Bartolomé de las Casas, fueron ganando terreno para
dar lugar a un mejor tratamiento del indígena en el desarrollo de estas naciones. Fue pues
una época de grandes contrastes: a la par de colonizadores prepotentes, encontramos a
personas que su vida dedicaron en beneficio de la población nativa.
Las famosas Leyes de Indias, significan un hito reconfortante y un ejemplo positivo del
influjo de las corrientes humanistas y manifiestan un claro intento de la corona española
de limitar los desmanes que sus súbditos cometían en estas latitudes. Entre sus
disposiciones sorprende encontrar la regulación de la jornada de ocho horas. Si bien es
cierto que su aplicación dejó mucho que desear, las Leyes de Indias fueron un curioso
anticipo de legislación laboral que se implementaría siglos después.
Pero la verdadera evolución de nuestro orden laboral la podemos ubicar a finales del siglo
pasado. El movimiento legislador promovido por la Reforma Liberal, incidió en lo que era
el embrión de la nueva disciplina jurídica.
De esa época a la fecha, poco más de un siglo ha sido testigo del nacimiento, crecimiento
y posicionamiento del actual Derecho de Trabajo.
1.4. Denominaciones
Aparecen en la terminología dos grandes grupos para denominar esta joven rama del
derecho:
Predominan las de Derecho de Trabajo o del Trabajo y ésta de Derecho Laboral, preferida
por más característica, y que va abriéndose paso en la doctrina.
Para el profesor chileno Walker Linares, Derecho del Trabajo es el conjunto de normas,
teorías y leyes destinadas a mejorar la condición económica de los trabajadores.
Gallart Folch entiende que constituye, el conjunto de normas jurídicas dirigidas a regular
las relaciones del trabajo entre patronos y obreros; y, además, otros aspectos de la vida
de estos últimos, pero precisamente en su condición de trabajadores.
Cabanellas lo define como, aquel que tiene por finalidad principal la regulación de las
relaciones jurídicas entre empresarios y trabajadores, y de unos y otros con el Estado, en
lo referente al trabajo subordinado, y en cuanto atañe a las profesiones y a la forma de
prestación de los servicios, y también en lo relativo a las consecuencias jurídicas
mediatas o inmediatas del trabajo.
La protección del trabajador constituye la razón de ser del Derecho Laboral. No solamente
es el germen en sus orígenes sino que también es su actual sustentación. Las normas
primigenias de esta rama surgieron como una voz de protesta contra los excesos y
abusos que se cometían en contra de las personas con ocasión del trabajo. Reclamos
contra las jornadas extenuantes, contra el trabajo insalubre de menores de edad, contra
los bajísimos salarios. De ese primer embrión se fue gestando todo un aparato normativo
de incalculables proporciones y proyección. A tal punto han llegado los alcances de la
tutelaridad, que un grueso sector de la doctrina considera que el Derecho Laboral es un
derecho de la clase trabajadora, en cuanto brinda exclusivamente al trabajador una serie
de instrumentos de lucha frente al trabajador.
La Constitución de Guatemala en el artículo 106 establece que, las leyes laborales están
llamadas a superarse a través de la contratación individual o colectiva…
La imperatividad de las normas laborales se debe entender aun frente o en contra del
mismo trabajador. Es decir que, aunque el trabajador renuncie a algún derecho laboral,
dicha renuncia deviene nula, independientemente de la disponibilidad del trabajador al
momento de la renuncia. Lo que con ello se pretende es proteger al trabajador:
Se habla de una vocación conciliadora del Derecho Laboral. Por ello no debe perderse de
vista la vocación conciliadora que debe animar a esta disciplina. Aceptar que existen
diferencias por intereses encontrados, pero procurar la superación de las mismas, buscar
puntos de convergencia y no magnificar las discrepancias. Lo expuesto se encuentra
regulado en los considerandos de nuestro Código de Trabajo, ya que invocan una mayor
armonía social (sexto considerando); y a lo largo del Código se repite esta vocación
conciliatoria: en la interpretación de las leyes laborales se debe tomar en cuenta
fundamentalmente el interés de los trabajadores en armonía con la convivencia social,
regulado en el artículo 103 de la Constitución Política y el artículo 17 del Código de
Trabajo.
Este principio del derecho del trabajo se obtuvo a través de una de las mayores luchas de
la clase trabajadora, el fin primordial fue el de obtener continuidad en su trabajo. Un
trabajo estable y seguro garantiza el bienestar, en tanto que un trabajo temporal e
inseguro, a su vez genera una serie de problemas socio-económicos para el trabajador y
su familia.
Dice la literal c. del cuarto considerando del Código de Trabajo que: “El derecho de
trabajo es un derecho necesario e imperativo, o sea de aplicación forzosa en cuanto a las
prestaciones mínimas que conceda la ley, de donde se deduce que esta rama del derecho
limita bastante el principio de la <autonomía de la voluntad>, propio del derecho común, el
cual supone erróneamente que las partes de todo contrato tienen un libre arbitrio absoluto
para perfeccionar un convenio, sin que su voluntad esté condicionada por diversos
factores y desigualdades de orden económico-social.
subordinado. Debe recordarse que la tutelaridad no tiene que aislarse de otros elementos
que intervienen en el quehacer laboral. El hecho de emitir muchas normas tutelares no
implica necesariamente una mejora automática de las condiciones de los laborantes.
Algunas disposiciones que pueden aparecer como muy ventajosas para los trabajadores,
podrán rendir frutos a largo plazo, por ejemplo: “la fijación de un salario mínimo muy por
encima del mercado”. Dicho principio se encuentra regulado en el cuarto considerando,
inciso d, del Código de Trabajo.
Todo derecho debe ser expresión del ejercicio real de la democracia, más aun tratándose
del derecho del trabajo. Aspecto regulado en el cuarto considerando, inciso f, del Código
de Trabajo.
Esta corriente doctrinaria estipula que se trata de una concepción publicista, porque sus
normas son taxativas o de carácter imperativo, o sea que la autonomía de la voluntad se
ve limitada a la aplicación de este derecho, pues sus normas tienden a proteger intereses
no particulares sino de carácter general.
Esta tesis afirma que por una parte el derecho del trabajo tutela intereses privados y por
otra, intereses de la generalidad. Pertenece al derecho público por cuanto organiza una
especie de tutela administrativa sobre los trabajadores, pero depende por el contrario del
derecho privado cuando estatuye sobre los contratos.
Al Derecho del Trabajo le dan una categoría nueva, incorporan a él una serie de
instituciones que hace convertir a todas las relaciones jurídicas en una misma idea o
finalidad que es la Social. Pues tiene características propias, peculiaridades especiales,
desborda los límites de las grandes ramas del derecho, y es lícito que sus normas sean
derogadas cuando lo convenido resulte más beneficioso para la parte más débil.