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FINAL TEORIA RRII

UNIDAD 1

HALLIDAY
El comienzo del siglo XXI ha traído interés en “lo internacional.” Las RR II existen desde el final
de la I Guerra Mundial. Este reconocimiento de lo internacional está impulsado en primer lugar
por la globalización, un proceso que la mayoría data en las décadas de 1980 y 1990. Esta
importancia en lo internacional implica una recuperación y reutilización de textos e ideas que
están presentes en la disciplina de las RR II desde sus comienzos (década de 1920) así como
una recuperación de lo que puede denominarse como teoría clásica. Se trata de ideas sobre lo
internacional que están presentes en los textos de la política y filósofos de siglos anteriores y
se remontan a las primeras formulaciones de ideas sobre política. A la vez, el replanteamiento
de lo internacional implica un cuestionamiento de ese enfoque del “sistema delimitado”
(Estado, nación y comunidad como lo conocemos), de modo que lo que antes se veía como
una historia de la sociedad nacional o del Estado, hoy se ve en un contexto general más
amplio. Estos cambios han alterado las categorías sobre lo internacional, sucesos que van
desde la Guerra Fría hasta el estallido del terrorismo islámico. Se puede considerar que el
aumento de los estudios sobre lo internacional es un producto del cambio en tres círculos
concéntricos: el central, la disciplina en sí; el segundo, el clima general de las ciencias sociales
que determina las preocupaciones e ideas en una ciencia social determinada y tercero, el
mundo de los sucesos en sí que determinan con el paso del tiempo la trayectoria de la ciencia
social.

Las ciencias sociales que se enseñan en las universidades actualmente parecen


corresponderse a objetos de estudio que existen objetivamente en el mundo exterior. En esta
perspectiva, el estudio académico de las RR II se corresponde con algo determinado en el
mundo real: las relaciones entre Estados. Esto puede ser confuso ya que las ciencias sociales
no siempre han existido y a la vez, la ocasión para el descubrimiento de una rama de las
ciencias sociales no es tanto que haya algo que estudiar, sino que haya un desafío o un
problema que abordar. Por lo que el surgimiento de un estudio académico definido después
de la PGM refleja no el descubrimiento de la materia sino más bien una sensación de
preocupación ante la quiebra del orden internacional.

OLMEDO GONZÁLEZ
Existen diferentes tendencias para el desarrollo científico de las Relaciones Internacionales.
Una de ellas es la sistematización de la información cuantitativa para entender los patrones de
comportamiento de los Estados, y la otra se basa en la articulación de modelos provenientes
de la filosofía. A partir de estas tendencias, Kuhn identifica los paradigmas, que orientan el
proceso científico, a través de etapas. Las etapas que atraviesa un paradigma son la preciencia,
la ciencia, la crisis y la revolución científica, y estos procesos son cíclicos, por lo que se repiten
a partir del surgimiento de nuevos paradigmas. Los paradigmas de las Relaciones
Internacionales cambian según el punto de vista y los estudios de cada autor, ya que Del
Arenal identifica el paradigma tradicional, el paradigma de la sociedad mundial y el paradigma
de la dependencia, mientras que Barbé propone el paradigma realista, transnacionalista y
estructuralista.
A su vez, los programas de investigación tienen una estructura tridimensional, en la cual se
distingue el núcleo duro, la heurística positiva y la heurística positiva. El núcleo duro contiene
la hipótesis general, la cual está en consenso entre todos los científicos. La heurística positiva
comprende los procedimientos a seguir, mientras que la heurística negativa comprende los
procedimientos a evitar. Esta estructura sirve para avanzar con el contenido empírico, y sólo el
núcleo duro no se puede cambiar, ya que es limitante. Además, los programas de investigación
pueden convivir con distintas teorías y modificar los supuestos.

Por otro lado, las tradiciones de investigación están compuestas por compromisos
metodológicos y ontológicos, supuestos generales e historia. Las tradiciones también pueden
convivir con otras y los supuestos se pueden cambiar. Sin embargo, las tradiciones presentan
algunos problemas, que pueden ser conceptuales, si surge inconsistencia teórica, o empíricos,
que se diferencian entre resueltos y no resueltos, o anómalos, en el caso de ser resueltos por
teorías o tradiciones rivales. La integración de las tradiciones se puede dar por fusión o por
evolución. Si se da por fusión, las tradiciones rivales se unen para identificar nuevas líneas de
investigación, sin cambiar sus supuestos, y si se da por evolución, se produce un rechazo de los
elementos fundamentales de las tradiciones precedentes y se modifican los supuestos
centrales. Existen tres tradiciones de investigación de las Relaciones Internacionales: la
realista, la liberal y la holista.

SCHMIDT
La historia de la evolución del campo de las Relaciones Internacionales se puede entender
como una serie de debates. Para Bull existen tres oleadas de actividad teórica: la idealista, la
realista y la científica social.

El primer debate se dio entre los idealistas de entreguerras y los realistas de postguerra, y
finaliza con la victoria de los realistas, por lo cual se produce una reorientación del campo, con
una mirada más práctica y científica. Con la hegemonía de los realistas, se dejaron de tener en
cuenta las afirmaciones y los supuestos generados antes de la Segunda Guerra Mundial.
Consideran a los idealistas como un grupo de pacifistas utópicos y legalistas concentrados en
transformar la política internacional en lugar de analizar la realidad. En términos de Kuhn, el
debate se dio de la siguiente manera: los idealistas presentan la idea de la paz duradera, y la
Segunda Guerra Mundial se presenta como una anomalía, por lo que el campo entra en crisis y
finalmente la teoría es reemplazada por el realismo, que explica racionalmente la lucha entre
las naciones y el poder.

La "etiqueta idealista" también ha oscurecido la manera en que los académicos de


entreguerras se acercaron al estudio de la seguridad internacional y la organización
internacional. Mientras que la erudición entre guerras se asocia más a menudo con las
desgracias de la Sociedad de Naciones, no todos los escritores durante este período asumieron
que la introducción de esta nueva organización internacional por sí misma alteraría la lógica de
la política internacional. A comienzos de la década de 1940, era evidente que el campo estaba
experimentando una transición, lo que se ejemplificaba mejor por el argumento de que el
estudio de la política internacional debía reemplazar a la organización internacional como el
foco central del campo. Aquellos que comenzaron a ingresar a la profesión bajo la identidad
"realista" fueron los responsables de cambiar el énfasis en el campo. Al igual que los que
escribieron antes de la Segunda Guerra Mundial, el objetivo de muchos de los "realistas" era
hablar la verdad al poder. Esto fue especialmente el caso de los eruditos emigrados que
impactaron profundamente el discurso tanto de la ciencia política como de las RR.II. Mientras
que Morgenthau y los otros "realistas" ayudaron a hacer de la política internacional el núcleo
del campo, no fue el caso de que aquellos que escribieron antes del estallido de la Segunda
Guerra Mundial no estuvieran familiarizados con muchas de las demandas fundamentales de
la "Nuevo" modelo de política de poder.

El segundo debate se produjo entre los tradicionalistas y los conductistas durante la revolución
de las ciencias sociales. Los estudiosos conductistas afirman que los principios tradicionales y
que la idea de la lucha de poder proviene de impuestos biológica de la naturaleza humana y su
metodología se basa en ejemplos históricos que impide que alcance un status de ciencia.

El tercer debate es más complejo porque fue un debate interparadigmático, entre los realistas,
los pluralistas y los estructuralistas. Dicho debate comienza con la caída de la hegemonía del
realismo y los cambios económicos, de seguridad y paz que surgen en dicho contexto, por lo
que surgen contradicciones con los principios realistas cobre la naturaleza de la política
interestatal. Por lo tanto, surgen nuevos enfoques alternativos que desafían los principios
realistas, atacan afirmaciones estatocéntricas, sobre la distinción entre la alta y la baja política,
y sobre las condiciones de la política internacional, que pasa de la dependencia a la
interdependencia, planteada por Keohane. A su vez, el tercer debate no fue visto como uno
que había que ganar, sino un pluralismo con el que había que convivir.

Las limitaciones de utilizar el marco de los "grandes debates" para comprender la historia del
campo se manifiesta claramente en los años ochenta y en el llamado "tercer gran debate".
Además, existen los debates entre paradigmas y post-positivismo, el debate entre
neorrealismo y neoliberalismo; Entre racionalistas y reflectivistas; Y entre racionalistas y
constructivistas. También hay numerosos debates dentro de enfoques específicos como el
constructivismo, el feminismo, el realismo y el post-estructuralismo. Desde el punto de vista
de los debates, el campo genera una autoimagen derivada de la idea de un conjunto de
debates recurrentes, y se señaló algunos problemas que se generan al ver la historia del
campo de esta forma. Por un lado, si el estudio se dirige a los detalles de la historia, no es
evidente la existencia de los debates, y las versiones estilizadas de los debates no hacen
justicia a todas las controversias que se produjeron en el campo de las Relaciones
Internacionales. Sin embargo, el marco analítico de los debates le da cierta coherencia al
campo de las Relaciones Internacionales.

Las consecuencias que el creciente apego al cientificismo ha tenido por el desarrollo del
campo son: En primer lugar, ha dado como resultado que las RR.II renuncien a su autonomía
intelectual a una serie de campos afines que son más científicos. En segundo lugar, el
compromiso con la ciencia contribuyó a una creciente brecha entre la comunidad académica
estadounidense, que buscaba emular el enfoque positivista del conocimiento, y gran parte del
resto del mundo que seguía siendo profundamente sospechoso de estudiar la política
internacional de esta manera. Los miembros de la Escuela de Inglesa, Hedley Bull, Herbert
Butterfield, John Vincent, Martin Wight y otros, fueron, por ejemplo, "escépticos de la
posibilidad de un estudio científico de las relaciones internacionales". Optaron por centrarse
en lo que denominaron una "sociedad internacional" que implicaba el estudio de la historia, la
cultura, la religión y la filosofía. Una tercera consecuencia fue un divorcio entre la teoría
política y la teoría de las relaciones internacionales. Al igual que la historia del pensamiento
político se convirtió en un punto focal de ataque por los conductistas en la ciencia política, la
idea de que el estudio de la teoría política internacional podría avanzar las credenciales
científicas del campo fue rechazada.

UNIDAD 2

ANGELL
En el contexto que escribe Angell, los supuestos universalmente aceptados se basaban en que
el poderío nacional igualaba riqueza y prosperidad, que la expansión territorial abría
posibilidades a la industria y que la estabilidad industrial y financiera de un Estado depende de
la capacidad que éstos tienen de defensa frente ataques de otras naciones, las cuales están
dispuestas a atacar para aumentar su poderío frente a los vencidos. Las cuestiones referidas a
la naturaleza humana y el papel del Estado eran los centros de su argumentación. Respecto al
Estado, Angell creía asistir a cambios en el papel del Estado y esto tenía que ver con la
organización de la sociedad sobre bases distintas de la división territorial y nacional. Frente a
este axioma, Angell propone sus propios supuestos.

(1) El autor entiende que ninguna nación puede destruir el comercio de otra por vías militares,
porque el comercio depende de la existencia de riquezas naturales y de una población que las
aproveche, sino que sólo se puede aniquilar al comercio aniquilando a la población, lo cual es
impracticable. (2) Además, si un Estado destruye a otro, el capital del vencedor desaparece y el
único medio de restituirlo es finalizando el caos impuesto en el vencido. (3) El tercer supuesto
de Angell propone que requerir tributos a los vencidos e indemnizaciones resulta muy costoso
económicamente, lo cual es desfavorable desde el punto de vista de una operación financiera.
(4) También entiende que no existe el altruismo invertido, es decir que no es factible que se
eliminen recursos o poblaciones porqué sí, sin un interés u objetivo económico. (5) Por otro
lado, es imposible hacer presa del comercio a una nación por métodos militares, y no se puede
destruir a la competencia de una nación vencida por medio de la anexión. (6) En cuanto a la
prosperidad de las naciones, Angell entiende que no ésta no depende de su poderío político,
ya que los Estados pequeños carecen de poder militar, pero son prósperos en el comercio. (7)
Por último, sobre las colonias de las potencias, éstas son naciones independientes aliadas a las
potencias, lo cual se visibiliza, por ejemplo, en el caso de Gran Bretaña. Siguiendo este
ejemplo, las colonias no presentan para Gran Bretaña provechos económicos, y ganaría más
provecho con la separación formal de ellas porque no se preocuparía por su defensa. Es decir
que la conquista no necesariamente deriva en ventajas prácticas. En el pasado, la conquista de
un territorio traía ventajas al conquistador, pero las condiciones que habían posibilitado tal
rédito se habían vuelto obsoletas. En la creciente interdependencia entre las naciones
impulsada por la división del trabajo y la facilidad de las comunicaciones. Estos factores hacen
estéril la fuerza militar. También afirma que los conquistadores deben dejar la riqueza de un
territorio en manos de sus habitantes, ya que es una falacia que el Estado nación aumenta sus
riquezas al aumentar su territorio, porque cuando se anexa un territorio también se anexa a la
población, y éstos siguen poseyendo la riqueza, por lo que el conquistador no obtiene tanto
como éste querría. Por lo tanto, el poderío militar es económicamente fútil. Cuanto más se
protege militarmente la riqueza, menos segura se halla la nación. Esto es porque la riqueza no
necesita se defendida porque no puede ser confiscada. Las siete proposiciones pueden
resumirse en una sola: la única línea de conducta posible para el conquistador de nuestros días
consiste en dejar la riqueza de un territorio en manos de los individuos que lo habitan y que
hay, por ende, una ilusión óptica en el pensamiento que se alimenta hoy en Europa, de que
una nación aumente sus riquezas al aumentar su territorio, ya que al anexarse una provincia o
Estado, los habitantes que son los únicos poseedores de la riqueza correspondiente, quedan
anexados también y el conquistador nada obtiene.

En el pensamiento realista, se daba por sentado que, así como la riqueza inglesa había sido el
resultado de su poderío y de la expansión colonial, respaldada por su marina de guerra, el
reciente ascenso alemán era fruto de sus triunfos militares. Es decir, cuando se habla del
análisis de las RR II, ha predominado la idea de que el poder nacional significaba riqueza y
prosperidad y de que una nación podía tener ventajas de la conquista de otra. De hecho, uno
de los axiomas que ha predominado en la política europea es que la estabilidad industrial y
financiera de cada nación y la seguridad en materia comercial dependen de su aptitud para
defenderse contra ataque de otras naciones. El propósito de Angell era demostrar que esas
ideas constituían uno de los errores más engañosos, un error que era una ilusión óptica. El
objetivo de Angell es cambiar la conducta humana, educando a través de los medios de
comunicación y de la opinión pública. Angell no analizó la guerra desde la perspectiva de los
pacifistas, aunque sus argumentos contribuirían a tal causa. Tampoco abogó por la no
resistencia o el desarme unilateral. El argumento general del autor no es probar no que la
guerra es imposible, sino que es inútil. Él no tiene una mirada ni antimilitarista ni pacifista, él
no dice a ninguna nación que descuide su defensa, sino que trata de demostrar que ningún
Estado tiene interés en atacar a otro y que la necesidad de estar permanentemente en
condiciones de defenderse se debe a que cada uno cree que el otro tiene ese interés. Lejos de
anunciar el fin de la guerra, Angell la veía asomarse detrás de la carrera armamentista, en
particular a la que involucraba a GB y Alemania. En el mundo la guerra es el fruto de la paz
armada, sólo vislumbraba una posibilidad para evitar ese destino, ganar la batalla de las ideas
construyendo una opción entre la corriente del realismo militarista y las representaciones del
pacifismo.

CARR
Carr entiende que la ciencia de la política internacional surge como una respuesta a una
demanda popular después de la Primera Guerra Mundial por la agitación que se produjo
contra los tratados secretos. El autor critica el papel de la utopía, afirmando que los
investigadores tenían un carácter utópico y que elaboraban proyectos utópicos para llegar a
sus fines, pero cuando éstos fallaron y se recurrió a un verdadero análisis, se estableció una
ciencia, con el surgimiento del realismo. El realismo pone énfasis en aceptar los hechos y
analizar sus causas y efectos, tomando una actitud crítica. De esta manera, Carr realiza una
crítica al idealismo, comparando sus supuestos con los supuestos del idealismo, desde un
punto de vista realista.

(1) La primera distinción la realiza entre la determinación y el libre albedrio. Por un lado,
entiende que los idealistas rechazan la realidad y creen en sustituirla con algo utópico por un
acto de voluntad, que rechazan la causalidad, y que se distinguen por ser ingenuos, basándose
en una creatividad espontánea. Mientras que, por otro lado, los realistas aceptan el curso de
los hechos, sin posibilidad de cambio, por lo que se distinguen por su carácter estéril. (2) En
cuanto a la teoría y la práctica, entiende que los idealistas hacen de la teoría una norma a la
que la realidad debe adaptarse, mientras que los realistas ven a la teoría política como la
codificación de la práctica política. Entiende que la ciencia política debe basarse en el
reconocimiento entre la teoría y la práctica, que es una combinación de utopía y realidad. (3)
También hace una distinción entre los intelectuales y los burócratas. Con esto se refiere a que
los idealistas tienen un punto de vista intelectual de la política, por lo que las políticas, según
él, son juzgadas según cumplan sus principios o no. Carr ve esto como una debilidad ya que
cree que no entienden la realidad ni sus patrones. En cuanto a los realistas, éstos tienen un
punto de vista burócrata que es empírico. Desde este punto de vista buscan resolver los
problemas por separado, evitando formular principios y guiarse por la experiencia. Esto está
ligado al orden existente, a la tradición y a la aceptación. (4) Por otro lado, Carr afirma que los
idealistas son radicales de izquierda, que idean principios de acción política, pero les falta
experiencia práctica, mientras que los realistas son conservadores de derecha, que son fuertes
en la práctica, pero tienen una debilidad frente a la teoría. (5) Por último, establece que los
idealistas establecen un patrón ético que pretende ser independiente a la política y que ésta
debe adecuarse a él, mientras que los realistas argumentan que el patrón utópico está
condicionado y dictado por el orden social, y es político. Por lo tanto, comprenden que la
moral solo es relativa, no universal.

WILSON
Wilson afirma que el Primer Gran Debate no existió realmente, y un paradigma idealista o
utópico tampoco, sino que Carr lo inventó y lo usó para desacreditar eventos que sucedieron
con los que estaba de acuerdo. De esta manera, el autor realiza una serie de críticas para
reforzar su argumento. Para comenzar, entiende que los principales conceptos de Carr son
ambiguos y no pueden ser tomados en serio desde un punto de vista científico. Esto es así
porque su argumento se basó en la distinción entre la utopía y la realidad, pero falló en hacer
una distinción clara porque utilizó el término “utopía” como oposición al realismo y a la
realidad, lo cual genera que pierda validez. Además, no pudo demostrar porqué sus objetivos
fueron imposibles de alcanzar, y hablaba de que la falla de la Sociedad de las Naciones para
mantener la paz era inevitable simplemente porque falló. La última crítica que realiza se basa
en que, al usar el concepto de moralidad, nunca aclaró a qué se refería. Desde que presentó al
concepto como una contradicción de poder, significó que el poder no podía ser moralizado, ni
la moralidad ser poderosa.

El autor también da su aporte sobre el idealismo, explicando que el problema es que el


término “idealismo” tiene una carga negativa, ya que sugiere imparcialidad y mentira. Sin
embargo, los idealistas creen en el progreso, en el free will, en la importancia de las ideas y en
la moralidad absoluta y universal y en la maleabilidad de la naturaleza humana, entre otros
supuestos. Además, creen que las políticas pueden ser hechas para crear un estándar ético. En
cuanto a la guerra, los idealistas consideran que esta es obsoleta, y es la creciente
interdependencia la cual la vuelve obsoleta. La guerra es un producto de instituciones
imperfectas, del balance de poder, de la anarquía, del nacionalismo y de la maquinación de
intereses siniestros. La misma puede ser evitada con la expansión de la democracia, de las
leyes nacionales y con el crecimiento de las organizaciones. Además, la educación debe
centrarse en educar a las masas sobre la paz y el internacionalismo. También creen en la
libertad de los mares, la abolición de alianzas, el arbitraje y la mediación, los cambios pacíficos,
la descolonización, la autodeterminación de los pueblos, la cooperación social y técnica y la
creación de una fuerza policial internacional.

KNUTSEN
Knutsen busca sentar bases sólidas sobre el origen de las Relaciones Internacionales. A partir
de 1890 surgieron numerosos textos analíticos, distinguiendo a historia moderna de la
contemporánea. El origen de los estudios fue impulsado por asuntos e incertidumbres de fines
del siglo, como la guerra, la riqueza, la paz y el poder. Esto se dio en un contexto de ascenso de
Estados Unidos y Alemania, mientras que a la vez se producía el declive de Gran Bretaña;
además hubo una expansión de la influencia política y económica occidental hacia partes
remotas del mundo, y se estaban llevando a cabo movimientos pacifistas. Hubo cinco factores
que ayudaron a establecer la conexión entre estos cambios mundiales y el surgimiento de la
disciplina.

(1) El primer factor fue la interconexión del mundo, ya que el crecimiento comercial y
productivo del Atlántico Norte generó un aumento de la brecha entre el Norte y el Sur, lo cual
llevó a una mayor interdependencia entre los países desarrollados, y una mayor dependencia
del Norte con el Sur en relación a las materias primas. (2) El segundo factor se relaciona con los
cambios en el balance de poder. Los índices de desarrollo nacional cambiaron el orden que
habían marcado las relaciones internacionales durante las guerras napoleónicas. Por lo tanto,
las potencias industriales de 1850, es decir, Francia e Inglaterra, a fines de siglo perdieron su
papel frente a Estados Unidos y Alemania. (3) Por otro lado, otro factor se relaciona con el
Estado, las naciones y el nacionalismo, ya que, por la modernización e industrialización, hubo
una expansión de la producción, se removieron las barreras comerciales, y las mejoras en el
transporte generaron una comunicación efectiva y unidad nacional. Los expertos explicaron
que los procesos de integración y de construcción nacional marcaron esta época. Los
argumentos internacionales eran populares y esto fue evidente en el crecimiento del
movimiento de la paz, explicitado por la Internacional Socialista. (4) El autor también tiene en
cuenta los cambios y revoluciones de los medios de comunicación que se dieron en esta época,
que impactó de diferentes formas en el desarrollo del campo. Por ejemplo, el hecho de que
cada vez hubiera más libros y diarios generó que se publicara cada vez más contenido de
Relaciones Internacionales, sumado al hecho de que se redujera el precio del papel por lo que
publicar resultaba más barato. Además, cada vez surgieron nuevos temas literarios, como, por
ejemplo, la experiencia colonial. (5) El último factor presentado por Knutsen se refiere a la
profesionalización de las ciencias sociales. Este proceso se dio gracias a la inversión de recursos
en educación superior y la creciente necesidad de profesionales. A través de este proceso de
profesionalización, surgieron nuevos métodos de ciencias sociales aplicados para estudiar la
guerra, la paz, la pobreza, entre otros fenómenos que comprenden las ciencias sociales. Esto
marcó a las sociedades occidentales y reflejó un cierto grado de racionalización y
especialización en la sociedad, aumentando la necesidad de expertos en este y otros campos.
La sociedad americana especialmente ofreció un ambiente propicio para las variedades de
enfoque de las RR II. Una razón podía ser el gran número de grandes universidades, las cuales
se caracterizaban por tener políticas liberales en los distintos cursos y se permitía discutir de
asuntos políticos sin restricciones aparentes; esto se hizo evidente en la proliferación de
diversas revistas norteamericanas y semanarios de ciencia política especializada que trataban
estas cuestiones económicas y políticas. Esto también se evidenció cuando los colegios
militares americanos cambiaron su currículo para incluir menos ingeniería y más estudios
sociales. Además, muchos académicos alemanes, que escapaban de las persecuciones nazis,
llegaron a EE UU y encontraron trabajo en los departamentos de ciencias sociales de las
distintas universidades.

¿Una generación perdida? Se puede decir que los orígenes académicos de las RR II no fueron
una reacción a la PGM sino una reacción a la expansión económica y a la competencia
interestatal de finales del siglo XIX. Esta reacción fue particularmente fuerte en los EE UU,
como una reacción al nacionalismo de Europa. Por último, esta literatura que surgió antes de
la PGM es más rica que aquella que surgió después de la guerra. Estas tres conclusiones hacen
dudar de la afirmación que las RR II fue influenciada por el idealismo. Un estudio sobre los
fundadores de la APSA desafía la creencia de que los EE UU no tenía estudios de las RR II hasta
que los europeos la introdujeron en el período de entre guerras. Dicho estudio también duda
de la afirmación de que los académicos de EE UU no conocían el poder político y el enfoque
realista hasta que los europeos lo introdujeron en dicho país; este argumento es un mito.

VILLANUEVA
Presenta una nueva perspectiva sobre los orígenes de las Relaciones Internacionales, y pone
énfasis en la importancia de tener un bien entendimiento histórico de la disciplina, ya que de
esta manera evitamos desacreditar tradiciones teóricas y contribuciones a la disciplina del
pasado, y así podemos influir y encaminar el futuro de la disciplina. El origen convencional de
la disciplina se remonta a la idea de que surgió con la esperanza de evitar otra guerra para no
tener que atravesar nuevamente las atrocidades de la Primera Guerra Mundial, y a la creencia
de que la disciplina se crea en 1919 junto con el primer departamento de política internacional
especializado y con la Sociedad de las Naciones. Sin embargo, desde un punto de vista
revisionista sobre el origen del campo, se puede trazar el origen a los trabajos de Tucídides,
Maquiavelo, Kant y Marx. Todos estos estudios fueron pilares importantes para las tradiciones
de pensamiento actuales, como el realismo, el liberalismo y la teoría de la dependencia.
Aunque dichos trabajos no se enfocaran en asuntos internacionales per se, en sus obras se
encuentran las raíces intelectuales del área. Otro punto de vista entiende que el estudio de las
Relaciones Internacionales antecede por lo menos dos décadas al origen tradicional de 1919,
debido a que ya se dictaban materias en relación a la disciplina y había revistas sobre
Relaciones Internacionales.

Ante esta confusión acerca del origen de la disciplina se presentan una serie de problemas. Por
un lado, establecer un año como origen puede ser arbitrario y puede sufrir variaciones al
encontrar nueva evidencia histórica. Además, debido a que se produjo un entendimiento
pobre del origen, esto cierra vías potenciales de investigación a futuro. Por otro lado, es
importante notar que se ignoran a teóricos de principios del siglo XX, su impacto y sus líneas
de investigación, ya que en esa época todavía no se consideraba a las Relaciones
Internacionales como una disciplina independiente, por lo que no se tienen en cuenta sus
aportes. Villanueva plantea una serie de sugerencias frente a esta situación. Su primera
sugerencia es clara, y se trata de evitar establecer fechas arbitrarias para establecer el origen
de la disciplina, y en cambio tener en cuenta al origen como un proceso que lleva su tiempo.
Además, sugiere que los estudiosos se informen más, ya que casi no hay investigadores que
vayan más allá de las narrativas tradicionales, lo cual se puede ver ejemplificado con la
ausencia de trabajos sobre Latinoamérica.

UNIDAD 3

BULL
Existen dos enfoques sobre la teoría de las Relaciones Internacionales. Por un lado, el enfoque
clásico está derivado de la historia, la filosofía y las leyes, y deposita su confianza en el ejercicio
del juicio, con estrictas formas de verificación. Las proposiciones generales de este enfoque
deben derivar de un proceso científico de percepción o intuición, y tienen una concepción del
mundo anticientífica, aunque esto no significa que los escritos no sean rigurosos o empíricos.
Por otro lado, se encuentra el enfoque científico, con proposiciones basadas en pruebas
lógicas o matemáticas, con procedimientos empíricos de verificación. Inclusive algunos se
consideran como fundadores de una ciencia nueva porque consideran al enfoque clásico como
débil e impreciso, aunque en el enfoque científico, al limitarse a lo que puede probar la lógica,
se rechazan instrumentos necesarios para abordar las temáticas y surgen problemas morales
que este enfoque no puede contestar de manera objetiva, ya que al formular hipótesis a
respuestas empíricas siempre se depende de la intuición o del juicio de valor personal, por lo
que, al no poder contestar algunas cuestiones, se dedican a temas periféricos. De esta manera,
el progreso resulta improbable por las características inherentes del enfoque. Además, su
trabajo es distorsionado por la medición, por lo que a veces los temas de política internacional
suelen acomodarse más fácilmente al enfoque clásico. Otra limitación de este enfoque es su
insensibilidad por las condiciones de la historia contemporánea y su separación de la historia y
la filosofía.

WALTZ
Para Waltz, los enfoques existentes se basaban en lógicas reduccionistas, por lo que el autor
plantea un enfoque sistémico y acusa al realismo de ser reduccionista, ya que entiende que
había un error en el enfoque porque no podía comprender las continuidades. Los enfoques
reduccionistas trabajan con una lógica adentro-afuera, y toman características internas de los
actores para explicar su política internacional, mientras que las teorías sistémicas son
deductivas, por lo que responden a una lógica afuera-adentro, es decir que parten del sistema
para comprender el funcionamiento de las unidades.

Según el autor, el sistema está formado por la estructura y unidades interactuantes. Las
estructuras se mantienen, aunque la personalidad, conducta o interacciones cambien. Una
definición estructural se puede aplicar a diferentes dominios mientras tengan disposiciones
similares, por lo tanto, las definiciones de estructura deben ignorar las características de las
unidades, y en cuanto a las unidades interactuantes, deben ignorarse sus relaciones y
enfocarse en sus disposiciones, ya que sólo los cambios de disposición son cambios
estructurales. La estructura política se define por un principio ordenador, el carácter de las
unidades y la distribución de las capacidades.

El principio ordenador de un sistema nos da la primera información básica acerca del modo en
que las partes del sistema se relacionan mutuamente. La característica prominente de la
política internacional parece ser la falta de orden y organización, lo cual alude a la anarquía de
la política internacional. Los actores políticos son formalmente diferenciados según sus grados
de autoridad y se especifican sus diferentes funciones. Existe una especificación de roles y esa
diferenciación de funciones en cualquier Estado. Para Waltz, el principio ordenador se basa en
que los sistemas políticos domésticos son centralizados y jerárquicos, por lo que mantienen
una relación de subordinación, mientras que los sistemas políticos internacionales son
descentralizados y anárquicos, y mantienen una relación de coordinación. El autor hace una
analogía sobre el comportamiento de los Estados recurriendo a la microeconomía: realiza una
comparación de los Estados y el sistema anárquico con la lógica de un mercado oligopólico (en
el que las potencias controlan el oligopolio) y el resto de los Estados son los consumidores.
Estos Estados que participan como consumidores, están sujetos al supuesto de autoayuda para
sobrevivir. Tanto los mercados como el sistema internacional se forman por coacción de
unidades auto interesadas.

En cuanto al carácter de las unidades, para Waltz los Estados son las unidades principales de
los sistemas internacionales, y no se diferencian entre sí por sus funciones. Esto es porque la
anarquía implica relaciones de coordinación entre las unidades de un sistema, y eso implica su
paridad. Mientras persiste la anarquía, los Estados siguen siendo unidades. Por medio de las
interacciones de los Estados como unidades, se generan las estructuras políticas
internacionales. Es gracias a las interacciones de los Estados que se generan las estructuras de
la política internacional. Si bien los Estados son las unidades principales del sistema, éstos no
son los únicos actores importantes, por lo que Waltz realiza un cuestionamiento al
estatocentrismo, y entiende que su importancia está declinando por la importancia de los
actores no estatales o transnacionales. Sin embargo, en los sistemas políticos internacionales
se debe decidir qué unidades serán consideradas como parte del sistema, y las estructuras no
están definidas por todos los actores que se encuentran dentro de ella, por lo que siguen
prevaleciendo los Estados por sobre otros tipos de actores para definir las estructuras. Que los
Estados sean soberanos no significa que puedan hacer todo lo que desean, ya que pueden
estar presionados a actuar de cierta forma. En cambio, esto significa que deciden por sí
mismos la forma en que se enfrentarán ante cuestiones internas y externas. Todos los Estados
son similares con respecto a las tareas con las que se enfrentan, pero no en sus capacidades de
desarrollar estas tareas.

Para finalizar, en cuanto a la distribución de sus capacidades, las partes de un sistema


jerárquico están relacionadas entre sí de maneras determinadas tanto por su diferenciación
funcional como por el grado de sus capacidades, pero las unidades de un sistema anárquico
son funcionalmente indiferenciadas, y se distinguen según el grado de sus capacidades. La
estructura de un sistema cambia por transformaciones en la distribución de capacidades de las
unidades del sistema, y esto hace que cambien las expectativas acerca del comportamiento de
las unidades y acerca de los resultados de sus interacciones.

MORGENTHAU
Morgenthau presenta 6 principios del realismo. El primer principio establece que la política
está gobernada por leyes objetivas de la naturaleza humana. La teoría política debe someterse
a la razón y a la experiencia, y también debe constatar hechos y darles sentido a través de la
razón. El segundo principio plantea que la política internacional se explica a través del interés
definido en términos de poder. Los actores deben estar dotados de disciplinas racionales para
la acción. De esta manera, el realismo se libera de dos falacias. La primera falacia se trata
sobre la consideración de las motivaciones, y la segunda, sobre la consideración de las
preferencias ideológicas. Para Morgenthau lo que importa es la capacidad intelectual para
captar lo esencial de la política exterior. Además, la teoría tiene un elemento normativo, por lo
que la experiencia no sigue plenamente la construcción teórica. En tercer lugar, el tipo de
interés de acción política depende del contexto político y cultural donde se desarrolla la
política externa. Las condiciones que operan sobre la política externa no varían. El interés de
un Estado siempre es el interés nacional. El cuarto principio entiende que los principios
morales universales no pueden aplicarse a las acciones de los Estados, sino que deben ser
filtrados a través de circunstancias concretas de tiempo y lugar. No puede existir la moralidad
política sin prudencia, ya que siempre hay que considerar las consecuencias políticas de una
acción aparentemente moral. El siguiente principio establece que el concepto de “interés” está
definido en términos de poder, es decir que nos salva de los excesos morales y de la locura
política. Por último, el sexto principio plantea que se subordinan las otras formas de
pensamiento al margen del pensamiento político, pero éstas no desaparecen.

Morgenthau toma un compromiso académico al tener como objetivo “decirle la verdad al


poder”, mientras realiza una crítica al behaviorismo, al cientificismo, al idealismo y la política
estadounidense. En cuanto a su obra, ésta se encuentra dividida en diferentes dimensiones. La
primera responde a la dimensión empírica, la cual se presenta como una alternativa al
idealismo, planteando que el objeto del conocimiento es el hecho real, a partir del cual se
establecen leyes históricamente verificables y objetivas. En esta dimensión se analiza a la
realidad política como un esquema racional y posee un pesimismo antropológico que
establece que la naturaleza humana es invariable y actúa según el interés propio. El sistema
internacional de Estados soberanos es un fenómeno histórico susceptible a desaparecer. La
dimensión normativa formula un modelo ideal de comportamiento político con pretensiones
finalistas para generar una política exterior racional. Al ser normativa, se pasa del “ser” al
“deber ser”. Los mecanismos democráticos para la política exterior deben reservarse a la elite
que actúa según la lógica de la lucha de poder. La dimensión finalista de la obra de
Morgenthau se basa en la aplicación del modelo de equilibrio de poder para conseguir
estabilidad, a través de herramientas como la diplomacia y con el objetivo de lograr paz
permanente en el sistema internacional. La teoría finalista del mundialismo entiende que los
Estados cedan sus armas de destrucción a una autoridad superior y que el Estado como
proceso histórico va a desaparecer.

El poder para Morgenthau es el fundamento y la condición de la política. Es un fenómeno


racional que responde al problema de imponer la voluntad propia ante el resto. Es decir que es
la capacidad que tiene un Estado de alcanzar sus fines según los recursos que posee. El poder
político es el medio para alcanzar los fines nacionales, y el factor más importante de la política
nacional es la diplomacia, ya que a través de la misma se puede lograr la dominación política.
En relación al poder, el potencial de movilización depende de la capacidad y la voluntad, y es
pertinente realizar una distinción entre poder, influencia y dominación. La dominación violenta
es insuficiente y no es duradera.

En cuanto al interés nacional, existen dos usos del término, ya que puede referirse a un
instrumento político o analítico, y su origen están en la doctrina de razón de Estado. El interés
nacional es objetivo y trascendente, pero es variable según determinadas circunstancias
sociales. Además, es necesario y lógico para la seguridad nacional, la supervivencia física,
política y cultural.

El equilibrio de poder es consecuencia de la lucha de poder en el mundo internacional, por lo


cual, para Morgenthau, es inevitable, pero necesaria, ya que conduce a la estabilidad y
mantiene la autonomía de las unidades políticas porque evita que surja una superpotencia. Se
genera una situación en la que el poder está distribuido entre varias naciones de manera
similar, y se explica por la anarquía, ya que los Estados buscan maximizar su interés nacional
cuando se vive en un estado anárquico. Las críticas que se presentan ante esto es que hay una
ausencia de referencia al equilibrio de poder como sistema y se utiliza el concepto sin rigor de
sus objetivos analíticos.

Morgenthau realiza críticas al liberalismo, ya que entienden a las relaciones entre naciones
como relaciones entre individuos, pacifistas y ordenadas, y no se interesan en los asuntos
internacionales, ya que se basan en los intereses por la política interna. Además, entienden
que la política exterior sin intervención es la aplicación en práctica del principio de laisser faire,
la confianza optimista en el poder armonizador del curso de los acontecimientos, del
desarrollo natural y de las leyes de la naturaleza fue la justificación de ambas inercias, la
interna y la internacional. El liberalismo es pacifista y hostil con la guerra como manifestación
del ansia de poder en el marco internacional. El liberalismo no sólo se horroriza con el
espectáculo de la guerra y la condena como un ultraje moral, sino que argumenta contra la
guerra, como contra algo irracional, un pasatiempo aristocrático o un atavismo totalitario que
no tiene sentido en un mundo racional. La guerra es una cosa del pasado. Pertenece a la época
del militarismo y del deseo; se vuelve obsoleta en la civilización industrial en la que el hombre
puede apaciguar sus instintos codiciosos a través de la inversión productiva del capital. En la
base de esta concepción se encuentra nuevamente la experiencia interna del liberalismo. La
filosofía liberal le da un significado universal y lo traslada a la escena internacional. Oponerse
al uso de la fuerza, base de todas las tiranías, constituye la esencia del liberalismo. La paz es
una condición necesaria para el funcionamiento de los sistemas filosóficos, social y económico
desarrollados por las clases medias, y para la realización de su objetivo, que es el dominio de la
naturaleza por la razón humana. No hay lugar para la violencia en un sistema racional de
sociedad. Es una preocupación vital para las clases medias el evitar cualquier interferencia
exterior, especialmente las interferencias violentas, con el mecanismo del sistema económico
y social que simboliza la racionalidad del mundo en sentido amplio. Los liberales no son
conscientes de la diferencia entre la política interna y la política internacional en la era liberal.
Los liberales igualan la distinción entre guerra y paz con la distinción entre violencia
autocrática y racionalidad liberal. Así, el liberalismo separa las técnicas que ha desarrollado
como instrumento de dominación interna (las garantías legales, la maquinaria judicial y las
transacciones económicas) de su sustrato político y las transfiere como entidades
autosuficientes, carentes de sus funciones políticas originales, a la esfera internacional. Los
liberales llegaron a ver en la violencia la maldad absoluta y sus convicciones morales les
impedían usar la violencia, mientras que el uso de la violencia es parte de las reglas del juego.
Sin embargo, la condena liberal de la guerra es absolutamente sólo en la esfera ética y en la
esfera política y respecto de objetivos políticos últimos. En el caso de aplicaciones políticas
inmediatas, esta condena se suaviza y sólo se emite cuando las guerras en cuestión se oponen
o son irrelevantes desde el punto de vista de los objetivos liberales. Cuando se propone el uso
de las armas para llevar las bendiciones del liberalismo a pueblos que todavía no lo disfrutan o
para protegerlos de agresiones despóticas, el fin justo sirve para justificar métodos. Así, las
guerras de unificación nacional y las guerras contra gobiernos despóticos son guerras legítimas
para el liberalismo. Su legitimidad proviene directamente de las premisas racionalistas de la
filosofía política liberal. Cuando todas las naciones estén unidas bajo sus propios gobiernos y
todos los gobiernos estén sometidos a control democrático, la guerra habrá perdido su
justificación racional. La razón reinará imposibles las guerras. La razón proporcionará
instrumentos a través de los cuales solucionar pacíficamente los conflictos. La guerra por la
unificación nacional y para salvar al mundo para la democracia es la "guerra final y culminante
por la libertad humana", la "última guerra", la "guerra para acabar con la guerra". Las clases
medias tiene una aversión a la acción violenta. Para ellas, la violencia organizada es el enemigo
temido. La ocupación de las clases medias es primordialmente comercial o de naturaleza
profesional mientras que su enemigo histórico, la aristocracia, se ha educado en la tradición
del uso de las armas.

También critica al nacionalismo democrático por su noción liberal de la guerra, ya que aunque
vean a la guerra como irracional y obsoleta, las guerras de unificación nacional y contra
gobiernos despóticos sí son legítimas. De esta manera, se entiende que las naciones deberían
estar libres de la opresión, tanto la interna como la internacional. La voluntad popular debería
decidir cómo y por quién debería ser gobernado el pueblo, al mismo tiempo que ese pueblo
debería decidir sobre el Estado al cual desea pertenecer. Así podría justificarse tanto la
revolución nacional como la guerra nacional. El pensamiento liberal ha considerado la
universalidad del gobierno democrático o republicano como un prerrequisito para la paz
permanente. Puesto que los gobiernos autocráticos tiranizan en el marco interno y hacen la
guerra en la escena internacional, todo lo que se necesita es un cambio en la forma de
gobierno para acabar con la tiranía y con la guerra. La opinión pública debería ejercer su
influencia pacificadora y tendrían que sustituirse los instrumentos de los gobiernos
autocráticos en la política internacional, la diplomacia secreta y los tratados secretos, por el
control democrático de la política exterior. La democratización de las relaciones
internacionales es uno de los grandes objetivos liberales.

El liberalismo cree que la política exterior de un país es el simple reflejo de su situación


interna. Sin embargo, la política exterior de un país está determinada por diferentes factores;
de los cuales la forma de gobierno y las políticas internas son dos, pero no los más decisivos.
Las políticas exteriores fundamentales de las grandes potencias han sobrevivido a los cambios
en su forma de gobierno y en sus políticas internas. En consecuencia, la cuestión de la guerra y
de la paz se decide sobre la base de esos factores permanentes, al margen de la forma de
gobierno bajo la que vive la nación y de las políticas internas que adopta en un momento
determinado de su historia. El intentar implantar la monarquía o la democracia en el mundo,
no es el camino que lleve a la paz.Las victorias en las guerras liberales, lejos de satisfacer las
esperanzas liberales, creaban los males que se suponía que habían de conjurar. En lugar de ser
las últimas guerras, se convertían en precursoras y pioneras de guerras más destructoras e
intensas que las anteriores. La unificación nacional y la liberación democrática, en lugar de
acabar con las causas de la guerra, intensificaron los antagonismos internacionales e hicieron
participar a amplias masas de la población en los mismos. Las naciones unificadas, en lugar de
carecer de incentivos para la guerra, tenían la suficiente cohesión y el necesario ímpetu moral
para iniciar políticas de conquista, coloniales u otras. Las disputas internacionales, que en gran
medida habían sido rivalidades principescas y pasatiempo aristocrático, se convirtieron en
controversias entre naciones. El triunfo del nacionalismo y de la democracia, conseguido
gracias a las guerras liberales, fortaleció inmensamente la soberanía del Estado y, con él, las
tendencias anárquicas en la sociedad internacional. El particularismo del nacionalismo
democrático se convirtió así en el primer obstáculo para la realización de otros objetivos, como
el libre comercio o la organización internacional, a través de los cuales el liberalismo trataba de
garantizar la paz internacional. El liberalismo iba a ser destruido en el campo internacional por
las mismas fuerzas que él había impulsado para dominar el mundo occidental.

Al escribir sobre el liberalismo decadente, el autor entiende que al enfrentar los peligros que el
pleno cumplimiento de las aspiraciones liberales había creado, el liberalismo abandonó
finalmente las excepciones a su actitud pacifista. El liberalismo tenía una visión de condena
absoluta ante las guerras preventivas, la idea de una nación debería entablar una batalla
contra otra para anticiparse a una guerra planeada por esta última nunca ha sido aceptada por
la teoría y la práctica liberales. Al contrario, las guerras liberales son generalmente guerras
defensivas. Las dudas sistemáticas y las vacilaciones de los gobiernos liberales, enfrentados a
decisiones que podrían implicar la guerra, son debidas a esos rasgos inherentes de la filosofía
liberal. Durante el período de la decadencia liberal la posición original del liberalismo se
invirtió. Mientras que el liberalismo en auge hubiera intervenido e incluso entablado batalla
para la promoción y la protección de las posiciones liberales en otros países, el liberalismo
decadente de los años treinta ya no estaba dispuesto a entrar en guerra por ninguna causa. La
guerra era considerada una perversidad absoluta, no sólo en la esfera ética y política, sino
también en el marco de la acción política. El liberalismo decadente estaba todavía convencido
de que la democracia es paz y de que la autocracia, resurgente bajo la forma de fascismo, es
en el fondo guerra potencial. Pero mientras que el liberalismo clásico ha entendido esta
oposición en el sentido de tendencias predominantes, el liberalismo decadente da a esta
oposición un significado absoluto y no político. Así, el fascismo y el militarismo, por una parte,
y la democracia y el amor por la paz por la otra, se vuelven sinónimos; y la democracia no
podía entablar batalla contra el fascismo sin traicionar sus principios. Es más, la guerra
ideológica del liberalismo se convertía en una derrota absurda. El liberalismo fue salvado de
esta contradicción suicida gracias a una nueva política exterior que adoptó más los principios
del juicio político que los de la filosofía liberal.

DEL ARENAL
Entiende al realismo como la tradición teórica en las Relaciones Internacionales con más
arraigo porque encuentra sus raíces en la antigüedad, porque forma parte de los orígenes de la
disciplina, por su participación en múltiples debates, porque busca explicar el mundo como es
y no como debería ser, y por sus supuestos de suma cero y el principio de autoayuda, entre
otros. Dentro del realismo hay una gran diversificación teórica. Actualmente, en el siglo XXI, el
realismo sigue siendo un punto de referencia para los estudios de Relaciones Internacionales, y
las alternativas que surgen definen sus enfoques por oposición al realismo.

El realismo clásico parte del fracaso del idealismo en el período entreguerras, lo cual hizo del
realismo el paradigma hegemónico por los siguientes 30 años. Los exponentes principales del
realismo clásico fueron Carr, Morgenthau y Herz. Carr realiza una crítica al idealismo mientras
que vincula al realismo con el poder, entendiendo que el conflicto y la competencia son parte
de la política internacional, y, a su vez, busca una vía de escape al período entreguerras.
Morgenthau, por otro lado, trata el tema del equilibrio de poder, entiende al poder como un
medio de control, para lograr que el otro haga algo, y afirma que esto es un problema del
mundo por la naturaleza humana invariable. Para él, la política internacional está caracterizada
por la conflictividad. También explica que, en el sistema internacional, los Estados están en
condición de igualdad, y se diferencian por su poder, que se ve traducido en recursos
materiales. Por último, Herz habla desde un nuevo contexto de bipolaridad, en el que lo más
importante para un Estado es garantizar la seguridad, ya que, debido a que la inseguridad es
consecuencia de la anarquía, y la incertidumbre conduce a los Estados a buscar la seguridad.

El neorrealismo o realismo estructural surge en el segundo debate, cuando el realismo clásico


es puesto a prueba, ya que se critica el concepto de poder y la primacía del Estado. Este
enfoque se redefine en los años 70 durante la Segunda Guerra Fría y retoma su poder central.
Su principal exponente es Waltz, que establece que hay tres tipos de variables para explicar los
conflictos. Las primeras variables se basan en la organización interna del Estado y el
comportamiento del individuo, y el autor entiende que son variables reduccionistas, por lo que
plantea una tercera variable, la anarquía del sistema, que entiende que, si el sistema es
anárquico, los Estados se preocupan por su supervivencia, y así se mantiene el equilibrio de
poder sin importar la polaridad. En relación con los autores del realismo clásico, Waltz opta
por el dilema de la seguridad de Herz y coincide con Morgenthau en que los Estados buscan el
bienestar a través del poder, pero para Waltz el poder sólo es un medio para garantizar la
seguridad.

El realismo hegemónico, expuesto por Gilpin, presenta como principio ordenador la


hegemonía y no la anarquía. Se basan en el auge y las caídas de las grandes potencias, ya que
la existencia de un Estado hegemónico no pondrá en peligro la supervivencia del sistema de
Estados. A su vez, el objetivo de los Estados es la acumulación de riquezas, y la organización
interna del Estado tiene consecuencias en su política exterior. Además, tanto la organización
interna del Estado como la naturaleza de su sociedad condicionan las posibilidades de
incrementar su poder.
El realismo neoclásico habla sobre la distribución de poder, las características internas de los
Estados y las habilidades de aquellos que toman decisiones para explicar el comportamiento
estatal.

Por último, se encuentran el realismo defensivo y el realismo ofensivo. El realismo defensivo


plantea la necesidad de supervivencia, de conservar lo que cada uno tiene y mantener intacto
el status quo, por lo que su objetivo es la seguridad. Pueden ser considerados optimistas, ya
que son partidarios de políticas exteriores moderadas, de los intereses exteriores y de la
limitación de las Fuerzas Armadas. Ven a la expansión como algo irracional y tienen un alto
nivel de incertidumbre. Por otro lado, el realismo ofensivo, tiene como objetivo aumentar el
poder y la influencia. Entienden que los Estados revisionistas son la principal causa de
conflictos internacionales. Para ellos no hay un dilema de seguridad, por lo que la
incertidumbre es baja, y la expansión es racional.

ARON
Aron ofrece una teoría general partiendo de los rasgos específicos de las Relaciones
Internacionales: la multiplicidad de centros autónomos de decisión, el riesgo de guerra, la
legitimidad y legalidad del recurso de las Fuerzas Armadas, entre otros. Su teoría parte del
supuesto que todos los actores deben tener presente la necesidad de calcular los medios, y
deben realizar preguntas para el estudio de las constelaciones diplomáticas. Tres de estas
preguntas son objetivas y tres son subjetivas. Las preguntas objetivas se relacionan al alcance
del campo, a la constelación de las relaciones de poder en el campo y a las técnicas y
tecnología de la guerra. Las subjetivas, por otro lado, se relacionan al reconocimiento – o no –
mutuo entre los actores, la relación entre política interna y externa y el significado y metas de
la política exterior. A partir de esto definió a los sistemas como medios organizados para y a
través de la competencia entre las unidades, y su distinción clave es entre sistemas
multipolares o bipolares. Su enfoque es original por dos razones. Primero, por la distinción que
hace entre política interna y externa, y por su distinción entre tensiones y conflictos de las
guerras. Para entender el sistema internacional hay que entender los rasgos distintivos de los
Estados nacionales. Su análisis pertenece a la escuela realista por una serie de razones: el rol
decisivo de la fuerza en el poder, la permanencia de las ambiciones nacionales, la amenaza de
la supervivencia, el equilibrio de poder, la imposibilidad de una ética de ley, la ética de la
responsabilidad, la importancia de los factores geopolíticos para las metas de los Estados y la
preponderancia de los Estados como actor en el sistema internacional.

Sin embargo, el análisis de Aron también presenta diferencias con el realismo. Por un lado, se
encuentra la diferencia conceptual, ya que el autor se niega a ver la esencia de toda la política
en la búsqueda de poder, y distingue al poder como medio y el poder como fin, y a la política
interna de la externa. Otra diferencia se basa en que Aron desconfía de los conceptos
abarcativos ya que se pueden aplicar erróneamente, y rechaza el determinismo, por ejemplo,
la noción de interés nacional. En cuanto a la primacía de la política exterior, entiende que el
comportamiento externo no está determinado solamente por la relación entre fuerzas, y en
cuanto al sistema económico mundial, los realistas no lo tienen en cuenta o le niegan
autonomía dentro de las Relaciones Internacionales. Aron reconoce que la economía mundial
es parte de las Relaciones Internacionales, aunque es independiente del sistema diplomático-
estratégico.

El autor además hace un análisis sobre la era nuclear, y comienza por hacer una crítica a la
disuasión, ya que el equilibrio de las fuerzas no puede reducirse a un simple cálculo de misiles
a disposición de los Estados rivales. La disuasión no es una ciencia exacta, y es imposible evitar
un peligro sin incrementar otro. La naturaleza de las armas, la capacidad de defenderse y de
penetrar en la defensa del enemigo es más importante que la igualdad numérica. También
menciona a Clausewitz, y entiende que la conexión entre la estabilidad global y la turbulencia
local explica la persistencia de dicho autor, y afirma que las armas nucleares no eliminan la
violencia, sino que la descentralizan, fragmentando el sistema en subsistemas o generando
violencia intraestatal. Cuando menciona a la Guerra Fría, el autor la comprende como una “paz
imposible, guerra improbable”, en la cual la crisis entre las superpotencias se convirtió en los
sustentos de la guerra, y Estados Unidos resignó una victoria total. Por último, el autor señala
la debilitante falta de fuerza de la ley internacional y la improbabilidad de un federalismo
mundial.

UNIDAD 4

WEAVER
El debate interparadigmático se dio por grandes críticas al paradigma realista. Se intentaron
presentar concepciones alternativas al sistema internacional, como la interdependencia o el
transnacionalismo, entre otras.

En cuanto al nivel de análisis, el realismo es estatocéntrico, entendiendo que el Estado es un


actor unitario, racional, que busca maximizar sus intereses en la política exterior. La
problemática de este paradigma es la seguridad nacional, se caracteriza por mantenerse
estático, ya que no hay cambios fundamentales en el sistema internacional y las leyes son
atemporales. Las relaciones entre los Estados son conflictivas y competitivas. El pluralismo
tiene un nivel de análisis multicéntrico, en el cual los actores pueden ser no estatales,
subnacionales, transnacionales o supranacionales, y entiende que el Estado está dividido en
diferentes componentes. La problemática que trata este paradigma es la del bienestar
múltiple. En cuanto a su movilidad, tiene un tiempo evolutivo, por lo que los cambios y los
progresos afectan a las relaciones internacionales. Las relaciones entre Estados son
cooperativas, los actores no estatales reducen conflictos, pero vuelven al campo confuso, lo
cual puede ejemplificarse con la imagen de una telaraña. El nivel de análisis del
estructuralismo es global-céntrico, los actores son la economía capitalista mundial y las clases
sociales, mientras que el Estado representa los intereses de clases. Este paradigma se enfoca
en los patrones de dominación entre las sociedades, y la problemática que trata se basa en
cuestiones y factores económicos. Su tiempo se caracteriza por ser revolucionario, es decir que
hay un patrón estable hasta que se quiebra. Las relaciones entre Estados son conflictivas
porque el problema principal es las clases sociales.

No se lo veía como un debate que se debía ganar, sino que había que aceptar su multiplicidad.
No hay una verdad absoluta, sino que hay diferentes posiciones. El principal tema era la
naturaleza de las Relaciones Internacionales y el secundario era su metodología. El debate
comenzó en los años 70 con el declive de los Estados Unidos como potencia, momento en el
cual surgieron nuevos paradigmas, y todos ellos eran diferentes, no aceptaban críticas y se
consideraban científicamente legítimos. El final del debate se dio a mitades de la década del
80, cuando con las publicaciones de Waltz y Gilpin surge el neorrealismo, ambas dentro de un
programa racional, y las nociones de que las variaciones en la institucionalización en la política
mundial afectan el comportamiento de los Estados.
En cuanto al cuarto debate, el debate postmoderno, éste se dio entre los racionalistas
(neorrealistas y neoliberales) y los reflectivistas, que ponían el énfasis en la interpretación, ya
que, para ellos, las reflexiones de los actores son cruciales para las instituciones. Las normas y
los regímenes deben estudiarse con métodos no positivistas ya que son fenómenos
intersubjetivos. Estas teorías reemplazan al marxismo como la posición extremista.

DEL ARENAL
Al hablar del neorrealismo o el realismo estructural, el autor comienza por explicar el contexto
en el que surgen: a fines de los años 70 durante un período de tensión entre los bloques de la
Guerra Fría. En este contexto se da una oportunidad para el realismo de volver a ocupar un
lugar central en la disciplina, aunque es criticado por su inconsistencia teórica y su falta de
capacidad explicativa. Ante esta situación, surgen nuevas publicaciones importantes,
principalmente las de Waltz y Gilpin. Waltz plantea la teoría de equilibrio espontáneo de poder
con base estructural, que reemplaza la obra de Morgenthau como referencia al realismo, y
Gilpin critica el equilibrio de poder y sienta las bases para una nueva corriente estructural.

La estructura es la variable causal de su teoría, ya que es parte fundamental del sistema, y a


partir de ella puede variar la polaridad del sistema, manteniendo el contexto general del
equilibrio de poder. Además, su origen no es intencionado, sino que parte de la coexistencia
de un pequeño grupo de Estados potencias. Waltz basa sus supuestos en la microeconomía,
realizando un paralelismo entre el mercado y el sistema político, ya que éste nace de la
actividad de entidades egoístas que buscan satisfacer sus intereses, no se concentran en crear
un orden. El principal interés de las unidades es mantener su posición dentro del sistema, y la
maximización de su poder es un objetivo secundario, a diferencia con el realismo clásico. En el
contexto bipolar en el que Waltz escribe, la configuración estructural es más estable, y hay
menos interdependencia, por lo que hay menos incertidumbre sobre las consecuencias de los
conflictos armados. Con esta explicación, Waltz logró revitalizar al realismo en una doble
vertiente. Por un lado, al ubicarlo en un terreno seguro científicamente, generó interés sobre
los estándares a los cuales debería ajustarse el conocimiento de las Relaciones Internacionales.
Por otro lado, suministró un marco teórico firme que proveyó de logros empíricos al programa
de investigación. Estas modificaciones consiguieron acaparar la atención de los debates en los
años 80 y 90.

KEOHANE
Cap. 1 – institucionalismo Neoliberal

El autor habla sobre un sistema caracterizado por la anarquía internacional, ya que la política
mundial carece de un gobierno común. Esto no es algo negativo, no implica la ausencia de
modelo o una guerra perpetua. Al contrario, el sistema anárquico está institucionalizado, con
procedimientos organizados. En cuando al Estado, las acciones estatales dependen de los
acuerdos internacionales, que afectan el flujo de información y oportunidades a la hora de
negociar, la capacidad de los gobiernos para controlar la moción del resto de los Estados y para
poner en práctica sus compromisos, y las expectativas sobre la solidez de los acuerdos
internacionales.

El institucionalismo liberal se pregunta sobre el efecto de las instituciones en las acciones del
Estado, y acerca de las causas de los cambios internacionales. Para que los Estados cooperen,
éstos deben recibir algún tipo de beneficio por colaborar. Además, hay que tener en cuenta
que el comportamiento de los Estados es influenciado por las variaciones en el grado de
institucionalización. Las instituciones, a su vez, conforman un conjunto de reglas tanto
formales como informales persistentes y conectadas, que se encargan de prescribir papeles de
conducta, de restringir la actividad y de configurar las expectativas de quienes están
involucrados. Existen tres formas de instituciones. El primer tipo se trata de instituciones
intergubernamentales formales, como pueden serlo ONG internacionales u organizaciones
burocráticas con reglas explícitas. El segundo tipo son los regímenes internacionales, las cuales
también se caracterizan por ser instituciones con reglas explícitas, en las que los gobiernos
coinciden en temas específicos. Por último, la tercera forma de instituciones son las
convencionales, basadas en reglas y entendimientos explícitos que facilitan la coordinación. A
su vez, existen tres dimensiones para medir el grado de institucionalización, comenzando por
la comunidad, que entiende las expectativas compartidas entre sí. Luego se encuentra el grado
de especificad, que organiza las expectativas especificadas en reglas; y para finalizar está la
autonomía, que comprende que la institución puede alterar las reglas en vez de confiar en
agentes exteriores para que lo hagan.

Keohane establece una relación entre el institucionalismo neoliberal y el neorrealismo,


entendiendo que ambos buscan explicar las regularidades de comportamiento, examinando la
naturaleza del sistema internacional descentralizado; considerando que a pesar de que los
agentes no estatales influyen sobre el sistema internacional, estos siguen estando
subordinados al Estado. Además de estas similitudes, Keohane también encuentra diferencias
entre estas tradiciones de investigación, ya que, la estructura del sistema internacional para el
neorrealismo es demasiado estrecha y limitada porque sólo pueden notar los cambios en las
capacidades relativas de los Estados, los recursos económicos, la productividad y el poder
militar. Por lo tanto, Keohane entiende que el neorrealismo fracasa en teorizar sobre las
variaciones en las características institucionales de la política mundial, que son tan
importantes como los factores estudiados por el neorrealismo. En cuanto a la relación entre el
liberalismo y el institucionalismo neoliberal, el autor afirma que el liberalismo subraya el
papel de las instituciones creadas por los individuos para afectar las decisiones colectivas. Ante
esto, las instituciones cambian como consecuencia de la acción humana, y los cambios en las
expectativas y los procesos que se dan como resultado pueden tener profundos efectos en el
comportamiento.

Cap. 3 – Realismo Estructural

El centro duro, es decir, las premisas inmodificables, del realismo estructural, se basan en la
condición de los Estados de ser los agentes más importantes de la política mundial, en la
racionalidad, entendida como la búsqueda de los Estados de maximizar su utilidad mientras
cuentan con información imperfecta; y en relación al poder, la noción de que los Estados
buscan el poder tanto desde el punto de vista de influencia como de recursos. Para el realismo
estructural, la estructura del sistema internacional es anárquica, el poder de un Estado es
limitado por el poder de los otros Estados, y todos tienen objetivos y funciones similares a la
vez. A su vez, los recursos de poder son homogéneos e intercambiables. La crítica que se le
realiza a este enfoque es que no presta atención a las normas, a las instituciones o a los
cambios.

Las conclusiones a las que llega Keohane es que es necesario llevar adelante un enfoque
multidimensional, con varios marcos analíticos o programas de investigación, y que se
necesitan mejores teorías sobre la política internacional: teorías sistémicas y estructurales
para lograr comprender el contexto en el que sucede la acción para poder permitir analizar
cuáles son las posibles consecuencias. También afirma que es necesario prestarle mayor
atención a las interacciones internas y externas de los actores internacionales.

KEOHANE Y NYE
Cap. 2 – Interdependencia Compleja

Los autores entienden a la interdependencia como la ausencia del uso de la fuerza, la falta de
jerarquía en los asuntos a tratar y la presencia de múltiples canales de contacto entre las
sociedades, y sirve para analizar las relaciones en un mundo cada vez más complejo. En
contextos de interdependencia, los regímenes internacionales sientan las bases del engranaje
de normas, reglas y procesos que se dan en el sistema internacional. El carácter de escases de
los recursos genera necesidad por parte de los Estados de compartir dichos recursos, lo que, a
su vez, puede generar que deba renunciarse a parte de la soberanía y autonomía estatal.

Para el realismo, la política internacional se basa en la lucha de poder, donde predomina la


violencia generalizada, y se guía por una serie de características, como la noción de que los
Estados son los actores principales, que la fuerza es un instrumento eficaz, que la seguridad
predomina sobre los problemas económicos y sociales, y la distinción entre alta política y baja
política. Por otro lado, para la teoría de la interdependencia compleja, hay más actores
importantes que los Estados, no hay una jerarquía de problemáticas y la fuerza no es un
elemento eficaz, por lo que sus características principales se diferencian en gran medida de las
del realismo. Por un lado, la interdependencia compleja entiende que hay canales múltiples
que conectan al sistema, a través de relaciones interestatales, transgubernamentales (como
por ejemplo relaciones burocráticas entre países ajenas al Estado) y transnacionales (a través
de actores privados). Por otro lado, se encuentra el hecho de que para la interdependencia
compleja no hay una presencia jerárquica en cuanto a la agenda internacional, no hay una
diferenciación entre la alta y baja política, y se incluyen más temas a discutir dentro de la
agenda internacional, como temas de desarrollo o cuestiones económicas. Además, cambia la
noción de la fuerza militar, ya que ésta no es empleada entre gobiernos de una misma región,
aunque sí puede ser utilizada fuera de la región en caso de que sea necesario, ya que el primer
objetivo de los Estados continúa siendo la supervivencia. Por lo tanto, se puede usar para
ganar influencia o para generar disuasión, pero desde otros puntos de vista no logra grandes
metas, como por ejemplo desde una perspectiva económica. Lograr objetivos económicos es
una meta importante para la interdependencia compleja, lo cual presenta una diferencia con
el realismo, donde la seguridad es el objetivo principal. Para el realismo, los Estados
económica y militarmente fuertes predominan en una gran variedad de organismos
internacionales, mientras que, en la interdependencia compleja, donde la fuerza militar pierde
valor, los Estados militarmente fuertes no tienen predominio total para el control de
resultados en cuestiones donde son más débiles. Esto es así porque el poder no es fungible,
por lo tanto, es más importante la distribución del poder en distintas áreas temáticas. Los
Estados más fuertes buscarán la interdependencia asimétrica como fuente de poder, en
organizaciones internacionales, en los flujos de dinero y como actores transnacionales. En
cuanto a la agenda internacional, la interconexión creciente de la política doméstica y la
política internacional hace que se genere una línea borrosa entre la política interna y la
internacional. Además, las instituciones internacionales contribuyen a establecer la agenda
internacional, actúan como catalizadores para la formación de coaliciones, como escenario
para iniciativas políticas y vinculación de los Estados más débiles, y pueden contribuir a
determinar cuáles serán las prioridades gubernamentales.
Cap. 3 – cambios en el régimen

Para explicar cómo se dan los cambios de régimen hay que basarse en supuestos políticos,
pero también hay que tener en cuenta el cambiante proceso económico. Un cambio de
régimen basado en procesos económicos comienza con los cambios tecnológicos y
económicos del siglo XX, ya que fue un período de gran crecimiento en el comercio, en la
inversión extranjera directa y en la producción ultramar, además de avances tecnológicos en el
transporte y en la comunicación. A partir de esto los autores explican una serie de premisas,
comenzando por el hecho de que el cambio tecnológico y el aumento de la interdependencia
económica determinarán como obsoletos a los regímenes internacionales existentes, ya que
pasarán a ser cada vez más inadecuados para las nuevas formas de organización. Por otro lado,
el gobierno será el responsable frente a las demandas políticas internas que reclaman una
elevación del nivel de vida, y los beneficios económicos que se produzcan otorgarán a los
gobiernos fuertes incentivos para modificar o reconstruir los regímenes internacionales y así
volver a restaurar su eficacia.

En cambio, cuando se habla de cambios basados en la estructura de poder global, hay que
tener en cuenta diferentes visiones. Según la perspectiva tradicional, los Estados poderosos
son quienes fijan las normas, por lo tanto, como el poder de los Estados cambia, las normas de
los regímenes internacionales también cambiarán en consecuencia. Según esta explicación,
existe una tendencia hacia la congruencia de resultados en diferentes áreas porque el poder sí
es fungible. Ahora bien, desde un enfoque de la estructura global, se entiende que el liderazgo
para mantener un régimen es más probable en un sistema hegemónico, porque puede derogar
o incentivar las normas que el hegemón desee. En estos sistemas, cuando el poder
hegemónico sólo busca proteger su patrimonio y no tiene deseos de expandirse y conquistar
otras regiones, otros Estados pueden beneficiarse. Entonces, considerando que esto funciona
de dicha manera, ¿por qué los sistemas hegemónicos y sus regímenes económicos entran en
colapso? Las causas más notorias siempre son las guerras o los cambios mayores en el
equilibrio global de poder, pero también pueden ser erosionados por los propios procesos
económicos que ellos mismos alientan. De esta manera, el hegemón, para establecer normas
se desgasta a sí mismo, a la vez que las políticas de los Estados secundarios cambian. Así, el
equilibrio se rompe y se genera una especie de espiral de acciones y de contra-acciones, que
lleva a cambios en el sistema, y con estos cambios de sistema también cambian los supuestos
en los cuales se éste se asienta. Existen limitaciones ante esta perspectiva, ya que supone que
la alta política domina a la baja política, teniendo en cuenta que en estos casos, los cambios en
las relaciones económicas internacionales se explican por los cambios en el poder militar. Por
lo tanto, para que sea adecuada, los autores entienden que deben agregarse tres factores: los
cambios en la percepción de la amenaza de una agresión militar, los cambios en la fortaleza
económica de Estados Unidos y sus socios, y los cambios en los patrones jerárquicos en Europa
y en el Tercer Mundo. De esta manera, llegan a la conclusión de que esta perspectiva es útil
para la explicación del cambio de régimen económico en el período de la posguerra, no da una
explicación de las estructuras globales clara, ni es una buena base de predicciones.

Otro modelo de cambio es la estructura de las cuestiones, el cual establece que no se


instituyen vinculaciones regulares entre áreas de cuestiones, y los recursos de poder no
pueden ser fácilmente transferidos, por lo que, desde este punto de vista, el poder no será
intercambiable. Este modelo es similar al anterior, en el sentido que son los Estados fuertes
quienes fijarán las normas. En cuanto a sus limitaciones, si bien este modelo es capaz de
generar claras predicciones para situaciones particulares, es menos poderoso que la
explicación de la estructura global, aunque es más discriminadora, porque distingue las
diferentes áreas de cuestiones que son cruciales para el análisis. Además, al concentrarse
exclusivamente en las capacidades de poder de los Estados, ignora actores políticos
institucionales y transnacionales de suma importancia; y considera al régimen y al proceso de
negociación como carentes de autonomía.

El último modelo planteado por los autores se trata de un modelo basado en la organización
internacional, y entiende que la organización internacional es un tipo de estructura política
mundial, y que es la vinculación entre gobiernos a través de lazos gubernamentales y
transgubernamentales en diferentes niveles, reforzados por normas e instituciones formales,
que son factores independientes e importantes para explicar el cambio de un régimen. Esta
explicación ayuda a mostrar las fallas de los modelos estructurales para explicar el cambio de
régimen, porque los regímenes se establecen según la distribución de capacidades, pero los
sistemas e instituciones influyen en las habilidades de los actores para usar esas capacidades,
el poder sobre los resultados será conferido por las capacidades organizacionalmente
dependientes. Una vez que se establece el modelo de organización internacional, es difícil
erradicarlo o hacer cambios drásticos. Como el resto de los modelos, éste también cuenta con
sus limitaciones. Por un lado, es más complejo y requiere más información que los enfoques
estructurales básicos, y se basa en el supuesto de que el régimen será estable, por lo que no
puede predecir cómo cambiarán los regímenes internacionales porque se concentra en los
procesos políticos asociados a las organizaciones internacionales. Además, depende de
factores más temporarios que los de los modelos estructurales básicos, y sólo puede aplicarse
en sistemas de interdependencia compleja.

A modo de conclusión, ningún modelo único es verdaderamente adecuado para explicar la


política mundial, por lo que se sugiere la combinación de explicaciones. Para cuestiones
económicas, se puede utilizar el modelo de procesos económicos, y como éste ignora la
política, se puede agregar el modelo de estructura global. A su vez, si éste resulta insuficiente,
se agrega el estructuralismo de las cuestiones, y si no alcanza, se acude al modelo de
organización internacional.

UNIDAD 5

GILPIN
Hay una necesidad de integrar el estudio de la economía internacional con el de la política
internacional para profundizar en la comprensión de ambas. Estos dos estudios no se pueden
separar, porque el Estado (actor político) influye en las fuerzas de los mercados (actor
económico), y viceversa. Ambas son fuentes de poder que se influyen entre sí. Los conceptos
relacionados al Estado como objeto de estudio político son la territorialidad, la exclusividad del
Estado, la lealtad, y las fronteras territoriales. Estos son los factores que forman la base de la
autonomía nacional y de la unidad política. En cuanto a los conceptos del mercado, desde una
perspectiva económica, los principales son la integración funcional, la interdependencia y la
necesidad de eliminar los obstáculos políticos que entorpezcan las operaciones de los
mecanismos de los precios.

El problema central de la economía política es la tensión entre estas dos formas de ordenar las
relaciones humanas, y el análisis de cuáles son las consecuencias de la economía mundial de
mercado en las relaciones entre Estados, y cómo los Estados buscan influir en las fuerzas del
mercado en su provecho. Por lo tanto, se tratan temas como la competencia entre Estados por
actividades económicas que se dan por las interacciones en los cambios políticos y
económicos, el aumento de la incidencia del mercado mundial en el desarrollo económico, a
partir del cual los Estados buscan controlar e influir en las reglas del comercio, en la inversión
extranjera y en el sistema monetario; y cómo la interdependencia del mercado afecta la
política internacional.

Existen tres ideologías que pretenden dar una descripción científica de cómo funciona, o cómo
debería funcionar, el mundo. La primera es la perspectiva liberal, que se basa en los supuestos
de libertad individual e igualdad, y en que, a mayor eficiencia económica, mayor será el
bienestar humano. También plantea que los individuos tienen información perfecta y que la
economía se rige por la ley de demanda. Ante esta situación, las personas persiguen intereses
en un mundo de recursos escasos. A su vez, plantea que la economía de mercado tiende a la
estabilidad a largo plazo. Las críticas que se le hacen a esta perspectiva es que es limitada para
entender la sociedad porque separa la esfera económica del resto de la sociedad, a la vez que
se critica su presunción de que el intercambio siempre es libre y que se da un mercado
competitivo entre iguales.

La segunda perspectiva, basada en el nacionalismo, entiende que la economía debe estar


subordinada a los intereses del Estado, por lo que sus supuestos principales incluyen la
primacía del Estado, la seguridad nacional y el poder militar. Entienden que la lucha de los
Estados por los recursos económicos es inherente a la naturaleza del sistema internacional y
que la riqueza y el poder son elementos complementarios. Además, plantean que la
industrialización es lo que lleva al desarrollo general. De esta perspectiva se critica su
tendencia a creer que para que un Estado gane, otro deba perder. En otras palabras, su noción
de suma cero. A su vez, asumir que la sociedad y que el Estado son una entidad unitaria y que
la política internacional está determinada por un interés nacional objetivo es un argumento
muy criticado porque la sociedad es una entidad pluralista y los individuos y los grupos buscan
apoderarse del aparato del Estado para que éste actúe según sus intereses. También se analiza
su noción de proteccionismo industrial y el hecho de priorizar la industria sobre la agricultura.

Por último, se encuentra la perspectiva marxista, que realiza un análisis sobre la naturaleza de
la realidad social, caracterizándola como conflictiva y socialmente desequilibrada. Hace un
acercamiento materialista de la historia, estableciendo que el desarrollo económico es
necesario para el cambio histórico, que opera a través de la lucha de clases. También hablan
de la manera en que el trabajo se desvirtuó y se convirtió en una mercancía sujeta a los
mecanismos de los precios. El fin deseable del desarrollo económico, desde su perspectiva, es
una sociedad socialista. A este enfoque se le critica la forma en que ubican al problema
económico en el centro de la vida política, además de que resulta un análisis limitado porque
la independencia económica no es el único conjunto de relaciones que existe entre los
Estados. También hay relaciones políticas estratégicas, y en las relaciones internacionales,
estos factores estratégicos y políticos no son apreciados.

Mientras que los liberalistas ven a las relaciones internacionales como benignas y subrayan sus
beneficios, los nacionalistas y los marxistas las consideran relaciones conflictivas. Por otro lado,
el marxismo ubica al problema económico en el centro de la vida política, mientras que los
liberales ignoran el tema de la distribución y los nacionalistas se centran en la distribución
internacional de la riqueza.

Gilpin explica diferentes teorías contemporáneas de la Economía Política Internacional (EPI).


Primero se encuentra la economía dual, la cual se deriva del liberalismo y explica que toda
economía, ya sea interna o internacional, debe analizarse en dos sectores independientes. Por
un lado, el sector moderno y progresista, con productividad, eficacia e integración económica,
y por el otro lado, el sector tradicional, de autosuficiencia local y producción regresiva. La
teoría del sistema mundial moderno, derivada del marxismo, analiza los orígenes, estructura y
funcionamiento del sistema; y afirma que hay una unidad con una sola división del trabajo y
múltiples sistemas culturales. A su vez, entiende que el sistema mundial capitalista está
dividido en tres órdenes: los Estados de centro, de periferia y de semi periferia. Finalmente, la
teoría de la estabilidad hegemónica, derivada del realismo político, sostiene que una economía
mundial abierta necesita de un hegemón. La decadencia de las estructuras de poder
hegemónico permite predecir la decadencia en el poder de los regímenes económicos
internacionales.

GARCIA SEGURA
La Economía Política Internacional es el área de estudio de las Relaciones Internacionales que
analiza las interrelaciones entre el Estado y los mercados, entre los actores políticos y las
fuerzas económicas, y analiza las conexiones entre la economía y la política en las relaciones
internacionales. Surge alrededor de los años 80, cuando las problemáticas de la época, como
las desigualdades en la globalización, la erosión del papel del Estado o las dinámicas
transnacionales, fueron tratadas por la Economía Política Internacional. La EPI se articula a
través de los primeros trabajos transnacionalistas, surge en el interior de las relaciones
internacionales para llenar un vacío temático y metodológico. Su marco de referencia son las
relaciones internacionales, pero es un área de estudio propia y no sólo una especialización
temática. Tiene como objeto de estudio la sociedad internacional, estudiando los procesos y
relaciones entre los diferentes actores, que distribuyen el poder y la riqueza a nivel mundial. Es
una confluencia entre la política internacional, la economía internacional, la economía nacional
y la política interna, lo cual la vuelve un campo de estudio sumamente relevante, pero con el
surgimiento del tercer debate, los estudios de EPI quedaron relegados a un segundo plano.

Para Gilpin, la Economía Política Internacional estudia el conflicto entre las fuerzas del
mercado que atraviesan las fronteras nacionales y buscan escapar el control estatal, y las
tendencias de los gobiernos a restringir y canalizar estas actividades económicas, y utilizarlas al
servicio de los intereses del Estado. Para Susan Strange, la Economía Política Internacional es
el análisis de los acuerdos sociales, políticos y económicos que afectan a los sistemas globales
de producción, intercambio y distribución. Para Gill y Law, la Economía Política Global estudia
las fuerzas que contribuyen a tres procesos fundamentales de la sociedad internacional
contemporánea. El primero proceso es la transnacionalización de la economía, el segundo la
militarización y rivalidad militar industrial, y el último proceso se refiere a la crisis ecológica
actual.

El origen de la Economía Política Internacional se relaciona a las reacciones de Estados Unidos


ante la alteración del status quo del sistema internacional, en las décadas del 60 y 70.
Buscaban mejorar los elementos de análisis para captar las tendencias de la sociedad
internacional para poder orientar correctamente la política exterior de Estados Unidos en un
mundo interdependiente. La primera etapa de la Economía Política Internacional, en las
décadas del 60 y 70, constituyó las bases del estudio, y sus trabajos están en la frontera entre
trabajos de Relaciones Internacionales que critican al realismo y los primeros trabajos de EPI
propiamente dichos. Las propuestas básicas desarrolladas en esta etapa fueron la eliminación
de la separación entre la política, las Relaciones Internacionales y la economía, la eliminación
de la división entre lo nacional y lo internacional para analizar la sociedad internacional, y la
ampliación de la agenda de estudio, incluyendo temas que antes podrían haberse considerado
como “baja política”. A fines de los años 70, la disciplina evoluciona y se desarrolla hasta su
consolidación. Se caracterizó por el establecimiento de la ortodoxia liberal, ya que otras
corrientes no daban respuestas a cuestiones de interés para la superpotencia que presentaba
Estados Unidos. Hacia las décadas de los 80 y 90, resurgió la reflexión de la EPI en relación a la
tendencia heterodoxa que aborda temas de carácter más fundamental y universal que
concierne al sistema internacional en su conjunto, como reflexiones sobre el poder, cuestiones
de género, ecología y distribución de la riqueza, entre otros.

La Nueva Economía Política Internacional participa en el debate sustantivo entre


neorrealismo y neoliberalismo. Cuestiona el concepto tradicional de actor de las Relaciones
Internacionales y de la Economía Política Internacional, y reflexiona sobre el proceso de
teorización para descubrir premisas ocultas y clarificar la dimensión política normativa de los
marcos analíticos.

En cuanto a las cuestiones sobre el Estado en relación a la EPI, entienden que el Estado es un
participante activo de la economía política mundial, y es la necesidad de garantizar seguridad
lo que lleva a los Estados a luchar por una posición favorable en el mercado global. Hay una
relación dialéctica entre el Estado y los mercados, ya que el mercado se mantiene y amplía por
las decisiones adoptadas por los Estados. Los Estados se transforman cuando algunas de sus
funciones y capacidades son puestas en entredicho por las dinámicas de globalización
económicas. Se altera la estructura del sistema, aunque no reciben el impacto de la
globalización en la misma medida. Las tendencias de globalización no son universales o
uniformes del mismo modo que no son idénticos todos los Estados.

TUSSIE
En las Relaciones Internacionales, el campo de la Economía Política Internacional permanece
disperso y diluido, por lo que no está claro cómo se conforma el campo y cuáles son sus temas
y debates. La problemática de la EPI es resultado de la convergencia temática entre diferentes
disciplinas como la Economía, la Historia, las Relaciones Internacionales, la Sociología y la
Ciencia Política. Hoy es un campo en rápido crecimiento pero dista de ser una tradición única o
escuela homogénea. En sus inicios gozó del empuje de la controversia que suscitó la
preponderancia de las empresas transnacionales (ET) en la política internacional en los 70s,
tipificándolas como los ejemplos más negativos de capital monopólico con capacidad de
cooptar o derrocar gobiernos. La EPI tuvo como objetivo comprender este fenómeno que
parecía hacer estragos con la soberanía nacional. Así, en Naciones Unidas se creó el Centro de
Empresas Transnacionales en 1977. Por lo tanto, la EPI adopta una perspectiva
transdisciplinaria, a la vez que incluye lo internacional en lo propiamente nacional y proyecta
lo nacional hacia lo internacional. Al conectar estas líneas de trabajo podemos ver que el
objetivo que plantea la EPI es comprender tanto la construcción del sistema internacional
como, a su vez, de la política externa de cada país.

La EPI parte del postulado de que las RRII se desarrollaron con indiferencia y negación sobre la
gravitación de las fuerzas económicas y de los operadores de mercado. Por ello pone
permanentemente en tela de juicio los análisis que presumen una excesiva autonomía de lo
político. Entiende que no alcanza con fabricar un nuevo escenario transdisciplinario donde
haya intereses económicos; además, es necesario sacar a luz las palancas reales de poder.
Implícitamente, la EPI hace una crítica al realismo como mirada unidimensional de la política.
Las empresas son actores políticos no sólo porque pueden interferir en las prerrogativas del
Estado (marcando su agenda, con anuncios de inversión o desinversión), sino porque se
relacionan de modo permanente con el Estado y sus diferentes estamentos.

Así, las relaciones económicas no son solo relaciones externas sino que se extienden con ramas
y raíces en lo interno. Las relaciones económicas surgen y penetran en los países, por lo cual
las relaciones siempre ocurren en y desde un espacio específico. Dicho espacio es penetrado
por quien produce y domina las redes de intercambio. Se penetra e interpenetra en el control
del crédito internacional, los recursos naturales, en las cadenas de producción de las grandes
corporaciones, en el proceso de generación y apropiación de conocimiento. La EPI postula que
lo interno es naturalmente externo y lo externo es naturalmente interno: las relaciones
económicas transfronterizas no se dan solamente entre naciones sino también entre agentes
no gubernamentales, regionales, multinacionales y locales. La EPI parte de un supuesto básico:
la economía es un escenario de pujas de poder. De este supuesto se derivan las siguientes
premisas: lo político y lo económico no se pueden separarse al analizar los fenómenos
nacionales e internacionales, porque la acción política está en el sistema económico y los
intereses económicos están en la política. Así, la problemática de la EPI se define por la
influencia recíproca de la economía en la política y viceversa, así como de lo interno en lo
externo, y viceversa. Las temáticas de la EPI incluyen por un lado, la globalización, la
construcción de hegemonía, la resistencia y desafío a la misma; relaciones y negociaciones
comerciales y financieras y su margen de acción. Y por otro lado, la internacionalización de
empresas y su incidencia en el sistema internacional, en la política exterior y las respuestas
sociales tanto a nivel nacional e internacionales en movimientos anti/alterglobalización.
Además, incluye el orden y desorden global, los organismos internacionales, su uso, sus
agendas, sus disputas y condicionamientos.

Hay 2 vertientes que confluyen en la EPI actual: en el caso de América Latina, el nacimiento de
la EPI estuvo marcada por la visión de centro–periferia y por aportes del estructuralismo, y la
clave fue el atraso y la desigualdad se deben a la subordinación al capital extranjero. A nivel
interno dicha sumisión contaba con el apoyo de grupos nacionales. A nivel internacional
reconocía el contrapeso que se desprendía de la existencia de la Unión Soviética. En su
vertiente más absolutista descreía del Estado en tanto capturado por intereses de la elite;
promovía movimientos de izquierda más radicales o revolucionarios. La versión más moderada
postulaba un rol central para el Estado, que debía liderar el cambio. Se postulaba que la única
vía posible para romper con las relaciones de subordinación era generando recursos e
imaginación política para un nuevo estilo de inserción. El foco de estudio fue la inserción
externa y su concepto central la búsqueda o preservación de la autonomía. Se empezó a ligar
el término con la política exterior: a nivel nacional, la autonomía se consideraba como una
salvaguardia contra los efectos negativos de la dependencia; a nivel externo, ésta se vio como
un instrumento para afirmar intereses en el sistema internacional. Para eso, se debía separar
en cada caso el interés nacional de la potencia dominante. La EPI en vertiente latinoamericana
manifiesta un sesgo hacia el conocimiento práctico y aplicado para atender problemas. Los
temas que aborda esta vertiente fueron abordados en las agendas de los países.

Por otro lado, el nacimiento de la EPI se da en el mundo anglosajón y en los debates en RRII, en
un contexto político que configuró su problemática como una subdiscplina de las Relaciones
Internacionales, hasta que se conformó como una disciplina propia desde la crisis del sistema
de Bretton Woods en 1971, la suba del petróleo de 1973, Vietnam y las demandas de la
periferia. Esta escuela de pensamiento nace en oposición a los enfoques conservadores que
predominaban en la política externa de EEUU con una visión hostil del escenario internacional.
Los conceptos organizadores fueron la hegemonía y la construcción de normas o regímenes
internacionales para proveer la estabilidad al orden económico y asegurar el librecambio. De
ahí surge el concepto de estabilidad hegemónica, y la teoría de la estabilidad hegemónica
sostiene la necesidad de un Estado hegemónico para sostener un orden económico liberal en
el cual dicho Estado hegemónico es el que carga con el peso de mantener el orden, en tanto el
resto de los participantes, sus beneficiarios, tienen acceso libre al mercado nacional del
hegemón para sus exportaciones.

Por otro lado, surge la corriente interdependentista. Muestran cómo la cooperación es posible
en ausencia de hegemonía. También cuestionan la preeminencia del postulado realista de la
competencia estratégica entre Estados, sustituyéndola por la importancia de la
interdependencia económica y de la cooperación a través de organismos internacionales. La
interdependencia es compleja y tiene tres características principales: La existencia de canales
múltiples que conectan las sociedades, la agenda de las relaciones internacionales compuesta
por múltiples temas sin una jerarquís sólida, y la presencia de interdependencia económica
significa que cuando surgen desacuerdos se resuelven a través de la cooperación, aunque la
fuerza militar retenga su relevancia para las relaciones con un bloque rival.

Así surgen grandes contribuciones de los llamados interdependentistas: Keohane y Nye. Se


enfrentan a las premisas del realismo: no hay orden sin presencia de grandes potencias y sin
autoridad y dirección, esto es, hegemonía. Ellos sostienen que la ausencia de hegemonía y el
manejo pluralista conllevan mayor cooperación; promueven relaciones más estables y de
mayor beneficio para los actores internacionales. Los interdependentistas tienen una
aproximación más abierta al entorno global, el cual perciben como un medio creativo y
accesible para emprender cambios de acuerdo a los intereses y objetivos estadounidenses.

En paralelo surge la escuela inglesa, confrontando con las visiones estado céntricas de la
interdependencia, con preocupaciones sobre la hegemonía como resabio de imperialismo
americano. El primer momento de esta escuela es en el periodo de Bretton Woods de 1945 a
1971. Está liderada por Susan Strange. Estos estudios borran la separación entre política
exterior y política doméstica. Ambas se determinan recíprocamente y se vinculan de modo tan
estrecho que forman impactos sensibles sobre la toma de decisiones. La escuela británica
sostiene que las premisas sobre la necesidad de hegemonía (y sus beneficios) son una
codificación teórica de políticas de poder de Estados Unidos (Strange). Por lo tanto, no son
útiles para Europa y para la gran mayoría de los países. Con sesgo anti-americano se reúnen
preocupaciones periféricas, tanto en sentido geográfico como teórico, temático o de género, y
así construir una EPI “no hegemónica”. Esta escuela parte de un supuesto estructuralista y
neomarxista. Hace hincapié en la estructura de una economía mundial en la que las relaciones
entre los Estados están determinadas por las relaciones de producción junto con sus pactos
para los movimientos de capital, conocimiento y bienes Rechaza las postulaciones liberales de
los interpendendistas sobre los organismos internacionales dadas las relaciones de poder que
cristalizan para mantener el orden.
Con este sesgo y en su perspectiva sistémica puede emparentarse con los postulados de la
escuela latinoamericana. Ambas vertientes crecen sin contacto pero en paralelo. Las
emparenta una visión de conjunto y la perspectiva socio-histórica. En la visión de conjunto se
conciben los fenómenos económicos como partes de una totalidad jerárquicamente
estructurada y por lo tanto como fenómenos políticos. A su vez, la perspectiva socio-histórica
enmarca los fenómenos en su génesis y desarrollo, dando cuenta de las interacciones
asimétricas entre países. La diferencia es que en la escuela latinoamericana se da sentido a las
relaciones de, sobre y para la periferia, mientras que en la perspectiva anglosajona no hay casi
mención de la periferia, relegada solo un segmento de la economía internacional.

A medida que se desarrollan estos campos también se profundizan sus diferencias. En el


mundo anglosajón se conforma un área con credibilidad, con escuelas y debates intensos y
revistas especializadas con una separación entre pensadores y hacedores. En el mundo latino,
en contraste, se dan altos niveles de interpenetración entre las esferas académicas y la
formulación de políticas. La interpenetración con la formulación de políticas es tanto su fuerza
cuanto su debilidad, en tanto el fenómeno de puertas circulatorias conlleva una dinámica
académica inestable que dificulta la formación de nuevas generaciones de académicos. La
reestructuración interna e internacional en virtud de los acuerdos comerciales regionales fue
naturalmente un campo privilegiado de análisis.

Con la EPI crítica resurge la insistencia en la lógica global del sistema capitalista y sus cadenas
de dependencia, pero también el impulso transformador de las fuerzas sociales en el devenir
del propio sistema. De estos planteos surgiría la escuela socio-constructivista y la escuela
postmoderna, (aunque procedentes de corrientes de pensamiento diferentes, y formando
parte de lo que se denominan escuelas post-racionalistas). Hoy los procesos de regionalización
y globalización pueden permitir que la EPI comience una discusión con las teorías de las
relaciones internacionales y se convierta en un campo creciente de investigación académica.
Tal proceso será el resultado de la acumulación de conocimiento junto con los siguientes
postulados: La globalización es un proceso en disputa con surgimiento de nuevos actores y
múltiples hegemonías que forcejean por proyectar sus intereses. Así como el Estado ve
erosionada su soberanía desde fuera por las dinámicas globales, desde dentro surge una
realidad subnacional, multiétnica y multicultural con proyección internacional de la que
también debemos dar cuenta. Los actores vieron modificadas las condiciones de su actuación.
El análisis de actores aparece al menos en dos niveles: interno pero ligado a la globalización y
la regionalización. Así, se deben reivindicar una gran cantidad de actores, como las grandes
empresas y su captura del Estado y la sociedad civil articulada en redes internacionales con
gran incidencia.

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