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FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN


PEDAGOGÍA EN LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
Curso: Semiótica
Prof.: Gabriela Osorio Olave

EL ESTUDIO DE LOS SIGNOS EN F. D. SAUSSURE:


APUNTES DEL CURSO DE LINGÜÍSTICA GENERAL

1. Contextualización

El Curso de Lingüística General (en adelante, CLG) que a continuación se presenta


compendia la teoría lingüística que Ferdinand de Saussure desarrolló durante tres cursos que
dictó en Ginebra, entre los años 1906-1911. La obra fue publicada en París en 1916 (tres años
después de la muerte de Saussure) y estuvo a cargo de dos de sus discípulos: Charles Bally y
Albert Séchehaye. Estos últimos editaron el libro tomando como base sus apuntes de clase,
así como algunas notas personales del autor.
Por lo mismo, en el CLG pueden aparecer algunos fragmentos confusos o
contradictorios, pero estos son comprendidos en su real sentido a medida que se avanza en la
lectura, dada la utilización de apuntes de clases y las modificaciones que tuvo el pensamiento
de Saussure a lo largo de los tres cursos dictados, en que perfiló su teoría.
Finalmente, cabe señalar que el objetivo del autor era deslindar y definir una
disciplina que se encarga de que estudiar cualquier tipo de signos en el seno de la vida social
en que estos surgían y se ocupaban, a la que denominó semiología. Sin embargo, dada la
complejidad (amplitud) de este propósito inicial, decidió comenzar el trabajo haciéndose
cargo de un tipo específico de productos simbólicos, a saber, los signos de la lengua (de la
que dirá que es un sistema), en el marco de la lingüística.

2. Objeto de estudio de la lingüística: lenguaje / lengua


Según se mencionó, pretender estudiar un objeto de estudio tan amplio como es el lenguaje
parece, en este momento histórico, imposible, si se considera que:

“Tomado en su conjunto, el lenguaje es multiforme y heteróclito […]; no se deja


clasificar en ninguna de las categorías de los hechos humanos, porque no se sabe cómo
desembrollar su unidad” (CLG, p. 37).

“Así, pues, de cualquier lado que se mire la cuestión, en ninguna parte se nos ofrece
entero el objeto de la lingüística. Por todas partes topamos con este dilema: o bien nos
aplicamos a un solo lado de cada problema, con el consiguiente riesgo de no percibir las
dualidades arriba señaladas, o bien, si estudiamos el lenguaje por muchos lados a la vez,
el objeto de la lingüística se nos aparece como un montón confuso de cosas heterogéneas
y sin trabazón” (CLG, p. 37).
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Al respecto, el autor toma una decisión: estudiar la lengua, en lugar del lenguaje. Esto,
porque la lengua, aquel producto de convenciones sociales que permite el ejercicio de la
facultad del lenguaje, “es una totalidad en sí y un principio de clasificación. En cuanto le
damos el primer lugar entre los hechos de lenguaje, introducimos un orden natural en un
conjunto que no se presta a ninguna otra clasificación” (CLG, p. 37).

En este sentido, el autor es consciente de las ventajas y desventajas de su decisión


metodológica, lo que explicita de la siguiente manera:

“Lejos de preceder el objeto al punto de vista, se diría que es el punto de vista el que
crea el objeto, y, además, nada nos dice de antemano que una de esas maneras de
considerar el hecho en cuestión sea anterior o superior a las otras” (CLG, p. 36).

Su enfoque analítico considera necesario el empleo de dicotomías. El propósito de estas


no es negar (atentar contra) la integridad de los hechos lingüísticos que pretenden describir:
solo le permiten al autor centrarse en algunos aspectos de los fenómenos, por las razones
teórico-metodológicas ya esbozadas (mantener acotado el objeto de estudio).

3. Lengua / habla
Para describir exhaustivamente una lengua, es decir, aquella realización que
metodológicamente le da unidad al lenguaje, el estudio debe estar centrado en el código, esto
es, en los aspectos constantes, y no en el habla, que supone variación.

Lengua:
Es “el producto social de la facultad de lenguaje y el conjunto de convenciones
necesarias adoptadas por el cuerpo social que permiten el ejercicio de la facultad de
lenguaje en los individuos” (p. 37). En tanto producto social, “es un tesoro depositado
por la práctica del habla en los sujetos que pertenecen a una misma comunidad, un
sistema gramatical virtualmente existente en cada cerebro, o, más exactamente, en los
cerebros de un conjunto de individuos, pues la lengua no está completa en ninguno, no
existe perfectamente más que en la masa” (CLG, p. 41). “La lengua no es una función
del sujeto hablante, es el producto que el individuo registra pasivamente; nunca supone
premeditación, y la reflexión no interviene en ella” (CLG, p. 41).

Habla:
“El habla es, por el contrario, un acto individual de voluntad y de inteligencia, en el cual
conviene distinguir: 1° las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código
de la lengua con miras a expresar su pensamiento personal; 2° el mecanismo psicofísico
que le permita exteriorizar esas combinaciones” (CLG, p. 41).

Al distinguir las nociones de ‘lengua’ y ‘habla’ (langue y parole, respectivamente), el


autor separa lo que es social de lo que es individual y lo que es esencial de lo que es accesorio.
La lingüística estudiará, consecuentemente la lengua, en tanto sistema de signos. Pese a
centrarse en el estudio de la lengua (vs. habla), Saussure reconoce que la interdepende nc ia
entre ambos términos de la dicotomía. En efecto, la lengua es necesaria para que el habla sea
inteligible, pero el habla es necesaria para que se establezca la lengua: una lengua materna
se aprende escuchando hablar a otros y, junto con ello, es el habla lo que hace evolucionar a
la lengua.
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4. El signo lingüístico
Las unidades mínimas de una lengua reciben el nombre de signos lingüísticos. Al
respecto, Saussure manifiesta que “lo que un signo lingüístico une no es una cosa y un
nombre” (p. 91), lo que supone concebir a las lenguas son sistemas simbólicos que existen
independientemente de las cosas del mundo que nos rodean1 . Por el contrario, los signos
lingüísticos son entidades psíquicas (mentales), puesto que la lengua es de carácter mental, y
se componen de dos dimensiones:

Significado: es el concepto, es decir, el conjunto de propiedades (abstractas, por tanto)


tradicionalmente atribuidas a un signo.

Significante: corresponde a la dimensión material del signo. Sin embargo, este aspecto,
puramente físico, por sí mismo es irrelevante. Lo que importa no es el sonido de un
signo, sino su huella psíquica, es decir, la representación de cierto sonido. Esta
representación, al igual que el significado, es de carácter mental, por lo que recibe el
nombre de imagen acústica. “Esta imagen es sensorial, y si llegamos a llamarla
«material» es solamente” porque surge a partir de un significante material (CLG, pp. 91-
92).

Para Saussure, la relación entre ambas caras del signo es indisoluble, pues a falta de
uno de ellas, se desarticula el signo. Si el significado se disocia del significante, solo
quedarían conceptos o ideas (objeto de estudio de la psicología) o bien, si solo se analiza el
significante, queda la estructura material del signo (materia de la fonología).

Finalmente, reiteramos que no debe confundirse el signo lingüístico (unidad de la


lengua) con la entidad (objeto) extralingüística a la que refieren. Piénsese, por ejemplo, en el
ejemplo de la palmera comentado en clases e, incluso, en signos lingüísticos para los que no
existe referente, por ejemplo, términos como odio, amor, adverbio, sustantivo, etc.

4.1.Naturaleza del signo lingüístico


El lazo que une el significado con el significante de un signo lingüístico es
inmotivado. Esto equivale a afirmar que no existe ninguna razón a priori para unir ambas
caras de un signo. En específico, tal unión surge del acuerdo de los hablantes de determinada
comunidad, por lo que los signos lingüísticos, además de arbitrario, son de carácter
convencional.

1 La separación entre realidad / lengua es un aspecto central en la teoría del autor y en la historia de la
conformación de la lingüística como ciencia. Este postulado permite entender las lenguas como sistemas
simbólicos o, dicho en otros términos, como el terreno de la subjetividad, distinto del mundo objetivo-real.
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El autor explica esto diciendo que la idea de "sur" (el concepto o significado asociado
al término "sur") no está ligado por ninguna relación interior con la secuencia de sonidos s-
u-r que le sirve de significante. Es más, podría estar representada por cualquier otra secuencia
de sonidos, y expone como prueba las diferencias entre las lenguas. En el caso del concepto
“sur”, en español se expresa a través del significante sur, en inglés por medio de south, en
alemán la señal es süden, etc. Las onomatopeyas parecen ser un caso de objeción aparente
(cuestionamiento a la arbitrariedad del signo), pero, dada la variación entre lenguas,
igualmente en ellas se detecta convención. Esto explica que el ladrido de un perro en francés
sea oua oua, mientras que en español sea guau guau.
Como consecuencia de la naturaleza de los signos (arbitrariedad/convencionalidad),
el autor formula los siguientes principios:

Inmutabilidad:
Por ser un signo linguistico producto de un contrato social, está fuera de nuestro alcance,
en tanto sujetos individuales. “No solamente es verdad que, de proponérselo, en
individuo sería incapaz de modificar en un ápice la elección ya hecha, sino que la masa
misma no puede ejercer su soberanía sobre una sola palabra; la masa está atada a la
lengua tal cual es”. “Ninguna sociedad conoce ni jamás ha conocido la lengua de otro
modo que como un producto heredado de las generaciones precedentes y que hay que
tomar tal cual es” (CLG, p. 97).

Mutabilidad:
La relación significado-significante puede ser alterada (desplazada), puesto que el lazo
que las une es puramente arbitrario (no natural). “Una lengua es radicalmente incapaz
de defenderse contra los factores que desplazan minuto tras minuto la relación entre
significado y significante” (p. CLG, p. 101). No hay ningún ejemplo de una lengua
(natural) que no haya evolucionado. La lengua no existe fuera del hecho social, el tiempo
y la masa hablante son causantes de la evolución de las lenguas. Lo único que se necesita
para que un signo cambie es que se genere una nueva convención (aceptada por la masa
hablante). Sin embargo, un cambio general es impensable, para que la lengua siga
cumpliendo su función: permitir la comunicación.

“En último análisis, ambos hechos son solidarios: el signo está en condiciones de
alterarse porque se continúa. Lo que domina en toda alteración es la persistencia de la materia
vieja; la infidelidad al pasado sólo es relativa. Por eso el principio de alteración se funda en
el principio de continuidad” (CLG, p. 100).

5. La lengua como sistema


Una lengua constituye un sistema. Esto implica considerarlas no como conjuntos
aditivos de elementos (signos), sino como una totalidad “en donde todos los términos son
solidarios y donde el valor de cada uno no resulta más que de la presencia simultánea de los
otros” (CLG, p. 138). Dentro de un sistema cada elemento porta un ‘valor lingüístico’, que
se determina a partir de la relación que cada signo tiene con los restantes del sistema. Así, la
característica más exacta de un signo “es la de ser lo que los otros no son” (CLG, p. 141).
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6. Sincronía/diacronía
De acuerdo con el autor, en todas las ciencias habría que distinguir los ejes en que se
sitúan las cosas de que se ocupan:
1) “un eje de simultaneidades (AB) que concierne a las relaciones entre cosas
coexistentes, de donde está excluida toda intervención del tiempo.
2) un eje de sucesiones (CD) en el cual nunca se puede considerar más que una cosa
cada vez, pero donde están situadas todas las cosas del primer eje con sus cambios
respectivos” (CLG, p. 106).

“Para señalar mejor esta oposición y este cruzamiento de dos órdenes de fenómenos
relativos al mismo objeto, preferimos hablar de lingüística sincrónica y de lingüística
diacrónica. Es sincrónico todo lo que se refiere al aspecto estático de nuestra ciencia, y
diacrónico todo lo que se relaciona con las evoluciones. Del mismo modo sincronía y
diacronía designarán respectivamente un estado de lengua y una fase de evolución”
(CLG, p. 107).

Para los propósitos del autor, “al lingüista es a quien se impone esta distinción más
imperiosamente, pues la lengua es un sistema de puros valores que nada determina fuera del
estado momentáneo de sus términos” (p. 106). Esto, porque para tener una visión global del
sistema y estudiar las relaciones entre sus elementos es necesario estudiar sus constituye ntes
en su coexistencia, es decir, en el eje de las simultaneidades (sincronía). No obstante, aunque
se privilegie el eje sincrónico, la diacronía (eje de las sucesiones) también resulta necesaria,
dada la complejidad de las lenguas. En este sentido, es imperativo considerar tanto la
evolución de los elementos como el análisis exhaustivo de los estados de lengua, entendiendo
por estado una extensión de tiempo en la que los cambios son mínimos. Así, la idea de
diacronía y sincronía no consiste en dos ejes opuestos, sino más bien complementarios, pues
una suma de estudios sincrónicos permite realizar una descripción diacrónica de una lengua.
En otras palabras, no podría existir diacronía sin sincronía.

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