Está en la página 1de 11

EL MES DE TISHREI

El mes de Tishrei tiene tres nombres: hajodesh hashevií [séptimo mes" (Levítico 23:24)],
iéraj haetaním ["el mes de los fuertes" (I Reyes 8:2) y Tishrei, el nombre que comenzó a
utilizarse luego del exilio babilónico. La Torah se refiere al mes de Tishrei como "el séptimo
mes", ya que es el séptimo basándose en la cuenta que comienza a partir del mes de
Nisán.

Este mes ha sido dotado de más mitzvot (preceptos) que cualquier, otro, y no existe
ninguno que esté colmado con una abundancia semejante de días festivos y ceremonias.
En la Tierra de Israel, Tishrei también corresponde a la estación de la cosecha, la época en
la que el pueblo judío es testigo de la gracia material con la cual Dios lo bendice. Nuestros
Sabios señalan que se hace referencia a estas características del mes de Tishrei, "el
séptimo mes", por la similitud que existe entre la palabra Shéva [siete] y sóval [saciedad y
abundancia].

EL PRIMERO DE TISHREI

A pesar de que Tishrei es el séptimo mes, hoy en día es contado como el primer mes en el
calendario judío. Leemos en la Mishná (Rosh HaShaná 1:1):

El primero de Tishrei es el comienzo del año en lo que se refiere a [el cálculo de] los años,
el ciclo de shemitá, el ciclo de Iovél, la plantación [de árboles], y los productos agrícolas.

DÍA DE OCULTACIÓN

Rosh HaShaná —el primer día de Tishrei— es llamado en las Escrituras "día de ocultación",
corno expresa el versículo (Salmos 81:4): Haced sonar el shofar en el [nuevo] mes, el
momento de ocultación de nuestro día festivo.

Todo lo vinculado a Rosh HaShaná tiene un elemento de ocultación. El Talmud (Betza 16b)
dice: Haced sonar el shofar en el [nuevo] mes, el momento de ocultación. ¿Qué Festividad
tiene lugar cuando la luna nueva todavía está oculta? Rosh HaShaná. Todas las otras
Festividades Judías ocurren cerca o durante el período de luna llena (a mediados del mes
hebreo), mientras que Rosh HaShaná lo hace cuando la luna está oculta. [¿Cuál es el
significado de esto?] El pueblo judío se compara a la luna y ésta está radiante en las
Festividades... pero en Rosh HaShaná disminuye su esplendor y oculta su grandeza ante el
estremecimiento del Día del Juicio. Del mismo modo, Dios oculta los pecados del pueblo
judío y le concede Su perdón (Pesiktá, Rabatí 40).
El carácter mismo de Día de Juicio del primero, de Tishrei está asimismo oculto y no es
mencionado explícitamente en la Torah. La razón de ello es enseñar que el hombre debe
preocuparse por sus pecados durante todo el año y no postergar su arrepentimiento hasta
Rosh HaShaná.

Este elemento de ocultación encuentra expresión también en nuestra costumbre de no


recitar la bendición del nuevo mes el Shabat anterior al primero de Tishrei. De ese modo
ocultamos al Satán la inminencia del Día del Juicio a fin de que no pueda venir y acusar al
pueblo de Israel por sus pecados.

DÍA DE COMIENZOS

El primero de Tishrei completó Dios toda la obra de Su Creación, pues en éste creó al
hombre según la opinión de Rabí Eliezer (Rosh HaShaná 11a), quien sostiene que el
mundo fue creado en el mes de Tishrei.

Según Rabí Eliezer, fue éste el día en que Noaj abrió la cubierta del arca y vio un nuevo
mundo.

Según Rabí Eliezer, todos los Patriarcas —que representan el comienzo del mundo luego
de los pecados de las generaciones precedentes— nacieron durante el mes de Tishrei.

En Rosh HaShaná fueron recordadas por Dios, con la promesa de hijos, Sará, Rajel y Janá,
pues hasta entonces eran estériles.

Iosef fue liberado en Rosh HaShaná de la prisión egipcia, donde había permanecido
durante doce años, y a partir de entonces su luz comenzó a brillar.

En Rosh HaShaná cesó la esclavitud de nuestros antepasados en Egipto y comenzó la


redención.

En Rosh HaShaná se congregaron en Jerusalén los retornantes del exilio babilónico para
traer ofrendas sobre el Altar, y comenzaron sus donativos para la construcción del Segundo
Gran Templo.

En Rosh HaShaná fue creado Adám. En la primera hora del día, Dios pensó en crear al
hombre. En la segunda, lo consultó con los ángeles servidores. En la tercera, juntó el polvo
a partir del cual formaría al hombre. En la cuarta, lo preparó. En la quinta, lo formó. En la
sexta, puso al hombre de pie. En la séptima, le insufló el alma. En la octava, lo introdujo en
el Paraíso (Can Edén). En la novena, Dios le ordenó no comer del Arbol del Conocimiento.
En la hora décima, el hombre desobedeció este mandamiento. En la hora once, fue
juzgado. En la hora doce, Dios lo perdonó. Le dijo: "Tú eres una señal para tus hijos. Así
como tú fuiste traído ante Mí para ser juzgado y resultaste perdonado, del mismo modo tus
hijos estarán destinados a presentarse ante Mí en este día para ser juzgados, y también
serán perdonados" (Pesiktá de Rav Kahaná).

DÍA DEL JUICIO

Rosh HaShaná es el día del juicio para toda la humanidad. En este día, el hombre es
juzgado por todas sus acciones, y lo que habrá de suceder en el año venidero queda
registrado. El Talmud (Rosh HaShaná 8a) infiere esto del versículo (Deuteronomio 11:12)
que declara: Los ojos del Señor, tu Dios, están sobre ella [sobre la Tierra de Israel' desde el
comienzo del año hasta el final del año; es decir, desde Rosh HaShaná el mundo es
juzgado respecto de lo que sucederá a lo largo del año.

Dijeron nuestros Sabios:

En Rosh HaShaná, toda la humanidad pasa ante El como un rebaño de ovejas. Pasan a Su
lado uno a uno, uno tras otro, y no obstante ello El los escudriña a todos con una sola
mirada. Así, el versículo expresa: "El creó los corazones de todos ellos juntos y comprende
todas sus acciones" (Salmos 33:15); Dios, quien es el Creador, ve todos los corazones de la
humanidad juntos [con una sola mirada) y comprende todas sus acciones.

Rabí Cruspedai dijo en nombre de Rabí Iojanán: Tres libros de cuentas se abren en Rosh
HaShaná: uno para aquellos que son completamente malvados, uno para aquellos que son
completamente justos, y uno para aquellos que están en la mitad. Los totalmente justos son
inmediatamente inscriptos y sellados para la vida. Los totalmente malvados son
inmediatamente inscriptos y sellados para la muerte. El destino de aquellos que están en la
mitad se mantiene pendiente desde Rosh HaShaná hasta Iom Kipur. Si hacen méritos [es
decir, se arrepienten] son inscriptos para la vida. Si no hacen méritos [es decir, no se
arrepienten] son inscriptos para la muerte (ibíd. 16a, b).

Rosh HaShaná fue decretado como día de juicio por dos razones: La primera es que en
este día se completó la creación del mundo y la intención Divina era que el mundo fuera
gobernado por el rasgo de rigurosa justicia. Por lo tanto, el comienzo del año fue instituido
como día de juicio.

La segunda razón es que, como vimos anteriormente, en este día Adám fue juzgado, se
arrepintió, y fue perdonado.
Nuestros Sabios dijeron: Ven y observa cómo difieren los caminos de Dios de los caminos
del hombre. El hombre juzga a un amigo preciado con buena voluntad para tratarlo con
misericordia; y juzga a un enemigo con ira para exigir justicia rigurosa. Pero Dios no. Juzga
a todo el mundo, incluyendo a quienes violan Sus mandamientos, sólo con buena voluntad,
en el mes de Tishrei. Y las numerosas Festividades y mitzvot (preceptos) del mes de Tishrei
renuevan la afinidad que existe entre Él y Sus criaturas. Durante este mes de conciliación,
Dios recibe la plegaria del hombre y su arrepentimiento, lo juzga con compasión.

EQUILIBRIO ENTRE EL PECADO Y EL MÉRITO

Maimónides nos enseña (Leyes de Teshuvá 3:1-3): Cada persona tiene méritos y pecados.
Si sus méritos superan a sus transgresiones, el hombre es considerado totalmente justo, un
tzadík. Si sus transgresiones son mayores, el hombre es considerado totalmente malvado,
un rashá. Y si posee el mismo número de pecados y méritos, se dice que es una persona
intermedia, un beinoní. Lo mismo es válido en cuanto a un país entero: Si los méritos
colectivos de todos los residentes de una nación superan los pecados, los individuos son
considerados tzadikím. Si sus pecados colectivos son mayoría, son considerados reshaím.
Y lo mismo se aplica para el mundo entero.

Si los pecados de una persona son más numerosos que sus méritos, esa persona deja de
existir inmediatamente por su perversidad, como declara el versículo (Jeremías 30:14): Por
la magnitud de tus pecados. Del mismo modo, si los pecados de una nación son más
numerosos, es destruida de inmediato, como expresa el versículo (Génesis 18:20): Pues el
clamor de Sedom y Amora es grande. Y lo mismo se aplica al mundo entero: Si las
transgresiones son mayores que los méritos, el mundo es llevado inmediatamente a la
ruina, como declara el versículo (ibíd. 6:5): Y Dios vio que la maldad del hombre era
inmensa.

Sin embargo, este juicio no es cuantitativo sino cualitativo. Existen acciones individuales
meritorias que tienen más peso que varios pecados, como el versículo (I Reyes 14:13)
expresa: Quizás encontremos algo bueno. Del mismo modo, existen pecados que pueden
pesar más que numerosos méritos, como declara el versículo (Eclesiastés 9:18); Y un
pecador puede ocasionar que se pierda mucho bien. La determinación depende solamente
del juicio de Dios, Cuyo conocimiento lo abarca todo, ya que sólo El puede evaluar méritos y
pecados.

Por lo tanto, cada individuo debe verse a sí mismo, a lo largo de todo el año, como si fuera
mitad meritorio y mitad culpable. Igualmente debe considerar al mundo entero. Así, si
comete un solo pecado, puede inclinar la balanza de la transgresión para sí y para el Mundo
entero, causando la destrucción del mundo y la propia. Igualmente, si realiza una mitzvat,
puede inclinar la balanza del mérito para sí y para el mundo entero, logrando la salvación y
la redención del mundo como así también la suya propia, corno declara el versículo
(Proverbios 10:25): Y el tzadík es el fundamento del mundo; es decir, por ser un Tzadik,
inclina la balanza del mundo hacia el lado del mérito y lo salva de la destrucción.

¿QUÉ ES EL DÍA DEL JUICIO?

La enseñanza de los Sabios acerca de que cada persona es juzgada en Rosh HaShaná no
se refiere a si la persona merecerá el Paraíso y el Mundo Venidero si es meritoria, o el
Guehinóm (infierno) y la destrucción eterna si es indigna. Más bien, el hombre es juzgado
en Rosh HaShaná sólo respecto de este mundo: si es merecedor de vida y paz, o de lo
contrario. Nuestros Sabios enseñaron: [El versículo (Salmos 81:5) declara:] Este es el día
en el cual comenzaron Tus obras, un recuerdo del primer día. Es un estatuto para Israel,
juicio para el Dios de Iaacov. [En la plegaria de Musaf); continuamos:] Y respecto de las
naciones, será dicho entonces: Quiénes para la espada, y quiénes para la paz; quiénes
para el hambre, y quiénes para la abundancia. Yen ese día se hará un recuento de todos
los seres vivientes para ser recordados para la vida o la muerte.

Esta es, entonces, la modalidad del juicio: en Rosh HaShaná se miden las acciones del
hombre y éste es inscripto y confirmado, ya sea en forma favorable o desfavorable, con
relación a este mundo, de acuerdo a lo que merece por sus acciones realizadas. Y cuando
el hombre parte hacia su lugar de descanso póstumo, sus acciones son medidas y se le
destina una porción en el mundo de las almas según sus méritos (Maimónides, citado por
Abudraham).

Aunque una persona peque durante el año, no debe perder la confianza en su capacidad
para arrepentirse. Más bien, debe retornar al sendero de los justos antes de la llegada del
juicio. La persona siempre debe confiar en que cuenta con la capacidad de poder inclinar su
propia balanza, y la del mundo entero, hacia el lado de los méritos. Es por este motivo que
es costumbre ser generosos en cuanto a dar caridad, realizar buenas acciones y cumplir
mitzvot (preceptos), en el período entre Rosh HaShaná y lom Kipur.

El hombre es juzgado sólo en función de sus acciones presentes (Rosh HaShaná 16a).
Aunque esté completamente sumergido en pecados durante todo el año, Dios Mismo
testifica que el pueblo de, Israel desea cumplir con Su Voluntad. Así, si se arrepiente
cuando se aproxima el Día del Juicio y cumple la voluntad de Dios, será juzgado por lo que
es y no por lo que fue.
HACER SONAR EL SHOFAR

Hacer sonar el shofar en Rosh HaShaná es un mandamiento de la Toráh, como declara el


versículo (Números 29:1): Y en el séptimo mes, el primer día del mes, será declarado día
festivo para vosotros, un día de teruá para vosotros.

Maimónides (Leyes de Teshuvá 3) escribe:

Aunque hacer sonar el shofar en Rosh HaShaná es un decreto Divino [que es aceptado sin
que necesitemos entender su motivo], podemos, sin embargo, distinguir un propósito en
ello. Es como si nos estuviera diciendo: ¡Durmientes, despertad de vuestro sueño; vosotros
que dormitáis, salid de vuestro letargo; reflexionad sobre vuestras acciones, retornad y
recordad a vuestro creador! Aquellos que olvidan la verdad con el paso del tiempo y quienes
desperdician sus años persiguiendo vanidad y tonterías carentes de valor y que no brindan
salvación, ¡fijaos en vuestras almas! ¡Mejorad vuestras acciones! Que cada uno de vosotros
abandone su mal camino y pensamiento que no conducen al bien.

Saadiá Gaón escribe que el hecho de hacer sonar el shofar en Rosh HaShaná representa
diez elementos simbólicos:

Rosh HaShaná marca el comienzo de la Creación, el día en que Dios creó al mundo y se
convirtió en su Rey. Así como es costumbre tocar trompetas para glorificar al rey y
proclamar nuestra sumisión ante él, del mismo modo mostramos nuestra aceptación del
reinado de Dios a través de hacer sonar el shofar.

Rosh HaShaná marca el primero de los Diez Días de Arrepentimiento. Por lo tanto,
hacemos sonar el shofar para anunciar y advertir que ha comenzado dicho período. Es
como si anunciáramos: Aquellos que quieran arrepentirse, deben hacerlo ahora, y si no
quieren, no se les permitirá venir luego para protestar contra su destino. Esta es también la
manera en que los reyes ejercen su poder, anunciando sus decretos con el
acompañamiento de trompetas.

El sonido del shofar nos recuerda la revelación en el Monte Sinaí, que también fue
acompañada por sonidos de shofar. Así, al escuchar el shofar y recordar ese
acontecimiento, una vez más aceptamos sobre nosotros aquello que nuestros padres
asumieron sobre sí.

Sirve para recordarnos las advertencias de nuestros Profetas, comparadas al sonido del
shofar, como declara el versículo (Ezequiel 33:4-5): Y todo aquel que escuchare el sonido
del shofar y no fuese cuidadoso, entonces vendrá la espada y se lo llevará. Pero aquel que
se cuide, habrá salvado su alma.

Sirve para recordarnos la destrucción del Beit HaMikdash y el sonar de las trompetas del
ejército de nuestros enemigos. Así, cuando escuchamos el shofar, debemos rezar por la
reconstrucción de nuestro sagrado Templo.

Sirve como recordatorio del cuerno del carnero en la "Atadura de Itzjak" (Akedat Itziak),
quien ofreció su vida a Dios pero en cuyo lugar fue sacrificado el carnero. De la misma
manera, todos nosotros debemos estar dispuestos a entregar nuestras vidas en aras de la
santificación del Nombre del Eterno, y rezamos para que esto nos sirva de mérito y seamos
recordados para bien.

Despierta en nosotros una sensación de estremecimiento y temor que nos conduce a


acercarnos a Dios con humildad, como expresa el versículo (Amós 3:8): ¿Acaso es posible
hacer sonar el shofar en la ciudad y que el pueblo no se estremezca?

Sirve para recordamos la proximidad del gran Día del Juicio, como declara el versículo
(Tzefania 1:14.16): El gran día de Dios está próximo, cercano y pronto [en Ilegar]... es el día
[del sonido] del shofar y de la teruá.

Sirve para recordarnos la futura convocatoria de todos los exiliados del pueblo judío y para
despertar nuestro anhelo de que ello suceda, como declara el versículo (Isaías 27:13): Y
será en aquel día que se hará sonar el gran shofar y retornarán los extraviados desde la
tierra de Asiria...

Sirve para recordarnos la resurrección de los difuntos, como declara el versículo (ibíd. 18:3):
Todos los habitantes del mundo y los que descansan en la tierra verán cómo es alzado un
estandarte en el monte, y escucharán el retumbar del shofar al hacerse sonar.

EL SHOFAR — ÚLTIMO RECURSO DE DEFENSA

El Maguid de Dubno relató la siguiente parábola para explicar el significado del shofar como
arma de defensa para el pueblo judío:

Había una vez un hombre que perdió su rumbo y se encontraba vagabundeando en una
selva plagada de animales salvajes. Tenía un arco y flechas para protegerse de los
depredadores que acechaban entre los árboles. Mientras caminaba por la selva, su
imaginación se apoderó de sus sentidos y todo lo que veía tenía la forma de un oso salvaje,
de un lobo o de un león. Así fue que lanzó varias flechas, sólo para descubrir que las
imágenes a las que temía no eran más que árboles en proceso de descomposición.
Finalmente, como sólo le quedaba una flecha, decidió ser sumamente cauteloso antes de
volver a usar su arco, ya que esa última flecha era lo único que podría salvarlo de la muerte.
Igualmente nosotros, cuando residíamos en la tierra de Dios y podíamos acceder a la
montaña del Eterno y contábamos con varios instrumentos de salvación —el Beit
HaMikdash (Gran Templo), el altar, los sacrificios y el Kohén Gado! (Sumo Sacerdote) que
los ofrendaba—, sentíamos suficiente fortaleza como para enfrentar cualquier amenaza. No
así hoy, cuando lo único que nos queda de las armas de salvación es apenas el shofar. Por
eso, amigos, abran sus ojos y vean, dispongan sus corazones y actúen de acuerdo a lo que
dicta la sabiduría.

SHOFAR — MEDIO PARA MEJORAR NUESTRAS ACCIONES

En su obra Menorca HaMaor, Rabí Itzjak: Ardilla escribe:

Cuando se hace sonar el shofar en Rosh HaShaná, uno debe escucharlo con atención y
comprender, ser consciente de que es el Día del Juicio, en el cual el Santo, Bendito Sea, Se
sienta en el trono del juicio y toda la Creación pasa delante de El, como ovejas
inspeccionadas por su pastor, y decide: "Esta será sacrificada y ésta otra continuará con
vida". Del mismo modo, el hombre pasa delante de Dios en Rosh HaShaná y todas sus
acciones registradas son leídas ante El. Ningún hombre sabe si ha sido juzgado para morir
o para vivir. Es por ello que debe escuchar el shofar con atención, ya que su sonido le
permite recordar que debe arrepentirse y retornar a Dios, quien Se apiadará de el para que
resulte inocente en el Día del Juicio.

Abudraham cita un Midrash sobre Tehilím:

"Haced sonar el shofar para marcar el comienzo del nuevo mes" (Salmos 81:4). Rabí
Berajiá enseñó en nombre de Abá: [Dios dice:] Mejorad el término hebreo “shaprú” tiene la
misma raíz que la palabra shofar, cuyo significado es mejorar, embellecer, adornar] vuestras
acciones, santificad vuestras acciones. Tal como sucede con el shofar que se sopla en un
extremo y el sonido sale por el otro, así también todos los acusadores del mundo se
presentan ante Mí y os acusan ¡de pecar y de no ser merecedores de misericordia]. Pero Yo
oigo sus acusaciones por un lado y las elimino por el otro.
INSCRÍBENOS PARA LA VIDA

Las plegarias de Rosh HaShaná deben estar dirigidas esencialmente al establecimiento del
dominio absoluto de Dios y a la satisfacción de las necesidades comunitarias, más no las
personales. Se debe rezar para que toda la humanidad no sea encontrada culpable y
resulte meritoria en el juicio, que se incremente la armonía, y que la soberanía de Dios se
revele ante toda la Creación. Decimos en la Amidá: Oue todo lo que existe sepa que Tú le
diste existencia, que todo lo que fue creado comprenda que Tú lo creaste, y que todo ser
que posea alma declare: Dios, el Señor de Israel, es el Rey, y Su reinado tiene dominio
sobre todo. Esta es la esencia de las plegarias del Día del Juicio: que todo el mundo pasa
delante de Dios para ser juzgado para la vida o la muerte.

Quien comprende que el mundo está siendo juzgado por todas sus acciones, ¿cómo es
posible que centre sus pensamientos en sus propios deseos y necesidades? Aun de estar
seguro que saldrá meritorio del juicio, ¿cómo puede procurar su propio bien en un momento
en el que todo el mundo está siendo evaluado en la balanza de la justicia? Por el contrario,
debe aspirar a obtener misericordia tanto para sí como para sus semejantes, implorando
que todos sean inscriptos para una buena vida y que El, quien otorga la vida, les provea de
todo aquello que carecen. Así dijeron nuestros Sabios: El, quien otorga vida, otorga
sustento.

ÉL RECUERDA TODO LO QUE HA SIDO OLVIDADO

Una vez un gran Tzadík explicó la peculiaridad de Dios de "recordar lo olvidado" de la


siguiente manera:

Dios recuerda aquello que el hombre olvida, mientras que olvida aquello que el hombre
recuerda. ¿Cómo es posible? Si un hombre transgrede y olvida que cometió un pecado, y
por lo tanto no se arrepiente, Dios recuerda y lo juzga por aquel pecado. Pero si el hombre
recuerda su pecado —como dijo el rey David (Salmos 51:5): Y mi pecado está siempre
frente a mí— Dios no "recuerda" esa transgresión ya que no es una que el hombre haya
olvidado. Asimismo, si el hombre cumple una mitzvá y la recuerda constantemente
vanagloriándose de su acción, Dios no "recuerda" lo que ha hecho, ya que aborrece el
orgullo del corazón. Pero si el hombre cumple una mitzvá y la "olvida", considerándola la
manera normal y natural en que el judío debe comportarse, Dios siempre la "recuerda" y
guarda como un tesoro, recompensándolo adecuadamente.
HAIOM HARAT OLAM

En el momento de la Creación, el mundo estaba bajo el dominio de maljuiot (la soberanía


Divina). Luego del Diluvio, todo fue diferente y la providencia Divina pasó a ser dominante
—una cualidad simbolizada por zijronot—, Dios pidiendo cuentas por los actos de la
humanidad. Luego de que Dios entregara la Toráh, la cualidad distintiva de shofarot —
revelación Divina—, también fue introducida.

Durante los primeros 1656 años posteriores a la Creación, Dios trató al hombre solamente
con el atributo de la soberanía. El Señor, Rey del Universo, coronó al hombre por sobre las
demás criaturas inferiores; lo imbuyó de honor, le otorgó fuerza y poder, le concedió vida
larga y le permitió hacer todo lo que quisiera sin imponerle límites con preceptos u
obligaciones. No le entregó la Toráh, ni las Siete Leyes de los gentiles [salvo por alusión], y
no le prometió recompensa ni castigo, pues quienes integran la casa del Rey no precisan
código alguno. Simplemente se esperaba que vivieran de acuerdo a su grandeza,
preservaran el honor del Reino, y fueran merecedores de su elevado rango a través de
pensamientos y actos rectos, tal como lo prescribe la sabiduría de sus corazones. Pero el
hombre no supo enfrentar la prueba de la soberanía. En lugar de imbuir al mundo de
benevolencia mediante los maravillosos poderes que le fueron concedidos, colmó el mundo
de codicia, desazón y malicia. En vez de asociarse con Aquél que creó el mundo para el
hombre con benevolencia y amor, se convirtió en socio del Satán y empleó su grandeza
sólo para actos de corrupción.

Durante muchos años Dios trató al hombre con tolerancia y paciencia. Pero cuando el
hombre demostró que no había posibilidad alguna de que cambiara su comportamiento
maligno, sobrevino el Diluvio e inundó el mundo. Era evidente que un mundo fundado sólo
sobre la base de la soberanía no podía seguir existiendo. Los instintos del hombre siempre
se apoderarían de él mientras viviera en un mundo sin temor ni preocupaciones.

Entonces Dios templó el rasgo de maljuiot con el rasgo de zijronot para los siguientes 792
años. Tal vez la soberanía, junto con la providencia, podrían asegurar la existencia del
mundo. El hombre no perdería su superioridad respecto del mundo creado pero tendría que
aceptar el yugo de mandamientos y preceptos específicos —las Leyes de Noaj— que lo
harían tomar conciencia de sus responsabilidades, que sus acciones serían supervisadas y
que tendría que rendir cuenta por ellas. Dios también acortó el número de años que el
hombre podía vivir y disminuyó sus poderes de tal forma que, aunque quisiese, no podría
llevar al mundo a un estado de absoluta corrupción.
Pero el hombre tampoco superó esta segunda prueba. Diez generaciones transcurrieron
entre Noaj y Avraham; generaciones que desafiaron la ley de Dios, aunque sabían cuál
sería el resultado de su rebelión. La soberanía y la grandeza no fueron suficientes para
defender al hombre de sus instintos malignos, así como tampoco lo fue la providencia
Divina. El saber que sería llamado para rendir cuentas por sus acciones no bastó para
mantener al hombre alejado de la transgresión. El mundo estuvo al borde de un segundo
desastre y habría vuelto a estar expuesto a una nueva destrucción, pero surgió una nación,
de los descendientes de Avraham, Itzjak y Iaacov, creando un pueblo que asumiría la
responsabilidad de toda la Creación y la tarea de restituir el honor de aquellos que fueron
creados a imagen de Dios. Cuando aceptaron la Toráh de Dios, salvaron al mundo de ser
devuelto al vacío y la nada; en el Monte Sinaí se renovó el mundo, y esta vez fue para la
eternidad.

Con la aceptación de la Toráh, Dios introdujo un tercer elemento que se sumó a la


soberanía y a la providencia, para manifestar así Su presencia en el mundo. Este elemento
—shofarot— le otorgó al hombre la capacidad de percibir la revelación de Dios; de oír Su
mensaje a través de los Profetas; de escuchar el llamado de la conciencia que lo motivaría
al arrepentimiento; de sentir temor frente al Creador cuando el sonido del shofar le recuerde
que debe reflexionar respecto de quién es él y qué debe hacer. Así, el mundo luego de
Sinaí se basa en tres pilares: la soberanía de Dios, quien es la fuente absoluta de todo lo
que existe; la providencia de Dios, quien recompensa y castiga al hombre por lo que hace; y
la revelación de Dios, el yugo de la Toráh, entregada al hombre junto con los sonidos del
shofar que resuenan en él y lo mantienen fiel a su misión. Los ecos de esos Shofarot se
oyen siempre. A veces son fuertes, y a veces más débiles y luego fuertes otra vez. Cuando
llegue el Gran Día del Señor, estos sonidos del shofar irrumpirán al exterior con todas sus
fuerzas y serán oídos por toda la humanidad, como declara el versículo (Isaías 27:13): Y
será en ese día, en que se hará sonar el gran shofar...

También podría gustarte