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JESHVÁN: EL MES DEL FUTURO

Akrav-escorpión es el nombre hebreo para el signo de Escorpio, y su nombre en arameo


es Jeshván (en algunas fuentes también es llamado Mar-jeshván)
Las letras del nombre Jeshvan (Jet-shin-Vav-Nun) son semejantes a las de la palabra
jeshvon (que significa ´cuenta´ en hebreo), simbolizando las cuentas que la persona
debería hacer durante este mes en lo profundo de su alma.
El juicio ocurrido durante el mes anterior de Tishré/Libra puede conducir a una persona
a un nivel superior si las oportunidades para arrepentirse y retomar el camino verdadero
fueron utilizadas. O bien la persona puede descender a un nivel aún más bajo que el que
antecedió al tiempo del juicio (del mes de Tishré).
El trabajo de este mes es determinar con honestidad cual ha sido nuestra experiencia
personal durante los meses previos de Elul/virgo y Tishré/libra y decidir cómo
perfeccionarnos a partir de ella.
En definitiva es un mes en el cual tenemos la posibilidad de manifestar toda la inspiración
y elevación de Tishré en nuestra vida cotidiana.
Entramos en un mes que, en el calendario hebreo está desprovisto de Festividades, sin
embargo el Talmud señala cuatro fechas que específicamente caracterizan a este mes:
- 11 de Jeshván- Ocurrió la muerte de Rajel, la Matriarca.
- 17 de Jeshván- Comenzó el diluvio en la época de Noaj/Noé
- 7 de Jeshván- Comenzamos a recitar la plegaria para las lluvias en la Amidá (en Israel)
- En el futuro, el Tercer Templo será inaugurado durante el mes de Jeshván. (Di-s quiera
se construya pronto) y perdurará por siempre.

JESHVÁN: PROYECTANDO EL FUTURO


Cuando una persona ha realizado su trabajo espiritual durante el mes anterior, tishré
[Libra], al llegar al mes de jeshván [Escorpio] experimenta la profunda necesidad de
buscar paz y sosiego en su persona. Retraerse de algún modo, arrinconarse un tanto,
incluso aislarse. El hombre de fe al que su corazón le dicta haber logrado una
comunicación más profunda y sincera con el Creador durante las Altas Fiestas, no desea
seguir rodeado de tanta gente. Disfruta de su soledad con Di-s, de su vivencia inspirada.
La fiesta de Año Nuevo - Rosh Hashaná - aún resuena en el alma con su sello de
honestidad y retorno. Y lo mismo sucede con la santidad del Día del Perdón, la protección
divina evidenciada en Sucot, como también con el clímax de apego y alegría alcanzados
en Shminí Atzeret y Simjat Torá. Y aunque parezca increíble, todo esto vivido en el
término del mes anterior, tishré.
En la tierra de Israel el mes de jeshván llega junto con las primeras lluvias, y de la apertura
y el descubrimiento al que obliga el calor, la persona se recoge y encubre ante los primeros
indicios otoñales.
Por un lado, como el campesino que ha trabajado duramente la tierra, ahora es tiempo de
reunirse en su casa, en su interior, en su territorio más íntimo, y decidir qué hacer con el
fruto de sus manos.
Por el otro, es tiempo de comenzar de nuevo, de preparar la tierra para el año que se inicia.
Acabamos de concluir un año y de comenzar uno nuevo. Acabamos de terminar la lectura
de toda la Torá y de iniciarla nuevamente.
Finales que se mezclan con comienzos, terminaciones que no son más que los primeros
pasos de un nuevo proceso.
El mes de jeshván no presenta festividades. Es como si el corazón del tiempo respetara
nuestro ritmo y tras un arduo y esforzado trabajo espiritual nos permitiera un período
más calmo, más sereno.

Sin embargo, precisamente en este punto se presenta uno de los peligros más importantes
de este mes: suele suceder que grandes logros son seguidos por notables y profundas
caídas. Como una sensación de haber cumplido con nuestra parte y el sentimiento que
ahora nos corresponde un tiempo de descanso. Mas seguramente quien haya dado
algunos pasos en un camino espiritual ya sabe que en esta senda en particular se sube... o
se baja. No hay modo de permanecer en el lugar. Y quien no experimenta ascenso, aunque
sea mínimo y pequeñísimo, conoce entonces el sabor de la pendiente.
No hay vacaciones en la vida espiritual.
El potencial recibido y los logros espirituales deben servirnos para programar el año que
inicia con ideas claras y precisas. Debemos recordar que la tarea de pulir nuestra persona
dura toda la vida, y que es el momento de redefinir dos parámetros: profundizar en la
compresión de nuestra forma propia y evaluar en qué etapa del proceso nos hallamos.
Significa: suponiendo que ya conocemos nuestra forma propia - la chispa divina que nos
habita y el plan de vida que nos dicta - considerando que hemos crecido, ahora la misma
puede entenderse a un nivel mayor, con más claridad y definición. Por otro lado, y
considerando que el viaje espiritual es permanente, debemos considerar también la
estación en la que nos encontramos y, apegados al mapa individual, proyectar los pasos a
seguir.
A pesar de la sensación de elevación de los meses de elul y tishré, el mes de jeshván no
debe ser considerado como un tiempo de descanso. Es un tiempo apto para redefinir la
forma propia, profundizar en el análisis de la misma, proyectar los pasos a seguir, y salir
nuevamente a arar la tierra. Con responsabilidad, entusiasmo, empeño, y claridad en la
tarea.

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