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Durante siglos se han transmitido de forma oral y escrita narraciones y relatos


que combinan componentes o sucesos reales con elementos imaginarios, más
conocidos como leyendas.

Las leyendas forman parte de la identidad de pueblos y comunidades, algunas


cuentan con numerosas versiones y las hay de diferente temática, para todos
los gustos.

Al igual que los cuentos, las leyendas fomentan el desarrollo cognitivo y la


creatividad, además contienen valores que transmitir a los más pequeños.

Aquí te presentamos 13 leyendas cortas para compartir y disfrutar con los


niños, llenas de aprendizaje con las que podrán "dejar volar su imaginación".

1. La leyenda del maíz


También conocida como Quetzalcóatl y el maíz, esta leyenda es de origen
azteca y trata de explicar el surgimiento de uno de los ingredientes
primordiales de la comida mexicana: el maíz. En esta historia se considera
como producto que surge como resultado de la acción divina.

Al mismo tiempo, esta leyenda es ideal para reflexionar con los más pequeños
sobre la importancia del esfuerzo y tesón para conseguir cualquier objetivo
que nos propongamos en la vida.

Cuenta la leyenda que, antes de la llegada del Dios Quetzalcóatl, los aztecas solo se
alimentaba de raíces y algún que otro animal que podían cazar.

El maíz era un alimento inaccesible porque estaba oculto en un recóndito lugar


situado más allá de las montañas.

Los antiguos dioses intentaron por todos los modos acceder quitando las montañas
del lugar, pero no pudieron conseguirlo. Entonces, los aztecas recurrieron a
Quetzalcóatl, quien prometió traer maíz. A diferencia de los dioses, este utilizó su
poder para convertirse en una hormiga negra y, acompañado de una hormiga roja,
se marchó por las montañas en busca del cereal.
El proceso no fue nada fácil y las hormigas tuvieron que esquivar toda clase de
obstáculos que lograron superar con valentía. Cuando llegaron a la planta del maíz,
tomaron un grano y regresaron al pueblo. Pronto, los aztecas sembraron el maíz y
obtuvieron grandes cosechas y, con ellas, aumentaron sus riquezas. Con todos los
beneficios, se cuenta, que construyeron grandes ciudades y palacios.

Desde aquel momento, el pueblo azteca adora al Dios Quetzalcóatl, quien les trajo
el maíz y, con ello, la dicha.

2. Leyenda del hilo rojo del destino


Esta conocida leyenda forma parte de la cultura popular china y japonesa y
parte de la base de que las personas que están predestinadas están unidas
con un hilo rojo. Además, refuerza la idea de la existencia de que todos
tenemos un “alma gemela”.

Esta historia no solo sirve para hablar del destino sino de los vínculos que se
establecen entre las personas, bien sean de amor, de amistad o
compañerismo.

Cuenta una antigua leyenda que, hace muchos años, un emperador invitó a una
poderosa bruja que tenía la capacidad para ver el hilo rojo del destino.

Cuando la hechicera llegó a palacio, el emperador le pidió que siguiera el hilo rojo
de su destino y lo condujera hacia la que sería su esposa. La bruja accedió y siguió
el hilo, desde el dedo meñique del emperador, que la llevó hacia un mercado. Allí se
detuvo frente a una campesina en cuyos brazos sostenía a un bebé. El emperador,
enojado, pensó que se trataba de una burla de la bruja e hizo caer a la joven al
suelo, provocando que la recién nacida se hiriera la frente. Luego, ordenó que los
guardias se llevaran a la bruja y pidió su cabeza.

Años después, el emperador decidió casarse con la hija de un poderoso


terrateniente a la que no conocía. Durante la ceremonia, al ver por primera vez el
rostro de su futura esposa, el emperador observó una cicatriz peculiar en su frente.

3. Kamshout y el otoño
Esta leyenda de origen argentino sirve para dar una explicación a la
transformación de los árboles en las estaciones de otoño y primavera. Pero
también puede verse como una reflexión al riesgo que supone la ignorancia, la
cual puede ser la madre de los prejuicios hacia lo nuevo o diferente. Hay que
valorar otras opciones y no creer solo lo que ya sabemos o creemos saber.
También nos habla de la importancia de no burlarse de los demás cuando sus
creencias u opiniones no coinciden con las nuestras.

Cuenta la leyenda que en Tierra de Fuego hubo un tiempo en que las hojas de los
árboles eran siempre verdes. Un joven que vivía allí, Kamshout, tuvo que partir a
un lugar lejano para cumplir con un rito de iniciación al llegar la madurez.

Kamshout tardó mucho tiempo en volver y el resto de habitantes lo habían dado


por muerto.

Un día, cuando nadie lo esperaba, Kamshout apareció y relató a los habitantes del
pueblo cómo todo este tiempo lo había pasado en un lugar en el que los árboles
perdían sus hojas al llegar el otoño y, en primavera, surgían otras nuevas de color
verdoso.

Tras narrar su experiencia, nadie creyó sus palabras y sus paisanos se burlaron de
él. Kamshout, completamente enfadado, decidió marcharse al bosque y desapareció
durante un tiempo.

Pronto, Kamshout reapareció convertido en un loro vestido con plumas verdes y


rojas. Cuando llegó el otoño, Kamshout tiñó las hojas con sus plumas rojas y pronto
comenzaron a caer de los árboles. Los habitantes pensaron que los árboles habían
enfermado y que pronto morirían. Kamshout no pudo contener la risa.

En la primavera, las hojas volvieron a surgir, esta vez de color verde. Desde aquel
momento, los loros se reúnen en los árboles para reírse de los seres humanos y
vengar la burla hacia Kamshout, su famoso antepasado.

4. Leyenda del Olentzero


País vasco y Navarra siempre se han caracterizado por ser territorios llenos de
leyendas. Esta es siempre un símbolo de la Navidad en estos lugares de
España. No se conocen datos exactos del origen de esta leyenda, aunque se
cree que procede de Lesaka (Navarra).

Lope Isasi, historiador vasco, apuntó a que la palabra Olentzero puede venir
del término en euskera onen, que significa "bueno". Unida a la palabra zaro,
que quiere decir "época", conforma onenzaro: tiempo de lo bueno.

Aunque, este personaje no siempre ha asociado al carácter festivo de Navidad


ni a la figura de un carbonero bonachón. Otras historias que surgieron en
torno a su figura apuntaban a un hombre que aterrorizaba a los niños a los
que amenaza con su hoz si se quedaban despiertos durante la noche.

Cuenta la leyenda que en las montañas de Euskal Herria vivía un hada de pelo
rubio y largo que siempre iba acompañada de sus duendecillos de pantalones rojos,
los prakagorri.

Un día, cuando estaban próximos a un riachuelo, los duendes advirtieron al hada


de que algo se encontraba entre los arbustos. El hada se acercó y vio a un bebé
recién nacido que estaba allí abandonado. Entonces esta le dijo: “tu nombre será
Olentzero, porque es una maravilla haberte encontrado. Y por este acto te daré los
regalos de fuerza, coraje y amor, por todo el tiempo que tú vivas”.

Después, el hada llevó al bebé a casa de un matrimonio que no tenía hijos. Estos lo
cuidaron y el Olentzero vivió feliz y aprendió el oficio de su padre, cortador de leña.

Cuando sus padres fallecieron, el Olentzero se quedó solo en su casa de las


montañas. Entretanto, los niños del pueblo lo miraban extrañados mientras lo
veían recolectar leña.

Durante un frío invierno, el temporal dejó a los habitantes encerrados en sus casas.
Ninguno de ellos había preparado carbón para su chimenea y estaban pasando frío.

El Olentzero, quien no había parado de recolectar leña, decidió llevarla al pueblo y


dejar un saco lleno de leña en cada casa.

Al día siguiente, todos los habitantes estaban emocionados ya que el frío


desaparecería de sus casas. A partir de ese momento, los lugareños no olvidaron
recolectar suficiente leña.

Desde entonces, el Olentzero decidió no repartir más carbón, pues no hacía falta, y
lo sustituyó por juguetes para los niños. Así, cada 25 de diciembre, el Olentzero sale
de los bosques y reparte la magia por los pueblos de Euskal Herria.

5. La mariposa azul
Esta antigua leyenda japonesa contiene una gran lección de vida que ha
logrado perdurar gracias al paso de generación en generación. Supone una
metáfora sobre el presente y futuro, también sobre la toma de decisiones.

Nadie más es responsable de nuestras determinaciones que nosotros mismos,


al igual que ocurre con la niña y la mariposa: nosotros decidimos si aplastarla
o dejarla libre. De esta forma, nuestro presente y futuro están en nuestras
manos.

Una antigua leyenda oriental cuenta que, hace mucho tiempo en Japón, vivía un
hombre viudo con sus dos hijas. Las muchachas eran muy curiosas e inteligentes y
siempre estaban dispuestas a aprender. Continuamente le hacían preguntas a su
padre y este trataba siempre de darles respuesta.

A medida que pasaba el tiempo, las niñas tenían cada vez más dudas y hacían
preguntas más complejas. Incapaz de responder, el padre decidió mandar a sus
hijas una temporada con un sabio, un antiguo maestro que vivía en la colina.

Enseguida, las niñas quisieron hacerle todo tipo de preguntas. El sabio siempre
respondía todas las cuestiones.

Pronto, las niñas decidieron buscar una pregunta para la que el maestro no tuviera
respuesta. Así, la mayor decidió salir al campo y atrapó una mariposa, después, le
explicó a su hermana el plan: “Mañana, mientras sostengo la mariposa azul en mis
manos, le preguntarás al sabio si está viva o muerta. Si dice que está viva, la
aplastaré y la mataré. En cambio, si responde que está muerta, la liberaré. De esta
forma, sea cual sea su respuesta, siempre será incorrecta”.

Al día siguiente, cuando le preguntaron al sabio si la mariposa estaba viva o


muerta, deseando que cayera en su trampa, este les respondió calmado: “Depende
de ti, ella está en tus manos”.

6. Leyenda de la yerba mate


Esta leyenda de origen guaraní trata de dar una explicación al origen de una
de las bebidas más consumidas en Argentina: el mate. De hecho, cuenta con
una fecha señalada en el calendario, cada 30 de noviembre se celebra el Día
Nacional del Mate. Esta es una historia que ha pasado de generación en
generación.

Además de conocer el surgimiento del mate, esta historia es ideal para


abordar el valor de la gratitud con los más pequeños, producto de ella surge
una de las bebidas más preciadas.

Cuenta una antigua leyenda guaraní que, desde hace mucho tiempo, la Luna Yasí
pasea desde siempre por los cielos nocturnos, observando curiosa los árboles, ríos y
lagos. Yasí solo conocía la tierra desde el cielo aunque deseaba bajar y poder ver las
maravillas de las que le hablaba Araí, su amiga la nube.
Un día Yasí y Araí se animaron a descender a la tierra transformadas en niñas de
largos cabellos, dispuestas a descubrir las maravillas de la selva.

De pronto, entre los árboles, apareció un yaguareté que se acercaba para atacarlas.
Pronto, un viejo cazador apuntó con una flecha al animal y este escapó veloz del
lugar. Yasí y Araí, que estaban muy asustadas, volvieron rápido al cielo y no
pudieron agradecer al señor.

Yasí decidió que esa misma noche le daría las gracias al anciano y, mientras este
descansaba, le habló desde el cielo y le dijo: “Soy Yasí, la niña que hoy salvaste
quiero agradecer tu valentía, por eso, voy a darte un regalo que encontrarás frente a
tu casa: una nueva planta cuyas hojas tostadas y molidas darán como resultado una
bebida que acercará los corazones y ahuyenta la soledad”.

Al día siguiente, el anciano descubrió la planta y elaboró la bebida tal y como le


había indicado la luna. Así fue como nació el mate.

7. El Caleuche
Esta leyenda es originaria del Archipiélago de Chiloé (Chile). La inmensidad del
mar siempre ha despertado curiosidad por los secretos que se esconden en el
agua, de aquí surgen leyendas como esta que forman parte de la cultura
popular del pueblo chileno.

Hay diferentes hipótesis sobre el surgimiento de esta leyenda, entre ellas, la


posible relación con otra leyenda europea conocida como “El holandés
errante”.

El Caleuche cuenta con varias versiones, todas ellas coinciden en que un barco
aparece y desaparece entre la neblina a mitad de la noche. En cambio, varía la
razón por la que lo hace: rescatar a los desfallecidos en el mar; encantar y
aprisionar pescadores; transportar brujos durante sus fiestas; servir como
barco de contrabando; como un buque fantasma con conciencia.

Cuenta la leyenda que un buque conocido por el nombre de Caleuche navega por
las aguas de Chiloé, en el país de Chile.

Al mando del barco se encuentran brujos poderosos y por las noches ilumina las
aguas.

El Caleuche solo aparece por las noches y en su interior se escucha música que
atrae a náufragos o tripulantes de otras embarcaciones.
En cambio, si una persona que no es bruja lo mira se convierte en un madero
flotante o se hace invisible. Sus tripulantes se convierten entonces en lobos marinos
o aves acuáticas.

Los tripulantes del barco tienen ciertas particularidades, como una pierna para
andar y son desmemoriados. Por eso, el secreto de esta embarcación siempre se
mantiene a bordo.

Dice la leyenda que no hay que mirar al Caleuche porque, a los que lo hacen,
reciben un castigo de los tripulantes, quienes les tuercen la boca o les giran la
cabeza hacia la espalda. Quien mira el barco debe tratar que los tripulantes no se
den cuenta.

Cuando el Caleuche navega cerca de la costa y se apodera de una persona, la lleva a


las profundidades del mar y le descubre inmensos tesoros, con la condición de no
contar lo que ha visto, si lo hace, su vida corre peligro.

Una de las buenas acciones del Caleuche es la de recoger a los náufragos que se
encuentran en las profundidades del mar y los acoge para siempre.

8. Leyenda del sol y la luna


Esta es una leyenda mexicana que trata de dar respuesta a cómo surgieron el
sol y la luna, una pregunta que la humanidad se ha hecho desde tiempos
remotos.

Esta historia, además, pone de manifiesto la importancia de la valentía como


virtud más valiosa que la belleza o la riqueza. En este sentido, el conejo
simboliza la abundancia, y sirve de recordatorio de la cobardía de
Tecciztécatl.

Dice una antigua leyenda que, antes de que existiese el sol y la luna, en la tierra
reinaba la oscuridad. Para crear a estos dos astros que hoy iluminan el planeta, los
dioses se reunieron en Teotihuacán, ciudad situada en el cielo. Como un reflejo, se
encontraba en la tierra la ciudad mexicana del mismo nombre.

En la ciudad, encendieron una hoguera sagrada y, sobre ella, debía saltar aquel
poderoso que quisiera convertirse en sol. Al evento, se presentaron dos candidatos.
El primero, Tecciztécatl, destacaba por ser grande, fuerte y, además, poseía grandes
riquezas. El segundo, Nanahuatzin, era pobre y de aspecto desmejorado.

En el momento en que debían saltar la hoguera, Tecciztécatl no se atrevió a saltarla


y salió corriendo; Nanhuatzin, lleno de valor, se arrojó a la hoguera. Al ver esto, los
dioses decidieron convertirlo en sol.
Tecciztécatl, arrepentido y avergonzado, también saltó la hoguera. En ese
momento, en el cielo apareció un segundo sol. Los dioses, tomaron la
determinación de apagar a Tecciztécatl, ya que no podía haber dos soles, entonces
se convirtió en luna. Como recuerdo de su cobardía, las deidades arrojaron un
conejo a la luna. Desde entonces, puede verse este conejo reflejado durante los días
de luna llena.

9. El Soldado Encantado de la Alhambra


Tras los muros de la Fortaleza Roja se esconden grandes misterios. A lo largo
del tiempo, la Alhambra ha sido la cuna de grandes leyendas, esta es una de
ellas. Miles de historias se han ido difundiendo entre los habitantes de
Granada durante siglos, y de generación en generación. Esta leyenda fue
publicada en la segunda edición de la antología Cuentos de la Alhambra (1851)
de Washington Irving.

Cuenta la leyenda que un estudiante de la Universidad de Salamanca se dedicaba a


viajar durante el verano por otras ciudades de España, siempre acompañado de su
guitarra para conseguir dinero y poder pagar así sus estudios.

Víspera de la noche de San Juan llegó a Granada y , en uno de sus paseos, se


encontró con un soldado equipado con una antigua armadura y una lanza. El joven
estudiante le preguntó al soldado quién era y este respondió que, desde hacía 500
años, una maldición le obligaba a proteger y custodiar el tesoro del rey Boabdil
eternamente. Solo podía salir de aquel escondrijo una vez cada 100 años, durante la
noche de San Juan.

El joven se ofreció a ayudarle y el soldado le ofreció la mitad del tesoro a cambio de


que rompiera el hechizo. Para ello necesitaban a una joven cristiana y a un
sacerdote en ayunas.

A la joven no fue difícil encontrarla, pero el único sacerdote al que localizaron tenía
debilidad por la comida. Entonces, el estudiante prometió al párroco parte de las
ganancias si accedía a ayunar.

Durante la noche, el estudiante, el sacerdote y la joven subieron a la torre de la


Alhambra, donde se encontraba el escondite del soldado. Una vez allí pudieron ver
el tesoro escondido, sin embargo, el párroco no pudo resistir a la comida que el
joven había llevado para después. De este modo, el hechizo no pudo romperse y,
dicen, que el soldado permanece prisionero en la torre custodiando el tesoro de la
Alhambra.

10. Las cinco águilas blancas


Esta leyenda venezolana pretende dar una explicación al origen de la Sierra
Nevada de Mérida.

De forma simbólica, las águilas blancas de esta historia representan los cinco
picos más altos cubiertos de nieve que componen esta cadena montañosa de
los Andes: Pico Bolívar, Bonpland, Humboldt, La Concha, El Toro y El León. El
silbido del viento en el lugar representa el dulce canto de Caribay.

Esta leyenda fue registrada de forma escrita por Tulio Febres Cordero,
historiador y escritor venezolano, que se encargó de recopilar mitos y
leyendas andinos provenientes de la tradición oral.

Cuenta la leyenda que, al principio de los tiempos, vivía Caribay, hija del sol y la
luna, quien tenía el don de comunicarse con los animales. La muchacha iba
siempre por el bosque oliendo las flores e imitando el canto de las aves.

Un día, mientras estaba a la orilla de un río, vio sobrevolar cinco grandes águilas
blancas, hasta entonces, no había visto nada tan hermoso. Entonces, quiso
alcanzarlas y las persiguió ascendiendo montañas y atravesando valles. Pronto, al
anochecer, perdió la pista de las aves.

Al no poder alcanzarlas, Caribay se lamentó para invocar a su madre, la luna. Su


triste canto llamó la atención de todos los que habitaban en el bosque.

Pronto, al escuchar el canto de la joven, las cinco águilas descendieron. Cada una
de ellas, en una de las cimas de las cinco montañas. Cuando Caribay se acercó a la
cima de una de las montañas, vio que las águilas estaban petrificadas. La muchacha
se sintió culpable, pero pronto se dio cuenta de que las águilas despertaron y
comenzaron a aletear, dejando un hermoso manto de nieve.

Desde entonces, las cumbres de estas cinco montañas permanecen siempre


cubiertas de nieve.

11. El pescador y la tortuga


Esta antigua leyenda japonesa nos enseña a valorar cada momento que
vivimos. Además, es una de las más remotas referencias sobre viajes en el
tiempo que se remota al siglo S.VII que ha dado lugar a adaptaciones en
diferentes animes como Doraemon.
Es una historia ideal para reflexionar con los niños sobre la importancia del
paso del tiempo, las consecuencias de nuestras decisiones y la
responsabilidad que tenemos sobre nuestros actos.

Cuenta la leyenda que un joven pescador llamado Urashima Taro fue testigo de
como unos niños golpeaban a una tortuga en la orilla de la playa. Después, se
acercó a los niños y liberó al animal. Más tarde ayudó a la tortuga a volver al mar.

Al día siguiente, mientras pescaba, escuchó una voz que pronunciaba su nombre.
Identificó que se trataba de la tortuga, esta le contó que vivía en el Palacio del
Dragón ya que era hija del emperador del mar. Urashima Taro aceptó la invitación
de la tortuga a su residencia en señal de agradecimiento.

Una vez allí, la tortuga se convirtió en una bella princesa. Urashima Taro estuvo
durante tres días en palacio. Después tuvo que marcharse para cuidar de su madre
enferma. Antes de partir, la princesa le dio una caja y le dijo que jamás debía
abrirla, solo de esta forma podría ser feliz para siempre.

Una vez en la superficie, Urashima se disponía a ir a su casa. En el trayecto se dio


cuenta que todo había cambiado, no reconocía su pueblo. En su casa preguntó por
sus padres, pero quienes estaban allí no eran ellos. El joven que residía ahora allí le
dijo que conocía la historia de un pescador que nunca regresó del océano hacía más
de 300 años.

Urashima se sentó bajo un árbol y abrió la caja. Entonces, al abrirla, Urashima se


convirtió en un anciano. Después escuchó una voz que salía de la caja que le decía:
“Te dije que no debías abrir la caja. En ella residía tu edad”.

12. La Llorona
Esta es una adaptación de las diferentes versiones que tiene la leyenda. Esta
historia de terror es muy popular en muchos países de Latinoamérica. Sobre
su origen no hay nada definitivo, es todo un misterio. En cambio todas las
versiones coinciden en lo mismo: una mujer, que ahogó a sus hijos, recorre las
calles lamentándose y los busca sin cansancio en las aguas de ríos y lagos.

A menudo, la narración de esta historia ha tenido carácter moralizador, es


decir, es una leyenda que se solía contar a los niños que no obedecían a sus
padres.

Cuenta la leyenda que, hace muchos años, los vecinos de Xochimilco en México
escuchaban por las noches los temibles gritos de una mujer que lamentaba: “¡Ay
Mis hijos!"
Los habitantes del pueblo se aguardaban en sus casas y no se atrevían a salir,
asustados por los lamentos de aquella misteriosa mujer.

Se dice que tiempo atrás una mujer se casó con un hombre con el que tuvo tres
hijos. Un tiempo después, este hombre los abandonó.

Al suceder esto, la mujer, llena de ira, se llevó a sus hijos y los introdujo en el río.
Cuando se dio cuenta de su acto, ya era demasiado tarde para salvarlos. Desde
entonces, su alma en pena vaga por las calles del pueblo, vestida de blanco,
llorando y lamentando el acto que había cometido.

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13. Leyenda del Baobab


Esta conocida leyenda tiene como protagonista el baobab, un árbol sagrado
en la cultura africana. A partir de él han surgido diferentes mitos y leyendas.
Esta historia no solo da cuenta de la forma peculiar de esta especie, sino que
contiene grandes enseñanzas para inculcar a los niños: el valor de la humildad
y las consecuencias que puede acarrear la soberbia.

Dice la leyenda que, hace muchos años, el baobab era el árbol más alto y bonito de
todos los de la tierra.

Todos estaban cautivados por su belleza, desde los más pequeños animales hasta
los dioses. Su tronco era muy fuerte, tenía ramas muy largas y un color que
hipnotizaba. Un día los dioses decidieron hacerle un regalo: convertirlo en uno de
los seres vivos más longevos.

Con esta nueva condición, el baobab no paró de crecer durante años y quiso tocar el
cielo y ser como los dioses. Esto impedía que el resto de árboles recibieran la
suficiente cantidad de luz del sol. Con gran orgullo, el baobab anunció que pronto
alcanzaría a los dioses y se pondría a su altura.

Cuando sus ramas estuvieron a punto de alcanzar a los dioses que habitaban en el
cielo, éstos se enojaron tanto que le arrebataron su bendición para darle una
lección de humildad. También, le condenaron a crecer al revés y así vivir con las
flores en la tierra y sus raíces en el aire, dándole el aspecto que hoy presenta.

Se desconoce si el baobab aprendió o no la lección, pero lo que si se sabe es que


desde entonces presentan el aspecto extraño que tienen hoy en día.

Referencias
Alonso, A. (2018). Cuentos y leyendas de los árboles. Anaya.
Calleja, S. (2011). Cuentos y leyendas del País Vasco. Anaya.
Diaz, G. C. (2018). Cuentos Y Leyendas de América Latina. Anaya.
Ozaki, J. T. (2016). Fábulas y leyendas de Japón (1.a ed.). Quaterni.
Remussi, D. (2011). Leyendas de América Latina contadas para niños. Ediciones
LEA.

Andrea Imaginario Especialista en artes, literatura e historia cultural, “17 cuentos cortos para
niños de todas las edades”, Cultura genial, en https://www.culturagenial.com/es/cuentos-cortos-
para-ninos/

Los cuentos infantiles son ideales para el aprendizaje de valores y para el


desarrollo de la imaginación, la compasión y el humor en los niños. En algunas
circunstancias, necesitamos cuentos que transmitan un mensaje de manera
breve y eficaz. Conscientes de eso, compartimos una selección de relatos
cortos —tanto clásicos como contemporáneos— de diferentes tipos: cuentos
en prosa, cuentos en verso y fábulas con mensajes para toda clase de
situaciones y edades.

1. El ratoncillo ignorante, de José Rosas Moreno

José Rosas Moreno construye un hermoso relato en verso sobre el alto precio
de la ignorancia y la ingenuidad. Más vale formarse e informarse para no
dejarse engañar, antes que caer por ingenuo e ignorante.

Un ratoncito pequeño,
sin malicia todavía,
al despertar de su sueño,
se sentó en su cuarto un día.

Delante del agujero


sentado un gatito estaba
y con tono zalamero
así al ratoncito hablaba:

—Sal, querido ratoncillo,


que te quiero acariciar,
te traigo un dulce exquisito
que te voy a regalar.

—Tengo un azúcar muy buena,


miel y nueces deliciosas...
si sales, a boca llena
podrás comer de mil cosas.

El ratoncillo ignorante
del agujero salió;
y don gato en el instante
a mi ratón devoró.

2. El duendecillo fraile, de Fernán Caballero


(Cecilia Böhl de Faber y Larrea)
El duendecillo fraile es un cuento de Cecilia Böhl de Faber y Larrea, firmado
con el seudónimo de Fernán Caballero. Se trata de un relato que nos advierte
sobre las personas interesadas, que solo nos ayudan cuando esperan obtener
un beneficio.

Había una vez tres hermanitas que se mantenían amasando de noche una faneguita
de harina. Un día se levantaron de madrugada para hacer su faena, y se la hallaron
hecha, y los panes prontos para meterlos en el horno, y así sucedió por muchos
días. Queriendo averiguar quién era el que tal favor les hacía, se escondieron una
noche, y vieron venir a un duende muy chiquito, vestido de fraile, con unos hábitos
muy viejos y rotos. Agradecidas le hicieron unos nuevos, que colgaron en la cocina.
Vino el duende y se los puso, y en seguida se fue diciendo:

«Frailecito con hábitos nuevos,


ni quiere amasar, ni ser panadero».

Esto prueba, niños míos, que como el duendecito hay muchos, que son
complacientes y oficiosos hasta que logran un beneficio, y que una vez recibido, no
se vuelven a acordar de quien se lo hizo.

3. El joven pastor y el lobo, de Esopo

Este clásico de la literatura infantil, tomado de las fábulas de Esopo, enseña a


los más pequeños sobre los peligros y consecuencias del vicio de la mentira.
Cuando las personas mienten una y otra vez, tarde o temprano pierden su
credibilidad y pagan caras las consecuencias.

En un pueblo muy lejano, había un joven pastor que cuidaba un rebaño de ovejas.
Pero este joven tenía una mala costumbre: engañaba a las personas del pueblo
gritando:

—¡Es el lobo! ¡Es el lobo!

Las personas venían a ayudarle, solo para descubrir que el joven mentía, una y otra
vez.

Un día, ocurrió que el lobo se apareció entre las ovejas, y el joven pastor,
desesperado, comenzó a gritar, esta vez en serio:

—¡Es el lobo! ¡Es el lobo! ¡Está matando a las ovejas del rebaño!

Pero nadie le creyó y no recibió ayuda. Y así, el lobo se encontró a sus anchas y
todas las ovejas murieron.

Moraleja: Nadie le cree a un mentiroso, aun cuando diga la verdad.

4. El zorro y la cigüeña, de Jean La Fontaine

El cuento sobre el zorro y la cigüeña, incluido en las Fábulas de Jean La


Fontaine, enseña la norma moral por excelencia, la llamada regla de oro: no
hagamos a los otros lo que no nos gustan que nos hagan. En otras palabras,
tratemos a los demás con el respeto y la consideración con que deseamos ser
tratados. Hemos hecho una adaptación para todos.

Sucedió que un día el señor Zorro quiso dárselas de importante e invitó a comer a
la señora Cigüeña. El menú no era otra cosa que un sopicaldo, una sopa con pocos
sólidos que comer, la cual fue servida en un plato llano.

Como es de esperarse, la señora Cigüeña no pudo comer debido a la forma y


extensión de su pico, en cuanto que el señor Zorro, con su lengua, lamió todo el
plato a gusto.

Ofendida, la señora Cigüeña decidió desquitarse por la humillación del señor Zorro,
y para ello, lo convidó a comer a su casa. El señor Zorro dijo:
—¡Enhorabuena! Para los amigos siempre tengo tiempo.

A la hora de la cita, el señor Zorro se presentó en casa de la señora Cigüeña, hizo


todas las reverencias del caso y se sentó a la mesa, donde encontró la comida
servida.

La señora Cigüeña había preparado un sabroso guisado, servido en un recipiente de


cuello largo y embocadura muy angosta, por donde solo ella podía pasar su pico,
mientras que el señor Zorro no podía introducir su hocico.

Así, el señor Zorro, el mismo que se daba ínfulas de importante, tuvo que regresar a
casa humillado, con las orejas gachas, el rabo entre las piernas y, claro, el estómago
vacío.

Moraleja: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti.

5. El nacimiento de la col, de Rubén Darío

Ya sabemos que la col no es el alimento más popular entre los más pequeños,
pero Rubén Darío nos ayuda a explicar la importancia y dignidad que tiene la
col a través de un relato cargado de tonos míticos.

En el paraíso terrenal, en el día luminoso en que las flores fueron creadas, y antes
de que Eva fuese tentada por la serpiente, el maligno espíritu se acercó a la más
linda rosa nueva en el momento en que ella tendía, a la caricia del celeste sol, la
roja virginidad de sus labios.

—Eres bella.

—Lo soy —dijo la rosa.

—Bella y feliz —prosiguió el diablo—. Tienes el color, la gracia y el aroma. Pero…

—¿Pero?...

—No eres útil. ¿No miras esos altos árboles llenos de bellotas? Ésos, a más de ser
frondosos, dan alimento a muchedumbres de seres animados que se detienen bajo
sus ramas. Rosa, ser bella es poco…

La rosa entonces —tentada como después lo sería la mujer- deseó la utilidad, de tal
modo que hubo palidez en su púrpura.

Pasó el buen Dios después del alba siguiente.


—Padre —dijo aquella princesa floral, temblando en su perfumada belleza—,
¿queréis hacerme útil?

—Sea, hija mía —contestó el Señor, sonriendo.

Y entonces vio el mundo la primera col.

6. El monólogo del mal, de Augusto Monterroso


El cuento breve El monólogo del mal, de Augusto Monterroso, nos hace
reflexionar sobre cómo el bien se las ingenia para mantenerse vivo, a pesar de
que el mal parece enorme a nuestros ojos. El cuento se encuentra en el
libro La oveja negra y demás fábulas.

Un día el Mal se encontró frente a frente con el Bien y estuvo a punto de tragárselo
para acabar de una buena vez con aquella disputa ridícula; pero al verlo tan chico el
Mal pensó:

«Esto no puede ser más que una emboscada; pues si yo ahora me trago al Bien, que
se ve tan débil, la gente va a pensar que hice mal, y yo me encogeré tanto de
vergüenza que el Bien no desperdiciará la oportunidad y me tragará a mí, con la
diferencia de que entonces la gente pensará que él sí hizo bien, pues es difícil
sacarla de sus moldes mentales consistentes en que lo que hace el Mal está mal y lo
que hace el Bien está bien».

Y así el Bien se salvó una vez más.

7. El avaro y el oro, de Esopo

El cuento sobre el avaro y el oro, recogido en las fábulas de Esopo, critica a


quienes acumulan riquezas simplemente por el mero propósito de poseerlas,
pero son incapaces de disfrutarlas ni darles uso alguno. Las cosas deben
valorarse por su utilidad concreta, y no simplemente por su apariencia.

Un avaro que tenía muchas riquezas, las vendió todas para comprar con el dinero
una única pieza de oro. Para que no se perdiera y la durara para siempre, el avaro la
enterró próxima a una pared antigua y todos los días iba a cerciorarse de que
siguiera allí, sin notar que un vecino siempre lo veía pasar.
Curioso, el vecino fue un día a aquel lugar para descubrir el misterio. Cuando vio
que se trataba de un tesoro, lo desenterró y se robó la pieza de oro.

Al día siguiente, el avaro encontró el agujero vacío, y se lamentaba de lo que había


perdido.

Pero otro vecino lo vio, y al conocer el motivo de sus lamentaciones, le dijo:

—Agradece que no ha pasado nada grave. Toma una piedra, sepúltala en el agujero
y haz de cuenta de que el oro sigue allí. Da lo mismo si es oro o no, porque por tu
avaricia, jamás le ibas a sacar provecho.

Moraleja: No acumules cosas por acumularlas. Estas no tienen valor por su


apariencia, sino por su utilidad y provecho.

8. Las vacas que dan leche con sabor, de Esteban


Cabezas

Las vacas que dan leche con sabor es un cuento del escritor contemporáneo
Esteban Cabezas, y está incluido en una antología llamada Un cuento al día,
editada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile. Este relato
nos hace reír con su fino sentido del humor, pues está cargado de imágenes
frescas y graciosas que los niños adorarán y que harán reír a los adultos.

Ustedes conocen esa canción de las vacas que dan leche con chocolate y leche
condensada. Bueno, hay muchos científicos que han quedado traumados desde
niños intentando lograr esto, hasta que llegó Hans Fritz Chucrut para solucionar
este problema.

“Solucionar”, esa era su idea.

El profesor Chucrut investigó el tema durante muchos años, mientras destacaba


por otros inventos. Alimentó a una vaca solo con chocolate, pero no dio resultado y
quedó súper acelerada la pobre. A otra le dio kilos de azúcar, pero solo le salieron
caries. A otra la llenó de manjar hasta que se volvió vegetariana de puro odio al
manjar.

“¿Será algo de la mente?”, pensó el inventor.

Entonces pintó a una vaca de color frutilla, pero nada. Después pintó a una
amarillo —por la vainilla, no por el plátano—, pero tampoco. Entonces subió a una
vaca a un helicóptero, para ver si después daba leche batida. Pero no. La pobre vaca
se mareó y nada más. La leche salió normalita y el pobre animal no pudo pararse
durante dos días. Fue entonces que las vacas se organizaron para protestar, porque
estaban aburridas de los abusos del profesor. Y desde ese día declararon una huelga
y dieron pura leche en polvo.

9. El sobrio y el glotón, de Concepción Arenal

Concepción Arenal nos ofrece un interesante cuento rimado para explicar que
el verdadero conocimiento no provienen de atragantarse con información,
sino de saber nutrir el pensamiento. Para ello, la autora nos ofrece una genial
paradoja: un hombre sobrio que come poco pero es robusto, y un glotón que
está desnutrido.

Había en un lugarón
dos hombres de mucha edad,
uno de gran sobriedad
y el otro gran comilón.

La mejor salud del mundo


gozaba siempre el primero,
estando de enero a enero
débil y enteco el segundo.

— ¿Por qué —el tragón dijo un día— ,


comiendo yo mucho más
tú mucho más gordo estás?
No lo comprendo, a fe mía.

— Es —le replicó el frugal—


y muy presente lo ten,
porque yo digiero bien,
porque tú digieres mal.

Haga de esto aplicación


el pedante presumido
si porque mucho ha leído
cree tener instrucción,
y siempre que a juzgar fuere
la regla para sí tome:
No nutre lo que se come,
sino lo que se digiere.
10. El burro canelo, de Gregorio López y Fuentes

Gregorio López y Fuentes nos cuenta la historia de un niño que, tras irse a
estudiar a la ciudad, regresa a su tierra natal con ínfulas de saber mucho y de
haber olvidado sus orígenes. Aunque entristecidos, sus padres encuentran
ocasión para hacerle reflexionar.

Tras un día de camino para encontrar al hijo que regresaba del colegio después de
algunos años de ausencia, el padre tuvo el primer disgusto. Apenas se habían
saludado, el muchacho en lugar de preguntar por su madre, por los hermanos o al
menos por la abuela, ansiosamente le dijo:

—Padre, ¿y el burro canelo?

—El burro canelo… se murió de roña, de garrapatas y de viejo.

Al muchacho se le habían olvidado costumbres y hasta los nombres de las cosas que
lo rodearon desde que nació. ¡Cómo era posible que para montar pusiera en el
estribo el pie derecho! Pero el asombro del padre fue mayor cuando el chico
preguntó con gran curiosidad si aquello era trigo o arroz al pasar junto a unos
campos sembrados de maíz.

Mientras el muchacho descansaba, el padre sorprendido y triste informó a su


esposa lo ocurrido. La madre no quiso darle mucho crédito, pero cuando llegó la
hora de la cena, la mujer sintió el mismo desencanto. El muchacho solo hablaba de
la ciudad. Uno de sus maestros le había dicho que el jorongo se llamaba “clámide”,
y el huarache, el sufrido huarache del arriero, se le llama “coturno”.

La madre había preparado para su hijo querido lo que más le gustaba: atole de
maíz tierno, con piloncillo y canela. Cuando se lo sirvió, caliente y oloroso, el hijo
hizo la más absurda pregunta de cuantas había hecho:
—Madre, ¿cómo se llama esto?

Y mientras esperaba la respuesta se puso a menear el atole con un circular ir y venir


de la cuchara.

—Al menos, si has olvidado el nombre, no has olvidado el meneadillo —dijo la


madre suspirando.

11. La gatita Mancha y el ovillo rojo, de Miguel


Hernández

Miguel Hernández es un poeta español del siglo XX. Nos ofrece este gracioso
relato, parte en prosa, parte en verso, en el que una gatita traviesa se ve en
problemas por ponerse a jugar con cosas que no son de su edad.

Había un ovillo en el costurero. Era un ovillo muy grande y muy rojo. Era un ovillo
muy bonito. La gatita Mancha dijo al verlo:

¡Miaumero! ¡Miaumero!
Una pelota roja.
Yo la quiero. Yo la quiero,
aunque me quede coja.
Yo llegaré hasta el costurero.
El costurero está muy alto.
Pero todo será cuestión
de dar valientemente un salto
aunque me lleve un coscorrón.

Saltó la gatita Mancha. Cayó dentro del costurero. El costurero, el ovillo rojo y la
gatita Mancha cayeron de la mesa y rodaron por el suelo.

Dijo la gatita:

¡Miaumiar! ¡Miaumiar!
¡Yo no puedo correr!
¡Yo no puedo saltar!
¡Yo no puedo ni un pelo mover!
¿Quién me quiere ayudar?

Al oírla, vino Ruizperillo. Y vino su madre. Y la hermanita de Ruizperillo también


vino. Y toda la familia de Ruizperillo vino a ver a la gatita Mancha enredada en el
ovillo. Todos reían viéndola cada vez más enredada en el algodón del ovillo rojo.
La madre de Ruizperillo dijo:

Mancha, Manchita,
usted está de broma.
Ahora necesita
mi ayuda, gatita, paloma.

Este ovillo
no es para una gata pequeña,
sino para una que enseña
viejo el solomillo,
vieja la nariz y aguileña.

No sabe usted
bordar ni coser,
gatita de dientes
y uñas de alfiler.

Toda la familia de Ruizperillo rio hasta que la gatita Mancha salió de su cárcel de
algodón. Entonces, Ruizperillo dejó en el suelo su pelota de goma para que Mancha
jugara con ella. Y la gatita asustada echó a correr asustada diciendo:

¡Fus! ¡Fus! ¡Parrafús!


Porque el gato más valiente,
si sale escaldado un día,
huye del agua caliente,
pero, además, de la fría.

12. El conejito, de Miguel Hernández

Un conejito inquieto y aventurero pasa un gran susto por nada, a causa de su


audacia, y termina avergonzado frente a su mamá, a donde corre para
resguardarse.

A un conejito se le ocurrió echar a correr.

Corría y corría, y no dejaba de correr.

Corría tanto que pronto se encontró frente a un huerto cercado.

—Éste debe ser un huerto muy rico porque está cercado —dijo el conejito—. Yo
quiero entrar. Veo un agujero, pero no sé si podré entrar por él.
¡Hop! ¡Hop! ¡Hop!

Sí que pudo entrar el conejito en el huerto por aquel agujero que había visto. Y una
vez dentro, se sintió feliz.

—¡Aquí tengo yo una buena comida! ¡Menudo atracón voy a darme!

El animalito se puso a comer, y no se cansaba de comer en las berzas, en las habas y


en las coles.

Comió durante todo el día. Y así que el día llegó a su fin, dijo el conejito:

—Ahora yo debo marchar a casa. En casa me aguarda mi madre. Se me había


olvidado mientras comía.

Tres veces intentó salir por el pequeño agujero y no lo consiguió ni en la primera, ni


la segunda, ni la tercera vez.

—¡Ay, madre mía! -gritó-. No puedo salir. Este agujero es demasiado pequeño. Me
he pasado el día comiendo y ahora estoy demasiado grueso. ¡Ay, que no puedo
salir! Ay, madre mía.

En esto llegó un perro al huerto y vio al conejito.

—¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! -dijo—. Hoy estoy de broma y veo un conejo. Voy a
bromear con él.

Echó a correr el perro bromista derecho al conejito.

—Un perro viene -dijo asustado—. ¡Un perro viene! ¡Con lo poco que a mí me
gustan los perros!

Yo debo salir de aquí. ¡Ay, madre mía!

El conejito corrió, y corriendo vio un agujero grande.

—Por aquí me escapo —dijo—. A mí no me gustan los perros. Ya estoy fuera del
huerto y lejos de los colmillos del perro. ¡Gracias a mi vista y a mis patas!

Efectivamente, cuando el perro salió por el agujero grande detrás del conejito, éste
ya se encontraba en los brazos de su madre, en la madriguera. Y su madre le reñía
diciendo:

—Eres un conejo muy loco. Me vas a matar a sustos. ¿Qué has hecho por ahí todo el
día?
Y el conejito, avergonzado, se rascó la barriga.

13. Fábula de la avispa ahogada, de Aquiles Nazoa

La fábula de la avispa ahogada, escrita por Aquiles Nazoa, advierte a sus


lectores sobre las consecuencias del mal humor y la ira, los cuales nublan el
entendimiento y causan desorientación.

La avispa aquel día


desde la mañana,
como de costumbre,
bravísima andaba.
El día era hermoso
la brisa liviana;
cubierta la tierra
de flores estaba
y mil pajaritos
los aires cruzaban.

Pero a nuestra avispa


—nuestra avispa brava—
nada le atraía,
no veía nada
por ir como iba
comida de rabia.

“Adiós”, le dijeron
unas rosas blancas,
y ella ni siquiera
se volvió a mirarlas
por ir abstraída,
torva, ensimismada,
con la furia sorda
que la devoraba.

“Buen día”, le dijo


la abeja, su hermana,
y ella que de furia
casi reventaba,
por toda respuesta
he echó una roncada
que a la pobre abeja
dejó anonadada.
Ciega como iba
la avispa de rabia,
repentinamente,
como en una trampa,
se encontró metida
dentro de una casa.
Echando mil pestes
al verse encerrada,
en vez de ponerse
serena y con calma
a buscar por donde
salir de la estancia,
¿sabéis lo que hizo?

¡Se puso más brava!


Se puso en los vidrios
a dar cabezadas,
sin ver en su furia
que a corta distancia
ventanas y puertas
abiertas estaban;
y como en la ira
que la dominaba
casi no veía
por donde volaba,
en una embestida
que dio de la rabia
cayó nuestra avispa
en un vaso de agua.

¡Un vaso pequeño,


menor que una cuarta
donde hasta un mosquito
nadando se salva!
Pero nuestra avispa,
nuestra avispa brava,
más brava se puso
al verse mojada,
y en vez de ocuparse,
la muy insensata,
de ganar la orilla
batiendo las alas
se puso a echar pestes
y a tirar picadas
y a lanzar conjuros
y a emitir mentadas,
y así, poco a poco,
fue quedando exhausta
hasta que, furiosa,
pero emparamada,
terminó la avispa
por morir ahogada.

Tal como la avispa


que cuenta esta fábula,
el mundo está lleno
de personas bravas,
que infunden respeto
por su mala cara,
que se hacen famosas
debido a sus rabias
y al final se ahogan
en un vaso de agua.

14. A Margarita Debayle, de Rubén Darío

A Margarita Debayle es un poema infantil del nicaragüense Rubén Darío. Se


encuentra recopilado en el libro El viaje a Nicaragua e Intermezzo
Tropical (1909). Fue dedicado a la niña de la familia Debayle, en cuya casa de
verano el poeta pasó una temporada. El poema cuenta la historia de una
princesita que deseaba hacerse un prendedor de estrellas.

Margarita está linda la mar,


y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:

Esto era un rey que tenía


un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde, la princesa


vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas


se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,


por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?


te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».
La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».

Y el rey clama: «¿No te he dicho


que el azul no hay que cortar?
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».
Y ella dice: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».
La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: «En mis campiñas


esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».

Viste el rey pompas brillantes,


y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,


pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,


y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.

15. La ratoncita presumida, de Aquiles Nazoa

La ratoncita presumida es un cuento en verso del venezolano Aquiles Nazoa,


que enseña sobre los valores de la humildad y la sencillez en toda
circunstancia. A la protagonista le corresponde aprender a valorar a los más
sencillos y pequeños, porque son esos los más importantes.

Hace ya bastantes años,


doscientos años tal vez,
por escapar de los gatos
y de las trampas también,
unos buenos ratoncitos
se colaron en un tren
y a los campos marcharon
para nunca más volver.

Andando, andando y andando


llegaron por fin al pie
de una montaña llamada
la montaña Yo-no-sé,
y entonces dijo el más grande:
lo que debemos hacer
es abrir aquí una cueva
y quedarnos de una vez
porque como aquí no hay gatos
aquí viviremos bien.

Trabaja que te trabaja


tras de roer y roer
agujereando las cuevas
se pasaron más de un mes
hasta que una hermosa cueva
lograron por fin hacer
con kioskos, jardín y gradas
como si fuera un chalet.

Había entre los ratones


que allí nacieron después
una ratica más linda
que la rosa y el clavel.
Su nombre no era ratona
como tal vez supondréis,
pues la llamaban Hortensia
que es un nombre de mujer.

Y era tan linda, tan linda


que parecía más bien
una violeta pintada
por un niño japonés:
parecía hecha de plata
por el color de su piel
y su colita una hebra
de lana para tejer.

Pero era muy orgullosa


y así ocurrió que una vez
se le acercó un ratoncito
que allí vivía también
y que alzándose en dos patas
temblando como un papel
le pidió a la ratoncita
que se casara con él.

¡Qué ratón tan parejero!


dijo ella con altivez.
Vaya a casarse con una
que esté a su mismo nivel,
pues yo para novio aspiro,
aquí donde usted me ve,
a un personaje que sea
más importante que usted.

Y saliendo a la pradera
le habló al Sol gritando:
– ¡Jeeey! usted que es tan importante
porque del mundo es el rey,
venga a casarse conmigo
pues yo soy digna de ser
la esposa de un personaje
de la importancia de usted.

– Más importante es la nube –


dijo el Sol con sencillez-
pues me tapa en el verano
y en el invierno también.

Y contestó la ratica:
– Pues que le vamos a hacer…
Si es mejor que usted
la nube con ella me casaré
Más la nube al escucharla,
habló y le dijo a su vez:
– Más importante es el viento
que al soplar me hace correr.

– Entonces – dijo la rata-


entonces ya sé que hacer
si el viento es más importante
voy a casarme con él.

Mas la voz ronca del viento


se escuchó poco después
diciéndole a la ratona:
– Ay Hortensia, ¿sabe usted?,
mejor que yo es la montaña
aquella que allí se ve-
porque detiene mi paso
lo mismo que una pared.

– Si mejor es la montaña
con ella me casare-
contestó la ratoncita-,
y a la montaña se fue.

Mas la montaña le dijo:


– ¿Yo importante? ¡Je, je,je!
Mejores son los ratones
los que viven a mis pies,
aquellos que entre mis rocas
tras de roer y roer,
construyeron la cuevita,
de donde ha salido usted.

Entonces la ratoncita
volvió a su casa otra vez
y avergonzada y llorando
buscó al ratoncito aquel
a quien un día despreciara
por ser tan chiquito él.

– ¡¡¡¡¡¡ Aaaaaaaaaalfreditooooooooooooo !!!!!!;


¡Oh, perdóname, Alfredito
– gimió cayendo a sus pies-,
por pequeño y por humilde
un día te desprecié,
pero ahora he comprendido
-y lo he comprendido bien-
que en el mundo los pequeños
son importantes también.

16. El diente roto, de Pedro Emilio Coll


Pedro Emilio Coll fue un escritor venezolano conocido por ser uno de los
impulsores del modernismo literario en su país. Este cuento ha sido una de
sus obras más celebradas, pues reflexiona sobre cómo la gente se engañe a sí
misma por su falta de atención y por sus prejuicios.
A los doce años, combatiendo Juan Peña con unos granujas, recibió un guijarro
sobre un diente; la sangre corrió lavándole el sucio de la cara, y el diente se partió
en forma de sierra. Desde ese día principia la edad de oro de Juan Peña.

Con la punta de la lengua, Juan tentaba sin cesar el diente roto; el cuerpo inmóvil,
vaga la mirada —sin pensar. Así de alborotador y pendenciero, tornóse en callado y
tranquila.

Los padres de Juan, hartos de escuchar quejas de los vecinos y transeúntes víctimas
de las perversidades del chico, y que habían agotado toda clase de reprimendas y
castigos, estaban ahora estupefactos y angustiados con la súbita transformación de
Juan.

Juan no chistaba y permanecía horas enteras en actitud hierática, como en éxtasis;


mientras, allá adentro, en la oscuridad de la boca cerrada, su lengua acariciaba el
diente roto —sin pensar.

—El niño no está bien, Pablo —decía la madre al marido—; hay que llamar al
médico.

Llegó el doctor grave y panzudo y procedió al diagnóstico: buen pulso, mofletes


sanguíneos, excelente apetito, ningún síntoma de enfermedad.

—Señora —terminó por decir el sabio después de un largo examen—, la santidad de


mi profesión me impone declarar a usted…

—¿Qué, señor doctor de mi alma? —interrumpió la angustiada madre.

—Que su hijo está mejor que una manzana. Lo que sí es indiscutible —continuó con
voz misteriosa—, es que estamos en presencia de un caso fenomenal: su hijo de
usted, mi estimable señora, sufre de lo que hoy llamamos el mal de pensar; en una
palabra, su hijo es un filósofo precoz, un genio tal vez.

En la oscuridad de la boca, Juan acariciaba su diente roto —sin pensar.

Parientes y amigos se hicieron eco de la opinión del doctor, acogida con júbilo
indecible por los padres de Juan. Pronto en el pueblo todo, se citó el caso admirable
del «niño prodigio», y su fama se aumentó como una bomba de papel hinchada de
humo. Hasta el maestro de escuela, que lo había tenido por la más lerda cabeza del
orbe, se sometió a la opinión general, por aquello de que voz del pueblo es voz del
cielo. Quien más, quien menos, cada cual traía a colación un ejemplo: Demóstenes
comía arena, Shakespeare era un pilluelo desarrapado, Edison, etcétera.

Creció Juan Peña en medio de libros abiertos ante sus ojos, pero que no leía,
distraído por la tarea de su lengua ocupada en tocar la pequeña sierra del diente
roto —sin pensar.
Y con su cuerpo crecía su reputación de hombre juicioso, sabio y «profundo», y
nadie se cansaba de alabar el talento maravilloso de Juan. En plena juventud, las
más hermosas mujeres trataban de seducir y conquistar aquel espíritu superior,
entregado a hondas meditaciones, para los demás, pero que en la oscuridad de su
boca tentaba el diente roto —sin pensar.

Pasaron meses y años, y Juan Peña fue diputado, académico, ministro, y estaba a
punto de ser coronado Presidente de la República, cuando la apoplejía lo
sorprendió acariciándose su diente roto con la punta de la lengua.

Y doblaron las campanas, y fue decretado un riguroso duelo nacional; un orador


lloró en una fúnebre oración a nombre de la patria, y cayeron rosas y lágrimas
sobre la tumba del grande hombre que no había tenido tiempo de pensar.

17. Los juguetes, de Juan José Morosoli

Este hermoso cuento del uruguayo Juan José Morosoli nos recuerda que la
verdadera diversión no está en las mercancías de una juguetería. Cuando eres
alegre y bien dispuesto, encuentras en todo lo que te rodea la oportunidad de
jugar. Este cuento fue publicado por primera vez en la edición del libro Perico,
15 relatos para niños, en 1945.

Cuando mi madre estuvo grave, nosotros salimos de nuestro hogar. Mi abuela se


llevó a mis hermanos más chicos y yo fui a la casa que era la más lujosa del pueblo.
Mi compañero de banca vivía allí.

La casa no me gustó desde que llegué a ella.

La madre de mi compañero era una señora que andaba siempre recomendando


silencio. Los criados eran serios y tristes. Hablaban como en secreto y se deslizaban
por las piezas enormes como sombras. Las alfombras atenuaban los ruidos y las
paredes tenían retratos de hombres graves, de caras apretadas por largas patillas.

Los niños jugaban en la sala de los juguetes sin hacer ruido. Fuera de aquella sala
no se podía jugar. Estaba prohibido. Los juguetes estaban alineados cada uno en su
lugar, como los frascos en las boticas.

Parecía que con aquellos juguetes no hubiera jugado nadie. Yo hasta entonces
había jugado siempre con piedras, con tierra, con perros y con niños. Pero nunca
con juguetes como aquellos. Como no podía vivir allí, mi padrino don Bernardo me
llevó a su casa.
En lo de mi padrino había vacas, mulas, caballos, gallinas, un horno de cocer pan y
un cobertizo para guardar el maíz y alfalfa. La cocina era grande como un barco. En
el centro tenía un picadero de leña enterrado en el suelo. Cerca de la chimenea una
llanta de carreta reunía pavas, parrillas y hombres. Pájaros y gallinas entraban y
salían.

Mi padrino se levantaba a las cinco de la mañana, y comenzaba a partir la leña. Los


golpes que daba con el hacha resonaban por toda la casa. Una vaca mimosa venía
hasta la puerta y mugía apenas lo veía. Luego un concierto de golpes, balidos,
gritos, cacarear y batir de las alas, conmovían la casa. A veces al entrar en las
piezas, el vuelo asustado de un pájaro que se sorprendía nos paraba indecisos. Era
una casa viva y trepidante.

La leche espumosa y el pan casero, suave y dorado, nos acercaba a todos a la mesa
como a un altar.

Nuestras mañanas transcurrían en el granero oloroso de alfalfa. De unos agujeros


altos, que el sol perforaba, caían hacia el piso unas listas de luz donde danzaba el
polvo.

Las ratoneras entraban y salían por todos lados, pues allí había muchísimas.

En casa de mi padrino supe que los juguetes y los juegos que hacen felices a los
niños no están en las jugueterías.

La rama, de Octavio Paz


Canta en la punta del pino
un pájaro detenido,
trémulo, sobre su trino.

Se yergue, flecha, en la rama,


se desvanece entre alas
y en música se derrama.

El pájaro es una astilla


que canta y se quema viva
en una nota amarilla.

Alzo los ojos; no hay nada.


Silencio sobre la rama,
sobre la rama quebrada.
Sol de invierno, de Antonio Machado
Es mediodía. Un parque.
Invierno. Blancas sendas;
simétricos montículos
y ramas esqueléticas.

Bajo el invernadero,
naranjos en maceta,
y en un tonel pintado
de verde, la palmera.

Un viejecillo dice,
para su capa vieja:
«¡El sol, esta hermosura
de sol!...» Los niños juegan.

El agua de la fuente
resbala, corre y sueña
lamiendo, casi muda,
la verdinosa piedra.

Caracola, de Róbinson Saavedra Gómez


¿Sabes? En esta bella caracola
viven los pájaros del mar.
¿Lo dudas? Ponla sobre tu oído:
¡La sentirás cantar!

Aunque tal vez… pudiera ser una guitarra


con un bosque de pinos por garganta.
Pero no… Escucha bien:
¡Es el mar el que canta!

Las cinco vocales, de Carlos Reviejo


Con saltos y brincos
Del brazo las cinco
Muy poco formales
Vienen las vocales
¿Las conoces tú?:
a, e, i, o, u.

A, grita que grita,


se enfada y se irrita
Y se va al teatro.
Sólo quedan cuatro.

E, llama que llama,


Se marcha a la cama
Con dolor de pies.
Sólo quedan tres.

I, chilla que chilla,


Se sube a una silla
Porque ve un ratón
Sólo quedan dos.

O, rueda que rueda


Sálvese quien pueda
Rodando se esfuma.
Sólo queda una.

U, muy asustada,
Se ve abandonada
Y se va a la luna.
No queda ninguna.
¿Las recuerdas tú?:
a, e, i, o, u.

La casa sobre el mar, de Clara Solovera


¡Cierra, niña, los cristales,
que se entran las gaviotas!
Acuérdate que esta casa
no es casa como las otras.

Que puede ser un fanal


que puede ser una rosa
de los vientos sobre el mar
encallada entra las rocas…

¡Cierra, niña, los cristales,


que se van a entrar las olas…
e igual como ayer la espuma
vendrá a salpicarte toda…!

Ayer se quedó entornado


el ventanal de la alcoba,
entraron las golondrinas
que iban jugando a la ronda.

• Allende, A., & Diéguez, V. (1999). Poemas y cantares de América y el


mundo. Andrés Bello.
• De Oyenard, S. P. (2001). Pajaroflor. Andrés Bello.
• Fuertes, G. (1995). La selva en verso. Susaeta Ediciones, S.A.
• Izquierdo, R. R., & Carcamo, Z. M. (1998). Animalfabeto. Andrés Bello.
• Lorca, G. F. (2004). Canciones, Poemas y Romances Para Niños.
Octaedro.
• Machado, A., & Caudet, F. (2007). Antonio Machado para niños. Ediciones
de la Torre.
• Mistral, G. (1998). Poesia Infantil. Andres Bello Editional.
• Monroy, M. M. (1993). Paraíso de papel. Universitaria.
• Reichardt, C. B., & Rovira, C. M. (1993). Un ratón de biblioteca. Alianza
Editorial.
• Solovera, C. (2009). Poemas y rondas de Clarita. Zig-Zag.
• Zeballos, D. (2020). Antología de poesía infantil. Zig-Zag.

Poemas para madres: https://www.culturagenial.com/es/poemas-para-madres/

Narrativa Breve. Blog de literatura: historias cortas, cuentos, poemas, entrevistas literarias… [
https://narrativabreve.com/2013/11/cuento-breve-elena-poniatowska-identidad.html ]

LA IDENTIDAD, cuento de Elena Poniatowska (Francia-México, 1932)

Yo venía cansado. Mis botas estaban cubiertas de lodo y las


arrastraba como si fueran féretros. La mochila se me encajaba
en la espalda, pesada. Había caminado mucho, tanto que lo
hacía como un animal que se defiende. Pasó un campesino en
su carreta y se detuvo. Me dijo que subiera. Con trabajo me
senté a su lado. Calaba frío. Tenía la boca seca, agrietada en la
comisura de los labios; la saliva se me había hecho pastosa. Las
ruedas se hundían en la tierra dando vuelta lentamente. Pensé
que debía hacer el esfuerzo de girar como las ruedas y empecé
a balbucear unas cuantas palabras. Pocas. Él contestaba por no
dejar y seguimos con una gran paciencia, con la misma
paciencia de la mula que nos jalaba por los derrumbaderos, con
la paciencia del mismo camino, seco y vencido, polvoroso y
viejo, hilvanando palabras cerradas como semillas, mientras el
aire se enrarecía porque íbamos de subida –casi siempre se va
de subida-, hablamos, no sé, del hambre, de la sed, de la
montaña, del tiempo, sin mirarnos siquiera. Y de pronto, en
medio de la tosquedad de nuestras ropas sucias, malolientes, el
uno junto al otro, algo nos atravesó blanco y dulce, una tregua
transparente. Y nos comunicamos cosas inesperadas, cosas
sencillas, como cuando aparece a lo largo de una jornada gris
un espacio tierno y verde, como cuando se llega a un claro en el
bosque. Yo era forastero y sólo pronuncié unas cuantas
palabras que saqué de mi mochila, pero eran como las suyas y
nada más las cambiamos unas por otras. Él se entusiasmó, me
miraba a los ojos, y bruscamente los árboles rompieron el
silencio. “Sabe, pronto saldrá el agua de las hendiduras”. “No es
malo vivir en la altura. Lo malo es bajar al pueblo a echarse un
trago porque luego allá andan las viejas calientes. Después es
más difícil volver a remontarse, no más acordándose de ellas”…
Dijimos que se iba a quitar el frío, que allá lejos estaban los
nubarrones empujándolo y que la cosecha podía ser buena.
Caían nuestras palabras como gruesos terrones, como varas
resecas, pero nos entendíamos.
Llegamos al pueblo donde estaba el único mesón. Cuando bajé
de la carreta empezó a buscarse en todos los bolsillos, a
vaciarlos, a voltearlos al revés, inquieto, ansioso, reteniéndome
con los ojos: “¿Qué le regalaré? ¿qué le regalo? Le quiero hacer
un regalo…” Buscaba a su alrededor, esperanzado, mirando el
cielo, mirando el campo. Hurgoneó de nuevo en su vestido de
miseria, en su pantalón tieso, jaspeado de mugre, en su saco
usado, amoldado ya a su cuerpo, para encontrar el regalo. Miró
hacia arriba, con una mirada circular que quería abarcar el
universo entero. El mundo permanecía remoto, lejano,
indiferente. Y de pronto todas las arrugas de su rostro
ennegrecido, todos esos surcos escarbados de sol a sol, me
sonrieron. Todos los gallos del mundo habían pisoteado su
cara, llenándola de patas. Extrajo avergonzado un papelito de
no sé dónde, se sentó nuevamente en la carreta y apoyando su
gruesa mano sobre las rodillas tartamudeó:
-Ya sé, le voy a regalar mi nombre.

De noche vienes (1979), México D.F., Ediciones Era, 1985, págs.


16-17

ESTADO DE SITIO
(cuento)
Elena Poniatowska (México, 1933)
Camino por las grandes avenidas, las anchas superficies negras,
las banquetas en las que caben todos y nadie me ve, nadie
voltea, nadie me mira, ni uno solo de ellos. Ninguno da la
menor señal de reconocimiento. Insisto. Ámenme. Ayúdenme.
Sí, todos. Ustedes. Los veo. Trato de imantarlos; nada los
retiene, su mirada resbala encima de mí, me borra, soy
invisible. Sus ojos evitan detenerse en algo, en cualquier cosa, y
yo los miro a todos tan intensamente, los estampo en mi alma,
en mi frente; sus rostros me horadan, me acompañan; los
pienso, los recreo, los acaricio. Nosotras las mujeres
atesoramos los rostros; de hecho, en un momento dado, la vida
se convierte en un solo rostro al que podemos tocar con los
labios. Ámenme, véanme, aquí estoy. Alerto todas las fuerzas
de la vida; quiero traspasar los vidrios de la ventanilla, decir:
“Señor, señora, soy yo”, pero nadie, nadie vuelve la cabeza, soy
tan lisa como esta pared de enfrente. Debería gritarles: “Su
sociedad sin mí sería incompleta, nadie camina como yo, nadie
tiene mi risa, mi manera de fruncir la nariz al sonreír, jamás
verán a una mujer acodarse en la mesa como lo hago, nadie
esconde su rostro dentro de su hombro…señores, señoras,
niños, perros, gatos, pobladores del mundo entero, créanme, es
la verdad, les hago falta.”
Me gustaría pensar que me oyen pero sé que no es cierto. Nadie
me espera. Sin embargo, todos los días tercamente emprendo
el camino, salgo a las anchas avenidas, a ese gran desierto
íntimo tan parecido al que tengo adentro. Necesito tocarlo, ver
con los ojos lo que he perdido, necesito mirar esta negra
extensión de chapopote, necesito ver mi muerte.
De noche vienes, México, Grijalbo, 1979.

Selección de cuentos breves en:


https://narrativabreve.com/cuentos-breves-recomendados
Cuentos infantiles: https://narrativabreve.com/cuentos-
infantiles

Reseñas de libros para adolescentes, en [ https://www.fad.es/planetajoven/las-30-mejores-


lecturas-para-jovenes-mas-alla-de-clasicos-y-tostones/ ]

‘Insólitas: Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España’, de varias autoras (2019).


Más de 25 relatos conforman esta pionera antología de escritoras de ciencia ficción en España y
Latinoamérica, casi todas desconocidas por el gran público y con historias llenas de luz y
oscuridad que navegan entre géneros pero siempre amarradas a lo fantástico, lo distópico y lo
inesperado. La profesora Teresa López-Pellisa, una de las mayores expertas del país en estudios
sobre lo fantástico, y el escritor y profesor Ricard Ruiz son los encargados de esta recopilación,
planteada como un recorrido transatlántico entre generaciones a través de sus autoras. Hay, por
tanto, una gran diversidad. Y el feminismo se alza con fortaleza en sus historias: desde el fabuloso
relato ‘Yo, Cocodrilo’, de Jacinta Escudos, que denuncia la ablación del clítoris, hasta ‘El húesped’,
de Amparo Dávila, contra la violencia machista. Todos los cuentos esconden sorpresas y mensajes
ocultos, ideales de mundos perfectos o inacabados, para cambiar el chip de “masculinidad”
asociado a la ciencia ficción. Y que los/as más jóvenes lo descubran desde el principio de sus
lecturas.
‘Rebeldes’, de Susan E. Hinton (1967).
Otro imprescindible. Resulta mágico como este libro ha sobrevivido a tantas generaciones y sigue
siendo una de las obras literarias que más gustan a adolescentes y jóvenes. ¿Por qué? La razón
tiene más que ver con su sencillo y empático lenguaje que con la famosa adaptación
cinematográfica que Francis Ford Coppola realizó en 1983. El relato de un grupo de amigos
enfrentándose a los miedos y conflictos más comunes de la juventud de los barrios empobrecidos
se construye sobre la figura de Ponyboy, un chaval arropado por sus amigos y sus hermanos que
ve cómo su vida da un vuelco inesperado debido a la rivalidad con otra banda. Seguro que nos
suena de algo. Lo hemos vivido, se sigue viviendo y seguirá siendo así en el futuro. Es una historia
de diálogos sencillos, narraciones cercanas y personajes entrañables. Tan nítida, tan emocionante
y tan certera como hace más de 50 años. Sigue siendo una lectura que apasiona y engancha al
alumnado en los institutos. Existe la sensación de que así será también dentro de otro medio siglo.

‘Un monstruo viene a verme’, de Patrick Ness (2011).


El cineasta español J. A. Bayona hizo mundialmente famoso este cuento con su maravillosa
adaptación cinematográfica. La película dejó resonando entre los espectadores el secreto de un
trauma infantil complejo y muy común. Pero su historia original, la del libro, va mucho más allá.
Ambientada en Inglaterra, está protagonizada por un muchacho que lucha por soportar las
consecuencias del cáncer terminal de su madre, que es repetidamente visitado en medio de la
noche por un monstruo que le va contando historias. El acoso escolar tiene aquí el reflejo del
realismo más triste y acuciante, y funciona como elemento vertebrador y catarsis de aquello que
ningún niño debería vivir. Resultan fascinantes las historias del monstruo, descubrir de qué lugar
de la imaginación proceden y por qué durante la infancia nuestra mente es permeable para lo
bueno y para lo malo. Por eso debe cuidarse, para que los monstruos no sean siempre demonios
enfurecidos, sino personajes con alma dispuestos a llevarnos de la mano hacia la luz al final del
túnel.

‘Picnic’, de Fernando Arrabal (1952).


Levantamos el telón para una de las mejores obras del teatro español. Pacifista, ingeniosa y
desternillante, es probablemente también la pieza escénica más conocida de este particular
dramaturgo. En ella se cuenta la historia de un matrimonio que decide ir a la guerra a visitar a su
hijo Zapo, un soldado, al que proponen pasar un día de campo en pleno frente de batalla. Como
suena. Los diálogos absurdos se entremezclan con el pasmo e incredulidad del soldado, quien
además también recibe otra sorpresa: un enemigo llamado Zepo, exactamente igual a él pero con
otro uniforme, se une al picnic. Ni que decir tiene que las conversaciones entre los cuatro
protagonistas retratan las circunstancias de cada uno en un contexto claramente antibelicista y
cargado de simbolismo, mientras la escena se va llenando de elementos que confluyen en su final.
Una pieza teatral inmortal y necesaria para despertar el interés, no solo por las artes escénicas,
sino también por la originalidad de sus diálogos y su mensaje en forma de bandera de la paz.

‘El curioso incidente del perro a medianoche’, de Mark Haddon (2003).


Uno de los mayores fenómenos de los últimos años llegó de la mano de este escritor, ilustrador y
profesor de origen británico. Haddon trabajó durante años con alumnos con discapacidad física e
intelectual y en su primer libro narró con una sencillez pasmosa las numerosas vicisitudes que
vive un adolescente de 15 años con diversidad funcional. La mayoría de las teorías apuntan a que
el joven protagonista tiene autismo, pero nunca en la narración se menciona, por lo que también se
ha apuntado al Síndrome de Asperger. De cualquier forma, el autor habita su mente de una manera
prodigiosa, nos ayuda a liberarnos de prejuicios sobre las personas con capacidades diferentes y
nos enseña que las emociones poco tienen que ver con las máscaras de nuestra conducta.

‘Olvidado Rey Gudú’, de Ana María Matute (1996).


Es quizás la novela más emblemática de una de las mejoras escritoras en lengua hispana. Una obra
de fantasía medieval que concibió como alegato contra la guerra y que se ha convertido en obra de
culto y casi universal, más de 20 años después de su publicación. Cuenta el nacimiento y la
expansión del Reino de Olar a través de varios años donde la absoluta protagonista es Ardid, una
niña sureña que atravesará una serie de obstáculos y enfrentamientos entre distintos pueblos para
conseguir la paz. En su camino, multitud de personajes que beben de la mitología, de la magia y de
varios referentes, son el complemento perfecto para esta fábula, que al mismo tiempo supone un
retrato de la historia del pensamiento humano y de las divisiones ancestrales de las civilizaciones
entre el norte y el sur.

‘Leviatán’, de Paul Auster (1992).


Descubrir a este escritor estadounidense, uno de los mejores autores vivos de todos los tiempos,
es navegar para siempre en su tremenda capacidad para generar relatos dentro de otros relatos,
como un juego de muñecas rusas. Este libro fue hace más de 25 años el reflejo inicial de esa
imaginación desbordante donde el misterio en torno a la muerte de un hombre se cuenta en el
libro que escribe el propio protagonista. A través de sus páginas, comienza un enfrentamiento
entre el autor y su obra, entre Peter Aaron (biógrafo) y Benjamin Sachs (biografiado y muerto) que
traspasa los límites de la literatura. La realidad y la ficción difuminan los límites de la moral, de
donde nace el leviatán, ese monstruo demoníaco del mar con forma de un ser humano casi
indefinible.

‘Ensayo sobre la ceguera’, de José Saramago (1995).


Otro Premio Nobel de Literatura para recomendar en esta lista una de las novelas más
controvertidas de las últimas décadas y probablemente también de este ranking. En una ficción de
carácter social en la que la humanidad pierde la vista de forma repentina: una ceguera blanca y sin
explicación. Solo una mujer seguirá viendo. ¿Deberá someterse al poder de los ciegos? Su estilo
narrativo es complicado porque no separa los diálogos y prácticamente ninguno de los personajes
tiene nombre. Además, contiene pasajes de extrema violencia de los que siempre es conveniente
avisar. Sin embargo, por ello es tremendamente didáctica para conocer hasta dónde puede llegar la
maldad del ser humano para sobrevivir y cómo puede ser combatida desde la solidaridad
colectiva.

Recopilación de microcuentos:

Ciudad Seva http://ciudadseva.com/biblioteca/indice-autor-minicuentos/

Materiales de lengua y literatura:


http://www.materialesdelengua.org/LITERATURA/TEXTOS_LITERARIOS/CUENTOS/cuentos_circula
res.htm

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