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EL SEMBRADOR

«Salió el sembrador a sembrar y, al sembrar, parte de la semilla cayó junto al camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en un pedregal, donde no había
mucha tierra, y brotó en seguida porque la semilla no tenía profundidad en la tierra; pero al salir el sol la abrasó y, por no tener raíz, se secó. Otra cayó entre zarzas; las
zarzas crecieron y la ahogaron. Otra parte cayó en tierra buena, y dio frutos; una ciento, otra sesenta, otra treinta. ¡El que tenga oídos que oiga!».

(Mateo 13, 1-9)

También propuso esta parábola:


LA CIZAÑA
«El Reino de Dios es semejante a un hombre que sembró buena semilla en un campo. Mientras sus hombres dormían, vino su enemigo, esparció cizaña en medio del trigo y
se fue. Pero cuando creció la hierba y llevó fruto, apareció también la cizaña. Los criados fueron a decir a su amo: ¿No sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es
que tiene cizaña? Él les dijo: Un hombre enemigo hizo esto. Los criados dijeron: ¿Quieres que vayamos a recogerla? Les contestó: ¡No!, no sea que, al recoger la cizaña,
arranquéis con ella el trigo. Dejad crecer juntas las dos cosas hasta la siega; en el tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en haces para
quemarla, pero el trigo recogedlo en mi granero».

(Mateo 13, 24-30)


Comparó el Reino de Dios con….
GRANO DE MOSTAZA
«El Reino de Dios es como un grano de mostaza que toma un hombre y lo siembra en su campo. Es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando crece es la mayor
de las hortalizas y se hace árbol, de tal suerte que las aves vienen y anidan en sus ramas».

(Mateo 13, 31-32)


 
 

 
 
 
 

Comparó el Reino de Dios con….


LA LEVADURA
«El Reino de Dios es semejante a la levadura que una mujer toma y la mete en tres medidas de harina hasta que fermenta toda la masa».

(Mateo13, 33)
 Comparó el Reino de Dios con….
UN TESORO ESCONDIDO
«El Reino de Dios es semejante a un tesoro escondido en el campo. El que lo encuentra lo esconde y, lleno de alegría va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo».

(Mateo 13, 44)

Comparó el Reino de Dios con….


UNA PERLA PRECIOSA
«El Reino de Dios es semejante a un mercader que busca perlas preciosas. Cuando encuentra una de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».

(Mateo 13, 45-46)

Comparó el Reino de Dios con….


UNA RED BARREDERA
«El Reino de Dios es semejante a una red barredera que se echa en el mar y recoge toda clase de peces; cuando está llena la sacan a la orilla, se sientan y recogen los
buenos en cestos y tiran los malos».

(Mateo 13, 47-48)

EL BUEN SAMARITANO
Se levantó un doctor de la ley y le dijo : «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?».
Jesús le respondió: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».
Él le contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo».
Jesús le dijo: «Has respondido muy bien; haz eso y vivirás».
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «¿Quién es mi prójimo?».
Jesús le respondió contándole la siguiente parábola: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó entre ladrones, que le robaron todo lo que llevaba, le
hirieron gravemente y se fueron dejándolo medio muerto.
Un sacerdote bajaba por aquel camino; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Igualmente un levita, que pasaba por allí, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.
Pero llegó un samaritano, que iba de viaje, y, al verlo, se compadeció de él; se acercó, le vendó las heridas, echando en ellas aceite y vino; lo montó en su
cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente sacó unos dineros y se los dio al posadero, diciendo: Cuida de él, y lo que gastes de más yo
te lo pagaré a la vuelta. ¿Quién de los tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?».
El doctor de la ley le contestó: «El que se compadeció de él».
Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo».

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LA OVEJA PERDIDA
Los publicanos y los pecadores se acercaban para oír sus enseñanzas. Y los fariseos y los maestros de la ley lo criticaban: «Éste acoge a los pecadores y
come con ellos». Entonces les propuso esta parábola:«¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y
va en busca de la perdida hasta que la encuentra? Cuando la encuentra, se la echa sobre sus hombros lleno de alegría, y, al llegar a casa, llama a los
amigos y vecinos y les dice: ¡Alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja perdida!
Pues bien, os digo que habrá más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse».

(Lc 15, 1-7)


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EL HIJO PRÓDIGO
«Un hombre tenía dos hijos. Y el menor dijo a su padre: Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde. Y el padre les repartió la herencia.
A los pocos días el hijo menor reunió todo lo suyo, se fue a un país lejano y allí gastó toda su fortuna llevando una mala vida. Cuando se lo había gastado
todo, sobrevino una gran hambre en aquella comarca y comenzó a padecer necesidad. Se fue a servir a casa de un hombre del país, que le mandó a sus
tierras a guardar cerdos. Tenía ganas de llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba. Entonces, reflexionando, dijo:
¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me muero de hambre! Volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra
ti. Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo: tenme como a uno de tus jornaleros.
Se puso en camino y fue a casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y, conmovido, fue corriendo, se echó al cuello de su hijo y lo cubrió de
besos.
El hijo comenzó a decir: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo.
Pero el padre dijo a sus criados: Sacad inmediatamente el traje mejor y ponédselo; poned un anillo en su mano y sandalias en sus pies. Traed el ternero
cebado, matadlo y celebremos un banquete, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron
todos a festejarlo.
El hijo mayor estaba en el campo y, al volver y acercarse a la casa, oyó la música y los bailes. Llamó a uno de los criados y le preguntó qué significaba
aquello. Y éste le contestó: Que ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado porque lo ha recobrado sano. Él se enfadó y no quiso entrar.
Su padre salió y se puso a convencerlo. Él contestó a su padre: Hace ya tantos años que te sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me has dado
ni un cabrito para celebrar una fiesta con mis amigos. ¡Ahora llega ese hijo tuyo, que se ha gastado toda su fortuna con malas mujeres, y tú le matas el
ternero cebado!
El padre le respondió: ¡Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo! En cambio, tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a la vida; estaba
perdido y lo hemos encontrado. Convenía celebrar una fiesta y alegrarse».

(Lc 15, 11-32)


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(Lc 18, 9-14)

EL FARISEO Y EL PUBLICANO
A los fariseos que presumían de ser justos y despreciaban a los demás les dijo esta parábola: «Dos hombres fueron al templo a orar; uno era fariseo y el otro
publicano. El fariseo, de pie, hacía en su interior esta oración: Dios mío, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres: ladrones, injustos,
adúlteros, ni como ese publicano; yo ayuno dos veces por semana y pago los diezmos de todo lo que poseo.
El publicano, por el contrario, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: Dios mío, ten
compasión de mí, que soy un pecador.

Os digo que éste volvió a su casa justificado, y el otro no. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
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(Mt 20, 1-16)

LOS TRABAJADORES DE LA VIÑA


Los fariseos se tenían por más santos que los demás y pensaban que esto les daba especiales derechos ante Dios. En esta parábola Jesús nos hace
comprender que en el amor de Dios no cabe acepción de personas, pues quiere que todos se salven.«El reino de Dios es como un amo que salió muy de
mañana a contratar obreros para su viña. Ajustó con los obreros en un denario al día, y los envió a su viña.
Fue también a las nueve de la mañana, vio a otros que estaban parados en la plaza y les dijo: Id también vosotros a la viña, yo os daré lo que sea justo. Y
fueron.
De nuevo fue hacia el mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Volvió por fin hacia las cinco de la tarde, encontró a otros que estaban
parados y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día sin hacer nada? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña.
Al caer la tarde dijo el dueño de la viña a su administrador: Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros. Vinieron
los de las cinco de la tarde y recibieron un denario cada uno.
Al llegar los primeros, pensaron que cobrarían más, pero también ellos recibieron un denario cada uno. Y, al tomarlo, murmuraban contra el amo diciendo:
Esos últimos han trabajado una sola hora y los has igualado a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el calor. Él respondió a uno de ellos: Amigo,
no te hago ninguna injusticia. ¿No convinimos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Pero yo quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿No puedo hacer lo
que quiera con lo mío? ¿O ves con malos ojos el que yo sea bueno? Así pues, los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos».
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(Mt 21, 28-32)


 

LOS DOS HIJOS


«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos; se acercó al primero y le dijo: Hijo, vete a trabajar hoy a la viña. Y él respondió: No quiero. Pero después se
arrepintió y fue.
Se acercó al otro hijo y le dijo lo mismo, y éste respondió: Voy, señor; pero no fue.
¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?».
Le contestaron: «El primero».
Jesús dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán en el reino de Dios antes que vosotros. Porque Juan vino por el camino de la justicia, y
no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas han creído en él. Pero vosotros, aun viendo esto, no os habéis arrepentido ni creído en él».

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(Mateo 22, 1-14)
EL BANQUETE DE LAS BODAS
Jesús se puso a hablar de nuevo en parábolas «El reino de Dios es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo. Envió sus criados a llamar a los
invitados a las bodas, y no quisieron venir. Mandó de nuevo a otros criados con este encargo: Decid a los invitados: Mi banquete está preparado, mis
terneros y cebones dispuestos, todo está a punto; venid a las bodas. Pero ellos no hicieron caso y se fueron, unos a su campo y otros a su negocio; los
demás echaron mano a los criados, los maltrataron y los mataron. El rey, entonces, se irritó, mandó sus tropas a exterminar a aquellos asesinos e incendió
su ciudad. Luego dijo a sus criados: El banquete de bodas está preparado, pero los invitados no eran dignos. Id a las encrucijadas de los caminos y a todos
los que encontréis convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y recogieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se
llenó de invitados. El rey entró para ver a los invitados, reparó en un hombre que no tenía traje de boda y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin tener un
traje de boda? Pero él no contestó. Entonces el rey dijo a los camareros: Atadlo de pies y manos y arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el
crujir de dientes. Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos».
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LOS TALENTOS
Un hombre estaba a punto de partir a tierras lejanas, y reunió a sus servidores para confiarles todas sus pertenencias. Al primero le dio cinco talentos de oro,
a otro le dio dos, y al tercero solamente uno, a cada cual según su capacidad. Después se marchó.
El que recibió cinco talentos negoció en seguida con el dinero y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo otro tanto, y ganó otros dos. Pero el que recibió uno
cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su patrón.
Después de mucho tiempo vino el señor de esos servidores y les pidió cuentas.
El que había recibido cinco talentos le presentó otros cinco más, diciéndole: «Señor, tú me entregaste cinco talentos, pero aquí están otros cinco más que
gané con ellos.» El patrón le contestó: «Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te voy a confiar mucho más. Ven a compartir
la alegría de tu patrón.»
Vino después el que recibió dos, y dijo: «Señor, tú me entregaste dos talentos, pero aquí tienes otros dos más que gané con ellos.» El patrón le dijo: «Muy
bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho más. Ven a compartir la alegría de tu patrón«.
Por último vino el que había recibido un solo talento y dijo: «Señor, yo sabía que eres un hombre exigente, que cosechas donde no has sembrado y recoges
donde no has invertido. Por eso yo tuve miedo y escondí en la tierra tu dinero. Aquí tienes lo que es tuyo.» Pero su patrón le contestó: «¡Servidor malo y
perezoso! Si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he invertido, debías haber colocado mi dinero en el banco. A mi regreso yo lo
habría recuperado con los intereses. Quítenle, pues, el talento y entréguenselo al que tiene diez. Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia,
pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese servidor inútil, échenlo a la oscuridad de afuera: allí será el llorar y el rechinar de dientes.»
(Mt 25, 14-30)
 

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