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Selección de poemas

Los siguientes poemas fueron escogidos de acuerdo a las traducciones de la


colección española “Visor de poesía” que tradujo directamente los poemas del
ruso al español.
En el caso del poeta Víctor Serge se utilizó la traducción del mexicano Félix
Jiménez, un joven que presentó como tesis de licenciatura la traducción del
poemario “Una Flama en Desierto” donde incluye poemas inéditos. La
traducción fue hecha del inglés al español.
En el caso de los poemas escritos por Joseph Stalin, fueron recuperados por el
investigador Simon Sebag Montefiore en el libro “Llamadme Stalin. La
historia secreta de un revolucionario”. Incluimos los únicos seis poemas que
se pudieron recuperar del dictador.

Joseph Stalin
Corriente: Simbolista/Nacionalista/Acmeísta
(1878-1953).

MAÑANA
El capullo de rosa se había abierto
y sus pétalos extendidos rozaban los de la violeta
el lirio se despertaba
e inclinaba su cabeza mecido por la brisa.

En lo alto de las nubes la alondra


cantaba un himno de trinos
mientras el alegre ruiseñor
decía con dulce voz:

«Llénate de flores, oh tierra hermosa,


alegra el país de los iberos1,
y tú, georgiano, mediante el estudio
lleva la alegría a tu patria».

SOSELO

1El país de estos iberos no es, por supuesto, nuestra península Ibérica, sino otro, Iberia, situado
en el Asia Anterior, en el Cáucaso, en el alto valle del Ciro (Kura). Sus habitantes, los sapiros de
Apolonio Rodio, tomaron el nombre de «iberos» en el siglo I a. C. (N. del t.).

A LA LUNA
Muévete incansable
no inclines tu cabeza
disipa la bruma de las nubes
grande es la Providencia del Señor.

Sonríe benigna a la tierra


que se extiende a tus pies;
canta una nana al glaciar
colgado del cielo.

Ten por seguro que otrora,


lleno de aflicción, un hombre oprimido
se esfuerza de nuevo por alcanzar la montaña pura,
cuando la esperanza lo exalta.

Así, amada luna, como antes


resplandece a través de las nubes;
suavemente en la bóveda azul
haz que jueguen tus rayos.

Pero me desabrocharé el chaleco


y expondré mi pecho a la luna,
con los brazos abiertos adoraré
a la que expande luz sobre la tierra.

SOSELO (IOSIV STALIN)

***
Cuando la deslumbrante luna llena
vaga por la bóveda celeste
y su luz, resplandeciente,
empieza a temblar en el horizonte azul;

cuando la silbante canción del ruiseñor


comienza a gorjear suavemente en el aire,
cuando la nostalgia de la flauta
vuela por encima de la cumbre de los montes;

cuando el manantial agreste frenado por un dique


vuelve a encontrar la senda y corre,
y el bosque, despertado por la brisa,
empieza a agitarse y a estremecerse;

cuando el hombre desterrado por su enemigo


vuelve a ser digno de su país oprimido
y cuando el enfermo, privado de la luz,
empieza a ver de nuevo el sol y la luna;

entonces yo también, un oprimido, veo que la bruma de la tristeza


se desgarra y se levanta y de pronto retrocede;
y las esperanzas de una buena vida
se abren en mi corazón desdichado.

y arrastrado por esa esperanza,


veo cómo mi alma se alegra y mi corazón late apaciguadamente.
¿Pero es cierta la esperanza
que me es enviada en esos momentos?

SOSELO (IOSIV STALIN)

***
Sobre esta tierra, como un fantasma
vagaba de puerta en puerta;
en sus manos llevaba un laúd
y dulcemente lo tañía;
en sus soñadoras melodías,
como un haz de luz,
puedes sentir la propia verdad
y el amor celestial.
La voz hizo que a muchos hombres volviera a latirles el corazón
que se les había convertido en piedra.
A muchos hombres iluminó la mente,
que se había sumido en la más profunda oscuridad.
Pero en vez de gloria,
siempre que pulsaba el arpa,
la chusma ponía ante el proscrito
una vasija llena de veneno…
y le decía: «¡Bébelo, maldito!
¡ésa es la suerte que se te ha asignado!
¡no queremos tu verdad
ni esas celestes melodías tuyas!».

SOSELO (IOSIV STALIN)

A RAFAEL ERISTAVI
Cuando los lamentos de los trabajadores del campo
te conmovieron hasta derramar lágrimas de compasión,
gemiste a los cielos, oh bardo,
situado a la cabeza de las cabezas del pueblo;
cuando ante el bienestar del pueblo
te exaltaste complacido,
hiciste sonar tus cuerdas con dulzura,
como si fueras un hombre enviado por los cielos;
cuando cantabas himnos a la madre patria,
que era todo tu amor,
para ella tu arpa producía
un sonido que cautivaba los corazones…
entonces, oh bardo, un georgiano
te habría escuchado como si fueras un monumento celestial
y por tus esfuerzos y aflicciones del pasado
te corona con el presente.
Tus palabras en su corazón
han echado raíces;
recoge ahora, santo encanecido,
lo que sembraste en tu juventud;
a modo de hoz, utiliza el sentido
grito del pueblo en el aire:
«¡hurra por Rafael! ¡Ojalá la patria tuviera
muchos hijos como tú!».

SOSELO (IOSIV STALIN)

EL VIEJO NINIKA
Nuestro Ninika ha envejecido,
sus hombros de héroe se le han caído…
¿cómo pudo esa desolada cabellera cana
doblegar una fortaleza de hierro?

¡Ay madre! ¡Cuántas veces


agitando su hoz de hiena,
con el pecho desnudo, al otro extremo del campo de grano
debió de estallar de pronto en un aullido!

Debió de acumular montañas


de gavillas unas al lado de otras,
y a su rostro marcado por los chorros de sudor
debieron de asomarse el fuego y el humo.

Pero ahora ya no puede ni mover las rodillas,


tronchado por la vejez.
yace acostado o sueña o habla
del pasado a los hijos de sus hijos

De vez en cuando capta el sonido


de los cantos en los vecinos campos de grano
y su corazón, otrora tan duro,
empieza a latir de júbilo.

Se arrastra tembloroso hasta la puerta,


da unos cuantos pasos apoyándose en su cayado
y cuando echa la vista a los mozos
sonríe aliviado.

SOSELO (IOSIV STALIN)

Vladímir Mayakovski
Corriente: Futurista.
(1893-1930).

(FRAGMENTO 1)
¡Y todos
los ciento cincuenta millones de gentes,
billones de peces,
trillones de insectos,
fieras,
animales domésticos,
centenares de regiones,
con todo lo construido,
lo que hay,
lo vive en ellas.
todo lo movible,
inamovible,
lo que apenas se movía,
raptando,
arrastrándose
nadando —
en el alud marcho,
en alud¡
Y retumba el sitio
donde estuvo enclavada Rusia,
Lo importante
no es comerciar con sacarina.
¡Lo que el corazón quiere es ser campana que doble!
Hoy
al paraíso
lanzaremos a Rusia
más allá de los poros irisados del ocaso.
¡Jo, jo,
jo, jo, jo, jo,
jo, jo!
¡Vamosvamos!
¡A través de la guardia blanca de las nieves!

(FRAGMENTO 2)
Hoy
en nosotros
están puestos
los ojos del mundo entero
y de todos las orejas enhiestas
captan lo mínimo nuestro
para ver esto
para escuchar estas palabras:
esto
es la voluntad de la revolución,
lanzadas más allá de su último límite
esto
es un mitin,
que en las moles de las máquinas
dio cabida a hombres y a bestias,
esto
son manos,
zarpas,
pinzas,
palancas,
allí,
donde el aire enrareció
clavadas con unanimidad de promesa.
A los poetas
que lanzan sus aullidos al cielo.

DE JOVEN
La juventud tiene mil deberes.

Enseñamos gramática a los majaderos.

A mí me echaron del 5.° grado

y empecé a danzar de una cárcel a otra.

En vuestro

pequeño mundillo

doméstico

para las alcobas medran enguedejados líricos.

¿Qué se puede pedir a esos líricos cursis?

A mí

a amar

me enseñaron

en la Butyrka2.

¿Que alguien añora el bosque de Bologne?

¿Que alguien suspira la cara al mar?

Pues yo

me enamoré

de unas “Pompas fúnebres”

por la mirilla de la celda 103.

Ven a diario el sol

y se embebecen.

“¿Para qué sirven esos rayezuelos?”

Yo

por un reflejo amarillo

sobre mi pared

2 Río de Georgia. Pasa por Kutaisi, ciudad de la infancia del poeta.

lo hubiera dado todo.


IGUAL ME PASA A MI
Hasta las flotas vuelven al puerto.

Los trenes se apresuran a la estación.

Con más razón yo hacia tí

— es que quiero —

me siento atraído.

Avaro baja el caballero pushkiniano

a maravillarse y hurgar en sus sótanos.

Así yo

vuelvo a tí, querida.

Ese corazón es mío,

de lo mío me maravillo.

Regresáis contentos a casa.

Os quitáis la suciedad

al afeitarse y bañarse.

Así yo

regreso a tí —

cuando voy a verte,

¿no voy a mi casa?

Acogen los terrenales las entrañas terrestres.

Retornamos a nuestro objetivo final.

Así yo

hacia tí

me siento atraído,

nada más separarnos,

nada más desvernos.

VERLAINE Y CEZANNE (FRAGMENTO).

Sí.
Es él,
esa lechuza —
la carcoma
no ha dañado
al sublime.
Levanté el sombrero:
“Comment ça va,
cher camarade Verlaine?
¿Que de qué le conozco?
A usted lo conocen todos.
Llegó la ocasión
de chocarnos.
Cuarenta años lleva
chupando su ajenjo
en miles de reproducciones.
Antes
yo
apenas leí,
y ahora
no está de moda, —
quisiera leerte —
no entendería no jota:
las traducciones al ruso
son infames.
No se enfade, —
si usted
me conoce a mí,
también
era sólo de oído.
Hablemos
de pequeñeces callejeras,
de nuestro oficio.
Ahora
se escriben malos versos —
Los buenos
te salen caros.
Con los buenos

también yo
habría
muerto
alcoholizado.
Vomitando
la lisura
del papel
con la pluma —
prolongación de los labios —
el poeta,
como puta barata,
se acuesta
con cualquier palabreja.
Yo sería feliz
muriendo
por el hoy.
¡Es algo enorme!
¿Siente usted
la palabra
proletariado?
ese
necesita lo grandioso.
Ahí
habría que
echar los hígados,
pero las revistas
nos atraen con premios.
¿Cuándo comprenderán
que la poesía
es trabajo,
que requiere lugar
y tiempo?
“De cara al campesino” —
lanzan la consigna,
a rasguear la balalaika,
amigos poetas.

Valery Briusov
Corriente: Simbolista/Acmeísta
(1873-1924).

ASARHADDON
Inscripción asiria

Jefe soy de los reyes terrestres y rey, Asarhaddón.


Gobernante y jefes, os digo: ¡qué desgracia!
Cuando tomé el poder, se rebeló Sidón.
Yo destruí Sidón y al mar tiré las piedras.

Sonaba a ley mi voz en todo Egipto,


Leía Elam su sino en mi mirada, yo erigí
Mi trono poderosoen huesos de enemigos.
Gobernantes y jefes, os digo: ¡qué desgracia!

¿Quién puede superarme o igualarme? Los actos de los hombres


Son igual que una sombra en un sueño demente;
El ansia de proezas, como juego infantil.

¡Te he agotado hasta el fondo, oh gloria terrenal!


Aquí estoy solo ahora, sumido en mi grandeza,
Yo, jefe de reyes terrestres y rey, Asarhaddón.

1897.

NIKOLAY GUMILEV
Corriente: Simbolista/Acmeísta.
(1886-1921).

EL BOSQUE
En el bosque los troncos blanquecinos
Salían de la sombra de improviso,

Brotaba de la tierra una raíz tras otra


Cual de sus moradores implorantes manos.

Bajo el velo del follaje color fuego


Vivían los gigantes, enanos y leones;

Los pescadores vieron en la arena


Las huellas de una mano con seis dedos.

Jamás aquí la senda a caballero


Del Rey Arturo o Par de Francia trajo;

No anidaba el bandido entre las matas


Ni el monje construía aquí su cueva.

Sólo una vez, en noche de tormenta,


Salió esa mujer con cabeza de gato;

Con una corona de plata maciza,


Y suspiró y se lamentó hasta el alba,

Y tuvo, al clarear, una muerte muy dulce


Antes de recibir la extremaunción.

Esto fue, esto fue en aquellos años


De los que ya ni rastro queda;

Esto fue, esto fue en aquel país


Que no se puede aparecer en los sueños.

Que imagino mirando tus trenzas,


Anillos de serpiente hecha de fuego,

Que imagino en tus ojos verdosos


Como la enferma turquesa de Persia.

Acaso ese bosque sea tu alma,


Acaso ese bosque sea mi amor,

O acaso sea el bosque al que, al morir,


Los dos un día vayamos.

1921.

ANNA AJMÁTOVA3
Corriente: Acmeísta/Documental.
(1889-1966).

3 Para la selección de Anna se tomaron poemas de la antología Acmeísta y su poemario


“Réquiem” (1935-1940). Decidí no incluir “Poema sin héroe” debido al excesivo análisis
presentado en los libros que vuelven tedioso e inentendible al poema (Tanto en Poema sin héroe
como Réquiem tienen que ser leídos de golpe, sin citas explicativas para entender la esencia del
verso, la misma Anna propone de esa manera la lectura de sus dos poemas). Recomendamos que
para la clase se lea de forma completa Réquiem en la versión de la editorial Titivillus.

***
Y por última vez nos vimos aquel día,
allí en el malecón de nuestras citas.
Las aguas en el Neva estaban altas.
y la ciudad temía una riada.

Él hablaba del verano y de que


ser poeta una mujer es algo absurdo.
¡En mi recuerdo se alzan la gran casa del Zar
y la fortaleza de Pedro y Pablo!

Porque el aire de ese día no era nuestro,


nos llegó como un regalo de los dioses.
Y en aquella misma hora me entregaron
el postrero de los cánticos dementes.

1914.

***
Yo no estoy con aquellos que dejaron la tierra
Para ser desgarrada por huestes enemigas.
No escucho, no, sus toscas alabanzas
Y nunca es para ellos mi canción.

Mas siempre compadezco al desterrado,


Igual que compadezco al preso o al enfermo.
Peregrino: oscuro es tu camino,
Y el pan ajeno huele a ajenjo.

Pero aquí, en el humo espeso del incendio,


Mientras la juventud se malgastaba,
No hemos apartado de nosotros
Ni un solo golpe, ni uno.

Y sabemos que en un juicio tardío


Cada una de las horas será absuelta…
Mas no hay gente en el mundo que tenga menos lágrimas,
Más soberbia y más sencilla que nosotros.

1922.

PARA MUCHOS
Soy vuestra voz, calor de vuestro aliento,
El reflejo todos vuestros rostros,
Es inútil el batir del ala inútil:
Estaré con vosotros hasta el mismo final.

Y por eso me amáis ávidamente,


Con todos mis pecados y flaquezas,
Y por eso me entregasteis sin mirar
Al mejor de todos vuestros hijos,
Y por eso no me preguntasteis
Por ese hijo ni una sola vez,
Y llenásteis con el humo de alabanzas
Mi casa ya vacía para siempre.
Y dicen que más estrechamente ya no es posible unirse
Y que más irreversiblemente ya no se puede amar…
Como la sombra quiere separarse del cuerpo,
Como la carne quiere separarse del alma,
Así deseo yo que me olvidéis vosotros.

1922.

***
Cuando muere un hombre

Cambian todos sus retratos.

Los ojos nos miran de forma distinta,

Los labios sonríen con otra sonrisa.

Lo he notado al regresar

Del entierro de un poema.

Lo he comprobado luego muchas veces

Y mi suposición se ha confirmado.

1940.

DE LAS ELEGÍAS DEL NORTE

ELEGÍA TERCERA
Lo mismo que a un río

La era impecable ha torcido mi curso.

Me han cambiado la vida. En otro cauce,

pasó junto a otras cosas

e ignoro mis orillas.

Oh cuántos espectáculos perdidos,

y el telón sin mí se ha levantado

y ha bajado en mi ausencia. Cuántos amigos míos

no me he encontrado nunca,

y cuantas siluetas de ciudades

de lágrimas mis ojos llenarían,

mas sólo una ciudad en el mundo conozco

y a tientas en el sueño la hallaré.

Cuántos versos no escritos,

y ronda en torno a mí su coro misterioso

y algún día quizá

podrá llegar a ahogarme…

Conozco los principios y los fines

y la vida del más allá del fin, conozco algo

que no se debe recordar ahora.

Y no sé qué mujer

ha ocupado mi único lugar,

lleva mi nombre más legítimo

y me ha dejado un mote, al que, seguramente,

saque todo el partido.

En una tumba ajena me echaré.

………………………………….

Pero, sí de un lugar pudiera contemplar

lo que es mi vida ahora,

sabría al fin lo que la envidia es.

Leningrado, 1924.

Réquiem
(1935-1940).

Jamás busqué refugio bajo cielo extranjero,


ni amparo procuré bajo alas extrañas.
Junto a mi pueblo permanecí estos años,
donde la gente padeció su desdicha.

A MODO DE INTRODUCCIÓN
En los terribles años de la yezhovzbina pasé diecisiete meses en las filas frente a las cárceles
de Leningrado. Un día, alguien me reconoció. Entonces, una mujer de labios morados que
ocupaba su lugar detrás de mí y que, por supuesto, jamás había escuchado mi nombre,
pareció despertar del letargo en el que permanecíamos sumidas y me preguntó al oído
(porque allí todas hablaban en voz muy baja):
—Y esto, ¿puede describirlo?
Yo repuse:
—Sí, puedo.
Entonces una especie de sonrisa se deslizó por lo que alguna vez había sido su rostro.

Leningrado, 1 de abril de 1957

DEDICATORIA

Ante esta inmensa desgracia los montes se doblegan


y dejan de correr los grandes ríos,
pero más fuertes aún son los cerrojos de la cárcel,
que esconden los lechos de tablas
y la infinita tristeza.
Ya no sopla para ti la fresca brisa,
ni se enciende para ti el tierno ocaso.
Ya nada sabemos, somos siempre los mismos,
sólo escuchamos el odioso rechinar de los portones
y el retumbar de los soldados que marcan el paso.
Despertábamos temprano, como para la misa matutina,
y atravesábamos la capital totalmente salvaje.
Confluíamos en un punto, más inánimes que un muerto,
más opacos que el sol, más brumosos que el Neva,
pero la esperanza continuaba a lo lejos su canto.
¡La sentencia!... Y al instante saltaron las lágrimas,
y me hallé aislada del resto del mundo,
como si me arrancaran la vida que alberga el corazón,
o me hubieran lanzado de bruces contra el suelo.
Pero ella avanza... Solitaria... Vacila...
¿Dónde están hoy aquellas desconocidas con las
que compartí dos años de infortunio?
¿Qué formas adivinan en la ventisca siberiana?
¿Qué imaginan ver en el círculo blanco de la luna?
A todas ellas envío mi último adiós.

Marzo de 1940

INTRODUCCIÓN

Esto sucedió en tiempos en que sólo los muertos sonreían,


alegres por haber hallado al fin reposo,
y como un apéndice inútil, Leningrado colgaba
del portón de sus cárceles, mecido por el viento.
En tiempos en que, enloquecidos de dolor,
desfilaban al paso columnas de condenados
mientras las locomotoras lanzaban al aire
su breve canción de despedida...
Estrellas de muerte planeaban en lo alto,
y la inocente Rusia se retorcía
bajo las botas ensangrentadas,
y bajo las ruedas de los furgones celulares.

Te llevaron al amanecer,
fui tras de ti como quien despide un cadáver.
Lloraban los niños en la estancia oscura
y humeaba la vela bajo el icono.
No podré olvidar el frío de tus labios
y el sudor mortal en tu frente.
Como la mujer de los strelzi
aullaré a los pies del Kremlin.

1935

Fluye sereno el apacible Don,


entra en la casa una luna amarilla.

Entra alegre, con la gorra ladeada,


la luna, y ve una sombra.

Esta mujer padece de tristeza,


esta mujer se siente sola.

Su esposo yace en la tumba,


y su hijo está en la prisión. Recen por ella.

No, no soy yo, es otra la que sufre,


yo no podría sufrir tanto. Dejen
que un negro manto cubra lo ocurrido,
y que retiren las linternas...
Cae la noche.

Si a ti, la joven frívola y sarcástica,


la niña mimada de todos sus amigos,
la alegre pecadora del Tsárskoye Seló,
te hubieran dicho cuánto
habrías de sufrir en esta vida:
cómo, la número trescientos, esperarías
con tu hatillo a los pies de Las Cruces;
y cómo tu lágrima ardiente quemaría
de parte a parte el hielo de año nuevo...
En el patio de la cárcel se mece un álamo,
nada se escucha, ni un solo murmullo. ¿Cuántas vidas
inocentes no se estarán consumiendo allí?

Hace diecisiete meses que grito


llamándote a casa.
Me he arrojado a los pies del verdugo,
por ti, hijo mío, horror mío.
Todo ha perdido sus contornos,
y ya soy incapaz de distinguir
a la fiera del hombre, al hombre de la fiera,
ni sé cuántos días faltan para la ejecución.
Me encuentro sola, rodeada de flores
polvorientas, del tintinear del incensario,
y de huellas que no conducen a ninguna parte.
Mientras me mira fijamente a los ojos
anunciándome la próxima muerte,
una estrella inmensa.

Ligeras vuelan las semanas,


y aún no sé cómo pudo ocurrir,
cómo, hijo mío, en la cárcel
las blancas noches te miraban,
como hoy vuelven a mirarte
con ojos de halcón afiebrado;
mientras te hablan de tu alta cruz
y de la muerte.

1939

7
LA SENTENCIA

Y cayó la palabra de piedra


sobre mi pecho, aún con vida.
No es nada, siempre supe que así sería,
sabré enfrentarlo de la mejor manera.

Son muchas las cosas que aún debo hacer:


acabar de matar la memoria,
procurar que mi alma se vuelva de piedra,
y aprender de nuevo a vivir.

Y si no... El cálido susurro del verano


semeja una fiesta bajo mi ventana.
Hace tiempo ya lo había presentido:
este diáfano día y esta casa vacía.

Verano de 1939

8
A LA MUERTE

Ya sé que vendrás, ¿por qué mejor no ahora?


Espero tu llegada mientras llora mi alma.
Apagué la luz y abrí de par en par la puerta
para que pudieras entrar, tú, tan simple y tan extraña.
Asume para esto el aspecto que quieras,
irrumpe como un proyectil envenenado,
o golpea silenciosa, como un bandido experto,
o mátame con el veneno del delirante tifus.
O llega con ese cuento, que tú misma inventaste
y que ya todos conocemos hasta la náusea —
en ese que descubro la gorra azul del gendarme
y detrás al conserje, pálido de muerte.
Hoy ya me da igual. Sobre el Yenisei se arremolina
la niebla. Fulgura imponente la estrella polar.
Y el más cruel de los espantos nubla
el brillo azul de los ojos que amo.

Casa de la Fontanka, 19 de agosto de 1932

Ya el ala de la locura
ha cubierto la mitad de mi alma,
me da a beber su vino de fuego,
y me llama a su valle tan negro.

Comprendí entonces que ella


había conseguido la victoria,
que debía escucharla como quien
presta oídos a un delirio ajeno.

Y que no me dejaría
llevarme nada conmigo
por más que le pidiera,
o la cansara con mis ruegos:

ni el espanto en los ojos de mi hijo:


su sufrimiento vuelto piedra;
ni el día en que estalló la tormenta,
ni nuestra corta entrevista en la prisión.

Ni el amable frescor de sus manos,


ni la sombra temblorosa de los tilos,
ni aquel distante y levísimo rumor
de las palabras, el último consuelo.

Casa de la Fontanka, 4 de mayo de 1940

10
CRUCIFIXIÓN

No llores por mí, Madre, yo yazgo en la tumba.

Un coro de ángeles cantaba el gran advenimiento


y los cielos llameaban como fuego fundido.
Al Padre dijo: «¿Por qué me has abandonado?».
Y a la madre: «Oh, no llores por mí...».

II

Se debatía y lloraba Magdalena,


su discípulo predilecto se había vuelto de piedra.
Pero a donde la Madre sufría en silencio,
nadie osó levantar los ojos.

1940-1943

EPÍLOGO

Aprendí cómo puede deshojarse un rostro


cómo entre los párpados asoma el espanto,
y el sufrimiento va grabando las mejillas,
como tablillas de escritura cuneiforme.
Cómo bucles que fueron castaños o negros
se tornan plateados al paso de una noche,
y se marchita la risa en los labios sumisos
y en la seca sonrisa vemos temblar el miedo...
No sólo por mí elevo esta plegaria,
sino por todos aquellos que a mi lado
soportaron el frío atroz y el bochorno de julio,
a los pies de aquella pared roja y ciega.

II

Otra vez se avecina el Día de Muertos.


Ya las veo, ya las oigo, ya las siento.

Y aquélla, que no pudo soportar el sufrimiento,


y aquélla, que ya no pisa el suelo materno,

y a la que sacudiendo su hermosa cabellera


dijo: «Vengo aquí como quien va a su casa».

Quisiera, una a una, llamarlas por sus nombres,


mas me han robado la lista, ya nunca podré hacerlo.

Para ellas he tejido este amplísimo manto


con sus propias palabras, con su llanto inconsolable.

Las recuerdo siempre, dondequiera que me encuentre,


jamás las olvidaré, aunque me asalte una nueva desgracia.

Y si algún día silencian esta boca atormentada


por la que gritan cien millones de almas,

que también me recuerden como yo a ellas hoy


en vísperas del Día de Muertos.

Y si algún día en este país


deciden erigirme un monumento,

consiento en recibir tal homenaje


pero con esta condición:

no erigirlo junto al mar, en mi ciudad natal,


pues he roto el último lazo que me ataba a él,

ni en el jardín imperial, junto al tocón querido,


donde aún vaga y me busca sin consuelo una sombra.

Sino aquí, donde aguardé trescientas horas


y donde este portón jamás abrió sus hojas.

Porque hasta en la misma ventura de la muerte


temo olvidar el fragor de los negros furgones;

o el rechinar del odioso portón


y a la anciana que aullaba como una fiera herida.

Para que por mis párpados de bronce


la nieve del deshielo fluya como lágrimas.

Y la paloma de la cárcel arrulle en el cielo


y en silencio los barcos naveguen por el Neva.

Marzo de 1940

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