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Dormirse porque se han hecho bien las cosas, no es cosa buena; hay que contar con la acción de los
diversos enemigos entre los que destaca el diablo. Es un misterio que Dios permita la acción del diablo y
la malicia de los pervertidores. No hay que escandalizarse ante la presencia del mal en el mundo; la
extirpación definitiva de todos los males se dará en la fase última del reino. En la fase inicial se trata de
sembrar, en la intermedia vigilar, sólo en la definitiva, cosechar.
La explicación
Y, como en la parábola anterior, los discípulos querían más explicaciones y acuden a solas a Jesús que
aclara el sentido más hondo de las parábolas.
El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los
hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el
fin del mundo; los segadores son los ángeles. Del mismo modo que se reúne la cizaña y se quema en el
fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y apartarán de su Reino a
todos los que causan escándalo y obran la maldad, y los arrojarán en el horno del fuego. Allí será el
llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien
tenga oídos, que oiga"(Mt)
Jesús, en la explicación, ha añadido un dato importante: el reino tiene una fase o dimensión
escatológica, es decir, existe un juicio, un premio eterno y un castigo, también eterno. Tener en cuenta
esto es muy importante. No caben indiferencias: existe el cielo y el infierno para los que acepten o
rechacen el Reino. También es importante porque coloca en su sitio la misión del Mesías que no venía a
establecer un reino temporal.
La parábola del sembrador
NO publicar es liga de las parábolas 3775
La semilla tiene poder de fructificar siempre; pero el fruto depende de la libertad del hombre, que
puede estar condicionada por el maligno, por la propia inconstancia o por las dificultades –externas o
internas-, o por la seducción del mundo y las riquezas. La misma variedad de frutos muestra la calidad de
la fe y de las buenas disposiciones en los que la escuchan y llevan a la práctica la doctrina. El mensaje es
claro en esta parábola acerca del reino, que no puede darse con violencia, sino que debe ser aceptado
con libertad para arraigar y dar fruto.
Sólo al final de los tiempos se desplegarán todas la virtualidades del reino de Dios. Por esto, la esperanza
debe mover a quienes viven en cada momento histórico concreto. Es bien conocida la fuerza de la
esperanza en los hombres. En este caso, se dice que la meta no es una utopía, sino que el reino de paz,
amor, justicia y libertad es realizable por especial querer de Dios. Al final se alcanzará un progreso
sorprendente.
Parábola de la levadura
No publicar es liga de las Parábolas de Jesús 3775
"El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que toma una mujer y mezcla
con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta"(Mt).
El que acepta el reino no debe separarse del resto de los hombres, por inmaduros
Parábola de la levadura
que estén. Pero debe tener fuerza interior, entonces, se obrará el prodigio de
cambiar la masa amorfa en buen pan de buen trigo.
El valor del Reino es supremo; todo lo demás carece de valor ante él,
pero se encuentra de improviso y hay que estar preparado y dispuesto
a todo para conseguirlo.
"El Reino de los Cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas y, cuando encuentra una
perla de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y la compra"(Mt)
Parábola de la red
NO publicar es liga de las parábolas de Jesús 3775
"El Reino de los Cielos es semejante a una red que, echada en el mar,
recoge todo clase de cosas. Y cuando está llena la arrastran a la orilla, y
sentándose echan lo bueno en cestos, mientras lo malo lo tiran fuera.
Así será el fin del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de
entre los justos y los arrojarán al horno del fuego. Allí será el llanto y
rechinar de dientes"(Mt).
En la enseñanza del reino, Jesús insiste en la necesidad de la fe y del buen uso de la libertad. También
en el premio y el castigo. Pero quedaría incompleta la riqueza del reino, si no se mostrase también como
un reino de misericordia y perdón. La enseñanza de Jesús sobre el perdón es constante en toda su vida.
"Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y los escribas murmuraban
diciendo: Este recibe a los pecadores y come con ellos. Entonces les propuso esta parábola: ¿Quién de
vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la
que se perdió hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, y, al llegar
a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que
se me perdió. Os digo que, del mismo modo, habrá en el Cielo mayor alegría por un pecador que hace
penitencia que por noventa y nueve justos que no la necesitan"(Lc)
La alegría que le producen los noventa y nueve justos -la mayoría- no parece suficiente al buen pastor,
que piensa en el que está perdido, y –después de dejar seguros a los fieles- busca al extraviado. Nadie es
indiferente al Señor; cada uno vale mucho a sus ojos; le duele la situación del perdido; sufre y quiere
salvarle y se alegra con todos cuando lo ha recuperado. El perdón tiene el rostro de la alegría por los que
vuelven al redil seguro y reconfortante.
Y, de nuevo la alegría es la manifestación del perdón por el que parecía nada, y es tanto para Dios. Cristo
es el portador del perdón del nuevo reino; el reino de perdón y misericordia está abierto a todos.
"Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos dijo a su padre: Padre, dame
la parte de la herencia que me corresponde. Y les repartió los bienes. No
muchos días después, el hijo más joven, reuniéndolo todo, se fue a un país
lejano y malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. Después de gastar
Parábola del hijo pródigo
todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad.
Fue y se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos; le
entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los cerdos; y nadie se las daba. Recapacitando,
se dijo: ¡cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre!
Me levantaré e iré a mi padre y le diré: padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de
ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. Y levantándose se puso en camino hacia la
casa de su padre.
Cuando aun estaba lejos, lo vio su padre y se compadeció; y corriendo a su encuentro, se le echó al
cuello y lo cubrió de besos. Comenzó a decirle el hijo: Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya
no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: pronto, sacad el mejor traje y
vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, y
vamos a celebrarlo con un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba
perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron a celebrarlo.
El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y los cantos y, llamando a
uno de los criados, le preguntó qué pasaba. Este le dijo: Ha llegado tu hermano, y tu padre ha matado el
ternero cebado por haberle recobrado sano. Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a
convencerlo. El replicó a su padre: Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden
tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ha venido este
hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado. Pero él
respondió: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero había que celebrarlo y alegrarse,
porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"(Lc).
La parábola admite en una primera lectura, la situación del pecador que se aleja del Padre e incurre en
todo tipo de pecados en un uso alocado de la libertad. La carencia de lo mínimo, el hambre que pasa, la
indigna situación en que se halla después de haber malgastado toda su herencia, le hace rectificar y
volver al Padre en un camino de vuelta, difícil y doloroso. Vive peor que los animales, aunque conserva la
conciencia de hijo, a pesar de saberse indigno de ello. Y la actitud del Padre es un desbordarse de
cariño: aunque respetando su libertad, el Padre salía diariamente a la espera del hijo; en cuanto le ve
llegar, le va al encuentro, le abraza, le besa, le deja hablar; le prepara un convite, le viste con
vestiduras ricas, le da el anillo de la reconciliación. Más no se puede pedir este perdón, es un amor
extraordinario.
El hijo mayor
El hijo mayor también necesita reconciliación. Se puede ver en él el resentido que no tiene un corazón
como el Padre, y se lamenta de la vuelta de su hermano. El Padre también es misericordioso con él,
aunque la parábola no dice si entró en el banquete preparado para el hijo menor.
Otra significación de la parábola es ver a los gentiles y a Israel ante Dios. El Padre es Dios Padre. El hijo
mayor es Israel que siempre ha estado con él, pero necesita una nueva conversión. El hijo menor son los
gentiles, que a pesar de todos sus abusos, son de nuevo acogidos por el Padre que quiere que todos los
hombres estén en la casa paterna.
La historia enseña que muchos gentiles se abrieron al mensaje de Jesús, aunque largo era el camino que
deban recorrer. Pero al pueblo elegido le costó aceptar vivir este amor dilatado del Padre. El Reino de
Dios es para todos los hombres, para todos los pueblos, para todas las culturas. La misericordia de Dios
supera todas las barreras, y, aceptar a Cristo, devuelve a la condición de hijos; más que perdonados, muy
amados.
La importancia de la justicia
Las enseñanzas individuales sobre la necesidad de tener un buen corazón, de vivir una justicia que vaya
más allá de lo marcado por la ley son claras. Las enseñanzas sociales muestran también un auténtico
modelo social donde la caridad completa la justicia. Pero Jesús dice que los últimos serán los primeros y
los primeros los últimos. Se trata otra vez de la extensión del reino de Dios que no se reduce a Israel,
sino que se abre a todos los pueblos. Y el último pueblo, el último gentil, recibirá la misma paga, porque
todos los dones son superiores a los méritos realizados, todo es un derroche de amor de Dios. Esta
parábola no será fácil de asimilar para los que estaban arraigados en unos esquemas patrióticos que
secuestraban la religión, a pesar de las muchas indicaciones de los profetas sobre la universalidad de la
llamada a la santidad. Pero es que en el fondo el problema era el de la misma santidad y la revelación de
Dios que quiere a todos los hombres, siendo Israel el hermano mayor y el pueblo sacerdotal que lleva a
los demás a la unión con el Dios vivo. Ésta era la enseñanza del Señor sobre el reino.
Parábola de los invitados a las bodas
No publicar es liga de parábolas de Jesús.3775
En la misma línea de la parábola de los obreros en la viña, corre esta parábola pero con acentos más
nítidos, pues se trata de una invitación a unas bodas, a una fiesta importante, y el rechazo de los
primeros invitados contrasta con la gratuidad de la llamada a los extraños
"El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo, y envió a sus criados a
llamar a los invitados a las bodas; pero éstos no querían acudir. Nuevamente envió a otros criados
ordenándoles: Decid a los invitados: mirad que tengo preparado ya mi banquete, se ha hecho la matanza
de mis terneros y reses cebadas, y todo está a punto; venid a las bodas. Pero ellos sin hacer caso, se
marcharon uno a sus campos, otro a sus negocios; los demás echaron mano a los siervos, los maltrataron
y dieron muerte. El rey se encolerizó y, enviando a sus tropas, acabó con aquellos homicidas y prendió
fuego a su ciudad. Luego dijo a sus criados: las bodas están preparadas pero los invitados no eran dignos.
Id, pues, a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis. Los criados, saliendo a
los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y se llenó de comensales la sala de
bodas. Entró el rey para ver a los comensales, y se fijó en un hombre que no vestía traje de boda; y le
dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda? Pero el se calló. Entonces dijo el rey a sus
servidores: Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el rechinar de
dientes. Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos"(Mt).
La validez universal de la parábola es evidente pues todo hombre es llamado al gran banquete de las
bodas del Hijo. Además Jesús dijo esta parábola es dicha en momentos en que la oposición de escribas y
fariseos es fuerte y violenta. Por ello, Cristo insiste en presentar el Reino de los Cielos abierto a todos los
hombres de todos los pueblos de todos los tiempos. Muchos son, ciertamente, los llamados; pero sólo se
encontrarán entre los elegidos los que tengan fe en que Jesús es el Mesías rey, y acojan el nuevo reinado
de Dios entre los hombres.
Las parábolas de los viñadores homicidas, la del fariseo y el publicano y la del buen samaritano no
añaden cosas nuevas en cuanto al contenido del Reino; pero sí son importantes en el contexto de los
hechos que van a suceder en cuanto a la aceptación o no de Jesús como Mesías, y con Él del Reino de
Dios que predica con intensidad y sin componendas.
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La Vida Oculta de Jesús | tema
Entre la gente que sigue y escucha al Señor, no todos tienen el mismo pensar. Alg
quieren utilizar su prestigio para conseguir ventajas materiales. Jesús no quiere se
al modo humano, ni tampoco juez de cuestiones temporales. Su misión es más hon
respeta la autonomía de lo creado ante lo religioso. Ocurrió que: "uno de entre la
multitud le dijo: Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Per
respondió: Hombre, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros? Y
añadió: Estad alerta y guardaos de toda avaricia, porque si alguien tiene abundan
La cuestión de la herencia
bienes, su vida no depende de aquello que posee"</I"las tierras de cierto hombre
dieron mucho fruto, y pensaba para sus adentros: ¿qué haré, pues no tengo donde guardar mi cosecha? Y dijo: Esto har
a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y allí guardaré todo mi trigo y mis bienes. Entonces diré a mi alm
alma, ya tienes muchos bienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, pásalo bien. Pero Dios le dijo:
Insensato, esta misma noche te reclaman el alma; lo que has preparado, ¿para quién será? Así ocurre al que atesora pa
no es rico ante Dios"(Lc).
Exhortación a la vigilancia
El que ama debe cuidar ese amor para que no se pierda y para que
aumente el calor y el fuego. "Tened ceñidas vuestras cinturas y las
lámparas encendidas, y estad como quienes aguardan a su amo
cando vuelve de las nupcias, para abrirle al instante en cuanto
venga y llame. Dichosos aquellos siervos a los que al volver su amo
los encuentre vigilando. En verdad os digo que se ceñirá la cintura,
les hará sentar a la mesa y acercándose les servirá. Y si viniese en
La parábola del administrador la segunda vigilia o en la tercera, y los encontrase así, dichosos
ellos. Sabed esto: si el dueño de la casa conociera a qué hora va a
llegar el ladrón, no permitiría que se horadase su casa. Vosotros, pues, estad preparados, porque a la
hora que menos pensáis viene el Hijo del Hombre" (Lc). Si la espera es corta, es fácil estar atento a la
llegada de Dios. Si se alarga, se puede debilitar la vigilancia; entonces entran las tentaciones y las
componendas con el maligno. Es más fácil luchar una hora que mil, pero si se lucha cada hora como si
fuese la última parece más fácil.
Los discípulos se inquietan por los peligros. "Y le preguntó Pedro: Señor, ¿dices esta parábola por
nosotros o por todos? El Señor respondió: ¿Quién piensas que es el administrador fiel y prudente, a quien
el amo pondrá al frente de su casa, para dar a tiempo la ración adecuada? Dichoso aquel siervo, al que
encuentre obrando así su amo cuando vuelva. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus
bienes. Pero si aquel siervo dijera en sus adentros: mi amo tarda en venir, y se pusiera a golpear a los
criados y criadas, a comer, a beber y a emborracharse, llegará el amor de aquel siervo el día menos
pensado, a una hora imprevista, lo castigará duramente y le dará el pago de los que no son fieles. El
siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no fue previsor ni actuó conforme a la voluntad de aquél,
será muy azotado; en cambio, el que sin saberlo hizo algo digno de castigo, será poco azotado. A todo el
que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mucho le pedirán" (Lc).
Ellos han recibido mucho y grande es su responsabilidad. El hecho de que Dios respete la libertad de las
personas y a veces parezca ausente, precisamente para no coartar esa libertad, no significa que no lo
sepa todo; al final Él va a pedir cuenta de las acciones de cada uno. Los discípulos, además de su vida
personal son administradores de las cosas de Dios y, al tener gran responsabilidad, también tendrán gran
exigencia.
La matanza de galileos
Jesús no ha querido hacer una valoración – humanamente razonable- de aquel asesinato. Va más allá. Es
el misterio del dolor y del pecado. Algunos sufren y padecen desgracias, pasan por pruebas duras, otros
su vida es corta por los accidentes o por la crueldad de otros hombres. Pero la desgracia verdaderamente
importante es la del pecado y sólo se puede quitar por el perdón de Dios.
La falta de frutos
Al hablar de penitencia y conversión su pensamiento se va hacia Israel y los frutos que podía dar y no da;
por eso les decía esta parábola: "hombre tenía una higuera plantada en su viña, y vino a buscar en ella
fruto y no encontró. Entonces dijo al viñador: Mira que hace tres años que vengo a buscar fruto en esta
higuera sin encontrarlo; córtala, ¿para qué va a ocupar terreno en balde? Pero él le respondió: Señor,
déjala también este año hasta que cave a su alrededor y eche estiércol, por si produce fruto; si no, ya la
cortarás" (Lc). Dios tiene paciencia con los suyos, dándoles siempre otra oportunidad para que se
conviertan, pero deben dar fruto, que es la fe en Jesús que lleva al amor a Dios.
Y la pregunta, que había tenido su inicio en la insidia, va a ser ocasión de una de las más bellas
enseñanzas de Jesús dicha en forma de parábola: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en
manos de unos salteadores que, después de haberle despojado, le cubrieron de heridas y se marcharon,
dejándolo medio muerto. Bajaba casualmente por el mismo camino un sacerdote; y, viéndole, pasó de
largo. Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, lo vio y pasó de largo. Pero un samaritano que
iba de camino llegó hasta él, y al verlo se movió a compasión, y acercándose vendó sus heridas echando
en ellas aceite y vino; lo hizo subir sobre su propia cabalgadura, lo condujo a la posada y él mismo lo
cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: Cuida de él, y lo que
gastes de más te lo daré a mi vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó
en manos de los salteadores? El le dijo: El que tuvo misericordia con él. Pues anda, le dijo entonces
Jesús, y haz tú lo mismo" (Lc).
El camino de Jerusalén a Jericó es el camino de la vida, lleno de peligros. Los salteadores son el demonio
y sus secuaces. El sacerdote representa a los que interpretan la ley, pero sin vida y con legalismos. De
hecho, una de las falsas interpretaciones de la Ley que circulaba en aquellos momentos en la Sinagoga
sostenía que, con sólo tocar a alguien malherido y que pudiese estar muerto, era contaminante, por esto
el sacerdote de la parábola se aleja, igualmente el levita. El buen samaritano es el hombre que sabe
querer al modo divino, que se olvida de sus ocupaciones, cura, cuida, gasta su dinero, dice que volverá
para ver como va la recuperación. En definitiva, vive la misericordia, ése, el que está fuera de la ley
mosaica, es el que mejor cumple la ley de Dios de amar con misericordia. El pensamiento de Jesús es de
una claridad diáfana. Jesús es el buen samaritano de los que sufren en este mundo.
La verdadera humildad
Los acontecimientos explican muy bien una parábola de Jesús sobre la verdadera oración, la actitud
farisaica y la verdadera humildad. "Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos
teniéndose por justos y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era
fariseo, y el otro publicano. El fariseo, quedándose de pie, oraba para sus adentros: Oh Dios, te doy
gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo. Pero el publicano, quedándose lejos,
ni siquiera se atrevía a levantar sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios ten
compasión de mí que soy un pecador. Os digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque
todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado"
(Lc).
El orgullo del fariseo
La oración del fariseo es rechazada porque sus pensamientos son fruto del orgullo espiritual. Hace cosas
difíciles y loables en sí mismas, pero con intención torcida. El fariseo se vanagloria de sus limosnas, de
sus ayunos y se compara con el publicano, al que considera inferior, juzgándole. Busca el secreto orgullo
de saberse perfecto. No le mueve el amor de Dios, y no es consciente de que, sin la ayuda del Señor, no
puede nada. El orgullo ha tomado una apariencia espiritual que esconde un pecado de soberbia, difícil de
curar, porque está llena de buenas obras no para la gloria divina. Usa a Dios para la propia gloria.
El perdón
El publicano, en cambio, dice la verdad de su propia indignidad, por eso pide perdón. No se compara con
nadie, se sitúa en su sitio y Dios le mira con compasión. Le justifica. La suya es una oración humilde, y,
por eso, es escuchada y arranca bendiciones del cielo.
Juicio recto
Jesús quiere que los suyos juzguen con rectitud y no se queden en las meras apariencias, sino que dejen
el juicio íntimo para Dios, y ellos oren con humildad, incluso cuando las obras buenas les puedan llevar a
un cierto engreimiento y vanidad.