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Instituto Mexicano de Psicooncología

Maestría en Evaluación Educativa.

Teoría y práctica de la evaluación curricular.

“La evaluación del currículum”.

Tamayo Parra Sergio Manuel

Primer Cuatrimestre.

Generación: 11° Grupo especial

Maestra: Dra. Carolina García Juárez

Jueves, 04 de mayo de 2022


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Introducción

¿Quién desarrolla el currículo? ¿Una instancia educativa en específico? ¿Una persona

relacionada a la educación? ¿Un investigador educativo inmerso en la observación y la

creación de opciones de la calidad exclusivamente? El currículo, como bien lo sabemos, es una

herramienta que se construye interdisciplinariamente con los objetivos “bien plantados en la

tierra”, que no están derivados de planeaciones ambiciosas que entren en la ambigüedad hasta la

llegada de la declaración todológica, que, como bien reza el dicho mexicano: “el que mucho

abarca, poco aprieta”, porque se pierde la intencionalidad eficiente en su progreso de trabajar

hacia una mejora en la educación (calidad educativa) y se ingresa a una desconfiguración

energética en el uso de recursos que pueden extraviar a quienes lo apliquen en la cotidianidad. La

disciplina que sugiere el currículo, es una extensa modificación de acciones hiperfocalizadas en

lograr metas plausibles que permitan el cambio y la reflexión en la acción de la escuela por

cultivar y hacer crecer el interés por la difusión cultural y científica que se necesita transmitir a

las generaciones presentes para perpetuar nuestra raza y sentido de ser personas humanas. La

educación humaniza, y el currículo no es la excepción en esta función humanizante. Si

pudiéramos ver al currículo como parte de un todo en el quehacer humano, entenderíamos que su

propósito formativo es una constante que impera en el desarrollo del hombre, que no se restringe

a un sector, sino que abarca más áreas de la vida.

El ensayo presente, tiene como finalidad, presentar bajo la visión de la educación, que, la

evaluación curricular sustenta el principio de que, las opciones, alternativas y modalidades del

mismo están sujetas a cambios, revisiones de confiabilidad, validez y consistencia interna y

externa en su aplicación continua que concede, una ventana de oportunidades a la exaltación de

una educación con motivos sólidos en la realidad posible.


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Desarrollo

Según Stufflebeam (2001) y Phillips (2018) se considera que la evaluación educativa “es

necesaria para la comprensión de los estudiantes, los maestros, los programas y los servicios que

se ofrecen además de la identificación de resultados para actuar en la mejoría del funcionamiento

del sistema” (citado en Castro, Luna y Cordero, 2018, p. 15). Por lo tanto, si comenzamos a

sugerir que la evaluación educativa es indispensable para modelar los procesos y por cuánto más

la evaluación del currículo (que forma parte de esta evaluación educativa) será indispensable

para impulsar los contenidos y la transmisión de enseñanza-aprendizaje bajo un orden flexible

dependiendo de las necesidades del ambiente interno y externo al aula, será de suma importancia

no restar ningún esfuerzo ni escatimar que su diseño flexible requiere una evaluación a través de

métodos científicos que produzcan una realidad de lo que se quiere enseñar y, por lo tanto lo que

se quiere aprender; por lo que, el currículo necesita trascender las fronteras de la escuela misma.

Concerniente a la investigación, la evaluación misma es una forma de analizar y razonar

(desde el proceso intelectualizante de los involucrados en esta ardua tarea, claro está) qué

mejoras implementarán al curso con el material y las instrucciones a partir de métodos que

satisfagan las demandas de aprendizaje, las decisiones que se tomarán al respecto para planificar

la instrucción (para seleccionar y agrupar), para atender a los progresos y deficiencias, y, por

último, como la regulación de la administración para juicio del producto de calidad, desde lo

individual hasta lo general de los mecanismos que activen comportamientos adaptativos y

funcionales (Cronbach, 1963, p. 673, citado en Stenhouse, 2003, p. 143). Como el autor lo ha

mencionado, todos estos procesos de articulación en la observación, el análisis y la toma de

decisiones pueden ayudar a que el currículo, como elemento de transformación, tenga una

recuperación gracias a una evaluación consistente. Pero, para poder lograr la evaluación de esto,
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como lo dice Glaser (1970) es necesario identificar las necesidades educativas, ya que, por medio

de las consideraciones en su medición, no podría ser factible un currículo evaluado sin antes

contemplar definiciones conductuales en las metas del progreso, establecer criterios claros en

relación a las técnicas de medición, determinar diferencias individuales a largo plazo y, atender a

una evaluación diagnóstica que explore las alternativas en su diseño (Glaser, 1970, p. 84-85,

citado en Stenhouse, 2003, p. 146). Es por ese motivo que necesitamos que un currículo que ha

sido revisado por el evaluador se halle con la información clara, para que sea asimilado por

todos, oportuna, para intervención expedita, exacta, en donde se evite caer en sesgos

redundantes; válida, para establecer campos de realidad en la relación diádica entre el concepto-

valoración; y por último, su amplitud debe estar referida por política alternantes para los

alcances organizacionales de la organización (como lo es la escuela y todos sus enseres tangibles

e intangibles) para prospectar todas las metas que beneficien al interior del organismo y fuera de

este, es decir, a quienes dependen de su función (Anónimo, s.f., párr. 32). En este sentido, el

currículo se vuelve un asunto indefendible, desde un punto de vista personal de su servidor,

cuando su finalidad es llenar un vacío a la existencia de requisitos burocráticos para manifestar

con un simple “está hecho”, sin que se medite por qué razones está presente, la existencia del

currículo necesita ser sostenida por un propósito de servir a los demás.

Habrá que rescatar que, después de una evaluación curricular hay ciertas preguntas que

definen parámetros de acción para decantar y, posteriormente purificar el contenido curricular,

tales como: ¿Hay un interés por parte de la audiencia? ¿Lo comprenden? ¿Lo encuentran

creíble? ¿Se ha respondido, en la medida de lo posible, a las preguntas que ellos consideraban

más importantes? ¿Han alterado las respuestas sus ideas preconcebidas? ¿Se ha enriquecido y

elevado el diálogo entre sobre las tomas de decisiones como consecuencia de la evaluación?
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Estos planteamientos no deben llevarnos en absoluto al desconcierto, son áreas de revisión y

dilucidación que nos van a aportar grandes avances en torno a como concebimos la enseñanza y

los dispositivos didácticos que muevan las estructuras a una planificación más centrada en el

aprendizaje del alumno y el maestro que estamos formando hacia la sociedad.

Conclusiones

El currículo es un formador social de interrelaciones con el sentido de la educación.

Evaluar es crecer, ayudar o coadyuvar al desarrollo de quienes necesitan una formación continua

para la vida. Una evaluación certera y precisa de las necesidades educativas da significado a

nuestro trabajo como docentes. Si comparamos nuestro sistema educativo en cualquier nivel

(desde un área inicial hasta una educación superior), hallaremos que la evaluación curricular es

deficiente, aunque existan esfuerzos constantes por entregar resultados de su medición, en

términos reales, no hay nada que ofrezca cambios (entendamos que el Sistema Nacional

Educativo, SEP sólo emplea palabrerías sin actos presentes reflejados en nuestras aulas y en cada

alumno que cursa estos periodos), promueven un currículo generalizado para educación básica…

Pero…¿Este es superado por las expectativas verdaderas sobre el aprendizaje de nuestros

alumnos, favoreciendo su comunicación e interés en conocer y disfrutar el conocer dentro y fuera

de sí mismos? O… ¿Simplemente se cumple un mero requisito para callar las bocas de la

demanda social a través de políticas que son obsolescentes? Quizá y sólo quizá la dureza de estas

preguntas sea indiscutiblemente despreciativa y con un juicio a nuestro actual sistema educativo

(Nueva Escuela Mexicana), porque en su intento “novedoso” de parecer atractivo el modelo que

se nos presenta, resulta que nos queda muy corto en la autorrealización de muchos niños,

adolescentes y jóvenes; siendo estos últimos, en un plano de preparatoria y/o universidad que no

logran concretar una construcción real por la vocación al servicio de los demás, y, sólo con la
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obtención de un certificado que “aclare” penosamente que han terminado, sin lograr una

consciencia de lo relevante que es aprender y descubrir nuevas formas de ser, en la edificación

permanente, de un “ser pensante y viviente que exponga sus necesidades, la de los otros y busque

nuevas formas de proponer y llevar a cabo la gama de soluciones sociales”. Termino mi reflexión

con una frase del filósofo peripatético Aristóteles quien dice: “La esperanza es el sueño del

hombre despierto”, Pero… ¿Y quiénes son los más despiertos sino aquellos que han hecho

consciencia y practican la consciencia sobre sus actos diarios?


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Referencias consultadas

Anónimo, (s.f.). Diseño y evaluación curricular. Unidad 10. Programa de la Materia.

Universidad América Latina. Biblioteca virtual. México.

Castro, L., A., Luna, E., S., Cordero, A., G., (2018). Evaluación educativa. Experiencias de

investigación en Posgrado. 1ª Edición. Qartuppi, Sonora, México, p. (15).

Stenhouse, L., (1984). Investigación y desarrollo del currículum. 5ª Edición. Ediciones Morata.

Madrid, España. pp. (142-171).

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