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Ejercicio I
5. Elabora un cuadro de análisis para las voces ajenas (el nombre de la persona o
institución que dice algo puede repetirse, pues si el contenido es distinto se cuenta
como otra voz ajena; es posible que haya voces ajenas genéricas, por ejemplo: la
secretaria declaró que…). En total hay 5 voces ajenas.
Voz Ajena # Nombre de la Cargo (si se Cita directa Componente
persona o menciona) (corta o larga) o del modelo de
institución cita indirecta Toulmin que
representa la
cita
1 Michael mudd exvicepresidente Directa y respaldo
de kraft indirecta
2 Ali mokdad the No hay Cita directa evidencia
global burden corta
of disease
3 Comité de Director Cita directa evidencia
investigación cientifico corta
de la industria
del tabaco
Moisés Naím
La obesidad y la pérdida de privacidad serán a este siglo lo que el fumar fue al siglo pasado.
Coca Cola, PepsiCo, Nestlé, MacDonalds y otras empresas cuyos ingresos proceden de la
venta de productos con alto contenido de azúcar o grasa, y aquellas como FaceBook, Google
o Twitter, que dependen de captar información personal de sus usuarios para vendérsela a
anunciantes, afrontarán problemas parecidos a los que tienen las compañías que venden
cigarrillos.
El mundo sufre una pandemia de obesidad. 500 científicos de 50 naciones han publicado un
informe (The Global Burden of Disease) donde explican que, entre 1990 y 2010, la obesidad
aumentó un 82% (en los países de Oriente Próximo el incremento fue del 100%).
“Descubrimos que niños que antes morían por infecciones ahora se salvan gracias a las
vacunas, pero hoy el mundo es más obeso y los niños están sufriendo las consecuencias”,
afirma Ali Mokdad, uno de los autores del estudio. Y no son solo los niños. Actualmente, la
humanidad vive, en promedio, más que en 1990 (los hombres, 10,7 años más, y las mujeres,
12,6). Pero según este estudio, los últimos 14 años de vida se ven severamente afectados por
enfermedades y dolores, muchos de los cuales se derivan de la gordura. Hoy, en Estados
Unidos, uno de cada tres adultos y uno de cada cinco niños son clínicamente obesos. Las
empresas que contribuyen a que vivamos en el mundo más gordo de la historia argumentan
que el sobrepeso no es resultado de lo que comemos, sino de diversos factores. “La televisión,
los videojuegos o la urbanización tienen más que ver con la obesidad que la ingesta de
nuestros productos”, dicen.
En el siglo pasado —y durante décadas— las tabacaleras lograron impedir que se vinculara
el cáncer con fumar. El director científico del Comité de Investigaciones de la Industria del
Tabaco (CIIT) escribió en 1957 que “el problema de la causalidad de cualquier tipo de cáncer
es complejo y difícil de analizar... A pesar de toda la atención puesta en la acusación de que
fumar produce cáncer de pulmón, nadie ha establecido que el humo del cigarrillo o alguno
de sus componentes cause cáncer en el hombre”. Hoy sabemos que esta afirmación es falsa.
Y que en 1957 las empresas del tabaco lo sabían.
Algo parecido, pero aún más complejo, está pasando con las empresas que vía Internet nos
seducen con atractivos productos —contenidos, “soluciones”, búsquedas o “comunidades”—
por los que no tenemos que pagar nada. Nada, excepto permitirles saber quiénes somos,
dónde estamos, qué hacemos, qué nos gusta o interesa y quiénes son nuestros amigos.
Algunas veces nos “solicitan permiso” para captar nuestra información y nos piden que
aceptemos ciertas condiciones (¿conoce usted a alguien que lea los largos textos en letra
pequeña con las condiciones de la compañía, antes de aceptarlas?). En todo caso, también
nos monitorean sin permiso.
Naturalmente, esa información es muy valiosa para empresas y otras organizaciones que nos
quieren vender un producto, una idea, una conducta o un candidato. Los avances tecnológicos
permiten recabar cada vez más datos sobre nosotros a través de la telefonía móvil, sensores
remotos, cámaras de seguridad, reconocimiento facial, etc. Y gracias a Big Data, las nuevas
técnicas para extraer información útil de enormes volúmenes de datos, la masa amorfa de
información --“el ruido” -- ahora se puede convertir, cada vez más, en dinero.
Tendremos que hacer algo para contener las fuerzas que están pulverizando las barreras que
nos protegen de la obesidad y las que aún nos permiten gozar de cierta privacidad.
Texto editado con fines didácticos. Extraído de:
https://elpais.com/internacional/2013/04/27/actualidad/1367074350_266018.html
Ejercicio II
Diane Aeckerman
¿Qué comida le pide su cuerpo? Haga la pregunta con suficiente énfasis en el verbo, y la
respuesta muy probablemente será “chocolate”. Comenzaron a consumirlo los indios de
América Central y del Sur. Los aztecas lo llamaban xocóatl: lo tenían por un don del dios de
la sabiduría y el conocimiento, Quetzalcóatl, y servía como bebida en la corte, pues el poder
que confería sólo podía ponerse en manos de gobernantes y soldados. Los toltecas honraban
la bebida divina con rituales en los que sacrificaban perros color chocolate. A las víctimas de
los sacrificios humanos de Itzá solía dárseles una taza de chocolate para santificar su tránsito.
Lo que encontró Hernán Cortés alrededor de Moctezuma, fue una sociedad de adoradores del
chocolate que solían condimentar la bebida con pimienta, pimientos, vainilla o especias, y
servirlo hirviente y espeso como la miel, en tazas de oro. Para curar la disentería le agregaban
huesos molidos de sus antepasados. En la corte de Moctezuma se bebían dos mil tazas de
chocolate al día, y al emperador le gustaba disfrutar de un helado de chocolate que se hacía
vertiendo la bebida sobre nieve traída de las montañas por correos que iban a pie.
Impresionado por la opulencia y los poderes restauradores del chocolate, Cortés lo introdujo
en España en el siglo XVI. No tardó en causar sobre los europeos el efecto de una droga,
Carlos V decidió mezclarlo con azúcar, y los que podían permitírselo lo bebían espeso y frío;
también ellos le agregaban ocasionalmente naranja, vainilla o diversas especias. Brillat
Savarin informa que: “las damas españolas del Nuevo Mundo son locamente afectas al
chocolate, hasta tal punto que, no contentas con beberlo varias veces al día, incluso se lo
hacen servir en la iglesia”. Hoy, los zombis del chocolate circulan por todas las ciudades del
mundo, soñando todo el día con ese pequeño bocado de chocolate que les espera camino a
casa una vez terminado el trabajo. En Viena, los más lujosos pasteles de chocolate están
decorados con hoja de oro comestible. Más de una vez me he sentido seriamente tentada a
volar a París sólo por una tarde, nada más que para ir a Angelina, un restaurante de la rue de
Rivoli donde funden una barra-gramo de chocolate entera en una taza de chocolate caliente.
¿cuántas golosinas no contienen el chocolate? El chocolate, que empezó siendo una bebida
de la case alta, se ha “desclasado”, ha seguido las modas, y suele aparecer en formas
degradadas que no merece. Por ejemplo, un aviso de la Chocolatier Magazine ofrece una
réplica de un diskette de computadora de 5.25” realizado “con cien gramos de chocolate”.
De hecho, la compañía puede proveer “todo un sistema informático compuesto por un
monitor de chocolate, un tablero de chocolate, chips de chocolate y bytes de chocolate”. Su
eslogan es: “Archive en su boca, no en su diskettera”. Durante un fin de semana de septiembre
de 1984, el Hotel Fontainebleau de Miami ofreció un Festival de Chocolate con tarifas,
menús y eventos especiales. Se podía pintar con chocolate, asistir a conferencias sobre el
chocolate, probar chocolates de todas las compañías elaboradoras, aprender técnicas para
cocinar con chocolate o ver a un actor de televisión nadar en más de dos mil quinientos litros
de chocolate líquido. Asistieron cinco mil personas. Los festivales de chocolate son comunes
en ciudades de todo el país, y también se realizan giras turísticas por Europa con la mira
puesta en el chocolate. El mes pasado en Manhattan, oí a una señora invitar a otra usando la
jerga de la droga: “¿Nos chutamos un chocolate?”.
Por ser el chocolate un alimento tan unido a las emociones, algo que comemos cuando
estamos triste, angustiados, antes de la menstruación o en general necesitados de TLC, los
científicos se han preocupado de investigar su química. En 1982, los doctores Michael
Leibowitz y Donald Klein, psico farmacólogos. Propusieron una explicación del motivo por
el cual las personas que sufren mal de amor se vuelven devoradoras de chocolate. En el curso
de su trabajo con mujeres de sensibilidad intensa y consiguientes intensas depresiones,
descubrieron que todas tenían en común un hecho remarcable: en su fase depresiva todas
comían grandes cantidades de chocolate. Especularon que el fenómeno podía estar
relacionado con la feniletilamina cerebral (FEA), que es la sustancia que nos hace sentir esa
marejada pasional que asociamos con el enamoramiento, una sensación análoga a la que
produce una anfetamina. Pero cuando la marejada refluye, y el cerebro deja de producir FEA,
seguimos ansiando su intensidad natural, su velocidad emocional. ¿Dónde podemos
encontrar esa sustancia voluptuosa y creadora de amor? En el chocolate. De modo que es
posible que mucha gente coma chocolate porque reproduce el sentimiento de bienestar del
que disfrutamos cuando estamos enamorados. Un astuto novio que tuve llegó una vez a mi
casa con tres naranjas de chocolate Droste, y cada gajo que comí durante las dos semanas
siguientes, dejándolo deshacer en la boca, me llenaba de pensamientos amorosos hacia él.
No todos están de acuerdo con esta hipótesis. La Asociación de Fabricantes de
Chocolates dice que:
El contenido de FEA en el chocolate es extremadamente bajo, especialmente en comparación con otros
alimentos consumidos habitualmente. La porción normal de cien gramos de fiambre ahumado contiene
6.7 mg de feniletilamina; la misma porción de queso chedar contiene 5-8 mg. La porción normal de
cincuenta gramos de chocolate (el peso de una barrita) contiene mucho menos de 1 mg (0.21 mg).
Obviamente, si la teoría del doctor Leibowitz fuera cierta, la gente comería fiambre y queso en
cantidades mucho mayores.
Y el mismo doctor Leibowitz, en La Química del amor, se preguntaba con respecto a
la demanda del chocolate:
¿Podría tratarse de un intento de subir el nivel de FEA? El problema es que la FEA presente en la
comida se descompone rápidamente en el cuerpo, de modo que no llega a la sangre, y mucho menos
al cerebro. Parar probar el efecto de la ingestión de FEA, investigadores del Instituto Nacional de Salud
Mental comieron kilos de chocolate y después midieron el nivel de FEA en su orina durante los días
siguientes; los niveles no aumentaron.
Referencias bibliográficas
Brillant-Savarin, Anthelme. Fisiología del gusto. España: Mediterráneo, 1996.
Farb, Peter y Georges Armelagos. Consuming passions. Nueva York: Washington Square
Press, 1970.
Leibowitz, Michael. The chemistry of love. Nueva York: Berkeley Books, 1984.
i
Recuperado de Palou, Pedro Ángel en “Redacción II”. Texto editado con fines didácticos.