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Tesis de Grado
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Prefacio
...
(...)
Entrevistador: ¿Qué les dirías a los que quieren construir una barrera
entre vos y las drogas? ¿Por qué querés que recen?
Entrevistado: No recen por las drogas. Dejen a las drogas solas. Recen
por mi. Por mi persona. Por mi alma. Para que sea más fuerte.
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1. Introducción
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Pero es en las últimas décadas que la temática de las adicciones, aparece con
una prevalencia notable, tanto como tema de salud pública, como tema de
políticas públicas, como una preocupación de la sociedad en general.
Como menciona Escohotado (1998) en 1957 la OMS ya caracteriza a la adicción
como un “Estado de intoxicación crónica y periódica originada por el consumo
excesivo de una droga natural o sintética, caracterizada por:
1. Una compulsión a continuar consumiendo por cualquier medio.
2. Una tendencia al aumento de la dosis.
3. Una dependencia psíquica y generalmente física de los efectos.
4. Consecuencias perjudiciales para el individuo y la sociedad” (p.111)
En estos últimos 60 años, y particularmente a partir de los años 70, con la crisis
del petróleo y el fin del Estado de Bienestar en Europa, y con las dictaduras
neoliberales en América Latina, hemos presenciado el aceleramiento del modelo
capitalista neoliberal a nivel mundial.
A partir de 1989, este proceso se desarrolló aún más velozmente, con la caída del
muro de Berlín y el fin de la Ex-Unión Soviética, dando por terminada una de las
experiencias comunistas más famosas e importantes del mundo, y habilitando el
incremento de la globalización a nivel planetario.
Estos fenómenos económicos, sociales y políticos, han dado lugar a mayores
desigualdades en todo el planeta, y han postulado al consumo como fin último,
convirtiendo incluso a la felicidad como una mercancía más.
Para alcanzar esa felicidad última, existen múltiples consumos, que van desde
objetos, como ropa, celulares, vehículos, casas, hasta experiencias, que van
desde viajes, saltos al “vacío”, escaladas a montañas, hasta “coachings” de
felicidad rápida.
Todo es ya, todo es ahora, y eso se traduce también en redes sociales que son
cada vez más instantáneas y en celulares capaces de mostrar ese instante “feliz”
inmediatamente a todos nuestros contactos (no es casual pues, que una de las
redes sociales que mayor crecimiento tuvo en los últimos 3 años tenga como
nombre instagram).
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En ese contexto de consumo desenfrenado, la droga y el alcohol son un consumo
más, pero no es un consumo cualquiera, es un consumo que completa, que llena,
que vuelve esa felicidad en total, que hace olvidar nuestras faltas, y que nos hace
sobrepasar los límites. Que nos hace vernos más parecidos a aquellos que el
mundo de consumo ofrece, a esa idea de completud y felicidad sin faltas que se
vende.
Lacan nos habla del “No todo” y de ese vacío estructural que todos los seres
humanos tenemos por estar atravesados por el mundo del lenguaje, ese agujero
propio del trauma original, que nos hace estructuralmente incompletos casi por
definición de la condicion humana. El mundo actual ofrece como nunca antes el si
todo como posibilidad. Y son la droga y el alcohol quienes dicen “SI todo”. Niegan
la falta. Niegan la castración (Barrionuevo, 2010). Y el instante y el momento se
vuelven completos.
Al menos, instantáneamente todo es posible. Todo es.
Tarrab (2000a) nos describe esta experiencia como “una elección contra la
castración, contra la división del sujeto, y contra el inconsciente” (p.1)
Por un momento al menos, se borran las inhibiciones y los límites, generando una
sensación de completud y alcance de ese mundo prometido que nunca se
alcanza. Ese mundo que promete pero cobra. Un goce que trata al vacío central
del sujeto, negándolo, un goce que cura eso que es incurable, un goce que por un
momento se colma con la droga, solo que a costa del sujeto mismo (Tarrab,
2000a).
Ahora bien, que esté bien identificada no implica que todos hablemos de lo mismo
cuando hablamos de toxicomanías o adicciones.
Identificar una problemática no implica que todos y todas la definamos de la
misma manera: ¿Cuáles son las razones que la generan? ¿Qué implica la misma,
cuales son las vías para solucionarla? etc.,etc., etc., son preguntas que tienen
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una innumerable cantidad de respuestas según sea la persona que las responda,
incluso, desde las distintas disciplinas y al interior de ellas.
Por lo tanto, frente a esto, nos encontramos con una serie de tratamientos muy
diferentes entre sí, que se ofrecen como la salida de la toxicomanía, hacia una
vida sin drogas y/o alcohol, o bien, hacia una vida con menos drogas y alcohol.
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2. Pregunta de investigación
Una primer gran pregunta surge cuando nos acercamos un poco más al mundo de
las adicciones y cuando recorremos las instituciones que de ellas se encargan y
especializan:
¿Es la temática adicción algo que le pase a sujetos diferentes del resto?
Las adicciones, como cualquier problemática social, que tiene una expresión
individual, está atravesada por múltiples variables: lo social, lo familiar, la
vulnerabilidad económica, la posibilidad de contención, la medicación, la
marginalidad, la estigmatización, lo individual, el presente, lo histórico, las
sustancias, etc., etc., etc.
Responder esa pregunta, claramente es un trabajo que excede por mucho esta
tesina. Sin embargo, es una pregunta que debemos tener presente al momento de
acercarnos a las instituciones, a acercarnos al sujeto “adicto”.
Ahora bien, en ese acercamiento a la temática, surge otra pregunta, que será la
que guiará el trabajo de esta tesis:
modelo Hoy por hoy existen dos grandes perspectivas al acercarnos a la temática, una es
ABSTENCIONISTA
la reducción de daños y la otra la mirada abstencionista. Y una tercera vía, que
podemos pensarla como transversal, que tiene que ver con la clínica
psicoanalítica, cuya mirada no toma a la temática como una especificidad, y recibe
la herencia de la clínica médica, y busca encontrar lo singular del goce caso por
caso.
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La mirada abstencionista considera indispensable la abstención total del consumo
para el fin de la adicción y lo considera como una meta posible y deseable, e
incluso muchas veces se convierte en un requisito para el comienzo del
tratamiento.
En cambio, desde la perspectiva de reducción de daños, la abstención total del
consumo es deseable, pero intentará reducir el consumo a partir del cambio de
hábitos de consumo, para habilitar poco a poco la aparición del sujeto,
considerando que la abstinencia total inicial es improbable, por no decir, imposible,
y tratando de reducir los daños que ese consumo genera.
Pensamos que esta será a grandes rasgos la gran línea divisoria de aguas entre
las distintas miradas y que va a estar vinculada también con las perspectivas de
reducción de daños y con la mirada abstencionista, en cada caso. Lo que
profundizaremos e intentaremos dar cuenta más adelante.
3. Objetivos
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El objetivo general de esta tesis es ubicar las distintas ópticas desde la cual se
aborda al sujeto frente a su adicción, es decir, poder encontrar aquello que marca
la diferencia entre estos abordajes y la especificidad de los mismos.
Entendemos que a partir de allí, podremos entender cuál de ellos parecería
funcionar mejor en ese acercamiento.
Estas distintas ópticas, si bien se dan desde distintos marcos teóricos, en los
espacios que he transitado para la realización de esta tesis, no siempre estos
marcos se encuentran bien delimitados y precisados.
El objetivo de este trabajo será identificar las distintas miradas desde las
cuales se aborda la problemática de la adicción.
4. Metodología
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Esta investigación será una investigación de tipo cualitativa. Las investigaciones
cualitativas no buscan cuantificar un fenómeno, sino más bien describirlo. Trabaja
con el universo de significados, valores, creencias, actitudes, buscando describir
los fenómenos sin intentar operacionalizarlos en variables cuantificables (De
Souza, 2004).
Así mismo, esta es una investigación de carácter exploratorio que no busca ser
exhaustiva, pero sí poder señalar algunas líneas de trabajo que posibiliten futuras
profundizaciones.
Las investigaciones exploratorias “nos sirven para aumentar el grado de
familiaridad con fenómenos relativamente desconocidos, obtener información
sobre la posibilidad de llevar a cabo una investigación más completa” (Hernandez
Sampieri,1997, p. 59).
Las investigaciones exploratorias, no buscan ser un fin en sí mismo, buscan
identificar variables, tendencias, que requerirán ser exploradas en un futuro en
investigaciones más profundas.
Más allá del carácter exploratorio, se buscará mínimamente poder describir y
encontrar propiedades y aspectos del fenómeno en cuestión.
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En este transcurrir me es inevitable pensar, que cuando uno se acerca más a una
temática específica, se ve obligado a preguntarse también por la especificidad de
la misma, como nos preguntábamos más arriba.
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5. Estado del Arte
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psíquicos) y/o biológicos por sobre posibles abordajes de las dimensiones
socioculturales” (Intercambios, 2011, p.173) .
Es el mercado, en las épocas del capitalismo tardío, quien busca ahora imponer
un nuevo orden, el que busca dar identidades, pero este mercado solo puede dar
identidad mediante el consumo, y a diferencia del Estado, no impone un orden
simbólico que permita regular los vínculos sociales (Duschatzky S. y Corea,
2002):
“La caída de una ficción estructuradora de la experiencia lejos de experimentarse
como liberadora trae aparejada la sensación fatigosa de ser uno mismo
(Erhenberg). En términos de Zizek (2000) esta compulsión a decidir libremente es
un juego obsceno que provoca angustia en tanto no hay red simbólica de sostén q
ue provea significaciones productoras de confianza” . (p.81)
Con esta falta de la autoridad simbólica, con la caída no solo del Estado, sino
también de la familia tal cual la conocíamos como institución, nos encontramos
con la falta de un discurso unificador que de identidad, y los vínculos quedan a
expensas de los consumos. La identidad queda a expensas de lo que se
consume.
Como nos dice Lewkowicz (1999), es esta expansión del capitalismo y del
mercado como regulador social lo que nos trae la figura del “adicto”. En sus
palabras:
“No estamos ante el mero incremento cuantitativo de prácticas que llamamos
adictivas, sino ante la instauración cualitativa de un tipo radicalmente nuevo de
subjetividad socialmente instituida” (Lewkowicz , 1999, p.1)
Tal como anticipará Lacan en los años 70, el supuesto incremento de la libertad y
el bienestar, en este mundo regido por el libre mercado va junto a una mayor
segregación (Tarrab, 1994).
Así mismo, sumado al auge del capitalismo a una fase global, tenemos el auge de
la medicina, y el desarrollo de la psicología. El sujeto no es solo un consumidor
enajenado de objetos, ahora es más que nunca visto también como un objeto de
tratamientos de todo tipo, desde modificaciones físicas hasta psíquicas, como así
un objeto de campañas publicitarias que lo llevan a consumir más y más que
permiten sostener el sistema.
Ahora bien, más allá de la cuestión del hombre como objeto, que excede por
mucho esta tesina, tenemos que interrogarnos aquí, por el lugar que ocupa el
hombre en el consumo de esos objetos.
Eso es lo que nos lleva a nuestra pregunta de investigación. Tratar de encontrar el
lugar del objeto y del sujeto en esa relación de consumo, y en particular, en esa
relación adictiva de consumo de sustancias psicoactivas que se da en este
contexto particular que facilita ciertas subjetividades y ciertos posicionamientos.
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La droga y el alcohol aparecen como “una respuesta disponible en la época (...),
una respuesta a la cuestión del sujeto, es decir a la falta en ser del sujeto”
(Tarrab, 2000b, s.n).
Es, al fin y al cabo, el sujeto toxicómano quien nos muestra que el objeto en el
capitalismo tardío, es tan solo un semblante, no una substancia, como ya
mencionamos. Es decir, lo que el sujeto consume en esta época del capitalismo
tardío no es un objeto, es el semblante de ese objeto (Laurent, 1998) .
Como nos dice Lewkowicz (1999), el mercado y la tecnología han llegado a
producir un objeto de consumo que efectivamente completa, que colma al sujeto.
Solo que el sujeto queda prisionero de esta relación. Cuando pensamos en un
mundo de frustraciones, de imposibilidades, de que parece que todo puede ser,
pero nada es, la gran pregunta es:
¿Cómo pelear contra un objeto que colma, que sana, que satisface aunque más no
sea por un momento, ese vacío central del sujeto?
Para hacer esta pelea aún más difícil tenemos que ese vacío existencial no ha
hecho más que agrandarse con el auge del capitalismo, el corrimiento del Estado
y la aparición de la figura de consumidor como soporte subjetivo.
Este consumo “ideal” no es sin costo, como todo en este mundo tiene un alto
precio, y no es solo el costo material, esta vez el costo se paga en efectivo con
cuerpo y mente. Ese objeto que parece dar todo, que parece ser más verdadero
que el resto, es aquél que más miente, porque niega lo que desde siempre existe,
y con lo que el sujeto debe lidiar... ese vacío estructural incurable.
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Tarrab lo describe como una experiencia vacía tanto del Otro, como del otro con
minúscula que podría ser el partenaire sexual. Una experiencia vacía que llena.
Una experiencia vacía que colma. Una experiencia vacía que a partir del goce,
niega la castración, niega la falta.
La operación toxicómana no requiere del cuerpo del Otro, rompe con el campo del
Otro, separa del Otro sexo, y “procura su goce por un camino que no es sexual
sino que está orientado al propio cuerpo” (Tarrab, 2000a, p.1) . El sujeto con la
sustancia psicoactiva, parece por fin colmarse a sí mismo, “posibilitando” en ese
goce ambas rupturas, con el Otro y con el otro. Aunque esa ruptura no sea más
que ilusoria, dado que en esa negación de la falta, de la castración, está más que
nunca comulgando con este Otro del capitalismo tardío que nos dice que esa
negación es posible.
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En 1973 se crea el Centro Nacional de Reeducacion Social (Cenareso), que es el
primer instituto especializado en la temática, residencial y monovalente. Es
importante mencionar que ya en 1960 habían aparecido las primeras comunidades
terapéuticas introducidas en la Argentina por Pichón Riviere, lo que fue coartado
por los golpes de Estado, pero reaparecen algunas ligadas a las iglesias
Evangélicas en los 70.
Pero en consonancia con la época y el contexto internacional de golpes de
Estado, y la doctrina de Seguridad Nacional, la Escuela de las Américas, el miedo
al comunismo, aparece una nueva línea discursiva donde el toxicómano es visto
como una persona que atenta no solo contra sí mismo, sino contra el resto de la
sociedad, por lo que es visto como una persona que atenta contra la seguridad
nacional. Se equipara al usuario con el traficante, ya que según esta mirada,
cualquier usuario es plausible de convertirse en traficante.
En 1974 la ley 20771, da una pena de prisión de 1 a 6 años para los usuarios de
drogas.
En 1988 en la Convención de Viena sobre estupefacientes de Naciones Unidas,
incluye ya con reservas la punición por tenencia personal.
En 1989 se crea la Secretaría de Programación para la Prevención de la
Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR), organismo que
llevaba adelante la política sobre las drogas de nuestro país.
El mismo año se crea la ley nacional 23.737 que penaliza el consumo personal
con penas de 1 mes a 2 años, con posibilidad de medidas curativas o educativas,
creando así una doble condición para el toxicómano, la de delincuente y enfermo.
Todo esto fue conformando hacia los años 90 una matriz prohibicionista -
abstencionista, para la cual la principal respuesta provenía del sistema penal, y
cuyo destinatarios eran principalmente los usuarios de drogas. Con una mirada de
prevención basada casi exclusivamente en la abstención (dado que cualquier otra
opción era prácticamente ilegal). Y dotando a la justicia el papel rector sobre la
administración de los tratamientos de los toxicómanos en el sistema de salud. Lo
cual fue generando asimismo, un sistema simbólico de fuerte estigmatización de
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los usuarios de drogas, sin lograr frenar el crecimiento del consumo, que muy por
el contrario, en un mundo cada vez más consumista, y en una Argentina en pleno
proceso de empobrecimiento, aumento exponencial de las desigualdades,
precarización del empleo, aumento del desempleo, no pudo frenar el aumento del
consumo de sustancias psicoactivas y era cada vez más permeable a los efectos
de la globalización y el neoliberalismo. Los efectos económicos devienen en la
famosa crisis del 2001 y el posterior advenimiento de un modelo con intenciones
más inclusivas.
En 2009 aparece el fallo “Arriola” de la Corte Suprema de Justicia que entiende
que es inconstitucional penalizar la tenencia de drogas para consumo personal.
Aun así, el aparato penal, sigue en muchos casos penando a los consumidores.
En 2010 se promulga la ley 26.657, de Salud mental y adicciones (reglamentada
recién 3 años más tarde) , que habilita un nuevo discurso, entendiendo a los
toxicómanos como personas que necesitan un tratamiento, y lejos de la
penalización, busca salidas curativas, basadas en la reducción de daños.
Esta ley busca contraponerse a años de segregación y violencia ejercida sobre
los “locos” y los “drogadictos” y “alcohólicos” (Ministerio de Salud de la Nación,
2013).
Este plan y esta ley busca pasar de una mirada patologizante a una salutogénica.
Que no se agote en los servicios tradicionales de salud, sino que incorpore el
desarrollo de acciones territoriales, con una mirada comunitaria y de inclusión
social. La ley reconoce a los usuarios de drogas legales o ilegales como sujetos
de derecho en su relación con los servicios de salud. La ley busca instaurar una
nueva matriz cultural y simbólica, además del acercamiento médico a la cuestión,
intentando desestigmatizar al consumidor de drogas.
Para dar cuenta del fenómeno en la Argentina, resta agregar algunas cifras que
nos permitan terminar de contextualizar la problemática actual. Según la Dirección
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Nacional del Observatorio Argentino de Drogas dependiente del Sedronar, en su
Estudio Nacional en Población de 12 a 65 años sobre consumo de sustancias
psicoactivas (Argentina, 2017):
“el 81% de las personas tomaron alguna bebida alcohólica en su vida y unas
2.299.598 personas comenzaron a beber en el último año, de las cuales unas
320.000 son preadolescentes y adolescentes. El consumo actual de alcohol se
encuentra presente en el 53% de la población, y en mayor medida en los varones.
Entre los 18 a los 24 años se observa la tasa más elevada del 62 % y entre los
adolescentes, la menor, del 34,7%” (p. 21-26).
Respecto al uso de drogas ilícitas nos dice que la marihuana es la droga ilícita de
mayor consumo en el país. El 7,8% de la población declaró su uso en el último
año; el 10,7% de los varones y el 5,2% de las mujeres. Entre 2010 y 2017, el
consumo creció en todos los grupos de edad, tanto en varones como en mujeres.
Siendo mayor en los jóvenes comprendidos entre los 18 y 24 años
Sobre el consumo de cocaína:
Las tasas más altas se encuentran, al igual que con la marihuana en el segmento
entre los 18 y 24 años.
“se calculó que 14.029.396 personas registraron haber consumido alcohol, tabaco
o drogas ilícitas durante el último año, de las cuales el 0,8% (118.195) buscó
ayuda profesional para tratar de disminuir el consumo de sustancias psicoactivas
en ese periodo. Es decir, que menos de 1 de cada 100 personas que registraron
haber tenido algún tipo de consumo durante el último año, realizó búsqueda de
tratamiento” ( p.23)
Es necesario tener en cuenta que siempre que se habla de este tipo de consumos,
por los tabúes sociales y el miedo a la estigmatización, estas cifras siempre están
subestimadas.
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Más allá de los paradigmas que van a enfocar cada tratamiento, y en lo que nos
adentraremos más adelante, vamos a encontrarnos con 3 grandes modalidades
de tratamiento. Muchas veces, como todos los modelos, no se dan de forma pura
y excluyente, muchas veces vamos a encontrarnos con que estas modalidades
pueden estar mezcladas o complementadas en un mismo lugar. Pero solo a modo
de presentación vamos a verlas como modelos puros. Entendemos que como
menciona Pawlokicz et at (2011), teniendo también una mirada institucionalista:
En la década del 40 (Mansilla, 2000) el psiquiatra escocés Maxell Jones desafió el estilo
tradicional de la internación psiquiátrica donde el paciente era un agente pasivo
recluido en un ámbito que paradójicamente intentaba rehabilitarlo. Es él quien
desarrolla el concepto de Comunidad Terapéutica acuñado por Thomas Main en
1946
Jones entendía que los pacientes tenían una capacidad social que no era utilizada
en estos ámbitos, y que era necesario utilizarla de forma terapéutica, a partir de
las relaciones interpersonales entre los otros internados, y con el equipo
profesional y de planta. Desde esta mirada, se buscaba desarmar esa relación
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jerárquica entre paciente y profesional, y construir a partir de las propias
habilidades de los pacientes.
Otro de los grandes aportes, lo hizo, Charles Dederich un ex-alcohólico que funda
“Synanon” en California, la que fue una verdadera matriz de la Comunidades
Terapéuticas para Adictos dirigidas por no-profesionales. Esto implicó un gran
cambio y exigía un alto grado de voluntad y compromiso por parte de los
asistentes, estableciéndose un fuerte vínculo entre pares, con los operadores y la
institución. Entre los beneficios que se encontraron en este tipo de dispositivos
podemos mencionar que:
-En este modelo de Ayuda Mutua se desactiva más fácilmente actitudes de
simulación y mentiras.
- Se responsabiliza a los “adictos” sobre su tratamiento y rehabilitación
- Se genera una gran lealtad de grupo entre los “ adictos” que es utilizada en pos de la
retención en tratamiento. Este grupo de pares funciona como un “colchón
emocional comunitario” (Daniel Casriel, 1966) que reemplaza la sustancia al
momento de ponerse en contacto con sus sentimientos.
Estas comunidades terapéuticas pueden funcionar o bien con la modalidad de hospital de
día, o con la modalidad de internación. En el primer caso, quien asiste pasa allí
buena parte del día, pero a la noche regresa a su casa. En el caso de la
internación, el “adicto” está allí día y noche, y va “ganando” espacios de libertad,
de alguna manera, esto puede ser salidas transitorias, fines de semana en su
casa, hasta llegar al hospital de dia y luego el alta.
Este tipo de dispositivos se basa en una nueva socialización:
“ las comunidades terapéuticas retoman la idea que la subjetividad se establece a partir
de los vínculos con personas significativas, especialmente durante la primera
infancia, en un proceso conocido como socialización primaria. Siguiendo esta línea
de pensamiento, se puede advertir que las experiencias de reconversión se
reproducen una situación análoga a la de la niñez, en la medida en que la
subjetividad entra en crisis y se vive una situación de fuerte dependencia
emocional” (Pawlowicz et al., 2011, p. 175).
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5.3.2 Grupos de autoayuda
Uno de los modelos más conocidos mundialmente son los grupos de autoayuda.
Los mismos comenzaron en 1935 en Akron, Estados Unidos, cuando un hombre
de negocios intentando permanecer sobrio, busco a otro alcohólico para contarle
sus problemas. este alcohólico de Nueva York había observado que sus deseos
de beber disminuían cuando trataba de ayudar a otros "borrachos" a permanecer
sobrios. Luego se reunió con un médico y juntos fundaron Alcohólicos
Anónimos.Trabajando juntos, el hombre de negocios y el médico descubrieron que
su capacidad para permanecer sobrios estaba muy relacionada con la ayuda y
estímulo que ellos pudieran dar a otros alcohólicos. Así como compartir entre ellos
su experiencia, que a partir de entonces llevaron otros.
A partir de este modelo, surge también, Narcóticos Anónimos en la década del 50.
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.
Estos grupos son ambulatorios, se realizan en diferentes lugares y están abiertos
a todas las personas que quieran dejar de consumir alcohol o drogas. En ambos
casos, se pide la abstinencia para estar en los grupos.
Otra modalidad para tratar las adicciones tiene que ver con la atención
psicoterapéutica individual. La misma puede estar basada en las distintas
escuelas según el profesional tratante (podemos encontrar desde miradas más
cognitivas, gestálticas, o psicoanalíticas), a veces articuladas con algún
acompañamiento de un profesional psiquiatra, que permita el uso de medicación si
fuera necesario.
Instituciones propias del modelo médico hegemónico, son instituciones totales basadas
en la lógica del encierro y la segregación. En la actualidad esta modalidad se
encuentra limitada por la ley de salud mental, limitándose estos encierros a
situaciones puntuales donde este en claro riesgo la propia vida o la de terceros.
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Todos los aspectos de la vida del individuo se ven homogeneizados bajo la lógica
de la institución, y son regidos por las autoridades de las mismas. Se busca
inicialmente una desintoxicación, para luego continuar con un tratamiento
combinado (psicológico,psiquiátrico, grupos, etc).
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6. Análisis
Frente a esto, nos encontramos con otras instituciones donde parece primar la
idea de sujeto frente al objeto. La idea de subjetividad más allá del consumo o
problemática puntual. En el Centro de día Carlos Gardel, uno es una persona que
entre otras cosas consume sustancias psicoactivas, lo mismo para la Fundación
Intercambios o la Fundación Sedha o en la rotación que personalmente me tocó
en Sedronar, donde no solo se preocupan por el consumo, sino que también les
preocupa la falta de deseo, la posición subjetiva y la funcionalidad del consumo
para esa persona.
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El diagnóstico de adicción a ciertas sustancias puede ser válido para no mezclar a
todos con todos, como sucede en Avril, pero a la vez, pareciera ser un diagnóstico
que se limita a aquello que consume el sujeto y ese diagnóstico se vuelve
necesario complejizarlo, identificar la funcionalidad de ese consumo, entender de
qué estructura se trata, etc.
Por eso la pregunta es, si esta división de personas según lo que consume, es la
más pertinente para poder pensar tratamientos en conjunto o en grupos. La
variable económica y social aquí también juegan inevitablemente un rol
fundamental.
Claramente, por lo que todos conocemos y por lo que se escucha en las
rotaciones, es muy difícil la convivencia con una persona que es adicta a
sustancias psicoactivas. Por eso a veces la separación/segregación del resto, se
puede presentar como necesaria, y es necesario tenerlo presente y no
desconocerlo.
Por otro lado, resulta difícil pensar que la salud mental en Argentina este
preparada para tratamientos personalizados, como los del Centro de día Carlos
Gardel, que no separan al sujeto del contexto y que a la vez, se toman el tiempo
para intentar que el sujeto deje las sustancias, o por lo menos realice un consumo
menos dañino de la misma. La gran pregunta en esos casos es: ?que sucede en
el mientras tanto?.
Por otra parte, el Sedronar, que es la Secretaria que controla las organizaciones,
se ve también impedido de recomendar espacios que no cuenten con
profesionales, como es el de Alcohólicos Anónimos, o el de las Iglesias
evangélicas.
La práctica estará atravesada entonces por estas preguntas, por esta ubicación
(entre otras) del sujeto y del objeto. Qué vamos a mirar primero, que vamos a
tener en cuenta, cuáles van a ser las prioridades.
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En organizaciones donde el objeto consumido va por delante del sujeto, todo
parece estar organizado alrededor en principio de la abstinencia de ese objeto,
que como menciona Le Poulichet (1987), nos da una sensación de plenitud, de
prótesis, de ortopedia, en la operación farmakon.
En esas organizaciones como Alcohólicos Anónimos o El Reparo, la prioridad está
en relación al consumo de la sustancia, y en relación a eso, están los
comportamientos que llevan al “adicto” a consumir. Un adicto a sustancias
psicoactivas, volviendo a la primer pregunta, no sería igual al resto de los sujetos,
es diferente, tendría características diferentes que lo hacen ser quien es, y que lo
hacen adicto, como bien menciona Lewkowicz (1999).
En el Reparo, es tal esa identificación propia de la persona adicta, que tenemos
una lista de características propias de estos sujetos: mentirosos, manipuladores,
etc., etc., etc.
En estas organizaciones es más fácil unificar los tratamientos, proponer un mismo
tratamiento para todos, ya que supuestamente todos tienen iguales características
que permitirían verlos como sujetos que forman grupo simplemente a partir del
consumo de determinada sustancia.
Si en la relación entre objeto y sujeto, lo que determina la relación es el objeto,
pareciera una deducción lógica, que para terminar con la adicción, hay que
suprimir el objeto de la relación, por ello la abstinencia.
El objeto aparece primero, e inicialmente, tapa un poco al sujeto. El objeto es aquí
lo que agrupa, lo que prima en la relación.
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Podemos pensar que en ambos posicionamientos se busca que el sujeto pueda
salir de ese espacio de suplencia total que menciona Le Poulichet (1987), que
permite la operación farmakon, que como mencionábamos más arriba, si bien
funciona como veneno, también sana, y le da algo al sujeto que parece
completarlo por un momento al menos.
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Es decir, la adicción es una parte del sujeto, tanto como puede serlo su neurosis
(si esa fuera la estructura), o sus problemas vinculares, o sus relaciones sociales,
etc.
Sin que ello implique desconocer a esto como una parte importante, como una
parte que hay que tratar, la búsqueda estará en pos de encontrar qué
funcionalidad tiene ese consumo, buscando entender qué de ese consumo le
sirve al sujeto, que le es funcional, tratar de encontrar que es lo que ese consumo
intenta sanar por vía de lo real.
Así mismo estas instituciones están atravesadas por otras preguntas, ya que es
necesario tener en cuenta que siempre estaremos atravesados por alguna mirada,
que tendrá también su forma particular de acercarse a esta relación entre sujeto y
objeto, entendiendo que nunca hay miradas o posicionamientos neutrales, o
miradas que puedan abarcarlo todo.
En el caso del Centro de Día Carlos Gardel, por ejemplo, si bien el sujeto está por
delante del objeto, la mirada psicoanalítica de cierta orientación lacaniana de sus
profesionales, pareciera estar intentando catalogar al sujeto según ciertas
categorías estructurales de Lacan: ver si estamos frente a un sujeto neurótico o
frente a un sujeto psicótico, aún cuando este no haya tenido un brote.
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lo que, el grupo hace y no hace masa. Se identifica a otro, y se identifica con un
Otro con mayúsculas que lo excede.
En estas organizaciones nos encontramos también con esto que dice Fleischer
(2003), de la importancia de dar lugar a la experiencia compartida, a salir de ese
lugar de segregación de la droga o el consumo de alcohol, que parece
intransmisible, ese “solo yo sé lo que se siente” se desarma en el momento que él
que está enfrente también lo sabe perfectamente, el que está enfrente es alguien
que está en la misma que yo, que sufre lo mismo que yo, y lo que se genera es
diferente a una relación transferencial entre paciente y psicólogo. Ese grupo de la
posibilidad, como menciona también Recalcatti de la aparición de otros, más alla
de Otro.
Con todo esto, esta mirada tiene el riesgo que parece unir y segregar. Por un lado,
los une y los identifica entre sí, pero por otro lado, los segrega del resto de la
sociedad.
El lugar de adicto, se vuelve en esta sociedad plenamente identificable, y a la vez,
los pone en un lugar de aquello que se segrega, porque de alguna manera no
funciona bien como nos diría Lewkowicz (1999) o Foucault (2009) .
Sacar de la sociedad a aquellos que la sociedad enfermo. Separarlos de ella
misma. Separarlos por el daño que le generan al orden social que con sus cuerpos
denuncian. Para volver a hacer dóciles los cuerpos. Para volver a marcar la
disciplina social del tiempo, el espacio, que se nos marca a todos, y que no
debemos olvidar. Medicarlos para regular sus movimientos (Foucault, 2013).
Reeducarlos para volver a socializarse plenamente, tiene el peligro de tapar a la
sociedad enferma que los “enfermo”.
Separar a aquellos que gozan de la misma manera, encerrarlos en un mismo
lugar, en un ghetto como diría Lacan (en Naparstek ,2008, p.84) .
Para estas organizaciones, esa identificación debe funcionar de forma que ante
cualquier recaída que desmienta la fuerza de la misma, el sujeto se sienta
culpable, deba empezar de 0, perder derechos, es decir, se lo castiga por el daño
que ha hecho a este nuevo cuerpo social, que es el grupo de “adictos”.
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7. Conclusiones
Luego del recorrido por las instituciones y el análisis de las mismas a la luz de los
textos se puede arribar a algunas conclusiones.
Esta idea de divisoria de aguas entre las instituciones, respecto que va primero, el
objeto o el sujeto, puede ser un acercamiento que aparece como válido para hacer
una muy primera clasificación. Pero también es cierto que cuando uno se adentra
en el mundo de esas instituciones, como por ejemplo en comunidades como El
Reparo, estas dan lugar además de la identificación del grupo, también al espacio
individual de psicoterapia para el sujeto.
Es decir, si bien en un primer momento, si, se pone por delante a la abstinencia de
del objeto, como criterio fundamental para formar parte de la comunidad, también
se busca dar lugar con esto a la aparición de ese sujeto barrado por la sustancia.
Por otro lado, en los grupos de Alcohólicos Anónimos, si bien funciona un criterio
de identificación, se puede pensar como dice Recalcatti (2004) , que esta no es
una identificación de masa, sino una identificación de grupo, que da lugar a la
aparición del sujeto, aun cuando ese sujeto tiene a la vez, un vínculo con un Ideal
superior.
Buena parte de esta confianza, se entiende tendrá que ver con la particularidad de
esa relación dialéctica que el sujeto tenga con el objeto, y es por ello, que se
aparece como esencial considerar a esa relación, es decir, es siempre el sujeto y
la funcionalidad que le otorga al objeto, quien tiene un lugar central.
Eso no busca negar que es posible que el objeto haya tomado para el sujeto un
lugar tan totalizador en su vida, que la salida a ello, sea necesariamente de la
misma manera totalizadora. Pero para ello, nos obliga a posar la mirada en la
parte del sujeto de la relación. Y reconocer que si bien esa relación puede ser
dialéctica, es llevada adelante por el sujeto. Ahora bien, este objeto, no es uno
más, es un objeto, es uno que degrada y simplifica al consumidor, como bien nos
dice Burroughs (2006). Y eso, hay que también tenerlo muy presente.
Es importante decir, que más allá del lugar de la relación en el que se ubiquen
estos factores, o la confianza que puedan depositar en el sujeto para salir de ella,
las instituciones intentar acercarse a esa complejidad, con distintas formas de
entrada (a través de la abstinencia algunas, otras de otra forma) pero todas le dan
lugar a la palabra en algún momento, y a ese sujeto social del lenguaje que
mencionaba Lacan en sus escritos.
Esos acercamientos no son excluyentes, pero como decíamos, tienen un orden
diferente, tienen una mirada que los distingue y eso lleva a tratamientos que
podemos diferenciar.
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7.1 Breve clasificación de instituciones visitadas:
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8.Reflexiones finales
Por ello, es imposible pensar que solo una perspectiva sea válida: ni la perspectiva
de reducción de daños ni la de la abstinencia. Cualquier respuesta uniforme que
se anticipe al pedido del paciente, a la necesidad del sujeto, estaría anulando esa
subjetividad a partir de la nuestra.
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Es necesario pensar que ambas pueden ser válidas, dependiendo a la persona
que tengamos enfrente, o incluso para la misma persona ambas pueden ser
complementarias. Es necesario que ninguna se excluya, que ninguna se
absolutice. Que ninguna estigmatice. Que ninguna diga que uno es adicto de por
vida. Que ninguna diga que la otra no sirve.
Pensar las adicciones nos obliga, como en cualquier otra problemática, poder
pensar que hay tantas opciones como subjetividades. Poder pensar desde el
paradigma de la complejidad, permitiendo que exista el orden, la claridad, pero
entendiendo que lo incierto y la incertidumbre forman parte del descubrimiento y
más cuando se habla de la subjetividad del ser humano.
Es necesario así mismo no desconocer el contexto sociocomunitario en el que
desenvuelve el sujeto, que en muchos casos, está en condiciones de extrema
vulnerabilidad, (personas en situación de calle, con graves problemas de salud, de
vivienda y/o con un contexto familiar problemático o inexistente, como he
presenciado en rotaciones). En ellos, puede ser, que se vuelvan necesarias estas
instituciones que son totales, que toman al sujeto entero, que lo colman de
significantes nuevos, aunque a veces estos sean religiosos, que lo explican todo
de nuevo y que les dan un lugar, que no los rechaza y que a su manera
absorbente, si bien los borra subjetivamente, los aloja, aunque parezca
contradictorio.
Es necesario poder pensar por fuera de cualquier prejuicio cuando nos acercamos
a este tema o cualquier otro. Sin desconocer a la psicología como ciencia, sino
todo lo contrario, reconociendola como la ciencia que permite reconocer la
subjetividad y trabajar con ella, y entendiendo que en muchos casos, ese trabajar
con el sujeto de esa manera significa derivarlo a instituciones que no trabajan de
la misma forma que nosotros lo haríamos, o que no cuentan con profesionales de
la salud mental, pero que cuentan que una experiencia considerable y una forma
de trabajo utilizada durante décadas, como es el caso de Alcohólicos Anónimos
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(cuyo tratamiento ha acompañado a muchas personas a dejar de tomar alcohol),
que puede no servirle a todos, pero que no parece hacerle daño incluso a quienes
no les da resultado ese método.
Es necesario retornar a Freud y su planteo de reconocer la subjetividad del sujeto.
Trabajando con la apertura necesaria para responder satisfactoriamente a cada
subjetividad y las necesidades que presenta.
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El mismo sujeto puede necesitar en diferentes momentos de su vida, distintos
tipos de tratamiento, distintos tipos de acercamientos. Entender a la persona como
un sujeto que evoluciona de diferentes formas, lo que da lugar a diferentes
necesidades en el transcurso de su vida. Que interpreta y reinterpreta su propia
historia y sus propias necesidades, y que llena esos vacíos existenciales de
diferentes formas durante las diferentes etapas.
En el mismo sentido tenemos que pensar respecto al tipo de dispositivo a
utilizarse, los mismos trabajan diferentes cosas en diferentes momentos, no se
anulan, no se excluyen, en todo caso se complementan. En la mayoría de los
lugares se trabaja ya con una lógica complementaria respecto a los dispositivos,
entendiendo que se puede trabajar cosas en grupos, otras en terapias
individuales, y otras a través de actividades.
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principio, que necesitan salidas más totales, como decíamos más arriba. Y otros
que van a necesitar salidas menos tajantes.
Significa tomar al sujeto y sus necesidades, tomar al sujeto y lo que haya o quede
de su pulsión de vida, para darle según su subjetividad única, una posibilidad más
de enfrentar o poner algo que no sea un objeto total en su relación con su vida y
sus malestares.
No hay una única salida posible de la adicción, porque no hay un único sujeto. No
hay una única salida válida, porque ningún sujeto es igual al otro.
Los adictos no son diferentes al resto, son igual de diferentes de los que los
somos todos.
No podemos caer en reduccionismos, cuando lo que está en juego es la
subjetividad y la vida.
No podemos caer en reduccionismos porque esa es la mejor manera de
acercarnos a la complejidad de cada individuo social.
No podemos caer en reduccionismos, ni recetas mágicas ni soluciones eternas,
porque simplemente como seres humanos estamos en constante cambio.
Como nos dice Emiliano Galende (1990) (en Pawlowicz et al., 2011, p. 174):
Para ello parece fundamental seguir trabajando en una clara clasificación de las
instituciones y poder comprender en qué casos y en qué momentos de estas
trayectorias serán necesarios unas u otras. Es posible que en momentos donde la
relación entre el sujeto y el objeto se haya vuelta demasiado asimétrica,
volviéndose al sujeto inmanejable, sea necesario apelar a aquellas instituciones
que pongan el objeto por delante, asi como esta funcionando en la relación del
sujeto. En otros momentos u en otros casos puede ser válido un acercamiento
donde el sujeto esté por delante. Pero para ello es necesario evitar los discursos
excluyentes o invalidantes por parte de los profesionales y de las instituciones,
que luego sea el sujeto el que los porte, y que se sienta limitado por algunas
opciones, que pueda necesitar, pero que fueron previamente invalidadas por
discursos ajenos. Deberíamos ser los profesionales de la salud mental los
primeros que pongamos por delante al sujeto, y no lo objetivicemos. Entendiendo
que puede haber tantos tratamientos válidos como subjetividades, y que esas
subjetividades no son ni serán estáticas.
Nos preguntabamos casi al inicio de esta tesis, cómo pelear contra un objeto que
niega la falta, que completa, que llena aunque sea por un momento al sujeto, que
vive en un mundo que lo deja muy seguido, desprovisto de todo.
Este no fue el tema de esta tesis, ni va a serlo ya en estas reflexiones, pero sí
claramente, es necesario estar a la altura de las circunstancias en la “ batalla”
contra las adicciones, y para ello es necesario de hacernos de todas las
herramientas, contar con todos los actores y todos los tratamientos que puedan
aparecer a suplantar ese objeto que completa pero mata.
Es necesario darle todos los espacios al sujeto para cambiar de hábitos, para
cambiar esa prótesis que es la droga o el alcohol, por otra o por otras, que den
espacio a la vida, y que serán aquellas que el sujeto necesite en cada caso, y en
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cada momento de su trayectoria, y como cada necesidad es única, y tiene que ver
con un lugar y un momento, no es posible prefigurarla de antemano, más allá de
las preferencias profesionales de cada uno de nosotros.
Y por otro lado, desde una perspectiva sociocomunitaria es necesario el trabajo
interdisciplinario para analizar las causas sociales que configuran esta sociedad
que produce estas enfermedades, y moldean los aparatos psíquicos de los
individuos. Y así fortalecer un abordaje integral que nos ayude a prevenir en vez
de dedicarnos solo a “curar”.
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“La vida sin drogas ni alcohol es imposible, aburrida, sin sentido, mejor
morir, mejor seguir igual, mejor sufrir que disfrutar de la vida sin
drogas y alcohol. ¿Cómo es eso?¿Mejor sufrir que disfrutar de la vida
sin drogas ni alcohol? Así de grande es el problema, así de sutil la
locura, así de oscura la condición del alma, así de incurable la
enfermedad que doblega al adicto” Cuenta Pablo Ramos (2017),
mientras rememora las palabras de su anfitrión en su primera visita a
los grupos de Narcóticos Anónimos:
“Pase lo que pase, vos vení, que acá te vamos a querer hasta que
puedas quererte solo” (p.12).
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9. Bibliografía consultada:
Abc News, “Whitney Houston Admits to drug use in Diane Sawyer ABC News
Interview” (2002), recuperada en https://www.youtube.com/watch?v=8nzV5UL4CjA
(20-4-2020)
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Goltzman P. (2016) “Memorias del Encuentro. Intervenciones desde la Reducción
de daños, Perspectivas y desafíos actuales”.Buenos Aires, Argentina.
Intercambios Asociación Civil.
Lacan J. (1987) , El seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis, Buenos Aires, Argentina, Paidós.
Ramos P. (2017) “Hasta que puedas quererte solo” , Buenos Aires, Argentina,
Alfaguara.
Recalcati, M. (2004), “La cuestión preliminar en la época del Otro que no existe”
en Virtualia, volumen 10.
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Recalcati, M. (S.f), “La Función del Pequeño Grupo en la lógica del Psicoanálisis”,
en Informes al Primer Congreso de la AMP, (S.d)
Tarrab, M. (2000a), “Una experiencia vacía”, en Más allá de las droagas, Bolivia,
Plural editores, pp 119-126.
Tarrab, M. (1994), “La segregación del otro”, Ponencia del TyA presentada la
Jornada de I.C.F., París, Francia.
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