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All content following this page was uploaded by Galimberty R. Ponce Flores on 12 May 2020.
JUSTICIA Y
DERECHOS
HUMANOS
Revista del Ministerio de
Justicia y Derechos
Humanos
2019
ALTA DIRECCIÓN
CUERPO EDITORIAL
Directora General de Desarrollo Normativo
y Calidad Regulatoria : Sara Esteban Delgado
Director de Desarrollo Jurídico y Calidad Regulatoria : César Zarzosa González
Directora de Sistematización Jurídica y Difusión : Ana María Valencia Catunta
Abogada : Jacqueline Lamela Chanamé
SEGUNDA SECCIÓN
I. INTRODUCCIÓN
Abogado por la Universidad Nacional del Altiplano de Puno. Correo: galimberty@gmail.com
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denominada conciencia nacional que tuvo como objetivo que el hombre peruano se
apegue a la razón para lograr la defensa de la libertad y la justicia. En este escenario,
fácilmente se puede prever que florecerá con mucho éxito la diversidad y, a su vez, el
contenido igualitario de la república alcanzaría sus más altas aspiraciones con el
transcurso del tiempo, pero ello no fue así tal como lo explicamos a continuación.
En tal orden de cosas, cabe mencionar que este trabajo ofrece algunos argumentos
para debatir acerca de la importancia que ostenta el diálogo intercultural en materia de
derechos humanos, esto es, perfilar la comprensión de los derechos humanos desde la
perspectiva intercultural. Hasta el momento las cosas parecen andar tranquilas, ya que se
tiene idea que los derechos humanos son valores y fines esenciales que responden a una
forma de organización de la sociedad, a su vez, sirven para garantizar que el poder público
evite invadir o limitar injustificadamente los derechos; y por su parte, la interculturalidad
1
En este caso, el ejercicio legítimo del derecho supone que la implantación del mismo es un escenario
cultural distinto se haya producido previo consenso y acuerdo, es más, se debe respetar las prácticas y
formas de comprender los derechos que poseen las personas en el marco de la diversidad cultural, ya que
el esquema o sistema de valores tiende a varias de cultura en cultura o sociedad en sociedad, por lo tanto,
sería peligroso imponer solo una visión de la noción de derechos, sino que debe quedar un espacio abierto
de diálogo y comprensión, solo así estará garantizada la legitimación acerca de la visión de los derechos.
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ofrece propuestas para tejer lazos y herramientas suficientes para el diálogo de iguales en
la diversidad. Frente a ello, resulta trascendental establecer una relación o puntos de
encuentro entre derechos humanos e interculturalidad para así lograr y alcanzar el diálogo
intercultural. Y es que los derechos humanos son la expresión de un tipo de sociedad
moderna que coloca al ser humano en el centro de todas las relaciones –en especial su
dignidad–, sin embargo, en otras sociedades no se presenta así, ya que el esquema de
valores es variado, por lo cual, se pueden producir enfrentamientos o malos entendidos,
siendo así resulta necesario encontrar puntos de intersección o comunes y a partir de ahí
generar diálogo, esto es lo que busca la interculturalidad2.
El Perú es un país diverso donde confluyen y coexisten todas las sangres, por ende,
se refleja como una nación plural donde se vive “la alegría de ser distintos y a la vez
iguales” (Neira, 2009). Existe una mezcla cultural donde lo heterogéneo se muestra en
toda su plenitud. Esta tradición de diversidad es una herencia que se remonta hacía
muchos años hacia atrás, ya que el Perú según Degregori (2004) es el resultado de una
larga y compleja historia que inició hace varios de miles de años atrás, por eso, se sostiene
2
Es posible sostener lo mismo de la noción de tolerancia, ya que tolerar según Faerna citado por Marciani
(2019), supone crear reglas de juego que sean útiles para crear un esquema de valores que se puede
compartir desde un diálogo no coactivo, esto resulta bastante útil, pero en este trabajo optamos por la
interculturalidad que es como una entrada relativamente novedosa al asunto.
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que dicho proceso inicia desde el momento en que los primeros pobladores realizan la
domesticación de plantas y animales, ya que dicha actividad se realizaba de diversas
formas. Luego esa variedad fue aumentando y nutriéndose a medida que se producía la
migración desde numerosos lugares teniendo como destino el país, lográndose con ello el
incremento de la composición demográfica. Posteriormente, se produjo la invasión y
conquista de territorio peruano que tuvo efectos letales para las poblaciones y culturas
autóctonas. Entonces, se desprende que el proceso histórico en el país no fue lineal ni
uniforme, ya que se presentaron diversos episodios que pusieron en cuestionamiento la
diversidad existente.
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En el país la heterogeneidad cultural se manifiesta muy temprano –desde el Perú antiguo–, es más,
podemos decir que la formación de la nación peruana tiene como precedente innegable la confluencia de
diversas poblaciones o civilizaciones agrupadas dentro de determinado sistema cultural y social.
Efectuando rápida revisión de la historia del país, apreciamos la presencia de culturas como son Chavín,
Paracas, Vicús, Mochica, Nazca, Tiahuanaco, Huari, Inca, Reinos Aymaras, entre otros, los mismos que
son parte de la formación y consolidación de la civilización peruana. Estas sociedades han elaborado
complejos sistemas de interrelación y administración del poder, asimismo, su sistema económico se basó
en la ganadería y la agricultura (Kauffmann, 1992). Luego, en los inicios de la república (1812), se constata
que la conformación étnica y cultural del Perú se dio de la siguiente manera: 954,799 indios (63% de la
población), 287,486 mestizos (19% de la población), 178,025 españoles (11,8% de la población) y 89,025
esclavos (5,9% de la población) (Contreras y Cueto, 2016). Posteriormente, en el año de 1876, la masa
indígena estaba compuesto por 1’554,678 personas, esto alcanza el 57.5% del total de la población peruana,
y, el restante de los grupos sociales estaban integrados de la siguiente forma el 24.8% son mestizos, el
13.7% blancos, el 1.9% negros y 1.8% asiáticos; adicionalmente, hay que anotar la agravante que el 100%
de la población indígena eran analfabetos (Espinoza, 1988, p. 230). En este punto de la historia, también,
alcanzamos a encontrar que hay una conformación cultural variada (distintas razas, culturas y posiciones
sociales).
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El Ministerio de Cultura ha elaborado una Base de Datos dando cuenta de forma general que en el Perú
existen 55 culturas; en concreto, ha indicado las siguientes cifras: 605 comunidades campesinas y 1469
comunidades nativas (MC, 2014). Este hecho demuestra que el país es diverso desde la perspectiva cultural.
5
El mismo Ministerio de Cultura e Inés Pozzi, indican que en el país se encuentran vigentes alrededor de
47 lenguas originarias y, aproximadamente, 37 extintas (Pozzi, 1997; MC, 2014).
6
Jorge Basadre describe que “los conquistadores encontraron diversas clases de indios. Las civilizaciones
aborígenes se basan en la agricultura y pastoreo de auquénidos […]. Allí donde había existido civilización,
es decir, agricultura desarrollada, la población indígena fue perdurando ya en su pureza parcial, ya dentro
del mestizaje” (Basadre, 2010). Lo cual demuestra que el país se encontraba insertada dentro de la
diversidad cultural.
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que marcaron el estilo de vida de los moradores peruanos tanto en la esfera privada y
pública. En tales condiciones, lo que no puede ocurrir es que se niegue y trate de
desaparecer la pluralidad de manifestaciones culturales que se presentan en todas las
esferas de la vida social del país, más bien, por el contrario, la tarea común es promover
y fortalecer esa imagen heterogénea.
El Perú es una síntesis de diversidad, por ende, las diferentes épocas y periodos
de su historia, en este caso, según Silva (1982), la antigua, el colonial y la republicana
están atravesados por la razón de la pluralidad y diversidad cultural. En cada etapa
histórica, el asunto de la diversidad cultural subyace de distintas formas, tal como puede
ser en las costumbres, en la cosmovisión, formas de vida, entre otros, sin embargo, en
muchas ocasiones esa pluralidad casi no fue entendida ni comprendida o, por lo menos,
vista como una oportunidad para construir una nación donde impere la igualdad y equidad
de condiciones, es más, con la llega de la república se buscó reforzar y proyecta la imagen
del país como una nación donde, según Contreras y Cueto (2016), concurren la asociación
de hombres políticamente libres y económicamente autónomos. En tales condiciones, la
república debía ser el mejor momento para pensar la identidad, la nación, la
pluriculturalidad, la sociedad, el Estado, la forma y contenido que debía albergar la
Constitución, sin embargo, no ocurrió ello. Y es que en pleno desarrollo de la república,
el país se encontraba en una abismal división social y de clases, ya que en ese momento
estuvo presente la dicotomía de la república de indios y la república de españoles (Burga,
1988). Tal división social se agrandó y mantuvo por varios años, inclusive, se podría
afirmar que persiste hasta la actualidad; con relación a ello, en síntesis se puede sostener
que: (i) la república de indios respondía al grupo social que permanecía sojuzgado y
sometido al orden gubernamental y económico español, y, (ii) la república de españoles
estaba integrada por gente de origen español (nacido en España, el Perú o cualquier lugar
de las indias) y que el poder económico-político recaía exclusivamente en este sector de
la población. En consideración de Espinoza (1988), estas dos repúblicas permanecían
separadas o se presentaban a espaldas la una a la otra, además, dos rasgos comunes
concurrían: la dominación y explotación de un sector social (república de españoles)
sobre otro grupo de la población (república de indios). Estas divisiones de clases o
sectores sociales basadas en las condiciones económicas y sociales, logró desequilibrar
las relaciones políticas y sociales entre la población, al mismo tiempo, se frustraron las
aspiraciones de la república y con ello el reconocimiento así como los esfuerzos por
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“negociación simbólica y política” (Estermann, 2010), por ende, se aplica lo mismo para
los derechos humanos, esto es, buscar nuevos entendimientos de los mismos a través de
la negociación y diálogo –se puede indicar que el diálogo intercultural sirve para no cerrar
y bloquear el diálogo entre las culturas–.
Hacia finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, en el Perú, es común hablar del
Estado Constitucional o Estado Constitucional Democrático. Este tipo de Estado
representa la superación de una época oscura y lleno de autoritarismos, o como lo
menciona Atienza (2008) la crucificación de los abusos cometidos en nombre de la ley
en la cruz de la Constitución. Lo más importante del Estado Constitucional es que su
propósito más elevado se concentra en la protección de los derechos humanos y la
regulación o control de los poderes. La noción de dignidad humana se preconiza con
bastante notoriedad, ya que sobre ella descasa el edificio de los derechos, en ese orden,
según Marinoni (2015), la esencia del Estado Constitucional está compuesto por la
realización de los derechos humanos, a su vez, dichos derechos reciben la fundamentación
de la idea de dignidad humana, en concreto, aquella noción que defiende la autonomía y
el valor propio (inalienable) que tiene la persona como tal. La más alta judicatura del país,
el Tribunal Constitucional, sostiene que la dignidad humana es una cualidad inherente a
la persona en cuento ser humano, forma parte de ella y es inseparable de ella, por lo cual,
el reconocimiento expreso en el texto constitucional supone que la fundamentación del
ordenamiento jurídico no depende de un valor suprapositivo o de un poder político
determinado; todo lo contrario, tal configuración jurídica significa que la dignidad
humana es el prius lógico y axiológico de todo el sistema constitucional. Esto ha
conllevado a sostener que la dignidad de la persona se erige como el fundamento
ontológico de los derechos humanos, desplegando su proyección hacia ellos, y a la vez,
como el valor supremo del ordenamiento jurídico en su conjunto (Exp. N° 00020-2012-
PI/TC f. j. 75). Estas ideas se proyectan como razones esenciales, esto es, no pueden ser
modificados o repensados desde ningún punto de vista, ya que poseen una
fundamentación racional y objetiva.
Los ejemplos que se han colocado denotan que dentro de una determinada cultura
se promueve el individualismo –trabajo esforzado en base al individuo–, en cambio, en
otra cultura con toda comodidad el mismo trabajo puede ser realizado en colectividad,
incluyendo el yo-nosotros-diverso. En cambio, con relación al derecho a la educación, se
ha podido notar que en determinada cultura se podría presentar la desigualdad y la
discriminación, ya que solamente se mira privilegia a una persona para que pueda
educarse, por lo tanto, para solucionar o implementar ciertas estrategias de solución se
requerirá de la visión de los derechos humanos. En suma, queremos dejar en claro que
reproduciendo ideas Sousa (2006) que el principio de incompletitud se presente en casi
todas las culturas y saberes, solo de allí –la incompletitud– garantiza que se abra el
diálogo, ya que todo conocimiento o cultura requiere ser nutrida y complementada para
garantizar su existencia, entonces, lo mismo sucede con los derechos humanos, ya que
mirar solamente desde una perspectiva reproduce escenarios de incompletitud, la misma
que debe ser completada mediante el diálogo intercultural.
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V. CONCLUSIONES
Con todo lo analizado hasta aquí, se aprecia que en todos los momentos o circunstancias
históricas por los que tuvo que atravesar el país, siempre estuvo expuesto a la diversidad
o pluralidad cultural, sin embargo, el reconocimiento y comprensión de la heterogeneidad
no fue pacífica, más bien enfrentó momento difíciles como son discriminación y
exclusión, al mismo tiempo, el ejercicio de los derechos y libertades se convierte en un
privilegio centrado en un determinado grupo social. Más allá de ello, se advierte que el
corazón del país late en la riqueza de la diversidad, siendo un elemento central para
comprender y construir una mejor nación, por eso, citando a José María Arguedas, se
puede indicar que no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana;
todos los grados de calor y color, de amor y de odio, de urdiembres y sutilezas, de
símbolos utilizados e inspiradores.
diálogo y los involucrados en la misma participan y tienen mismo valor así como
legitimidad, por ende, no se producen desniveles o desequiparaciones, entonces, con esto
se cumple la condición de que los participantes poseen la información y los recursos
necesarios para expresar sus ideas –o en otras palabras, participar en el diálogo–.
Atienza, M. (2008). Ideas para una filosofía del derecho. Una propuesta para el
mundo latino. Lima: Universidad Inca Garcilaso de la Vega.
Ansión, J. (2007). La interculturalidad y los desafíos de una nueva forma de
ciudadanía. Educar en ciudadanía intercultural. Experiencias y retos en la formación
de estudiantes universitarios indígenas (2007). Editores: Juan Ansión y Fidel
Tubino. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Barranco, M. (2009). Teoría del derecho y derechos humanos. Lima: Palestra
Editores.
Barroso, L. R. (2014). La dignidad de la persona humana en el derecho
constitucional contemporáneo. La construcción de un concepto jurídico a la luz de
la jurisprudencial mundial. Bogotá: Universidad Externado de Colombia.
Basadre, J. (2010). Perú Independiente. Lima: El Comercio.
Burga, M. (1988). La sociedad colonial. Nueva historia general del Perú. Un
compendio. Lima: Mosca Azul Editores, pp. 63 – 85.
Contreras C. y M. Cueto (2016). Independencia. Los antecedentes y el proceso
(1808-1826).Tomo I. Lima: Editorial Septiembre.
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