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REBELIONES ANDINAS DEL S.

XVIII
El libro intenta reformular la historia detrás de los movimientos sociales que
abarcan el siglo XVIII en el virreinato del Perú. Hasta la actualidad, la
historiografía se limitó a explicar los movimientos sociales del siglo XVIII
centrándose en la rebelión de Túpac Amaru entre 1780-1781 y analizando las
revueltas del Bajo Perú separadamente de las que ocurrieron en el Alto Perú.
Salvo algunas excepciones, la literatura secundaria sobre los levantamientos
sociales en la colonia se concentra en la región surandina y, principalmente, en
la segunda mitad del siglo XVIII, dejando de lado las regiones central y norte
del virreinato, así como el descontento social emergido durante la primera
mitad del siglo XVIII, los cuales permanecen inexplorados.
La falta de información concerniente al periodo colonial, llevó a muchos
historiadores a elaborar un esquema de los movimientos sociales. Sin
embargo, el defecto principal de este esquema es que las rebeliones aparecen
como movimientos aislados y descoordinados, generando consigo que el
historiador no tenga la perspectiva del proceso general detrás de la misma.
Ante ello, la autora del libro, Scarlett O’Phelan, en vez de describir las revueltas
en un orden cronológico, las explica a modo de “coyunturas”, es decir en
periodos más o menos bien definidos de descontento social o concentraciones
de revueltas que, eventualmente, culminaron en rebeliones.
Gracias a ello fue posible detectar tres coyunturas de rebelión en el curso del
siglo XVIII: la primera tuvo lugar entre 1726-1736, durante el gobierno del virrey
Castelfuerte, la segunda coincidió con la legalización del reparto (1751-1756) y,
la tercera coyuntura de rebelión fue estimulada por las Reformas Borbónicas
llevadas a cabo por el visitador José Antonio Areche desde 1777 en adelante.
En el caso particular del reparto, cuya legalización coincide justo con el inicio
de la segunda ola de intranquilidad social, puede notarse que afecta
principalmente a la población indígena y, en menor grado a los mestizos,
siendo los criollos quienes perciben algún tipo de beneficio de ello. Cabe
recalcar, además, que tanto la primera como la tercera coyuntura comprometen
el sector central de la economía, la minería.
El sector minero cumple un rol importante en ambas coyunturas rebeldes, ya
que cualquier interferencia en su funcionamiento afecta las otras ramas
productivas. Es así que, plateros y mineros aparecen como elementos activos
durante la primera y tercera coyuntura rebelde. Dentro de ese contexto, arrieros
y cargadores envueltos en los circuitos comerciales mineros se convierten en
figuras clave en las rebeliones, ya que por su movilidad geográfica propagan
con mayor facilidad la intranquilidad social.
Es importante resaltar también que el mayor número de revueltas durante el
siglo XVIII ocurrió en la sierra, y que las rebeliones de más largo alcance
tuvieron lugar en la región surandina. Lo anterior guarda relación con el hecho
de que en la sierra se emplazaron dos de los tres sectores económicos más
importantes como son la producción textil y la minería.
Uno de los puntos más resaltantes son las Reformas Borbónicas, ya que
generan un ambiente de intranquilidad y rebelión no solo en el virreinato del
Perú, sino también en las colonias españolas en su conjunto, generando
eventualmente el descontento del grupo social más poderoso: los criollos.
Por otro lado, resulta erróneo describir los levantamientos del siglo XVIII como
“rebeliones indígenas”, ya que en las dos coyunturas más importantes tanto los
mestizos como los criollos están profundamente comprometidos en los
sucesos.
Aunque las rebeliones de mayor envergadura estallan en centros urbanos de
importancia como Cochabamba, Arequipa, La Paz, etc., las revueltas tienen
lugar principalmente en pueblos del interior. Dentro de ese contexto, la rebelión
de Túpac Amaru, que estalla en Tinta, fue una excepción, ya que, al ser una
provincia del interior, periférica al Cusco, no podrá ser reprimida tan fácilmente
por las fuerzas realistas acantonadas en las ciudades principales.
La falta de un partido político durante el periodo colonial, y la existencia de una
economía basada en unidades domésticas de producción y clanes familiares,
contribuyen a hacer de los lazos de parentesco un medio efectivo para
involucrar gente en los movimientos sociales.
El descontento agrario como fenómeno tan común en el Perú del siglo XIX,
parece no jugar un papel significativo en los levantamientos sociales del siglo
XVIII, ya que los problemas agrarios son indistintos de los fiscales y opacados
por estos últimos.
Finalmente, se puede evidenciar que el propósito del autor ha sido mostrar los
factores que desencadenaron las más grandes olas de descontento tales como
los de carácter político, fiscal y administrativo.

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