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Alfredo Jerusalinsky

Psicoanálisis del autismo

OM
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DD
LA
FI


Ediciones Nueva Visión


Buenos Aires

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Colección Alternativas en Salud Mental
Dirigida por Haydée Echeverría

Otros títulos de esta colección:

Ricardo Rodulfo (comp.)


Pagar de más

OM
N. Fejerman y E. Fernández Álvarez
Fronteras de neuropediatría y psicología

Alicia Fernández
La inteligencia atrapada

I Marey y M. Farinati

.C Reflexiones sobre Jardín Maternal

Nora E. Elichiry (comp,)


El niño y la escuela
DD
Marta Schufer y otros
Así piensan nuestros adolescentes

Alfredo Jerusalinsky
LA

Psicoanálisis del autismo

Gregorio Baremblitt
Saber, poder, quehacer y deseo
FI


Titulo del original en portugués: Psicandlise do Autismo


Publicado por Editora Artes Médicas, Porto Alegre

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OM
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Traducción de Ofelia Castillo
DD
2° Edición: Abril 1997
LA
FI


ISBN 950-602-157-0
1988 por Ediciones Nueva Visión SAIC
Impreso en la Argentina

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INTRODUCCIÓN

OM
.C
Psicoanalizar el autismo Implica enfrentarse con problemas
cruciales de la teoría psicoanalítica, ya que la clínica del
psicoanálisis es su propia teoría. Particularmente en ci autismo
DD
nos encontramos frente a interrogantes fundamentales: el proceso
de constitución del sujeto y sus coordenadas; femineidad y
función materna articuladas en torno del falo; las psicosis en la
infancia; la transferencia en las psicosis y, más aún, en las
LA

psicosis infantiles.
Queremos hacer algunas consideraciones introductorias respecto
de estos temas.
FI


La transferencia

Advertimos que este texto no desarrolla el tema de la


transferencia en las psicosis infantiles.
Dado que la transferencia es un tópico fundamental, obviamente
no está ausente de nuestra practica psicoanalítica, pero la
densidad del problema no ha sido aún suficientemente trabajada
por nosotros, hasta el punto de intentar una elaboración que llegue
a ser valiosa para el lector.

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Quedamos, por ello, en deuda con ese controvertido concepto en
el campo de las psicosis de la infancia.

El lenguaje, el bebé y el sujeto

El hecho de que un cachorro de la especie humana nazca sano no

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es suficiente, a pesar de su integridad neurofisiológica, para
garantizar la constitución en él de un sujeto psíquico. Ese
cachorro, el más prematuro de todas las especies, requiere
prolongados cuidados para sobrevivir. Poro tampoco estos
cuidados bastan, ya que la mera satisfacción en el nivel de lo real

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no produce el corte que pondrá al niño en relación con el campo
de la palabra.
DD
El eje del proceso constitutivo del sujeto no reside ni en la
satisfacción ni en la frustración de sus necesidades.
Tampoco hay en este espécimen automatismo genético alguno
que garantice per se tal proceso. La operación que lo sitúa se
define en otro nivel: el del significante.
LA

"Las palabras fundadoras, que envuelven al sujeto, son todo


aquello que lo constituye: sus padres, sus vecinos, toda la
estructura de la comunidad, que lo constituye no solamente como
FI

símbolo sino en su ser. Son leyes de nomenclatura las que, por lo


menos hasta un cierto punto, determinan y canalizan las alianzas a
partir de las cuales los seres humanos copulan entre si y terminan
por crear. No son otros símbolos, sino también seres reales que, al


llegar al mundo, poseen inmediatamente esa pequeña etiqueta que


es su nombre, símbolo Esencial de lo que les está reservado"
(Lacan, 1983, p.37).
Esas palabras que obviamente no son comprendidas por el bebé i
como algunos malintencionados o ingenuos intérpretes de las
ideas de Lacan quisieron entender) llegan hasta el niño porque
todo acto que se cumple en relación con él está capturado en un
discurso; discurso que se expresa en los movimientos esbozados,
en las actitudes del otro, con quien el niño se identifica orientado
por el deseo materno. Dado que ese deseo se articula en lo que le

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falta a la madre, el falo, este se convierte en el orientador de esas
identificaciones "que utilizan lo imaginario como significante"
(Lacan, 1970. p. 91).
Es importante señalar aquí que lo que permite la ruptura de la
continuidad entre la madre y el hijo es la intromisión de un
discurso que, operando en la madre la castración simbólica, obliga
ambos a hacer referencia a un tercero. Es precisamente de esta
referencia que estamos hablando cuando mencionamos el
significante, ya que el padre se hace presente a través de su

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nombre, que es significante fundamental. Sabemos que este
Nombre-del-Padre representa la ley de la prohibición incestuosa
y, por extensión, la restricción del goce que lanza al niño y a la
madre al campo del deseo; deseo cuyo objeto encuentra en el falo
la simbolización esencial.

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Vemos así que estamos muy lejos del mero cuidado materno; las
coordenadas de la constitución del sujeto pueden atravesar el
DD
campo materno, pero solamente a partir de un determinante
propio del campo paterno: el falo articulador simbólico de la ley.
No se trata de un binomio inicialmente completo que se rompe
después por obra del desarrollo; se trata de una triangulación
edípica que quiebra, en el comienzo mismo, toda completud del
LA

ser.
En efecto la madre escribe sobre el cuerpo del niño la serie
significante que la afecta en relación a él. No podrá hacer de él su
FI

objeto erótico y eso genera un trazado discontinuo en sus


aproximaciones al cuerpo del niño. Por eso Lefort nos brinda esa
clara idea de que "el Otro está incluido en la superficie del sujeto;
ésta es la primera forma de identificación » través de la cual el


sujeto empieza a constituirse como tal, en una forma que debe


llamarse de incorporación, con la condición de destacar su lógica,
o sea, su topología de superficie" (1983, p. 59), El Otro hace un
corte en el cuerpo del niño.
Esa escritura, originariamente reprimida, compone el
conocimiento Inconsciente que permitirá a! niño de escasos dos
años de edad lanzarse al ejercicio del complicado arte del
lenguaje con una habilidad increíble. La vertiginosa velocidad con
que el niño estructura su expresión lingüística sólo tiene esta
explicación: fue concebida como ya capturada en la red

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significante, y a partir del nacimiento mismo fue recibiendo sus
impactos.

Función materna

Dedicamos a este tema dos capítulos, el 4 y el 5, aunque nos


parece necesario abordar una cuestión previa.

OM
Entendemos que, en sentido estricto, lo que hace función es aquel
factor que determina todas las otras variaciones y en relación al
cual, por oposición, se diferencian los demás elementos de la
operación. Esto si tomamos como modelo aquello que en lógica
matemática se llama fundón analítica: función compleja,

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infinitamente derivable. Es con este sentido que Lacan define la
Función del Padre. Sin embargo, "la primera realidad se
DD
constituye sobre el eje de la relación primordial del niño con su
madre, aunque sea imposible aplicarla únicamente por el vinculo
del deseo con un objeto que puede o no satisfacerlo", nos dice el
propio Lacan (1970, p. 9), "De hecho, el niño se interesa primero
por toda clase de objetos antes de hacer esa experiencia
LA

privilegiada que hemos descrito con el nombre de fase del es-


pejo …(ibídem) Y ese interés del niño está orientado por el deseo
materno, que recorta el mundo en concordancia con el discurso
FI

del cual es mediador. Discurso de la madre, mediadora del padre


interdictor (ibidem p.89) que metonimiza en la relación al hijo lo
que el Nombre-del Padre metaforizará.
La idea de que el significante inaugura toda identificación y signa


toda relación de objeto, aun en el nivel primordial, rescata el


papel esencial que para la función simbólica y para la
triangulación edípica el propio Freud reservó en toda la teoría
psicoanalítica. Sin embargo, debemos señalar que, en su papel de
mediadora, la madre particulariza el modo de la alternancia
ausencia/presencia del otro que se ofrece en el campo del
semejante para el espejamiento. Al mismo tiempo representa al
Otro primordial, encamando en la situación la historicidad que
articula la metáfora paterna, colocando sobre el hijo la puntuación
que le confiere su significancia. Hay, sin duda, una mirada

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materna que si no puede ser nombrada como función en un
sentido estricto, puede ser llamada función en el sentido
descriptivo del papel que le cabe como primer objeto que se
ofrece para ser simbolizado (Lacan, 1970, p. 99),
Aun en esta cuestión vale la pena insistir en la diferencia que hay
entre este punto de vista y las tesis winnícottianas que colocan el
acento en los cuidados maternos, Es evidente que la madre que
cuida no es la misma que desea, "Más allá de lo que el sujeto
demanda, más allá de lo que el otro demanda al sujeto, está lo que

OM
el otro (la madre) desea" (Lacan, 1970, p. 115),
Se trata precisamente de que el "desear al hijo" gira en torno de la
forma en que, en la madre, se establece la falta. Por eso toda
relación con el niño parte de una falla y de una irremediable
incompletud. Madre e hijo no se suturan en una

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complementariedad satisfactoria. Muy por el contrario, vuelven a
engendrar, en la dialéctica de su deseo, una brecha que el
DD
significante se esforzará por recubrir en el mismo momento en
que su marca desgarra una región más de lo imaginario,
Miller describe con precisión: "La madre deseante no es el
personaje de la madre, sino lo que debe ser captado a partir de su
función y su materna: se dispone en una madre cuya función
LA

aparece previamente suturada. Así, no sólo se registra la ausencia


de la función que hace al Otro, sino también de la función
derivada de la primera: del espejamiento. Sucede que el Otro
FI

circula en un imaginario que deja afuera al hijo. Todo significante


opera, entonces, lanzándolo al campo de lo real, dejando al niño
sin marca.


Este trabajo tiene una pequeña historia que vale la pena recordar,
Iniciamos nuestra práctica terapéutica con niños autistas desde
una perspectiva annafreudista y pedagógica piagetiana, inspirados
en parte en los cuidados médico-neurológicos que estos pacientes
reciben. La tarea de equipo con más de cincuenta colegas de los
Centros "Lydia Coríat" de Buenos Aires y Porto Alegre
representó un valioso foro de revisión constante de nuestra
práctica clínica. Así, esa práctica inicial, por sus resultados, que
mostraban grandes riesgos de mecanización de los niños, mereció

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un análisis critico que nos llevó a buscar refereneciales que
valorizasen los aspectos imaginarios. Apelamos en esta segunda
etapa a los conceptos winnicottianos, enfrentándonos con los
efectos de una recuperación de la vinculación afectiva con la
madre, un ordenamiento simbólico: los niños autistas se
transformaban en verdaderos tiranos de los padres, presentando
características psicóticas no autistas. En un tipo de clínica en la
cual la recuperación de los pequeños pacientes es difícil, no
renunciamos sin embargo a continuar buscando los ejes de una

OM
intervención psicoanalítica más elaborada.
De este modo, ayudados por los avances conceptúales producidos
por el psicoanálisis en estos últimos años, llegamos a las
formulaciones freudiano lacanianas de cuya práctica intentamos
hoy dar cuenta.

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Parte 1

PROBLEMAS TEÓRICO-CLÍNICOS
LA
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1
CUESTIONES PRELIMINARES

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Una prolongada práctica en psicología, psicoterapia y
psicoanálisis con niños afectados por diversos problemas de
DD
desarrollo hizo que nos encontrásemos con frecuencia con
cuadros de intenso aislamiento, cuya remisión era preciso obtener
antes de encarar cualquier terapia reeducativa o rehabilitadora. En
la tentativa por hacer algo en favor de esos niños y sus familiares,
y a despecho de la “dureza” del fondo orgánico, nos vimos en
LA

cierto modo obligados a intentar una penetración a través del


flanco que inicialmente se nos aparecía como el más flexible: el
campo de la relación parental-filial. La formación analítica
FI

contribuyó fuertemente a esa elección, facilitando nuestra


navegación a partir de lo Real, en dirección a lo Imaginario y a lo
Simbólico.
Poco después y debido a la presencia en nuestro campo de trabajo


de niños autistas y psicóticos sin afecciones orgánicas


demostrables, fuimos percibiendo la semejanza sintomática con
los cuadros de aislamiento presentados por los niños con
evidentes problemas constitucionales.
Esa semejanza sintomática, y la respuesta positiva obtenida en las
intervenciones psicoterapéuticas realizadas en torno al Otro
tachado, al otro dotado de una falta, Toda la clínica de Winnicott
intenta desarrollar lo que cree que es la norma del desarrollo: el
Otro sin falta, que el niño completa de un modo singularmente
adecuado" (Miller, 1934, p, 117).

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Como se puede advertir, para Winnicott la cuestión madre-hijo se
resuelve en lo real y en lo imaginarlo. Falta en esta postura el
ordenador simbólico: el falo.

Las psicosis en la infancia

Según Winnicott las psicosis infantiles encuentran su explicación


en la ausencia materna, aunque en verdad ellas hasta podrían ser
explicadas por su constante presencia.

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El eje está fuera de lugar: no se trata de su presencia o de su
ausencia sino de la alternancia de ellas y del particular modo del
ejercicio materno, estructurado, como deseo, por un discurso que

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lo trasciende.
"¿Cómo ubica Lacan en su esquema el deseo de la madre?
DD
precisamente como la madre que no siempre está allí como la que
puede faltarle al niño, o sea la que puede interesarse por otra cosa
(Miller, 1984b, p 134), "La referencia a Winnicott es útil a fin de
compararlo con Lacan. Para él la psicosis no está relacionada con
la forclusión del Nombre del Padre, sino con la quiebra del
LA

cuidado materno" (ibidem, p, 125).


Pero queremos entrar en mayores precisiones. Resulta necesario
porque la clínica del autismo se nos aparece como diferenciada
FI

del resto de las psicosis precoces, Y, curiosamente, observamos


también en otros autores el retorno del tema de la ausencia
materna, aunque desde otros ángulos diferentes al de Winnicott.
Partamos de la definición de Lacan: "¿Qué es el fenómeno


psicótico? La Emergencia en la realidad de una significación


enorme que parece una insignificancia
- en la medida en que no se puede vincularla a nada, ya que nunca
entró en el sistema de la simbolización— pero que en
determinadas condiciones puede amenazar todo el edificio"
(1984, p. 124),
Esta significación enorme puede ubicar al niño como anclado en
el espesamiento univoco de la madre, en cuyo caso seria
psicótico; ó bien puede impedir todo acceso al estadio del espejo.

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Pensamos que en el autismo nos encontraríamos con este segundo
caso.
Dominique y Gérard Miller parecen coincidir con esta perspectiva
cuando, al analizar el caso de Joey, presentado por Bettelheim
(1981), dicen: "La causalidad psíquica del autismo de Joey está
regida electivamente por su exilio de la dialéctica del deseo
“(1984 p 80) exilio que lo coloca frente a una función materna
que no se ejerce porque él, pese a ser objeto, no es causa de
deseo: queda entonces como real puro.

OM
El mismo trazado subraya Cordié respecto del caso de Silvie, que
a los siete meses pierde a su madre, con lo cual "esta separación
se convertirá en un factor desencadenante de la psicosis. La niña
se convierte en autista"(1984, pp. 62-63), Y Cordié señala aún;
"Es verdad que la sustituta de la madre, por su comportamiento,

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causó la ruptura del vínculo aún frágil de la relación con el Otro.
El proceso de simbolización se detiene. Nos encontramos aquí
DD
antes del estadio del espejo y muy lejos del Edipo (ibídem)
En esa misma dirección se sitúan las observaciones de Godíno
Cabas (1980), citado en nuestras conclusiones a propósito de las
psicosis de ausencia.
Nos parece, pues, que la percepción de la ausencia de la madre se
LA

impone con tanta frecuencia en la clínica del autismo que merece


ser tratada con todo cuidado. Por eso, dedicando nuestras
observaciones a este aspecto del problema, rescatamos, una
FI

repetición, la ausencia del deseo materno en relación con el hijo


autista.
De modo qué el hijo no entra en la ecuación ni siquiera como falo
presente, sino como exclusión total de das a nivel del vínculo


madre-hijo M-H) en los niños orgánicamente afectados,


despertaron en nosotros ciertos interrogantes que finalmente, se
transformaron en tópicos que guiaron el desarrollo de esta
investigación:

1) ¿La casi completa superposición sintomática entre los cuadros


de aislamiento y desconexión presentados frecuentemente por los
niños con problemas de desarrollo (deficiencia mental, parálisis
cerebral, deficiencias sensoriales) y los cuadros típicos de autismo
infantil precoz (AIP) remite a una identidad estructural psíquica

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entre ambos, o a una mera coincidencia de características
superficiales? Si se comprobase una identidad estructural ya no se
podría hablar de rasgos autistas por un lado y autismo infantil
precoz por otro, sino solamente de AIP. Y mucho avanzaríamos
en la comprensión de la psicodinámica de tales patologías.

2) Si es plausible pensar en una única estructura psíquica como la


constante del AIP, ¿qué factores contribuyen para que ella se
establezca? Nos parece que estamos en el camino cierto cuando

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intentamos penetrar en la comprensión de la praxis de la función
materna, porque siempre encontramos intensas perturbaciones en
la vinculación de las madres con los hijos, concomitantes con los
cuadros de desconexión autística. Es cierto que en muchos casos
estas alteraciones son formaciones reactivas frente a las

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características excepcionales del hijo; pero cabe preguntarse si
tales reacciones no fueron previas o .simultáneas a las
DD
formaciones autísticas; y por lo tanto, si no intervinieron en su
causa. Además llegamos a la conclusión de que cualquier avance
en este terreno puede representar una contribución valiosa en el
campo terapéutico y preventivo.
LA

3) Nos parece que el "aparato" técnico existente en los terrenos


del psicoanálisis y de la psicología requiere algunas
especificaciones y que en cierto modo se muestra insuficiente
FI

para penetrar y actuar terapéuticamente en este campo. La


comparación sistemática de nuestra práctica en el seguimiento de
diversos casos tal vez pueda contribuir con algunas herramientas
para este restringido arsenal. Es preciso aclarar que cuando


hablamos de arsenal restringido no estamos pretendiendo juzgar


los numerosos descubrimientos realizados en esta área de trabajo.
Por el contrario, valorizamos mucho y nos hemos servido
grandemente de las contribuciones de Kanner (1943-51).
Winnicott (1965-80), Lacan (1971- 81), Mannoni (1971-77),
Diatkine (1975), Tustin C1975), Bettelheím (1976-81), Mahler
(1977-83), Misés (1977). Castoriadis Aulagnier (1977), Meltzer
(1979), Faure (1980), Suomi (1980) y Lefort (1983).
Sin embargo, todos quienes trabajamos en esta problemática nos
vemos obligados a reconocer la insuficiencia de nuestros recursos,

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en función de la modestia de nuestros resultados. Acostumbramos
obtener mejoras significativas y hasta algunas curas: pero después
de cada tratamiento nos queda la clara sensación de que estamos
aún en un campo de investigación que requiere mayor
profundización, lo que se ve corroborado por la diversidad de
opiniones existente.

4) En la aproximación clínica de los niños autistas y de los que


padecen alteraciones psicóticas con otras características

OM
(esquizofrénicas y simbióticas), hemos percibido, en consonancia
con las observaciones de Mahler (1983, pp. 26-31) reacciones
bien diferenciadas que muestran de manera muy clara
catexizaciones de objeto extraordinariamente divergentes de un
cuadro a otro. A tal punto es evidente esta diferencia, que el

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analista se ve obligado a aproximarse a los pacientes de manera
muy diversa.
DD
Mientras que en los casos de psicosis simbiótica y de
esquizofrenia (según la descripción de Mahler, (1983) la
interpretación verbal acostumbra ocupar un lugar central desde el
comienzo del trabajo terapéutico, en los casos de AIP la operación
a nivel del objeto real se convierte en el punto de partida
LA

obligatorio de cualquier tentativa de ascender a lo Simbólico, Esto


parecería indicar que la reducción del niño a nivel de lo puro Real
es mucho más radical en el autismo que en otras psicosis
FI

infantiles. Esta postulación no significa que se trate de un cuadro


de mayor gravedad, ni constituye una nueva e innecesaria
tentativa de establecer una escala de profundidades
psicopatológicas, ya que consideramos que tales escalas carecen


en absoluto de sentido clínico. Se trata, en verdad, de


interrogarnos acerca de la identidad o no de estructuras entre el
autismo y las demás entidades vinculadas a las psicosis infantiles.
Es de este conjunto de interrogantes y consideraciones que se
desprenden nuestras hipótesis de trabajo.
Nuestra hipótesis central sustenta la idea de que hay una identidad
de estructura psíquica entre los cuadros con rasgos autistas,
característicos de muchos niños con problemas de desarrollo, y
los cuadros de AIP típico. La semejanza sintomática no es casual
sino efecto de esa identidad,

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En esta misma dirección formulamos algunas hipótesis en un
segundo plano, aunque no las consideremos accesorias para los
objetivos de nuestro estudio:

a) Los factores que inciden en la producción de los cuadros de


AIP obedecen a una combinación de aspectos constitucionales del
niño con aspectos compensatorios en el ejercicio de la función
materna. Así, podemos encontrar niños sin anomalías orgánicas
que justifiquen el AIP que padecen, aunque incluidos en una

OM
relación M-H en que la perturbación de la función materna
constituye el factor eficaz. En sentido contrario a ese tipo de
casos, la extrema insuficiencia de un niño orgánicamente
perjudicado puede tornar infructuosos todos los esfuerzos
matemos compensatorios, dando igualmente como resultado un

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cuadro de autismo. Parecería que para que no se produjera el AIP
seria necesario que se cumpliera una relación estricta
DD
inversamente proporcional entre la capacidad materna y la
capacidad de registro del niño (afectada esta última capacidad por
sus aspectos constitucionales). Ocurre que, dentro de ciertas
variaciones extremas, tal proporción parece romperse.
LA

b) La intervención también a nivel de lo real parece ser un


componente esencial en el abordaje de las psicosis infantiles. Sin
embargo esto aparece como mucho más pertinente en la terapia
FI

psicoanalítica del AIP.

c) Existe una diferencia de estructura entre el AIP y las otras


psicosis infantiles. Esta hipótesis, aunque no trabajada en


profundidad en este estudio, es un punto de reflexión de nuestras


investigaciones.

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2
AUTISMO INFANTIL PRECOZ:
UN CAMPO DE CONTROVERSIAS

Fue Leo Kanner quien en 1943 aplicó este término para designar
el cuadro presentado por once niños "cuyas tendencias al
retraimiento fueron observadas en el pri- mer año de vida".
"La mayoría de estos niños fueron traídos con la suposición de
que eran intensamente débiles mentales o bien con el interrogante

OM
acerca de una posible disminución auditiva", relata Kanner y
continua: "El factor común en todos estos pacientes es una
incapacidad para relacionarse de manera habitual con las
personas y las situaciones, comenzando esta dificultad a partir
del inicio de sus vidas. Sus padres acostumbran describirlos

.C
como autosuficientes y cerrados en si mismos, más felices cuando
se quedan solos, actuando como si la gente no existiese y dando
DD
la sensación de poseer una silenciosa sabiduría”.
Las historias de los casos indican invariablemente la presencia
desde el comienzo de una soledad autística extrema y que siempre
que es posible, se cierra a todo cuanto le llega al niño desde el
exterior" (Kanner, 1951, pp. 7689). (La bastardilla es nuestra.)
LA

La última expresión subrayada adquiere relevancia a medida que


pasa el tiempo y las historias acerca del autismo se multiplican.
¿Qué hace posible ese cerramiento y qué lo tornaría imposible?
FI

Retomaremos esta pregunta más adelante. Antes será necesario


que hagamos un pequeño recorrido exploratorio.
A partir de este texto inaugural, otros autores y el mismo Kanner
vuelven al asunto, ya que se advierte que las conductas que


Kanner menciona para los casos de AIP también aparecen en


varios tipos de niños. Según Furneaux (1982), pp. 20 -1) deben
considerarse siete grupos principales;
1) niños sordos e hipotónicos;
2) niños ciegos o con visión parcial;
3) niños subnormales o infradotados profundos;
4) niños con lesión cerebral conocida;
5) niños clasificados como psicóticos infantiles;
6) niños clasificados como esquizofrénicos infantiles;

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7) niños con estados demenciales conocidos, detenidos o
progresivos y debidos a diferentes causas patológicas.

Sin embargo esta misma autora apunta la siguiente controversia:


"El nombre de autismo ¿se reserva para aquel niño que en
apariencia no tiene ningún otro síntoma pero que presenta las
características descriptas por Kanner y especialmente la primera.
Aun cuando también sea posible afirmar que un niño ciego o
sordo tiene características autistas. o sea que presenta conductas

OM
que se encuentran en las criaturas denominadas autistas y que no
padecen de ningún otro síntoma que no sea el de conducirse según
la descripción de Kanner y otros. Del mismo modo, algunos niños
con lesiones cerebrales y aquellos clasificados como subnormales
o infradotados profundos, pueden presentar algunas de las

.C
características del autismo. A veces estas conductas son
persistentes y a veces transitorias. Lo cual hace que el
DD
diagnóstico sea aún más difícil" (ibídem).
La transcripción que antecede se justifica por varias razones, En
primer lugar porque coincide descriptivamente con nuestra propia
experiencia clínica. En segundo, porque subraya las dificultades
que aún persisten para llegar a una concordancia respecto de los
LA

límites entre lo que debe y no debe ser considerado autismo


(véanse anexos 1 y 2). Y en tercer lugar, porque se destaca que
hasta los más rigurosos catálogos psiquiátricos dejan entrever la
FI

conexión (¿y tal vez la continuidad?) que se percibe entre esos


rasgos de aislamiento, bastante característicos y frecuentes en los
niños con problemas de desarrollo, y las características de
conducta los niños con AIP psíquico.


Efectivamente, en la práctica clínica vemos cómo aumenta la


presencia de rasgos autistas en los grupos de niños con
condiciones más precarias de registro debidas a sus características
constitucionales. Pero recíprocamente observamos que esto
depende de la capacidad de las madres para cubrir esa mayor
distancia impuesta por las limitaciones de sus hijos.
Por ejemplo, en los niños con Trisomia 21 (Síndrome de Down)
el déficit genético no es suficiente para producir rasgos autistas.
Su presencia dependerá de la naturaleza de la actividad materna,
su reacción y su capacidad de sobreponerse al impacto depresivo

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inicial. La capacidad tónica y de reacción sensorial de esos niños
está disminuida, pero la sintomatología autista solamente aparece
si se produce un prolongado desencuentro entre ellos y sus
madres. Por otro lado, vemos niños que, teniendo un buen
potencial genético, tropiezan con madres intensamente
melancólicas y retraídas, lo cual termina por generar, a veces,
verdaderos cuadros autistas. La fase del autismo normal,
desarrollada por Mahler (1977, p p, 53-5) muestra esta formación
como un momento del proceso de individuación, que aparece

OM
como una defensa frente a la simbiosis. Según ella, el factor
materno es decisivo para que este pasaje pueda efectuarse sin que
el niño se fije en este aislamiento de manera patológica. Aun
cuando Ornitz (1981, pp. 10 15) considera una mera imprudencia
hacer tales afirmaciones, ya que para él el autismo no es más que

.C
"un problema neurofisiológico determinado en el interior del
cerebro …una influencia posiblemente genética pero no
DD
hereditaria..." y aun más específicamente respecto de la "relación
entre la simbiosis psicótica de Mahler y el autismo infantil
precoz.. dos observaciones me hacen pensar que éstos no son, en
esencia, dos síndromes separados". La primera observación que él
refiere es que "el comportamiento simbiótico es muy poco
LA

frecuente" (!?); y la segunda observación que hace, para nuestra


sorpresa, es el caso de una niña con una clara psicosis simbiótica:
la niña "insistía en arrodillarse sobre la falda de la madre,
FI

clavando sus rodillas en su abdomen …y se colgaba de su cuello


con los brazos...
Si la madre intentaba deshacer el abrazo, la niña tenía terribles
ataques de furia (gritos y opistótonos) con el consentimiento de la


madre. Intentamos resolver esto por medio de separaciones muy


violentas (sic). Llevamos a la niña a un cuarto de juegos y
dejamos fuera a la madre mientras le permitíamos gritar. Poco
después la niña se adaptó a mí e insistió en acomodarse en mi
falda.., Era una simbiosis con cualquiera que le permitiera ese
comportamiento. Y una vez que este comportamiento fue
eliminado por medio de un descondicionamiento aparente,
alcanzó la apariencia de cualquier niño autista. Siento, pues, que
la psicosis simbiótica es una variante".

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¿No es sorprendente? Ornitz, que insiste en la pureza orgánica del
cuadro, no hizo más que demostrar le importancia que tiene el
vinculo M-H en la producción del autismo. En efecto, en este caso
la ausencia de una identificación separada de la madre hizo que la
niña tratase de reemplazar a la madre violentamente arrancada de
ella por el primer semejante que se le apareció, porque ella sólo
puede ser en esta "otro". Ornitz "la descondiciona" (y ya vimos
qué métodos emplea) y la niña es arrojada al vacío más absoluto:
entonces aparece el autismo. Queda pues demostrado que en este

OM
caso el problema no era de neurofisiología cerebral, dado que
antes del "descondicíonamiento" la niña no presentaba autismo.
Entendemos la preocupación de Furneaux y Roberts (1982, pp.
36-7) respecto de la facilidad con que se puede deslizar la culpa
sobre las madres y agregamos aún: la facilidad con que una madre

.C
puede absorber la culpa por sentir, por proyección narcisista, el
fracaso del hijo como propio. Pero una concepción psicoanalítica
DD
del tema no es ni puede ser recriminatoria, como podría serlo una
apreciación conductista. En la psicología de la conciencia ningún
hecho escapa a la responsabilidad y deliberación del paciente,
pero no ocurre lo mismo con la psicología del inconsciente. En
verdad, cuando insistimos, junto con otros autores (Mannoni,
LA

1971; Winnicott, 1975; Léfort, 1983), en la incidencia de un


factor a nivel de la articulación psíquica en la producción del
autismo, estamos motivados por la defensa de los niños; pero no
FI

de sus madres, sino del tipo de intervención psiquiátrica que


acabamos de describir. Además, cuando sostenemos la idea de
una estructura común para los casos con o sin componentes
orgánicos, estamos proponiendo una perspectiva que, si bien


puede acentuar parcialmente el papel de las madres en el


"remedio" (por lo menos como tentativa posible), no subraya en
absoluto su culpabilidad.
En efecto, estamos diciendo que lo que articula la estructura
autistizante en la madre es su imposibilidad de dejar caer el objeto
real restitutivo de su castración y dar lugar, así, a la constitución o
persistencia del deseo materno. Esa imposibilidad se origina en lo
que la estructuró como sujeto, o en lo que, en el hijo, la
obstaculiza, con reiteración, para sostener en él la dimensión
simbólica. Partiendo de este punto de vista, en la operación

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psicoanalítica que proponemos, la madre queda "sujeta", o mejor
aún "suelta" en relación con este hijo, o sea que la madre es
arrojada fuera de su papel de agente de una función. Por lo tanto
nosotros tratamos este tema partiendo del ángulo de la función
materna y no de la madre. Esto hace una enorme diferencia que
por lo general escapa a las consideraciones de los psiquiatras
clásicos. Podemos ver un ejemplo de ello en el propio Kanner, él
mencionó descriptivamente las características de los padres de
niños con AIP refiriéndose a su carácter “intelectual y obsesivo”

OM
con aires formales y “poco cariñosos” (1951, pp. 771)-
Rápidamente, por esa vocación positivista que la psiquiatría tiene
y que la lleva a establecer relaciones fáciles de causa efecto entre
acontecimientos simplemente contiguos las madres pasaron a ser
culpadas por et autismo del hijo . Algunas prácticas de la

.C
psiquiatría llamada "dinámica", impregnada de algunos residuos
psicoanalíticos, se centraron en esta idea. Proliferaron así
DD
consejos para que las madres de hijos autistas dejasen de trabajar
o de estudiar, o para que diesen más amor a sus hijos, o hasta
desarrollaron críticas más o menos explícitas a su supuesta
frialdad. Quedó así establecida la culpabilidad.
La reacción de Kanner no fue inmediata, pero se produjo: en su
LA

libro En defensa de las madres (titulo por demás significativo), de


1974, reacciona contra todo tipo de consejos psicológicos, pero
extrañamente nos brinda una serie de ellos. Sin embargo estos
FI

consejos no se basan en el saber psiquiátrico o psicológico sino en


el sentido común, o sea en su saber personal.
En este extraño libro, que se esconde bajo un pretendido (pero
fracasado) humor, anunciado como intención en su primer


capitulo (p. 20), aparece un sarcasmo que revela la amargura de


Kanner: haber dado lugar a un proceso acusatorio contra las
madres, es decir contra las personas que, siendo él el padre de la
psiquiatría infantil, deberían ser consideradas sus pacientes. Pro-
ceso acusatorio cuya responsabilidad cabe a su propia orientación
psiquiátrica, tanto como el mérito del descubrimiento de este
síndrome. Así lo confirma la insistencia con que hace esta
acusación (!!) en ese mismo libro cuando, en el último capitulo,
elabora el "Retrato de una buena madre" (pp. 133), con lo cual
queda afirmada, por contraste, la culpabilización que él trata de

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evitar. Porque si el modelo fuese ése, todas las madres deberían
sentarse en el banquillo de los acusados. Aun cuando Kanner trate
de desviar Ja responsabilidad inevitable de los efectos que
produce hacer un cierto descubrimiento (el del AIP) bajo el
dominio de una cierta metodología, esta responsabilidad queda
dramáticamente subrayada en el curioso ataque que dedica al
psicoanálisis en el capítulo XIV (pp. 147-57), Como su práctica
es la práctica de un saber, sea éste psiquiátrico o personal, concibe
al psicoanálisis como una práctica de saber. Saber contra saber,

OM
no se sabe bien por qué coloca el saber del psicoanálisis en un
lugar mayúsculo, ya que escribe en letras mayúsculas todos los
términos psicoanalíticos que menciona. De ahí a sentirse
amenazado hay solamente un paso. Y esto se revela en el único
chiste que aparece en todo el libro (humor anunciado al principio

.C
y que sólo se hace presente al final): "Dos jóvenes consiguen
escapar de un toro enfurecido que las persigue. Se suben a un
DD
árbol y se sujetan a las ramas. Debajo está el toro embravecido,
listo para darles una cornada. Una de las jóvenes le dice a la otra:
Sabes, Silvia, si esto fuese un sueño podría significar algo'"
(ibidem, p. 157), Lo que Kanner no percibió es que el hecho de
que él relate este chiste significa algo. Esta anécdota es su propio
LA

sueño, su propio acto fallido Se siente amenazado por un saber


que escapa a su control el Gran Dios Inconsciente, como él
mismo lo llama) y se trepa sea a las ramas del sentido común, sea
FI

a las ramas del conductismo psiquiátrico, tratando de huir de los


efectos descontrolados de haber hecho el descubrimiento del AIP
bajo la regencia de un saber maniqueísta (las buenas y las malas
madres). A Kanner debemos el descubrimiento que hoy nos


permite continuar pensando; sin embargo, como él no lo olvidó,


tampoco debemos olvidar que el toro continúa abajo.
Es evidente, entonces, a qué peligros nos exponemos en el caso de
mantenernos en el nivel descriptivo de los comportamientos,
dentro de procedimientos psicológico-psiquiátricos, ya sea
atribuyendo toda causalidad a la madre o ya sea - como está más
de moda en la psiquiatría norteamericana actual específicamente
referida al AIP— atribuyendo todo al cerebro del hijo, Por nuestra
parte preferimos referirnos a lo que aún hoy causa escándalo
estamos hablando de la reacción de Lacan frente a una objeción

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en el momento de la presentación de su tesis doctoral (“La
posición paranoica en sus relaciones con la personalidad”): "En
resumen, señor, no podemos olvidar que la locura es un fenómeno
de pensamiento (apud Lacan, 1978, p.65). Por otra parte desde
que en 1896 Kraepelin (apud Manoni,1971, p.103) estableció el
diagnóstico de la dementia praecox comenzaron a diferenciarse
entidades noseográficas relativas a la locura aplicada a la infancia.
Surgen así los términos "psicosis infantil", " esquizofrenia
infantil", que anteceden al término “autismo” aplicado en este

OM
sentido (Furneaux, 1982. pp. 22-3). Nacen entonces diversas
polémicas acerca de si el estado esquizofrénico es una forma
exclusivamente adulta o no de locura, y si es o no el destino más
probable de la evolución posterior de los niños autistas. También
se discute si el termino psicosis se superpone o no al de

.C
esquizofrenia y autismo. A ese respecto escribe Hender en 1942
"Hay quienes no creen en la esquizofrenia de la infancia por no
DD
haber visto nunca un caso. Tal vez ninguno de nosotros haya visto
muchos casos para que podamos hacer un diagnóstico definido,
precisamente por no conocer los criterios aceptables. Hay otros
que prefieren llamarlas psicosis parecidas a la esquizofrenia en la
infancia" (apud Kaxmer, 1951, p. 773).
LA

Eaton (apud Ajuriaguerra, 1973, p. 709) y Menolascino (1965),


por un lado, y Annell (1973) por otro, coinciden en afirmar las
diferencias entre esquizofrenia infantil y AIP. Annell argumenta
FI

que los niños autistas se aíslan del mundo, mientras que los
esquizofrénicos mantienen con él un contacto distorsionado.
Cabria señalar aquí lo que ya se hizo notar respecto de la
oposición entre autismo y simbiosis en el estudio de Mahlcr


(1958, pp. 77 - 83) y hasta acerca de la distinción que esta autora


establece entre los tres tipos de psicosis infantiles: psicosis autista
infantil, caracterizada por el hecho de que "la madre parece no
haber sido percibida jamás emocionalmente por el bebé, como
figura representativa del mundo exterior. Del mismo modo la
primera representación de validez externa, la madre como
persona, como entidad separada, parece no ser catexizada. La
madre aparece como un objeto parcial, aparentemente despojado
de las catexias especificas, que no se diferencia de los objetos
inanimados" (Mabler, 1979, pp. 26-7), Psicosis simbiótica

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infantil en la cual se observa la primitiva relación simbiótica
madre bebé pero que no avanza hasta el estadio de catexia del
objeto libidinal materno, La representación mental de la madre
permanece, o de modo regresivo, se funde con el self, es decir, no
se separa del self. Forma parte de la ilusión de omnipotencia del
paciente infantil (ibidem, p. 29). La esquizofrenia del niño, acerca
de la cual la autora dice que “toda la evidencia clínica refuta la
argumentación de ciertos psiquiatras y psicoanalistas de que la
esquizofrenia no se produce antes de la pubertad, porque el

OM
cuadro esquizofrénico se basa en la elaboración psicótica del
conflicto homosexual, Creo, en primer lugar, que la principal
causa de la propensión del yo a alienarse de la realidad y
fragmentarse es la grave perturbación descripta más arriba
(psicosis infantiles, simbiótica y autista), o sea un conflicto

.C
especifico del relacionamiento madre-hijo, sea este autista o
simbiótico'' (ibidem, p.31)
DD
Tustin,1972, pp. 9-11) define al autismo patológico como "una
interrupción" del desarrollo psicológico que se torna intensamente
rígido, en una fase muy primitiva, o de una regresión a tal fase".
Y agrega, en el mismo sentido que Mahler, que "el autismo
normal es, como estado, anterior a la capacidad de pensar
LA

(prepensamiento), mientras que el autismo patológico es un


estado de antipensamiento. Este último término sugiere una
coincidencia clinica con lo que estamos postulando; coincidencia
FI

que, a pesar de no tener su correlato a nivel teórico, no deja de ser


significativa.
En efecto, encontramos, en concordancia con el punto de vista de
Rosine y Robert Lefort (1983, pp. 364 66),la idea de que el


autismo consiste en la ausencia de lo Imaginario/Simbólico


propiamente dicho La idea es que el espejo que el intermediarlo
materno ofrece al niño lo devuelve permanentemente a la esfera
de lo Real,
Y esto acontece porque tal intermediario no puede hacer otra
cosa, ya sea por imposibilidad psíquica de sostener un lugar de
circulación simbólica para ese hijo, ya sea porque el hijo está
orgánicamente impedido de llegar a constituirse como sujeto por
una insuficiencia neurológica. Y también puede suceder, según
una tercera hipótesis, por la combinación de los dos factores. Sin

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embargo, si llegamos a la conclusión de que la estructura psíquica
es la misma en cualquiera de las tres variantes posibles, podría
quedar esclarecida gran parte de las confusiones y discusiones que
se producen alrededor de este cuadro, en el cual coinciden
síntomas psíquicos pero no etiologías médicas.

OM
.C
DD
LA
FI


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3
LA CUESTIÓN ETIOLÓG1CA

OM
.C
En el campo de la etiología la discusión se centra en torno de cuál
DD
es el factor causal: la función materna o una alteración cerebral
Nadie discute que hay incidencia de síntomas autistas en diversos
cuadros patológicos de la infancia, habiendo también niños que
no padecen de patología alguna, sino sólo de tales síntomas, Pero
las divergencias surgen cuando se trata de definir las causas. ¿Por
LA

qué atribuir a causas diferentes estos síntomas cuando se trata de


niños con enfermedades orgánicas demostradas o cuando sólo
aparece el cuadro autista cuya manifestación "se define
FI

exclusivamente en el plano de la conducta "? (Ornitz, 1981). Es


extraño que, en el caso de niños físicamente afectados, la mayor
parte de los investigadores acepte que los factores “vinculares”
pueden ser la causa de los rasgos autistas cambio, lo que se torna


aún más extraño es que en los casos de AIP típico, estando éstos
caracterizados medicamente sólo por expresiones a nivel del
comportamiento, algunos sectores psiquiátricos insistan en la
causa puramente cerebral. La hipótesis de que el autismo se
debería a una lesión del sistema reticular activador es sostenida
por Rimland apud Furneaux, 1982, p.34). El sistema reticular
activador es una estructura localizada a nivel del pedúnculo
cerebral , que ejerce influencia sobre la atención, el despertar y el
sueño. Este sistema tiene, según el autor, gran importancia en los
procesos cognitivos, ya que da sentido a la información recibida y

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la define. Una falta en este sistema haría que el sistema nervioso
del niño no estuviera suficientemente alerta, lo cual borraría el
sentido del mundo circundante.
Hutt y Hutt (1964, pp. 908 y ss.) opinan que la deficiencia en el
sistema reticular activador produce en el niño una sensibilidad
extrema, con la consiguiente reacción defensiva.
Ornitz sostiene el punto de vista de que algo sucede a nivel del
tronco encefálico que afecta la conexión del sistema nervioso
central (1981).

OM
También se sospecha que el sistema límbico participe, junto con
el sistema reticular activador, en la determinación del autismo.
Deslauniers y Carlson (ápud Furneaux, 1982, p. 35) apoyan esta
opinión. El sistema límbico es una zona del cerebro medio que
interviene en la regulación de las sensaciones internas y, por lo

.C
tanto, de la autoestimulación.
Así, la relación entre los dos sistemas puede dar como resultado
DD
estados de excesiva saciedad, que favorecen la desconexión.
Foster y Jerusalinsky (1980) comunicaron la coincidencia entre
ciertos cuadros de disfunción cerebral mínima y el autismo, lo
cual podría apoyar en parte las hipótesis de aquellos autores. Sin
embargo, exceptuando a los dos últimos, los autores que hasta
LA

aquí hemos mencionado coinciden en negar importancia a las


articulaciones a nivel psíquico. Y esto resulta curioso porque,
según el mismo Ornitz, «el autismo debe ser considerado como
FI

una enfermedad cuyo proceso, a diferencia de otros que se


presentan en el contexto médico, solo está definido por la
conducta» (1981, p. 10).
Pero Deslauniers insiste en que «el niño autista es aquel que


jamás tuvo la experiencia de un contacto afectivo, porque jamás


tuvo la capacidad para ello» (ápud Furneaux, 1982, p. 36).
Winnicott (1975, p. 68) discute este punto de vista, y bajo el título
de Esquizofrenia o autismo dice que cabe pensar en «los
trastornos subsiguientes a las lesiones físicas y a la deficiencia del
cerebro e incluye también... las fallas de los primeros detalles de
la maduración. En cierto número de casos no hay indicio alguno
de enfermedades o defectos neurológicos», con lo cual el
psiquiatra «se encuentra (frecuentemente) frente a la
imposibilidad de decidir entre diagnosticar un defecto primario,

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un caso leve de la enfermedad de Little, una simple falla
psicológica en los inicios de la maduración de un niño con
cerebro intacto, o bien una combinación de dos o de todas las
anomalías citadas».
No obstante, Winnicott subraya, partiendo del campo
psicoanalítico, la capital importancia que tiene el vínculo M-H en
la integración subjetiva del niño y cómo puede ser destructiva una
falla en este terreno, hasta el punto de afectar físicamente al bebé
(1975, pp. 42-63).

OM
En este mismo sentido se pronuncia Tustin y a este respecto cita a
Winnicott: «La madre coloca el pecho real en el lugar y en el
momento exactos en que el niño está listo para crearlo». Del éxito
de esta satisfacción, que superpone lo real a lo alucinatorio,
dependerá el curso de la constitución del yo del niño. Apoyada en

.C
esta idea, la autora sostiene que la causa puede ser una
combinación de factores: por un lado, cuando «la capacidad del
DD
niño para recibir y hacer uso de los cuidados de los padres estuvo
seriamente bloqueada o desorganizada»; y por otro, cuando las
circunstancias de los cuidados que los padres ofrecieron al niño
no facilitaron su desarrollo (1975, p. 36).
Después de esta revisión, y basados en nuestra propia experiencia
LA

clínica, consideramos que el surgimiento tanto de rasgos como de


cuadros autistas está íntimamente vinculado al desequilibrio del
encuentro del agente materno con el niño. Y este equilibrio
FI

depende, por un lado, del estatus psíquico de este agente y, por el


otro, de las condiciones constitucionales del niño para apropiarse
de los registros imaginario/simbólico que entran en juego en tal
relación. No ponemos en duda la posible presencia de un factor de


propensión o de determinación orgánica, pero señalamos que


muchas veces este factor no parece estar presente y que, cuando
lo está, aparece activado en una determinada articulación
psíquica. En este sentido, nos remitimos a las ideas freudianas
acerca de las relaciones entre el aparato psíquico y el sistema
nervioso (S. Freud, 1968, pp. 883 y siguientes).
Además, insistimos en la eficacia de la compensación materna,
que se ha demostrado como viable en muchos casos en que fue
posible una intervención terapéutica precoz.

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Respecto de la importancia del factor materno, son fundamentales
las investigaciones de Suomi (1980, pp. 13-50) acerca de los
modelos de depresión en los monos y del comportamiento de los
primates aislados de sus madres.
Ellos desarrollan conductas típicamente autistas, cuya flexibilidad
de remisión depende del tiempo de aislamiento y de la ruptura de
la relación M-H.
Estas investigaciones son una continuación de las ya realizadas
por Harlow (ápud Rappaport, 1977, p. 16) con las famosas

OM
«madres de alambre» ofrecidas a los monitos para comparar las
reacciones diferenciadas de estos con madres de esponja, móviles
y fijas. La regularidad con que se encuentran referencias, en la
literatura específica, a las características maternas y a la eficacia
de este factor cuando es tomado en las intervenciones terapéuticas

.C
deja pocas dudas acerca de su importancia en el terreno del
autismo.
DD
Nada somos fuera del lenguaje
Posición epistemológica del autismo
LA

A partir de 1943, año en que Leo Kanner describió al autismo por


primera vez como un síndrome, el debate acerca de su definición
diagnóstica, sus causas y la pertinencia y la eficacia de las
diversas intervenciones terapéuticas propuestas nunca se detuvo.
FI

El hecho de haber nacido como «síndrome» determinó en alguna


medida ese destino de entidad psicopatológica polémica.
Precisamente, fue ese el término que clásicamente se utilizó en la


medicina para designar configuraciones patológicas que, a pesar


de su repetición epidemiológica significativa y de cierta
constancia de un núcleo de signos y síntomas, se presentan
cercadas por manifestaciones curiosamente variables y en una

1 Nos referimos a los cambios que el informe elaborado por Abraham Flexner en 1910,
respondiendo a un pedido de la Carnegie Foundation, introdujo en la práctica médica y
clínica en general. La mayor parte de los criterios que en ese informe definen la
«medicina científica» fueron universalmente adoptados, y a ellos nos estamos refiriendo
aquí.

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gran diversidad de situaciones clínicas. En particular, los
síndromes no cumplen de manera satisfactoria con las tres
condiciones que la medicina «flexneriana»1 define como conditio
sine qua non para considerar una manifestación patológica como
«enfermedad: 1) tener una determinada semiología (un conjunto
de síntomas típicos de esa patología); 2) tener una determinada
etiología (una causa o conjunto de causas demostradas), y 3)
disponer de un método eficaz de intervención clínica para su
mejora o cura. Por cierto, el autismo no satisface plenamente esas

OM
tres condiciones y, por ello, sigue siendo clasificado como
«síndrome» y no como «enfermedad».
Lógicamente, ese encuadre epistemológico sitúa al autismo más
como un cuadro que requiere investigación y trabajo
interdisciplinario, que como una categoría psicopatológica

.C
conclusiva. Dicho de otro modo, el autismo es un territorio de
interrogación para los conceptos fundamentales en los que se
DD
sostienen nuestras categorías psicopatológicas.

¿El autismo es un trastorno del desarrollo?

Si entendemos por «desarrollo» el conjunto de las adquisiciones


LA

que definen y organizan la relación de un ser humano con el


mundo en que vive, por cierto el autismo es un problema de
desarrollo.
FI

El desarrollo hoy es entendido -sobre todo después de los


descubrimientos realizados en el campo de la epigenética y acerca
de la neuroplasticidad - bajo una doble determinación: por un
lado, está marcado por determinaciones genéticas que pautan el


ritmo de la maduración neurológica básica; por otro lado, en


virtud de la gran plasticidad inicial del SNC y de la permeabilidad
parcial de las estructuras genéticas, la constitución del sujeto
psíquico derivado del medio humano circundante moldea y
orienta esas adquisiciones.
La primera determinación -genético-neurológicas automática y
levemente variable de individuo a individuo, mientras que la
segunda se construye de manera totalmente singular para cada
uno.

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Los automatismos neurobiológicos, que cumplen un papel
fundamental en la preservación del equilibrio vital, tienen no
obstante escaso valor adaptativo respecto del mundo simbólico y
cultural en que el ser humano despliega su vida. Para establecer
los lazos con sus semejantes y realizar las elecciones que, para los
seres humanos, no están predeterminadas, él dependerá de esa
construcción singular que le será transmitida por obra del
lenguaje. Esos automatismos son, precisamente, restos de una
memoria acumulada por la evolución de las especies -y por la

OM
experiencia de nuestra especie en particular- que, por resultar
insuficiente desde el punto de vista filogenético, fue gradualmente
sustituida por una memoria colectiva externa al cuerpo: el
lenguaje.2 La red de relaciones con personas y objetos
circundantes está compuesta por redes discursivas sin las cuales

.C
los comportamientos automáticos no tienen significación alguna.
El autismo consiste fundamentalmente en el fracaso en la
DD
construcción de esas redes de lenguaje -que brindan el saber
acerca del mundo y las personas- y en la prevalencia de
automatismos que, disparados de modo puro y espontáneo,
carecen de todo valor relacional y ofrecen resistencia a la entrada
del otro en el mundo del niño y, por consiguiente, a la entrada de
LA

él en el mundo familiar y social.


FI

Lo que podemos afirmar hoy acerca de la etiología del autismo

Para que tenga lugar la transmisión de esa estructura lingüística




que le permitirá al niño interpretar el mundo que lo rodea y, al


mismo tiempo, hacerse interpretar, es necesario que se establezca
un punto de encuentro e identificación entre cada niño y su Otro

2 Véase T. W. Deacon, The symbolic species: The co-evolution oflanguage and. the
brain. Nueva York, Norton & Company, 1998.

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Primordial (por lo general su madre).3 Esa identificación primaria
marca la entrada en un complejo sistema de identificaciones
conocido como «Estadio del Espejo», así llamado precisamente
porque, a partir de ese momento, cada semejante pasa a funcionar
como un espejo en que el niño contempla las múltiples
variaciones de los efectos que su voz, su gestualidad y sus
expresiones causan en el otro. El niño, entonces, se reconoce en
esos efectos. Dicho de otro modo, se reconoce en los otros y
percibe las condiciones que debe satisfacer para ser reconocido.

OM
Los trazos lingüísticos que acompañan y organizan ese
intercambio especular transforman los actos de reconocimiento
recíproco entre el niño y su Otro en una función simbólica: el
niño y los otros pasan a ser representados por palabras, por
ejemplo, por un nombre y, más aun, por un conjunto de nombres.

.C
Como se puede advertir, la «función de reconocimiento» es una
operación delicada y compleja que tiene un valor fundamental: es
DD
la puerta de entrada al mundo propiamente humano. Por ello,
tanto Freud como Lacan prestaron especial atención a las
«identificaciones primarias»; el primero en lo que concierne al
papel del padre y el segundo, a los trazos significantes que las
constituyen.4
LA

Lo que de modo invariable encontramos en la clínica del autismo


infantil precoz es el fracaso de esa función primordial de
reconocimiento. Las causas de ese fracaso son, en efecto,
FI

sumamente variables - d e las genéticas y neurológicas hasta las


traumático-psicológicas-, pero la falla de esa delicada y
fundamental operación de entrada en el campo del lenguaje
aparece rigurosamente en todos los casos.


De ese modo, nos vemos en la necesidad de situar el fracaso de la


«función primordial de reconocimiento» como causa nodal en la

3 Escribimos, de acuerdo con Lacan, «Otro» en mayúsculas porque no se trata de


cualquier otro, sino de aquel que tiene el poder, la posición autorizada, de endosar en el
niño la matriz simbólica que gobernará sus actos, y «Primordial», porque se trata de la
primera forma (una forma familiar) en que ese Otro se hace presente en la vida del niño;
más tarde habrá otra forma: el Otro del Discurso Social.
4 Lacan llamó a esa marca fundamental «trazo unario», enfatizando de ese modo que se
trata no de un trazo único, sino de un trazo que denota la singularidad de la entrada de
cada sujeto en el campo del lenguaje.

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etiología del autismo. Dicho de una manera más simple: se creó
algún obstáculo insuperable entre el niño y su Otro Primordial. En
las investigaciones en el campo genético se han hallado
correlaciones de ese fracaso con el síndrome del X frágil, por
ejemplo, y también con diversas alteraciones de localización
genética. Entre otras hipótesis derivadas de las indagaciones y
suposiciones genéticas se ha creado un síndrome -Asperger-
localizado en la clasificación psiquiátrica del DSM IV dentro del
'espectro autista', atribuido a una causa genética aún no

OM
demostrada. En el campo neurologico se han encontrado
significativas correlaciones con trazados electroencefalográficos
paroxísticos en las regiones temporales (precisamente, las
relacionadas con las funciones lingüísticas), escasa actividad en la
región del surco temporal superior izquierdo (cercano al área de

.C
Wernicke que rige funciones interpretativas del lenguaje),
alteraciones en el área 44 de Brocca (también sede de funciones
DD
lingüísticas, en especial expresivas, y, por ello, clásicamente
vinculada con los trastornos de afasia), manifestaciones
epilépticas diversas, trastornos en el ritmo bioeléctrico del lóbulo
frontal, configuraciones atípicas en las imágenes obtenidas por
medio de resonancia magnética y trastornos en el metabolismo de
LA

la serotonina. También se observa que, entre los niños autistas,


hay una elevada incidencia de trastornos específicos de lenguaje,
así como retrasos afásicos y disfásicos y, menos comúnmente,
FI

retrasos anártricos.
Curiosamente, el autismo también puede manifestarse en niños
que no presentan ninguna de las alteraciones mencionadas, pero
en todos los casos sí presentan el fracaso de la función primordial


de reconocimiento recíproco.
En ese sentido, es importante notar que existe gran cantidad de
casos de autismo y/o de trazos autistas en niños nacidos ciegos o
que quedaron ciegos a muy temprana edad, en niños sordos de
nacimiento hijos de padres sin ese trastorno (no se da en tal
proporción entre los niños sordos de nacimiento hijos de padres
también sordos) y también en niños que, por el hecho de tener
síndromes que modifican sus rasgos y ponen en duda su futuro
(por ejemplo, el síndrome de Franceschetti-Collins, el síndrome
de Down), enfrentan muy pronto en sus vidas el rechazo en la

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mirada de sus semejantes y, eventualmente, de sus padres, si bien
sus síndromes no están específicamente vinculados a algún tipo
de manifestación autística.
Esas consideraciones nos permiten situar la etiología del autismo
en el cierre de esa puerta de entrada al lenguaje que es la «función
primordial de reconocimiento», cuyo fracaso puede obedecer a las
más diversas causas.

Lo que podemos afirmar hoy acerca de la estructura del autismo

OM
En el campo de la psicopatología psicoanalítica, clásicamente se
han reconocido tres estructuras: neurosis, psicosis, perversiones,
cada una de ellas caracterizada por una forma determinada de
defensa del sujeto frente a las dificultades de conjugar sus deseos

.C
con la realidad.
Las neurosis, con su represión: rechazo, para el registro
DD
inconsciente, de las representaciones relativas a deseos
inaceptables para la conciencia del sujeto.
Las perversiones, con su rechazo: conducirse como si no
existiese, aun cuando se sabe que existe, aquello que se opone al
goce del sujeto.
LA

Las psicosis, con su forclusión: imposibilidad del sujeto de


encontrar una posición en el discurso que le permita comprender
el sentido de las cosas, porque el nombre que determina esa
FI

posición no fue primariamente inscrito; el sujeto compensa la


falta de sentido con un exceso de sentido en su delirio y suprime o
crea los términos, según sea necesario, para poner a resguardo el
sentido que él ha inventado.


El autismo, en la medida en que se presenta como una ausencia de


sujeto (están ausentes la demanda de reconocimiento del otro y el
deseo del otro, que harían posible considerar una estructura
mínima de sujeto), plantea para el psicoanálisis el problema de
cómo establecer una estructura (siempre necesaria para orientar
las intervenciones clínicas) que se encuentra fuera del lenguaje,
en la medida en que sabemos que el inconsciente está
estructurado como un lenguaje. Como suele suceder, fue la clínica
la encargada de dar respuesta a esa cuestión: la prevalencia de los
automatismos crea un mecanismo de exclusión del niño con

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respecto al lenguaje. Es por ello que los autistas desvían su
mirada no de cualquier cosa, sino específicamente del otro
semejante, así como se hacen los sordos no ante cualquier sonido,
sino específicamente ante el del otro hablante. Si bien es cierto
que es difícil sostener la proposición de que «el autista se
excluye», precisamente porque el se implicaría un sujeto en un
caso en que su ausencia es evidente, sostener dicha proposición
constituye un primer movimiento de un intento de cura: suponer
un sujeto allí donde no lo hay. Es por esas razones que el

OM
psicoanálisis, aun de modo polémico, ha incorporado el autismo
como una cuarta estructura: la estructura de la exclusión.

¿Hay «tipos» de autismo?

.C
En un comienzo, se distinguió el autismo innato - al que se llamó
«primario»- del autismo adquirido -denominado «secundario »-.
DD
Más tarde, se reservó el término «primario» para el autismo en
cuyo origen había, supuestamente, una causa orgánica innata,
determinada y circunscrita, preferentemente de orden genético o
debida a una estructura neurológica defectuosa, aun cuando ello
no estuviese claramente demostrado. Por su parte, el término
LA

«secundario» pasó a ser usado en los casos en que el autismo


aparecía como una consecuencia derivada de una enfermedad o de
un daño considerado, por lo tanto, como el factor primario, aun
FI

cuando no hubiese un registro significativo respecto de una


diferenciación constante en las manifestaciones específicas del
autismo entre ambos tipos de casos.
A partir de la diseminación del diagnóstico del síndrome de


Asperger 5 surgió la distinción entre el autismo con deficiencia


intelectual y el autismo de alto rendimiento. Con ello se hacía
alusión a las habilidades de resolución lógica compleja que
5
Durante sus primeros cuarenta y cinco años de existencia, a partir del momento en que
el doctor Asperger lo definiera en 1949, el síndrome homónimo sumó menos de cien
casos en la comunicación médica internacional. Pero desde el momento en que fue
incorporado al DSMIV en 1992 y que su espectro semiológico fue geométricamente
ampliado, en quince años reunió decenas de millares de casos, y, curiosamente, llegaron
a ser incluidos en su casuística hombres famosos como Mozart, Newton y Einstein.

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poseen algunos autistas, en contraste con aquellos que o bien
están afectados, primariamente, por un retardo intelectual
(handicap que puede favorecer la adquisición del autismo), o bien
se ven perjudicados, secundariamente, en sus aprendizajes y en su
rendimiento intelectual por la pobreza de relaciones a la que su
autismo los condena.
De nuestra parte, consideramos verdaderamente relevante la
distinción entre autismos secundarios respecto de problemas
específicos (constitucionales) de lenguaje, autismos vinculados a

OM
configuraciones patológicas genéticas y/o neurológicas
demostradas y autismos relacionados con historias familiares en
las que hubo ruptura, quiebra o discontinuidad abrupta en cuanto
a los escenarios y los personajes implicados en las
identificaciones primarias (en especial, durante el primer año de
vida).
.C
DD
¿Curable o incurable?

Definir el autismo como un cuadro homogéneamente incurable


implica, por un lado, una resistencia de los clínicos a reconocer la
diversidad de condiciones en las que un autismo se estructura y,
LA

por otro, el posicionamiento en la idea de una causa única. Como


hemos visto, la ruptura del vital punto de encuentro entre el hijo y
sus padres constituido por la función primordial de
FI

reconocimiento le cierra al niño la puerta de entrada al mundo


ordenado por el lenguaje, es decir, el mundo específicamente
humano. En la medida en que las causas de esa ruptura, de ese
distanciamiento, son de las más diversas, es necesario vincular las


condiciones y las posibilidades de cura: 1) con el grado y el modo


de incidencia de esas causas sobre el proceso de las
identificaciones primarias, 2) con las posibilidades de control o
supresión de esa incidencia, y 3) con la capacidad de la familia de
persistir largamente en la reconstrucción de las condiciones que
permitan producir el reconocimiento recíproco que se ha perdido;
asimismo, 4) las causas deben ser sometidas a la prueba del
tratamiento, dado que en su mayor parte son supuestas, y 5)
afirmar desde el comienzo la incurabilidad introduce al niño y a
su familia en la trampa de la profecía autorrealizada: nunca puede

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ocurrir aquello que ni siquiera se intenta hacer (si no se intenta la
cura, esta, por cierto, no ocurrirá y así se establecerá la «prueba»
de la incurabilidad). Si el intento de cura parte del reconocimiento
de su imposibilidad, lo que se espera del niño y lo que se le pide
nunca exceden el círculo de lo posible, es decir, de la persistencia
de su patología.
Es verdad que, en la medida en que se prolonga un determinado
modo de funcionamiento psíquico, este tiende a volverse fijo,
automático e irreversible. La lógica clínica nos lleva a pensar que

OM
en un cuadro -como es el caso del autismo- que se caracteriza
precisamente por la prevalencia de los automatismos, la
disposición para que su matriz de funcionamiento se vuelva
automática debe facilitar que esto ocurra en un lapso menor.
Observamos, en efecto, que, si por un lado la permeabilidad y la

.C
flexibilidad frente a la intervención terapéutica psicoanalítica es
de gran magnitud en los primeros tres años de vida (y en especial
DD
en el primer año), esa apertura se cierra de modo vertiginoso a
partir del cuarto año, y los tratamientos se vuelven difíciles de
abordar y sus resultados son bastante dudosos cuando se trata de
autistas de más de 5 años de edad. Ahora bien, en los primeros
años, los resultados de las intervenciones psicoanalíticas, llevadas
LA

a cabo por terapeutas con experiencia clínica específica en esta


patología, logran establecer nuevas condiciones para la
constitución del sujeto psíquico que, espontáneamente, allí había
FI

claudicado.

Una observación final




Si la intervención psicoanalítica exige, en el caso de las psicosis,


que el terapeuta acompañe el delirio de su paciente, aun cuando
no se identifique con sus excesos de sentido, en el caso del
autismo la exigencia es más radical: el analista necesita
acompañar a su pequeño paciente por el camino de su
autoexclusión. Eso implica que tendrá que arriesgar un acto de
reconocimiento recíproco (una identificación especular) fuera del
territorio del lenguaje, con la esperanza de que su paciente lo siga
en el retorno a ese territorio. Ningún ejercicio clínico es tan

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revelador como el que nos dice (y debemos esta enseñanza a los
autistas) que nada somos fuera del lenguaje.

OM
.C
DD
LA
FI


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4
FUNCIÓN MATERNA Y FEMINEIDAD

OM
.C
DD
Desde un punto de vista estrictamente formal, la única función es
la del padre, en el sentido de que la única alternativa para que se
produzca un sujeto se articula a partir de lo Simbólico.
Sin embargo, varios autores lacanianos (Godino Cabas, 1980, p.
35; Sami-Ali, 1979, pp. 72-118) y hasta el mismo Lacan aceptan
LA

hablar de función materna, en un sentido descriptivo, como del


lugar que ocupa el agente de intermediación de lo simbólico para
el infans (Maci, 1983, pp. 118-20).
FI

Prematuro como es, el cachorro humano requiere la presencia real


de un agente que lo reciba en un espacio virtual (el lugar de su
falta), espacio en el cual ese infans se espeja (se imaginariza). Ese
espacio se cava en el agente materno en la medida en que existe


en él una referencia a lo simbólico. Para ser más precisos, es


necesario que ese agente esté capturado por la castración
simbólica, inscripto metafóricamente en el Nombre-del-Padre. O
sea que no hay verdaderamente agente materno sin referencia a la
Función del Padre porque este agente se constituye como tal solo
en su nombre. Solo así el hijo es objeto de deseo; y solo así,
entonces, la madre inscribe (¿escribe?) en su cuerpo las marcas de
lo simbólico, Esta es por excelencia, la función de la madre.
Godino Cabas nos ayuda en este punto: "Si Freud insistió en que
el niño es an-objetal, lo hizo sobre todo porque quiso subrayar el

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hecho de que el objeto se construye. Seria necesario decir ahora
que la imago del seno materno es su piedra fundamental. Ella
proporcionaría los elementos para la construcción de la función
materna en la cual la mujer encuentra un objeto primordial de su
sexualidad" (1980, pp. 35-6). Se trata de la ecuación [pene=hijo]
— falo (Lacan, 1971, p. 284) que caracteriza a la maternidad, en
la medida en que, en la mujer, la falta se especifica en el deseo del
hijo. Este lugar vacío es simbólicamente llenado por el niño, con
el cual se ímaginariza una completud, insostenible, sin embargo,

OM
en el nivel simbólico: el niño también es afectado por la falta.
Esta dialéctica del deseo se realiza en un circuito en el cual el
infans se ve totalizado en un "otro" que lo espeja; completud
imaginaria que contrasta con la inmadurez que, de su propio
cuerpo, percibe. Así, para mantener este Ideal de si mismo, el

.C
niño desea el deseo de la madre. Y como consecuencia de ello "el
lugar simbólico de la madre revela la dimensión de poder del Otro
DD
de la primera dependencia" (Maci, 1983, p. 118). Este poder actúa
marcando en el cuerpo del hijo (en el inicio fundamentalmente
visual y oral) la direccionalidad de la pulsión para el encuentro
con el objeto de deseo: el rostro y el pecho y sus sustitutos,
A este respecto informa Sami-Ali que "en el origen de la
LA

constitución de los objetos podemos discernir un proceso circular


que, por un lado, parte del niño, pasa por la madre y llega al
objeto; y que, por otro lado, parte de la madre, pasa por el niño y
FI

llega al objeto.
La palabra hace su entrada sobre ese fondo de objetos
(primordiales) que se corresponden entre sí y que reflejan la
correspondencia fundamental del propio cuerpo y del objeto


materno" (1979, p. 72).


Todo este proceso se sintetiza en la fórmula de la metáfora del
Nombre del Padre

S S´ (tachado) -----> S 1
S (tachado) X s

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En esta fórmula las S mayúsculas son significantes, y la s
minúscula es el significado "inducido por la metáfora, que
consiste en el reemplazo de la cadena significante", o sea, en el
pasaje de S a S´ "La elisión de S´, representada aquí por la barra,
es la condición para el éxito de la metáfora" (Lacan, 1975, p.
242), Esto informa que solamente cuando la marca significante
del nombre del padre opera sobre la madre la ley que restringe el
campo de su goce a los lugares externos al incesto, la madre es
deseante. Deseante del único que podría serlo: de lo que le falta, o

OM
sea del objeto residual del incesto primordial: el hijo, Hijo que,
por ser objeto real, se convierte en fetiche de la madre para
acceder, por esa vía, a la dimensión simbólica. Como fetiche de
una madre normalmente neurótica, queda referido al Otro (A)
portador de la ley, o sea, pasa a ser significado como falo en lo

.C
imaginario materno y, por lo tanto, referido al significante de ía
falta (precisamente el falo) en lo imaginario propio. La fórmula
DD
propuesta se toma más comprensible del siguiente modo:

Nombre del Padre: Deseo de la madre (tachado) ->


------------------------------- - -------------------------------------
LA

Deseo de la madre (tachad) Significado al sujeto

---> Nombre del Padre ( A )


Falo
FI

Si seguimos la fórmula paso a paso, tendremos: el Nombre-del-




Padre, como significante que, por ser portador de la ley (de


prohibición del incesto), hace una falta en la madre, o sea, la deja
deseante. Este Deseo de la Madre, que en el primer elemento
juega como significado, en el segundo lo hace como significante
(encima de la línea). Este movimiento está viabilizado por el
carácter dialéctico del deseo que, en un juego de espejo M-H,
hace que el deseo del hijo por parte de la madre sea reencontrado
en él como deseo de ese deseo de la madre dirigido a él mismo.
En ese desear el deseo de la madre el hijo descubre en ella la

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falta: ella está afectada por una restricción de su goce con él y,
por causa de esta falta, se dirige al Otro (A), que no es el hijo, en
la esperanza de resolverla, Ese otro está representado por el
significante del Nombre-del-Padre. Lo que este significante
significa (en última instancia lo que hace la diferencia sexual) es
deseado por la madre y, entonces, pasa también a ser deseado
dialécticamente por el hijo, De este modo, el Deseo de la Madre
hace este pasaje a la categoría de significante, cuyo significado
consiste en la imaginarización de un sujeto que participa de la

OM
insignia fálica, que no es más que el Nombre-del-Padre
(Significante Primordial) metaforizado.
A través de toda esta arquitectura de la Castración Simbólica, la
madre, capturada en el actuar del Significante, cumple su función
transmisora, apoyándose en un juego de soportes corporales —el

.C
del hijo y el propio— que refiere estos cuerpos a una constante
reconstrucción imaginaria desplazada incesantemente a través del
DD
campo angustiante de la falta. Así ocurre en la neurosis,
Pero cuando la falta se sutura, porque la ley pierde su eficacia, el
Nombre-del-Padre no se metaforiza. La madre no es deseante de
un hijo, sino de un gajo que la complete, porque en su imaginario
la falta (la diferencia sexual) no es irremisible. Aquí entrevemos,
LA

en el repudio de la diferencia sexual, el fondo perverso de la


madre fálica. El deseo materno, a través de la Forclusión
(Vererfung) del nombre del Padre esquiva al Otro con su deseo y
FI

en la imagen recíproca de este deseo, captura indisociadamente al


hijo. Aquí tenemos el punto de partida de una estructura psicótica.
Sin embargo, nos parece que en el autismo no hay captura, a no
ser en la imagen recíproca del mero deseo de muerte: el muerto.


Aquí es esquivado no solamente el Otro, sino también el cuerpo


del hijo.
Muchos autores han analizado la cuestión de la función materna
partiendo de puntos de vista diversos. Por lo tanto, en una
tentativa de ordenamiento de los problemas, podemos diferenciar
este primer nivel formal de los otros niveles en que se acostumbra
conceptualizar la función materna.
Hay un nivel de cuidados reales, que atiende a las necesidades del
niño. Esto es lo que se ha llamado puericultura; es lo que las
enfermeras y los pediatras focalizan como eje de sus

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preocupaciones: alimentación, movimentación, higiene,
enfermedades, salud, etcétera. Y otro nivel, que se ubica a mitad
de camino entre lo psícoanalítico y lo pediátrico y que,
combinando observaciones con recursos teóricos, trata de
articular una imagen de la función materna, en el vaivén que la
caracteriza, entre la satisfacción de necesidades y la
estructuración de lo Imaginario/Simbólico. Aquí se arman
verdaderas "funciones" en el sentido de mise en scene del
"vínculo" M-H. Sí bien por un lado este nivel de análisis carece

OM
del rigor de las consideraciones formalizantes, tiene por el otro la
ventaja de servir como guía clínica para muchos legos y aun para
muchos participantes. Guía, no en el campo de la puericultura,
sino en el campo de lo imprescindible "innecesario" que se debe
hacer presente en la relación M-H, para que el individuo de la

.C
especie se constituya como sujeto. Sin duda cabe aquí
nuevamente lo que ya señalamos en la introducción: Winnicott
DD
detalla cuestiones relativas al espejamiento M-H, sin entrar en el
análisis de la función que los separa. Se mantiene, pues, en el
campo de lo imaginario.
Es precisamente en este plano que ubicamos sus contribuciones
(1965, pp. 72, 75,79) respecto del papel de la madre en las
LA

primeras etapas de la vida. Sin embargo, debemos destacar su


aporte acerca del objeto transicional (1972, pp. 17 y 45), que se
ubica en el campo de la teoría formal psicoanalítica y que define
FI

el papel de la madre en el rigor de su función articuladora de Jo


imaginado recubriendo la aridez de lo real.
Es más aquí de la muerte, y más allá de la cosa, que la madre
realiza su función. Por eso, como dijo Lacan: "Lo importante no


es que el objeto transicional preserve la autonomía del niño sino si


el niño sirve o no como objeto transicional para la madre. Y ese
suspenso no entrega su razón a no ser en la misma proporción en
que el objeto entrega su estructura. A saber, la de un condensador
para el goce, en la medida en que, por la regulación del placer, tal
estructura es robada al cuerpo" (Lacan, 1980, p. 210) Wínnicott
(1972, p. 147) refiere los cuidados maternos primarios como
características del papel materno y los define en tres funciones:

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a) Manutención (holding)
b) Manoseo (handling)
c) Presentación del objeto o presentación del mundo

En un articulo publicado en español en El niño y el mundo


externo Winnicott incluye un cuarto elemento: la relación
triangular entre los miembros de la familia (1965, p. 15).
La manutención se refiere a la asignación del lugar, el
mantenimiento de la mirada, la protección general contra los

OM
sentimientos de desamparo que inicialmente se apoderan de los
bebés, se refiere "a ver al hijo como un ser humano en un
momento en que él aún no es capaz de sentirse entero" (ibidem, p.
17), ya que el niño es naturalmente prematuro, aunque nacido a
término, para enfrentar el nuevo estado extra uterino.

.C
El manoseo, desde la movilización hasta la higiene, cubre todas
las zonas de contacto con el niño, "Todos los detalles del cuidado
DD
físico precoz constituyen para el niño cuestiones psicológicas"
(ibidem).
La "mostración del objeto denomina el acto de llevar al niño en
dirección al mundo circundante de una manera gradual y no
contingente, ya que este mundo tendrá interés para el niño en la
LA

medida en que la madre le muestre la importancia que ese mundo


tiene para ella y para el propio hijo" (ibidem).
De todos los objetos del mundo que rodean al niño y a su madre,
FI

existe uno que el deseo de ella subraya especialmente. Se trata del


padre, que la articulación psíquica materna colocará en un lugar
de valor, variable de acuerdo con su propia estructura. Aquí
aparece, entonces, el segundo elemento de la función materna,


primera sustentadora de la función del Padre frente al hijo. "No es


solamente de la manera en que la madre acepta a la persona del
padre que conviene que nos ocupemos, sino también del caso que
ella hace de su palabra digamos el término, de su autoridad; dicho
de otro modo, del lugar que ella reserva para el Nombre-del-
Padre en la promoción de la ley" (Lacan, 1975, p. 269).
Es aquí, probablemente, donde podemos incluir la función de
triangulación a la que Winnicott se refiere y que, sin duda,
constituye un postulado de nivel teórico absolutamente diferente
de las primeras tres funciones formuladas. Y es también aquí que

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debemos cuestionar este salto de categorías por parte de
Winnicott, al introducir por mera yuxtaposición sumatoria lo que,
en un efecto contrario a tal procedimiento cuantitativo, recalifica
todo. O sea el Triángulo Edípico. Es este exabrupto en un médico
tan sensato lo que, por la excelencia de su verdad conceptual,
desnuda la insuficiencia de los postulados de los cuidados
maternos primarios para analizar cuestiones de salud y
enfermedad psíquica en los niños. Si así no fuese, Winnicott no
necesitaría haber agregado nada. Su percepción de que problemas

OM
tales como la psicosis y la delincuencia infantiles no pueden ser
abordados puramente a partir del medio ambiente lo lleva a
incorporar este tema de la triangulación. Nos preguntamos si tal
formulación, así presentada, bastará para cortar el camino a
quienes, apoyándose en las tres primeras consideraciones tan

.C
realísticamente explicadas por Winnicott, consideran que es el
medio ambiente el que enferma al niño y, en consecuencia, lo que
DD
lo puede curar.
Una vez definidos los cuidados maternos primarios, quedan aún
por responder las siguientes preguntas: ¿qué condiciones deberán
cumplir esos cuidados para que resulten eficaces en la operación
de sujetamiento del infans y ¿qué condiciones deberá cumplir esa
LA

madre en la función de significar el Nombre-del-Padre para que


asuma expresión específica en el hijo? O sea, de un modo más
preciso, cuáles serían las condiciones para la efectivización de la
FI

Metáfora-del-Nombre-del-Padre,
No parece ser ésta la preocupación central de los que "en su
búsqueda de las coordenadas del 'ambiente' de la psicosis se
apartan, como almas en pena, de la madre frustrante y de la madre


hartante, no sin sentir que, al encaminarse en dirección al padre de


familia, se queman, como se acostumbra decir en el juego infantil
del objeto escondido" (Lacan, 1975, p. 263).
El bebé no dispone de la comprensión del lenguaje para ser
informado de los deseos de la madre, ni para Informarle sobre sus
necesidades e inquietudes. El sistema del lenguaje preexiste al
niño, pero fuera de él. Se hace entonces necesario que el niño se
inscriba en el orden del lenguaje, incorporándolo a si mismo para
conseguir la asunción de toda su condición humana. Es cierto que
la condición previa para que esto suceda es que, a partir de los

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padres, el hijo esté inscripto en ese orden simbólico marcado por
la escala de valores inaugurada por la Función Paterna. Pero esta
marca simbólica no opera directamente sobre lo Real, sino sobre
lo "real construido", o sea sobre lo otro de lo real: lo Imaginario.
La madre agrega a las necesidades del hijo una significación que
las transforma. Así, toda manifestación del hijo, todo objeto
circulante entre él y su madre se instala en un espacio intermedio
entre los dos personajes reales. Es el fenómeno transición al
(Winnitcott, 1972).

OM
Para que esto se produzca es necesario que la madre establezca
una serie de puentes de actividades significantes que traduzcan su
discurso en un idioma que se aproxime a les condiciones de
insuficiencia constitucional del cachorro humano. Es el idioma de
la actividad maternal de interpretación de dos sistemas que se

.C
despliegan paralela y simultáneamente:
DD
1) su propio discurso regido por el sistema de lenguaje

2) el sistema de actividades constitucionales del niño.

Este último se agrupa en los cinco subsistemas que caracterizan a


LA

los engranajes constitucionales del bebé: los reflejos arcaicos, la


gestualidad refleja originaria, el tono muscular, la actividad
postural y espontánea y los ritmos biológicos; ellos componen los
FI

códigos constitucionales a los que la madre otorgará significación


psíquica, Para romper el paralelismo de estos dos sistemas la
madre cuenta con una doble ayuda: por un lado, el papel de la
imago del semejante y. por otro, la permeabilidad al significante,


que son características de los individuos de nuestra especie.


La permeabilidad al significante se resume en parte en la
maduración y en la capacidad de composición asociativa. Pero
fundamentalmente en la repetición característica del
funcionamiento psíquico, derivada de la base genético-instintivo-
pulsional propia del ser humano (S. Freud. 1948, pp, 1089 y
siguientes). La cuestión de la imago se refiere a la prevalencia de
la imagen del semejante que, aunque en otras especies se muestre
mecánicamente determinante de la maduración (o de ciertos
aspectos de ella), en el ser humano queda relativizada a un efecto

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de captura del cachorro por parte del deseo materno. Esta captura
actúa por medio de las operaciones maternas de saturación
psíquica de esta imago, operaciones que están, por el imperio en
la madre de la marca significante, decisivamente vinculadas al
sistema del lenguaje. A su vez, este sistema asegura, a través de la
síntesis de la cultura por él contenida, el sujetamiento del
cachorro, o sea, su condición de sujeto Lacan, 1971. pp. 1MB},
En setiembre de 1979 en un trabajo presentado con Coriat, en
ocasión del 5° Congreso Brasileño de Neuropsiquiatría infantil

OM
afirmábamos que “las características del encuentro M-H en el
período inicial de la lactancia están determinadas por la madre.
Ella tiene una personalidad estructurada, una manera de ser de su
femineidad que otorga a su hijo un significado y un valor
definidos para cada caso, integrando, según sus características

.C
personales, las normas de crianza que la cultura y la familia le han
transmitido. El peso de todo este cuadro, preexistente en la madre,
DD
es muy grande.
Todo rasgo singular que el niño presente adquirirá su significado
en función de esta estructura previa" (Coriat y Jerusalinsky, 1583,
p. 12),
Tenemos así tres aspectos centrales en la composición de las
LA

funciones del agente materno:

--- cuidados maternos primarios (nivel de lo real)


FI

— Doble traducción - lenguaje x acción

(circulación imaginario/simbólica)


Acción x lenguaje

— sustentación primaria de la Punción Patema o triangulación


edípica (nivel de lo simbólico)
Podemos agregar aún que la función del agente matemo está
sujeta a las condiciones de que represente:

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a) discontinuidades que permitan al niño experimentar los
contrastes imaginarios que lo llevaran a incorporar sistemas de
oposiciones necesarios para absorber las series de la significación

b) coherencia y articulación indispensables para constituir un


sistema en el cual el niño se vea incluido, para que el agujero que
señala el lugar a partir del cual hablará sea distinguible.

OM
.C
DD
LA
FI


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05

ASPECTOS CONSTITUCIONALES DEL BEBÉ


Y SU INFLUENCIA EN LA RELACIÓN MADRE-HIJO

OM
.C
DD
LA
FI

AI principio las respuestas del niño están forzosamente


encaminadas por la vía de la actividad refleja, por la actividad


espontánea y por las expresiones de su tono muscular y su


gestualidad. La viabilidad y condición de estas actividades en el
niño realimentarán un circuito afectivo con centro de
determinación en la madre. Esta retroalimentación podrá
ocasionar cambios en la posición de la madre respecto del niño,
modificando así el lugar simbólico que el hijo ocupa y el valor
que significa.
El niño existe psíquicamente en la madre mucho antes de nacer y.
más aún, mucho antes de ser gestado. Cuando el niño nace, todo
ese engranaje que lo precede se pone efectivamente en

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movimiento. Podemos decir que un recién nacido dispone de un
"enganche" para articularse en el proceso materno que lo
contiene; "enganche" éste que se compone de: actividad refleja
arcaica, gestualidad refleja, tono muscular, actividad postura] y
espontánea y ritmos biológicos.

a) Actividad refleja arcaica. Cuando el niño nace presenta una


serie de reacciones automáticas, "desencadenadas por estímulos
que impresionan diversos receptores". Estas reacciones

OM
constituyen algunas de las huellas que guían la actividad del bebe.
Estamos refiriéndonos fundamentalmente a los reflejos
madurativos, al conjunto de los reflejos orales, de la madre, de
Moro, tónico-cervicales, a los relativos a la maduración de la
actividad ocular, a las reacciones cutáneas y a los reflejos

.C
posturales y superficiales de los miembros inferiores (Coriat,
1974, y Coriat y Jerusalinsky, 1983).
DD
No es nuestro objetivo describir estos mecanismos, que ya están
tratados en una vasta bibliografía, sino internarnos en el análisis
del valor que tales reflejos pueden tener para los intercambios
madre - hijo.
Partiendo de esa perspectiva y considerando los reflejos orales,
LA

nos parece útil recordar aquí las reflexiones de Langer (1976}


acerca de la importancia que para la madre y el niño, tiene una
lactancia feliz: "No sólo el niño sino también la madre se
FI

perjudica por la renuncia a amamantar". Helen Deutsch encuentra


'una estrecha relación entre el trabajo de parto y la lactancia, al
comprobar que la succión del lactante estimula las últimas
contracciones del útero, de manera que con el comienzo de la


lactancia termina función dinámica de este órgano, que cede su


primacía a las mamas. La lactancia, además de ayudar a la madre
a vencer el trauma que: le causa la brusca separación de su hijo,
sirve también para mitigar el efecto de su propio trauma de
nacimiento (apud Langer, 1976)
La activa succión por parte del bebé tiene efectos múltiples para
la madre: produce el vaciamiento del pecho, calmando la tensión
y estimulando la glándula mamaria, con lo cual la secreción láctea
aumenta. Las mujeres deseosas de su maternidad sienten en esta
producción láctea la continuidad de su potencial corporal, que se

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desplaza poco a poco hacía el cuerpo de su hijo y. en la medida en
que éste crece, pone en evidencia el efecto de la donación
materna.
Este ciclo de satisfacción parte del ofrecimiento del pecho, circula
por la succión del bebé, retorna glandular y psíquicamente sobre
la madre, que se siente así más próxima de su hijo, transformando
la brusca separación del parto en un distanciamiento corporal
gradual y lento durante el cual el bebé recibe el don materno. Don
que se expresa primero en forma de leche, como alimentación y

OM
apoyo, protección y enseñanza, y que va re significándose en
otros objetos en la medida en que el niño se vuelve capaz de
alimentarse por si mismo.
Este círculo maternal envuelve otro ciclo con el que se superpone
y se entrecruza: el ciclo de hambre y dolor, succión consuelo,

.C
saciedad y satisfacción. El bebé experimenta todo esto con los
ojos fijos en e! rostro de la madre, ojos que lo enganchan y lo
DD
transportan hasta el universo en el cual su cuerpo, la boca y la
leche adquieren su inscripción: el universo simbólico.
Círculos que se tocan, superposición tangencial que articula, junta
y separa los espacios de la madre y del hijo en un vaivén que se
expresa más tarde incluso en la aparición de las representaciones
LA

gráficas, de cuyo fenómeno nos da un ejemplo el juego del


Squiggle propuesto por Winnicott 1979).
Es preciso hacer notar que el punto de contacto, que en el ángulo
FI

psíquico está apoyado en una serie de representaciones maternas,


en el ángulo biológico se apoya en automatismos reflejos,
fundamentalmente orales y visuales. El pecho se ofrece y el rostro
del niño gira, por el reflejo de búsqueda, y chupa en una


secuencia pausada y fija. En la primera quincena de vida


predomina la alineación óculo-troncal y, poco a poco, los ojos
acompañan a la cabeza en sus seguimientos perspectivos. Las
manos y los brazos se flexionan cuando el bebé siente hambre y
ansiedad y se van relajando y extendiendo en la medida en que la
alimentación avanza, la madre "lee" en los ojos que se entornan y
en el cuerpo que se relaja el goce que su leche proporciona.
Los reflejos orales adquieren un sentido de aceptación, goce,
plenitud; son significados porque están allí, son como el trazo

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para la escritura o el sonido para la palabra: su presencia da un
soporte para que esta palabra, la materna, tenga un destino cierto,

b) Gestualidad refleja El llanto inicial del bebé es obviamente


reflejo, un puro automatismo. Ligado al principio a la respiración
aérea, forma parte de las reacciones vitales más arcaicas del ser
humano, Pero de allí en adelante, y casi sin interrupción, se
repetirá en situaciones de dolor e incomodidad que afecten al
niño. Nada existe de adquirido en esa manifestación primaria, por

OM
lo menos en el recién nacido.
A partir del primer mes de vida es posible notar cambios en el
llanto que, constitucional al comienzo, se incorporará a
estructuras que, poco a poco, lo llevarán a adquirir la
significación social que tiene para el mundo de los adultos. En las

.C
primeras semanas el llanto aparece como desencadenado
automáticamente frente a cualquier síntoma de dolor o de
DD
incomodidad, como directamente asociado a sensaciones
corporales inmediatas y realmente presentes. Con cinco semanas
de vida, se presenta como efecto de los sueños, sin duda el bebé
"ve" o "siente" transitar por su mente una serie de imágenes que
movilizan su gestualidad de manera muy activa. Mientras duerme
LA

presenta succión espontánea, contracción del rostro, emisión de


sonidos, sonrisas, movimientos de los párpados, eventualmente un
llanto breve e interrumpido bruscamente, como obedeciendo a
FI

una imagen que pasara fugazmente, ya que si fuese una molestia


corporal la queja se reiteraría.
Esta pequeña secuencia evolutiva nos muestra cómo, sutilmente,
el llanto se transforma de una reacción automática en un elemento


de comunicación. Basta para ello observar las reacciones de


quienes cuidan al bebé frente a su llanto: lo consuelan y calman,
le hablan, lo cambian y Jo acarician, le atribuyen dolores y lo
abrazan.
Lo mismo sucede con la sonrisa, que inicialmente aparece durante
los momentos de saciedad y somnolencia que suceden a la
amamantación , como un gesto puramente reflejo. Hacia el final
del segundo mes la sonrisa empieza a aparecer como uno de los
"organizadores" centrales en la relación M-H al adquirir el
carácter de respuesta frente a la sonrisa del rostro de otro ser

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humano. Es evidente que las reacciones frente a las sensaciones
corporales inmediatas, reales y de contacto directo, poseen un
valor completamente diferente del de las respuestas gestuales y
del de las gesticulaciones frente a imágenes oníricas y por lo
tanto, ausentes y evocadas.
Las reacciones frente a los contactos concretos, presentes desde
los primeros instantes de la vida, se adscriben al equipamiento
constitucional contenido en el código genético; las de la segunda
categoría del orden de la gestualidad, que empiezan a aparecer

OM
cerca del tercer mes, son adquiridas a través de la inscripción que,
sobre aquellos primeros mecanismos automáticos, realiza el
sistema de comunicación humana que la madre utiliza y en el cual
incluye a su hijo.

.C
c) Tono muscular, Ya hemos señalado que las emociones se
expresan a través de sutiles variantes del tono y de las actitudes, y
DD
que el tono muscular presenta variantes fisiológicas motoras: con
el sueño disminuye al mínimo, pero durante el llanto aumenta. En
efecto, el recién nacido a término, una vez normalizado su tono,
lo cual por lo general sucede alrededor del quinto día de vida,
presenta claras reacciones automáticas vinculadas s sus
LA

sensaciones de dolor y de placer.


Frente al dolor y la Incomodidad aumentan las contracciones, y
las masas musculares se relajan durante el placer y la tranquilidad.
FI

Sin duda se trata de mecanismos neuromusculares


constitucionales que ofrecen a la madre elementos para conocer el
estado de su hijo, en la medida en que ella desea conocerlo.
Este sistema de reacciones sólo puede mantenerse durante pocos


meses si no es apoyado por la función materna, que le imprimirá


toda su significación afectiva. Es conocida la total indiferencia
con que los bebés carenciados afectiva y/o nutricionalmente
responden a los estímulos del medio ambiente, después de cierto
tiempo de privación. Nos parece necesario destacar el valor que,
en la relación M -H, adquieren las expresiones tónicas que
brindan una sutil referencial para el "enganche" materno.

d) Actitudes posturales y actividad espontánea. En la práctica es


difícil disociarlas del tono muscular y de la actividad refleja. Aun

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cuando cierta discriminación sea didáctica, conviene llamar la
atención sobre los riesgos de un esquematismo que pretenda
estudiar aisladamente cada reflejo. En realidad se trata de un
esfuerzo analítico que nos ayuda a percibir con más detalle un
proceso que recorre, compleja y simultáneamente, todos los
niveles desde el psíquico hasta el biológico y viceversa.
Estos diferentes niveles no responden a las mismas leyes ni
componen las mismas estructuras, pero a pesar de ello hoy es
evidente para nosotros la necesidad de profundizar la

OM
comprensión de la dinámica de influencia e Interdeterminación
que existe entre esos niveles.
En ese sentido, el reflejo tónico-cervical asimétrico constituye una
sinergia que, además de favorecer la coordinación ojo mano boca,
induce al niño a adoptar una postura que facilita el

.C
amamantamiento y favorece en la madre la colocación de
pequeños juguetes cerca de la mano del niño y frente a su boca,
DD
dentro de su campo de visión. Esto facilita la tarea de enseñar al
bebé.
Algo similar podríamos decir del relativo predominio del tono
flexor al comiendo de la mamada, que induce la rotación cefálica
y tina postura que se amolda mejor al hueco de los brazos
LA

matemos, mientras que el relajamiento progresivo lleva al niño a


una postura abierta y extendida, sensible, sin embargo, frente a la
más misma motivación que produce en él un esbozo
FI

de "Moro" incompleto. Es como si el cuerpo del niño informara a


la madre acerca de sus necesidades, su saciedad, su goce o su
disgusto.
El constante esfuerzo del lactante durante el primer trimestre de


su vida para conseguir el control cefálico está íntimamente


vinculado a reacciones posturales de defensa frente a la
posibilidad de asfixia por obstrucción de las fosas nasales o de los
canales aéreos, como también sucede con las reacciones de los
automatismos producidos por la maduración de los reflejos del
cuello en et recién nacido a término.
Es claramente observable la gran influencia que sobre los
progresos del mantenimiento de la cabeza ejercen los estímulos
visuales y, muy especialmente, la movilización y la comunicación
humana. Recíprocamente podemos señalar cuán poco alentador es

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para la madre intentar el encuentro con el rostro de su hijo cuando
éste está persistentemente imposibilitado de responder, ni siquiera
con groseras tentativas, a la llamada materna,
La postura adecuada y flexible es natural e inconscientemente
reconocida hasta por la madre más inexperta, dentro de los
amplios limites de variación de la normalidad. Cuando
posteriormente se verifica en el bebé alguna patología, esas
madres positivamente ligadas a sus hijos suelen relatar que les
había llamado la atención tal o cual actitud de sus pequeños.. Es

OM
ésta una clara evidencia de un registro que no llegó a constituir
significante por desconocimiento o por la negación derivada del
temor materno de confirmar que algo andaba mal.
La actividad espontánea, caracterizada por la franca tendencia
pasiva que se apodera del neonato después de la hipertonía del

.C
primer día, y que suele durar cinco o seis días, se manifiesta a
partir de la segunda semana, fundamentalmente en los
DD
movimientos de brazoss, que podríamos llamar "de bailarina
thailandesa", por la semejanza que tienen con los movimientos
plásticos realizados por las mujeres que practican las danzas
folklóricas de Thailandia. También aparecen los clonus, temores
de inmadurez más frecuentes en la barbilla y en las extremidades
LA

inferiores. Los movimientos son lentos y pausados, a veces


entrecortados, y se presentan de forma reactiva, aunque
inicialmente inconstantes, manifestándose cuando alguien le habla
FI

al bebé o mueve lenta mente objetos frente a él.


Alrededor de la quinta o sexta semana aparecen ya los
movimientos globales y agitados de respuesta, alternados por
momentos de total quietud durante los cuales el niño fija la


atención en un objeto o en una persona, como en estado de


concentración.
El pasaje madurativo por esas etapas va desde la actividad
totalmente indiferenciada del comienzo hasta la asimilación de los
primeros esquemas de acción e inhibición que tienen un carácter
francamente adquirido.
En esta secuencia de la actividad espontánea se favorece el
contacto de las manos con la boca y con los objetos externos,
inclusive el pecho y rostro maternos, en encuentros casuales que
constituirían sin embargo la guía de loa futuros contactos

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intencionales. Estos con- tactos fugaces iniciales ofrecen a la
madre múltiples oportunidades para poner en juego las
interpretaciones acerca de las supuestas intenciones del bebé,
manifestadas a través de sus movimientos. Ella va inventando un
verdadero "recorrido" cuyas fronteras sólo reconocen, por un
lado, los limites de la creatividad y de la imaginación maternas;
pero, por el otro, sólo pueden extenderse en el espacio dibujado
por la riqueza de movimientos del niño.

OM
e) Ritmos biológicos. Consideraremos aquí, de entre todos los
ritmos biológicos, solamente los que poseen especial importancia
para el intercambio M-H, Son ellos la acompasada secuencia
respiración-deglución, la respiración misma, las alternancias
hambre-saciedad, sueño-vigilia, y la frecuencia excretora, Pocas

.C
cosas alarman tanto a una madre como la falta de evacuación de
su bebé o el hecho de que éste se ahogue con la leche que está
DD
mamando o regurgitando. También pocas cosas tienen tanto poder
de irritación para una madre como la inversión del ritmo de sueño
del hijo. En estas regulaciones la ansiedad materna y la capacidad
de contención paterna tienen un papel decisivo para detener los
efectos de esos contratiempos.
LA

Cuando en un niño existe una patología neurológica que


distorsiona inevitablemente estos procesos, surge por contraste la
importancia de estas regulaciones biológicas para la conservación
FI

del equilibrio de las relaciones primarias con el bebé, En estos


casos, la flexibilidad materna tiene que ir instrumentando la
sustitución de un ritmo constitucional que se manifiesta como
ausente y que reclama, en alguna medida, su reconstrucción para


permitir tanto al niño como a la madre articular su relación y


hacer un puente en dirección al mundo circundante. Es evidente, y
nosotros nos proponemos destacarlo, el relevante papel que estos
ritmos desempeñan en la sobrevivencia del individuo. Nos
preocupa que puedan ser poco valorizados respecto a su papel de
proporcionar una vía de encuentro para la madre, que se ve
forzada en su función a escuchar con otros oídos a ese niño que
aún no habla. Insistimos en la determinante incidencia de la
personalidad materna, pero no debemos olvidar la evidente
influencia de estos factores.

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En efecto, lo actividad materna decodifica aquello que el niño
expresa en su propia actividad. Los códigos que la madre usa
integran el conocimiento inconsciente que ella llene de esos
elementos constitucionales del recién nacido. Por eso la madre
espera del niño ciertos tipos de reacción en concordancia con ese
conocimiento previo. Además anticipa una imagen global del niño
en términos corporales, cuya confirmación irá a buscar una y otra
vez en el contacto con su hijo. El concepto de diálogo tónico
mencionado por Ajuriaguerra (1970) sintetiza, en un par de

OM
palabras, la naturaleza significante de este proceso.
Así, puede decirse que la madre informa a su hijo sobre la
contabilidad de sus esquemas para conectarse con el mundo que
lo rodea. También se puede decir que el hijo "informa" a su
madre, a través de su respuesta, acerca del grado de adecuación de

.C
la actividad materna a sus sensaciones y a su estado interno.
La madre construye para el niño una imagen contenida en su
DD
subjetividad; además, esta imagen guardará una inevitable
relación con los datos que el niño le ofrezca. Nuestras
observaciones clínicas señalan que tal relación existe, aunque
puede ser sumamente variable. La madre construye, al abrazar al
hijo, al mirar al hijo, en su contacto corporal con él, el perímetro
LA

de su imagen. Perímetro que llenará con el significado nacido de


lo que ella desea en el niño. Pero éste puede facilitar el abrazo u
oponerse involuntariamente a él si una parálisis cerebral lo torna
FI

rígido. Puede ir al encuentro de su mirada o parecer huir de ella, si


un estrabismo grave lo afecta.
Por eso diremos que, si bien es cierto que en el niño no hay sujeto
constituido desde el comienzo, en la madre hay un sujeto para si


misma y otro para prestarle a su bebé. Esta intersubjetívidad


sostenida por la madre necesita de una ilusión de respuesta
psicológica, y el soporte de esta ilusión está dado por la respuesta
material de los mecanismos constitucionales. Podemos decir que
la intersubjetívidad de la comunicación inicial M-H, cuyo centro
reside en la Función Paterna que se instala en la cadena
significante, opera, sin embargo, a través de la intersección de la
actividad materna con la actividad del niño. Y que la actividad del
recién nacido tiene verdadera importancia en las características de

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esta relación ofreciendo un espacio que ejerce sus propias
influencias sobre el signifícame materno,

OM
.C
DD
LA
FI


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6

CAMPOS Y FUNDAMENTOS DE LA INVESTIGACIÓN


PSICOANALÍTICA PARA LA PREVENCIÓN Y LA
INTERVENCIÓN TEMPRANA EN LOS PROBLEMAS DE
LA ESTRUCTURACIÓN DEL SUJETO

OM
Yo amaba a Ofelia: cuarenta mil hermanos que tuviera no
podrían, con todo su amor junto, superar el mío. ¿Qué estás
dispuesto a hacer por ella? (W. Shakespeare, Otelo)1

La causalidad psíquica

.C
La brecha entre las series complementarias (lo constitucional, las
experiencias infantiles, la situación actual) y el orden de la
DD
palabra, que Freud intenta incesantemente cerrar, es finalmente
suturada por Lacan. Lo constitucional pasa a ser lo originario, es
decir, el tejido de significaciones que preceden al sujeto y guían
su constitución. Las experiencias infantiles se configuran como
inscripciones, pues tienen el valor de letras de un texto (el texto
LA

de la novela familiar). La situación actual se configura como la


forma en que el sujeto se representa en el discurso social.
Precisamente, el Otro Social generalizado no es un personaje
FI

concreto –aun cuando se invista en representantes imaginarios-,


sino una abstracción interiorizada en términos de discurso. Así se
hace evidente la razón de que el inconsciente esté estructurado
como un lenguaje y, por consiguiente, de que responda de modo


tan sensible al campo de la palabra.


En la medida en que se considera el descubrimiento del
inconsciente como la instancia del Otro que habla en nosotros, se
explica la posición de lo sexual en tanto etiología de las neurosis,
en tanto el saber sobre el objeto de la satisfacción se constituye,
en nosotros, alienado. Ya no se trata de una reminiscencia
instintiva - animal - como mero residuo hereditario de la
evolución de las especies, sino de una marca simbólica sobre lo 1
Citado por J. Lacan en su clase del 22 de abril de 1959.

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real que, solo después de ser marcado por los bordes del
significante, se convierte en resto. Es interesante señalar que es,
precisamente cuando el corte producido por el significante en el
cuerpo diferencia un borde erógeno - e n el momento en que el
objeto se constituye como tal creyendo que éste, imaginariamente,
pasa a hacernos falta. Es por ello que el significante simboliza la
falta de objeto y es también por ello que el significante funciona
en la exacta proporción en que el objeto falta.
El psicoanálisis evoluciona en esa dirección desde la primera

OM
teoría de Sigmund Freud sobre los instintos hasta los capítulos
dedicados a las pulsiones en el Seminario XI (Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis) de Jacques Lacan.
Ahora bien, además de señalar que en los seres humanos la falta
no es del orden de una pura necesidad biológica, tanto Freud

.C
como Lacan recurren a las representaciones geométricas con el
propósito de investigar y establecer las formas que ese corte
DD
-producido por el significante- podría llegar a tener. Se trata de
una interrogación sobre el resto real de la operación simbólica, lo
que equivale a interrogarse acerca de cuánto hay de arbitrario y
cuánto hay de «imperativo categórico» (nos permitimos esa
pequeña ironía sobre el apotegma kantiano) como característico
LA

de esa operación. En otras palabras, cuál es la lógica a la que


obedece ese trazo que hace un corte en el cuerpo inaugurando la
sexualidad en términos de realización fálica, es decir,
FI

inaugurando el dominio arbitrario de la alteridad.


Es interesante señalar que la geometría proyectiva que constituye
la topología también recibe el nombre de Analysis situs y es
considerada, entre los matemáticos, como mucho más intuitiva


que la geometría métrica, basada en la noción de distancia y no en


la de línea como la proyectiva. Pero lo que para los matemáticos
de comienzos del siglo XX aún permanecía adherido a la
aritmética, en la medida en que todavía prevalecía un concepto
euclidiano de lo que podría recibir el nombre de «lógica», hoy
permanece alejado de esa lógica elemental para dar lugar a una
interrogación más profunda acerca del lugar en que se encuentra
aquello que determina un sistema lógico. A pesar de haber hecho
un uso muy modesto de la topología, Freud tuvo el mérito de
seguir el camino de una lógica cualitativa en mucha mayor

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medida que el camino de lo cuantitativo. Los modelos de
reflexión de Freud nunca atravesaron el territorio de la teoría de
las probabilidades ni, por lo tanto, de las estadísticas. En Freud,
las tesis económicas (las relativas a las cargas pulsionales)
siempre dependieron, para causar sus efectos, de la posición de su
inversión en lo concerniente a un artefacto estructural topológico.
Lacan retoma ese hilo con todo desenfado, del mismo modo en
que retomó el del lenguaje. Es necesario precisar que la topología
que Lacan utiliza como instrumento de investigación acerca de la

OM
lógica de las cadenas significantes (y, por lo tanto, de la lógica del
lenguaje que constituye al sujeto) es considerada como una
tercera geometría - la mencionada como Analysis situs- diferente
de las geometrías métrica y proyectiva, ya que en ella se reduce a
la mínima expresión toda cuantificación poniendo en su lugar

.C
aquello que, hoy en día, llamaríamos «prevalencia lógica».
Resulta esclarecedor el comentario de Poincaré en este
DD
aspecto:

Pero hay una tercera geometría, en la que la cantidad está suprimida por completo, y
que es puramente cualitativa: el Analysis situs. En esa disciplina, dos figuras son
equivalentes siempre que sea posible pasar de una a otra por medio de una deformación
LA

continua, cualquiera sea la ley de esa deformación, con la condición de que respete esa
continuidad (1913, citado en Fréchet y Fan, 1959, pp. 5-6).

Aun cuando él considere el Analysis situs como más intuitivo, por


la resolución representacional que requiere, es solo por medio del
FI

descubrimiento de la ley lógica de la transformación que es


posible concebir la continuidad que la percepción, por sí misma,
desmentiría.


La cuestión que se ha de investigar es: ¿cómo funcionan nuestros


registros? ¿Cuál es el carácter de nuestras representaciones?
¿Cuál es la lógica de nuestra memoria?
Si en las especies superiores el imaginario orienta al individuo en
la elección de sus objetos, en los seres humanos esa función le
corresponde al lenguaje. El nivel de vaciamiento del significado
de los objetos reales, que la cultura produce, obliga al individuo
de nuestra especie a convertirse en sujeto de un trabajo
suplementario: la incesante marcación arbitraria de ese real para
intentar darle un significado del que innatamente carece. La

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instancia del Otro Social hace hablar a la sexualidad exactamente
allí donde, para funcionar sin tropiezos, debería permanecer
callada. Pero esa es precisamente la imposibilidad: para ello
tendría que soportarse la disolución subjetiva.

¿Qué tipo de ciencia es el psicoanálisis?

El descubrimiento freudiano del inconsciente puso en jaque la


ilusión de la modernidad en cuanto a la posibilidad de transformar

OM
todo saber en conocimiento. Aun nacido en la cuna de la ciencia,
el psicoanálisis terminó por demostrar la imposibilidad de
formular un enunciado capaz de capturar un real sin que nada
sobre fuera de ese círculo del lenguaje. Para esa demostración, el
psicoanálisis no se apoya básicamente en la evidencia de la

.C
vastedad inabarcable de lo real -lo que lo situaría fuera de la
ciencia y expuesto a las especulaciones místicas- sino en la propia
DD
condición del sujeto que produce ese enunciado. Y en la medida
en que la propia existencia del sujeto depende de ese enunciado,
es precisamente ese enunciado la materia que lo constituye.
Por consiguiente, su funcionamiento no puede ser otra cosa que la
lógica del discurso que, al mismo tiempo, habita y del que, él
LA

mismo, está hecho. Una lógica, por lo tanto, necesariamente


paradojal, pues es el propio sujeto el que produce la verdad que
cree descubrir.
FI

Ese descubrimiento tiene dos grandes consecuencias en el campo


del saber. La primera es el reconocimiento de que el cuerpo real
de los seres humanos está regido por un orden simbólico que
despliega sobre él efectos imaginarios; un orden que prevalece


sobre los automatismos neurovegetativos.


Esto cambia la lectura de sus sufrimientos y establece los
principios de una nueva clínica. La segunda es que, aun cuando
no constituya una nueva epistemología (para ello haría falta tener
la fe en el método que la ciencia contemporánea tiene), por cierto
produce una nueva episteme, es decir, un nuevo punto de partida
para la apertura de caminos del saber.
Los más de cien años de práctica psicoanalítica dieron lugar no
solo al despliegue de esos nuevos senderos - en los campos de la
antropología, de las artes, de la lingüística, de la historiografía, de

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la filosofía, de las ciencias jurídicas, de la medicina, de la
psicología, de la literatura, entre otros-, sino también a cierto
saldo de conocimientos surgidos de su práctica de lectura de los
enunciados desde el vértice de la enunciación.
Ahora bien, esa perspectiva exige que el operador sitúe el
referente que permita el desciframiento. Esto introduce la
condición de una decisión y de una elección que, aun cuando sea
un momento común a todas las ciencias, no tiene - e n el
psicoanálisis- la contrapartida, que sí tiene en todas ellas, de la

OM
configuración imaginaria de los enunciados como universales.
El orden académico se rige, precisamente, por esos universales
que permiten postular los enunciados que se transmiten como
certezas. Del mismo modo, la reglamentación de las profesiones
se apoya en la idea de una garantía de saber (como si esto pudiera

.C
constituirse simplemente por obra de la letra jurídica). Las
dificultades de la conjugación de la práctica analítica con la
DD
práctica universitaria, así como su resistencia a ser reglamentada
por algún aparato estatal, residen en esa contraposición entre
principios y postulados.
Pero su vocación por las «rebarbas» de los enunciados –como no
podía dejar de ser- tuvo y tiene consecuencias también para la
LA

formulación de su propia teoría. En efecto, la formación –que


siempre es la del inconsciente- conduce a los analistas a tomar lo
que excede al enunciado del otro, con lo cual no hace más que
FI

cumplir con su papel de analista. Lo que en cualquier otra práctica


teórica constituiría una posición gratuitamente implicante al
aprovechar una serie de banalidades para cuestionar el trabajo del
colega, en el caso del psicoanálisis constituye la senda más


apropiada, la uia regia, de la elaboración teórica.


La multiplicidad de enfoques, en lugar de desmentir, contribuye
así a confirmar el fundamento de su práctica.
El riesgo del eclecticismo se hace de inmediato presente ante una
actividad científica así delineada. El conjunto de las proposiciones
derivadas de ese modo de trabajar en los bordes del saber humano
puede, con facilidad, adquirir la apariencia de una torre de Babel.
Es por ello que se torna necesario establecer la condición de la
prueba que toda proposición debe pasar. En este caso, el rigor
consiste en exigir la prueba de la interpretación, lo cual significa

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que toda formulación en este ámbito corre el riesgo (o tal vez
debamos decir la suerte) de ser, ella misma, interpretada.
Y esa exigencia, por lo demás, no sitúa las cosas en el camino de
una coexistencia pacífica de las diferentes versiones. Sin
embargo, en la medida en que el psicoanálisis pretenda
mantenerse dentro del terreno de la ciencia, por la condición
impuesta por su propio descubrimiento, tendrá que sacrificar la
paz para acercarse a la verdad. De otro modo, el psicoanálisis no
sería más que la práctica de una opinión.

OM
Pero se equivocaría el psicoanálisis si, con el pretexto de la
exigencia de rigor, pretendiese unlversalizar sus propias
proposiciones. Si así lo hiciera, terminaría por borrar con el codo
lo que la mano tanto se resistió -finalmente- a escribir.

.C
Sobre la investigación psicoanalítica
DD
Es un lugar común del ámbito psicoanalítico la idea de que la
investigación freudiana siempre fue desplegada en el terreno de la
clínica. Pero esa definición es insuficiente para describir la
extensión y la variedad de las indagaciones, los descubrimientos,
LA

los métodos y modelos aplicados durante más de un siglo en la


práctica psicoanalítica con el propósito de consolidar teorías y
validar formas de intervención en el psiquismo.
FI

El descubrimiento del inconsciente planteó el interrogante acerca


de su constitución, lo que por lo menos quiere decir dos cosas: su
origen y la lógica de su funcionamiento. Pero, asimismo, cuáles
son los tipos de representación propios de él y cuáles las razones


de la fuerza de su capacidad de determinación.


A su vez, esas cuatro cuestiones se convierten en problemas
epistemológicos porque para responderlas es necesario analizar
las relaciones entre el saber y la verdad.
En la medida en que el psicoanálisis no se presenta apenas como
una técnica curativa ni como un sistema enunciativo productor de
cosmovisiones o de dogmas (es decir, ni psicoterapia, ni sistema
filosófico, ni religión), sino como un sistema de lectura que
permite descifrar las diferentes formas de intersección del sujeto
con el discurso social -lugar y modo esencial de producción del

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síntoma-, no encuentra su demostración de la verdad ni en la
eficacia de la producción de una vida exitosa, ni en una metafísica
explicativa del universo, ni en algún tipo de correlación entre
dogmas proféticos y realización de destinos.
La verdad psicoanalítica se establece mediante la coincidencia,
siempre a posteriori, entre la estructura significante que marcó y
determinó la posición del sujeto (en lo que concierne a su modo
de gozar, sus deseos y sus identificaciones) y los acontecimientos
que inconscientemente es -por esa estructura- llevado a producir o

OM
en los cuales es, inconscientemente, llevado a participar.
Ahora bien, esa definición que acabamos de enunciar de un modo
en extremo condensado, que se fundamenta en las contribuciones
lacanianas, no abarca el conjunto de problemas que Freud y Lacan
explícitamente dejaron pendientes, ni tampoco denota las

.C
vicisitudes que la episteme psicoanalítica debió atravesar en sus
poco más de cien años de existencia.
DD
Hagamos un poco de historia. Cuando en 1895 Sigmund Freud le
escribe a su amigo Fliess la famosa Carta 52, establece un
principio que habrá de marcar rumbos para el desarrollo de las
ciencias y las artes humanas durante el siglo siguiente: la
memoria humana no se estructura almacenando trazos reales de
LA

objetos, sino trazos verbales que los representan; esta es la razón


de la arbitrariedad de las formas imaginarias que esos objetos
pueden adoptar, así como del valor simbólico que pueden
FI

adquirir. También, y de modo fundamental, allí reside el poder de


la palabra: ella es capaz de producir la misma excitación que el
objeto real aun cuando este está ausente.
Si, por un lado, Freud presta atención al campo de la palabra y le


dedica obras tales como La interpretación de los sueños, El chiste


y su relación con lo inconsciente, Psicopatología de la vida
cotidiana, Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas y
El significado de la aliteración de las vocales -entre otras-, el
problema de la carga excitatoria ocupa gran parte de su trabajo de
investigador clínico. En ese sentido, adopta una serie de modelos
operatorios que, seguramente, provenían de sus estudios médicos
y que, posiblemente, le permitían compensar los escasos recursos
que en ese entonces la lingüística y la antropología podían
ofrecer.

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Para explicar el funcionamiento psíquico, Freud adopta modelos
fisiológicos (de las membranas osmóticas y de las membranas
resistentes, la oposición dolor-placer ligada al desequilibrio
fisiológico en contraste con la homeostasis, la actividad sexual
ligada a la preservación de la especie, las «cargas» libidinales
coincidentes con el impulso a la preservación de la vida), modelos
geométrico-topológicos (el de las capas de la cebolla como
esferas concéntricas que organizan la conciencia, el preconsciente
y el inconsciente; el del «peine» como esquema que coloca el

OM
polo del estímulo opuesto al polo motor separados por complejos
mnemónicos inconscientes; el de la vejiga que distribuye los
espacios del Yo, el Ello y el Superyó articulados en las posiciones
relativas al sistema «Percepción-Conciencia», el preconsciente y
el inconsciente), el modelo hidráulico (de los diques, de las

.C
rupturas de la represión por exceso de carga o por rajaduras en la
barrera de contención, de los vasos comunicantes para la
DD
recuperación del equilibrio). En suma, modelos fisiológicos,
geométricos y físicos que prestaban ayuda a Freud en su trabajo
de validar una lógica del inconsciente que -como él nunca dejó de
sostener-, aun cuando respondiese al campo de la palabra, no
contaba todavía con el apoyo de una lingüística lo suficientemente
LA

moderna y capaz de verificar de manera científica aquello que la


clínica demostraba a diario.
Freud hace escuchar al inconsciente y Lacan extrae la conclusión
FI

obvia: si es posible escucharlo es porque está estructurado como


un lenguaje (Braunstein, 1983, p. 7).
Jacques Lacan retoma el hilo freudiano e incorpora la lingüística
de Ferdinand de Saussure a las contribuciones de Benveniste y de


Roman Jakobson, desplegando la lógica del lenguaje del


inconsciente y situando las funciones de la represión, de la
resistencia, de la repetición, de la transferencia y del síntoma en el
campo del significante y del discurso. En el esfuerzo por precisar
a qué lógica responde el lenguaje, formula su famoso apotegma:
«El inconsciente está estructurado como un lenguaje», pero ¿cuál
sería el lenguaje del inconsciente? Por esa vía, Lacan toma el
camino del materna y de la topología combinatoria en una audaz
investigación que busca -a lo largo de cuarenta años de trabajo-
descifrar los códigos de la lengua, sus modos de funcionamiento

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en la articulación entre lo individual y lo colectivo, su particular
temporalidad al mismo tiempo sincrónica y diacrónica, los límites
de su arbitrariedad en la producción del mundo propiamente
humano.
Estos términos que acabamos de recorrer son los que definen un
campo al que podemos calificar como el fundamental de la
investigación psicoanalítica: el campo de su episteme. Es decir,
los modos en que el psicoanálisis produce su saber sobre el
psiquismo, los modos en que el psicoanálisis fundamenta la

OM
racionalidad de sus teorías. Eso equivale a interrogarse acerca de
cuál es la semiótica con la que el psicoanálisis da sentido a sus
enunciados. Para tener una idea de la diversidad de campos de
investigación que esa interrogación ha abierto, vamos a tomar una
lista de posiciones semióticas que han caracterizado las diferentes

.C
corrientes psicoanalíticas, según una proposición de David
Maldavsky (1975, p. 9):
DD
1) Inconsciente
2) Preconsciente
3) Pulsiones
4) Complejo de Edipo y su declinación
5) Sujeto y objeto
LA

6) Ideal del yo y sentido de realidad


7) Consecuencias de la inserción de la lengua en el sujeto
8) Simbolismo
FI

9) Estadios de desarrollo
10) Precondiciones para la inserción de la lengua en el sujeto
11) Mecanismos psíquicos
12) Formaciones del inconsciente


13) Pensamiento
14) Teoría especial de la neurosis
15) Teoría de la técnica
16) Estudio de los emergentes
Y podríamos aun añadir:
17) Teoría de la comunicación
18) Teoría de la transferencia empática
19) Teorías evolutivas de la libido
20) Teorías de la sugestión
Etc., etc., etc.

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En realidad, esa fragmentación del campo de investigación
obedece mucho más a divisiones político-institucionales que a
principios lógico-científicos. En efecto, se podría reunir toda esa
lista bajo el paraguas único de «Semiótica del discurso
psicoanalítico».
Pero la investigación sobre la episteme 2 psicoanalítica reconoce
otros campos además de su semiótica: la interpretación, el enlace
y la definición de los registros psíquicos (real, simbólico,
imaginario), las formaciones fundamentales de las estructuras del

OM
sujeto (sexuación, filiación, identificaciones, sinthoma), las
estructuras psicopatológicas y su movilidad o fijeza (la querella
del diagnóstico),3 y la «prevención» en la medida en que, si no
podemos evitar las vicisitudes del acto de vivir, al menos «es
función del analista que el sujeto sea advertido» (véase Lacan, El

.C
saber del psicoanalista), los fundamentos de la «cura»
psicoanalítica.
DD
Para un psicoanalista, cada caso es una investigación que requiere
la reinvención de su metodología. Y ello por la simple razón de
que los significantes, aun cuando puedan ser los mismos, se
transforman de un sujeto a otro debido a sus diferentes
posiciones.
LA

2 Hacemos aquí una diferencia entre «episteme» y «epistemología». Puesto que este
último concepto se refiere a la disciplina que estudia las condiciones de producción
necesarias para adquirir un conocimiento verdadero, reservamos el concepto de
FI

«episteme» para denominar una perspectiva particular de saber sobre el mundo. En


nuestro entender, el término «episteme» se corresponde de modo más preciso con el
estatus de los conocimientos psicoanalíticos, ya que estos, en efecto, permiten abrir
perspectivas de nuevas significaciones sin poner el acento en la producción de un
sistema


3 Véase «A querela dos diagnósticos», de J. Lacan et alii, 1989. En especial, «A


psiquiatría inglesa e a Guerra», de J. Lacan, 1947, y «O empirismo e a semiología
psiquiátrica», de Georges Lantéri-Laura (pp. 11-26 y 84-98).

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Consideraciones metodológicas acerca de la prevención en
edades tempranas, en psicoanálisis

En términos de prevención, hay que decir de entrada que


cualquier indicador relativo a la garantía de salud mental y de
desarrollo normal del niño está sometido a la vicisitud inherente a
la lógica imprevisibilidad de los acontecimientos histórico-
sociales y familiares. Es necesario comenzar por esta advertencia
porque esta es una variable interviniente de fuerte expresión en

OM
una proposición de la naturaleza de la que vamos a considerar.
La prevención siempre es una proposición de realización futura,
en la que el nivel de eficacia está condicionado por una alta
correlación de causa-efecto relativa a los fenómenos que se
pretende evitar, anular o controlar. Se espera, así, que la

.C
operación sobre las causas provoque una modificación segura y
direccionada de los efectos.
DD
Contrario sensu, en el tema que nos ocupa, las correlaciones no
son entre una causa y un efecto puntualmente correspondientes en
una alta correlación bi-unívoca. La naturaleza y las características
de los fenómenos que se pretende prevenir en este caso
-fenómenos psíquicos- marcan, en ese sentido, las siguientes
LA

diferencias fundamentales:

1. Las relaciones se establecen no entre causa y efecto, sino entre


FI

acontecimientos y consecuencias. Ello implica, en primer lugar,


que, dado que se trata de acontecimientos, estos conlleven una
significación subjetiva que no tiene equivalencia con la
significación extrínseca propia del concepto de causa. Y, en


segundo lugar, la sustitución del término efecto por el término


consecuencia implica que no se trata de un resultado que
concluye con la modificación del efecto, sino que se determina en
ese punto la apertura de una nueva experiencia para el sujeto en
cuestión, que, en un momento posterior, puede llevarlo a cambiar
sus síntomas o simplemente a convivir con ellos de un modo más
productivo para sus deseos.

2. Las correlaciones tienden por ello a una dispersión, en función


de la variabilidad de significación de los acontecimientos y de la

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variabilidad de las experiencias que surgen en el campo de las
consecuencias. Esta variabilidad es, precisamente, deseable -a
pesar de ser inconveniente para la precisión científica- respecto de
lo que en psicoanálisis recibe el nombre de «cura».

3. El registro, de acuerdo con estas consideraciones, debe ser


valorado en términos no de medición, sino de lectura.

4. Por ello, en este tipo de investigación clínica, el resultado no

OM
puede ser establecido por una medida de correlación, sino por una
relación de eficacia entre cuatro términos:
a) registro de un signo indicador y su lectura',
b) intervención, que no necesariamente debe dirigirse a la
supresión del signo -como ocurre en los casos en que se registra

.C
una relación puntual causa-efecto-, sino que puede dirigirse a su
cambio de significación;
DD
c) modificación de la experiencia del sujeto en cuestión;
d) cambio de síntoma o de su posición.

5. Es importante tener en cuenta que, a diferencia de las


investigaciones e intervenciones de prevención en las que
LA

prevalecen las correlaciones causa-efecto biunívocas y en las que


el indicador -el que despierta el llamado de alerta suele coincidir
con el factor causal o, por lo menos, está fuertemente asociado
FI

con él, en un modelo de investigación de carácter psicoanalítico,


los propios indicadores pueden formar parte de las consecuencias,
o bien constituir variantes de pasaje necesarias para ese sujeto en
particular para la formación de su estructura psíquica, más allá de


su aparente funcionamiento como causa patogénica.4 Por este

4 Tomemos aquí como ejemplo la cuestión de la mirada en el autismo.


Por cierto, se trata de un indicador fuerte que permite anticipar el riesgo de que se llegue
a construir o a afirmar un cuadro autista aún latente.
Surge entonces la pregunta: ¿ese niño corre el riesgo de hacerse autista porque no mira
el rostro de sus semejantes o no mira el rostro de sus semejantes porque está en riesgo,
digamos en el camino, de llegar a constituirse como autista? La experiencia clínica
demuestra que forzar a un niño a que dirija su mirada hacia otra persona no reduce en
absoluto su tendencia al aislamiento. Sin embargo, la superación de su tendencia al
aislamiento provoca cambios sustanciales y definitivos en la dirección correcta de su
mirada

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motivo, puede ser una conducta clínica o educativa imprudente
intervenir de manera directa sobre el indicador para suprimirlo sin
antes haber hecho una lectura de su significación.
Esas diferencias, que impone la propia naturaleza del «objeto» de
nuestro estudio, y el campo de nuestra intervención llevan la
metodología a un terreno conjetural que, desde el punto de vista
del ideal de una precisión requerida por anticipación
(precisamente cuando se trata de una propuesta de prevención),

OM
exige un cuestionamiento. Se trata de un cuestionamiento respecto
de en qué medida ese procedimiento puede asegurar que se den
efectos de mejora en las condiciones del desarrollo y en la salud
mental en la infancia.
La superación de esta objeción y del nivel conjetural puede

.C
desplegarse, de una sola vez, por tres caminos:
DD
1. Por el alto nivel de aceptabilidad de los sistemas de lectura
propuestos con respecto al desarrollo y condiciones mentales en la
infancia, sirven de orientadores para las intervenciones
correctamente orientadas hacia resultados deseables. Esta
aceptabilidad deriva de la larga experiencia clínica y experimental
LA

desarrollada, así como de la amplia bibliografía que la apoya y la


refiere, al menos en los últimos cincuenta años, de un modo
creciente y constante.
FI

2. Un registro paralelo de los efectos de los pasos seguidos, a


través de indicadores derivados de otras disciplinas -no
psicoanalíticas, como la neurología y la psicología- que permiten


objetivar consecuencias secundarias (madurativas y funcionales,


respectivamente) y medir en otra escala los cambios que se vayan
obteniendo a lo largo de las intervenciones de fin preventivo.

3. Establecer no solo indicadores de alerta sobre el riesgo precoz


-que justifiquen la intervención-, sino también indicadores de
mejora que permitan acompañar paso a paso lo producido por las
intervenciones.
Estos tres procedimientos (referencia de antecedentes
experimentales, clínicos y bibliográficos; indicadores derivados

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de otras disciplinas; utilización de indicadores) permiten
incrementar de modo significativo el nivel de validación de los
resultados en la investigación psicoanalítica.
Se propone, pues, desplegar estos tres procedimientos para validar
la eficacia del carácter preventivo del cumplimiento de los cuatro
pasos enunciados como los cuatro términos necesarios en el
cuarto punto.

Indicadores de alerta

OM
Ellos se ordenan en tres formaciones inconscientes
fundamentales, las cuales van a constituir el fantasma que
organizará el funcionamiento mental de relación de ese niño con
el mundo circundante: sexuación, identificación, filiación.

.C
Cuando estos procesos fracasan, rugen los síntomas.
Clasificamos los trazos que provocan marcas que organizan la
DD
memoria, y por tanto el enlace de cada nuevo acontecimiento en
una red de significaciones, en dos grandes destinos en cuanto al
papel que habrán de cumplir: producir la inscripción del sujeto
que encuentra, a partir de allí, un modo de representarse en el
discurso y un modo de descifrar y dar sentido a sus sensaciones;
LA

organizar y definir el circuito pulsional (no nos referimos aquí a


la diferenciación sexual, es decir, a la elección de objeto, sino al
nivel de separación-alienación en que se va constituyendo su
FI

subjetivación).

Fallas en la inscripción


1. Cuando los trazos que marcan y ordenan la vida del bebé no se


insertan en una serie placer/displacer. Es decir, cuando la madre
solo atiende las necesidades y no se preocupa por registrar la
relación de sus acciones con las reacciones de placer/displacer de
su hijo.
2. Cuando los trazos no se insertan en una serie de relaciones de
significación. Es decir, cuando la madre no coloca sus acciones
como si formaran parte de cierto argumento vital que va más allá
de los enunciados meramente descriptivos de las operaciones de
alimentación, higiene, etc., insertando a ellas mismas en un

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campo de fantasías, en un campo ilusorio de significaciones
figuradas; esto es lo que permite tornar simbólico este trazo.
3. Cuando los trazos no se correlacionan con un tiempo lógico
que corresponde a las manifestaciones espontáneas, rítmicas, de
los tiempos corporales del bebé (recurrimos aquí a lo que Freud
llama real-ich, y a la correspondiente pulsación de la pulsión).
4. Cuando los trazos se ofrecen en un espacio ajeno o fuera de la
extensión posible (de acuerdo con el momento madurativo) del
espacio de proyección del Yo-real (corporal) del niño.

OM
5. Cuando el modo aleatorio de presentación de los trazos, la
impersonalidad de su ofrecimiento por parte de la madre, impide
que ellos se estructuren como fuente diferenciada de
autorreconocimiento en ellos por parte del niño (nos referimos al
hecho de que la madre no está ofreciendo la posibilidad de que su

.C
hijo pase del autoerotismo al narcisismo, atravesando el estadio
del espejo).
DD
6. Cuando los trazos que surgen de la relación con el hijo (en
especial los que este produce) no llevan a evocar ninguna historia
familiar por parte de la madre, ni tampoco a constituir con ellos
alguna «novela». Se trata, entonces, de la falta de una
significación argumental de los pequeños eventos propios de la
LA

vida del pequeño hijo (nos estamos refiriendo al hecho de que, en


este caso, los trazos no funcionan como enigmas fundantes de un
fantasma).
FI

7. Cuando no hay, por parte de los padres, una lectura de los


signos significativos, para ellos mismos, de diferenciación sexual.
Se puede ver que en cada punto lo que se plantea es, en primer
lugar, la necesidad de una lectura de los trazos que se ofrecen a la


observación; la conclusión siempre es la consecuencia de una


deducción o de una interpretación.
Esto implica que el signo no tiene un significado per se, y esto es
lo que marca la diferencia con una semiología.
En más de cien años de experiencia clínica, el psicoanálisis ha
puesto a prueba sus tesis principales y ha producido
descubrimientos y conocimientos inéditos sobre el psiquismo
humano. La contribución psicoanalítica es todo lo que concierne a
un tratamiento más humanitario de los enfermos mentales graves
-en especial, de los psicóticos-, al reconocimiento de las

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características de la sexualidad femenina y de la infancia y a la
apertura de un amplio espacio de comprensión del sufrimiento
psíquico, que brinda a cada sujeto un vasto campo de
experimentación, no tiene precedentes en la historia de la ciencia.
El psicoanálisis ha hecho de cada sujeto un investigador de sí
mismo y del discurso social, y de ese modo abrió un amplio
campo para el cuestionamiento del preconcepto y del estatus
preestablecido. Podemos decir, con razón, que el psicoanálisis le
ofrece al sujeto el mayor espacio de cuestionamiento y de libertad

OM
al que puede aspirar ante su gran Otro.

Verdad psicoanalítica y discurso parental

La lógica psicoanalítica cuestiona los tradicionales referentes de

.C
la lógica clásica.
Sigmund Freud demuestra en su obra en general -y,
DD
magistralmente, en Psicopatología de la vida cotidiana (1948, v.
1, pp. 627 y ss.)- que los enunciados no se ajustan a los valores de
verdadero o falso, ya que en ellos «circula una incesante corriente
de autorreferencia de la cual generalmente no tengo noticia
alguna. Es como si hubiera algo que me obligase a comparar con
LA

mi propia persona todo lo que oigo acerca de otra persona; es


como si mis complejos personales fueran puestos en movimiento
al entrar en contacto con la existencia de los otros» (ob. cit., p.
FI

638).
Es por eso que, dado que detrás de todo enunciado hay una
corriente de deseo que consiste en esa referencia al Otro que nos
hace falta, se hace imposible hablar de verdad sin hacer referencia


a esta cuestión de la reciprocidad en el discurso.


Este movimiento discursivo -y de enunciados se trata – genera
una máscara. Máscara simbólica que, recubriendo lo Real, no
podría sin embargo ser acusada de mentirosa, pues sustenta lo que
del Otro se supone como verdadero. La función de lo simbólico es
ocultadora de lo Real, pero no por eso deja de ser reveladora de la
intersección con ese Otro que hace de nosotros sujetos de deseo
porque nos marca una falta en el narcisismo.
¿En qué punto se revela por excelencia esa articulación del deseo
(expreso en la cadena significante, libremente asociativa) con el

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Otro del discurso como función social? En las formaciones de lo
inconsciente, en las expresiones que, por cortar la continuidad de
la máscara discursiva, dejan asomar los personajes en juego y los
eslabones afectivos que los vinculan, y también, allá en el fondo,
dejan percibir la sombra de lo real (el cuerpo que siempre
retorna). Son los actos fallidos, los síntomas, los olvidos, las
lagunas, los errores, los falsos recuerdos, los sueños, bruscos
desplazamientos que dejan adivinar un sentido diferente. ¿Qué
son ellos?

OM
¿Verdaderos a falsos? Son «en Falso: ese tercer valor entre
verdadero y falso aparece súbitamente como un conjunto vacío;
designa, en hueco, aquello que la simple contraposición de una
verdad fáctica y otra formal no puede encubrir» (Ritvo, 1983, p.
23).

.C
Es en este punto donde el psicoanálisis encuentra su concepto de
verdad: en la revelación de un deseo; aun cuando no se trate de
DD
una revelación en el sentido de un sortilegio, sino, muy por el
contrario, de un contraste dialéctico entre la presencia y la
ausencia del objeto deseado, que lesiona la omnipotencia del
sujeto. Esa omnipotencia que fue ilusoriamente urdida en el
imposible idilio con el «otro».
LA

Por eso la verdad, a diferencia del concepto que habitualmente se


tiene de este tema, se forja en el terreno de lo imposible, de lo no
previsto, de aquello que de momento se considera no posible, o de
FI

lo que solamente no se tiene en cuenta. La verdad simplemente


habla. «El inconsciente, que dice lo verdadero sobre lo verdadero,
está estructurado como un lenguaje... Freud supo, bajo el nombre
de inconsciente, dejar hablar a la verdad» (Lacan, 1971, p. 352).


En los siglos XVII y XVIII, «el debate sobre el orden de lo


inteligible indica el alcance de los problemas implicados en la
relación entre lo posible, lo real y lo verdadero. El desarrollo de
las cuestiones ilustra una alternativa: o bien se postula que la
razón impone lo verdadero en el orden de lo posible, sin depender
de un ente que la funde, o bien es resuelta en la ecuación que
identifica a la verdad absoluta como un ente supremo» (Maci,
1979, pp. 410-1).

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Es evidente que la conceptualización psicoanalítica no solo se
opone a la lógica bivalente, sino también a estas dos últimas
alternativas.
Desde nuestro punto de vista, que es psicoanalítico, «la verdad es
hija de la coyuntura -de una coyuntura, conjunción, articulación-
repetidamente demarcable por elementos y relaciones que
cambian de valor según una dirección especificable con rigor y
exactitud» (Ritvo, 1983, p. 29).
En apoyo de nuestra opinión queremos citar más extensamente a

OM
Maci, por ser sus afirmaciones sumamente apropiadas para el
trabajo que nos proponemos: analizar la cuestión de la verdad en
el psicoanálisis y, más específicamente, en el campo de las
psicosis, para convalidar nuestra metodología de trabajo en este
terreno.

.C
La verdad se delata en la estrategia que la elude... Lo verdadero
no está reservado en lo oculto, sino en la superficie.
DD
La condición de la verdad reside en la convención a cuyo
ocultamiento responde y demuestra allí su alcance simbólico.
Revelar la convención es lo que descubre en la mentira la verdad,
ya que la dialéctica entre una y otra tiene en ella su esencia. La
verdad es producto de un ocultamiento en el cual lo sustraído la
LA

revela al denunciar el código al que responde la mentira. Es la


verdad lo que el ocultamiento proyecta retroactivamente, como su
sombra, en el movimiento dialéctico en que avanza el discurso
FI

mentiroso.»
El síntoma constituye un campo específico de verdad que, en las
psicosis, está representado por lo que irrumpe en lo real en la
medida en que éste es expulsado y relata, así, una dimensión


inédita de lo Real. En la máxima alienación del delirio se afirma


lo que es inaceptable como verdad (1979, pp. 412-3; la bastardilla
es nuestra).
Este último punto será retomado más adelante, al tratar de los
momentos psicóticos.

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Verdad psicoanalítica y discurso parental

La lógica psicoanalítica cuestiona los tradicionales referentes de


la lógica clásica.
Sigmund Freud demuestra en su obra en general y
magistralmente, en Psicopatológica de la vida cotidiana (1948, v.
I, pp. 627 y ss,), que los enunciados no se ajustan a los valores de

OM
verdadero o falso, ya que en ellos "circula una incesante corriente
de auto-referencia de la cual generalmente no tengo noticia
alguna. Es como si hubiera algo que me obligase a comparar con
mi propia persona todo lo que oigo acerca de otra persona; es
como mis complejos personales fueran puestos en movimiento al

.C
entrar en contacto con la existencia de los otros ' (op. cit.. p, 638).
Es por eso que, dado que detrás de todo enunciado hay una
DD
corriente de deseo que consiste en esa referencia al Otro que nos
hace falta, se hace imposible hablar de verdad sin hacer referencia
a esta cuestión de la reciprocidad en el discurso. Este movimiento
discursivo —y de enunciados se trata— genera una máscara. Más
simbólica que, recubriendo lo Real, no podría sin embargo ser
LA

acusada de mentirosa, pues sustenta lo que del Otro se supone


cómo verdadero. La función de lo simbólico es ocultadora de lo
Real, pero no por eso deja de ser reveladora de la intersección con
FI

ese Otro que hace de nosotros sujetos de deseo, porque nos marca
una falta en el narcisismo.
¿En qué punto se revela por excelencia esa articulación del deseo
(expreso en la cadena significante, libremente asociativa} con el


Otro del discurso como función social? En las formaciones de lo


inconsciente, en las expresiones que, por cortar la continuidad de
la máscara discursiva, dejan asomar los personajes en juego y los
eslabones afectivos que los vinculan, y también, allí en el fondo,
dejan percibir La sombra de lo real (el cuerpo que siempre
retoma). Son los actos fallidos, los síntomas, los olvidos, las
lagunas, los errores, los falsos recuerdos, los sueños, bruscos
desplazamientos que dejan adivinar un sentido diferente, ¿Qué
son ellos? ¿Verdaderos o falsos Son "en Falso”: ese tercer valor
entre verdadero y falso aparece súbitamente como un conjunto

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vacío; designa, en hueco, aquello que la Simple con
contraposición de una verdad fáctica y otra formal no puede
encubrir'' (Ritvo, 1983, p. 23)
Es en este punto donde el psicoanálisis encuentra su concepto de
verdad: en la revelación de un deseo; aun cuando no se trate de
una revelación en el sentido de un sortilegio, sino, muy por el
contrario, de un contraste dialéctico entre la presencia y la
ausencia del objeto deseado, que lesiona la omnipotencia del
sujeto. Esa omnipotencia que fue ilusoriamente urdida en el

OM
imposible idilio con el "otro'.
Por eso la verdad, a diferencia del concepto que habitualmente se
tiene de este tema, se forja en el terreno de lo imposible, de lo no
previsto, de aquello que de momento se considera no posible, o de
lo que solamente no se tiene en cuenta. La verdad simplemente

.C
habla, "El inconsciente, que dice lo verdadero sobre lo verdadero,
está estructurado como un lenguaje. . .Freud supo, bajo el nombre
DD
de inconsciente, dejar hablar a la verdad" (Lacan, 1971, p, 352).
En los siglos XVII y XVIII, "el debate sobre el orden de lo
inteligible indica el alcance de los problemas implicados en la
relación entre lo posible, lo real y lo verdadero. El desarrollo de
las cuestiones ilustra una alternativa: o bien se postula que la
LA

razón impone lo verdadero en el orden de lo posible, sin depender


de un orden que la funde, o bien es resuelta en la ecuación que
identifica a la verdad absoluta como un ente supremo" (Maci.
FI

1979, pp. 410-1).


Es evidente que la conceptualización psicoanalítica no sólo se
opone a la lógica bivalente, sino también a estas dos últimas
alternativas.


1 En alemán hay términos específicos para cada caso. Warheit: verdadero;


Falsch: falso: Verfehlt: en falso. Sin duda, esta clara diferencición significante
facilitó a Freud el análisis de los valo- res singulares de “verdad” que, para la
ciencia, tienen los actos fallidos (Verschentrich), llevado a cabo en
Psicopatología de la vida cotidiana (1948 v I, pp. 707 y ss).

Desde nuestro punto de vista, que es psicoanalítico, "la verdad es


hija de la coyuntura —de una coyuntura, conjunción, articulación

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— repetidamente demarcable por elementos y relaciones que
cambian de valor según una dirección especificable con rigor y
exactitud" (Ritvo, 1983. p, 29).
En apoyo de nuestra opinión queremos citar más extensamente a
Maci, por ser sus afirmaciones sumamente apropiadas para el
trabajo que nos proponemos: analizar la cuestión de la verdad en
el psicoanálisis y. más específicamente, en el campo de las
psicosis, para convalidar nuestra metodología de trabajo en este
terreno,

OM
"La verdad se delata en la estrategia que la elude. Lo verdadero
no está reservado en lo oculto, sino en la superficie. La condición
de la verdad reside en la convención a cuyo ocultamiento
responde y demuestra allí su alcance simbólico. Revelar la
convención es lo que descubre en la mentira la verdad, ya que la

.C
dialéctica entre una y otra tiene en ella su esencia. La verdad es
producto de un ocultamiento en el cual lo sustraído la revela al
DD
denunciar el código al que responde la mentira. Es la verdad lo
que el ocultamiento proyecta retroactivamente como su sombra,
en el movimiento dialéctico en que avanza el discurso mentiroso."
"El síntoma constituye un campo específico de verdad que, en las
psicosis, está representado por lo que irrumpe en lo real en la
LA

medida en que éste es expulsado y relata, así, una dimensión


inédita de lo Real. En la máxima alienación del delirio se afirma
lo que es inaceptable como verdad (1979, pp.412-3; la bastardilla
FI

es nuestra). Este último punto será retomado más adelante, al


tratar de los momentos psicóticos.
Partiendo de esta fundamentación nuestra metodología se orienta
hacia la escucha del discurso que articula el deseo circulante entre


padres e hijos. Son las fracturas de ese discurso las que nos
revelarán tales puntos de articulación y. por lo tanto, las
alternativas con las que cuenta el niño para constituirse, él mismo,
como sujeto deseante.
Sólo cuando es preservada su circulación simbólica, el objeto
puede quedar como faltante en una red imaginaria, por ser
sustituible (por obra de la metonimia) por un significante. Esta
operación instala al niño en el universo del lenguaje desde el
principio, Lo contrarío —la remisión a lo real— la sitúa fuera de
la mirada deseante de los padres y, por lo tanto, distante de

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cualquier circuito de comunicación y, aún más, de las más
elementales formas de demanda. En este caso nos encontramos
con el autismo.
En la ecuación de la femineidad encontramos una caída del deseo
materno, sea esta caída originada en una falla en la constitución
de la femineidad, sea por el efecto traumático de la ruptura de lo
imaginario materno, sea por la llegada de un hijo verdaderamente
anormal. Lo que, de cualquier modo, implica siempre una
imbricación en el nivel psíquico, ya que una limitación en el hijo

OM
repercute insistentemente como imposibilidad en lo real,
produciendo sus efectos de estructura en la madre, Estos efectos
se viabilizan porque en la madre lo real del hijo fue recapturado
en la dimensión del significante (equivalencia fálica del hijo) que
establece un horizonte imaginario y una marca simbólica para él.

.C
Todo contraste ofrece el riesgo de una caída del deseo, y la
insistencia irreductible del contraste forcluye (Verwerfung} en el
DD
inconsciente materno la inscripción del deseo del hijo.
La articulación o desarticulación de este deseo que se revela en
las fracturas del discurso parental, estructurante del sujeto en el
hijo, tiene, en términos de principios psicoanalíticos, el mismo
tercer valor de verdad que el "acto fallido": el valor de un
LA

enunciado en falso (Verfehlt) que dialécticamente revela aquello


que oculta.
FI


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Parte II
CASOS ILUSTRATIVOS

OM
.C
DD
LENY: EL MONSTRUO MARINO"
LA
FI


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Orestes; "¿Conoces tú ese sueño, de modo que puedas
explicármelo?"
Coro: "Según día dice, te pareció que había parido un dragón. . . "
(Esquilo. Orestiada 498 A.C.)
Leny llegó al tratamiento psicoterapéutico por indicación
neurológica, en razón de la inexistencia —después de la

OM
realización de una serie de estudios médicos— de causa orgánica
alguna que justificase su estado de desconexión autista Esto
sucedió cuando la niña tenia 18 meses de vida.
Escuchamos la información de los padres y constatamos que hasta
los 6 meses de edad Leny era una niña normal en todos los

.C
sentidos, observándose sin embargo una leve tendencia pasiva y
contemplativa, acompañada de rasgos de hipotonía, cuya base
DD
parece haber sido una labilidad depresiva, producto de una
identificación primaria con la madre, que vivenció el parto como
un acontecimiento traumático y que pasó un periodo de duelo
puerperal excesivamente prolongado.
Debemos señalar que todas estas características se presentaron
LA

hasta entonces como variantes de la normalidad, ya que la


revisión de un detallado registro fotográfico, organizado por el
padre, permitió evaluar el ritmo de maduración psicomotora y el
FI

registro de actitudes de conexión afectiva, mostrando un


desarrollo sin alteraciones visibles basta ese momento.
En la primera entrevista, la madre comenta, respecto de la
alopecia de la hija: "La familia de mí marido no tiene pelo, pero la


mía tiene mucho; la cabeza de Leny se parece a la familia de él,


pero de los ojos para abajo es como mis parientes " La dentición
de la niña fue tardía: el primer diente le salió alrededor de los
catorce meses.
Después de algunas preguntas sobre el modo en que fue recibido
el nacimiento de Leny, preguntas que fueron respondidas
"formalmente", los padres cuentan que, en el período
inmediatamente posnatal, surgió la sospecha de un síndrome de
Down. Esta hipótesis, a pesar de no tener mucha consistencia,

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aumentó los temores maternos y no permitió al principio eliminar
totalmente la posibilidad de una incidencia patológica genética.
Una vez controlada esta información a nivel neurológico, no
queda totalmente descartada la hipótesis de un factor genético no
sindrómico, y se decide iniciar la psicoterapia recurriendo a la
modalidad interdisciplinaria de prueba terapéutica,
Hubo una tentativa de esclarecer ese aspecto genético, pero el
cultivo cromosómico fracasó, y los padres se resistieron a realizar
un nuevo examen.

OM
Después la madre señala: "A los miembros de la familia de mi
marido les faltan los dientes." La madre está manifestando su
convicción intima de que ha dado a luz un ser extraño: sin
cabello, sin dientes, asociado a algo sombrío que se vincula con el
hombre (¿el marido?). Mario, el hermano mayor de Leny, que por

.C
entonces tenia cuatro años de edad, empezó su dentición a los "3
meses" (j?), "como en mi familia" —dijo la madre—-, "en la cual
DD
todo el mundo tiene dientes muy buenos". Una queja materna es
que Leny ha empezado a morder y, según la madre, "pone el
dedito igual al abuelo (paterno) y cruza los pies tal como él".
Sin embargo, al referirse a Mario comenta: "Él es diferente, no
tiene tantas cosas de las dos familias. Leny (insiste) tiene el
LA

cuerpo bajo, como la familia de Álvaro (el marido) y con cintura"


(sic).
Analicemos este conjunto de datos: la madre describe a su hija
FI

por los defectos que la identifican con el grupo significante


familia del padre de los ojos para arriba, y familia de la madre de
los ojos para abajo. Pero la proximidad con los significantes del
cuerpo materno tienen poca extensión (¿o ninguna?) porque "tiene


el 'cuerpo bajo' como la familia del padre". Cynara (así se llama la


madre) aparta a Leny de su propia "cintura" y la coloca bajo los
influjos de otra cintura de significantes extraños y monstruosos y,
además, genera equivalencias con el padre, a despecho de su
condición de niña.
Habiendo la madre rebajado tanto el cuerpo del hombre, es
preciso que nos preguntemos lo que sucede en la relación con su
propio padre.
La madre inicia, después de las primeras entrevistas, su
psicoanálisis individual y, a través de lo que se va revelando en él,

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conseguimos entender en parte el sentido de este discurso. Su
padre murió hace 18 años y. hasta hace 3 años, Cynara tenía la
sensación de que podía estar en la casa de la playa. "Mi madre
nunca me dio nada", dice ella; "por eso, cuando murió mi padre
me quedé vacía y triste".
Dedicada a la pintura nos cuenta la secuencia del contenido de sus
cuadros a lo largo de esos 18 años. Primero fueron figuras sin
rostro, y la desaparición del rostro coincide con el periodo de
duelo. Después pinta plazas, parques, edificios totalmente

OM
desiertos, en noches de lluvia, con límites esfumados. Más tarde
figuras que ahora asocia con "fetos y lápidas" (sic)J con collares
rojos, sanguinolentos. Finalmente pinta monstruos marinos
extraños, indefinidos, surrealistas, que coinciden con el periodo
en que quedó embarazada de Leny.

.C
Interpretando: para Cynara, nadie queda en este mundo cuando su
padre se va. El deseo de retenerlo más allá del límite de la muerte
DD
necesita de un objeto imaginario que anule el límite en lo real:
objeto de efecto simétrico en un espejo que, por esta misma
operación, se borra; se anula la distancia entre lo real y lo virtual,
justamente por la simetría perfecta que disuelve toda diferencia;
lo Simbólico y lo Real se yuxtaponen, dando lugar a la locura . ,
LA

de Leny. Y solamente de Leny porque, en el imaginario materno


Leny es el único objeto afectado por la forclusión del significante
que la simboliza, Si en Leny la identificación no es posible, en la
FI

madre persiste, siendo ahora identificación con el objeto perdido.


Precisamente para que éste conserve su carácter de perdido, es
necesario que se mantenga en el orden de lo simbólico. Por eso
Cynara pinta acerca de lo que se perdió. La identificación de la


madre con el objeto perdido, sin embargo, se mantiene, tal como


es preciso para que sea "perdido", en el orden de lo simbólico.
Entonces ella pinta: el monstruo marino condensa en su metáfora
el incesto y la residencia marina del padre; incesto que da lugar a
un feto nacido de la unión con el túmulo-lápida. El deseo de
anulación de la muerte de quien es irrenunciable sustentador de la
imagen de Cynara (sin ella queda sin rostro) requiere la
encarnación de ese objeto-monstruo, aunque objeto de deseo.
Cuando nace Leny el pánico se apodera de la madre. Después del
goce sobrevienen la culpa y el terror. No puede aceptar haber

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deseado "eso", El deseo de la hija es reprimido y en su lugar
queda la encarnación de un monstruo representante de la muerte y
de los hombres crueles que la abandonan, monstruo sin carga,
reducido a puro cuerpo informe y desvitalizado. Si alguna imagen
hay para Leny, es sólo ésta, que la devuelve a un lugar sin espejo,
porque no hay semejante. Por eso Leny no juega, sólo manosea y
vuelve a manosear los objetos, descatexízados y sin ningún
investimento imaginario. Sin embargo, percibimos una brecha:
Leny lleva en su nombre la inicial del nombre del abuelo materno,

OM
y "el padre no se opuso", dice la madre. Aparece aquí una marca
simbólica sujeta a la Ley del Otro; para la madre, la legitimación
de la marca de su propio padre en su hija atravesó el espacio
simbólico de su marido.
En este simple juego de nombres autorizados hay una estructura

.C
circulando: la edípica; y por algúnn lugar Leny fue incluida,
capturada en ella. Tendremos que buscar las huellas de esta
DD
brecha.
En el periodo inmediatamente posterior al comienzo del embarazo
de Leny, su hermano mayor, que entonces tenia 2 años y 6 meses,
se quiebra un brazo jugando. Debe hacer reposo y ello lo confina,
junto con la madre, en el interior de la casa. Se reactiva así el
LA

sentimiento de soledad catastrófica y se acentúa la evocación


melancólica de la figura paterna. La madre cuenta que en el
momento del parto tenia la nítida sensación de que su bebé "iba a
FI

salir mal". Sintió que "todos me abandonaban, me dejaban sola


en el momento más difícil".
Pocas horas después del parto, y luego de un intercambio de ideas
a nivel médico y con el padre, uno de los médicos le dijo


ingenuamente a la madre: "No tiene que preocuparse porque es


evidente que su hija no es mongólica." Esto fijó la certeza
inconsciente de la madre de que acababa de dar a luz un
monstruo.
Entre el primer hecho traumático, la muerte de su padre, y el
segundo trauma, la soledad en el parto y la negación
paradójicamente confirmatoria de sus temores respecto del bebé,
la serie de cuadros, el brazo quebrado de Mario constituyen el
puente que sustenta la fantasía de un hijo incestuoso con el padre
muerto. Este hijo imposible, sin imagen narcisista en la madre,

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solo feto esfumado y ensangrentado, monstruo marino indefinido,
es Leny.
Un sueño materno actual resignifica el arriba y el abajo de Leny.
Sueña que su padre le extiende una mano fría "desde allá arriba",
mano que ella toma y que después no consigue soltar. Aparece
ahora más claro lo que está diciendo Cynara cuando cuenta que
Leny "de los ojos para arriba es de la familia del padre". También
nos dice: "Mi padre, para mimarme, decía que yo no era de este
mundo. Me siento encerrada allá arriba y no consigo descender al

OM
común de las personas."
Leny tiene 18 meses y no gatea, no habla, pasa de un objeto a otro
sin detenerse en nada, no fija la mirada, evitando especialmente el
contacto con la mirada del otro. No responde a llamados, ni a su
nombre, ni a otros sonidos. Sentada, se balancea y permanece con

.C
su mirada fija en el vacio. Parece no registrar la presencia de su
hermano, que la llama para jugar. Leny se sienta bien sin apoyo,
DD
libera las dos manos, se mantiene bien parada con apoyo, prefiere
los objetos a las personas, aunque no demuestre gran apego
tampoco por ellos. Presenta el mismo nivel de desarrollo
psicomotriz que tenía a los 6 u 8 meses. Sin embargo en aquella
época se interesaba más por las personas, sonreía, ensayaba
LA

juegos de verbalizaciones que hoy han desaparecido.


¿Qué sucedió en esos primeros 6 meses?
Sabemos que la madre había abandonado sus estudios
FI

universitarios cuando murió su padre y que los retomó 17 años


después, cuando la hija cumplió 6 meses. Por esa época deja de
pintar, señalando así la relación establecida por ella entre las
representaciones pictóricas, la producción personal y la muerte de


su padre. El retomar sus estudios universitarios le exige salir por


la mañana, a las nueve, y regresar alrededor de las seis de la tarde,
con un pequeño descanso en la casa a mediodía para darle el
almuerzo a la niña, Cynara se ausenta siempre de la casa dejando
severas instrucciones para que nadie toque a su hija, ya que nadie,
fuera de ella, "puede atenderla adecuadamente". Es importante
señalar que, para Cynara, este "atender adecuadamente" quería
decir que su hija era un enigma (¿la Esfinge?) inaccesible; o
mejor dicho, un enigma que nadie debía develar y que por lo tanto
debía ser silenciado. Es esto lo que ella dice cuando afirma que

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"nadie puede entenderla" Quince meses después todavía afirma
que nadie puede entender a Leny ni atenderla como ella lo hacia.
Es importante señalar los efectos de aquella brusca separación a
los 6 meses: la niña bajó bruscamente de peso, empezó a perder el
cabello, su hipotonía aumentó, presentó desconexión visual
primero y auditiva después, y también rechinar de dientes
(bruxismo). Estos síntomas se fueron instalando progresivamente
y alcanzaron su punto culminante entre los 16 y los 18 meses.
Leny queda literalmente detenida en el tiempo a los 6 meses. A

OM
los 18 años de la muerte de su abuelo materno y a los 18 meses de
edad Leny inicia su análisis y su madre también.
El tratamiento comienza con entrevistas del binomio madre-hija,
dos veces por semana y una tercera con todo el grupo familiar.
Después de un breve periodo la demanda materna de un análisis

.C
propio y su dificultad para establecer contacto con su hija nos
llevan a recomendar un trabajo individual con esta última tres
DD
veces por semana, espaciando las entrevistas familiares a una
cada quince días.
El padre, íntelectualizador nato, distante, con marcadas
características esquizoides, se angustia, sin embargo, y esto lo
lleva a buscar un camino para aproximarse a la hija. No sabe "qué
LA

pensar de ella" y se hace evidente que el retardo de la niña


amortigua aún más sus afectos, ya naturalmente inhibidos.
Su autoconcepto de "genio" hace particularmente dolorosa la
FI

presencia de una "hija problema'". Esto explica que él no haya


conseguido reemplazar en la función materna lo que la madre no
consigue dar,
Leny es una niña sin imagen, que necesita, para que ésta se


constituya, que alguien recorte sus semejanzas y sus diferencias


con respecto al "otro”. Hay un perímetro corporal que es
necesario ubicar (¿demarcar?) colocando las marcas que señalen
puntos de desdoblamiento imaginario de su cuerpo. Desde una
simétrica y recíproca concavidad homocélica inicial entre el hijo y
la madre, habrá que ir marcando diferencias. No se trata de
espejar imitativamente, sino que es necesario avanzar partiendo
del punto que la niña toca para devolverle "otra" cosa, El analista
construye ortopédicamente un espejo simbólico, para que Leny
pueda establecer su red imaginaria. Si tal cosa no se hiciera, los

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objetos continuarían siendo arrojados o continuarían cayendo de
su mano del mismo modo que caen de su mente.
Estrictamente no se trata de jugar (el juego vendrá después), sino
de armar un espacio de circulación humano, de abrir un rumbo en
lo Real, para que la palabra tenga la fuerza de imponer la verdad
de su ilusión.
Esta ortopedia se puso en juego porque Leny no podía correr el
riesgo de esperar los resultados del análisis materno, bajo el
peligro de que se produjesen deterioros irreversibles.

OM
Durante un recorrido conjunto gateando —habilidad que Leny
adquiere dos semanas después de iniciado el tratamiento— la niña
registra, con extrañeza, la sombra de un adulto que la acompaña y
le devuelve (aunque no en pura copia) cada gesto, cada
movimiento, cada inmovilidad. Y el hecho de que a veces esa

.C
figura se separe lentamente de ella, le produce diversión, júbilo. y
Leny ríe. Es el "otro" que, por la referencia simbólica tal Otro),
DD
empieza a nacer. Es la insistencia en tratar de comunicarse con
ella lo que abre la brecha. El analista también ríe y no necesita
forzar nada, porque su alegría es genuina; es la misma alegría que
el infans experimenta frente al semejante, expresando con
suspiros y movimientos el entusiasmo de su identificación. El
LA

deambular conjunto se transforma en una especie de diálogo


corporal, activo, divertido, placentero. "Cuando yo paso, tú pasas.
Cuando tú paras, yo escapo. Cuando miras, me oculto y vuelvo
FI

para redescubrírme en tu mirar. Quién eres tú, quién soy yo, Este
toque, este sonido que no consigo descifrar." Este discurso
atribuido interpretativamente a Leny, significante de la función
materna, le es devuelto verbalmente para que alguna vez, haga el


sentido en el après coup que la fusione con la cadena significante,


Un dia, gateando con un cubo de madera en la mano, Leny golpea
casualmente un mueble que le devuelve un sonido estridente. Nos
apresuramos a golpear con nuestro cubo. (Leny nos mira y golpea
una vez mas. Empieza entonces un juego de golpes, diálogo
elemental de tambores monótonos aunque innovadores: siempre
un golpe en cada objeto devuelve un sonido diferente, Leny hace
del cubo su "oreja", pero también la boca del "otro". Después de
algunas sesiones tenemos un toc-toc privilegiado: el mueble
Original. Son ya dos golpes contra dos golpes; toc-toc, toc toc /

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toc toc, toc toc. Mayúscula del "Autre", minúscula de "l'autre".
"A" y " a " que se oponen en un juego de espejo que desplegó el
espacio, dejando lugar para que algún eslabón pueda nacer en ese
agujero, algún eslabón que pueda nombrar aquello que sustenta
esta tensión entre Leny y el analista: el deseo. El objeto " a "
cayó, y Leny todavía está allí. Es Leny quien está y ya no su puro
cuerpo.
Leny empieza a ponerse más sonora, pronuncia silabas y mira a
los ojos al otro, ya no da la impresión de ser una deficiente

OM
auditiva. Empieza a presentar un síntoma en cuerpo. Esto es
alentador porque antes su cuerpo todo era el síntoma de la
neurosis de la familia.
Ahora se ha producido en él una discontinuidad. Su cuerpo
"significa". El síntoma aparece como un tic en los ojos. Mira con

.C
el rabillo del ojo. El padre lo interpreta médicamente y se hace un
examen neurológico que arroja resultados negativos.
DD
Esos tics se presentan frente a objetos y situaciones nuevas. En
esas situaciones empieza a instalarse en la falda del analista y
partiendo de allí, lentamente explora el nuevo cuerpo.
Leny empieza a llamar al hermano con un nombre inventado por
ella: Mió (.contracción de Mario). La madre reclama: "No dijo
LA

mamá " El padre se ha aproximado bastante a ella y la niña dijo:


pa. Significativamente, la oposición fonemática habitual p-m no
aparece bajo los signos de padre-madre sino en los signos pa-mio.
FI

Esta exclusión completa del signo madre no es sin duda,


insignificante. Este signo es reemplazado por el significante de lo
que la madre efectivamente desea: Mario/Mió.
Poco tiempo después, en un acting-out la madre se somete a una


cirugía plástica de senos, sin haber avisado previamente a nadie,


ni siquiera a su marido. Más tarde cuenta: "En seguida todo el
mundo se preocupó por mí y entonces percibí lo que sentían por
mi. Creo que tuve una amnesia parcial después de la cirugía. Fue
como despertar de un sueño. Me acuerdo de que hablé con el
médico sobre un libro que se llama Los dioses de Raquel, no me
acuerdo de qué trataba, pero confundo Raquel con -Rebeca, una
mujer inolvidable." El relato que ella hace, sin embargo, se refiere
al argumento de Jane Eyre, una novela juvenil, Recordamos que
esta novela cuenta la desaparición de una mujer loca junto con su

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mansión, a la cual ella misma prende fuego. Por obra de esta
muerte, la heroína de la novela queda liberada de una sombra que,
hasta entonces, desconocía.
Tres meses después muere el perro de la casa, a consecuencia de
un paro cardíaco después de un paseo. Cynara dijo: "Me dio asco,
porque se ensució todo al morir, pero sentí como si fuera un hijo,"
Este recorrido por los objetos "a": seno cortado, heces de la
muerte, la mirada del otro (la cirugía es estética), parece un paseo
por la locura, por la fragmentación en el cuerpo. Y sin duda fue

OM
necesaria una amnesia parcial (una represión) para que esto
pudiera transformarse en relato, en novela, para que Cynara re-
tomase el lugar de su trazo unario \Lacan, 1875. pp. 11 y 62) y se
establezca así nuevamente la sede de su deseo. Fue a buscar en el
propio cuerpo sus marcas simbólicas más primitivas, sintió al

.C
muerto como hijo, pero separada de él por el asco. La ruptura del
aislamiento de Leny y los efectos del propio análisis dan lugar a
DD
una demanda de la madre que la coloca en la posición de quien
quiere restituir lo que le falta; y esto determina el acting que, sin
embargo, pone en escena lo que requiere ser olvidado: el cuerpo
mutilado. La mutilación vivida en el seno se refiere a la
maternidad; Cynara está herida en su narcisismo de madre. Esta
LA

"fea en el seno" y lo repara a través de la mecánica de la cirugía.


Pero las cosas no terminan allí: realiza nuevamente el parto, pero
esta vez acompañada. Casi como en un exorcismo, los dioses (.su
FI

propio Yo Ideal y su Padre) desaparecieron en la fogata de la


locura para que otra Cynara pudiera vivir, lejos ya da la antigua
mansión.
¿Cuál será ahora su casa?


Para Leny se abrió un espacio, y esta brecha se ensancha en la


madre dejando lugar para oír su demanda. Entonces, ella la
manifiesta.
La madre empieza a sentir celos del analista de la hija. Leny ya
camina y empieza a hablar. Comienza a frecuentar el Jardín de
Infantes, se comunica con los otros niños, juega.
En una entrevista conjunta con la madre y la hija, el analista está
conversando con la madre y no escucha los llamados verbales de
Leny. Entonces ella toma un cubo de madera, se dirige
resueltamente al mueble original da dos golpes. El analista

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reacciona y responde a su llamado ahora verbalmente. Leny
sonríe y le ofrece juguetes. La madre dice: "Esto si que es difícil
de aguantar, Yo sé que usted hizo mucho por Leny, pero me da
mucha rabia verlo y no sé por qué." Está claro que Cynara está
muy irritada consigo misma, con su padre y con todo lo que le
impidió desempeñar un papel participante con Leny en la
aventura de su entrada en el universo humano.
El analista, por el hecho de haber desempeñado tal papel, evoca
para Cynara su propia ausencia.

OM
Ahora que la madre ya no está ausente, este intruso se vuelve
insoportable. La triangulación edípica todavía está, para Cynara,
en el terreno de la neurosis, que ya no se interrumpe más por los
momentos psicóticos, lo que no obliga a Leny a retornar al orden
de lo Real.

.C
La interrupción del tratamiento se aproxima. Algunas sesiones
después, el analista, que lo sabe) inconsciente y defensivamente
DD
se desconecta. Leny reclama e1 cubo y con él llama al analista.
En una sesión este le responde haciendo toc-toc con los tacones
de los zapatos, caminando en dirección a la puerta. El deambular
es la primera gran distancia material entre un hijo y su madre
Leny ya puede tomar distancia porque su imagen, que ahora es
LA

metáfora, ya no se disuelve. Por eso, un día, Leny no vuelve más.


FI


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8
ORESTES: "EL ROBO DEL AUTO"
-----------
MADRE

OM
Orestes: "Si la serpiente salió del mismo vientre del cual yo salí; si fui envuelta en mis
propios pañales y se prendió voraz a los pechos que me criaron y saco de ellos leche y
sangre, razón tuvo la que eso soñó, yo seré la serpiente.” (Esquilo, Orestiado. 498 a.C.)

.C
Recibimos a Orestes (3 años y 10 meses) y sus padres en una
apresurada consulta el día anterior a nuestra salida de vacaciones.
Los padres, alarmados después de una consulta neurológica,
DD
habían solicitado vernos con urgencia.
Hasta entonces habían pensado que con Orestes las cosas no iban
bien pero tenían la esperanza de que los problemas se fueran
superando con el crecimiento del hijo. La médica consultada fue
LA

quien llamó la atención hacia el problema e indicó la necesidad de


un tratamiento.
El caso nos es derivado con la siguiente nota: "Derivo el niño
Orestes, que presenta retardo del desarrollo psicomotor,
FI

principalmente de comunicación, una serie de estereotipos, anda


en puntas de pie, se balancea, etcétera". dando por sobreentendido
el resto de los síntomas que encontraríamos, coincidentes con un
cuadro de autismo.


Nos llama la atención el estado de prevención y temor en que


llegan los padres, como esperando lo peor pero temiendo oírlo y
no mostrándose muy dispuestos a escucharlo. De hecho, parecía
que esto venia efectivamente ocurriendo, porque más tarde
llegamos a saber que el pediatra había conversado varias veces
con ellos acerca del significado de los problemas de Orestes de
los cuales los padres parecían no haber tomado conocimiento.
Los padres son jóvenes (37 años el padre y 33 la madre), con un
nivel de educación medio. Tienen tres hijos, siendo el mayor un

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niño de 7 años “que prefiere la bisabuela a la madre” ya que
aquella (madre del padre de la madre) vive junto con ellos.
Orestes es el del medio y hay también una niña de 8 meses, cuyo
nacimiento “hizo que Orestes empeorase, aunque en algunos
aspectos hizo que mejorase, él parece estar imitando algunas
cosas de ella: por ejemplo se interesó por la mamadera y por
algunos juguetes de la nena”. Observamos la distancia que hay
entre sus padres y sus hijos. Una distancia que hizo que el mayor
eligiese el apoyo de la bisabuela, mujer muy anciana y poco

OM
lúcida, y que Orestes no diferenciase a la madre y al padre de los
otros conocidos. La presencia de la hermanita parece haber
despertado en él un interés para el que estaba capacitado, pero que
los padres no supieron o no consiguieron despertar. El padre
trabaja mucho y permanece afuera de la casa todo el día. Más

.C
tarde observamos que él no había distinguido hasta entonces entre
lo que es jugar y lo que Orestes hacia con los objetos. De hecho,
DD
en las entrevistas Orestes no juega en el sentido verdadero del
término, ya que nada agrega a los objetos en sí ni tampoco a las
personas. Sólo manipules, arroja o coloca los objetos frente a sus
ojos y, extrañamente, no lleva absolutamente nada a la boca. El
padre se sorprende cuando le señalamos, en el transcurso de las
LA

entrevistas iniciales, la diferencia entre lo que Orestes hace y lo


que sus hermanos hacen con las cosas. Hasta la más chica incluye
los objetos en una cierta secuencia imaginaria, pero con Orestes
FI

esto no sucede nunca. Llama la atención el hecho de que el padre


no se entristezca con este descubrimiento; por lo contrarío, parece
experimentar un cierto goce intelectual a partir de lo que acaba de
comprender y asocia con lo que el hijo mayor hacia a la edad de


Orestes.
En esa entrevista inicial, la madre (que no trabaja fuera de la casa)
dice que lo que más los preocupa es el comportamiento extraño,
el hecho de que él no hable, aunque "tararea algunas canciones
infantiles, pronunciando las letras enteritas", y el hábito de
balancearse. Pregunta sí lo que Orestes tiene es grave y si no
podrá desaparecer a medida que él crezca. Frente a nuestro
silencio, sus ojos se llenan de lágrimas y dice que tiene "miedo de
que mi remedio le haya hecho mal a él". Entonces cuenta que
sufre de "disritmia" y describe crisis que parecen corresponder a

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convulsiones del grand mal. Esa enfermedad se le declaró al
comienzo de la adolescencia y es evidente, por su relato, que los
padres la disimularon y le ocultaron el significado de esos
episodios, acerca de los cuales se estableció una especie de
compromiso de silencio. Tal vez el hecho de ser hija única haya
favorecido la dificultad de los padres para aceptar su enfermedad.
Es probable que su abuela paterna (bisabuela de los niños) haya
sido la tentativa parental, secreta, de garantizarla en el
mantenimiento de sus hijos, frente al peligro representado por sus

OM
crisis. Actualmente su enfermedad está relativamente controlada
por medio de medicación, aunque continúen manifestándose
episodios, bajo la forma de ausencias que suelen durar tres o
cuatro minutos, presentándose una o dos veces por día y
tornándose más frecuentes cuando se aproxima la menstruación.

.C
En esta deconstrucción de su relato, verbalizado por ella con
notoria angustia y tratando de minimizar la importancia de todo
DD
ello, se perciben los componentes psíquicos de su cuadro
epiléptico: parece haber alguna representación sexual silenciada
(reprimida) vinculada a su primera menstruación y después a la
menstruación en si. La enfermedad queda inscripta en su familia
como su incapacidad, que la lleva a permanecer en una posición
LA

infantil, que la hace sumamente irritable y que, por lo tanto, frente


a la imposibilidad de la simbolización, la arroja a la esfera de lo
real, o sea a la psicosomática de sus crisis (Lacan, 1983, pp. 147-
FI

52).
Todo esto habría de confirmarse más tarde con algunos relatos y
episodios. En la sesión numero 43 la madre tiene una crisis de
ausencia: empieza a hablar de su disritmia, en lo cual se evidencia


que percibió inconscientemente el efecto de "aura" que anuncia la


proximidad de la crisis. Empieza a sonreir sin motivo y se acuesta
suavemente en el piso, Después empieza a emitir profundos
suspiros (¿de placer?). Después se levanta. Le comunicamos que
ha tenido una crisis pero ella no parece tener conciencia de ello y
le cuesta retomar su proceso mental normal. Orestes, que estaba
ocupado con algunos objetos de una caja de juguetes, suspende su
actividad y se acerca a ella, permaneciendo casi inmóvil durante
toda la crisis, con la mirada fija y distante.

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En la entrevista inicial, y directamente asociado con su
enfermedad, la madre hizo el siguiente relato; "Creo que no tiene
importancia, pero lo mismo se lo voy a contar. Yo me caí de lo
escalera con Orestes cuando él tenia 6 meses de edad, Él se
quebró la tibia y estuvo 15 días enyesado. Pero no parece que el
comportamiento de él haya cambiado mucho, aunque la verdad es
que no me acuerdo. De lo que sí me acuerdo muy bien" —y aquí
su angustia crece bruscamente— "es del robo del auto; hasta hoy
no puedo sacarlo de mi cabeza (sic). Yo estaba embarazada de 4

OM
meses, ,, no fue la perdida del auto. . . mi padre me lo había
regalado, nuevito, y yo tenía tantas ganas de manejar y el médico
por fin me había autorizado, y mi padre me compró el auto. Me
acuerdo que el comisario me dijo: ese auto, no lo vi nunca más.
Habían pasado cuatro horas del robo cuando me di cuenta. Del

.C
propio garaje de mi padre ¿se imagina? ¡No es posible!"
El verbo es en presente muestra el carácter presente del trauma de
DD
la pérdida que aparece vinculada, por un lado, a Orestes cayendo
de sus brazos y. por otro, a la "perdida en la cabeza". Pero tay
también otro elemento: el auto regalado por el padre, ése si no es
posible que lo robasen. Tal vez podrían haber robado otro, pero el
recibido del padre, no.
LA

El carácter traumático de la pérdida, que tiene plena vigencia hoy


y en todos los días de su vida, se establece precisamente porque lo
robado "no es el auto ", como ella misma dice. El significante
FI

auto ocupa el lugar de otro significante que no puede ser revelado:


el hijo pene del padre, significante fálico que faltó en ella desde el
momento de la primera menstruación (habilitación para la
sexualidad adulta) en virtud de una historia anterior aún no


revelada, pero que se eterniza en la oscuridad por obra del pacto


de silencio de la familia alrededor de lo que pasa en su cabeza.
“Es como si me hubieran robado todo", dirá en una sesión
posterior a la entrevista inicial. Esta frase, en esencia, reveía todo
por obra del discurso. El embarazo tuvo poca importancia para
ella al lado de lo que el padre le regaló: un auto que, antes que
nada, es insignia fundamental Pero ¿qué significante es ése que
no acepta ser disociado del objeto de la realidad? ¿Que cuando se
pierde el objeto va junto con él, dejando un agujero "en la cabe-
za"? Es el falo ilusoriamente recibido en la apropiación del auto,

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es el falo ilusoriamente perdido en la primera menstruación, es el
falo ilusoriamente retenido en la infancia de la madre de Orestes,
Cuando ella pierde el falo /auto, ya no es posible tolerar la falta,
porque no hay nada para encubrirla, ni un mísero significante.
Allí todo carece ya de sentido y, como ella cuenta más tarde:
"Entré en una depresión que ya nadie sabía qué hacer; lloraba
todos los días. No era el auto en si, era la rabia, qué sé yo , . . Era
como sí eso (ya sé, es una tontería) fuera el centro de todo."
Once meses después del robo del auto, aun ganada por la

OM
depresión, que se prolongó "hasta que Orestes cumplió un año",
ella dejó caer a Orestes en la escalera y no se dio cuenta de la
importancia de eso, porque, centrada en su pérdida, nada tenia
fuerza suficiente para conmoverla, "Él se curó pronto", dice ella,
mostrando su sentimiento de culpa, como una niñita que teme ser

.C
acusada. ¿Será que teme la repetición del castigo que la dejó
privada de falo? Así es su actitud en las sesiones frente a nuestros
DD
planteos: como una niñita que escucha lo que debe hacer.
Ella es cariñosa y pasiva con Orestes, no sabe muy bien cómo
comportarse con él y cuenta; "Él era muy tranquilo, yo realmente
estaba poco disponible con esa historia del auto, después de la
caída él se sentó y poco después empezó a balancearse. Como se
LA

quedaba tranquilo con eso, nosotros lo poníamos en la mecedora.


No sabíamos que era malo para él. La mecedora es su seguridad."
Esta valoración actualizada de la seguridad colocada en un objeto
FI

muestra que la madre devuelve a Orestes la imagen de sí misma


sin ninguna modificación. Nada del hijo se simboliza a través del
espesamiento materno, lo importante es tener un objeto
significante de la seguridad y nada más importa. Porque ése es el


deseo de ella, cerrado en un circuito narcísistico vinculado al


propio padre y cumpliendo ella el papel de hija pero no de madre.
No hay deseo del hijo, hay mero espejamiento en el más puro
estilo de Narciso: la muerte del "otro" que culmina en la pura
muerte. No sólo porque se desee matar, sino porque no hay otra
forma de vivir sino siendo el "otro". Aquí no hay deseo porque no
hay distancia simbólica. Lo único que se repite es el objeto de lo
real: el balanceo, o el auto, significantes de la seguridad (de la
madre, pero no de Orestes) que se desconstítuyen como tales cuan
do, en la búsqueda del significante siguiente, éste no puede ser

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encontrado. Porque Orestes siempre es devuelto por la madre a su
silla, o a su cuerpo en la esfera de la necesidad, en la realización
del puro goce. En las sesiones él deambula y la madre contempla,
Se olvida de él y habla de sí misma.
Como se puede ver, no es por casualidad que Orestes aparece
postergado en este relato. Es la eficacia del narcisismo materno lo
que se infiltra en este discurso determinado por la transferencia
reciproca, La histeria de la madre seduce al analista y así ella
obtiene el falo de su escucha, ¿Acaso no se acuesta en el suelo de

OM
la sala de sesiones, suspirando fuertemente? La madre está
satisfecha, el analista "le gusta". Sin embargo, la transferencia
erótica aparece reprimida. Es por esta represión que, a pesar de
todo, la palabra tiene espacio. Insistimos en el universo de la
palabra, interpretando: "Más hijo que Orestes es el auto; a los 6

.C
meses Orestes se quebró una rueda " Ella se sorprende. Agarra el
camión verde de Orestes y lo mira. Sujeta el camión como si
DD
fuese un bebé y Orestes lo pide. El niño se sienta en su falda pero
ella, en lugar de aceptarlo como habitualmente hace, agarra el
camión amarillo que el analista tiene en la mano y juega a golpear
con el de Orestes. Constatamos, en este juego, que se establece un
espejamiento marcado por lo simbólico: su auto robado y Orestes
LA

chocan en nuestra interpretación. La madre, tomada por el efecto


de la colisión discursiva que aproxima en la cadena significante el
valor de hijo asumido por su auto, establece un choque entre el
FI

camión, hace ya tiempo elegido por Orestes como su objeto


fetiche en las sesiones, y nuestro camión, que nos ha quitado de la
mano. Orestes se fija en el camión verde y responde a los golpes,
sonríe y repite la exclamación onomatopéyica de la madre:


"Aum".
Orestes, durante tas tres primeras semanas de tratamiento.
protesta para entrar; poco después protesta cuando tiene que
esperar; y poco después protesta porque no quiere irse. Esto no es
absolutamente regular, aunque es lo que predomina. Desconfiado
al principio, no nos mira nunca, se golpea las piernas con la
muñeca derecha, trata de armarse y le tira de los cabellos a la
madre, en cuya falda está.
Las sesiones iniciales con Orestes y su madre (así trabajamos) lo
muestran desconfiado, rígido y distante.

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Pero paulatinamente empieza a bajar de la falda de la madre y a
sentarse en el suelo para tocar los objetos que allí están: una
cuchara, un camión verde y otro amarillo (los dos iguales, porque
imaginamos que esto puede evocar en él algo del orden de lo
semejante), tres aviones (uno de los cuates insistimos en llamar
"papá" porque el padre jugó con ese objeto todas las veces que
estuvo presente), algunos platitos y tres muñecos grandes.
Además, hay en la sala cubos de madera de diversos tamaños y
dos pelotas de tamaño mediano, una azul y otra roja.

OM
Orestes demuestra poco interés por los juguetes, pero poco a poco
va eligiendo el camión verde y un pequeño triángulo de madera,
que insiste en acariciar.
En la sesión del 9 de marzo sucede algo especial Anotamos: "Se
enoja, está desconfiado, se golpea. Pongo mi brazo entre su

.C
muñeca y su pierna. Si continúa así tendrá que golpearme a mi,
vacila. Hay una diferencia., captada por él, entre él y otro.
DD
Finalmente golpea y espera. Parece sentirse confiado cuando ve
que yo no reacciono, pero aparta mi brazo para volver a golpear
se." La agresívízacíón del otro se da en forma auto-erótica, a nivel
del narcisismo primario: si hay una imagen de si en "otro ", ella se
deshace y vuelve a su cuerpo, porque no hay un Otro que
LA

sostenga la ley que separa la imagen de lo Real. Por eso,


sorprendiéndose, agarra nuevamente nuestro brazo y lo mira
como un objeto, y lo devuelve a su lugar, como si no percibiese
FI

que es nuestro. Evita mirarnos ostensiblemente. Parecería insistir


en mantener la fragmentación del cuerpo, evitando la anticipación
de la totalización visual. Una vez más adelantamos el brazo, pero
con una taza en la mano. Él mira la taza y fingimos beber café. Su


madre nos imita; él nos mira alternativamente a los dos. Se ha


generado una cierta tensión, su mirada está capturada en un juego
de espejo donde él fue lanzado fuera y se incluye con la mirada.
La madre no espera, le da café; él bebe, esperando encontrar el
liquido de verdad y se sorprende visiblemente con el vacío que
encuentra; muerde la taza: la agresivización deriva sobre el objeto
porque en él ha aparecido un agujero. Habría allí espacio para el
significante, esperamos que la madre lo introduzca, pero ella se
ríe; se ríe de la ingenuidad de Orestes —"¡él esperaba encontrar
café, ja, ja!"— y mueve la cabeza como comentando la falta de

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discernimiento del hijo. Pero ese movimiento está destinado a
nosotros, como para subrayar que ella no estaba dándole el café
de verdad", y que ella está situada en un lugar diferente del lugar
del hijo. Es precisamente esta insistencia suya la que plantea la
duda: ¿está ella en un lugar diferente? Sólo del otro lado del
espejo, pero en la posición simétrica de lo real en oposición a lo
real del hijo: café de verdad x café de verdad, el primero es de
Orestes y es si; y el segundo es de la madre y es no. Pero en
ambos casos, sea negado o afirmado, es lo real. La madre no deja

OM
caer el objeto "a" para dar lugar al significante. Y Orestes vuelve
al pedacito de madera y lo acaricia, Pensamos: la próxima vez no
esperaremos. Nosotros, que ya hemos aparecido —brazo— en la
relación de lo real de Orestes, dejaremos caer el objeto que nos
articula.

.C
Esa próxima vez fue la interpretación a la madre: "Orestes a los 6
meses se quebró una rueda," En la secuencia del Juego de
DD
golpear, Orestes dice "Ca” y lo repite varias veces,
Se queda colgado de nosotros con la mirada, diciendo "Ca" una y
otra vez.

Discusión
LA

Desde el punto de vista du la función materna, es evidente la


ausencia de fallas a nivel de la satisfacción de las necesidades de
FI

Orestes. Muy por el contrario, el problema consiste en las


dificultades de la madre para mantener una relación con Orestes
más allá del terreno de lo real. El padre, que poco se relaciona con
Orestes, planteó la hipótesis, en una sesión, de que su hijo podría


estar habitado por otro (él es espiritista) y podríamos coincidir


con él si estuviéramos articulando esta referencia en el orden
simbólico: el auto robado (ausente) lo habita; además, es su único
habitante, Pero el padre no habla (conscientemente, por lo menos)
en este sentido; lo otro de que él habla es otro cuya ley no es
humana, tanto que ni siquiera es cierto que este habitante sea
humano. Nos pregunta si conocemos los trabajos de un psicólogo
(parapsicólogo) que se dedica a analizar esas cuestiones e
interpretamos que, inconscientemente, nos pide que desalojemos
de su hijo un objeto extraño. Es el objeto " a " que no ha caído.

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En esta familia el espejamiento funciona en un circuito
absolutamente narcísistico, donde el único objeto catexizado no
aparece como de deseo porque no es sustraído: está allí.
El fantasma está allí, en el hijo, lo robado está allí, en Orestes,
Orestes no tiene otra salida que ser ese objeto presente; el auto,
No hay en él sujeto, no hay red imaginaria, aunque el perceptum
establezca fugaces registros.
Su evolución posterior, favorable, muestra la posibilidad de
introducirlo en el universo del significante. Él toma la primera

OM
clave de este universo: "Ca". Es la sílaba inicial del nombre del
objeto que por casualidad, lo singularizó: carro*

.C
DD
LA
FI


• Carro: auto, automóvil <N. de la T.)

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9
ROSA: "EL DESASTRE"

Clitemnestra: "Todos están acusándome como si yo fuera el peor


de los crimínales. Yo, que tan cruelmente fui tratada por quien
más debía amarme; yo, degollada por manos matricidas, no tengo
ni un solo dios que sienta indignación mi suerte. ."
(Esquilo, Orestlada. 498 a.C.)
Derivada por un servicio de fonoaudiologia llega a la consulta una

OM
niña de 4 años y 11 meses de edad, con secuelas de embriopatia
rubeòlica, razón por la cual es recibida por el sector médico de
nuestro equipo. Se le había diagnosticado una hípoacusia severa
bilateral no susceptible de equipamiento otoamplificador e
hípotonía significativa. La anamnesis reveló una cardiopatía

.C
congénita que se compensó espontáneamente, y cirugías de fisura
de paladar a los 2 meses y de catarata congénita en el ojo derecho
DD
a los 6 meses.
Su estado de desconexión desde muy pequeña fue absoluto y la
madre siempre pensó que "no había nada que hacer", mientras que
el padre tenía la idea de que "Rosa podía más de lo que parecía,"
Su aspecto es inexpresivo, ausente, pero no desagradable. Da la
LA

impresión constante de estar en estado de sorpresa, y eso genera


una cierta tensión a su alrededor. Toca las cosas muy suavemente,
retirando en seguida la mano y prefiere permanecer acostada
FI

sobre superficies duras.


Los esfuerzos paternos habían estado centrados en sus sentidos,
pero el contacto prolongado con una fonoaudióloga
particularmente sensible y dispuesta a comunicarse con Rosa más


allá de su función educativo técnica, produjo en el último año


mejoras significativas. Esto alertó tanto a los padres cuanto al
servicio de rehabilitación sobre la posibilidad de que algo a nivel
psíquico estuviera aconteciendo en ella y la mantuviese muy por
debajo de sus posibilidades.
Este fue el motivo de la consulta.
En la primera entrevista anotamos: "Madre fria, inexpresiva, Rosa
mira de manera directa, se conecta, pero en muchos momentos se
aísla, evitando mirar." Rosa tiene un trapo en la mano y la madre

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comenta: "Lo lleva siempre con ella. Ese trapo es la tristeza. Ni
siquiera puedo lavarlo."
Pregunto si es "la tristeza" porque está sucio o porque, para la
madre, Rosa y tristeza van siempre juntas.
La madre confiesa que no se siente bien con Rosa: "Yo no quería
otro hijo, y todavía me sale, , , esto, Porque yo sé que usted me va
a criticar, pero Rosa es un desastre ¿no?"
Nos sentimos tentados de darle la razón pero nos detiene el hecho
de desconocer el alcance de la palabra desastre en la semántica de

OM
Sandra (llamaremos así a la madre).
En la segunda entrevista Sandra manifiesta: "Cuando el nació yo
quedé aterrorizada. Sentí un verdadero espanto y durante dos años
no la acepté. Empecé a aceptarla hace más o menos un año y
medio. Al principio ni quería salir con ella de casa. No la

.C
aceptaba. No sé cómo puedo aceptarla ahora."
Mientras tanto, Rosa sigue acostada en la mesa, jugando con sus
DD
dedos y mirando extrañamente por el rabillo del ojo en nuestra
dirección.
No acepta que el analista se aproxime, lo que por lo general
sucede con todos los extraños. Su pasividad es extrema pero
muestra curiosidad por su imagen en el espejo. Busca detrás de él
LA

su propia imagen, se muestra desilusionada y vuelve al juego con


los dedos. Poco después se interesa por un autito con ruedas y nos
sorprende cuando toma ruedas sueltas y trata de colocarlas.
FI

aunque sin mucha precisión, Esto por sí sólo muestra que hay una
organización de categorías de pensamiento a nivel figurativo, lo
cual plantea muchas dudas sobre su pretendida debilidad mental)
y presenta expectativas de normalidad de potencial intelectual.


Lo comentamos con la madre y con el padre, que entonces


agregan más datos: "Ella juega con cualquier cosa. Arma escenas
con el Play Mobil (un juguete complejo compuesto por personajes
con ropas y accesorios desmontables)," La madre comenta: "Fue
la hermana (10 años) la que le enseñó. ¿Pero acaso eso quiere
decir que sea inteligente?"
Respondemos afirmativamente.
El padre dice: "Yo siempre creí eso, pero ella nunca creyó", y la
madre agrega: "Es cierto, el único que creyó en ella fue el padre.

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Yo tenia miedo de tener una esperanza y después
desilusionarme."
Se trata exactamente de eso. En presencia del padre, Rosa tiene un
comportamiento muy diferente del que manifiesta cuando la
madre está cerca. En esta última situación se desconecta
completamente y empieza a balancearse y a tocar los objetos
indiferenciadamente, en presencia del padre se anima, se pone
más activa, más alegre y más predispuesta a responder a
solicitaciones, aunque es, aun así, muy resistente.

OM
No acepta alimentos sólidos ni variaciones en los alimentos. Sólo
come papillas y gelatina y una sopa {¡que sólo acepta del padre!)
"con todo molido adentro", Tiene rituales fijos para irse a la cama
y no comparte la mesa con la familia, comiendo poco a poco y en
forma desordenada a lo largo de todo el día, No parece haber

.C
momento fijo para nada, ni siquiera para dormir. No controla los
esfínteres, no acepta ropas nuevas ni el contacto con la arena, No
DD
puede ser contrariada porque se enfurece.
La madre no tiene con ella ni entendimientos ni
desentendimientos. El contacto entre ambas es de una absoluta
complementariedad. Parecería que Sandra siente temor de oponer
a Rosa alguna imagen que no sea el exacto molde en el negativo.
LA

Si ofreciera una imagen discrepante estaría agrediendo el espacio


real de Rosa. Entre Sandra y Rosa no hay agujero circulante, el
espació está totalmente sellado. Sin embargo, esta relación es la
FI

más fuerte para Rosa. El padre, autoritario, delegó en Sandra el


cumplimiento de su papel. Esta perspectiva le impidió percibir la
imposibilidad de Sandra.
Sandra tiene un hermano que es el preferido de su madre y que


nació cuando ella tenía 12 años. Su primera menstruación quedó


asociada con el brusco abandono materno que, operado por una
madre hipocondriaca y dominante, la dejó apoyada en un padre
débil y descalificado. Esto se inscribió en ella como el temor de
no ser capaz en la femineidad. Este temor asumió dos formas:
temor neurótico de perder el marido y temor de no saber cuidar
bien a los hijos. La madre de Sandra se encarga de atacarla en
estos dos puntos cada ves que tiene oportunidad y el padre nunca
fue capaz de defenderla. El horror de Sandra se realiza en Rosa.
Entonces ella dice: "Cuando Rosa nació yo me volví loca. Y toda-

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vía no me he recuperado." A partir de entonces el odio contra su
madre recrudeció violentamente y el miedo de perder al padre se
transformó en obsesión.
Rosa evolucionó favorablemente a lo largo de cuatro años de
tratamiento psicoanalítico del grupo familiar, que a cierta altura
incluyó un tratamiento realizado por una psicopedagoga y
fonoaudióloga, cuyo objetivo era simplemente descubrir formas
de simbolización viables para Rosa.
Este trabajo favoreció la elaboración del lugar que Rosa ocupaba

OM
para la madre. Los ataques que, por vía inconsciente, la
hipocondríaca abuela materna había realizado contra la madre de
Rosa, la habían convencido de su incapacidad para tener un hijo
normal. Tal era la descalificación de su femineidad, Además, la
unión con un padre (el abuelo de Rosa) subalternizado, la dejó sin

.C
recursos simbólicos suficientemente consistentes para defenderse
de la irrupción de una hija anormal. Rosa era el objeto real. La
DD
realización, en la madre de Rosa, de los deseos de muerte de la
abuela materna. De ahí entonces la vergüenza de mostrarla: tal era
el alcance del término "desastre" proferido en la primera
entrevista. La elaboración materna, juntamente con el nacimiento
de una demanda más sistemática en Rosa, producto de la ruptura
LA

de su complementariedad, tuvieron como consecuencia su salida


del lugar de lo real. Después de este proceso Rosa buscó un
sistema para hablar y empezó a participar normalmente de la vida
FI

familiar, aunque se presentaran algunos síntomas ligados al


proceso de su diferenciación sexual.


Discusión

El ajuste absoluto de la madre al campo de pulsión de Rosa


produce una coincidencia completa del fantasma con el objeto
"a". Este ajuste no deja lugar para la falta. No hay entonces
fantasma propiamente dicho, sino puro reflejo de lo real, teniendo
aquí la palabra reflejo el mismo sentido que tiene en física.
Rosa es las heces de la madre, el "desastre", la "vergüenza". Es
eso "que no se puede mostrar". Es como una máscara que

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reproduce a la perfección el mismo rostro que cubre: no hay
espacio para lo simbólico, no hay red imaginaria. Rosa está
condenada a ser lo que es: un cuerpo mutilado, un sujeto ausente,
un "no-ser", en la medida en que el significante "desastre" no se
desprende de su propia piel ni pasa a ser una mera máscara entre
ella y la madre.
La madre de Rosa empieza a buscar el rostro de la hija por detrás
de la máscara capturada en el término "desastre". Es a través de
esta búsqueda que tal término adquiere el status de palabra, o sea,

OM
cuando Sandra desgarra el velo de los otros "desastres" de su
vida: el temor de ser ella misma las heces de su madre.

.C
DD
LA
FI


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10
MALU: "LA MANCHA"

Ifigenia: "Hasta los niños que no hablan tienen cierto presentimiento de los males
... " (Eurípides, Ifigenia en Aulida. 405 a.C.)

OM
.C
DD
Con un diagnóstico inicial de sordera y deficiencia visual. Malú
llega a una consulta neurológica en la cual, a través de estudios
complementarios, se determina su normalidad sensorial.
La sintomatología es extraordinariamente clara y abundante y
LA

permite un diagnóstico inmediato de autismo. Además la niña,


que en esa época contaba con 11 meses de edad, presentaba
notables señales de hipotonía generalizada, evaluada a nivel
neurológico como congénita, y una hipertricosis asociada a la
FI

obesidad, lo que determinó más amplias investigaciones


metabólicas y genéticas. Por último se llegó a la siguiente
conclusión: hipotonía congénita, presentando rasgos dismórficos
leves no compatibles con ningún síndrome conocido. La niña


llega a nuestra consulta con este diagnóstico y la presunción de


autismo. Malú presenta mirada de reojo, se balancea cuando está
irritada (lo que sucede con suma facilidad), toca los dedos pulgar
e índice entre si en un constante abrir y cerrar en ambas manos, y
manosea la cadena que sujeta el chupete, quedando fascinada, se
mira las manos y entra en éxtasis cuando se pone el chupete en la
boca, cerrando las dos manos sobre él. Además, al hacer esta
maniobra da la impresión de que girase los ojos hacia adentro,
quedando levemente estrábica y chupándose la lengua.

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Cuando se conecta con el medio ambiente —y esto no sucede con
relación a las personas— presenta coordinaciones
correspondientes al tercer sub-estadio sensorio-motor según los
criterios piagetíanos.
Cuando el padre se aproxima, ella llora; esto se repite varias veces
hasta que él comenta: "Yo soy demasiado grandote, muy torpe,
tengo miedo de lastimarla." La madre agrega: "Conmigo ella se
calma; es mañosa para dormir."
La madre se muestra inhibida y demuestra un temor constante,

OM
mientras que el padre exhibe exagerados movimientos con los
brazos y agitación, mientras habla aceleradamente y en voz muy
alta. Él dice: "Es mi manera de ser, tal vez sea por eso que Malú
me tiene miedo, pero yo la adoro". Preguntamos si sólo Malú le
tiene miedo. Y la madre baja los ojos y enrojece. El padre se pone

.C
serlo y dice: " Y. . . nosotros tenemos nuestras peleas . . . Sucede
que yo soy muy violento..." Y, como sintiendo la necesidad de
DD
justificar ese hecho, mientras Malú queda separada de él por el
cuerpo de la madre, empieza a contar su historia: "Fui hijo único
hasta los 5 años, cuando adoptaron a mi hermana, la preferida de
mi madre." Se sintió maltratado "toda la infancia y la
adolescencia, hasta los 18 años" (sic) a diferencia de la hermana,
LA

que siempre fue mimada, El cree que es por eso que tiene un
carácter muy violento y contenido, "que estalla” frecuentemente
sin tener en cuenta las consecuencias, Imagínese usted que hasta
FI

llegué a agarrar a mi mujer por el cuello". Bis, la madre, vive


aterrorizada de su marido, desconfía de él en todos los sentidos y
esto la pone muy irritable. Mientras tanto, Malú juega con su
cadena, balanceándose sentada en el suelo. No presta atención a


los juguetes que tiene a su lado y que los padres han distribuido
como un cerco a su alrededor para después olvidarse de ella y
sumergirse en el relato que acabamos de oír. Parecen estar muy
ocupados consigo mismos como para poder atender a Malú. Esto
no quiere decir que la niña esté físicamente descuidada, por el
contrario, está extraordinariamente arreglada, muy bien vestida,
llena de moños, exageradamente adornada, lo que veremos que se
repite a lo largo de las sesiones.
Malú permanece impasiblemente desconectada, impenetrable, y
sólo a veces parece reclamar, lloriqueando, y se calma cuando

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alguien, excepto el padre, se aproxima. Nunca da muestras de
tener hambre y la madre la sobrealimenta dándole comida con
tanta frecuencia que casi no se distingue el tiempo de comer del
de no comer, a no ser por las horas de sueño, bastante más
prolongadas que las que corresponderían a su edad, durante el
embarazo hubo dos amenazas de aborto, y la madre atribuye la
segunda a una pelea con el padre, durante la cual ella fue
violentamente empujada. También durante el embarazo Bis se
peleó con su cuñada, de lo cual resultó un distanciamiento

OM
familiar que se prolonga hasta hoy. Es evidente que Bis desplaza
su agresividad dirigida al marido contra otros personajes,
Señalamos esto y ella dice que también "se impacientaba mucho
con Malú cuando lloriqueaba sin motivo".
Percibimos que el verbo en tiempo pasado no es indicador de que

.C
el hecho no suceda más, sino de una maniobra inconsciente para
atenuar el sentimiento de culpa.
DD
"Es que yo le tengo miedo (mira al marido). Mi padre bebía
mucho y le pegaba a mi madre. Siempre le tuve miedo. Mi madre
es muy sumisa... Eso me da rabia."
Más tarde la madre contará que tuvo una relación sexual con otro
hombre cuando era soltera y que quedó embarazada y se provocó
LA

un aborto. Este hecho quedó para ella como "una mancha y un


asesinato". Debemos tener en cuenta su concepción religiosa y el
hecho de que la familia viva en una comunidad de tradición rural
FI

conservadora y poco numerosa. Ella se siente "manchada" hasta


hoy. Obsesivamente aseada y meticulosa en la limpieza y en el
orden, el término mancha se repite asociado a la hija, adquiriendo
una expresión de materialidad que rompe su sentido metafórico.


De hecho, Malú siempre vino sin ninguna mancha, en un estado


de aseo poco común para una niña de su edad.
Es difícil decir si la mancha se asocia a Malú en la medida en que
ella no responde o si queda vinculada previamente al imaginario
materno en ese lugar de mancha- niño aborto. Pero si bien es
difícil decir qué sucedió primero, no por eso podemos dejar de
observar que esta articulación, efectivamente existente,
contribuye fuertemente para reproducir y agravar la brecha de
aislamiento entre Malú y los otros, empezando por sus padres.

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Desde el punto de vista paterno, la reaparición de la violencia
frente al embarazo de su esposa está vinculada, como él mismo
comenta, a su dificultad para cederle el lugar a otro. Frente a la
hija enferma él siente culpa y repite, en una letanía incesante, que
aparece en todas las sesiones: "Yo soy violento, pero con Malú,
no, ¡Por amor de Dios! ¡Yo amo a mi hija!"
El retorno recurrente de la agresividad actuada contra su mujer
muestra lo reprimido: la agresión es contra el vientre materno (el
de la propia madre) y ello hace que él sienta a veces rabia de sí

OM
mismo. Sin embargo, también aprovecha el beneficio secundario
del temor que inspira: todos deben obedecerle, nadie puede
contrariarlo; y por eso hace de ese síntoma una constante puesta
en escena exhibicionista. Malú, que recibe de él una imagen, se
espeja en la rabia del padre y lo teme: el temor provoca una marca

.C
y la empuja a reaccionar en una aproximación a lo simbólico. La
madre, a su vez, la trata como una mancha que debe ser limpiada;
DD
la cambia inmediatamente cuando se ensucia las bombachas en
las sesiones, le limpia la nariz, la baba; y esto la ocupa y la
preocupa más que cualquier otra cosa. Bis dice: "Yo veo cómo mi
madre juega con ella y me sorprendo. ¡Malú le responde! ¿Se da
cuenta? Es que yo no tengo imaginación."
LA

Y para comprobar el nivel de eficacia de esta formación psíquica


en los síntomas de Malú, veamos lo que sucede en una sesión 5
meses después: los padres dicen que ella está "muy inquieta".
FI

Muerde cuando no le gustan las bromas. (aquí está presente la


agresivización primaria.; Ya no se agita la mano sobre la cara, Si
la madre entra en la habitación y no la toma, ella lloriquea
(imagen de doble en la madre, aparece el deseo del deseo del


Otro). Si la madre se va, ella llora (demanda de sustentación de


imagen). Ya casi no se babea. Las risas son conectadas y
motivadas. Generalmente conectada, sólo se desconecta
intermitentemente. Agarra los juguetes que la madre le ofrece.
Toma animalitos de goma y los aprieta con la intención de
producir sonidos. Registra la invitación para ser sentada en la
falda de las personas. Se desplaza poco porque su autoimagen
todavía está muy dependiente de la madre. Manifiesta interés por
el rostro de las personas, aunque su mirada de través continúa.
Todavía agita los brazos y en algunos momentos se ríe sin

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motivo. Está de mucho mejor humor. A veces vigila la posición
de la madre en la sala y la toma como punto de referencia. Se
mira en el espejo, Pide, al verla, una bebida que le gusta. Pero si
ve la mano de alguien en la mamadera que está chupando, la
suelta inmediatamente y deja que el otro la sostenga.
El chupete parece tener el sentido de un objeto transicional,
porque ella lo utiliza como intermediario para su aproximación a
situaciones nuevas y como auxiliar frente a objetos o personas
que le inspiran desconfianza.

OM
La madre nos pregunta si puede enojarse con ella y termina por
confesar que ya lo hizo hace poco, Esto es importante, porque la
madre adopta, en una postura mucho más moderada, el registro
del padre, que resultó eficaz: enojarse. Malú, frente a la
contrariedad de la madre, incorpora un gesto significante: su

.C
lloriqueo es un llamado para provocar alguna producción
simbólica. La madre, inmediatamente olvidada de su
DD
contrariedad, responde calmando la angustia de la hija. Se ha
armado así un circuito significante.

Discusión
LA

La persistencia de un desarrollo intelectual vago, una significativa


lentitud en e! desarrollo psicomotor y la dureza de muchos de sus
síntomas, la presencia de antecedentes en el embarazo y de
FI

señales clínicas muy precoces de significación neurológica,


muestran la incuestionable presencia de factores orgánicos.
Sin embargo, la rápida evolución presentada por Malú en
solamente 5 meses de tratamiento psicoanalítico, suyo y de su


familia, evidencia la presencia de factores psíquicos en la


dinámica de su autismo. Estos factores psíquicos, en lo que
depende de la madre, la devolvían constantemente al campo de lo
real; y desde el ángulo del padre, aunque le ofrecieran un
espejamiento fuga por la propia naturaleza hiper-agresiva de
espejamiento a un distanciamiento rápido y agresivo. Tenemos
aquí un ejemplo de conjugación de factores psíquicos y orgánicos
que contribuyen para agravar un cuadro y cuyo abordaje en la
perspectiva de la función materna desarrollada por la pareja

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parental abre el espacio de otra articulación simbólico/imaginaria
para Malú.

OM
.C
DD
LA
FI


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Parte III

OM
NOTAS PARA UNA TEORIA DE
LAS PSICOSIS DE LA INFANCIA

.C
DD
LA
FI


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"...¿No ves allí, sentados en esa casa, esos niños que parecen surgir de un sueño? Los
mismos que les debían amor les dieron

OM
muerte
(Esquilo, Orestíada, 498 a.C.)

.C
Si pretendemos sacar conclusiones de un material clínico que
DD
compromete los orígenes del sujeto, será inevitable que nos
aventuremos en el campo de la topología inaugural de lo
Simbólico, de lo Imaginario y de lo Real.
En ese imprescindible sistema de oposiciones, cuya articulación
LA

hará que el infans quede aprisionado en las redes del lenguaje,


tenemos que preguntarnos qué es lo que queda de cada uno de los
lados.
Porque, en efecto, de un lado el ojo del "otro" anticipa la totalidad
FI

en el nivel visual capturado por la dinámica del deseo. Pero si


enfocamos el lado de aquí del "otro", encontraremos inicialmente
una fragmentación: tantos pedazos cuantos sean marcados por el


foco del "otro", o hasta por la simple necesidad.


Fragmentos designados en la teoría kleiniana como objetos
parciales, ¿Parciales relativos a qué totalidades? ¿Partes de qué
“todo" podrían ser? Solamente de un "Todo" imaginarizado por
quien tiene capacidad para totalizar; y ciertamente ese alguien no
es el niño. Sólo podrá ser ese agente que vive del otro lado del
espejo (agente materno) y que impone la totalización visual a
partir de su propio ojo. Sin embargo, esa totalización imaginaria
fracasa, porque el "contemplado" tropieza en la falla que lo
afecta: llámese esta falla, distancia, inmadurez o insuficiencia. De

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todos modos, queda negada al otro la ilusión de completarse con
el ser ímaginarizado como perfecto del otro lado del espejo.
Además, quien obliga a ese otro a mantener esa distancia es
justamente el Otro que instala la diferencia y que, a través de ella,
le permite la ilusoria autocontemplación en el semejante.
Esperamos haber clarificado aquí la inexistencia del "objeto total"
y, por lo tanto, de su complemento, el "objeto parcial". Porque, en
verdad, en su pulsión visual el otro no totaliza sino que más bien
unariaa, afirmando la inevitable castración del unarizado.

OM
El otro unariza porque lucha para apoderarse del pedazo cuya
falta le quedó marcada por el hacha con que el Otro invadió el
espacio. Esa hacha es el espejo (Vallejos, 1979, p. 80) que obliga
al otro a contemplar...su propia división. En esa angustia que se
genera por la distancia inocultable que lo separa del objeto (el

.C
lado de aquí del espejo), se le presenta la opción de un esfuerzo:
unir esa fragmentación, compuesta no de objetos parciales sino de
DD
objetos reales (objeto "a"). Y, en lugar de reunir los fragmentos a
través de una acción, lo que dejaría abierto el riesgo de volver a la
fragmentación, los reune bajo el significante, y ello le permite
retenerlo en otra dimensión: la simbólica. Dimensión que, en el
registro imaginario, otorga al ser la ilusión unaría, captación
LA

encubierta de lo Real, en un horizonte exhaustivo. Así, en ese


protosujeto fragmentado, nace, por obra del narcisismo afectado
por la castración, el trazo unario del moi. Sede inicial de un sujeto
FI

que está en el nivel del yo sustantivo, pero mucho más aquí de la


conciencia. Para que eso suceda no es suficiente que haya un
cuerpo sano. Es necesario que se articule el triángulo edípico en el
nivel de las identificaciones. Sólo así el agente materno llegará a


marcar sobre el cuerpo del hijo los significantes que habrán de dar
un rumbo a su narcisismo.

La significación del falo debe evocarse en el imaginario del sujeto


por la metáfora paterna" (Lacan, 1975, p. 242).
En la psicosis de la infancia (previa, por lo tanto, a la Instancia de
la palabra en el niño), la falla debe buscarse en lo que, en el deseo
materno, cierra el camino para que el Nombre del Padre llegue a
ocupar su lugar significante, o sea, del Otro que se imaginariza en

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el falo pero que se significa fuera de sí, en la palabra que lo
sostiene.
Es a través de imaginarizar en el hijo lo que le falta (el falo) que
la madre ocupa su propia posición en el triángulo edípico. Para
que eso suceda, su deseo, orientado por lo que promete
ilusoriamente su satisfacción, la buscará en un padre. Tal vez no
en el padre del niño que, sin embargo, representa al propio. Allí,
la fugacidad de lo que se le ofrece en lo Real (el pene del otro) la
remitirá nuevamente a su falta. Falta que solamente se resuelve en

OM
el plano simbólico.
Sigmund Freud, en el artículo titulado "La femineidad", señala
que: "la muñeca se convierte en un hijo tenido con el padre
solamente ail despertar el deseo de tener un pene, y aquél pasa a
ser, de allí en adelante, el fin optativo femenino más intenso. La

.C
felicidad es grande cuando el deseo infantil de tener un hijo
encuentra más tarde su satisfacción real . , . En el deseo de tener
DD
un hijo del padre, el acento cae, con frecuencia, totalmente sobre
el primero de sus elementos, quedando sin relieve el segundo...
Con la transferencia del deseo niño-pene al padre, entra la niña en
la situación del complejo de Edipo. Pero aun así el viejo deseo de
tener un pene se trasluce hasta en la más acabada femineidad" S.
LA

Freud,1948, p 847). Quedan entonces dos alternativas para la


mujer: 1) anclar en la carencia corporal, realizando en la posesión
del hijo la restitución péníca; 2) instalarse en la referencia al
FI

significante de la falta: el falo que, por el carácter propio de la


instancia que sostiene su existencia (la instancia significante del
Nombre-del Padre), quedará como faltante, aunque significado en
los emblemas de la maternidad.


Tiene razón el poeta Khalil Gibran cuando dice que "los hijos son
como flechas disparadas por nuestro arco apuntado al futuro".
Precisamente el hijo, como equivalente fálico en la ecuación niña-
pene, queda instalado en la cadena significante que lo marca con
la falta, cuyo objeto reside siempre en otro. Este "arco"
significante lo arroja en un deslizamiento sin retorno, que lo
distancia inexorablemente del cuerpo materno.
Si en esta segunda alternativa estamos, entonces, en el campo del
lenguaje (aunque provisoriamente el niño no hable, en la primera

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estamos en el terreno del cuerpo. La segunda significa la neurosis;
la primera implica la psicosis.
Se conoce a la primera alternativa con el nombre de madre fálica
porque si bien en el sentido genérico la ecuación pene=niño - >
falo toda madre es fálica, debemos señalar el caso especifico en
que continúa siéndolo más allá de toda transitoriedad, porque el
hijo no cae en el lugar de la castración simbólica sino en el lugar
de la castración real. La madre fálica funda con su hija una célula

OM
narcisistica; el niño colma totalmente a la madre y el padre no
tiene entrada; hay, entonces, una convergencia total de los deseos
(recíprocos del hijo y de la madre) , y eI niño no puede salir de
esa situación de espejamiento. El padre aparece como privador
solamente si la madre lo reconoce como tal; si en el discurso y en

.C
el desea materno no hay reconocimiento del padre, el niño queda
sometido a la relación dual y, por lo tanto, a un futuro de
psicótico o de perverso" (Horstein, 1979, pp. 75-6) y
DD
agregaríamos: más que de un futuro psicótico, se trata de un
presente porque el espejamiento puro sin que lo Imaginario quede
dividido por la instancia simbólica, priva al niño de la
constitución del gesto como significante provisorio, en la medida
LA

en que su movimiento no queda incluido en lo Simbólico


materno.
La continuidad corporal con que es tratado, en este caso, y la
ausencia de significantes que sostengan la diferencia sexual no
FI

solamente implican una futura imposibilidad de asumir su papel


sexual en la sociedad sino que anticipan ese fracaso en la acción
mecánica a que el ínfans queda reducido, o en la lengua
fundamental (Lacan, 1975, p. 258) que desde el principio aprende


a hablar.
Tal acción, que queda captada por el discurso materno en una
esfera en que nada falta, sucede, entonces, sin límite. De allí
surgen los síntomas que reproducen esta ausencia de limites: el
interminable deambular, la agitación motora, el llanto continuo, la
incontinencia esfinteriana, el atropellar todo, una demanda
insaciable, la ausencia de la noción de peligro y, a veces, según la
densidad de la intrusión del tercero de la relación, una agresión

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peligrosa que toma como destinatario su propio cuerpo o el del
otro, sin que se note en esto solución de continuidad.
Podemos decir que el sujeto (que no es el del niño sino el que la
madre le presta) está vinculado con esta acción, del mismo modo
en que el psicótico lo está con su significante: "en el nivel en que
significante y significado se estabilizan ( podemos leer: clausuran
su deslizamiento) en la metáfora delirante" Lacan, 1975. p. 262).
Por ello proponemos llamar a esta acción, característica de la
psicosis infantil, acción delirante. Esta propuesta encuentra un

OM
apoyo en el análisis que O. Mannoni realiza de la tarea
pedagógica de Itard con su joven salvaje de Aveyron: "El salvaje
demostró que sabe comunicar perfectamente bien sus
necesidades, no sólo en palabras sino también sin un lenguaje en
el verdadero sentido del término; y esto se comprueba en el hecho

.C
de que Itard, excelente observador, comenta que el joven no
utiliza un lenguaje de gestos sino un lenguaje de acción, o sea
DD
algo que, precisamente, a diferencia del gesto, no es un lenguaje
(Mannoni, 1973, p. 144).
El joven de Itard, a diferencia del psicótico, tuvo la "ventaja" de
criarse con lobos, que, como tales, nada sabían de sus necesidades
(a no ser como "saber" biológico). Por eso su acción tiene los
LA

limites exigidos por el animal que no sabe y que necesita, por lo


tanto, valerse del acto para mostrar. Habitante de la manada,
cuando llegó a manos de Itard, Victor (éste es el nombre
FI

inventado para el joven) conocía perfectamente el valor del signo.


La manada misma se había encargado de "enseñarle",
probablemente, el olor del riesgo y el modo de encontrar el
camino de la presa,


A diferencia del salvaje, el niño psicótico se constituye como tal


porque tropieza con un otro que, humano y mucho más allá del
simple signo, se constituye esquivando la castración, o sea que
piensa que sabe todo y utiliza el significante no para recubrir la
falta sino para confirmar la completud. Así, los niños
esquizofrénicos precoces, o los simbióticos, captados en esta
articulación, manifiestan una alternancia de actos que, a veces,
tienen la mera eficacia de un signo, es decir, de una necesidad; a
veces se pierden a través del acto delirante en la indiferenciacíón
del, en este caso, infinito espejo materno; o se expresan en la pura

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ecolalia de las voces, cuyos términos aparecen poco a poco
impregnados de la función de lo que Lacan llama la lengua
fundamental. En efecto, a los diez o doce años escuchamos ya los
neologismos que solamente pueden haber surgido de la
coherencia articuladora de un sistema que opera en una posición
diferente de la del discurso social; se trata del discurso psicótico.
El acto delirante del psicótico se opone al acto comunicante del
salvaje de Itard, en el sentido de que, estando ambos fuera del
lenguaje, el primero mantiene una cierta relación con el

OM
significante de la lengua materna, mientras que el segundo no
tiene relación con lengua alguna. El primero no comunica, a no
ser por medio del artificio de Ja interpretación de un Inconsciente
(Das Unberwuste) que no le pertenece. El segundo "comunica"
unívocamente, sin desplazamiento alguno, el objeto que señaliza.

.C
Aquí está la diferencia en la psicosis infantil; no se trata
simplemente del cachorro no capturado en lo simbólico, sino de
DD
una captura particular que lo sitúa en una relación de delirio
respecto del significante, a pesar de que ese delirio se verifique
inicialmente, y sobre todo en el infans, solamente a nivel del acto.
Cuando Freud (1940, p. 1197), en "El Yo y el Ello", señala que
"el yo es, antes que nada, un yo corporal", está refiriéndose a los
LA

efectos de las identificaciones primarias: aquellas que los padres


inducen inconscientemente a partir de los primeros momentos de
la vida y que operan a nivel del Ello, por medio de una
FI

transmisión que se expresa en la dimensión corporal. Estas


marcas perennes sobre el cuerpo contienen, sin embargo, los
rasgos de la circulación simbólica, recubriendo lo real por medio
de la carga libidinal en lo imaginario. Así, el yo corporal no


aparece como una formación biológica sino como la


identificación (primaria), en el cuerpo, de la operación espejante
que el Otro realiza a través del "otro". Extraña metáfora ésta (la
del Nombre- del-Padre) que se convierte en letra en el cuerpo y
que, sin embargo, conserva tal carácter metafórico por obra de la
represión primaria que la lnconscientizará.
Vemos trazados, en los albores mismos de la vida, los efectos de
la palabra; y es en esto donde reside la diferencia con toda y
cualquier animalidad por parte de los estados primarios de la
infancia y también de las psicosis precoces. En estas últimas,

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como sucede con los adultos, aunque de un modo singular, se
trata de una particular relación con el significante.
No obstante, en el autismo, la ausencia del Otro y del "otro"
(Lefort, 1983, pp, 245/53) produce una situación de exclusión que
lo arroja al lugar fijo del muerto objeto "a"). Lo corporal no es yo,
ni siquiera el fragmentado yo corporal del esquizofrénico o el
parasitario del simbiótico, pero tampoco es pura animalidad: actúa
masivamente lo contrario de la identificación, o sea, queda
siempre afuera. Por eso aparece como sordo o ciego, no siéndolo

OM
o parece no experimentar frío ni dolor, a pesar de que su
sensibilidad esté fisiológicamente intacta. Podríamos decir que. en
oposición al concepto de yo corporal, núcleo inicial de las
evoluciones posteriores, el autista se encuentra en estado de no
yo. Pensamos que estas notas pueden contribuir a que las psicosis

.C
infantiles adquieran su carta de ciudadanía, frente a pregunta que
Lacan lanza como desafío acerca de "si es o no correcto utilizar la
DD
misma palabra para la psicosis del niño y del adulto"; o a su
afirmación de que "la psicosis no está de ningún modo
estructurada de la misma forma en el niño y en el adulto" (Lacan
1983, p. 160).
Los puntos de vista que acabamos de exponer dejan definida la
LA

distancia entre psicosis y pura animalidad (preponderancia del


instinto) en el caso del cachorro humano, aun en los primeros
años de vida. Por grandes que sean las semejanzas entre los
FI

monos de Suomi (1980) y nuestros autistas. Debemos tener claro


que, a pesar de la semejanza causal de los síntomas no estamos
refiriéndonos a una comunidad de estructuras, inclusive porque
sólo para un neopositivista (algo que tratamos de no ser) causa y


estructura pueden ser sinónimos.


La especificidad del autismo, en comparación con otras psicosis
infantiles (esquizofrenia, simbiosis, depresión anaclítica), además
de compartir con todas ellas las características que acabamos de
ver, reside en la elisión del "otro", siempre en lo visual; y a veces
en lo auditivo Esta exclusión se opera por la ruptura de la
correspondencia entre cuerpo y objeto materno a que hicimos
referencia, que aparece como efecto causado por la sustracción
del soporte para el espejamiento en el semejante. En este plano
concordamos plenamente con Godino Cabas cuando dice:

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“Sabemos que el sujeto se define por una alienación fundamental.
Sabemos que esta alienación fundamental supone dos tiempos; el
acceso a lo imaginario (estadio del espejo y relación yoica), por
un lado, y el acceso a lo simbólico (el orden de la función
significante), por el otro. Pues bien: es en el primer tiempo donde
pretendemos situar la etiología de las Psicosis de Ausencia. No
hay falo porque no hay acceso a lo imaginario, en la medida en
que la función materna guarda silencio a ese respecto" (1980. p,
104)

OM
Así, la pulsión no puede hacer su bucle arrastrando en su curva su
imagen en el otro, precisamente por la ausencia de éste en el
punto de tránsito. Este tránsito pulsional queda configurado en un
trazado en el cual nada es ajeno al punto de partida, a no ser lo
real que accidentalmente enganche (algún pequeño objeto, que se

.C
incorporará a la ritmia). Pero lo real en el otro, que señalaría la
falta en el horizonte imaginario y que, por referencia a lo
DD
simbólico, colocaría el objeto en el lugar del don y no de la cosa,
está ausente. De ahí la radicalidad de desconexión del autista. En
las otras psicosis ese real en el otro significa el complemento que
totaliza al niño en su Yo Ideal, soldándolo al cuerpo materno. En
este ultimo caso, es verdad, la imagen no es de si mismo, y por
LA

eso no se puede hablar de un verdadero espejamiento, a pesar de


que algo de la imago materna se espeje en el hijo. El hecho de que
esa imagen no sea de si mismo es un efecto de que la madre, por
FI

su centración fálico-narcisista, no espeja al hijo como un otro sino


como una prolongación de sí misma.
En el autismo este proceso está ausente en una dimensión radical:
la forma de la presencia de esta triangulación, en lugar de escindir


el espacio, o de crear la ilusión del espacio único entre la madre y


el hijo, en oposición a un tercero totalmente excluida,
simplemente no crea espacio alguno. Porque la ausencia del deseo
de la madre corta toda captura imaginario-simbólica en las
vinculaciones visual-visual, pecho boca, voz oído, heces
manipulación. Las coincidencias operativas entre la madre y el
ínfans no implican, en el autismo, una articulación imaginaria
porque, desde la perspectiva de la madre, el soporte corporal del
hijo no es soporte de nada, ya que el narcisismo materno cierra el
círculo de su deseo fuera del campo de esta "excrecencia".

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El niño autista es tomado muchas veces por deficiente visual o
por sordo; y esto, porque en efecto la direccionalidad pulsional no
se establece. Por eso, frente a una voz o a un sonido, permanece
indiferente o se toca las orejas (el "otro" no existe; sólo existe su
cuerpo); no mira, o lo hace de reojo; no pide alimento (no se
establece la demanda) o se resiste a la introducción de cualquier
cosa desconocida en la boca. Rara vez chupa los juguetes. Sus
heces simplemente se derraman, y no implican —por lo menos
antes de que los tratamientos surtan sus efectos— los temores de

OM
separación corporal que suelen asaltar a los niños psicóticos y
hasta a los neuróticos. Su cuerpo permanece suelto porque fracasa
lo que Lacan denomina la tyche aristotélica, o sea el encuentro
que, proveniente de un ser que optó en su deseo (elección
formulada por Aristóteles como proairesis), capta al niño en una

.C
imagen unarizante (que otorga el caracter de ser uno, en la
terminología lacaniana). La tyche es lo que atraviesa la
DD
maduración del niño, confiriéndole su carácter (Lacan, 1973, pp.
66-7). De allí la catástrofe que deriva de este fracaso.
En lugar de recubrirse el objeto ''a" (real) con cargas imaginarias,
la primaria criatura es abandonada al mundo de sus heces,
precisamente a veces por la obsesión de librarla de ellas. El caso
LA

Malú ilustra lo que acabamos de decir.


El sujeto materno, en lugar de simbolizar la unidad fálica en el
hijo, ve en él el horror de su castración; mutilado, el "otro" sólo
FI

devuelve al hijo a la fragmentación perceptiva y corporal. "En la


medida en que un sueño llega tan lejos como puede hacerlo en el
orden de la angustia, en la medida en que se vivencia una
aproximación a lo real ultimo, asistimos a esa descomposición


imaginaria que no es sino la revelación de los componentes


normales de la percepción" (Lacan. 1983 pp 151-2).
Pero ¿cómo sería una percepción sin percipiens. Este es
exactamente el problema porque en el autismo se opera esta
descomposición por fusión con lo real, aun cuando no haya yo
para proyectar en los puntos del espacio. No hay proyección sino
que todo es lanzado en el punto de contacto con lo real, y lo real
devora al niño en cada punto. Recordamos a este respecto el
ejemplo de Tustin (1972, p. 69) referente al niño ciego que,
aterrorizado , decía que quería quedarse dentro de su propia boca.

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Es por esta fusión con lo real que en el Autista no hay registro
imaginario continuo. El registro es fugaz, ligado a la intensidad o
calidad del impulso, pero no a la secuencia asociativa significante
que arranque a la cosa de su mera materialidad.
No hay placer sino puro goce; goce que, además, ni siquiera es
del cuerpo materno. No hay deseo y, por lo tanto, tampoco objeto,
Y sabemos que "toda formación humana tiene como esencia, y no
por accidente, refrenar el goce" (Lacan, 1980, p. 206), La libido
retorna sobre el cuerpo, en el más puro sentido freudiano de

OM
autoerotismo anobjetal.
Es por eso que en los autistas los "conocimientos" aparecen como
islas de complicada mecánica, puras acciones complejizadas
sobre la resistencia material de los objetos, pero imposibles de ser
generalizadas por que falta la herramienta fundamental para

.C
retener los objetos y operar mentalmente acerca de ellos; el
significante. Por esta razón hemos puesto entre comillas la
DD
palabra "conocimientos", ya que en el autista no se forman
conceptos sino que se produce una simple acumulación de
experiencias. La acción se coordina y compone ciertas
articulaciones complejas de relaciones de fuerza, dinamismo,
composiciones perceptivas, etc., sin embargo, tales
LA

coordinaciones no se extienden a otros dominios y, a veces, ni


siquiera a otros objetos. Se trata de la regularización de actos que
producen ciertos efectos en lo real y que sólo contaron para su
FI

organización con el encaje entre la organización corporal y los


objetos. Simple efecto de amoldamiento orgánico, tal articulación
no está en el nivel del sujeto. Además observamos que solamente
cuando algo del orden del significante toca (tyche -> toche en el


enlace que Lacan insinúa en Les Quatre Concept Fundamentaux,


1973) en el autista, estos mecanismos "cognitívos" adquieren
alguna flexibilidad y una capacidad de transposición a otros
objetos en lugar de los originales, Así, tenemos una mecánica que
liga el acto autista con la cosa, ligazón que solamente encontrará
su lógica en la dimensión si unificante. "No es poniendo la mano
sobre una llama que el niño aprende que el fuego quema, sino
después de que esta propiedad le ha sido formulada por el
discurso. No es el mundo el que nos enseña, es el lenguaje. El

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mundo de las palabras crea el mundo de las cosas. (Observamos,
de paso, que Piaget, por su parte, pudo decir en 'La formación de
la idea de número', sin alarmar a los psicólogos, que lo que
convence al niño es la experiencia hablada: no son los hechos los
que deben ser colocados frente a sus ojos, sino expresiones
contradictorias para que ellas alcancen un conocimiento que, una
vez asimilado, anticipe la percepción)" (Lacan, 1970, p. 57).
Haciendo una comparación transversal, encontramos en los cuatro
casos que analizamos en este trabajo la reiteración de los

OM
elementos que acabamos de mencionar. Esto es llamativo porque
se trata de casos cuyos puntos de origen son muy distintos. Leny.
cuyo autismo parece originado en el "sueño materno" que es
victima de un automóvil robado inoportunamente, Malú, cuya
hipotonía congénita y lentitud madurativa señalan la presencia de

.C
problemas de desarrollo, pero acompañados de síntomas
sumamente característicos del AIP, y además con una madre cuya
DD
estructura psíquica plantea posibilidades acerca de su
participación en el cuadro.
Rosa nos lleva a pensar sobre lo poco que podía hacer la madre,
por más esfuerzos que le dedicara, por arrancarla del aislamiento
a que la condenaban sus desventajas sensoriales; sin embargo,
LA

vimos cómo el horror materno se instala como un referente que,


repetitivamente, remite a Rosa al lugar de lo trágico: el lugar de lo
Real; y también vimos cómo este mecanismo prolonga en el
FI

tiempo el aislamiento de Rosa, transformándola en una autista


intermitente, mucho más allá de lo que los limites corporales
determinaban.
Esta eficacia del factor psíquico, que aparece por la vía del agente


materno, se repite en todos los casos y confirma, en aquellos que


presentan déficits constitucionales, lo que postulamos en la parte
teórica inicial (véanse capítulos 1, 3 y 4).
Encontramos otros ejemplos de esto en niños precozmente
abandonados e internados en instituciones inadecuadas, como ya
en 1930 lo demostrara Skeels (apud Rappaport, 1977,pp. 11- 2) y
más sistemáticamente Spitz. quien en 1945 comparó sesenta y un
infantes criados en un asilo de huérfanos con sesenta y nueve
criados en la nursery de una prisión de mujeres. El asilo de
huérfanos era un caso modelo de privación de estímulos: los

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bebés pasaban la mayor parte de su primer año y medio de vida en
cunas que reducían el campo visual al techo; y sólo eran retirados
de allí para ser alimentados e higienizados, en la nursery la
situación era prácticamente opuesta. En todos los aspectos la
muestra del asilo de huérfanos será drásticamente inferior a la de
los niños de la nursery de la prisión. Por ejemplo, entre los niños
de menos de dos años de edad en el hogar de huérfanos ya habían
sucedido doce muertes por enfermedad (en la nursery no se había
producido ninguna); sólo unos pocos habían aprendido a caminar;

OM
y la mayoría carecía de todo indicio que se pareciera a la
habilidad verbal normal en niños de dos años" (Rappaport. 1977,
p, 13).
Encontramos casos con daños similares en una institución para
niños abandonados en el estado de Sáo Paulo, Brasil. Estos datos

.C
fueron comunicados en un trabajo de investigación realizado en
colaboración con un equipo de la Universidad de Sáo Paulo. La
DD
comunicación preliminar fue presentada en el Congreso de la
Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, en Salvador
ÍBahia) en 1981; y un análisis parcial fue publicado en la revista
Didática de esa ciudad (Capaldo, 1982, pp- 103-113). Los bebés
internados en esa institución no tenían contacto estable con
LA

ninguna de las celadoras, ya que éstas circulaban por los diversos


sectores y cuidar a los bebés era considerado como la tarea "más
pesada". Los niños permanecían días enteros casi sin salir de sus
FI

cunas, cuyos lados no eran de barrotes sino de placas de madera


que impedían toda visión excepto la del techo, además, rara vez
circulaban por el patio, con lo cual su mundo quedaba reducido
casi exclusivamente a las cuatro paredes de la sala en la cual


también dormían. Algunos de los bebés padecían de


encefalopatías y otros no. Pero todos presentaban marcadas
características autistas, independientemente de su condición
orgánica, y sólo parecían salvarse de esta condición de autismo
los pocos que por un motivo u otro habían sido mejor y más
afectuosamente tratados. Sintomáticamente, los encefalópatas,
que inspiraban mucha menor simpatía a las celadoras, eran los
más abandonados y, en consecuencia, los más desconectados.
También Bettelheim (1976) comunica varios casos de niños
autistizados por malos tratos, traumas de guerra y abandono. A

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partir de ésta y de las demás observaciones que hemos hecho se
nos hizo evidente que en el autismo el niño queda completamente
excluido de toda circulación simbólica e imposibilitado de
constituir una red imaginaria. En el análisis de los casos vimos
demostrada esta afirmación. Más aún, se percibió que esta
exclusión es un efecto del modo en que se instala la función
materna, ya que esta función no puede ser considerada como
aislada del objeto que la compone; el hijo. Por eso, cuando lo
Real, en cuanto cuerpo del hijo, irrumpe como una deformidad

OM
que contrasta en el horizonte imaginario de la madre, la castración
simbólica, que causaba su deseo detener una descendencia, se
torna castración real
Todo significante vinculado con el niño, entonces, acaba en este
real hablante en el cuerpo materno; el hijo se convierte en signo

.C
de la herida: es "carne cortada", cuerpo imposibilitado, queda
reducido a pura cosa (das Din), en la sistemática freudiana, (apud
DD
Lacan, 1983, pp. 145 y s s ).
También por otros caminos termina por acontecer lo mismo:
cuando la insistencia materna, precisamente por estar capturada
en lo simbólico, forcluye el conocimiento de la anormal
insuficiencia de ese infans, y repite hasta el agotamiento el ensayo
LA

de una alocución sin respuesta, este significante queda reducido a


pura vos, cuya única y fundamental significancia es la de la
lamentación, situando inconscientemente al hijo en el lugar del
FI

muerto. Se cierra así toda posibilidad de una demanda. Reducida


la palabra a voz, estamos nuevamente en el campo de lo Real. Allí
el significante se degrada como puro signo: lo que falta en lo
simbólico de la madre faltará en lo Real en la relación con el hijo


y será pura frustración en él, cuyo horizonte imaginario queda


solamente prestado por el imaginario materno. "La frustración no
se explica por la mera privación de algo indispensable para la
subsistencia, sino que supone denegar aquello que, como
promesa, motiva expectativa" (Maci, 1983, p. 118). Hijo y madre,
en este caso, se articulan solamente en aquello que, en el orden de
la frustración, ambos tienen en común. En este punto estamos en
el "dominio" de lo que S. Freud llamó Versagung: recusa de lo
prometido. "Porque es sobre la oferta, como promesa que aquélla

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frustra, que se estructura lo que fue traducido como frustración"
(Ibidem).
El hijo actúa y recusa; la madre experimenta la frustración. Por un
efecto de estructura, como la histórica construye su trauma de
seducción infantil por efecto de la persistencia de la demanda
fálíca al padre, así la madre del autista, por la insistencia de la
irrupción del cuerpo del niño como limitante drástico de su
imaginario, instala para él una serie significante en la dimensión
psicótica: sin distancia a lo Real (Lacan, 1901, Seminario del

OM
7/12/55, pp. 10/11, y del 2/6/56, p. 11). Se trata de una lengua
fundamental, dice todo, lo que equivale a nada: contra0sentido
radical de un significante mudo. Es por eso que, ya se trate de un
autismo causado originariamente por una insuficiencia
constitucional del niño, ya de un autismo generado en la caída

.C
originaria del Otro primordial (de la función simbólica en la
madre), encontramos la misma estructura, que bautizamos con el
DD
nombre de momentos psicóticos parentales (más frecuentemente
maternos). Es aquello que Lacan llama, en la dimensión
específica del lenguaje, precipitación del significante (ibidem, p.
10). Llamamos momentos psicóticos parentales a aquellos
episodios en que los padres, aunque no posean una estructura
LA

psicótica, establecen con algunos significantes primordiales del


vínculo con su hijo una relación psicótica: ellos se vuelven
universales a despecho de su singularidad, su significancia opera
FI

en el terreno de la certeza anticipada absoluta, borrando el papel


del Otro. Son momentos en los cuales todo significante asume la
función única de revelar crudamente la frustración materna,
colocando al hijo forzosamente en la actuación de la recusa. En


estos momentos el sujeto materno se desdibuja y el del niño se


hace imposible. Tenemos ejemplos de estos momentos psicóticos
en el modo como funcionan los significantes recortados en los
títulos de cada uno de nuestros casos. Para mejor ilustración
veamos los siguientes:

- Durante una sesión, e imitándonos, Orestes se lleva a la boca


una tacita de juguete. Navegando entre pura copia imaginaria y
trazo de lo simbólico en el gesto cultural y en el café imaginado
(por nosotros) en la taza, nos quedamos expectantes frente a

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cualquier posibilidad de que esta interrupción del puro manipuleo
—que es lo que Orestes acostumbra hacer con los juguetes—
pueda prolongarse en un juego. Entonces la madre dice, sonriendo
con cierto sarcasmo: "creyó que la taza tenia café de verdad".
Debemos reconocer que su frase describe la realidad, pero ¿cómo
se podría sostener un juego con semejantes revelaciones?
¿No se está exigiendo de la palabra café que se reserve para el
univoco sentido de la presencia efectiva del líquido negro? No
habría allí ningún desplazamiento posible para ese significante.

OM
La libido queda cargada en el café (significante prescripto) y no
en lo que, de parte del hijo, podría llegar a simbolizar.

- En una entrevista con una pareja, padres de una nina de 7 años,


mongólica y con rasgos psicóticos, la madre nos encara

.C
abruptamente. Es evidente que está dispuesta a hacer una jugada
fuerte. Dice: "Ya tengo la solución, Ustedes, que tienen influencia
DD
en estas cosas, deberían proponer que se eliminaran del idioma las
palabras mongólico, síndrome de Down y cualquiera otra que se
refiera a ese asunto. Así, nadie se daría cuenta de la diferencia.
Yo. por mi parte, ya he eliminado esas palabras de mi
vocabulario."
LA

Esta señora nos dice algo incuestionable: sin significante, la


diferencia es insostenible. Para ella, que no es psicótica, en ese
momento el significante se sitúa en la función que tiene solamente
FI

en la lengua fundamental y revela, sorprendentemente, por obra


de su precipitación (la de los significados que simultáneamente
acuden a cumplir una relación univoca, sin efectos de après coup
ni de desplazamientos su capacidad, en la supresión, para


eliminar, de una vez y para siempre, la enfermedad de la hija. Se


cumplen las transparencias de universalidad que ponen a este
discurso en íntima conexión con las teorías que lo explican. Se
trata de las mismas relaciones entre el sujeto y su discurso
señaladas por Freud en el análisis del "Presidente Schreber"
(1948. pp. 661 y ss.) pero, en ese caso, como presentación fugaz.
En efecto, como interrupción del discurso neurótico habitual,
aparece en estas madres (sólo excepcionalmente hemos observado
tales formaciones en los padres) este momento de relación
psicótica con el significante que especifica su vínculo con el hijo.

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Se revela en este exabrupto la forclusión de su deseo dirigido a él.
Estos momentos psicóticos parecen ser el efecto de repetición de
un real intrusivo en el nivel psíquico materno. "Se trata de algo
muy próximo a esos mensajes que los lingüistas llaman
autónimos porque en ese momento es el significante mismo (y no
lo que significa) lo que constituye el objeto de la comunicación"
(Lacan, 1975, p. 223).
Vemos así cómo esta repetición intrusiva de lo real resulta, en los
diversos casos, en un mismo tipo de inscripción. Tal inscripción

OM
determina una comunidad de estructuras. Observamos que en la
triangulación no sólo la función del Padre está ausente sino que
también su ausencia implica que la madre como tal no existe, aun-
que pueda haber una mujer presente en el campo de la relación.
En el caso de Leny esto aparece de manera mucho más clara

.C
cuando, al final, la madre (imposibilitada de elaborar su rivalidad
con el analista, debido a una "obsesivización" de su neurosis)
DD
tiembla de rabia cuando asume ese papel. Envidia fálica que
aparece en el momento en que la hija se instala como objeto de su
deseo y no antes, no durante ese largo período en que contempló
con indiferencia nuestra intromisión. Curiosa tolerancia en quien,
en una época, no permitía que "le tocasen la nena" para que nadie
LA

descubriera aquello que estaba oculto en su propio inconsciente.


¿Habría en ella una secreta convicción de que la enfermedad de
Leny era incurable? Tal vez la realización de los ciclos del tiempo
FI

—cuya clave (¿tal vez?) esté en el número 18— haya abierto, en


la coincidencia, la aproximación a la verdad de tal modo que son
inseparables en la estructura. Cuando aparece el nivel de lo
Simbólico, el agente femenino es capturado en el deseo fálico del


hijo, y aquí se abre otro triángulo.


Si en el agente femenino el deseo acentúa el término padre (el
propio} en lugar del término hijo, habrá un ancho espacio para
que la labilidad de este último se precipite hacia su aislamiento.

La imagen en el “otro” es sostenida por la introducción de un


corte producido por el Otro en el espacio. Esa imagen, que retorna
como trazo unario por acción de la mirada unarizante del “otro”,
solamente puede ser despegada del “a” (real) en la medida en que
el espejo no sea una mera intromisión mecánica (pura devolución

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de acciones contra acciones) sino una transformación simbólica
del espejamiento por obra de la operación significante. Así, el
"otro" es soporte de esta función pero está sometido igualmente a
ella. Es la función de la ley la que afecta tanto a la madre cuanto
al hijo. Sin embargo, la ley no podría actuar sin soporte en la
operación del espejamiento: de un lado el soporte es la madre del
otro, su recíproco, el hijo.
Es precisamente esto lo que no sucede en el autismo: el Otro que
introduce la Función Simbólica (metáfora del Nombre del Padre)

OM
está totalmente borrado y, además, también se verifica la ausencia
del soporte del “otro”. Por lo tanto, sin espejo es insostenible toda
oposición en el espacio; entonces, sobre el eje horizontal se
establece un continum sin dirección, ya que las cargas pulsionales
no proceden de un lugar “otro” sino que se detienen

.C
indistintamente en cada punto. Este gráfico intenta reproducir esa
DD
Tal es el esquema óptico aplicable al autismo y no del autista,
porque no hay sobre quién preguntarse nada. Diríamos de este
niño: "es un autismo"; y la reducción del ser al puro lugar de su
LA

alienación seria una expresión exacta. Muy diferente del efecto de


reificación médica, cuando el enfermo es mencionado como
“traqueotomía", anulando la dimensión simbólica del sujeto
FI

"traqueotomizado". Sólo un esfuerzo analítico para recapturar a


ese ser humano en la dimensión subjetiva puede insistir en
llamarlo autista, pretendiendo encontrar un agente en el niño
mismo.


El agente autista queda del lado del agente materno que borra, en
la estructura, la Función del Padre, borrando así la suya propia, Y
lo curioso es que esto le sucede solamente respecto de la ecuación
del deseo: pene, hijo del padre-hijo. Ecuación en la que algún
accidente que afecta su femineidad la retrae constantemente al
primer término, situando a la pérdida en el cuerpo o
precipitándose en lo real a través de alguna falla de su narcisismo.
Pero para la estructuración autista esto no es suficiente. Se
requiere que la madre establezca, con relación a esa cosa perdida
(el pene) una restitución delirante, O sea que, por momentos,

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desdeñe el cuerpo del hijo, arrojándolo mucho más allá de su
propio circuito narcisista. Este lanzamiento en el vacío, sin
experimentar culpa, está viabilizado porque la madre, por la
presencia de otros hijos o por el simple repudio de este
imaginariza su completamiento fálico al margen de esta cría que,
entonces se mantendrá en el autismo
Es interesante percibir que en estos cuatro casos relatados la
herida en el narcisismo materno constituye, desde antes del
nacimiento, la brecha, por la cual el hijo se precipitará en lo Real;

OM
pero también esta herida puede ser abierta por la real
monstruosidad del hijo nacido deforme o discrepante, abriéndose
entonces la rajadura a través de la cual, despegado de la imagen
de hijo deseado caerá en la esfera de lo simbólico. En este punto
afirmamos la identidad de estructuras en ambos casos. El hijo

.C
pasa a ser en el fantasma materno un objeto real frente al cual lo
Simbólico fracasa: nudo del sueño, centro del trauma, expresión
DD
de horror, lugar fijo y sin nombre.
Por eso, y determinado por esta estructura, el espejamiento,
cuando opera, es puramente imitativo y, como sucede con Rosa,
no hay distancia entre máscara y rostro, se devuelve Real por
Real, se cambia Real por Real. Ello equivale a decir que no se
LA

cambia nada
No se trata de un retraerse hacia los objetos internos, como diría
Meltzer (1979); se trata de que este ser humano no sujeto que es
FI

el autista, carga libidinalmente el fragmento corporal inyectado,


porque su " órgano libidinal' al hacer la curva de retorno, no
toma, en su curvatura, la imagen que el 'otro' le ofrece. Y ello por
un motivo muy simple: el "otro' está ausente. Y cuando está


presente, es mudo siendo entonces solamente puro real He allí los


dos destinos posibles de la libido en el autismo: las rítmias sobre
el propio cuerpo, o la imitación de una máscara que nada oculta.
Es por esta razón que Leny, Grestes, Rosa y Malú se detienen en
el preciso lugar en que el choque es fuerte, en que el contraste se
produce en lo inmediato, en lo táctil, en lo visual, en lo auditivo
Podría decirse que se detienen absorbidos en sus propias orejas
cuando un sonido los captura, o capturados en sus propias bocas
cuando un sabor los prende, Es que no hay nadie que los "agarre"
para unirlos a través de esa dispersión corporal: no hay en ellos

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red imaginaria que soporte la posibilidad de contrastar un
horizonte de permanencia de los objetos más allá de la pura
inmediatez, porque no hay orden simbólico que opere la
diferencia. En este sentido es oportuno citar a Meltzel:
"Sugerimos que este primitivismo" (así califica al estado de
fragmentación propio del autismo) "es esencialmente carente de
actividad mental, es desmentalizado. Sus actos no pueden ser
considerados actos mentales y no pueden ser experimentados de
manera alguna que permita su integración en un continuo de

OM
recuerdos ni como base para la anticipación (1979, p. 28)
Entonces, ¿hay objeto autista? Si insistimos en buscarlo sólo
podremos hallarlo en el espacio que queda fuera del sujeto:
porque si coincidimos con Lacan (1983, pp. 151/2), los limites del
sujeto están marcados por su narcisismo, ¿Cuál es el narcisismo

.C
del autista? Porque él ni siquiera es ese todo que se resume en un
pedazo de la madre, que es lo simbiótico. Él es pedazo a pedazo
DD
sin conexión entre si.
El único narcisismo vigente aquí es el narcisismo herido de la
madre que vuelve, por eso, a sus identificaciones primarias, como
lo demuestran los casos de Rosa y de Leny. En esas
identificaciones primarias, lo importante es la marca sobre el
LA

cuerpo mismo. Como dijo Lefort (1980, p, 53), "es un


transitivismo en acción que funda la forma más arcaica de
identificación". Pero el transitivismo, en estos casos, es ejercido
FI

por la madre y arroja al hijo en la esfera de lo Real: cuerpo por


cuerpo. Entonces, no hay transitivismo en el niño porque,
precipitado el significante por obra de la intermediación materna,
no llega a hacer una marca en el niño: el goce no tiene restricción;


fuente y destino pulsional se mantienen fusionados. Por el hecho


de que el niño carece de recursos más allá del cuerpo, cuando la
madre renuncia a utilizar sus recursos, sólo hay un curso: el del

1 Estamos refiriéndonos concepto de Lacan de que la libido no debe ser concebida


como algo huidizo", fluido, que se localiza que se concentra en los espacios que le
ofrece el sujeto; la libido se debe concebir como un órgano en los dos sentidos del
término, órgano-parte del organismo y órgano-instrumento (1973 p.171)

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objeto Real (a). En ese sentido, cuando Lefort (ibidem, p. 2531)
subraya que el autismo de Marie Francoise se evidencia por haber
ella quedado en el objeto Real, está diciendo que ella quedó más
allá de las Identificaciones, más allá de lo Imaginario, más allá del
narcisismo, pero precisamente por efecto del particular circuito
narcisístico de las instituciones de que fue víctima. Ella, es como
todo autista, totalmente ajena al ámbito de la subjetividad. La
cuestión médica, importante sin duda en el terreno etiológico y en
el campo de la investigación, puede con vertirse en un

OM
inconveniente en el campo del tratamiento, La insistencia en el
cuerpo y la insistente remisión de los padres al terreno biológico
proporcionan por lo general coartadas institucionalizadas para
funcionar completamente aliados con el deseo parental de muerte
y, por lo tanto, de retorno a la esfera de lo corporal.

.C
La Introducción, en este punto, de indignados alegatos en defensa
de las madres o de apasionadas declaraciones acerca de su
DD
pretendida frialdad no hace más que reforzar las dificultades que
ellas tienen para separarse del cuerpo "enfermo" del hijo o del
circuito narcísistico que lo excluye. En cualquiera de esos casos el
hijo queda fuera y, en la mejor de las hipótesis, cargando el peso
del objeto que faltó y que ahora, en él, se presentifica. Hay
LA

quienes se preguntan si, psicoanaliticamente hablando, ser mala o


buena madre no es una mera cuestión de amor o de odio. Si así
fuese, el psicoanálisis nada habría agregado a la ética aristotélica
FI

ni a la filosofía cristiana.
Desde un punto de vista psicoanalítico, la pregunta sobre la
radical condición que afecta, en su origen, la constitución del
sujeto (y en el autismo es de esto que se trata) reside en la


cuestión del narcisismo,


El agente materno de alto riesgo puede estar definido, entonces,
por el hecho de que los límites de su narcisismo, efecto de
espejamiento que le confiere identificación, quedan más acá de
esa cosa que se pretende hijo. Si bien esto representa riesgo para
el hijo, deja sin embargo a salvo a la madre, con el pequeño daño
de los momentos psicóticos que le dan soporte a la forclusión del
deseo materno. Se presenta entonces un problema ético, cuya
mera formulación puede indignar a algunos: ¿hasta dónde
debemos llegar en la remoción de esta recusa, por obra de la

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forclusión (Verwerfung ) , con que la madre somete al hijo a la
exclusión absoluta de la referencia al Nombre del Padre? La
supresión interpretativa de estos momentos psicóticos implica el
riesgo de una forclusión, no ya del deseo materno para este hijo,
sino del deseo genérico de esa mujer. Si el mecanismo de la cura,
en estos casos, exige anudar a la madre en la interpelación de la
forclusión de su deseo de este hijo, ¿cuál es el límite de esta
operación? Advertimos que esto puede abrir un enorme limbo en
el barco que la salvó del diluvio en el momento en que todo era

OM
invadido por lo Real, por la catastrófica irrupción de su cría, y
entonces respondemos: llegaremos tan lejos cuanto el deseo
antitético del deseo de muerte lo permita. El límite es el propio
deseo materno.
El niño autista queda del lado de afuera de lo simbólico, y su

.C
pulsión sólo tiene la opción de conectarse en los órganos y en lo
que su percepción contacta; es uno pulsión carente de circuito
DD
porque nace y se consume en el mismo punto que la originó. Las
imágenes se establecen fugaces, sin llegar a formar una red. Y
cuando el agente materno empieza a romper la adherencia al
objeto " a " se observa, por ejemplo en Leny, cómo se inaugura un
nuevo tejido, aún frágil y fragmentado: el precario tejido que le
LA

permite desplazar la imagen de su hijo a diferentes lugares en el


espacio y, por lo tanto, en las cosas y en las personas.
El autismo parece ser un caso contrario al psicoanálisis porque
FI

podríamos decir que en el autista no hay inconsciente, Pero es


precisamente de esto que se trata cuando abordamos el problema
psicoanaliticamente:
¿Quién puede ser uno cuando en el universo entero no hay ni


siquiera un 'otro"?

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